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El Conocimiento

de Dios
Por Jesús Briseño Sanchez

Y de conocer el amor de Cristo, que


excede a todo conocimiento, para que
seáis llenos de toda la plenitud de Dios.
(Efesios 3.19)
INTRODUCCIÓN

Una de las cosas sobre las que más se escuchan prejuicios y malos entendidos, es
acerca del conocimiento. Es por eso necesario que estudiemos qué nos dice Dios
acerca de este tema.
La palabra conocimiento es traducción del vocablo griego gnosis, que significa
primariamente saber, búsqueda, investigación. El conocimiento es una herramienta
imprescindible para que el hombre pueda conocer y experimentar su mundo, crecer y
madurar, cumplir sus funciones y objetivos, y alcanzar los propósitos de Dios en él.

EL MAL USO DEL CONOCIMIENTO

La Biblia nos previene, no contra el conocimiento en sí, sino contra cierto uso de él.
Dios es creador de todas las cosas, y su propósito es que nos sirvan de instrumentos
para el bien vivir; pero muchas veces, así como sucede con cualquier otro tipo de
recurso, las malas intenciones del hombre pueden convertir incluso al conocimiento
en un instrumento para el mal. Dios condena la falsamente llamada ciencia:

Evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la


falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe.
(1Timoteo 6.20-21)

La ciencia, el saber, dado como bendición de Dios al hombre para que explore,
domine y aproveche su creación, ha dado muchos avances al ser humano, mejorando
su condición de vida, su economía y su salud.

Pero también ha surgido la falsamente llamada ciencia, aquella que no es saber, que
invade terrenos que no le corresponden y contradice a las verdades fundamentales de
Dios, presentando como realidades científicas afirmaciones basadas en suposiciones.
Dios no condena pues al saber, a la ciencia y al conocimiento, sino a la maldad
humana que se disfraza de conocimiento y convierte al hombre en enemigo de Dios.

Dios condena al gnosticismo:

Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no


practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado. (1Juan 1.6-7)
Muy pronto, a finales del siglo primero, surge y se mezcla con el cristianismo una
corriente filosófico-religiosa llamada el gnosticismo. Dentro de las muchas y
variadas falsas doctrinas que afirmaban, era que el pecado del cuerpo no podía
contaminar al alma y que la salvación no dependía solo del plan divino, sino de la
posesión de cierto conocimiento oculto; adquirir este conocimiento los hacía a su vez
menospreciar y de hecho aborrecer a los cristianos “ignorantes” de él.
Prácticamente todo el contenido de las cartas de Juan están destinadas a
contrarrestar cada una de las herejías del movimiento gnóstico. El verdadero
conocimiento de Dios es la obediencia, enseña el apóstol, y esta obediencia a la
verdad nos hace amarnos y tener comunión con Dios y con los verdaderos creyentes.

Es falso por tanto un pretendido conocimiento profundo y misterioso, que nos haga
sentir superiores, y como efecto nos aleje de Dios y de la hermandad. Nuevamente
vemos que el problema no es el verdadero conocimiento en sí, sino la presunción de
poseer un conocimiento especial que en realidad nos lleva al pecado y nos condena.

Dios condena la sabiduría contenciosa:

¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus
obras en sabia mansedumbre. Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro
corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la
que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y
contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de
lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de
misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. (Santiago 3.13-
17)

La Biblia en Lenguaje Sencillo traduce: “Si alguno de ustedes es sabio y entendido,


demuéstrelo haciendo el bien y portándose con humildad. Pero si ustedes lo hacen
todo por envidia o por celos, vivirán tristes y amargados; no tendrán nada de qué
sentirse orgullosos, y faltarán a la verdad. Porque esa sabiduría no viene de Dios,
sino que es de este mundo y del demonio, y produce celos, peleas, problemas y todo
tipo de maldad. En cambio, los que tienen la sabiduría que viene de Dios, no hacen
lo malo; al contrario, buscan la paz, son obedientes y amables con los demás, se
compadecen de los que sufren, y siempre hacen lo bueno; tratan a todos de la
misma manera, y son verdaderos cristianos”.
La sabiduría de origen terrenal, humano e incluso satánico, produce y va siempre
acompañada de envidia, pleitos y contenciones, y malas obras o desobediencia.
La sabiduría que da Dios y el buen entendimiento, se muestran obligatoriamente en
tres cosas:
 En una conducta sabia y humilde.
 En un carácter santo, pacífico y amable.
 En las buenas obras y los buenos frutos, es decir: en los resultados.

Aquí no se trata del conocimiento en contraste con su mal uso, sino de dos fuentes
distintas que producen dos diferentes sabidurías. Debemos preferir y buscar ser
sabios según la sabiduría de Dios; ¿Cómo? evitando hacer lo malo, siendo obedientes
y haciendo lo bueno y correcto siempre.

Dios condena el conocimiento que actúa sin amor:

En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, sabemos que todos tenemos conocimiento.


El conocimiento envanece, pero el amor edifica. (1Corintios 8.1)

Existía el problema de hermanos nuevos que dudaban acerca de comer la carne


ofrecida a los ídolos. Otros que tenían más conocimiento de la verdad, sabían que un
ídolo no es nada, y por tanto comer lo que fue sacrificado a un ídolo, no los
contaminaba delante de Dios. Tenían la verdad, la fe y el conocimiento correcto, la
luz de Dios acerca del tema, pero en lugar de tratar con amor a sus hermanos menos
instruidos, se jactaban de su conocimiento e incluso provocaban la caída de creyentes
nuevos, incitándolos con su ejemplo a pecar contra su conciencia.

La búsqueda, adquisición y uso del conocimiento de Dios, ha de tener como


propósito principal ser mejores hijos de Dios, mejor capacitados para servirlo más y
mejor, y para procurar lo mejor para los demás, especialmente la familia de Dios. Sin
importar cuanta erudición y razón aparente tener, si no es útil y provechoso para la
vida de sí mismo y de los demás, sencillamente no es el tipo de conocimiento que
Dios desea que alcancemos.
Y aunque es cierto que aquí no trata de una falsa ciencia o de una sabiduría humana,
sino del verdadero conocimiento bíblico, también es verdad que lo que Dios condena
no es el conocimiento en sí, ni siquiera su obtención, sino su uso para lo malo.

Hay hermanos que malinterpretan este texto. Prácticamente afirman que Pablo está
condenando al conocimiento y diciendo que con el amor es suficiente. Tal idea está
muy lejos de ser la intención del apóstol. La orden de Dios no es que se evite el
conocimiento de la verdad, sino que se use con y por amor y para lo bueno.
Asimismo, por esta realidad entre los hermanos de Corinto, corroboramos una
trágica verdad humana: ni el conocimiento bíblico por sí solo, ni su obtención e
incluso su abundancia, garantizan tener una vida según la voluntad de Dios.

Existen muchos pasajes y casos de personajes y comunidades con mucho


conocimiento de Dios y su voluntad, y al mismo tiempo, siendo rebeldes,
indiferentes, desobedientes e incluso perversos.

Moisés trataba con Dios cara a cara y fue un gigante de la fe, pero fue rebelde una vez
y no entró a la tierra prometida (Números 20.12; Deuteronomio 34.4). Jonás era
profeta enviado por Dios, pero era negligente (Jonás 1.3). Elías es el máximo
representante de los profetas, pero se desanimó (1Reyes 19.4, 10). Pedro tenía la
comunión con Dios y la revelación del Espíritu Santo, pero no solo negó con
juramento conocer a Jesús, sino que mucho tiempo después actuaba con hipocresía
entre la hermandad, siendo apóstol de Cristo (Mateo 26.72; Gálatas 2.11-14). Judas
tenía el amor, el ejemplo y la enseñanza directa del Maestro, pero lo entregó con un
beso por treinta monedas, y después se colgó (Lucas 22.47-48; Mateo 27.3-5).

Los judíos eran el pueblo elegido de Dios, tenían la revelación y la ley de Dios,
contaban con una experiencia religiosa de 1,400 años, conocían las Escrituras de
memoria, tuvieron en los jueces, reyes y profetas a los mejores conductores del
mundo y de la historia, Dios les hablaba por medio de ángeles, de visiones y de
sueños, se les prometió claramente la visita del Mesías y la venida del Espíritu Santo;
y aún así, rechazaron y asesinaron al Hijo de Dios, a nuestro señor Jesucristo.

Las iglesias primitivas tenían profetas de Dios, el testimonio de los apóstoles y la


unción para saber todas las cosas, pero la mayoría tenían problemas por corregir.

Veamos como máximo ejemplo de todo esto el caso del rey Salomón:

Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses
ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su
padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom,
ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová,
y no siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. Entonces edificó
Salomón un lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está
enfrente de Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. (1Reyes
11.4-7)
Las notas de la Biblia del Diario Vivir dicen: “No basta con conocer la Palabra de
Dios ni aun creerla. Debemos seguirla y aplicarla a las actividades y decisiones de
la vida diaria. Tome en serio los mandatos de Dios. Al igual que Salomón, el
hombre más sabio que jamás haya existido, no somos tan fuertes como creemos”.

Nunca un hombre antes de él, ni después de él, tendrá la sabiduría que Salomón
poseyó como don especial de Dios. No solo tenía conocimiento secular y
experimental, sino que, siendo profeta de Dios, poseía revelación divina y era
asimismo escritor inspirado del Señor. Nada más que el maravilloso libro de los
Proverbios, que tres mil años después seguimos leyendo y estudiando, da cuenta de
su sabiduría e inteligencia.
Pero a pesar de todo ese conocimiento, Salomón cayó. Pudo resistir las presiones que
conlleva gobernar a un gran reino, pero no pudo resistirse a la voluntad de sus
mujeres. Supo gobernar al gran pueblo de Dios, pero no supo gobernarse a sí mismo.

Tome en serio los mandatos de Dios. ¿Va a tomar una decisión en su vida? Ponga en
primer lugar las cosas de Dios. ¿Va a tener alguna actividad? Siga y aplique la Palabra
de Dios a esa actividad. Procure que cada pensamiento, cada idea, cada actitud, cada
plan, cada decisión, cada movimiento, y aún cada latido de su corazón sean
agradables delante de Dios. A final de cuentas, esa es la verdadera inteligencia:

Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del
mal, la inteligencia. (Job 28.28)

Todos estos pasajes que hemos estudiado, y muchos más por el estilo, ¿enseñan que
debemos de evitar el conocimiento? De ninguna manera; si esa es la conclusión, no
se ha entendido nada de nuestro punto principal. La cuestión no es tenerle miedo o
desconfianza al conocimiento, evitarlo como si fuera una enfermedad, un peligro o
un político.

De lo que se trata es de entender su propósito, utilidad y uso adecuados. De igual


forma, estar conscientes de que tener más conocimiento no nos hará más aceptos
delante de Dios, si no lo aplicamos primeramente a nuestra propia vida diaria.

Usted examínese a usted mismo y proceda según su propio juicio. Su examen


determinará su actitud: Si se considera un perverso que ha decidido no cambiar con
nada, obviamente que no va a querer aprender más, porque ya sabe que tener más
conocimiento no le ayudará, y no le servirá ni a usted ni a los demás.
Pero si usted se considera un buen hijo de Dios que busca crecer, mejorar y servirlo
mejor, entonces el conocimiento le será indispensable, porque es lo que le dará
principios, fortaleza y dirección a su anhelo espiritual.

Ahora, ¿Por qué tanta sorpresa cuando alguien con mucho conocimiento, no lleva
una vida consecuentemente mejor que la de los demás? A veces se escuchan cosas
como: “ese hermano sabe mucho, debería de hacer esto o dejar aquello”. Pero, ¿Por
qué? ¿Acaso el conocimiento hace que pierda su libre albedrío y obedezca a Dios
automáticamente? ¿Por qué se cree que el conocimiento tenga tal poder, o que sea el
responsable de cambiar a una persona?

Lo que determina la actitud y la conducta de una persona no es el conocimiento, sino


la decisión de la mente y la disposición del corazón. Cada persona en este mundo
responderá al llamado de Dios de diferente manera, según lo determine en su
interior, independientemente del menor o mayor conocimiento que tenga. Si
dependiera solo del conocimiento, los teólogos católicos o protestantes eruditos en
historia, gramática y diversos doctorados fueran perfectos, cuando no son ni salvos.

Cada uno de nosotros, los que pertenecemos a Cristo, hemos obtenido o recibido
mayor o menor cantidad de conocimiento, pero todos hemos recibido algo. Si
fuéramos totalmente ignorantes, no estaríamos en la iglesia de Cristo.
Es más, hemos recibido la salvación de nuestra alma, el perdón de todos nuestros
pecados, la muestra del amor de Dios en el sacrificio de Cristo, la comunión y
relación directa con Dios y el acceso total a su verdad revelada. Entre muchas más
bendiciones del Señor. No solo hemos recibido capacidad e información. Y sin
embargo, y a pesar de todo este tesoro espiritual, en algunos aspectos seguimos
fallando ante Dios.

¿No creemos en un Dios omnisciente, omnipresente y omnipotente? Bueno, si el


amor y el poder de Dios por sí solos no cambian a una persona, ¿Por qué creer que el
conocimiento sí lo hará o sí debe de hacerlo? ¿Es acaso el conocimiento superior al
poder de Dios?
Por lo tanto hermanos, antes de examinar a otros, examinémonos a nosotros mismos
y respondamos: ¿qué tanto hago yo con el mucho o poco conocimiento que Dios me
ha dado? ¿Así como he ido aprendiendo más cosas, ha ido aumentando mi santidad,
mi conducta y mis obras espirituales? Si creo que el amor es mejor que el
conocimiento, ¿lo demuestra mi conducta? ¿Qué tanto soy mejor que aquel que tiene
conocimiento? ¿Son mis obras y sus resultados mayores y mejores?
He conocido decenas de personas que abandonan el camino de Dios, y lo hacen
afirmando que en la iglesia no hay amor. Y yo me pregunto: ¿Cuánto amor muestra
quien abandona al cuerpo de Cristo? ¿Cuánto amor tiene a Dios quien desobedece
sus mandamientos? ¿En serio ese tipo de amor es superior al conocimiento?

El verdadero amor lo demuestra aquel que pone su mirada en Cristo Jesús, quien
sabe las deficiencias de sus hermanos, pero decide quedarse para ayudarlos con su
ejemplo, quien no abandona la trinchera que Dios le dio, sino continúa en la batalla
hasta el final en el nombre y por la gloria de Jesucristo.

LA UTILIDAD DEL CONOCIMIENTO

Cuando hablamos del conocimiento en una persona, podemos referirnos a su


capacidad desarrollada para la investigación, así como al contenido de la información
que ya tenga. Asimismo, al mencionar el conocimiento, debemos especificar si nos
estamos refiriendo al conocimiento secular, al conocimiento bíblico o al
conocimiento de Dios. (Creo firmemente que estos dos últimos van estrechamente
ligados y depende el uno del otro).

El conocimiento secular es muy importante en nuestra vida, pues nos permite


conocer el mundo e interactuar provechosamente con las demás personas. Entre más
conocimiento secular tengamos, más útiles seremos para nuestra sociedad. Pero el
conocimiento secular no es indispensable para nuestra vida espiritual delante de
Dios. Algunos conocimientos acerca de la historia, de la lógica y la gramática pueden
ser un útil apoyo para entender mejor las Escrituras, pero no son indispensables.

El conocimiento al cual Dios desea que aspiremos y nos enfoquemos, es a Su Palabra:

Hijo mío, si recibieres mis palabras, y mis mandamientos guardares dentro de ti,
haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia,
si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la
buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de
Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su
boca viene el conocimiento y la inteligencia. (Proverbios 2.1-6)

Si recibimos su palabra y obedecemos sus mandamientos, entonces podremos


entender el temor de Dios y hallar su conocimiento. Dios da la sabiduría, y de su
boca, es decir, de sus palabras viene el conocimiento y la inteligencia.
El conocimiento de Dios debe buscarse como las gentes del mundo buscan la plata,
como escudriñan, pulen, cuidan y valoran a los tesoros materiales: el oro, los
diamantes y demás piedras preciosas. Así debe usted buscar obtener la prudencia, la
sabiduría, la inteligencia y el conocimiento que Dios ofrece en su palabra.

El hombre común es ajeno a esta sabiduría, porque sus búsquedas están lejos de
Dios. Uno busca la fama, otro el dinero, aquel el placer y este el poder. Pero ninguno
busca la voluntad de Dios para hacerla. Aún unos que buscan a Dios, lo hacen porque
están enfermos, necesitados, tristes o en problemas, es decir lo buscan para que los
sirva, y no para servirlo a él. Otros hemos aceptado a Cristo como nuestro Salvador,
pero no como el Señor de nuestra vida. ¿Qué está buscando usted?

Sí, es posible que una persona con mucho conocimiento de Dios se pierda, pero quien
no tiene ese conocimiento no solo es posible, sino totalmente seguro que se perderá.
Porque el conocimiento de Dios no solo tiene diversas utilidades espirituales y
prácticas, sino que es el único medio para conocer a Dios, saber su voluntad y
alcanzar la vida eterna. ¿Qué utilidades tiene el conocimiento de Dios?

Es útil para andar como es digno del Señor:

Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por
vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda
sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor,
agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el
conocimiento de Dios; (Colosenses 1.9-10)

El apóstol Pablo pide que los hermanos sean llenos del conocimiento de la voluntad
de Dios. ¿Para que presuman que saben mucho? ¿Para que se envanezcan? ¿Para que
humillen a los demás? No. Para que anden como es digno de Dios, en las tres formas
precisas y necesarias: 1. agradándole en todo, 2. llevando fruto en toda buena obra,
y 3. creciendo en el conocimiento de Dios.

Alguien que no conoce la voluntad de Dios no puede agradarlo, porque no sabe cómo.
Tal vez intente portarse bien y ayudar a los demás, pero siempre bajo su propio
criterio personal. Hará lo que él cree que es correcto, aunque no sepa que tal vez está
yendo contra la voluntad de Dios. (Cuando Pablo perseguía a la iglesia, pensaba
sinceramente que era su deber y que estaba sirviendo a Dios). Muchos intentan servir
a Dios en el sectarismo, sinceramente y con todo el corazón, pero equivocados.
Escuche por ejemplo las excusas de aquellos hermanos que olvidan la voluntad de
Dios (a ver si le suenan familiares):
“No pude reunirme porque tuve que trabajar”, se le olvidó lo que dijo Jesús: “busca
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todo será añadido” y “no solamente de
pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
“Le dije todo eso porque me provocó”, se le olvidó lo que dice Pablo: “no se venguen
ustedes mismos, sino dejen lugar a la ira de Dios” y “airaos pero no pequéis”.
“Ay hermano, tengo muchos problemas”, se le olvida lo que dice Jesús: “Estas cosas
les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero
confíen, yo he vencido al mundo”.
“Falté a la reunión porque también otros faltan”, se le olvidó lo que dice Pablo: “si
alguno fuere sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo
con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también
seas tentado”. No dice que hagamos lo mismo, sino que corrijamos al que hace mal.

Cuando no se tiene el conocimiento de Dios, las excusas ocupan el lugar de la razón, y


se manifiesta la maldad del corazón, pues elegimos el mal ejemplo para hacer lo
mismo. Olvidar la Palabra de Dios es peor que no saberla, pues trae más severas
consecuencias, tanto en nuestras circunstancias actuales como en las eternas. Por eso
no pide Pablo que tengan algo de conocimiento, sino que sean “llenos del
conocimiento de Dios y que crezcan en él”. ¿Cómo lo podemos hacer? Como dice el
proverbio que acabamos de estudiar: “haciendo estar atento tu oído a la sabiduría
de Dios”, no existe otra forma.

Cuando se tiene el conocimiento de Dios, podemos amonestarnos unos a otros:

Pero estoy seguro de vosotros, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis
llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis
amonestaros los unos a los otros. (Romanos 15.14)

Si desconocer la voluntad de Dios para nuestra vida, y aún así querer agradarlo es un
desastre, imagínese lo que será querer enseñar, dirigir, animar, amonestar y exhortar
a otros sin tener el conocimiento exacto de los principios divinos.

Cuando no se tiene el conocimiento de Dios, la opinión humana ocupa el lugar de la


autoridad divina, y los predicadores comienzan a hablar de Facebook, de deportes, de
espectáculos, de política, o a contar chistes y anécdotas personales, etc. Porque no se
conoce la Palabra de Dios y se ignora que este es el alimento del Señor para su iglesia.
Se dicen cosas como: “yo pienso que esto no tiene nada de malo”, “yo creo que el
cristiano no debe de oír música, no debe de vestirse de negro, no debe ir al cine, no
debe ser tan serio, o tan sonriente”, y un largo etcétera. En la iglesia del Señor, urge
cambiar las frases “yo pienso y yo creo” por la firme y bíblica “así dice el Señor”.

El conocimiento bíblico es indispensable para aprobar lo mejor:

Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en ciencia y en
todo conocimiento, para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e
irreprensibles para el día de Cristo, (Filipenses 1.9-10)

El amor verdadero tiene que abundar en ciencia y en todo conocimiento, nutrirse con
la Palabra de Dios para ser más útil a los hermanos. El amor es la actitud de la buena
voluntad, pero ha de ser dirigida por el conocimiento que da Dios. Únicamente así el
cristiano puede aprobar lo mejor para sí mismo y para los demás. Solo el amor
dirigido por el conocimiento buscará no demostrar que tiene la razón y ganar la
batalla, sino seleccionar y emplear las palabras más adecuadas y la manera más
efectiva de expresarlas a fin de rescatar al hermano del error.

Un dicho del mundo dice: “la intención es lo que cuenta”, pero esto es falso, aún en
las cosas de esta tierra. Si usted sufre un accidente, y yo con mis buenas intenciones
lo levanto y lo llevo corriendo a un hospital, tal vez por haberlo movido, sus fracturas
no sanen correctamente; por eso los paramédicos lo primero que hacen es
inmovilizar el cuello y cuerpo de la persona lo más rectamente posible. No son
suficientes las buenas intenciones, si no van acompañadas del conocimiento exacto.

La Biblia en Lenguaje Sencillo traduce: “Le pido a Dios que ustedes se amen cada vez
más, y que todo lo aprendan bien y lo juzguen correctamente, para que sepan cómo
elegir lo mejor. Así, cuando Cristo vuelva, estarán sin pecado y nadie podrá
acusarlos de nada”. El amor puede ofender, pero nunca destruye. El máximo
propósito de la búsqueda de conocimiento, es que todos nos beneficiemos
espiritualmente y podamos presentarnos irreprensibles ante el tribunal de Cristo.

El desarrollo y crecimiento del amor y del conocimiento deben de ir de la mano.


Entre más amor tienes, más conocimiento buscarás para servir más a quienes amas.
Entre más conocimiento adquieras, más amarás a los coherederos de la vida eterna.
Aquel que le teme al conocimiento, que lo critica, que no lo busca, no quiere ser un
obrero aprobado, que usa bien la palabra de verdad por amor a sus hermanos.
El conocimiento nos blinda contra el error:

Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya
no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por
estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error, (Efesios 4.13-14)

Para estar verdaderamente unidos se requiere tener la misma fe. Pero sin el
conocimiento exacto dado por Dios en su palabra, vamos a ser ignorantes, llevados
por doquiera de todo viento de doctrina. Por eso recalca Pablo: La palabra de Cristo
more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos
y cánticos espirituales (Colosenses 3.16).

EL AMOR QUE EXCEDE A TODO CONOCIMIENTO

Así dice el Señor:

Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3.19)

Por encima de cualquier otro tipo de conocimiento está el conocimiento de Dios. Y la


parte más extraordinaria y excelsa de ese conocimiento es el amor de Cristo. Toda la
revelación divina a lo largo de la historia humana, tiene como tema central, propósito
máximo y objetivo final, llevarnos a conocer el amor de Dios manifestado en Cristo y
su obra redentora.

Moisés habló del Mesías, los profetas lo anunciaron claramente, es el mensaje de los
apóstoles y el verso de memoria de las iglesias de Cristo: “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3.16).

Cuando alguien recibe el amor de Cristo, y obedece a ese amor, viniendo a ser parte
activa del cuerpo del Señor, entonces es lleno de toda la plenitud de Dios. Conocer,
amar y obedecer a Jesucristo, es la vida eterna: “Y esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan
17.3). Y para conocer a Jesucristo, solo hay una forma: mediante las Escrituras.
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; (Juan 5.39)

La versión de la Biblia Palabra de Dios para Todos dice: “Ustedes estudian las
Escrituras con mucho cuidado porque piensan que las Escrituras les darán vida
eterna. Pues esas mismas Escrituras son las que hablan de mí”.

Los judíos examinaban y memorizaban las Escrituras hebreas, pero no fueron


capaces de encontrar a Cristo en ellas. Nosotros tenemos el Nuevo Testamento como
el único documento histórico, inspirado y fiable para conocer a Jesús de Nazaret.
Pero para encontrarlo, conocerlo, amarlo, seguirlo y obedecerlo, es necesario
estudiar las Escrituras con fe y con mucho cuidado y esmero.

Algunos escudriñan y memorizan la Biblia, pero no encuentran a Jesús. Pero cuando


alguien lo encuentra por fe, es como toparse con una perla de gran precio, vende
todo lo que tiene y estima para adquirirla.

La máxima utilidad del conocimiento de las Escrituras es nuestra salvación:

Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por
ella crezcáis para salvación, (1Pedro 2.2)

En lugar de temerle al conocimiento, evitarlo como si fuera algo malo, o criticar a


quienes tienen más que nosotros, debemos, así como los niños recién nacidos desean
la leche materna, desear, anhelar, querer el conocimiento de Dios para crecer y poder
ser salvos.
No es suficiente con haber conocido y obedecido el plan de salvación. Si Dios le da
más vida después de su bautismo, usted debe perseverar hasta el fin, tiene que
crecer cada día más en el conocimiento de las Escrituras y de su Salvador. Si un bebé
no se alimenta correctamente, se enferma, no crece y puede morir.

Pablo le dice a Timoteo que “las Sagradas Escrituras te pueden hacer sabio para la
salvación”. No era suficiente para Timoteo ser cristiano ni aún evangelista; él mismo
debía de crecer y saber más.
Recuerde la dura exhortación del escritor a los hebreos: “Porque debiendo ser ya
maestros, después de tanto tiempo, tienen necesidad de que se les vuelva a enseñar
cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y han llegado a ser
tales que tienen necesidad de leche, y no de alimento sólido”.
¿Le suena ofensivo? Pues sepa que Dios se ofende cuando sabe usted de todo menos
de la Biblia, cuando usa más su mente y capacidad para otras cosas, cuando se
molesta porque se le deja tarea, cuando se está durmiendo en la predicación, cuando
mira constantemente el reloj (ojalá con esa misma molestia viera el reloj cuando
platica con sus amistades o mira videos en internet). Cuando alguien le pregunta algo
de la Biblia y usted no sabe qué responder, ofende a su Hacedor.

¿Cómo puede un cristiano atreverse a decir que el conocimiento no es importante, o


incluso que es malo? ¿O a qué conocimiento se refiere? Aún el conocimiento secular
es importante, pero el conocimiento bíblico es fundamental pues, según
Jesucristo, únicamente mediante la Biblia podemos conocer, amar y servir a Dios.

La naturaleza y las cualidades exclusivas de Dios se manifiestan solamente en su


revelación escrita. Saber cada día más de la Biblia, es saber cada día más de Dios y su
pensamiento, pues la Biblia es la mente de Dios revelada al hombre.
Mire la actitud de uno que fue encontrado por Cristo:

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor
de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y
lo tengo por basura, para ganar a Cristo, (Filipenses 3.7-8)

Todo lo que Pablo tenía por ganancia, todo lo que le convenía, todo lo que le
pertenecía, todo lo que amaba en este mundo, ahora lo estimaba como pérdida por la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús. Todo lo consideraba como basura con
tal de ganar a Cristo, quien era el todo para él.
Ya no le importaba el sueldo y los beneficios del oficial, ya no le importaba ser el
fariseo más famoso, aquel influyente conocido por reyes y gobernadores, porque
ahora era súbdito y soldado escogido por el Rey de reyes y Señor de los señores.

Cuando usted encuentre realmente a Cristo Jesús en la Biblia, ya no le importarán los


viajes a la playa, el placer o la comodidad, ser famoso o amado por los hombres,
recibir un dinero extra o aumentar sus riquezas, porque su tesoro estará en Cristo, y
donde esté su tesoro ahí estará también su corazón.

Gracias por su atención a este sencillo escrito. Dios le guarde en su santo amor.

Tonalá, Jalisco – Diciembre de 2019

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