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LA RETÓRICA DEL CUENTO* cuentista, es de inestable mi situación presente.
Cuanto sabía yo del cuento era un error. Mi cono-
Horacio Quiroga (1878-1937) cimiento indudable del oficio, mis pequeñas tram-
pas más o menos claras, solo han servido para co-
En estas mismas columnas, solicitado cierta locarme de pie, desnudo y aterido como una cria-
vez por algunos amigos de la infancia que desea- tura, ante la gesta de una nueva retórica del cuento
ban escribir cuentos sin las dificultades inherentes que nos debe amamantar.
por común a su composición, expuse unas cuantas “Una nueva retórica...” No soy el primero en
reglas y trucos, que, por haberme servido satisfac- expresar así los flamantes cánones. No está en
toriamente en más de una ocasión, sospeché po- juego con ellos nuestra vieja estética, sino una
drían prestar servicios de verdad a aquellos amigos nueva nomenclatura. Para orientarnos en su ha-
de la niñez. llazgo, nada más útil que recordar lo que la litera-
Animado por el silencio – en literatura el si- tura de ayer, la de hace diez siglos y la de los pri-
lencio es siempre animador – en que había caído meros balbuceos de la civilización, han entendido
mi elemental anagnosia del oficio, completéla con por cuento.
una nueva serie de trucos eficaces y seguros, con- El cuento literario, nos dice aquélla, consta de
vencido de que uno por lo menos de los infinitos los mismos elementos sucintos que el cuento oral,
aspirantes al arte de escribir, debía de estar ges- y es como éste el relato de una historia bastante
tando en las sombras un cuento revelador. interesante y suficientemente breve para que ab-
Ha pasado el tiempo. Ignoro todavía si mis sorba toda nuestra atención.
normas literarias prestaron servicios. Una y otra Pero no es indispensable, adviértenos la retóri-
serie de trucos anotados con más humor que so- ca, que el tema a contra constituya una historia
lemnidad llevaban el título común de Manual del con principio, medio y fin. Una escena trunca, un
perfecto cuentista. incidente, una simple situación sentimental, moral
Hoy se me solicita de nuevo, pero esta vez con o espiritual, poseen elementos de sobra para reali-
mucha más seriedad que buen humor. Se me pide zar con ellos un cuento.
primeramente una declaración firme y explícita Tal vez en ciertas épocas la historia total – lo
acerca del cuento. Y luego, una fórmula eficaz que podríamos llamar argumento – fue inherente
para evitar precisamente escribirlos en la forma ya al cuento mismo. “¡Pobre argumento! – decíase –.
desusada que con tan pobre éxito absorbió nues- ¡Pobre cuento!” Más tarde, con la historia breve,
tras viejas horas. enérgica y aguda de un simple estado de ánimo,
Como se ve, cuanto era de desenfadada y segu- los grandes maestros del género han creado relatos
ra mi posición al divulgar los trucos del perfecto inmortales.
En la extensión sin límites del tema y del pro-
*Extraído do site cedimiento en el cuento, dos calidades se han exi-
http://www.literatura.us/quiroga/retorica.html.
gido siempre: en el autor, el poder de transmitir verbal. El cuentista que “no dice algo”, que nos
vivamente y sin demoras sus impresiones; y en la hace perder el tiempo, que lo pierde él mismo en
obra, la soltura, la energía y la brevedad del relato, divagaciones superfluas, puede verse a uno y otro
que la definen. lado buscando otra vocación. Ese hombre no ha
Tan específicas son estas cualidades, que des- nacido cuentista.
de las remotas edades del hombre, y a través de las Pero ¿si esas divagaciones, digresiones y orna-
más hondas convulsiones literarias, el concepto tos sutiles, poseen en sí mismos elementos de gran
del cuento no ha variado. Cuando el de los otros belleza? ¿Si ellos solos, mucho más que el cuento
géneros sufría según las modas del momento, el sofocado, realizan una excelsa obra de arte?
cuento permaneció firme en su esencia integral. Y Enhorabuena, responde la retórica. Pero no
mientras la lengua humana sea nuestro preferido constituyen un cuento. Esas divagaciones admira-
vehículo de expresión, el hombre contará siempre, bles pueden lucir en un artículo, en una fantasía,
por ser el cuento la forma natural, normal e en un cuadro, en un ensayo, y con seguridad en
irreemplazable de contar. una novela. En el cuento no tienen cabida, ni mu-
Extendido hasta la novela, el relato puede su- cho menos pueden constituirlo por sí solas.
frir en su estructura. Constreñido en su enérgica Mientras no se crée una nueva retórica, con-
brevedad, el cuento es y no puede ser otra cosa cluye la vieja dama, con nuevas formas de la poe-
que lo que todos, cultos e ignorantes, entendemos sía épica, el cuento es y será lo que todos, grandes
por tal. y chicos, jóvenes y viejos, muertos y vivos, hemos
Los cuentos chinos y persas, los grecolatinos, comprendido por tal. Puede el futuro nuevo género
los árabes de las “Mil y una noches”, los del Re- ser superior, por sus caracteres y sus cultores, al
nacimiento italiano, los de Perrault, de Hoffmann, viejo y sólido afán de contar que acucia al ser hu-
de Poe, de Merimée de Bret-Harte, de Verga, de mano. Pero busquémosle otro nombre.
Chejov, de Maupassant, de Kipling, todos ellos Tal es la cuestión. Queda así evacuada, por bo-
son una sola y misma cosa en su realización. Pue- ca de la tradición retórica, la consulta que se me ha
den diferenciarse unos de otros como el sol y la hecho.
luna. Pero el concepto, el coraje para contar, la En cuanto a mí, a mi desventajosa manía de
intensidad, la brevedad, son los mismos en todos entender el relato, creo sinceramente que es tarde
los cuentistas de todas las edades. ya para perderla. Pero haré cuanto esté en mí para
Todos ellos poseen en grado máximo la carac- no hacerlo peor.
terística de entrar vivamente en materia. Nada más
imposible que aplicarles las palabras: “Al grano, al In: QUIROGA, Horacio. Idilio y otros cuentos.
grano...” con que se hostiga a un mal contador Montevideo: Claudio García, 1945.
Jorge Luis Borges (1899-1986) Acabam de informar-me que vou falar sobre
meus contos. Vocês, com certeza, conhecem-nos
Este texto é a transcrição de uma conversa informal que melhor do que eu, já que eu, depois de tê-los es-
Jorge Luis Borges manteve, há alguns anos, numa casa do crito, tratei de esquecê-los. Para não desanimar,
bairro de Palermo, em Buenos Aires, com um grupo de estu- passei a outros. Em compensação, talvez alguém
diosos de sua obra. Entre eles, o jornalista peruano Américo
Cristófalo, que gravou a entrevista e a publicou no Diário de
de vocês tenha lido algum conto meu, digamos,
Marka. O “Suplemento Cultural de Unomasuno”, jornal duas vezes, coisa que não aconteceu comigo. No
mexicano, reproduziu-a em 1981. Em janeiro de 1987, Puro entanto, creio que podemos falar sobre meus con-
Cuento, n° 2, editada por Mempo Giardinelli, reproduziu-a tos, se lhes parece que merecem atenção. Vou ten-
em Buenos Aires. Ponto&Vírgula a trouxe a público, pela tar lembrar de algum e depois gostaria de conver-
sar com vocês que, possivelmente, ou sem possi-
* Extraído do site http://www.charleskiefer.com.br/oficina/. velmente, sem advérbio, podem ensinar-me muitas
coisas, já que não acredito, ao contrário da teoria misteriosas. Pensei na palavra inesquecível. Un-
de Edgar Allan Poe, que a arte, a operação de es- forgettable, em inglês. Detive-me, não sei por que,
crever, seja uma operação intelectual. Penso que é já que havia ouvido essa palavra milhares de ve-
melhor que o escritor interfira o mínimo possível zes, quase não passava um dia sem que a ouvisse.
em sua obra. Isto pode parecer estranho, mas não Pensei: que coisa extraordinária seria se houvesse
é. Em todo caso, trata-se, curiosamente, da doutri- algo de que realmente não pudéssemos nos esque-
na clássica. Nós a vemos na primeira linha, eu não cer? Que fantástico seria se houvesse, no que
sei grego, da Ilíada, de Homero, que todos lemos chamamos realidade, uma coisa, um objeto, por
na censurável versão de Hermosilla: “Canta, Mu- que não?, que fosse realmente inesquecível!
sa, a cólera de Aquiles”. Isto é, Homero, ou os Este foi meu ponto de partida, bastante abstra-
gregos a que chamamos de Homero, sabia que o to e pobre: pensar no possível sentido dessa pala-
poeta não é o cantor, que o poeta, ou prosador, dá vra ouvida, lida, literalmente inesquecível, unfor-
no mesmo, é simplesmente o amanuense de algo gettable, unvergesslich, inouviable. Foi um consi-
que ignora e que em sua mitologia particular cha- deração bastante pobre, como vocês podem ver.
ma de a Musa. Por outro lado, os hebreus preferi- Depois, pensei que se existe algo inesquecível,
ram falar de Espírito, e nossa psicologia contem- deve ser algo comum, já que se tivéssemos uma
porânea, que não sofre de excessiva beleza, de Quimera, por exemplo, um monstro de três cabe-
subconsciência, inconsciente coletivo, ou algo ças, uma cabeça, se não me engano, de cobra, ou-
assim. Mas, enfim, o importante é o fato de que o tra de serpente, outra de cão, não tenho certeza,
escritor é um amanuense, ele recebe algo e procura certamente recordaríamos isto. De modo que não
expressá-lo. O que recebe não são exatamente cer- haveria graça nenhuma num conto com um mino-
tas palavras numa certa ordem, como queriam os tauro, uma quimera, um unicórnio inesquecíveis.
hebreus, que pensavam que cada sílaba do texto Não, teria que ser alguma coisa bem comum. Ao
havia sido pré-fixada. Não, acredito em algo muito pensar nessa coisa comum, pensei imediatamente
mais vago do que isso, mas, em qualquer dos ca- numa moeda, já que são cunhadas milhares e mi-
sos, sempre é receber alguma coisa. lhares de moedas absolutamente iguais. Todas
Vou procurar, então, recordar um conto meu. com a efígie da liberdade ou um escudo, ou com
Enquanto me traziam para cá, fiquei pensando em certas palavras convencionais. Que coisa extraor-
um conto meu, não sei se vocês leram, e que se dinária seria se houvesse uma moeda, uma moeda
chama “El Zahir”. Vou lembrar como cheguei à perdida entre esses milhões de moedas, que fosse
concepção desse “conto”. Uso a palavra entre as- inesquecível. Pensei, assim, numa moeda que já
pas, já que não sei se é o que é, mas, enfim, o tema saiu de circulação, uma moeda de vinte centavos,
dos gêneros é o de menos. Croce acreditava não uma moeda igual às outras, igual à moeda de cinco
haver gêneros. Eu creio que sim, que os há, no ou à de dez centavos, um pouco maior. Que coisa
sentido de que há uma expectativa no leitor. Se extraordinária seria se, entre os milhões, literal-
uma pessoa lê um conto, lê de modo diferente de mente, de moedas cunhadas pelo Estado, houvesse
seu modo de ler quando procura um verbete na uma que fosse inesquecível. Daí surgiu-me uma
enciclopédia ou quando lê uma novela, ou quando idéia: uma inesquecível moeda de vinte centavos.
lê um poema. Os textos podem não ser diferentes Não sei se elas ainda existem, se os numismáticos
uns dos outros, mas se alteram segundo o leitor, as colecionam, se elas têm algum valor, mas, en-
segundo a expectativa. Quem lê um conto sabe ou fim, não pensei nisso naquele instante. Pensei nu-
espera ler algo que o distraia da vida cotidiana, ma moeda que, para os objetivos do meu conto,
que o faça entrar num mundo, não direi fantástico, teria de ser inesquecível. Isto é, uma pessoa que a
a palavra é muito ambiciosa, mas ligeiramente visse não poderia mais pensar em outra coisa.
diferente do mundo das experiências comuns. Depois, encontrei-me diante da segunda ou
Chego, agora, a “El Zahir”. Já que estamos en- terceira dificuldade. Perdi a conta das dificulda-
tre amigos, vou contar-lhes como me ocorreu esse des. Por que essa moeda viria a ser inesquecível?
conto. Não recordo a data em que o escrevi, sei O leitor não aceitaria tal idéia. Eu tinha de prepa-
apenas que era diretor da Biblioteca Nacional, que rar o inesquecível da minha moeda, e para tanto
fica no sul de Buenos Aires, perto da igreja de La convinha supor um estado emocional em que ele a
Concepción. Conheço bem esse bairro. Meu ponto via, tinha de insinuar a loucura, já que o tema de
de partida foi uma palavra, uma palavra que usa- meu conto é um tema que se parece com a loucura
mos quase todos os dias sem nos dar conta do mis- ou a obsessão. Pensei, como pensou Edgar Allan
tério que nela há, exceto que todas as palavras são Poe quando escreveu seu merecidamente famoso
poema “O corvo”, na morte de uma mulher bonita. gico para o conto. Depois é que surgem as tentati-
Poe se perguntou a quem poderia impressionar a vas do narrador de livrar-se de sua obsessão. Di-
morte dessa mulher bonita e deduziu que tinha de versos artifícios são utilizados: um deles é perder a
impressionar a alguém que estivesse apaixonado moeda. Leva-a, então, a outro botequim, distante
por ela. Daí cheguei a idéia de uma mulher, por dali. Usa-a para pagar, procura esquecer em que
quem, no conto, estou apaixonado, e que morre, o esquina o botequim se encontrava, mas isso não
que me deixa desesperado. Neste ponto, teria sido resolve o problema, ele continua pensando na mo-
fácil, talvez fácil demais, que essa mulher fosse eda. Chega a extremos um tanto absurdos. Por
como a perdida Leonor, de Poe. Mas, não. Decidi exemplo, compra uma libra esterlina, com São
mostrar essa mulher de um modo satírico, mostrar Jorge e o dragão, examina-a com uma lupa, procu-
o amor de quem não esquecerá a moeda de vinte ra pensar nela e esquecer a moeda de vinte centa-
centavos como um pouco ridículo. Todos os amo- vos, já perdida para sempre, mas não consegue
res o são para quem os vê de fora. Assim, ao invés livrar-se da lembrança. Até o final do conto, o
de falar da beleza do love splendor, converti-a homem vai enlouquecendo, mas pensa que essa
numa mulher bastante trivial, um pouco ridícula, mesma obsessão poderá salvá-lo. Isto é, haverá um
nem feia nem muito linda. Imaginei uma situação momento no qual o Universo já terá desaparecido
que ocorre com freqüência: um homem é apaixo- e o próprio Universo será uma moeda de vinte
nado por uma mulher, não pode viver sem ela, centavos. Então ele, e aqui produzi um pequeno
mas, ao mesmo tempo, sabe que essa mulher não é efeito literário, ele, Borges, estará louco, não sabe-
especialmente recomendável, digamos, para sua rá mais que é Borges. Já não será outra coisa a não
mãe, para suas primas, para a camareira, para a ser o espectador dessa perdida moeda inesquecí-
costureira, para as amigas. No entanto, para ele, vel. E conclui com uma frase devidamente literá-
esse mulher é única. ria, isto é, falsa: “Talvez por detrás da moeda este-
Isto me levou a uma outra idéia: a de que tal- ja Deus”. Ou seja, se alguém vê uma só coisa, essa
vez toda pessoa seja única e que nós não vemos o coisa única é absoluta. Há outros episódios que
extraordinário que fala a favor dessa pessoa. Às esqueci, alguns talvez que vocês recordem. Ao
vezes, penso que isto se dá em tudo. Senão, fixe- final, ele não pode dormir, sonha com a moeda,
mo-nos no fato de que na natureza ou em Deus, não pode ler, a moeda se interpõe entre o texto e
Deus sive Natura, como dizia Spinoza, o impor- ele, quase não pode falar senão de um modo me-
tante é a quantidade e não a qualidade. Por que cânico, por que realmente está pensando na moe-
não supor, então, que haja algo singular em cada da. Assim termina o conto.
formiga e que por isso Deus, ou a natureza, cria Bem, esse conto pertence a uma série em que
milhões de formigas. O que é falso. Não há mi- há objetos mágicos que a princípio parecem mara-
lhões de formigas, há milhões de seres diferentes, vilhosos e que depois se transformam em maldi-
mas a diferença é tão sutil que nós as vemos como ções, pois estão carregados de horror. Recordo-me
iguais. de outro conto que é essencialmente o mesmo e
O que é, pois, estar apaixonado? Estar apaixo- que está em meu melhor livro, se é possível falar
nado é perceber o que há de extraordinário em em livros melhores, “O Livro de Areia”, um livro
cada pessoa, singularidade essa que não pode ser impossível, já que não se pode ter livros de areia,
comunicada a não ser por meio de hipérboles ou já que se desagregariam. Chamei-o de livro de
de metáforas. Então, por que não imaginar que areia porque compõe-se de um número infinito de
essa mulher, um pouco ridícula para todos, pouco páginas. O livro tem o número da areia, ou mais
ridícula para quem está apaixonado por ela, que que o presumível número infinito de páginas, não
essa mulher morra. Depois, temos o velório. Esco- pode ser aberto duas vezes na mesma página.
lhi o lugar do velório, escolhi a esquina, pensei na Este poderia ter sido um grande livro, de as-
igreja da Conceição, uma igreja não muito famosa pecto ilustre, mas a mesma idéia que me levou a
nem muito interessante, e no homem que, depois uma moeda de vinte centavos no primeiro conto,
do velório, vai tomar um refresco num botequim. conduziu-me a um livro mal impresso, com ilus-
Paga, dão-lhe uma moeda de troco, e ele percebe, trações confusas e escrito num idioma desconhe-
em seguida, que há algo nela: foi riscada, o que a cido. Eu necessitava disso para o prestígio do li-
diferencia das outras. Ele vê a moeda, está muito vro, e chamei-o Holy Writ, escritura sagrada, a
emocionado pela morte da mulher, mas, ao ver a escritura sagrada de uma religião desconhecida. O
moeda, já começa a se esquecer de tudo e a pensar homem o adquire, pensa que tem um livro único,
somente na moeda. Eu tinha, assim, o objeto má- mas depois percebe o quanto é terrível ter um livro
sem a primeira página, já que se houvesse uma que não supor uma enciclopédia de um mundo
primeira, haveria uma última. Em qualquer parte imaginário?
que abra o livro, haverá sempre algumas páginas Essa enciclopédia teria o rigor que não tem o
entre aquela em que ele abre, o livro e a capa. O que chamamos de realidade. Disse Chesterton que
livro não tem nada de particular, mas acaba por é natural que o real seja mais fantástico que o
infundir-lhe horror e ele opta por perdê-lo e o faz imaginado, já que o imaginado procede de nós
na Biblioteca Nacional. Escolhi este lugar em es- mesmos, enquanto que o real procede de uma
pecial porque conheço bem a Biblioteca. Assim, imaginação infinita, a de Deus. Bem, vamos ima-
temos o mesmo argumento: um objeto mágico que ginar a enciclopédia de um mundo imaginário.
realmente contém horror. Mas antes disso, eu ha- Esse mundo imaginário, sua história, suas mate-
via escrito um outro conto, intitulado “Tlöon, máticas, suas religiões, as heresias dessas religi-
uqbar, Orbis tertius”. Não se sabe a que idioma ões, suas línguas, as gramáticas e filosofias dessas
Tlön pertence, possivelmente a uma língua germâ- línguas, tudo isso será mais ordenado, isto é, mais
nica. Uqbar sugere algo arábico, algo asiático. E aceitável para a imaginação que o mundo real em
mais duas palavras claramente latinas: Orbius Ter- que estamos perdidos, do qual podemos pensar
tius, Mundo Terceiro. A idéia era diferente. A que é um labirinto, um caos. Podemos imaginar,
idéia é a de um livro que modifique o mundo. então, a enciclopédia desse mundo, ou desses três
Eu sempre fui leitor de enciclopédias, creio mundos que se chamam, em três etapas sucessivas,
que é um dos gêneros literários que prefiro porque, Tlön, Uqbar, Orbius Tertius. Não sei quantos
de algum modo, oferece tudo de maneira surpre- exemplares eram, digamos, trinta exemplares des-
endente. Recordo que costumava ir à Biblioteca ses volumes que, lidos e relidos, acabam por su-
Nacional com meu pai. Eu era muito tímido para plantar a realidade. Já que a história real que narra
pedir um livro, então retirava um volume das pra- é mais aceitável que a história real que não enten-
teleiras, abria-o e lia. Encontrei uma velha edição demos, sua filosofia corresponde à filosofia que
da Enciclopédia Britânica, uma edição muito supe- podemos admitir facilmente e compreender: o ide-
rior às atuais, já que era concebida como livro de alismo de Hume, dos hindus, de Schopenhauer, de
leitura e não de consulta, era uma série de extensas Berkeley, de Spinoza. Suponhamos que essa enci-
monografias. Recordo que, numa noite especial- clopédia funde o mundo cotidiano e o substitua.
mente feliz, busquei o volume que corresponde ao Então, uma vez escrito o conto, aquela mesma
D-E e li um artigo sobre os druidas, antigos sacer- idéia de um objeto mágico que modifica a realida-
dotes celtas, que acreditavam, segundo César, na de leva a uma espécie de loucura; uma vez escrito
transmigração das almas. Pode ser um erro de Cé- o conto, pensei: “O que é que realmente aconte-
sar. Li outro artigo sobre os drusos da Ásia Menor, ceu?”, pois o que seria do mundo atual sem os
que também acreditavam na transmigração. De- diversos livros sagrados, sem os diversos livros de
pois, pensei em algo não indigno de Kafka: Deus filosofia.
sabe que esses drusos são muito poucos, que seus Esse foi um dos primeiros contos que escrevi.
vizinhos os assediam, mas que, ao mesmo tempo, Vocês observarão que esses três contos de aparên-
crêem que haja uma vasta população de drusos na cia distinta, “Tlön, uqbar, orbius tertius”, “O za-
China, que crêem também, como os druidas, na hir” e “O livro de areia” são essencialmente o
transmigração. Isso eu encontrei naquela edição, mesmo: um objeto mágico intercalado no que se
creio que do ano de 1910; depois, na de 1911, não chama mundo real. Talvez vocês pensem que eu
encontrei mais esse parágrafo, que possivelmente tenha escolhido mal, talvez haja outros que lhes
sonhei, embora creio recordar ainda a frase chine- interessem mais. Vejamos, portanto, um outro
se druses, drusos chineses, e um artigo sobre conto: “Utopia de um homem que está cansado”.
Dryden, que falava de toda a triste variedade do Essa utopia de um homem que está cansado é re-
inferno, sobre a qual o poeta Eliot escreveu um almente a minha utopia. Creio que nos enganamos
excelente livro. Isto tudo me foi dado numa noite. de muitas formas, e uma delas é a fama. Não há
Como sempre fui leitor de enciclopédias, refle- nenhuma razão para que um homem seja famoso.
ti, essa reflexão é trivial também, mas não impor- Para esse conto, eu imaginei uma longevidade
ta, para mim foi inspiradora, que as enciclopédias muito superior à atual. Bernard Shaw acreditava
que eu tinha lido se referem ao nosso planeta, aos que conviria viver trezentos anos para se chegar a
outros, aos diversos idiomas, às suas diversas lite- ser adulto. Talvez a cifra seja pequena, não lembro
raturas, às diversas filosofias, aos diversos fatos qual a que fixei nesse conto: escrevi-o faz muito
que configuram o que se chama mundo físico. Por tempo. Suponho primeiro um mundo que não é
dividido em nações como atualmente, um mundo suicídio. Ele queima toda a sua obra. Não há razão
que tenha chegado a um idioma comum. Vacilei para que o passado nos oprima, já que cada um
entre o esperanto e outro idioma neutro e logo pode e deve bastar-se. Para que esse conto fosse
pensei no latim. Todos sentimos saudade do latim. contado, faltava-lhe uma pessoa do presente. O
Recordo-me de uma frase muito linda de Brow- narrador é esta pessoa. Aquele homem presenteia
ning, que fala disso, Latin, marble’s language, o narrador com um de seus quadros, que regressa
idioma de mármore. O que se diz em latim parece, ao tempo atual, creio que contemporâneo a este
efetivamente, gravado no mármore de modo bas- nosso. Relembrarei aqui duas famosas fantasias,
tante lapidar. Pensei num homem que vive muito uma de Wells e outra de Coleridge. A de Wells
tempo, que chega a saber tudo o que quer saber, está no conto intitulado “The time machine”, em
que descobriu sua especialidade e a ela se dedica, que o narrador viaja a um futuro muito remoto e
que sabe que na sua vida os homens e mulheres desse futuro traz uma flor, uma flor em botão. Ao
podem ser inumeráveis, mas não se retira à soli- regressar, essa flor ainda não floresceu. A outra é
dão. Dedica-se a sua arte, que pode ser a ciência uma frase, uma sentença perdida de Coleridge, que
ou qualquer das artes visuais. No conto, trata-se de está num de seus cadernos de notas que só foram
um pintor. Ele vive solitariamente, pinta, sabe que publicados depois de sua morte, e que diz sim-
é absurdo deixar uma obra-de-arte à posteridade, plesmente: “Se alguém atravessasse o paraíso e lhe
já que não há nenhuma razão para que cada um dessem como prova de sua passagem pelo paraíso
não seja seu próprio Velasquez, seu próprio Scho- uma flor e ele despertasse com essa flor nas mãos,
penhauer. Chega, então, o momento em que ele então, o quê?”
decide destruir tudo o que fez. Ele não tem nome: Isso é tudo. Concluí desse modo: o homem
os nomes servem para distinguir os homens uns volta ao presente e traz consigo um quadro do fu-
dos outros, mas ele vive só. Chega o momento em turo, um quadro que não foi pintado ainda. Esse
que ele crê que é conveniente morrer. Dirige-se a conto é um conto triste, como o indica o título:
um pequeno estabelecimento, onde se administra o “Utopia de um homem que está cansado”.