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EX LIBRIS ELTROPICAL
3
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CONTENIDO
1. El pueblo fracasado
Deuteronomio 1:1–46
2. El pueblo preparado
Deuteronomio 2:1–4:43
3. Lo más importante
Deuteronomio 4:44–6:25
4. El pueblo escogido
Deuteronomio 7:1–8:20
5. ¡Recuerden!
Deuteronomio 9:1–11:32
6. La adoración en Israel
Deuteronomio 12:1–16:17
7. Liderazgo en Israel
Deuteronomio 16:18–18:22
8. ¡Sed justos!
Deuteronomio 19:1–26:19
9. ¡Sed santos!
Deuteronomio 19:1–26:19
10. El pacto palestino
Deuteronomio 27:1–30:20
11. El pacto protegido
Deuteronomio 31:1–32:47
12. Ultimos acontecimientos en la vida de Moisés
Deuteronomio 32:48–34:12
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El pueblo fracasado
Deuteronomio 1:1–46
Viajar de Panamá hasta los Estados Unidos de Norteamérica es una excursión fascinante. Los países de
Centroamérica son muy pequeños, por lo que a intervalos cortos se deben cruzar distintas fronteras. Esta
experiencia es siempre una aventura. El viajero nunca sabe qué va a suceder al encontrarse con los
oficiales de aduana. Aunque todos sus papeles estén en regla, con cada paso fronterizo surge algo de
preocupación. Cuando todo el procedimiento ha terminado, y el carro se desliza por carretera abierta, se
siente un alivio extraordinario, porque ha terminado otra etapa de la aventura.
Los israelitas iban viajando de Egipto a la tierra prometida. El registro de Deuteronomio comprende los
acontecimientos que sucedieron cuando el pueblo se encontraba en la frontera entre Transjordania y
Canaán, al este de la tierra prometida. En aquel entonces no había puestos de migración ni aduana, pero
tal vez la nación sentía preocupación al enfrentar la aventura de [p 6] cruzar la frontera y después el río
Jordán, para tomar posesión de la tierra que el Señor les había ofrecido.
INTRODUCCIÓN GENERAL AL LIBRO DE DEUTERONOMIO
Situación histórica
En Deuteronomio, Moisés recuerda al pueblo una y otra vez que Jehová los había sacado de Egipto y
liberado de la opresión. El Exodo ya era historia pasada (5:6; 1:6). Los israelitas ya habían pasado cuarenta
años peregrinando en el desierto (1:3; 2:7; 8:2, 4; 29:5). Al final de ese período, se encontraban listos para
cruzar el Jordán y ocupar la tierra (1:8). Se encontraban en la frontera oriental, y seguramente que
sufrían las mismas inquietudes que nosotros cuando cruzamos una frontera para penetrar en país
extraño.
Autor y fecha
Los eruditos bíblicos discuten mucho estos aspectos, pero no hay razones de peso que nos convenzan
de que el autor y fecha sean diferentes a los que encontramos en el mismo libro. Deuteronomio siempre
pone a Moisés como el autor (1:1, 5, 9) y la fecha aproximada es a finales de la peregrinación (1:1–5).
Además de esta evidencia interna, tenemos que tomar en cuenta el testimonio de Cristo y los apóstoles,
quienes al citar el libro de Deuteronomio lo atribuyeron a Moisés.[p 7]
Es interesante notar que el contenido de los textos de Deuteronomio no se encuentra en ninguna otra
parte del Pentateuco. Pero los personajes citados arriba afirmaron claramente que Moisés era el autor de
esas citas.
La fecha aproximada en que Moisés se dirigió al pueblo fue 1400 a. C. al final de los cuarenta años de
vagar por el desierto.
Esencia
¿Cuál es la esencia de este libro y de qué se trata? ¿Qué tipo de literatura es? En los primeros
versículos tenemos por lo menos dos indicios que nos ayudan a contestar estas preguntas. El primero tiene
que ver con el nombre del libro. Los hebreos tenían la costumbre de denominar un libro usando la
primera palabra o frase del mismo. Entre ellos, el nombre más popular para este [p 8] quinto libro del
Pentateuco es “Estas son las palabras” (1:1). La frase agrega que Moisés es quien las comunica.
La Biblia castellana adoptó el mismo nombre que el que aparece en la Septuaginta y la Vulgata Latina.
Estas versiones interpretaron mal una palabra que se encuentra en 17:18. En vez de “una copia de esta
ley” tradujeron “esta segunda ley” (Deutero=segunda, nomos=ley). Así que del versículo primero
aprendemos que Deuteronomio contiene las palabras o discursos de Moisés. Conviene notar que casi todo
el libro incluye los sermones que Moisés dirigió al pueblo.
El versículo cinco nos proporciona la segunda pista. La frase clave es “resolvió Moisés declarar esta
ley”. El verbo “declarar” significa literalmente grabar en piedra y se usa en 27:8 en la frase “escribirás
muy claramente en las piedras”. La idea es de exponer y hacer claro el significado. Moisés no estaba
dictando una segunda ley, sino sólo exponiendo la ya existente, la mosaica. El libro en su totalidad es una
exposición de la ley de Moisés y no solamente una repetición de ella.
Importancia
El libro que estudiamos ejerció mucha influencia en Israel a través de toda su historia. Durante el
reinado de Josías (2 Reyes 22) se descubrió un “libro de la ley” mientras limpiaban el templo. Algunos
creen que este pasaje se refiere a Deuteronomio y otros afirman que fue todo el Pentateuco. En cualquier
caso, Deuteronomio influyó en el avivamiento que comenzó después de su lectura. En la época de
Nehemías hubo otro avivamiento que también se basó en la lectura de, cuando menos, el libro que
estamos estudiando (Nehemías 8–9). Por lo que sabemos, en esas dos ocasiones, los sermones de Moisés [p
9] provocaron una renovación espiritual en el pueblo de Israel.
¡PENSEMOS!
Otra indicación de la importancia de Deuteronomio en Israel se encuentra por el uso que se hace de él
en el Nuevo Testamento. Cristo repelió la tentación de Satanás citándolo tres veces (Mateo 4:4, 7, 10). Los
escritores sagrados se refirieron a él por lo menos 80 veces, convirtiéndolo así en uno de los más citados
de todo el Antiguo Testamento.
Propósito
Recuerde que el pueblo se encontraba en la frontera oriental de la tierra prometida después de haber
pasado 40 años vagando por el desierto. La forma más sencilla de expresar el objetivo de Deuteronomio es
decir que los discursos de Moisés eran para preparar a la nación para entrar y posesionarse de Canaán.
La preparación se plasmó en exposiciones de la ley que Israel había recibido hacía cuarenta años.
Moisés recalcó que si querían disfrutar de todas las bendiciones divinas, tendrían que vivir de acuerdo con
las estipulaciones de la ley. Esta se dio no como una dura carga que [p 10] debían soportar, sino como un
manual de instrucciones que debían seguir si deseaban disfrutar del bienestar total (shalom). A su vez,
Moisés les instruyó sobre qué hacer para asegurar que la ley ocupara el lugar debido en su vida.
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Tema central
La enseñanza principal del libro puede expresarse por medio del título divino que más se ocupa en él:
“Jehová [pronombre] Dios”. El primer elemento (Jehová) se usaba para referirse al Dios del pacto, quien se
relacionaba directamente con Israel. El segundo (Elohim) enfoca su inmenso poder y majestad.
Combinando los dos, aprendemos que Moisés quería enseñar que el Señor era Soberano de Israel. Toda la
vida tenía que relacionarse con ese Dios omnipotente. La soberanía divina sobre su pueblo es el tema
central.
El pronombre en el título cambia según el cuadro:
JEHOVÁ SU DIOS 2 VECES
JEHOVÁ MI DIOS 3 VECES
JEHOVÁ NUESTRODIOS 23 VECES
JEHOVÁ VUESTRODIOS 48 VECES
JEHOVÁ TU DIOS 228 VECES
Es obvio que Moisés quería personalizar su mensaje. Hay tres textos en que el último título se repite
tres veces en el mismo versículo (10:12; 12:18; 23:5). La enseñanza llega a su clímax cuando en 28:58 el
predicador dice: “temiendo este nombre glorioso y temible: [p 11] JEHOVÁ TU DIOS”. Jehová tenía que ser
el Soberano y Señor de la vida de cada israelita como individuo.
Texto clave
Todas las verdades básicas de Deuteronomio se encuentran en el texto clave: 7:6–11. Jehová es tu Dios:
porque te amó (vv. 7–8), te escogió (vv. 6–7), te redimió (v. 8b) y entró en pacto contigo (vv. 8–9).
Tomando esto en cuenta, debes amarlo (v. 9) y obedecerlo (vv. 9, 11). Si haces su voluntad, habrá
bendición (v. 9) y si no la haces, habrá maldición (v. 10). Estos temas se repiten vez tras vez por todo el
libro.
El mensaje era clarísimo. Si querían vivir en la tierra prometida, disfrutando de todas las bendiciones
divinas, tenían que reconocer la soberanía divina en todos los aspectos de su vida. El Señor es Señor de
todo.
Estructura literaria
Todos los eruditos bíblicos reconocen que Moisés arregló su material para seguir el mismo patrón de
los pactos que se hacían entre soberanos y vasallos en el tiempo del segundo milenio antes de Cristo. Cada
sección de Deuteronomio representa un elemento de tal tratado.
Preámbulo:
El mediador del pacto 1:1–5
Prólogo histórico:
La historia del pacto 1:6–4:49
Estipulaciones del pacto: La vida bajo el pacto.
a. El gran mandamiento 5:1–11:32
b. Los mandamientos complementarios 12:1–26:19[p 12]
Sanciones del pacto:
Ratificación del pacto, bendiciones y maldiciones, juramento del pacto 27:1–30:20.
Disposición dinástica:
La continuidad del pacto 31:1–34:12.
El bosquejo que usaremos en este comentario es el siguiente:
INTRODUCCIÓN GENERAL 1:1–4
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los requisitos que necesitaban llenar se encuentran en el versículo 13: sabiduría, discernimiento y buena
reputación.
¡PENSEMOS!
Cuando cruzaran la frontera y entraran a ocupar la tierra, tendrían que mantener esta misma
organización equitativa y justa para que el pueblo prosperara.
El fracaso en Cades-barnea 1:19–46
El segundo incidente que expuso Moisés era para exhortar al pueblo acerca de las actitudes que debían
tener al cruzar el límite de Canaán. Cades-barnea era el último pueblo antes de entrar en la tierra desde el
sur. Lógicamente, habiendo llegado hasta allí, la nación seguiría de frente y ocuparía la buena tierra, pero
eso no sucedió. El siervo de Dios les recordó lo sucedido para que no pasara lo mismo en la segunda vez
que los israelitas llegarían a la frontera.[p 16]
Obediencia v. 19. El pueblo obedeció el mandato de 1:6–7a. Salieron de Horeb y en aproximadamente
once días llegaron a Cades-barnea. Habían comenzado bien, pero veremos que siguieron mal.
Misión de los doce espías vv. 20–25. En vez de subir y tomar posesión de la tierra, decidieron enviar
una comisión para reconocerla y, basándose en el informe, decidir si seguirían obedeciendo o no. Los
espías reportaron que, por un lado, la tierra era en verdad buena (v. 25b), pero, por otro lado, había
obstáculos que impedirían su conquista (v. 28b).
Rebelión del pueblo. Primera fase vv. 26–40. Casi todo el pueblo siguió la recomendación de la
mayoría de los espías y optaron por no seguir adelante. Dijeron: no entraremos. El texto menciona cuatro
acciones rebeldes: no quisieron (v. 26a), fueron rebeldes (v. 26b), murmuraron (vv. 27–28) y no creyeron
(v. 32).
Hebreos 3:18–19 dice que no entraron en la tierra por desobediencia e incredulidad. Deuteronomio
indica que el problema principal fue la cobardía del pueblo. Tenían miedo (vv. 21, 28–29). En vez de
estar temerosos debían confiar en Jehová. Moisés les dio tres razones (vv. 29–33). Debían creer en el
Señor porque él:
PELEABA POR ELLOS COMO GUERRERO V. 30
LOS PROTEGÍA COMO PADRE V. 31
LOS GUIABA COMO PASTOR V. 33
[p 17] La reacción del Señor a la rebelión de Israel se relata en los versículos 34–40. Prohibió la
entrada de la mayoría rebelde (vv. 34–35, 37). Prometió la entrada a algunos (vv. 36, 38–39). Emitió un
nuevo mandato (v. 40). En vez de seguir adelante, debían regresar al desierto hasta que murieran todos
los que no podían entrar.
Rebelión del pueblo. Fase dos vv. 41–46. La voluntad de Dios era muy clara. Debían volverse al yermo
y no entrar en la tierra prometida. Frente a este mandato inconfundible, el pueblo dijo: subiremos y
pelearemos (v. 41). Esta actitud fue condenada por Jehová en el versículo 42: “No subáis, ni peleéis”.
Desobedecieron, y el resultado fue una derrota rotunda (v. 44). El problema en esta ocasión fue la altivez
(v. 43). Depositaban toda su confianza en sí mismos y sufrieron las consecuencias.
Cuarenta años después, Israel se encontraba en la frontera y su caudillo les enseñó que no debían
enfrentar la conquista de la tierra ni con temor ni altivez, sino confiando en y obedeciendo a Jehová su
Dios, el Soberano del universo.
10
¡PENSEMOS!
[p 18]
11
[p 19]
2
El pueblo preparado
Deuteronomio 2:1–4:43
La nación de Israel se encontraba en la frontera de la tierra que Jehová había prometido a sus
antepasados los patriarcas. El Señor su Dios había cuidado de ellos durante cuarenta años desde el Exodo
de Egipto. En vías de preparación para entrar en la tierra, Moisés les predicó una serie de mensajes que
son el contenido de Deuteronomio. Su primer discurso cubre los capítulos 1–4 y su enfoque principal es
histórico. El capítulo 1 mira hacia atrás 40 años a los sucesos que acontecieron al principio de la
peregrinación en el páramo. La porción que estudiamos abarca los capítulos 2–4 y hace hincapié en lo
pasado recientemente. Esta segunda parte del primer sermón de Moisés se puede denominar, sucesos al
final de la peregrinación por el desierto.
La preparación del pueblo para entrar y tomar posesión de la tierra ahora enfoca ciertos sucesos que
habían acontecido muy poco tiempo antes. Por lo tanto, aún estaban frescos en la memoria de la gente.
Es interesante notar aquí que hay un lapso de unos 38 años (2:14) entre el final del capítulo uno y el
principio [p 20] del dos. Parece que dos años habían transcurrido entre el Exodo y el fracaso del pueblo en
Cades-barnea. Así que transcurrió un período total de cuarenta años entre la redención de Israel y los
acontecimientos que estudiamos.
PREPARACIÓN MILITAR 2:1–3:11, 21–22
La realidad es que Israel había tenido muy poca experiencia militar (Exodo 17; Números 21) y esta era
una de las razones por los que se llenaron de miedo al meditar en que tendrían que conquistar por las
armas a las ciudades amuralladas y luchar contra gigantes espantosos. Moisés quiso enseñarles que Jehová
su Dios era más que capaz de encargarse de la situación militar. El caudillo recuerda al pueblo que en
meses próximos pasados el Señor les había dado victorias portentosas y que seguiría haciendo lo mismo al
cruzar el río Jordán.
Pueblos liberados 2:1–23
La primera lección que tenían que aprender era que su Dios era soberano en asuntos militares. Sólo
podían hacer la guerra contra los pueblos indicados por él. Ciertos grupos no debían ser molestados. Israel
debía hacer todo lo posible para no provocarlos. Por orden directa de Jehová, no atacarían a tres pueblos.
Edom (Esaú, Seir) vv. 4–8. En su ruta de sur a norte, la primera nación que encontrarían sería Edom.
Israel no debía meterse con ellos porque su territorio no formaba parte de la tierra prometida. El Altísimo
lo había dado a Esaú como herencia (v. 5b). La segunda razón es que eran [p 21] hermanos por ser
descendientes de Esaú (Edom) y Jacob (Israel). Los israelitas tenían la responsabilidad de tratarlos como
hermanos cercanos y no pelear contra ellos. Edom nunca respetó esta relación y por tanto fue condenado
por Abdías (vv. 10–14).
Moab (vv. 9–18) y Amón (vv. 19–23). Estos dos pueblos eran el fruto de la relación incestuosa entre
Lot y sus hijas (Génesis 19:30–38). Jehová dijo claramente “no te daré posesión de su tierra” (vv. 9, 19)
porque ese territorio ya había sido entregado a los hijos de Lot (vv. 9, 19). Estos tres pueblos se salvaron de
un enfrentamiento militar con Israel por instrucción explícita de Dios.
Pueblos derrotados 2:24–3:11
Dos áreas de Transjordania (Hesbón y Basán) se habían incluido como parte de la tierra prometida y
por esto tenían que ser conquistadas. Es con estos sucesos que Israel comenzó a tomar posesión de su
herencia.
Sehón rey de Hesbón 2:24–37. Tome nota de los mandatos y promesas que aparecen en los versículos
24–25. No cabía duda. Jehová iba a darles la victoria sobre este rey y los suyos. La oferta de una travesía
pacífica por su territorio fue rechazada rotundamente por Sehón (vv. 26–30). El corazón de éste fue
endurecido por el Señor, acto por el cual Jehová confirmó lo que el rey mismo había hecho. Sehón se
12
había endurecido y por esto Dios hizo que fuera obstinado (v. 30). En el 31 de nuevo vemos la disyuntiva
“yo he comenzado a entregar…; comienza a tomar posesión”. La promesa y el mandato siempre van
juntos. Fíjese bien en el resultado del conflicto: Jehová entregó (vv. 31a, 33, 36b) e Israel tomó [p 22] (vv.
31b, 34, 35). Al fin y al cabo la victoria pertenecía al Omnipotente, no a los israelitas.
Og rey de Basán 3:1–11. En este caso también vemos la combinación de mandato y promesa. Jehová
entregó a Og rey de Basán y todos sus dominios a los israelitas (v. 3) y estos tomaron posesión de todo su
territorio (vv. 4, 7, 8–10). Este monarca fue el último de los gigantes. Las medidas que se dan son de su
sarcófago o ataúd y no de su cama.
JEHOVÁ ENTREGÓ… ISRAEL TOMÓ
Propósito de estas acciones 2:25; 3:21–22
El texto mismo menciona dos propósitos concretos de estas victorias militares
Infundir temor en los pueblos 2:25. Cuando los habitantes de la tierra prometida escucharan las
noticias de las derrotas de Sehón y Og, comenzarían a temer al pueblo vencedor. Aun antes de entrar en la
tierra, el enemigo estaba atemorizado. Este conocimiento serviría para animar a los israelitas.
Animar a los israelitas 3:21–22. Ya habían experimentado la victoria militar sobre dos reyes muy
poderosos. El Señor había cumplido sus promesas. Este triunfo pasado les llenaría de ánimo. No tenían por
qué temer al enemigo al otro lado del Jordán.[p 23]
A través de estos acontecimientos, el pueblo de Dios se preparó militarmente para reconocer que
Jehová era soberano en todos los movimientos bélicos (2:37) y que la victoria siempre era de él: “porque
Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros” (3:22). Desde el principio, la geografía no había
cambiado: ya fuera en Transjordania o en Cisjordania, “Jehová tu Dios” siempre daba el triunfo.
¡PENSEMOS!
ciudades de refugio en Transjordania, así debían hacer dentro de la tierra prometida. Esta medida
demuestra el interés divino en preservar la vida de los inocentes en caso de homicidio no premeditado.
Todo esto preparó a la gente para administrar bien la tierra que iba a heredar. Estos patrones se
diseñaron para ayudar a Israel a dirigir sus asuntos correctamente, con la bendición de “Jehová su Dios”.
PREPARACIÓN PERSONAL 3:23–29
Le pareció a Moisés que con las victorias en Hesbón y Basán, Dios se había olvidado de su prohibición
contra [p 25] la entrada de él en la tierra prometida (Números 20:12). Se sentía tan confiado, que oró
pidiendo que el Señor le permitiera pasar el Jordán (vv. 23–25). La respuesta fue inmediata y negativa (vv.
26–27). Pero el pueblo ya sabía que Josué tomaría el mando y encabezaría la conquista.
Obviamente, este es uno de los temas que más preocupaba a Moisés cuando daba sus mensajes. Seis
veces en el libro hace alusión a su exclusión de la tierra (1:37; 3:23–27; 4:21–22; 31:2; 32:48–52; 34:1–
5). El contexto de cuatro de esas porciones incluye la enseñanza positiva de que Josué iba a guiar al pueblo
después de Moisés (1:38; 3:28; 31:3, 7, 8, 23; 34:9). El mensaje era claro:
MOISÉS NO ENTRARÍA, PERO JOSUÉ SÍ
Este relato preparó personalmente a Moisés y al pueblo. El mensaje era el mismo para todos: NO SE
PREOCUPEN, YO CONTROLO TODO, DICE EL SEÑOR. Nadie tenía que afanarse, y todos debían someterse
a la soberanía absoluta de “Jehová su Dios”.
¡PENSEMOS!
su memoria, debían enseñar a sus hijos y nietos todo lo acontecido (v. 9–10). Esta es la primera referencia
a la importancia de la enseñanza que encontramos a través de todo el libro (6:7, 20; 11:19; 31:13; 32:46).
Moisés hace hincapié en dos elementos de la experiencia en Sinaí: el fuego y el pacto, mismos que se
mencionan en toda su plática. El fuego simbolizaba la omnipotencia divina y el hecho de que va más allá
de su creación (trascendencia). El es absolutamente soberano (vv. 11–12), pero no está tan alejado que no
pueda comunicarse con el hombre. Más bien, entró en pacto con la nación (inminencia) por medio del
pacto de los Diez Mandamientos. A través de ese pacto, el Señor manifestó su absoluta pureza moral.
Todas las generaciones debían aprender que Jehová es soberano y santo.
NO OLVIDES…, SINO ENSEÑA
[p 28] Eviten 4:15–38
El propósito principal de obedecer y recordar era evitar la idolatría. Antes de entrar en la tierra, el
pueblo tenía que darse cuenta de cuánto aborrece Jehová esta abominación. De los diez mandamientos,
Moisés seleccionó el segundo para una exposición exhaustiva. Estos versículos se consideran como un
comentario sobre él. La primera parte (vv. 15–18) es la expresión más completa de la prohibición. El
peligro inherente de tener imágenes es que la gente tiende a adorarlas (v. 19a). El resto del mensaje
contesta la pregunta, ¿por qué no debían tener ídolos? La primera razón es porque ellos eran un pueblo
especial (vv. 19b–22). Todos los pueblos tenían dioses e imágenes, pero los seguidores de Jehová debían
ser diferentes.
La segunda razón tiene que ver con el carácter divino (vv. 23–38). El orador enfoca cuatro cualidades
del Señor.
1. Su trascendencia: “Jehová tu Dios es fuego consumidor” (v. 24a). El es soberano y no se le puede
comparar con nada ni con nadie. Por esto es que no habían visto ninguna figura en el monte (v. 15).
2. Su celo: “Dios celoso” (vv. 24b–28). El no tolera que los hombres adoren a otros dioses. Es celoso
por su posición exclusiva. Es el único Dios. Se enoja cuando su pueblo practica la idolatría (v. 25) y
castiga cualquier infracción de esa ley. Trae destrucción en la tierra (v. 26), destierro (v. 27), e idolatría
forzada (v. 28).
3. Su misericordia: “porque Dios misericordioso es Jehová tu Dios” (vv. 29–31). Siempre recordará el
pacto y [p 29] cuando los suyos se arrepienten y comienzan a buscarlo, él los perdonará y recibirá.
4. Su inminencia (vv. 32–38). El Dios trascendente entró en relación muy personal con Israel por
medio del pacto. El Dios lejano se hizo muy cercano. Tome nota de todas las acciones personales de Jehová
hacia su pueblo en estos versículos.
Cuando llegara a su tierra, el pueblo tendría que evitar la idolatría a toda costa. Esta preparación
espiritual era la más importante, porque el incumplimiento en esta esfera traería fracaso en las áreas
militares, administrativas y personales. Lo más urgente era evitar la idolatría.
¡PENSEMOS!
La conclusión del asunto se encuentra en los versículos 39 y 40. El 39 enfoca el carácter divino y el 40
nuestra respuesta a él. La única actitud aceptable y que producirá bienestar, es la obediencia a sus
mandatos. Por eso, conviene obedecer.
15
[p 31]
3
Lo más importante
Deuteronomio 4:44–6:25
No sabemos cuánto tiempo pasó entre el final del primer discurso (4:43), y el comienzo del segundo
(5:1), pero es probable que el lapso sea bastante corto. Algunos estiman que el contenido de todo el libro
se predicó durante aproximadamente un mes. El segundo mensaje de Moisés (4:44–26:19) es el corazón
del libro. En él, el caudillo expone las estipulaciones del pacto sinaítico. Recuerde que no sólo repite la ley,
sino que la explica. Por esta razón, lo que tenemos en Deuteronomio es en algunos casos diferente a lo que
se encuentra en el resto del Pentateuco.
Este libro se dedica a aplicar la ley al pueblo que está por entrar en la tierra prometida. Moisés, bajo la
dirección del Espíritu Santo, seleccionó el material más apropiado para el caso. He aquí el bosquejo breve
de este segundo discurso:
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 4:44–49
I. ESTIPULACIONES GENERALES DEL PACTO [p 32] 5:1–11:32
II. ESTIPULACIONES ESPECÍFICAS DEL PACTO 12:1–26:15
CONCLUSIÓN EXHORTATORIA 26:16–19
INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 4:44–49
Por lo que respecta a los temas que trata, esta introducción es muy semejante a 1:1–4. Esencialmente
enseña que la situación en que el mensaje se pronunció, no había cambiado. El orador, el lugar, y la
ocasión eran todos iguales. Israel todavía estaba en la frontera recibiendo la instrucción de “Jehová su
Dios” para prepararles para ocupar la tierra prometida.
Antes de proceder, vale la pena definir los términos que hallaremos en todo el libro. El vocablo “ley” es
muy general y significa literalmente “instrucción”. Era la enseñanza que el pueblo tenía que obedecer
para disfrutar de todas las bendiciones.
“Mandamiento” es una orden recibida directamente de Dios por revelación especial, como los Diez
Mandamientos. Los otros términos describen la instrucción recibida por mediación de Moisés. “Estatutos”
se refiere a leyes condificadas y escritas, “decretos u ordenanzas” (ambos son traducción de la misma
palabra hebrea), denotan decisiones hechas por los jueces y “testimonios” tiene que ver con las
estipulaciones relacionadas directamente con un pacto.
La primera parte de este discurso abarca desde 5:1 hasta 11:32. Los expositores están de acuerdo en
que esta sección es la médula del libro. El resto de él depende [p 33] de la enseñanza de esta parte central
porque en ella se sientan las bases de todo lo demás. Hace muy patente que lo más importante para Israel
era poner a “Jehová su Dios” en primer lugar. No debían jugar con la adoración de otros dioses. Su Dios
era absolutamente soberano y único. Solamente él merecía todo su amor, devoción, y adoración. Esta es la
constitución de Israel de la cual se derivaban todas las leyes (12:1–26:15). Se divide en dos partes: Los
Diez Mandamientos (5:1–6:3) y el Gran Mandamiento (6:4–11:32).
LOS DIEZ MANDAMIENTOS 5:1–6:3
Alguien ha dicho que el Señor no nos dio diez sugerencias, sino que Diez Mandamientos. Son
imperativos absolutos que emanan del mismo carácter de Dios. El que viola estos mandatos lo hace para su
propio mal. Uno de los problemas principales con nuestra sociedad actual es que considera que sólo son
sugerencias divinas. Los obedecen si les da la gana y hacen caso omiso de ellos si quieren. No debe
extrañarnos la corrupción y maldad que nos rodea.
Prólogo 5:1–5
16
Este discurso comienza (v. 1) y termina (26:16–19) con un llamamiento a la obediencia a la ley de
Jehová. En seguida (vv. 2–5), el predicador hace hincapié en el hecho de que el pacto que Dios concertó
con Israel en Sinaí no sólo se hizo con aquella generación, sino también con la nueva a la que él se estaba
dirigiendo. Era para todas las generaciones de Israel y cada israelita tenía que aceptarlo como suyo.
[p 34] Marco de referencia 5:6–21
La base para estas instrucciones se encontraba en la persona y obras de Dios (v. 6). Por causa del
pacto, el Señor podía declarar: “Yo soy Jehová tu Dios” y en esa calidad redimió al pueblo de la esclavitud
en Egipto. Tenía todo derecho para mandar a su gente.
He aquí algunas observaciones generales acerca del Decálogo.
1. Son Diez Mandamientos, pero no hay acuerdo en cuanto a su enumeración. Para los judíos, el primero
es el versículo 6, recordando que en hebreo, literalmente son diez “palabras” según Exodo 34:28;
Deuteronomio 4:13 y 10:4. Ellos unen los versículos 7–10 en un solo mandamiento y así resultan con diez
“palabras” que salieron de la boca de Dios. Para los luteranos y católicos los versículos 7–10 forman uno,
igual que los judíos, pero dividen el último en dos para que resulte la cantidad completa. Lo importante es
reconocer que el contenido es igual, aunque hay diferentes formas de enumerarlos.
2. Fueron dados específicamente a Israel y componen la esencia del pacto mosaico. Por lo tanto, no son
vigentes para la iglesia (2 Corintios 3:3–11), pero, tomando en cuenta el hecho de que todos, menos el
cuarto, se repiten en el Nuevo Testamento, es imposible afirmar que no son vigentes para nosotros.
3. Son reglas universales que todo humano de toda época y cultura tiene que obedecer si quiere disfrutar
al máximo en esta vida. Es interesante notar que los mandamientos 7–10 se encuentran en todos los
códigos [p 35] legales del Antiguo Medio Oriente. El que desobedece estas instrucciones tendrá una vida
problemática.
4. Nadie se salvará guardándolos, pero los salvos los obedecen. Su propósito principal es crear en el
humano el sentimiento de culpabilidad (Romanos 3:20; 5:13; 7:7–9, 13) con el fin de que busque al Señor
para la salvación.
5. Sus enseñanzas cubren todas las esferas principales de la vida:
RELACIÓN CON DIOS
(Lo espiritual) Mandamientos 1–4
RELACIONES EN LA FAMILIA
Mandamiento 5
RELACIONES CON LOS DEMÁS
(La sociedad) Mandamientos 6–10
Todos se encuentran en la segunda persona singular, enfocando así la responsabilidad individual de
cumplirlos.
Son los siguientes:
v. 7 Contra el politeísmo. La fidelidad absoluta a Jehová.
vv. 8–10 Contra la idolatría. La adoración exclusiva a Jehová.
v. 11 Contra el abuso del nombre divino. La honestidad en todo.
vv. 12–15 El día de descanso para adorar, descansar y recordar.[p 36]
v. 16 El respeto a los padres y a todas las autoridades.
v. 17 Contra el asesinato. La santidad de la vida humana.
v. 18 Contra el adulterio. La santidad del matrimonio.
v. 19 Contra el robo. La santidad de la propiedad privada.
v. 20 Contra el perjurio. El testimonio veraz.
v. 21 Contra la codicia. La motivación interna.
17
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Su centralidad 6:6–9
El gran mandamiento, expresado en los versículos 4–5, debía ocupar el lugar central de la vida de toda
israelita. “Estas palabras” (las de vv. 4–5) habían de ser memorizadas (v. 6b), enseñadas a los hijos (v. 7a),
proclamadas en toda situación y a toda hora (v. 7b) y recordadas concretamente (vv. 8–9). Todos los
medios se usarían para asegurar que el pueblo no se olvidara del hecho de la exclusividad de Jehová y el
deber de amarlo sobre todas las cosas.
El contenido de los versículos 4–9 se conocen como el shema. En él se encierra la médula de la fe de
Israel. A diario, en las oraciones matutinas, los judíos rezan esta porción y le han agregado otros trozos
selectos. No pueden escaparse de la verdad que sólo existe un Dios y que ese es el suyo.
[p 40] Un peligro 6:10–19
El Señor reconocía que, a pesar de todas las medidas tomadas en los versículos 6–9, existía la
posibilidad de que su pueblo olvidara todo lo que él había hecho por ellos. La perspectiva era la de Israel
habitando en la tierra que no merecían, pero que habían recibido de pura gracia. Fíjese en el énfasis de lo
que no habían hecho (v. 10–11). Moisés hizo hincapié en tres obras que los israelitas jamás debían
olvidar: el juramento hecho por Dios a los patriarcas (v. 10b), la redención del pueblo de la esclavitud en
Egipto (v. 12), y la conquista de la tierra prometida (vv. 10a, c,11). La gracia del Señor se había
manifestado gloriosamente entre los suyos y no debían olvidarlo.
Si no se acordaban constantemente de estos hechos, sería muy fácil incurrir en pecados bastante
nefastos. Son cuatro los resultados negativos del olvido.
1. Perder el temor de Jehová (v. 13a).
2. Dejar de adorarlo en forma exclusiva (vv. 13b–15). El es celoso y no tolera rivales. Siempre protege
lo que le pertenece, la soberanía. El no puede compartir la gloria con otro.
3. Tentarle poniendo condiciones antes de hacer su voluntad (v. 16). Uno tienta al Rey Soberano
cuando dice, “Si tú…, entonces yo…”
4. No obedecerle (vv. 17–19). Si no eran obedientes, jamás entrarían en la tierra.
Su transmisión 6:20–25
Era necesario que el contenido del shema, el gran [p 41] mandamiento, se transmitiera de generación
en generación. ¿Qué metodología debía usarse para lograr esta meta?
Los padres tenían la responsabilidad de enseñar a sus hijos en el momento en que estos, siendo
vencidos por la curiosidad, solicitaran una explicación. La situación no debía forzarse, sino ser natural. La
pregunta de los hijos se registra en el versículo 20 y la respuesta en 21–25. Los padres no sólo repetían el
shema, sino que debían agregar una explicación.
La contestación contenía tres elementos: (1) Lo que el Señor hizo, enfatizando la esclavitud en Egipto
(v. 21a), el éxodo (vv. 21b–23a), y la introducción a la tierra (v. 23b). (2) Lo que hizo es la base para lo
que él mandó (v. 24a). Jehová ordenó dos cosas: la obediencia y el temor. (3) Al que guardara estos
mandamientos, Jehová prometió el bienestar (v. 24b) y la justicia (v. 25).
19
¡PENSEMOS!
No hay duda de que Moisés trataba de exponer las enseñanzas más importantes para el pueblo antes
de que cruzara el Jordán.
20
[p 43]
4
El pueblo escogido
Deuteronomio 7:1–8:20
El gran mandamiento tenía tanta importancia para los israelitas, que cuando entraran a la tierra
prometida tendrían que tomar medidas muy severas para protegerlo y evitar que cayeran en la idolatría.
El cumplimiento de esta responsabilidad era de suma importancia para la continuidad de la nación. Si la
descuidaban, pondrían en peligro su existencia. Así que Moisés continuó su discurso animando al pueblo
escogido a cumplir su tarea de protección.
COMISIONADOS PARA DESTRUIR 7:1–11
Son dos las preguntas que se contestan acerca de proteger la santidad del gran mandamiento
¿Cómo se iba a proteger? 7:1–5
Por medio de la guerra santa. Jehová encabezaría al ejército israelita en la conquista y destrucción de
los cananeos, ya que solamente erradicándolos se podría [p 44] garantizar la continuación de la adoración
exclusiva a Jehová por el pueblo escogido. La eliminación de la cultura impía era absolutamente necesaria.
La parte divina vv. 1–2a. Jehová, como poderoso guerrero, se comprometió a hacer tres cosas:
introducir al pueblo en la tierra (v. 1a), echar a las naciones paganas de delante de ellos (v. 1b), y
entregarlas en sus manos (v. 2a). Esta victoria divina era la base de las acciones humanas.
La parte humana vv. 2b–3, 5. Israel tenía que atacar a las naciones y derrotarlas (v. 2b) en batalla.
Fíjese bien en la coordinación perfecta entre la actividad divina y la humana. Pero ganar la victoria sobre
ellas no era suficiente. Se les mandó destruirlas totalmente. No debían dejar rastro de su civilización. El
asolamiento afectaría su pertenencias (v. 2c), pero especialmente todo lo que se relacionaba con su culto
pagano (v. 5; 12:2–3). El Dios soberano no toleraría rivales en su tierra. Además, no debían tener relación
alguna con los sobrevivientes (v. 2d–3).
Esta instrucción revela que el Señor omnisciente sabía que no iban a cumplir con esta comisión. El
mandato era que destruyeran todo, que no dejaran a nadie con vida. El Antiguo Testamento es el relato de
las consecuencias de la desobediencia a este mandamiento.
¿Por qué se debía proteger? 7:4, 6–11
Los versículos 4 y 6 comienzan con la palabra “porque” y dan las razones por las cuales los israelitas
debían proteger el gran mandamiento por medio de una destrucción total[p 45]
Por el peligro de la contaminación v. 4. Todos sabemos que lo malo se contagia. El Señor sabía que si
no se efectuaba la destrucción total, el pueblo se expondría a la contaminación de la perversidad de los
cananeos paganos. Jehová no quería que estos desviaran (v. 4) o sirvieran de tropiezo (v. 16) a los suyos.
Si los israelitas seguían el ejemplo perverso, también sufrirían la destrucción (v. 4; 8:19–20).
Son tres las esferas en que se podrían corromper.
1. La idolatría (vv. 4–5; 20:18). Este era el peligro más grande. Si su culto no se erradicaba sin dejar
vestigio, el pueblo de Israel quedaría expuesto a seguir en pos de dioses ajenos y violar así los dos primeros
mandamientos y el gran mandamiento. La historia nos enseña que esto es exactamente lo que pasó.
2. La impiedad (9:4–5). Moisés hace muy patente que las naciones iban a ser eliminadas por su
impiedad. Los descubrimientos arqueológicos han comprobado que los cananeos eran de los más
perversos del mundo de aquel entonces. Su gran inmoralidad los llevó a practicar la prostitución religiosa
y el sacrificio infantil. El Santísimo no quería que su pueblo se contaminara con esta suciedad.
3. El ocultismo (18:12). Las naciones practicaban todo tipo de ocultismo. Eran expertos en magia
blanca y negra. En vez de consultar al Señor, buscaban controlar las cosas por medio de artes mágicas.
Todo esto estaba terminantemente prohibido para el pueblo de Israel.
21
Estas naciones idólatras, impías y dadas al ocultismo, bien merecían ser destruidas totalmente.
[p 46] ¡PENSEMOS!
Por la posición de Israel vv. 4, 6–11. En el primer capítulo vimos que esta porción es el texto clave de
todo el libro. Ella describe la relación especial que Israel tenía con Jehová. Al fin y al cabo era el único
pueblo que confesaba: “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (6:4).
ERAN LOS ÚNICOS MONOTEÍSTAS EN UN MUNDO POLITEÍSTA.
Por lo tanto, tenían que mantener esa posición. La ocupaban por causa de:
1. Lo que Dios había hecho vv. 6–8. Moisés delineó cuatro obras divinas que Jehová había realizado en
Israel por su gracia soberana: (a) Había hecho juramento con los patriarcas (v. 8b), comenzando con
Abraham en Génesis 12:2–3. (b) Amó a su pueblo (vv. 7a, 8a) con un amor que Jeremías llama “eterno”
(Jeremías 31:3). (c) Rescató a Israel de la opresión en Egipto (v. 8c) por el juramento que había hecho con
los patriarcas. (d) Escogió a la nación (v. 6b, 7b) desde antes de la fundación del mundo según su plan
eterno, y en el tiempo y el espacio [p 47] la apartó para sí en el monte Sinaí cuando entró en pacto con ella
(v. 9; Exodo 19:1–8). Desde ese día, hacía cuarenta años, Israel era el único pueblo santo (apartado v. 6a)
y especial (propiedad muy valiosa, su tesoro v. 6b) para Dios. Debía protegerse de toda cosa que violara o
manchara esa relación tan singular.
2. Lo que Israel debía hacer vv. 9–11. Siendo nación tan privilegiada, le tocaba corresponder a la
inmensa gracia divina con una conducta correcta que le conservaría en el sitio de bendición. Tenía que
hacer tres cosas. (a) Reconocer que su Dios era fiel en el cumplimiento de los pactos que había concertado
con su pueblo (v. 9a) y que jamás quebrantaría sus promesas. Al recordar la fidelidad divina estaba
obligada a evaluar su lealtad a él. (b) Amar a Jehová con todo su ser (v. 9b, 6:5). Este era un amor que
excluía a todo lo demás. (c) Obedecer al Señor en todo (v. 9c, 11), reconociendo que la obediencia trae
bendición hasta mil generaciones (v. 9c) y que la desobediencia acarrea maldición (v. 10).
Este pueblo escogido se encontraba en la frontera entre Moab y la tierra prometida. En esta
encrucijada, tenía que reconocer su relación especial con Jehová y una vez que cruzara el Jordán, sería
fatal olvidarla. Su razón de ser era vivir como el pueblo santo y especial del Señor.
BENDICIONES A DISFRUTAR 7:12–26
Las múltiples bendiciones en su grado máximo se derramarían sobre los que guardaran y pusieran por
obra los mandamientos y decretos del Señor
[p 48] LA CONDUCTA CORRECTA SIEMPRE TRAE
CONSECUENCIAS BENÉVOLAS
A continuación, listamos las bendiciones prometidas a Israel cuando estuviera en la tierra prometida.
Las primeras dos son generales, pero muy importantes: Jehová guardaría el pacto y la misericordia (vv.
12b, 9) y seguiría amando a su pueblo (v. 13a). Siguen cuatro bendiciones muy concretas (vv. 13b–26):
— Abundancia de bienes materiales (v. 13b)
— Fecundidad en la reproducción (v. 14)
— Salud (v. 15)
— Triunfo en las batallas (vv. 16–26).
Fíjese en las muchas veces que dice que “Jehová tu Dios” iba a hacer estas cosas, pero note también la
participación humana en lograr la victoria.
22
¡PENSEMOS!
Haga un breve estudio del triunfo como aparece en los vv. 16-
26. Apunte las tres cosas que Israel tenia que hacer y las seis
cosas que correspondían a Jehová. ¿Qué tiene que hacer usted
para lograr la victoria en su vida diaria? ¿La relación del Señor
con usted es diferente de la que sostenía con Israel? ¿En qué
aspectos?
Su deber se describe en el versículo 10. Habían de hacer tres cosas: comer, saciarse, y bendecir (una
traducción mejor sería alabar). En otras palabras, debían disfrutar los bienes de la tierra hasta suplir todas
sus necesidades y después alabar al Señor por todo.
DEBÍAN COMER, SACIARSE,
Y ALABAR A JEHOVÁ
Debían tener cuidado de no olvidar 8:11–18
Estando dentro de la tierra, su responsabilidad era siempre recordar el hecho de que todo lo que tenían
venía de la mano bondadosa de “Jehová su Dios”. Por [p 52] esto, era necesario que obedecieran los
mandatos del Señor y agradecieran su gracia abundante (vv. 11, 18).
Moisés predijo el comportamiento del pueblo. En vez de comer, saciarse y alabar al Altísimo (v. 10),
ellos comerían (v. 12a), se saciarían (v. 12b), se enriquecerían (v. 12c–13), se enorgullecerían (v. 14a), se
olvidarían (v. 14b–16) y dirían que todo era resultado de su propio esfuerzo (v. 17). Dicho en otra forma,
Moisés profetizó que el egoísmo y las riquezas serían sus ídolos y violarían lo dicho en 5:7–10 y 6:4–5.
Parece que la advertencia cayó en oídos sordos.
Debían reconocer las consecuencias de olvidar 8:19–20
Si no usaban bien su memoria, tendrían que sufrir los resultados funestos de la desobediencia. El
primero es la idolatría. Igual que en Israel, el que se olvida de las grandes obras de Dios en su vida,
inevitablemente comenzará a participar en la adoración a las imágenes (v. 19a). El castigo que Jehová
aplicaba a la práctica de esta abominación era la destrucción (vv. 19b–20). Pero la única forma de evitar
la idolatría y destrucción era hacer buen uso de la memoria y obedecer, atendiendo la voz de Jehová.
Estando en la frontera, los israelitas aprendieron por boca de Moisés que para proteger la santidad de
los primeros dos mandamientos y el gran mandamiento tenían que destruir al enemigo, disfrutar de la
abundancia de la tierra y cuidar su memoria.
¡PENSEMOS!
Nuestra memoria puede ser usada tanto para bien como para
mal. Todo depende de cómo [p 53] la ocupamos. Podemos
controlarla y recordar lo que debemos y rechazar lo que no nos
conviene. Ejercite su memoria pensando en las obras positivas
que Dios ha realizado en su vida. Haga una lista de ellas, y
medite en ellas constantemente.
[p 54]
24
[p 55]
5
¡Recuerden!
Deuteronomio 9:1–11:32
El cumplimiento del gran mandamiento era la responsabilidad más grande del pueblo del Señor.
Moisés lo consideraba de tanta importancia, que usó seis capítulos (6–11) para exponer el tema. En este
capítulo, estudiaremos la última sección de su exposición. Hagamos de cuenta que somos israelitas, que
vivimos en la tierra prometida y que vamos a escudriñar esta porción bíblica. ¿Qué lecciones
aprenderíamos además del deber ineludible de poner a Jehová en el lugar preeminente de nuestra vida?
Hay tres temas que se repiten constantemente en estos capítulos: ¿Quién es Jehová? ¿Qué ha hecho?
¿Cómo debemos responder? En esta sección enfocaremos la tercera pregunta. Tomando en cuenta la
persona y las obras del Señor, ¿qué debemos hacer? Son tres las respuestas: depender de Jehová (9:1–
10:11), complacer a Jehová (10:12–22) y obedecer a Jehová (11:1–32). El israelita que hiciera estas tres
cosas no tendría problemas con la idolatría. La base de su cumplimiento era el recuerdo de quién era y
qué había hecho su Dios. Por eso titulamos este capítulo: “¡Recuerden!”
[p 56] DEPENDER DE JEHOVÁ 9:1–10:11
Una de las características del ser humano es que quiere ser autosuficiente. Su ego sufre un golpe
severo si tiene que depender de otra persona. Esto es especialmente cierto en nuestra cultura y parece que
lo fue también para los israelitas. Por tal razón, Moisés hacía hincapié en la necesidad de depender
totalmente del Señor y dejar de confiar en sí mismos. Pero en vez de ser dependientes, los hijos de Israel
tendían a ser presuntuosos y rebeldes.
No debían ser presuntuosos porque Dios les había dado la tierra 9:1–6a
Una vez dentro de la tierra prometida, el pueblo podría pensar que el Señor se las había dado por
causa de algo bueno que hubiera en ellos (su justicia o rectitud). Pero la negativa que encierran los
versículos 4, 5 y 6 desmiente esta idea. Su capacidad y virtud no tenía nada que ver con su éxito.
Imposibilidad de la conquista vv. 1–2. Dadas las circunstancias, sería imposible que los israelitas
pudieran derrotar a ejércitos más numerosos y poderosos, tomar ciudades bien fortificadas y vencer a
gigantes espantosos. Era cosa risible presumir que por sí solos podrían conquistar a sus enemigos.
Pero Jehová… v. 3. No eran ellos, sino la combinación de Jehová con ellos, la que daría la victoria.[p
57]
DIOS + UNO = LA MAYORÍA
El crédito principal debía atribuirse al Señor. Los cananeos fueron entregados a Israel por el Dios
soberano y nunca debían olvidarlo.
¿Por qué los metió en la tierra? vv. 4–6a. Al fin y al cabo, les había regalado la tierra por pura gracia,
no porque la merecieran. Ni porque hubiera algo bueno en ellos como pudieran pensar. Según el
versículo 5, el Señor tenía dos propósitos para darles su herencia.
1. Porque los pueblos cananeos eran sumamente impíos. Israel sería el agente usado por Dios para
castigar y erradicar esa impiedad. Les dio la tierra para purificarla.
2. Porque quería mostrarse fiel a sus promesas. Había concertado pacto con los patriarcas y tenía que
cumplir su palabra. Así que debían recordar que su triunfo no dependía de ellos, sino del Señor. No había
motivo alguno para vanagloriarse. Toda la gloria era para el Omnipotente y debían depender totalmente
de él.
No debían ser rebeldes aunque siempre lo habían sido 9:6b–10:11
25
Moisés se valió de otra técnica para eliminar cualquier autosuficiencia del pueblo. Les recordó que
siempre habían sido rebeldes a la voluntad del Señor. En vez de depender de él, siempre hacían lo que él
prohibía.[p 58]
La acusación vv. 6b–7. Durante los cuarenta años de su peregrinación, desde el Exodo hasta llegar a la
frontera, siempre se habían caracterizado por ser rebeldes y duros de cerviz. Fíjese en el énfasis que
Moisés pone sobre recordar: “Acuérdate, no olvides.” Con sólo hacer memoria de su historia, la soberbia
se desvanecería. La gracia y misericordia de Jehová serían reconocidas por los israelitas.
La evidencia 9:8–10:11. Acusar es una cosa; comprobar es otra. ¿Confirmaría la historia que su pueblo
era rebelde? Sí. El caudillo seleccionó algunos incidentes acaecidos en el desierto como evidencia que
callaría definitivamente las objeciones de los suyos.
1. Lo sucedido en Horeb 9:8–21, 25–10:11. Estos eventos acontecieron cuarenta años antes de este
discurso de Moisés. Lo primero que hizo el pueblo después de recibir los Diez Mandamientos fue romper
adrede los primeros dos. La rebeldía era patente y resultó en idolatría, la más crasa abominación delante el
Señor. He aquí un resumen de los sucedido en su ordern cronológico.
Moisés recibió las dos tablas de la ley directamente de Dios (vv. 8–11) e inmediatamente la revelación
de que el pueblo había apostatado y que el plan divino era destruirlo por ese pecado gravísimo (vv. 12–
14). Acto seguido, el Dador de la Ley bajó del monte y encontró al pueblo jubiloso con su becerro de oro
(vv. 15–16). Su reacción tuvo tres aspectos: rompió las tablas para simbolizar el hecho de que Israel había
roto los primeros dos mandamientos (v. 17), intercedió por el pueblo (el hecho se encuentra en vv. 18–20
y el contenido en 25–29) y destruyó la imagen (v. 21).[p 59]
Entonces Dios, en su gracia, tomó la iniciativa. Renovó el pacto dando nuevas tablas a Moisés (10:1–
5). Hizo lo necesario para que el culto genuino siguiera, nombrando un nuevo sumo sacerdote y
apartando a los levitas para el ministerio (vv. 6–9). Perdonó al pueblo como respuesta a la intercesión
mosaica, y animó a los suyos a que siguieran adelante hasta tomar posesión de su herencia (vv. 10–11).
En medio de este relato, Moisés incluyó otra evidencia de la rebeldía israelita (9:22-24). No expone
estos casos. Sólo los menciona.
2. Lo sucedido en Tabera (v. 22a) cuando se quejaron contra el Señor y fueron castigados (Números
11:1–3).
3. Lo sucedido en Masah (v. 22b) cuando murmuraron por la falta de agua (Exodo 17:1–7).
4. Lo sucedido en Kibrot-hataava (v. 22c) cuando pidieron carne en vez de maná (Números 11:4–34).
Estos tres sucesos reflejan la inconformidad del pueblo frente a la provisión divina.
5. Lo sucedido en Cades-barnea (v. 23) cuando desobedecieron el mandato tan claro del Señor. En ese
caso, el pecado fue la insubordinación.
CUIDADO CON LOS PECADOS DE IDOLATRÍA,
INCONFORMIDAD,
E INSUBORDINACIÓN
[p 60] La conclusión v. 24. Después de presentar evidencias tan contundentes en contra del pueblo, la
única conclusión que pudo sacar Moisés fue: “Rebeldes habéis sido a Jehová desde el día que yo os
conozco”.
Para generaciones futuras, el mensaje sería claro: Recuerden su pasado. No sean presuntosos ni
rebeldes. Dependan totalmente del Señor.
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
[p 66]
28
[p 67]
6
La adoración en Israel
Deuteronomio 12:1–16:17
Con el capítulo 12 entramos en la segundo mitad (12:1–26:19) del segundo discurso de Moisés. Los
capítulos 5–11 insisten en la necesidad imperante de que Israel se dedicara a la adoración exclusiva a
Jehová. Una y otra vez, el predicador les advierte contra toda forma de idolatría. Lo más importante
cuando estuvieran viviendo en la tierra prometida, era la obediencia absoluta al Señor en todos los detalles
de su diario vivir. Estos capítulos contienen instrucciones generales sin entrar en pormenores. En la
segunda parte de su mensaje, el caudillo pone las estipulaciones específicas.
Es importante reconocer que aunque su propósito no era exponer los primeros dos mandamientos y el
gran mandamiento, como lo hizo en los capítulos 5–11, no deja de dar algunas enseñanzas acerca del
tema. En 5–11 se insta a la adoración exclusiva de Jehová. En los capítulos que estudiaremos en esta
sección, Moisés de los detalles en relación con esa adoración. Se contestan las preguntas dónde, cómo y
cuándo debían adorar.
Antes de entrar en materia, Moisés hizo dos cosas. Primeramente, animó a los suyos a obedecer. Así
comienza (12:1) y termina (26:16–19) esta sección. En segundo lugar, les instruye a eliminar todo rastro
de culto pagano. Sólo así evitarían la tentación de ir en pos [p 68] de los dioses ajenos. Debían destruir los
altares, los implementos que ocupaban y hasta los nombres de los dioses falsos (12:2–3). No debía quedar
vestigio de ellos. Habiendo cumplido con esta fase negativa, los israelitas podrían dedicarse a la adoración
exclusiva del Señor.
¿DÓNDE DEBÍAN ADORAR? 12:4–28
La primera pregunta que Moisés contesta, se relaciona con el lugar de la adoración. ¿Podían los
israelitas adorar en cualquier lugar como los paganos, o su culto debía practicarse en un lugar único? La
enseñanza obvia de esta porción es que sólo habría un sitio donde podrían adorar legítimamente. Los
teólogos hablan de esta doctrina del santuario central y discuten su significado. Creo que la enseñanza de
la porción es que en un tiempo dado, habría un sólo sitio aprobado con el fin de proteger el mandamiento
contra la idolatría.
El santuario central escogido por Jehová 12:5, 11, 14, 18, 21, 26
Esta es la enseñanza más clara del pasaje. Ningún hombre determinaría cuál iba a ser el sitio del
santuario, el lugar donde los israelitas podrían realizar su culto. La evidencia bíblica es que el Señor eligió
diferentes lugares hasta que se eligió a Jerusalén como el sitio definitivo.
EL SANTUARIO FUE ESCOGIDO POR JEHOVÁ
[p 69] En tiempos de Josué, los líderes “se presentaron delante de Dios” (Josué 24:1) en Siquem. Los
libros de Jueces y 1 Samuel mencionan dos lugares como “la casa de Dios”: Silo (Jueces 18:31; 1 Samuel
1:3) y Bet-el (Jueces 20:18, 26–27). Los últimos dos textos indican que la casa de Dios se ubicaba donde se
encontraba el arca del pacto.
Jerusalén se convirtió en el santuario central cuando David pasó el arca para allá según se relata en 2
Samuel 6. El rey Josías, como parte de su movimiento de avivamiento, destruyó todos los lugares no
autorizados y centralizó el culto en Jerusalén (2 Crónicas 34:3–7). Aun en el futuro, durante el milenio, la
adoración al Señor se llevará a cabo en Jerusalén (Isaías 2:1–3; Zacarías 14:16–17).
La enseñanza de Moisés en el capítulo 12 es bastante repetitiva. Ella puede resumirse bajo tres temas:
Instrucciones positivas
El santuario central era el sitio en que varias cosas positivas debían realizarse:
29
Allí debían llevar todas sus ofrendas vv. 6, 11, 17, 26–27. Sin excepción, todos los sacrificios y dádivas
para Jehová debían llevarse al lugar que el Señor escogiera. Ninguna ofrenda podía presentarse
legítimamente en otro lugar.
Allí debían tener la comida de acción de gracias vv. 7a, 17–18a. El Señor dispuso que una parte de las
ofrendas quedara en manos de los oferentes para que realizaran una comida con los suyos y los
necesitados. Sólo en el santuario central podrían participar de esa comida.[p 70]
Allí debían alegrarse vv. 7b, 12, 18b. Fíjese bien en este enfoque en la alegría en el culto. Muchas
veces nosotros hacemos hincapié en la solemnidad de la adoración. En la religión israelita, la reunión era
una verdadera celebración llena de gozo.
Allí debían manifestar su obediencia vv. 1, 28, 32. Moisés siempre regresaba a este tema, porque sin
obediencia, ningún culto tendría valor.
¡PENSEMOS!
Advertencias negativas
Era necesario cuidarse de no participar en ciertas prácticas proscritas por el Señor:
No hacer lo que querían vv. 8–10. Cuando entraran en su reposo, debían tener mucho cuidado de no
adorar a Jehová siguiendo sus antojos, “cada uno como bien le parece” (v. 8b). El culto debía realizarse
siguiendo las instrucciones explícitas que el Omnipotente indicaría.
No ofrecer sacrificios en cualquier lugar vv. 13–14. Esa era la práctica pagana. Como ya vimos, los
israelitas sólo estaban autorizados a presentar ofrendas en el santuario central.[p 71]
No desamparar al levita v. 19. Cuando celebraran sus comidas de agradecimiento, siempre debían
incluir a los levitas, porque ellos no tenían otra provisión.
Aclaración necesaria
Con tanto énfasis como pone el autor en la necesidad de ofrecer todos los sacrificios en el lugar
central, muchos se preguntarían: ¿Podemos sacrificar animales en nuestros pueblos para suplir nuestras
necesidades alimenticias? La contestación mosaica consta de dos partes
Sí era legítimo matar y comer animales en sus ciudades con tal de que no se usaran para la adoración
(vv. 15, 20–22). Pero debían tener cuidado de no comer sangre (vv. 16, 23–25) porque ésta representaba
la vida del animal que al fin y al cabo, pertenecía a Jehová. El que sacrificaba la bestia, debía derramar la
sangre sobre la tierra en reconocimiento a la soberanía del Señor sobre la vida.
¿CÓMO DEBÍAN ADORAR? 12:29–15:23
En esta sección, Moisés trata el tema de las formas que debían utilizarse en la adoración
No como los paganos 12:29–32
Para evitar caer en la idolatría y prácticas paganas, el israelita no debía familiarizarse con los cultos
abominables. Ni siquiera debía preguntar acerca de sus dioses [p 72] (v. 30). Había una costumbre que
era repugnante al Señor y que debía evitar: el sacrificio infantil (v. 31).
No siguiendo a otros dioses 13:1–18
Una vez más, Moisés regresa al tema de la idolatría. Reconocía que, a pesar de tantas advertencias, el
pueblo buscaría a dioses ajenos. Siempre existiría quien quisiera animar a Israel para que apostatara. Los
hijos de Dios debían rechazar toda invitación a la idolatría, viniera de donde viniere.
30
Invitación de profetas falsos vv. 1–5. Esta es la primera afirmación bíblica de que hay que tener
cuidado con los profetas, porque hay algunos que no vienen del Señor. Aunque se cumplieran sus
predicciones, el pueblo no debía seguirlos si los incitaban a la idolatría. Jehová permitiría su existencia
para probar la fidelidad de su pueblo, para ver si en verdad vivían de acuerdo con el shema (6:4–5).
Podríamos escribir la palabra solamente sobre el versículo 4. La muerte sería el castigo para el profeta
idólatra.
Invitación de parientes vv. 6–11. El diablo es astuto y sabe que algunas veces seguimos los consejos de
nuestros parientes. Esta misma verdad operaba en Israel. Cuando un israelita apostatara e incitara a su
parientes a seguir su ejemplo, el pariente fiel debía denunciar el pecado y ser el primero en arrojar las
piedras en la ejecución del infiel.
Invitación de una ciudad vv. 12–18. Algunas ciudades se destacarían como centros idolátricos y
estimularían a las otras a imitarle. En este caso, el pueblo fiel tendría [p 73] que averiguar bien las
acusaciones. Si se confirmaban, tenían que destruir esa población y dedicar todo el botín al Señor. Tal
ciudad nunca debía volver a edificarse.
En todos los casos, la muerte era el castigo irremisible para la infracción de la idolatría.
Como pueblo escogido 14:1–21
La clave a la interpretación de esta porción es la observación que se incluye al principio y al final. Los
versículos 1–2 y 21 forman un marco dentro del cual se encuentra la enseñanza principal de la porción.
El marco contiene dos elementos bien balanceados. El primero es que debían apartarse de las prácticas
paganas. El versículo 1b menciona herirse el cuerpo y raparse la cabeza como señales de duelo. Ambas
costumbres se basaban en la idolatría. El versículo 21c termina la porción prohibiendo la práctica cananea
de cocer el cabrito en la leche de su madre, violando así la santidad de la vida y usando para matar una
cosa que tenía como propósito alimentar la vida.
¿Por qué debían apartarse de estas costumbres? Porque eran hijos de Jehová (v. 1a), pueblo único por
elección (v. 2b), y pueblo SANTO (vv. 2a y 21b). Puesto que ocupaban este lugar tan privilegiado, debían
separarse de toda costumbre dañina.
La enseñanza central vv. 3–21a. La santidad se conservaba en forma positiva comiendo solamente lo
limpio. Sólo el Señor determinaba qué comidas eran limpias e inmundas. Parece que la única razón es que
él lo quiso así. Si observaban estas leyes dietéticas, Israel demostraría su santidad, y sería diferente a todas
las demás [p 74] naciones, dedicado completamente a Jehová. El cumplimiento de estas normas también
serviría de evidencia de su obediencia al Señor en los detalles insignificantes de la vida diaria. La santidad
y obediencia se demuestran aun en la dieta.
LOS SANTOS DEBEN SER DIFERENTES
Con sus bienes materiales 14:22–15:23
Una de las formas de adorar al Señor era presentando diferentes ofrendas. Esta porción habla de tres
sacrificios materiales: el diezmo, el año de remisión, y la consagración de los primogénitos.
El diezmo 14:22–29. La mayoría de los expositores bíblicos aceptan la interpretación de los judíos
acerca de los diezmos. Se sabe que había dos diferentes: el primero y el segundo. Cada año debían trae el
primer diezmo al Señor. Este fue designado por Dios para el sostén de los levitas, quienes servían el la obra
del ministerio y no gozaban de herencia como las demás tribus (Levítico 27:30–32; Números 18:21–24).
El segundo diezmo, el diez por ciento de lo que quedaba después del primero, también era traído para
adorar al Omnipotente cada año. Jehová regresaba una parte a los oferentes para que tuvieran una
comida de acción de gracias con su familia, los pobres, y los levitas. Cada tercer año, este segundo diezmo
permanecía en los pueblos. Así se suplían las necesidades de los pobres y levitas en todas las poblaciones
(14:28–29). Todas las [p 75] referencias que se hacen al diezmo en Deuteronomio tienen que ver con el
segundo.
Vale la pena notar que el propósito del diezmo era enseñar a los israelitas a temer a Jehová (v. 23). Por
este medio, se veían obligados a confiar en él y no en sus propios esfuerzos.
El año de remisión 15:1–18. En Israel, cada séptimo año era a la vez año sabático (Exodo 23:10–11;
Levítico 25:1–7) y año de remisión (15:1–18). Es muy importante notar que todas estas leyes tenían que
31
ver con el trato de los mismos israelitas a sus paisanos (vv. 2, 3, 7, 9, 11, 12). Los extranjeros recibían un
trato diferente. Todas las instrucciones tenían como objetivo el aliviar la pobreza. En el año de remisión, el
acreedor tenía que perdonar las deudas a sus hermanos. El pasaje indica que la remisión debía ser total, y
no sólo de la parte que correspondía a ese año. Si se cumpliera esta ley, no habría ningún israelita
endeudado cuando finalizara ese año (vv. 1–6).
Moisés reconocía que los suyos podrían tener la tendencia a ser mezquinos y no conceder préstamos
durante el año antes de la remisión, sabiendo que tendrían que perdonar esa deuda. Por eso, los exhortó a
que fueran liberales en conceder préstamos a pesar de lo que les iba a costar (vv. 7–11). El propósito de
estas leyes, que era eliminar la pobreza, se encuentra en el versículo 4a. Pero la realidad de la
desobediencia produciría el resultado opuesto (v. 11a).
Había otro sacrificio económico que el judío pudiente tenía que hacer en el año de remisión: dejar en
libertad a sus hermanos que le habían servido por necesidad (vv. 12–18). La actitud del amo debía ser
positiva. Se le requería hacerlo de buena gana, porque a fin de cuentas no le había costado nada (v. 18), y
con liberalidad, [p 76] abasteciendo a los libertos de todo lo necesario para establecerse en la vida en
forma independiente (vv. 13–14). El que no quisiera aceptar la libertad, podría optar por un arreglo de
servidumbre permanente con el amo a quien amaba (vv. 16–17).
Todas estas leyes del año de remisión tenían como propósito recordar a los israelitas el período de
servidumbre y su rescate milagroso de Egipto. El acatamiento de ellas siempre traería bendición al
individuo (vv. 4b, 10b, 18b) y a la nación (v. 6).
LA PRÁCTICA DE OFRENDAR
SIEMPRE RESULTA EN BENDICIÓN
La consagración de los primogénitos machos vv. 19–23. Cada año (v. 20a), el hebreo tenía que apartar
los primogénitos machos como ofrenda al Señor. Debía llevarlos al santuario central y celebrar la comida
de acción de gracias delante del Omnipotente. Pero sólo si no tenían defectos. Si eran defectuosos,
entonces la consagración y comida se llevaría a cabo en la ciudad de cada uno, siempre siguiendo el
mandato de disponer correctamente de la sangre. Sin duda, esta ceremonia les recordaría la muerte de los
primogénitos en Egipto.
Sí, los israelitas adoraban a Jehová por medio de sus ofrendas. Cuando sumamos el primer y el
segundo diezmos, los primogénitos y las remisiones, descubrimos que los hijos de Dios bajo el antiguo
pacto, daban por obligación más del veinte por ciento de sus bienes.
[p 77] ¡PENSEMOS!
Esta se llevaba a cabo en mayo o junio, y también se conocía como Pentecostés por celebrarse
cincuenta días después de la de las primicias (Levítico 23:15–21). [p 78] Festejaban la bondad del Señor
por darles buena cosecha de los granos.
La fiesta de los tabernáculos 16:13–15
Era una festividad otoñal que se celebraba en septiembre u octubre. En esta época terminaban la
cosecha de los frutos y las olivas. Les recordaba en forma especial la provisión divina durante la
peregrinación por el desierto. Su reglamentación detallada se encuentra en Levítico 23:33–43.
Vale la pena notar que la solemnidad (vv. 8, 10, 13, 14, 16) se mantenía a pesar de la mucha alegría
(vv. 11, 14, 15).
¡PENSEMOS!
[p 79]
7
Liderazgo en Israel
Deuteronomio 16:18–18:22
La adoración era prioritaria, y por eso Moisés la expuso antes de pasar al tema del liderazgo en la
nación. Todo conjunto de personas necesita de alguna organización y así era con Israel. Mientras todavía
estaban en la frontera, el caudillo dio instrucciones en cuanto a los grupos de líderes que se encargarían
de administrar al pueblo. Algunos expositores ven en estos capítulos una extensión del quinto
mandamiento. Así como los hijos debían honrar y respetar a sus padres, todos los israelitas estaban
obligados a estar sujetos a las autoridades establecidas por Dios. La enseñanza de estos capítulos cubre las
esferas principales de la vida en comunidad: lo jurídico, lo administrativo, lo religioso y la revelación.
LOS JUECES Y OFICIALES 16:18–17:13
Moisés comenzó con la esfera jurídica, el aspecto del gobierno que se encargaría de asegurar la justicia
en todos los tratos. Los oficiales encargados se ocuparían de la ley civil y criminal. El hecho que viene en
primer [p 80] lugar, y que recibe la explicación más extensa, indica que esto tenía gran importancia.
Su nombramiento 16:18a
Cada ciudad tendría la responsabilidad de nombrar sus jueces y oficiales. Los primeros ocupaban el
lugar preeminente y se seleccionaban de entre los ancianos de la población (19:12). Los últimos servían
como asistentes de ellos. Es interesante notar que estos líderes fueron nombrados por la misma gente del
pueblo. Así se aseguraba que fueran imparciales en sus juicios.
Su deber 16:18b–20
Los jueces tenían una sola responsabilidad: juzgar con justicia y de acuerdo a derecho. Se les advierte
que no practiquen favoritismos ni acepten sobornos, porque estas costumbres propiciaban la perversión
de la justicia. El versículo 20a podría traducirse: “La justicia, solamente la justicia seguirás”. Eso era lo
único necesario para que la gente viviera en paz en Canaán.
SOBRE TODAS LAS COSAS, LA JUSTICIA
La infracción principal 16:21–17:7
No debe extrañarnos que la infracción principal fuera la idolatría. En esta porción, vemos que la ley
civil y la religiosa se mezclaban. Lo religioso afectaba todas las demás esferas de la vida. Los versículos
16:21–17:1 dan [p 81] la prohibición explícita. Toda práctica idolátrica quedaba terminantemente
prohibida.
La forma de tratar el quebrantamiento de esta ley (17:2–7) era el patrón que debía seguirse en todos
los juicios. Hay cinco elementos en el modelo:
1. El hecho de la infracción (vv. 2–3)
2. La denuncia (v. 4a)
3. La investigación que tenía que incluir por lo menos dos testigos (vv. 4b, 6)
4. El fallo de culpabilidad (v. 4c)
5. La sentencia y la ejecución (vv. 5, 7).
Note que los testigos tenían que arrojar las primeras piedras. Así asumían la responsabilidad principal
de lo sucedido. Esta medida servía para disuadir a los posibles testigos falsos.
Los casos difíciles 17:8–13
34
El Señor reconocía que en algunas ocasiones, los oficiales locales no serían capaces de actuar en ciertos
casos difíciles que se ejemplifican en el versículo 8a. ¿Qué debían hacer al surgir uno de estos casos?
Recurrir a la corte suprema de la nación, que se encontraba en el sitio del santuario central (v. 8b). Allí el
caso se presentaba ante los sacerdotes (v. 9a, 12) y el juez (el sumo sacerdote, vv. 9b, 12). Se suponía que
estos estaban mejor calificados por ser más experimentados y tener mayor sabiduría. Note que este
tribunal no era de apelaciones, sino para tratar casos dificiles en los que las autoridades locales se sentían
incapaces de dictaminar. La sentencia de la corte suprema era inapelable (vv. 9c–13). Se consideraba que
al hablar ellos, Dios mismo daba el fallo. El que rehusaba cumplir con la sentencia, estaba en peligro [p
82] de muerte porque estaba en franca rebelión contra el Señor.
Bajo la ley, cada individuo en Israel tenía ciertos derechos. Cuando eran violados, el hijo de Dios podía
recurrir a los jueces y demandar justicia.
¡PENSEMOS!
EL REY 17:14–20
La segunda esfera que se trató fue la administrativa. ¿Cómo se íba a gobernar el pueblo? La historia de
Josué y Jueces revela que en sus inicios, Israel era una teocra en la que Jehová reinaba por medio de los
jefes de las tribus. La porción que analizamos tiene que ver con la siguiente etapa: el reino de Dios por
medio de una monarquía. Este es el único pasaje en el Pentateuco que enseña acerca de este tema.
Su inevitabilidad 17:14
El Señor reconocía que sin lugar a duda, el día vendría en que el pueblo pediría un rey. No estaba
juzgando si su petición sería correcta o no, pero sí previó [p 83] la solicitud, y dio instrucciones para
asegurar que el nombrado supiera qué hacer.
Su selección 17:15
En este texto tenemos un ejemplo de la unión de esfuerzos entre Dios y el hombre. Al fin y al cabo, el
rey sería seleccionado por Jehová (v. 15a). Pero los hombres tendrían que discernir quién era el que el
Señor había elegido para ponerlo sobre el pueblo (v. 15a, b). Un solo requisito se estipuló: tenía que ser
israelita y no extranjero (v. 15c).
Su comportamiento 17:16–20
La conducta del rey se regiría por tres reglas negativas y una positiva
Negativamente (vv. 16–17), habían tres prácticas en que no debía participar.
1. La búsqueda del poder militar (v. 16). Esto se ve en la prohibición de acumular caballos.
2. La adquisicíón de muchas mujeres (v. 17a). Puesto que muchas veces, los matrimonios se
relacionaban con la concertación de alianzas políticas para adquirir ventajas.
3. La acumulación de bienes materiales (v. 17b).
Todas estas eran costumbres de los reyes paganos. En vez de seguir su ejemplo, el rey de Israel debía
aprender a depender totalmente de Jehová para todas sus necesidades. El verdadero rey era el Dios
omnipotente y el rey humano tenía que confiar en él para todo, como el siervo con su amo.
[p 84] LA DEPENDENCIA EN DIOS
ES MUY IMPORTANTE
35
Positivamente (vv. 19–20), el rey estaba bajo la obligación de guiarse siempre por las instrucciones de
la Palabra de Dios. La ley a que se refiere esta porción es concretamente el libro de Deuteronomio, no todo
el Pentateuco. Lo primero que tenía que hacer al asumir el reino era mandar copiar la ley en un libro
especial (v. 18). El único ejemplo bíblico que tenemos de esta práctica se halla en 1 Samuel 10:25. Ese
ejemplar de la ley debía estar siempre con el monarca (v. 19a). Tenerlo consigo no era suficiente. También
se requería que leyera parte de él todos los días. Debía familiarizarse con su contenido (v. 19b). Pero lo
más importante era obedecerlo (vv. 19c–20). Sólo así podría disfrutar de una larga dinastía.
Es interesante notar que en el versículo 15 se enseña que el rey debía ser puesto “sobre” el pueblo,
pero en el 20, amonesta al monarca a no elevarse “sobre” la gente. En la primera instancia, se usaba la
autoridad y en la segunda, se abusaba de ella. En vez de elevarse encima de los suyos, debía darles ejemplo
de humildad, dependiendo siempre del rey verdadero, Jehová.
LOS SACERDOTES LEVITAS 18:1–8
Otra esfera importante de la vida era la religiosa. ¿Qué provisión hizo el Señor para que no faltaran
líderes en el aspecto religioso del diario vivir?
[p 85] Su identificación 18:1a
La frase “sacerdotes levitas” es algo ambigua porque dentro de la tribu de Leví había dos grupos: los
sacerdotes y los levitas. Se podría decir que todos los sacerdotes eran levitas, pero no todos los levitas eran
sacerdotes. Estos formaban una minoría en la tribu y consistía solamente de los descendientes directos de
Aarón (Números 3:10). Radicaban en Jerusalén. Los levitas eran la mayoría de la tribu de Leví. Servían a
los sacerdotes y casi todos ellos vivían en los pueblos.
Sus responsabilidades 18:5,7; 10:8
Indicaciones de sus deberes se encuentran en varios lugares de Deuteronomio. Podemos resumirlos
usando los dos textos mencionados.
Administrar (v. 5) o ministrar (v. 7). Es probable que bajo esta categoría podemos incluir su papel
como jueces (17:9, 12; 21:5) y consejeros militares (20:2–4).
Llevar el arca del pacto (10:8a). En realidad se encargaban de transportar todas las partes del
tabernáculo cuando se trasladaba de un lugar a otro.
Estar delante de Jehová para servirle (10:8b). Esto incluía poner el incienso y hacer sacrificios
(33:10b). Este trabajo correspondía los sacerdotes exclusivamente.
Bendecir en el nombre del Señor (10:8c). Los que vivían en los pueblos harían lo que llamamos el
trabajo pastoral, visitando y aconsejando a los israelitas en sus [p 86] cuitas contidianas. Una de las
bendiciones más grandes era la de enseñar la ley de Jehová al pueblo (33:10a).
Su sostén 18:1b–4
Este grupo de líderes, igual que los reyes, tenían que depender del Señor para su sustento diario. Para
ellos, la independencia significaría no tener nada.
No tenían parte ni heredad como los demás israelitas (vv. 1b, 2a). Cuando entraron en la tierra y ésta
fue repartida, a la tribu de Leví no se le dio nada. Dependían de las otras tribus, las que tenían la
obligación de apartar ciudades para ellos dentro de su herencia (v. 6; Números 35:1–8). Su heredad era
Jehová y dependían totalmente del él.
Sí tenían derecho a sostén (vv. 1c, 3–4). Los sacerdotes se quedaban con parte de los sacrificios que
hacían. Y todos los levitas recibían como remuneración todos los diezmos dados en Israel (Números 18:21,
24).
Su traslado voluntario 18:6–8
Cualquier levita que viviera en las poblaciones, tenía el derecho de trasladarse voluntariamente a
Jerusalén para servir en el santuario central (v. 6–7). En cuanto a remuneración, debía ser tratado igual
que los demás. Se les prohibió hacer acepción de personas (v. 8).
36
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
37
[p 90]
38
[p 91]
8
¡Sed justos!
Deuteronomio 19:1–26:19
Las leyes relacionadas con la adoración y los líderes eran bastante generales. Estas últimas se
dedicaban especialmente al nombramiento y requisitos de los que iban a gobernar al pueblo en la tierra
prometida. La sección que nos toca estudiar en este capítulo y el siguiente, es la más detallada de todo el
libro. Los expertos la llaman “el Código de Deuteronomio”.
En él se registran una serie de leyes bastante específicas que ayudarían a los encargados de la nación a
saber cómo decidir en ciertos casos. Algunas de las leyes son muy escuetas, pero otras se dan en forma
bastante amplia. El problema es que aparentemente no se dieron en orden lógico. Por esta razón,
seguiremos el ejemplo de muchos comentaristas, y veremos estos capítulos en forma temática. Todas las
leyes serán incluidas, pero bajo el tema seleccionado por el autor.
LEYES RELACIONADAS CON LA JUSTICIA
El tema de la justicia es uno de los más importantes en el libro. Ya hemos estudiado tres porciones
donde se [p 92] hace hincapié en la necesidad de actuar con completa rectitud en todos los tratos (1:16–
17; 4:8; 16:18–20). Veamos varias esferas en que el Señor quería ver la justicia manifestada en forma
especial.
En los tribunales
El material cubre los dos elementos de cualquier juicio: los testigos y los castigos
Testigos 19:15–20. Por segunda vez, Moisés recalca la necesidad de que hubiera más de un testigo, un
mínimo de dos y de preferencia tres (vv. 15; 17:6–7). Pero, a veces, sólo existía uno, que era el que
acusaba. Nuestro texto habla de él como “testigo falso” (vv. 16–19), pero una traducción mejor sería
“testigo malicioso” o que quiere causar daño al acusado. Los dos tenían que comparecer ante los
sacerdotes y jueces.
Si la acusación resultaba ser falsa, el acusador recibiría el castigo que merecía el supuesto crimen.
Fíjese bien que la aplicación del castigo serviría para detener la maldad (v. 20). Esto está en contraste con
el pensar moderno, porque estas leyes eran una exposición del noveno mandamiento (5:20).
Castigos 19:21; 21:22–23; 25:1–3, 11–12. Dos de estas porciones tienen que ver con la “lex talionis,”
de la justa retribución. La declaración de ella se halla en 19:21.
VIDA POR VIDA, OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE
[p 93] Las autoridades, no los individuos, tenían el deber de imponer castigos de acuerdo con la
seriedad del crimen. Tenemos el único ejemplo concreto de la aplicación de esta ley en 25:11–12. Se
refiere al supuesto caso de que hubiera una riña donde interviniera una mujer asiéndose de las partes
nobles del enemigo. A ella se le debía cortar la mano infractora. En las culturas circunvecinas, este tipo de
castigo era muy común, y se aplicaba a una gran variedad de infracciones. Pero en Israel, el castigo nunca
debía ser demasiado severo.
Otra regla que guiaba la aplicación de castigos era la que tomaba en cuenta la dignidad del castigado
(25:1-3). Azotar al reo más de cuarenta veces, equivaldría a tratarlo como bestia. Por otro lado, el mismo
juez tenía que presenciar el castigo.
Las culturas paganas vecinas de Israel acostumbraban exhibir el cadáver del reo hasta que se
descomponía en vez de enterrarlo. Pero los israelitas no debían seguir esa práctica (21:22–23). Sí, había
infracciones que merecían la pena capital y sí podían exhibir el cuerpo muerto, pero debían inhumarlo el
mismo día de su ejecución. Pablo usa este pasaje para enseñar que Cristo fue condenado en nuestro lugar
(Gálatas 3:13).
39
En casos de homicidio
El propósito de estas leyes era preservar la dignidad de la vida humana y deben interpretarse a la luz
del sexto mandamiento (5:17)
El caso de homicida desconocido 21:1–9. La vida humana era tan importante, que en casos de que no
se descubriera al homicida, alguien tenía que asumir la responsabilidad y hacer expiación por el pecado.
Si no se [p 94] conocía al individuo responsable del crimen, entonces el pueblo más cercano tenía que
asumir la culpabilidad y seguir las instrucciones estipuladas. Las autoridades civiles (vv. 2, 5) tenían que
sacrificar una becerra que simbólicamente recibiría el castigo que el asesino merecía.
Casos de homicidio involuntario (19:1–10) y voluntario (vv. 11–13). Precisamente para proteger la
vida de los asesinos accidentales, se apartaban en Israel las ciudades de refugio (Números 35:9–34; 4:41–
43). Esto se hacía para evitar la venganza personal de parte de quien quisiera vengar la sangre del muerto
(el pariente más cercano era el que se encargaba de buscar la justa retribución en ese caso, y hasta podía
constituirse en verdugo si era necesario). El que mataba adrede no podía refugiarse en esas ciudades y se
hacía acreedor a la pena capital.
En disputas acerca de tierras 19:14
Hay que recordar que en Israel el dueño de toda la tierra era Jehová. Los israelitas sólo eran
mayordomos de los terrenos que el Señor les había encomendado. Cualquiera podría robar tierra de su
prójimo muy fácilmente, con sólo mover los hitos para cambiar los linderos. En esencia, esta es un ley
contra el robo de la propiedad privada, que es una infracción de los mandamientos octavo y décimo (5:19,
21). Esta ley se refleja también en 27:17. El usurpador merecía la maldición, porque a fin de cuentas, el
robo era contra el Señor mismo, no sólo contra el vecino.
[p 95] En los negocios
Moisés incluyó dos leyes que revelaban que eramenester actuar con justicia en todos los tratos
comerciales. Estas leyes también tienen que ver con los mandamientos octavo y décimo.
Pesas y medidas justas 25:13–16. Los comerciantes de nuestros días harían bien en seguir este consejo.
Todos los negocios tenían que desarrollarse con absoluta rectitud. Sólo así habría bendición del Altísimo
sobre la transacción.
Remuneración inmediata 24:14–15. Algunos amos tendían a aplazar el pago a sus trabajadores. Esta
ley enseña que los jornaleros tenían derecho a recibir su sueldo diariamente. El aplazamiento propiciaba
el olvido, por lo que retener el pago equivalía a oprimir al trabajador.
¡PENSEMOS!
servicio militar. Se suponía que durante ese año, habría procreación y el padre tendría descendientes que
le sucedieran por si falleciera en batalla. La prioridad divina estaba en el matrimonio.
Divorcio y nuevo matrimonio 24:1–4. Esta ley también tenía como propósito preservar la relación
matrimonial. Los expertos concuerdan en enseñar que el énfasis principal de esta regla recae en el nuevo
matrimonio (v. 4). Note que el nuevo casamiento no era pecado en sí (v. 2). Más bien se esperaba. Lo que
se sancionaba era el casarse de nuevo bajo las condiciones específicas mencionadas en el versículo 3.
Contraer nupcias en esa situación, sería el equivalente a incesto según el pensamiento judío. Los
comentaristas señalan tres posibles propósitos de esta ley.[p 97]
1. Indicar que el divorcio es algo negativo que se debe evitar.
2. Hacer que cuando sucediera, fuera más difícil de llevarlo a cabo. El esposo tendría que buscar a una
autoridad para que le escribiera la carta de separación, la cual aprovecharía el momento para aconsejarle.
El mismo marido tenía que entregarla, forzándolo así a reflexionar.
3. Proteger el segundo matrimonio (vv. 2–3). Véase la enseñanza de Cristo (Mateo 5:31–32; 19:1–9) y
de Pablo (1 Corintios 7:10–16).
Castidad 22:13–30. El Señor conocía perfectamente la relación que podía haber entre hombre y mujer.
Estas leyes se dieron con el fin de conservar la integridad de la familia. Las dos palabras claves que rigen
todas estas relaciones son: pureza y fidelidad. Estas dos cualidades en asuntos sexuales son esenciales para
la preservación del bienestar de cualquier sociedad. Encontramos que esta ley tiene cinco partes:
1. Contra las relaciones prematrimoniales vv. 13–21. Esta ley tendía a asegurar que la novia fuera
virgen al casarse.
2. Contra el adulterio v. 22. A esta ley se refirieron los fariseos cuando trataron de poner una trampa a
Jesús (Juan 7:53–8:11).
3. Contra la violación de una mujer desposada (vv. 23–27). Note la diferencia en los casos de violación
en la ciudad (vv. 23–24) y en el campo (vv. 25–27). Esta regla se refiere a las mujeres que se encontraban
en la primera etapa del casamiento según la tradición judía. La única forma de romper esa relación era
por medio del divorcio (Mateo 1:18–25).[p 98]
4. Contra la violación de una señorita (vv. 28–29). Los involucrados tenían que casarse y no tenían la
opción de divorcio.
5. Contra el incesto v. 30. Lo que se condena aquí es que alguien se casara con su madrastra cuando
quedara viuda. En lo que se refiere a relaciones sexuales, los conceptos claves son:
DIOS PIDE PUREZA Y FIDELIDAD
EN EL MATRIMONIO
Levirato 25:5–10. Esta es la única excepción a las leyes contra el incesto. La palabra se deriva del latín
“levir” que significa cuñado. Tener descendientes era tan importante en la cultura israelita, que Dios hizo
esta provisión. Fíjese bien en que existían dos condiciones para que el cuñado se casara con la viuda de su
hermano: (1) Los dos hermanos tenían que vivir juntos (v. 5a). Esto significa que habían heredado en
forma mancomunada las propiedades de su padre fallecido. (2) El primer matrimonio tenía que haber
quedado sin prole varonil (v. 5b).
Los propósitos de esta ley eran dos. (1) Proteger a la viuda de la tentación de casarse con un pagano.
En la cultura israelita, sería muy dificil conseguir nuevo marido. (2) Producir un heredero varón para
poder conservar la propiedad dentro de la familia del muerto. Note bien que el cuñado tenía la opción de
no cumplir con su deber pero, si no lo hacía, sería vergonzoso (vv. 7–10).
[p 99] Padres e hijos
Son tres las leyes que tienen que ver con la relación entre padres e hijos. Todas se relacionan con el
quinto mandamiento (5:16).
Derecho de primogenitura 21:15–17. La costumbre de tener más de una esposa nunca recibió la
aprobación explícita del Señor y siempre provocaba problemas. Una de ellas atañía al asunto del derecho
de primogenitura. La ley puso en claro que el primogénito era el primer hijo varón procreado por un
hombre, sin importar que fuera de la primera o de la segunda mujer, de la amada o de la aborrecida. La
41
doble porción siempre correspondía al que había nacido primero. Un propósito de esta instrucción era
evitar favoritismos en la familia.
Hijo contumaz 21:18–20. Los hijos rebeldes siempre han sido problema en todas las culturas. Pero en
Israel, esta infracción tenía una importancia especial. El que rechazaba la autoridad de sus padres haría lo
mismo con la de la comunidad y en última instancia, con la de Dios mismo. Lo grave de este pecado se ve
por medio de la severidad del castigo, que era la muerte. No se podía tolerar la rebeldía en el seno del
hogar. Vale la pena notar que no tenemos registro alguno de la aplicación de esta ley, pero su mera
inclusión en el código es evidencia de la actitud divina hacia esta transgresión.
Responsabilidad individual 24:16. Cada miembro de la familia era responsable ante el Señor por el
pecado cometido. Cada uno sufriría el castigo por su propia iniquidad. Pero cierto es que si el padre ponía
el ejemplo de conducta pecaminosa, el hijo seguiría su modelo. En [p 100] este sentido, Jehová advirtió
que él visita “la maldad de los padres sobre los hijos” (5:9b).
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
[p 102]
43
[p 103]
9
¡Sed santos!
Deuteronomio 19:1–26:19
LEYES HUMANITARIAS
Todas las leyes que veremos bajo esta categoría son distintas formas en que podemos cumplir el
mandato de Levítico 19:18b: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Trato a los pobres
El Señor siempre ha mostrado especial interés en el bienestar de los necesitados. Los extranjeros,
huérfanos y viudas ocupan un lugar prominente en el corazón de Dios. Los israelitas debían mostrar el
mismo sentimiento y cuidar de ellos en forma singular.
Trato justo 24:17–18. Las personas marginadas tenían ciertos derechos (v. 17a) y la ley general era
que siempre debían ser tratados de acuerdo con ellos. La justicia reinaba por medio del derecho.
Préstamos. En Israel, estos no se utilizaban para lucrar o ganar dinero, sino con fines humanitarios
para ayudar a los que caían en desgracia. Los más ricos [p 104] estaban obligados a ayudar a los
menesterosos bajo dos condiciones:
1. No podían exigir ninguna garantía que pusiera en peligro la vida del pobre (24:6), o que violara la
dignidad de su persona u hogar (vv. 10–13). Se dan más enseñanzas acerca de este tema en 15:1–11.
2. No podían cobrar intereses por el uso del dinero. La usura estaba terminantemente prohibida entre
los israelitas (23:19–20). Tratándose de extraños que fueran comerciantes, sí se les podía cobrar intereses,
pero era injusto que uno comerciara con un hermano pobre. Note que había una bendición para los que
obedecieran estas instrucciones (23:20b; 24:13b).
Espigueo o rebusco 24:19–22. Los que viven en el campo saben que la cosecha nunca es completa.
Siempre queda algo del producto sobre la tierra. Así era en Israel también. A los hijos de Dios se les
prohibía rebuscar y recoger toda la cosecha al momento de la siega. Los pobres tenían el derecho a espigar
el grano y rebuscar los olivos y las viñas. Rut se acogió a esta ley espigando en los campos de Booz (Rut 2).
Recuerde que los pobres también sacaban beneficio del segundo diezmo al igual que los levitas
(14:28–29).
Todas estas medidas ayudarían a aliviar la penuria de los menesterosos.
¡PENSEMOS!
El israelita tenía la obligación de cuidar a su hermano en toda ocasión. Su cuidado también se extendía
a los extranjeros que vivían entre ellos. Tenía que tratar a todos en forma altruista.
Hospitalidad 23:24–25. A los viajeros se les daba el derecho de entrar en los campos de un hermano
israelita y recoger espigas y uvas suficientes para satisfacer su hambre del momento. Esto no perjudicaría
al dueño. Lo que no podía hacer era llenar un cesto de fruto y llevárselo para otra ocasión. Esto sería robo.
Por eso, los discípulos del Señor se sintieron con libertad para recoger espigas y comerlas hasta saciarse
(Mateo 12:1–8).
Animales 22:1–4. Ya vimos esta porción desde el punto de vista de la bestia, ahora nos toca verla
pensando en el dueño. La esencia de esta ley era que siempre debían apoyar a su hermano en la
conservación de su propiedad [p 106] privada. Lo perdido debía ser cuidado por el que lo encontraba
hasta que su dueño lo reclamara, fuera animal (vv. 1–3a), ropa (v. 3b) o cualquier posesión (v. 3c).
Cuando los animales estaban en dificultades, el vecino siempre debía ofrecer su ayuda. No había lugar
para decir, “no me incumbe”.
SOMOS GUARDA DE NUESTRO HERMANO Y SUS POSESIONES
Secuestros 24:7. El robo de una persona con el fin de hacerla esclava o venderla para ganancia, estaba
prohibido. La infracción era muy seria porque privaba a una persona de su libertad y dignidad. Equivalía
a esclavizar a alguien que es a la imagen de Dios y por lo tanto, merecía la pena capital.
Refugiados 23:15–16. Esta regla se refería a los esclavos extranjeros que se habían escapado de sus
señores y emigrado a Israel. Regresarlos implicaría la muerte casi segura, tomando en cuenta el trato que
los paganos daban a los esclavos. Los israelitas debían darles acogida y no oprimirlos. En forma indirecta,
esta ley se pronuncia contra la esclavitud.
LEYES RELACIONADAS CON LA GUERRA SANTA
Este tema tiene bastante importancia a través de todo el libro de Deuteronomio. Además de las
porciones que veremos bajo este punto, uno debe consultar 7:1–5, 16–26; [p 107] 9:1–6 y 31:1–8. Todos
estos pasajes instruyeron a los israelitas en cuanto a cómo debían pelear y conquistar la tierra prometida
después de cruzar la frontera del río Jordán.
Ley general 20:1–18
Esta es la porción más extensa sobre el tema de la guerra santa. En ella encontramos todas las
estipulaciones generales.
Bases vv. 1–4. Cuando salieran a guerrear, los israelitas no debían atemorizarse frente al enemigo
aunque fuera más poderoso, porque el Dios que los había sacado milagrosamente de Egipto, estaría con
ellos para darles la victoria. Lo único que tenían que hacer era confiar en él.
Exenciones vv. 5–9; 24:5. Estos textos enseñan claramente que los problemas de familia tenían
precedencia sobre la guerra santa. Estaban exentos de presentar servicio militar los que tenían asuntos
pendientes en el hogar (20:5–7). Asimismo, los recién casados no tenían que salir a pelear por un año
(24:5). Además, los cobardes debían regresar a sus casas para evitar que corrompieran el ánimo de los
demás (20:8).
Trato a las ciudades enemigas lejanas vv. 10–15. Estas poblaciones se encontraban fuera de la tierra
prometida y por eso debían tratarse con más compasión. Los pueblos que se rindieran sin pelear, serían
tributarios y siervos de Israel (vv. 10–11) y los que insistieran en pelear, serían sitiados, conquistados, y se
daría muerte [p 108] a los varones. El botín sería para que los conquistadores lo disfrutaran (vv. 12–15).
Trato a las ciudades cercanas vv. 16–18. Todas las ciudades que estaban dentro de la tierra prometida,
serían completamente destruidas y todos sus habitantes eliminados con el fin de que no contaminaran a
los hijos de Dios con sus idolatrías y cayeran bajo anatema (7:25–26; Josué 6:17–19; 7:11–15). Las cosas
que estaban bajo anatema se dedicaban a Jehová para ser enteramente destruidas.
LA GUERRA SANTA ERA NECESARIA
PARA PROTEGER EL MONOTEÍSMO
ESTRICTO DE ISRAEL
45
Leyes específicas
Moisés dio dos instrucciones negativas y dos positivas. Las primeras dos tenían que ver con las
prácticas que seguían los ejércitos paganos y que las tropas israelitas debían evitar.
No desnudar la tierra 20:19–20. Estaba estrictamente prohibido talar los árboles frutales cuando
tenían sitiada una ciudad.
No violar a las mujeres 21:10–14. A través de la historia, las tropas conquistadoras han acostumbrado
dar mal trato a las mujeres. Pero ante los ojos divinos, la mujer tenía tanto valor como el hombre, y por eso
se [p 109] debía preservar su dignidad. El israelita podía tomar una cautiva, pero no tener relaciones con
ella hasta después de un mes de tenerla en casa, y sólo después de que ella se hubiera despojado de todo lo
que la hacía fisicamente atractiva. Si todavía la quería, al final del mes, el judío podío tomarla como
mujer. En caso de que no le agradara, la ley requería que le diera su libertad y no la tratara como esclava.
Mantener la pureza 23:9–14. Para asegurar la bendición divina sobre la campaña (v. 14), los soldados
tenían que mantenerse ceremonialmente limpios. Moisés dio dos ejemplos de cosas que los harían
ritualmente impuros. Note bien que no se involucra el pecado o la impureza moral, sino la ceremonial.
Porque Dios lo decretó así, el hombre que tuviera una emisión nocturna se consideraba impuro por un
día, y tenía que permanecer fuera del campamento. Las necesidades fisiológicas habían de aliviarse fuera
del mismo y en forma adecuada, para no perjudicar a los demás. El campamento, en medio del cual el
Señor radicaba, tenía que mantenerse ritualmente santo.
Destruir a los amalecitas 25:17–19. “Acuérdate… no lo olvides” (vv. 17a, 19b). Israel siempre debía
acordarse del trato malévolo que Amalec les había dado en el desierto (vv. 17–18). Jamás debían olvidarse
del mandato de destruirlo del todo (v. 19). Pasaron varios siglos hasta que el Señor dijo que era tiempo de
llevar a cabo la orden y aún entonces, la obediencia fue parcial (1 Samuel 15:2–9).
¡PENSEMOS!
6. Los que prostituían sus cuerpos de ambos sexos y especialmente los que se involucraban en sexo
ritual en los cultos paganos (23:17–18).
No mezclar las cosas que Dios había separado 22:5, 9–11. Los ejemplos que se dan atañen a
violaciones del orden natural, como juntar dos cosas que el Señor ha separado. Por ejemplo, un
transvestista que trata de borrar la distinción entre los sexos (v. 5). Esta práctica era peligrosa, porque
abría la puerta al homosexualismo. Las tres prohibiciones de los versículos 9–11 se relacionan con
combinaciones antinaturales. Lo natural ya había sido determinado por Dios mismo. Es probable que todas
estas mezcolanzas eran de procedencia pagana.
QUE NO HAYA MEZCLA DE
ELEMENTOS PAGANOS Y SANTOS
EN NUESTROS CULTOS
Usar flecos 22:12. En la porción paralela (Números 15:37–41), se llaman franjas, y se revelan sus
propósitos: a) recordar la ley del Señor para obedecerla (v. 39a), b) no hacer caso de la cultura pagana
(39c) y c) lograr un pueblo santo (v. 40c).
[p 112] Cumplir con los votos 23:21–23
El israelita agradecido al Señor podía hacer un voto que involucrara el pago de una cantidad de dinero
(vv. 21, 23). El voto se incluía como uno de los sacrificios en 12:6, 11, 17 y 26. Pero este pago no sería
aceptable si procediera de fuentes inaceptables (23:18). La promesa se hacía voluntariamente (v. 22), pero
una vez hecha, tenía que cumplirse prontamente (v. 23). La falta de cumplimiento era pecado (vv. 21,
22).
Participar en dos ritos 26:1–15
Es importante observar que estos ritos se realizarían después de que cruzaran la frontera y
conquistaran la tierra prometida para poderla cultivar. Cuando llegara el momento, los israelitas como
familias debían celebrar estos rituales con el fin de agradecer al Señor el regalo que les había dado (vv. 1–
3).
Primicias vv. 1–11. Cada familia debía ir al santuario central con su ofrenda y presentarla ante el
sacerdote (vv. 1–4). La médula del rito era la confesión del oferente (vv. 5–10a). En ella, repasaba la
historia de Israel desde los días de Jacob (“Un arameo a punto de perecer” v. 5) hasta entrar en la tierra y
tener la primera cosecha (v. 10a). Muchos creen que estos versículos combinados con 6:20–25 son el
credo básico de la fe de Israel. La ceremonia terminaba con la adoración gozosa a Jehová (vv. 10b–11).
Todo el énfasis está en el hecho de que el Señor dio a Israel como regalo la tierra prometida (vv. 1, 2, 3, 9,
10a, 11).[p 113]
Diezmos del tercer año vv. 12–15. La porción paralela es 14:28–29. La confesión admitía que el
oferente no había usado nada del diezmo para fines personales (vv. 13–14). La petición, suplicando la
bendición de Jehová sobre la tierra, se hacía a base de la obediencia (v. 14b).
¡PENSEMOS!
acepta la alianza prometiendo obediencia y en 18–19, Jehová reafirma su promesa. El cumplimiento final
de ella tendría que esperar al establecimiento del reino mesiánico.
48
[p 115]
10
El pacto palestino
Deuteronomio 27:1–30:20
Los capítulos que nos toca estudiar en esta lección contienen el tercer discurso de Moisés. En el
segundo, el caudillo de Israel enfocó la importancia de reconocer siempre la soberanía de Dios y vivir de
acuerdo a ella. Asimismo, estipuló que la idolatría y toda práctica religiosa pagana violaban el Decálogo y
el gran mandamiento. Toda la vida del israelita tenía que conformarse a estas instrucciones si quería
disfrutar de bienestar total dentro de la tierra prometida.
Este mensaje tiene que ver con la relación de Israel con la tierra. La enseñanza de estos capítulos nos
proporciona una historia profética del pueblo de Dios desde su entrada en la tierra hasta su restauración
después de un período largo de vivir en el exilio.
Algunos consideran que estos capítulos contienen un pacto completamente nuevo entre Jehová y los
israelitas, pero la mayoría reconoce que es una extensión de dos de los pactos anteriores. El pacto
abrahámico había prometido una tierra específica al patriarca (Génesis 13:14–16; 15:18–21).[p 116]
Por su parte, el pacto palestino amplía esa promesa y relata la historia de la relación entre la nación y
su tierra. El pacto sinaítico dio las leyes que el israelita debía obedecer si quería disfrutar de la bendición
divina mientras viviera en la tierra.
La nación descuidó su deber de obedecer durante la peregrinación por el desierto. Entonces, el pacto
palestino fue un rededicación del pueblo a la obediencia del pacto dado en Horeb. Por segunda vez, la
nación prometió acatar la ley mosaica para poder disfrutar de todos los beneficios del pacto.
ISRAEL DENTRO DE LA TIERRA 27:1–28:62
Esta sección profetiza lo que sucedería al pueblo mientras permaneciera dentro de la tierra prometida.
Históricamente, abarca desde el tiempo de la conquista (aprox. 1400 a.C.) hasta 722 a.C. (en el caso del
reino del Norte) y 586 a.C. (en el del Sur).
Dos lecciones objetivas 27:1–10
Cuando el pueblo de Dios por fin entrara y tomara posesión de su heredad, los israelitas debían
levantar dos monumentos como recordatorio de la obra divina que se había manifestado entre ellos. Antes
de analizar este pasaje, conviene notar que está colocado precisamente dentro del marco de los versículos
1 y 9–10 donde Moisés vuelve a recordar al pueblo con marcada insistencia diciendo que la obediencia
era de primordial importancia.[p 117]
LA OBEDIENCIA ES LO MÁS IMPORTANTE
Monumentos perdurables vv. 2–4, 8. En primer lugar, los israelitas debían revocar unas piedras
grandes y grabar en ellas el contenido del libro de Deuteronomio. La escritura debía ser muy clara (v. 8),
para que nadie tuviera pretexto de no poder entenderla. Estas servirían como recuerdo permanente del
pacto entre Jehová y su pueblo.
Altar de piedras no talladas vv. 5–7. Sobre él ofrecerían holocaustos al Señor para agradecer su fiel
cuidado, así como las ofrendas de paz para celebrar juntos su ingreso en la tierra. Esta fiesta espiritual les
recordaría lo que el Señor había hecho por ellos y su deber de guardar las estipulaciones de la ley.
Encontramos el cumplimiento de estas dos lecciones objetivas en Josué 8:30–32.
Maldiciones de la desobediencia 27:11–26; 28:15–68
En el Medio Oriente, siempre se incluía en los tratados entre soberanos y vasallos una sección de
maldiciones y bendiciones, haciendo énfasis principal en las maldiciones. Moisés sigue este patrón,
haciendo mucho hincapié en lo que sufrirían los que insistieran en desobedecer.
49
Dramatizadas en los montes Gerizim y Ebal 27:11–26. Estos dos montes se encontraban en el centro de
la tierra [p 118] prometida y formaban un anfiteatro natural. Las tribus de la bendición estaban sobre
Gerizim (v. 12) y las de la maldición sobre Ebal (v. 13). Los sacerdotes levitas (v. 14) se encontraban en el
valle de enmedio. Estos pronunciaban las bendiciones y maldiciones, y el pueblo demostraba su acuerdo
diciendo “Amén” después de cada una.
Sólo se registran las maldiciones para llamar la atención a la seriedad de la desobediencia. Son doce las
maldiciones concretas (vv. 15–26). Se ha notado que casi todas las infracciones tienen que ver con
pecados que se cometen en secreto.
El cumplimiento de esta ceremonia de renovación del pacto se halla en Josué 8:33–35.
Profetizadas en la frontera 28:15–68. En la sección anterior, vimos maldiciones generales para
pecados específicos. En esta, veremos maldiciones específicas para el pecado general de la desobediencia.
Los versículos 15–19 son una introducción y contienen maldiciones generales que corresponden a
bendiciones generales que se registran en los vv. 3–6. En el resto de la porción, Moisés relató las
consecuencias concretas de la rebeldía. Comenzó con lo menos severo, pasando después a lo más serio,
desde el punto de vista de los israelitas. Se pueden agrupar de la manera siguiente:
1. Desastres naturales (vv. 20–26)
2. Enfermedades y situaciones incurables que provocarían una frustración total en el pueblo (vv. 27–
37)
3. Trabajo agrícola que no daría fruto (vv. 38–42)
4. Opresión de los extranjeros que residían entre ellos (vv. 43–46)
5. Invasión de sus enemigos y el sitio espantoso que la acompañaría (vv. 47–62), y
6. Destierro (vv. 63–68).[p 119]
Este castigo es el que más temía el pueblo del Señor.
Bendiciones de la obediencia 28:1–14
La promesa del Señor era incondicional: Daría la tierra a los suyos porque él es fiel a su palabra, pero
el disfrutar de los beneficios del pacto dependería de la obediencia del pueblo. Antes de desglosar las
maldiciones, Moisés dedicó sólo catorce versículos a las bendiciones que recibirían por acatar los
mandatos del Señor. El cumplimiento de estas promesas pendía del hilo de la obediencia (vv. 1–2, 13b–
14). El individuo y la nación serían colmados de bienes si ponían por obra la ley de Jehová.
La historia de Israel revela que en casi todas las épocas, el pueblo vivió en desobediencia y sufrió las
consecuencias nefastas de ella.
¡PENSEMOS!
Pero este no fue el cumplimiento cabal de la profecía, la cual se cumplirá en el futuro. Este será el
período más largo de la historia israelita.
El destierro 28:63–64a, 68
Esta era la maldición más temida por el pueblo. Nada podría compararse con la desesperación que
vendría a la nación al ser echada de la tierra después de haberla disfrutado por tantos siglos. Estas
palabras harían temblar a la gente: “y seréis arrancados de sobre la tierra… Y Jehová te esparcirá por
todos los pueblos…” (vv. 63b–64a). Todos están de acuerdo en que lo profetizado en el versículo 68 es
exactamente lo que sucedió en la historia de Israel cuando fue desterrado por Roma en 70 d.C.
Vida en el destierro 28:64b–67
Estos versículos nos dan una descripción acertada de la situación del pueblo viviendo entre otras
naciones, especialmente desde 70 d.C. El primer elemento de la descripción es que caerían en la idolatría
porque se [p 121] dejarían contaminar por los gentiles y sus religiones antibíblicas.
El segundo elemento es el más negativo humanamente hablando. La profecía dice que serían objecto
de tribulación constante, que jamás tendrían reposo, y que de continuo vivirían en temor.
Esta es la situación que se ha repetido tantas veces a través de la historia. El antisemitismo ha sido
permanente. El holocausto de la Segunda Guerra Mundial es el ejemplo por excelencia de lo que produjo
este pecado.
También durante la gran tribulación, Israel sufrirá como nunca ha sufrido. El mismo diablo lo
perseguirá en el intento final de acabar con el pueblo de Dios (Apocalipsis 12:13–17).
¡PENSEMOS!
juntarse para renovar el pacto (vv. 10a, 12a–13). Israel era el pueblo del pacto. Por tanto, debía cumplir
con sus responsabilidades como nación escogida por Jehová.
Enseñar vv. 14–21. Tomando en cuenta que el pacto no era sólo con la generación que estaba en la
frontera, sino con todas las generaciones futuras (vv. 14–15), debían instruir a sus descendientes en el
pacto y su historia. Este conocimiento era vital para la supervivencia de la nación.
Medidas remediales 29:22–30:14
El Señor suponía que los suyos no iban a acatar su ley y que iban a ser deportados; estando en esa
condición, ¿qué debían hacer para remediar la situación y regresar a la tierra? Moisés plantea cinco
conceptos
Avergonzarse 29:22–28. Tendrían que sufrir la vergüenza de enfrentar su castigo frente a los paganos.
Estos preguntarían: ¿Por qué pasaban los israelitas por el destierro y la disciplina divina? Porque habían
hecho a un lado el pacto y practicaban la idolatría. No cumplían con su deber de ser pueblo santo,
dedicado totalmente a la adoración de Jehová. Esta vergüenza los impulsaría a buscar de nuevo al Señor.
Recordar la revelación 29:29. Dios no había revelación exhaustiva a Israel, pero sí había dado una
revelado todo lo que necesitaban saber para agradarle. El problema era que no habían actuado conforme
al conocimiento que tenían. Si querían retornar a la tierra, sólo tendrían [p 124] que regresar al camino
de la obediencia. La revelación fue dada para que se cumpliese en todas las generaciones.
Arrepentirse 30:1–2. Note el tono de seguridad que existe en estos versículos. No hay duda. La palabra
clave es “cuando”. El día vendría seguramente. Entonces, sólo tendrían que arrepentirse, convertirse a
Jehová y obedecer. El hecho de hacerlo se asegura, el tiempo está en duda.
Aceptar la intervención divina 30:3–9. El arrepentimiento de Israel sería el primer paso. Al cumplir
ellos, el Señor mismo entraría en acción para redimir el remanente fiel esparcido por el mundo entero. Se
les llama:
1. Remanente recogido vv. 4–5.
2. Remanente iluminado v. 6. Jehová remediará el problema del 29:4 y dará corazón nuevo al pueblo
para que pueda entender. Este texto debe relacionarse también con 10:16. Estas tres porciones relacionan
el pacto palestino con el pacto nuevo que el Señor hará con Israel (Ezequiel 36:22–28).
3. Remanente bendecido vv. 7–9.
“OS DARÉ CORAZÓN NUEVO, Y PONDRÉ
ESPÍRITU NUEVO DENTRO DE VOSOTROS”
Ezequiel 36:26a
Seguir obedeciendo 30:10–14. El mandamiento no se escondería, sino que Dios lo haría muy patente y
accesible. [p 125] Estaría dentro de su propio corazón. No había excusa. Lo único que se pedía al pueblo
era obediencia completa a lo que el Señor les había revelado.
RETO FINAL 30:15–20
Moisés termina su tercer discurso con un reto final que se encuentra en los versículos 15 y 19b, c: “os
he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida”
Los expositores consideran que este es el clímax del libro. Las indicaciones para que poseyeran la vida
eran tres (v. 20a): amar, obedecer y seguir a Jehová. Sólo así se garantizaba la permanencia en la tierra (v.
20b).
¡PENSEMOS!
¿Cómo sabe que ama al Señor? Haga una lista de por lo menos
diez evidencias concretas de que lo ama. Medite en 1 Juan 5:3
y 2 Juan 6 antes de formularla.
52
En su gran mayoría, Israel vive en la actualidad en desobediencia y lejos de la tierra prometida, pero
esta condición no será permanente. El día vendrá en que el remanente fiel se arrepentirá y será
transportado milagrosamente a su tierra para no ser arrancado de ella jamás (Amós 9:14–15). El Señor es
fiel a sus promesas.
53
[p 127]
11
El pacto protegido
Deuteronomio 31:1–32:47
La útima sección de Deuteronomio se denomina: “De Moisés a Josué” y abarca los capítulos 31–34. En
ella encontramos una variedad de material, incluyendo dos capítulos poéticos (32:1–43; 33:2–29). El
tema general de toda la porción es el cambio de mando de manos de Moisés a las de Josué como dirigente
de Israel. Comienza con la comisión de Josué (31:1–8, 23) y termina con su instalación como líder (34:9).
El tema general que se traza a través de los capítulos 31 y 32 es la protección del pacto. Dios, Moisés y
el pueblo, sabían muy bien que algo tenía que hacerse para asegurar que nadie pudiera alegar ignorancia
de las estipulaciones de la alianza entre Jehová y el pueblo escogido. Algo era necesario hacer para
garantizar que las generaciones venideras supieran sus privilegios y responsabilidades como pueblo del
pacto.
JOSUÉ COMISIONADO 31:1–8, 14–23
La primera forma que Jehová usó para proteger el pacto fue nombrando a un nuevo líder que siguiera
las [p 128] pisadas de Moisés. Esta continuidad en el liderazgo de la nación ayudaría al pueblo a imitar a
sus guías en la obediencia a la ley mosaica.
Por Moisés 31:1–8
El nuevo dirigente de la nación fue comisionado primeramente por su predecesor. Este acto se hizo en
cumplimiento del mandato dado por Dios en 1:28 y 3:28. La comisión fue dada en dos formas.
Indirectamente a todo el pueblo vv. 1–6. El versículo uno hace hincapié en que Moisés habló
primeramente a todo el pueblo. Inicialmente confesó que él no podría seguir con la responsabilidad por
dos razones: (1) ya no era tan activo y no podía llevar la carga y (2) Jehová le había prohibido entrar en la
tierra (v. 2). El caudillo se retiró del puesto.
En segundo lugar, informó al pueblo que Josué tomaría su lugar (v. 3c). Estos dos datos hicieron
necesario que Moisés diera otra enseñanza que tenía como propósito infundir confianza en la gente.
Primeramente, aseguró que la relación de Dios con ellos no cambiaría porque el fin y al cabo, él seguía
siendo el Rey de Israel y el guerrero que conquistaría a todos sus enemigos (vv. 3a, b,4–5). La victoria no
dependería del caudillo humano, sino de Dios mismo. Note todas las promesas que se encuentran en
tiempo futuro.
Después, les dio una exhortación animando a sus seguidores a que fueran valientes e hicieran su parte
y obedecieran al Señor. El reto fue igual al que recibió en que combiaran el miedo por la confianza. No
había por qué temer, porque Jehová estaría con ellos siempre (v. 6).[p 129]
Directamente a Josué vv. 7–8. Después de dirigirse al pueblo, Moisés llamó a Josué y lo puso delante de
todos para darle su comisión (v. 7a). Sus palabras comienzan y terminan con el mismo mensaje, pero en
forma positiva y negativa respectivamente: “Esfuérzate y anímate (v. 7b)… no temas ni te intimides (v.
8c)”.
El líder podría ser siempre valiente por dos razones: (1) porque entraría en la tierra y la repartiría
entre las tribus israelitas (v. 7c) y (2) porque la presencia divina estaba garantizada (v. 8a, b). Igual que el
pueblo, Josué tenía que cambiar el miedo por la confianza.
CAMBIE EL MIEDO POR LA CONFIANZA
Por Jehová 31:14–23
La comisión de Moisés no era suficiente. Para asegurar que Josué no iba a titubear en su nuevo puesto,
Dios mismo confirmó su nombramiento.
54
Convocación vv. 14–15. El Señor llamó a Moisés y a Josué para que se presentaran delante de él en la
puerta del tabernáculo para comunicarse con ellos directamente.
Conversación con Moisés vv. 16–22. El Omnipotente se dirigió primeramente a Moisés para
informarle de la condición en que caería Israel después de su muerte. Sin lugar a duda, comenzarían a
practicar la idolatría de las naciones que les iban a rodear. Con esta conducta, invalidarían el pacto y
caerían bajo la ira de su Dios, [p 130] quien los abandonaría y escondería su rostro de ellos (vv. 16–18).
Acto seguido, Jehová lo instruyó para que compusiera un cántico para recordar a las generaciones
venideras el pacto que habían quebrantado (vv. 19–22).
Comisión de Josué v. 23. Este líder comenzó su comisión con las mismas palabras que Moisés había
usado en el versículo 7 y continuó con las mismas promesas: victoria en la conquista y presencia divina.
Parece que Josué se sentía incapaz de asumir el mando, porque varias veces se le tuvo que exhortar a que
se esforzara y tuviera ánimo (31:7 por Moisés, 31:23 y Josué 1:6, 7, 9 por Jehová, y Josué 1:18 por el
pueblo). Los detalles de la ceremonia de instalación del nuevo caudillo se hallan en Números 27:12–23.
¡PENSEMOS!
Note que el versículo 26 enseña que la ley escrita, guardada y leída era uno de los testigos contra
Israel.
¡PENSEMOS!
impune (Génesis 12:3a). Por otro lado, es justo en juzgar (en el sentido de vindicar) a [p 135] los suyos
sacándolos de todos sus apuros (vv. 36–40). El los ama y se arrepiente cuando su pueblo se convierte a él
(v. 36).
En realidad, los dioses falsos nunca los habían ayudado. La apostasía de Israel consistía en que
confiaban en las divinidades ajenas, pero estas sólo consumían sus sacrificios. Nunca los ayudaron (vv.
37–38a). En 38b Jehová reta a sus rivales a hacer lo que nunca habían hecho. El cuidado y la salvación de
Israel dependían solamente del Señor (vv. 39, 12).
Estas verdades debían provocar la alabanza del Omnipotente por parte de su pueblo y las naciones (v.
43a). Además de vengarse de sus enemigos (v. 43b) y vindicar a su pueblo (v. 43c), Jehová también “hará
expiación por su tierra y su pueblo” (v. 43d, Biblia de las Américas).
ALABEMOS AL SEÑOR POR SU JUSTICIA PERFECTA
El epílogo vv. 44–47. Moisés y Josué dieron el contenido del cántico a todo el pueblo (vv. 44–45) y
terminó Moisés animando a sus seguidores a aplicar el mensaje de su himno a sus vidas diarias e
instándoles a enseñarlo a sus hijos. El cumplimiento de la ley les proporcionaría la vida abundante dentro
de la tierra prometida.
Los cielos y la tierra 31:28–29
Toda la creación sería testigo contra Israel (v. 28). El pueblo no podía escapar de esta evidencia.
Moisés se [p 136] valió del mismo testigo en 30:19 y comenzó su cántico solicitando la atención de los
cielos y la tierra (32:1).
¡PENSEMOS!
Humanamente hablando, Dios había hecho todo lo posible para proteger el pacto con su pueblo. El
líder fiel siempre llevaría a la nación a la obediencia. La lectura de las Escrituras y la entonación del canto
llamaría la atención a las faltas que habían de remediar. El conocimiento de que toda la creación daría
testimonio en su contra, siempre llevaría al pueblo a vivir una vida completamente consagrada a la
obediencia al pacto.
57
[p 137]
12
Últimos acontecimientos en la vida de
Moisés
Deuteronomio 32:48–34:12
Estos capítulos nos llevan al final de una de las épocas más importantes en la historia de Israel. Relatan
los últimos sucesos de la vida del caudillo más grande de la nación y también son la conclusión de la
sección del canon hebreo que los judíos llaman “La Ley de Moisés” o Tora. Nosotros denominamos a esta
porción de nuestra Biblia el pentateuco, porque se compone de cinco libros. Esta instrucción (sentido
literal de la palabra hebrea “tora”), incluía todo lo que la nación necesitaba saber para vivir una vida
holgada dentro de la tierra prometida. Cualquier persona de cualquier época que viva de acuerdo a las
normas generales de esta ley, disfrutará de bienestar total.
MANDATO DE SUBIR EL MONTE 32:48–52
Esta porción es una de las muchas que hablan del final de la vida de Moisés. Para tener el cuadro
completo, [p 138] se tiene que estudiar conjuntamente con los siguientes textos: Números 20:1–13, 22–
29; 27:12–14; Deuteronomio 1:37; 3:25–27; 4:21; 31:2; 34:1–4. La gran cantidad de referencias a este
acontecimiento indica que es un tema de mucha importancia. A continuación, intentaremos sacar la
enseñanza completa de todas las citas enumeradas.
¿Cuándo recibió el mandato?
Parece que Moisés escuchó este mandato divino por lo menos en dos ocasiones
Primera ocasión. Esta se encuentra en dos porciones: Números 27:12–14 y Deuteronomio 3:26–27.
Sucedió en el contexto del primer discurso cuando Moisés comenzó la preparación del pueblo.
Última ocasión 32:48–52. Al cabo de aproximadamente un mes, tiempo que ocupó para dar sus
discursos, recibió por segunda y última vez el mandato de subir al monte. Según el versículo 48, el Señor
le dio la instrucción en el mismo día en que terminó de enseñar su cántico a la nación.
¿A dónde subió?
Esta es una pregunta algo dificil de contestar, porque hay muchas referencias que se deben armonizar.
He aquí una forma de interpretar la evidencia.
1. El monte se encontraba en la tierra de Moab (Deuteronomio 32:49; 34:1, 6).
2. La región dentro de Moab se llamaba Mosera (Deuteronomio 10:6).[p 139]
3. Era una de las montañas en la sierra de Abarim (Números 27:12; Deuteronomio 32:49).
4. El campamento de los israelitas se encontraba en las faldas del monte Nebo en un lugar denominado
monte Hor (Números 20:22–28; 33:37–38; Deuteronomio 32:50).
5. De las faldas subió al monte Nebo (Deuteronomio 32:49; 34:1). (Otra interpretación es que Hor y
Nebo son dos nombres para la misma montaña).
6. La cumbre de Pisga era el pico más alto de la montaña (Deuteronomio 3:27; 34:1; Números 20:28).
Moisés llegó a la cima para poder ver la tierra sin estorbo alguno.
¿Con qué propósito subió?
Las Escrituras son claras en este punto. Tenía dos fines al escalar la montaña.
Ver la tierra prometida Deuteronomio 32:49b, 52. Casi todas las porciones paralelas contienen el
registro de la prohibición de entrar en la tierra y, a la vez, la promesa de que la iba a ver de lejos.
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Morir Deuteronomio 32:50. La enseñanza consistente de todos los textos es que el caudillo iba a morir
estando a solas con Dios en el monte.
¿Por qué no pudo entrar en la tierra?
Esta es una pregunta que se tiene que contestar. Ya que había tanta insistencia en el hecho de que no
entraría, es lógico hacerla.
El incidente histórico Números 20:1–13. El pueblo se hallaba en el desierto de Zin y pensaban que
morirían de [p 140] sed. En esta situación se pusieron en contra de Moisés y Aarón acusándolos de
haberlos sacado de Egipto para morir en el desierto. Los líderes consultaron al Señor y él les dio el plan a
seguir. Habían de hablar a la piedra para que saliera agua de ella. Moisés la golpeó dos veces, e
inmediatamente brotó un manantial de agua.
El pecado cometido Deuteronomio 32:51a. La porción que estudiamos dice sencillamente que Moisés
había pecado. ¿Cuál fue el delito específico? Los textos mencionan por lo menos tres cosas.
1. No ejerció la fe (Números 20:12b). La porción acusa: “no creísteis en mí”. Parece que pensaba que
no era suficiente con sólo hablar a la peña, como le instruyó el Señor. No confió en la Palabra de Dios.
2. No santificó al Señor (Números 20:12c; 27:14b; Deuteronomio 32:51). Este es el pecado que más se
menciona. Su acción fue una negación de la soberanía divina con la cual no se discutía ni jugaba. Había
de doblegarse y hacer exactamente lo que Jehová había mandado. Primera de Pedro 3:15 y Mateo 6:33
indican que santificar al Señor significa darle el lugar que sólo él merece, el primero. En el concepto del
pueblo, Moisés quitó al Señor del sitio preeminente de su vida y de la nación entera.
EL SEÑOR MERECE SER PREEMINENTE EN NUESTRA VIDA
Isaías 8:13 enseña que no santificarlo equivale a no temerlo o reverenciarlo.[p 141]
3. Fue rebelde (Números 27:14a). Esta es la única denuncia positiva. La rebeldía es igual a la
desobediencia directa. Por un acto de su voluntad, Moisés había dicho no al Señor. Decidió que su método
era mejor. La rebeldía se equipara con la idolatría (1 Samuel 15:22–23). Con este acto rebelde, el caudillo
violó públicamente los primeros dos mandamientos y el gran mandamiento. Jehová no podía tolerar esta
desobediencia de parte del líder del pueblo y tenía que castigarla severamente.
La prohibición de entrar. Esta negativa divina se encuentra registrada no menos que ocho veces
(Números 20:12; 27:13; Deuteronomio 1:37; 3:25–26; 4:21; 31:2; 32:52; 34:4). Sin lugar a duda, a
Moisés le fue muy difícil aceptar este castigo tan severo, pero la seriedad de la disciplina reflejaba la de la
infracción.
¡PENSEMOS!
Neftalí v. 23. Una bendición general se pidió para esta tribu que heredó territorios en la ribera
sudoccidental del mar de Galilea.
Aser vv. 24–25. Sería una tribu muy próspera por la abundancia de olivos de su tierra. Mojar los pies
en aceite era un verdadero lujo. Siendo la más norteña, necesitaba de fuerza especial para proteger la
frontera.
Simeón. Hay que notar que esta tribu no se incluyó en la lista. La razón probable es que su herencia
quedaba en el centro de la de Judá, y muy pronto fue absorbida por ella (Josué 19:1–9).
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Todo estaba listo. Por medio de la instrucción de Moisés, el pueblo había sido preparado para cruzar la
frontera y para gozar de todas las bendiciones de su herencia. Todo les iría bien mientras se acordaran de
que eran responsables ante “Jehová tu Dios”. El cumpliría su pacto incondicionalmente, pero el disfrutar
de las bendiciones permanentes dependía de la obediencia del pueblo. Lo mismo sucede con nosotros, los
cristianos que vivimos a finales del siglo veinte.