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20-Nota La Tinta Pedagogia de La Memoria 2020
20-Nota La Tinta Pedagogia de La Memoria 2020
Por ello, “la pedagogía de la memoria se entrama en referencia con distintas acciones
institucionales, llevadas a cabo tanto en escuelas, Espacios sociales y Sitios para la
Memoria, como así también por leyes, documentos educativos y políticas públicas que
establecen marcos para disputar el sentido sobre el pasado reciente. Estos marcos
establecidos por políticas públicas de memoria son avances significativos para garantizar
las condiciones y posibilidades para la discusión política. En ese sentido, la pedagogía de la
memoria es crítica y emancipatoria; aporta a visibilizar las responsabilidades sobre lo
acontecido, disputando el sentido común del presente sobre lo que nos pasó y sobre lo que
queremos que nos suceda como sociedad democrática. Por ello, es una pedagogía que
dialoga entre las temporalidades del presente-pasado-futuro”, sostiene Agustín.
Para Agustín, los Espacios para la Memoria “han aportado al debate para resignificar qué
fue lo que nos pasó como sociedad y qué sentidos le damos a la democracia. Los tres
espacios han desarrollado proyectos muy interesantes que habilitan la circulación de la
palabra, permiten pensar en términos políticos el sentido que tienen los derechos humanos y
las violencias que aún nos atraviesan”.
El Espacio para la Memoria Campo de la Rivera está inscripto en un entramado social que
tiene redes de trabajo comunitario, sostenido por organizaciones sociales barriales que son
constitutivas de la propuesta del Espacio. Para Agustín, “tiene capas de las memorias
porque fue una cárcel militar, centro clandestino, luego, una escuela, después, un Espacio
para la Memoria. Se ubica en una zona que es fuertemente estigmatizada, golpeada,
perseguida, discriminada por muchísimos gobiernos y estratos del Estado. Esas memorias
superpuestas, sumergidas, silenciadas, forman parte del trabajo cotidiano de ese espacio”.
“Los tres Espacios para la Memoria de Córdoba han podido generar condiciones
desde la pedagogía de la memoria para trabajar conjuntamente con instituciones
educativas de todos los niveles, desde el inicial hasta superior; han articulado con
organizaciones sociales y políticas, y con colectivos socioculturales; la dimensión
política de las memorias, las disputas de sentido y su entramado complejo es
ineludible con las decisiones que vamos a tomar en el futuro”, expresa Agustín.
(Imagen: Colectivo Manifiesto)
Por todo ello, “a pesar de lo vivido durante el gobierno de Cambiemos a nivel nacional y
que, en muchos aspectos, ha significado un retroceso respecto a las políticas públicas de
memoria, los docentes contamos en las instituciones educativas con marcos y encuadres
claros para el trabajo con el pasado reciente. Estos marcos y encuadres normativos y
disciplinares garantizan al docente la tarea de pensar críticamente y resignificar el pasado
reciente de Argentina. Sin embargo, como en todo proceso social, la educación es un acto
político, atravesada de disputas y conflictos que expresan las disputas ideológicas,
consciente o inconsciente, que se ponen en juego a la hora de abordar temáticas vinculadas
a la última dictadura cívico-militar”.
(Imagen: La tinta)
La mayoría del estudiantado toma contacto por primera vez con la temática en las
escuelas. Por eso, para Agustín Minatti, “tenemos el deber de la enseñanza del pasado
reciente y les estudiantes tienen el derecho de construir sus propios sentidos sobre lo que
ese pasado significa y representa. Son temas que no pueden ser abordados de cualquier
manera porque hay lineamientos clave sobre las responsabilidades del Estado. Como
docentes, sería una gran irresponsabilidad decir que fue una guerra, esto fue una clave
interpretativa en otro contexto histórico, que no es el actual. Estas interpretaciones,
ahora, están saldadas por las sentencias judiciales y las investigaciones de la justicia
sobre las responsabilidades en los crímenes cometidos en la última dictadura. Siendo
tipificados por la justicia por crímenes de lesa humanidad por la violación a los derechos
humanos, ya no podemos trabajar desde aquella clave justificacionista de la represión”.
Esa responsabilidad está presente en los tres Espacios cuando advertimos que la presencia
en el lugar físico de estudiantes produce fuertes emociones, que se diferencian del trabajo
de estas temáticas en el aula. Porque, aunque en clase se usen dispositivos y recursos como
un video, una película, entrevistas, notas, crónicas o testimonios, les estudiantes te dicen:
“Pasa algo distinto cuando se ve el tema acá, donde fue lo que leemos o vemos en videos”.
Agustín explica que, a partir de los proyectos educativos que generan los Espacios para
la Memoria “se pone en juego la posibilidad de construir memorias en permanente
diálogo con lo que el sujeto está pensando y sintiendo en ese momento y en ese lugar”.
Los encuentros de memorias que proponen los Espacios, sin negar la historia del lugar,
no tienen como finalidad la reproducción del horror, “hay un ir y venir permanente
entre lo que se sabe que fue y pasó en ese lugar con las propuestas educativas, que
invitan a abrir otros tipos de registros: la interpretación; el diálogo; historias de vidas,
identidades, resistencias, saberes contextualizados, que permitan corrernos de la
fascinación del horror y habiliten otras reflexiones posibles”.
Para Agustín Minatti, “fruto de ese trabajo cuidado de las Áreas de Pedagogía de la
Memoria, hay muchos ejemplos de cómo distintos sujetos, que recorren los Espacios de
Memoria con expectativas puestas en registros literales de la violencia represiva o imágenes
del horror, se encuentran con una experiencia distinta a aquello que esperaban, revisan los
supuestos de sus expectativas, de los relatos que los constituyen, de las narraciones que
heredaron y construyen un nuevo lugar de interpretación; una experiencia que les permite
pasar por ese tamiz los registros de su propia historia”.
(Imagen: La tinta)
Presentes en la ausencia
En el Archivo Provincial para la Memoria, en la sala de Presentes, está la muestra de los
álbumes familiares. Allí, para Agustín, “se trabaja con una consigna tan importante de los
movimientos de derechos humanos como es: 30.000 compañeros desaparecidos presentes”.
Y pregunta y se responde: “¿Qué puede significar para un niño que visita la muestra? Me
parece que los niños y niñas que visitan el lugar pueden ver que las personas desaparecidas
tenían una familia que le escribe cartas, ven fotos con amigos, historias compartidas con
otros, que habían estudiado en una escuela, tenían su libreta de calificaciones; sueños y
proyectos. Entonces, podemos pensar que no son sólo un número, los 30.000, no es sólo
una foto en un collage, sino que es un nombre, un apellido; son familiares, grupos de
amigos y son una ausencia; una historia obturada para todo un colectivo que estuvo
escribiendo e incorporando pequeños retazos de sus recuerdos para que otro pueda leer lo
que quedó interrumpido. De esta manera, trabajar con esos niños y niñas que 30.000
compañeros desaparecidos presentes, es un enunciado que permite muchas miradas; un
grito de pertenencia y de identidad, una forma de estar presentes en la ausencia, un reclamo
de justicia, etc.”.
Para Agustín, es un ejemplo de los tantos que podemos compartir sobre cómo las
propuestas de los Espacios para la Memoria abren la posibilidad de la significación. En
estas propuestas educativas, se busca interpelar las subjetividades a partir de relacionar
aquella temporalidad histórica con “nuestra vida social, con el cotidiano, con entendernos
parte de una sociedad post dictadura genocida. Nos permite pensar. No es el objetivo la
reproducción del horror y paralizar, por el contrario, nos invita a revisar el lugar donde
estamos parados para habilitar una reflexión y la circulación de la palabra”, expresó
Agustín Minatti.
Los Espacios de Memoria de Córdoba hace más de 10 años que trabajan en propuestas
desde “la Pedagogía de la Memoria, como articulador y discurso, nos permite pensar, por
un lado, los procesos educativos y de transmisión desde el derecho a las memorias, y, por
otro, las prácticas pensadas a partir de una didáctica del pasado reciente que pone el acento
en generar condiciones de apropiación y reflexión por parte de los sujetos que recorren las
propuestas educativas”, cierra Agustín.
Por supuesto que esta perspectiva genera muchas interrogantes y es difícil plasmarla. En
este sentido, el desafío es poder construir propuestas didácticas que nos permitan una
mirada compleja del pasado reciente y que habiliten procesos de análisis de fuentes,
comparaciones, identificar distintos enunciados y sujetos sociales y sus responsabilidades.
Que nos permitan comprender el “clima de época” o las claves propias de esa época para
interpretar los acontecimientos. Es decir, reconstruir las coordenadas de sentido que
operaban en ese contexto para poder pensarlas en espejo con el presente. Propuestas
didácticas que nos permitan considerar múltiples dimensiones de análisis, de registros y
miradas, la multicausalidad de los procesos.
Agustín nos da este ejemplo: “Si vos abordás en un curso la lucha armada (tema sensible
cuando abordamos los años 60 y 70 en la Argentina por las herencias interpretativas de la
Teoría de los dos Demonios), deberíamos partir de preguntarnos ¿qué conceptos estructuran
ese contenido? y trabajar en una selección de conceptos que consideramos necesarios para
vehiculizar preguntas de análisis, que, a su vez, dan cuenta de mi perspectiva. Debo
preguntarme también ¿qué ejes temáticos me permiten pensar puentes de memoria?, es
decir, qué problemas de análisis me permite pensar desde el presente aquella temporalidad
que pretendo abordar. Teniendo en cuenta que pensamos esta propuesta para la escuela, y
para jóvenes nacidos y criados en democracia, debemos considerar que tenemos referencias
muy distintas respecto a la idea de política, violencia, participación. Si quiero proponer un
análisis donde la decisión de la lucha armada esté pensada como proyecto político o como
intento de toma del poder, a priori debo suponer que las coordenadas de sentido de la
actualidad sobre la vida democrática, la política, las violencias, las formas legítimas de la
expresión de un ideal, son distintas a la de los 60 y 70. Un abordaje sin un trabajo previo de
contextualización y clima de época puede incurrir en anacronismos o afirmaciones de un
lugar de juez que nos posicionan en una lectura que condena toda forma de ejercicio de la
violencia política de los 60 y 70, y quizás, como efecto no deseado, reproduzca visiones
justificacionistas de la represión estatal”.
En ese sentido, Agustín recalca que “es tan importante un abordaje didáctico que
genere condiciones para la comprensión y el análisis de las claves políticas de esa
época, de las condiciones de posibilidad de proyecto político revolucionario como un
horizonte posible”. Y aclara que “formarse en la didáctica del pasado reciente para generar
esos recursos que les permitan a les estudiantes entender que el horizonte revolucionario
era propio de ese contexto, que la revolución fue un horizonte generacional transversal; un
proyecto político donde la violencia está entramada con la política desde los orígenes del
Estado. Violencia interpretada por aquella generación, como una herramienta legítima. Así,
poder comprender por qué un joven, en ese contexto y por una causa política, estaba
dispuesto a dar la vida y a quitarla”.
“Hacer ese trabajo con jóvenes, que además sufren otro montón de violencias estatales, es
muy difícil”, dice Agustín, y en esa línea: “Quizás, una vez que yo pueda entender las
condiciones de posibilidades de la violencia entramada en la política de los años 60 y 70,
violencia y política que son constitutivas del Estado, voy a poder construir herramientas de
análisis de las otras violencias de las cuales somos víctimas en el cotidiano de nuestro
presente”.
Esa misma clave de análisis tiene que permitirnos abordar la complejidad de otras
temáticas, además de la violencia estatal, la represión y el disciplinamiento social; las
complicidades de sectores sociales, políticos, económicos, mediáticos de la Argentina; los
procesos de reparación y justicia por parte del Estado, entre otras. Con el objetivo de
poder pensar problemas de nuestro presente que guardan relaciones de continuidad y
ruptura con aquella temporalidad tan compleja.
Por ejemplo, preguntarnos por qué gran parte de la sociedad cordobesa acuerda con la idea
que “mayor control es mayor seguridad”, ¿cómo se fueron dando los procesos de
sedimentación de esta idea en el sentido común? ¿con qué discursos se instaló esta “verdad
inobjetable”? ¿qué contextos y qué políticas fueron necesarias? ¿con qué otros conceptos
podemos problematizar la “idea-verdad” control-seguridad? Por ello, en la didáctica del
pasado reciente, es importante definir los conceptos que se crean centrales en función de los
propósitos de la actividad educativa y de acuerdo a los tiempos dispuestos. Así mismo, con
el objetivo de generar las condiciones para que les jóvenes tengan el derecho a poder
repensarse en esa historia y puedan reflexionar qué de esa historia tiene relación con su
presente.