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Latinoamérica: de la construcción del nombre a la consolidación de la idea

Rafael Leporace Farret y Simone Rodrigues Pinto

RESUMEN

El propósito de este artículo es examinar el proceso de construcción de la idea de América Latina, es


decir, el surgimiento del concepto y su simbología en la perspectiva de la modernidad. El corte
cronológico comprende el período colonial hasta la coyuntura de consolidación del término América
Latina, a fines del siglo XIX. La creación del nombre – América Latina – y su predominio sobre otros
términos utilizados para definir una identidad continental, como Hispanoamérica, Indoamérica,
Iberoamérica, entre otros, se discute desde la perspectiva analítica del filósofo uruguayo Arturo Ardao,
sin dejar, sin embargo, , para compararlo con el trabajo de otros especialistas.
Palabras clave:América Latina, identidad, debate historiográfico.

RESUMEN

El propósito de este artículo es examinar el proceso de construcción de la idea de América Latina, es decir, el
surgimiento del concepto y su simbolismo en la perspectiva de la modernidad. La cronología comprende desde
el período colonial hasta el contexto de consolidación del término América Latina a fines del siglo XIX. Discute la
creación del nombre – América Latina – y su prevalencia frente a otros términos utilizados para definir una
identidad continental, como Hispanoamérica, Indoamérica, Iberoamérica, entre otros, desde la perspectiva
aanalítica del filósofo uruguayo Arturo Ardao, mientras que, sin embargo, , , cotejándolo con el trabajo de otros
expertos.
Palabras clave:América Latina, identidad, debate historiográfico.

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Latinoamérica: de la construcción del nombre a la consolidación de la idea

Rafael Leporace Farret y Simone Rodrigues Pinto

Introducción

Necesitamos separar las palabras de las cosas, como dice Walter Mignolo1. En ese sentido, el objetivo de este
artículo es presentar históricamente cómo se dio el proceso de construcción de la idea de América Latina, no la
entidad en concreto, sino el nacimiento del nombre y su simbología en la perspectiva de la modernidad.
El “descubrimiento” de América impactó no sólo en el escenario social y económico
europeo, sino que, sobre todo, revolucionó el imaginario moderno de las extensiones
ultramarinas. ¿Cuál debería ser el nombre de este continente tan diverso? La historia
de la construcción del nombre de esta vasta franja de tierra coincide con la historia de
los intentos de apropiación de este imaginario y, en consecuencia, de las riquezas
materiales que lo acompañaron. Primero los íberos, luego los franceses, más tarde los
“norteamericanos”. La construcción del nombre dejó en la sombra y en el olvido
cualquier intento de valorización de los pueblos autóctonos, indígenas o negros.
Siempre desde la perspectiva europea, América Latina se ha ido consolidando en el
mundo occidental moderno como una periferia, inferior y explotada.dos.
Nuestro corte cronológico va desde la época colonial hasta el momento de consolidación del término
América Latina, a fines del siglo XIX. Dejando de lado el complejo debate de la existencia o no de una única
identidad latinoamericana, lo que aquí nos proponemos es determinar los pasos y razones que llevaron a la
población de esta parte de las Américas a aceptar una idea de América Latina. En este sentido, coincidimos con
la afirmación de Miguel Rojas Mix de que la historia de la identidad latinoamericana es también la “historia de
los diferentes nombres de América y las razones por las que se impusieron estos nombres”3. Por lo tanto,
intentaremos discutir la creación del nombre en sí.América Latinay la explicación del por qué de su victoria en
relación con otros términos existentes en la región que definen su identidad, como Hispanoamérica,
Indoamérica, Iberoamérica, etc.
Antes de examinar el progreso de los estudios sobre este tema, debemos saber de antemano
qué tan altos son sus niveles de dificultad. Empezando por la propia imprecisión del concepto de
América Latina, ya que es muy difícil determinar qué países la componen, o qué criterios se utilizan
para clasificar a tal o cual país americano como parte de esta denominación. El politólogo y
diplomático Alain Rouquié nos recuerda que definir el concepto de América Latina en términos
geográficos es imposible, y también lo es desde el punto de vista cultural, porque entonces habría
que incluir en esta denominación al Canadá francés, “infinitamente más latino”. que Belice” y tanto
como Puerto Rico, un estado libre asociado a los Estados Unidos”, pero que, sin embargo, “nadie
pensó jamás en incluirlo, ni siquiera al nivel de su provincia francófona,4.
Otra dificultad que se nos presenta es el aspecto negativo de abordar de manera unificada y
homogénea una extensa región que, de hecho, es sumamente diversa desde el punto de vista étnico,
cultural, lingüístico, político y económico. Sabemos que cuando hablamos de América Latina no estamos
tomando en cuenta a los pueblos originarios de la región, ni a los pueblos africanos trasplantados aquí a
lo largo de los siglos. O mejor dicho, los estamos tomando en cuenta, sí, pero desde la perspectiva de una
dominación que no los entiende como agentes del proceso de formación de la identidad del continente.

Por tanto, para dejar este trabajo con la menor cantidad de aristas posibles, es necesario aclarar que no
presentaremos aquí la visión de los llamados “grupos excluidos” en la Historia, pues como veremos más
adelante, el término América Latina no se genera en sus discursos, sino en los de las élites político-económicas.
negrode Hispanoamérica. Ciertamente estos “excluidos” fueron importantes para el proceso de creación de la
identidad, pero nuestro enfoque de análisis se centra en este último grupo.
Esto no quiere decir que profesemos un total desprecio por el resto de la población del continente.
Por el contrario, creemos que a través del análisis de la creación de la idea de una “América Latina”

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– forjada por una minoría desde el siglo XIX y presente hasta nuestros días – podemos empezar a cambiarla, o, quién
sabe, algún día, incluso ampliarla, porque está en el descubrimiento de las verdaderas motivaciones que llevaron a la
exclusión de estos diferentes grupos que no han tenido oportunidad a lo largo de la historia de la región que vamos a
poder actuar en relación a los cambios necesarios.
De lo dicho anteriormente, surge un aspecto que nos interesa particularmente a los brasileños: la no
participación de Brasil en el proceso de construcción ideológica en América Latina. Por lo tanto, no nos
concierne aquí examinarlo en el curso de tal proceso. Eventualmente lo mencionaremos, pero sin
grandes pretensiones analíticas.
Como observación final, nos gustaría aclarar que para desarrollar nuestro argumento, optamos por dejar
de lado esa bibliografía que ha sido exhaustivamente analizada por los investigadores sobre el tema durante
algún tiempo.5, adoptando como referencia bibliográfica centralGénesis de la idea y el nombre de América
Latina6, del difunto filósofo uruguayo Arturo Ardao. En este trabajo, publicado en 1980, y lamentablemente aún
poco conocido por el público brasileño, Ardao busca explicar la construcción de la identidad latinoamericana a
partir del surgimiento de la noción y el nombreAmérica Latina7.
Seguiremos básicamente esta misma propuesta, que es mostrar el camino evolutivo de las principales
denominaciones atribuidas a lo largo de la historia a la región. Y tendremos siempre las formulaciones de
Ardao como eje rector de este ensayo, pero sin olvidar compararlas con trabajos de otros investigadores sobre
el tema, buscando así problematizar un mayor número de posibles interrogantes.
Estas son, por tanto, las principales consideraciones preliminares a realizar. Y es a esta América Latina, tan
imprecisa y compleja, a la que queremos dirigirnos. Aún considerando los diversos riesgos que corremos al
proponer este tipo de análisis, no podemos negar que, desde un punto de vista geopolítico, existe una región
reconocida a nivel mundial como América Latina, que alude “en los ámbitos político y cultural a una entidad
autónoma”. ., así como Europa, Asia, África o América del Norte”8.

La génesis del nombre “América”

Comencemos, pues, por un punto que parece central en la obra de Ardao: explicar la construcción de
la idea y el nombre deAmérica Latina, hay que buscar los orígenes del nombre “América”, pues según el
filósofo uruguayo la noción de “América Latina” es parte constitutiva de la denominación9.
Partiendo de esta premisa, Ardao sostiene que los procesos de formación de la identidad, tanto
en América como en América Latina, se pueden dividir, cada uno de ellos, en tres etapas. En una
primera etapa, la característica predominante sería la ausencia, no sólo de una noción, sino también
de un nombre que haga referencia al área geográfica específica. La segunda etapa estaría
caracterizada por la percepción de la existencia de una región específica, que aún no tiene nombre.
Finalmente, está la etapa en la que esta percepción va acompañada de un nombre que la expresa
definitivamente.
Para comprender mejor esta metodología de análisis, analizaremos el caso del surgimiento del
nombre “América”. El proceso de génesis de su idea y de su nombre (es decir, el transcurso de las
tres etapas antes descritas) tomó aproximadamente quince años, comenzando inmediatamente
después de la llegada de Colón a las Antillas.
Ardao señala que, antes de llamarse “América”, la extensa franja territorial conquistada
por los europeos se denominó, primero, “Indias” y, después, “Nuevo Mundo”.
Durante la primera fase, se desprende del nombre que los navegantes desconocían que se trataba de una
región desconocida, sin precedentes desde la perspectiva europea. El mismo Colón, que puso ese nombre
porque pensó que había llegado a las Indias, murió piadosamente creyendo en este falso concepto.
Cuando Amerigo Vespucci hace su viaje por las tierras vistas por Colón y se da cuenta de que, en realidad,
los genoveses habían llegado a una región que hasta entonces no existía en los mapas europeos, el per-

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percepción de la existencia de una región específica, aunque el nombre “América” aún no está presente.
El término utilizado para designar esta novedad fue “Nuevo Mundo”, que, según Arturo Ardao, es
“clasificar y calificar: clasifica comoMundo, en su sentido convencional, destapado, y al mismo tiempo lo
califica como Nuevo”10. Esta sería la segunda etapa del proceso de génesis.
El nombre “América” recién nació en 1507, cuando el geógrafo alemán Martin Waldseemüller publicó
Introducción a la Cosmografía, que contiene un mapa en el que el autor se refiere al Nuevo Mundo como
“América”, en un claro homenaje a Amerigo Vespucci.
La superación de las tres etapas, que en este caso duró precisamente 15 años –de 1492 a 1507–,
consolidó el nombre “América”, pero no excluyó la existencia de otras nomenclaturas. Los europeos
todavía usarían otros términos para referirse al continente americano durante muchos, muchos años. La
expresión “Nuevo Mundo” en sí misma continuó usándose durante siglos, y continúa hasta el día de hoy
(aunque con mucha menos fuerza que antes)11, que Ardao justifica por el hecho de que “hay una gran
riqueza semántica en su juego dialéctico con el Viejo Mundo [Europa] – desde lo geográfico e histórico
hasta lo filosófico”12.
Una vez que se estableció el nombre “América”, es importante señalar que esta categoría no sirvió
inmediatamente a los intereses de la élite colonial española. Lo afirmamos porque la noción de “americano” no fue
compartida por tal grupo hasta aproximadamente el inicio de los procesos de independencia de Hispanoamérica, es
decir, hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX.
El historiador francés François-Chavier Guerra, analizando con rigor el caso español, afirma que los
roces entre las élitesnegrosy el poder metropolitano a principios del siglo XIX contribuyeron a la
reformulación del estatus de Estados Unidos y su propia identidad:

Hasta 1810, las élitesnegros, en la lucha por la igualdad política, se presentaron, sobre todo, como españoles
iguales a los peninsulares que, además, gozaban de los privilegios y foros que les otorgaba su condición de
descendientes de los conquistadores y pobladores de América. A partir de ahora [1810], la necesidad de
distinguirse de sus enemigos llevó a los insurgentes a poner en primer plano esta identidad “americana” que se
había consolidado a fines del siglo XVIII.13

Corroborando lo dicho anteriormente, Miguel Rojas Mix afirma que “si durante la colonia el
americano admitió ser llamado 'criollo', 'indio' o 'español de Indias', a principios del siglo XIX, asociado a
los procesos independentistas, se presenta el problema de la identidad bajo una nueva perspectiva”,
acabando el proceso emancipatorio “por imponer el nombre de 'americano'”14.
Es claro que la autoafirmación de “americano” corresponde a una necesidad de diferenciarse del
enemigo europeo y que la eficacia de este adjetivo, en el proceso de las luchas independentistas, fue
considerable.15. Sin embargo, quizás más importante que eso sería el hecho de que tanto la creación
como la difusión de este concepto representó la necesidad de implantar una identidad continental en las
ex colonias, ya que ello establecería la creación de una gran fuerza encargada de la defensa contra
posibles ataques de las viejas metrópolis europeasdieciséis. Ciertamente, estas acciones fueron practicadas
casi exclusivamente por grupos ubicados en la cúspide de la pirámide social de la región recién liberada,
pero ello no disminuye su importancia en el proceso de consolidación de una futura identidad
latinoamericana, pues también fue “construida” en una forma diferente, de arriba abajo, como veremos
más adelante.

De “Hispanoamérica” a “América Latina”: el papel de Estados Unidos

Paralelamente a la consolidación de la idea de “americana”, en la América española posterior a la independencia,


se observa un fenómeno curioso: el cambio en el uso del término “América” por “Hispanoamérica” en el discurso de
los líderes. de los movimientos emancipatorios y de las nuevas élites.17. A pesar de Simón Bolívar

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para usar el término “América” en la Conferencia de Panamá de 1826, en los años siguientes se hizo
predominante el ideal de construir una “Hispanoamérica”; este cambio es relevante a la hora de intentar
comprender el proceso de génesis del nombre “América Latina”.
El historiador Aimer Granados García explica bien esta transición cuando analiza los contenidos de los
congresos de unión continental celebrados en Hispanoamérica durante las primeras décadas posteriores
a la Independencia.18. En medio de una etapa difícil de la historia de las antiguas colonias españolas,
marcada por la conflictiva construcción de las futuras naciones de Centro y Sudamérica, el paso de
“América” a “Hispanoamérica” no habría sido inocente. Básicamente, tal cambio habría obedecido a “una
mayor conciencia de lo que constituía la identidad cultural del conjunto de países que formaban la
antigua América española”, y que “debido a los constantes intentos de agresión de que fueron objeto
desde el momento de la Independencia, intentaron mostrarse ante la comunidad internacional como
países libres unidos por una serie de intereses y lazos culturales”.19.
Sin embargo, ¿cuáles fueron estos intentos de agresión que enfrentaron las antiguas colonias españolas en el período
posterior a su independencia, mencionados anteriormente por Granados García? La respuesta a esta pregunta es también
fundamental para nuestra búsqueda arqueológica de la construcción del nombre “América Latina”.
En términos generales, podemos decir que los enemigos de las nacientes repúblicas hispanoamericanas fueron
básicamente algunas potencias europeas y Estados Unidos. Entre todos ellos, el que merece mayor atención es esta
última nación, de acuerdo con los propósitos de este artículo.
Estados Unidos surgió en el siglo XIX como una potencia regional. A partir de la creación de la
Doctrina Monroe en 1823, con su lema “América para los americanos”, quedaron claras sus
ambiciones imperialistas en relación con los países del continente. Inicialmente sólo una advertencia
a las potencias europeas para que no intentaran reactivar el dominio colonial sobre el continente,
esta doctrina comenzó a utilizarse, aún en el siglo XIX, como justificación intervencionista para todo
el continente americano. Su lema podría interpretarse, por tanto, como “América para elnorte
-Americanos”.
México pudo sentir la fuerza de su imperialismo regional a fines de la década de 1840, durante la
guerra entre los dos países, que resultó en la transferencia a los Estados Unidos de aproximadamente 2.4
millones de kilómetros cuadrados de territorio mexicano. Además, vale la pena recordar la hazaña de
William Walker (1824-1860), un estadounidense que a partir de 1855 se convirtió en el gran líder político
de Nicaragua.
Según Arturo Ardao, la entonces emergente “hispanoamericanidad” apareció en el contexto de esta lucha, cuando
se buscó “definir y afirmar una identidad común frente a Estados Unidos, el joven imperio que amenazaba desde
América y con el nombre de América”20. La parte final de este comentario de Ardao parece muy interesante, ya que
llama la atención sobre la “apropiación” del término “América” por parte de los norteamericanos. Esse fato também
teria contribuído para a definição de um outro termo que denominasse a antiga América espanhola, conforme
explicitado nas palavras de José Maria Samper, publicadas em 1861, ao justificar o porquê da necessidade de se inovar
a terminologia “histórico-geográfica do Novo Mundo ", una vez que:

los ciudadanos de la Confederación del Norte llamada “Estados Unidos”, con razón se atribuyen el nombre
de americanos, como expresión de su nacionalidad política, así como designan con el nombre genérico de
América a la Confederación fundada por Washington (…)21.
Llegamos así al momento clave en la trayectoria del nombre “América Latina”, pues es la ocasión en
que la necesidad de definir una nueva identidad, ante la presencia de Estados Unidos, favoreció el
surgimiento de nuevos términos identitarios para Hispanoamérica. . Varios nombres surgieron durante la
búsqueda de esta identidad, por ejemplo,magna colombia, propuesta a finales del siglo XVIII por el
militar venezolano Francisco de Miranda -considerado uno de los precursores de los movimientos
independentistas en Hispanoamérica- y que a mediados del siglo XIX todavía era

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defendida por algunos intelectuales como la mejor definición para la región22. Sin embargo, entre todos los
nombres que surgieron durante este período, el término “América Latina” fue sin duda el que más éxito logró,
pues a diferencia de los demás, se perpetúa hasta el día de hoy.
Debido a la relevancia de Estados Unidos en este proceso de consolidación del término “América
Latina”, coincidimos con Arturo Ardao cuando afirma que no podemos entenderlo en su totalidad sin
guiarnos por la expresión que en cierto modo es su antítesis. : la “América sajona”. Como afirma
Ardao, América Latina y América Sajona “son conceptos correlacionados, aunque en oposición; no
podrían aparecer y desarrollarse sino juntos, aunque sea por contraste”23. Esta dualidad, que “parte
directamente de la filiación étnica de las poblaciones de origen europeo que han implantado
determinadas formas de cultura en suelo americano”24, no se expresa así en el lenguaje cotidiano, ya
que no nos referimos a los estadounidenses de Estados Unidos como “saxoamericanos”, sino como
norteamericanos. Sin embargo, aunque la dualidad más adecuada es América Latina/América del
Norte, se basa en el criterio del conglomerado étnico del que forma parte la madre nación: sajón, en
el caso inglés; Latín, en portugués, español y francés.
Hecha esta salvedad, y tomándola como referencia a partir de ahora, veremos cómo se presenta el debate
historiográfico sobre la génesis del nombre “América Latina”.

“América Latina” en el campo de la Historia de las Ideas: John Leddy Phelan, Arturo Ardao y
Miguel Rojas Mix

Como informamos al inicio de este ensayo, la obra de Ardao,Génesis de la idea y el nombre


de América Latina, es nuestra referencia más importante para abordar la construcción del
nombre “América Latina”. Quizás la principal justificación de nuestra actitud sea el hecho de que
a través de este trabajo, Ardao logró revisar y cambiar una perspectiva paradigmática que
prevalecía desde, al menos, fines de la década de 1960. El filósofo uruguayo abrió nuevas
posibilidades de investigación sobre el mismo tema. ; ya partir de la década de 1990
aparecieron nuevos argumentos, algunos incluso refutándolo.
Comentemos ahora los análisis de otros dos estudiosos del tema que llegaron a
conclusiones diferentes a las del filósofo uruguayo. Al hacerlo, buscamos integrar la obra de
Ardao en un contexto historiográfico más amplio, además de examinar las líneas centrales de
este debate. Empecemos, pues, por quien inició la discusión sobre el tema.
El punto de partida de la arqueología del nombre “América Latina” se inicia con el artículo del historiador
estadounidense John Leddy Phelan, “Pan-Latinism, French Intervention in Mexico (1861-1867) and the Genesis
of the Idea oflatínAmérica”, publicado en 196825. Su impacto en el medio académico fue enorme, pudiendo
considerarse hasta el día de hoy como la referencia bibliográfica predominante sobre el tema.26.
En este artículo, Phelan considera que el término “América Latina” aparece por primera vez en 1861, en el
contexto del panlatinismo. La ideología panlatina, que existía en Francia desde la década de 1830, cobrando
fuerza bajo Napoleón III (el llamado Segundo Imperio, de 1852 a 1870), pretendía someter a las naciones
hispanoamericanas al poder francés, y al mismo tiempo tiempo tuvo como objetivo reducir el área de acción de
la política imperialista yanqui. Su punto central fue el acercamiento cultural entre Francia y las nacientes
repúblicas de habla hispana, basado en una unión “latina” intercontinental, pero que obviamente tendría a
Francia como líder.
John Leddy Phelan destaca el papel del político y economista francés Michel Chevalier (1806-1879) en
el proceso de elaboración del término “América Latina”. Uno de los principales ideólogos del panlatinismo,
Chevalier ya pensaba en la existencia de una América Latina, con l minúscula, mucho antes del reinado de
Napoleón III, más precisamente en 1836, como se puede leer en la introducción de su obra.Letters sur
l'Amérique du Nord: “Las dos raíces, latina y alemana, reproducidas en el Nuevo Mundo. LA

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Sudamérica es, como Europa, sureña, católica y latina. Norteamérica pertenece a una
población protestante y anglosajona27”.
Temiendo el crecimiento imperial de Estados Unidos y Rusia y la consiguiente superación de los
franceses en esta disputa, Chevalier aclara el papel protagónico de Francia en el panlatinismo:

Francia (…) constituye el tope del grupo latino; es tu protector En los acontecimientos que parecen avecinarse, el
papel de Francia es grande. Francia es el custodio de los destinos de todas las naciones del grupo latino en
ambos continentes. Ella sola puede impedir que toda esta familia de pueblos sea engullida por el doble avance
de los germanos, o sajones, y los eslavos.28

Según Phelan –y con este punto Ardao parece estar de acuerdo– es de aquí que nace el nombre
“América Latina”, pero la noción de una “América Latina”, lo que a su vez nos permite concluir que aquí se
da el momento. creación de la dualidad América Latina/América Sajona ya mencionada.
A partir de esta idea de Michel Chevalier se construye el panlatinismo francés que, con el paso de los
años, sufre cambios paulatinos. Durante el gobierno de Napoleón III, presidente de la república francesa
desde 1848 y autoproclamado emperador desde 1852, numerosos intelectuales franceses e incluso
hispanoamericanos abrazaron el concepto de panlatinismo, cada uno por diferentes razones. Lo primero
por una razón obvia: la expansión del imperio francés, como una suerte de retorno al Antiguo Sistema
Colonial, o anticipación del neocolonialismo a fines del siglo XIX. hispanoamericanos, también por una
cuestión estratégica, pero con propósitos muy distintos a los primeros: el deseo de construir la idea de un
“nosotros” europeo29que permitió la salida del “atraso” y el ingreso a la “civilización”.
Como consecuencia más llamativa de este panlatinismo, como manifestación imperialista, se observa,
además de algunos proyectos que fracasaron30, la invasión de México por los franceses en 1862.
Aprovechando la debilidad de los Estados Unidos, debido a la Guerra Civil (1861-1865), Napoleón III
invade militarmente una parte del territorio mexicano, y para asegurar su predominio en el región
termina nombrando al archiduque austríaco Maximiliano de Habsburgo como monarca de ese país.
Según Phelan, fue en el momento de los preparativos para la invasión francesa del territorio
mexicano que nació el término “América Latina”, en un artículo de 1861 escrito por LM Tisserand en
Revista de las razas latinas31, publicación que circuló en París entre 1857 y 1861, con una orientación
panlatina. Rápidamente, el término fue apropiado por otros intelectuales franceses y por algunos
hispanoamericanos residentes en Europa.
Este artículo de John Leddy Phelan fue duramente criticado por Arturo Ardao doce años después, en
Génesis de la idea y el nombre de América Latina. Al lanzar una nueva interpretación en el campo de los
estudios sobre la creación del concepto de América Latina, Ardao inevitablemente terminó confrontando la
visión del historiador norteamericano, quien sostenía que el nombre “América Latina” no había sido creado por
los franceses, sino más bien por el pensador y periodista colombiano, residente en París, José María Torres
Caicedo (1830-1889), en el año 1856.
Partiendo de la premisa de que el proceso de creación de la noción y el nombre “América Latina” duró
aproximadamente 50 años, Ardao inicia su argumentación presentando lo que considera como la primera
etapa de gestación: entre el inicio de la independencia y la década de 1830, hubo no había por lo menos el
concepto de “América Latina”; los términos utilizados en la época para referirse a la región eran “América del
Sur”, “América del Sur”, “América”, “Hispanoamérica”.
La segunda etapa de este proceso, siempre según Ardao, tuvo lugar entre las décadas de 1830 y
1850; es el momento de creación de la idea de América Latina, pero no de su nombre. Coincidiendo con
Phelan, Ardao afirma que apareció por primera vez en algunos textos de escritores franceses, cuando
comenzaron a distinguir dos etnias (o dos “razas”, como se decía entonces) en el continente americano:
una latina y otra sajona. . Un nombre emblemático que ilustraría bien este argumento sería el de Michel
Chevalier, el mismo analizado por Phelan y ya mencionado antes.

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Ardao también agrega que en esta etapa los estadounidenses de origen español (hispanoamericanos)
residentes en Europa (principalmente en Madrid y París) comenzaron a incorporar esta idea, pero
siempre con el término “latino” connotando la América hispanoparlante. Así, quedaron excluidos los
estadounidenses de origen portugués y francés.
Finalmente, el último paso es la creación del propio nombre, que se inicia en la segunda mitad de la década de
1850, con José María Torres Caicedo. En París desde 1853, el periodista colombiano publicó, en septiembre de 1856,
en la capital francesa, un poema titulado “Las dos Américas” que contiene los siguientes versos:

La raza de la América Latina Al


frente tiene la sajona raza, enemigo
mortal que ya amenaza Su libertad
destruir y su pendón32

Esto sería, según Arturo Ardao, el “certificado de bautismo” – para usar la expresión de Phelan33– de
“América Latina”, ya que el término “latina” ya no se aplica como adjetivo, sino como sustantivo. Si bien no
abandonó en sus escritos los términos “América del Sur”, “Hispanoamérica” e “América española”, ya en la
década de 1850, Torres Caicedo utilizó la expresión “América Latina” y sus variantes, como “Estados
latinoamericanos”. numerosas veces.”, “Naciones latinoamericanas”, “Estados de América Latina”, “Repúblicas
de América Latina”. Por eso Ardao concluye que “antes de que terminara la década de 1950, en la pluma
hispanoamericana de Torres Caicedo, no sólo nació el nombre -como nombre-, sino también en circulación y,
por tanto, en proceso de difusión, el nombre -como nombre- de América Latina”34.
Solo hay un tema en el que Ardao y Phelan parecen estar de acuerdo en relación con el proceso de
génesis: es el contexto histórico y geográfico en el que tuvo lugar, es decir, el panlatinismo de Francia a
mediados del siglo XIX. Pero las diferencias nos distancian enormemente. La primera parece obvia: cinco
años antes de que LM Tisserand escribiera el término “L'Amerique Latine”, Torres Caicedo, en 1861, ya lo
había creado (en español) y difundido en la propia Francia, en varios escritos.
El segundo punto de fricción, pero no menos importante que el primero, se advierte en los versos de Torres
Caicedo, citados más arriba. La identificación de la región antes llamada “hispanoamericana”, en la perspectiva
del periodista colombiano, habría resultado de la amenaza que representaba Estados Unidos, y no como una
mera justificación de la invasión mexicana por parte de Francia, según palabras de Tisserand, un francés – tesis
defendida por John Phelan.
En este debate entre Ardao y Phelan, parecía que el primero había anulado la perspectiva analítica del
segundo, poniendo fin a la discusión. Pero, incluso con una fuerte base documental para justificar su
argumento, Ardao no estuvo libre de críticas; a principios de la década de 1990, con la publicación de un libro
del historiador chileno Miguel Rojas Mix, sus conclusiones comenzaron a ser cuestionadas.
Rojas Mix publica, en 1991,Los nombres científicos de América35, presentando una interesante lista de
los diferentes nombres atribuidos al continente americano, al menos en su parte de origen español y
portugués. Al analizar el origen del nombre “América Latina”, discute la visión equivocada de Phelan,
contrastándola con la de Ardao.
Sin embargo, Rojas Mix afirma que Ardao también se equivocó al desconocer el pensamiento del
intelectual chileno Francisco Bilbao (1823-1865) quien, entre 1855 y 1857, residió en París. Propaga, como
algunos intelectuales hispanoamericanos exiliados en Francia, la unión de los pueblos de las repúblicas
de origen español para enfrentar al imperialismo yanqui. Sin embargo, según Rojas Mix, en junio de 1856
-es decir, tres meses antes que Torres Caicedo- el pensador chileno habría creado el término “América
Latina” durante una conferencia en París.
Sus palabras fueron luego transcritas bajo el título “Iniciativa de América. Idea de un Congreso
Federal de las Repúblicas”36, y en ellos encontramos el siguiente enunciado: “Pero la América vive, la
América Latina, Sajona e Indígena protesta, y se encarga de representar la causa del hombre

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(...)”37. Aquí estaría el origen del nombre “América Latina”, defiende Rojas Mix, y no en la poesía de Torres
Caicedo. Este sería, por tanto, el gran error de Ardao, según el historiador chileno: haberle otorgado la
autoría de esta nueva atribución de sentido a la expresiónAmérica Latinaa otro individuo.
Sin embargo, Ardao no ignoró a Francisco Bilbao, pues en suGénesis de la idea y el nombre de
América Latinadedicó aproximadamente una página y media a analizar sus palabras38. Sin embargo, el
filósofo uruguayo no los reconoció como el momento de creación del término, pues, para él, Bilbao
seguiría utilizando el término “latín” como adjetivo, y no como sustantivo. Además, la denominación que
Bilbao atribuye al continente, en el resto de su texto, es América del Sur. Pese a ello, Ardao se preocupa
en afirmar que las palabras del intelectual chileno merecen un lugar privilegiado en la historia del
advenimiento de la idea de una América Latina39.
Sin embargo, para Rojas Mix, esta negación es insostenible y, en el fondo, expresa el prejuicio de los
historiadores y filósofos de la región, aún hoy, hacia Francisco Bilbao, ya que fue “un marginal en la
historia, un personaje subversivo, difícil de enfrentar”.40. Además de este prejuicio, otra razón que
justificaría la negación de su precedencia en la autoría de la denominación habría sido la actitud del
pensador chileno, abandonando el término al poco tiempo de enunciarlo, debido a su decepción con la
invasión francesa a México. , a principios de la década de 1860. Esta actitud no fue seguida por Torres
Caicedo; al contrario, el periodista colombiano fue uno de sus grandes impulsores hasta el final de su
vida, y esto le trajo mayor reconocimiento41.
Sin negar que Torres Caicedo ha utilizado la expresión “América Latina” en su poemaLas dos
Américas–aunque siempre subrayando que esto ocurrió solo tres meses después del congreso
organizado por Bilbao–, Rojas Mix sostiene que no se trata de una mera coincidencia, sino, quizás,
de un caso de plagio. Torres Caicedo pudo haberlo oído de boca del propio Bilbao, cuando se
celebró en París la referida conferencia, y luego lo utilizó en su obra.
No hay documentación que acredite la participación del colombiano en el evento, pero Rojas Mix
advierte que a ese encuentro fueron invitados intelectuales hispanoamericanos residentes en París y que,
como no eran numerosos en ese momento y todos se conocían bien, es Cuesta creer que Torres Caicedo
no estuviera allí, o al menos no supiera de lo que se hablaba entonces. Yendo un poco más allá, Rojas Mix
defiende la tesis del plagio, destacando que Torres Caicedo, como reconoce el propio Ardao, apenas
nueve días antes de la conferencia, escribió un artículo42en el que utilizó el término “América española”
para referirse a la región43.Sería una extraña coincidencia que comenzara a usar el término “América
Latina” después de esta reunión.
Criticando a otros autores que defienden las tesis de Ardao, Rojas Mix llega a una conclusión
directa, en la que no solo defiende con vehemencia a su compatriota, sino que propone una
reevaluación del tema por parte de los estudiosos:

No es justificable ocultar, ni minimizar, el papel de Bilbao en la fundación del término en el que hoy
reconocemos nuestra identidad. No solo porque fue el primero en utilizarlo, sino porque le dio su
significado actual, muy alejado de las concepciones de latinidad de la época (...) No se trata de despreciar
al colombiano [Torres Caicedo], quien más hizo por difundir la idea, pero no se puede olvidar al chileno
porque, además, fue quien mejor entendió esta denominación como paradigma de identidad anticolonial
y antiimperialista. Incluso el hecho de que dejara de usarlo es coherente y muestra la estrecha conexión
que estableció entre este nombre y la decisión antiimperialista. Cuando lo abandona es porque se da
cuenta de que sirve para legitimar el colonialismo francés.44

Del debate entre Ardao y Rojas Mix podemos concluir que, independientemente de las diferencias
que existan entre ellos, es claro que el acta de nacimiento del término “América Latina” perteneció a
intelectuales hispanoamericanos. Así, la tesis de Phelan parece no tener más validez.

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Latinoamérica: de la construcción del nombre a la consolidación de la idea

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Nota sobre el debate Phelan, Ardao y Rojas Mix en Brasil

Este debate sobre la creación del término “América Latina” parece ser aún poco conocido en el ambiente
académico internacional y más aún en Brasil. De los escasos investigadores brasileños que se interesan o se
han interesado por este tema, prácticamente todos parecen desconocer la tesis propuesta por Rojas Mix. De lo
que tuvimos oportunidad de examinar, sólo aparece como excepción el historiador Luis Alberto Moniz
Bandeira, por atribuir la creación del nombre a Francisco Bilbao.45.
en lo mas interesanteLa historia del concepto de “América Latina” en Estados Unidos, Joao Ferés Jr.
analiza con rigor y brillantez la trayectoria del nombre, comentando el debate Arturo Ardao versus John
Phelan; pero ni siquiera se citan las conclusiones de Miguel Rojas Mix. Varios investigadores, incluido
Hector Bruit46, profesor de Historia de América en la Unicamp durante muchos años – siguen defendiendo
la visión de Phelan, pareciendo ignorar la tesis de Ardao. Otros parecen ignorar incluso el artículo pionero
del historiador estadounidense47.
Quizás este descuido de los investigadores brasileños en relación al tema se deba a que el país, de
hecho, no tiene tradición de investigación en el área de las Américas. Esfuerzos en varias direcciones han
sido realizados en las últimas décadas por las principales universidades brasileñas, pero el camino por
recorrer aún parece largo.

Conclusión

La supervivencia del término “América Latina” y su uso aún hoy no son hechos evidentes. Es
importante señalar que este nombre enfrentaría altibajos a lo largo de finales del siglo XIX. Las
explicaciones para esto son numerosas; entre ellos podemos destacar la presencia misma del
imperialismo francés en las Américas de habla hispana. El fracaso de este proyecto, sin embargo, no
impidió que surgiera un sentimiento de repulsión hacia el panlatinismo, debido a su inevitable asociación
con el imperialismo. Además, y quizás como consecuencia del motivo anterior, se observa el auge de
otras ideologías identitarias en el continente americano, como el retorno del hispanoamericanismo, con
José Enrique Rodó y su clásicoariel48, y el fortalecimiento del panamericanismo –encabezado por Estados
Unidos–, ambos a fines del siglo XIX.
Lo cierto es que después de la Segunda Guerra Mundial, el término “América Latina” tomó impulso y se consolidó,
principalmente a través de la acción de los organismos políticos multilaterales.49. Comprender las motivaciones de ese
momento, sin embargo, es tarea de otra investigación.
Para concluir, quisiéramos destacar que la búsqueda de una identidad latinoamericana, o identidades
latinoamericanas, ha sido objeto, desde hace casi dos siglos, de las preocupaciones de sus (¿o nuestras?)
50. Por tanto, esta búsqueda parece infinita, pues se reconstruye según los intereses de sus más variados
grupos, en determinados contextos históricos. Aun así, siempre seguiremos definiendo nuestra identidad
y la de los demás.
Arturo Ardao resume este aspecto demostrando cómo la búsqueda de un nombre que nos identifique
es fundamental. Al analizar el intento de revitalizar la idea clásica mirandina de “Magna Colombia”, a
mediados del siglo XIX, el filósofo uruguayo afirma:

(...) no fue un acto de romanticismo histórico, aunque sí en el período romántico. Fue, por el contrario, un episodio más
en el largo esfuerzo de nuestra América, como le gustaba decir a Martí (...), en definir su identidad a través de la
determinación de su nombre. Este esfuerzo está lleno de dramatismo. Sucesivas generaciones, desde finales del siglo
XVIII hasta nuestros días, la han ido sintiendo, cada una a su manera, pero siempre bajo la necesidad de responder a
los desafíos a la autonomía de su personalidad común. En otras palabras, su propia existencia. No saber cómo llamarte
a ti mismo es algo más grande que no saber lo que eres; es no saber quien eres.51

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Los grados

1 Véase MIGNOLO, Walter.La idea de América Latina. La herencia colonial y la opción decolonial. Barcelona: Editorial Gedisa, 2005.

dos Referencia a la obraLa tormenta, de Shakespeare, en el que Calibán representa al bárbaro nativo y subyugado por un europeo, el
duque de Milán, Próspero.

3 Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América.Barcelona: Editorial Lumen, 1991. p. 61-62.

4 Ver ROUQUIE, Alain.El Lejano Oeste: Introducción a América Latina. São Paulo: EDUSP, 1991. p. 21
5Como por ejemplo,invento de america, de Edmund O'Gorman (São Paulo: Editorial UNESP, 1992), yla conquista de
america, de Tzvetan Todorov (São Paulo: Martins Fontes, 1996).
6Véase ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina. Caracas: Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos, 1980.
7Para Ardao, la idea de América Latina y el nombre que la expresa son dos signos diferentes que merecen ser analizados por
separado.
8Ver ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. dieciséis.

9 Ídem,ibídem, PAGS. 31

10 Ídem,ibídem, PAGS. 17

11Como ejemplo, véase, de Carmen Bernand y Serge Gruzinski, Histoire du Nouveau Monde (Paris: Fayard, 1991-1993, 2 vols.),
recientemente publicado en Brasil por EDUSP bajo el título Historia del Nuevo Mundo.
12 Ver ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 17

Ver GUERRA, François-Xavier. Las mutaciones de la identidad en Hispanoamérica. En: GUERRA, François-Xavier and ANNINO,
13

Antonio (Coords.). yoenrollando la nación. México: Fondo de Cultura Económica, 2003. p. 210.
14Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 63-64.

Ver GUERRA, François-Xavier.Modernidad e independencia. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas. 3.ed. México: Ed.
15

Mapfre / Fondo de Cultura Económica, 2000. p. 348.


Ver GRANADOS GARCÍA, Aimer. Congresos e intelectuales en los inicios de un proyecto y una conciencia continental
dieciséis

latinoamericana, 1826-1860. En: GRANADOS GARCÍA, Aimer. y MARICHAL, Carlos (Comp.).Construcción de identidades
latinoamericanas. Ensayos de historia intelectual, siglas XIX y XX. México: El Colegio de México, 2004. p. 42.
17Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 64.

Además del mencionado Congreso de Panamá, de 1826, podríamos destacar los congresos de Lima, celebrado en 1848, y
18

Santiago de Chile, en 1856.


19Ver GRANADOS GARCÍA, Aimer. Congresos e intelectuales en los inicios de un proyecto y una conciencia continental
latinoamericana, 1826-1860,Op. cit., PAGS. 53. Rojas Mix parece estar de acuerdo con Granados García, cuando afirma que
“esta hispanoamericanidad está definida por el único eslabón importante que deja la dominación española: la lengua. En
consecuencia, se la ve como una comunidad cultural formada por las repúblicas, ex colonias españolas”. Ver ROJAS MIX,
Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 64-65.
20Ver ARDAO, Arturo. La idea de la Magna Colombia en Miranda y Hostos. En: ZEA, Leopoldo (Comp.).Fuentes de la cultura
latinoamericana. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica, 1995. p. 46.
21 apudARDAO, Arturo. La idea de la Magna Colombia en Miranda y Hostos,Op. cit., PAGS. 48.
22 Véase ARDAO, Arturo. La idea de la Magna Colombia en Miranda y Hostos,Op. cit.
23 Ver ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 24

24 Ídem,ibídem, PAGS. 21
25El artículo se publicó por primera vez en inglés en 1968, pero en 1969 se tradujo al español. Actualmente se encuentra
disponible una versión en español en la colección de artículos organizada por Leopoldo Zea,Fuentes de la cultura
latinoamericana(México: FCE, 1995, Tomo 1), bajo el título “El origen de la idea de Latinoamérica”. Esta es la versión que
discutimos aquí.
26Ver GRANADOS GARCÍA, Aimer. Congresos e intelectuales en los inicios de un proyecto y una conciencia continental
latinoamericana, 1826-1860,Op. cit., PAGS. 41.
Ver CHEVALIER, Michel. Sobre el progreso y el futuro de la civilización. 1836. En: ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el
27

nombre de América Latina,Op. cit., pág.162.


28 Ídem,ibídem, PAGS. 165.

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Latinoamérica: de la construcción del nombre a la consolidación de la idea

Rafael Leporace Farret y Simone Rodrigues Pinto

29Ver SORIA, Esther Aillon. La política cultural de Francia en la génesis y difusión del conceptoL'Amérique latín, 1860-1930 En:
GRANADOS GARCIA, Aimer and MARICHAL, Carlos (Comp.).Construcción de identidades latinoamericanas. Ensayos de historia
intelectual, siglas XIX y XX,Op. cit., PAGS. 72.
30 Ejemplos de estos fracasos son el proyecto de construcción de un canal marítimo en Panamá, que unirá los océanos Pacífico y
Atlántico, y la creación del Reino de los Andes.

31Ver PHELAN, John Leddy. El origen de la idea de América Latina. En: ZEA, Leopoldo (Comp.).Fuentes de la cultura
latinoamericana. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica, 1993. p. 138.
32 apudARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 182.
33 Ver PHELAN, John Leddy. El origen de la idea de América Latina,Op. cit., PAGS. 473.
34 Ver ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 86.

35 ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América. Barcelona: Editorial Lumen, 1991.

36 La edición que aquí examinamos es la publicada en el volumen editado por ZEA, Leopoldo.Fuentes de la cultura latinoamericana, op.
cita, pág. 53-66.

37Ver BILBAO, Francisco. Iniciativa de América. Idea de un congreso federal de las repúblicas. En: ZEA, Leopoldo
(Comp.).Fuentes de la cultura latinoamericana. Tomo I. México: Fondo de Cultura Económica, 1995. p. 56.
38 Ver ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 81-82.

39Ídem,ibídem, PAGS. 82.

40Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 345.

41Ídem,ibídem, PAGS. 344.

42 El texto en cuestión es el artículo “Agresiones de los Estados Unidos”, publicado en la revistaEl CorreoUltramar, el 15 de junio de
1856. Parte del artículo puede leerse en ARDAO, Arturo.Génesis de la idea y el nombre de América Latina,Op. cit., PAGS. 80.

43Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 345.

44Ídem,ibídem, PAGS. 346.

45 Véase MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto. ¿América Latina o América del Sur? Buenos Aires:Clarín, edición del 6/5/2005.
46BRUIT, Héctor Hernán. La invención de América Latina. En:V Reunión ANPHLAC. Disponible en <http://anphlac.
cjb.net> Consultado el 19/7/09.
Véase DINIZ, Dilma Castelo Branco. El concepto de América Latina: una mirada francesa.caligrama. Revista de Estudios
47

Románticos. Belo Horizonte, no. 12, 2007. pág. 129-148.


48Ver ROJAS MIX, Miguel.Los nombres científicos de América,Op. cit., PAGS. 362.

49 Véase MONIZ BANDEIRA, Luiz Alberto. ¿América Latina o América del Sur?Op. cit.

Ver GRANADOS GARCÍA, Aimer. y MARICHAL, Carlos (Comp.).Construcción de identidades latinoamericanas, op. cit.,
50

PAGS. 12
51 Ver ARDAO, Arturo. La idea de la Magna Colombia en Miranda y Hostos,Op. cit., PAGS. 46.

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