23 NO ES DE TODOS
"Y para que seamos libres de hombres perversos y malos, porque la fe no
es de todos." – Pablo. (II Tesalonicenses, 3:2.)
Dirigiéndose a los hermanos de Tesalónica, el apóstol de los gentiles les
rogó su concurso en favor de los trabajos evangélicos, para que el
servicio del Señor estuviese exento de los hombres malos y disolutos,
justificando el llamado con la declaración de que la fe no es de todos. A
través de las palabras de Pablo, se percibe la certeza de que las criaturas
perversas se aproximarían a los núcleos de trabajo cristianizarte, que la
malicia de ellos podría causarles perjuicios y que era necesario movilizar
los recursos del espíritu contra semejante influencia. El gran convertido,
en pocas palabras, grabó una advertencia de valor infinito, porque, en
verdad, el color religioso caracterizará la vestimenta exterior de
comunidades enteras, más la fe será patrimonio solamente de aquellas
que trabajan sin medir sacrificios, por instalarla en el santuario de su
propio mundo íntimo. El rótulo de cristianismo será exhibido por
cualquier persona, no obstante, la fe cristiana se revelará pura,
incondicional y sublime en raros corazones. Mucha gente desea
señorearse de ella, como si fuera simple letra de cambio, mientras que
innumerables aprendices del Evangelio la invocan, precipitados, como si
fuera mariposa errante. Pero, se olvidan que si las necesidades
materiales del cuerpo reclaman esfuerzo personal diario, las necesidades
esenciales del espíritu nunca serán solucionadas por la expectación
inoperante. Admitir la verdad, procurarla y creer en ella son actitudes
para todos; con todo, retener la fe viva constituye la realización divina de
los que trabajaron, porfiaron y sufrieron por adquirirla.
23 Não é de todos
“E  para  que  sejamos  livres  de  homens  dissolutos  e  maus,
porque a fé não é de todos.” Paulo (II Tessalonicenses, 3:2) 
Dirigindo-se aos irmãos de Tessalônica, o apóstolo dos gentios rogou-
lhes concurso em favor dos trabalhos evangélicos, para que o serviço do
Senhor estivesse isento dos homens maus e dissolutos, justificando apelo
com a declaração de que a fé não é de todos. Através das palavras de
Paulo, percebe-se-lhe a certeza de que as criaturas perversas se
aproximariam dos núcleos de trabalho  cristianizante, que a malícia delas
poderia causar-lhes prejuízos e que era necessário mobilizar os recursos
do  espírito contra semelhante influência. O grande convertido, em
poucas palavras, gravou  advertência de valor  infinito, porque, em
verdade, a cor religiosa caracterizará a vestimenta exterior de
comunidades inteiras, mas a fé será patrimônio somente daqueles que
trabalham sem medir sacrifícios, por instalá-la no santuário do próprio
mundo íntimo. A rotulagem de cristianismo será exibida por qualquer
pessoa; todavia, a fé cristã revelar-se-á pura, incondicional e sublime em
raros corações. Muita gente deseja assenhorear-se dela, como se fora
mera letra de câmbio, enquanto que inúmeros aprendizes do
Evangelho a invocam, precipitados, qual se fora borboleta erradia.
Esquecem-se, porém, de que se as necessidades materiais do 
corpo reclamam esforço pessoal diário, as necessidades essenciais
do espírito nunca serão solucionadas pela expectação inoperante.
Admitir a verdade, procurá-la e acreditar nela são atitudes para todos;
contudo, reter a fé viva constitui a realização divina dos que
trabalharam, porfiaram e sofreram pela adquirir.