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Geopolítica indígena. Entrecruzamiento de soberanías frente a los procesos de


integración regional

Chapter · September 2016

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2 authors:

Jaime Antonio Preciado Pablo Uc


University of Guadalajara Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA)
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TeRRITORIALIdAdes e
eNTRecRuZAmeNTOs GeOpOLíTIcOs
NA AméRIcA LATINA

ORGANIZAÇÃO: LuIs feRNANdO AyeRbe


Governador Geraldo Alckmin
Secretário da Cultura Marcelo Mattos Araújo

FUNDAÇÃO MEMORIAL DA AMÉRICA LATINA

Diretor Presidente João Batista de Andrade


Chefe de Gabinete da Presidência Irineu Ferraz Carvalho
Diretora do Centro Brasileiro de
Estudos da América Latina Marília Franco
Diretor de Atividades Culturais Luiz Felipe Bacelar de Macedo
Diretor Administrativo e Financeiro Sergio Jacomini

DEPARTAMENTO DE PUBLICAÇÕES
Gerente/Editora Executiva Leonor Amarante

CONSELHO CURADOR

Presidente Almino Monteiro Álvares Affonso


Secretário da Cultura Marcelo Mattos Araújo
Secretário de Desenvolvimento
Econômico, Ciência e Tecnologia Nelson Baeta Neves Filho
Reitor da USP Marco Antonio Zago
Reitor da Unicamp José Tadeu Jorge
Reitor da Unesp Julio Cezar Durigan
Presidente da Fapesp Celso Lafer
Reitor da Faculdade de Cidadania
Zumbi dos Palmares José Vicente
Presidente do Conselho CIEE Ruy Altenfelder Silva
CApÍtuLo 8. GeopoLÍtiCA inDÍGenA.
entreCruZAmiento De SoBerAnÍAS
Frente A LoS proCeSoS De
inteGrACiÓn reGionAL1
JAIME PRECIADO Y PABLO UC

Introducción

E n este trabajo exploratorio tenemos como objetivo identificar los


principales rasgos de la emergente geopolítica indígena en América
Latina, mediante la generación de contra-espacios derivados de la
revitalización de los tejidos comunitarios, la creación de organizaciones,
alianzas y estrategias de negociación que han conducido a una creciente
consolidación y legitimación del poder territorial indígena, originario y
campesino, frente a las estructuras de poder dominantes. Por otro lado,
nos enfocamos en identificar algunas de las principales tensiones deri-
vadas de las pugnas y resistencias entre las espacialidades emergentes
(reivindicativas en muchos casos de la defensa y autodeterminación so-
bre la conservación o usufructo de la naturaleza) y las de los proyectos
dominantes expresadas en los mecanismos de integración regional y las
relaciones interestatales de América Latina.
La producción de espacios multi-escalares derivados de las más re-
cientes alianzas en la geopolítica indígena continental, así como su di-
námica de expansión-contracción en la producción de organizaciones
trans-locales, regionales y continentales, ha significado también una
creciente tensión con las proyecciones geoeconómicas de los Estados

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

nacionales y el capital transnacional y paraestatal. Desde la perspectiva


indígena, ello ha implicado una capacidad efectiva para resistir, reorien-
tar, negociar o revertir sus definiciones de soberanía, desde prácticas de
autonomía y autodeterminación no estatales, hasta la modificación de la
institucionalidad estatal ‘desde dentro’ orientadas a la construcción de
regímenes plurinacionales. La geopolítica indígena originaria ha tenido
una importante incidencia en los regímenes internacionales y constitu-
cionales, la propuesta de agendas con perspectivas micro y macro que
cuestionan la proyección dominante sobre el desarrollo a partir de las
nociones de un nuevo equilibrio en las relaciones naturaleza-sociedad
(Buen Vivir, Vivir Bien).
El entrecruzamiento de estas espacialidades (dominantes y subal-
ternas) ha derivado en una creciente cantidad de territorios en pugna,
donde la idea de integración impulsada por las más recientes dinámicas
capitalistas de la estatalidad en América Latina, las relaciones interguber-
namentales entre los proyectos neoliberales, progresistas o incluso los
denominados “postneoliberales”, han encontrado una fuerte resistencia
por parte de los pueblos indígenas y sus alianzas con otras organizaciones
populares de las sociedad civil.
La idea de una integración regional autónoma para América Latina y
el Caribe requiere considerar las paradojas de las agendas neo-desarrollistas
de los esquemas de integración, los estragos del intenso neo-extractivismo,
la implacable ampliación de la frontera agrícola y el monocultivo orien-
tado a la commoditización del alimento. Así como las consecuencias de
la apuesta “incondicional” de los proyectos de interconexión energética,
de infraestructura para agilizar los medios y espacios de transporte de los
recursos naturales destinados a la reproducción de capital internacional,
como ocurre con la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Re-
gional Sudamericana (IIRSA) del Consejo Suramericano de Infraestructu-
ra y Planeamiento (COSIPLAN) de la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR), o con el Proyecto Mesoamérica (antes Plan Puebla Panamá).
La commoditización de los recursos naturales, el territorio, los ecosis-
temas y sus comunidades, se ha convertido en una sistemática dinámica
de despojo impulsada por estos proyectos, que han terminado por dina-
mizar la resistencia constitutiva de la geopolítica indígena originaria. Esta
tensión entre proyectos civilizatorios y soberanías territoriales demanda
una reflexión crítica sobre la dimensión de los procesos de integración

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

regional que, si bien han sido una línea neurálgica en los últimos años
para generar una autonomía regional frente al imperialismo estadou-
nidense y la estructura de dependencia y endeudamiento con el capital
y las instituciones internacionales, han acelerado violentos procesos de
acumulación por desposesión. La posibilidad de construir y consolidar
procesos plurinacionales en la región, que ha sido una importante pla-
taforma de encuentro negociado entre las estructuras dominantes y los
pueblos indígenas, originarios y afrodescendientes en América Latina, se
ha sustentado en la consulta y concertación de los proyectos de explota-
ción y el derecho a otorgar al entorno natural un espacio de jurisdicción.
Evaluar estas tensiones, resulta fundamental para interpretar el contem-
poráneo escenario geopolítico latinoamericano y vislumbrar alternativas.
El trabajo está organizado en tres apartados. En el primero desa-
rrollamos una esquemática revisión sobre la espacialidad de los pueblos
indígenas originarios en la región latinoamericana, expresada en su pre-
sencia demográfica, las paradojas de la medición poblacional y los cen-
sos, las presencias lingüísticas y las alternativas de un ‘ordenamiento’
territorial basado en áreas geoculturales indígenas más allá de los Estados
nacionales. En el segundo apartado desarrollamos algunas de las princi-
pales características de la geopolítica indígena, mediante la identificación
de la producción histórica de organizaciones, luchas reivindicativas ex-
presadas en alianzas y territorialidades contra-hegemónicas. En el tercer
apartado desarrollamos un sucinto balance sobre las violentas contradic-
ciones generadas por la territorialidad de algunos de los proyectos de
integración regional latinoamericana frente a la territorialidad indígena,
expresada en una tensa conflictividad derivada de proyectos de integra-
ción de infraestructura, carreteras, corredores eólicos, etc. contenidos en
la proyección de iniciativas como la IIRSA y el Proyecto Mesoamérica.
Finalmente se presentan algunas conclusiones.

Pueblos indígenas originarios en América Latina: espacios, territorios,


demografía y soberanías otras

La producción de espacios, alianzas y proyectos contra-hegemóni-


cos se definen por la capacidad de ocupar y construir espacios otros, en
los cuales se producen alteridades políticas y culturales. La cualidad de
estos contra-espacios está determinada por la orientación de las agendas

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

estratégicas de los actores y su capacidad para ejercer presión y tener


presencia en el escenario político. En este sentido, es importante hacer
un sintético balance sobre la presencia demográfica, el “ordenamiento”
geográfico, político y cultural, y las paradojas en torno a la población
indígena originaria y afrodescendiente en América Latina, de acuerdo
a los factores lingüísticos e identitarios redefinidos por los criterios de
auto-adscripción. Los criterios para el ordenamiento de la geografía lati-
noamericana y los censos de población (histórica herramienta de control
colonial), suelen expresar el espacio-tiempo dominante de los Estados
nacionales. No obstante, redibujar el mapa de acuerdo con las geografías
culturales permite identificar el entre-cruzamiento de territorialidades,
su abigarramiento y el escenario de tensiones y encuentros entre los di-
versos proyectos regionales en la región.
De acuerdo con el Atlas sociolingüístico de la UNICEF2, es posible
reconocer diez áreas geoculturales definidas por el reconocimiento de
los espacios de desarrollo histórico de los pueblos originarios, con el fin
de “liberar nuestra visión de estrechos corsés creados por los estados,
que han subordinado a ‘sus’ proyectos nacionales la comprensión de sus
pueblos indígenas” (Sichra, et. Al., 2009:5). Los territorios nacionales
están yuxtapuestos, en el caso de casi todos los países latinoamericanos,
por varias regiones culturales, entre los que se destaca, por ejemplo, el
caso de Colombia que alberga cinco áreas geoculturales, o el del Brasil
amazónico que alberga cuatro subregiones geoculturales. Las áreas con-
sideradas por la investigación de la UNICEF son las siguientes:

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Cuadro 1
Distribución de pueblos y países en las áreas
geoculturales de América Latina

ÁREAS PUEBLOS PAÍSES


Patagonia e Isla de Pascua 9 Argentina, Chile
Argentina, Paraguay, Bolivia,
Chaco ampliado 25
mención Uruguay
Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador,
Amazonía 247 Colombia, Venezuela, Guyana,
Surinam, Guyana Francesa
Orinoquía 34 Colombia, Venezuela
Argentina, Bolivia Chile, Perú,
Andes 24 Ecuador, Colombia, Venezuela,
Guyana, Surinam, Guyana Francesa.
Llanura costera del Pacífico 5 Ecuador y Colombia
Caribe Continental 16 Panamá, Colombia, Venezuela
Panamá, Costa Rica, Nicaragua,
Baja Centroamérica 23
Honduras, El Salvador
Mesoamérica 61 Guatemala, México, Belice
Osisamérica 18 México
BRASIL AMAZÓNICO
Sudeste de Brasil 7 Brasil
Sur de Brasil 2 Brasil
Centro-Oeste de Brasil 10 Brasil
Noreste de Brasil 38 Brasil
CHACO BOLIVIANO
Oriente Boliviano 3 Bolivia

Fuente: Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina, UNICEF/FUNDPROEIB:


Bolivia, 2009.

De acuerdo con el balance de la UNICEF, para finales de la primera


década del siglo XXI se registran 522 pueblos indígenas originarios y 420
lenguas indígenas en uso, que se extienden desde la Patagonia y la Isla de
Pascua hasta Oasisamérica en el norte de México, pasando por distintas
áreas geográficas como el Chaco Ampliado, Amazonía, Orinoquia, An-
des, Llanura Costera del Pacífico, Caribe Continental, Baja Centroamérica
y Mesoamérica (ver cuadro 1). Brasil es el país con mayor diversidad de
pueblos indígenas con 241 (que representa una población de 734.127

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

personas). Le siguen Colombia con 83 pueblos (1.392.623 habitantes),


México con 67 pueblos (9.504.184 personas) y Perú, con 43 pueblos
indígenas distintos que alcanzan una población de 3.919.314 habitantes
(Sichra, et. Al., 2009).
Bolivia, Guatemala y Belice son los países en los que los pueblos
indígenas originarios representan porcentajes más altos sobre la pobla-
ción total, con el 66,2%, el 39,9% y el 16,6% respectivamente. Mientras
que en El Salvador, Brasil, Argentina, Costa Rica, Paraguay y Venezuela
registran un bajo porcentaje de población indígena (entre 0,2% y 2,3%).
En El Salvador se reconocen 3 pueblos indígenas (13.310 personas), en
Belice 4 (38.562 habitantes) y en Surinam 5 (6.601 personas), mientras
que en el Caribe insular, Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, Domi-
nica y Santa Lucía, existe poca información sobre la supervivencia de
pueblos nativos, no obstante, se reconoce la trascendental presencia de
los pueblos afrodescendientes y la presencia de lenguas criollas (creoles)
y garífunas, con presencia en todo el Caribe Continental.
En conjunto, México, Bolivia, Guatemala, Perú y Colombia reú-
nen al 87% de indígenas de América Latina y el Caribe, con una pobla-
ción que alcanza un máximo de 9.500.000 (México) y un mínimo de
1.300.000 habitantes (Colombia). Cabe señalar que contraria a la idea
de ‘minoría étnica’, el Atlas Sociolingüístico destaca a los cinco pueblos
indígenas que superan las cifras de millones que en orden decreciente
son: Quechua, Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki’che’. Mientras que
con poblaciones que oscilan entre los 500 mil y un millón destacan seis
pueblos: los Mapuche, Maya qeqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí
(Sichra, et. Al., 2009: 13).
De acuerdo con los censos oficiales elaborados entre 2000 y 2008
a los que recurren instituciones como la UNICEF o el PNUD, el total de
población indígena identificada en América Latina es de 28.858.580 de
un total de 479.824.248 personas, lo que supone un porcentaje total del
6,01% (véase cuadro 2). No obstante, de acuerdo con el Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) el estándar de la población
indígena en la región es del 10%, según estimaciones del año 2004,
mientras que otras fuentes recurren a la cifra de 45 millones para identi-
ficar a la población indígena de todo el continente, que desborda preci-
samente la geografía de los Estados nacionales (Le Bot, 2013).
En este sentido, cabe señalar que los criterios utilizados a nivel na-

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

cional poseen perspectivas muy diversas generadas por conceptos y me-


todologías que expresan el enfoque político-ideológico utilizado por los
censos de los países latinoamericanos, que terminan por determinar el
“reconocimiento” o invisibilización de los pueblos originarios. El crite-
rio más empleado en Latinoamérica para la elaboración de censos “na-
cionales” es el uso de una lengua indígena, aunque le preceden criterios
sustentados en el ‘reconocimiento’ de quienes elaboran los censos, sus-
tentados en la apariencia fenotípica, indumentarias, etc. que suelen recu-
rrir a categorías etno-raciales como: blancos, indígenas, mestizos, negros
(o en su defecto afrocolombianos, afrobrasileños, etc.). También se suele
recurrir al criterio de la lengua materna, del territorio o de manera más
reciente al criterio de la auto-adscripción (como ocurre en Brasil, Chile,
Colombia y ahora en Bolivia). Lo cual no siempre resulta “objetivo” o
pertinente para su instrumentalización política.
En Bolivia, por ejemplo, la auto-identificación con algún “pueblo
indígena” en el todo el país, llegó al 62% de la población en el censo del
2001, a pesar de que sólo el 49% de la población declaró hablar algún
idioma indígena. “Esto revela que amplios estratos cholos y mestizos de
las ciudades, aún si no hablaban ningún idioma nativo, se consideraban
a sí mismos como indias/os” (Rivera, 2013:6). No obstante, en el censo
de 2012, rediseñado bajo el nuevo gobierno indígena de Evo Morales
y la constitución aprobada en 2009 - que reconoce a 36 naciones y na-
cionalidades indígenas-, la auto-identificación con un pueblo originario
–sin la opción de identificación como mestizo- disminuyó del 62 al 41%.
Por su parte, en Yucatán, México, cientos de miles hablantes del maya
yucateco se consideran mestizos; en Paraguay ocho millones de habitan-
tes hablan guaraní, pero sólo 120 mil se consideran indígenas guaranís;
mientras que en la región andina millones de personas hablantes del
quechua se consideran mestizos o cholos, para distinguirse de los grupos
indígenas (Le Bot, 2013: 28).
En el caso de Ecuador existe una enorme disparidad entre las cifras
oficiales y las propias estimaciones indígenas. De acuerdo con el censo de
2001, basado en el criterio de la lengua, en el país había 582.542 indíge-
nas y con el criterio “auto-identificación” 834.418, lo que daría un 4,3%
y un 6,8% sobre la población total respectivamente. No obstante, la Con-
federación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) afirmó
que en el país la proporción de indígenas es de 45% (Le Bot, 2013: 30).

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

En el caso mexicano el censo del año 2000 recurrió a un doble


criterio de auto-identificación: el etnorracial (con el que más de cinco
millones se declararon indígenas) y el lingüístico (en el que más de seis
millones declararon hablar una lengua indígena). Una disociación que
revela un contexto racista en el que declararse indígena no es una auto-
afirmación identitaria mayoritaria en todas las regiones de dicho país.
Cabe reconocer, en todo caso y atendiendo a las significativas diferencias
entre cada uno de los países, que el desarrollo demográfico de las pobla-
ciones indígenas se enfrenta a dos fenómenos: una aculturación creciente
y una disminución relativa en la práctica de las lenguas originarias entre
las generaciones más jóvenes; una emigración continua de las comuni-
dades campesinas indígenas (Le Bot, 2013: 33).

Cuadro 2
Población indígena en los 21 países de América Latina según los
censos, conteos y encuestas nacionales entre 2000 y 2008

Total de la población indígena registrada en censos ofi-


27.467.984
ciales, conteos y encuestas nacionales
Categoría otros y sin especificar en los censos 1.390.596
Total de población indígena identificada 28.858.580

Total de población en América Latina 479.824.284

Porcentaje de población indígena identificada en AL 6,01%

Fuente: Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina, UNICEF/FUNDPROEIB:


Bolivia, 2009.

Las consideraciones en torno a las áreas geoculturales, los criterios


de medición de la población indígena originaria y la proporcionalidad
demográfica distribuida en el espacio y los territorios latinoamericanos,
expresan algunos referentes primarios para descifrar el sentido constitu-
tivo de la geopolítica indígena originaria en la región.

Geopolítica indígena: alianzas y producción de territorialidades


contra-hegemónicas

La práctica espacial indígena originaria constituye un discurso


geopolítico conformado por prácticas y representaciones. Las primeras

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

se expresan mediante la articulación de organizaciones inter-comunita-


rias locales, regionales, nacionales y transnacionales; agendas de movi-
lización y repertorios estratégicos. Las representaciones se proyectan en
mapas y cartografías políticas que redefinen territorialidades alternas a
las hegemónicas o las reinterpretan; lenguajes y símbolos de resisten-
cia que recuperan y crean imaginarios de “ancestralidad” orientados a
la re-territorialización; lugares desespacializados por la territorialidad de
los Estados nacionales que reaparece mediante cartografías de lucha y
reconstitución de lazos identitarios transnacionales.
Este es el caso de la concepción de la Abya Yala3, nombre otorga-
do por el pueblo tule kuna, asentado en la actual Panamá y el occidente
de Colombia a la masa continental americana y que ha sido recuperado
crecientemente por diversos pueblos originarios, organizaciones civiles,
agencias informativas, proyectos académicos y editoriales, cumbres y en-
cuentros continentales de diversos pueblos y nacionalidades indígenas,
etc., para referirse al continente y convocar a una reinterpretación de
la espacialidad dominante. La Abya Yala, además de convertirse en un
referente otro de un espacio territorial constituye un espacio continuo
de reunión post-nacional y de muchas maneras ha significado también,
la capacidad de re-vincular la fragmentada idea del norte y el sur, en la
medida en que se han acelerado los encuentros entre pueblos originarios
de EEUU y Canadá con los de Latinoamérica.
Por su parte, el Tawantinsuyu (las cuatro regiones del mundo en
lengua quechua) es el símbolo y proyección geopolítica indígena más
importante en la región andina y el cono sur latinoamericano. Cons-
tituye la reunión de los cuatro suyus o regiones que conformaron la
expresión territorial más amplia del imperio incaico: el Chinchaysuyo,
el Antisuyo, el Collasuyo y el Contisuyo, cuyo centro de reunión era el
Cuzco. En los discursos indígenas emergentes durante la segunda mitad
de siglo XX y sobre todo la última década, esta expresión se convirtió en
un referente central para la reivindicación de la reconstitución territorial
de territorios. Entendido como una agregación de espacios, territorios
y sociedades, los suyus se constituyen a su vez por markas, y estas por
ayllus. El Tawantinsuyu representa un contra-espacio que desborda la
territorialidad de Chile, Perú, Bolivia, Ecuador y Colombia, y moviliza la
proyección de las alianzas, estrategias y un entendimiento específico de
integración entre los pueblos indígenas.

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Uno de los símbolos fundamentales que han permitido re inter-


pretar la filosofía, ciencia y cosmovisión andina, trascendental para los
pueblos indígenas originarios, ha sido la Tawa Paqa o Tawa Chakana,
conocida vulgarmente como Cruz Andina. Además de la profundidad
alcanzada por recientes estudios4, este símbolo ha conducido a una rein-
terpretación profunda de la memoria, la historia y la capacidad de los
pueblos andinos para constituir una base de valores que condicionan
la idea de integración, sustentada en la idea de dualidad, reciprocidad,
complementariedad y equilibrio justo (Lajo, 2006).

Imagen 1
Interpretaciones simbólicas, matemáticas y espaciales de la Tawa Chakana

Fuente: Tomado del sitio web: [http://www.integralworld.net/piacenza5.html].

En Bolivia, la creación del Pacto de Unidad ha generado una con-


vergencia de representaciones y mitos con fundamento espacial, orien-
tadas a la reconstitución territorial, que actúan como heterotopías mo-
vilizadoras. En el altiplano, la reconstitución del Qullasuyu como parte

146
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

de la proyección geopolítica del Tawantinsuyu; en el oriente amazónico


la búsqueda de la Loma Santa y en el chaco guaraní de la Tierra Sin Mal,
representaciones que además impulsan la reconstitución de una territo-
rialidad transregional y transnacional guaraní.
Otro ejemplo importante lo constituyen los caracoles zapatistas,
creados en 2003 en Chiapas, México. Los caracoles son las zonas re-
beldes autónomas creadas por las comunidades de base zapatista (antes
conocidas como Aguascalientes) tras la radicalización de autonomía no
estatal. Son coordinadas mediante Juntas de Buen Gobierno y organi-
zan en cinco zonas a los 29 Municipios Autónomos Rebeldes zapatistas
(MAREz). Por un lado, la territorialidad rebelde zapatista se sobrepone
y cruza con la territorialidad de los municipios oficiales del gobierno
mexicano, que termina por representar una geografía dual. Por otro
lado, la imagen del caracol constituye un referente de ordenamiento
espacio-temporal de origen maya que simboliza formas de articular
poder político territorial bajo una lógica no lineal, que pone en prác-
tica la horizontalidad del autogobierno y la autodeterminación abierta
al origen (memoria) y el porvenir (potencialidad) de manera paralela.
La geopolítica zapatista parece reordenar el territorio en la lógica de un
espiral simbólico y estratégico (Mapa 1).
En este sentido, el acto de recuperar o renombrar constituye parte
de la geopolítica latente en términos de transformación, como ocurre
con el re nombramiento de los cinco caracoles zapatistas:
• Caracol de La Realidad: “Madre de los caracoles, mar de nuestros
sueños”;
• Caracol de Oventik: “Resistencia y rebeldía por la humanidad”;
• Caracol de La Garrucha: “Resistencia hacia un nuevo amanecer”;
• Caracol Morelia: “Torbellino de nuestras palabras”;
• Caracol Roberto Barrios: “Que habla para todos”.

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Mapa 1
Caracoles zapatistas

Fuente: Centro de Documentación sobre zapatismo [http://www.cedoz.org] (El trazo de la


espiral es de los autores).

Otra expresión fundamental de contra-espacialidad la constituye la


nación mapuche: Wall Mapu (país mapuche), constituida a su vez por
dos parcialidades: Ngulu Mapu (tierra del oeste) y Puel Mapu (tierra del
este). El territorio mapuche se despliega en la región austral del cono sur
latinoamericano, desbordando el espacio territorial del sur de Chile y Ar-
gentina. El imaginario histórico de la resistencia mapuche contra el im-
perio inca, el imperio español y las políticas de anexión territorial de las
repúblicas de Chile y Argentina (Pacificación de la Araucanía y Conquista
del Desierto, respectivamente), se ha reflejado en la fuerte identidad y
una reivindicación territorial expresada en sus cartografías y símbolos.
Una de las características del pueblo mapuche ha sido su descentraliza-
ción y autonomía. No obstante, su proceso histórico de resistencia ha
derivado en una trascendente unificación organizada de la nación ma-
puche, por lo que a pesar de la existencia de diversas banderas, el Aukin
Wallmapu Ngulam o ‘Consejo de Todas las Tierras’, en 1992 adoptó una
bandera común: la Wenufoye (‘Canelo del cielo’).

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Mapa 2
Representación cartográfica de Wall Mapu

Fuente: Tomado del sitio web: [http://entun.bligoo.com/content/view/610369/


Para-que-vayamos-cachando-La-Historia-NO-contada-del-Pueblo-Mapuche.html#.
U1BUsfTuKuI].

La imaginación geopolítica de resistencia permite construir “con-


tra-espacios en los que las representaciones oficiales del espacio territo-
rial y sus contenidos se cuestionan, reflejando las prácticas espaciales de
las fuerzas contra-hegemónicas” (Cairo, 2005: 324).

Etapas y ciclos del movimiento indígena

Es posible reconocer varias etapas en la formación de organizaciones


indígenas (Le Bot, 2013: 40-41; Stavenhagen, 2010). Suele identificarse a
la década de 1960 como el referente de surgimiento de los movimientos
indígenas, marcado por la creación de la Federación Shuar en la Amazo-
nía ecuatoriana; el Consejo regional Indígena del Cauca (Colombia); el
auge del katarismo en Bolivia y en 1974 el Primer Congreso indígena en
Chiapas, México. La Unión Nacional de Indios del Brasil (UNI) jugó un

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

rol relevante en las discusiones de la nueva constitución de Brasil en 1988


y la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) en el proceso
constitucional de 1991. Mientras que a Confederación de Nacionalidades
Indígenas del Ecuador (CONAIE) al organizar dos masivos levantamientos
indígenas que paralizaron el Ecuador en 1990 y 1993, obligó al gobierno
nacional a negociar con los pueblos indígenas (Stavenhagen, 2010).
Es imprescindible reconocer, por su parte, el papel articulador que
jugó la “Campaña Continental 500 años de resistencia indígena, negra
y popular”, cuya convocatoria experimentó diversas formas de apro-
piación entre los movimientos y foros indígenas de América Latina. En
todos los casos, sin embargo, significó un referente crítico ante los pro-
yectos de celebración del V centenario del descubrimiento de América
impulsado por los gobiernos iberoamericanos, y re significado como
un proyecto continental de resistencia. La relación entre las categorías
de nación, poder popular, pueblo, movimiento indígena y territorio, se
transformaron y conllevaron a una reorientación de los horizontes de de-
mandas emancipatorios, proyectos de país y capacidades concretas para
la construcción de relaciones políticas y de resistencia entre pueblos, más
allá de las acotaciones del Estado nación.
En este contexto la Confederación de Nacionalidades Indígenas
del Ecuador (CONAIE), la Organización Nacional Indígena de Colom-
bia (ONIC) y el South and Meso American Indian Righs Center (SAI-
IC) convocaron en 1990 a la Primera Cumbre Continental de Pueblos
Indígenas, en Quito, Ecuador. El II Encuentro Continental de Pueblos
Indígenas fue organizado por el Frente Independiente de Pueblos In-
dios (FIPI) y la Coordinadora de Organizaciones y Naciones Indígenas
del Continente (CONIC), integrado por organizaciones y naciones de
EEUU, México, Centroamérica y del Cono Sur, y fue celebrado en el
Centro Ceremonial Otomi en el estado de México, durante la segunda
semana de octubre de 1993.
En el contexto de la llegada al poder presidencial de Bolivia de Evo
Morales en 2006, se convocó al “Primer Encuentro Continental de pueblos
y nacionalidades indígenas del Abya Yala: De la resistencia al poder” en
La Paz, Bolivia, en 2006. Mientras que en marzo de 2007 se realizó la “III
Cumbre Continental de Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala.
De la resistencia al poder”, en Iximche’ Tecpán, Guatemala, en marzo de
2007. Por su parte, la “IV Cumbre Continental de los Pueblos originarios

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TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Indígenas de Abya Yala” se realizó en Puno, Perú, en 2009. Finalmente, la


V Cumbre, más reciente, se celebró en el Cauca, Colombia en 2013.

Alianzas y organizaciones indígenas originarias en América Latina

En un trabajo anterior (Preciado y Uc, 2010) consideramos que la


práctica espacial indígena originaria y afrodescendiente, entendida como
una expresión de resistencia geopolítica generadora de contra-espacios,
se expresa en una estrategia etnonacionalista que afirma la propia cultu-
ra originaria para reivindicar ‘territorialidades ancestrales’. Esto conlleva a
la legitimación de símbolos, espacios, lenguajes y prácticas concretas con
las cuales se han re-articulado las sociedades indígenas en organizaciones
translocales y regionales que desbordan (o re-utilizan estratégicamente)
los límites o fronteras dominantes de la geografía colonial o de los Estados
nacionales modernos (cantones, municipios, provincias, Estados, etc.).
También consideramos una estrategia panindianista, que afirma la
comunidad de los excluidos por la colonización, y desarrolla una estrategia
de desterritorialización de los actuales Estados poscoloniales (Cairo, 2005).
Este panindianismo constituye la base sobre de alianzas translocales, trans-
regionales, trasnancionales indígenas. Entre las principales alianzas translo-
cales, “dentro”de los territorios nacionales podemos considerar:

• La Confederación de las Nacionalidades y Pueblos Kichwas del


Ecuador (ECUARUNARI). Constituida en junio de 1972 con el
objetivo de propiciar dentro de la población indígena la toma
de conciencia para lograr una recuperación social, económica y
política. Está integrada por catorce pueblos kichwas y cuenta con
trece organizaciones regionales.
• La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CO-
NAIE), que ha estado a la vanguardia de esas actividades polí-
ticas, organizando varios grandes “levantamientos” indígenas
pacíficos en Ecuador, en 1990, 1993 y 1999.
• La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). Consti-
tuida en 1982. Desarrolla los principios de Unidad, Territorio, Cul-
tura y Autonomía. Apoya el empoderamiento y el fortalecimiento
del ejercicio de los derechos colectivos; aporta a la construcción de
una sociedad democrática. Ejes estratégicos de la CAOI.

151
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

• El Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu (CONAMAQ)


de Bolivia.
• La Confederación Sindical única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB).
• La Confederación Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia –
Bartolina Sisa (FNMC-BS).
• La Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de
Bolivia (CSCIB).
• La Confederación de Pueblos y Comunidades Indígenas de Boli-
via (CIDOB), que reúne a su vez ocho organizaciones subregio-
nales de tierras bajas amazónicas orientales:
» CIRABO: Central Indígena de la Región Amazónica
» CPIB: Central de Pueblos Indígenas del Beni.
» APG: Asamblea del Pueblo Guaraní.
» CPESC: Central de Pueblos Étnicos de Santa Cruz.
» ORCAWETA: Organización de Capitanías Weehnayek.
» CPITCO: Central de Pueblos Indígenas de Cochabamba.
» CPILAP: Central de Pueblos Indígenas de La Paz.
» CIPOAP: Central Indígena de Pueblos Originarios de la
Amazonía de Pando.
» COPNAG: Central Organizativa de los Pueblos Nativos Guarayo
• La Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afectadas
por la Minería (CONACAMI).
• La Coordinadora de Identidades Territoriales Mapuche (CITEM)
de Chile.
• La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
• El Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), en Colombia.
• La Confederación Campesina del Perú (CCP).
• La Confederación Nacional Agraria de Perú (CNA).
• La Unión de Nacionalidades Aymaras (UNCA), en Perú.
• La Federación de Mujeres de Yauli (FEMUCAY), en Perú.
• La Asociación Nacional de Maestros de Educación Bilingüe Inter-
cultural (ANAMEBI), en Perú.
• El Consejo de Productores Alpaqueros del Norte de Ayacucho
(COPUCA), en Perú.
• La Organización de Naciones y Pueblos Originarios en Argentina (ONPIA).
• La Unión de Naciones Indígenas de Brasil (UNI).

152
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Por su parte, entre las alianzas transnacionales y transregionales de


América Latina, es posible considerar a:

• La Coordinadora Andina de Naciones Indígenas (CAOI)


que ha trazado cinco ejes estratégicos de acción en los cua-
les ha trabajado entre el 2010 y el 2012: Buen Vivir y De-
rechos de la Madre Tierra; fortalecimiento y articulación
del movimiento indígena; Observatorio Jurídico e inciden-
cia en instancias internacionales; incidencia en procesos
internacionales sobre cambio climático; y fortalecimiento
del liderazgo y articulación de las mujeres indígenas. De
acuerdo con su más reciente plan estratégico, los objetivos
2011-2015 son: Defensa de la Tierra, Territorios y Unidad
con la Madre Naturaleza. Construcción de Estados Plurina-
cionales y Sociedades Interculturales. Implementación de
Derechos Colectivos de los Pueblos Indígenas. Reconstitu-
ción de nuestros Pueblos y consolidación de su articulación
internacional. Desarrollo de la legitimidad y las alternati-
vas en la incidencia política internacional del movimiento
indígena. No criminalización de las demandas indígenas
y desmilitarización de nuestros territorios. Defensa de los
derechos de los pueblos y promoción del Buen Vivir frente
a la crisis climática. Fortalecer y legitimar la participación
de las mujeres indígenas en las organizaciones y las instan-
cias nacionales e internacionales.

Y sus ejes estratégicos los siguientes:

• Buen Vivir / Vivir Bien.


• Estados Plurinacionales.
• Derechos de la Madre Tierra.
• No criminalización de Derechos Indígenas (Observatorio
Jurídico).
• Crisis Climática.
• Articulación de los movimientos indígenas y con los movi-
mientos sociales.
• Mujeres indígenas.

153
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Las principales organizaciones constitutivas de la ONIC son: ECUA-


RUNARI: Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecua-
dor; CONAMAQ: Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu;
CONACAMI: Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afecta-
das por la Minería; ONIC: Organización Nacional Indígena de Colombia.
También se deben considerar las alianzas estratégicas que los
pueblos indígenas han hecho con otros sectores de la sociedad ci-
vil internacional con los que comparten agendas políticas comunes,
como ha sido el caso de los grupos ambientalistas, organizaciones
que actúan contra la minería a cielo abierto, la construcción de re-
presas, construcción de infraestructura estratégica, etc. Esto adquiere
gran importancia:

[…]si vemos el proceso en perspectiva, ya que en sus inicios la defensa


indígena se basó fundamentalmente en conceptos asociados a los derechos
humanos y a la defensa de los aspectos culturales y de la diversidad, pero
recientemente la emergencia de la figura del indígena como “guardián de
la naturaleza” colocó a las poblaciones nativas en un lugar privilegiado
en relación con las organizaciones ecologistas y defensoras del medio
ambiente que facilitó la inserción de las diferentes asociaciones de
pueblos en el panorama transnacional (Rodríguez, 2008:6).

Las agendas políticas de los pueblos indígenas han hecho un eco


fundamental en los temas de medio ambiente, el cumplimiento efec-
tivo de los derechos humanos, la aplicación de políticas de desarrollo
sustentables, las reflexiones sobre conceptos “modernos” vitales como
el de ciudadanía, el anhelo de consolidar estados pluriculturales, plu-
riétnicos y plurinacionales (Rodríguez, 2008). Así como en la capaci-
dad efectiva para construir política, cultura, sociedad y desarrollo desde
la autonomía y la autodeterminación en clave no estatal.
En este sentido, existe una agenda de lucha política en el marco
de los regímenes internacionales en los que se vinculan el derecho de
los pueblos indígenas con los grandes temas de la agenda global. Pero
también existe una agenda de lucha y resistencia frente a los gobier-
nos nacionales, el capital transnacional y paraestatal, y los proyectos
de desarrollo regional-transnacional agendados en los proyectos de
integración regional latinoamericana.

154
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Entrecruzamiento de territorialidades y soberanías frente a los pro-


yectos de integración regional

En julio de 2007, en la sede de la Comunidad Andina de Naciones


(CAN), se llevó a cabo el Primer Foro de Intelectuales e Investigadores
Indígenas orientado a presentar las ideas de integración regional basadas
en el Qhapaq Ñan o camino de la sabiduría. Más de 35 yatichiris, sabios,
amautas, pensadores e investigadores acudieron a la sede de la CAN y de-
batieron con los funcionarios de la organización. Las líneas de conexión
parecieren tener concordancia en los discursos, pero la práctica concreta
del desarrollismo que conduce los programas de integración regional
conducen a fuertes disputas y desencuentros. Entre los puntos apremian-
tes de la perspectiva de integración de los pueblos indígenas destaca el
considerar el reconocimiento de la diversidad y los desarrollos desiguales
experimentados en las sociedades andinas; el imperativo reconocimiento
a las formas de organización propias; el reconocimiento de la economía
comunitaria y la impostergable construcción de una soberanía alimen-
taria; la consolidación de estados plurinacionales y creación de órganos
de representación indígena autónomos a los gobiernos nacionales, entre
otros (Maldonado, 2007).
La región andina se ha convertido en uno de los centros de ma-
yor tensión respecto al desarrollo de iniciativas de extracción minera. La
proyección de corredores extractivistas, la ampliación de infraestructura
estratégica para el trasporte de recursos naturales y desiguales jurisdic-
ciones que han convertido el desenvolvimiento de la integración en una
agenda de conflictividad comunitaria.
Es claro que las tendencias de los proyectos de integración poseen
diferencias en el posicionamiento ideológico, el relacionamiento con
los centros de poder mundial, su perspectiva y ritmos de inserción al
patrón capitalista internacional, su nivel de subordinación o autonomía
frente a EEUU, su discurso de desarrollo, etc. No obstante, tanto los
proyectos suramericanistas como los del norte latinoamericano coin-
ciden en la matriz neo-extractivista y el impulso a los megaproyectos
mineros que han acelerado la inversión de capitales extranjeros (funda-
mentalmente canadiense y estadounidense), represas, explotación pe-
trolera, deforestación masiva para la ampliación de la frontera agrícola
orientada al monocultivo, etc.

155
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Las proyecciones de la geopolítica indígena han negociado rela-


ciones diferenciadas con los proyectos de integración regional, funda-
mentalmente en la región del Cono Sur. Por un lado, parecen apostar
al fomento de la autonomía de los proyectos políticos y comerciales
latinoamericanos, a través de graduales formas de apoyo a iniciativas
tales como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amé-
rica (ALBA) y los Tratados de Comercio entre los Pueblos (TCPs), el
Mercosur (en su versión social: Mercosur del pueblo), o incluso de
la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) en su perfil de inte-
gración social. Por otro lado, sin embargo, se enfrentan y oponen a
muchas de las territorialidades desarrollistas de las instituciones estraté-
gicas del capitalismo nacional-internacional que da sentido a la integra-
ción regional, la visión de desarrollo, el devastador mono-cultivo y el
modelo neo-extractivista que tales iniciativas implican. Por lo cual, las
territorialidades indígenas originarias de diversas latitudes de América
Latina, se enfrentan a un nuevo abigarramiento territorial que proyecta
múltiples y complejos escenarios de conflicto.

La conflictividad derivada de la IIRSA

En 2009, Miguel Palacín, Coordinador General de la CAOI, decla-


ró ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos lo siguiente:
“no estamos en contra de la IIRSA, es la IIRSA la que está en contra de los
pueblos indígenas”. El mapa de proyectos de la IIRSA se han convertido
no sólo en la proyección de desarrollo regional para la integración de los
recursos naturales al capital internacional, sino también la cartografía de
una creciente conflictividad entre pueblos originarios, gobiernos nacio-
nales y empresas transnacionales y paraestatales.
En este sentido, la Comisión Interamericana de Derechos Huma-
nos (CIDH) realizó en noviembre del 2010 una Audiencia para analizar
este tema. Los peticionarios (la Organización Indígena de la Chiquitanía
- OICH, la Red de Defensa Jurídica de la Amazonía y la Coordinadora
Andina de Organizaciones Indígenas - CAOI), indicaron que los mega-
proyectos vulneraban:

• El derecho a no ser desplazados.


• El derecho a la propiedad colectiva de la tierra, cuando se planifican

156
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

y ejecutan sobre territorios indígenas aún no titulados.


• El derecho a la consulta y el consentimiento libre, previo e
informado, cuando no se realizan consultas, o se realizan
consultas inadecuadas dirigidas a personas y no a las comu-
nidades
• El derecho a la libre determinación y el autogobierno, al des-
conocer las formas propias de desarrollo, atentando contra la
cosmovisión indígena del Buen Vivir; y al desconocer a las au-
toridades y los procesos de toma de decisiones de los pueblos
indígenas.
• El derecho a la integridad personal y a la salud, por la contami-
nación y la pérdida de la biodiversidad en zonas de caza, pesca
y recolección.

El mega-ordenamiento territorial de iniciativas como la IIRSA


tiene dos componentes: en primer lugar “la captura de fuentes ener-
géticas creando territorios corporativos en minería, hidrocarburos y
agro-combustibles, en formas análogas a las zonas francas industriales
donde son subrogadas las leyes nacionales, y en segundo lugar, se tra-
ta de la interconexión vial, fluvial, eléctrica, petrolera y gasífera que
impone una lógica extractiva a la dinámica poblacional, económica y
ambiental de estos territorios” (Martínez y Houghton, 2008: 231).
Estos proyectos se han concentrado en la externalización de los costos
para las grandes empresas y la absorción de los mismos por el presu-
puesto público del Estado, como ocurre al analizar la asignación de
presupuestos nacionales. El re-ordenamiento del territorio se elabora
sobre criterios corporativos que desestructuran la territorialidad indí-
gena, generando fracturas ecológicas y sociales a la vez que unen las
fuentes primarias y los mercados.
En Colombia, por ejemplo, se han emprendido varias iniciativas:
la IIRSA, el Plan Visión Colombia II Centenario 2019, el Plan 2500 del
Instituto Nacional de vías5, la Agenda Interna de Competitividad y Pro-
ductividad, y el Plan Nacional de Desarrollo 2006-2010. Todas estas ini-
ciativas se complementan y terminan por generar una agenda de conflic-
tividad y un desprecio sobre las formas territoriales de las comunidades
locales, sean indígenas, afrodescendientes o campesinas (Martínez y
Houghton, 2008).

157
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Cuadro 3
Cartera de proyectos IIRSA 2010
(En unidades y millones de $US corrientes)
Número Número de Inversión
Eje de Integración y Desarrollo
de Grupo Proyectos a/ estimada b/
Eje del Amazonas 7 58 5400,9
Eje Andino 10 64 7478,0
Eje de Capricornio 5 72 9421,4
Eje des Escudo Guayanés 4 25 1694,9
Eje de la Hidrovía Paraguay-Paraná 5 95 6677,4
Eje Interoceánico Central 5 55 5525,1
Eje MERCOSUR-Chile 6 107 35836,2
Eje Perú-Brasil-Bolivia 3 23 21402,3
Eje del Sur 2 27 2713,0
TOTALES 47 524 96119,2

Fuente: Cartera de proyectos COSIPLAN, sitio web: [http://iirsa.org/Page/Detail?menuItemId=32].

Como lo refleja el Cuadro 3, la cartera de proyectos de la IIRSA de 2010


considera hasta 524 iniciativas distribuidas en los nueve ejes de integración,
de las cuales existen 31 proyectos estructurados en la Agenda de Proyectos
Prioritarios de Integración (API). De todos ellos, existe un particular énfasis
en el eje andino y el eje Mercosur-Chile. Del primero, han derivado dos em-
blemáticas resistencias localizadas en Bolivia: la resistencia indígena contra la
construcción de la carretera que atraviesa el corazón del Territorio Indígena
Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), y la oposición a la construcción de
la hidroeléctrica Cachuela Esperanza. La primera representa un proyecto de
integración nacional del altiplano con el oriente amazónico boliviano, pro-
yectado como una prioridad geopolítica del gobierno de Evo Morales, pero
constituye además el eje estratégico para interconexión del capital paulista
con la región occidental del cono sur (García L., 2012). El problema radica
tanto en el escenario de devastación ecológica que conlleva la construcción
del segundo tramo de la carretera (que atraviesa el corazón del TIPNIS),
como la ruptura con uno de los principios centrales del proyecto plurinacio-
nal: la consulta previa, libre e informada a los pueblos indígenas.
Por su parte, el proyecto hidroeléctrico Cachuela Esperanza en la re-
gión norte de Bolivia, forma parte del complejo Río Madera, el proyecto
más polémico de la IIRSA conformado por dos proyectos hidroeléctricos

158
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

en Brasil (San Antonio y Jirao), un proyecto binacional en la frontera de


Bolivia y Brasil (Ribeirao) y un proyecto en Bolivia: el mencionado en
Cachuela Esperanza. Entre las consecuencias derivadas del mismo se en-
cuentra la resistencia de las comunidades que serán desplazadas, el enorme
costo ambiental ya que el Río Madera es el río más biodiverso del mundo,
además de ser el río amazónico con más sedimentos. En su cuenca viven
muchos pueblos indígenas de los cuáles algunos no han sido contactados
o viven en aislamiento voluntario. La otra paradoja estratégica se encuentra
en el hecho de que la viabilidad económica depende de que la mayor parte
de energía producida por la represa se exporte a Brasil (Laats, 2010). Este
condicionamiento revela a los actores centrales y los intereses que giran en
torno a los proyectos de integración y la situación de despojo que lleva a
los pueblos indígenas a generar una frontal resistencia.

PPP+Colombia - Proyecto Mesoamérica

El Proyecto Mesoamérica6, antes Plan Puebla Panamá, incluye a


Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Méxi-
co (que considera a los estados del sur-sureste de México: Campeche,
Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz
y Yucatán), Nicaragua, Panamá y República Dominicana. Región que
cuenta con una población de 212 millones de habitantes y 3.65 millo-
nes de km2 de extensión territorial, cuya estratégica ubicación geográ-
fica quiere ser aprovechada para la instrumentación de proyectos de
infraestructura, interconectividad y desarrollo social7. Aunque también
hay una agenda escondida en torno del control de las migraciones,
la seguridad nacional y regional bajo la influencia de la política es-
tadounidense hacia su “tercera frontera”, o buffer zone, así como el
afianzamiento del proyecto neo-extractivista y la mercantilización de la
biodiversidad mexicana y del istmo centroamericano.
No obstante que Mesoamérica cuenta con 61 pueblos reconocidos por
su lengua y cultura originaria, no hay una sola mención de esos pueblos en
los planes y programas del Proyecto Mesoamérica. Grave omisión si se toma
en cuenta que en conjunto, México, Guatemala, Perú y Colombia (además de
Bolivia), reúnen al 87% de indígenas de América Latina y el Caribe. Mesoamé-
rica reúne a dos grupos étnicos con una población que alcanza un máximo de
9.500.000, de indígenas en México y 1.300.000 indígenas en Colombia.

159
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

De acuerdo con el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de


Acción Comunitaria (CIEPAC)8: “Cuando el Plan Puebla Panamá fue lanzado
en 2001 por el presidente de México de aquel entonces, Vicente Fox Quesada,
la resistencia de los pueblos no tardó en llegar. La ofensiva que este plan signi-
ficó contra comunidades indígenas y campesinas provocó su fuerte rechazo:
los pueblos se manifestaron firmemente en contra de semejante proyecto de
saqueo y privatización de los recursos naturales y de la vida. Hallaron que los
mega-proyectos traerían sólo impactos negativos a sus comunidades y que los
supuestos beneficios quedarían -como siempre - en manos privadas. Gracias
a las protestas y movilizaciones populares han podido ser detenidas, posterga-
das, desviadas, alteradas y canceladas numerosas obras del PPP.” Entre las orga-
nizaciones en resistencia más destacadas en 2011, se encuentran las siguientes:

• CECOP (Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a La Pre-


sa La Parota) en Guerrero, México.
• COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indí-
genas de Honduras) contra la presa El Tigre en la frontera entre
Honduras y El Salvador.
• ACAP (Asociación de Comunidades Afectadas por el Anillo Pe-
riférico y Libramiento) en contra de vías rápidas en la zona
metropolitana de San Salvador, El Salvador.
• La comunidad maya en Sipacapa, departamento de San Marcos,
Guatemala, contra la minera Montana.
• UCIzONI (Unión de Comunidades Indígenas de la zona Nor-
te del Istmo), en el Estado de Oaxaca, México contra diversas
obras del PPP y de PEMEX en el Istmo de Tehuantepec.
• El Grupo Solidario de la Venta en contra del Proyecto Eólico La
Venta II, en el Istmo de Tehuantepec.
• La Asociación de Comunidades Rurales de Chalatenango, con-
tra el acoso de varias empresas mineras en El Salvador.

No obstante que el Proyecto Mesoamérica no alcanzó a reunir todos


los recursos financieros prometidos por los gobiernos nacionales y por
las instituciones financieras internacionales que lo apoyan, como el Banco
Interamericano de Desarrollo, o el Banco Mundial, sigue apostando por
megaproyectos de integración regional que afectan la vida de comunida-
des que no son tomadas en cuenta para la implantación de proyectos en

160
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

diversas áreas, correspondientes a 43 proyectos, que se dividen en dos


grandes áreas temáticas: el Eje de Integración Productiva y Competitividad,
que incluye: Transporte, Energía, Integración de los Servicios de Teleco-
municación, Facilitación Comercial y Competitividad, Biocombustibles. El
Eje de Desarrollo Humano y su Entorno, que contempla proyectos de Sa-
lud, Cambio Climático, Vivienda, Desarrollo Rural.
La construcción de carreteras es uno de los elementos clave del
Proyecto Mesoamérica dada su trascendental importancia geoestratégica.
“La geografía mesoamericana permite una comunicación e intercambio
de bienes y servicios con los centros mercantiles más importantes en las
cuatro direcciones (Norteamérica, Sudamérica, Asia y Europa) y con la
ventaja de contar con costas en ambos océanos (Atlántico y Pacifico)”
(zunino, 2010). Aquí se encuentran varios focos de resistencia, pues
son afectadas cientos de comunidades indígenas por más de 3 mil 500
kilómetros de red carretera proyectada.

Mapa 3
Proyectos de Transporte - Red Internacional de Carreteras Mesoamericanas

Fuente: zunino (2010)

161
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

En cuanto a Energía, el PM también genera escenarios de trans-


formación territorial que entran en conflicto con la vida de las comu-
nidades indígenas y campesinas afectadas por la política de reestructu-
ración de la matriz energética en los países miembros, pues esa política
(zunino, 2010): “ha derivado en la paulatina privatización del sector
energético, colocando la producción de energía en manos privadas,
a la vez que ha buscado romper la dependencia a los hidrocarburos
diversificando las fuentes, como es el caso de la expansión de presas
hidroeléctricas en México y Centroamérica. El fin último de esta políti-
ca apunta al abasto seguro y barato de energía eléctrica destinada a los
bloques empresariales e industriales de los diferentes países”. Existen
planes para impulsar cultivos extensivos destinados a producir biodie-
sel, construir 381 presas hidroeléctricas a lo largo de Centroamérica y
el sur de México, y la magnitud e impacto negativo sobre comunida-
des afectadas, está despertando resistencias e impedimentos que surgen
desde movimientos sociales heterogéneos en los que participan pue-
blos y naciones indígenas.
Para mediados de 2009, sólo el 1,7% del financiamiento se destinó
para el eje de Desarrollo Humano y su Entorno. De acuerdo con zunino
(2010), ello “nos habla del carácter netamente económico del Proyecto
Mesoamérica, basado casi exclusivamente en la generación de la infraes-
tructura para integrar los mercados del norte con los del sur, lo cual des-
miente el discurso oficial de una supuesta segunda etapa basada en proyec-
tos de gran impacto social como salud, medio ambiente, vivienda, etc.” Ni
la sustentabilidad, ni la mejoría de calidad de vida, son prioridades del PM.
Lo que se trata de implementar con proyectos como el de Ciudad Rural
Sustentable, iniciado en Chiapas, muestra la perversidad de planes que se
presentan como mejoría pero que tienen objetivos subyacentes de expul-
sión y control de las poblaciones rurales indígenas y campesinas.
Desde el campo de las alternativas, la región mesoamericana anida
resistencias, proyectos políticos y civilizatorios que son heterogéneos en su
estrategia y composición étnica, aunque promisorios de nuevos formatos
participativos que dan voz y visibilidad a actores discriminados, excluidos
de los proyectos de desarrollo. Además de las organizaciones de base terri-
torial en cada uno de los países de Mesaomérica, la experiencia de inte-
gración regional social y popular del Foro Mesoamericano de los Pueblos,
desde su surgimiento en el año 2000 en Tapachula, México, “ha centrado

162
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

sus fuerzas en la construcción y articulación de movimientos y luchas en


torno a la resistencia contra las diferentes expresiones del neoliberalismo,
como los tratados de libre comercio o los planes de despojo como el PPP,
actual Proyecto Mesoamérica.” (zunino, 2010A).

Conclusiones

Las proyecciones de la geopolítica indígena han negociado rela-


ciones diferenciadas con los proyectos de integración regional, funda-
mentalmente en la región del Cono Sur. Por un lado, parecen apostar
al fomento de la autonomía de los proyectos políticos y comerciales la-
tinoamericanos, a través de graduales formas de apoyo a iniciativas ta-
les como la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América
(ALBA) y los Tratados de Comercio entre los Pueblos (TCPs), el Merco-
sur (en su versión social: Mercosur del pueblo), o incluso de la Unión
de Naciones Suramericanas (UNASUR) en su perfil de integración social.
Por otro lado, sin embargo, se enfrentan y oponen a muchas de las te-
rritorialidades desarrollistas de las instituciones estratégicas del capita-
lismo nacional-internacional que da sentido a la integración regional, la
visión de desarrollo, el devastador mono-cultivo orientado al biodiesel o
la agroexportación especializada, la expansión de cultivos genéticamente
modificados, y el modelo neo-extractivista que tales iniciativas implican.
Por lo cual, las territorialidades indígenas originarias de diversas latitudes
de América Latina, se enfrentan a un nuevo abigarramiento territorial
que proyecta múltiples y complejos escenarios de conflicto, entre los que
se encuentran los siguientes:

a. El conflicto entre derecho comunitario y el Estado de Derecho


nacional, supranacional e internacional. En el que se ubican los
problemas relativos a la configuración del sujeto individual-co-
lectivo, sus formas de asociación e integración comunitaria y
el ejercicio de gobierno bajo parámetros no occidentales, que
incluyen el debate democrático bajo el marco de concepciones
holistas como la sociedad de la naturaleza, o sociedad natural.
Cabe preguntarse sobre las demandas colectivas de base indígena
en torno de las autonomías étnicas y regionales, la conforma-
ción de Estados plurinacionales, que ofrece el caso boliviano, los

163
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

Caracoles zapatistas en México, la constitución de comunidades


etno-políticas como la nación mapuche, la perseverancia de ima-
ginarios territoriales de inspiración andina en Perú, Ecuador y
Colombia, o la configuración de un imaginario supranacional
como el Abya Yala. Geopolíticas indígenas que tensan las rela-
ciones locales con lo global, como es el caso de las reivindica-
ciones ante las Naciones Unidas, la Organización Internacional
del Trabajo, o la propia Corte Penal Internacional, que se han
constituido en espacios de lucha, resistencia y reivindicación de
demandas indígenas ancestrales-contemporáneas.
b. El conflicto entre desarrollo capitalista, experiencias de cor-
te “post-neoliberal” y procesos de integración supranacional
regional, que terminan por ser excluyentes de los mundos
indígenas. Si la crisis global y sistémica toma un giro eco-te-
rritorial (Svampa, 2012), dada la expansión del modelo
neo-extractivista, son las comunidades indígenas las princi-
pales afectadas por ese conjunto de prácticas neocoloniales,
en tanto la acumulación por desposesión expulsa e impacta
negativamente a quienes se asientan sobre territorios biodi-
versos. Se calcula que cerca del 70 por ciento de las zonas
biodiversas coincide con los lugares donde se asientan pue-
blos originarios. Y en tanto los Estados nacionales que buscan
otras vías de desarrollo no capitalistas, o vías reformistas de
intentos de justicia y equidad social, no logran escapar de las
megatendencias impuestas por el modelo neo-extractivista ni
de las presiones del mercado financiero internacional transna-
cionalizado y corporativo.
c. El conflicto por la oposición entre el proyecto civilizatorio in-
dígena y el proyecto capitalista hegemónico, que se expresa
en la dimensión cultural desde o frente a la naturaleza, par-
ticularmente en torno del llamado desarrollo sustentable, en
la dimensión de la comunidad política, ante la preeminencia
de enfoques estado-céntricos e interestatales que “regulan” las
relaciones entre Estado y sociedad, o en la dimensión social de
la convivencia, el reconocimiento de la alteridad, el derecho
a la diferencia y a la interculturalidad, sin discriminación al-
guna. Un proyecto civilizatorio que entraña nuevas formas de

164
TerriTorialidades e enTrecruzamenTos geopolíTicos na américa laTina

comunidad política y valores de sentido, que incluyen, aunque


desbordan hacia la constitución de formatos “universales parti-
culares”, que interpelan al “orden mundial”, al Estado nacional
y los gobiernos locales; el entramado de los regímenes inter-
nacionales dedicados al tema indígena y los valores de convi-
vencia. Destacan en este sentido los principios o el Estado del
Buen Vivir, los Caracoles zapatistas y múltiples concresiones de
poderes locales con potencial instituyente o constituyente, que
apuntalan la fuerza de la geopolítica indígena frente a la utopía.

Jaime Preciado - Professor-Pesquisador Titular C da Universidad de Guadalajara,


México e do Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO),
México. Expresidente da Asociação Latino-americana de Sociología (ALAS).

Pablo Uc - Pesquisador associado do Centro de Estudios Superiores de México y


Centroamérica (CESMECA), da Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNI-
CACH), e Professor da Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), México. Bolsista
do Conselho Latino-americano de Ciências Sociais (CLACSO).

(1) Este artículo deriva de la ponencia presentada con el mismo título durante el Seminario
Internacional: Extraterritorialidades, entrecruzamento de soberanias e conflitos na América
Latina, coordinado por el Dr. Luis Ayerbe, realizado en Sao Paulo, Brasil en agosto de 2013.
Instituto de Estudos Econômicos e Internacionais da UNESP, Centro Brasileiro de Estudos da
América Latina do Memorial da América Latina y Fundação Friedrich Ebert. Agradecemos los
comentarios y críticas hechas por los colegas participantes.
(2) Este trabajo, organizado en dos volúmenes que se organizan en diez capítulos geoculturales
y cinco capítulos temáticos, compila la participación de 34 investigadores de todas las regiones
estudiadas. Incluye un capítulo, no exhaustivo, dedicado exclusivamente a la presencia de los
pueblos afrodescendientes. Es posible acceder en el sitio web.
(3) De acuerdo con el texto de Miguel Ángel López Hernández (2004), Abya Yala significa “tierra
en plena madurez” o “tierra de sangre vital”.
(4) Uno de ellos es el texto de Javier Lajo (2006):“Qhapaq Ñan: La ruta inka de sabiduría”.
(5) http://www.invias.gov.co/index.php/seguimiento-inversion/123-seguimiento-a-la-inver-
sion/proyectos-invias/76-plan-2500.
(6) Del Portal del Proyecto Mesoamérica: http://www.proyectomesoamerica.org/ .
(7) Portal del Proyecto Mesoamérica: “Sus antecedentes se remontan al año 2001, surgiendo en
el marco del Mecanismo de Diálogo y Concertación de Tuxtla, foro de diálogo político impulsado
permanentemente por México y Centroamérica, el cual se ha ampliado con la incorporación de
República Dominicana y Colombia.”

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(8) CIEPAC: “Integración para el despojo: el proyecto Mesoamérica, o la nueva escalada de


apropiación del territorio (I/III)”, consultar en el sitio web: http://www.biodiversidadla.org/
Portada_Principal/Documentos/Integracion_para_el_despojo_el_proyecto_Mesoamerica_o_la_
nueva_escalada_de_apropiacion_del_territorio_I_III.

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