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El Contratista de Viñas y Frutales en Mendoza, Argentina: la lucha por el

reconocimiento de la identidad trabajadora

The Vineyard and Fruit Contractor in Mendoza, Argentina: the struggle for the
identity of the worker

O empreiteiro Viñas y Frutales em Mendoza, Argentina: a luta pelo


reconhecimento da identidade operária
Juan Manuel Cerdá
Eunice Sueli Nodari

Resumen: El contratista de viñas fue una figura central en el desarrollo de la vitivinicultura


mendocina desde finales del siglo XIX hasta el presente. Las particularidades de esta
categoría laboral han generado un debate respecto de si los trabajadores bajo esta figura son
asalariados o independientes (entrepreneurs). Desde una perspectiva histórica, este trabajo
aborda el proceso de construcción identitaria y legal del contratista como trabajador rural y
analiza, en particular, la lucha de los trabajadores y la participación del Estado en dicho
proceso. El corpus documental utilizado se basa en bibliografía de dirigentes políticos y
sociales de la época, en discusiones parlamentarias y en notas periodísticas.
Palabras claves: Conciencia de clase. Contratista de viña. Emprendedor. Legislación obrera.
Sindicalismo. Trabajo agrícola.

Abstract: The contratista de viñas was a central figure in the development of Mendoza wine
industry since the late 19th century. The particularities of this occupational category have
generated a debate on whether these workers are salaried or independent (entrepreneurs)
workers. From a historical perspective, this paper studies the process of identity and legal
construction of the contratista as a rural worker and studies, in particular, the struggle of the
workers and the participation of the State in this process. The documentary corpus used is
based on bibliography of political and social leaders, parliamentary discussions and
newspapers.
Keywords: Class consciousness. Contratista de viñas. Entrepreneues. Labor legislation.
Unionism. Agricultural work.

Resumo: O Contratista de viñas foi uma figura central no desenvolvimento da vinificação de


Mendoza no final do século XIX e sobrevive até hoje. As particularidades deste contrato
levaram à discussão sobre se seriam trabalhadores, por “conta própria” ou empreendedores.
De uma perspectiva histórica, este trabalho aborda o processo de construção de identidade e

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legado do contratista como trabalhador rural. Em particular, são analisadas a luta dos
trabalhadores e a participação do Estado no referido processo. O corpus documental utilizado
é baseado em: bibliografia dos líderes políticos e sociais da época, discussões parlamentares e
jornais.
Palavras-chave: Consciência de clase. Contratista de Vinhas. Empreendedorismo. Legislação
trabalhista. Sindicalismo. Trabalho agrícola.

Introducción
Este trabajo tiene su origen en una doble motivación, por un lado, visibilizar una
categoría ocupación específica de trabajador existente en la vitivinicultura mendocina. Y, por
otro lado, señalar las similitudes que tiene esta categoría ocupacional con la discusión actual
sobre las formas atípicas de empleo que, en general, se las asocia a los sectores de servicios de
las grandes ciudades.
Las denominadas “formas atípicas de empleo” vienen cobrando creciente interés, no
sólo en países en vías de desarrollo sino, también, en los más desarrollados. Entre estas
nuevas formas aparece la figura del trabajador “contratista dependiente” que, de acuerdo a la
última Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET) de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT),

son [definidos como] trabajadores que suscriben acuerdos contractuales de índole comercial
(pero no un contrato de empleo) para suministrar bienes o servicios para otra unidad
económica o a través de ella. No son empleados de dicha unidad económica, pero dependen de
ésta para la organización y ejecución del trabajo, los ingresos, o para el acceso al mercado
(CIET/20/2018/Resolución I).
O sea, se combinan aquí elementos de un típico trabajador independiente con
características propias de uno asalariado y, por lo tanto, la diferenciación entre ambas
categorías ocupacionales se vuelve cada vez más difusa.
En el fondo, estas formas de empleo -que algunos le han dado el nombre uberización
del trabajo-, esconden viejas discusiones entorno a la relación asimétrica entre el capital y el
trabajo (ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, 2017).
Sin considerar que los procesos y las actividades sean iguales, las discusiones
entorno a esta nueva categoría laboral no es nueva. En alguna medida, este tipo de contrato
“no habitual” fue la norma del desarrollo capitalista en el sector agrario en la Argentina y, en
especial, es el caso del contratista de viñas en la provincia de Mendoza. Si tomamos la
definición de la Organización Internacional de Trabajo (2017) para definir las particularidades
de estos “nuevos empleos” nos encontramos con que los contratistas comparten al menos
cuatro características que los asemejan con el problema actual:

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a) en primer lugar, el contratista, o algunos miembros de su familia, pueden ser
contratado de manera temporaria por otro patrón.
b) En segundo lugar, existe una suerte de “flexibilidad horaria”, o sea, sin horario fijo
donde el contratista podría “manejar su tiempo” y realizar sus tareas “cuando quiera”.
c) En tercer lugar, los contratistas utilizan sus propias herramientas de trabajo y nuclean
bajo su responsabilidad a otros trabajadores, sean estos miembros de la familia o
externos a ella.
d) Por último, la ausencia de legislación que los enmarque en alguna de las dos
categorías “habituales” de trabajador asalariado o independiente dio lugar a conflictos
social que se prolongaron por décadas.

Durante gran parte del siglo XX estas caracterísitcas llevaron a definiciones


ambiguas en las cuales, en algunas oportunidades, los contratistas eran denominados como
entrepreneur o socios del dueño de la tierra y, en otras, como trabajadores dependientes
rurales. En parte, esto se explica, porque la legislación laboral argentina consideró por largo
tiempo a esta actividad como excepcional, lo que demoró su incorporación al código laboral
y, cuando lo hizo, fue a partir del marco regulatorio específico: el estatuto de contratistas de
viñas y frutales.
Es por ello que aquí apelamos a reconstruir el proceso de conformación histórica de
la figura legal que tienen en la actualidad los contratistas de viñas de la provincia de
Mendoza. Este artículo no se limita a un análisis comparativo de la legislación, sino que
pretende dar cuenta de los diferentes contextos sociales y políticos en los cuales se dieron
avances en la misma, así como en aquellos períodos donde se produjeron retrocesos. Para esto
se ha revisado la legislación, los debates parlamentarios y los diarios de la época, los que han
permitido contextualizar las discusiones conceptuales. La ausencia de un archivo histórico por
parte del sindicato limita significativamente la posibilidad de conocer de forma directa la voz
de sus representados. Sin embargo, ello ha sido recuperado, al menos parciamente, a partir de
un análisis sistemático en el diario Los Andes -el de mayor tirada en Mendoza- en los
momentos en que este sindicato participó en algunos conflictos.
La hipótesis que guía este artículo es que los contratistas se convierten en
trabajadores asalariados luego de un largo proceso de construcción social donde tanto su
lucha como algunos gobiernos estuvieron particularmente presente. Esto se fue dando en la
medida que los representantes de los contratistas fueron construyendo redes de relaciones con
otros grupos de trabajadores y con los diversos sectores de la política provincial y nacional

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pudieron ir concretando algunas de sus demandas. La inclusión de esta figura en la normativa
laboral fue un paso determinante en el reconocimiento de sus derechos y el de sus familias y,
al mismo tiempo, colaboró en la autopercepción de sus derechos sociales. Como veremos,
este proceso tuvo avances pero, también, fuertes retrocesos a lo largo de más de medio siglo.
La relevancia de este estudio está dada, por un lado, por las especificidades de esta
figura presente en la vitivinicultura mendocina -por ello muchas veces invisibilizada a pesar
de su importancia numérica-, y, por otro lado, por la riqueza de las controversias que se
produjeron entorno a la construcción identitaria a lo largo del siglo XX y que lo acerca a las
discusiones de los trabajadores “atípicos” en la actualidad. Este proceso, finalmente, dio lugar
a una configuración jurídica específica que fue el Estatuto del contratista de viñas y frutales
en 1973 y ratificado diez años más tarde. Esta perspectiva, de lo que podríamos llamar la
construcción social de una legislación, es el eje central de este estudio.
El presente artículo continua de la siguiente manera. En la sección dos se analiza el
origne de la figura del contratista de viñas como parte del proceso local del desarrollo
vitivinícola. En la sección tres se identifican los hitos más importantes en este camino, sus
avances y retrocesos. En la sección cuatro se presentan las conclusiones del estudio.

El surgimiento y evolución de la figura del contratista en el contexto productivo


provincial
El contratista de viñas fue un actor importante del desarrollo de la viticultura en la
región de Cuyo y especialmente en Mendoza, desde finales del siglo XIX. Su existencia se
extiende hasta el presente aunque su importancia mermó en términos cuantitativos en las
últimas décadas. Si bien no se cuenta con datos precisos, para comienzos del siglo pasado,
diversas fuentes sostienen que había alrededor de 15.000 contratistas (con sus familias)
trabajando pequeñas parcelas dedidas a la vinicultural, mientras que un siglo más tarde el
sindicato de contratistas calcula que existen en la actualidad unas 3.000 familias en toda la
provincia.
El origen de los contratistas en Mendoza tiene sus raices a finales del siglo XIX
cuando se produjo una transformación del perfil productivo provincial que implicó el paso de
una agricultura cerealera y una ganadería de pastoreo a la especialización vitivinícola
(RICHAD-JORBA, 1998; SALVATORE, 1986). Esta reconfiguración productiva se inscribió
en el marco de la consolidación del Estado Nacional y la orientación que debieron realizar
ciertos sectores económicos del interior del país para sumarse al modelo agroexportador
vigente.

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En el caso de Mendoza este proceso de reorientación productiva se basó en una
mayor especialización vitivinícola que fue impulsado por el Estado a partir de diferentes
medidas, tales como: la baja de impuestos, inversión en infraestructura de irrigación, la venta
de tierras públicas y la promoción a la inmigración con el fin de ampliar la oferta de mano de
obra. Estas iniciativas públicas se vieron acompañadas por la inversión privada con la llegada
del ferrocarril, la implantación de vides y la construcción de grandes bodegas, entre otras
acciones. Así, tierra, capital y trabajo se pusieron en marcha para producir un cambio en la
reorientación productiva de la región (RICHAD-JORBA, 1998; CERDÁ, 2011;
MARIANETTI, 1965; MATEU, 1994). En dicho contexto, los contratistas surgieron como
un actor clave debido a que los propietarios de las tierras requerían de gran cantidad de brazos
para poner en producción sus tierras (SALVATORE, 1986).
¿En qué consistía dicho contrato? El dueño de la tierra entregaba una parcela que,
generalmente, tenía una extensión de 4 a 5 hectáreas a un contratista para que sea plantada
con vides. De allí es que inicialmente se denomina a esta figura contratista de plantación. De
los avisos clasificados de la época se deprende que la búsqueda de los propietarios estaba
destinada a familias enteras -más allá que fuera el jefe de familia el titular del contrato-,
preferentemente extranjeras y que tuviesen experiencia en el cultivo de la vid, condición que
no siempre se cumplía. El contratista, junto al resto de los miembros de su familia, debía
encargarse de plantar (si la finca no tenía ya vides) para luego cuidar y realizar todas las tareas
culturales que necesita la vid a lo largo del año.
Según los usos y costumbres -ya que en general eran contratos orales-, el contrato de
plantación podía durar entre cuatro y cinco años.i El contratista debía vivir en la parcela ya
que su presencia era requerida en cualquier momento del día y de la semana. En el caso de
Mendoza, este aspecto reviste particular importancia ya que la producción de vid requiere de
agua, un bien escaso y regulado por el Estado provincial desde 1884. El Departamento de
Irrigaciónii era la institución del Estado encargada de otorgar los permisos de riego, el que
imponía el canon y establecía los “turnos” de riego, los cuales eran rotativos en horarios y
días a lo largo del año. Esto implicaba que el contratista debía estar en el predio al momento
en que le tocara el turno para conducir el agua por los surcos de la parcela. iii En algunas
ocasiones los contratistas podían, a su vez, acudir a la contratación de jornaleros o
trabajadores temporarios para realizar algunas tareas puntuales. Este elemento muchas veces
fue utilizado por los propietarios para mostrar el carácter empresario y/o asociativo que los
unía con los contratistas. A comienzos del siglo XX, para los dueños de la tierra, la
contratación de otra persona por parte del contratista era suficiente para demostrar el grado de

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autonomía con la que éstos contaban. Sin embargo, como veremos más adelante, la
legislación no avaló esta postura.
A cambio de su trabajo los contratistas recibían un ingreso fijo pagado en diez u once
cuotas repartidas a lo largo del año, más un porcentaje de la producción que rondaba entre el
10% y 15% del total. En los primeros tres años de vida de la vid el porcentaje percibido por la
producción era mínimo ya que la productividad de la planta es baja. Pero a partir del tercero o
cuarto año -dependiendo de la poda, el clima y el desarrollo de la planta-, la vid llega a su
edad productiva y los ingresos se incrementan de manera sustancial. Sin embargo, esta parte
de los ingresos es variable, dependiendo de la calidad, la cantidad y el precio de la uva. Los
contratistas no participaban de las decisiones de producción, ni de la forma o época que se
realizaba la vendimia, ni estaban presentes al momento de la comercialización de la uva; en
estas decisiones participaba sólo el propietario de la tierra.
En algunos casos los contratistas -especialmente los de plantación, en los inicios de
la reconfiguración del espacio productivo provincial-, llegaron a recibir tierras y hasta
consiguieron convertirse en bodegueros. Si bien esto no fue la norma, sirvió para que se
construyera una suerte de mito de movilidad social ascendente entorno a su figura. Este mito
se sustentaba en dos pilares fundamentales: uno, el esfuerzo familiar de estos entrepreneur,
generalmente, inmigrantes. Otro, la idea que eran proto-empresarios, que tenían una
racionalidad empresaria per se, que hizo que se unieran en sociedad con los propietarios de la
tierra.iv Por otro lado, esta idea los mantenía fuera de cualquier legislación vigente ya que no
quedaban comprendidos ni dentro de las categorías del código civil ni de la legislación obrera.
En la medida en que la frontera vitícola llegó a su límite -debido a las condiciones
técnicas y las regulaciones en torno a la utilización de agua de la época- y la rentabilidad de
las nuevas tierras fue decreciendo este tipo de figura laboral mutó hacia otras formas de
trabajo: por un lado, aumentaron los contratistas de cuidados -más comúnmente conocidos
como contratista de viñas-, y por otro lado, a partir de los años 1930, se incrementó el peso de
los obreros agrícolas, aunque en menor medida que los primeros (MARIANETTI, 1965, p.
118-120).
Este “nuevo” contratista de viña se diferencia del anterior por su finalidad -cuidado y
no plantación- y por la duración del contrato que se redujo al año agrícola. La forma de
remuneración fue definida de manera similar (un ingreso distribuido a lo largo del año y un
porcentaje de la producción que rondaba el 15-18% del total, siempre con plazos de pagos y
fechas variables) y la subordinación a las decisiones sobre la forma de producción permaneció
en manos de los dueños de la tierra. Este contrato también incluía a la familia del contratista -

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como unidad de trabajo- y permitía la contratación de jornaleros o trabajadores temporarios
para algunas actividades específicas a lo largo del año. Por último, el acuerdo seguía siendo
un “contrato de palabra” lo que implicaba un mayor grado de informalidad y, por lo tanto, de
desprotección para el contratista y su familia. Asimismo, el contrato podía ser rescindido
unilateralmente por parte del dueño de la tierra sin previo aviso, o no renovado luego de la
vendimia.
Como se verá a continuación, la legislación laboral nacional no reguló esta actividad
hasta 1973 (ley 20.589) marginando a estos trabajadores de los derechos sociales y laborales
existentes en la época para otros colectivos.v

La legislación: los primeros pasos


Según lo expresa Benito Marianetti (1979, p. 69), el Centro de Viticultores -sindicato
que nucleó a los contratistas de viñas- tiene sus orígenes en las huelgas de 1919/20 y
rápidamente se unió a la Federación Obrera Provincial. Este sindicato no logró expandirse
geográficamente más allá de ciertos departamentos de la provincia donde el Partido Socialista
tenía una fuerte presencia. Según Richard-Jorba (2014), este conflicto fue puntual en sus
reivindicaciones y, quizás, algo tardío si se lo compara con otras experiencias de trabajadores
agrícolas en otras regiones del país. También, fue tardía la conformación del sindicato en
relación a otros gremios asociados a la actividad vitivinícola en la misma provincia como, por
ejemplo, el de toneleros que tenía ya su organización sindical desde comienzos del siglo XX
(RICHAD-JORBA, 2009). Sin embargo, la formación del Centro de Viticultores permitiría
canalizar formalmente los reclamos de estos trabajadores como así también ser una vía de
autopercepción de los contratistas en tanto trabajadores, uniéndose a otros colectivos en
huelga y participando de las movilizaciones en las calles.
En particular, en el marco de las huelgas de 1919/20 las reivindicaciones de los
viticultores se centraron en: a) limitar las tareas específicas que debían realizar los contratistas
a lo largo del año; b) permitir que éstos puedan controlar el peso de la uva cosechada y
establecer un valor mínimo por cepa, c) instituir de forma fehaciente los plazos de pago de los
salarios –compuesto de diez remuneraciones que debían ser pagadas del 1 al 5 de cada mes-,
mientras que el porcentaje variable del salario debía ser pagado antes de los 90 días de
terminada la cosecha-; d) establecer la responsabilidad del patrón de proveer una “vivienda
higiénica” y el permiso para que el contratista pueda tener animales domésticos y una huerta
para el consumo de la familia; y e) establecer el 1 de marzo de cada año como el día de

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renovación (o no) del contrato (MARIANETTI, 1979 y RICHARD-JORBA, 2014). Como
puede observarse, los reclamos se centraron en la delimitación de un contrato de trabajo
tradicional: tareas a realizar, salario, duración de los contratos, periodicidad de los pagos y
condiciones de hábitat para el contratista y su familia. De acuerdo a Marianetti y Richard-
Jorba, sólo fueron atenidos los reclamos salariales, quedando pendientes el resto de las
demandas.
Esta lucha sectorial debe enmarcarse en un proceso más amplio de conflicto social en
la provincia. Durante estos años Mendoza estaba gobernada por José Néstor Lencinas (1918-
1919) quien impulsó una serie de leyes que favorecieron a los trabajadores lo que, a su vez, le
permitió capitalizar un amplio apoyo popular.vi Estas leyes laborales desataron una serie de
enfrentamientos con los sectores patronales y con el Estado Nacional que llevaron a la
intervención provincial en varias ocasiones durante toda la década de 1920. Sin embargo, al
mismo tiempo, el gobierno de Lencinas también fue muy duro con aquellos sectores
sindicales que no lo apoyaban como, por ejemplo, con las maestras a las cuales reprimió de
manera violenta durante la huelga de maestros de 1919 (LATORRE CARABELLI, 2019;
CARMINATTI, 2006).
Volviendo al punto de este trabajo, y como sostiene Richard-Jorba (2014), luego de
la huelga de 1919/20 se observa un rápido repliegue del sindicato de viticultores, hecho que
parecería estar dado por la imposibilidad de

captar mayores adhesiones, así como para trabajar junto a otras organizaciones afines
(toneleros o carreros, por ejemplo); también, y esto tiene que ver con la conciencia de clase, era
evidente (…) que en la figura del contratista había una dualidad: unos se consideraban
trabajadores y otros, más cercanos a la categoría de patrones. Estos últimos seguramente
operaron en contra del movimiento huelguístico (RICHARD-JORBA, 2014).
A esta dualidad podría sumarse el pragmatismo o capacidad negociadora que el
sindicato tuvo desde sus orígenes. A la luz de los acontecimientos y teniendo en cuenta el
grado de violencia que ejerció el gobierno Lencinista con los gremios opositores es posible
pensar que el pragmatismo los hizo aceptar las medidas y no seguir en las calles. Como
veremos, esta actitud paso a ser recurrente a lo largo del tiempo, formando parte de su acción
sindical en los conflictos a lo largo de gran parte de su historia.
Los reclamos se repitieron al comienzo de cada vendimia a lo largo de los años 20 y
30. El contexto económico y político, no obstante, no era el mismo. La crisis económica
posterior al crack de 1929 llevó a la adopción de medidas regulatorias por parte de los
gobiernos conservadores de los años 30 (RAPOPORT, 2000; O’CONNELL and SEIBERT,
1984; NEFFA, 1998; MADDISON, 1988). En el caso de la producción vitivinícola, la

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creación de la Junta Reguladora de Vinos en 1935 estableció una serie de controles sobre la
producción de vino y de uva en todo el país y en Mendoza en particular. Algunas de las
medidas implicaron la eliminación de stock de vino -que fue derramado en las acequias-, la
erradicación de 17.000 hectáreas de vides entre 1937 y 1938 -17% del total de las hectáreas
implantadas en todo el país-, y la fijación de precios mínimos para la uva (OSPITAL y
CERDÁ, 2016). Estas medidas de reducción de la oferta vitivinícola y sostenimiento de
precios debieron haber favorecido tanto a los dueños de la tierra como a los contratistas ya
que, como vimos más arriba, una parte de los ingresos dependía del precio de la uva y de los
volúmenes de comercialización al final de la vendimia. Así, la intervención del Estado habría
contribuido a mantener los ingresos del sector en su conjunto lo que, en parte, explicaría la
baja conflictividad durante estos años.
También, el gobierno provincial de Adolfo Ángel Vicchi (1941-1943) dictó en abril
de 1941 un decreto que fijó las remuneraciones de los contratistas en $90 pesos y un 7% de la
producción para dicho año (MARIANETTI, 1965, p. 112). Esta medida no fue renovada el
año siguiente y tampoco es posible saber cuál fue el alcance y eficacia de la misma. De todas
maneras el gobierno de Vicchi impuso, al menos desde la letra del decreto, el pago de un
ingreso mínimo y un porcentaje del valor de la producción (si bien mucho menor a lo que la
costumbre establecía). Con esta medida el gobierno provincial estaba reconociendo, de alguna
manera, los derechos de los contratistas en tanto trabajadores dependientes e intermediaba
frente a una relación de fuerzas desiguales entre éstos y los propietarios de la tierra.

La llegada del peronismo


Con la llegada del peronismovii la naturaleza de la figura del contratista vuelve a
ponerse en discusión y, con ello, la sanción de nuevos marcos regulatorios provinciales.
Según se desprende de la información vertida en el diario Los Andes de Mendoza a
mediados de 1945 el Centro de Contratistas de Viña de Maipú sale a las calles demandando
una remuneración mínima de $150 por hectárea y el 10% de la producción total. En el marco
de protestas sociales generalizadas, a las cuales se sumaron los hechos del 17 de octubre de
1945viii y el proceso eleccionario posterior parecería haber apresuraron las negociaciones y
puesto al gobierno interventor del lado de los trabajadores. Esto llevó que, a fínales de 1945,
el gobierno provincial firma el decreto 496-G donde se reconocían los derechos de los
contratistas y obligaba a la patronal a cumplir con sus demandas (LOS ANDES, 10 de agosto
de 1946: 6; GARZÓN ROGÉ, 2014). En paralelo, el gobierno y el sindicato siguieron con las

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negociaciones para crear una legislación específica que ampararía a los contratistas. Una vez
asumido Faustino Picalloix el poder ejecutivo presentó un proyecto de ley que daba origen al
primer Estatuto del Contratista de Viñas y Frutales (Ley provincial 1.578/46).x Esta ley venía
a cubrir el vacío legal dejado por el Estatuto del Peónxi y del resto de la legislación laboral
sancionada durante los años previos a nivel nacional.
Asimismo, y en medio de una fuerte movilización social en la provincia,xii el
Sindicato de Contratistas fortaleció sus vínculos con el gobierno (provincial y nacional) y con
otros sindicatos mendocinos en el marco de la discusión sobre la creación de la CGT local
(GARZÓN ROGÉ, 2014). Estos encuentros, más o menos formales, se inscriben en el
proceso de reconfiguración del movimiento obrero alrededor del surgimiento del peronismo y
las nuevas “reglas de juego” impulsadas por Perón desde la secretaría de Trabajo y Previsión.
Así, el Sindicato de Contratistas de Viñas parecería haber pasado por un proceso de
peronización que lo llevó a integrarse rápidamente a la CGT alejándose de las corrientes
sindicales de orientación comunistas.xiii Esto fortaleció la alianza del sindicato de contratistas
con el gobierno así como se vio beneficiado de la nueva visión que se tenía en el ámbito del
derecho laboral.
En estos hechos es posible observar un cambio de época. Durante el peronismo el
sindicalismo no estará solo frente a la patronal. Como ya hemos visto el Estatuto fue
impulsado por el gobernador y defendido en la legislatura por un sector amplio de la
oposición. En el marco de la discusión parlamentaria el diputado oficialista Leopoldo
Suarezxiv afirma que:

[el contratista] no era un contrato de sociedad puesto que las condiciones de las partes eran
muy distintas, tampoco lo era de locación ni de aparcería, de manera tal que es un tipo de
contrato especial, no contemplado en el Código Civil, a cuya jurisdicción escapa. Se trata dijo,
de un contrato de trabajo, ignorado por el derecho romano, y la Provincia, en uso del poder de
policía que le confiere la constitución puede regular los términos de ese contrato a fin de
asegurar la salud física y moral de la población (LOS ANDES, 10 de agosto de 1946, p. 6).
De la exposición del legislador se despenden varios aspectos que marcan el problema
recurrente de los contratistas. En primer lugar, Suárez rechazaba de plano los argumentos que
sostenían que estos eran socios del propietario de la tierra. Para el legislador estos eran
trabajadores dependientes, no socios, ni aparceros, ni ninguna otra tipificación existente en el
Código Civil. Para el legislador las particularidades de este trabajo no determinaban una
relación societaria ya que era el dueño de la tierra el que organizaba y controlaba la
producción.
En segundo lugar, Suárez era consiente de la “especificidad” de la relación del
contratista y que, debido a ello, debía ser la propia legislatura provincial la que tenía que

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darle un marco legal. Suárez no ignora que con ello se estaba cruzando el límite de la
constitucionalidad de la norma, ya que el derecho laboral solo podía ser legislado por la
nación.xv Sin embargo, el legislador entiende que los vientos de la política estaban cambiando
y que había cierto espacio para modificar dicha doctrina. Como afirma Juan Manuel Palacio
(2018) no sólo el fuero laboral estaba siendo reformado por le peronismo sino toda la justicia.
En ese contexto, el oficialismo provincial avanzó sobre el dictado de la norma.
Por su parte, el diputado comunista Ángel Bustelo también defendió el proyecto ya
que consideraba que el contratista era un “proletario de la producción y esa definición
económica, deriva la definición jurídica. No es por lo tanto un socio de la producción.” Para
este diputado era “necesario y justo” dictar una regulación para un sector conformado por los
“desamparados desde el punto de vista de la protección legal” y que involucraba a 15.000
familias a mediados del siglo pasado, según sus propias afirmaciones (LOS ANDES, 12 de
agosto de 1946, p. 6).
En la editorial de diario Los Andes de ese mismo día se afirma que:

Los legisladores mendocinos adoptan una posición de vanguardia, con un criterio definido, al
tratar esta situación de los contratistas de viñas […] Defendiendo al trabajador de la viña
sientan nuevos conceptos que defienden la posición del trabajador agrícola y al mismo tiempo
de derechos de la autonomía provincial. Entran en la corriente de un nuevo derecho, que será
constructivo mientras esté condicionado a la prudencia y se fundamente con firmeza en el
terreno de la juridicidad (LOS ANDES, 12 de agosto de 1946, p. 8. Las cursivas son propias).
Esta editorial deja entrever el carácter “vanguardista” de los legisladores al trasponer
dos barreras: la primera, asociada a la definición del contratista como trabajador y, la segunda,
al aceptar la “autonomía provincial” para legislar en el orden laboral.xvi El pedido de
“prudencia”, sin embargo, parece anticipar el conflicto potencial que se generaría entre los
propietarios de la tierra y los propios contratistas.
Un elemento que llama la atención es el alto grado de acuerdo que recibió el
proyecto sólo resistido por una minoría del Partido Demócrata, representado por sus
senadores. Los argumentos esgrimidos por este grupo se basaron en el carácter
inconstitucional de la norma, para la cual había antecedentes cercanos en el tiempo en la
provincia. La Suprema Corte Provincial, primero, y la Nacional después habían dictaminado
la inconstitucionalidad de la ley de Salario Mínimo establecida por el lencinismo en 1918 a
partir de entender que los asuntos laborales eran exclusividad del Congreso Nacional.xvii Para
los senadores demócratas este antecedente era condición suficiente para no aprobarlo el
proyecto. Pero, además, de acuerdo a su posición, el Estatuto limitaba la libertad de
contratación lo que generaría desalojo y pérdida de trabajo.xviii En particular, el senador
demócrata Raúl Benegas planteó en el recinto que

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el senado cometía un error aprobándolo, pues mediante el Estatuto se pondría vallas a la
elasticidad del trabajo y se haría imposible compensar labores de cultivo […] el estatuto
perjudicará a los contratistas y a los dueños de las viñas” (Los Andes, 26 de septiembre de
1946, p. 8). Por su parte el senador Frank Romero Day, también demócrata, comparó al
Estatuto con el colectivismo soviético y sostuvo que con “mediadas como estas (…) se da un
paso hacia el totalitarismo (LOS ANDES, 26 de septiembre de 1946, p. 8).
Sin embargo, el proyecto fue aprobado con modificaciones en el Senado, por 20
votos a favor y tres en contra, los tres representantes demócratas.xix Como el proyecto había
entrado por la Cámara de diputados el proyecto debió volver allí. Esta votación puso al límite
a la dirigencia sindical y a los diputados, ya que si éstos insistían con el proyecto original y
rechazaban las revisiones realizadas en el Senado el proyecto perdía estado parlamentario. En
este marco, el sindicato de contratistas hizo un llamado público para su aprobación:

Anoche se hizo presente en nuestra redacción del Diario Los Andes un núcleo de contratistas
de viñas para expresar que habían concurrido al Senado con el fin de presenciar la discusión
del proyecto de ley sobre el estatuto gremial que había ido en revisión de la Cámara de
Diputados. Dijo que como el Senado había introducidos algunas modificaciones a la sanción
primitiva, el proyecto volvería en segunda revisión a la cámara joven [de Diputados] y que era
deseo del gremio de contratistas expresar su conformidad con la sanción del Senado y pedir a
la otra Cámara que también la acepte, a fin de que el proyecto pueda quedar convertido en ley
(LOS ANDES, 26 de septiembre de 1946, p. 10).
Esta acción da cuenta, una vez más, del pragmatismo del sindicato de contratistas. El
presidente del sindicato prefirió ceder algunas posiciones a perder la posibilidad de contar
finalmente con un Estatuto. También, debe ponderarse el desgaste de la lucha sindical
después de un año en las calles y la idea de inconstitucionalidad que ya no sólo era planteada
por los senadores demócratas sino también por los medios de comunicación. El 27 de
septiembre de 1946, y a pesar de los discursos contrapuestos, los miembros de la cámara de
Diputados aceptaron las modificaciones introducidas dando origen al primer Estatuto de
Contratistas de Viñas y Frutales, de alcance provincial.xx
En sus aspectos básicos el Estatuto establecía que el contratista debía residir en el
predio, en una casa-habitación facilitada por el propietario de la tierra. Tenía derecho a una
cierta cantidad de uva (ocho quintales como máximo) para elaborar vino destinado al
consumo familiar. También, debían recibir una remuneración fija pagada a lo largo del año
agrícola y un porcentaje de la producción total. El contratista podría controlar el peso de la
uva vendida a las bodegas, e incluía el derecho a una indemnización en caso de despido
injusto.xxi Según se expresa en diferentes artículos periodísticos de la época estas dos medidas
ponían fin a las arbitrariedades más comunes de los propietarios de la tierra. El Estatuto,
también, establecía que el patrón era solidario por las deudas que el contratista podría tener
con empleados temporarios que fueran utilizados en diversas tareas.xxii Por su parte, el patrón
tenía el derecho de dar por rescindido el contrato en los casos de incumplimiento

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comprobando de las obligaciones contraídas por el contratista. El contrato se realizaba por el
término de un año y debía ser ratificado luego de cada cosecha. Uno de los hechos
particularmente importantes es que este estatuto define, por primera vez, al contratista como
trabajador rural y al propietario de la tierra como su patrón.
Siguiendo la hipótesis de Palacio (2018) podemos afirmar que este Estatuto se
inscribe dentro de esa nueva justicia que impuso el peronismo, que recuperaba los
antecedentes pero que al mismo tiempo imponía un discurso hegemónico que interpelaba a
todas las fuerzas políticas. Desde el lado de los trabajadores, su lucha registra antecedentes en
la provincia desde la década de 1920 pero se intensificó en la coyuntura especial de 1945-
1946. Un punto central del conflicto fue el carácter particular que toma la ley ya que en él se
jugaban los deseos de los contratistas pero, también, de varios partidos provinciales que se
disputaban su representación y la del movimiento obrero en general.
El gobierno provincial supo aprovechar el momento tomando las reivindicaciones
históricas de un sector emblemático en la provincia y convertirlas en bandera de su apoyo a
los sectores populares. Para su aprobación el gobierno requirió del acompañamiento de otros
sectores como el del Partido Comunista provincial -impulsor de la fundación del sindicato en
1919-, del Partido Laborista en formación y de una fracción del partido Demócrata. Llama la
atención que, a pesar de los acuerdos alcanzados a nivel local y la excelente relación que tenía
con el gobierno nacional, el oficialismo haya optado por hacer una ley provincial en vez de
impulsar una de alcance nacional.
Como era previsible, los sectores patronales judicializaron la Ley sosteniendo el
carácter de socios entre el propietario de la tierra y el contratista y, también, la
inconstitucionalidad de la norma por la intromisión de la legislatura provincial en el ámbito
laboral. Esto llevó a continuos conflictos que se profundizaron con el derrocamiento del
peronismo a partir de 1955.xxiii Por su parte, la justicia provincial no adoptó un único criterio,
lo que provocó que la discusión siguiera abierta durante más de una década aumentando la
litigiosidad y postergando la definición (MARIANETTI, 1965, p. 116-120; RODRÍGUEZ
AGÜERO, 2017, p. 229).
Según Rodríguez Agüero (2017) el mayor revés al reconocimiento del contratistas
como trabajador fue realizado por un fallo judicial en 1969 que suspendió los derechos
laborales de indemnización por accidente de trabajo, el sueldo anual complementario y el
“sábado inglés”xxiv y la antigüedad. Al mismo tiempo, habilitaba la rescisión anticipada de los
contratos, lo que implicaba despido sin indemnización (ROCHETTI MOSSO (1969) citado en
RODRÍGUEZ AGÜERO, 2017, p. 229). Esta decisión llevaba, de hecho, a la anulación de los

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derechos laborales fundamentales establecidos por el Estatuto y a una rescisión de los
contratos de forma automática (RODRÍGUEZ AGÜERO, 2017). A comienzos de 1969 no
fueron renovados los contratos de unos 3.000 contratistas y sus familias.xxv
En el marco de los hechos del Cordobazo y el enfrentamiento del gobierno nacional
con el sindicalismo, la Legislatura de Mendoza promulgó a fines de 1969 una nueva Ley
(18.438). Esta regulaba los aportes previsionales de los contratistas y ratificaba la decisión
judicial de considerar a los contratistas como trabajador autónomo. De esta forma se incluía a
los contratistas dentro del régimen jubilatorio de los trabajadores autónomos dejando sin
efecto los derechos sociales establecidos por el Estatuto. Esto llevó a la profundización del
conflicto durante los próximos tres años que coincidieron también con los procesos de
radicalización del movimiento obrero a nivel nacional y el fuerte enfrentamiento con los
gobiernos dictatoriales de la “Revolución Argentina” (RODRÍGUEZ AGÜERO, 2017).xxvi

La promulgación de la ley nacional


Con la vuelta de la democracia en 1973 y en el marco del “pacto social” propuesto
por el peronismo se retomó la discusión sobre el Estatuto pero esta vez en el seno del
Congreso Nacional. A diferencia de lo sucedido en el período anterior se presentaron cuatro
proyectos: tres por diferentes sectores de legisladores y uno por el mismo sindicato de
contratista de viñas y frutales de Mendoza. Sin embargo, luego del trabajo en la comisión
correspondencia, se unificaron y hubo un solo proyecto que se puso a consideración de las
Cámaras.
Según Ruiz Villanueva -Diputado por Mendoza- esta ley nacional era imprescindible
para definir la situación de los contratistas que, frente a una jurisprudencia poco clara, se
veían desamparados. En su discurso Villanueva resumen los hechos ocurridos de forma muy
clara:

No obstante el merecimiento de las referidas leyes provinciales se refieren a las leyes
promulgadas por San Juan y Mendoza en 1946 y a los plausibles efectos que produjeron, fue
planteada judicialmente la naturaleza jurídica del contrato (…), inclinándose nuestra
jurisprudencia, durante el primer gobierno del general Perón, a considerar que el contratista y
el dueño de la tierra se encontraban ligados por un contrato de trabajo subordinado, debiendo
regirse supletoriamente por el Estatuto del Peón.
Sin embargo, los últimos fallos dictados por los superiores tribunales de la provincias aludidas,
opinaron en forma contraria a lo resuelto por las Cámaras de Trabajo y cambiando de opinión
con relación a plenarios anteriores, dispusieron considerar al contratista como trabajador
autónomo, sin categoría de dependiente y con carácter de empresario, a la par que impugnaban
de inconstitucionales los artículos que impedían esta última interpretación.
Este giro jurisprudencia en el alto nivel judicial, a la vez que implicaba una anarquía con
relación a los fallos de algunas Cámaras del Trabajo, trajo como consecuencia la pérdida por

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parte de los contratistas de viñas y frutales de todos los beneficios que comporta la legislación
laboral, tornando incierta y precaria la situación de estos trabajadores que, en cantidad de
aproximadamente treinta y cinco mil familias vitivinícolas en toda la República, constituyen un
importantísimo factor en el desenvolvimiento y progreso de la industria vitícola y frutícola de
todas las provincias.xxvii
Aquí vemos resumida de forma clara las idas y vueltas que tuvo la ley y las
decisiones de los jueces según pasaban los gobiernos. Aquella justicia creada durante el
peronismo (los tribunales de trabajo) no sólo intercedió entre el capital y el trabajo sino,
también, trató de imponer una doctrina que colisionó con los intereses patronales por un lado
y con otros estamentos dentro del poder judicial por otro. Como sostiene Palacio (2018) en
estos juicios laborales no sólo se discutía los conflictos particulares sino también, muchas
veces, se dirimían (o al menos se ponían en juego) las corrientes internas y estructuras del
poder judicial. Las disputas entre sectores de la justicia quedaron expresadas en las sentencias
que, con dictámenes opuesto, dan cuenta de estos conflictos. Este un elemento importante que
amerita un estudio particular y que excede los objetivos de este trabajo.
Esta ley nacional retomó las bases de las leyes provinciales y definía al contratista
como trabajador dependiente y, por lo tanto, beneficiario de todos los derechos sociales
igualándolos al resto de los asalariados. En particular, la ley mantenía el carácter de contrato a
tiempo definido (un año) y más allá que no lo establecía de forma explícita el contrato incluía
a la familia como unidad de producción. También, especificaba la forma de remuneración que
consistía en un salario anual dividido en diez mensualidades (que se pagará de mayo a
febrero) y un porcentaje de la producción que no podrá ser inferior al 18%. A su vez, obligaba
a las partes a constituir paritarias anuales para la determinación de los salarios u otras
condiciones no previstas en el Estatuto. Adicionalmente, instituía el carácter solidario del
patrón frente a las contrataciones que el contratista podría realizar con jornaleros o
trabajadores temporarios. Finalmente, y en un marco de un congreso dominado por el
peronismo, hacia finales de 1973 se sancionó la Ley nacional 20.589, publicada en el boletín
oficial el 14 de febrero de 1974.
Este hito parecía ser el fin de un largo y sinuoso camino con avances y retrocesos;
sin embargo, el golpe militar de 1976 interrumpe el sistema democrático y, en ese contexto, la
intervención de la Junta actuó directamente en la suspensión de derechos civiles. En
simultáneo, los años de bonanza de la industria vitivinícola comienzan a debilitarse. A la
caída sistemática en el consumo de vino desde comienzos de lo años 1970 se lo sumo a la
crisis de sobreproducción 1978, que arrastró la industria vitivinícola mendocina a la crisis más
grande de su historia (CERDÁ y HERNÁNDEZ, 2016).xxviii

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En este marco de crisis, el gobierno militar derogó el Estatuto y lo reemplazó por la
Ley 22.163 en febrero de 1980, que volvía a definir a los contratistas como trabajador
autónomo o como una forma de trabajador “subordinado atípico”.xxix Por lo tanto, esta Ley
retomaba la definición, ya discutida, de la justicia provincial de los años sesenta. Sin
embargo, esta legislación no se sostuvo por mucho tiempo ya que con el regreso de la
democracia en diciembre 1983 se propició una nueva ley (23.154) que será aprobada en
noviembre de 1984. Esta recuperaba el espíritu de la ley de 1973xxx. Esta es, finalmente, la
norma que rige la actividad del contratista de viñas y frutales a nivel nacional en la actualidad,
dejando de lado cualquier otra norma legal y declarando su autonomía tanto respecto del
régimen de Contrato de Trabajo como de la Ley de trabajo agrario.
Hoy existen unas 3.000 familias de contratistas que están alcanzadas por el convenio
colectivo en el marco de esta ley. Las condiciones de trabajo han permanecido casi sin cambio
en un marco en donde la conflictividad social ha bajado considerablemente.

Conclusiones
Las relaciones laborales que tuvieron origen a finales del siglo XIX se dieron en el
marco de un corpus jurídico laboral muy débil. Argentina no escapó a ello y durante décadas
dejo a muchos sectores de trabajadores sin un marco regulatorio preciso. En Mendoza, existía
el Código de Estancia 1880 -que regulaba las relaciones en el sector rural pero que no incluyó
a los contratistas-, y diferentes leyes nacionales y provinciales que se fueron gestando las
normas del trabajo en las ciudades al calor de la protesta social. Quizás este vacío legal haya
beneficiado a ciertos trabajos como pudieron haber sido algunos contratistas de plantación a
finales del siglo XIX. Pero, en general, esto fue aprovechado por los patrones para precarizar
las condiciones de trabajo y eludir las responsabilidades laborales.
En líneas generales la legislación laboral en el sector agrario ha llegado más tarde
que en le sector industrial o de servicios y, cuando lo hizo, fue manera fragmentaria. Los
Estatutos específicos –Estatuto del peón rural, Estatuto del Tambero, entre otros- han sino la
norma para la regulación de los trabajadores de este sector dejándolo fuera de la Ley de
Contrato de Trabajo. Otros trabajos ya han dado cuenta de cómo estos procesos de acción y
negociación estuvieron por detrás de cada uno de ellos.
Aquí se analizó, desde una perspectiva histórica, uno de estos Estatutos que regula a
actividad de los contratistas de viñas de la provincia de Mendoza. A lo largo del texto se han
recuperado las acciones realizadas por los tres pilares involucrados: por un lado, la acción

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sindical, por otro lado, la lógica resistencia empresarial y, por último, la intervención del
Estado -en sus diferentes niveles- en la mediación del conflicto.
Cabe destacar que el contratista fue (y es) una figura “atípica de empleo”, que fue
central para el desarrollo de la actividad vitícola a finales del siglo XX y que pervive hasta el
presente con escasa visibilización social. Su existencia se explica por una lógica de decisión
racional empresaria donde el dueño de la tierra entiende que este tipo de contrato es más
eficiente para llevar adelante la producción vitícola, en relación a la aparcería o al trabajador
asalariado permanente.
Sin embargo, esta forma de contrato ha transitado un largo derrotero con avances y
retrocesos, donde la naturaleza de la relación social (patrón-asalariado) ha estado en
discusión. Quizás sea por ello que el término “contratista” mantiene aún hoy un grado de
ambigüedad en la percepción de los/las mendocinos/as que expresa, además, otro elemento de
su precarización laboral.
Como hemos intentado mostrar el Estado ha jugado un papel importante, sin que
esto, menosprecie la acción desarrollada por los sindicatos. Más allá de la propia ley,
diferentes estamentos del Estado (poder judicial, legislatura y organismos del poder ejecutivo)
se vieron involucrados a lo largo de todo este proceso. Por otro lado, este no siempre fue en
favor de los trabajadores y las disputas internas se dejaron ver en los discursos de los actores.
Quizás, el carácter “localista” de esta figura contribuyó a su invisibilización y, por lo tanto, a
su exclusión de las normativas sociales producidas en el marco del primer peronismo. Resulta
extraño que a pesar los acuerdos y cercanías que tenía el sindicato como el gobierno
provincial y la importancia del sector en una de las economías regionales más importantes del
país no se haya logrado incorporar esta figura en una Ley nacional.
Por último, debemos reconocer que este estudio no ha agotado el análisis de todos los
aspectos de esta figura central de la vitivinicultura mendocina. Diferentes dimensiones no
exploradas aquí resultan relevantes y objeto de estudios posteriores. Una de ellas es la
naturaleza y contenido de las causas judiciales a lo largo de todo el siglo XX. En principio,
ello contribuiría a visibilizar, al menos parcialmente, la autopercepción de los contratistas o,
mejor dicho, de aquellos contratistas que tuvieron acceso a la justicia reclamando por sus
derechos. A su vez, este análisis podría generar un mejor conocimiento sobre los detalles de
los acuerdos (o desacuerdos) así como las condiciones de trabajo y contrato que de forma
particular se fueron negociando. Sin embargo, somos escépticos en poder encontrar allí datos
novedosos sobre el problema planteado en este trabajo.

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Agradecimientos
Los autores agradecen a Conselho Nacional de Pesquisa e Desenvolvimento – CNPq por la
asistencia financiera (proyecto 426478/2018-5) y por las becas Pq/CNPq para ESN; al
Programa Prioritario UNQ “La Argentina desigual. Ambiente, producción y calidad de vida
en el ámbito rural (1960-2019)” para JMC.

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Recebido em: 15/07/2020


Aprovado em: 20/02/2021
Publicado em: 07/05 2021

Notas

Doctorado por la Universidad Nacional de Quilmes. Mensión en Ciencias Sociales y Humanas. Profesor
adjunto del Departamento de Ciencias Sociales – Universidad Nacional de Quilmes, AR Investigador del
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Centro de Estudios de la
Argentina Rural (CEAR), Universidad Nacional de Quilmes.jmcerda@unq.edu.ar https://orcid.org/0000-0002-
5146-8389

Professora Titular da Universidade Federal de Santa Catarina. Possui graduação em História pela Universidade
de Passo Fundo (1976), mestrado em História - University of California - Davis (1992), doutorado em História
pela Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul (1999) e Pós-Doutorado na Stanford University -
EUA (2015-2016), e na Universidade Federal de Minas Gerais (2016). Pesquisadora visitante no
CESTA/Stanford University. Atualmente é membro do Grupo Gestor na UFSC do Programa CAPES/PrInt.
eunice.nodari@ufsc.br http://lattes.cnpq.br/5369872234760310 ; https://orcid.org/0000-0001-5953-649X.
i
Sin embargo, esta afirmación quizás haya que relativizarla. Según datos provistos por Mateu (2000: 13) para la
bodega Arizu “solamente el 22% de los contratistas duró en su cargo entre 6 y 7 años y el 62% permaneció entre
1 y 2 años, es decir, que no alcanzaban a terminar el contrato si este se hubiera realizado según las pautas
usuales.” Esto estaría indicando que el cumplimiento de los contratos prolongados no era un hecho común, aún
en empresas grandes como las dirigidas por la familia Arizu.
ii
En el año 1884 por el Art. 189 de la Ley General de Aguas se crea el Departamento General de Aguas el cual
cambia su denominación en 1894 a Departamento de Irrigación, siendo modificado nuevamente en 1916
(Secc.VI), donde recibe la denominación con que hoy lo conocemos: Departamento General de Irrigación. Es el
órgano de mayor antigüedad y jerarquía en la administración del recurso hídrico de Mendoza (CUETO, 2015).
iii
En este sentido Marianetti (1965: 97) afirma que: “A veces los turnos de agua hay que atenderlos por la noche
o la madrugada. Al dueño del viñedo le conviene que sea el contratista quien se haga cargo de esta tarea. Entre
otras cosas, porque nada le paga por el riego a horas desusadas. En cambio si tuviera que atender el riego con un
obrero rural, habría que pagarle horas extras.

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iv
Estos acuerdos se asemejan a los contratos de aparcería que tuvieron lugar en el sur de la provincia de Santa Fe
para esta misma época y que fueron estudiados en profundidad por Korol y Sábato (1981). Una revisión más
amplia sobre las interpretaciones respecto de la figura de los contratistas de viñas se encuentra en Cerdá (2019).
v
Ley Nacional 20.589/73. Disponible en: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/230000-
234999/232514/norma.htm
vi
El lencinismo fue una corriente política dentro de la Unión Cívica Radical asociada a la familia Lencinas que
influyó decisivamente en la vida política de la provincia de Mendoza durante la primera mitad del siglo XX. Fue
creada por José Néstor Lencinas, uno de los fundadores de la Unión Cívica Radical, que había participado de las
revoluciones de 1893 y 1905 y fue el primer gobernador electo bajo la Ley Sáenz Peña. El lencinismo llevó
adelante un programa de transformaciones sociales vinculadas a los sectores sociales más bajos como, por
ejemplo, la ley de salario mínimo, limitación de horas de trabajo, legislación sobre trabajo infantil y de las
mujeres, entre otras. Tras su muerte en 1920 el liderazgo fue continuado por sus hijos, José Hipólito, Rafael,
Atilio y especialmente Carlos Washington. Durante la década de 1920 el lencinismo ganó todas las elecciones,
pero al mismo tiempo sus gobiernos fueron reiteradamente intervenidos por el gobierno nacional.
vii
El peronismo surge en el marco del gobierno militar de 1943 y que perdurará hasta 1946, cuando Juan
Domingo Perón sea elegido en elecciones libres. Entre los militares militares que realizaron el golpe de 1943
esta coronel Juan Domingo Perón, sin ocupar inicialmente ningún cargo de gobierno pero, algunos meses más
tarde, ocupó la cargo de Director del Departamento Nacional de Trabajo donde comenzará su carrara política.
Allí estableció vínculos con los sindicatos y puso en marcha una conjunto de decretos que beneficiarían a los
trabajadores, que lo llevó al fortalecimiento político personal. Por otro lado, esto también podujo conflicto con el
resto de los generales del gobierno lo que produjo su enfrentamiento y destitución en el cargo en los primeros
días de octubre de 1945.
viii
El 17 de octubre de 1945 es recordado como el momento fundacional del Movimiento peronista. En ese día
una gran cantidad de manifestantes —en su mayor parte provenientes del sur del Gran Buenos Aires— ocupó el
centro de la ciudad de Buenos Aires pidiendo por la liberación de Coronel Juan Domingo Perón que había sido
encarcelado unos días antes. Esta movilización fue organizada por los sindicatos quienes consideraban la salida
de Perón del gobierno como una ataque directo a los derechos logados en estos años. Este día es considerado
como el nacimiento del “peronismo” y uno de sus símbolos más emblemáticos para el sindicalismo argentino.
ix
En junio de 1946 asume como gobernador Faustino Picallo (1946-1949) quien era un dirigente de la UCR-
Junta Renovadora, que había apoyado la candidatura de Perón-Quijano en las elecciones nacionales. En la
provincia de Mendoza el Partido Laborista no había tomado la fuerza que tuvo en otros distritos del país debido a
la alianza tejida entre la UCR-JR de Mendoza y el gobierno nacional (Garzón Rogé, 2010). En cierta medida,
esto se entiende, por un lado, por la territorialidad que tenía la UCR en la provincia y, por otro lado, por la
participación activa que tuvieron muchos miembros de la UCR-JR como funcionarios locales durante el período
1943-1946. Estos dos elementos le permitieron a la UCR-JR construir una alianza con la cúpula del
“justicialismo” debilitando la formación de éste en la provincia.
x
En la provincia de San Juan se dicta una legislación similar (Ley 1.031), la cual sigue vigente hasta el momento
de escribirse este artículo.
xi
El Estatuto del Peón Rural en la Argentina fue un decreto del Poder Ejecutivo Nacional (n° 28.169) dictato en
1944 bajo el gobienro militar de Edelmiro Farrell y propiciado por el Secretario de Trabajo y Previsión, el
Coronel Juan Domingo Perón. Este decreto fue ratificado durante la presidencia del Perón bajo la ley nacional
12.921 y reglamentado por el decreto 34.147 del año 1949. Esta normativa fijó por primera vez, para todo el
territorio de la república, las condiciones de trabajo de los asalariados rurales no transitorios. En particular el
decreto y luego la laey reglamentaba salarios mínimos y la forma de pago, la instauración del descanso
dominical, vacaciones pagas, la estabilidad de los contratos, así como también las condiciones de higiene y
alojamiento mínimas que debían recibir estos trabajadores. En cierta medida, el Estatuto del Peón Rural era la
extensión de los beneficios que ya tenían los obreros urbanos.
xii
El Sindicado de Obreros y Empleados de la Industria Vitivinícola promovió una huelga reclamando mejores
condiciones de trabajo, la cual fue apoyada por varios sindicatos, entre los que se encontraba el de contratista. Si
bien excede a este trabajo, la revisión de los diarios y de este conflicto puede dar cuenta de las diferencias que
comienzan a plantearse en torno al movimiento obrero y, especialmente, al apoyo que ciertos gremios comienzan
a tener con el nuevo gobierno en contra de las corrientes socialistas y comunistas tradicionales (GARZÓN
ROGÉ, 2012-2013). Por otro lado, el 19 de agosto de ese año también se conforma el Centro de Bodegueros del
Este lo que muestra que no sólo el movimiento obrero se estaba organizado sino también los sectores de la
patronal.
xiii
Esto último es relativizado, pero no negado, por Marianetti (1970) uno de los dirigentes políticos más
importante del Partico Comunista de Mendoza.

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xiv
Suárez tuvo una activa participación política a lo largo de su vida dentro de la UCR, tanto en la provincia
como a nivel nacional. Era hijo de Leopoldo Suárez, un destacado funcionario del Lencinismo que ocupó varios
cargos entre 1918-1930.
xv
Según la Constitucional Nacional Argentina, los derechos laborales y todo lo atinenete a las condiciones de
trabajo son de exclusivo competencia Nacional.
xvi
Siguiendo la hipótesis de Juan Manuel Palacio (2018) podemos afirmar que este Estatuto se inscribe dentro de
esa nueva justicia que impuso el primer peronismo; que recuperaba los antecedentes pero que, también, imponía
un grado de hegemonía discursiva que interpelaba a todas las fuerzas políticas. Está claro que en el caso aquí
analizado, ésta era una lucha que registra antecedentes en la provincia desde la década de 1920, pero se
intensificó en la coyuntura especial de 1943-1946. Un punto central de este conflicto fue el carácter particular
que toma la ley ya que en él se jugaban los deseos de los contratistas pero, también, de varios partidos
provinciales que se disputaban la representación de los sectores populares. Así fue posible juntar en este tema al
oficialismo (encarnado por la UCR-JR, un sector “peronizado” de la UCR), el comunismo (líder “originario del
movimiento”), el Partido Laborista en formación y hasta una fracción del partido Demócrata que terminará
apoyando la ley. A pesar de esta unanimidad de criterios, llama la atención que los legisladores hayan ido por
una ley provincial con las limitaciones/conflictos legales que esta tendría- y no por la elevación de un proyecto
de legislación nacional.
xvii
La ley provincial 732/18 que regulaba los salarios mínimos del sector público y privado fue declarada
inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en 1929. El fallo sostuvo que las provincias no se
hallaban en condiciones de legislar sobre remuneraciones porque ello suponía la violación del Art. 67 de la
Constitución que otorga esa facultar al Congreso Nacional.
xviii
Si bien excede los objetivos de este trabajo, al mismo tiempo que se está discutiendo el Estatuto, los sectores
bodegueros presionan para eliminar las restricciones a la implantación de nuevas vides instauradas por la Junta
Reguladora y mantenidas por la Dirección de Vino de Mendoza (OSPITAL Y CERDÁ, 2016).
xix
Cabe destacar que ésta no era la posición de todo el partido demócrata ya que, como quedó demostrado en la
segunda revisión del proyecto en la cámara baja, los diputados de este partido apoyaron la aprobación del
Estatuto. “El señor González expresó que aún cuanto el bloque de senadores de su partido [demócrata] se había
expresado y votado contra el proyecto, los diputados demócratas nacionales mantendrían su posición primitiva y
defenderán con calor el proyecto” (LOS ANDES, 28 de septiembre de 1946, p. 3).
xx
El proyecto de ley entra con el título de Estatuto de Contratista de Viñas pero al final se promulga con el
agregado de frutales. No se ha podido saber cómo ni cuando fue incluido a esta actividad, aspecto que se
mantendrá en las sucesivas legislaciones.
xxi
La indemnización era una doceava parte de todos los importes que el contratistas recibía mensualmente, por
porcentajes y por año.
xxii
Este es otro elemento novedoso para la época ya que crea la figura de responsabilidad solidaria del patrón y lo
aproxima, una vez más, a las discusiones actuales de flexibilización laboral.
xxiii
En 1955 un nuevo golpe militar, autoplocamado “Revolución Libertadora”, derrocó al gobierno de Juan
Domingo Perón, quien se exhilió primero en Paraguay y luego en España. Así, se iniciabaron 18 años de
proscricpión del peronismo que terminará en 1973.
xxiv
El “sábado ingles” en la argentina hace referencia a la extensión del desanso dominical hasta las 13 hs. del
día sábado, o sea, una ampliación del descanso de los trbajadores. Esta ley nacional fue promulgada en 1932
(Ley n 11.640) y derogada en mayo de 1969 por la Ley 18.204 durante el gobienro militar de Juan Carlos
Onganía (1966-1970).
xxv
Este hecho se dio en el marco de un nuevo período de auge de la vitivinicultura provincial producto de la
expansión de consumo -el cual había llegado a su punto más alto de toda su historia con una relación estimada de
90 litros per cápita-, un aumento del crédito privado y una legislación que permitía el uso subterráneo del agua,
entre otros factores.
xxvi
Si bien excede los objetivos de este trabajo debemos recordar que a partir del Cordobazo (mayo de 1969) el
movimiento obrero tuvo un proceso de radicalización que se extendió en diferentes provincias entre las cuales se
encuentra Mendoza con el mendozazo en abril de 1972.
xxvii
Cámara de Diputados de la Nación. Diario de sesiones. Reunión 36, 25 y 26 de octubre de 1973, p. 3132-
3133.
xxviii
En apenas dos años (1978-1980) se dejaron de producir 30.087 hectáreas de vid en todo el país lo que
representaba el 9% de las tierras cultivadas hasta ese momento. De ese total, 20.579 ha. (o sea, el 68%) estaban
ubicadas en la provincia de Mendoza. Esta destrucción (o abandono) de vides debió afectar los términos de
negociación de los contratistas de forma directa.
xxix
La derogación de esta ley se inscribe en el marco de una serie de medidas adoptadas por el gobierno militar
que restrinje los derechos trabajadores. La norma copleta puede versen en:
http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=232516

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La reposición de la norma tuvo un tratamiento rápido en las dos cámaras legislativas. La ley se encuentra
vigente y se peude acceder a ella desde: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/verNorma.do?id=26430

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