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Ahora bien, decir que Aristóteles es el que acuña la palabra “metafísica” es en sumo rigor
erróneo. Ésta aparece mucho después (siglo I) por una cuestión de edición, y es desde
este momento, cuando emerge la polisemia que bordea dicha palabra.
Este dictamen nitzscheano será contundente para explicitar de manera palmaria todo
pensamiento metafísico presente de Platón hasta Hegel. Miremos, pues, las diferentes
escisiones o rupturas bipartitas características de algunos pensadores que protagonizan la
historia de la filosofía: Platón: Sensible/Inteligible; Aristóteles: Esencia/Accidentes; (de
mencionar que ya en la Edad Media ya no es la palabra Ser que articula el pensamiento
metafísico, es, pues, la Sustancia) Spinoza: Esencia/Existencia; en Leibniz no es preciso
una escisión, pero, en efecto, es contundente que su Gran Mónada quiere justificar la
Sustancia, es decir, tanto la existencia como la esencia; Descartes: res cogitans/res
extensa; Kant: Fenómeno/Cosa-en-sí –de donde Kant va ser tajante con respecto a
Descartes y va desmontar la maquinaria de éste con una nueva concepción del tiempo: ya
no existe un tiempo cíclico, sino más bien, un tiempo lineal, ya no es el tiempo como
artificio para medir el movimiento, sino es el movimiento que mide el tiempo, es decir, una
concepción lineal del tiempo-; y Hegel sutura la escisión: nada=ser. Claro, allí donde no
hay territorio para negar la Nada, para ponerla en el mismo plano que el Ser, es en donde
el pensamiento recobra un nuevo hálito, en donde el Ser es intuitivamente coextensivo
con la Nada, o mejor, si la Nada no se niega y está en equivalencia con el Ser, ¿en dónde
la metafísica tiene cabida si ya no hay objeto al cual referirse (Ser) o refutar (Nada)?
En suma, somos metafísicos en cuanto escindimos el ser en dos mitades y, es con Hegel,
que se logra abolir lo anterior. Es válido decir entonces que hay una muerte ostensible de
la historia de la filosofía, no digamos un recomienzo, pero sí, dicha muerte, grita a más no
poder una necesidad perentoria de pensar de otro modo; esta muerte nos aclara –
implícitamente- que también hay una muerte de la Idea de un mundo verdadero y,
también, que la representación –que trataba de significar el Ser- fue y será siempre un
fracaso para asir lo inasible.