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CAOS DE VECINDARIO

En la esquina de la calle 11 con Cra 10 en el centro de Bogotá, se encuentra el edificio MIRADOR 2

Se trata de un inquilinato de 4 pisos, donde habitan unos vecinos los cuales hacen de esta
vecindad un lugar muy particular, los sucesos que suelen ocurrir por lo general cada fin de
semana, provocan los susurros y chismorreo de unas damas en particular.

Una trama que nos envuelve a quienes somos espectadores, en reflexiones donde terminamos
siendo participes de esta sin igual vecindad.

Me tome la tarea como simple espectadora de analizar a cada uno de los personajes del relato,
dando a conocer a mis lectores esta novelesca historia, que a continuación comienzo a narrar.

Al interior del edificio se vislumbra una construcción antigua, con pisos de madera en cedro, sus
paredes están recubiertas con varias manos de pintura, una sobre otra, sus puertas también de
estilo barroco, presentando algunos remiendos, con otra madera algo más moderna.

El primer piso está habitado por la señora Raquelita, mujer de contextura más bien delgada, vive
sola pues su difunto marido la dejo hace un año, heredándole su pensión de jubilado, que es su
único recurso para sobrevivir y dedicarse a los ocios, que a su parecer son parte de su virtud, esta
singular dama; muy devota, pulcra, y de buenas virtudes, es la fisgona del vecindario, en el diario
vivir después de hacer todos sus oficios, de lavar y restregar de manera obsesiva una y otra vez
pisos, paredes, ventanas, baño, cocina en fin hasta el más recóndito rincón de su pequeño
departamento, suele pararse en el quicio de su puerta, a ver quién entra, quien sale, como va
vestido, a qué horas, con quien, mejor dicho esta dama cumple perfectamente el papel de
portera, vigía, y agente inspector. Toda esta tarea va encaminada a llevar un detallado registro de
memoria, para transmitir la completa información a doña Prudencia la vieja gruñona dueña del
vecindario, que habita en el cuarto piso lugar estratégico desde donde confirma las versiones
suministradas por su camarada, doña Raquel, quien le ha venido manteniendo bien informada
desde que llego hace un año a la vecindad.

Y vaya si se arma la de Troya cuando la recatada señora, da un manifiesto minucioso de lo


acontecido la noche del sábado, cuando la temperatura sube hasta su más elevado nivel, dando
paso a las escenas provocadas por la alborotadas de Camila y Laura, que viven en el tercer piso,
quienes ni cortas ni perezosas comienzan el show de media noche, la escena se produce tan
pronto ingresan al edificio a eso de las 10 pm luego de salir de sus trabajos, ya entonadas y con
botellas de cerveza en lata, y un par de cigarros largos y finos con sabor a caramelo, riendo y
entonando algunas notas de reguetón, moviendo rítmicamente sus caderas a medida que
avanzan, asustando a sus gatos que huyen despavoridos escaleras abajo, abandonando su guarida:
Así se da comienzo a la farra de fin de semana en el vecindario, siempre se inventan formar un
parche como llaman ellas para darle rienda suelta a su relax de loca juventud.

En tanto su vecino quien vive justo frente, y es un escritor bohemio y algo despistado, tratando de
entrar a su habitación y en medio de su torpeza a partido la llave dentro de la chapa, maldiciendo
su suerte, pues debe entrar de prisa a sacar de su cartera que ha dejado olvidada, donde guarda
los últimos billetes para adquirir en la tienda de doña Juana su botella de vino añejo; pateando en
forma repetida la puerta que ya parece derribarse, pero como es de madera en cedro no cede,
entonces con rabia infinita se abalanza con todo el peso de su cuerpo estrellando su pobre
humanidad contra la dura madera, lo que provoca la desenfrenada risa de sus particulares vecinas,
quienes se miran con un aire de complicidad con la intención de conformar el trio de alegres
vecinos y enrumbarse con total desenfreno, por tanto sacan de entre sus chécheres un viejo y
afilado destornillador para dar buena cuenta de la chapa que impide el ingreso del desaforado
inquilino, en esta acción echan a perder la chapa que sale volando por todas partes, rodando
totalmente desarmada ante los ojos asombrados del letrado personaje, que con un dejo de
emoción se echa dentro sin siquiera agradecer el acto benévolo que demanda un cambio de chapa
y una tremenda cantaleta de doña Raquel, pero que en este instante no parece inmutar al buen
vecino.

En este acontecer de sucesos, la señora Blanquita que vive en el cuarto piso, escuchando
tremendo escándalo, y quien a menudo acolita las iracundas versiones de su comadre Raquelita
como le dice y se convierte en su cómplice, cuando se trata de hacer los relatos de la forma más
grotesca, procurando no omitir detalle alguno para poner al tanto a doña Prudencia, baja de forma
sigilosa la escalera, toca en la puerta de su camarada, invitándola a que se unan y luego se hagan
presentes en el lugar de los hechos, pero de tal forma que no sean vistas por los presuntos
implicados en el jolgorio, y destrozos causados.

Ya con plata en mano sale el escritor con cara de satisfacción de quien vence al enemigo, y sin
medir palabra para no ser metido en el baile de las alegres vecinas, que no ven otra forma de
persuadirle más que obsequiarle uno de esos extraños cigarros, lo que provoca un gesto de
desdén y apatía del señor, quien finalmente abandona el lugar hacia la obtención de su preciado
tesoro.

A estas alturas y con tanto ruido, también los demás vecinos, doña Merceditas, una señora más
bien de aspecto bonachón de madre protectora, quien habita el piso segundo, al ver a sus dos
vecinas en el corredor parando oreja, se acerca y con gran intriga les pregunta que está
sucediendo, las mentadas señoras a quienes no les cae ni poquito bien su vecinita, quien de
ninguna forma suele hacerse participe del chisme, la observan con gesto de indiferencia
invitándola a que se vaya a dormir, y evite el chisme, la dama que no es persona de problemas
opta por dejar a sus vecinas y se dirige al departamento de sus jóvenes vecinos de al lado que son
Julieta, una chica más bien educada, trabajadora y universitaria, quien comparte su departamento
con su novio Juan, quien también es un personaje educado y al igual que ella muy trabajador, ellos
no suelen compartir las desaforadas farras de sus vecinas pero tampoco se meten en sus cosas
más bien, de vez en cuando les invitan a la reflexión y aconsejan de tal manera que terminan por
convencerlas, pero no dura poco esta reflexión pues a la semana siguiente retoman su juerga feliz.

Como ya es demasiado tarde los jóvenes invitan a seguir a Merceditas, ofreciéndole un tinto para
hacer menos doloroso el terrible insomnio a que se ven sometidos por el escándalo que ya casi
llega a su fin pues, las dos chismosas ya han enterado a doña Prudencia que hasta el momento no
había escuchado terrible escandalo pues a causa del insomnio que la acompaña hace ya algunos
años, todas las noches ingiere una pasta para dormir, por lo cual las damas han entrado sin
permiso, y han despertado de forma abrupta a la señora, dando cuenta de los hechos ocurridos,
esta señora que es de carácter fuerte, y déspota, se presenta con una pijama a medio vestir, los
pelos de punta y un garrote, instando a las dos chicas a dejar el escándalo, o de lo contrario
abandonar el edificio de forma inmediata, las chicas en medio de su estado de ebriedad retan a la
señora a actuar como le dé la gana pues no piensan hacer, ni lo uno ni lo otro, la señora ya salida
de casillas se abalanza en contra de las chicas que optan por salir corriendo hacia el departamento
de Julieta y Juan, para ser protegidas de esta tremenda fiera: Estando en esta terrible situación los
jóvenes de forma pronta abren la puerta y dejan ingresar a las chicas que asustadas y con la
borrachera que se les ha quitado con tremendo susto, cierran de forma violenta la puerta de los
vecinos, desde adentro, echando cuanto improperio se les viene a la cabeza a la dueña del
vecindario.

Merceditas de manera compasiva invita a las chicas a la cordura, y hasta les prepara un tinto para
apaciguar lo difícil del momento, entre gritos de una y otra parte, por fin se da termino a la
controversia de a quien culpar por esta crispante situación, al día siguiente y con el malestar
palpante, se levanta Camila aun con el malestar del trago ingerido la noche anterior, pasa por
sobre la guarida de los gatos, tropieza con las botellas que han quedado dispersas por el piso, para
lograr llegar al baño, y expulsar la in gesta de licor, no pudiendo lograr su cometido, pues se a
atorado la cerradura de la puerta, asomando la mitad de su cuerpo por una de las ventanas que da
al primer piso vomita, una y otra vez hasta quedar exhausta, y con el guayabo aun vivo.
EL PERSONAJE

Me encuentro sentada sobre el prado verde, en este hermoso parque de San Cristóbal, justo
frente a la rampla, escenario destinado para la práctica de skate, observando aquel joven, su
aspecto es de tex trigueño, contextura delgada, baja estatura, cabello negro, la expresión de su
rostro denota un carácter de hombre maduro, aunque uno pensaría todo lo contrario, pues lleva
bajo su brazo una patineta de esas con que se practica este deporte extremo, nuestro personaje
se ha subido a su patineta, después de saludarse con otros chicos, y chicas que también están en
el escenario, con la experiencia de quien ha practicado este deporte por varios años comienza a
dar demostración de su dominio en el terreno, pues ha sacado unas cuantas varias jugadas que a
los ojos de cualquier observador parecerían fáciles, pero en realidad se necesita tesón y valentía
para lograr siquiera mantenerse por algunos minutos montado en este vehículo particular, donde
además de ser una herramienta de transporte ofrece la emoción del vértigo a quienes se arriesgan
a usarlo como su forma de transporte, su amigo, su hermano, su todo.

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