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La política interior:

En 1517, Carlos I asumió el reinado en España, generando descontento entre


la población castellana debido a su origen extranjero, desconocimiento del
idioma y la cultura local. Educado en la corte flamenca, rodeado de consejeros
flamencos, causó tensiones al distribuir cargos y recursos del país entre
extranjeros. En las Cortes de Valladolid (1518), los procuradores expresaron su
malestar por la explotación de Castilla y exigieron al rey restricciones a la salida
de oro y plata. Al ser elegido emperador en 1519, Carlos partió a Alemania,
dejando como regente al cardenal Adrián de Utrecht. En 1520, estalló la
Revuelta de las Comunidades, motivada por el alejamiento del rey,
incumplimiento de promesas y temores sobre la dilución de los intereses
castellanos. Importantes ciudades del interior, como Toledo, Segovia y
Valladolid, formaron comunidades autogobernadas que buscaban una
participación más significativa en el gobierno y una política económica
proteccionista. La aristocracia, inicialmente al margen, se unió a la Corona
cuando surgieron insurrecciones campesinas que amenazaban sus derechos
señoriales. La batalla de Villalar en 1521 marcó la derrota de los comuneros,
liderados por Padilla, Bravo y Maldonado, poniendo fin a la propuesta de una
monarquía que considerara el poder de las Cortes. Simultáneamente, en
Valencia y Mallorca, estallaron las Germanías, movimientos antiseñoriales
liderados por artesanos y clases populares. En Valencia, los agermanados
tomaron el control en ausencia de la aristocracia por una epidemia, pero en
1521 fueron reprimidos por el virrey Mendoza y la nobleza. La situación
también se restableció en Mallorca.

La política exterior.
Carlos I tenía como proyecto la unión de los estados cristianos europeos para defender la cristiandad
contra los turcos y afianzar el predominio de su dinastía, destacando la hegemonía en Italia. La primera
guerra contra Francia se centró en el dominio de Milán, culminando con la derrota de Francisco I en la
batalla de Pavía en 1525. A pesar de la paz de Madrid en 1526, el conflicto se reavivó, llevando a un
saqueo de Roma en 1527. La guerra concluyó en 1529, manteniendo la hegemonía española en Italia.
Carlos I también enfrentó la amenaza de piratas berberiscos en el Mediterráneo occidental. En 1535, se
capturó con éxito Túnez, pero en 1541 fracasó en Argel. Francia aprovechó esta derrota para reiniciar
hostilidades, aunque la paz de Crepy en 1544 favoreció a Carlos I. La paz con Francia permitió la
convocatoria del Concilio de Trento en 1545 para abordar la reforma de la Iglesia en respuesta al
protestantismo. Militarmente, Carlos I se enfrentó a príncipes protestantes alemanes en la Liga de
Smalkalda, derrotándolos en la batalla de Mühlberg en 1547. Aunque se firmó la paz de Augsburgo en
1555, reconocía la división religiosa de Alemania entre católicos y protestantes. A nivel personal,
Carlos I se casó con Isabel de Portugal y vivió en Granada, donde no había una capital fija en España.
Tras su abdicación en 1556, dividió la herencia de la casa de Austria entre su hijo Felipe II (rama
española) y su hermano Fernando I (rama alemana). Se retiró a Yuste, donde murió en 1558.

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