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¿Qué es antropología filosófica?

Con este título se propone el objetivo del ensayo: definir qué es la antropología
filosófica de acuerdo a los textos leídos en clase y fuera de ella, y ver su papel en La
América. Para definirla se toma tres textos como referencia: La condición humana de
Hannah Arendt, La política de Aristóteles y El diccionario De Filosofía de Ferrater Mora.
Además de estas, se toma referencias secundarias: El puesto del hombre en el cosmos
de Max Scheler, Sentido y problema del pensamiento filosófico Hispanoamericano de
Augusto Salazar Bondy, Nuestra América de José Martí, entre otros textos más. Por otra
parte, cuando ya se haya definido, es necesario hablar si su concepto contiene a La
América, o si, por el contrario, La América la utiliza como modelo de conocimiento de sí
misma.
La organización del texto se desarrolla: primero, definiendo la antropología
filosófica; segundo, diciendo el para qué de ella; y tercero, y último, su relación con La
América.
I
La antropología es la ciencia del hombre, es lo que habla del hombre desde lo
biológico, psicológico, sociológico; al cambio, la antropología filosófica -o su identidad
formal con su pregunta ¿Qué es el hombre y cuál su puesto en el cosmos?-, como dice
Mora, “limita y a la vez extiende su problema a la cuestión de la esencia del hombre, de
su puesto en el cosmos y de su destino (113). Con respecto a la esencia del hombre,
Mora da un ejemplo más claro:
“se debe buscar la esencia del hombre, entendido esencia en el sentido de la
fenomenología de Husserl y no en el sentido tradicional. Por ejemplo, mientras la
antropología de las características humanas, que es una ciencia empírica, afirma ‘el
hombre tiene cuerpo’ la antropología filosófica o antropología esencial debe responder
a la pregunta: ¿Qué significa para el hombre tener cuerpo?” (Ibid.).
De la misma manera pasa con Scheler respecto a la esencia del hombre, como
Mora lo menciona en su artículo (Ibd.). La esencia del hombre, por lo tanto, es la piedra
angular de la antropología filosófica, y de esta se desprende su puesto en el cosmos y
su destino.
Por otro lado, ésta es “la explicación conceptual de la idea del hombre a partir de
las concepciones que éste tiene de sí mismo en una fase determinada de su existencia
(Mora 113). Y ésta, además, “se sirve de los datos proporcionados por otras
antropologías” (Ibid.), para hablar de la esencia del hombre. Y concluye, mencionando
varios filósofos que concuerdan con la base o fundamento, pero con ornamentos
diferentes, Mora en su artículo diciendo que el método para la antropología filosófica es
la determinación de la esencia por medio de la descripción fenomenológica (Ibd.). Así,
el método de la antropología filosófica es el mismo, en tanto habla de la esencia del
hombre en términos fenomenológicos, utilizando las diferentes antropologías para su
ayuda, y es también la idea de hombre a partir de sus concepciones de el mismo, de su
existencia, de su cultura, de su época, del mundo en donde vive, ya que al hablar de él,
habla de su relación con las personas y el mundo en una época determinada.

II
Ya definida, es necesario entender ‘esencia’ a partir de Scheler. Él dice que la
misión de la antropología filosófica es:
“mostrar cómo la estructura fundamental del ser humano [...] explica todos los
monopolios, todas las funciones y obras específicas del hombre: el lenguaje, la
conciencia moral, las herramientas, las armas, las ideas de justicia y injusticia, el estado,
la administración, las funciones representativas de las artes, el mito, la religión y ciencia,
la historicidad y la sociabilidad” (101).
Esto se asemeja a lo que Mora dice: que la antropología filosófica se sirve de
otras antropologías. Además, y para aclarar, la estructura fundamental del ser humano
ayuda a definir lo qué es la esencia de hombre, desde la metodología ya mencionada.
La esencia del hombre es el espíritu. Scheler dice: “espíritu es, por lo tanto, objetividad;
es la posibilidad de ser determinado por la manera de los objetos” (49), y este espíritu
está conformado por “la conciencia de mundo, la conciencia de sí mismo y la conciencia
de Dios” (103). Ésta es la estructura fundamental del ser humano, de donde se tiene
que mostrar cómo se explican el lenguaje, la idea de justicia, la conciencia moral, el
estado, etc... Se observa, así, que lo que dice Mora sobre la explicación conceptual de
la idea del hombre a partir de las concepciones que éste tiene de sí mismo en una fase
determinada de su existencia, se relaciona con lo anterior. Porque explica el espíritu del
ser humano por medio de sus conceptos determinados por la conciencia de sí mismo,
de conciencia de mundo y de conciencia de Dios, que se le da en determinado tiempo
de existencia, es decir, en determinada época. Entonces, la misión que Scheler le da a
la antropología filosófica es mostrar cómo la estructura fundamental del ser humano, el
espíritu; él que trasciende de su medio de la realidad existente a la de mundo esencial;
él que comprende “las formas esenciales de la estructura del universo” (Scheler 61); él
que tiene esa “facultad de separar la existencia y la esencia” (Id. 62); él que es el del
conocimiento del ser que es absolutamente; cómo debe explicar este espíritu las
funciones y obras especificas del ser humano, cómo debe explicar el lenguaje, las
herramientas, la administración, la historicidad, entre otras, del ser humano. Y, por lo
tanto, cómo debe explicar la esencia del hombre, su lugar en el mundo, en determinada
época, de acuerdo a las concepciones que tiene de sí mismo, del mundo y de Dios.
De esta manera, para evidenciar lo anterior, se debe poner en práctica. Y
Aristóteles lo hace. En La Política se ve, aunque de manera limitada, como en la época
en la que se encuentra escrita también. El autor recoge varias ideas de su mundo, por
ejemplo, dice cuál es la génesis de la ciudad: familia, aldea, ciudad; habla sobre la idea
de la administración doméstica, sobre la teoría de la esclavitud, la legitimación del
esclavo, sus funciones; habla sobre la crematística, y solo mencionando el primer libro,
donde trata de recoger, por así decirlo, otras antropologías, o formas de hablar del
hombre, a saber, desde lo social, político, económico, etc. Al formar ideas sobre el
mundo y sobre si mismo, esta desarrollando la antropología filosófica. Y en última
instancia, al recoger todas las ideas que la estructura fundamental del ser humano
explica, responde a la pregunta sobre la esencia del ser humano, desde su época: “el
hombre es por naturaleza un animal social -politikon zõion-” (Aristóteles 1253ª).
Otro ejemplo es el de Hannah Arendt en La condición humana. El mismo título
lo dice todo. Ella dice en el prólogo: “lo que propongo en los siguientes capítulos es una
reconsideración de la condición humana desde el ventajoso punto de vista desde
nuestros mas recientes temores y experiencias” (18). Estos temores y experiencias se
presentan en la época que ella considera como la engendradora de un nuevo cambio
de la condición humana. Ya que el desarrollo de la ciencia y la tecnología ha dado para
que el hombre pueda ser artífice de la creación del hombre, crear un hombre a su
semejanza, y salir de la tierra a otros lugares del universo, con aparatos tecnológicos.
También, el cambio de la condición humana por las alteraciones del trabajo, donde ya
no tendrá que trabajar, al ser cambiado el hombre por máquinas artificiales, dejando al
hombre desposeído de su esencia más fundamental: el trabajo. Otro aspecto donde
cambiaría, sería en la política donde “las verdades de la ciencia moderna, si bien pueden
demostrarse en fórmulas matemáticas y comprobarse tecnológicamente, ya no se
presentan a la normal expresión del discurso y del pensamiento” (Arendt 15). Donde
hace evidente que la ciencia ya ni puede ser explicada con nuestro lenguaje,
llevándonos a utilizar máquinas para que nos traduzcan algo que no podemos explicar,
es decir, alinearnos. Su libro piensa los aspectos de la condición humana desde tres
ideas: labor, trabajo y acción. Y va configurando cada una en las esferas pública y
privada. Además, habla sobre la alienación en la época Moderna; si labor, trabajo y
acción, se encuentran en la esfera pública donde a cada hombre se le expropia, y donde
la acumulación de riqueza acrecienta, es decir, si la humanidad sigue alienada, el mundo
asumirá proporciones más radicales si se le permite seguir (Arendt 285). Y lo anterior,
será la consecuencia del cambio de la condición humana, donde el trabajo, su
constitución esencial en la época Moderna, ya no pertenezca a su esencia, donde la
política, otra parte esencial del hombre, requiera alinearse para poder entender lo que
hace, es decir, para desarrollar acciones políticas. Un cambio, que más para bien, seria
la miseria, que la mayor parte de la literatura de ficción narra, como por ejemplo, un
escenario ficcional como el de la novela 1984 de George Orwell. Estas son algunos
aspectos que menciono del libro de Hannh Arendt, y que tratan de ser un horizonte de
lo que será la condición humana si no se cambia el proceso de alienación en el sistema
capitalista actual. Todo lo dicho sin mención de la descripción en cada uno de los
aspectos de la antropología filosófica. Queda, pues, a la interpretación del lector, el
cómo se desarrolla la misión de la antropología filosófica en este párrafo. Con lo anterior,
ya queda definido su para qué.

III
Ahora, tenemos que hablar de algo que nos concierne. Sobre todo cuando nos
preguntamos si hay filosofía en La América. El problema no se va a formular aquí en
general, sino en particular. De donde vamos a sostener la tesis, de que el pensamiento
filosófico en La América no es más sino la recepción del pensamiento filosófico de
Europa y Norte América. La América entiéndase como la sociedad Hispanoamérica. La
tesis ulterior se puso para esclarecer lo que la antropología filosófica es actualmente.
En efecto, se revela el objetivo de este ensayo con los precedentes necesarios: ver si
en el aquí y ahora, en el 2016, en la academia, existe un pensamiento original, o
aportador, sobre la antropología filosófica, o si, por el contrario, La América solo se sirvió
de un modelo de la filosofía para conocerse a sí misma: el de la antropología filosófica.
Veamos las razones por las cuales no hay una antropología filosófica en La América,
sino un acogimiento servicial de ella.
Nuestra América ha sido dependiente de “los gigantes que llevan siete leguas en
las botas” (Martí 5). Primero fue de España y Portugal, después de Inglaterra y en la
actualidad de América del Norte. José Martí lo pronóstico: “el desdén del vecino
formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de Nuestra América; y urge que el
vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría,
tal vez, a poner en ella la codicia” (13). Nos amarramos para ser llevados a la civilización;
pero aún no llegamos. Seguimos siendo subdesarrollados, y la cultura de Nuestra
América parece más la asimilación de otras, que la nuestra. Salazar Bondy describe las
diferentes características del pensamiento filosófico de Nuestra América y provoca
estupor. Pareciese que nuestra dependencia filosófica, económica, política, cultural, y,
por lo tanto, antropológica, es la traba de nuestros América. Sentido imitativo de la
reflexión filosófica, su receptividad universal, ausencia correlativa de aportes originarios
de pensamiento filosófico, sustanciación de los que practican la filosofía y el conjunto
de la comunidad, son algunas características representativas de Nuestra América
(Bondy 1978).
De tal modo sucede con la antropología filosófica, la cual ya está conformada, y
donde nosotros tenemos que pensarla de acuerdo a su molde teórico ya conformado, a
los moldes del pensamiento occidental, sobre todo europeo. Acaso en su definición, no
se nos da de esta forma. Scheler, como otros filósofos de su tiempo, considera que la
antropología filosófica se ha reconsiderado como estudio importante en la actualidad, la
del siglo XX. Y más, después de la guerra de 1918. Tal vez es porque en esa situación
se necesito reconsiderar la esencia del hombre. No obstante, esto se hizo con un
método, que si ya lo mencionamos, Nuestra América asimiló para estudiar la
antropología filosófica. Entonces, Nuestra América la acogió, estudiando problemas
que no pertenecían a los suyos.
Hay que recalcar que esto no significa que tengamos que dispensarnos de tomar
herramientas técnicas de la filosofía en su larga historia, sino que tenemos que utilizarlas
“en tanto no haya otras más eficaces y más adecuadas al descubrimiento y expresión
de nuestra esencia antropológica” (Bondy 30). Es imposible pensarnos fuera de la
conciencia Europea; ella nos constituyó, explotandonos, avasallándonos, pero nos dio
el adjetivo de Occidentales. Leopoldo Zea lo describe de la mejor manera, “América son
sus indios, los conquistadores de éstos, los libertadores luchando por poner fin a la
conquista, los conquistadores afanosos por mantener el orden que habían heredado”
(17). Eso es Nuestra América. También es todos los conflictos políticos, como la
contienda entre el bando de Alberdi y Martí con el de Rosas y Sarmiento; problemas del
rumbo de Nuestra América. Para dónde iba a coger, como Bolívar, cuando le dijo a José
“¿a dónde iremos?” cuál era el destino, las justificaciones “últimas de la esencia del
universo, el hombre y la sociedad” (Quesada 7), para la práctica política nacional. Las
justificaciones para la práctica política era la civilización. Y a lo que nos llevó fue a la
barbarie. En conclusión, no podemos salirnos del marco cercado de Occidente.
Nosotros pertenecemos a él, y tenemos que utilizar las herramientas que nos dan para
poder explicar nuestra esencia antropológica.
Para profundizar en lo anterior, conviene mencionar lo que dice Quesada. Donde
fórmula el impacto de la metafísica en la ideología latinoamericana. Ideología entiéndase
la relación entre sí de política y filosofía, concebida como metafísica. Este ha sido el
aspecto que más ha impactado a nuestra América. Él de la ideología. Pero aún destaca
que filosofar en Latinoamérica es repensar en la filosofía occidental desde lo más
radical, este entendido como el que permite que se desarrolle el pensamiento auténtico
de Nuestra América. Él dice: “debemos advertir que los postulados realizados derivan
siempre de un proceso radical de reflexión sobre ciertos aspectos del pensamiento
epistemológico europeo moderno, y la confrontación con problemas determinados de
una variedad específicamente latinoamericana” (Quesada 21). Siempre nuestra
reflexión esta ya suponiendo algunos aspectos de la epistemología europea moderna.
Así, nuestra condición de estudiar nuestra antropología filosófica es utilizar las
herramientas de Occidente.
El mas claro expositor, creo yo, sobre el tema, es Bautista Alberdi. Poner ideas
para un curso de filosofía contemporánea en 1843 desde América, es estudiar filosofía
política; en efecto, “ la discusión de nuestros estudios será más que en el sentido de la
filosofía especulativa, de la filosofía en sí; en el de la filosofía de la aplicación, de la
filosofía positiva y real, de la filosofía aplicada a los intereses sociales, políticos,
religiosos y sociales de estos países” (Bautista 9). Y continúa diciendo:
“ los objetos de estudios serán: la organización social cuya expresión más
positiva es la política constitucional y financiera, las costumbres y usos cuya
manifestación más alta es la literatura, los hechos de conciencia, los sentimientos
íntimos, cuyo doble reflejo es la moral y religión, la concepción del camino y de los
destinos que la providencia y que el siglo señalan a nuestros nuevos estados, cuya
revelación pediremos a la filosofía de nuestra historia y la filosofía de la historia general.”
(Bautista 10).
Eso es lo que Alberdi considera que debe estudiar para conocer la esencia del
hombre americano. Por consiguiente, la filosofía latinoamericana es condición esencial
para la política en estos países.
Pero, aunque parezca que si existe filosofía latinoamericana, la cual toma los
instrumentos de Occidente de madera radical para crear su original filosofía; en efecto,
para algunos no lo es. Occidente nos condiciona, nos da el ser metafísico, por así
decirlo, que es la razón. Pero aún así dependemos, como dice Martí, “el espíritu del
gobierno ha de avenirse a la Constitución propia del país. El gobierno no es más que el
equilibrio de los elementos naturales del país” (12). Y en este caso el espíritu del
gobierno no es ser la Constitución propia del país. Sino que, en cambio, “nuestro caso
Hispanoamericano es el subdesarrollo, la dependencia y los lazos de dominación”
(Bondy 26), los que no permite que el gobierno sea el equilibrio de los elementos
naturales del país. Por esta razón nuestra antropología filosófica es inauténtica al
depender, al ser, como los imperios nos llaman, subdesarrollados y tener lazos de
dominación. De ahí que una antropología filosófica en Nuestra América sea posible en
cuanto desarrollemos una filosofía política: donde sigamos los ideales y principios de
nuestra independencia: “la libertad del hombre y la soberanía del pueblo” (Alberdi 14);
donde lleguemos a una unión latinoamericana, fracasada en el llamado de Panamá por
Bolívar, olvidada por los pueblos, cuando exhortó la conveniencia de un Congreso
General Americano por Juan Bautista Alberdi. Unión latinoamericana que nuestros
próceres defendieron, por causas justas, para la libertad del hombre y la soberanía del
pueblo, con unión política, económica, cultural, etc, como bloque de resistencia de los
gigantes que llevan siete leguas en las botas.
Actualmente, ese bloque de resistencia existe. El Mercosur, el ALCA, son
expresiones que ratifican la soberanía de los pueblos y libertad del hombre como
principios justificados de la acción política, es decir, la ideología. La relación entre sí de
la filosofía y la política, donde los pueblos se sienten identificados, al menos los de
carácter progresista, y se desarrolla de manera auténtica, autóctona. Movimientos como
la Revolución Ciudadana, en Ecuador; la Revolución Chavista Bolivariana, en
Venezuela; la recesión del Kirchnerismos en Argentina; el Castrismo, en Cuba, entre
otros, el Zandinismo… Todos son abarcados con el concepto 'el nuevo socialismo del
siglo XXI', como lo menciona el presidente de Ecuador, Rafael Correa. De alguna
manera, lo que Alberdi dice, que “ en América no es admisible la filosofía en otro
carácter” (Bautista 11), es lo que en los políticos del siglo XXI se ha manifestado. Aunque
las experiencias de todos estos pueblos son diferentes y contraproducentes, en algunos
casos, ellos tratan de crear otros horizontes diferentes al del capitalismo, que por
antonomasia es la negación, o yuxtaposición, en términos de Zea, de Nuestra América.
Pero Nuestra América, como Zea lo demuestra, en América Latina: largo viaje hacia si
misma, tendrá el espíritu, en términos de Scheler, de formar una antropología filosófica,
cuando se desligue de su dependencia, al formar un bloque de resistencia como el que
Bautista Alberdi da en el texto Sobre la conveniencia de un Congreso General
Americano, ajustado éste a las exigencia que la época actual nos da. En otras palabras,
cuando sea la Constitución propia de Nuestra América, el espíritu del gobierno, y el
gobierno sea el equilibrio de los elementos naturales de Nuestra América.
En conclusión, de acuerdo a la forma como hemos explicado la no existencia de
filosofía en Latinoamérica, sino la incipiente emanación de su pensamiento filosófico, al
tener soberanía en los pueblos y libertad en los hombres, la filosofía latinoamericana no
se ha formalizado, es decir, no se ha presentado a su pueblo como lo que es, sino que
ha sido encubierta por la política, por lo cual su estudio se hace ambiguo al no
determinarla. La filosofía de la liberación, de Enrique Dussel lo ha intentado, pero aún
así no ha tenido repercusión en la política de Nuestra América: no ha formalizado la
Unión latinoamericana en su totalidad para salvaguardar la soberanía y autonomía de
los pueblos y la libertad del hombre. Por lo que la antropología filosófica de Nuestra
América se encuentra en potencia hasta que se pueda fecundar un pensamiento
filosófico originario: como, por ejemplo y el cual nos arriesgamos en poner en el
proyectos práctico-político, el de la Unión Latinoamericana, como posibilidad de un
pensamiento filosófico originario, sin sentido de imitación, con aportes originales a
Occidente y una relación estrecha, donde representa la conciencia latinoamericana,
entre los filósofos y su comunidad. En efecto, se desarrollaría lo opuesto a las
características actuales de Nuestra América sobre el pensamiento filosófico, según
Salazar Bondy.
Bibliografía (Norma MLA):
Arendt, Hannah, La condición humana, Buenos Aires, Paidós: 2009
Aristóteles, La política, ed. Manuel García Valdés, Madrid, Editorial Gredos:
1988.
Bautista Alberdi, Juan, Ideas para un curso de filosofía contemporánea, México,
Latinoamérica, cuadernos de cultura latinoamericana: 1978.
Ferrater Mora, José, El diccionario De Filosofía, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana: 1964.
Martí, José, Nuestra América, México, Latinoamérica, cuadernos de cultura
latinoamericana: 1978.
Miro Quesada, Francisco, Impacto de la metafísica en la ideología
latinoamericana, México, Latinoamérica, cuadernos de cultura latinoamericana: 1978.
Salazar Bondy, Augusto, y problema del pensamiento filosófico
Hispanoamericano, México, Latinoamérica, cuadernos de cultura latinoamericana:
1978.
Scheler, Max, El puesto del hombre en el cosmos, Buenos Aires, Editorial
Losada: 1994
Zea, Leopoldo, América Latina: largo viaje hacia si misma, México,
Latinoamérica, cuadernos de cultura latinoamericana: 1978.
Universidad Pedagógica Nacional. Antropología filosófica. Cristian Díaz
Becerra.

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