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de Dios
Por Jesús Briseño Sanchez
Una de las cosas sobre las que más se escuchan prejuicios y malos entendidos, es
acerca del conocimiento. Es por eso necesario que estudiemos qué nos dice Dios
acerca de este tema.
La palabra conocimiento es traducción del vocablo griego gnosis, que significa
primariamente saber, búsqueda, investigación. El conocimiento es una herramienta
imprescindible para que el hombre pueda conocer y experimentar su mundo, crecer y
madurar, cumplir sus funciones y objetivos, y alcanzar los propósitos de Dios en él.
La Biblia nos previene, no contra el conocimiento en sí, sino contra cierto uso de él.
Dios es creador de todas las cosas, y su propósito es que nos sirvan de instrumentos
para el bien vivir; pero muchas veces, así como sucede con cualquier otro tipo de
recurso, las malas intenciones del hombre pueden convertir incluso al conocimiento
en un instrumento para el mal. Dios condena la falsamente llamada ciencia:
La ciencia, el saber, dado como bendición de Dios al hombre para que explore,
domine y aproveche su creación, ha dado muchos avances al ser humano, mejorando
su condición de vida, su economía y su salud.
Pero también ha surgido la falsamente llamada ciencia, aquella que no es saber, que
invade terrenos que no le corresponden y contradice a las verdades fundamentales de
Dios, presentando como realidades científicas afirmaciones basadas en suposiciones.
Dios no condena pues al saber, a la ciencia y al conocimiento, sino a la maldad
humana que se disfraza de conocimiento y convierte al hombre en enemigo de Dios.
Es falso por tanto un pretendido conocimiento profundo y misterioso, que nos haga
sentir superiores, y como efecto nos aleje de Dios y de la hermandad. Nuevamente
vemos que el problema no es el verdadero conocimiento en sí, sino la presunción de
poseer un conocimiento especial que en realidad nos lleva al pecado y nos condena.
¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus
obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro
corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la
que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y
contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de
lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de
misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. (Santiago 3.13-
17)
Aquí no se trata del conocimiento en contraste con su mal uso, sino de dos fuentes
distintas que producen dos diferentes sabidurías. Debemos preferir y buscar ser
sabios según la sabiduría de Dios; ¿Cómo? evitando hacer lo malo, siendo obedientes
y haciendo lo bueno y correcto siempre.
Hay hermanos que malinterpretan este texto. Prácticamente afirman que Pablo está
condenando al conocimiento y diciendo que con el amor es suficiente. Tal idea está
muy lejos de ser la intención del apóstol. La orden de Dios no es que se evite el
conocimiento de la verdad, sino que se use con y por amor y para lo bueno.
Asimismo, por esta realidad entre los hermanos de Corinto, corroboramos una
trágica verdad humana: ni el conocimiento bíblico por sí solo, ni su obtención e
incluso su abundancia, garantizan tener una vida según la voluntad de Dios.
Moisés trataba con Dios cara a cara y fue un gigante de la fe, pero fue rebelde una vez
y no entró a la tierra prometida (Números 20.12; Deuteronomio 34.4). Jonás era
profeta enviado por Dios, pero era negligente (Jonás 1.3). Elías es el máximo
representante de los profetas, pero se desanimó (1Reyes 19.4, 10). Pedro tenía la
comunión con Dios y la revelación del Espíritu Santo, pero no solo negó con
juramento conocer a Jesús, sino que mucho tiempo después actuaba con hipocresía
entre la hermandad, siendo apóstol de Cristo (Mateo 26.72; Gálatas 2.11-14). Judas
tenía el amor, el ejemplo y la enseñanza directa del Maestro, pero lo entregó con un
beso por treinta monedas, y después se colgó (Lucas 22.47-48; Mateo 27.3-5).
Los judíos eran el pueblo elegido de Dios, tenían la revelación y la ley de Dios,
contaban con una experiencia religiosa de 1,400 años, conocían las Escrituras de
memoria, tuvieron en los jueces, reyes y profetas a los mejores conductores del
mundo y de la historia, Dios les hablaba por medio de ángeles, de visiones y de
sueños, se les prometió claramente la visita del Mesías y la venida del Espíritu Santo;
y aún así, rechazaron y asesinaron al Hijo de Dios, a nuestro señor Jesucristo.
Veamos como máximo ejemplo de todo esto el caso del rey Salomón:
Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses
ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su
padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom,
ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová,
y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó
Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está
enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. (1Reyes
11.4-7)
Las notas de la Biblia del Diario Vivir dicen: “No basta con conocer la Palabra de
Dios ni aun creerla. Debemos seguirla y aplicarla a las actividades y decisiones de
la vida diaria. Tome en serio los mandatos de Dios. Al igual que Salomón, el
hombre más sabio que jamás haya existido, no somos tan fuertes como creemos”.
Nunca un hombre antes de él, ni después de él, tendrá la sabiduría que Salomón
poseyó como don especial de Dios. No solo tenía conocimiento secular y
experimental, sino que, siendo profeta de Dios, poseía revelación divina y era
asimismo escritor inspirado del Señor. Nada más que el maravilloso libro de los
Proverbios, que tres mil años después seguimos leyendo y estudiando, da cuenta de
su sabiduría e inteligencia.
Pero a pesar de todo ese conocimiento, Salomón cayó. Pudo resistir las presiones que
conlleva gobernar a un gran reino, pero no pudo resistirse a la voluntad de sus
mujeres. Supo gobernar al gran pueblo de Dios, pero no supo gobernarse a sí mismo.
Tome en serio los mandatos de Dios. ¿Va a tomar una decisión en su vida? Ponga en
primer lugar las cosas de Dios. ¿Va a tener alguna actividad? Siga y aplique la Palabra
de Dios a esa actividad. Procure que cada pensamiento, cada idea, cada actitud, cada
plan, cada decisión, cada movimiento, y aún cada latido de su corazón sean
agradables delante de Dios. A final de cuentas, esa es la verdadera inteligencia:
Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del
mal, la inteligencia. (Job 28.28)
Todos estos pasajes que hemos estudiado, y muchos más por el estilo, ¿enseñan que
debemos de evitar el conocimiento? De ninguna manera; si esa es la conclusión, no
se ha entendido nada de nuestro punto principal. La cuestión no es tenerle miedo o
desconfianza al conocimiento, evitarlo como si fuera una enfermedad, un peligro o
un político.
Ahora, ¿Por qué tanta sorpresa cuando alguien con mucho conocimiento, no lleva
una vida consecuentemente mejor que la de los demás? A veces se escuchan cosas
como: “ese hermano sabe mucho, debería de hacer esto o dejar aquello”. Pero, ¿Por
qué? ¿Acaso el conocimiento hace que pierda su libre albedrío y obedezca a Dios
automáticamente? ¿Por qué se cree que el conocimiento tenga tal poder, o que sea el
responsable de cambiar a una persona?
Cada uno de nosotros, los que pertenecemos a Cristo, hemos obtenido o recibido
mayor o menor cantidad de conocimiento, pero todos hemos recibido algo. Si
fuéramos totalmente ignorantes, no estaríamos en la iglesia de Cristo.
Es más, hemos recibido la salvación de nuestra alma, el perdón de todos nuestros
pecados, la muestra del amor de Dios en el sacrificio de Cristo, la comunión y
relación directa con Dios y el acceso total a su verdad revelada. Entre muchas más
bendiciones del Señor. No solo hemos recibido capacidad e información. Y sin
embargo, y a pesar de todo este tesoro espiritual, en algunos aspectos seguimos
fallando ante Dios.
El verdadero amor lo demuestra aquel que pone su mirada en Cristo Jesús, quien
sabe las deficiencias de sus hermanos, pero decide quedarse para ayudarlos con su
ejemplo, quien no abandona la trinchera que Dios le dio, sino continúa en la batalla
hasta el final en el nombre y por la gloria de Jesucristo.
Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti,
haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia,
si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la
buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de
Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su
boca viene el conocimiento y la inteligencia. (Proverbios 2.1-6)
El hombre común es ajeno a esta sabiduría, porque sus búsquedas están lejos de
Dios. Uno busca la fama, otro el dinero, aquel el placer y este el poder. Pero ninguno
busca la voluntad de Dios para hacerla. Aún unos que buscan a Dios, lo hacen porque
están enfermos, necesitados, tristes o en problemas, es decir lo buscan para que los
sirva, y no para servirlo a él. Otros hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador,
pero no como el Señor de nuestra vida. ¿Qué está buscando usted?
Sí, es posible que una persona con mucho conocimiento de Dios se pierda, pero quien
no tiene ese conocimiento no solo es posible, sino totalmente seguro que se perderá.
Porque el conocimiento de Dios no solo tiene diversas utilidades espirituales y
prácticas, sino que es el único medio para conocer a Dios, saber su voluntad y
alcanzar la vida eterna. ¿Qué utilidades tiene el conocimiento de Dios?
Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por
vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda
sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el
conocimiento de Dios; (Colosenses 1.9-10)
El apóstol Pablo pide que los hermanos sean llenos del conocimiento de la voluntad
de Dios. ¿Para que presuman que saben mucho? ¿Para que se envanezcan? ¿Para que
humillen a los demás? No. Para que anden como es digno de Dios, en las tres formas
precisas y necesarias: 1. agradándole en todo, 2. llevando fruto en toda buena obra,
y 3. creciendo en el conocimiento de Dios.
Alguien que no conoce la voluntad de Dios no puede agradarlo, porque no sabe cómo.
Tal vez intente portarse bien y ayudar a los demás, pero siempre bajo su propio
criterio personal. Hará lo que él cree que es correcto, aunque no sepa que tal vez está
yendo contra la voluntad de Dios. (Cuando Pablo perseguía a la iglesia, pensaba
sinceramente que era su deber y que estaba sirviendo a Dios). Muchos intentan servir
a Dios en el sectarismo, sinceramente y con todo el corazón, pero equivocados.
Escuche por ejemplo las excusas de aquellos hermanos que olvidan la voluntad de
Dios (a ver si le suenan familiares):
“No pude reunirme porque tuve que trabajar”, se le olvidó lo que dijo Jesús: “busca
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo será añadido” y “no solamente de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
“Le dije todo eso porque me provocó”, se le olvidó lo que dice Pablo: “no se venguen
ustedes mismos, sino dejen lugar a la ira de Dios” y “airaos pero no pequéis”.
“Ay hermano, tengo muchos problemas”, se le olvida lo que dice Jesús: “Estas cosas
les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero
confíen, yo he vencido al mundo”.
“Falté a la reunión porque también otros faltan”, se le olvidó lo que dice Pablo: “si
alguno fuere sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo
con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también
seas tentado”. No dice que hagamos lo mismo, sino que corrijamos al que hace mal.
Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis
llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis
amonestaros los unos a los otros. (Romanos 15.14)
Si desconocer la voluntad de Dios para nuestra vida, y aún así querer agradarlo es un
desastre, imagínese lo que será querer enseñar, dirigir, animar, amonestar y exhortar
a otros sin tener el conocimiento exacto de los principios divinos.
Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en
todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo, (Filipenses 1.9-10)
El amor verdadero tiene que abundar en ciencia y en todo conocimiento, nutrirse con
la Palabra de Dios para ser más útil a los hermanos. El amor es la actitud de la buena
voluntad, pero ha de ser dirigida por el conocimiento que da Dios. Únicamente así el
cristiano puede aprobar lo mejor para sí mismo y para los demás. Solo el amor
dirigido por el conocimiento buscará no demostrar que tiene la razón y ganar la
batalla, sino seleccionar y emplear las palabras más adecuadas y la manera más
efectiva de expresarlas a fin de rescatar al hermano del error.
Un dicho del mundo dice: “la intención es lo que cuenta”, pero esto es falso, aún en
las cosas de esta tierra. Si usted sufre un accidente, y yo con mis buenas intenciones
lo levanto y lo llevo corriendo a un hospital, tal vez por haberlo movido, sus fracturas
no sanen correctamente; por eso los paramédicos lo primero que hacen es
inmovilizar el cuello y cuerpo de la persona lo más rectamente posible. No son
suficientes las buenas intenciones, si no van acompañadas del conocimiento exacto.
La Biblia en Lenguaje Sencillo traduce: “Le pido a Dios que ustedes se amen cada vez
más, y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente, para que sepan cómo
elegir lo mejor. Así, cuando Cristo vuelva, estarán sin pecado y nadie podrá
acusarlos de nada”. El amor puede ofender, pero nunca destruye. El máximo
propósito de la búsqueda de conocimiento, es que todos nos beneficiemos
espiritualmente y podamos presentarnos irreprensibles ante el tribunal de Cristo.
Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya
no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, (Efesios 4.13-14)
Para estar verdaderamente unidos se requiere tener la misma fe. Pero sin el
conocimiento exacto dado por Dios en su palabra, vamos a ser ignorantes, llevados
por doquiera de todo viento de doctrina. Por eso recalca Pablo: La palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos
y cánticos espirituales (Colosenses 3.16).
Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3.19)
Moisés habló del Mesías, los profetas lo anunciaron claramente, es el mensaje de los
apóstoles y el verso de memoria de las iglesias de Cristo: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16).
Cuando alguien recibe el amor de Cristo, y obedece a ese amor, viniendo a ser parte
activa del cuerpo del Señor, entonces es lleno de toda la plenitud de Dios. Conocer,
amar y obedecer a Jesucristo, es la vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan
17.3). Y para conocer a Jesucristo, solo hay una forma: mediante las Escrituras.
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; (Juan 5.39)
La versión de la Biblia Palabra de Dios para Todos dice: “Ustedes estudian las
Escrituras con mucho cuidado porque piensan que las Escrituras les darán vida
eterna. Pues esas mismas Escrituras son las que hablan de mí”.
Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por
ella crezcáis para salvación, (1Pedro 2.2)
Pablo le dice a Timoteo que “las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la
salvación”. No era suficiente para Timoteo ser cristiano ni aún evangelista; él mismo
debía de crecer y saber más.
Recuerde la dura exhortación del escritor a los hebreos: “Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tienen necesidad de que se les vuelva a enseñar
cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y han llegado a ser
tales que tienen necesidad de leche, y no de alimento sólido”.
¿Le suena ofensivo? Pues sepa que Dios se ofende cuando sabe usted de todo menos
de la Biblia, cuando usa más su mente y capacidad para otras cosas, cuando se
molesta porque se le deja tarea, cuando se está durmiendo en la predicación, cuando
mira constantemente el reloj (ojalá con esa misma molestia viera el reloj cuando
platica con sus amistades o mira videos en internet). Cuando alguien le pregunta algo
de la Biblia y usted no sabe qué responder, ofende a su Hacedor.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor
de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar a Cristo, (Filipenses 3.7-8)
Todo lo que Pablo tenía por ganancia, todo lo que le convenía, todo lo que le
pertenecía, todo lo que amaba en este mundo, ahora lo estimaba como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Todo lo consideraba como basura con
tal de ganar a Cristo, quien era el todo para él.
Ya no le importaba el sueldo y los beneficios del oficial, ya no le importaba ser el
fariseo más famoso, aquel influyente conocido por reyes y gobernadores, porque
ahora era súbdito y soldado escogido por el Rey de reyes y Señor de los señores.
Gracias por su atención a este sencillo escrito. Dios le guarde en su santo amor.