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ALELUYAS PARA LO MÁS CHIQUITITOS

1. CONEJIN EL TRAGÒN
2. HISTORIA DE OSITO GOLOSO
3. HISTORIA DE LA GALLINITA NEGRA
4. EL TRIBUNAL DE LOS PÁJAROS
5. UNA HISTORIA CON PINGÜINOS
6. HISTORIA DEL GATO GUIÑA Y LA GATA MORISCA

 Conejin el tragón

Conejín y Conejita
Tenían una casita
 
Con su ventana y su puerta,
su jardincillo y su huerta,
 
donde no faltaba nada:
coles, nabos y ensalada
 
y en septiembre y en abril
un poco de perejil.
 
Un arroyo que murmuraba
les da en verano frescura,
 
y un árbol de tronco eterno
leñitas para el invierno.
 
Su goce no tuvo fin
cuando nació Conejín.
 
Fue la cuna del pimpollo
hecha de hojas de repollo,
 
y un rabanito le mete
su mamá como chupete;
 
pero era tanta su hambruna,
que tragó chupete y cuna.
 
En una linda mañana
se escapo por la ventana;
 
verdurita que veía
a mordiscos la comía
 
su guatita estaba llena
de ajises y berenjenas.
 
Tomando el huerto por suyo,
pronto no dejó ni un yuyo;
 
no bien un retoño asome
como, come, come, come.
 
Tragó al sentirse en ayunas
cuatro docenas de tunas.
 
Conejín, de puro hambriento,
pasó por muy mal momento;
 
creyó que tenía anginas,
pero eran las espinas.
 
Pronto, y no les digo como,
le asomaron por el lomo.
 
Conejín y Conejita
volvían de una visita.
 
En cuanto abrieron la puerta
quedaron con boca abierta
 
al ver a su Conejín
transformado en puerco espín.
 
Conejita, como loca,
se clava apenas le toca,
 
y el Conejito papá
en busca de auxilio va,
 
en tanto que Conejín
cree llegado su fin.
 
Trae Conejito en seguida
a una liebre muy sabida
 
en curar en un bendito
el mal de un animalito
 
Llega y con mucha cachaza
le receta una tenaza.
 
Todas las púas de tuna
va sacando, una por una.
 
Deja, untándole con sebo,
a Conejín como nuevo.
 
Conejita, muy excitada,
le da una buena palmada,
 
mas Conejín, inocente
de contento, ni la siente.
 
Papá Conejo, aliviado,
aún se hace el enfurruñado.
 
Por que la cura celebre
mil pesos le da a la liebre.
 
Conejín nuevo calambre
siente en la guata de hambre.
 
Conejita, con afán,
le prepara charquicán.
 
Le da acelga y betarraga
y Conejín traga y traga,
 
se atiborra sin fin
nunca llena Conejín,
 
por eso aquí le verás
roer que te roerás,
 
y se nos va de esta historia
comiendo zanahoria.

Historia de osito goloso

Doña Cigüeña en su estuche


trajo a este Oso de peluche.
 
Mamá Osa y Papá Oso
lo encontraron amoroso.
 
El los contemplaba absorto
peludillo y rabicorto.
 
Iba mostrando la guata
al caminar en dos patas.
 
Su una pajarillo cantaba,
al son del canto bailaba;
 
por ser sus patitas flojas,
de popi cayó en las hojas;
 
pero, contento y feliz,
olvidó el duro desliz.
 
Quiso un día su destino
hacerle trepar a un pino
 
entre cuyas ramas viejas
había un panal de Abejas.
 
Al distinguir su pelambre
se alborotaba el enjambre.
 
La Reina, loca de miedo,
se puso a rezar un credo,
 
y los Zánganos ociosos
se despertaron rabiosos,
 
Y Osito, trepa que trepa,
sin importarle una pepa...
 
Don Chuncho se había desvelado
ante tal desaguisado.
 
Y abriendo un ojo le dice
que hacia abajo se deslice
 
y que no piense en la miel
que no fue hecha para él.
 
Desoye Osito el consejo
del sabio don Chuncho el viejo,
 
y aunque él mucho menos sepa,
intrépido trepa y trepa.
 
Tordito negro canta
hasta romper su garganta,
 
diciéndole: "Si no dejas
de robar a las abejas,
 
te podrá costar muy caro,
aunque te parezca raro".
 
Pero el Osito ladino
siguió trepando en el pino.
 
Pasaba una Mariposa
muy colorida y hermosa,
 
bailando a su alrededor
hizo lucir su color
 
y le dijo muy bajito:
"Vuelve para abajo, Osito".
 
Y él contestó algo muy feo,
pues repuso: "Huichicheo".
 
Doña Araña, que tejía,
sus agujas detenía
 
diciendo: "cesa en tu carga,
la miel puede serte amarga"
 
Por tener muy duro el chape
trepó Osito más a escape.
 
Hasta que hundió por su mal
las manos en el panal.
 
Las Abejas industriosas
se revolvieron furiosas
 
y, con fieras intenciones,
clavaron sus aguijones,
 
convirtiéndole el hocico
en abultado acerico.
 
Le hacen, sin oír sus quejas,
Orejones las orejas.
 
Y una abeja audaz y sola
le picó sobre la cola,
 
y Osito debió aguantarse
un mes sin poder sentarse...
 
Pero lo peor para él
fue que ni probó la miel
 
y tras de tanto trabajo
se cayó pino abajo.
 
Don Chuncho, que lo veía,
gravemente le decía:
 
"¡Quien lo ajeno quiere hurtarse,
que tenga dónde rascarse!..."
 
Historia de la gallinita negra

Esta era una gallinita


como el carbón de negrita.
 
Hizo un día algo muy feo:
fue sin permiso de paseo.
 
Y se halló un portón abierto
que daba a un hermoso huerto.
 
Andando muy señorita
encontrase una Chinita,
 
que tenía la cuitada
el ala izquierda quebrada.
 
Iba a saciar su apetito,
cuando oyó un pequeño grito:
 
"No me comas, desdichada,
soy la princesa encantada.
 
Me encantó una bruja odiosa
porque era fea y yo hermosa.
 
No me comas, Gallinita,
cúrame mi alita".
 
Para poderla curar
fue al Gato-Sabio a buscar,
 
quien llegó muy complaciente,
en un auto reluciente.
 
Don Gato, que es curandero
le tomó el pulso primero.
 
Luego le puso un ungüento
y el dolor se le fue al momento.
 
La Chinita sin herida
se sintió muy agradecida,
 
y como buena princesa
no quiso hacerse la lesa.
 
Pagó al Gato con decoro
un ratoncito de oro
 
y a la Gallinita sola
le dijo: "Mira tu cola".
 
Vio dos plumitas con brillo
de oro sobre el popillo.
 
"Cuando estés en apuro
has -le dijo- este conjuro:
 
Que se cumpla mi deseo
ma-chi-pu-chi-bi-cho-feo."
 
Alzó la Chinita el vuelo
y se perdió por el cielo.
 
Con sus plumas sin igual
se volvió para el corral.
 
El Gallo, al ver tanta gala,
se puso a arrastrarle el ala;
 
su comadre, la Gallina,
le dijo que "era divina",
 
y los Pollitos, a coro:
"Pío, pío y son de oro".
 
La Gallinita orgullosa
se empezó a poner chinchosa.
 
Peleó con doña Gallina,
diciendo que era una cochina,
 
y cuando el Gallo cantaba,
"Ka-ka-ka.ka-ra-ka", remedaba.
 
Engreída con su cola
todos la dejaron sola.
 
Y a pesar de tanto brillo,
un día tuvo moquillo.
 
Temblando de escalofrío
no pudo decir ni pío,
 
creyó que se moriría
porque nadie la asistía.
 
Don Gallo y doña Gallina
se fueron hasta la esquina,
 
los Pollitos, tan campantes
fueron al jardín de infantes.
 
Al sentirse morir sola,
Gallinita habló a su cola:
 
"Que se cumpla mi deseo
ma-chi-pu-chi-bi-cho-feo."
 
El moquillo se curó
y al tiro una voz habló:
 
"Pedir pudiste una estrella,
y te quedaste sin ella,
 
hacerle a todos favores,
y sólo quisiste honores.
 
Lo que pediste tendrás,
más sin plumas quedarás".
 
En medio de un triste lloro
perdió las plumas de oro.
 
De nuevo fue servicial
con las aves del corral,
 
a su amiga la Gallina
la ayudaba en la cocina,
 
y cuando el Gallo cantaba
Gallinita ni chistaba,
 
Y al fin, tan bien se portó,
que la Chinita volvió.
 
"Como prueba de amistad,
ten otra oportunidad."
 
De nuevo apareció el brillo
en las plumas del popillo.
 
Porque el oro no destiña
prometió ser buena niña,
 
y si palabra cumplió
porque a todos ayudó.
 
De mañana lo primero,
aseaba el gallinero;
 
si hallaba un Pollito triste,
le daba sopa de alpiste,
 
y al pobre Patito feo
lo sacaba de paseo.
 
Por linda y por hacendosa,
todos la quieren de esposa.
 
Pero el Gallo entaquillado
era el más enamorado.
 
De alborada en alborada
le decía su tonada,
 
y cuando ella le dio el sí,
el cantó: "Ki-ki-ri-ki".
 
En el casorio la Clueca
con el Gallo bailó cueca
 
y las plumitas de oro
de todos fueron tesoro.

El tribunal de los pájaros

Esta es una selva umbría,


con harta pajarería,
 
donde libres y felices
viven Garzas y Perdices.
 
De noche, muy satisfecho,
da el Ruiseñor do de pecho;
 
al despuntar la mañana
canta la Alondra muy ufana,
 
y a cualquier hora del día
el Pollito pía y pía.
 
En tanta paz la Cigüeña
duerme en una pata y sueña
 
que en un pañal, muy rollizos,
se trae cinco quintillizos.
 
Cual saliendo de un reloj
canta el Cu-cú sobre un boj.
 
De pronto se turba un día
tan excelente armonía;
 
todo fue por un Pichón
chiquitito de Gorrión.
 
Su Papito muy ufanoso
le traía un gran Gusano
 
y tuvo un escalofrío
al ver el nido vacío.
 
Llega mamita Gorriona
y mucho más se emociona.
 
Se arma un tremendo revuelo
entre las aves del cielo,
 
y ningún chisme se ahorra
la charlatana Cotorra
 
y dice: "Muy bien sé yo
quien al Pichón se llevó,
 
conozco la parte flaca
de mi comadre, la Urraca.
 
Quien sabe robar botones,
¿por qué no ha de hurtar Gorriones?"
 
Ante tal acusación
tiembla papito Gorrión
 
y exige que caso tal
se lleve ante el tribunal.
 
Hace de juez la Lechuza
y redondo el ojo aguza;
 
gozoso de oler el mal,
hace el Cuervo de fiscal.
 
Pedrito, el loro hablador,
actuará de defensor,
 
y al alegar se le escapa:
"Pedrito quiere la papa..."
 
La Tenga, el Zorzal y el Mirlo
se retacan al oírlo,
 
y con Pecho Colorado
forman parte del jurado.
 
Dos Halcones inciviles
actúan como alguaciles,
 
traen de muy mala manera
a la Urraca prisionera.
 
Sentada en duro banquillo
se rasca algún piojillo.
 
Muy segura de su ciencia,
la Lechuza abre la audiencia,
 
no toca la campanilla
por una causa sencilla:
 
rápida como una luz
se la tragó el Avestruz.
 
Envarado como un huso
habla el Cuervo y dice: "Acuso..."
 
Pedrito le pesca al vuelo
y ataca diciendo: "Apelo...",
 
cuando ya el fiscal le abruma:
"¡No se dice a-pelo, a-pluma!"
 
El Avestruz saltarín
se mueve y hace tin tin...
 
Calmando a los oradores
dice el Chuncho: "Orden, señores".
 
De pronto, sobre el estrado,
dos Pichones han llegado,
 
Mamá Gorriona da un grito
al ver a su Gorrioncito
 
que apenas si se destaca
junto al Pichón de la Urraca.
 
A todos los congregados
miran los dos, asustados.
 
Declaran ante testigos
Que son los dos muy amigos.
 
Entre el general contento
todo se arregla al momento,
 
y el severo juez sanciona:
"La Urraca es buena persona".
 
Al Cuervo le sabe mal
Tan venturoso final
 
Y Pedrito exclama al punto:
"¡Por mí se ganó el asunto!"
 
Les dieron a los Pichones
Alpiste con cañamones,
 
Mas la Cotorra susurra:
"Yo les daría una zurra,
 
la Gorriona debería
cuidar mejor a su cría".
 
Mas nadie la escucha ya,
y alguien trina: "¡Do-mi-fa!"

Una historia con pingüinos

Después de tanto invernar


llegaron a este lugar
 
de la Antártica famosa
por lo nevada y ventosa,
 
una tribu de pingüinos
muy correctos y muy finos.
 
Como ya era primavera
relumbraba la ribera
 
con un sol resplandeciente
y suaves brisas de oriente.
 
Los pingüinos ya cansados,
como estaba entrenados,
 
hicieron los nidos suyos
con piedras y cochayuyos.
 
Mamá Pingüino probaba
el charquicán, cómo estaba
 
papá Pingüino traía
su pesca de la bahía,
 
cada Pingüino chiquitito
corre moviendo el rabito.
 
Sólo el menor ha llorado
diciendo: "¡Quiero un helado!"
 
Todos terminan la cena
con la guatita bien llena.
 
A los mayores pichones
dice el Papá estas razones:
 
"Hijos míos, ya estáis hechos
unos pingüinos derechos,
 
y el momento ya ha venido
en que formaréis vuestro nido,
 
que nuestra ley determina:
un pingüino, una pingüino.
 
Búsquese, pues, cada cual,
una pingüino cabal".
 
Se van un tanto mohínos
los mocetones pingüinos.
 
Uno, con aire muy fiero,
fue haciéndose el pendenciero.
 
Al verlo tan maceteado,
todos se le hacen a un lado.
 
El otro, que era muy dije,
se daba facha de pije,
 
los pingüinos lo admiran
y las pingüinos suspiran.
 
Andaba alegre y jovial,
muy de florecita al ojal.
 
De pronto, sin saber cuándo,
se encontró escuchando un bando.
 
Redobló el tamborilero
y dijo así el pregonero:
 
"Manda el Gran Rey de Pingüinia
que todos anden en línea
 
y ni un soltero ha de haber
en edad de merecer".
 
Pingüinito se espabila
y forma en primera fila.
 
Pingüinillo, que la vio,
ante ella se paseó.
 
Contoneándose estaba,
una piedrita muy blanca,
 
pero la muy consentida
se hizo la desentendida.
 
A sus plantas, con afán,
trajo otra azul el galán.
 
Pingüinito, rabitiesa,
siguió haciéndose la lesa,
 
hasta que ya harto el Pingüino
tomó otro camino.
 
Vio a Pingüinillo preciosa,
que lo miraba amorosa.
 
Como prenda de su amor,
buscó piedras de color
 
y una roja vio brillar
a la orillita del mar.
 
Pingüinillo, ruborosa,
dice que será su esposa.
 
Se van en un periquete,
muy contentos del crécete.
 
Ya están rebién instalados
junto a los demás casados.
 
En su lindo nido nuevo
Pingüinillo puso un huevo.
 
No les digo lo dichoso
que son hoy ambos esposos,
 
Pingüinillo y Pingüinillo,
con su Pichón que es muy pillo.
......................................
Al Pingüino maceteado
por soltero han condenado
 
a que se vaya muy solo
a buscar camorra al Polo.

Historia del gato güiña y la gata morisca

Hoy les voy a contar una


curiosa historia gatuna,
 
de la Gata Morisca,
mimosa y bastante arisca,
 
y un gatazo bandolero
remalo como el primero,
 
amigo de gresca y riña,
que se llama Gato Güiña.
 
Como les iba diciendo,
Gato Güiña era tremendo,
 
si a un perruquillo encontraba
enseguida le atacaba
 
y alegre por su agresión
la cola hacía florón.
 
Si algún pajarito oía
de gula se relamía,
 
y atacó, ¡vean qué cosa!,
a una linda mariposa.
 
Desgraciado el conejito
que encontró al Gato maldito!
 
Se le tiraba al cogote
y no salvó ni el bigote.
 
Y hasta más de un cazador
al verlo sintió pavor,
 
y huyendo de tal gatazo
se libró de un arañazo.
 
El propio Lobo Feroz
le tenía un miedo atroz,
 
pues un día se hizo el bravo
y el Güiña le mordió el rabo,
 
y en la lucha desapreja
perdió el Lobo media oreja.
 
Luego, a partir de aquel día,
todo el mundo al Gato huía,
 
y así quien a todos asusta
a sí mismo se disgusta.
 
Harto al fin de soledad,
quiso ir a la ciudad
 
y haciéndose el roto vago
el Güiña llegó a Santiago.
 
Corren noticias muy feas
por tejados y azoteas,
 
cada gato se ha escondido
al acercarse el bandido
 
y éste va sacando pecho,
pasando de techo en techo,
 
sintiendo que en realidad
es el rey de la ciudad.
 
Orgulloso, sin empacho,
el Güiña tuerce el mostacho.
 
Su curiosidad se excita,
pues ve a una linda Gatita.
 
Por si sueña se pellizca
ante la Gata Morisca,
 
que lleva como aderezo
un gran lazo al pescuezo,
 
y sin miedo y sin enojo
mira al Güila de reojo,
 
luego, haciéndole un mohín,
se arrellana en su cojín,
 
y ante su asombro tremendo
se hace la que está durmiendo.
 
Güiña siente un gran disgusto
porque ella no tiene susto.
 
Entonces el muy bandido
lanza su peor maullido,
 
un "¡Remiau!" que el sueño altera
de la más valiente fiera.
 
La Gatita, tras oír,
dice: "Déjame dormir,
 
no vuelvas a hacerte el leso
no me das miedo con eso".
 
Viendo que así le provoca
se queda abriendo la boca,
 
mas no con mala intención
sino con admiración:
 
nunca vio Gata tan niña
el pobre Gatazo Güiña,
 
y antes que piense otra cosa,
la pide allí de esposa.
 
Pero la Gata Morisca
comienza a ponerse arisca,
 
y al verlo ya en tales trotes
se le ría en los bigotes.
 
"No puede ser mi marido
-le dice- un Gato Bandido"
 
El Güiña se desespera
al verla tan altanera;
 
de inmediato le propone
que su pasado perdone,
 
y que al partir del presente
será un Gato muy decente.
 
Como el Güiña es tan buen mozo
la Morisca arde en gozo,
 
pero oculta sus extremos
y sólo dice: "Veremos...
 
Mi mano la pedirá
solamente a mi Papá".
 
El Güiña vuela hecho cisco
buscando al Gato Morisco,
 
y lo encuentra en un tejado
en silla de oro sentado,
 
pues es, y no te hagas cruces,
el Rey de los Micifuces.
 
Le impone por condición,
no dejar vivo un ratón,
 
y el Gato Güiña en seguida
no deja laucha con vida.
 
Como es tan habilidoso,
le aceptaron por esposo.
 
Gatitas muy peropuestas
vinieron a las fiestas,
 
y bailó cuecas y jotas
el propio Gato con Botas.
 
Hubo pavo en escabeche,
pescado y arroz con leche.
 
Estaba desconocido
el pobre Gato bandido,
 
pues le había colocado
la Gata que iba a su lado
 
gomina en todo el bigote
y corbata en el cogote.
 
No sé si fueron felices.
Si lo sabes, me lo dices.

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