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Los científicos han reconocido que para comprender mejor nuestro planeta, debemos
aprender cómo están interconectados sus componentes (tierra, agua, aire y formas de vida). Es por
ello que siempre se ha tratado de explicar de cómo se mueven los continentes.
1.1. Historia
Antes del advenimiento de la tectónica de placas muchas personas creían que los actuales
continentes eran fragmentos de grandes masas de tierra (supercontinentes) preexistentes.
Esta teoría, conocida como la "teoría de la deriva de los continentes", constituiría la
antesala de la teoría de la tectónica de placas. En términos generales la tectónica de placas
es un concepto científico relativamente nuevo que fue introducido a comienzo de 1960,
pero que ha revolucionado nuestro entendimiento de la dinámica del planeta en que
vivimos.
La idea de que los continentes, sobre todo Sudamérica y África, encajan como las piezas de
un rompecabezas, se originó con el desarrollo de mapas mundiales razonablemente
precisos. Sin embargo, se dio poca importancia a esta noción hasta 1915, cuando Alfred
Wegener, meteorólogo y geofísico alemán, publicó “El origen de los continentes y los
océanos”. En este libro, que se publicó en varias ediciones, Wegener estableció el esbozo
básico de su radical hipótesis de la deriva continental.
A principios de los años sesenta, Harry Hess, de la Universidad de Princeton, incorporó estos
hechos recién descubiertos a una hipótesis que más tarde se denominaría expansión del
fondo oceánico. En el artículo, ahora clásico, de Hess, proponía que las dorsales oceánicas
estaban localizadas sobre zonas de ascenso convectivo en el manto (Figura 2.11). A medida
que el material que asciende desde el manto se expande lateralmente, el suelo oceánico es
transportado de una manera parecida a como se mueve una cinta transportadora
alejándose de la cresta de la dorsal. En estos puntos, las fuerzas tensionales fracturan la