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Copyleft: Gabinete de Psicólogos ELIO

C/Corredera, 2 – 2ªA Lorca (Murcia)


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Habilidades Sociales

En estos días se oye hablar con mucha frecuencia sobre las habilidades sociales. Existen
muchas definiciones para explicar este concepto, pero tal vez la más completa sea la que
nos dice que las habilidades sociales son un conjunto de comportamientos eficaces en
las relaciones interpersonales.

Estas conductas son aprendidas y el hecho de poseerlas evita la ansiedad en


situaciones sociales difíciles o novedosas, facilitan la comunicación emocional y la
resolución de problemas y además facilitan la relación con los otros, la reivindicación de
los propios derechos sin negar los derechos de los demás.

En muchas ocasiones nos "cortamos al hablar", no sabemos o nos resulta difícil


pedir un favor, nos cuesta ir solos a realizar actividades sencillas, no podemos
comunicar lo que sentimos, no sabemos resolver situaciones con los amigos, o con la
familia, nos cuesta hacer que nos entiendan, puede ocurrir que no tengamos amigos...
¿Quién no ha pagado su enfado con la persona menos indicada, o ha reaccionado con
demasiada ira con alguien por no haberse quejado en su momento de una situación que
le molestaba? Todas estas actuaciones subyacen a la carencia de habilidades sociales.
Podríamos añadir muchas otras, todas aquellas que tengan que ver con las relaciones
difíciles con los otros.

Las habilidades sociales son una serie de capacidades que nos van a permitir
comunicarnos con los demás de forma adecuada, que nos permiten expresar
sentimientos, pensamientos u opiniones propias y también aceptar, tolerar y comprender
las de los demás.

Existen dos tipos de habilidades sociales: unas básicas y otras más complejas.
Sin las primeras no podemos aprender y desarrollar las segundas. Cada situación
requerirá mostrar unas habilidades u otras, dependiendo de las características de la
situación y de la dificultad de la misma. Las habilidades sociales básicas incluyen
capacidades como escuchar, iniciar y mantener una conversación, formular una
pregunta, dar las gracias, presentarse o presentar a otras personas o hacer un cumplido.
Todas estas conductas son relativamente sencillas de adquirir y muy generalizadas. Pero
en una segunda lista tenemos las habilidades más complejas como pedir ayuda,

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disculparse, convencer a los demás. Hay habilidades sociales relacionadas con los
sentimientos como cuando nos cuesta expresar los sentimientos o comprender los
sentimientos de los demás, enfrentarse al enfado del otro, expresar afecto. Hay
habilidades alternativas a la agresión como pedir permiso, compartir cosas, sensaciones
y sentimientos, aprender a negociar, a consensuar, a llegar a acuerdos, recurrir al
autocontrol en las situaciones difíciles, defender nuestros derechos cuando los veamos
amenazados, responder a las bromas cuando proceda, rehuir las peleas, dialécticas y de
las otras.

También hay una serie de habilidades relacionadas con contextos en las que
sufrimos estrés, como saber formular o una queja, responder al fracaso, enfrentarse a
una acusación, etc.

Como se desprende de toda esta lista de realidades (que para nada está completa,
es mucho más extensa), las habilidades sociales salen a relucir en nuestra vida en casi
todo momento. Y es que no hay que olvidar que los seres humanos somos animales
sociales y que vivimos en sociedad desde que nacemos. Las primeras interacciones con
otras personas empiezan en nuestra propia casa, con nuestra familia. ¿Cuántas veces nos
ha costado hacernos entender, pedir perdón, o comprender la postura del otro en este
contexto familiar? Luego vas creciendo y en los primeros escarceos con los que quieres
que sean tus amigos, cuando luchas por que te acepten y por gustarles, ¿cuántas veces
hemos callado nuestra opinión por miedo al rechazo? Y como olvidarnos del ámbito
laboral, cuando la situación está al límite por exceso de trabajo, o simple cansancio,
¿cómo quejarnos ante nuestro jefe, o exigir que se respeten nuestros derechos cuando
pensamos que no se está haciendo?

Por supuesto hay un componente verbal en que actuemos eficazmente en un


contexto social, pero también son indispensables otros componentes como la mirada; si
miramos cuando escuchamos animamos a la otra persona a comunicarse. En cambio,
mirar a los ojos cuando hablamos convierte nuestro discurso en más convincente.

Otro componente no verbal importante es la sonrisa. Ésta casi siempre denota


cercanía, suaviza tensiones y facilita la comunicación. Pero si el gesto sonriente expresa
ironía o escepticismo puede manifestar rechazo, indiferencia o incredulidad.

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La postura corporal también comunica. Los gestos del cuerpo expresan cómo se
siente interiormente la persona según sea su manera de sentarse, de caminar... Se pueden
trasmitir escepticismo (encogiéndose de hombros), agresividad (apretando los puños),
indiferencia (sentándonos casi tumbados cuando alguien nos habla). La distancia física
entre personas que se comunican también indica la proximidad emocional entre esos
individuos. Dos cuerpos cercanos expresan proximidad afectiva. Volver la espalda o
mirar hacia otro lado es una manifestación de rechazo o desagrado. Un cuerpo contraído
expresa decaimiento y falta de confianza en uno mismo; y un cuerpo expandido, todo lo
contrario. Los gestos que se producen con las manos y la cabeza acompañan y enfatizan
lo que se comunica con la palabra o el silencio.

El aprender y desarrollar estas habilidades en uno mismo es fundamental para


conseguir unas óptimas relaciones con los otros, ya sean de carácter social, familiar,
laboral, etc. Por otra parte, somos más sensibles a las necesidades de los demás y
tenemos mejores instrumentos para "modelar" su conducta. Modelar, como sabemos, es
guiar la conducta y el pensamiento del otro con el comportamiento y con una actitud
personal al cambio, lo cual significa que podemos facilitar de esta manera el cambio
también en los otros.

Pero ¿qué podemos hacer si creemos tener este problema? Primero debemos
evaluar a qué se debe que nuestra respuesta social sea inapropiada. Por un lado es
posible que sepamos cómo actuar pero sintamos una ansiedad tan intensa que nos
impida reaccionar correctamente. Esta ansiedad puede deberse a experiencias aversivas
propias o por experiencias de otros. Otra posible causa puede ser que nosotros mismos
nos evaluemos negativamente y nos desanimemos pensando que vamos a fracasar. Esto
hace que tengamos una falta de motivación para esforzarnos en una situación social.
También es posible que no sepamos distinguir cuál debe ser nuestro comportamiento en
distintas situaciones. Por último, es posible que, efectivamente, no poseamos las
habilidades necesarias, que no sepamos como comunicarnos correctamente.

Por eso para corregir este problema debemos tener en cuenta todas las variables
anteriores. Debemos aprender las conductas específicas, practicarlas e integrarlas en el
repertorio conductual del sujeto entrenado. Hay que reducir la ansiedad, sea cual sea la

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causa, mediante procedimientos de sensibilización; y por último, cambiar nuestros


pensamientos derrotistas y nuestra falta de motivación.

Todo esto se lleva a cabo mediante ensayos del comportamiento adecuado. Es


decir, que debemos prepararnos previamente para la situación difícil, pensar qué vamos
a decir o hacer y, cómo no, la forma en que vamos a hacerlo.

Si se nos da la circunstancia de que no sabemos cuál es la respuesta adecuada


por nuestra parte, es interesante observar a alguien que conozcamos y que sea
socialmente eficaz. Todos conocemos a alguien así. Una persona que parece caer bien a
todo el mundo, a pesar de que a veces dice lo que piensa de la gente. Pero parece tener
la capacidad de decirlo con tanto tacto que nadie se ofende, a pesar de las críticas.
Podemos aprender mucho de estas personas sólo con la observación activa de cómo
habla, cómo se expresa, si mira a los ojos, si escucha a los demás, si parece
comprenderles. Luego, después de haber tomado nota, sólo nos queda practicar.

No quiero dejar de lado el tema de los miedos. Una vez que aprendemos las
habilidades adecuadas, el miedo a hacerlo mal o al rechazo puede echarnos todo por
tierra. Primero hemos de trabajar nuestra confianza en nosotros mismos, porque si no lo
hacemos transmitiremos esa inseguridad a los demás. ¿O acaso no sentimos los nervios
y la ansiedad de los demás? También ellos lo pueden sentir. Lo que nosotros sentimos y
pensamos se transmite a los demás de forma inconsciente. Hay que actuar sin temor.
Hay que mentalizarse de que no podemos gustar a todo el mundo, y que no vamos a ser
del beneplácito de todos. Si estamos preparados para ello no nos frustraremos si
fracasamos con alguien. La perfección no existe. Y los demás nos aceptarán siempre y
cuando nosotros nos aceptemos a nosotros mismos. Los demás nos querrán si nos
queremos nosotros primero. En definitiva, ese es el comienzo, para gustar hay que
gustarse. Todo funciona así. Entonces, sabiendo donde hay que empezar, ¿a qué esperas
para llegar a tu propia meta?

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