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Actas del II Congreso Internacional SEEPLU - Difundir l/a Lusofonia

  Cáceres: SEEPLU / CILEM / LEPOLL, 2012.

Las preguntas de un joven octogenario en el


Ensayo sobre la lucidez de Saramago
Francisco Javier Cobos Ruz — compajaviercobos@yahoo.es
Consejería de Educación – Junta de Andalucía

Resumen
José Saramago habría disfrutado con las movilizaciones ciudadanas de este
año; en cierto sentido, el movimiento internacional que reclama una
renovación de la democracia supone la materialización de algunas de las
cuestiones que el premio Nobel portugués planteaba en su Ensayo sobre la
Lucidez, sobre la capacidad de la sociedad civil para tomar las riendas de su
futuro. Analizaremos estas preguntas/propuestas de una novela
representativa de toda una trayectoria literaria caracterizada por la
coherencia entre la escritura y la actitud vital de un autor que siempre
defendió el compromiso ético de la literatura con la sociedad.
Abstract
José Saramago would have enjoyed the citizen protest this year. In a sense,
the international movement calling for a renewal of democracy is the
realization of some of the questions posed by the Portuguese Nobel prize in
his "Essay on Lucidity", about the civil society capacity to take charge of
their future. We will explore these questions/proposals in a novel which
represents a whole literary career marked by consistency between writing
and the ethos of an author who always defended the ethical commitment of
literature with society.

Francisco Javier Cobos Ruz. “Las preguntas de un joven octogenario en Ensayo…”.


Actas del II Congreso Internacional SEEPLU, 2012, pp. 169-176 169
 

En marzo de 2004 José Saramago presentaba en Lisboa su


novela Ensayo sobre la lucidez. Estas son algunas de sus palabras:
Tudo se discute neste mundo, menos uma única coisa, que não se
discute: não se discute a democracia. A democracia está aí, como
se fosse uma espécie de santa de altar de quem ja não se esperam
milagres, mas está aí como uma referência. Uma referência: a
Democracia. E não se repara que a democracia em que vivemos é
uma democracia sequestrada, condicionada, amputada, porque o
poder do cidadão, o poder de cada um de nós, limita-se, na esfera
política, repito, na esfera política, a tirar um governo de que não
gosta e a pôr outro de que talvez venha a gostar. Nada mais. Mas
as grandes decisões são tomadas numa outra esfera e todos
sabemos qual é: as grandes organizações financeiras
internacionais, os FMI, as organizações mundiais do comércio, os
bancos mundiais, a OECDE, tudo isso. Nenhum de esses
organismos é democrático e portanto, como é que podemos
continuar a falar de democracia se aqueles que efetivamente
governam o mundo não são elegidos, eleitos democraticamente
pelo povo”. Quem é quem escolhe os representantes dos países
nessas organizações? Os respetivos povos? Não. Onde está então
a democracia?

Estas declaraciones podrían haberse realizado en estos días, al


calor de las movilizaciones ciudadanas que recorren todo el mundo
pidiendo una profunda renovación en el sistema democrático. Vamos
a analizar algunas de las ideas-fuerza de Ensayo sobre la lucidez para
marcar su vigencia con relación al pensamiento crítico que va
tomando cada vez más consistencia en las reivindicaciones de la
sociedad civil internacional.
Recordemos el argumento de la novela:
Durante las elecciones municipales de una ciudad sin nombre,
la mayoría de sus habitantes decide individualmente ejercer su
derecho al voto de una manera inesperada, más del 70% vota en

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blanco. Nadie esperaba este resultado. Se repite la votación y pasa del


83%. La inquietud de los políticos contrasta con la tranquilidad de los
votantes. Miles y miles de personas de todas las edades, ideas
políticas e ideologías y condiciones sociales, han manifestado su
descontento con los partidos políticos y la política votando en blanco.
El gobierno teme que ese gesto revolucionario, capaz de socavar los
cimientos de una democracia degenerada, sea producto de una
conjura anarquista internacional o de grupos extremistas
desconocidos. La inquietud de los políticos contrasta con la
impresionante tranquilidad de los votantes. Según el gobierno, los
electores que votaron en blanco no son patriotas. Las cloacas del
poder se ponen en marcha: los culpables tienen que ser eliminados. Y
si no se hallan, se inventan. Los miembros del Gobierno, que no
saben cómo descifrar el misterio del voto en blanco, incapaces de
encontrar una gigantesca conjura internacional de desestabilización o
a un grupo de extremistas desconocidos, ponen en funcionamiento su
maquinaria más hedionda. Primero imponen la censura e implantan
el estado de sitio, y luego deciden la retirada inmediata del gobierno,
del ejército y de las fuerzas policiales a otra ciudad. El autor deja
patente la corrupción que ataca a la democracia y la manipulación
que padecen los medios de comunicación, pero sobre todo demuestra
que cualquier ciudadano puede elegir libremente, aunque se enfrente
a quienes manejan los resortes del poder. Los protagonistas de esta
novela, un inspector de policía y la mujer que conservó la vista en la
epidemia de luz blanca de Ensayo sobre la ceguera, dan muestras de la
altura moral que los ciudadanos anónimos pueden alcanzar cuando
deciden ejercer la libertad.

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A pesar de lo profundo del tema, no está ausente en esta obra la


habitual ironía de Saramago, el fino humor con el que aborda la
construcción de la historia; esto incluye el tratarse a sí mismo a veces
como un personaje, no en 1º persona sino en 3º, “el narrador”. Como
señala Maria Alzira Seixo “implica desde luego un efecto de
sobredistanciamiento en relación al modo brechtiano de implicación
del autor”. Esa complicidad con un poso de humor aparece desde el
comienzo: “Mal tiempo para votar” son las palabras con las que
empieza el Ensayo sobre la lucidez, haciendo alusión a algo más que al
día de lluvia en el que se celebran las elecciones. En cualquier caso, la
novela de Saramago va más lejos de la posibilidad de que aparezca
un masivo voto en blanco: más allá de una medida concreta, el
novelista cuestiona el fondo del sistema, la ideología que “secuestra,
condiciona, amputa” esa democracia. Es ese objetivo de trascender lo
inmediato, lo que le lleva a no mencionar la ciudad donde ocurren los
hechos, ni siquiera aparecen los nombres de los personajes; Saramago
amplía de esta forma la repercusión de la historia para convertirla en
un juicio global a esa degeneración también global de los principios
democráticos.
Si nos trasladamos de la novela a la realidad actual, en el
movimiento social que ocupa la calle (e internet) también aparece el
debate sobre la postura a tomar de cara a unas elecciones. Es
interesante escuchar los argumentos de los que quieren aunar
posturas; el problema es que cada cual ve necesario que los demás se
sumen a su posición: hay quien defiende el voto en blanco, otros el
voto nulo, otros apoyar a alguno de los partidos minoritarios, y
también hay quien plantea no ir a votar. Parece que en la novela de
Saramago es más fácil tomar una postura común; quizás en la

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sociedad real todavía no sea el momento de hacerlo, o puede ser que


convenga aprender a aceptar la diversidad sin que eso implique
perder la fuerza, al contrario: la propuesta de movilizarse sin
banderas de grupos o sectores habría sido impensable hace poco
tiempo, pero ha demostrado su eficacia al conseguir que cada vez
más gente se sienta a gusto bajo la pancarta de esas comunes
reivindicaciones generales. Igual nos vamos acercando poco a poco a
ese estado de ánimo, crítico y convencido, pero sereno a la vez, de los
personajes del Ensayo sobre la lucidez: precisamente en eso consiste ser
lúcido, frente al estado de desorientación que implica el dejarse
arrastrar por los valores que impone un modelo social alienante,
como el que aparecía en el Ensayo sobre la ceguera.
Una de las cosas que más me llamaron la atención al leer la
novela fue esa serenidad con la que los ciudadanos responden a las
provocaciones del gobierno para desestabilizar la situación: ante las
primeras descalificaciones (les tachan de no ser patriotas), las
caravanas que abandonan la ciudad, el boicot mediante huelgas de
limpieza organizadas desde el poder (que también fracasan al limpiar
cada cual su parte de calle), incluso ante los atentados organizados
por el propio gobierno para buscar la criminalización de los
ciudadanos del voto blanco. Hace unos meses recordaba la novela
cuando veía las imágenes de las cargas policiales en Barcelona contra
manifestantes pacíficos: ciertamente, el hecho de no responder a las
provocaciones de los golpes de la policía iba alimentando la fuerza de
un movimiento de resistencia no-violenta que levantaba las manos a
la vez que coreaba “estas son nuestras armas”. También el eslogan
“Que no, que no nos representan” me hacía recordar la posición de

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los ciudadanos de la novela, porque las actuaciones de estos, aunque


silenciosas, estaban movidas por parecidos planteamientos.
En el Ensayo sobre la lucidez se plantea una crítica frontal a los
mecanismos de todo tipo que utiliza el poder para su perpetuación,
incluido el “crimen de estado”; es el viejo planteamiento
maquiavélico de que “el fin justifica los medios”. También el papel de
la mayoría de los medios de comunicación como altavoces del poder
económico y político es otro de los aspectos duramente criticados en
la novela; pero a la vez, queda un resquicio: como la aldea de Astérix,
no toda la prensa está en manos del imperio; los pequeños espacios
de disidencia que se permiten, pueden servir para ir socavando el
pensamiento único y ampliar la conciencia crítica. Relacionándolo
con las movilizaciones actuales, hay que reconocer el papel de
internet en agrandar esos espacios de disidencia: aun con sus
sombras, también presenta las luces que han dado alas a los
movimientos de protesta, desde Túnez y Egipto hasta las últimas
convocatorias internacionales.
El protagonista del Ensayo sobre la lucidez asume que defender
la dignidad supone un riesgo claro, incluso más, tiene la certeza de
que personalmente va a pagar un alto precio; pero también acaba
integrándose en esa actitud de serenidad, en el convencimiento de
que no hay marcha atrás, no se puede renunciar a la verdad. A pesar
de esas derrotas inmediatas, en el libro José Saramago en sus palabras el
escritor portugués defiende que “nada está definitivamente perdido,
las victorias se parecen mucho a las derrotas en que ni unas ni otras
son definitivas” (p. 389). En una entrevista en Babelia, el suplemento
cultural del periódico El País, con motivo de la publicación de Ensayo
sobre la lucidez, declara lo siguiente:

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Durante cincuenta años se ha luchado en España, y nosotros en


Portugal, contra una dictadura. Hace treinta años se ha hecho
una revolución que derrumbó el sistema autoritario, dictatorial, y
nos encontramos en lo que se llamó ‘la democracia’. No
sabíamos, y me parece que incluso ahora la gente no se da
cuenta, que la democracia no es un punto de llegada, la
democracia es un punto de partida. (24-4-2004)

Esa idea es la mejor medicina frente al estancamiento, al


conformismo; nos la explica, vinculándola a la participación, en José
Saramago en sus palabras:
El destino de las revoluciones es convertirse en su opuesto. Las
revoluciones acaban siempre traicionadas por una razón sencilla:
por la renuncia de los ciudadanos a participar (…) La
enfermedad mortal es la renuncia de los ciudadanos a participar.
Los primeros responsables somos nosotros al delegar el poder en
otra persona que, a partir de ese momento, pasa a controlarlo y
usarlo. (p. 418)
No me declaro en contra de la democracia, pero sí de la
democracia con trampa, como vehículo del capitalismo, en el que
las propias víctimas se convierten en cómplices, por silencio o
abdicación o renuncia a participar. (p. 430)

Esto último me recuerda a otro eslogan del 15-M: “No somos


anti-sistema, es el sistema el que es anti-nosotros”. Los ciudadanos
del voto blanco en el Ensayo sobre la lucidez presentan un
cuestionamiento del modelo social, desde el civismo, para hacer más
democracia, pero es el propio sistema el que resulta ser “anti-
ciudadanos”. Todo gira alrededor de lo que el propio autor considera
la frase central de la novela: “Puede ser que un día tengamos que
preguntarnos ‘Quién ha firmado esto por mí’”. Participación y
derecho a disentir van de la mano. Volvemos a José Saramago en sus
palabras:

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Disentir es un derecho que se encuentra y se encontrará inscrito


con tinta invisible en todas las declaraciones de derechos
humanos pasadas, presentes y futuras. Disentir es un acto
irrenunciable de conciencia (p. 424)

Disentir es el camino para construir una democracia real. En el


periódico El País escribe en 2001: “No os resignéis, indignémonos”.
Hasta la expresión de los indignados aparece años antes de que se
publicara el libro del francés Stéphane Hessel; parece claro que las
ideas de José Saramago están vivas en este movimiento ciudadano; es
seguro que sus preguntas, sus propuestas, acompañarían estos días
de debates y movilizaciones en la calle, como el joven octogenario
que fue, junto a otros escritores jóvenes de corazón e ideas como José
Luis Sampedro o Eduardo Galeano. Creo que a Saramago no le
disgustaría que cerrara esta intervención con el lema central de la
convocatoria del 15-M: “No somos mercancía en manos de políticos y
banqueros”.

Bibliografía
Blanco, M. L. (2004). Entrevista a José Saramago en el suplemento
cultural del diario El País, Babelia, 24-4-2004.
Saramago, J. (2004). Ensaio sobre a lucidez. Lisboa: Caminho.
Saramago, J. (2004). Ensayo sobre la lucidez. Madrid: Alfaguara.
Saramago, J. (2010). José Saramago en sus palabras (Edición y selección
de Fernando Gómez Aguilera) Madrid: Alfaguara.
Seixo, M. A. (1987). O essencial sobre José Saramago. Lisboa: Imprensa
Nacional - Casa da Moeda.

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