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Pasado y presente de las Rutas de la Seda, Asia Central y el Comercio

internacional euroasiático.

Autor: Mag. Nelson Pierrotti1

Spanish abstract: Desde tiempos inmemoriales el movimiento de pueblos y el


intercambio cultural ha tenido un papel extraordinario en la transformación de la
civilización humana, en el que las identidades colectivas han sido forjadas
gradualmente a través de milenios. La inmensa Eurasia fue atravesada por
extensas vías de comunicación que fueron conformando eso que hasta hoy
identificamos como la “Ruta de la seda”, aunque en realidad debería hablarse
de “rutas”. Hoy es una región clave para el futuro de toda Eurasia así como
para el sistema de relaciones internacionales. Tiene un muy importante
desarrollo y potencial de negocios basado en la disponibilidad de energía,
recursos naturales y mano de obra. ¿Cómo comienza y se desarrollan las
sobredichas rutas? ¿Por qué el estratégico significado de Asia Central?

English abstract: Since time immemorial the movement of peoples and


intercultural exchanges have played a crucial role in the transformation of
human civilization. A look into the past shows that the identities have been
gradually forged through influences from elsewhere. The immensity of Eurasia
was criss-crossed with communication routes wich gradually linked up to form
what are known today as the Silk Roads. Today, Central Asia is a key region
today for the future of the world and the system of international relations.
Central Asia has significant development and business potential based on
availability of energy, natural resources and work force. How and where did the
Silk Road originate? Why the strategic significance of Central Asia?

Resumo portugués: Desde tempos imemoriais o movimento de pessoas e


intercâmbios culturais tiveram um papel extraordinário na transformação da
civilização humana. Um olhar sobre o passado mostra que as identidades são
gradualmente forjado através de influências externas. Assim, a grande Eurásia
foi atravessado por estradas que gradualmente formaram os "Rotas da Seda".
A Ásia Central é uma região chave para o futuro da Eurásia e todo o sistema
de relações internacionais. A Ásia Central é um importante desenvolvimento e
potencial de negócios com base na disponibilidade de energia, recursos
naturais e mão de obra. Como a Rota da Seda se originou? Por que a importância
estratégica da Ásia Central?

1
Licenciado en Historia Universal egresado de la Universidad de la República (UDELAR), y Master en
Estudios Culturales y Sociales egresado de la Universidad de Montevideo (UM). Encargado de la Cátedra
Estudios Asiáticos de la UM.
Palabras clave: Rutas, Seda, Comercio, Asia Central.

Introducción

En primer lugar es de señalar que Asia Central es una región clave no


solamente para el futuro de Eurasia sino para el actual sistema de relaciones
internacionales. Se erige como el “nuevo” gran escenario comercial donde
durante las décadas siguientes, es decir a corto plazo se concentrarán en ella
buena parte de los negocios globales. La importancia que han alcanzado sus
vecinos, China e India –puntos neurálgicos para la estabilidad de Asia Central-
así como el creciente interés por sus recursos energéticos, la convierten en un
foco privilegiado de atención. Y en un mundo cada vez más integrado,
globalizado y complejo, se vuelve un imperativo y un desafío acceder a un
espacio económico como éste con un creciente desarrollo industrial y turístico.2
No es casual que desde los años 1990, la mirada de la UNESCO se haya
concentrado en el estudio de los intercambios científico-tecnológicos y
culturales producidos entre Oriente y Occidente a través de la milenaria “Ruta
de la Seda”, con el objetivo de promover el “patrimonio común e identidad
global” de los pueblos (Unesco, 1996, vol. III, p. 35).

Por tanto, lejos de ser historia muerta, las “Rutas de la seda” están hoy
más activas que nunca y en dirección al futuro cercano. De hecho, su
existencia se materializa en el puente terrestre euroasiático –denominado a
veces la “Nueva Ruta de la Seda”- que es recorrido en gran parte por una vía
férrea que conecta China con Kazajistán –el
http://en.wikipedia.org/wiki/Silk_Road
Estado más poderoso de la región- un
vínculo directo entre el gigante asiático y el
corazón del continente (Unesco, 2008, Vol.
VIII). Y también se hace visible en el
denominado “corredor del mar Negro de la

2
Petróleo, gas, manganeso, oro, cobre, algodón, granos y obviamente seda, se cuentan entre
las producciones más importantes de la región.
Gran Ruta de la Seda” que impulsara la Unión Europea y la Agencia de
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), junto con Grecia,
Turquía, Georgia y Armenia en pro del fomento y la expansión comercial de los
cuatro países (RIA Novosti, 2013; Nature, 1987: 329, 757).

Visto entonces el gran interés que concita Asia Central en el mundo, ¿no
es obvio que América Latina debe tomar nota de lo que pasa en esta vasta
región, con miras a ampliar sus mercados e instalar nuevas empresas en ella
como ya lo ha hecho en China?3 ¿En qué medida puede ayudar a los nuevos
negocios internacionales entender las características y la historia de esta
región del mundo? (Bausero, 2013:70-ss.) Una adecuada respuesta a estos
interrogantes requiere de un buen conocimiento de fondo, es decir, el relativo a
la historia y la cultura de los países centro-asiáticos con los que se ha de tratar,
los cuales crecieron, se expandieron y aun se desenvuelven en torno a las más
antiguas y exitosas vías que el comercio internacional haya tenido nunca…

Las Rutas de la Seda

Durante siglos se supo muy poco en Occidente sobre el origen de la


seda y de cómo ésta se producía. Fue el secreto mejor guardado de la cultura
China.4 Suele atribuirse el “descubrimiento” y exploración de la Ruta al
mercader veneciano Marco Polo,5 quien en el siglo XIII narró sus experiencias
de viaje en el llamado “Libro del Millón” o “Libro de las Maravillas”6. En él insiste
continuamente sobre la importancia de la seda para la economía de los

3
Uruguay comercia desde los años ’90 del siglo XX, aunque de modo irregular, con Armenia,
Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, ex repúblicas soviéticas
(Bausero, 2013:85).
4
La cultura china siempre estuvo consciente del inmenso valor de la seda y mantuvo en
secreto su producción durante miles de años. Pero, ¿desde cuándo se usa la seda en China?
Por los datos suministrados por la arqueología sabemos la seda se usaba en China desde el III
milenio a.C. o más. En el yacimiento de Qianshanyang (provincia de Zhejiang) se hallaron
hilos, cintas y tejidos de seda que fueron fechados en el entorno del año 3000 a.C.
Herramientas de hilado, tejidos de seda y otros fragmentos situados en el río Yangzi recibieron
un fechado aun mayor, en este caso entre los 6000 y 7000 años antes del presente. Como
puede entenderse el origen de la sericultura se pierde en el tiempo.
5
Los viajes de Marco Polo, su identidad y existencia han sido puestos en duda más de una vez
por los historiadores.
6
En italiano recibió el nombre “Il milione” o “Libro del millón”, aunque originalmente se le llamó
“Libro de la división del mundo”.
pueblos centroasiáticos. Sin embargo, mucho antes que Marco Polo otros
tantos viajeros y misioneros europeos, hindúes y musulmanes –como Al-
Juarizmi o Ibn-Battuta- habían recorrido la Ruta y registrado sus impresiones
en diarios de viaje. Pero la denominación en sí, es decir “Ruta(s) de la seda”
fue creada recién en la segunda mitad del siglo XIX por el geógrafo alemán
Ferdinand Freiherr von Richthofen en sus “Diarios de China” (1877). Richthofen
denominó “Seidenstrasse” –Ruta de la seda- o “Seidenstrassen” –Rutas de la
seda- a la vasta red de 7.000 km. de caminos que desde tiempos antiguos
atravesaban el corazón de Asia (Waugh, 2007, vol. 5, 3-4).

El sistema constaba de tres extensos trayectos: uno desde la Gran


Muralla china hasta los protectorados romanos del Mar Negro; otro desde
Changan y Loyang hasta Sogdiana (Tayikistán y Uzbekistán, en Asia Central),
luego al valle del Zarafshan a través del Cáucaso terminando en Armenia; y el
tercero desde Loyang hasta Sogdiana entrando en los dominios del entonces
reino Parto hasta Siria, pasando por la espléndida Palmira y terminando en
Antioquía de Siria. A los que hay que agregar la llamada “Ruta marítima de la
seda”,7 de no menor importancia ya que llegaba hasta Egipto y el Mediterráneo,
así como hasta África Oriental.

Pero téngase en cuenta que las


Rutas de la seda fueron el resultado
final de una milenaria “construcción
cultural” cuyo comienzo se remonta a
los inicios de la civilización.8 Teniendo
en cuenta su complejidad y
dimensiones es difícil aceptar la idea
http://es.wikipedia.org/Transporte
de un origen único de las mismas (en

7
La Ruta marítima dejó de ser servir a Europa durante el siglo XV debido a que los turcos
otomanos dominaron Constantinopla (1453), impidiendo el paso del comercio Occidental.
8
El prehistoriador francés André Leroi-Gourhan incluso afirmaba que la “Ruta” estaba activa ya
en el Paleolítico (2002). La ruta del jade precedió a la de la seda –que calcó sus movimientos
sobre la primera- y para el segundo milenio antes de nuestra era ya existía un comercio regular
entre China y Badakhshan (Afganistán), punto de contacto con Occidente.
lugar y tiempo), restringido al momento (año 138 a.C.) en el que el explorador
chino Zhang Qian marchó hacia el oeste en una misión diplomática (Wood,
2002:51). Comúnmente se sostiene que fue sobre su trayecto que surgió la
Ruta de la seda. La realidad se nos presenta mucho más compleja ya que,
como se verá, la seda china había llegado al Mediterráneo varios siglos antes
de la fecha supracitada. Y lógicamente, como no hay comercio sin rutas es
obvio que ya existían trayectos “instalados” y “definidos” entre China y el
Mediterráneo. De allí que sea ineludible reconstruir la interacción y la
transmisión de los patrones culturales que paulatinamente la hicieron posible.

Para comprender esto debemos remontarnos varios milenios hacia el


pasado. Les cupo a los primitivos pueblos de Asia Occidental a los que
conocemos como sumerios, acadios, casitas, hititas y escitas la constitución de
las primeras rutas de comercio y el desarrollo de un activo intercambio de
materias primas, tecnologías, creencias y costumbres entre el Cercano Oriente
y el centro de Asia. Especialmente los habitantes de la antigua Mesopotamia,
actual Irak, –allí donde aparecieron las primeras ciudades de la historia-
liderarían durante siglos las actividades comerciales de largo alcance entre el
Mediterráneo y Afganistán (Francfort-Lecomte, 2002:625-663). Venciendo los
más variados accidentes geográficos y enormes distancias, hicieron llegar por
intermediarios sus productos hasta Badakhshan en las altas montañas
afganas, cruzando tres o cuatro pasos, donde las intercambiaban por lapislázuli
y turquesa. Y por mar su comercio se extendió hasta las ricas ciudades de
Harappa y Mohenjo-Daro en el valle del río Indo, donde obtenían piedras
preciosas como la cornalina y fibras como el algodón, además de tejidos
manufacturados y maderas duras. Desde Siria y el mar Negro se importaban
también minerales y maderas, de Khorassan (Irán) estaño, y de Armenia, plata
(Roux, 1987:28-30).

Para el segundo milenio antes de Cristo estaba bien consolidada una


vasta red de vías terrestres de comercio por las que circulaban numerosas
caravanas. Pero también por mar se conectaban los primitivos puertos de Ur,
Uruk, Lagash, Umma, Larsa y más tarde Agadé, Babilonia y Nínive que
enviaron y recibieron mercancías hacia y desde “Dilmun” (Bahrein) –punto
clave del comercio marítimo en el golfo Pérsico-; “Magan” (Omán), célebre por
su diorita negra; “Meluhha” (India) y “Musur” (el poderoso Bajo Egipto).
Literalmente en más de mil yacimientos arqueológicos ubicados en India y
Omán –datados entre el 2300 y 1300 a.C.- se han encontrado joyas y sellos
sumerios, lo cual prueba la vigencia del comercio entre estos pueblos primitivos
y la existencia de rutas definidas tan temprano como el II milenio antes de
nuestra era.

Existe constancia asimismo de que los habitantes de Harappa se


asentaron de modo permanente en las ciudades de Mesopotamia instalando
verdaderas “oficinas” para el comercio de oro y ébano que se transportaba por
tierra o por vía marítima –en navegación de cabotaje- hacia la India (Roux,
1987:28-30; Heise, 1996:50). De hecho, aunque se ha afirmado que la antigua
civilización china surgió independiente y solitaria en el valle del Hwang-He, lo
cierto es que en un yacimiento arqueológico cercano a Ch’eng-tu (en la
provincia de Szechwan) se descubrieron los vestigios de un templo amurallado
que por su estructura y disposición presenta curiosas similitudes con el zigurat
–o torre escalonada- de los mesopotámicos. Es probable que China haya
tenido influencias o lazos más puntuales con las culturas del valle del río Indo y
con la antigua Mesopotamia de lo que a priori cabría esperar. Refuerza este
punto de vista el hecho de que al comparar las “teologías” china y
mesopotámica (Campbell, 2006:40) se encuentran múltiples paralelos entre
ambas culturas, como el relato del diluvio, las listas de reyes, las cosmologías y
los héroes ancestrales (Lewis, 2006:10-11). Estas similitudes no pueden ser
fortuitas, lo que implica la existencia de algún tipo de contactos y/o
“exportación” de arquetipos culturales.
Progresivamente, aunque
de modo irregular, se fue
configurando un intenso comercio
internacional desde los primeros
tiempos de la historia, más activo
y amplio de lo que pudiera

Tomado de Velázquez, Caminos reales persas (2012). suponerse hoy. De hecho,


sorprende su eficacia considerando por una parte la fragilidad de muchos de
los caminos trazados, y por otra las cambiantes circunstancias políticas. Sin
embargo, justamente la paulatina expansión de los imperios en Oriente y
Occidente no solo colaboró con el desarrollo de potentes mercados que
alimentaron a una población creciente necesitada de recursos naturales, sino
que estimuló la exploración de los mares lo cual acortó las distancias y facilitó
la comunicación y el intercambio. Entre los años 1000 y el 500 a.C., los
poderosos reinos chinos de Wu y Yue levantaron importantes flotas que
viajaron al sudeste de Asia y la India (Bau Shoúyi, 1984:67). Para el siglo VI
a.C. cuando se formaba el Imperio persa, las relaciones comerciales sino–
indias estaban asentadas. Y mientras el imperio de Ciro el Grande convertía la
meseta iraní en un sólido puente económico y cultural entre China y Europa,
importantes plazas comerciales ya jalonaban las Rutas de la seda (Pritchard,
1974:75). En este sentido –como se aprecia en el mapa- la dinastía
aqueménida se preocupó mucho por construir una extensa red de caminos
entre sus centros de gobierno en Asia Menor (Turquía), Egipto e India con las
satrapías de Bactriana y Sogdiana ubicadas en el corazón de Asia.

¿Es casual que dichos derroteros coincidieran en buena parte de sus


tramos con las rutas por las que viajaban la seda y otros productos, en el siglo
VI a.C.? Está claro que esta extensa red de caminos obedecía a necesidades
de tipo político-militar, pero tenía una finalidad mayor, la de encauzar el
voluminoso tránsito comercial entonces existente. Incluso se intentó restablecer
una antigua ruta marítima que desde antaño había vinculado a Egipto con la
India. El rey persa Darío I, envió al navegante griego Escilax de Caria con
veinticuatro navíos (515 a.C.) desde el río Indo hasta el mar de Arabia y Egipto,
un viaje que duró treinta meses. Según el historiador griego Heródoto (siglo V
a.C.) Darío “hizo frecuente la navegación por aquellos mares”:

“Respecto a Asia, gran parte de ella fue descubierta por orden de


Darío, quien (…) envió en unos navíos (…) (a) Escilax el
Cariandense. Empezando su viaje desde la ciudad de Caspatiro
(…) navegaron río abajo tirando el Levante hasta que llegaron al
mar. Allí torciendo el rumbo hacia el Poniente continuaron su
navegación hasta que aportaron al mismo sitio de donde el rey de
Egipto había hecho salir a los Fenicios que, como dije, dieron la
vuelta por mar alrededor de Libia –nombre para África-. Después
que hubieron hecho su viaje por aquellas costas Darío conquistó
la India e hizo frecuente la navegación de aquellos mares” (Los
Nueve Libros de la Historia, Lib. IV, cap. XLIV).

Paralelamente, desde el N. de la India las caravanas de “Tianzhu”


comenzaban a llegar hasta el puerto de “Lanchue” en el río Amarillo (China)
llevando consigo no solo bienes sino también técnicas procedentes del
occidente de Asia y de África, como el trabajo del vidrio que en Egipto, Fenicia
y Mesopotamia se practicaba desde hacía siglos. Por el mismo derrotero
algunos productos chinos como el jengibre, los espejos de bronce y la seda
alcanzarían las costas del Mediterráneo también en el siglo VI a.C. (Bai Shoúyi,
1984:50). En los siglos posteriores (IV y III) los contactos sino–europeos se
harían más “cercanos” debido a las conquistas de Alejandro Magno y de los
reinos helenísticos. Pero fue particularmente la dinastía Ptolemaica de Egipto la
que privilegió las vías costeras que iban desde Alejandría hasta la India en
busca de marfil, perlas, pigmentos, tintas, arroz, especias, algodón y,
lógicamente, seda (Rostovtzeff, 1967).

Casi no hace falta decir que por estos itinerarios transitaron durante
siglos mucho más que mercancías. También filosofías, religiones, artes,
técnicas, personas, pueblos y ejércitos siguieron su recorrido, forjando
identidades. Las influencias externas han sido un factor clave para el desarrollo
cultural. Y en aquellos tiempos su tránsito estaba más activo que en tiempos
anteriores, lo que favoreció la amalgama intercultural. Una de cuyas evidencias
se aprecia en el arte greco–búdico originado en el reino helenístico de
Bactriana (Daxia para los chinos). De hecho, el rey bactriano Euthydemo I
(230-200 a.C.) buscando extender sus dominio organizó varias expediciones
militares a Kashgar en Xinjiang (China), en lo que se considera fue uno de los
primeros encuentros directos entre griegos y chinos. Sobre este particular el
geógrafo griego Estrabón diría que los greco-bactrianos “extendieron su
imperio aun en lo que respecta a Seres”, es decir China o sus proximidades
(Estrabón, 2003). Y de hecho, el posterior Imperio Parto (An Hsi o Anxi de los
chinos) y el Kushan (Guishuang) –que en sus respectivos apogeos dominaron
amplias zonas de Asia Central- mantuvieron negocios directos tanto con China
como con Roma y Bizancio oficiando de intermediarios (Lingyu–Weimin,
2004:57).

Esta preciada fibra natural tampoco faltaría en las tumbas ucranianas del
Mar Negro ni en los sepulcros cartagineses de Sabratha –en la Libia del siglo I-
o la remota Londres de la segunda centuria de nuestra era, donde se
consideraba un símbolo de estatus social. Incluso Julio César intentaría
acaparar el comercio de la seda en beneficio de sus allegados. También del
emperador romano Antonino –según Herodiano, historiador del siglo III- que
“detestaba los vestidos romanos y griegos (…) solo le gustaban los tejidos de
los Seres” –es decir los de seda-. Tan importante fue la seda que tras sitiar
Roma en 408, el rey visigodo Alarico demandó a los romanos el envío de
cuatro mil túnicas de seda como una de las condiciones para nos destruir la
ciudad (Jordanes, 1995).

La difusión de la seda china en el Mediterráneo también se ve reflejada


en obras históricas o literarias como el “Asno de Oro” de Apuleyo, la “Tebaida”
de Estacio y “De los beneficios” de Séneca. Describiendo los lujos de una
romana de buena posición, Apuleyo escribiría que su “lecho era de marfil –de la
India- muy luciente y de colchones de pluma y con una cobertura de seda
adornada y florida” (Apuleyo, 2003). La investigación arqueológica también ha
demostrado contundentemente que los romanos tenían asentamientos
permanentes en la India al inicio de nuestra era, lo que pone de relieve un
proceso de afincamiento previo. El romano Suetonio reprocharía al emperador
Calígula que “su ropa, su calzado y en general todo su traje no era de romano,
de ciudadano, ni siquiera de hombre. A menudo se le vio en público con
brazalete y manto corto guarnecido de franjas y cubierto de bordados y piedras
preciosas; se le vio otras veces con sedas y túnica sin mangas” (Suetonio,
2010). E incluso en el Apocalipsis de Juan –escrito en el siglo I en Patmos,
Grecia- la seda figuraba como uno de los más costosos artículos de un
ponderado comercio internacional (Biblia de Jerusalén, 1976).

Es más, Plinio el Viejo cuenta que la expedición de Annio Plocamo llegó


a Taprobane (Sri Lanka) y que Raquias embajador de la isla le relató su visita
al país de los Seres, es decir China (Plinio, 2010). Llevados por los vientos
monzones los mercaderes cruzaban periódicamente el Índico desde Muziris y
Nelkynda en India hasta Berenice y Leulos en el mar Rojo; o viajaban hacia las
tierras del Imperio Han (206 a.C. – 220 d.C.) ayudados por sus socios indios,
los tamiles de Pandyas, Chera y Cholas. Esta asociación fue importante porque
los tamiles habían colonizado el sureste asiático justamente en el siglo I, casi al
momento de iniciarse los primeros contactos sino–romanos. Y por ese mismo
tiempo India se convertía en el más importante nexo entre Oriente y Occidente,
mientras la dinastía Han oriental “iniciaba” la ruta comercial que la llevaría
hasta las fronteras del Imperio Romano, partiendo del puerto de Nan Hai en el
actual Cantón. En este punto el papel de la India como puente entre Occidente,
China e Indochina queda corroborado por los hallazgos hechos por
arqueólogos de las universidades de Delaware y Ucla, en el puerto de Berenike
(Berenice) a orillas del mar Rojo en 2005: una especie de madera proveniente
de Dyanmar (Birmania), piezas de zafiro originarias de Sri Lanka (Ceilán) y
otros objetos procedentes de lugares tan alejados como Java, Vietnam y
Tailandia. Rastros de pimienta negra, cestas, esteras y una vela hecha con tela
india, fechada en el año 70 de nuestra era, integraban el descubrimiento.
Asimismo, una pieza de alfarería romana del siglo I proveniente de Arezzo –
conservada en el Museo Guimet de París- fue encontrada en Virampatnam
(India); así como monedas de cobre emitidas por el rey Kujula Kadfises –del
imperio Kushan- que copiaban los retratos reales de los anversos de monedas
romanas de oro del emperador Augusto (31 a.C.-14 d.C.); además de un vaso
del tesoro de Kapishi (Begram, Afganistán) del siglo II que personificaba a un
gladiador de tipo romano. Y la lista sigue. ¿Cómo llegaron a uno y otro punto
geográfico estas mercancías? ¿Puede negarse la vigencia y el poder de
aquellos primitivos mercados de intercambio –en algunos aspectos tan
complejos como los nuestros- y la importancia que tuvieron los intercambios
entre los pueblos más distantes, aunque fueran por intermediarios? (Hollman,
2008:40).

El conocimiento y la experiencia adquiridos a lo largo de los siglos se


tradujo finalmente en la confección de mapas más definidos, aunque no libres
de errores. En Egipto, el sabio griego Ptolomeo de Alejandría en su “Bosquejo
geográfico” (siglo II) confeccionó un mapamundi que comprendía ocho mil sitios
y mapas de veintiséis países de Europa, África y Asia, el cual fue el resultado
de una gran tarea de investigación. En dicho mapamundi el nombre para China
era Sinae, derivado de la palabra griega para seda (Guarde, 2004) 9 a la
ubicaba próxima al “Áurea Chersonesus”, es decir la “Península dorada”
(Indochina); al “Magnus Sinus” o “Gran Golfo” o Mar de China10 y a los montes
“Simantinus”, es decir, la cadena del Himalaya (Ayyubi, 1990:213-214).

Ptolomeo relata además un viaje realizado desde el Quersoneso dorado


(es decir, Indonesia) hasta Cattigara (Sri Lanka o Cantón) cuyos datos atribuye

9
Considerando que la palabra “Si” significa “seda” en chino, es probable que de allí proceda la
palabra persa “chin” así como la hebrea “sin” y la griega “Sinae” que pasó al latín como “Sinus”.
Teniendo en cuenta que los persas fueron durante siglos los intermediarios entre el Lejano
Oriente y el Mediterráneo es de suponer que la palabra “China” fuera tomada del idioma farsí al
sustituirse “si” por “chi”, de lo que se derivarían las pronunciaciones “chinae” y “chinus” (sinus).
Es de notar que el término “China” no denominó oficialmente al país hasta la creación de la
República en 1912 por el líder Sun Yat-sen. Hasta entonces los chinos llamaron a sus tierras
“Zhongguo” (“Estado del Centro”). Debido al impacto de la dinastía Han y de las rutas de la
seda, el chino fue conocido en Occidente como “hombre Han”.
10
Un viajero y geógrafo persa llamado Al-Juarizmi (siglo IX) llamó de esta forma, “Magnus
Sinus” (“Bahr as-Sin”), al mar de China.
a un navegante fenicio al que estima como “el mejor de los cartógrafos”, Marino
de Tiro (60–130 d.C.?) y a los escritos perdidos de Alejandro Magno, anotados
por sus oficiales. Por lo que se puede deducir de la documentación de
Ptolomeo, el fenicio Marino de Tiro conocía la ubicación de India (Smith,
1995:7-8) e Indonesia, y había imaginado paralelos y meridianos sobre un
planisferio indicando que las tierras habitadas se prolongaban de norte a sur
desde la tierra de Thule (¿Noruega?) hasta más allá del trópico de Capricornio
(Etiopía); y desde las “Islas Afortunadas” (Canarias) hasta Sera o Sinae
(China). Que los datos eran más “exactos” y el conocimiento del otro crecía, lo
deja ver el historiador romano Amiano Marcelino quien escribiría que Sérice
estaba rodeada por una gran muralla y que en sus tierras corrían dos grandes
ríos (¿Huan Ho y Yenisei?) teniendo por capital una ciudad llamada “Sera”. No
queda duda de que esta descripción recuerda a la China de los Han, con su
gran muralla en construcción.

Posteriormente, en un momento de decadencia provocado por los


desenvolvimientos políticos ocurridos en Asia, le cabría al Imperio Romano de
Oriente o Bizantino –gobernado por Justiniano- intentar revitalizar la ruta
comercial que marchaba por el norte del Cáucaso, pero vista la inestable
situación internacional no pudo lograrlo. Solo le quedaba la vía marítima, pero
habiendo perdido Egipto buscó pactar con el reino de Axum (Etiopía) para
conseguir la preciada seda. Sin embargo, los intermediarios persas se
adelantaron a los romanos comprando toda la fibra disponible en la India y
cerraron el paso marítimo del mar Rojo al conquistar el reino de Yemen. En
estas circunstancias se presentaron dos monjes, nestorianos o budistas, que
propusieron a Justiniano producir seda en tierras bizantinas. Para conseguirla
hicieron un largo viaje hasta Serinda (¿China?) transportando “huevos a
Bizancio, y tras conseguir que se transformaran en gusanos, los alimentaron
con hojas de morera y lograron que en adelante la seda se criara en tierra de
romanos” (Procopio, 2007).
Pese al esfuerzo realizado, la empresa no tuvo el éxito deseado ya que
los gusanos no eran de una especie muy apreciada y el excesivo monopolio
que pretendía implementar Justiniano conspiró contra su éxito. La producción
de seda se instalaría en Constantinopla (Bizancio) en los tiempos de la dinastía
Sui en China, aunque fue complementada por comerciantes árabes que
tuvieron su monopolio entre los siglos VII y VIII d.C. Éstos se establecieron en
Sri Lanka y en Cantón conectando India y Persia con Egipto y el Mediterráneo.
Finalmente, durante la dinastía Tang (siglos VII a X) se formaron dos mercados
en la capital imperial china de Chang’an –actual Xi’an en la provincia de
Shaanxi-, el “del Este y del Oeste” en los que comerciantes romano-bizantinos
pudieron comerciar por seda y otros productos de lujo. En los siglos siguientes
no pocos navegantes recorrerían la Ruta marítima de la seda. Uno de ellos fue
el marino, militar y expedicionario chino Zheng He quien exploró –
aparentemente sin ambiciones colonialistas- el SE asiático, Indonesia, la India,
Sri Lanka, el Golfo Pérsico, Arabia e incluso llegó a Kenia y Mozambique entre
los años 1405 y 1433 (Wade, 2004:21-26).11

El intercambio económico también permitió la expansión de los más


variados movimientos religiosos en dirección a Occidente y a Oriente. Por
ejemplo, la tradición sostiene que uno de los apóstoles de Jesús, Tomás,
predicó en Partia (actual Irán) así como en la India –a la que habría llegado por
la vía marítima- en el siglo I de nuestra era (Eusebio, 2013; Hechos de Tomás,
2011)12. Y asimismo el budismo que hasta la actualidad tiene una fuerte
influencia en la vida y el pensamiento de millones de personas en Asia Central
y Oriental, se difundió a través de estas vías. El budismo arribó a China durante
el siglo I –cuando los romanos se acercaban a este país y los tamiles
colonizaban indochina- aumentando continuamente su influencia sobre todo en
las ciudades del imperio Han (Hollman, 2008:40). Para el siglo II, el budismo se
11
Wade y otros autores sostienen que la dinastía Ming fue colonialista, y que los viajes de
Zheng He tuvieron como objetivo la colonización.
12
Eusebio de Cesarea cita un texto atribuido a Orígenes (siglo III) en el que afirma que el
apóstol Tomás viajó a Partia. Por su parte en los Hechos de Tomás (libro apócrifo) se sostiene
que llegó a la India hacia el año 200 de nuestra era y que fundó allí varias iglesias o
congregaciones.
había establecido a lo largo de las Rutas de la seda hasta Turkmenistán y
Afganistán, contando como difusores a monjes, comerciantes y artistas.

Conclusiones

Al unir toda la evidencia se hace indudable la existencia de un activo y


regular comercio entre Occidente, Asia Central y el Lejano Oriente durante toda
la Antigüedad y la Edad Media. Los hallazgos arqueológicos revelan la
presencia de seda en una momia egipcia del año 1070 a.C. (XXI dinastía) así
como en el Cementerio del Cerámico de la Atenas del siglo VI a.C. (Good,
1995:959-968). Otra referencia a la seda aparece en los escritos del profeta
Ezequiel (cap. 16:10,13) del siglo VI antes de nuestra era en Babilonia, donde
emplea dos veces el término “méschi” que comúnmente se traduce como
seda.13 Y remarcamos la importancia de descubrimientos como éstos porque
dan la pauta de que el comercio de la seda alcanzaba el Mediterráneo muchos
siglos antes de nuestra era. Lejos de tratarse de un comercio informal o
totalmente casual, sin demasiados nexos, vemos el surgimiento y accionar de
verdaderos mercados con transacciones basadas en el dinero, organizadas y
registradas, y con contratos formales que se conservaban prolijamente en
archivos urbanos y estatales. Si los destinatarios de las mercancías –
particularmente la seda- conocían o ignoraban el origen real de la misma, no es
lo sustancial. Lo extraordinario es que aquel comercio signado por la seda haya
puesto en contacto a los pueblos más distantes y diversos, forjando vínculos
que en algunos casos todavía se conservan. Las Rutas de la seda no solo
fueron una construcción cultural, también construyeron la cultura de los pueblos
centroasiáticos a los que procuramos conocer.

Este artículo tan solo representa una reconstrucción parcial de la historia


y el derrotero cultural de la más importante vía del comercio internacional de
toda la historia. Ahora bien, ¿qué valor tiene para el hoy conocer la historia de

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Si bien la identificación es insegura y los lexicógrafos modernos utilizan otras traducciones
para meschi como “tela preciosa” (NM, 1987; RH, 1989), sin embargo no consideramos que
deba descartarse hasta no contar con mejores datos.
una zona tan lejana y aparentemente poco accesible? ¿Es de interés para los
negocios internacionales latinoamericanos? Sin duda, porque en esta zona de
Eurasia se concentrarán (y ya se concentran) las mayores actividades
económicas del mundo de los próximos años. Por esto, percibir cómo se
establecieron, estructuraron y funcionaron las relaciones comerciales y
culturales en esta zona del mundo, requiere de un buen conocimiento de fondo,
que enriquezca la percepción de su realidad y dé elementos para tratarla
adecuadamente. Al encarar una empresa en territorios tan lejanos, el
conocimiento se vuelve un factor fundamental para el éxito. Alcanzar a la
región y a sus “rutas humanas”, por así decirlo, hace necesario estar al tanto de
cómo se formó y aun funciona uno de los espacios económicos más atractivos
del mundo.

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