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NIMIO de ANQUIN '| ESCRITOS POLITICOS NIMIO de ANQUIN Nacié en Cérdoba en 1896. Estudié en el Colegio Nacio- nal de Monserrat, en ia Fa- culted de Derecho y en la Escuela de Ciencios Natura- les de la Universidad de Cérdobo. En 1927, becado por la misma Universidad, viaié o Alemania para es- tudiar el idealismo critico. Siguip en Hamburgo cursos de Ernesto Cassiver, Dos afios después regresé a su ciudad natal, dende con un grupo de amigos fundé el Instituto “Santo Tomas de Aquino”. Obtuvo por con: curso en el Colegio de Mon: serrat lo cétedra de Légica y Moral. En 1943 fue Minis- 10 de la Intervencién Fede- ral a la Provincia de Tucu- man, Fue llomado a la cé- tedra de Metafisica de la Facultad de Filosofia y Hu- manidades de Cérdoba; fun- dé y dictd ademas en esta Institucién las cétedras de Filosofia de la Historia y Politica. Ocupé el vicedeca- ato hasta 1955, En 1949 participd del Primer Congre: so Nacional de Filosofic, y mas tarde en el dedicado a Suarez y Balmes en Barce- Jona, dal que fue une de los ponentes, En 1950 la Uni- versidad de Maguncia le otorgé el titulo de “Doctor Honoris Cavsa”. En la mis- ma Facultad fundé el Ins- tituo de Metofisica y la Re- vista ARKHE (1952-54). En 1956 perdié todas sus céte- dras. Ensené después en las Universidades Catdlicas de Santa Fe y Cérdoba. Ahora ensefia_nuevomente en la Universidad Nacional de San Corlos. Tiene a su cargo un curse de doctorado y la cé- tedia de Metafisica, Sus obras no son muchos, pues no es afecto a la pu- blicidad; él mismo declara ser un “buen contemplante de esencias” y un “aprendiz constante”. Citaremos: "Un aspecto de la neoescolést ca: nueva forma del realis- mo inmediato” (1926); “In- troduccién al problema epis- temoldgico en la filosoffa actual” (1927); "Nota preli- minar a una filosofia de la inteligencia’” (1928); “Cémo se desarrollé el pensamiento de Aristételes’’ (1939); "Gé- resis interna de los tres es- coldsticas” (1953); “Ente y Ser: perspectivas para una filosofia del_ser_naci-ente (Madrid, 1962}; “De las dos inhobitaciones en el_hom- bre’ (1972). Est préxime la publicacién de un Epftome de Metafisica. NIMIO DE ANQUIN ESCRITOS POLITICOS INSTITUTO “LEOPOLDO LUGONES” Santa Fe - ARGENTINA - 1972 Es propiedad ‘QUEDA HECHO EL DEFOSITO QUE SERAIA UA LEY 11.723 PRINTED IN ARGENTINE TWPRESO EN IA ARGENTINA PALABRAS DE INTRODUCCION Cuando un pueblo como el nuestro, emerge ala con- ciencia, es deber ineludible del pensar superior senalar caminos e indicar decisiones. “Escritos Politicos”, del Dr. Nimio de Anquin, cumple, a nuestro juicio, un papel principal dentro de nuestra incipiente historia, vigoriza cl espiritu frente a una “conciencia desdichada pasiva” y posibilita la adquisicién de la necesaria conciencia histé- rica en el proceso de creacién de la Comunidad Politica. Los Estudios aqui publicados, conservan el orden cronolégico de aparicién en diversos optisculos o revistas. Creemos que en ese orden deben ser leidos para una com- prensién acabada del pensamiento politico del Dr. de Anquin, pensamiento que desde el principio al fin avan- za por una linea. Desde 1931, cuando al iniciar su carrera docente, sustiene: “Argentina para los argentinos”, hasta su tilti- mo trabajo, imperala misma idea y conviccién, vista des- de perspectivas formales distintas. De alli la demoledora critica a la democracia liberal en “Mito y Politica”, y la afirmacién de aquel venerable principio griego: “El in- dividuo pertenece al Estado, en cuanto éste es el todo y aquél la parte”. Derivacién del mismo enunciado son los caracteres propios de la Patria, “Grandeza, Poder y Gloria”, afirmados en el discurso del restordn Retiro. También las decisivas meditaciones sobre la “proji- midad-proximidad”, y “amigo-enemigo” (Discurso apa- recido en la revista “Jauja” y prélogo al libro del Dr. B. 5 Tello, respectivamente) son consecuencias necesarias de un mismo pensar que se ha afirmado en una visién natu- ral y antimitica del Estado y del hombre; pensar siempre sostenido por una defensa apasionada de nuestro propio ser, apuntando a seitalar caminos y decisiones para salir del miserable estado servil y afirmarnos en la autonomia de la madurez. El articulo “Encaminamiento-Conciencia”, especifi- camente, no es un estudio que pertenezca ala Filosofia 0 Ciencia Politica. Alli se determinan el objeto y origen de la Metafisica, de la Religién y de la Moral. Por esta mis ma razén ciertos principios entran en el orden de al Sabi duria Politica que permiten la comprehensién, desde sus causas, de nuestro acontecer histérico concreto. Desde tales origenes se hace posible una comprehension acabada de la Patria y de su movimiento intrinseco; y se abren perspectivas de tareas a realizar para la concrecién de nuestra Conciencia y cultura nacional. Dentro de un mismo horizonte ha avanzado el pen- samiento de de Anquin desde su conocida frase “Arge tina para los argentinos” hasta su tiltimo trabajo publi cado: “La Argentina en el nuevo edn del mundo”. Podrdn hallarse discrepancias entre escritos de una época y otra. Es el destino de todo pensador, cuya de- cisién originaria es morar, siempre, en la Verdad. El pensamiento politico de de Anquin, nace desde nuestra Tierra y Sangre y no tiene, por ende, cardcter epigonal alguno. No es un pensar del Ocaso, sino de lo que comienza, De alli el lugar principal que le cabe en nuestra inicial conciencia que emerge ala Historia. Pror, MAxrmo R, CHAParRo Santa Fe - Argentina - 1972 PROLOGO La iniciativa de la presente publicacién de mis “Es- critos Politicos” pertenece a un grupo de jévenes de San- ta Fe, que los juzgan actuales y ttiles. Son fragmentos de un acontecer, registrados ocasionalmente e insertos en una linea continua que no se desvié nunca y que ya no se desviard en el futuro, Se extiende entre dos momentos de- terminados, a saber, desde 1931 cuando en la conmemo- racién de una fecha patria en el colegio de Monserrat, del cual era profesor, conclui un discurso con un enfdtico “Argentina para los argentinos”, hasta mi doctrina actual del “amigo-enemigo”, fruto de mis estudios de la “cité antique, de mi experiencia de la guerra del 39 y de sus secuencias atin perdurables. Naturalmente que no es todo lo que he escrito en ese pertodo agitadisimo de la histo- ria universal contempordnea, sino solamente algunas muestras de mi opinién politica. Quedan reservados otros escritos demasiado personales 0 demasiado técnicos cuya insercién en esta coleccién no corresponde todavia. De todas maneras, los tres estudios finales publica- dos en 1971, bajo el titulo “Argentina en el nuevo edn del mundo”, no dejan lugar a dudas sobre mi doctrina poli- tica que anhelo desarrollar sistemdticamente algin dia. El optisculo “Mito y Politica” —reimpreso ahora— debe ser corregido en todo lo que contradiga mi doctrina ac- tual, que es definitiva. En cambio me agrada mucho “La crisis del patriotism”, arttculo inspirado en los griegos, T romanos y Machiavello, que va sin modificacién: es una buena inyeccién para un pueblo anémico habituado a las masturbaciones alberdianas, Deseo sobre todo que mis ideas sirvan de orientacién, aunque no sean totalmente compartidas. En el devenir histérico lo fundamental es orientarse, y solamente des- pués viene la decisién, Preciso es la posesién de buenos esquemas, que no se logran por cierto gratuitamente, Hay que saber entrar en conexién con el “Weltgeist”, que es quien decreta el ritmo de la historia: hay momentos feli- ces y momentos desdichados en este devenir, como lo in- tuyé Empédocles. Al momento desdichado-dichoso de la caducidad y superacién, Hegel lo lamé AUFHEBUNG. Hoy estamos en presencia de un mundo de dos mil aiios que ha caducado. Nuestro ser naci-ente estd metido en esta noche de la AUFHEBUNG, que ahora tiene proporcio- nes globales por primera vez, pues antes comprendid so- lamente a Europa y Asia. Ya no se puede pensar ni con el esquema de Herédoto-Hecateo, ni con el expuesto por Dante Alighieri cn su optsculo “De aqua et terra” que traduce la visién medieval del cosmos. La presencia im- prevista de América ha roto el viejo esquema cldsico. Exhorto a los jvenes a repensar nuestra naciente historia desde este dngulo vital, que acaso les permita eli- minar muchos prejuicios y desmitizar su pensamiento de varias creencias, En un cosmos retornante y ciclico, debe haber estructuras humanas en el orden histérico-politico, que admitan una ejemplaridad permanente y valiosa. Ninn pr Angui CCéndoba - Argentina - 15 de enero de 1972. Mito y Politica CORDOBA - ARGENTINA - 1955, A la memoria de mis ilustres comprovincianos: Leorotvo Luconrs (el de la madurez) y Tre. Cex. Oscar L. Cocorno, caido gloriosamente por el bien comiin de la patria. EL optisculo presente, fue escrito en una primera re- daccién a fines de 1955, para un periédico de Buenos Aires que dej6 de aparecer antes de incluirlo en sus co- lumnas. Posteriormente ha sido ampliado, pero sin mo- dificar fundamentalmente la redaccién primitiva. La concepcién politica que aqui exponemos es or- ganicista y anti-mitica. Para nosotros el Estado es una institucién natural y necesaria. El individuo pertenece al Estado, en cuanto éste es el todo y aquél la parte, “por- que cada parte, en cuanto tal es algo del todo y un hom- bre cualquiera es parte de la comunidad, y, por lo tanto, todo lo que él es pertenece a la sociedad” (“quia quacli- bet pars, id quod est, est totius. Quilibet autem homo est pars communitatis: et ita id quod est, est communi- tatis”. S. TomAs pe AQuINo, Summ, theol. IT, Tac, q. 64, a 5). Analégicamente se puede afirmar que “siendo un miembro cualquiera parte de todo el cuerpo humano, existe para el todo, como lo imperfecto para lo perfec- to... todo hombre se ordena, como a su fin, a la socie- dad entera, de la que es parte”. (“cum membrum ali- quod sit pars totius humani corporis, est propter totum, sicut imperfectum propter perfectum. . . ipse totus homo ordinatur ut ad finem ad totam communitatem cuius cst pars”. (idem, ibid. IZ, Hae, a 1), “En todos los seres creados lo éptimo es el orden universal en que consiste ¢l bien del universo; asi como en las cosas humanas el bien 3 de Ja Sociedad es mAs divino que el bien singular”. (“Op- timum autem in omnibus entibus creatis est ordo uni- versi, in quo bonum universi consistit; sicut in rebus hu- mamis bonum gentis est divinius quam bonum unius”. S. Tom4s pz AguiNo, Summa contra Gentiles. L. II. Cap. XLIT). Esta es la doctrina cldsica del Estado he- redada de los griegos, expuesta por Aristétcles en su Po- litica y wanseripta por Santo Tomas en sus comentarios. Es la doctrina del hombre natural occidental (pues cl hombre oriental es cosa distinta), regida por el pre- dominio necesario del Bien Comin, Es decir, el Bien Co- min intrinseco a la sociedad politica, 0 el que nosotros hemos llamado en nuestra ponencia al congreso filos6fi- co Balmes-Suérez de Barcelona (1948), “Bien Comin del aquende”, Este fin no es un bien extrapolado, para el cual la terminologia tomista reserva el nombre de Bien Comin trascendente (Dios mismo como fin de los actos humanos libres), y al que nosotros apcllidamos “Bien Comin del allende”. La creencia de que entre ambos bienes hay una relacién necesaria ha desorienta- do a ciertos comentaristas de Santo Tomds, que no acicr- tan a conciliar los principios que hemos transcripto, con otros como éste: “El hombre no se ordena a la comuni- dad politica segiin todo su ser y todas las cosas que le pertenecen”, (homo nom ordinatur ad communitatem politicam secundum se totum, et secundum ommnia sua”. Sto, TomAs pz Agurno, Summa theol. I, Hae, q. 21, a 4, ad finem). La reduccién que este concepto impone a la doctrina anteriormente citada, procede de que en este pasaje de la Summa Teolégica, Santo Toms tiene en vista el Estado cristiano, es decir, el Bien Comin trascendente (Bien Comtin extrapolado o del allende). 14 Mas, el Estado cristiano histéricamente es contingente, y en realidad ya no existe mas; mientras que el Estado griego, que es el Estado humano-natural, es tan perma- nente como el hombre occidental mismo, No hay con- tradicci6n alguna en Santo Tomés, pues él nos ha dado las dos versiones del Estado, de acuerdo a las dos sign caciones analégicas del Bien Comin. Ahora bien, muerto el Estado cristiano ( el Sacro Imperio, el de una sociedad, con la potestas y la aucto- ritas en una sola mano, es decir, la del Pontifice), el conflicto entre Estado y persona quedé reducido pro- porcionalmente, pues el Bien Comin trascendente o del allende en las sociedades progresivamente descristiani zadas, tiene un valor muy relativo, 0 nulo. A medida que el hombre occidental recupera sus formas natura- les y perennes de vida y se deshace de lo accidental ad- quirido en un largo proceso histérico, para ligar su sub- sistencia al Bien Comin intrinseco 0 del aquende, ree- Gifica sus instituciones de acuerdo a su naturaleza. Esto significa un proceso de secularizacién o re-secularizacion de la sociedad moderna, tanto mAs acelerado y efectivo, cuanto se relaja en ella el vinculo que asociaba lo natu- ral con lo cristiano o sobrenatural. Por ello, las formas politicas griegas tienden a reaparecer analégicamente, por cierto que sujetas a las nuevas circunstancias hist6- ricas, La gravitacién del Bien Comin trascendente de- pende del grado de cristianizacién de la sociedad, pero todo parece indicar que este grado tiende a decrecer hoy hasta cero. Desde el siglo XIII la disyuncién de los dos érdenes ha sido cada vez mayor, a medida que en el hombre ha ido aumentando la conciencia de ser “hijo de la tierra”. El hombrevuelve a si mismo como después 15 de una sublime aventura. El propio Nietasche —a quien perteneec la expresin “hijo de la tierra’ —, afirmé que el Cristianismo equivalia a una “transmutacién de to- ‘dos los valores’ (UMWAEIZUNG DER WERTE). Pero ahora parece que esa transmutacién ha concluido, y que el Cristianismo es ya inoperante: el hombre est4 solo y solitario, y Dios con “los angeles y los gorriones”. El hombre en su soledad excogita nuevas formas de pensa- miento, de vida y de organizacién, y éste es el estado ac- tual del mundo. Si algtin pensador medieval tiene vigencia en la sociedad secularizada de hoy, es Tomas de Aquino, pero no el tedlogo, sino el filésofo, si fueran separables. La idea politica expresada en la sentencia de la suma Teo- Logica I, Wae, q. 21, a 4, que hemos transcripto, tendrfa vigencia —y realmente la tuvo— en la sociedad cristi na anterior a Bonifacio VIII, cuando el principe enca~ minaba cl cjercicio de su potestas hacia el Bien Comin trascendente; pero ahora, cuando esa vocacién no existe mas formalmente en los gobernantes, quienes s6lo miran al Bien Comin intrinseco de un Estado radicalmente se- cularizado, la doctrina teolégica no tiene ningin eco. Si Io tiene, en cambio, la doctrina filos6fica derivada di- rectamente de la Politica aristotélica, porque ella ex- presa la concepcién del hombre natural, por lo cual es substancialmente verdadera, por lo menos respecto al ser humano occidental, creador de las formas politicas y culturales en que vivimos. EL sistema politico que propiciamos en nuestro optisculo procede de la concepcién clésica y en cuanto tal es organicista. Su subsistencia est asegurada por Ia nautraleza misma del hombre occidental, que no puc- 16 de cambiar porque est4 ligada a su ser mismo, La his- toria lo prueba, como prueba también su capacidad de ser sobreelevada desde su naturaleza hasta cl allende del Bien Comin trascendente, como lo fuera en los tiempos de Inocencio TI. Mas, la intima convivencia del hom- bre natural con el cristianismo, dejé en la conciencia de aquél la nostalgia y el vacio del ideal religioso, rea- lzado alguna vez, frustrado mas tarde y muerto al final en tiempos de apostasfa. La Revolucién Francesa que aniquilé las dltimas posibilidades del Bien Comin tras- cendente en el orden politico, buseé satisfacer con algo equivalente la vocacién religiosa que inculcara en el hom- bre la alta edad media. Y para ello, en vez de Dios puso los mitos, y en vez de la religién cristiana puso la religién a 0 de los entes de raz6n deificados, verdaderas fuer- zas magicas. (ZAUBERKRAEFTE), Ahora bien, la aplicacién de las formas politicas clasicas a la realidad americana no puede hacerse “sic ct simpliciter” 0 sea sin modificacién alguna. Lo que el hombre americano tiene de hombre occidental —en sen- tido cultural, no topolégico—, es lo Gnico que hace fac- tible el uso instrumental de aquellas formas clasicas. Lo que tiene de indigena o sea de propio, introduciré nece- sariamente modificaciones a aquello que en el Viejo Continente fue estructuralmente perfecto. La gran ame- naza que se cierne sobre lo clasico es el mito, porque éste es tenebroso, monstruoso y cruel. Corresponde_a la época de lo que los griegos amaban “estiipida créduli dad” (Euethie elithios) . Nosotros estamos por las insti tuciones del hombre natural y contra las del hombre mi- tico. Estamos por la cultura, contra la barbaric. 7 Scimus quoniam ex Deo su- mus; et mundus totus in malig- no positus est. (Io., Ep. I, 5, 19)- Y aun frente a la analogia y a Dios, a pesar de la voz alta y saludable de las leyes de gra- dacién que penetran tan viva- mente todas las cosas en el cie- lo y sobre Ia tierra, insensatos esfuerzos han sido hechos para establecer una democracia uni- versal. (Epcarp ALLAN Por, “Dialo- go de Monos y Una” La Contra-Reforma terminé en la Revolucion Francesa, La Revolucién fue un aconteci- miento capital, una “tuba”, que cambié la faz de la histo- ria; no se engafian en ésto sus admiradores... Con la Revo- lucién acabé formalmente en el mundo el Imperio Romano, que latradicién patristica pone como el misterioso “Katéjon” de San Pablo, el “obstéculo” del Anticristo. (Leonarpo CasTELLAnt, “Los papeles de Benjamin Benavides”, p. 173). CON EL ANIMO DE ORIENTAR EL SENTIDO POLITICO DE LOS ARGENTINOS, CONFUNDIDOS EN ESTE MOMENTO POR LA MALA FE, O POR LA IGNORANCIA, O POR LA PERPLEJIDAD DE UNA SITUACION NATURALMENTE OS: CURA, ME PERMITO OFRECER ESTAS MEDITACIONES. MI VOZ DEBE SER CLARA, PRECISA Y SINTETICA, PERO CO- MO LOS PRINCIPIOS RIGEN LAS COSAS, SIN EXCEPCION, PRIMERAMENTE HABLARE EN EL ORDEN DE LOS PRIN- CIPIOS (1), Y LUEGO EN EL HISTORICO-CONCRETO (11), 1. Todo régimen politico se corrompe. En efecto, el hombre, como sujeto de Ia historia, no ha encontrado atin un sistema politico incorruptible. Tanto la autocracia, como la aristocracia y la democra- cia, estén fatalmente sujetas a la corrupeién en cuanto sistemas humanos. 2. Creer que hay formas politicas incorruptibles es mitologia, Por la sencilla raz6n de que quien ast piense, se sustrac a la realidad y se sitta en el plano de los entes de raz6n. Quien afirme que la autocracia, la aristocracia y la democracia son seres reales, crea mitos, es decir, crea fantasmas. . La transformacién de los sistemas politicos en mi- tos crea la supersticién y el fanatismo. Lanzado el mito, éste se transforma en fdolo y cre- ce indefinidamente hasta alcanzar proporciones terato- légicas. Inmediatamente nace la supersticién, y con ésta el fanatismo. 4. Todo estado miftico es totalitario. Ello es evidente, porque el mito no admite un opues- to. Para sobrevivir necesita ser tinico. La denominacién que adopta es accidental: puede Hamarse autocracia, an aristocracia 0 democracia, pero ello sélo es una deno- minacién extrinseca. El Estado mitico es tinico, absoluto y exelusivo. 5. La unicidad, la absolutidad y la exclusividad en- gendran el despotismo. El despotismo, a su vez, ejercita la crueldad y ex- cita los bajos sentimientos humanos. El Estado mitico totalitario en su forma autocratica invent6 las cAmaras de gas, y en su forma democratica la guillotina. 6. Las formas politicas del estado mitico son tautolé- gicas y van de lo mismo a lo mismo. Se puede instituir la autocracia, la aristocracia o la democracia indiferentemente, porque todas seran to- talitarias. La democracia totalitaria es tan funesta como la més cerrada autocracia, Los extremos se tocan, por- que la tautologia es la circularidad estéril. 7. El mito tiende naturalmente a devenir religioso. Todo sistema politico mitolégico se transforma al cabo en una pscudo-religién de contenido idolatrico. Tan idolatrico es el Estado mitico autocrAtico como el Esta- do mitico democratic. Uno y otro terminan por atri- buir al Hombre (Lider), carismas preternaturales, eri- giéndolo en el gran hicrofante de la Nacién. 8. Las formas politicas en general son instrumentales y no suplen al hombre. No abrogan la responsabilidad, ni subrrogan en nin- gin caso a la persona humana, El pensamiento mitico 22 coloca al mito 20r encima de la persona y libera a esta de la responsabilidad moral y por lo tanto politica. Y asf, por ejemplo, se afirma absurdamente que basta ser de- mocratico para ser puro, y ser autocratico para ser ré probo. g- Las formas politicas positivas en cuanto instrumen- tales son todas, en principio, aceptables. No existe el exorcismo en politica. La decisién rela tivamente a la vigencia de aquéllas, depende de cada si- tuacién conereta (histérica, geopolitica, econémica, etc.) de la vida de la Nacién, Sostener lo contrario, equivale a sacrificar 1a Nacién a los sistemas tebricos, es. deci a las formas instrumentales que, por ser tales, no son esenciales, sino accidentales, y estdin expuestas a corrom- perse, 0 a devenir caducas, 0 a ser simplemente incon- venientes. 10. La democracia como forma politica positiva y por Io tanto admisible, es la democracia no liberal. La forma liberal no cupo en las categorfas de la filosofia y de la politica clasica. Para Platén, Aristételes y Santo Tomas de Aquino la democracia liberal fue un no-concepto, un impensable. El mundo antiguo y el me- dieval no la conocieron, ni la concibieron, pues esté fue- ra de todo modelo clasico, de todo orden y de toda ar- monja, La democracia liberal es creacién de la Revolu- cién Francesa, aunque est presentida en Marsilio de Padua. Su forma permanente de subsistencia es el mito (Zauberkraft), y su contorno lo monstruosos y catas- tréfico. 23 11. El estado ordenado no puede fomentar la libertad como mito, pues terminard por ser devorado por ella. La libertad como mito lleva fatalmente al anar- quismo, o sca, al solipsismo politico; es el Desorden, pues si la libertad de cada uno debe ser absoluta, no se- ra posible el Estado, que es uno 0 no es. (“Imperium nisi unum sit, esse nullum potest”, o sea, ¢l Estado que no ¢s uno, no puede existir), La libertad es formalmen- te instrumental, no tiene un fin por si. En el orden teolé- gico cs instrumento para merecer la beatitud y para ser- vir a Dios; en el orden moral es instrumento para prac- ticar el bien consigo mismo y con el prdjimo; en el orden politico es instrumento para realizar el bien coman a través del Estado. La libertad que no es instrumento pa- ra algo, es monstruo mitolégico. 12, La libertad que no es mito, es Orden. Uno de los constitutivos formales del Estado es el Orden, es decir, es la libertad condicionada al Orden o por el Orden, Sin el Orden no hay unidad, y sin unidad no hay estado” (“Unitas ordine”). La libertad politica dentro del Estado no puede ser nunca absoluta, asi como tampoco lo es, dentro de la ley, la libertad moral. Un mandatario (y mucho menos un militar) no puede ser un heraldo de la libertad mitica. Mejor serfa que lo fuese del Orden, o de la libertad en el Orden. 13. La politica no esté subalternada al derecho sino a la moral, la politica no se rige por la justicia legal como sostienen algunos, sino por accidente. La re- gla de oro de la politica es la equidad. 24 “Ubi socictas, ibi aequitas”. “Lo equitativo y lo jus- to, siendo buenos ambos, la ‘inica diferencia que hay en- tre ellos es que lo equitativo siendo lo justo, no es lo justo legal, sino que es una dichosa rectificacién de la justicia rigurosamente legal”, Tal es el dominio de la politica, y por ello, tratar de establecer un Estado legal, es decir, regido por la justicia legal, es un absurdo. El Estado hu- mano est& regido por la equidad, que es mejor que la justicia como medio asequible al hombre. La justicia es de Dios; Ia equidad es de los hombres; la bondad es de todos. 14. Si la politica esta subalternada a la moral, el fin objetivo del estado es el bien comin. (Si estuviese subalternada al derecho, como quiere Kelsen, su fin serfa la ley, pero ésto es manifiestamente falso). La consecucién del Bien Comin est regulada por la equidad antes que por la justicia, o sea, antes que por el derecho, Por ello juzgo un error la aplicacién indis- criminada del derecho en la cosa politica, El delito poli- tico (si existe) no es delito de derecho, pues el “Estado no ¢s derecho”, como se dice erréneamente. “El Estado s politica”, Es urgente en estos momentos evitar la vio- lacién del principio: “summum jus summa injuria” (el abuso del derecho es la maxima injusticia) 15. No es admisible una democracia cristiana, porque se complica al cristianismo con un sistema temporal- mundano. El Cristianismo, en efecto, es una religién sobrena- tural, mientras que la democracia (Ia politeia) es una forma humana de gobierno. Puede si haber accidental- 25 mente una democracia de eristianos ( por cierto que la democracia liberal, que pertenece al diablo, queda ex- cluida de esta posibilidad), como puede haber una auto- cracia 0 una aristocracia de cristianos. Lo que no puede haber es un comunismo 0 una plutocracia de eristianos. Estas dos formas politicas son radicalmente anticristia- nas. La democracia eristiana es un supercristianismo, es decir, no es cristianismo. O es un cristianismo por deno- minacién extrinseca, 0 sea, un pscudo-cristianismo, En realidad, la ‘nica democracia posible es la de la Iglesia. Después de la alocucién de Pascua (de 1955) del Sumo Pontifice, la Democracia Cristiana ha perdido todo su significado desde el punto de vista catélico. Ha dicho el Papa: “En cambio seria una apariencia de fe destinada ala derrota, ese vago sentimiento de cristianismo, mue- le y vano, que no rebasa el umbral de la persuasién en as mentes, ni el amor en Ios corazones; que no est pues- to como cimiento y coronacién ni de la vida privada ni de la piblica; que sélo ve en la ley cristiana una ética puramente humana de solidaridad y una disposicién cualquiera para promover el trabajo, la técnica y el bie- nestar exterior. Los que agitan la engafiosa bandera de este cristianismo vago, lejos de estar al lado de la Igle- sia en la lucha gigantesca en que esta empefiada para salvaguardar para cl hombre del siglo presente los eter- nos valores del espfritu, mAs bien aumentan la confusién, haciéndose asi cémplices de los enemigos de Cristo. Ta- les serfan, en concreto, los cristianos que, arrastrados por cl engafio o doblegados por el temor, diesen su cooper: cién a sistemas discutibles de progreso material que exi gen, como contrapartida, la renuncia a los principios sobrenaturales de la fe y a los derechos naturales del 26 hombre”, Estas palabras de Pio XII dichas en tan so- lemne circunstancia, “urbi et orbe”, son contradictorias de los principios de la “ciudad fraternal” y del “huma- nismo gencroso” (expresién mas6nica) que sostiene la llamada ‘“demecracia cristiana”. Naturalmente que la “democracia cristiana” puede seguir subsistiendo con el Ejército de Salvacién y con los Mormones. Sin embargo, estas sectas tieren politicamente un historial menos os- curo que aquélla, pues no debe olvidarse que la “demo- cracia cristiana” no fue indiferente a la masacre por el “resistencialismo” francés de 100.000 ciudadanos conser- vadores (catélicos casi todos), sacrificados al Moloch Demo-Libertad, por el delito de haber amado a su pa- tria més alla de los execrables mitos. La dialéctica del “humanismo generoso” parte del principio de que “no hay enemigos a la izquierda”. Para los crimenes que se cometen con os que estén a la derecha, no tienen ojos. 16. Las formas politicas son irreversibles como conse- cuencia necesaria de la irreversibilidad del hecho histérico. No se ha dado, en toda la historia de la humanidad, un solo hecho que se haya repetido; es lo que se llama en la ciencia histérica: “Einmaligkeit”, La visi6n retrospec- tiva de Ezequiel es la de un pucblo de osamentas, a las ca cl espiritu de Dios; esto significa que el hombre nada puede resucitar nunca. Claro est4 que tampoco se pueden resucitar las intituciones fenecidas, ni las Constituciones de otras épocas. Intentar hacerlo es una actitud contra natura. Toda Constitucién, como obra humana, esté sujeta necesariamente a caducidad (a co- rrupcién), y nada, ni nadie, puede instituirla en una for- 27 ma eterna. Resucitar una constitucién es una tarea tan macabra como inuitil, propia de la mentalidad mitolétri- ca, retrégrada y anti-histérica, 17. La suprema realidad en todo sistema politico es el hombre, la persona humana de carne y huesos, cu- ya calidad y comportamicnto solamente garantizan la honestidad de un gobierno. Esto significa que el fundamento de todo gobierno es la moral, es decir, la moral encarnada. Sin la rigurosa subalternacién de la politica a la moral, no habré ga- rantias para nada, ni para nadie, asi sea régimen demo- cratico 0 autocratico. En cambio, el mantenimiento de aquella subalternacién, hace posible cualquier régimen politico positivo, preservado ast de la amenaza pestifera del mito. 18. El Nacionalismo es la concepcién politica que pro- picia el encaminamiento de la nacién a la conse- cucién del bien comtin por el orden y la unidad, re- ligados en la autoridad. Siendo uno el Bien Comin, la finalidad perseguida por la Nacién debe ser una. Y si es una finalidad, de- hen ser adecuados a ella los medios. El Nacionalismo considera al hombre como una unidad no escindible de individuo y persona: por ello no es ni individualista, ni personalista, sino plenamente humano, en cuanto ve en cl hombre politico no s6lo un sujeto temporal sino tam- bién espiritual, comprometido en cuanto tal, en todos sus actos de cuidadano. El sentido de unidad y de orden del Nacionalismo lo opone a todo internacionalismo po- Iitico y a todo cosmopolitismo, pues uno y otro son fac~ 28 tores disolventes de Ia Nacién. Su culto de la autoridad lo opone al liberalismo, que también es factor de diso- lucién por la anarquia. Su concepeién del Bien Comin Jo opone a toda mitolatria. 19. Los actos humanos se especifican por los fines: co- mo es el fin asi son los actos. Los fines informan los medios, aunque de inmediato no los justifiquen. ‘Mis si el fin es bueno, los medios seran inmediata~ mente buenos y no pueden ser absolutamente malos (re- lativamente si pueden serlo) . Un sistema politico como el Nacionalismo que pone cl Bien Comin como fin, no pue- de ser absolutamente malo y no puede ser condenado por ser nacionalismo, Si pusiese como fin la absorcién de Ia persona por el Estado seria malo y condenable, pero en- tonces no seria Nacionalismo sino totalitarismo, Para el Nacionalismo “el Estado es la sociedad natural, rev tido de la autoridad suprema dentro de umos limites da- dos, encargada de realizar el Bien Comin de sus micm- bros”. En cambio, ser totalitarismo, y de ferocidad om- nivora, el sistema politico que, como la democracia libe- ral, proponga y practique la inmolacién de la persona humana al mito. 29 1. La historia de nuestro pais no lo compromete con ninguna forma politica determinada. En Argentina ha habido autocracia, aristocracia (en lad oligarquia) y democracia, y en cada circunstan- cia se ha gobernado con resultados positivos y negativos. La historia argentina no es la historia de la traicién y del deshonor; no es la historia de Caines y Abeles, de demo- nios y de santos, de justos y réprobos, sino la historia de una Nacién cuyos hijos pueden haber luchado entre sf como adversarios, pero nunca como enemigos. La men- talidad mitolatrica transforma al adversario en enemigo extranjero (“hostis”), es decir, que transforma al pais en campo de batalla, en escenario de una guerra fratri- cida y de exterminio, a igual que la mentalidad primiti- va. En el orden de un mismo Estado y de una sola na- cién y hablando politicamente, tiene vigencia de man- damiento el “diligite inimicos vestros”, que traducimos como “amad a vuestros enemigos” (en este caso “enemi- gos” significa por lo menos “adversarios”). El adversa- rio politico, el antagonista que disputa en el “Agon”, no ¢s un “enemigo extranjero”, no cs un “hostis”, aunque si puede ser un “inimicus”, y a éste se lo debe amar. En el orden religioso este problema no existe. La tendencia apocaliptica a dividir a los argentinos en réprobos y jis tos, es propia de la mentalidad mitolatrica. 30 2. La adopeién de una forma de gobierno obedece a circunstancias de hiecho, en primer lugar histéricas. El que Argentina sea repiblica, no es el resultado de un designio providencial, ni de la inspiracién de un pre- destinado, ni de una teofania a “nuestros gigantes pa- dres”, ni del azar, sino de hechos que determinaron la adopcién de esa forma de gobierno. Pero los hechos hist6- ricos son tinices e irreversibles, y el destino politico de una nacién cualquiera no puede ligarse indefinidamente a.una cireunstancia histérica perimida. S6lo la mentali- dad mitoldtrica cree en la eternidad de las formas politi- cas. El hombre inteligente y libre, que no esté ofuscado por la religién mitolégica idolétrica, y que no es fandti- co, admite, porque debe admitir, la posibilidad de aban- donar un sistema puramente instrumental, por otro di mayor conveniencia para la nacién. Es anacrénico y diculo pensar, por ejemplo, que una Constitucién nacida en los afios del mirifiaque, de la carreta, de la vela de sebo y del trabuco, pucda servir como intangible instru- mento legislativo en la época del “nylon”, del avién su- pers6nico, del atomo fisionado y de la bomba de hidrége- no. El mds eminente de los juristas europeos y acaso del mundo contempordneo, ha declarado: “Hoy, el orden actual centroeuropeo del Derecho Publico, desaparece; y con él se hunde el antiguo Nomos de la tierra” (Carl Schmidt: “Der Nomos der Erde”, Kéln, 1950). 3. Las circunstancias geopoliticas y econémicas de Ar- gentina han variado fundamentalmente. Geopoliticamente, todos los paises del mundo han sufrido transformaciones fundamentals. El factor prin- 3L cipal ha sido la tiltima guerra, que ha modificado los con- tinentes. Al desaparecer Ia hegemonfa inglesa como con- secuencia, entre otras causas, del agotamiento del carbon que alimentaba las calderas de los acorazados de la enor- me flota del imperio victoriano, sumado a la carencia de petréleo, aquél ha comenzado a rescuuebrajarse a tal pun- to, que su subsistencia apenas podré llegar a fines del presente siglo. S6lo algiin cipayo trasnochado puede pen- sar atin que sea factible el suefio de Julio Roca (h.), de que Argentina Iegue a ser colonia britanica: Inglaterra 5 una gran potencia agonizante. El cetro de la hegemo- nfa mundial, por lo menos en relacién a América, ha pa- sado a U.S.A., que lo detenta con manos muy firmes. Con ello adquiere vigencia plena la doctrina Monroe, y se desvanece el ensuefio rom&ntico de la doctrina argen- tina de “América para la humanidad”, que debia de sonar muy agradablemente a los ofdos de los socarrones estadistas ingleses. La “monroizacién” de América es ya un hecho consumado, y su érgano técnico es la O.E.A., a la que nuestro pais se incorporé el tiltimo. Nos obliga més a pensar primordialmente en América, el que Euro- pa s6lo aparezca como el “futuro campo de batalla” de Ia guerra inevitable. La supertécnica, ademds, ha con- traido el espacio en forma casi milagrosa, de modo que Ia unidad espacial de América es una realidad decisiva: por el monroismo es politicamente una y por la técnica espacialmente una. La unidad de América no sajona ya no es por la hispanidad o por la latinidad, sino por el monroismo. La unidad geopolitica de América est lo- grada y su formula podria ser: “tres en una”, 0 sca “las tres Américas en Norteamérica”. Lo que no est4 logra~ do es la unidad espiritual, porque la América sudcéntrica 32 cs cristianocatélica, mientras que la del Norte es protes- tante-calvinista; cl cristianismo no cs un denominador comin de las tres americas. La unidad fundamental re- figiosa de las Américas no se lograré nunca, porque si Norteamérica fuese cristiana perderfa su fuerza material, pues cristianismo y poder material son contradictorios. El cristianismo es una religién de pobres y humildes, que ponen su fe y esperanza no en poderes intramundanos, sino en un Dios trascendente que es “agape”. Todo esta do rico y poderoso no puede ser cristiano (‘Vae vobis divitibus”, jay de vosotros los ricos!, dice Lucas, 6, 24). No hay més cristianismo que el de las bienaventuranzas, y por ello digo que el cristianismo es una religién de po- bres y humildes. El catolicismo yanqui es un cristianis- mo de ricos y poderosos, sostenido por poderes intramun- anos; es una religién opipara y tecnificada, y por ello no me parece muy conciliable con el cristianismo. La idea comtiana de un catolicismo sin cristianismo no es viable, aunque el catolicismo sea la forma de cristianis- mo que acepta mas temporalidad y por ello sea mas 1 Kitante. La tradicién espiritual de América sudcéntrica Ia liga con Europa catélica, y por eso aquélla nunca po- dr& desarrollar una “voluntad de poder” que la erija en superpotencia, rival de Norteamérica, salvo que cam- biase de religién, lo cual no es posible. Pero en la mavo- ria de las naciones americanas sudcéntricas, el catoli mo esta atin en la etapa misional o sea que, aunque po- tencialmente exista, su fuerza efectiva es nula o muy re- lativa. Argentina es una excepcién, hasta cierto punto, porque en nuestro pais el catolicismo ha salido de la eta- pa misional, o por lo menos, asi lo creemos, La actual zecién del catelicismo, o sea, su aparicién como entele- 33 quia realmente operante en cuanto fuerza espiritual efec- tiva, depende del acendramiento de su cristianismo, La mayor actuacién del catolicismo equivaldria a un aleja- miento mayor del espiritu protestante calvinista, y con- secutivamente a una mayor posibilidad de independen- cia politica. Todo lo contrario se deduce del laicismo, que ofrece al imperialismo una conciencia desolada (la con- ciencia desdichada pasiva), propicia a la conquista por la su espiritual. Cualesquiera scan los defectos del catolicismo argentino, nos preserva de una total absor- cién norteamericana y deja la posibilidad de una comu- nicacién vital con Europa, pues en Europa esté el cato- licismo; y ademas de un mantenimiento de la conciencia de soberania politica, precioso tesoro que no debemos permitir que sucumba. El catolicismo aparece como re- gulativo, pues por un lado niega cristianamente el culto de la voluntad de poder, es decir, anonada todo suciio imperialista (por eso en el nuevo derecho piblico, es una exigencia el “Silete Theologi in munere alieno” de Albericus Gentili), y por otro lado estimula y vigoriza la conciencia de soberanfa, en cuanto en nuestro caso se opone a la irrupcién del calvinismo del norte. Ante el hecho de la unificacién geopolitica y econémica bajo el implacable pufio yanaui, atin queda a nuestro pais la posibilidad de mantener su independencia espiritual y Je voluntad de su soberania politica, que fue siempre su caracteristico sello y el perfil de su personalidad interna- cional. Por eso afirmamos el cambio fundamental para nuestro pais de las circunstancias geopoliticas y econd- micas, pues ya en el periodo de 1914 - 1918 comenzé a variar el horizonte internacional, y después de la guerra de 1939 - 1945 se han producido hechos tales, que el 34 mundo revela haber entrado en una nueva época de su historia. 4. Argentina tiene un destino capital en América, que sélo podré realizar proporcionalmente a su potencia espiritual y material. América sudcéntrica 0 Sudcentroamérica es la con aparte de Norteamérica, porque ésta es la Prosperity (‘das Gedeihen”) y aquélla es el Estancamiento (“die Stagnation, die Stagnierung)”, Norteamérica debe, por tanto, incrementar a los paises débiles 0 de economia atrasada, es decir, a toda Sudcentroamérica, pero los incrementa demindndolos por cl incontrastable poder de ’ economia y de la supertécnica; esto es légico, pues no se trata del cjercicio de una paternidad sino del Do- minio, y el Dominio es fuerza ¢ interés temporales. La prosperidad empuja al estancamiento, el cual no se con- vierte a su vez en prosperidad sino en Explotacin, La explotacién eva un signo de ominosidad y de ignomi- nia, que la transforma en conciencia desdichada pasiva de la cual tampoco hay que esperar prosperidad (por- que la explotacién es la prosperidad frustrada), sino el dolor de la impotencia (impotencia de vencer al Domi- nio). La Impotencia puede Iegar a la Resignacién, la que significa cl anonadamiento de la conciencia desdi- chada; 0 a la Desesperacién, por donde se llega a la Revolucién. La Resignacién y la Revolucién son los sig- nos negativos de la América estancada y explotada. Pe- ro la Revolucién sudcentroamericana no es contra el Do- minio, que es el motor de todo, incontrastable y temido, sino contra la propia y dolorosa desdicha (guerra civil) ; no es una revolucién hacia afuera, sino dentro de si mis- 35 ma (no puede ser hacia afuera porque el Dominio Ja controla y la dirige). Por ello toda revolucién sudcen- troamericana resulta contra Ja propia revolucién y a fa- vor del Dominio cualauiera sea el desenlace. Y asi Ia resignacién equivale a anonadamiento, y la revolucién significa autodestruccién; el Dominio es siempre el que triunfa y con él la Prosperidad que ya es Explotacién, con el signo de la ominosidad y de Ia ignominia, Es la dialéctica del sefior y del siervo, pero en que éste 0 es esclavo envilecido que est4 anonadado, o aparece entre- gado a la autodestruccién en el efreulo fatal de su im- potencia desesperada. Para detener el curso hasta ahora inexorable de esta dialéctica, habrd que evitar el anona- damiento propio de la impotencia y eliminar el sentido destructor de la revolucién, en cuanto se anula a st mis- ma. Si se lograse actualizar cl catolicismo en los pafses mediatizados al Dominio, se lograria también re-crear su conciencia anonadada y con ello su personalidad. Lo que puede la conciencia catdlica viva, se vié ya en cl fugaz gobierno de Garcia Moreno en el Ecuador. Pero cllo no basta, porque la energia que despliega la con- ciencia catélica (de la América catélica de Rubén Da- rio), ha de completarse con el nuevo sentido que debe imprimirse a la revolucién, que en vez de dirigirse contra si misma, en un proceso de autodestruccién, debe apun- tar al Dominio, que es su enemigo. Si esto se lograse. el Estancamiento se transformarfa en Resistencia (con ciencia desdichada activa). La resistencia ha de ser ne- cesariamente revolucionaria, pero hacia afuera, no ha- cia adentro; debe dejar de ser “guerra civil” y transfor- marse en “guerra hostil” (de hostis, enemigo extranjero). Pero esta guerra no puede ser material, porque por aho- 36 ra el Dominio es invencible, sino espiritual, y con cllo bastara para vigorizar la conciencia desdichada activa. Todo lo que tienda a debilitar la conciencia desdichada activa debe ser climinado, porque ser un aliado de la explotacién. El primer factor que debe ser eliminado es la Democracia, que es “factor de crisis”, y por tanto de mediatizacién al Dominio. Argentina, que atm no esta mediatizada, pero que ha entrado en la etapa de Ia revo- lucién auto-destructora por donde puede llegar al anona- damiento de la impotencia, tiene atin tiempo para reaccionar. Por las reservas que atin le quedan, puede evitar el caer en la dialéctica cerrada del sefor y del sier- vo y tratar de desarrollar la conciencia desdichada activa, para lograr algin dia no s6lo para si, sino para toda Sudcentroamérica, la conciencia dichosa. La polarizacién de los pueblos del mundo ha im- puesto hoy como jamds se vio en la historia univer- sal, el principio de totalidad de domi Quien no lo admite ser porque vive en las nubes. No se conciben mas que dos bloques de pueblos y dos bloques de ideas, La ausencia de una mediedad y la por- fiada resistencia a admitirla, incrementa la conciencia bélica. Ambos bloques son dominantes, totalitarios y no cristianos: tal es su triple denominador comin. Sobre toda la politica mundial actual gravita en forma agobia- dora esta trinidad ineludible y atroz. El principio de de- recho piblico, “par imparem non habet jurisdictionem”, no existe ya més. La polarizacién en dos superpotencias 6 dos superdominios es una comprobacién objetiva y no necesariamente un juicio de valor. Que el mundo actual tienda por virtud de la técnica a ser un universo domina- 37 do por un amo, no significa que no deba ser un Pluri- verso. Que pueda serlo entra en el dominio de la profecfa. Si Ja guerra futura ha de tener una decisién, debe pen- sarse mucho que al “vae vietis” practicado ahora sin picdad, se suma el ‘vae neutris” que en realidad significa la muerte de la neutralidad, pues, como hemos dicho, la bipolarizacién del Dominio no acepta una mediedad. De caber esta serfa posible una solucién no radical. Pero si no cabe, no veo cémo seria posible esta solucién. 6. Creer que la Democracia Liberal juega algin papel positivo en la historia universal, es ingenuidad, 0 ignorancia, 0 mala fe. Objetivamente, la democracia de hoy ¢s una forma de dominacién de los Estados omnivoros, fomenta- da sistemAticamente en los Estados mediatizados. Los casos mas ejemplares son las dos Alemanias ¢ Italia. Espaiia se libré de ser mediatizada gracias a la Revolu- cién Nacional que le restituyé la libertad soberana y aventé la democracia. El dia que Espafia sea democrati- zada serA el dia de su aniquilamiento: se dispersaré co- mo polvo, y se habré cumplido cl desco satanico de Cromwell que en 1656 declaraba al espafiol “el enemigo natural, el enemigo providencial” (“the natural enemy, the providential enemy”), y exhortaba a sus stibditos a no darle tregua hasta destruirlo. En América sudcéntrica, Ia democracia es el opio con que se embota su conciencia para mediatizarla J. Formalmente la democracia es un producto y tam- 38 bign un factor de “crisis”, no un factor de creacién (la “piqueta demoledora” de Yrigoyen). La democracia liberal actual es un producto de descomposicién del mundo pre-burgués. El momento del advenimiento de la democracia liberal es el afio 1789, e decir, el de la Revolucién Francesa, que luego se proyecté como factor de “crisis” en el mundo occidental. La “crisis democrdtica del mundo” no creé nada, pero si destruyé las instituciones arcaicas medievales que no tenfan ya por qué subsistir. Pero cuando la democracia € cuanto tal quiso crear, no pudo hacerlo por si misma y se transformé en el imperio napoleénico, el cual si fue creador al cien por ciento. Mas, s6lo duré un suspiro, pues su origen era espurio, por haber nacido de la democracia en cuyo nombre Napoleén se cifié la corona. Se podria argiiir que U.S.A, es una creacién de la de- mocracia, pero ese serfa un argumento para nifios. En primer lugar, los emigrantes del “Mayflower” se expa- triaron no por un ideal democratico, sino por una deci- sién religiosa, es decir, que no buscaban en América la libertad politica sino por accidente, en cuanto sirviera al ejercicio de su libertad religiosa. U.S.A. nacié por un acto de confesionalidad protestante, no por una deci sién politica en sentido estricto. Su segregacién de In- glaterra tuvo por motivo simbélico una cuestién sobre pago de impuestos. En el inicio de U.S.A. estén como raices el calvinismo y la economia, no la politica. La de- mocracia no ha creado nada grande en el orden politico. Toda la historia universal en cuanto construccién y grandeza es obra de los imperios. La democracia no forti- fica sino debilita la voluntad y relaja la energia creadora. Debido principalmente al opio democratico, todas las 39, naciones sudcentroamericanas se hallan hoy politicamen- te en cstado larval y no Ilegan a costituirse con insti tuciones permanentes, La democracia es la pesadilla de la conciencia desdichada pasiva, o sea la conciencia ano- nadada bajo la sombra siniestra del Dominio. 8. Norteamérica no es una democracia sino una plu- tocracia; es un imperio de ricos (“prosperity”). Estados Unidos de Norteamérica es el Dominio, es la superautoridad con su lema leviatanico: “Auctoritas facit legem”, cl Dominio hace Ia ley. El Dominio exclu- ye definitoriamente al Parlamentarismo, que es Ja ins- titucién que Donoso Cortés Hamé: “‘la clase discutidora’’. La discusién no es el raciocinio, ni la conviccién, ni la persuacién, ni la decicién, ni la légica; sino la dialéctica desenfrenada, la duda, la disuacién, la sofistica, la eris- tica y la confusi6n: es la Grists. Por ello, la expresin genuina de la democracia es el parlamentarismo; ambos significan “crisis”. Y por ello también el Dominio exclu- ye al parlamentarismo, el cual s6lo subsiste a su lado como una ficcién, como una hipétesis de trabajo o como un estorbo gravoso, ;Hay algo ms chato, anénimo y convencional que el congreso norteamericano? Las for- mas democraticas de EE.UU. son puramente instrumen- tales, no son esenciales y sirven como tales a la realidad plutocratica fundamental, EE.UU. es hoy uno de los grandes imperios de la tierra (para Sudcentroamérica ¢ cl Dominio a secas), porque es plutocracia, no porque sea democracia, El presentimiento de Tocqueville de que EE,UU, “no quitase al despotismo su odioso aspecto y su vil caracter”, se ha cumplido. 40 9. El Gomurismo, que en cuanto hegelianismo es ra- cional, en cuanto marxismo es mesidnico y en cuan- to eslavo es saluffico, resulta una religién (negativa) del aquerde. La plutocracia no es ni racional, ni mesidnica, ni salvifica. Del Dominio no resulta una religion, sino un comportamiento (“behaviour”) respecto ol aquende y su signo espiritual es también negativo. Entre estos dos extremos satdnicos Sudcentroaméri- ca debe jugar su destino a la par del Occidente europeo, pues ya no res‘a otro bloque cristiano en el mundo. Para Sudcentroamérica, el “monroismo y la supertécnica en Ic relativo a la geopolitica y ala economia, han sido fa- tales, Repetimos que la unidad espacial y politica de las Américas es ya un hecho: no hay més poder en elas que el del Deminio. Pero se puede y se debe salvar el Espiritu, vigorizando la conciencia desdichada. A la arye- ligién de la Plutocracia, y a la religién negativa, del aquende, del Comunismo, los pueblos de Sudcentroamé- ca no ticnen otra religién eficaz que oponerles que el Cristianismo, que es mesidnico, salvifico, no irracional, y del allende. Luego el Cristianismo es un imperativo de Occidente, en cualquier caso. Y por ello la ensefianza de la religion en las escuelas de Occidente debe ser necesa- riamente cristiana, Pero, la forma més enérgica y ope- rativa, por su mayor humanidad y temporalidad es la catélica; el cristianismo ortodoxo, en efecto, es deshuma- nizante ¢ intemporal, y el protestantismo es solipsista. Por cllo, desde el punto de vista exclusivamente temporal- politico, yo no puedo ser partidario de la libertad de ensefianza, Para Occidente la escuela cristiana es un 41 imperativo inexcusable, de vida o muerte; y para nucs- tro pais la escuela cristiano-catdlica, Entiéndase bien que afirmo la necesidad de la ensefianza eristiano-cat6lica, no porque ésta sca més verdadera, sino porque es la mis conveniente, eficaz y Gtil. En cuanto a su verdad in- trinseca, dictamine quien deba. Naturalmente, como ca- télico reconozco que su verdad es la Verdad, pero ésto €s otro asunto que aqui no toco para nada. 10. Latierra es la madre del hombre. El hombre es te- rricola, no es hijo ni de la mar ni del aire. Nace en la tierra, fija en esta su morada, forma allé su fa~ milia y se confunde con ella en la muerte. Por ello cl Estado, que es obra del hombre, tiene su fundamento en la tierra, no en el mar, ni en el aire; cl Estado es terraneo, y su corazén, es decir, el punto vital de su ser, es mediterranco. Todos los grandes Es- tados continentales tienen su corazén (es decir, su pital) en su centro, 0 por lo menos en su _interio Estados Unidos de América, Rusia, Espafia, Italia, Alemania, Francia, China. Uno de los problemas prin- cipales de Argentina ¢s la descapitalizacién de Buenos Aires, que geopoliticamente, por ser puerto, no es ni puede ser nunca la capital del pafs, sino un lugar de acceso y un lugar de expedicién, no un asiento de vida auténtica, mesurada y profunda, Buenos Aires, como puerto, es lugar de transicién (tiene mucho de campa- mento) y de horizonte acuoso ¢ incierto. Sus frutos mis seguros son el interés fenicio, la sensualidad sardanap4- Tica, la necedad y el metequismo. a ir. A pesar de la opresin del Dominio, transformado a2 en “Zeus Pantocrator” (en el Dios omnipotente due- fio de los elementos), es deber ineludible de todo ciudadano argentino y mds atin de todo gobierno, mantener aunque sea moralmente, si mds no se pu- diere, la personalidad del Estado Argentino como entidad soberana del derecho priblico. Y ser reo de traicién a la Patria quien proponga © instituya un régimen politico que signifique la mediati- zacién del Estado argentino, que establezea la posi ciad de que caiga bajo el imperio de cualesquiera de los extremos en que se polariza el Dominio. Pero el Estado argentino no puede ser democratico-liberal, pues si se intentara investirlo de esta forma de gobierno, seria fa- talmente un “gobierno de crisis” y mediatizable: caeria inmediatamente en el proceso de la revolucién autodes- tructora. Argentina debe ser republicana, pero el repu- blicanismo no debe ser entendido como un pluralismo li- bre, sino como un uniplurismo, es decir, como una tota- lidad cjecutiva que permita la convivencia de las par- tes en el servicio del Bien Comin, fin objetivo de la Politica. La crisis del patriotismo BUENOS AIRES - 5 DE MAYO DE 1959 Comencemos por la definicién del patriotismo. No 5 dificil: s simplemente el amor a la patria, o sca, el amor a los padres y a la tierra de los padres, pues pa- tria viene de “pater”. La ctimologia latina de esta pa- labra es la siguiente: “pater” no es el progenitor, pues 2 &te se le lama generalmente “parens” como sujeto de la paternidad fisica, sino es el padre en el sentido so- cal, el “dominus”, el “pater familias”, 0 como diriamos nosotros en castellano, es el sefior de la familia, el hom- bre que es uno de los representantes de la serie de las generaciones, En este sentido, los romanos hablaban de “patres”, como término expresivo de respeto aplicable tanto a los dicses como a los hombres, por ejemplo: Tu- piter “pater omnipotens”, “pater conscripti”, “patres” (de donde viene “patricius”) 0.c. De aqui procede el adjetivo “patrius” (patrio) y la voz patria tal como noso- tros la _usamos. Pero patria no solamente Ieva consigo el significa- do generacional y de dominio, sino también incluye una connotacién de lugar o terranea. Patria, pues, significa Ja sangre generacional y la tierra donde se aposentaron las generaciones que la poseyeron y la dominaron como sefiores. Por eso digo que patriotismo es el amor a la patria, o sea el amor a la tierra de los padres, en cuan- to esa tierra fue posefda y aduefiada por los “patres”, no por los “parentes” (progenitores). Un “parens”, un pro- a7 genitor, Jo han tenido todes; pero un “pater” Jo han te- nido solamente algunos. Sin “patres” no puede haber pa- triotismo, pero tampoco puede haberlo sin la tierra, pues ec! scfiorio, el dominio, se ejercita sobre el fundamento de la tierra. Por ello, la ticrra en esta relacién es fundan- tc, es aquéllo donde Las generaciones patricias permane- cen y se continian, Y no cualquier tierra, sino aquélla que los padres conquistaron con la espada y regaron con su sangre y el sudor de su trabajo, para que la nacién creciera sobre ella como sobre un fundamento. Estos dos elementos que dan raz6n al patriotismo, van asociados en tan estrecha relacién, que donde uno de ellos est au- sente no se explica el otro, Un sefiorfo sin tierra es un poder en el vacio, y una tierra sin sefiores es “tierra de nadie”. Las naciones némades, no son naciones de sefiores, sino son simples pueblos sin la capacidad de dominio. La historia del pueblo judio, por ejemplo, es la historia de lo porfiada busca de un fundamento terrdneo, “la tierra prometida”, Las vicisitudes sufridas por el pueblo judtfo a través de su dolorosa historia es, en realidad, el sacri- ficio exigido por la conquista de la tierra sobre la cual pueda ejercerse el sefiorio de sus “parentes”, que hasta entonces no habrian sido en realidad “patres” sino por accidente, por ejemplo en la época macabea. La genea- logia judia es por ello hierdtica, con un fundamento ex- trahumano, que Iuego se transforma en expectacién del futuro, después (debido a la conciencia desdichada) en apocaliptica y, al final, en los tiempos actuales, al lograr la conquista de la “tierra prometida”, se scculariza en la “Eretz Israel” (tierra de Israel), versi6n laica de la 48 milenaria “Malkuth Yahwé” (la ciudad de Dios) que alimenté los suefios del judaismo ortodoxo en los afios de infortunio, $i los judios logran retener su tierra, po- dran ahora, recién, hablar de patria y de patriotismo. Los judios que no hallaban el fundamento terréneo cn este mundo hostil, lo substituyeron por una patria ce~ leste y lo transfirieron més all de las nubes. La “Mal- kuth Yahwé” suplia, en cl allende de la esperanza me- siénica, la ausencia de la tierra que negaba reiterada- mente un “habitat” a la plebe israclita. Mas, apenas la porfiada y admirable voluntad judia logré completar su suefio milenario, la “civitas Dei” perdié su sentido misti- co-religioso-mesiinico y se transformé en Ia simple y po- sitiva “Eretz Israel”, la “tierra de Israel”, defendida no por Yahwé y los profetas, sino por los cafiones y los tan- ques. La energia de la fundamentacién del Estado de Israel sobre la base del trabajo y del poder bélico, acre- centado con decisién inquebrantable, aparece como el propésito de construir sobre la tierra lo que antes se si tué en los cielos, y de suplir Ia salmodia de los mitos con Iz efectividad de un esfuerzo humano en el mundo de Ia realidad concreta. Por ello el judo, “en su tierra”, puede ahora invocar el patriotismo judio como cual- quier otra nacién con “patres”, y en cuanto tal es respe- table. Pero el judio fuera de su tierra, cobijado en una tradicién religiosa muerta, y disimulado en una naciona- lidad que no le pertenece, es vitando y repulsivo. Desde la constitucién de la “Eretz Israel”, el judais- mo ha dejado de ser una religi6n (Ia religién de la “Mal- kuth Yahwé”), para transformarse en una nacionalidad. Ese es el precio de la consecucién de la tierra prometida, 49 precio cuyo monto juzgaré cada uno de acuerdo a su conviceién religiosa. El judaismo es ahora un pueblo co- mo todos los demas que han conseguido constituirse en Estados soberanos, con iguales derechos e igual jerar- quia internacional, Pero con esta conquista que no hay porqué mirar con malos ojos, termina también la leyen- da del “pueblo elegido”, la carga mAs oncrosa que ago- bia a la tradicién cristiana. El “pueblo clegido” tenfa un fin teol6gico y mesidnico y su reino no era de este mun- do, por lo menos en la normalidad de las relaciones po- Iiticas internacionales, En cambio ahora, en cuanto sim- ple “tierra de Israel”, tiene un fin temporal politico se- cular, con limites geograficos determinados como cual- quier Estado de derecho pablico. Su estatuto legal es la ley positiva y humana, no la Ley sinaitica o talmadica. Por ello el hablar ahora de la “conversién de los judios”” no tiene sentido, asi como no lo tendria el hablar de la conversién de los argentinos o de los uruguayos al cris- tianismo, Equivaldria a pasar de un género a otro, 0 sea del género politico al género religioso. De aqui sacamos inmediatamente la conclusién que para que se den los dos elementos constitutivos del pa- triotismo, el amor a los padres y a la tierra de los padres, es necesario que el Estado sobre el que se ejercita el amor, sea de este mundo, sea secular y humano. Por ello, el Estado pagano es el que concita mas el amor de sus hijos, euya devocién llega sin esfuerzo hasta el sacrificio por el bien comin nacional. Pero si este amor se proyec- tz a otro mundo, inmeditamente languidece, al perder su objeto coneretidad, precision y claridad, idealizAndose en sentimientos de confusa y problematica realizacién. 50 E] mayor 0 menor vigor del patriotismo, es una cuestién de finalidad, y mientras ésta es mas precisa y positiva, es aquél mas enérgico y firme. Para que la finalidad sea realmente apetecible y opere como causa, el Estado debe ofrecer a los ciudad: nos tres estimulos de su amor: grandeza, poder y gloria. Un Estado que no aspire a ser grande en el sentido ma- terial y espiritual, sera una entidad mediatizada, que en Ia politica internacional no gravitaré mayormente y cae- ra la larga o a Ia corta en la érbita de los Estados hegeménicos. Casi Ia totalidad de los Estados sudcentro- americanos han carecido del espiritu de grandeza pues, primero el complejo colonialista, y ahora la educacién democratica, les han roto la espina dorsal y los han pre- dispuestos a la servidumbre. Yo he escrito en “Mito y Politica” y ahora lo ratifico que en Sudcentroamérica la democracia es ¢l opio con que se embota la conciencia politica del pueblo para lograr su mediatizacién. Y la {iltima experiencia, que atin dura en nuestro pais, me ha dado Ia razén, pues ¢de qué y para qué ha servido el giro democrAtico impuesto a la vida total de nuestra patria, sino es para hacer factible en forma intensiva y répida su mediatizacién y subyugamiento al poder de Estados Unidos de Norteamérica? ;Cudndo se ha habla- do mas de las excelencias de la democracia que ahora, cuando precisamente es més real y escandalosa la entre- ga del pais a los Estados imperialistas? Nuestro pafs tavo un momento en su historia en que goz6 de la con- ciencia de grandeza, cuando el ejército sanmartiniano cruz6 la Cordillera, arrollé a los espafioles en Chile y planté su bandera en Lima, Después hemos vivido de re- on cuerdos, aunque vigorizados alguna vez como en la épo- ca de Rosas, cuando enfrentamos a las potencias extran- jeras. Hemos mantenido, sin embargo, la conciencia de hegemonia cn relacién a Sudcentroamérica hasta el de- rrumbe del 55, en que el espfritu nacional se quebré sdbitamente al recibir la inyeccién suicida del opio de- mocratico, que ha desarticulado todo: al pueblo, al sa- cerdocio, a la ensefianza y a las fuerzas armadas. Nues- tro pafs, con el espfritu casi destruido ha entrado en la Grbita de los Estados mediatizados y sin soberania, es decir, sin espiritu de grandeza, con una resignacién muy vecina a la servidumbre, Simultaneamente el patriciado (los “patres”) , democratizado también, ha desaparecido como por ensalmo, Y me refiero al patriciado auténtico, a! identificado con la “patria”, no a los “clubmen” pseu- doaristocraticos y rastacueros, que nada tienen que ver con aquél. La conciencia de grandeza argentina (es cier- to que a veces caricaturizada por una megalomania inge- nua), sc ha transformado ahora en el acoquinamiento y en la humillacién frente a los paises anglosajones. Si carecemos de grandeza, tampoco podemos arro- garnos ningtin poder; pues ¢qué arma puede esgrimir cl brazo exangiie 0 anquilosado de un pueblo, al que manos criminales le inyectaron dosis masivas de opio democrati- co? El gallardo espfritu argentino de otrora, es hoy ape- nas un timido aliento de supervivencia fisica. Somos ahora “uno” de los miembros de la OEA, y “uno” de los elementos de las fuerzas del Atlantico sur, con presiden- tes y jefes designados en Washington. Con triste y humi- Hante resignacién, nuestros diplomaticos y nuestros jefes de las fuerzas armadas, acatan (ellos dicen, con un cu- 32 femismo, que “colaboran”) las érdenes ¢ instrucciones de los déspotas del Norte. Y sin grandeza y sin poder, no podemos ya arrogarnos ninguna gloria, porque las glo- rias pasadas de nuestra historia en vez de enorgullecernos nos humillan, al poner en evidencia nuestra traicién al legado de los “patres”, que dominaron esta tierra con su espada y la regaron con su sangre y el sudor de su traba- jo, para entregérnosla grande, poderosa y gloriosamente soberana, No podemos, pues, extrafiarnos de la crisis del pa- triotismo que, para decirlo con franqueza, es un senti- miento de orgullo, porque el amor patrio suscita el or- gullo de pertenecer a un Estado grande, poderoso y glo- rioso. De una patria asi pudo escribir Cicerén: “res quas gessimus orbis terrae regionibus definiuntur” (nues- tras gestas no tienen més limites que los de la misma tie- rra); y Virgilio estampar en su Eneida el enfatico: “tu regere imperio populos, Romane, memento” (ti, Roma- no regir debes ahora el mundo); y el mismo Cicerén afirma en “De Rep.” que: “scilicet principem civitatis gloria esse alendum” (que la gloria es el alimento de los principes). He alli tres testimonios que nos ofrece la An- tigiiedad de la conciencia histérica de grandeza, poder y gloria, que aseguran una finalidad concreta, humana y secular a la devocién patriética. Pero solamente la ‘Antigiiedad pagana puede ofrecernos tales testimonios en su pureza secular, porque la autenticidad del patrio- tismo como amor a los padres y a la tierra de los padres, en donde son supuestos el poder, la grandeza, la gloria y dl orgullo, dinicamente halla suclo germinal en el mun- 33 do del aquende, en este mundo de los hombres “hijos de la tierra”. Toda proyeccién de la finalidad del Estado politico mds alld de Jo temporal o de lo singular-inmediato de- bilita el patriotismo, al proyectarlo simultneamente 0 hacia una patria eterna, o hacia un ideal universal que lo asume, Como lo demuestra el ejemplo del pueblo ju- dio, que permanecié en cl nomadismo mientras persiguié un ideal celeste, solamente la limitacién terranea ofrece posibilidades al patriotismo en su pureza mds 0 menos radical, Igualmente, la incorporacién de los Estados pe- quefios débiles a una totalidad politica omnipotente, de necesidad, hace languidecer y atin morir el patriotismo, como acaece con las repiblicas sudcentroamericanas, aplastadas por el implacable Leviaton del Norte. La exaltacién del patriotismo es posible con efic: cia segura, cuando se acrecienta en los pueblos la cén- ciencia de secularidad, si no en oposicién con la de eter- nidad, por lo menos con prescindencia mayor 0 menor de ella. El maquiavelismo, y en general todos los siste- mas politicos adictos a la “razén de Estado” propician, con claridad diversa, pero uniformemente, la seculari- dad de la politica. Desde el autor de “Il Principe” has- ta Eisenhower y Krushchey, el incremento de “su” con- cepcién patriética, se cumple con mengua progresiva del ideal trascendente cristiano, dirigido a la Patria ce- Ieste. El patriotismo de los pueblos cristianos —en el supuesto de que los haya hoy— es doble y escindido: una mitad es para el Estado temporal, y la otra para Ia Patria eterna, La escisién torna débil temporalmente ese sentimiento, y por ello los pueblos cristianos, para 34 quienes “su reino no es de este mundo”, no ofrecen un campo propicio al patriotism exaltado. Cuando se po- sce profundamente esta conviccién religiosa, justificado est, no el doblegar la cabeza como un esclavo ante el déspota de “este mundo”, pero si recibir su. presencia con la serenidad y resignacién de quien se sabe ciuda- dano del Reino divino y eterno, En esta proporcién, cl Gristianismo es una religién de abandono. No es posible concebir un Estado cristiano con grandeza, poder y glo- ria temporales, que susciten el orgullo de sus hijos. Pero en el caso argentino no es la profundidad y autenticidad ce la vida cristiana lo que ha destrufdo la conciencia de patriotismo, pues es evidente la superfici lidad religiosa y el sensualismo insaciable de esta desdi- chada nacién, cuya vida es en realidad pagana, aunque revestida de un barniz farisaico de religiosidad. Aqui no hay nadie que se muestre dispuesto al martirio por amor a Dios y a su iglesia. Nosotros los argentinos, nos move- mos hoy en la esfera de la temporalidad bruta, y en ese dominio terrestre hemos perdido la batalla: el patriotis- mo, el amor a los padres y a Ja tierra de los padres, ago- niza en el sombrio crepisculo democratico, creado y fo- mentado con empeiio por una ralea de traidores. 3 Prélogo al libro del Dr. Belisario Tello “Eidologia y Analogia de la Justicia y la Amistad” CORDOBA - ARGENTINA - 1965, Las cuestiones planteadas por el autor de este pe- quefio libro sobre la justicia, la equidad y la amistad, recogen preocupaciones inherentes al ser-en-el-mundo del hombre. Son aspectos de una fenomenologia del hombre, que el autor prefiere Hamar “eidologia”, sin duda para adjudicarle un cardcter ontolégico dentro de la especi: ficidad ético-politica, No se trata, pues, de un estudio es- trictamente fenomenoldgico en el sentido husserliano, si- no de una consideracién que rebasa lo que pudo ser una prescripcién metédica que la limitase a la “Wesenss- chaung”. El autor se toma toda la libertad necesaria pa- 1a ofreernos anilisis y descripciones que obstinadamente se mantienen en la linea tradicional, con rigor no fre- cuente y con un conocimiento proporcional del pensa- miento clasico. Se trata, pues, de un estudio en el ambi- to existencial, matizado, sin embargo, apenas por ingre- dientes hist6ricos lo que, sin duda y por desgracia, afec- ta su interés actual, que pudo ser mucho mayor del que posee en su forma presente. Mas, quien se adentre en In problematica del libro, cosechara éptimos frutos, pues ‘ello es un fuerte pensador, un razonador impetuoso y un arquitecto que edifica sobre sillares. Digo que desgraciadamente no hay en el libro una consideracién histérica de los existenciales, pues, de ha- berla habido, el concepto de amistad hubiese replantea- do el de amigo-enemigo, tan relevante en el orden poli- tico. En paises emergentes como el nuestro, el pensamien- 59. to superior esté en el deber de indicar decisiones, maxi- me cuando la Universidad est envilecida. La amistad ha sido falseada bajo el peso de intereses imperialistas de colores diversos, para quebrar la columna vertebral de los Estados débiles, barriendo de su espiritu el sentido de ser nacional. El falseamiento del concepto de amistad ha servido para inculcar cl sometimiento a los Estados despéticos, transformando su profundo sentido humano en servidumbre sistematica y en mendicidad insistente. Amistad significa en los paises mediatizados, entrega al amo y, Io que es peor, entrega al amo extranjero pluto- cratico. La amistad, que es una virtud intima personallisi- ma y dignisima, en que se tocan los espiritus en la igual- dad y la reciprocidad, ha sido democratizada y trans- formada en instrumento de destruccién del alma nacio- nal. Segin el concepto democratico de amistad, éta no es libre y particular, sino obligatoria y ecuménica, Todos deben ser amigos en el orden internacinoal, sin reparar cn las dos condiciones esenciales de igualdad y recipraci- dad que entre los grandes y los pequefios son imposibles. Mas, la imposibilidad se salva por la ficcién de la de- mocracia niveladora que da raz6n de la igualdad; y por Ia entrega, que posibilita la reciprocidad. Pero la amis- tad en cualquier orden es reciproca, libre y entre pares. Individualmente, el hombre superior est por ello desti- nado a la soledad, El sefior no puede ser amigo del sier- vo, La amistad no se da en las altas cumbres sino en los valles y en cl Ilano. Recuérdese la decepcién alecionado- ra de Aristételes, cuando segiin su bidgrafo exclamaba: “Oh! amigos, no tengo amigos”. * 1. Ing, DURING. Aristotle in the ancient biographical tradition, Goteborg. 1957, p. 41, 1. 2. 60 Pero analégicamente se puede hablar de amistad en un Ambito limitado. Condicién primordial en el or- den politico es que haya comunidad de raza y de tierra, pues més alld ce los limites de la nacién y del pais, ha- bita el extrafio. Una amistad més alla de la raza y de la tierra es imposible, una amistad con el barbaro es sin sentido. Tan cierto es ésto, que en toda la historia tal ley no ha sido desmentida. Y no puede serlo, porque su desconocimiento significa el comienzo de destruccién del ser nacional, Toda Sudcentroamérica esta siendo des- truida por la corrupcién sistematica del principio de amistad, cuya proyeccién al orden politico internacional desde la intimidad personal, parece contra natura, asi como todo estimulo en cl orden nacional es virtuoso y necesario. La unidad y el vigor de un Estado depende de la amistad de los ciudadanos que lo constituyen, asi como la fuerza de una familia est ligada a la amistad de los padres con los hijos, mas que a la autoridad, que es exterior al alma y que puede ser un poder sin conviccién. En nuestro pais, la estupidez democratica desatada el afio 1955 impuso un criterio totalmente contrario, o sea, el odio al conciudadano declarado enemigo piiblico, lo cual nunca puede ser; y la entrega sin condiciones al amo extranjero, lo cual ¢s un crimen de lesa patria. Esta politica incomprensible y sin sentido, esta a punto de liquidar el Estado argentino, sometido a un fatal proce- so regresivo de disolucién y de esclavitud. La discrimina- cién politica en nuestro pais se hace de acuerdo al grado de la entrega (amistad en sentido democratico) a uno u otro imperialismo; cuando lo justo y Iégico debiera ser que la amistad se prodigasc exclusivamente entre los argentinos, para fortalecer asi el ser nacional y sal- 6 varlo de la garra implacable de los extranjeros 0 ene- miges naturales. La comunidad que no es cerrada est perdida en el orden internacional, y ms que todo estén perdidos los Estados débiles abicrtos, que ofrecen can- dorosamente su amistad a los Estados omnivoros. Nece- sitamos ahora para aleccionarnos salvificamente, volver los ojos al pensamiento de la antigiiedad, principalmen- te al griego, que con sabiduria ensefia que con el extran- jero (el barbaro) no hay amistad posible pues, en rigor, es el enemigo natural con el cual, en el orden politico, se podra tener relaciones, pero nunca fundadas en la virtud de la amistad, cuyas posibilidades no sobrepasan los limites de Ia tierra madre y de la sangre nutricia. Una de las causas —sin duda la prineipal— que ha contribuido a confundir el concepto de amistad, ha sido la falsa teologia politica, que beatified la Amicitia y Ia universalizé como un deber de conciencia. Hubo un momento en Ja historia politica de Europa, en que este continente logré una unidad total bajo el doble signo de la cruz y de la espada, cuando el poder del pon- tifice romano era tanto, que Inocencio III podia excla- mar “ego sum Caesar”, asumiendo en su persona el do- ble poder espiritual y temporal, la auctoritas y la potes tas, En esa época que se extiende hasta el siglo XIII, no existia en realidad més que una societas (un solo Estado divino-humano) que comprendfa a toda la Eu- ropa cristiana, practicamente a todo el Occidente civi- lizado. Por no existir mas que el Estado cristiano, el Sa- crum Imperium, era posible y real una unidad espiri- tual compatible con la practica de la amicitia, espiritua- lizada bajo la égida de los pontifices. Por entonces tam- poco habia guerras entre los principes cristianos, sino 2 “querellas” que se solventaban ante la instancia suprema y decisoria del Papa, Pero cuando se rompié esa unidad y se constituyeron los Estados modernos como societates perfectae, la amicitia volvié a ser philfa griega, al tiem- po que las nacionalidades se constitufan en sus limites naturales, con todas las defensas necesarias para ello. América, tierra de ocupacién y de conquista, no ha co- nocido la amicitia, que ya habia muerto cuando fué conquistada por Europa. Un eco de amicitia sc advierte en las Relecciones de Vitoria, pero éste es una figura crepuscular para el nuevo jus publicum europacum, En realidad, las palabras bautismales de América fueron “non peace beyond the lines”, nada de paz mas alld del Ecuador, 0 sea, en América no rigen los principios del derecho piblico europeo, sino la ley de la selva: “le plus forte est le maistre”. Y jcircunstancia desdichada |, América tampoco ha conocido la philia porque nacié como el “non man’s land” de todos, bajo el imperativo suicida que formulara el alberdismo: “América para la humanidad”, No se puede, pues, razonar univocamente de la amistad y equiparar las concepciones, por ejemplo, de Pericles y de San Luis, 0 sea de la philia y de la ami- citia, que tienen contenido diversp. Mas, donde se advierte una diferencia fundamental irreductible entre los conceptos que se invocan como de orden natural, es en la ecuacién proximidad = projimi- dad. Al iniciar este breve prélogo, enumeramos tres cxistenciales propios del ser-en-el-mundo del hombre, y deliberadamente omitimos la projimidad. ;Por qué? Pues porque la projimidad no es de orden mundano, si no supermundano. Lo que es mundano es la proximidad, la cual es puramente tépica. Para el pensar antiguo es 6 préximo el que esta vecino, y Aristételes no usa el tér- mino en otra latitud, como la atestigua el Indice de Bonitz. O sea, empleando ya los términos en sentido di- verso y no tautoldgico, para los antiguos es préjimo el proximo. Por cierto que la proximidad es muy diversa: se puede ser préximo en el hogar, en el Agora, en el esta- dio, en el teatro y en el pais, pero no indefinidamente, porque el limite de la proximidad es el de la polis. O sea que la proximidad cs limitada y t6pica, con un esencial sentido racial originado en la conciencia de tierra y san- gre, Este concepto es un sobrentendido en el pensar anti- guo y connatural al hombre de todos los tiempos. Una proximidad ideal, politicamente hablando es ininteligi- ble. Y precisamente este ininteligible es la projimidad, cuyo valor es transhumano y apolitico: la projimidad es evangélica y su origen y esencia son cristianos. Quien propicie la ecuacién projimidad = proximidad, debe medir muy bien las consecuencias. No creo que en la vida politica nadie lo haya intentado, salvo los Estados sudcentroamericanos que al hacerlo se han destruido a si_ mismos. Por cierto que no pretendo establecer una contra- diccién entre el orden evangélico y el politico, sino tini- camente despertar la conciencia politica de mi pais confundida por una pseudo teologia— a la realidad de la vida internacional. El medio en que tuvo vigen mundana el principio evangélico de projimidad, hist6- ricamente ha pasado y es4 muy distante, pues fue aquél en que el determinante de la vida politico-religiosa —dos términos indiscernibles en esa época— era la societas fidelium, cuya gravitacin era decisoria para la con- ca ciencia del principe cristiano®. En ese Estado reli- gioso era practicable la projimidad, porque como he dicho antes no habia més que una sola societas, perfec- ta divino-humana, con una sola autoridad sacral, que ungfa a los principes con el éleo santo y los exaltaba al trono. Pero eso pas6 hace mucho —en el sentido de acon- tecer y transcurrir— y no es practicable mas en el orden concreto de la politica, pues ¢l cambio ocurrido en-el mundo curopeo después del siglo XIII es definitive, co- mo es definitiva la muerte de muchas instituciones y sis- temas venerables cuya agonia ha durado ms 0 menos hasta nosotros. Entre ellos est 1a projimidad, tomada en su validez mundano-politica, cuyo clima propio y ade- cuado es el evangélico, como lo confirma la historia. En 1960 escribi en mis papeles inéditos lo siguiente sobre la nocién de préjimo, después de asistir a unas jornadas que la consideré sin aclararla en cuatro confe- Tencias a cargo de diversos tedlogos y filésofos: “Esta nocién es exclusivamente cristiana: es espiritual y uni- versal, no espacial y nacional. Ningiin pueblo de la an- tigiicdad poseyé la nocién evangélica de préjimo. Los pueblos antiguos han sido unidades cerradas y la na- cionalidad en ellos era racial. El pueblo griego es la mas alta expresién de la cerraz6n nacional, que excluia de 4 convivencia juridica y religigsa al extranjero, al bar- baro. No habla mas prdjimo que el préximo en cl sen- tido racial y espacial. Particularmente cerrada fue tam- 2. Para una informacién copiosa al respecto, véase, WALTER ULLMANN, Die Machtitellung des Papstiums im Mittelater, Idee und Geschichte. Verlag Styria, Graz Wien Kiln, 1960, Sobre América son instructivas las con- Sideraciones de Gustav ADOLE RuIN, Europa snd Obersee. Gesamn, Au- fsitze, Mustershmide Verlag, 961. Véase toda Ja parte primers, princ. os caps. 5, 67) y 8. 6 bién la nocién de préjimo entre los judios, en quienes el principio nacional fue exacerbado por su condicién de pueblo perseguido, Digamos de paso, para preservarnos del mito, que no fue perseguido por un destino sobrena- tural, sino por su condicién natural de pucblo némade: cl nomadisino hizo que el pucblo judio se erigiese en una ménada-némade. Las prescripciones religiosas y juridi- cas del Exodo, Levitico y Deuteronomio, son para los judios, no para los otros pueblos, ni siquicra por acciden- te, El préjimo de los mandamientos sinaiticos es el “pré- ximo”" judio, el vecino de la tribu, del clan, de la nacién; pero munca jamés puede ser el extranjero, el extraiio, que es el enemigo real o virtual, y en todo caso el barbaro contra el cual hay que precaverse y para el cual est ce- rrada toda posibilidad de admisién en el cérculo nacio- nal, en el espacio racial. Y ello no es antinatural, porque uno de los constitutivos de la nacién, es la unidad racial, pues sin raza no hay unidad nacional, y menos en un pueblo que como el judio carecia de territorio y se deba- tfa en su nomadismo constitutivo. Asi se explica y se justifica también su sentido racial-espacial del concepto de préjimo (préximo), Naturalmente (no sobrenatural- mente) hablando, es taera ociosa tratar de probar que cl concepto de préjimo del puchlo israclita tenga otro sentido que el de préximo, que naturalmente le corres- ponde, La palabra ReiHa que, segin el Thcologische Woerterbuch de Kittel se halla 225 veces en el AT, no tiene otro sentido que el de préximo o vecino en la tribu, en el clan, en Ia familia 0 en la nacién de la misma san- gre. Cuando Jehova ordena ‘no robes el toro a tu pré- jimo’, el texto quiere decir evidentemente ‘no robes el to- roa tu hermano de sangre’ y nada mas. De no ser asi, a 6 partir de las prescripciones sinaiticas cl pueblo judio se hubiera abierto y hubiera perdido su unidad racial, por- que el sentido cri ¢ préjimo afloja indudablemen- te esta unidad y atin la diluye, pues cl cristianismo no es racista ni nacionalista. Yo pregunto: zen qué circunstan- cia hist6rica, en qué momento de su vida azarosa, el pue blo judfo abrié sus brazos al extranjero y se unié 0 mezcld con él bajo la nocién de prdjimo, como lo ensefia Jestis en Ja parabola del Buen Samaritano? Nunca jamés, pues cl pueblo jucio después de recibir de Moisés las tablas de la ley, siguié aferrado con intensidad creciente a su raza, a su religion y a su ley. Si el pueblo judfo hubiese practicado 0 por lo menos tenido en depésito el princi- pio cristiano de préjimo, hubiera sucumbido como na- cién y hubiera sido absorbido por los otros pueblos de Asia, Asia menor, Africa y atin de Europa. El término pleesion (préjimo) se encuentra entre otros pasajes en S, Mateo XIX, 19 y S. Lucas. El pa saje fundamental se halla en S, Lucas X, 27-37, que na- rra la parabola del Buen Samaritano y que dice ast en relacién a nuestro tema: Agapeéseis. .. ton pleesion sou os seautén = Diliges... proximun tuum sicut teip- sum = ama a tu préjimo como a ti mismo. Los persona- jes de la parabola estin elegidos cuidadosamente: un sacerdote (farisco), un levita, un samaritano (enemigo tradicional del judio), y la,victima de los asaltantes (4n- throopos tis, homo quidam, un hombre cualquiera de cualquier raza no judia, posiblemente un extranjero). Los dos personajes principales no son judios: ni cl sa- maritano, ni el herido quien, si hubiera sido judio, con seguridad que mereciera la atencién del sacerdote y del levita. Es decir, que la parabola de que se vale Jestis pa- or vo ejemplificar y exponer el concepto espiritual de pré- jimo (la nocién cristiana), tiene como actores principa~ les y positivos a dos no judios, y como representante de la tradicién racial-espacial de préximo a dos judios ca- lificados, uno de ellos sacerdote que personificaba en este momennto decisivo a la religién de Israel. Asi, el principio cristiano de prdjimo nace en oposicién absolu- ta a la total tradicién judia, representada en el caso por el egofsmo racial-religioso del fariseo y del levita indiferentes a los dolores del extranjero, quien mueve 2 piedad o misericordia, ho éleos, al Buen Samaritano, cuyo nombre gentilicio el orgulloso sacerdote se niega a pronunciar. Este es, pues, el momento solemne de la his- toria de Ia humanidad en que nace el principio de pro- jimidad, que es exclusivamente cristiano y transmunda- no. Es un principio para el Reino futuro, del que ofre- ciera una analogfa lejana la societas fidelium medieval que al ser eliminada de la historia, parece que se lo llevé consigo, Consideraciones semejantes podrfan hacerse acerca de la justicia, que no es igual en Aristételes y Cicerén y en Santo Tomés, por la presencia en el pensamiento de éste de la ley eterna, que introduce en la conceptua- cién del principio una variante fundamental. Esta va- riante luego se pierde como en el caso de la amicitia, a medida que se consuma en el mundo moderno la desteo- logizacién de los conceptos y se recuperan —para bien 0 para mal— las nociones de racionalismo anterior a la especulacién cristiana. El pequefio libro de Tello que replantea implicita co explicitamente, o en todo caso da ocasién a esta pro- blematica fundamental, merece la mas cdlida simpatia. Y 68. Encaminamiento Conciencia | (Gewissen) CORDOBA - ARGENTINA NOVIEMBRE DE 1965 ") 2) Bt) 4°) 5°) Es el ser moral del hombre y la vigencia de sus principios. No es elser psicolégico-fenoménico, que solamente considera la génesis de sus aconteceres. Es un ser receptivo-activo que valora sus impresio- nes y las retiene 0 no, incorpordndolas a si mismo o rechazindolas de si mismo. No se trata, pues, de aprehender pensamientos, s no de recibir impresiones, pero no indiscriminada- mente sino valorativamente. Hay, pucs, en la conciencia activa una actividad judicativa, pero, el juicio que de alli resulta no es de acuerdo a la verdad 0 falsedad de conceptos organizados en proposiciones, sino de impresiones valoradas. La conclusién de este tipo de juicio no verdad 0 falsedad, sino presencia 0 no presencia. La valoracién de la validez de la presencia provie- ne de un acto de asentimiento que dice que la pre~ nncia es real, pero no si cs verdadera o falsa. Si el juicio valorativo asiente que la presencia es real la asume a su patrimonio, y si no, la rechaza. Como Ia asuncién o el rechazo no son légico-judi- cativos, sino “asuntivos”, no se traducen en férmu- n las de inmediato, sino en actitudes que, a la larga pueden constituir un “estado”, Un “estado de conciencia” es un conjunto unfvoco de impresiones declaradas reales por una asuncién comin. Este conjunto exige la “estabilidad” ade- mas de la “comunidad” para llegar a ser “estado”. Si un estado de conciencia es estable y comin, sera “perdurable”. 10°) Los tres caracteres del “estado de conciencia” son: “estabilidad” y “perdurabilidad”. 11°) Siestos tres caracteres no se dan, no habrd, en reali- dad, “estado de conciencia”, aunque si habré una conciencia vaga o una posibilidad de conciencia moral. El hecho de que no haya un estado, no sig- nifica que no haya una conciencia, pero, eso si, sin vigencia de sus principios. i 12") Cuando la conciencia moral llega a ser estado, con sus tres caracteres de comunidad, estabilidad y per- durabilidad, se transforma en “tradicién”, 1") Podemos definir la “tradicién” como un “estado de conciencia completo”. Sin embargo, no son ‘e- ciprocables, pues la tradicién exige una temporali dad mayor. En cuanto a comunidad y estabilidad no hay diferencias. 14°) La temporalidad mayor de la tradicién es un pro- pio de ella, pero no es esencial a ella. En realidad, no hay una medida temporal de la tradicién, pero es evidente que una tradicién no puede ser de ayer. La tradicién peina siempre canas. 2 ~ 15°) No hay estado de conciencia cientifico, porque no hay conciencia moral cientifica, ni tradici6n cienti- fica, La razén es muy sencilla, pues los juicios asun- tivos no predican ni la verdad ni la falsedad, sino que dicen la sola presencia: si la presencia es real 0 no lo cs. 16°) Ni la comunidad, ni la estabilidad, ni la perdura- bilidad garantizan la verdad de un juicio légico, que es el fundamento del pensamiento cientifico. 17’) La ciencia nada tiene que ver con la tradicién, por- que no ¢s un estado de conciencia. 18°) El hecho religioso es la mas importante connota- cién de la conciencia moral: es la impresién de lo “divino”, 19°) La caracteristica de lo divino es ser una impresién de algo como si no fuese natural: es un algo divino. 20") Lo divino originariamente es predicado de algo, el cual ¢s el sujeto de aquella predicacién. 21°) Cuando la impresién de algo como si fuera divino ogra los tres caracteres de comunidad, estabilidad y perdurabilidad, nace una “religion”, 22") La religién es “a posteriori”, no “a priori”. 23") La religién se basa en un juicio asuntivo, que de- clara la presencia de un algo como si fuese divino. 24") La religién puede llegar a ser una tradicién, porque como ésta tiene los tres caracteres, pero se diferen- cia de la tradicién en que ésta parte de una impre- sién natural, mientras que la religién parte de algo B 25') 26°) 27) 28°) 29") 74 considerado como si fuese divino, es decir no total- mente natural. La religién es, pues, “un estado de conciencia” y ¢s una “tradicién”, que es un estado de conciencia completo, pero se diferencia de ésta por el juicio asuntivo que declara la presencia de lo divino (de un algo como si fuese divino). El cardcter “como si fuese divino” no Hega a ser esencial del hecho religioso, precisamente por ser “como si”, que es dubitativo no asertivo, Solamente serfa cardcter esencial si fuese asertivo, es decir, si la predicacién fuese “es divino”, Pero como tampo- co predica la naturalidad ni Ja sobrenaturalidad asertivamente, se debe declarar que se trata de un “propio propisimo”. Por consiguiente: toda tradicién es un estado de conciencia; toda religién es una tradicién; pero no todo estado de conciencia es una tradicién; ni to- da tradicién es una religién. La base comin a todo es el estado de conciencis Si no hay estado de conciencia no puede haber t dicién; pero no es necesario que el estado de con- ciencia se identifique con la tradicién, cuya tem- poralidad es siempre mayor: el tiempo es un propio de la tradicién, pero no es esencial, pues puede ha- ber tradiciones de una duracién limitada. Tampoco puede haber religién sin un estado de conciencia: un hecho individual declarado “algo como si fuese divino” ono natural, nunca crea una religién. Para que haya religién son necesarios los 30") 3) 32") tres caracteres, pero no solamente ellos, sino tam- bién el propio-propisimo del ‘como si” el algo fuese “divino”. Individualmente, el “algo “como si” fue- se divino” puede llegar a fundar un “culto”, pero nunca una religion. Si el estado de conciencia se relaja por la desvalo- rizacién del juicio asuntivo, que declaraba real la presencia de una impresién o un conjunto de impre- siones originarias, la tradicién y la religion pierden su base fundamental, pues ya no habra posibilidad de mantener la estabilidad, comunidad y perdura- bilidad. Pero la decadencia no sera simulténca, porque la mayor duracién de la tradicién, ofrecera una resis tencia transitoria de naturaleza habitual-cronolé- gica a la disolucién del estado de conciencia; mien- tras que la religién podra subsistir mas atin, porque la presencia del “algo como si fuese divino”, le ase- gura una duracién que, por fundarse en la dubita- cién del “como si”, la hace derivar a cultos indivi- duales, que por tales no son “religién”, 0 a supers ticiones oculistas 0 iniciaticas sin incidencia en la conciencia moral. Puede, pues, darse cl caso de un estado de con- ciencia que ha caducado ya, y que aparentemente perdura en una tradicién agonizante; y en la mis ma linea, de una religién enferma ya de muerte en su raiz, pero que atin subsiste en forma cultual primero muere cl estado de conciencia, luego la tradicién, y en tercer lugar la religién, con una agonia progresivamente mas extensa 0 més durable. 1 33°) Esta deduceién es aplicable a la conciencia moral natural, pero noa la conciencia moral sobrenatura- Tizada, que cac fuera de nuestra consideracién. Pe- ro la religién fundamentada en el “algo como si fuese divino”, colinda con la religién sobrenatural, pero sin identificarse en ningén caso con ella. Los procesos anteriormente descritos, pueden afectar mediatamente a la conciencia moral sobrenaturali- zada, en cuanto lo “natural” es base de lo “sobre”. Si Jo natural est caduco, el “sobre” de lo natural no tendra base firme. 34") Lo sobrenatural solamente puede fundarse en lo natural corrompido, por un “milagro”. Pero cl milagro no pertenece al orden natural de la con- ciencia moral, del cual definitoriamente queda ex- cluido. 35") La disolucién de la religién en cl orden natural, precedida de la muerte de una tradicién y de un estado de conciencia correspondiente, torna pro- blematica la efectividad de una religién sobren: tural que deber4 subsistir por sf, sin una tradicién viva y sin un estado de conciencia desaparecido. 6") Mas, el Espiritu sopla donde quiere, y la fe trans- porta montaiias. MITO - PROTOVALOR - PROTOINTELIGIBLE E] mito es una presencia, y en cuanto tal, puede ser objeto de un juicio valorativo. La presencia es 76 6. anterior al juicio, pero es el juicio el que declara Ia presencia valida. O sea, que sin presencia no puede haber juicio, pero sin juiciono hay presencia valida. El mito es una derivacién fabulatriz de la concien- cia religiosa: 0 sea, que es “algo como si fuera di- vino expuesto como fabuloso”. Es decir, que ade- més del juicio valorativo, en el mito hay una con- notacién imaginativo-fabulosa. ‘Teéricamente puede haber una religién natural sin mitos, pues la connotacién imaginativa no esté in- cluida en la definicién que hemos dado de aquélla; pero practicamente toda religién exige una cierta representacién imaginativa, Mas, esta representz cién es labil, y facilmente cae en deformaciones fa- bulosas. Lo puramente abstracto, por ejemplo, la divinidad, no inspira oracién, pues solamente se pide a algo personal. Por ello, toda religién necesita personifi- caciones sagradas, objetos de la piedad y de la ora- cién. Los mitos son representaciones afabuladas, que desbordan cl minimo requerido para la préctica de la religin natural. Por estar sujeto a la imagen, el mito recsaza el infinito como un mitologema que le sea inherente; por cl contrario lo excluye. Una mitologizacién del infinito 0 de algo connotado por él, ¢s inima- ginable, y la fabulacién es siempre antropomérfica, pues la imaginacién necesariamente también lo es. 7 10. 11. 12. 738 (También puede ser zoomérfica, pero es siempre antropogénica). En todo caso excluye siempre la omnipotencia, la inmensidad, y en general, todas las “perfecciones” negativas. No existe un mito del No-Ser. Se puede mitologizar lo divino pero humanizado, porque no hay imaginacién de lo divino que no lo sea. La mitologizacién es, asf, la humanizaci6n ima- ginada de lo divino, El mito encarna imaginativa- mente, redime al hombre de su ceguera para lo di- vino: le abre los ojos a lo primordial, le 44 raz6n de un principio, sobreclevandolo al orden religioso natural. Y es evidente que un pueblo, que sin rel gién natural es inconcebible, no puede vivir sin mi- tos, transcripcién imaginativa de aquélla. Por consiguiente, un pueblo sin mitos es un pueblo sin religién natural. Un pueblo sin religién natu- ral ¢s un pueblo sin tradicién y sin estado de con- ciencia. Ser pues, como dijo Schelling, un pueblo en estado animal. Para que un micleo humane, sal- ga de su postracién animal, es necesario un estado de conciencia, una tradicién, una religién y una mitologia. Este orden es inviolable: no se puede tener tradi- cién sin estado de conciencia, ni religién sin tradi- cién, ni mitologia sin religién. La mitologia ¢s una mediacién imaginativo-fabulo- sa entre la divinidad y el hombre. Lo ino es anterior al mito. 13. Lo divino es “algo” al que el hombre religioso ape- lida divino 14. El “algo” es anterior a lo divino. 15. El “algo” es la ARXH (“principium”) 16. La imaginacién fabulatriz del hombre crea los dio- ses, como la representacién de lo divino. 17. La ARXH no mitificada es el Ser, el cual es divi no, pero el Ser no pertenece al orden mitolégico, porque en él no media la imaginacién fabulatriz. E] Ser es un algo determinado asi por el intelecto, por el “Nous”. El juicio que sirve de base a su determinacién, no es asuntivo, sino légico. 18. El Ser es un valor: es un Inteligible. 19. El Ser es el Protointeligible, mientras que la Divi- nidad ¢s el Protovalor. 20. Al Protointcligible tenemos acceso por cl intelecto, “Nous”. 21. Al Protovalor tenemos acceso por la religién, “pis- tis’ 22. La ciencia del Intelecto “Nous”, es la Metafisica. 23. El saber de la “pistis”, es la Religién. 9 Discurso Pronunciado el 23 de Noviembre de 1966 en la Cena Restorén Retiro BUENOS AIRES - ARGENTINA 1966 jCompatriotas! Distraeré unos momentos vuestra atencién, satis- fecha ya, sin duda, por las clocuentes palabras de quie- nes me preced:eron, en este acto expresivo de sobera- nia. Pero aprovecharé la circunstancia que se me brin- da para reiterar y explicitar unos conceptos que expuse cn un acto oficial posterior al 28 de junio, en Cérdoba, cn presencia de representantes de la Revolucién Argen- tina —a la sazén en sus comienzos promisorios— y que hasta hoy no encontraron dénde ser publicados Mis palabras se refieren a la cultura, tan olvidada en Ios extensos discursos oficiales, en los que no sopla el espiritu para nada. Es curioso que se hable del ser na- cional, de Ia restauracién de las instituciones, de la sal- vacién de la patria y de todos los tépicos de la retérica oficial y no se mencione ni por asomo la urgencia de restablecer el espfritu nacional, el orden virtuoso ético y dianoético, no complementariamente, no accidental- mente, sino primordial ¢ inicialmente. El scr nacional es, en definitiva, el ser concreto del hombre argentino, al cual hay que formarlo desde la raiz, en la recia enver- gadura de la voluntad comunitaria de poder y de ven- cer y no en la dialéetica de la “clase discutidora”. Se ha dicho que ésta es Ja tiltima oportunidad de salvacién que se ofrece al pais, y tal vez asi sea, La si- 83 tuacién catastréfica general hace pensar que estamos en el meridiano cero, 0 sca al borde del nihilismo, pa- labra temible porque corresponde al més inhéspito de todos los huéspedes. Més si el nihilismo es real, en el orden institucional nuestro serd posible la creacién de Ia nada, que cs Ja Gnica creacién auténtica. Parece, en efecto, que la realidad argentina ha legado a un punto muerto, y que no puede ser continuada, El estatuto de- cisionista de la Revolucién Argentina es una decisién gordiana que ha interrumpido la continuidad de la tradi- ci6n institucional del pais, la cual ha sido reducida justa- mete a la nada, aunque por fuerzas anteriores y superio- res a la revolucién misma. Como con los principios no se juega (resuena en ellos la voz del Destino) , decidida la muerte de la tradicién politica —y acaso mas que po- litica, de la nacién— hay que ponerse a crear desde la nada, como conviene a un dios que tiene todo en sus manos y que debe fabricar un nuevo mundo. Porque lo muerto muerto est4 y no cn broma. Pero la verdad ¢s que nuestro demiurgo hasta ahora no ha realizado nada que pueda acreditar su misién divina 0, si se quie- re ser més personal, nada que revele en él una natu- raleza carismatica. No hay en nuestro gobierno actual una decision vital, una inspiracién existencial, esa es- pecie de voluntad césmica incontrastable que es el se- Mo de la accién creadora, Por el contrario, parece cm- pefiado en gobernar con lo que la revolucién confirmé y declaré muerto, fenecido, concluido: no solamente ‘con conceptos sin entidad, sino también con individuos espiritualmente extrafios a este nuevo mundo, sombras de una realidad que ya no existe mas y que no puede existir mas. ad No tengo por qué pensar mal de nadie; no tengo por qué atribuir malas intenciones a personas honra- das. Pero yo me reficro ahora al orden de la conciencia histérica, cuya ausencia es fatal en un gobernante. La plena conciencia histérica es propia de los genios de Ia politica, pero modestamente se la puede poscer tam- bién, pues hay buenos politicos que, sin ser genios, la poseen en grado suficiente, Mas sin conciencia hist6- Tica es imposible gobernar, es imposible dar un paso seguro, Precisamente, la conciencia histérica nos hace saber por quién doblan las campanas y nos revela que ha terminado absolutamente una edad del mundo y que muchos mitos de la edad anterior han caducado. Los principios liberales han caducado en su totalidad y con ellos la democracia, Hay otros mitos que también han caducado; por ejemplo, en cl orden religioso, el del “pueblo elegido”. La caducidad del mito del “pueblo clegido” es el hecho mas importante de la historia universal que co- mienza con este siglo, porque al desmitizarse y, por tan- to, secularizarse cl judaismo, la tradicién 0 parddosis cristiana se libera de una cnorme y onerosa carga que Hevé sobre sus espaldas casi por dos mil afios; a la vez que el judaismo, que ingresa ahora en el orden humano- terrestre (en la Eretz Israel), adquiere un “status” po- Iitico a nivel de cualquier otro pucblo: el judio es tan sagrado como un paraguayo o un portugués. El antise- mitismo, como actitud religiosa, ya no tiene sentido pa- ra el hombre cristiano actual. Otra de las expresiones miticas derivadas de una yuxtaposicién del cristianismo y Io temporal-politico qne ha desaparecido del cuadro de valores practica- 85 bles, es la “projimidad”, vigente en la reptblica cristia: na del Sacrum Imperium dentro de un sistema inteli- gible analégicamente. La “projimidad”, derivada de la parabola del buen samaritano, es de absoluto cardcter teol6gico y solamente puede tener vigencia en un Estado tcol6gico, como histéricamente la tuvo en el Sacrum Im- perium; pero transportada al orden politico secular se trueca en un factor de poder, en un instrumento de do- minio de los Estados omnivoros que degluten ast a los Es- tados débiles. No puede haber projimidad con el podero- so en el orden temporal, pues es una ley inexorable que siempre el poderoso termina aniquilando al débil. En rigor, en cl orden politico no puede haber amistad si- no sobre la base de la igualdad, que se twaduce fugaz- mente en el equilibrio de poder, que siempre dura po- co. Por ello, la conducta consecuente es la de amigo- enemigo, que precave a una nacién de ingratas sorpre- sas y fomenta su conciencia de autodeterminacién, “Barbaro” no significa inculto o pagano, sino extrafio. Este concepto del derecho antiguo, que desaparecié ba- jo cl imperio de la “projimidad”, es de derecho na- tural, y hay que restaurarlo, porque es un saludable elemento de individuacién que concurre a impedir la absorcién de los Estados débiles por los Estados pode- rosos. i La corrupcién seméntica del saludable concepto politico de “barbaro” se debe a su alianza naturalmen- te hibrida con la idea de “projimidad” que es de ge- nealogia divina y no de derecho natural. Barbaro es el extrafio a la nacién, el extranjero, el que no es de mi nacidn, el que no es mi hermano de sangre y de tierra, © sea, el que no cs mi compatriota. Préjimo, de acuer- 86 do a Ia idea cristiana, es “todo el mundo”, pues para ¢l buen samaritano no tiene ninguna importancia ni la raza ni la tierra, que son nada ante la realidad del amor divino que “berra todas las fronteras”. En un Estado cristiano —o tcolégico o sobrenaturalizado— la idea de projimidad es inteligible y hasta cierto punto practi- cable; pero cn un Estado politico natural es absoluta- mente imposible que lo sea. Esta confusién tremenda es la expresade cn la férmula de Sarmiento “civiliza- cién y barbaric” cuya transcripcién exacta es “projimi- dad y barbarie” y cuya carga destructora es atroz, por- que equivale a declarar “barbaro” al sefior y duefio, y sefior y duefio al “barbaro”, en este caso el extranjero civilizado, monstruosidad propia de este raro ¢ incom- prensible pais, pais de “Umkippungen” o de “patas arriba” para emplear una expresién marxista. De ha- ber existido Sarmiento o Alberdi en la época de Tuci- dides, de Técito, de Bodino, de Bossuct hubieran sido exccrados 0 ejecutados vilmente. Los judios los hubie- ran lapidado, En nuestro raro pafs son prototipos poli- ticos y pedagégicos. Mientras no se rchaga el cristianismo de su crisis actual no tenemos por qué no practicar principios que son propios del orden natural, que en el pasado acaso tuvieron una versi6n inspirada en la teologia, cuando el reino de Dies era arquetipo politico y se hablaba uni- vocamente de Rex y Sacerdos. Pero las instituciones sobrenaturalizadas por la gran fuerza del cristianismo cn la plenitud de su vigor, ahora se han resecularizado con ritmo acelerado, a medida que el cristianismo picr- Ge vigencia en el espfritu humano. Porque lo sobrena- tural solamente depende del hombre como potencia 87 obediencial, muy poco o nada puede hacer éste para restablecer un orden debilitado o fenecido. Hay, pues que adecuar la accién humana a sus posibilidades con- cretas temporales, y mas que todo en el dominio politi- co, cuyo dinamismo es incocrcible. Tampoco Ia accién del ciudadano es misional, sino de cooperacién en un orden mundano dado, al que se religa como a un todo al cual pertenece vitalmente. El retraimiento de lo so- brenatural implica la exigencia de un reajuste con el mundo, para evitar ser destruido por el regreso brutal de las cosas resecularizadas. Este es el orden nuevo, acaso retornante, pero en todo caso histéricamente real, en que se mueve el mundo al que nosotros perte- necemos y del cual no podemos evadirnos. Atenerse obstinadamente a ideas que ya no tienen ninguna vi- gencia efectiva, equivale a condenarse a la esclavitud y mediatizaci6n, como pasa con todos aquellos que sc tapan los ojos y no quieren ver Ia realidad concreta y dura. En el orden actual nada hay més sin sentido que Ja sujecién a los principios liberales. El liberalismo es una ideologia contra-natura, y por ello nada ha costado su desintegracién especulativa ¢ histérica, aunque to- davia sea invocado por sus defensores trasnochados. Y, sin embargo, este sistema de ideas que no existié en el pensamiento clésico, ni en el medieval, ni en el mo- derno en la época de las grandes sintesis politicas, es ¢l que ha modelado el espfritu de nuestra nacién. El diagnéstico de nuestra impotencia para llegar a ser una nacién coherente y crear un Estado poderoso, se iden- tifica con la presencia en nuestra sangre del virus libe- ral-democratico, actuante desde nuestros origenes, pues 88 ya est incoado en los doctores de Evora, los maestros de Altusio, que eran hispano-portugueses. Pero en estas ticrras de América encontré el humus y el clima pro- picio para su arraigo y crecimiento. Gorrespondia su presencia en Europa a un momento de desintegracién, y de alli su autenticidad epocal; pero ahora, cuando se vuelve acclerada y brutalmente a las grandes sinte- sis politicas y el cristianismo desfallece, no puede dar- se nada mds anacrénico y menos creador que el libe- ralismo demoeratico. No haré historia, porque no es mi tema de esta noche, Mi tema es la cultura politica, 0 sea lo que con- viene saber, mas lo que conviene saber que lo que con- viene hacer, que siempre viene después del saber. El jurista alemén Rudbruch decia: “Am Anfang stand die Rechtsphilosophie, am Ende die Revolution”, o sea: “en el comienzo esta la filosofia del derecho (0 sea el saber), al final la revolucién (0 sea el hacer) Aqui pretendemos hacer una revolucién argentina, sin el saber de la cultura histérica y sin la vivencia de la realidad del circunmundo. Como diria el P. Castella-~ ni, pretendemos “. . .ir contra el viento”. Asi nos salen as cosas también “para el lado de los tomates”. El problema primordial nuestro no es el del co- munismo, ni el del antisemitismo, sino el de la autoa! macién, el de la adquisicién de una personalidad, ¢C6- mo podremos tomar una posicién internacional si ca- recemos de personalidad, de autoconciencia? El pro- blema fundamental para nosotros, ciudadanos de un pais emergente, es el formarnos con una vigorosa auto- conciencia, © sea un problema de cultura, en cuanto 89 cultura implica, como dije otra vez, “la consecucién de la areté © aristefa, la perfeccién total del hombre con- siderado universalmente”. Esta perfeccién es platénica y, cuando se logra, da como resultado el ciudadano ideal, con una profunda autoconciencia que incluye la conciencia de si y la conciencia del todo cuya ver- sién politica es Ia polis. Y todo lo que tienda a diso- ciar esta unidad vital y ontolégica, es mortal y debe ser combatido sin cuartel: la suma de la enemistad €s para nosotros el liberalismo democratico; asi como Ja dinica posibilidad de salvacién, en este momento de nihilismo, es el nacionalismo integral. Dudo que haya otra salida y por eso me arriesgo a proclamar que el nacionalismo es salvifico, y por eso repito ahora lo que dije en 1931, al iniciar mi carrera docente: “Argentina para los argentinos”. A pesar de lo que nosotros los nacionalistas hemos hecho, Ia formacién del hombre argentino apenas esti iniciada, pero en este respecto lo tinico realizado de un modo racional —creador— es nacionalista. El naciona- lismo es el vitalismo politico, es la connotacién gené- siaca de la personalidad politica, lo intrinseco a cual- quier ser que se autopone y se afirma ontolégicamente existente con decisi6n irreversible. Fuera del nacion: lismo no existe politicamente la categoria integral y di nmica del YO, es la finica doctrina que permite poner con fuerza posesiva la mano sobre el coraz6n, Sin na- cionalismo no hay nacién, no por derivacién etimolé- gica sino ontolégica y vital. El nacionalismo logrado es la expresién de una gran nacién, Las grandes culturas son frutos de Ja vitalidad nacionalista y por eso toda gran cultura es patrimonio de los pueblos imperiales, 90 que tienen en el epos su expresin de la voluntad de poder, y en su lirica la diecién de su alma ociosa en la contemplacién, y en su teatro la exhibicién de sus pa- siones dominadas por la voz del Destino, y en su his toria Ia narracién de sus mitos y sus glorias, nunca pratuitas y amasadas siempre con la sangre y con la tierra. Un ejemplo definitivo lo ofrece el gran Claudel, cuya obra poética, incluido su teatro, —a pesar de las veleidades democratistas del inmenso aeda— se inspira fatalmente en la tradicién de Francia medieval, cuan- do corrian por las venas de esta nacién los genes im- periales. Sélo lo grande produce lo grande. ;Felices los pueblos que tuvieron grandeza y que dejaron en el de- curso de su historia las huellas de las garras del leén! Nosotros, en nuestra tradicién tuvimos un solo in- dividuo histérico capaz de una gesta épica: el General D. José de San Martin, que sintié en su alma Ia nos- talgia de la grandeza, bajo cuya inspiracién consumé la empresa de los Andes, Pero nunca fue feliz, acaso porque entrevié cl destino inmediato de su patria, al borde de una dolorosa anarquia. La empresa colosal sanmartiniana debié traducirse en una vigorizacién equivalente del espiritu nacional y en un periodo de «splendor de la cultura patria, pero los ecos de los cla~ rines de Chacabuco, Maipo y Ayacucho no encontra- ron el ofdo homérico que los registrase ni la voluntad que se deificase para crear la “grandeza” histérica de nuestra nacién. La gesta de los Andes parecia, por sus efectos, desproporcionada al alma argentina. Esta tris- te comprobacién de un hecho que pudo Iegar hasta la indiferencia no toca a la clase popular, que es siempre dirigida, sino 2 las “élites” que se arrogaban la pose- 91 sién de Ia cultura. En esta esfera gravitaban por enton- ces influencias iluministas, que degradaban la varonia del alma nacional. E] iluminismo era la versién lite- raria de un principio que en el orden politico informa- ba al liberalismo, o sea el culto de la libertad como un fin en si misma y sin intencionalidad al orden comuni- tario. Era la exaltacién del individualismo y el imperio de los instintos sobre la inteligencia. La corriente ilumi- nista-liberal estuvo presente en la época de Rosas (Vélez Sarsfield, Garefa, Reyes). El gran hombre no pudo ad- vertirla, y esta insensibilidad para detectar a su mayor enemigo es un aspecto débil del rosismo. La conviven- cia con el liberalismo iluminista afecté a Ia base cultu- ral del rosismo, a la base cultural, digo, pero no a su base hist6rica. Después de San Martin es Rosas la ma- yor expresin en nuestra historia de la voluntad de po- der: su gobierno es un ejemplo aleccionador de decisién, Entscheidung schmittiana. Solamente bajo un gobernan- te de este tipo fue posible un hecho épico como la Vuelta de Obligado, especie de Termépilas argentinas en que se jugé la suerte de la nacién frente al barbaro. Pero en Caseros se perdié todo y después el demo-liberalismo se expandié por toda la repiblica. El liberalismo, que en su forma politica absorbié de hecho al iluminismo, ha modelado la cultura argentina hasta hoy y es el tnico responsable de la pardlisis del espiritu nacional: es una doctrina contra-natura que no fue practicada por nin- gin Estado creador y que sélo sirve para disolver en el individualismo de la voluntad a la persona humana, na- cida para la comunidad y el orden. El liberalismo de- mocratista es disociante y andrquico por naturaleza. La declaracién de Ia revolucién argentina del 28 de junio sefialé para nosotros una esperanza: la restau- racién del principio de autoridad y la vigencia de un estatuto decisionista frente a una constitucién caduca, henchié nuestra alma argentina de ideales sanmartinia- nos y heroicos. Mas, instruidos ya por la experiencia, reservamos prudentemente nuestro juicio, recordando que si bien las ideas rigen a los hechos, son ellas pro- ductos del espfritu del hombre. Quien no sea ducfio de una idea, no la realizar jamés. La fidelidad a las pro- pias convieciones es una cuestién de honor, cs la prueba definitoria de la calidad de una persona: Si fractus illabatur orbis Impavidum ferient ruinae. (El varén justo aunque se desplomen los cielos, aguantara impavido sus ruinas). Sin pretender ninguna ejemplaridad, aspiramos a haber colaborado a Ja cultura de nuestra patria en una Iinea de continuidad y honor. En cuantos cultos, hemos trabajado por la perfeccién del hombre, o sea por la con- secucién de la “areté” o “virtus” tal cual traducia ajusta- damente Macchiavelo, La “areté” en su puridad origina- ria era una calidad ligada a la fortaleza del 4nimo, no tanto referido a si mismo cuanto en su relacién a la co- munidad, a la cual el ciudadano servia hasta la muerte. En la primitiva comunidad griega, que para nosotros es paradigmitica, la “areté” era la fortaleza del guerrero que frente al exemigo nunca vuelve la espalda: “Con las piernas abiertas, los pies firmemente asen- ‘dos en el suelo, embrazado el escudo, mordiendo el labio con los dientes y esgrimiendo en la diestra la lanza mortal”. El gran Tirteo, de quien tomo esta pericopa, ofre- 93 ce para mi la versién mas auténtica de lo que es la “pirtus” para los pueblos que, como el nuestro, emer- gen recién a la vida, pero ganosos de ser y con espfritu macho. Una cultura que en nuestra tierra promueva una formacién virtuosa, dada Ja situacién histérica del me- dio, no puede hacerlo sin fomentar aquel sentido pre- socratico de la “areté”, con todas sus implicancias sal- vificas del honor nacional, de la grandeza de la patria, de su gloria, de su poder, del orgullo de pertenecer a tuna polis soberana amasada con la sangre y con la tierra. Evoco en este momento la figura inconmensurable de Leopoldo Lugones quien, a vosotros los orgullosos provincianos nacidos y crecidos en aspero suclo, nos ha dejado en “La guerra gaucha” —que en propiedad de- beria llamarse “guerra criolla— el modelo homérico de nuestro destino, La “Guerra gaucha” o “eriolla”, digo, y no el “Martin Fierro”, que no es épico sino romances- co, —romance de “ave solitaria”— sin sentido social y exaltadamente individualista. En cambio el criollo, el campesino 0 montafiés de tierra adentro, es hombre de hogar, religioso, con familia organizada, y que lucha no por si sino por su patria, como los de la Vuelta de Obli- gado; inserto en una polis por Ia cual conscientemente combate y rinde su vida. Personalmente, me inclino a ver en el Martin Fierro un mito individualista, creado por el liberalismo iluminista. Si no es asi, mejor, pero en todo caso nuestro sentido épico nos mueve hacia una cultura intrespectiva, entrafiable y comunitaria que, in- formada por la “areté” espartana, inculque a las nuevas generaciones revitalizadas, el sentimiento fundamental de grandeza, poder y gloria de la Patria. 94 Prélogo a la obra “Las Reformas del siglo XVIII en Espana e Hispanoamérica” del Dr. Jorge Guillermo Bas CORDOBA - ARGENTINA 1966 La historia oficial argentina es un producto de in- venciones, impuestas a la conciencia popular por los ilustrados del Puerto. Su vigencia ha estado regulada por Ia hegemonfa de Buenos Aires, donde proliferé una men- talidad alimentada por la imitacién de lo europeo, y por la indiferencia creciente hacia el pafs real, que a las es- paldas de Buenos Aires se debatia en su problematica existencia. La imitacién de Europa es conveniente, pero solamente cuando se practica con una conciencia inteli- gente y vigilante de la propia situacién, que es lo fun- damental siempre, pues de lo contrario se cae en un h: bito simiesco, y en el olvido del pais real, principio de individuacién en cl orden politico, sin el cual no hay personalidad inteligible, Esta conducta de olvido del pais real y de imitacién irreflexiva de una cultura dos veces milenaria por suje- tos prematuros, ha levado a una situacién de servidum- bre espiritual que ha hecho propicia la entrega al extra- fio y Ia negacién vergonzante de lo propio. Para tal men- talidad la autoctenia es un pecado y la entrega incondi- cional una virtud capital. Desgraciadamente, la entrega Gpiritual ha side el paso inicial a la entrega total, en todas las formas temporales de sumisién. Fomentada por Sarmiento y Alberdi, dos provincia- nos desorbitados y enajenados, did un resultado nega- 97 tivo, en cuanto ereé en el argentino un complejo de inferioridad frente al europeo, que mat6 la conciencia nacional irremediablemente. Los tres determinantes de Ia conciencia nacional, los sentimientos de grandeza, po- der y gloria, que fundamentan el orgullo nacional y sostienen el patriotismo, fucron extinguidos por el sar- mientismo y el alberdismo, que no acertaron a discernir con prudencia los mites de una imitacién y de una asimilacién, Estos extrafios profetas eran respectivamen- un paranoide y un lipotimico, y su clasificacién antropo- l6gica corresponde exactamente a su obra destructora en sus dos fases de aniquilamiento activo y de apocamiento hasta la humillacin. Ambos carecian de una mentali- dad légica y practicaban un univocismo primitive, exa- cerbado por su imaginacién deslumbrada frente a la grandeza de la cultura europea. Carecfan de Ia facultad analogizante, que hace posible la adopcién de lo extrafio sin afectar lo sustancialmente propio. Fue una desgracia tremenda que los dos profetas fuesen ofdos y que sus exhortaciones fuesen aceptadas sin discriminacién, Lo que vino después significé una catastrofe acaso irremediable para cl espiritu nacional, cuya remodelacién requeria una sabiduria extrema. El espiritu nacional o la conciencia nacional o la concien- cia de ser nacional, era en nuestro pais un protoplasma informe y con ingredientes de calidad dudosa, San Mar- tin, cuando residié en Saldan para reponerse de sus do- Tencias, decia reiteradamente que la revolucién de estos paises del Plata “era una revolucién de carneros”. Para hablar de este modo, el Gran Capitan tendria sus ra- zones y sobre todo su experiencia, pero sus palabras, por 98 | —_— venir de él, han acentuado nuestras dudas acerca de la fbula del “gran pucblo argentino”. Naturalmente que quisiéramos que realmente fuese grande, pero nuestra historia no estimula mucho nuestros descos. La blandura ¢ inconsistencia del espiritu nacional se acentué con el aniquilamiento de los caudillos del in- terior, tiltima manifestacién del coraje macho y aquileo capaz de fundar una conciencia nacional efectiva, de hombres que saben morir y saben matar por su patria Después de consumada esa obra criminal que dirigia Sarmiento desde Buenos Aires, ha ido emergiendo el tipo argentino actual, especie de molusco incapaz de una reac- cién viril, para quien el patriotismo es una palabra sin contenido. Ni en el nacionalismo hay por ahora indi- cios de reaccién, pues cn esta tendencia politica se da el caso frecuente de los vencidos por los halagos de la entrega o de quienes propician la destruecién del prin- cipio de Patria, forma de traicién que solamente cabe en ciudadanos degenerados y envilecidos. La tarea de reconstruccién de la conciencia nacio- nal es larga y dificil: equivale a ensefiar a andar a un paralitico. Pero de su éxito depende la subsistencia de la nacién. Uno de los aportes mis positives a esa obra de re~ creacién, cs el revisionismo, que se ha impuesto el tra- bajo de desmontar la historia oficial, sefialando sus fal- sedades, equivocaciones y errores. La necesidad de co- nocer las cosas en su realidad histérica, en sus raices mismas, lleva a los argentinos que aman a su patria y que desean liberarla de la opresién del entreguismo, a indagar Jos origenes de este sentimiento traidor. Hay 99 que completar cl diagnéstico de San Martin, para po- der curar la enfermedad. El autor del trabajo que pro- Jogo, sitvia su investigacién histérica en la Espafia de Carlos TIT y en sus relaciones con Ia politica inglesa dc esa época. El cuadro que ofrece del siglo XVIII es- pafiol es de un pesimismo sombrio, a pesar de que se lo tiene por el de la “revolucién burguesa” en la Penin- sula, Indudablemente que lo fue, como lo fue también de la decadencia de la nobleza de sangre y de la exal- tacién de la nobleza pro virtuti et merito. Pero habia implicaciones dafiinas que rofan el Estado espafiol por dentro y por fuera. En esa obra a la vez visible y su- brepticia de destruccién, esta presente la politica inglesa, que ayudé al derrumbe de Espaiia como potencia mun- dial. Espafia estaba al cabo de un proceso incocrcible, como si hubiese cumplido su ciclo en la historia univer- sal, tal cual le ocurrié en el siglo XX a la propia Ingla- terra, que acaso en el siglo XXI sea una isla desolada, y su historia, un recuerdo grato 0 ingrato. La conclusion inmediata que se saca del estudio de Bas, es que el en- treguismo tiene una genealogia transatlantica y que el demonio tentador tiene casi siempre ciudadania inglesa aunque no siempre sangre inglesa. La valentfa del autor para plantear y sostener su tesis, la movilidad cinema- togrdfica de su exposicién, la conviccién que motiva su dialéctica y sobre todo su insobornable sentido na- cional, recomiendan esta obra que aporta una piedra preciosa a la literatura revisionista. La anécdota de San Martin es la siguiente: “Cier- ta vez el mayordomo de Ia estanzuela (de Saldén) que era espajiol, habia zurreado de lo lindo a uno de los peones, que era criollo. San Martin escuché la queja 100 que le llevé6 el infeliz, y le reproché indignado que siendo americano se hubiera dejado golpear por un maturran- g0, a tres afios de iniciada la revolucién, y dice que agre- 26 con despecho: “Esta revolucién no parece de hom bres sino de carneros”... El hecho fue narrado por el mismo San Martin a un grupo de patriotas que tiempo después lo visitaron. . . Y estos volvieron a escuchar el duro sarcasmo del ge- neral: “Esta cs una revolucién de carneros”. (Victor Barrionvevo Impostt: “El libertador D. José de San Martin y la provincia de Gérdoba”, pag. 215). 101 La Argentina en el nuevo e6n del mundo Trabajo aparecido en tres entregas sucesivas a la revista AQUI y AHORA CORDOBA - ARGENTINA - Marzo 1971 En mis clases universitarias de la Facultad de Fi- losofia, reclamo inicialmente a mis alumnos dos condi- ciones fundamentales para seguir mi pensamiento: 1°, la conciencia de la cternidad del Ser, y 2°, la aptitud de advertir que vivimos en una nueva edad, no en el sentido de una renovacién transitoria, sino en el sentido radical de algo totalmente nuevo: es Jo que llamo nuevo edn de acuerdo a una tradicién griega, O sea que el mundo, en el transcurso de su vida eterna, cumple una edad y asiste simulténeamente a la caducidad de todas sus instituciones, y entra en otra para recomenzar su existencia. Parece que esta idea es irania y que es impli- cita en la escatologia zarathistrica 0 zoroastrica. Pero Aristételes la conceptualiza en su obra juvenil Sobre la Filosofia, donde enuncia la teoria de los ciclos eénicos, que tendrfan como hitos a las grandes figuras histéricas: asi, después de Zarathustra que sefiala un e6n, seria Pla- tn quien sefialaria otro a 4000 afios de distancia. EL filésofo del Timeo bien puede ser considerado como la personificacién del edn griego, y tal vez le haya sido segiin lo atestigua el mito que trae la Vita Platonis de Olimpiodoro, de acuerdo al cual Platén habria nacido de una virgen y del dios Apolo, con prescindencia del esposo Aristén que s6lo habria desempefiado el papel de padre putativo del nifio. Del edn griego tenemos una cronologia segura y una historia pormenorizada por una 105 Se tarca historiografica puntual, como lo prueba la Grie- chische Geschichte de Bengtson, compendio estupendo. Un nuevo edn comienza con Cristo, Habria tenido una duracién menor al zarathtistrico, lo cual no indica nada en contra, pues el ritmo de la eternidad tiene compases distintos, Asi, el eén cristiano habria durado dos mil afios, es decir, que su perduracién sera mayor que la del griego y tal vez menor que el zarathiistrico. En cuanto a la caracteristica esencial de estas duracio- nes yo las veo asi: el edn zarathiistrico es teogénico, el griego es ontolégico, el cristiano es teolégico. Ahora bien, cuando uno de estos cones pierde su caracterfstica esen- cial se extingue. Las teogonias fueron reducidas a nada por el pensar conceptualizante de los griegos. A su vez las construcciones cosmolégicas de los helenos se de- rrumbaron ante el creacionismo judeo-cristiano. Ahora es el caso de preguntarse si el creacionismo que informa constitutivamente el eén cristiano ha caducado (cuan- do digo creacionismo comprendo toda la tcologia de la creacién). El tiempo que ahora vivimos, me mueve a responder afirmativamente aquella pregunta. Todas las circunstancias que nos rodean nos dicen que el edn cristiano ha cumplido su ciclo. La exposicién de este proceso bimilenario ¢s posible con exactitud hist6rica, desde la irrupcién cristiana en tiempos de Constantino hasta el Vaticano II. Pero naturalmente, en esta breve nota s6lo puedo hacer indicaciones. Sintéticamente, des- pués de los afios inciertos de la época evangélica y de los Padres Apostélicos, el cristianismo se constituye co- mo catolicismo, en la religién de Europa, y se erige en la religién del imperio constantiniano, El cristianis- mo, que aspiraba a ser la tinica religién sin raza (pues, 106 fuera de él no hay ninguna religién sin raza) se asenté en el supésito de la raza blanca del imperio, y desde entonces tomé un incremento colosal, bajo cl nombre de catolicismo. Y asf, la historia del cristianismo llega 2 ser la historia del catolicismo. Y la historia del cato- licismo es la historia de Europa. La primera faz de esta historia es como una catd- basis, un descenso poco mas 0 menos analégico del cielo a la tierra. Su expresién ambiciosa es el ideal del reino de Dios como arquetipo politico. Inocencio III es quien expresa con mayor energia la conviccién de ser un me- diator Dei, una especie de hipéstasis humana entre Dios y los hombres. Pero Inocencio II es el cenit de esa idea, bastante coherente por lo demas con un sentido agustiniano de la historia, aunque no tanto con la mente de la teologia tomista, Después del siglo XII, la fe cristiana comienza su descenso que arrastra consigo a todo el orden institucional catélico europeo, que era el tinico existente. Tendré que prescindir de esta histo- ria, y me conformaré con indicar tres presencias decisi- vas, que en el siglo XIX constituyen como el remate de esta agonia. La primera es la aparicién de la Fenomeno- logia del Espiritu de Hegel en 1807; la segunda es la publicacién de la Politica Positiva de Augusto Comte en 1851-545 la tercera la edicién del Manifiesto Comunista de Marx y Engels en 1884. Estos tres hechos son absolu- tamente definitorios como expresiones del final del edn cristiano del mundo. Hasta fines del siglo XVIII, toda- via era efectiva aunque muy debilitada la inhabitacién de Dios Creador en la conciencia del hombre y la Teologia era inteligible. Pero ya el ujier 0 sea la raz6n, estaba en la puerta del recinto de la conciencia pidiendo el desa- 107 lojo para el antiguo huésped que regresaba después de dos mil afios de ausencia. Este nuevo huésped era el Ser eterno greco-parmenideo, cuyo alegato irrecusable lo constituia la fenomenologta del Espiritu de Jorge Gui- Ilermo Federico Hegel: esta obra, de inspiracién demé- nica (dictada por un daimon quiero decir), esté com- puesta alrededor dle un solo concepto, el de Autoconcien- cia, que en su estructura tautolégica significa “inhab tacién del Ser en la conciencia del hombre” 0 también “conciencia de la cternidad del Ser”. Las consecuencias del retorno del Ser eterno provocan el oscurecimiento inmediato de la idea de Dios creador. Es ¢l momento histérico cn que el Dios teolégico desaparece: no que haya muerto, porque no se pucde declarar muerto a quien no se conoce, sino que su presencia misteriosa es declarada innecesaria. En este sentido se debe entender cl llamado ateismo contempordneo, que no niega la existencia de Dios creador (no se puede naturalmente c filoséficamente ni negar ni afirmar la existencia de Dios), sino que declara innecesaria su presencia por ser cl mundo eterno, Con ello se decreta simulténeamente el fenecimiento de toda teologia de la creacién, 0 sea de toda la teologia, que ¢s la teoria del cristianismo. El cris- tianismo sin teologia se queda vacio. No puede haber un cristianismo sin contenido teolégico trinitario, pues so- Tamente asi se puede dar la Encarnacién del Verbo que hard efectiva la redenci6n de la creatura signada por el pecado original. Pero la nueva teologia no comienza por alli, Toda la especulacién trinitaria y su proyeccién crea- dora-redentora cs remitida a la esfera mitica y funda- mentalmente ligada al gnosticismo. La llamada teologia liberal planted el problema de si era posible Ja climina- 108 — — cién de las “afirmaciones mitolégicas” del Nuevo Tes- tamento, como punto de partida de una comprensi6n adecuada de la palabra evangélica. El tedlogo no libe- ral Rodolf Bulimann en su famosa memoria Nuevo Testamento y Mitologia (1948) da al problema un sen tido positivo y afirma que la predicacién de la Palabra, no tiene un sentido histérico 0 en todo caso mitico, sino, de interioridad escatolégica o de fe viva en ella, Con ello, la Apologética que ocupaba un lugar preponderan- te en la ensefanza de los seminarios, pierde contenido © razén de ser y, tampoco tiene sentido la Teologia Es- peculativa. Toda la actividad del cristianismo deriva a la predicacién o kerigma evangélico, bajo un signo exis- tencial, lo cual proyecta al primer plano al “misterio de ]a salvacién”, actitud claramente Iuterana que cada vez gana més adeptos en la teologia catélica. Teologia des- ligada del orden histérico y por supuesto del orden cien- tifico, no se compromete con el problema de la creacién, y deja abierta la posibilidad de la convivencia religiosa con la Autoconciencia. Se trata de un cristianismo de postrimeria, sin la presencia objetiva y viva de los Mis- terios que informaban esencialmente a la Teologia Es- peculativa, ahora silenciosa. No se equivocé Péguy cuan- do declaré a Tomas de Aquino muerto y enterrado. Pe- ro el poeta no adv'rti6, lo que ese dbito significaba. En realidad significaba los funerales de la Teologia Especu- lativa 0 sea de la Teologia trinitaria de la creacién y del Verbo encarado. Péguy cra catélico, pero estaba enceguecido por Ia ilusi6n bergsoniana. La misma Evo- lucién creadora cra una manifestacién del Ser increado y eterno, El edn cristiano ya habia terminado. 109 wh La tesis expuesta en el niimero anterior de esta re- vista, ha despertado interrogantes que exigen nuevas precisiones, Coneretamente he afirmado, que el edn cris- tiano del mundo ha conclufdo. Esta afirmacién es pura- mente histérica y no significa un juicio de valor acerca del cristianismo, ni tampoco acerca de su perennidad teo- Iogica sustraida al tiempo y al acontecer mundano. Mi concepcién se basa en la conciencia de tiempos sucesivos, de eén, posiblemente de origen iranio, pero que pas6 a los griegos, y que daba cuenta de un ritmo eterno de los tiempos: era una especie de “compas” de la eternidad, era la eternidad misma “acompasada”. “De Aieon es cl Reino”, dice HerAclito, o sea que de la eternidad es el Reino. El compas del edn era el tiempo, Kronos en sentido platénico, que yo he llamado “tiempo mortal”, y que ahora explicito como compds de la eternidad. Ahora bien: cl judco-cristianismo paralizé el ritmo de Ia duracién con el principio de kairds, que significa el “instante decisivo”, el ‘ico y final, a partir del cual “no habré més tiempo”, Apoc. 10, 8. Desde entonces comienza la pérdida de Ia conciencia de “tiempo suce- sivo”, porque ya no hay 0 no habré ms cones, sino uno solo (una plenitud de cones), pues el instante decisivo hace morir el tiempo, que desde entonces es tiempo mor- tal cuyo limite es el kairés, el entscheidende Zeltpunkt, que es el punto final. La conciencia cristiana tiene un edn tinico y definitivo, y es impenetrable al tiempo e6ni- co sucesivo y acompasado, que no late més en las venas de la creatura. Este es el hecho que inmoviliza toda la historia del pensamiento occidental durante poco menos 110 de dos mil afios. Las cosas estén consumadas ya en la “plenitud de los tiempos”, 0 sea, en el en postrero © inrepetible. La verdad es que todos los cristianos nos movemos en los limites de un solo eén, sin posibilidad de desbor- darlo. Por ello, sino incomprensible nos resulta extrafio cl pensamiento del “tiempo sucesivo”, que hace posible aquella preocupacién tan natural de la Antigiiedad acer- ca del Gran Afio, que esta en todos los pensadores pre- cristianos. Esta conciencia del tiempo eénico es natural, ho es un presentimiento escatolégico. Es una determina- cién racional: no es ms que el compas de la eternidad medido por una duracién arménica y por tanto ritmica, en que se van generando las cosas 0 los mundos eter- namente, Ahora bien, de acuerdo a la realidad histérica, la Yinica que no «& accesible, parece que la asuncién de los cones por el kairés que los paralizaria en su devenir © Ios aniquilaria seg la promesa apocaliptica, no es posible. Ha ocurrido justamente lo contrario: en vez de haber asumido el kairds a los cones, éstos lo han des- bordado o sea, lo han transformado en el edn cristiano 0 en el Gran Afio Cristiano, lo que significa su secula- rizacién irremediable. Basado en estas consideraciones he afirmado que el cén cristiano ha terminado, como terminan, todas las cosas humanas, en el mecanismo de Ja historia. Si el kairés se ha consumado, su presencia excede mi conocimiento. El nuevo eén que se ha iniciado ya, posiblemente hace cien afios, lleva el signo del Ser eterno. El regreso a la conciencia del hombre de su viejo huésped, ha planteado un problema de desalojo del otro huésped que uL se habia aposentado en ella bajo el signo del judeo-cris tianismo. Dios creador ha residido durante dos milenios ex la conciencia del hombre occidental, y bajo su presen- cia el ente racional se transformé en creatura. La histo- ria futura nos informard de la profundidad y perenni- dad de esa transformacién, en el supuesto de que se ha- ya consumado. Por lo pronto habra que resolver el pleito de desalojo, y comprobar si éste puede ser absolu- to o relativo, Creo que la soluci6n justa depende de lo que se enticnda por judco-cristianismo, y de la compa- tibilidad que se deduzca con el duefio de casa que es el Ser eterno. Una consideracién tcolégica es inevitable. El cris- tianismo, en efecto, tiene su razén “nica y absoluta en Jesucristo, hijo de Marfa virgen y del Espiritu Santo. El viejo catecismo que aprendi en mi infancia pregunta- ba: ¢qué quiere decir cristianismo? Y respondia: hom- bre de Cristo. El es el principio y el fin del cristianismo. Es el mediador enue el Padre y los hombres, y la unién hipostatica asegura la participacién analégica de Aquél a éstos y de éstos de Aquél. Pero el misterio del Me- diador que leva a cabo la reconciliacién del Padre con la creatura hijo, slo es pensable por la presencia de un Dios trinitario que comunica su esencia agapistica a la creacién en Ia cual el hombre es obra del Espiritu Santo, que engendra al Nifio Dios en la pureza de Ma- ria, Dios, es su imagen. La emisién del amor divino por el misterio de la Encarnacién se abre a la creacién, que recibe asi a través del Hijo amado la luz infinita de la caridad celeste. Caridad celeste ¢ infinita que Hegaré hasta la kénosis para redimir al hombre caido en cl pecado. Esta breve y ciertamente deficiente expo- m2 _— sicién del hecho cristiano, debe servir para destacar en primer lugar la apertura de Dios creador al hombre. Este Dios no es solamente para sf, sino también para otro. Las procesiones divinas no son tautolégicas como en Ia trinitariedad procliana, sino animadas por una vida creadora en que predomina la caridad, la cual ter- mina por desbordar en el misterio de la Encarnacién, que humanamente vista estimula al hombre para una autoteosis o por lo menos suscita en él una esperanza de filialidad participada. Ademés, es una religién acce- sible a toda creatura, sin diferencia de raza, porque el cristianismo no es exclusividad ni de judfos ni de grie- os, es como dice Pablo, el tertium genus, 0 sea que no Gepende de la sangre, sino del espiritu. Estas y otras caracterfsticas de la conciencia cristiana, tienden a dis- minuir hasta el extremo la equivocidad de Dios y la creatura, Ciertamente que no la suprime, pero la crea- tura hijo del Dios agapistico no se siente un desterrado del reino de lo divino, Cuando su fe es real y profunda esté en el limite de esa experiencia y aunque no cae en Ia tentacién luciferina de la identidad, tiene conciencia de la grandeza de una participacién posible en una ana- logia generosa que el Padre puede otorgar en un mo- vimiento de su infinita caridad. Por parte del judafsmo, la conciencia aposentada en el hombre tree ¢l principio de creacién, es decir, de Dios poderoso u omnipotente que saca a las cosas de Ja nada y las Heva a la existencia, El relato biblico tie- ne un acentuado carActer babilénico (Gunkel) ¢ inhu- mano. Sus afirmaciones son como mazazos que no ad- miten réplica. Inicialmente se instituye una distancia in- finita entre el Creador que crea desde Ia nada y de sus cieaturas que son nada frente a su poder infinito y 3 sombrio. Todo esto es irracional o suprarracional y ex- cede cualquier eomprensién, Este Dios que crea por impetus de mando, con una voluntad desnuda y frfa fomenta espontaneamente el terror y el temblor cn sus creaturas acoquinadas y obedientes. La fe del pueblo que sirve a este Sefior, es de obediencia ciega ¢ incon- dicional y elimina el conocimiento. Como sefiala Mar- tin’ Buber, lo que el Sefior ordena hay que obedecerlo ciega ¢ incondicionalmente. La fe de Israel es para obedecer, no para conocer. Este Dios sin amor, pero con voluntad infinita, cada vez tiene que cerrarse en su poder y ser mas uno. No puede ser trinitario en conse- cuencia, porque si poseyese esta caracteristica disper- saria su poder. Y si no es trinitario, no sera agapistico y no habra en él comunicacién redentora con sus crea- turas. Dios racial y cerrado, que solamente es Sefior que manda, cada instante se aleja més de sus creatu- ras envilecidas en la servidumbre sin esperanza. Lo ini- co valioso que el judaismo ha aportado al cristianismo, ¢s el principio de creacién, que en diltima instancia es principio de dualidad radical ¢ irreductible entre el Creador y sus creaturas. Hablando en términos metafi- sicos, se puede decir que la presencia judia en la con- ciencia judeo-cristiana, es factor irreductible de equi- vocidad 0 como suelo decir, de dualismo radical entre Dios y sus creaturas 0 entre el Ser y los entes. Si después de estas precisiones retornamos a la consideracién del problema inicial de la posibilidad de una cohabitacién en Ia conciencia del hombre del Ser eterno con la de Dios creador, habra que distinguir en- tre el Dios creador cristiano y el Dios creador judio, 4 de acuerdo a las caracteristicas que de ambos he sefia- lado. Con el Dios creador judo no hay posibilidad de avenimiento, pues es fundamentalmente equivoco en re- lacién a sus creaturas de quienes lo separa un dualismo radical. Entre el Dios judio y sus creaturas no hay mas contacto que el mando y la obediencia, no hay comuni- dad ontolégica que posibilite una mediacién. Dios con- tinuar4 oculto en el Sinai por siglos y siglos a sus crea- turas desoladas. En cambio creo posible y fecunda la proximidad del Dios cristiano 0 de Dios-Agape con el Ser eterno. Gomo se habrA visto por el esbozo que ofreci antes, en la conciencia cristiana hay, desde luego, equi- vocidad, pero no absoluta. Positivamente hay en ella analogia la cual no es comprensible sin la univocidad. En consccuencia el Ser cterno es inteligible y atin asi- milable en su aspecto positivo por la conciencia cristia- na, que regulara aquella asimilacién por una sabia equi- vocidad, que en ningéin caso debe llegar ni siquiera a la vecindad del dualismo radical del judafsmo. Til La tesis del fin del eén cristiano, ha asumido a la mayorfa de mis lectores, por lo menos en una gran perplejidad, Era necesario formularla, para sacudir la conciencia adormecida de aquellos que viven en el me- Jor de los mundos, aferrados a una esperanza sin fun- damento. No se trata en mi caso de ningiin profetismo, como por ejemplo el de Joaquin di Fiore, en el cual estaba vigente el e6n cristiano, sino de un final absoluto centro de la historia profana que es el limite humano de mi especulacién, En el orden de la raz6n o de la nece- sidad natural, se puede predecir todo, salvo lo que per- 5 | tenece al azar, El azar es ignorado por la inteligencia, debido a un defecto de conocimiento, Sin embargo, es pensable en el orden racional un conocimiento perfecto que climine el azar. Que no se haya dado hasta ahora ese conocimiento no quiere decir que no sea posible, porque el azar no es irracional, sino ignorancia, es un defecto de conocimiento y nada mas. En cambio la profécia no pertenece al orden de la razén, no es defecto del conocimiento natural-racio- nal, sino un saber de un orden extrafio a la raz6n, 0 sea, que no es un decir del azar, sino de un hecho que no est4 en el orden de la razén, ni del defecto de cono- cimiento racional-natural. Es decir, que la profecfa no es racional, pues un conocimiento perfectisimo no po- dria penetrar en lo minimo lo profético. Por ello, la profecia no es humana. Quien profetiza debe ser un inspirado, que recoge su saber del mundo inaccesible de Io divino. El origen de este principio irracional 0 su- prarracional es judio: la misién del Judaismo en Occi- dente ha consistido en introducir el irracional: Ia Na da, el Profetismo, la Relatividad, el Marxismo, el Freu- dismo, todos son principios judios inasimilables por la inteligencia greco-europea. Yo, pues, no profetizo, sino que veo histéricamente y con modestia predigo. El fin del e6n cristiano tcolé- gicamente significa la desaparicién de Dios creador de la conciencia del hombre. Dos son las causas principa- es del ocultamiento de Dios: primeramente, cl dua- lismo radical. Se ha insistido tanto en Ia lejania inac- cesible de Dios que al cabo se ha perdido de vista. Dios no ha muerto; el afirmarlo seria un disparate y ya dije porqué; pero si se ha ocultado 0 ha desaparecido del horizonte del hombre. La segunda causa del ocultamien- 116 to es la restauracién de la autoconciencia del hombre por Ia filosofia hegeliana del Ser eterno, Si el Ser es eterno, Dios creador no hace falta. Como lo teolégico y Io filos6fico rigen el mundo, el cambio fundamental que sefialo ha conmovido y en ciertos casos demolido todo el orden institucional, sin excepcién. La reconstruccién sera obra de siglos, pro- bablemente con otros esquemas que apenas podemos predecir en este mundo de oscura esperanza, pero que desde luego podemos afirmar que no es mesidnico. El futuro, dentro de la mentalidad renovada, esta legisla- do otra vez por el destino, no por la Providencia pues Dios est4 ya ausente. El Ser que impone el destino no es creador, y por tanto, no es amoroso (la creacién so- lamente es posible por el amor). Las palabras finales de Hécuba son definitorias: “Duro es el destino”, pro- clama el coro, El mundo de la necesidad que ya esta presente seri duro, implacable y cruel. La ética que comienza a dominar cada ver con mayor imperio seré lz de los fuertes. Las guerras santas no son concebibles ya. No fue un simple episodio dialéctico 1a polémica entre pensadores cristianos en tomo al cardcter no san- tc de la guerra espafiola de 1936. Histéricamente ya no es posible una guerra santa, y el ocultamiento univer- sal de Dios la torna impensable hoy. Pero quedaba la posibilidad de la guerra justa basada en el principio ciceroniano de que “Nihil honestum esse potest, quod justitia vacet”; nada puede ser honesto fuera de las re~ glas de la justicia. El derecho cristiano de guerra, en cuanto derecho natural, se basaba en aquel principio, de donde deducia la exigencia fundamental justificativa Ge una guerra, del “justo rigido”. El gran Vitoria sos- tuvo con argumentos poderosos que el aumento de un uy territorio no cs causa justa de guerra, y también nego que lo fuese la gloria del Principe 0 cualquiera otra uti- lidad del Estado. La doctrina propugnada por Vitoria ya en cl ambiente del erasmismo, en la declinacién de Ia influencia teolégica, era la despedida del derecho cris- tiano, que debfa ceder su rectorfa al jus-naturalismo. La guerra justa de los teélogos, en unos mas y en otros menos, participaba de la ley eterna, por donde le llega- ban los efluvios de la caridad, no muy positivamente con frecuencia. Pero desde que el concepto de guerra se se- culariz6 del todo solamente se rigié su ejercicio por un derecho equivoco y pragmatico, que no aleanzaba a cu- brir la arbitrariedad del més fuerte. La decadencia hu- manitaria en este dominio del derecho internacional ha ido en aumento incontenible, Como lo indiqué otra vez, ya no rige el principio de guerra justa, sino el de “guerra conveniente”” u “oportuna”. La guerra de Vietnam es la prueba mas convincente. El ocultamiento de Dios ha climinado los motivos espirituales de decisién frente a los Estados hegeméni- cos; todos llevan el mismo sello de temporalidad y de dominio, dentro de la inmanencia de su destino. No hay ningtn motivo moral intrinseco para dar nuestra adhe- sién a éste o aquél, pues desde el punto de vista espiritu- al todos son iguales, El ocultamiento ha destruido la hipocrecia de los Estados seudocristianos que cubrian sus garras con piel de oveja. Ahora ya no hay posibilidad de equivocarse. Lo que puede determinar una adhesin parcial o total a ellos son motivos puramente materiales pero no espirituales. Hay un principio fundamental que en este nuevo eén debe desaparecer: la libertad. Adviértase bien que digo principio y no concepto, porque su origen cs teo- ug légico y fue una gracia del cristianismo otorgada al hombre antiguo, Antes del cristianismo no se conocié Ja libertad. Es posible que Sécrates tuviera un presenti- miento de ella, y ese atisbo fue precisamente su delito de lesa patria que lo Ievé a la muerte en el pritaneo. Pero el sacrificio de Sécrates fue estéril, pucs no tuvo repercusién perdurable en Ia sociedad griega, que pro- siguié ficl a la necesidad del destino. Ni siquiera fue un escandalo, sino un hecho inserto en la cotidianeidad del acontecer de la ciudad. Platén le dié tardiamente rele- vancia histérica. Foustel de Coulanges, en su libro 4ureo “La ciu- dad antigua”, dice que‘ Los antiguos no conocieron ni la libertad de la vida privada, ni la libertad de la edu- cacién, ni la libertad religiosa”. La persona humana im- portaba muy poco frente a aquella santa y casi divina que se Ilamaba la Patria 0 el Estado. El Estado no so- lamente tenia como en nuestras sociedades modernas un derecho de justicia respecto a los ciudadanos; podia castigar sin que él fuese culpable y por el hecho sélo de que sus intereses estuviesen amenazados. Por tanto, cs un error singular entre todos los errores humanos el haber creido que en las ciudades antiguas el hombre gozase de libertad. Ni siquiera tenfa la idea de ella. No crefa que pudiese existir un derecho contra la ciu- dad y sus dioses. Muchas veces el Estado cambié de forma, pero su naturaleza permanccié poco mas 0 me- nos la misma, y su omnipotencia casi no fue disminuida. EI gobierno pudo lamarse sucesivamente monarquia, aristocracia, democracia, pero ninguno de estos cam- bios dié a los hombres la verdadera libertad politica. Tener derechos politicos, votar, nombrar magistrados, poder ser arconte, era lo que se llamaba libertad; pero 119 cl hombre no estaba por cllo menos sujeto al Estado”. Hegel, por su parte, afirma que la libertad cristia- na destruy6 el Estado antiguo, pero yo no suscribiria esa sentencia, La “libertas” cristiana es la facultad o- torgada a la creatura de ser responsable de sus actos ante Dios, juez inapelable de ellos. Es esencialmente religiosa y s6lo accidentalmente puede entrar en la ju- risdiccién politica, en cuanto la creatura humana re¢la- ma y atin exige del Estado el no ser perturbada en el ejercicio de esa aptitud de ser responsable de sus actos. Pero ya su interioridad —el fuero de la conciencia— Ia abroquela contra todo abuso o coaccién del Estado. Las garantias cxigidas son minimas o nulas, y por ello el cristiano es un ciudadano décil y no un rebelde fren- te al Estado. Jestis dijo: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, cuya interpretacién podria ser: Dad al César lo que es del César (la liber- tad politica) y a Dios lo que es de Dios (la responsa- bilidad de vuestros actos). Pero cl Ocultamicnto hace innecesaria la libertad interior, pues cl hombre cristia~ no se queda sin el juez ante el cual debe rendir cuenta de sus actos. Este suceso catastréfico en el orden antro- polégico que nunca se dié antes deja reducido al cris- tiano solamente a sujeto de la libertad politica, con to- das las desventajas inherentes a ese regreso al hombre antiguo. El cristiano, cuyo juez supremo ha desapare- cido, comienza por perder la nocién de pecado y deja de rezar; renuncia a ser crucificado, pues ya no hay po- sibilidad de “imago Dei”, y si llega el caso empufia las armas. El Ocultamiento produce la secularizacién sa- cerdotal plena, la degradacién sacramental y la confu- sién de los ritos. Sobre la Iglesia comienza a tenderse un 120 velo tenebroso. Tal vez estamos en presencia del desga- rramiento mayor sufrido por Ia humanidad, Conviene seiialar que, politicamente, la edad me- dia no modifieé gran cosa el concepto de libertad aun- que deificé al Estado. En su més profundo sentido, la libertad es sometimiento a Dios y servicio a El. La li- bertad esta inserta en un orden hieratico, jerarquico y juridico dispuesto por Dios, al cual el hombre debe ne- cesariamente someterse. De la pareja servicio-libertad, el servicio predomina en la conciencia cristiana medieval. Gregorio VII afirma que la libertad es el sometimiento a la voluntad de Dios. El intérprete de la voluntad di- vina es el Papa. En el orden politico, el hombre medie- val estaba en condiciones muy semejantes al hombre del paganismo, pues no era libre, ni creo que sospechase que no lo era, Pero interiormente silo era, porque poseia una profunda y angustiosa conciencia de pecado. E: era la “libertas” cristiana, la tinica que abria las puertas del cielo y liberaba de la fatalidad del destino. Frente 2 ella significaba poco la libertad del paganismo, que en realidad casi resultaba indiferente. Y no era una ac- titud contradictoria, porque la libertad politica es un concepto que pertenece al orden del hombre natural- racional, mientras que la “libertas” cristiana es un. prin- io de validez esencialmente teolégica. El hombre na- tural-racional est4 sometido al destino necesariamente. Resultaria contradictorio que siendo este mundo en que vivimos todos el mundo de la necesidad (solamente el mundo de la creacién no es necesario, pues Dios crea por amor y no por necesidad), no estuviese el hombre sometido a ella. Claro que lo est, como lo expresaron, los estoicos con la imagen patética del perro atado a 124 un carro que Heva a su zaga: si es décil todo andar bien, sin mayor esfuerzo, pero si se resiste sera arras- trado lo mismo. Si tomamos a Aristételes como el sistematizador del pensamiento griego, que ¢s el pensamiento del hom- bre natural-racional de todos los tiempos en Occidente, debemos ver en su doctrina la expresién objetiva mas acabada de lo que fue la conciencia moral antropol6- gica de los griegos y del hombre en general. Es de pro- fundo significado que el fil6sofo no se haya planteado nunca el problema del libre albedrio, para el cual no hay palabra en la lengua griega hasta Epicteto, que especulaba ya en Ia era cristiana (la us6 cinco veces en sus Dissertationes). Arist6teles, para su concepto de li- bertad, usa la voz eleutheria, que generalmente se tra- duce por “libertad”, pero sin advertir que se trata de una libertad sin libre albedrio (una libertad sin “liber- tas” cristiana), de un movimiento apetitivo guiado por a raz6n, que no pide ni exige para su inteligibilidad el ser exaltado a una facultad auténoma: es un modo de moverse racionalmente dentro del reino de la necesi- dad. Para este comportamiento de digna obediencia al Destino no necesita de la cooperacién de la voluntad, pues esta facultad no existe en la psicologia aristotélica: le basta con lo que cl filésofo Hama boulesis, apetito 0 deseo de la parte irracional del hombre conforme a la regulacién de la raz6n. La presencia en el acto humano de una facultad que se responsabilice de él no hace falta, pues el acto se explica por el deseo y Ia razén que lo dirige. La responsabilidad del acto humano equivale a la intrusién de un tercero ajeno a la inteligibilidad del acto mismo, que ya ha encontrado su explicacién 122 conceptual propia sin necesidad de una presencia ex- trafia a la razén, La libertad, tomada en cl sentido cris- tiano es, en la psicologia aristotélica, esa presencia ex- trafia que manifiestamente no pertenece al orden ra- cional, sino transrracional. La “libertas” exige la volun- tad libre, que aparece asi como la facultad que rom- pe la linea del destino. El hombre antiguo, que como dijimos es para no- sotros paradigmatico, fue quien levé a cabo las mayo- res hazafias de los tiempos en todos los érdenes, En el orden politico, é1 creé los dos grandes imperios que lo- graron en su época la unidad del mundo occidental: cl imperio de Alejandro y el de César, dos obras no de la voluntad, tomada ya esta voz en sentido estricto, sino de la boulesis, de la decisién humana no interferida por ningiin principio que trabase su eficacia ejecutiva hasta la raiz. Y, sin embargo, a pesar de su simplicidad apa- rente, este acto, que posee en la prdctica virtualidades indefinidas y una fuerza incontrastable, tiene su histo- ria, o sea su desarrollo que comienza en un origen bien determinado y Mega a su madurez en las instituciones que consumen su realidad firme y eficiente. Para no remontarnos demasiado en nuestra rapida pero segura referencia advirtamos, usando los términos con los re- caudos lingitisticos consiguientes, que la democracia griega del siglo V a.d.C. no conocié la libertad politica como una exigencia fundamental. La gran palabra que expresaba la ambicién politica de entonces era euno- ‘mia, que se puede traducir por “orden conveniente”. Tal es el ideal politico expresado en Homero, el espar- tano Tirteo, Solén de Atenas y en Pindaro, éste ya en los comienzos del siglo clésico. La representacin del 123 derecho, en este momento de la comunidad en forma- cién, correspondia al orden sagrado cuyas personifica- ciones eran Themis y Dike. La representatividad de ¢s- te orden fundamental pertenecia naturalmente a la no- bleza que encarnaba la tradicién y las costumbres. Este fue el comienzo de la vida de las instituciones occiden- tales en un proceso multisecular. La libertad no fue ni podia ser un comienzo, porque en ninguna comunidad incipiente la libertad puede ser una finalidad o un co- mienzo. Esta idea ni siquiera era pensable por absurda. Lo primero para que subsista una comunidad naciente es el orden, y ast fue entre los griegos. Pero el orden impone jerarquia, que comienza con los fundadores; és- tos son los primeros, es decir, los aristof. Segin la con- cepeién aristocratica, la funcién de la nobleza consiste en hallar el bien y lo justo para quienes no son nobles, por cuanto el pueblo es ignaro. En cuanto cl pueblo prescinde de esta conduccién, y frente a ella crige la reivindicacién politica, se desarrolla la democracia, En el comienzo de este proceso infurmado por la eunomia estd, pues, la autoridad que impone y mantiene el or- den: es el tirano, en el buen sentido de la palabra. El tirano tiene el poder en su puiio y debe ejercitarlo con prudencia: si cumple, perdura en su funcién, pero si se excede 0 traiciona, es ejecutado inexorablemente. EL proceso institucional griego es duro y cruel, pues la bou- lesis no recibe ninguna informacién de amor al préoji- mo; queda acufiada la sentencia: “Matar al tirano p: ra salvar la patria”. El desarrollo de la conciencia griega de libertad politica leva a la consecucién de Ia isono- ‘mia, que aproximadamente puede traducirse por “igual- dad legal”. Poco més 0 menos se logré en el curso de Ia historia griega, en la cual nunca se luch6. por 124 ” el mito de 1a libertad, que es una invencién tardia del Jo XVIII. En definitiva, el tinico concepto de liber- tad politica inteligible para el hombre antiguo griego o romano era el de poser la posibilidad de participar en la vida del Estado, ya fuera desde la burocracia, ya fuera cooperando en la legislacién. La otra posibilidad que le quedaba, dice sarcdsticamente Aristételes, era “la de vivir como cada uno quicra”, o sea el absurdo de la arbitrariedad. Pol. 1319 brr. Este absurdo de la arbitra- riedad es el que propicia como principio fundamental la doctrina del Liberalismo. Se ve que se trata de una doctrina contra natura. Aunque la prediccién histérica sea terreno vedado para algunos, sin embargo, dentro de nuestra concep- cién puede darse moderadamente, por cuanto el Ser es racional, Nuestra situacién nos permite en parte com- probar y en parte predecir hechos a partir de una base concreta, La desaparicién de la libertad politica en el mundo actual es un hecho de absoluta objetividad y que se ir acentuando con el correr del tiempo, a me- dida que cl Estado manifieste con mayor energfa su po- der, ya, en estos momentos, incontrastable. Ni el impe- rio alejandrino ni el romano fueron ecuménicos, no so- lamente por su origen, sino por imposibilidad material. E] imperio de Alejandro murié por dispersién en manos de los diadocos y epigonos. El imperio romano murié por entropia: el poder se agot6 en la inmensidad del imperio: mientras mas crecia, mas se debilitaba. No era posible entonces, ni lo fue después pensar en un imperio real- mente ecuménico. Pero ahora si es posible, debido al de- sarrollo monstruoso de la técnica: hoy un Estado puede ser ecuménico y estar presente con todo su poder en cual- 125 quier parte de la tierra si es duefio de los recursos técni- cos adecuados. La evolucién técnica ha sido vertiginosa y ho sabemos dénde parara. Tanto es asi que el mismo Goethe en 1812 ya se quedaba corto cuando escribié es- te distico: Das Kleinliche ist alles weggeronnen, nur Meer und Erde haben hier Gewicht. (Todo lo pequefio se ha escurrido, s6lo pesan aqui el Mar y la Tierra). Se habia olvidado del Aire y tal vez del Fuego, porque los cuatro clementos estan hoy dominados por cl hombre. Pero es verdad que lo pequefio ya no pesa para nada. No entiendo cémo ahora puede haber gente que todavia piense en la posibilidad del liberalismo 0 de la democracia liberal, dos momias podridas hace tiempo. Su valor es absolutamente negativo: solamente son concebibles como corruptores de la conciencia na- cional, 0 como factores de entrega, dos posibilidades que se concilian cn la practica, En el estado actual de cosas In libertad politica es slo un nombre, ni importa tam- poco mucho a los jévenes de las nuevas generaciones, que en el fondo no luchan por la libertad, sino por el orden, por la justicia, por una economia humana, por Ig soberanfa de los Estados pequefios. La palabra liber- tad va desapareciendo del elenco de voces inteligibles. E] Ocultamiento, por otra parte, ha climinado el prin- cipio cristiano de projimidad que afirmaba la libertad interior, la “libertas” cristiana, y deja disponible al cri tianismo para ingresar en la categoria del hombre an- tiguo retornante, sujeto al destino. La responsabilidad del acto humano no tiene objeto, pues no hay nadie que exija un rendimiento de cuentas. Solamente queda el 126 a a César, a quien hay que darle lo que le corresponde. O sea, la libertad politica. Frente al Zeus pantokrator, que es el simbolo del nuevo e6n, no imitaremos a los Titanes, sino que nos recogeremos en la reflexin y la prudencia, pero con- servando intacta la voluntad de soberania, que es el principio que configura a un Estado, como lo ensenié Bodino, Recojémonos en nuestro hogar y cuidemos alli el fuego sagrado de nuestra historia real, es decir, de la historia nuestra desmitizada de todas las adherencias liberales. ConvenzAmonos que no hay otra posibilidad de amistad que la que podamos hallar en nuestros con- nacionales, en nuestros padres, en nuestros hijos, en nuestras mujeres, en todos aquellos ligados a nuestra sangre y a nuestra tierra bendita. No aceptemos “a prio- ri” la mano que pueda tendernos el poderoso, pues es nuestro enemigo natural. Pero administremos bien nues- tra desconfianza, tanto exterior como interiormente. Sea- mos implacables con los traidores a la Patria, que es el delito mayor del hombre contra la comunidad que inte- gra. Eliminemos de la formacién de nuestros hijos los elementos irracionales que rocn el alma de los jévenes y le quitan el verdadero sentido de la vida: todo lo ra- cional ¢ inteligible debe ser asimilado por nuestros hi- jos, y a la par desechado todo lo irracional, que es defi- nitoriamente destructivo. Y para templarnos ante el fu- turo que avanza, y no amilanarnos por algdin dolor que suframos, retengamos las palabras de Eurfpides que he citado: duro es el destino. 127 UND LGB. Palabras de introduecion .... essa 5 Prélogo del libro del Dr. Belisario Tello “Eidologia y Pafia ¢ Hispanoamérica” del Dr. Jorge Guillermo Bas .. 6 EScRITOS POUITICOS, ~ 5 torminé de imprimir el 20 de diciembre de 1972, fen lo Escuela de Adtes Gréficos dol Colegio Solesiano San José - Pe. Roce 150 Rosorio - Rep. Argentina

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