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El entramado social de la cárcel: la construcción de complicidades y

solidaridades

Lic. Mario Alanis. Facultad de Humanidades. U.N.Ca.


Lic. Herminda Herrera. Esc. Normal “Clara J. Armntrong”
Prof. Gabriela Narváez. Facultad de Humanidades. U.N.Ca.

El presente proyecto intenta señalar el modo cómo, en un entramado


regulado de relaciones, tal como es el caso del Servicio Penitenciario
Provincial, se constituyen y reproducen solidaridades y complicidades.
Esta institución regula la totalidad de la vida de los internos, administra
su tiempo, demarca su espacio, controla su emotividad, asigna funciones a las
aptitudes corporales.
Desde esta perspectiva resulta importante conocer las maneras en que
estos mundos sociales, que se expresan en prácticas, permiten a los internos
reconocer significados y otorgarle sentido a su acción. Estas acciones tienen
como destinatarios, en muchos casos a otros sujetos con quienes no solo
comparte hábitat, también probablemente historias sociales, privaciones, ritos,
marcas, etc..
El trabajo está realizado sobre la base de tres tipos de información, las
notas de campo de los investigadores, las entrevistas en profundidad a
internos-detenidos y guardia cárceles y las publicaciones periodísticas sobre
los hechos delictivos que involucran a los sujetos entrevistados por el equipo.
El estudio de la cárcel desde este enfoque platea un doble desafío:
conocer las cuestiones a los que los internos le otorgan “valor sagrado”, cuales
no se permiten, cuales se condena y, hasta donde podemos ahondar en
nuestra búsqueda, que está permitido, que está vedado conocer.
Interesa reconocer las concepciones y usos del espacio, el patrón de
vida de los detenidos, los instrumentos y objetos de trabajo diario, la forma
como se administra el tiempo y las concepciones que gobiernan el movimiento
de los cuerpos en ese espacio.

Palabras Claves: sobre la Cárcel –solidaridades-complicidades



El presente trabajo es resultado de los avances en la ejecución del proyecto de investigación:
“Estudios sobre la cárcel: una aproximación a las prácticas y estrategias de constitución y
reproducción de identidades individuales y colectivas”. SEDECYT. U.N.Ca.
Cuando se habla del “mundo” de la cárcel debemos reconocer a ese
espacio como de difícil acceso, y ese obstáculo se manifiesta de múltiples
maneras: dificultad cognoscitiva (similar a la de cualquier objeto de
investigación), dificultad empírica, no es fácil acceder a condiciones que
garanticen una adecuada observación del objeto de estudio y dificultad
epistemológica, se trabaja en torno a algo cuya naturaleza está seccionada por
un sin número de perspectivas teóricas, políticas y sociales.
Nos encontramos frente a una situación cuyos usos cotidianos, gestos,
actitudes, marcas y usos lingüísticos constituye una cultura específica, una
forma de ver la vida y de sentir. Al aprender a decodificarlos y a hacerlos
inteligibles, nos acercaremos al aprendizaje de su cultura.
No se trata solamente del conocimiento de significados o signos
empleados como formas y recursos identitarios, sino también como
expresiones de posiciones, actitudes y sentidos que se traducen en
situaciones y contextos específicos.
Esto se manifiesta en el tono de voz, la mirada, el movimiento de
incomodidad o la sonrisa de complicidad, como parte de un “modo de ser”,
“andar por la vida” o de un “así soy”.
Observando con detenimiento este lenguaje gestual nos preguntamos:
¿en todos será igual?, ¿es parte de ese mundo?, ¿es la manifestación de algo
estudiado?, ¿cómo se construye?, ¿es parte del “juego” de la cárcel?.
A medida que nuestro trabajo avanza empezamos a comprender que es
algo típico y “natural” entre los detenidos de la cárcel, (que forma parte de ese
entramado de relaciones), sus luchas y sus intercambios, lo que es y lo que
representa, lo que se observa y lo que simboliza.
Esto quizás se deba al tiempo de permanencia que algunos de los
entrevistados lleva en la cárcel. La población carcelaria estudiada está
constituida en gran medida por gente que ha permanecido en ella durante
mucho tiempo o que recurrentemente retorna a ella.
Es también expresión de “otros” hechos reales, los que involucran a los
detenidos, a su trayectoria de clase, a su trayectoria “profesional” 1.

1
Algunos de los detenidos, básicamente aquellos condenados por robo, aluden a su vida
delictiva como una profesión
Nuestra perspectiva busca establecer los significados propios de ese
ámbito a cuestiones que hacen a la vida en común, a los marcos de solidaridad
y a los esquemas de referencias respecto a como se define al otro. Por
definición se trata de un igual que comparte el régimen de detención y con
quien se relaciona para establecer prácticas, definir vínculos y construir
complicidades.
Desde ese punto de vista todos los recursos empleados por nuestros
entrevistados constituyen pautas que conducen a su “identificación”.
Además les permite “establecerse” ante quien está o quien lo entrevista.
No se trata, creemos, de posturas específicas y determinadas por tipo de
delito, por el contrario de debe a la forma en que cada detenido emplea los
recursos y el sentido que los mismos tienen para ellos.
Algunos se presentan como eruditos en el tema del funcionamiento de la
cárcel o del complejo sistema de relaciones entre delito y ley; entre
delincuentes y policías; entre tipos de delincuentes 2 y también según grupo
etario3.
Así se da cuenta del uso de técnicas muy precisas en las formas y
hábitos de relacionarse que también se emplean como forma de “hacer
carrera”4, transmitir experiencias e incluso como forma de autovaloración.

EL CUERPO COMO RECURSO

El recurso más importante en todo este juego es sin duda el “cuerpo”, en


él se registra el pasado: golpes, marcas, tatuajes y también cicatrices de
algunos enfrentamientos con la policía o con otros detenidos, aunque de esto
último generalmente no hablan demasiado.

2
Es muy evidente el deseo de algunos detenidos por diferenciarse de otros según el tipo de
delito por el cual cumplen condena, por robo, asalto e incluso esto se manifiesta cuando
buscan diferenciarse de aquel que cometió delito de tipo sexual.
3
Por lo general se buscan establecer diferencias con los más jóvenes a quienes se los
considera por lo general inexpertos, excesivamente violentos, irrespetuosos de códigos o
simplemente “manejables” en el sentido que están al servicio de cualquier propuesta con tal de
mejorar su situación en el penal.
4
Se trata de preparar a los más inexpertos para ese mundo, quienes luego le tributarán
reconocimiento, respeto, consideración.
El cuerpo transmite algo, debe hacerlo, pero además es archivo y
registro del pasado o de la “trayectoria”, cuando algunas de las cicatrices dan
cuenta de la participación en motines o reclamos por mejoras en el
funcionamiento de la institución.
Otras, expresan las luchas llevadas a cabo contra “traslados” 5
compulsivos de detenidos “con fama”, o por haber reclamado por mejoras en la
administración de su situación de detención visitas, salida laboral, participación
en talleres, etc..
En algunos casos los enfrentamientos son generados por la mala
atención que reciben los familiares en ocasión de las visitas, por el tiempo de
espera a la que son sometidos o por el exceso en las requisas.
El cuerpo en ese sentido es como un emblema, y también como un
elemento de denuncia, muestra los golpes recibidos en ocasión de su
detención o también en casos de participación en motines.
Muchas de esas marcas son reclamos juramentados: “venganza a la
policía” y en ese sentido lo que alguna vez fue espacio de aplicación de
castigos o tormentos pasa a ser recurso de reclamo y mecanismo de denuncia.
En el cuerpo se corporiza y se objetiva la violencia: aquella que tiene
que ver con su historia social, familiar, con su historia más reciente y que
involucra los hechos que desembocaron en su situación actual.
Las marcas corporales registran su “pesar” y “sufrimiento” y en ese
sentido se distinguen de los tatuajes, pues estos expresan un mensaje
simbolizado, único inapelable.
Cada una de esas huellas habla de circunstancias particulares y sociales
que determinaron y constituyeron al detenido, las otras son las respuestas del
individuo a ello.
Es ese recorrido similar lo que lleva a construir vínculos y solidaridades
entre los detenidos.
Hay aspectos no explicitados, pero que forman parte del mundo de la
cárcel y tienen que ver con necesidades no satisfechas, de privaciones y de
marginalidad.

5
Se denomina así al traslado de algunos internos a otras unidades de detención por causas
generalmente “inventadas”.
Ese mundo, donde lo evidente es la “transgresión”, está íntimamente
vinculado a procesos de crecimiento de desempleo, empobrecimiento y
marginación, producto de la década de los noventa y sumada a la pérdida de la
capacidad integradora del estado como así también al deterioro de la calidad
de los servicios básicos.
En ese sentido la violencia observada en la vida y las relaciones de las
personas de los sectores más humildes de la sociedad, se constituye como una
respuesta casi lógica a la desaparición del estado en la mediación de la vida de
los individuos.
De ese marco de violencia emergen comportamientos que llevaron a los
internos a su situación actual,
Tampoco se puede dejar de señalar como generados en ese proceso el
deterioro de las instituciones públicas, los profundos cambios en los
comportamientos sociales y la ruptura de identidades que tenían como vehículo
de expresión a asociaciones colectivas como gremios, sindicatos, asociaciones
barriales, etc.
Al verse afectados lazos y vínculos tradicionales, surgieron procesos de
fragmentación social y su más evidente máscara: la violencia.
De este modo, la violencia empezó a tener un rol activo y constructor;
muchas de las nuevas relaciones sociales son resultados de nuevos vínculos,
nuevas identidades, nuevas y originales formas de protesta.
En parte ese comportamiento se observa incluso en las solidaridades y
complicidades que se establecen en el espacio de la cárcel: son resultados casi
lógicos de la naturaleza de estas nuevas relaciones.
El carácter de estos vínculos tienen el sesgo de expresarse como
respuesta a algo (la ausencia de mediaciones), como consecuencia de algo (la
fractura de un orden social solidario) y también en la búsqueda de algo
(protección, seguridad, respaldo).

LA NOCIÓN DEL OTRO

“El compañero de uno, el que va con uno, es tres veces más que la madre y
cinco veces más que el hermano, porque es el que me cuida la espalda a mi y
yo le cuido a él entendés, es un código que tenemos nosotros, no nos dejamos
tirados, vamos dos y volvemos dos o quedamos los dos tirados ahí”

“Yo estoy acá y el compañero de afuera está afuera. Te tiene que dar una
mano, no a vos, a tu familia. Le hace llegar cosas a la familia, te ayuda, no con
mucho pero si te ayuda, pueden hacer una colecta y dejarte en tu casa”

En los comentarios que se trascriben se ponen de manifiesto nociones


de “solidaridad” como una trama extendida de personas y relaciones vinculadas
simultáneamente de varias maneras y dimensiones donde se da cuenta de
diversos niveles de organización social y de relaciones sociales
institucionalizadas.
Esta mirada nos permite concebir a la cárcel como una configuración
espacial y organizacional de características novedosas: Observamos que sus
límites son difusos y algunas prolongaciones de ella alcanzan a porciones
importantes de la sociedad y esto quizás sea resultado de cierto estado de
abandono de los involucrados por parte de ésta.
Tal cual lo señala Wacquant6 estos comportamientos son resultado de
tres factores concurrentes: despacificación de la vida cotidiana,
desdiferenciación social (desaparición gradual de la estabilidad de las
relaciones sociales, desproletarización, incapacidad del estado para alcanzar
ciertas “zonas”) e informalización económica.
Este último aspecto tiene como impacto la cobertura insuficiente de
demanda de trabajo, la desertificación organizacional de los barrios, el fracaso
de la asistencia del estado y la promoción del crecimiento de una economía
desregulada.
Así es como de una sociedad desarticulada, violenta y de carencias, la
cárcel se manifiesta como un espacio objetivo de posiciones y recursos
materiales y simbólicos que tienen sus raíces en la sociedad o siendo más
preciso, en el entramado de relaciones y trayectorias de las cuales provienen la
gran mayoría de los detenidos.

6
Loic Wacquant. Parias Urbanos. Marginalidad en la ciudad a comienzos del milenio. Buenos Aires.
Edit. Manantial. 2001. p. 111
Debemos señalar y pensar a la cárcel como un lugar físico, social y
simbólico cuyo “funcionamiento” es resultado en gran medida de lo que sucede
afuera de ella.
De este modo también se puede pensar a la vioencia como resultado de
la carencia de medios y recursos en las que viven grandes cantidades de
personas para producir sus propias identidades colectivas e individuales.
Las “solidaridades” y “complicidades” de los que habitan la cárcel está
impregnada de estos mecanismos y por si fuera poco la situación institucional
de los organismos de detención, es una clara expresión del abandono al que
fueron sometidas todas las instituciones sociales de acción directa.
Por lo mismo el comportamiento de los detenidos tiene ese carácter
segregado, criminalizado y judicializado.
Son los desprotegidos, los “expulsados”, los pobres los principales
“clientes” del sistema carcelario y no por el contrario como se piensa, resultado
de cierta propensión al delito y a la desviación de grupos o fracciones de clase
íntegras.
Desde esa perspectiva se constituye como un error del análisis de este
tipo de problema “trasformar condiciones sociológicas en rasgos psicológicos e
imputar a las victimas las características distorsionadas de sus victimarios” 7.
En ese sentido estudiar el espacio de la cárcel establece la necesidad de
dejar de lado algunas de las visiones y concepciones dominantes referidas a
los espacios marginados y excluidos, tal es el caso de ella, en donde su
población queda relegada entre los sucesivos cambios en las políticas de
administración de lo público y el estigma de las concepciones sobre la
pobreza.
Parte y expresión de este proceso es “el tratamiento carcelario de la
miseria que reproduce sin cesar las condiciones de su propia extensión: cuanto
más se encierra a los pobres, más certeza tienen estos (si no hay algún cambio
de circunstancias) de seguir siéndolo, y, en consecuencia más se ofrecen como
blanco cómodo de la política de criminalización de la miseria” 8.

7
Op. cit. p. 43
8
Loic Wacuant. Las cárceles de la miseria. Buenos Aires. Edit. Manantial. 2000. p.145
BIBLIOGRAFÍA

BOURDIEU, P. (2000). Poder, derecho y ciencias sociales. Edit. Desclée. Bilbao


ELIAS, N. (1989). El proceso de la civilización. Edit. Fondo de Cultura Económica.
México
GOFMAN, E. (1995). Estigma. La identidad deteriorada. Amorrortu editores. Buenos
Aires
HABERMAS, J. (1991). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Amorrortu
editores. Buenos Aires
ISLA, A.-MIGUEZ, D. (2003). Heridas urbanas. Violencia delictiva y transformaciones
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SADER, E – GENTILLI, P. (comp.) (2003). La trama del neoliberalismo. Mercado,
crisis y exclusión social. Eudeba. Buenos Aires.
TILLY, C. (2000). La desigualdad persistente. Edit. Manatial. Buenos Aires.
VALAVERDE MOLINA, J. (1997). La cárcel y sus consecuencias. Edit. Popular.
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milenio. Edit Manantial. Buenos Aires.
ZERBA, D. – MASSA, M. (comp.) (1998). Síntomas carcelarios. El estado contraataca.
Letra Viva ediciones. Buenos Aires.

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