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39 | 2013
Antropologia e Trabalho
Cornelia Eckert, Ana Luiza Carvalho da Rocha e José Sergio Leite Lopes
(dir.)
Edição electrónica
URL: http://journals.openedition.org/horizontes/109
ISSN: 1806-9983
Editora
Universidade Federal do Rio Grande do Sul (UFRGS)
Edição impressa
Data de publição: 20 junho 2013
ISSN: 0104-7183
Refêrencia eletrónica
Cornelia Eckert, Ana Luiza Carvalho da Rocha e José Sergio Leite Lopes (dir.), Horizontes
Antropológicos, 39 | 2013, « Antropologia e Trabalho » [Online], posto online no dia 15 outubro 2013,
consultado o 01 fevereiro 2020. URL : http://journals.openedition.org/horizontes/109
© PPGAS
1
Apresentação
Cornelia Eckert, Ana Luiza Carvalho da Rocha e José Sergio Leite Lopes
NOTAS
1. Marshall Sahlins, Cultura na prática, Rio de Janeiro: UFRJ, 2004, p. 366.
Artigos
precarización del trabajo (Antunes, 2002; De la Garza, 2000; Todaro; Yañez, 2004, entre
otros).
4 En el escenario de las tendencias globales mencionadas y de la revolución de las
tecnologías de la información (Castells, 1996), comienzan a instalarse los call centers o
fábricas de la charla3 en la década de los 90’, entendidos como empresas basadas en
plataformas telefónicas asociadas principalmente a empresas de servicios. 4 A mediados
de la década del 2000 los call centers empleaban a cerca de 8 millones de trabajadores/
as en el mundo, concentrados fundamentalmente en EEUU –que representa cerca del
55% de las fuentes laborales de los call centers a nivel mundial–, Inglaterra, Alemania y
Francia. Como parte de los procesos de deslocalización, las empresas de call centers de
estos países trasladan sus centros de llamados a países de América Latina, Asia y África,
que cuentan con la infraestructura tecnológica necesaria y menores costos laborales
(Kremerman, 2005). Así, en la década del 90’ los call centers se instalan en diversos
países de América Latina y el Caribe empleando a más de 330 mil trabajadores/as en el
año 2005, especialmente en México, Brasil –que concentran más del 85% de la fuentes
laborales de los call centers en Latinoamérica– y Argentina (Kremerman, 2005).
También en países como India, Marruecos y crecientemente en Filipinas, 5 se observa
una importante actividad de estas fábricas de la charla.
5 A diferencia de Estados Unidos donde los call centers se encuentran en un periodo de
desarrollo maduro y de países como México o Argentina donde se encuentran en etapa
de crecimiento, en Chile estas empresas comienzan a instalarse a fines de la década del
90’ y ya en el año 2005 se registraron entre 14 y 15 mil puestos de trabajo (Kremerman,
2005). Algunas grandes empresas en Chile incorporan call centers como parte de sus
procesos productivos6 y otras son empresas subcontratadas orientadas exclusivamente
a la atención telefónica de otras empresas, fenómeno conocido como “outsourcing”. En
algunos casos los call centers subcontratistas cuentan a su vez con trabajadores/as
suministrados por otras empresas, en una extensa cadena de subcontratación.
6 Los call centers como empresas que forman parte de los circuitos de
transnacionalización y deslocalización de la producción, que incorporan
fundamentalmente a mujeres jóvenes como trabajadoras e incluyen las capacidades
subjetivas y de comunicación como eje central de su actividad, implican una profunda
precarización del empleo y son un claro ejemplo de las nuevas formas que asume la
organización del trabajo. Así, el habla puesto a trabajar en las fábricas de la charla –la
identidad entre trabajo y comunicación verbal–, se posiciona como uno de los núcleos
centrales del postfordismo en el mundo del trabajo actual (Virno, 2003).
7 Esta nueva realidad de los call centers en Chile me motivó a integrar el estudio de las
condiciones materiales del trabajo, la subjetividad laboral y las relaciones sociales de
género de estas empresas, en un análisis que pretende dar cuenta de la complejidad de
la realidad laboral y social contemporánea. Por materialidad del trabajo entiendo las
condiciones laborales de inserción de los trabajadores/as y los modos de producir y de
organizar el trabajo de los call centers en el marco del capitalismo global, y por
subjetividad laboral las formas de extrañamiento o enajenación, 7 es decir, la relación de
los trabajadores y trabajadoras de los call centers con la producción inmaterial de su
trabajo, la relación de los sujetos con el trabajo y la relación entre los sujetos en el
mundo laboral. La noción de extrañamiento que se utiliza en este estudio da cuenta
también de la captura de las capacidades humanas subjetivas 8 por el capital en las
nuevas formas postfordistas de organización del trabajo.
8 Como procedimiento metodológico general utilicé, por una parte, un enfoque histórico
que permitió comprender la instalación y desarrollo de los call centers en el marco de
las dinámicas económico sociales de las últimas décadas en América Latina y Chile; y
por otra, una perspectiva que vincula lo general y lo particular, enfatizando en la
relación entre el contexto global de organización del trabajo en que se insertan las
empresas estudiadas y la perspectiva de los/as propios/as sujetos/as respecto a su
trabajo.
9 Desarrollé el trabajo etnográfico a través de la observación directa en las fábricas de la
charla, la revisión de documentos y de entrevistas en profundidad realizadas a 40
trabajadores/as de 12 call centers de la región metropolitana de Chile, tanto
teleoperadores/as como supervisores/as y a dirigentas sindicales de la Federación
Nacional de Trabajadoras de Call Centers FETRACALL.
observa una nueva y compleja dinámica que reúne por una parte a trabajadores/as de
call centers que son incorporados y expulsados del mercado de trabajo, y por otra, a
trabajadores/as que al “adaptarse” a los procedimientos y requerimientos de las fábrica
del habla, logran mantener una antigüedad laboral y salarios más altos que en otros
empleos del sector servicios. Desde la perspectiva de las dirigentes sindicales de
FETRACALL, el perfil del teleoperador/a de call centers se modificó en los últimos años
del estudiante que buscaba un empleo parcial y de bajo salario, a mujeres –
habitualmente jefas de hogar–, que requieren estabilidad laboral y salarios para
mantener la economía de su unidad doméstica.
[…] se van de una empresa a otra porque los echan… o se aburren con los horarios
de noche o la mala onda con los supervisores, como son tan rotativos hay
estudiantes que trabajan uno o dos meses en cada call center… pero ahora se
quedan varios años. Nosotros tenemos trabajadoras de 4, 5 años, nosotras mismas
ya cumplimos los tres. Yo creo que después de la negociación colectiva el trabajo se
volvió más estable porque antes se veía más deserción […] (dirigenta sindical
Multivoice).
26 Los datos disponibles de la muestra del estudio avalan esta tendencia: sólo tres sujetos
son estudiantes y la gran mayoría mantiene el trabajo en los call centers como su
actividad asalariada principal.
extracción del valor del trabajo productivo y reproductivo de las mujeres trabajadoras.
Sin embargo, la participación central de la familia en el trabajo reproductivo incorpora
una nueva dimensión a la explotación de la fuerza de trabajo. En estos casos, el capital
no sólo utiliza el trabajo reproductivo de las trabajadoras de los call centers, sino
también el de otras mujeres14 que componen la unidad doméstica. La explotación de la
fuerza de trabajo se extiende por lo tanto a la unidad doméstica a través de los roles de
género socialmente asignados a las mujeres en las sociedades occidentales.
46 En estos casos, descubrir los dispositivos que gatillan el deseo de consumo augura
resultados positivos para trabajadores/as que se desenvuelven personal y laboralmente
en el contexto de una sociedad de masificación del consumo que opera con la lógica del
deseo. La empatía y la capacidad de contención emocional con los clientes son
mencionadas en algunos casos como habilidades centrales especialmente para el
trabajo en campañas de asistencia.
47 A nivel general, los trabajadores/as requieren ciertas habilidades transversales,
comunes a todos los teleoperadores/as de call centers. Las capacidades de
comunicación, el manejo a nivel de usuario de las plataformas computacionales, y
especialmente la “sonrisa telefónica” –como símbolo de la obligatoria atención amable
y cordial con los usuarios–, son mencionadas por la gran mayoría de los sujetos
entrevistados como habilidades básicas para desempeñarse en las fábricas de la charla.
Necesitas cosas super básicas: hablar bien, manejar el computador, ser constante…
No es un trabajo muy difícil ¡para nada, para nada! Un niño chico de 15 años podría
trabajar perfectamente en un call center, sin ningún problema. (Mario,
teleoperador Spa).
48 Muchas de las habilidades requeridas por los teleoperadores/as de los call centers –
tales como la capacidad de convencimiento, la seducción, la mediación, la empatía,
entre otras–, son reconocidas socialmente como características asociadas al género
femenino en las sociedades occidentales de las cuales forma parte Chile. La utilización
masiva de fuerza de trabajo femenina en los call centers –en Chile así como en la
mayoría de los países con presencia de estas empresas– podría entonces vincularse con
la explotación de las habilidades reconocidas socialmente como “propiamente
femeninas”.
49 Además, las capacidades requeridas para el trabajo de los teleoperadores/as en los call
centers, tanto a nivel transversal como en las plataformas específicas, son, en la
mayoría de los casos, habilidades humanas básicas, que no requieren una calificación
especializada. Por una parte, las capacidades de comunicación, de comprensión, de
resolución de problemas, de síntesis, de convencimiento, etc., son habilidades
habitualmente utilizadas en los empleos vinculados al sector servicios. La
particularidad de las fábricas de la charla pareciera estar en la explotación intensiva de
estas capacidades cognitivas y en la comunicación a distancia, que le otorgan una
dinámica diferente de otros empleos del sector servicios. Por otra parte, en una
sociedad de gran impacto de las tecnologías de la información y de considerable
alfabetización digital como es Chile, el conocimiento computacional básico es de amplio
manejo, especialmente en la población más joven del país.
50 El requerimiento de habilidades humanas básicas que no implican especialización
específica pero si de habilidades socialmente reconocidas como “femeninas”, podría
explicar en parte el ingreso masivo de fuerza de trabajo femenina, juvenil y con escasa
capacitación a los call centers en Chile.
51 Los supervisores/as de los call centers, como trabajadores/as responsables de un grupo
de teleoperadores/as de una plataforma16 y campaña específica, requieren habilidades
diferentes a los ejecutivos/as. La mayoría de ellos/as menciona la capacidad de
liderazgo, la motivación en el manejo del grupo y el relacionamiento personal y
afectivo con cada uno de los teleoperadores/as a su cargo, como las habilidades
centrales utilizadas en su trabajo.
BIBLIOGRAFÍA
ANTUNES, R. Os sentidos do trabalho: ensaio sobre a afirmaçâo e a negaçâo do trabalho. Sao Paulo:
Boitempo, 2002.
CASTELLS, M. La era de la información: vol. 1: la sociedad red. Madrid: Alianza Editorial, 1996.
COLECTIVO SITUACIONES. ¿Quién habla?: lucha contra la esclavitud del alma en los call centers.
Buenos Aires: Ediciones Tinta Limón, 2006.
DATAMONITOR REPORT. The future of contact center outsourcing in India and the Philippines. 2006.
Disponible en: <http://www.datamonitor.com/technology>. Acceso: 26 oct. 2009.
GUTIÉRREZ, E.; OSORIO, P. Modernización y transformaciones de las familias como procesos del
condicionamiento social de dos generaciones. Revista Última Década, Santiago de Chile, n. 29,
p. 103-135, 2008.
KREMERMAN, M. En la ruta del trabajo decente: análisis de los sectores salmonicultura, call center y
agroexportación. Santiago de Chile: Terram publicaciones, 2005. (Registro de problemas públicos,
Informe n. 20).
TENDENCIAS DEL TRABAJO MUNDIAL. Revista OIT, Santiago de Chile, n. 31, sept./oct. 1999.
NOTAS
1. En las últimas décadas el capital ha desconcentrado territorialmente el capital productivo
logrando que las secciones nacionales se ocupen sólo de una parte del proceso productivo total.
En la búsqueda de menores costos de producción, el capital se instala en países con escasas
regulaciones en las condiciones ambientales y en la explotación de la fuerza de trabajo.
2. Si bien esta tendencia se observa a nivel mundial, es mayor en los países industrializados de
Europa occidental, donde la ocupación en la industria bajó desde un 40% en la década del 40’ a un
20-25% a comienzos del año 2000 (Gorz, 1997).
3. En el análisis de los call centers en Argentina (Colectivo Situaciones, 2006) Paolo Virno
denomina a los call centers fábricas de la charla.
4. “Un call center, principalmente se basa en la utilización de plataformas telefónicas y equipos
conexos para mantener negocios y fortalecer la relación entre una empresa y sus clientes…
consiste en una serie de operadores –humanos o automáticos– que reciben o emiten llamados
telefónicos, apoyados en un software que permite realizar seguimiento de esas comunicaciones
cuyo objetivo central puede ser la venta, la atención de reclamos, la cobranza, entre otros.”
(Kremerman, 2005, p. 26).
5. Según los datos de Datamonitor report (2005), India concentra la mayor actividad de call
centers en Asia pero Filipinas muestra un aumento creciente. Para el año 2009 se proyectaba que
casi un cuarto de millón de nuevos puestos de agentes se incorporarían en ambos países.
6. Son aquellas empresas que necesitan e instalan un centro de llamados para vender productos,
realizar encuestas, responder a las necesidades de sus clientes, entre otros objetivos.
7. Los conceptos de extrañamiento y enajenación son diferentes en términos filosóficos, sin
embargo, para los fines de este estudio serán utilizados indistintamente. Estas nociones serán
desarrolladas en el informe final de investigación.
8. Capacidades humanas subjetivas como la disponibilidad a prestar atención, a preguntar, a
gestionar los afectos, la facultad de producir imágenes y relaciones, de producir organización y
lectura de información y especialmente las capacidades de comunicación y uso del habla
(Colectivo Situaciones, 2006).
9. La edad de los sujetos entrevistados, tanto teleoperadores/as como supervisores/as, fluctúa
entre los 22 y los 35 años, con un promedio de 28 años. Excepcionalmente, en uno de los casos, la
teleoperadora tiene más de 50 años de edad. Considerando que en Chile se reconoce formalmente
como población joven a las personas entre 15 y 29 años de edad, es posible señalar que la fuerza
de trabajo de los call centers está constituida por trabajadores/as jóvenes.
10. Los antecedentes sobre la organización del trabajo en los call centers serán integrados en los
resultados finales del estudio.
11. El bono de calidad constituye la parte variable del salario de los teleoperadores/as y
determina las condiciones requeridas para su obtención. Habitualmente considera la asistencia,
puntualidad, el Tiempo Medio de Operación TMO, la utilización de palabras no aceptadas, los
errores en el procedimiento formal, entre otros.
12. En entrevista a Hugo Fazio citada en Escobar Salazar y Kries (2005).
13. Trabajo asalariado en los call centers y trabajo doméstico en su unidad doméstica.
14. Si bien en algunos casos, se menciona el trabajo de abuelos y hermanos mayores de las
ejecutivas de call centers en el trabajo doméstico y de cuidado y crianza de los hijos/as,
habitualmente lo realizan las madres y abuelas de éstas.
15. La organización de los call centers habitualmente cuenta con varias plataformas o espacios de
trabajo diferenciados por funciones específicas. En la mayoría de los call centers se observan
plataformas de ventas, cobranzas, de contención (evitar que los usuarios terminen los contratos
de servicios), de atención al cliente o reclamo, entre otros.
16. La organización de los call centers habitualmente cuenta con varias plataformas o espacios de
trabajo diferenciados por funciones específicas. En la mayoría de los call centers se observan
plataformas de ventas, cobranzas, de contención (evitar que los usuarios terminen los contratos
de servicios), de atención al cliente o reclamo, entre otros.
RESÚMENES
Este artículo expone los resultados preliminares de la investigación doctoral en Antropología,
orientada a conocer la materialidad y la subjetividad del trabajo de los call centers en Chile. Un
salario definido por metas inalcanzables, el maltrato, el cansancio de nuevo tipo, la doble
extracción del valor productivo y reproductivo de las mujeres trabajadoras y su entorno familiar,
la explotación de las capacidades subjetivas, entre otros aspectos, dan cuenta de las nuevas
formas que asume la precarización del trabajo. Las fábricas de la charla en Chile son un claro
ejemplo de las formas que asume la organización del trabajo en el escenario laboral
contemporáneo.
This article presents the preliminary results of PhD’s research aimed at discovering the
subjetivity and materiality of the work in the Call Centers focus in Chile. A salary defined with
unattainable goals, abuse, and exhaustion of a new type of double extraction: productive and
reproductive value as women’s workers and their families. Also the exploitation of subjective
capacities, among other things, show new forms that asssumes job’s insecurity and
precariousness. The talking factories as a clear example of the forms which take place by the
organization of work in the contemporary labor conditions scene.
ÍNDICE
Keywords: call centers, labor reproduction, materiality of the work, work’s subjetivity
Palabras claves: call centers, materialidad del trabajo, reproducción, subjetividad laboral
AUTOR
ARELI ESCOBAR SALAZAR
Universidad Autonóma de Barcelona – España
Doctoranda en Investigación Social y Cultural
Viviane Vedana
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
NOTA DO AUTOR
O presente trabalho foi realizado com o apoio da Capes, entidade do governo brasileiro
voltada para a formação de recursos humanos.
configuradoras de uma poética urbana (Sansot, 2004). Assim, boa parte das narrativas
desses interlocutores de pesquisa dizia respeito às suas escolhas de trabalho (colocando
a feira como uma opção entre outras possibilidades), às suas artes de fazer (Certeau,
1994) nesse métier, às suas aprendizagens e heranças, culminando, em geral, numa
reflexão sobre essa escolha como a melhor possível, expressa em frases como “a feira é
meu chão”, “a feira é a base de tudo”, “les marchés sont mes amours”.
3 Debruço-me novamente sobre essas narrativas a partir de uma perspectiva um pouco
diferente. A atenção desloca-se para o trabalho desses sujeitos numa tentativa de
compreender essas práticas cotidianas como o resultado da sistematização de um
conjunto de saberes e experiências que foram construídas no dia a dia do mercado.
Pretendo argumentar, a partir do que pude aprender com essa revisita a entrevistas e
diários de campo, que fazer a feira é também “fazer” o feirante à medida que escuto no
espaço da feira livre suas interpretações sobre como aprenderam e como ensinaram
esse métier, e como ele necessariamente depende dessa relação com o outro (o freguês,
o colega, os fornecedores, etc.), ou seja, depende dos laços que são tecidos e
reafirmados a cada dia de feira.
4 Esse olhar que se desloca é construído também a partir de uma experiência de trabalho
– o trabalho da pesquisa – que segue do doutorado para o pós-doutorado. Como os
feirantes que, a cada dia de mercado, reelaboram saberes e sistematizam experiências
para prosseguirem em seu trabalho (e assim se especializarem), a pesquisa
antropológica constantemente nos desafia a repensar categorias e interpretações, seja
através do trabalho de campo, seja através de novas perspectivas teórico-conceituais.
No caso da narrativa etnográfica a ser elaborada neste texto, os dois processos fazem-se
presentes. Inicialmente, engajo-me como bolsista de pós-doutorado no projeto de
pesquisa “Trabalho e cidade: antropologia da memória do trabalho na cidade moderno-
contemporânea”, coordenado pela professora Cornelia Eckert, no Programa de Pós
Graduação em Antropologia Social da Universidade Federal do Rio Grande do Sul
(PPGAS/UFRGS) e sediado no Banco de Imagens e Efeitos Visuais (Biev), e a partir dele
inicio um novo trabalho de campo, na Centrais de Abastecimento do Rio Grande do Sul
(Ceasa/RS).2 É a partir desse projeto que tomo contato mais profundo com o campo de
pesquisa da antropologia do trabalho e que me permito repensar as análises
anteriormente elaboradas sobre as práticas cotidianas dos feirantes com os quais tive
contato em termos de práticas de trabalho e trajetórias, principalmente. Por sua vez, o
trabalho de campo na Ceasa/RS possibilita-me relativizar essas formas de vender o
alimento no meio urbano e compreender melhor as diferenças entre comerciantes e
produtores que compõem a feira livre,3 suscitando novos questionamentos a respeito
dos sentidos do trabalho no comércio de hortifrutigranjeiros.
5 Tomando o título do projeto ao qual faço parte, “Trabalho e cidade”, como referência
para colocar em diálogo as reflexões elaboradas na tese – que enfatizam as
transformações urbanas sob a perspectiva de uma etnografia da duração (Eckert,
Rocha, 2005) – com as interpretações atuais sobre o trabalho de comerciantes e
produtores no abastecimento urbano de alimentos, busco situar o trabalho do feirante
como um trabalho urbano. Essa definição não pretende partir de uma separação entre
dois domínios supostamente opostos (o rural e o urbano) apenas para delimitar o
trabalho do feirante num contexto específico.4 Minhas próprias experiências
etnográficas nas feiras livres de Porto Alegre e atualmente na Ceasa/RS, com
produtores agrícolas (que são também comerciantes), cujas propriedades estão situadas
em Porto Alegre (no que poderíamos, não sem muito cuidado, chamar de zona rural
urbana5), já demonstram a necessidade de borrar essas fronteiras.
6 O que me parece estar em jogo é a possibilidade de construir um debate a partir da
antropologia urbana com o campo de estudos da antropologia do trabalho, 6
classicamente voltado para as classes de trabalhadores da fábrica ou da indústria, para
os operários, suas lutas e movimentos sociais, para suas relações de trabalho, para os
processos de dominação e a exploração de sua força de trabalho, etc. Os feirantes com
os quais tomei contato não se enquadram nessa categoria de trabalhadores operários de
fábricas (e também não passaram por essa experiência em sua trajetória). Tampouco
podem ser vistos como produtores rurais, ou agricultores (e que, portanto, teriam como
seu “trabalho principal” as lidas na terra), pois escolhi tratar aqui daqueles que são
apenas comerciantes, classificação que me foi apresentada por eles mesmos.
Certamente, são parte de uma classe trabalhadora urbana (Duarte, 1986) tomada de
uma perspectiva mais geral se levarmos em conta a heterogeneidade presente nessa
categoria de análise. Mas, ainda assim, não se constituem como sujeitos alienados de
sua força de trabalho ou explorados, na medida em que são seus próprios patrões e
donos do seu negócio – e aqui já entramos em uma outra ordem de problemas, pois não
são também micro ou pequenos empresários.
7 Assim, tratar o feirante como um trabalhador urbano pode parecer uma afirmação
óbvia num primeiro momento, mas permite-me refletir sobre as complexidades que
produzem a emergência dessa figura: o feirante, o comerciante e o mercador.
Poderíamos nos remeter a Max Weber (1979), que descreve a cidade – ou uma das
categorias de cidade – como um local de mercado. Nesse caso, o comerciante constitui-
se nesse personagem responsável pelo trânsito de mercadorias entre diferentes
localidades. A pergunta que se coloca no entanto é: qual é, ou como é o seu trabalho?
Trata-se apenas de um mediador de trocas sociais e econômicas? Um “atravessador”,
que compra a mercadoria de um lado para revender em outro? Voltando para os
mercados de rua e observando esse feirante em suas práticas de trabalho, evidenciam-
se pouco a pouco estas múltiplas camadas: é proprietário de seu negócio – que se torna
um negócio da família –, mas não exatamente um micro ou pequeno empresário, não
opera apenas na administração ou gestão, embora também o faça. Ainda que
proprietário e consciente de sua hierarquia frente a outros colegas de banca que podem
ser seus empregados ou familiares, engaja-se nas tarefas mais básicas de seu processo
de trabalho, como montar e desmontar a banca, varrer o chão, etc. de forma que,
apenas observando as atividades e os gestos de trabalho de maneira superficial, não
acedemos a essa hierarquia. Ao mesmo tempo, sistematiza uma série de conhecimentos
sobre economia, agricultura, alimentos, importações, etc. que extrapola muito o
contexto circunscrito do mercado (ou, enfim, acabam engajando o próprio mercado de
rua em uma dimensão mais ampla e global), colocando esse trabalhador em sintonia
com os processos de globalização e transformações sociais, econômicas e urbanas, ainda
que, em alguns casos, não se expressem nesses termos.
8 Mas, de todos esses saberes e experiências que conformam o trabalhado do feirante, um
deles é visto como fundamental por todos os interlocutores desta pesquisa: a
capacidade de interação com o outro e o jogo social com fregueses e mesmo outros
feirantes, a maestria de instaurar as jocosidades e consolidar vínculos com fregueses
(Vedana, 2008). A sociabilidade, portanto, é o elo fundamental de minha argumentação
sobre o feirante como um trabalhador urbano. No decorrer de suas atividades é preciso
11 Arrisco a falar aqui de feirante como uma profissão – e não meramente uma ocupação
momentânea, um “biscate” – na medida em que essa atividade parte de uma decisão, de
uma escolha realizada em determinado momento de suas trajetórias; foi esse caminho o
que cada um deles decidiu seguir e para tanto aprendeu, especializou-se, estabeleceu
formas de trabalhar e relações de trabalho com colegas, partilhou redes, ensinou e
construiu uma trajetória. Nesse sentido, não irei abordar neste texto uma outra
dimensão do trabalho no mercado de rua que relaciona-se à informalidade, à quase
inexistência, para o caso do Brasil, de contratos formais de trabalho entre donos de
banca e seus empregados, bem como as implicações – positivas ou negativas – dessas
formas de organizar o trabalho na feira livre.8 O tema do trabalho informal em feiras
livres mereceria um artigo à parte, devido à grande complexidade das relações de
trabalho que ali se configuram: as redes familiares e de amizades que permitem que um
trabalhador circule em diferentes bancas, com combinações particulares sobre o
trabalho e o que vai receber por ele; os contratos por dia de feira e biscates, bem como
os arranjos para atividades específicas, como carregar mercadorias ou limpar o espaço
depois da feira. Neste artigo, por hora, procuro enfatizar essa dimensão da escolha do
metiér bem como da construção de um saber relacionado a ele que por sua vez conforma
o próprio trabalhador.
12 Poderíamos considerar que o “fazer-se feirante” constitui parte de um projeto
individual e coletivo de um trabalho autônomo, ou por conta própria, presente no
campo de possibilidades (Velho, 1999) desses interlocutores em determinado momento
de suas vidas. Devemos, no entanto, tomar cuidado com a dimensão racional dessa
escolha, segundo aponta Gilberto Velho (1999), conforme ela aparece na fala desses
sujeitos imbuída de uma dimensão afetiva não racionalizada e elaborada como uma
atração, uma paixão pelo mercado e pelo comércio. Ainda assim, do ponto de vista das
heranças e das aprendizagens nesse métier, das idas e vindas desses interlocutores em
outros empregos (como assalariados, conforme afirmam alguns), podemos perceber
essa projeção de si como trabalhadores do comércio. Parto, então, da afirmação de uma
complexidade nessa atividade de trabalho que pode não ser evidente numa primeira
apreciação.
13 Neste artigo apoio-me sobre dados etnográficos produzidos entre os anos de 2004 e
2008, durante o período em que desenvolvi o doutorado em antropologia social, na
Universidade Federal do Rio Grande do Sul. As descrições das formas da vida social
(Simmel, 1981) nas feiras livres presentes neste artigo expressam imagens de todos os
mercados pesquisados, conforme a opção epistemológica adotada na tese de
compreender a homologia das formas e dos gestos (Vedana, 2008) que configuram o
mercado como um arranjo social particular no contexto urbano. As narrativas de
feirantes aqui presentes dizem respeito a entrevistas realizadas com interlocutores de
Porto Alegre e de Paris.9
uma nova compreensão do ato de trabalhar, não apenas restrita ao chão da fábrica, mas
compreendendo esse sujeito em outras dimensões da sua vida:
La tâche d’une anthropologie qui voudrait rendre compte de l’évolution du
capitalisme contemporain ne peut plus se limiter, dans le cadre de la
mondialisation, à une anthropologie classique du travail; elle doit s’élargir à une
anthropologie des travailleurs.
15 Essa antropologia dos trabalhadores proposta por Cabanes está muito próxima do
“estudo monográfico” (Palmeira, 1976) desenvolvido por J. S. Leite Lopes (1976), em O
vapor do diabo, sobre os trabalhadores de uma usina de açúcar em Pernambuco e a lógica
de suas relações de trabalho, as diferenças internas de uma categoria ampla de
“operários”. Da mesma forma, o trabalho de Cornelia Eckert (2012) sobre a construção
da identidade social e a memória de mineiros de carvão em La Grand-Combe, na França,
vai nos conferir um olhar “de dentro” da vida social desses trabalhadores. Conforme
aponta a autora:
Nesta pesquisa, coloquei em alto relevo a vida e trabalho dos mineiros grand-
combianos e de suas famílias não somente em relação à sua inserção no mundo
plural, do mercado moderno (com o qual eles estão confrontados), mas também a
outras totalizações que compartilham sensibilidades e projetos de vida com que
reconfiguram valores e lógicas de reinvenção do cotidiano. (Eckert, 2012, p. 23).
16 Seguindo a perspectiva de uma antropologia dos trabalhadores, elegi alguns
interlocutores e suas trajetórias para tentar compreender não a totalidade do que seria
o trabalho no mercado, mas algumas de suas facetas. As narrativas de Henrique e
Saionara, Akli e Andromeide, Fonseca e Karim vão nos guiar nessa descoberta do que é
esse trabalho do comércio de alimentos na dinâmica da vida urbana. É importante
considerar que são feirantes donos de suas bancas – à exceção de Karim – aos quais
podemos atribuir uma trajetória de sucesso: diversos clientes fiéis frequentam suas
bancas semanalmente; Fonseca era, até o final da pesquisa, presidente da Associação
dos Usuários do Mercadão10 há quase 20 anos; Akli triplicou o negócio que herdou do
pai, da mesma forma que Henrique e Saionara. Devemos, no entanto, relativizar os
sentidos da palavra “sucesso” e principalmente as imagens que dela decorrem. Não se
trata de grandes empreendedores na linha de um self-made man, que ultrapassam todos
os obstáculos e constroem uma carreira de êxitos. O sucesso aqui referido
evidentemente tem correspondência com a dimensão da vida prática de “seus
negócios”; afinal de contas, ampliaram seus locais de venda e possuem inúmeros
fregueses assíduos, mas diz respeito principalmente ao seu investimento em um
trabalho que consideram prazeroso (mesmo que fatigante), assentado nas formas de
sociabilidade e nos laços afetivos que tecem ao longo dos anos.
17 Essa dimensão do prazer do trabalho, associada às brincadeiras e às jocosidades que
configuram as relações entre feirante e freguês, não exclui um conjunto de esforços
físicos e subjetivos que ocorrem antes, durante e depois das situações de interação com
o freguês. Os homens e mulheres que trabalham no mercado levantam cedo, em torno
das 5 horas da manhã: em Paris, para fazer suas compras em Rungis 11 e depois montar o
mercado nas ruas da cidade; no Brasil, como em geral o abastecimento é feito na
véspera ou em dias anteriores, os feirantes seguem para as ruas e praças onde montar
suas bancas.
18 Saionara, que é feirante desde criança, como ela mesma afirma, comenta sobre o
trabalho:
assunto “estrangeiros em Paris” quando este era mencionado. Em 2006, no entanto, ano
da Copa do Mundo de Futebol, Akli fez questão de enfeitar sua banca com as cores do
Brasil e a torcer pela seleção brasileira, defendendo-a mesmo depois da derrota para a
França (quando então passou a torcer para a Itália, seleção vencedora do mundial). Não
entrarei aqui em uma discussão sobre sua condição de imigrantes e a construção de
uma identidade relacionada a ela, mas essa parece ser uma pista das ambiguidades
vividas pelo casal nesse contexto.14 Aparentemente, em comparação a Henrique e
Saionara, estão em uma posição mais favorável economicamente, na medida em que
atendem um público de camadas médias e altas nos mercados em que trabalham. Na
sua banca podemos encontrar frutas, legumes e verduras esteticamente organizados em
cestos de vime.
É um trabalho muito dinâmico, começa todo dia por volta das 4 ou 5 da manhã, e
paramos ali pelas 15 horas. Então é um trabalho muito intenso, com uma relação
constante com o freguês, isso não para e é excepcional… Houve um período, quando
terminei meus estudos, em que comecei a trabalhar em um escritório de… enfim,
como um assalariado, mas rapidamente eu voltei, eu voltei para os meus amores!
(Akli, Marché Maubert, 2006).
23 Como podemos depreender desses relatos, a jornada de trabalho é longa, em torno de
10 horas por dia. Ela compreende, além de montar a estrutura do mercado (e a
desmontar ao final), manter a banca atrativa para seus fregueses, fazer as vendas e
fornecer informações específicas sobre os alimentos que são vendidos (e mesmo
algumas receitas), receber bem os clientes, reconhecer os fregueses habituais e suas
preferências (muitas vezes escolhendo as compras destes), calcular as perdas e ganhos
do dia, gritar e anunciar seus produtos.15 Tudo isso em pé, deslocando-se de um lado a
outro no interior da banca. Para que tudo funcione há todo um processo anterior de
relação e negociação com fornecedores da Ceasa ou Rungis, com os quais estes feirantes
estabelecem redes e laços.
Em Rungis tem de tudo, nós podemos encontrar a 10 centavos de euro ou a 3 euros o
mesmo produto! Bom, o mesmo produto, mas não a mesma qualidade, então trata-
se de uma escolha, depende do que decidimos levar para nossa clientela. O
problema que se coloca é de criar relações. Rungis é enorme, existem facilmente 30
mil pessoas que trabalham lá, reunindo os setores de frutas, legumes, aves, peixes…
no setor de frutas e legumes isso representa em torno de 5 mil sociedades. Então
temos que tecer uma rede e cada um tem o seu método, existem aqueles que vão
fazer de tudo para adquirir um produto barato. Eu optei por um outro método que é
o de tecer um laço com um grupo restrito… Bom, eu vou a Rungis todas as manhãs.
Eu venho aqui [no mercado], eu instalo, vou a Rungis e volto com a mercadoria. Não
tenho tempo de ver o preço por tudo, então eu vou me concentrar nessa rede e eles
sabem o produto que eu quero, posso encomendar antes, por telefone, ou podemos
fazer a negociação no dia mesmo e esta negociação está relacionada à quantidade
que eles sabem que eu compro. É aí que eu vou intervir nessa negociação, porque a
maioria vai negociar em relação à quantidade do dia e eu vou negociar em relação à
quantidade global que eu vou comprar no ano. Se eu não estou satisfeito eu não
compro mais. (Akli, Marché Maubert, 2005).
24 Henrique e Saionara também mencionaram inúmeras vezes, em nossas conversas, as
negociações e redes que constituíam com fornecedores da Ceasa/RS para a aquisição
dos diferentes tipos de alho que vendem na feira. Esses processos nos ajudam a
compreender que o trabalho desse comerciante envolve uma sistematização de suas
experiências cotidianas na feira livre relacionadas aos seus fregueses e a suas
demandas, que os ajudam a definir em que produtos investir para satisfazer esses
clientes. A banca de Henrique não é a única que vende alhos no Mercadão do Produtor,
da mesma forma que a banca de Akli também divide o espaço de vendas de frutas e
legumes com outras bancas. Garantir a relação preço-qualidade, nesse caso, não é algo
homogêneo para todos os feirantes, vai depender muito mais da ligação que eles
conseguem fazer entre seus fregueses e seus fornecedores. E aqui não se está falando
apenas da circulação de um produto, mas sim de estilos de vida e dos simbolismos que
são atribuídos aos alimentos comprados na feira.
25 É claro que esta forma de fazer está relacionada a um determinado tipo de feirante, pois
os trabalhadores do mercado de rua são numerosos e pertencem a categorias
diferentes. Em uma banca16 podemos encontrar o dono da banca, 17 algumas pessoas de
sua família – como esposa e filhos – e alguns empregados, no caso de bancas grandes. O
dono da banca pode ser produtor rural que vende sua produção nos mercados de rua,
ou um comerciante que revende produtos comprados nas centrais de abastecimento.
Existem aqueles que “se criaram” – como Akli e Saionara – nessa profissão e os que
aderiram a ela em momentos determinados de suas trajetórias – caso de Henrique,
Fonseca, Karim e Andromeide. Além disso, muitos feirantes fazem parte das comissões
ou associações de gestão dos mercados de rua, cumprindo, portanto, um papel político
na administração do mesmo.
26 Fonseca é o presidente da Associação dos Usuários do Mercadão, entidade que organiza
as feiras livres do Mercadão do Produtor. É também feirante, tem uma banca onde
vende pães e bolachas com sua esposa, mas, em geral, ele é encontrado perambulando
pela feira, observando o movimento, discutindo as “questões políticas” que envolvem o
Mercadão e a prefeitura de Porto Alegre, cuidando do bom andamento do espetáculo.
Durante o período da minha pesquisa ele sempre se colocou no papel de explicar o
funcionamento administrativo do mercado, as diferenças entre produtores e
comerciantes, entre os tipos de mercadorias que podem ser comercializadas ali e, mais
do que tudo, de afirmar a importância desse mercado para o abastecimento urbano de
Porto Alegre.
O que ele produz ele pode vender, cada um aqui tem uma linha de produtos
entendeu? Vai do um ao seis, mas tu não sabe nada do que é isso, né? A linha um, o
ramo um é o ramo da laranja, dos cítricos, o dois tem um lá adiante, que só vende
banana. Esse aqui [aponta para uma banca de verduras] vende também, mas porque
ele é produtor. [Eu pergunto: “Ele produz a verdura e a banana?]. Isso, a linha dele é
verdura, então para vender banana, que está fora da linha dele, tem que ter uma
autorização. Entendeu? Como é que funciona, cada um tem um alvará aqui para
trabalhar, não é assim, chega e monta… Caixaria é aquele lá da ponta, porque aquilo
ali é produto que produtor não tem, então ele completa para não faltar na praça.
Agora não é época de tomate aqui, está vindo de São Paulo, então tem que comprar
onde? Compra na Ceasa, é o chamado comerciante. (Fonseca, Mercadão do
Produtor, 2005).
27 Cada um desses vários papéis diz respeito também a uma responsabilidade distinta no
que concerne às relações de trabalho em cada banca, diferenças que somente aparecem
através de uma observação atenta do cotidiano do mercado. Essas relações de trabalho
obedecem a uma hierarquia sutil onde habitualmente o dono da banca conduz e
organiza o trabalho de seus empregados e dos membros da família. Ele decide a
organização dos produtos na banca e demanda a seus colegas a reposição dos alimentos
sempre que necessário. É ele também que determina os preços e as promoções. Ao
mesmo tempo, todos esses trabalhadores seguem um determinado ritmo de trabalho
durante a jornada, todos devem atender clientes, mas dependendo das dimensões da
banca e dos produtos que vendem, cada um fica responsável por um setor.
mais uma vez a R. Cabanes para refletir sobre o ato de trabalhar como “transformação
do mundo, objetivação da inteligência e produção de subjetividade” (Dejours, 1998 apud
Cabanes, 2000, p. 80, tradução minha), pois são essas aprendizagens e experiências que
vão possibilitar a esses sujeitos o fazer-se feirante.
32 O tempo do trabalho, nesse sentido, é elaborado como tempos superpostos (Eckert,
2012): o dia de feira, que é o momento de colocar em prática esses saberes, de
transformá-los em gestos e jocosidades; o ciclo da semana, que viabiliza as negociações,
as análises de preços e qualidades dos produtos, a organização da rotina; e o
transcorrer dos anos, em que acumulam experiências e compõem trajetórias. A
pesquisa de campo nesses mercados e a escuta da narrativa desses feirantes
transformou-se em pretexto para a exposição dessas considerações sobre o tempo e as
aprendizagens que decorrem dessas diferentes temporalidades. Não só reflexões sobre
as dificuldades impostas pelo “avanço do capitalismo contemporâneo” (Cabanes, 2000,
p. 80), que vai possibilitar a flexibilização das fronteiras entre países no que tange à
circulação dos alimentos, mas quanto ao espaço cada vez maior no interior das cidades
para comércios como o de supermercados e todas as suas vantagens sobre comércios
tradicionais, como o da feira livre. Essa escuta também motivou reflexões positivas
pertinentes às experiências de trabalho, até em maior intensidade do que essas
avaliações sobre as transformações sociais vividas por esses trabalhadores. E aqui
entramos no domínio das sociabilidades.
33 Saionara em sua entrevista avalia que, com o tempo, muitos clientes tornam-se amigos,
e que ela própria mudou. Essa mudança relaciona-se de forma direta com o tratamento
dado aos fregueses. Com o tempo, tornou-se mais tolerante e receptiva com os clientes,
compreendendo dessa forma as “regras do jogo” do mercado. Reverter a situação de
conflito ou “não escutar” uma demanda mais ríspida constitui parte de suas práticas de
trabalho, não como forma de subordinação à frase “o cliente sempre tem razão”, mas
como maestria de construir relações.
Tem amizade que tu vai fazendo no decorrer, isso é bem bacana… A gente tem um
cliente que compra… ele mora do lado do Zaffari [supermercado tradicional de
Porto Alegre], do lado… e ele se tornou um amigo, fazem uns 20 [anos] que ele vai
na feira… eu digo: “Vem cá, tu é louco, tu vem aqui dia de chuva, vento…” E ele diz:
“Eu gosto de vir porque pra mim se torna uma terapia.” Ele chega na nossa banca e
a gente mexe com ele: “Tu pesa, tu escolhe, tu faz o troco né, que a gente não vai te
atender.” Ele se tornou tão amigo que ele tem uma corretora de seguros, faz o
seguro do meu carro… ele se tornou praticamente da família, é só vivenciando pra ti
ver o quanto é bacana esse contato. (Saionara, Mercadão do Produtor, 2005).
34 Henrique, que em geral é muito bem-humorado, também constrói suas estratégias de
vínculos com os fregueses. Vendendo alhos e temperos, procura sempre brincar, contar
histórias e rir com colegas e clientes, troca receitas e aposta que sua banca de temperos
já “salvou até casamentos”.
A diferença da feira para o supermercado além do preço né… aqui na feira é a
pessoalidade, coisa que tu não vê em supermercado o freguês chegar, conversar,
brincar, nós temos fregueses que vêm aqui na feira por terapia, sabia, vem pra
conversar contigo, se dá bem e conversa, tira aquele estresse, ele não se sente bem
se não vem na feira, conversou contigo eles voltam pra casa tranquilos. E
supermercado não tem isso, tu vai lá pagou, passou o cartão, deu… tem só um
cliente pra eles né? (Henrique, Mercadão do Produtor, 2007).
35 Dessa forma, lidar com possíveis conflitos que aparecem diante da banca é, para esses
feirantes, parte de suas atribuições, é uma das facetas de seu trabalho. Manter o bom
humor é fundamental, pois seu métier depende de uma certa habilidade para fazer
circular a palavra e desenrolar as situações de sociabilidade. Com isso, essas relações de
amizade revertem-se positivamente também para os feirantes, não simplesmente para
vender mais, mas para tecer e preservar esses laços, tornando esse trabalho intenso
também prazeroso. Para Akli, trata-se de um sentido que se compartilha a partir dessa
experiência rápida e cotidiana do mercado, o que torna esse trabalho agradável é
justamente esse contato.
Nós nos conhecemos, nós nos conhecemos… Mesmo que seja rápido, é cotidiano e
regular, há um laço que é tecido. Então é isso que é prazeroso neste métier, é um
contato rápido, mas não é superficial. Nós não conhecemos as pessoas muito bem…
eu não sei quem você é, e você não sabe quem eu sou, mas apenas pelo humor, é
isso! Há um contato pelo humor, eles se lembram e é por isso que eu os faço [os
clientes] provarem [as frutas], há esta atração pela degustação, tudo isso é uma
parte do laço, porque é verdade que existe um sentido de partilha, eu compartilho
muito! (Akli, Marché Maubert, 2006).
36 Karim, que trabalha com Akli, segue na mesma argumentação:
A troca com os cliente é formidável! Os clientes, quando eles te pedem alguma coisa
não é simplesmente… eles procuram uma troca, na realidade. Sobretudo em Paris,
que é uma grande cidade, as pessoas são um pouco mais reservadas, elas podem
comprar em qualquer lugar, mas as que vêm ao mercado, elas procuram também
um contato. Então é preciso ser atencioso, dar uma palavrinha, falar de futebol,
perguntar se está bem… e aí você desenvolve uma verdadeira relação. (Karim,
Marché Maubert, 2006).
37 Essas narrativas apontam para o trabalho na feira em sua dimensão lúdica, recorrendo
às trocas sociais com clientes e mesmo com colegas como um aspecto que “humaniza o
métier” (conforme Karim), e não apenas como uma ferramenta para melhor vender. É
interessante considerar, ao mesmo tempo, que todos citaram o trabalho de feirante
como um trabalho duro, que exige bastante em termos do corpo e do espírito, uma
“dureza” amenizada pela sociabilidade e interação. Os conflitos, tensões e discordâncias
parecem ser aqui resolvidos pela via da jocosidade, das piadas e das inversões de
hierarquias próprias do humor da praça pública, conforme apresenta Bakhtin (1996).
Penso que essa habilidade de construir relações e promover sociabilidades é uma das
características a ser desenvolvida pelo feirante. Por sua vez, em se tratando de uma
troca, essa habilidade precisa do outro, do freguês para ser desenvolvida, ela depende
da resposta desse interlocutor que está do outro lado da banca e que vai circular em
várias delas, não só possibilitando que essa palavra repasse entre freguês e feirantes,
mas entre as diferentes bancas do mercado. Da mesma forma que nem todos os
feirantes acionam essas mesmas táticas de trabalho, não são todos os clientes dessas
bancas que aderem à interação proposta pelo feirante, muitos passam por ali sem
participar das brincadeiras e jocosidades próprias do mercado. No entanto, durante os
longos períodos que compartilhei com esses fregueses em suas bancas, pude presenciar
como alguns deles são elos fundamentais nesse jogo social, até mesmo com o papel de
incluir outros fregueses ou mesmo feirantes nesse processo.
38 Todos esses aspectos do trabalho do feirante fazem parte de um longo processo de
aprendizagem, construído no mercado, e, na maioria das vezes, transmitido do pai ao
filho; ou do empregador ao empregado. Sempre ouvi de feirantes que se aprende ali na
banca, “fazendo” e observando. Um de meus interlocutores de pesquisa, durante o
mestrado, o Cláudio,18 ao ouvir-me perguntar sobre seu trabalho, respondeu-me: “Quer
saber do nosso trabalho? Então vem trabalhar!”, desafio que resultou concretamente
em uma experiência de aprendizado sobre como vender laranjas, como fazer troco,
como atender os clientes em sua banca, durante alguns dias de feira (Vedana, 2004).
Podemos dizer que as práticas de trabalho no comércio de alimentos nas feiras livres se
caracterizam pela construção de uma relação de trabalho entre mestre e aprendiz.
Como venho afirmando, essa aprendizagem depende da interação e da relação com o
outro: seja com os colegas que ensinam e aprendem num mesmo contexto, com os
fornecedores de entrepostos comerciais onde compram seus produtos, seja com os
fregueses e suas demandas não só relacionadas aos alimentos, mas aos laços sociais que
se tecem na feira.
Considerações finais
46 Parece-me importante finalizar este texto ponderando que essas trajetórias narradas
expressam experiências particulares. Não foi por acaso que esses feirantes se tornaram
os interlocutores principais de minha pesquisa de doutorado sobre o tema da duração
dos laços sociais nos mercados de rua. Esses sujeitos não só investem nesses vínculos e
trocas com o outro – colegas, fregueses, a pesquisadora – como também refletem sobre
sua importância em seu cotidiano de trabalho. Nem todos os feirantes em mercados de
rua fazem o mesmo investimento, ou se veem construindo o mercado e projetando-se
como feirante, comerciante autônomo, vinculado ao outro que atende a cada dia de
trabalho. Como todas as categorias de trabalhadores, essa também está longe de ser
homogênea. Porém a convivência compartilhada com esses sujeitos me faz refletir se
essas sistematizações de saberes e reflexões sobre a sociabilidade não tornam esse
feirante um técnico, no sentido do uso de suas habilidades para construir essa
“trajetória de sucesso” à qual me referi anteriormente.
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Janeiro: Zahar, 1979. p. 68-89.
NOTAS
1. As análises aqui expostas derivam de minha tese de doutorado (Vedana, 2008).
2. Conforme a descrição do site da instituição: “A Centrais de Abastecimento do Estado do Rio
Grande do Sul S/A – Ceasa/RS é uma sociedade por ações de economia mista, tendo capital do
Governo do Estado do Rio Grande do Sul (a quem cabe a gestão, através da Secretaria da
Agricultura) e Prefeitura Municipal de Porto Alegre.” Trata-se de um grande centro distribuidor
de hortifrutigranjeiros do estado e foi fundada no final da década de 1960, como parte de uma
política pública de abastecimento de alimentos no país. Para maiores detalhes ver a tese de
Márcia da Silva Mazon (2010).
3. Infelizmente não poderei aprofundar aqui a análise dos dados de pesquisa relacionados ao
trabalho de campo na Ceasa/RS. Desenvolvo essa análise em outro texto, ainda em andamento, a
ser publicado nos Anais da 36a Anpocs.
4. Aqui seria interessante debruçarmo-nos sobre as reflexões de Michel Agier (2011) atinentes a
uma antropologia da cidade desvinculada de sua referência ao mundo rural (ou seja, um campo
de estudos construído em oposição a outro), uma abordagem da “cidade em si mesma” para
entendê-la a partir de relações e não somente como o lugar de emergência do individualismo – e,
é claro, do indivíduo como categoria principal de análise. Essa característica interacional da
cidade (Agier, 2011) é um nexo importante para a argumentação deste artigo.
5. Segundo dados da Prefeitura Municipal de Porto Alegre, a cidade é a segunda capital do Brasil
em produção de alimentos, contando com uma vasta área de propriedades rurais com produção
agrícola. A esta região, que ocupa cerca de 60% do território da cidade, atribuem a denominação
de Cidade Rururbana (http://www2.portoalegre.rs.gov.br/spm/default.php?reg=9&p_secao=193).
6. Mais uma vez, não considero que as fronteiras entre esses dois campos de estudo sejam rígidas,
poderíamos até conceber que são bastante próximos quando percebemos uma bibliografia que
transita entre essas áreas. No entanto, cada um desses campos de pesquisa acaba por estabelecer
determinados temas e recortes conceituais específicos sobre os fenômenos sociais analisados,
enfatizando, de um lado, a cidade, e, de outro, o trabalho, como num jogo de figura e fundo. Nesse
sentido, busco neste texto um caminho entre esses dois campos para situar a categoria de
trabalhadores com a qual me deparo nesse momento. Para esse percurso, situaria algumas
bibliografias que são referências fundamentais para esta análise: as pesquisas de José Sergio Leite
Lopes (1976, 1988) sobre a lógica das relações de trabalho e as representações de trabalhadores, a
pesquisa de Cornelia Eckert (2012) sobre as temporalidades de uma mina de carvão desativada e a
memória dos trabalhadores, e as pesquisas de Gilberto Velho (1981, 1999) sobre o fenômeno
urbano.
7. Durante o período em que realizei estágio de doutorado em Paris, tive oportunidade de assistir
a inúmeros documentários sobre o mercado central da cidade, chamado Les Halles. Em todos eles,
evidenciou-se que o mercado seria a porta de entrada na cidade de migrantes do campo, lugar
onde encontrariam seu primeiro trabalho. Entre esses documentários, podemos citar: Le dernier
cri des halles, de Monique Aubert (1973); Memoires d’un vieux quartier, de Gérard Chouchan (1969); À
demain les halles, de Jean Lassave (2005). Em Porto Alegre, essa mesma afirmação surge nas
RESUMOS
Neste artigo procuro argumentar, a partir das narrativas de alguns interlocutores de pesquisa,
bem como de observações participantes realizadas em mercados de rua entre os anos de 2004 e
2008, que o trabalho do feirante está fundamentalmente amparado em suas habilidades de
construir laços sociais e promover sociabilidades. As reflexões que esses trabalhadores elaboram
sobre seu trabalho no dia a dia do mercado evocam os saberes e fazeres que sistematizam nessa
trajetória: as formas de tratar os fregueses, o conhecimentos sobre os alimentos, suas origens,
circulação e distribuição, as redes de fornecedores que tecem, etc. A ênfase depositada na
construção do laço social com seus fregueses (e também fornecedores e colegas) relacionada com
a repetição cíclica dos gestos e práticas no mercado, nos revelam que fazer a feira é também fazer
o feirante, no sentido de um métier construído cotidianamente a partir de uma experiência
compartilhada.
This article presents narratives of merchants and participant observation in street markets made
between 2004 and 2008. His central argument is that the work of merchants is fundamentally
sustained in their ability to establish social ties and to promote sociability. The reflections that
these workers draw about their work indicate the knowledges and practices that they
systematize in this trajectory: ways to serve customers, knowledge about food, its origins,
circulation and distribution, the networks of suppliers that they lay down, etc. The emphasis
placed on social ties with their customers, suppliers and colleagues reveals that this metier is
configured from a shared experience in everyday practices of the market.
ÍNDICE
Keywords: city, forms of sociability, street market, work
Palavras-chave: cidade, formas de sociabilidade, mercados de rua, trabalho
AUTOR
VIVIANE VEDANA
Universidade Federal do Rio Grande do Sul – Brasil
Em pós-doutorado
Os fios da memória
Fábrica Rheingantz entre passado, presente e patrimônio
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
1 Este artigo foi elaborado a partir de pesquisa realizada sobre a Fábrica Rheingantz,
localizada na cidade de Rio Grande, sul do Brasil. Essa investigação ocorreu em dois
momentos distintos: o primeiro deles entre 1998 e 2002 1 e o segundo entre os anos 2009
e 2012. Podemos considerar um terceiro momento, que inicia por ocasião do anúncio
formal do tombamento do complexo Rheingantz pelo Instituto do Patrimônio Histórico
do Estado (Iphae), em julho de 2012,2 cujos efeitos e ressonâncias serão objeto de
investigação e análise futuras.
2 O período entre 1998 e 2002 foi caracterizado pelo contato mais direto e sistemático
com a Fábrica Rheingantz, entendida aqui como um conjunto composto pelo prédio
fabril propriamente dito e suas extensões, como o local onde funcionaram a Sociedade
Mutualidade,3 o ambulatório médico, o Clube União Fabril, o Grupo Escolar Comendador
Rheingantz, as chamadas “casas da fábrica” e a Vila São Paulo, na qual se localizam
também as casas de operários. A pesquisa realizada teve por objetivo recuperar a
trajetória da empresa a partir de relatos orais e de outras fontes, bem como fazer um
registro do que ainda permanecia no local, como edificações, maquinário, mobiliário e
acervo documental.4
3 A Fábrica Rheingantz ou União Fabril, como também é conhecida, foi uma das maiores
fábricas têxteis do sul do Brasil surgidas no século XIX. A partir dela a cidade avançou
em processos de urbanização com a introdução de sistemas de transporte urbano, tais
como o bonde, a implantação de serviços públicos no bairro Cidade Nova, reduto da
população imigrante e operária e a dinamização de setores como o ferroviário e o
portuário, tendo em vista o fluxo de produção e de matérias-primas. Igualmente, a
Figura 1. Fábrica Rheingantz década de 1950 (acervo Fototeca Municipal de Rio Grande).
narrativas dos trabalhadores e nos textos produzidos sobre a fábrica como um erudito.
A biblioteca foi organizada no prédio que abrigava o Cassino dos Mestres e estava entre
os fins aos quais se destinava a Sociedade de Mutualidade. Manter uma biblioteca
cumpriria a função de “desenvolver a cultura dos sócios”, conforme artigo do Estatuto
da Sociedade de Mutualidade.8
15 A representação do fundador como um homem culto, justo, oscilando entre uma figura
paternal e um patrão punitivo, é recorrente nas memórias vinculadas a lugares de
trabalho, demonstrando como as lembranças constituem-se numa distensão de tempo,
na qual o passado, momento em que afloravam os sentimentos de animosidade e
revolta, é retrabalhado pelo presente, já liberado dessas contraturas (Lasmènes, 2011).
16 Entre os anos 1920 e 1940, a indústria têxtil como um todo sofreu os reveses de crises
internacionais, ainda que, em alguns setores e pontualmente, tenha sido beneficiada
por uma situação de guerra. Dos finais da década de 1940 até meados dos anos 1950 foi
possível manter um nível de produção que possibilitava à empresa funcionar em todos
os setores, garantindo ao menos uma relativa estabilidade que escondia, de fato, os
processos conturbados nos quais se desenvolvia a administração do último
representante da família Rheingantz. O período entre 1960 e 1970 foi marcado por
várias crises, que acarretaram no término de um ciclo na história da empresa, cujo
ápice foi a decretação da falência da mesma em 1968, sendo reaberta em 1970 com
outro nome social, Companhia Inca Têxtil, e outro corpo administrativo, sem o controle
acionário da família Rheingantz. Os processos indenizatórios impetrados contra a
empresa, ainda no período anterior ao fechamento, nunca foram resolvidos em sua
totalidade e as estratégias utilizadas para ressarcir os funcionários, tais como converter
a dívida em debêntures e conferir a eles parte do lucro, rapidamente mostraram-se
ineficazes, pois não contiveram o descontentamento nem impediram o crescente
número de causas trabalhistas que incidiam sobre a empresa. Além disso, o
endividamento da Rheingantz com a Previdência Social resultou na penhora de grande
parte de seus bens, impedindo que eles fossem vendidos para amortização das dívidas
trabalhistas.
17 Mergulhada em dívidas e sentenças judiciais, a Inca Têxtil manteve-se funcionando
parcialmente até o final da década de 1980. A partir dos anos 1990, em face do
agravamento das condições financeiras e à impossibilidade de investir na manutenção
básica dos prédios, a Inca Têxtil foi sendo abandonada, o que se torna visível tanto pela
situação de comprometimento estrutural do edifício, como pelo desânimo e fim das
expectativas de retorno aos velhos tempos.
conjunto formado por todos esses prédios e pelas casas dos mestres, contramestres e
trabalhadores da fábrica.
22 No plano interno, a referência a alguns espaços eram recorrentes nas narrativas, como,
por exemplo, a portaria, local de ingresso na fábrica e onde ficavam as placas de
identificação de cada operário, as quais eram entregues no momento da entrada e
devolvidas no final do expediente; por vezes o tempo era escasso e, sobretudo para as
mulheres que tinham filhos, via de regra era preciso contar com a conivência do
porteiro para minimizar o atraso no serviço; o pátio interno, no qual a direção da
empresa fazia-se presente em comunicados e congraçamentos, sendo referência no
período dos seis meses que seguiram à suspensão do trabalho e fechamento definitivo
da fábrica, era sempre mencionado, pois ali ocorriam as reuniões entre todo o grupo de
funcionários, tendo sido construído um pequeno santuário à frente do qual eram
dispostas velas e realizadas missas em prol de uma recuperação da empresa. No andar
superior do prédio de entrada da fábrica estavam concentrados os setores financeiro e
administrativo, sendo a gerência um lugar inacessível para a maior parte dos
funcionários. A sala da gerência era cuidadosamente limpa pela única funcionária que,
nos últimos anos, ocupava esse andar e que periodicamente arejava a sala, limpava os
móveis, lustrava o assoalho. Dessa sala e de todo o chamado setor administrativo, as
aberturas proporcionavam uma visão ampla do pátio central e do corredor que levava
até as seções posteriores da fábrica. Subir a escada que conduzia ao andar superior
remetia, nas narrativas, a uma ordem disciplinar e hierárquica que previa o acesso a
esse pavimento em casos de punições, demissões ou, mais raramente, alguma
solicitação de caráter pessoal.
As casas da fábrica
23 No espaço externo à fábrica, o conjunto de moradias que compunham as chamadas
“casas da fábrica” divide-se em dois: o primeiro deles é composto por moradias
dispostas ao lado do edifício fabril; e o segundo, inaugurado na década de 1950, localiza-
se nas imediações da fábrica, na chamada Vila São Paulo.
24 Foi do primeiro conjunto de habitações que um maior número de referências foi obtido
na documentação da empresa. Nesse local, cujas primeiras edificações começaram em
conjunto com a fundação da fábrica em 1873, é possível, através da disposição dos
imóveis, traçar um mapa social desse universo. No lado oposto ao prédio fabril
encontram-se edifícios que eram segmentos da fábrica: o prédio da Sociedade de
Mutualidade; a creche, sob a direção das religiosas da Ordem de São José; o Grupo
Escolar Comendador Rheingantz, o qual os filhos dos operários podiam frequentar até o
4º ano do ensino fundamental. Na sequência, havia construções nas quais moravam os
mestres da fábrica, que, pelo menos até 1950, eram de nacionalidade alemã. Essas casas
apresentavam-se com dois andares, porão, sótão e jardim, seguindo o padrão
construtivo de influência germânica. No lado oposto da rua vê-se ainda o que foi a casa
de um dos diretores da empresa, membro da família Rheingantz: uma construção
grande no meio de um jardim, garagem para carros, elemento de distinção num
conjunto social no qual ter um automóvel foi, por muito tempo, exclusividade dos
Rheingantz.
25 Ao lado desse grande imóvel inicia-se uma sequência de casas caracterizadas por
fachada austera de porta, janela e, em algumas delas, um pequeno jardim. Imóveis que
eram entregues aos contramestres. Um terceiro lote de casas está na parte interna e
paralela à Avenida Rheingantz, num conjunto arquitetônico de casas em fita, ou, na
linguagem local, “o corredor”. Essas eram casas originalmente cedidas a operários com
ocupação das casas por locatários que não fazem parte do grupo de antigos
trabalhadores da Rheingantz, a descaracterização de alguns prédios, como o da antiga
creche que entre os anos 1997 e 1999 sediou uma casa noturna, a substituição do
movimento de trabalhadores cruzando as ruas pelo silêncio da fábrica, a incorporação
de novos atores sociais, dentre outras alterações importantes.
37 A questão do reconhecimento do passado compartilhado colocava-se como um
elemento de diferenciação e distanciamento entre moradores recentes e antigos,
aproximando estes últimos em torno da questão da regularização dos títulos de
propriedade das casas.
trajetória aberta pelos parentes era um dado que se confirmava continuamente pela
documentação; além disso, prosseguir no ofício dos pais ou parentes era, em alguns
casos, discursivamente apresentado pela ideia da distinção e honra em dar
continuidade ao nome familiar na empresa. Em outros casos, o ingresso no mundo do
trabalho aparecia como contingenciado pelas necessidades econômicas da família,
evocando o lamento pelo estudo interrompido ainda na infância. É importante observar
também que a transmissão aos filhos do cargo ocupado pelos pais era igualmente
garantia de continuar morando na casa cedida pela fábrica (Lopes, 2011), o que aparecia
então como uma economia doméstica importante.
42 Ao mesmo tempo, aprender um ofício era possibilitado por uma rede de cooperação
estabelecida no interior de cada seção, sendo fundamental a figura dos funcionários
antigos no serviço que cumpriam um papel de instrutores. Da relação com os
instrutores dependia uma série de conhecimentos e vantagens secundárias, pois além
de conhecer o processo de produção, através da experiência transmitida, o novato
entenderia melhor o funcionamento das redes estabelecidas dentro da seção, assim
como as práticas solidárias e as formas de cooperação que amenizavam as condições
difíceis com que se desenvolvia o dia a dia no trabalho.
43 A categoria trabalho aparece como fundamental nas narrativas, numa amplitude a
partir da qual é possível compreender todos os âmbitos da vida nos quais a experiência
da fábrica aparece circunscrita. A condição de trabalhador é uma lente pela qual se
pode observar a história de toda uma vida, da infância até a senilidade, num percurso
não linear e nem sempre bem delimitado. Em algumas entrevistas, ingressar na fábrica
como funcionário assumia a ideia de liberdade, pois possibilitava ao sujeito o convívio
com pessoas externas ao ciclo familiar e a participação em uma sociabilidade
instaurada dentro dos grupos formados nas seções de trabalho.
44 Essa liberdade, no entanto, era condicionada e vigiada, sobretudo para aqueles que
tinham familiares trabalhando na fábrica, pois todos os comportamentos considerados
desviantes pela empresa eram transmitidos aos familiares, sendo igualmente possível
que as sanções fossem a eles imputadas.
45 No contato com essa comunidade de informantes foi possível observar que a maior
parte das narrativas convergia para uma relativização dos esforços físicos, ainda que
deles decorressem patologias ou deformações permanentes. O reconhecimento dessas
marcas no próprio corpo remete às condições nas quais o trabalho era executado, sendo
que a introdução sistemática de normas de segurança só ocorreu a partir de 1956, num
processo de modernização da produção que culminou com a contratação de uma
empresa americana – Wernertex, a qual permaneceu na Rheingantz de 1956 a 1958.
Pressionado pela necessidade de acompanhar o que já ocorria em outras empresas
têxteis do Rio Grande do Sul, no que se refere à modernização do maquinário e à
introdução de novos métodos de trabalho para lidar com as fibras sintéticas, o então
diretor da empresa, João de Miranda Rheingantz, autorizou o contrato dessa empresa
de engenharia industrial.
46 O trabalho desenvolvido pela Wernertex foi marcado por conflitos e discordâncias que
se tornaram problemas graves na gestão da empresa. O grupo de técnicos americanos
foi instalado em um escritório adaptado para recebê-los no centro da fábrica, em local
que passou a ser conhecido como “a gaiola de ouro”. Desse lugar, as representações que
são feitas pelos entrevistados evocam isolamento, um enclave do moderno num
conjunto já bastante antigo.
estavam caídas no chão e dizia: esse é tal fio, tal partida, tal cor… ele sabia, e hoje a
maior parte não conhece nada” (Botelho, 1981).
51 A descrição do processo de transmissão desse saber-fazer não possibilita compreender
como efetivamente isso ocorria (Rasse, 1991). O caráter quase sempre minimalista dessa
descrição aponta para um conhecimento intuitivo confirmado pela repetição.
Entretanto, deter esse conhecimento poderia ser a forma de impor-se numa estrutura
hierárquica fundada sobre a competência técnica formal.
52 O declínio da empresa é representado pela desagregação desse universo constituído
pelo tênue equilíbrio entre os dois campos de conhecimento: o técnico e o empírico,
desencadeado pela missão modernizadora imposta pelos técnicos americanos. A
introdução de novos métodos, equipamentos e formas de racionalização da produção
era recuperada como a desestabilização de um sistema que permitia a sincronização de
práticas técnicas e práticas sociais.
53 A ruptura com esse sistema anterior, o das “velhas paredes”, era apontada pelos relatos
memoriais como um dos grandes fatores que levaram à falência da empresa,
sobrepondo-se a outros, como a incapacidade de acompanhar as novas tecnologias
aplicadas ao setor têxtil e o mau gerenciamento interno da fábrica.
O tempo do luto
54 É possível afirmar que há um consenso memorial sobre esse período anterior, no qual
as representações sobre a fábrica giram em torno da “grande família”, dos chefes como
rigorosos e justos, dos conflitos como apaziguados ou inexistentes e de acordos
possíveis numa ordem que vai perdendo a rigidez frente à necessidade de aumento da
produção. A fábrica torna-se o centro de uma vida desejável, e dessa narrativa constrói-
se o mito da Idade de Ouro, uma remodelação do passado cuja finalidade é possibilitar a
continuidade da existência no presente. No plano discursivo vê-se que o momento que
se aproxima da ruptura (o fechamento da empresa) é abordado de maneira
fragmentada, instável e controversa (Goux, 2002, p. 102). Tudo parece se desordenar
quando entra no período que antecedeu ao fechamento, período no qual a
desestabilização, a insegurança e o sofrimento impõem-se como sentimentos e
representações possíveis.
55 Nas fichas de registro do departamento pessoal há um considerável aumento de
licenças e punições por infrações cometidas pelos operários no período que vai de 1955
até 1968. Essas infrações repetem-se em várias fichas sob o título de atos de sabotagem,
dentre os quais os mais recorrentes são: ter “calçado maldosamente” os limpadores de
fios da máquina; deixar enrolar a lã até quebrar a máquina; fazer torção contrária no
fio; estragar tapetes; rasgar o couro da máquina; rasgar a andadeira da máquina;
desperdiçar tapume; quebrar lançadeiras; colocar ferro sob a roda do caminhão. Tais
atitudes ficavam atestadas pelos documentos e demonstravam um descontentamento
crescente dos trabalhadores frente ao atraso de salários e à “política de degola”, como
era apresentado o sistema de redução de pessoal, e à suspensão de algumas vantagens
como as horas extras, frutos da reforma administrativa proposta pela equipe da
Wernertex.
56 Dentre essas práticas de sabotagem, as mais impactantes foram as empreendidas pelos
antigos mestres, contrariados pelo sombreamento causado pelos técnicos americanos.
O tempo do patrimônio
68 Os esforços por manter a fábrica aberta, simulando existir alguma atividade produtiva
em seu interior, mantiveram-se até o falecimento de seu Hilso, o “guardião da
Rheingantz”. Sem alguém que se dispusesse a cumprir esse papel e com o avanço da
idade dos antigos trabalhadores, a antiga fábrica fechou-se definitivamente ao mundo
exterior em 2001. A partir desse momento acelerou-se o processo de degradação com
registro de casos de vandalismos e roubos de materiais, como tubulações em bronze.
69 A audiência pública de julho de 2009 foi um marco no processo de conversão da
memória sobre a fábrica em um processo de conscientização patrimonial sobre ela.
Recuperar e impedir o desaparecimento dos traços desse passado foi a ênfase desse ato
que reuniu atores sociais, tais como vereadores municipais, Judiciário e Ministério
Público federais, universidades, ex-funcionários da Rheingantz. Atitudes emocionadas
surgiram de vários membros do poder público e da plateia, como o relator da audiência
que se remeteu à sua infância e à necessária recuperação do passado numa cidade que
agora olha para seu futuro (Rio Grande, 2009).
70 Sem desconsiderar que anterior a esse ato público já tivessem acontecido outros de
igual natureza, bem como manifestações dessa comunidade de ex-trabalhadores em
prol da patrimonialização do complexo fabril, passa-se a observar as repercussões desse
evento nas mídias e nos discursos locais, que com mais ênfase apontavam para a fábrica
como patrimônio da cidade, tudo como se de fato a emoção patrimonial tivesse sido
ativada pelos discursos e ações do poder público, tal como a aplicação do princípio da
adjudicação (entrega do bem pelo devedor) ao antigo prédio que abrigou o Cassino dos
Mestres e Sociedade de Mutualidade, repassado à administração municipal para que
fosse efetivado seu restauro (Rio Grande, 2009). Outras reações, algumas de caráter
contrário ao tombamento das casas da Vila Operária,10 foram observadas num
movimento que evidencia essa ativação patrimonial mobilizada no interior da
comunidade. O sentido de ativação patrimonial elaborado por Llorenç Prats (1998),
referindo-se à ideia de que elementos que integram os repertórios culturais, para que
adquiram autoridade e representatividade, devem ser previamente legitimados como
construção social, adquire nesse caso um sentido bastante profundo. Segundo Prats
(2005, p. 20), a ativação, mais do que a valorização, tem a ver com o discurso “mais ou
menos explícito, mais ou menos consciente, mais ou menos polissêmico, mas
absolutamente real” baseado na seleção de elementos integrantes da ativação, na
ordenação e na interpretação dos mesmos, construindo assim um “caráter sagrado e
imutável” (Hernández Ramírez, 2007, p. 7) de objetos a serem elevados à categoria de
símbolo coletivo, podendo, portanto, representar um vestígio de passado que une os
sujeitos no presente.
71 O tempo da memória, que para fins dessa pesquisa foi considerado como esse anterior à
criação dos discursos e de dispositivos patrimoniais, fazia-se observar na relação dos
sujeitos com os evocadores da recordação, justificando assim os acervos pessoais
formados por objetos industriais, fotografias, periódicos publicados pela empresa,
documentos de trabalho, cadernos de anotações, etc. Nesse tempo da recordação, os
sentidos são individualmente construídos e participam dessa modulação do tempo da
vida, pautados pelo trabalho: reconstrói-se a própria trajetória a partir de uma
ordenação demarcada pelo tempo do trabalho “no tempo da Rheingantz” (Eckert,
2012). Nesse sentido a memória como representação presente de uma coisa ausente
(Ricoeur, 2007) remete à ideia de traços e vestígios presentes na duração.
72 A dimensão espacial adquire então um sentido mais profundo, pois tenderia a assegurar
o sentimento de continuidade dos grupos de acordo com Maurice Halbwachs (1990,
p. 20). Os traços inscritos no espaço são constantemente reapropriados e funcionam
como marcas implicadas no processo de apropriação simbólica do mesmo (Veschambre,
2008, p. 14). A transposição desse espaço-memória para espaço-patrimonial resulta da
consciência de um sentimento de pertencimento e, ao mesmo tempo, o reconhecimento
desse conjunto como patrimônio reafirma e sela em definitivo o processo de
desindustrialização (Di Méo, 2007).
73 O processo de patrimonialização da Rheingantz vem sendo marcado por ações externas
– poder público e experts – que por vezes desconsideram os lugares nos quais a
sedimentação do passado parece ser mais evidente aos atores locais. O descompasso
entre as decisões sobre os objetos patrimonializáveis eleitos e mediados pelo poder
público e os atores locais (a escolha do Cassino dos Mestres como prédio a ser
restaurado em detrimento de outros igualmente importantes e que apareciam em
maior destaque nas entrevistas, como o do Grupo Escolar Comendador Rheingantz,
pensado por alguns moradores para sediar um museu da Rheingantz e atualmente
destinado a ser um restaurante) são reveladores da dificuldade de fazer operar a noção
de transmissão, o que, de acordo com Dominique Poulot (1998, p. 10), é condição
essencial para que se estabeleça o futuro do passado. Há que se considerar, no entanto,
a ideia de que o patrimônio é construído sobre a perda, o desaparecimento, e,
especificamente nesse caso, a desagregação de uma atividade industrial e sua
transformação em lugar para a memória da atividade industrial. Nesse sentido, o
patrimônio é sempre associado a algo que se perdeu, uma ruptura entre o que foi e o
que se reinventa, o intransmissível, portanto.
74 Espaço entre dois mundos, o do trabalho e o do patrimônio, esse conjunto fabril
possibilita que se interrogue sobre as mutações sofridas pelo espaço urbano e as
transformações que ocorreram na cidade, que se abre, simbolicamente, pelo signo
visual da indústria têxtil.11
BIBLIOGRAFIA
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NOTAS
1. Ver Ferreira (2002).
2. Ver Rio Grande do Sul (2012).
3. A Sociedade Mutualidade dos operários da Companhia União Fabril (CUF) foi fundada em 10 de
março de 1881 e tinha, dentre suas atribuições, gerir fundos de auxílio aos trabalhadores. A partir
dos anos 1950, passou a funcionar também como cooperativa, na qual os funcionários da empresa
podiam adquirir produtos como botijões de gás, tecidos, calçados, etc. Todas as compras eram
repassadas ao setor de departamento pessoal da empresa para que fosse feito o devido desconto
na folha de pagamento do trabalhador.
4. No período em que estive pesquisando a fábrica, tive acesso a diversos fundos documentais,
tais como as fichas do departamento pessoal que remontavam a 1937, prontuários do ambulatório
médico da empresa, documentos gerais relativos ao fluxo de produção, documentos técnicos, atas
das reuniões da diretoria da Fábrica Rheingantz, cartas do comendador Carlos Guilherme
Rheingantz quando no exercício da direção, dentre outros. Ressalte-se que já naquele momento
uma grande parte dessa documentação estava armazenada em ambientes totalmente insalubres,
estando sujeita a ataques biológicos, umidade, contato com materiais corrosivos e outros fatores
de degradação.
5. O período entre 1950 e 1970 foi tomado levando-se em consideração que no começo dos anos
1950 a fábrica ainda apresentava índices de crescimento, os quais iniciam um processo de
declínio a partir do final dessa década, culminando com seu fechamento em 1968.
6. Conforme dados apresentados no Relatório da Associação Comercial publicado no jornal Diario
de Rio Grande (1887).
7. O período que vai de 1870 a 1920 caracterizou-se pelo desenvolvimento de setores
fundamentais que impulsionaram a cidade de Rio Grande. Durante o século XIX, a cidade exerceu
papel fundamental no contexto regional, principalmente no que se refere a configurar-se como
entreposto comercial sul-rio-grandense.
8. A constituição da biblioteca fazia parte de um projeto maior no qual classes noturnas eram
ministradas aos trabalhadores, “uma educação do espírito” como definiu o médico Augusto
Duprat, que atuava como colaborador na fábrica, em sua argumentação frente à diretoria da
empresa.
9. Ficha funcional n. 1024, Departamento Pessoal da Fábrica Rheingantz, 1953.
10. No dia 20 de dezembro de 2010 foi consumido pelo fogo o sobrado de traços enxaimel onde
havia sido a residência dos mestres. A tese de incêndio criminoso, buscando resguardar o valor
do terreno, começa a ganhar espaço dentro da cidade sem que, no entanto, tenha sido
comprovada.
11. O pórtico de entrada na cidade de Rio Grande, pela chamada Avenida Presidente Vargas, é a
estilização de uma máquina de costura em alusão às fábricas têxteis da cidade na década de 1950,
quando foi erigido.
RESUMOS
Este artigo pretende discutir as dimensões que assumem as noções de trabalho, memória e
patrimônio nas narrativas de antigos trabalhadores da Fábrica Rheingantz, localizada em Rio
Grande (RS). Essa fábrica, fundada no final do século XIX, foi uma das bases sobre a qual se
articulou a economia e urbanização dessa cidade, constituindo-se em referência e marco
simbólico da Rio Grande moderna. Os remanescentes do complexo fabril figuram hoje como
restos de passado num presente tensionado entre as reivindicações patrimoniais e a lógica do
mercado imobiliário numa cidade que vivencia um novo ciclo de crescimento econômico.
This article intends to discuss the dimensions that work impressions, memory and heritage can
assume through the narratives of the former workers of the Rheingantz Factory, sited in Rio
Grande, RS. This plant, founded in the late 19th century, was a foundation for the economy and
the urbanization of this city, as well as a reference and simbolic landmark of the modern Rio
Grande. Today, the remainders of that plant are the remains of a past whithin a present
tensioned between heritage reivindications and the logic behind the real estate market, in a city
that experiences a new cicle of economic growth.
ÍNDICE
Keywords: heritage, memory, Rheingantz Factory, work
Palavras-chave: Fábrica Rheingantz, memória, patrimônio, trabalho
AUTOR
MARIA LETICIA MAZZUCCHI FERREIRA
Universidade Federal de Pelotas – Brasil
Re-estructuración capitalista
precariedad laboral y resistencia. La protesta de los mineros del cobre en
Chile
Introducción
1 Con el inicio de la dictadura en Chile la política económica experimenta una profunda
transformación. Desde ese momento, funcionarios de gobiernos, tanto dictatoriales
como democráticos, repitieron de manera insistente una serie de propuestas que se
presentaban como las grandes verdades para obtener el éxito económico: el mercado lo
resolvería todo de la mejor forma posible; el estado es esencialmente inepto e
ineficiente y debe retirarse de la actividad económica. Los costos sociales que
provocarían las reformas, se suponía, serían transitorios y breves, ya que,
teóricamente, las reformas estructurales darían lugar a una expansión significativa de
la inversión, el crecimiento económico, el empleo y las remuneraciones. Se sostuvo con
mucha frecuencia, que antes de distribuir la riqueza (antes de mejorar la distribución),
se debía producir el crecimiento económico.
2 Desde fines de los ‘60 y comienzos de los ‘70, se había producido una disminución de la
tasa de ganancia.1 Recomponer a esta última requería transferir el poder acumulado en
el campo del trabajo al campo del capital. Es entonces que se desata la ofensiva contra
los trabajadores y sus salarios, contra el gasto estatal en tanto restaba a los ingresos de
los empresarios, y contra las formas de gobierno que limitaban la acumulación. Se
imponía para el Capital el establecimiento de un nuevo orden. La Dictadura Militar se
constituyó en la primera estrategia de disciplinamiento social para poder aplicar
finalmente el usuario que es quien define los contenidos del trabajo, dirige y supervisa
su ejecución. En esta relación triangular, la empresa contratista mantiene todas las
obligaciones laborales legales con el trabajador, pero es la empresa usuaria la que
conserva el poder de ordenar y organizar el modo, tiempo y lugar en que se realizará el
trabajo. El trabajador desempeña sus tareas en las instalaciones de la empresa usuaria,
quien además le proporciona los medios de trabajo.
28 El usuario en este caso no sólo compra trabajo sino que también produce el
desdibujamiento del trabajador como sujeto de relación laboral. El usuario o
contratante se sirve del trabajo concreto y el contratista se hace cargo de darle forma a
la relación. Los trabajadores pasan a estar bajo la dependencia del contratante, la
relación entre ambos es la de la actividad material e intelectual, producto del quehacer
(trabajo) concreto; es el contratante quien fija el contenido y la dirección del trabajo. El
contratista (suministrador de trabajadores) es quien fija y paga los salarios, las horas
extras, las cotizaciones previsionales, las indemnizaciones, el seguro contra riesgo de
accidente y/o enfermedades laborales. Por estos servicios, arregla un precio con el
contratante y su ganancia es la diferencia entre ese precio y el total de los costos de los
servicios señalados. El contratista queda a cargo de los aspectos formales de la relación.
La relación de subordinación y dependencia con la empresa usuaria se puede visualizar
en indicadores tales como las instrucciones y controles, la vigilancia del desempeño de
las funciones, el control de la asistencia. Estos trabajadores, ajenos a la empresa usuaria
o contratante, reciben salarios diferentes y tienen derechos diferentes a los de los
trabajadores de la empresa usuaria, aunque realicen las mismas tareas y trabajen unos
junto a los otros. Los convenios que rigen para los trabajadores de la empresa, no
tienen vigencia para los trabajadores temporarios (Cueva; Hughes, 2009).
29 De esta forma, las empresas reducen sus costos. Y sustituyen una relación laboral (y los
conflictos que ella implica) por una relación comercial con otra empresa que se hará
cargo de los problemas de la relación laboral. La empresa usuaria reduce los costos
laborales, ya que al abastecerse de personal a través de la intermediación de un tercero,
puede disponer y prescindir de él según sus necesidades. La tercerización precariza el
empleo, ya que lo hace altamente inestable, reduce el nivel de remuneraciones y de la
protección de la seguridad social y laboral. La subcontratación torna más frágiles las
relaciones laborales individuales y colectivas, tanto en la empresa principal como en la
subcontratista. Y produce una división entre los trabajadores “internos y externos”. Se
produce una dispersión del colectivo laboral (o conjunto de trabajadores) que trabajan
para la misma empresa usuaria. Cabe señalar que en la práctica, estas formas de
subcontratación no se presentan en formas puras sino en modalidades híbridas.
30 En la década del ‘80, la dictadura otorgó al sector privado un rol preponderante para
liderar el desarrollo nacional. Durante la etapa privatizadora y en lo que se ha dado en
llamar la “revolución empresaria” desarrollada en los ‘80 y ‘90, las empresas
trasnacionales tuvieron un rol decisivo en la promoción y generalización de las
modalidades antes descriptas. En 1984 sólo existían tres (3) empresas de servicios
temporarios; en 1986: 79; y a fines del años ‘90 habían aumentado a 150 empresas.
31 Estas modificaciones estructurales se profundizaron y consolidaron bajo los regímenes
constitucionales que se sucedieron a partir de 1989.
32 Ante las constantes denuncias de los abusos laborales y la presión ejercida por las
organizaciones sindicales, en el año 2002, el gobierno de la Concertación se vio forzado
a presentar un proyecto de ley en el Parlamento que buscaba regular las formas de
Transformaciones en la subcontratación
37 Una de las características que fue adquiriendo la subcontratación es que va creciendo
en las actividades principales de de las empresas. Pero, ¿cómo se define? Son aquellas
que tareas, procesos o funciones cuya realización es consustancial o contribuye de
forma decisiva a la producción de los bienes o la prestación de servicios que la empresa
realiza y sin cuya realización se vería afectado el normal desarrollo de sus actividades.
38 Sintetizando, la subcontratación se aplica en las empresas de todos los tamaños y en
todas las ramas de actividad. Pero es en la Gran Empresa donde se encuentra más
extendida y es una estrategia fundamental de su organización productiva; así como
también está mucho más generalizada en la construcción, la minería y el suministro de
electricidad, gas y agua.
39 Es en el escenario de los primeros años del siglo actual, que emerge un nuevo actor: el
trabajador subcontratista. Sus luchas y reivindicaciones ponen en evidencia a la vez
que protagonizan los conflictos más importantes de la década que terminó.
adquisición del 51% de las acciones de los yacimientos, primer paso a la nacionalización
integral de la extracción de cobre. Al finalizar el gobierno de Frei Montalva, dos
candidatos que compiten por la presidencia impulsan en sus respectivas campañas la
estatización de la producción: Radomiro Tomic y Salvador Allende. El triunfo de la
Unidad Popular hizo posible que el 11 de julio de 1971 se aprobase en el Congreso
Nacional, y por voto unánime, la enmienda constitucional que nacionalizaba totalmente
el cobre (Ley Nº 17.450) que se convertía así –en palabras del propio Allende– en “el
sueldo de Chile”,10 una suerte de “segunda independencia”. En ese pequeño territorio se
encuentran Chuquicamata, el yacimiento más grande del mundo a tajo abierto, y El
Teniente, que con sus 2400 kilómetros de galerías es la mina subterránea más grande
del mundo. Las exportaciones mineras representan un 61% de las exportaciones totales
chilenas,11 y dentro de este sector de la economía, el 86,6% corresponde al cobre
(Servicio Nacional de Geología y Minería, 2012) generando cuantiosos recursos para el
país, que también resultaron fundamentales para el funcionamiento de la economía
durante la dictadura militar pese a que, como señala Borón (2000, p. 149-183), en los
documentos del Banco Mundial, en los que se elevaba el caso chileno a la categoría de
“modelo” a imitar, se pasaba por alto este dato.12
45 En 1976, la dictadura crea un subterfugio13 –mediante una simple ley– para entregar en
dominio privado las minas de cobre de todo el país a capitales privados extranjeros: la
figura de “concesión plena”. A pesar que la Constitución estipulaba que el Estado tiene
el “dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas”, la
“Concesión Plena” garantiza a estos capitales un usufructo en mejores condiciones aún
que la propiedad privada. La concesión plena privilegia, garantiza y mejora los
derechos al titular del dominio privado,
sin plazo de término, irrevocable, inmodificable, y en caso de expropiación, con
pago del valor comercial del yacimiento, no sólo de las inversiones, sino también el
pago de los flujos futuros. O sea, Chile tendría que pagar los yacimientos de cobre,
incluyendo los subproductos, hasta el momento en que se agoten. (Caputo, 2008a).
46 Esta operación se realiza mediante la empresa estatal Corporación Nacional del Cobre
de Chile (CODELCO), quien se reserva un 30% del total de las explotaciones para
propiedad del Estado y un 70% pasa a virtual propiedad de compañías extranjeras. 14
Más tarde, la dictadura garantiza el presupuesto de las Fuerzas Armadas de Chile
mediante la normativa que establece que el 10% de las ventas de CODELCO al exterior
deben ser depositadas en dólares en el Banco Central de Chile, con el objeto de financiar
sus compras militares.15
47 Las grandes inversiones extranjeras se produjeron durante los gobiernos de la
Concertación siendo el sector minero el que concentra la mayoría de ellas,
concretándose de esta forma el proceso de “desnacionalización del cobre”, perdiendo
Chile autonomía y soberanía incluso para decidir qué cantidad de cobre producir. Y se
ha apoyado y fortalecido desde el gobierno a las grandes empresas mineras mundiales
que compiten con CODELCO en el mercado mundial. La participación de la cuprífera
estatal en el mercado mundial de cobre aumentó de 8,2% en 1973 a 13,4% en 1990,
disminuyendo a partir de ese año. La participación de las empresas privadas, aumentó
del 1,6% en 1973 a 24, 2% en 2006: es decir, CODELCO pierde participación en el mercado
mundial del cobre y la gana las empresas privadas, particularmente extranjeras. 16 En el
año 2010, CODELCO produce excedentes de 5.799 millones de dólares, casi un 47% más
respecto de los 3.948 millones obtenidos en el 2009. Los excedentes corresponden a los
resultados antes de impuestos a la renta y de la Ley 13.196, que grava con el 10% al
retorno por la venta en el exterior de cobre y subproductos propios. Este monto sólo es
superado por los registrados en 2006 y 2007. Los resultados del 2010, estuvieron
influidos, principalmente por la fuerte alza del precio internacional del cobre y del
molibdeno (Corporación Nacional del Cobre, 2010).
48 En 2011, Chile seguía siendo el primer productor mundial de cobre.
49 La “desnacionalización del cobre” ha sido un proceso que se dio en forma paralela al
fraccionamiento de los procesos de trabajo en empresas contratistas y subcontratistas.
17
66 El logro de esta movilización fue la promulgación de la ley que regula los aspectos de la
subcontratación, la que se pone en marcha en enero de 2007.
67 En mayo del 2007, la Coordinadora anuncia posibles medidas de fuerza ya que la Ley de
Subcontratación no se estaba cumpliendo. Uno de los hechos más significativos y de
mayor trascendencia, ocurrió en el mes de junio, cuando la Coordinadora Nacional de
Trabajadores Subcontratistas, reunida en Machalí, se convierte el 8 de junio en la
Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Una vez constituida, los trabajadores
deciden iniciar una huelga ante el incumplimiento de los acuerdos alcanzados, acción
de lucha que será nominada y recordada con posterioridad como “la huelga histórica”
de 37 días. Entre el 25 de junio y el 31 de julio, la paralización de las tareas fue
generalizada. Las demandas incluían beneficios en salud, educación, vivienda y
compensaciones económicas, además del cumplimiento de la ley.
68 La mediación del obispo de Rancagua, Alejandro Goic, no sólo fue importante para
lograr un acuerdo, sino que puso en 1er. plano a nivel nacional, el debate sobre el
sueldo ético.
69 En esta ola de protestas, se sucederá el conflicto, cuyo origen se encuentra en la
negativa de CODELCO a internalizar como trabajadores de planta a 5000 trabajadores
subcontratistas. Desde enero del 2008, se producen una serie de huelgas aisladas
convocadas por la CTC, hasta que a partir del 16 de abril y hasta el 6 de mayo, se
iniciaron una serie de protestas nacionales, provocando el otro gran conflicto que
protagonizó el sector cuprífero en la década. El mismo llega a su fin cuando los
trabajadores aceptan un bono de 500.000 pesos y un plazo de 6 meses para que
CODELCO cumpliera con la Ley. Esta vez, la mediación estuvo a cargo del entonces
Ministro del Interior, E. Perez Yoma; del Ministro de Trabajo, Osvaldo Andrade y del
Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores, Arturo Martínez.
70 La historia de los trabajadores subcontratistas de El Teniente, puso de manifiesto a
nivel nacional, la precariedad e inseguridad a la que están sometidos los trabajadores
tercerizados en general, siendo los mineros unos de los protagonistas más importantes
de las luchas sociales de la última década y haciendo visible la profundización y
agudización de la desigualdad estructural que implicó la restructuración capitalista en
Chile, a partir de la Dictadura Pinochetista.
71 No es casual que sea en la Gran Minería dónde encontramos a los protagonistas de las
luchas sindicales en Chile. Estas prácticas constituyen, forman parte, y/o son herederas
de una importante tradición construida por los trabajadores del cobre, al mismo tiempo
que se renuevan en sus prácticas de organización y acción. Los trabajadores
tercerizados se organizan y actúan a nivel interempresa, adquiriendo rápidamente
formas organizativas a nivel nacional. Sus reclamos, superan la simple reivindicación
salarial dando paso a la demanda se ser respetados como trabajadores, la que incluye
estabilidad en el trabajo, igualdad de salarios ante el mismo trabajo e igualdad de trato:
dejar de ser “trabajadores de segunda”. Sus demandas y reclamos se realizan en espacios
públicos, siendo característico el interrumpir, el lograr detener la producción a través
de bloqueos de caminos: modalidad para lograr hacer visible la explotación y
discriminación a la que son sometidos.
72 La organización sindical minera refleja desde hace décadas la importancia que tiene la
explotación del cobre para el Chile, “el sueldo de Chile”. Es por ello que las prácticas y
organización sindical de los trabajadores cupríferos, son parte de una larga historia que
A modo de cierre
77 La clase trabajadora chilena tiene claro, y ese es el mayor legado histórico de la misma,
que los avances económicos y sociales de los sectores populares han sido conquistados
y defendidos por los propios trabajadores, en este sentido, podemos hablar de una clase
autónoma. Coincidimos con Salazar y Pinto (1999) cuando dicen que los sectores
populares en Chile han organizado un proyecto histórico de largo plazo, contra
hegemónico del proyecto oligárquico y en los márgenes del poder, en ese proyecto el
pueblo habría buscado oponerse activa y prácticamente, a las tendencias marginadoras
de la élite. Salazar y Pinto se atreven a ir más lejos cuando sugieren que en las “etapas
formativas” del bajo pueblo se evidenciaría la existencia de un proyecto histórico de
acumulación productivista, marginal, llevado a cabo por “empresarios populares” y
legitimado éticamente por su carácter solidario y humanitario.
78 En estos momentos la clase trabajadora chilena tiene que enfrentarse con las distintas
estrategias de la hegemonía para reproducirse con el menor costo posible, con la
renovación engañosa de la misma y con su propio estado de desarrollo, que la ubica
utilizando métodos que fueron pensados para otros momentos históricos. Pensamos
que en este marco debemos entender a los acontecimientos que se producen en el
campo de la conflictividad laboral, como rebeliones antes que como trabajo sistemático
de una clase que procede acumulando poder.20 Pero, también pensamos que se están
abriendo nuevos espacios de ejercicio político dentro de la izquierda chilena, espacios
de necesario debate, a partir de los cuales, seguramente se van a empezar a dar las
condiciones que permitan la constitución de sujetos emancipados.
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NOTAS
1. Expresión porcentual de la relación entre las ganancias y los capitales invertidos.
2. Según informe de abril de 2011 de la OCDE, del que Chile es miembro, el 18,9% de la población
es pobre; y el coeficiente de Gini es de 0,50. Hace por lo menos 25 años se mantiene este nivel de
desigualdad, lo que lo transforma en un problema estructural y no en parte de un ciclo.
3. Nos referimos al Plan Laboral de 1979 y al Código del Trabajo. La subcontratación fue aún más
estimulada con la derogación de la Ley Nº 16.757 de 1979, ampliando las funciones de los
subcontratistas a todas las áreas de las empresas, incluyendo las labores inherentes a la
producción principal y permanente de la empresa como también a las labores de reparación o
manutención habituales.
4. En 1982, la tasa de desempleo habría llegado al 30%. (Cortés Morales, 2009). Chile según
estudios de la CEPAL, fue el país de América Latina más afectado en la crisis de inicios de los años
80. El PIB cayó en 14%, la producción industrial en 23% y la desocupación, según CIEPLAN,
alcanzó el 30%. Esta crisis ha sido caracterizada como ‘el colapso económico y financiero de 1982
y 1983’ por académicos chilenos (Caputo, 2008b).
5. Recordemos que fueron eliminadas las negociaciones colectivas, suspendido el derecho a la
huelga, prohibida la actividad sindical y abandonado el sistema de negociación salarial vigente
hasta ese momento.
6. En 1990, el 38,6% de la población, eran pobres no indigentes e indigentes (25,7% y 12,9%
respectivamente). En 1998, esas cifras habían descendido a 21,7% (16,1% y 5,6%). Fuente:
Ministerio de Planificación y Cooperación (1999, p. 7). Sin embargo, la distribución del ingreso no
había variado sustancialmente.
7. Tercerización alude al proceso por el cual una determinada actividad deja de ser desarrollada
por los trabajadores de una empresa y es transferida a otra empresa, a una “tercera”. La actividad
que antes se desarrollaba internamente, dentro de la empresa, pasa a realizarse en el exterior de
la misma, se “externaliza”.
8. Mensaje al Congreso Nacional al presentar el Proyecto de Reforma Constitucional para la
nacionalización del Cobre.
9. En 1967 se dictó la Ley Nº 16.425, que autorizó la creación de sociedades mixtas entre el Estado
de Chile y las compañías extranjeras productoras de cobre.
10. El caso excepcional de la riqueza cuprífera chilena reside en que, si bien Chile tiene sólo el
0,5% del territorio mundial, allí se localiza el 40% de las reservas mundiales de cobre. Salvador
Allende llamó al cobre “el Sueldo de Chile”, ya que planteaba financiar con él gran parte del gasto
social, por lo que denominó al día 11 de julio de 1971 como ‘Día de la Dignidad y de la Solidaridad
Nacional’.
11. El economista Orlando Caputo establece una comparación reveladora de la importancia
estratégica de este mineral para Chile: en términos mundiales Chile es al cobre lo que la OPEP al
petróleo. Sólo que la OPEP está conformada por 11 países (Caputo; Galarce, 2007b).
12. Según Naomi Klein (2007), Chile evitó el colapso económico en los años ’80 gracias a que la
dictadura no privatizó CODELCO, empresa que le continuó generando el 85% de los ingresos por
exportaciones.
13. Radomiro Tomic dijo que la concesión plena fue tramitada y aprobada en secreto (Caputo,
2008a).
14. La Dictadura hace desconocer así a la propia Constitución de Chile. Los sucesivos gobiernos
democráticos, desde 1990 hasta el presente, han continuado con esa inconstitucionalidad.
15. Analistas calculan que, entre 1990 y 2007, CODELCO ha entregado a las FFAA más de 7.500
millones de dólares, lo cual estaría representando casi el 70% de todas las inversiones que esa
compañía estatal ha realizado durante ese periodo.
16. Para dimensionar la importancia de la minería cuprífera y las elevadas ganancias que
obtienen las empresas extranjeras, mencionemos que por ejemplo, en el año 2005, las 10 grandes
empresas mineras privadas obtuvieron ganancias equivalentes a la suma del presupuesto de dos
ministerios: el de Salud y el de Educación (Caputo; Galarce, 2006, 2007c).
17. Muchos políticos participan en la propiedad de estas empresas (Caputo; Galarce, 2007a).
18. Citado en Torres Cierpe et al. (2010, p. 120).
19. Citado en Torres Cierpe et al. (2010, p. 121).
20. Esto es parte del debate actual: Entrevista con Manuel Acuña Asenjo. Registro de campo,
Santiago, noviembre, 2010.
RESÚMENES
El artículo presenta una investigación de campo acerca de la protesta laboral de los trabajadores
del cobre, sector de la producción fundamental para la economía chilena. Una de las formas que
la gestión neoliberal ha aplicado al trabajo es la subcontratación o “tercerización”. A pesar de
toda una batería de obstáculos objetivos y subjetivos para organizarse, una parte de los
trabajadores se han sindicalizado por fuera y paralelamente a las estructuras sindicales
tradicionales. No sólo lo han hecho, sino que hicieron visible la conflictividad inherente al
modelo neoliberal que Chile ha presentado como la experiencia “más exitosa”.
This article presents a field research about the work protest of the copper industry workers,
which is a fundamental productive sector in the Chilean economy. One of the forms the
neoliberal management has applied to the work structure is subcontracting or outsourcing. In
spite of a great number of objectives and subjectives obstacles, part of the workers subcontracted
has unionized in a parallel way, outside the traditional union structures. Not only they did so, but
became in one of the protagonists of the social protest in Chile, making visible the social unrest
inherent in the neoliberal model, from which the Chilean Case has been presented as its “most
successful” experience.
ÍNDICE
Keywords: mining, subcontracting, work, work protest
Palabras claves: minería cobre, protesta laboral, subcontratación, trabajo
AUTOR
MARÍA FERNANDA HUGHES
Universidad de Buenos Aires – Argentina
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
Introdução
1 O presente trabalho analisa as formas pelas quais militantes dos movimentos sindical e
popular constroem suas memórias acerca das mobilizações experimentadas no
município de Volta Redonda nas décadas de 1980 e 1990, verificando as representações
de cidade que perpassam esse trabalho de memória. Situada na região sul fluminense,
esta cidade siderúrgica, conhecida internacionalmente, tem um longo histórico de
organização e mobilização operária, que se desdobra em termos de seus movimentos
populares. Interessa-nos pensar, a partir deste caso, o imbricamento entre memória,
espaço e identidades sociais.
2 Orientado por questões emanadas da antropologia do trabalho, o material empírico é
resultado de observações em campo e do uso da história oral, desenvolvida através de
entrevistas com militantes e outros atores sociais participantes daqueles movimentos. 1
Dados os limites do artigo, optamos por selecionar extratos de maior significância de
depoimentos, que não poderão aqui ser trabalhados em toda sua amplitude e riqueza.
Além disso, nos centramos nos dois períodos – décadas de 1980 e 1990 – que, durante os
depoimentos, apareciam frequentemente em forte contraste no que diz respeito, entre
outros pontos, às representações da cidade. Deve-se dizer que, sempre que possível, e
buscando uma visão mas dinâmica, apresentamos elementos mais recentes, matizando
algumas posições. A ideia é analisarmos como as representações de cidade são
construídas, disputadas e reelaboradas por grupos sociais, através da memória.
Do ouro ao aço
12 Localizada na região do Médio Vale do Paraíba, a cidade de Volta Redonda ganhou seu
nome dos garimpeiros que, no século XVIII, foram atraídos pela busca de ouro e pedras
preciosas. Foram eles quem, primeiro, denominaram a curva do rio Paraíba do Sul de
“Volta Redonda”. No início do século XIX, foram ali instaladas grandes fazendas de café,
tendo escravos como mão de obra. Tanto o desenvolvimento econômico quanto o
aumento populacional da região serão determinados por essa estrutura inicial. A
navegação pelo rio Paraíba do Sul e a chegada da linha férrea da Central do Brasil, no
ano de 1871, ligando o Rio de Janeiro a São Paulo, impulsionaram esse desenvolvimento,
propiciando a criação de núcleos urbanos. Surge daí o povoado de Santo Antônio de
Volta Redonda, o qual, em 1926, ganharia o título de distrito de Barra Mansa. A
emancipação só viria em 1954.
visão de uma militante dos movimentos sociais, acerca da vitória da oposição sindical,
ela deveu-se exatamente ao engajamento da cidade, através destes movimentos.
Nós ganhamos ele, nós mesmo, não foi os sindicalistas, fomos nós, o povo de Volta
Redonda… que ganhou, e, assim, claro, junto com aqueles que são sindicalistas. Mas
a gente precisava de derrubar o peleguismo… Todos nós na cidade sabíamos disso…
E ganhamos, e durante um tempo o sindicato foi uma grande alavanca pra gente,
porque a década de 1980 o sindicato foi a grande sustentação pra gente no
movimento, porque a convocação dele era prontamente atendida, né? Não só do
ponto de vista de quando ele nos chamava, nós militantes, como quando nós todos
chamávamos a população em nome do sindicato, entendeu? Então, era, porque essa
legitimidade era mão dupla, a gente legitimava o sindicato e ele legitimava o
movimento popular. (Militante do movimento pela moradia).
25 Formando uma grande rede, articulados, os movimentos sociais de Volta Redonda
passam a ter uma penetração cada vez maior e mais profunda na cidade. Os
metalúrgicos usavam sua capacidade e poderio em termos de espaços para reuniões,
recursos para mobilização e divulgação, etc. Na via de mão dupla, recebiam o apoio dos
movimentos populares em termos de logística para suas operações específicas, como as
sucessivas greves que marcaram a cidade na época e mesmo o país, como a histórica
greve de 1988.
26 A articulação deu passos largos e chegou a tal ponto que, na década de 1980, formou-se
um fórum permanente que agregava todos os movimentos da cidade, com reunião na
cúria metropolitana. O relato de uma militante da época dá conta de que a associação
entre eles era frequente. Segundo ela,
a gente fazia junto… qualquer coisa. Se fosse ocupar uma terra, lá tinha movimento
sindical… Tinha a Igreja e tinha as associações de moradores, a comissão de
posseiros, a comissão de direitos humanos, sabe? […] As organizações pipocavam
em todos os lados, cada provocação, cada semente que você jogava era um monte de
coletivos que surgiam. (Militante do movimento pela moradia).
27 Era inegável o ascenso sindical e popular dos anos 1980. Ele pode ser representado de
diversas maneiras tanto nas sucessivas greves de metalúrgicos quanto na vitória de
Juarez Antunes, que fora presidente do Sindicato dos Metalúrgicos e deputado federal,
para a prefeitura da cidade. Um dos sindicalista da época lembra de forma bastante
clara do alcance atingido pelas mobilizações. Em sua visão,
elas influíram de modo decisivo em todo o contexto da cidade, desde eleições para
as associações de moradores… na organização dos camelôs, comerciários,
construção civil, motoristas, trabalhadores de ônibus. É claro, onde que teve com
mais profundidade foi nos metalúrgicos […] E, finalmente, a própria eleição do
Juarez para a prefeitura refletiu essa mobilização e a amplitude dela, e foi um dos
candidatos mais votados em toda a história da cidade. […] Quer dizer, então todo o
tecido social, estudantes, professores, todo o tecido social estava envolvido naquela
mobilização. (Militante sindical I).
28 Pode-se perceber como toda a cidade acabou sendo tocada pelos efeitos das
mobilizações. Não foi diferente no caso da famosa e trágica greve de 1988 (Graciolli,
2009; Santana, 2003). A lembrança dos entrevistados indica as ligações entre o
movimento no interior da empresa e o apoio extrafábrica que garantia vitalidade e
força aos trabalhadores. Como já se constituíra uma tradição na cidade daqueles anos,
outros movimentos sociais acorreriam para dar seu apoio aos operários em sua
mobilização. Isso ficou patente quando, ao longo do movimento, não só as associações
de moradores se empenharam, como também as mulheres dos trabalhadores, levando
comida aos portões da fábrica para garantir alimentação aos trabalhadores grevistas.
29 Assim, não só o espaço da fábrica, mas o espaço da cidade virou campo de ação e
disputa. A intervenção das tropas do exército na cidade durante a greve é bastante
sintomática da aspereza tomada por essa disputa. A entrada das forças militares em
Volta Redonda foi sentida como uma verdadeira “invasão” e “humilhação”, que era
experimentada não só por aqueles que “lutavam”, mas pelos demais moradores,
solidários aos movimentos.
A cidade foi invadida. Nós encaramos o exército na rua. Na cidade toda foi
vilipendiada naquele dia. Todo mundo, não tinha uma pessoa, mesmo os que não
estavam na rua, os que estavam em casa, estavam se sentido humilhados, entendeu,
violentados e solidários com os que estavam na rua lutando… né, com a invasão do
exército, o exército chegando, marchando na rua, jogando bomba, né? (Militante do
movimento pela moradia).
30 Não ficou sem resposta a referida “invasão” ou “ataque”, como construído pela
memória. Ela foi respondida por novas formas de enfrentamento levada a cabo pelos
movimentos articulados. Em contrapartida, o exército as tratou de maneira ainda mais
brutal, buscando ocupar cada um dos poros da cidade por onde pudesse aflorar
qualquer tipo de resistência. Segundo lembra um dos atores envolvidos,
e o exército atacou a cidade, então nós estávamos no enfrentamento fora… Os
conflitos tiveram reflexos por toda a cidade. A memória da força bruta utilizada
pelos militares é muito vívida. [O exército…] Nossa! Espancou brutalmente a
população. Por exemplo, meu carro foi perfurado de bala, eles tentaram nos acertar.
Nós tivemos que sair correndo, tacando pedra e correndo… Eles enfrentaram em
duas frentes. Lá dentro [da usina], né, mas lá dentro, no primeiro momento, lá
dentro basicamente não houve enfrentamento. Houve assim, os trabalhadores
entravam na aciaria eles não entravam lá. Aí o enfrentamento houve na rua, porque
eles tentaram isolar a população pra não dar apoio, certamente pensando que fosse
desocupar fácil. Não conseguiram, porque a greve durou 17 dias. (Militante sindical
I).
31 O depoimento é interessante no sentido de mapear, entre outras coisas, como a ação
militar teve de lidar com os movimentos organizados. Como a organização não se
esgotava, mesmo em uma greve sindical, ao espaço fabril, as forças militares tiveram de
lutar no espaço da cidade, tentando cortar os fios de articulação e retroalimentação
entre cidade e fábrica. Por isso, de forma intensa, a memória da ação militar pelos
atores sociais combina o ataque à fábrica ao ataque à cidade.
32 Ao identificarmos uma articulação tão virtuosa entre os movimentos sociais da época,
em Volta Redonda, não podemos correr o risco de não percebermos também os seus
limites. Cabe assinalar que esse processo de aproximação e articulação dos movimentos
foi marcado por tensões, marchas e contramarchas cuja análise escaparia dos marcos
deste trabalho. Todavia, como forma de registro, podemos assinalar relatos que
apontam tal ocorrência. Nessa linha, segundo uma entrevistada,
nunca foi muito tranquilo, porque o movimento sindical nunca teve entendimento
estratégico… Pra que serve o movimento popular. Ele sempre achou que o
movimento popular existe pra dar sustentação às decisões deles… (Militante do
movimento pela moradia).
33 Caminhando na mesma direção, temos um outro militante que, identificando as
positividades da relação, também aponta o peso do poderio econômico do sindicato, o
qual acabava influenciando na relação entre atores e nas suas atividades, produzindo
certa assimetria.
Não foi tudo positivo… Eles eram o poder… Eles tinham o poder econômico… Nos
éramos o suporte… Existiam problemas… Mas existia a relação… Com os outros
vitória de Juarez Antunes nas eleições para a prefeitura da cidade, em 1988. Porém,
pouco depois de assumir o cargo, a sua morte em acidente automobilístico, considerado
por muitos uma ocorrência “suspeita”, vai marcar um ponto de inflexão em termos
políticos na cidade. Quem assume a prefeitura é seu vice, de fora das searas dos
movimentos sociais, vinculado ao que seria a política mais “tradicional” e “negocista”
da cidade.
40 O desapontamento com a perda abrupta de Juarez Antunes, que, eleito, representava
um projeto que vinha sendo construído há tempos, bem como com o fato de que quem
assume é seu vice, sem vínculos com este projeto, produziu efeitos imediatos. Isso dará
aos movimentos, aproveitando a força acumulada ao longo dos anos, novo ânimo de
luta para verem sua agenda na pauta do governo.
Ele fez um governo de quase quatro anos de oposição ferrenha nessa cidade. A gente
chegou a ocupar a prefeitura, expulsar ele da prefeitura, ele ficou mais de 48 horas
sem poder entrar na prefeitura. A gente obrigou o procurador-geral de justiça e o
vice-governador, o Nilo Batista, vir na cidade, a gente exigia intervenção, nós fomos
foi pro Rio, nós fizemos passeata, a gente exigia intervenção na prefeitura, a gente
invadia a câmara, entendeu? Mas porque já era um movimento que já tava vindo de
trás. (Militante do movimento pela moradia).
41 Com quatro anos de pressão intensa dos movimentos sociais sobre a administração
municipal, que impuseram forte restrições ao prefeito, um novo caminho à prefeitura
foi pavimentado. Tudo parecia indicar que a nova década seria tão auspiciosa quanto a
anterior. Uma “aliança progressista” ganha as eleições seguintes e, aparentemente, isso
daria ao movimento mais esperanças de ver suas demandas reconhecidas e efetivadas
no executivo municipal. Porém, o que se viu foi um sem número de divisões e conflitos,
entre aqueles que acusavam o governo de promover a “cooptação” dos movimentos
sociais e aqueles que, ainda que egressos dos movimentos, mas agora operando no
interior da prefeitura, acusavam os primeiros de “radicais”. No decorrer do processo, o
movimento popular vai sofrer seguidos e profundos “rachas”. Como disse uma
entrevistada, “assim, os nossos amigos viraram inimigos”.
42 Este tipo de perspectiva atravessava todo o campo político ocupado pelos movimentos.
No que tange especificamente ao meio sindical, o clima não era dos mais alvissareiros. A
partir de fins da década de 1980, intensifica-se a tentativa de privatização da CSN
(Graciolli, 2007; Pereira, 2012). Já no início da década de 1990 isso passa a ser uma
política ostensiva e bem organizada, que, buscando a conquista de corações e mentes,
efetivou-se a partir do tripé formado por práticas como a enxurrada de propaganda, a
perseguição aos opositores e a concessão de benesses. Todo esse processo foi percebido
de forma “dolorosa” por aqueles que perfilavam com os movimentos sociais. O
depoimento de uma entrevistada deixa isso explícito.
Eu vou te dizer uma coisa, eu nunca vi, eu não consigo entender como um país pode
deixar uma empresa determinar o nascimento, o crescimento e a morte, digamos
assim, nós não morremos, mas vamos colocar nesses termos. Porque o sofrimento
que eu vi nessa cidade aqui, cara, eu fiquei horrorizado, eu fiquei horrorizado com o
sofrimento que eu vi e fiquei horrorizado com a omissão daqueles que não podiam
ter se omitido, sabe, como se omitiram. Pelo menos falar eles tinham que ter falado,
não falaram nada. Eu não me conformo até hoje das lideranças de esquerda do
Brasil. (Militante do movimento das associações de moradores).
43 Com o advento da privatização, o cenário de mudanças foi assumindo seus contornos.
Ato contínuo da privatização foi a demissão no atacado de trabalhadores. A
“Companhia” que se julgava, e era julgada por muitos, a “mãe” do trabalhador, passava
a ser sua “madrasta”. Na memória dos entrevistados, o operário da CSN,
foi colocado na rua de uma hora pra outra quase que sem mais nem menos…
milhares de pais de família e que sofreram horrores, pessoas que trabalhavam na
usina 15 ou 20 anos e que não sabiam fazer outra coisa. Os caras tão acostumados, o
cara cresceu profissionalmente mexendo com negócio de aço. De repente, ele é
despejado aqui fora e sem contar com um salário bem acima da média aqui fora, um
cara que tem uma casa boa, num dos bairros melhores, acostumado a ter um carro
bom, né? Alguns trocavam de carro todo ano, outros não trocavam todo ano, mas
sempre podiam ter um carro bom, manter a família no padrão… Então, quando
muitos metalúrgicos se viram assim sem aquele emprego que garantia pra ele uma
condição de vida acima da média muitas vezes, muitos não suportaram, muitos não
tiveram condição psicológica de superar aquilo, muitos, eu conheço vários casos,
entende? Então aquilo gerou, eu vi aquilo com muita indignação, sabe, eu,
sinceramente, eu fiquei decepcionado demais com aquilo. (Militante do movimento
das associações de moradores).
44 O quadro traçado acima no depoimento do militante define a situação geral
experimentada pelo operários da CSN. Mas, deve-se dizer, situação tão ou mais aguda
vivenciaram aqueles militantes sindicais que, por suas posturas, sofreram perseguição
por parte da empresa, dentro e fora de seus muros, o que lhes dificultava outros acessos
no mercado de trabalho local, demonstrando o controle da “Companhia” sobre o espaço
da cidade. Segundo um deles assinala em seu depoimento,
a gente ficava, vamos dizer assim, sem emprego, não conseguia emprego em lugar
nenhum […] não tinha nenhum meio de subsistência […] e uma crise dentro da
família terrível porque você não tem como sustentar mulher e filho… não tem
nada… A gente vivia esse dilema, a gente queria levar a luta adiante, mas não tinha
gás. Então, falando assim francamente, né?, chegou um ponto que nós fomos
derrotados pela falta de condição de subsistir. (Militante sindical II).
45 Diante do mar de dificuldades produzidas no contexto da pós-privatização, aquelas
vividas pelos militantes produziam um cenário desolador. A adversidade econômica
trazida pelo afastamento do trabalho na empresa repercute em todas as esferas da vida
social dos indivíduos, atingindo mesmo o nível da saúde e existência das pessoas. Nesse
sentido, o militante prossegue no relato de suas dificuldades, representando a trajetória
narrada como um processo de “quebra” física e política, que coroa a derrota “pela falta
de condição de subsistir”.
No meu caso aí eu cheguei num limite… que eu estava num estresse total, eu tomava
remédio, só dormia tomando remédio, né? Foi um estresse. Hoje nem eu mesmo
mais consigo ter a dimensão daquele estresse que a gente viveu. Mas foi uma coisa
assim que… eu tive uma hemorragia digestiva quase que fui para o tombo, fiquei
quase precisando de transfusão de sangue. O outro companheiro teve enfarto. Aí
chega uma hora eu não suportei mais, não tinha mais como eu caminhar. Então eu
fui derrotado, minha política foi derrotada ali naquele momento. Vamos falar
assim, no popular, eu quebrei mesmo.
46 A vitória da campanha de privatização, portanto, altera fortemente os rumos da gestão
da companhia, tendo impactos na empresa (ao, por exemplo, reduzir drasticamente o
número de funcionários) e na cidade (via desemprego e mudança de eixo de atuação
estatal para privada no que tange aos espaços públicos sob posse da CSN). Deixando o
quadro ainda mais complexo e desolador para muitos militantes, o Sindicato dos
Metalúrgicos, antigo bastião de resistência, acabou por ter participação importante,
mas ao lado da privatização. Isso porque, na virada das décadas de 1980 e 1990, um
grupo de militantes se afasta das searas da Central Única dos Trabalhadores (CUT) e vai
para a Força Sindical, disputa e ganha a eleição sindical, em 1991, mudando o eixo
seguido pelo sindicato até ali, defendendo uma política menos aguerrida, de parceria
com a empresa e sem vínculos com os demais movimentos. O sindicato passaria mais de
uma década associado às orientações dessa central sindical.
47 Instala-se um período muito duro, prenhe de adversidades, para os movimentos sociais
na cidade. É assim que os anos 1990 são trabalhados pela memória dos atores sociais
que participavam daqueles movimentos no período. A virada em termos das
representações é nítida. O jardim fértil vira um deserto. A participação de outrora,
vazio e ausência no cenário político. A política, despolitização. A “vida”, “morte”. Um
dos relatos pinta com cores fortes estas imagens,
Agora [é] tábua arrasada mesmo… hoje é a morte da cidadania, esses últimos oito
anos foi a pá de cal, entendeu… Não tem cidadania, nem a vontade de participar,
sabe, de discutir, de disputar as ideias… É a paz do túmulo… (Militante do
movimento pela moradia).
48 A representação das articulações entre política e espaço é reelaborada. Antes fonte da
“vida”, o que se veria na década de 1990 era a “completa despolitização… Completa. É,
agora há pouco tempo o sindicato chama assembleias, mas as assembleias na verdade
não são assembleias.” (Militante sindical I). Ideia de vazio abraça outras frentes, que se
agravaram com a crise advinda da privatização e do desemprego. Segundo um
sindicalista dos anos 1980 entrevistado: “Hoje a cidade não tem mais emprego.” Assim,
sem emprego, sem movimento e sem participação, a cidade se tornou uma estranha aos
olhos daqueles que com ela tanto se identificaram. Segundo um dos relatos, “a gente
diminuindo cada vez mais o número de pessoas na resistência… Gente que se cansava,
gente que foi embora da cidade, entendeu? Gente desempregada que se entregava.”
(Militante do movimento pela moradia).
1988. O memorial foi destruído na madrugada após sua inauguração por componentes
de grupos paramilitares, vinculados aos setores extremistas das forças armadas. Após
muitas discussões, a comunidade local decidiu deixar o monumento como ele ficara
após a explosão. Assim, o ato violento ficaria gravado na memória espacial do lugar.
52 A praça tem sido alvo e fonte de inúmeros debates, bem como de tentativas de
remodelação entre os trabalhadores, a empresa e os poderes locais. Até a privatização
nos anos 1990, e apesar do controle da CSN sobre a cidade, a praça era comumente
considerada como um espaço operário. Após a privatização, a prefeitura retomou o
espaço dos trabalhadores, a partir de uma série de intervenções e planejamentos
urbanos. Hoje, tráfego intenso, paradas de ônibus, posto de gasolina e uma passarela
que leva à entrada principal da CSN escondem o memorial de 1989, apartando-o da
avenida principal da cidade. Atravessada pelo ruidoso tráfego e por pedestres
apressados, a praça perdeu seu poder de evocação, de lugar de memória. Por muito
tempo foi considerada mesmo como “abandonada” por todos, que não os transeuntes
apressados.
53 Mas, em 2006, uma nova chapa, sob a liderança de Renato Soares, eleito presidente,
assume o Sindicato dos Metalúrgicos e tenta, como uma de suas estratégias, retomar a
praça como um espaço dos trabalhadores. Ali vem buscando organizar eventos políticos
e sindicais, campanhas, votações, etc. De fato, processos de votação são eventos
públicos de grande relevância simbólica, já que, através deles, como performances
públicas, o próprio sindicato visa restabelecer sua visibilidade junto à comunidade.
Visibilidade que, nos anos 1980, aliás, era elemento marcante da prática da entidade.
Através desses eventos, percebe-se uma forte reapropriação simbólica do local.
54 Em 21 de maio de 2009, por exemplo, uma votação sobre a redução do turno de trabalho
de oito para seis horas tomou a praça Juarez Antunes, durante todo o dia.
Trabalhadores se inscreviam em tendas e votavam em cabines de madeira localizadas
no memorial aos operários mortos em 1988. Ao longo de todo o tempo, diretores do
sindicato faziam intervenções em carro de som da entidade. De forma enérgica eles
mencionavam os benefícios físicos e psíquicos da redução do turno de trabalho, e a
importância do preenchimento de suas vidas com mais horas de atividades de lazer. A
frequência de trabalhadores flutuou ao longo do dia de acordo com turnos, horas de
almoço, etc.
55 A votação terminou às seis da tarde, na hora da saída do segundo turno da empresa.
Quatro representantes do sindicato e quatro da CSN entraram em um local reservado
na praça e começaram a efetuar a contagem as caixas contendo os votos dos
trabalhadores. Uma multidão agrupou-se ao redor da área para acompanhar a apuração
dos votos. Tanto os representantes do sindicato quanto os da empresa se comunicavam
através de gestos com seus colegas situados do lado de fora. Os votos apurados eram
separados em blocos de cem e amarrados com elástico. Depois de amarrados, os votos
eram colocados à disposição da recontagem dos representantes que a quisessem fazer.
56 Quanto mais resultados informais circulavam entre os presentes, mais a tensão subia
entre eles. Os representantes da CSN olhavam com ansiedade e expressões beirando o
ameaçador. O sr. Campanário, advogado do sindicato, exultava: “Isto é a democracia
direta em ação, um triunfo!” Após o pôr do sol, centenas de trabalhadores
permaneciam na praça escura celebrando, brincando e falando animadamente.
57 Ao final da apuração, o resultado indicava que dois terços dos votantes se decidiram
pela redução do turno para seis horas. A CSN teve de se curvar diante do desejo da
Considerações finais
59 Para que atingíssemos as representações acerca do espaço em que atuaram, as falas e as
práticas dos entrevistados foram fundamentais, nos servindo como vias de acesso.
Percorrendo esse caminho, sente-se não só a diferenciação que buscam evidenciar
entre os dois períodos, mas também a dor e o vazio trazidos pela derrota de um projeto
– individual e coletivo –, de um empenho e entrega de vida, da sensação de falta de
espaço, de ausência de participação.
60 A construção da memória dos dois momentos remete a tipos distintos de representação
do espaço, a diferentes momentos de identidade sociais entre os agentes, bem como às
variadas vinculações entre eles e o espaço. A cidade, pensada como campo fértil na
década de 1980, espaço de plenitude, política e existencial, deixa de sê-lo, para ser
pensada enquanto um vazio, uma “tábua arrasada” no dizer de uma entrevistada.
61 A intensidade e o tom das vozes oscilam de acordo com a cidade que desenham nas
falas. Outros, talvez, desenhassem outra cidade, mas nossos entrevistados a
representaram assim nas suas falas, dando-lhe essas tonalidades. A força da
comparação entre os períodos por eles realizada pode dificultar a abertura de janelas
para a percepção de novas apropriações, práticas, leituras e identidades que podem
aparecer nos poros da cidade, as quais, pela força e peso das “derrotas”, custam em
indicar e aceitar. Mas tal perspectiva lá está. A cidade, que já foi “combativa” e “metida
a besta”; depois “despolitizada” e “apolítica”, pode nos dar ainda, em seus anos por vir,
outras experiências a serem vividas e analisadas, com outros contornos e intensidades.
62 Por isso, mesmo que involucrada pela moldura pessimista, na fala dos entrevistados
cabe ainda a ideia de que
cientificamente a gente não tem muita esperança pro ano que vem, não, tamo
perdendo, perdemos o sindicato, perdemos a prefeitura, perdemos tudo, né?
Perdemos tudo, mas assim, pela fé, que move a gente… essa tesão de que, se não for
pra mudar então não adianta viver, e como eu quero viver, vamos ter que mudar.
(Militante do movimento pela moradia).
63 Assim, a memória serve uma vez mais para a ligação entre passado e presente,
apontando para o futuro, ela é construída nesse jogo. Nos casos em questão, é ela quem
indica e mostra um passado de “conquistas” e um presente de “derrotas”, e, ao fazer
isso, é ela ainda quem sinaliza o que seriam os passos a seguir. Como bem nos lembra
Calvino (2003), na descoberta de quanta escuridão existe em torno, é preciso concentrar
o olhar nas luzes fracas e distantes.
64 Alinhado ao que vêm acontecendo ao redor do globo, o povo de Volta Redonda continua
engajado em atos de ativismo urbano. Ele reclama as terras que a CSN mantém de forma
improdutiva desde a privatização – através de campanhas contra a dengue, de
ocupações, de loteamentos, etc. Mas enquanto tais formas de resistência espacial
apresentam uma dimensão estratégica importante, elas têm tido um impacto simbólico
limitado na imaginação coletiva, principalmente por conta de sua estrutura de ação
indireta e fechada.
65 Por outro lado, a performance de manifestações políticas e sindicais na praça Juarez
Antunes funciona tanto nos níveis estratégicos e simbólicos, transformando a memória
coletiva do movimento dos trabalhadores em prática ativista compartilhada, e dando
novo significado a uma memória aparentemente congelada do passado. A nova
estratégia do Sindicato dos Metalúrgicos de ocupar espaços públicos, de “reclamá-los” e
“retomá-los”, é importante não apenas à luz dos movimentos da chamada “Primavera
Árabe” ou do “Ocupe” de Londres e Nova York – que retomam o ativismo em termos de
formas variadas de ocupação espacial – mas, também, considerando como os espaços
públicos de Volta Redonda são histórica e regularmente monopolizados pelas igrejas e
pelos poderes públicos em seus eventos – encontros evangélicos, concertos,
comemorações e feiras – os quais, de forma crescente, têm menos relação com a classe
trabalhadora e seus movimentos, e mais com o que poderíamos chamar de sujeitos
públicos anônimos.
66 A privatização dos anos 1990 e a derrota na luta pelo turno de seis horas produziram
um forte esvaziamento no movimento e na luta coletiva dos trabalhadores. Mas quando
tais derrotas aproximam as pessoas e criam áreas públicas de associação e debate,
buscando transformá-las em “espaços comuns”, a lógica de privatização e divisão
produzida pelo capitalismo pode vir a ser desafiada. Algumas vezes, de forma bastante
radical.
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NOTAS
1. As entrevistas foram realizadas no âmbito de projetos de pesquisas que contaram, ao longo dos
anos 2000, em termos de auxílios de pesquisa e bolsas, com o apoio do CNPq e da Faperj, a quem
somos gratos. Optamos aqui por não incluir os nomes dos entrevistados. O depoimento do
militante sindical I foi concedido a Marco Aurélio Santana, Cristiane Muniz Thiago e Fernando
Pozzobon. O depoimento do militante sindical II foi concedido a Marco Aurélio Santana. O
depoimento da militante do movimento pela moradia foi concedido a Marco Aurélio Santana e
Fernando Pozzobon. Já o depoimento do militante do movimento das associações de moradores
foi concedido a Marco Aurélio Santana, Fernando Pozzobon, Lurian Endo e Aroldo Bezerra da
Silva.
2. Um olhar mais detido, ainda que levando em conta a visão dos agentes entrevistados, mas,
para além deles, também, indica que ao longo de todos os anos 1990 e 2000, apesar do peso
sentido nos anos 1990, muitos movimentos agenciaram questões importantes. Entre eles
indicaríamos o movimento pela ética na política (Lima, 2010) e o ligado a questões ambientais
(Leite Lopes, 2006; Leite Lopes et al., 2000). Sem sombra de dúvida, estes e outros movimentos,
serviram de fios condutores para a apresentação na esfera pública de temas fundamentais.
RESUMOS
Situada na região sul fluminense, a cidade siderúrgica de Volta Redonda, conhecida
internacionalmente, tem um longo histórico de organização e mobilização operária, que se
desdobra em termos de seus movimentos populares. O presente trabalho analisa as formas pelas
quais militantes dos movimentos sindical e popular constroem suas memórias acerca das
mobilizações experimentadas nesse município nas décadas de 1980 e 1990, verificando as
representações de cidade que atravessam esse trabalho de memória. Interessa-nos pensar, a
partir deste caso, o imbricamento entre memória, espaço e identidades sociais.
This article analyses the ways in which labour and social movement activists accounts for the
mobilisations experienced in the Volta Redonda city, during the decades 1980 and 1990. We
verify the city’s social representation presented in these accounts. Situated in the Southern
region of the Rio de Janeiro State, this internationally known steel city has got a enduring history
of labour organisation and collective action. Focusing in that case one can deal with the memory,
space and social identities embeddedness. Guided by labour anthropology issues, the empirical
data resulted from field observation and oral history methodology.
ÍNDICE
Keywords: city, labour, memory, militancy
Palavras-chave: cidade, memória, militância, trabalhadores
AUTORES
MARCO AURÉLIO SANTANA
Universidade Federal do Rio de Janeiro – Brasil
MASSIMILIANO MOLLONA
University of London – Reino Unido
Lenin Pires
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 25/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
este parecia só se dar conta do que havia passado quando o comerciante já lhe
entregava as mercadorias correspondentes ao dinheiro que tinha. O rapaz pegou suas
coisas e saiu, dando lugar para o cliente seguinte. Jorgito voltou a se despedir de mim e
caminhou para o fundo da loja, deixando que um de seus assistentes assumisse o
atendimento. O rapaz, por sua vez, tomou o sentido de Plaza Constitución, que distava
cerca de 300 metros. Pode ser que tenha ido tomar um ônibus, o metrô, o trem, ou até
mesmo se dirigir a uma das muitas ruas que se entrecruzavam na direção do
microcentro.
até que Jorgito se aproximou de mim, tomou uma caixa de chocolates que tinha em uma
prateleira e começou a dizer que, em geral, “um busca começa com uma coisa pequena
assim”. O primeiro lugar que lhes ocorria, segundo ele, são os sinais de trânsito, onde é
grande a circulação de pessoas e se pode também ter acesso àqueles que estão nos
carros e nas janelas dos ônibus. Jorgito disse que naquele lugar se deve falar muito
rapidamente o nome do produto e o preço. Não há tempo para maiores apresentações,
nem para “seduzir” os clientes falando dos benefícios e vantagens que podem conferir a
aquisição da mercadoria. Isso só se torna possível caso um cliente o chame pela janela
de um carro. Mesmo assim, tem que ser rápido para aproveitar ao máximo o sinal
fechado. Fazendo caretas, levantando os olhos, mostrava-me como tinha sido sua
técnica quando atuava nesses espaços.
20 Segundo meu interlocutor, os lugares onde mais trabalhou foram os semáforos, ônibus
e, por pouco tempo, o metrô. Nunca tinha comercializado nos trens. “Que azar”, pensei.
Os ônibus apresentavam como vantajoso o fato de o público encontrar-se imóvel,
passivo, o que contribuía para uma melhor explanação daquilo que era vendido. Sua
técnica, como me demonstrou, consistia em distribuir os chocolates entre o público que
estava sentado e, a uma certa altura da performance, olhar para trás do coletivo, fazendo
de conta que havia interessados a chamá-lo. “Já vou, só um minutinho…”, representava
para mim. Essa técnica era bastante similar àquela identificada por Ostrower (2007),
como também por Silva (2008), entre os ambulantes que comercializavam nos ônibus do
Rio de Janeiro. Consistia, por assim dizer, na expressão do que os interlocutores das
pesquisadoras brasileiras denominavam de talento, a qual configurava um elemento
distintivo da identidade daqueles camelôs em relação aos demais que se distribuíam por
minha cidade. Em Buenos Aires, pelo que Jorgito me falava, não era diferente a
observância de técnicas específicas para lidar ora com um tipo de público consumidor,
ora com outro.
21 Conversamos bastante sobre esse período da vida de Jorgito. Período de muitas
dificuldades, segundo ele, mas que foi vivido dia a dia, sempre com o propósito de
cuidar da família e fazer alguma poupança. Sua expectativa era de que, em algum
momento, sua sorte pudesse mudar. Nunca teve como propósito trabalhar em outra
coisa que não fosse o comércio. A educação formal, segundo ele, não era suficiente para
que postulasse outras atividades na cidade para a qual mudara há pouco mais de 20
anos. Cidade na qual conhecera sua mulher, com quem teve três filhos, dois dos quais
trabalhavam com ele na loja.
22 Naquele dia Jorgito estava bastante chateado, pois os filhos haviam faltado ao trabalho.
Teriam ficado até tarde da noite na rua,9 não reunindo forças para irem à loja. “E que
pensam eles da vida?”, murmurava entre os dentes. Irritado, dizia que dava de tudo a
eles. Pagava-lhes a faculdade, para que não tivessem que viver a vida inteira nos
“confins de Constitución”. Também lhes havia dado uma casa a cada um, no mesmo
bairro em que vivia na cidade de Lanús, no conurbano bonaerense. Tudo o que ele
esperava em troca é que cumprissem com correção aquilo que lhes permitia ter essa
vida, que incluía ainda carros para que se deslocassem com comodidade e, claro, algum
pagamento pelos serviços que prestavam na pequena loja de atacado.
23 Um dos filhos, porém, teria reunido forças e comparecera na parte da tarde. Mostrava-
se resignado, enquanto ouvia a queixa do pai, ajudando na embalagem das muitas
caixas de pedidos dos clientes que ali estavam. Eram buscas, em sua maioria, mas
também tinham donos de kioscos, de pequenos armazéns, cafés do bairro, entre outros
tipos de comerciantes que constituíam a clientela de Jorgito. Gente que, segundo ele,
estava sempre à sua porta, mas também flutuando em torno a muitos negócios
atacadistas, à procura de oportunidades e melhores preços para as mercadorias
oferecidas.
24 Passou-se mais um tempo e passamos a comer as pizzas que chegaram por volta das
16h30. A essa altura Hector havia se unido a nós, pois passara pelo bairro para fazer
algumas cobranças a clientes. Enquanto comíamos pizza e tomávamos mate quente, eu
observava os poucos clientes que acessavam a loja naquele horário. Pelo que pude
entender do que falavam entre eles àquela altura, alguns compravam mercadorias para
o dia seguinte; outros, para melhor proverem as demandas próprias do horário do rush
nos trens. Perguntei a Jorgito se ele conhecia um dos buscas que trabalhava no trem. Ele
disse que não, mas que tinha curiosidade de saber como era a venda lá. E agregou que
caso eu conseguisse acompanhar a dinâmica, gostaria que eu contasse para ele.
Gerenciamento e representações
30 Um fato que me pareceu relevante ao longo das semanas em que compareci ao negócio
de Jorgito é que seu gerenciamento era feito com observância a duas regras
fundamentais. Em primeiro lugar, o dono tinha que estar sempre presente,
acompanhando as operações de venda; em segundo lugar, as mercadorias deveriam ser
entregues somente mediante o pagamento em dinheiro. Caso Jorgito tivesse que se
ausentar para algum compromisso, seu filho mais velho era o encarregado de conduzir
o gerenciamento. Isso significava basicamente gerir o caixa. Compras não agendadas
com fornecedores era decisão exclusiva de Jorgito. Caso ele não estivesse, os
interessados em vender suas mercadorias ao atacadista deviam passar em outro
momento ou esperar. Outra coisa importante: não estava autorizada, sob nenhuma
hipótese, a operação de vendas a crédito para quem quer que fosse.
31 Como referi, acorriam àquela pequena loja comerciantes de diferentes tipos: donos de
armazéns, kioscos, maxikioscos, minimercados, entre outros estabelecimentos, e,
principalmente, vendedores ambulantes. Como já frisei, assim como existiam
estabelecimentos de diferentes tipos, em função do tamanho dos mesmos, ou da área da
cidade em que estavam instalados, igualmente existiam ambulantes de diferentes
envergaduras. O que era significativo, porém, é que em função dessas distinções se
podiam operar, a partir da perspectiva de Jorgito, formas diferenciadas de
reconhecimento dessas condições ou, melhor dizendo, status. Uma das maneiras de se
verificar isso se dava através da observação das negociações que tinham seus cursos nas
possíveis localidades na loja de Jorgito, o balcão de vendas e o interior da loja, como
também na calçada em frente a mesma.
32 O balcão de vendas era o ponto de recepção de todos os interessados em adquirir ou
fornecer mercadorias. Fossem conhecidos ou não, o primeiro contato era sempre ali,
onde não havia mais que 6 m2 de espaço para transitar. Um fornecedor contumaz, em
geral, não demorava mais que cinco minutos para tomar o pedido e combinar a entrega.
Às vezes, quando os preços se alteravam, essa conversa poderia durar um pouco mais,
pois poderia levar à reformulação das quantidades demandadas pelo dono da loja. Já um
comprador, via de regra, apresentava sua solicitação de mercadorias e quantidades, se
certificando, ao final da apresentação de sua lista, se os preços continuavam sendo
aqueles observados na vez anterior. A dinâmica dos negócios, em termos dos valores
materiais e contábeis, era essa. O que podia alterar, porém, eram as conversas em
função de uma maior ou menor proximidade pessoal de Jorgito para com aqueles que
adentravam seu negócio.
33 Como referi, os atendimentos eram feitos, via de regra, pelos dois filhos de Jorgito –
Acevedo e Rolando – e os dois funcionários. Salvo, evidentemente, os fornecedores, que
negociavam diretamente com o dono da loja. Havia, porém, situações onde Jorgito
atendia diretamente um cliente, particularmente os donos de armazéns e kioscos. Os
ambulantes, ou buscas, em geral, não eram atendidos diretamente pelo comerciante.
Havia em Jorgito uma espécie de evitação do contato com estes últimos. Mas havia
alguns poucos para com os quais tinha apreço e, nesses casos, como mínimo, os saudava
quando se dirigiam à caixa registradora e aí se demorava um pouco mais para
perguntar como andavam as coisas nos negócios e na família.
34 Assim, o balcão não era lugar para negociações de crédito a possíveis compradores. Seja
um busca, ambulante ou dono de algum estabelecimento comercial, embora isso fosse
tentado por vários compradores, particularmente os mais antigos. Como demonstrei
mais acima, o usual era que fosse vendida a mercadoria na quantidade que o dinheiro
existente alcançava para comprar. No entanto, para determinados buscas, era possível
sugerir a aquisição de mercadorias outras, por preços diferenciados.
35 Por exemplo, um busca que costumasse vender biscoitos de uma determinada marca, e
que quisesse comprar uma caixa da mercadoria por um preço mais baixo, poderia ser
convencido a adquirir maior quantidade de uma outra, similar. Essa possibilidade era
oferecida em função da quantidade de mercadoria no estoque da loja, confrontado com
a data de validade da mesma. Afinal, se a mercadoria estava por vencer, se priorizava a
possibilidade de sua rápida venda, e quem melhor podia fazer isso, na visão de Jorgito,
eram os vendedores ambulantes em suas incursões pelas ruas. No entanto, essa
oportunidade16 não era dada a qualquer um, mas a determinados ambulantes ou buscas
que Jorgito entendia partilhar de algum compromisso com o trabalho.
36 Em geral, Jorgito caracterizava um busca como um tipo avesso ao trabalho. Para ele, os
buscas eram pessoas que viviam de acordo com uma lógica imprevidente. Saíam de suas
casas com o propósito único de dobrar o capital investido em uma compra, no menor
prazo de tempo possível. “Eu sei por que vivi aí”, costumava me dizer. Um busca,
segundo Jorgito, começava o dia vendendo biscoitos, balas, doces, refrigerantes, ou o
que fosse, pelo dobro do preço que pagava pela aquisição. Assim, se tivesse comprado
20 pesos em mercadoria, a meta era chegar a 40 pesos. Feito isso, retornava à sua casa,
ou para o bairro. Poderia reservar os 20 pesos para o dia seguinte e gastar o excedente.
Caso fosse casado, poderia dar um dinheiro para a mulher comprar um bife à milanesa
ou fazer um puchero.17 O restante gastaria com os amigos, tomando cerveja ou
consumindo outra sorte de coisas. Os solteiros, segundo ele, gastariam diretamente
todo o dinheiro e, muitas vezes, ficariam mesmo sem recursos para adquirir novas
mercadorias e voltar para as ruas. Isso, normalmente, gerava pedido de empréstimo a
terceiros, os quais nem sempre eram honrados no devido tempo.
37 Jorgito, assim, parecia dispensar, em relação a esse público que constituía parte de sua
clientela, um juízo particular sobre os valores que pareciam estruturar suas vidas.
Elementos e conceitos que se opunham àqueles que estruturavam sua visão de mundo e
que podiam ser sintetizados em uma palavra: trabalho. E o que seria trabalho para
Jorgito? Na minha maneira de ver, se expressava na disposição de um indivíduo em
manejar seu trajeto de vida, combinando os esforços de produção e reprodução da vida
material em um mosaico de dimensões onde variáveis como espaço e tempo eram
pontos que coordenavam as possibilidades de trânsito social. Em outras palavras, o
comparecimento diário a um mesmo local, por um horário prolongado, construindo
uma previsibilidade de sua localização no tempo e no espaço. Contrariamente, um
busca, na representação de meu interlocutor, era potencialmente um ser errático,
incógnito em termos físicos – pois nunca se sabia ao certo onde comercializava suas
coisas – mas também em termos sociais. Estava sempre à margem, consequência da
inaptidão para o trabalho e inclinação para escolhas equivocadas.
38 Resgato, assim, o prólogo a esse texto, no qual o jovem busca faz lembrar a Acevedo qual
o lugar que pessoas como ele ocupam naquela rede de relações. Relações tensas, onde se
sistematizam conjuntos de interdependências inexoráveis, numa intrincada rede na
qual se entremeiam quantidades de mercadorias, oscilação de preços, valores morais,
fazendo com que representações e performances detenham a capacidade de marcar
distanciamentos sociais, mas não possibilitam um grau de alienação onde as
identidades vividas nessas tramas, e nesses dramas, sejam borradas em função da
perspectiva de uma moral específica.
39 Lembro-me de uma outra tarde, quando um outro busca era igualmente atendido por
um dos filhos de Jorgito. Na minha maneira de ver, aparentava uns 30 anos, embora só
tivesse 23, como me dissera momentos depois, numa conversa na calçada. O rapaz
comprava uma quantidade considerável de mercadorias, o que obrigava Rolando a
organizar e amarrar vários conjuntos de caixas. Jorgito o olhava de longe, queixo
inclinado, como se olhasse por cima de óculos imaginários. Ficou um tempo
significativo naquela posição, até que o rapaz perguntou o que olhava. Dirigindo-se
para mim, como se ignorasse a pessoa à sua frente, disse que não tinha dúvida que era
capaz de vender aquilo tudo no dia seguinte ou até naquele dia mesmo. O problema,
segundo Jorgito, é que ele ia gastar boa parte do seu lucro com cocaína, fazendo com
que nunca deixasse de se dirigir à sua loja na condição de um busca e não de um
kiosquero, por exemplo.
40 Meu interlocutor era implacável em suas análises. Para ele, desejos e divertimentos
tinham momentos certos. Citou, por exemplo, que suas férias eram muito curtas, e
sempre aconteciam acompanhando os momentos em que a cidade se esvaziava em
função das férias de fim de ano, quando muita gente ia para a costa, ou em meados de
julho. Nessas ocasiões, agarrava a família e ia por alguns dias a localidades como Mar
del Plata, Villa Gesel ou, no período de inverno, a Bariloche. Também conhecera
localidades no Brasil, como Camboriú, Búzios e mesmo o Rio de Janeiro que, segundo
ele, não pôde conhecer muito, pois o tema da insegurança o obrigou a andar na van do
hotel ou em táxi. E tudo isso tinha que ver com os ingressos obtidos com o trabalho em
sua loja. Algo inconcebível nos tempos em que era busca, onde eram escassos os
recursos. Período, porém, em que não cedeu às “falsas ilusões” e aos “vícios”.
41 Um exemplo mais pode contribuir para demonstrar o quanto Jorgito era crítico dos
comportamentos possíveis desse segmento de sua clientela. Um homem que tinha um
ponto fixo em frente à estação de Retiro era um cliente contumaz. Tinha
aproximadamente 50 anos e pelo menos duas vezes na semana ia até sua loja para repor
mercadorias. Este trabalhava com sua mulher e eu mesmo, inúmeras vezes, o encontrei
em frente ao terminal Mitre, em Retiro, do outro lado da cidade. Era, segundo o
negociante sanjuanino, um fijo que sabia ganhar dinheiro. Seu lucro líquido,
diariamente, seria algo em torno de 500 pesos. Uma quantia considerável, à época, se
considerarmos o valor da cesta básica de alimentos, divulgada pelo governo argentino
para aquele período: 850 pesos por mês. No entanto, segundo Jorgito, o homem tinha
um incorrigível vício pelo jogo, o que fazia com que perdesse, diariamente, somas e
somas em um cassino que estava situado em um barco, nos arredores do bairro La Boca.
Com isso, o homem jamais ascendia de sua condição de vendedor das mercadorias que
adquiria na loja de Jorgito, sendo prisioneiro, por um lado, dos arreglos com os
funcionários da prefeitura e da polícia e, por outro, das roletas do chamado Casino
Flotante.
42 Em função de histórias como essa, Jorgito tinha uma certa reserva quando o assunto era
busca ou vendedor ambulante em geral, como demonstrou logo no primeiro momento
em que nos conhecemos. Parecia inconcebível que um pesquisador de uma
universidade brasileira tivesse interesse em um universo tão problemático, segundo seu
ponto de vista. A mesma atitude, no entanto, não tinha com relação aos donos de
estabelecimentos com quem igualmente negociava. E isso fazia com que os demais
espaços da loja tivessem uma outra configuração, em termos materiais e simbólicos.
porém, o espaço da rua, protegido pelo ruído dos ônibus e automóveis que passavam
intermitentemente, podia transformar-se em ambiente de privacidade, ainda que
episodicamente. Nele a particularização das regras poderia ser exercitada por Jorgito,
não comprometendo a manutenção de sua estratégia comercial.
48 Em meu trabalho de campo na loja de Jorgito, não fui muito feliz em fazer contatos
significativos, que viessem a permitir minha inserção entre os ambulantes ou buscas.
Isso eu só consegui fazer utilizando uma outra rede. No entanto, me foi possível
acompanhar a relação entre o dono da loja e os mais variados clientes que buscavam
prover-se de mercadorias para seus negócios Nessas observações, me foi possível
conhecer o temperamento do comerciante e parte de sua percepção sobre as coisas. E se
a forma como a loja se dividia permitia vislumbrar alguns aspectos dessa percepção, do
mesmo modo a análise das técnicas de gerenciamento podia revelar não apenas as
lógicas imanentes à sua visão de mundo, mas mesmo alguns dos valores que circulavam
naquele meio como um todo.
52 À medida que as notas iam sendo entregues, Jorgito ou outra pessoa que operava a
caixa registradora observava se a nota não era falsa e, em seguida, em lugar de
depositá-la diretamente sobre a pilha já arrumada, buscava arrumá-la como se estivesse
embaralhando cartas. Na verdade, o que se procurava fazer era colocar em ordem
decrescente de qualidade. Dessa forma, as notas mais gastas e usadas ficavam por cima
e as notas mais novas por baixo. Acevedo me disse uma vez que dessa forma o dinheiro
rasgado, amassado, sujo ou rabiscado era posto em circulação, evitando problemas de
recusa para possíveis pagamentos de fatura ou quaisquer outros que tivessem que ser
feitos na loja. Eu mesmo experimentei inúmeras vezes, durante o período que vivi em
Buenos Aires, ocasiões em que os estabelecimentos recusavam notas em mau estado.
53 Esse era o modus operandi de todos os donos de estabelecimentos. A orientação em geral
era que o dinheiro velho era pra ser posto rapidamente em circulação. Dessa forma, os
donos de mercados, supermercados, kioscos, cafés, entre outros estabelecimentos
buscavam, tanto quanto possível, repassar rapidamente para o público usuário esses
bilhetes indesejados. Nem falar das chamadas notas falsas, que eram odiadas e que
podiam significar prejuízo certo para um funcionário mais incauto que as recebesse.
Aquelas notas que sobrassem em mau estado poderiam ser depositadas no final do dia
e, dessa maneira, seriam substituídas pelo banco quando fossem retiradas
posteriormente.
54 Da mesma forma, os transeuntes que compravam com ambulantes e buscas, caso
tivessem uma dessas notas indesejadas, sobretudo as de 2 e 5 pesos, passavam-na sem
cerimônia. Era possível que um kiosco, mercearia, locutório ou qualquer outro
estabelecimento criasse caso com uma nota amassada ou rasgada. Um ambulante ou
busca dificilmente o fazia, pois ele tinha seus canais de troca: os atacadistas que
queriam mais era vender e caso não conseguissem passar esses bilhetes adiante, sempre
podiam depositar no banco e terem seu dinheiro assim renovado. Todavia, segundo o
discurso nativo, o dinheiro que chegava amassado, sujo, rabiscado ou mesmo rasgado
era qualificado como dinheiro de busca ou de mendigo.
55 Analisando esse movimento até aqui, o que me parece estar subjacente é que para além
do valor monetário que poderia ter determinada nota, na prática havia bilhetes que
tinham mais valor que outros no curso diário. Em função das interlocuções dos
comerciantes, dos vínculos que queriam manter ou da forma como gostariam de se
representar, a utilização de dinheiro velho ou novo fazia certa diferença. Lembro-me que
o pagamento das faturas de determinadas aquisições feitas por Jorgito junto a
fornecedores, como Hector, eram feitas com maços de dinheiro previamente reservado,
cujas notas eram majoritariamente de 20, 50 e 100 pesos. Quando não tinham sido
retiradas do banco, eram cuidadosamente escolhidas entre as notas recolhidas ao longo
de um ou dois dias. Diferentemente, o dinheiro que Jorgito reservava para pagamento
dos policiais era constituído de muitas notas em más condições, além de serem
majoritariamente notas de 5 e 10 pesos, ainda que as somas a serem repassadas
pudessem ser superiores a 100 ou 200 pesos. Assim, ainda que se repassasse uma grande
soma de dinheiro para um pagamento indesejado – mas inexorável, dentro da lógica de
funcionamento dos negócios em Constitución – se procurava informar um certo perfil
baixo em termos das vendas realizadas no estabelecimento.
56 O resultado de toda essa operação, de forma resumida, é que pelo menos na loja de
Jorgito o dinheiro que era aplicado para o pagamento do arreglo dos policiais era o
dinheiro de busca. Para mim, parecia que a operação que Jorgito desenvolvia era utilizar
60 Entretanto, considerando a hipótese para este último caso, penso se Jorgito também
não acionava um pouco de seu conhecimento enquanto busca ao qual, avesso ao
pagamento da coima, recorria para expressar, com a entrega das notas em mau estado, a
contrariedade com aquelas regras que, afinal, eram impostas pelas agências policiais
para permitir que os negócios fluíssem. Tratar-se-ia, assim, de utilizar dinheiro para
realizar uma troca originada em contextos de relações assimétricas, em função da
posição social dos sujeitos. A entrega daquelas notas, assim, teria como sentido não se
submeter à lógica policial e, desse modo, não praticar a reciprocidade.
61 Basta pensar uma possível cena na qual um policial, com um volume considerado de
notas nessas condições,22 se dirija a um negócio para consumir, ou mesmo a um banco
para trocá-los por notas em melhores condições. É possível que seu interlocutor,
observando o estado precário dos bilhetes, faça conexão com a representação social
negativada da corporação policial, conforme pude testemunhar em diferentes
contextos, em Buenos Aires. Nesse caso, o que percebi como uma certa intenção de
Jorgito, em termos de comunicação, pode obter algum êxito.
Conclusão
62 A loja de Jorgito, bem sei, era um lugar muito particular. E isso tinha que ver com sua
origem social, sua história, que envolvia um passado como busca e a superação dessa
identidade pela de um comerciante que assumiu os valores da classe média portenha.
Movimento esse que ele dizia ser compensador do ponto de vista financeiro, mas que
significava também, como afirmava, “a escravidão do dono pelo seu negócio”. Para
Jorgito, sua vida tinha mudado muito nos últimos anos e as pessoas só viam alguns
aspectos disso: o carro importado que usava, as casas dele e de seus filhos, suas
matrículas universitárias, entre outras coisas. No entanto, sua vida também havia
mudado em termos da liberdade.23 Ele se via como um homem aprisionado entre
aquelas paredes, atento ao movimento de cada moeda, cada nota, cada mercadoria, em
prol do progresso da família.
63 Caso eu tivesse feito trabalho de campo em outros estabelecimentos em Constitución,
provavelmente teria tido a possibilidade de visualizar outras formas de processar os
negócios, combinando de maneiras diferenciadas aspectos comuns, como o tratamento
aos clientes, o uso dos espaços da loja, entre outros elementos. No entanto, o que mais
me chamou a atenção em relação à circulação de determinados valores naquela loja
correspondia ao que eu identifiquei como sendo próprio a uma certa classe média
portenha. O que foi observado não só na loja de Jorgito, mas em variados contextos da
vida em Buenos Aires: a conquista de uma vida melhor mediante o trabalho; o
compartilhamento de metas e objetivos em família; a formação escolar,
particularmente universitária, como forma de engajamento a valores sociais mais
amplos; a casa própria – logo, a propriedade – como base de inserção do indivíduo na
sociedade, entre outros. Em outras palavras, a opção por uma vida calcada em
requisitos que dotassem os percursos de alguma previsibilidade, ainda que combinados
com o gosto por certos riscos.
64 Nesse fluxo onde discursos, contas, pesos e centavos iam e viam, me parecia que a partir
da loja de Jorgito as pessoas (e ele, particularmente) se apresentavam e se
representavam, fazendo circular mercadorias e, com elas, seus valores. O conjunto de
situações vividas e também as histórias ouvidas naquele estabelecimento me
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NOTAS
2. Na Argentina é chamado de negocio mayorista.
3. Ver Marx (2009).
4. Em uma passagem ilustrativa dessa construção Weber esgrime argumentos para fundamentar
a diferença entre o ascetismo de base luterana e calvinista. Advogando em favor desta última
uma maior influência na constituição das características dos espaços públicos e suas
sociabilidades que contribuíram para o florescimento do capitalismo, ele afirma que “a tendência
de perseguir o contentamento presente, de retardar a organização racional da vida econômica,
dependendo de certa previsão do futuro, tem em certo sentido um paralelo no campo da vida
religiosa” (Weber, 2005, p. 62).
5. Pelo menos essa era a minha expectativa nos primeiros meses de trabalho de campo.
6. Lembrei-me que já havia algum tempo que tinha percebido ser essa a representação dominante
sobre a antropologia, na Argentina. Em distintos lugares onde me apresentei como antropólogo,
as pessoas faziam referência ao trabalho que, geralmente, é desenvolvido por arqueólogos.
Ademais, no caso da Argentina, há o ramo da chamada antropologia forense, muito conhecido
por abrigar àqueles que se dedicam à identificação de ossos de pessoas que desapareceram
durante a ditadura militar argentina. De fato, ao longo de minha estada no campo, o
desaparecimento de 30 mil pessoas durante o período de 1976 a 1983 foi um tema recorrente em,
praticamente, todos os lugares em que fui. Com exceção, justamente, naquela que era a loja de
Jorgito.
7. Uma espécie de biscoitos doces, muito populares na Argentina.
8. A palavra utilizada por Jorgito foi “aburrido”, a qual, nesse contexto, pode ter o significado de
“sem graça”.
9. Na ocasião Jorgito me disse que seus filhos cometeram “boludezes”. Essa palavra deriva do
termo castelhano boludo. Este signo, de caráter polissêmico, pode se referir a alguém que seja
considerado bobo, otário, tonto, engraçado. Em outros contextos, um boludo pode ser alguém
sacana: “Que boludo que es.” Ficar de “boludez”, nesse caso, me soou como “ficar de sacanagem”
– sendo “sacanagem” um termo que, entre os cariocas, tem distintos significados – como falamos
no Rio de Janeiro, em alusão a alguém que não cumpre um compromisso agendado.
10. Correspondentes a vendedores que utilizavam bancas “fixas” numa localidade e “postos” de
venda, também fixados no espaço público.
11. Em outro lugar enfatizo as diferenças com práticas análogas que observei no Rio de Janeiro.
Resumidamente, estas me pareceram apontar para um quadro de menor assimetria nas relações
entre policiais e vendedores ambulantes. O arreglo me pareceu resultar de um padrão de
negociação entre as partes, a qual tomava como referência a existência de uma lei existente sobre
convivência urbana, com artigos voltados para uma regulação detalhada da venda ambulante. A
coima, inclusive, guardava certa correspondência com o valor das multas. No Rio de Janeiro,
diferentemente, a exigência de pagamento me pareceu resultar do estabelecimento unilateral por
parte dos agentes policiais, sem tomar como referência um padrão socialmente conhecido, seja
por lei, seja por um decreto governamental. Essa prática é conhecida enquanto a exigência do
arrego. Logo, não é uma coisa que duas partes contratem, mas que uma parte impõe a outra.
Sobre o assunto ver Pires (2010, 2011b).
12. Que incluíram, principalmente, a interlocução prolongada com Victor, um busca que atuava
como músico nos trens que ligavam a capital federal argentina às cidades ao sul do chamado
conurbano bonaerense. Sobre esta experiência ver Pires (2010), especialmente o capítulo 5.
13. O Ministério Público da Cidade Autônoma de Buenos Aires é uma instituição criada em
meados dos anos 1990 e tem como objetivo atuar na prevenção e sanção das práticas classificadas
como contravencionais e de falta. Ele se ocupa, por exemplo, de fiscalizar as atividades não
legalizadas envolvendo a venda ambulante, sendo auxiliado pela polícia. Estas instituições, em
suas atividades, volta e meia se deparavam com as chamadas máfias, ou seja, redes de atores que
envolviam comerciantes formais, agenciadores de imigrantes ilegais, representantes de comércio
varejista, atravessadores e contrabandistas, entre vários outros, que se consorciavam na
estruturação de determinados aspectos relacionados a venda ambulante. Em outro texto (Pires,
2011b) eu explico com maior detalhamento essas relações.
14. Nesse aspecto, trata-se de um ator similar ao hobo, do qual nos deu testemunho Nels
Anderson (1923) em uma das mais representativas etnografias da chamada Escola de Chicago.
15. Um busca cantante é um músico que desenvolve suas habilidades nas composições dos trens de
Buenos Aires, solicitando contribuições após executar algumas canções em cada um dos vagões.
Pelas regras estabelecidas entre os buscas, naquele contexto, ao mesmo tempo em que só é
admitido um busca por vez, comercializando em cada vagão, igualmente só é possível um busca
cantante por trem. Ou seja, para que um segundo busca cantante possa executar suas musicas, é
necessário que outro se dirija a outra composição, e não outro vagão. Esse acordo entre os buscas
– ou arreglo – se deve ao tempo que um músico se demora em um vagão, superior a outros buscas
que vendem mercadorias.
16. Era como Jorgito representava, em lugar de uma mera possibilidade. Para ele, conforme
anotei em meu caderno de campo, era um tipo de negociação que interessava à sua loja, mas que
deveria, ao mesmo tempo, ter como contrapartida a capacidade de trabalho do ambulante para
não prejudicar a si mesmo, “empacando” mercadoria, como também em não lesar o consumidor
vendendo mercadoria com data vencida.
17. Uma espécie de cozido que é feito com legumes e carnes de vaca de segunda linha.
18. Trata-se de uma modalidade de contratação de serviço policial que donos de estabelecimentos
comerciais, industriais, representantes de clubes de futebol, entre outros possíveis
empreendedores, podem recorrer conforme dispõe a lei em Buenos Aires. Isso significa que, a
rigor, um policial pode fazer horas extras, patrulhando particularmente uma determinada área
ou guardando uma propriedade. Nesse caso, o contrato é feito entre a comisaria em que o policial
está lotado e o requerente, ficando o pagamento sob a responsabilidade da iniciativa privada.
19. Segundo Hutchinson (1998), até meados da década de 1960 os nuer não aceitavam fazer suas
transações em papel moeda. Isso tinha que ver, por um lado, com a percepção nuer de que o
metal seria dotado de maior materialidade. Por outro lado, “a vida ordinária” nuer fazia com que
não se pudesse guardar as notas com segurança, pois podiam queimar-se, voar com o vento, ser
comidas por formigas ou dissolvidas pelas chuvas.
20. Com o fim do colonialismo e o isolamento dos nuer em relação aos dinka, dos quais
saqueavam constantemente novos exemplares de gado, além de lhes roubar as mulheres e
crianças, os mercadores de origem árabe passaram a querer comprar com dinheiro o gado dos
nuer. Como esses não aceitavam dinheiro, a saída foi comprar vacas dos dinkas para serem
oferecidas em troca pelos bois dos primeiros. Os nuer valorizavam as vacas, porque com elas
poderiam multiplicar as cabeças de gado que possuíam. O dinheiro, com essa operação, não
entrava no círculo nuer. Por isso a autora definiu essa primeira fase pela equação G-D-G (Gado-
Dinheiro-Gado). As experiências vividas pelos nuer mais jovens, a partir de meados da década de
1950, faz com que o trabalho em plantações, mediante o pagamento de salários, insiram novos
sujeitos naquele mercado consumidor de gado, alterando em parte sua lógica de funcionamento:
“[…] se establecía una nueva relación entre ganado y dinero: ya no era necesario que un hombre
entregara una vaca para obtener otra. El dinero podía dar de sí, directamente, ganado: D-G […]”
(Hutchinson, 1998, p. 137). Com o recrudescimento da guerra civil no Sudão, a partir de 1963, a
atividade econômica na região ocupada pelo povo nuer sofreu forte redução, só se estabilizando a
situação em 1972 com o tratado de Addis Abeba. O conflito deixou como saldo a redução dos
rebanhos de gado e fome. Com a reestruturação da sociedade nuer, baseado em novas regras de
convivência, centenas de nuer foram incorporados em postos civis, na polícia e, dessa forma,
injetou-se mais dinheiro, retomando o comércio entre dinheiro e gado. Por outro lado, as
mulheres nuer obtiveram maior independência e, ao começar a trabalhar, também passaram a
formar seu próprio gado, sendo mais um elemento para distanciar os contratos de casamento das
regras impostas pelas tradições familiares. Assim, o gado é valorizado como capital e o dinheiro
como intercâmbio.
21. Era assim classificado pelos nuer o dinheiro ganho por aqueles que viviam de lavar as latrinas
de determinados estabelecimentos e moradias. Não podia ser utilizada para a compra de gado ou,
no caso dos homens, para compra do dote de uma noiva. Era dinheiro de merda, de forte
potencial poluidor, sendo utilizado especificamente para o consumo de bebidas, segundo
Hutchinson (1998).
22. Como aprendi em meu trabalho de campo, o dinheiro arrecadado com o chamado arreglo é
encaminhado à sede policial de uma região – a comisaria – e lá ele é acumulado para ser destinado
a diferentes operações. Desde a compra de utensílios, pagamento de informantes, até a remessa
de quantia significativa para os escalões superiores. Ver Pires (2011b).
23. Em 2009, quando retornei à cidade de Buenos Aires por três meses, para dar continuidade ao
meu trabalho de campo, tomei conhecimento por Hector que Jorgito estava frequentando, havia
algum tempo, sessões de psicanálise. Segundo a percepção de meu interlocutor, que era íntimo de
Jorgito, essa iniciativa buscava interagir com suas dificuldades de assumir definitivamente as
mudanças de base identitária, produzidas nos últimos 15 anos de sua vida.
RESUMOS
O artigo explora dados construídos em uma etnografia de uma loja de atacado, no bairro
portenho de Constitución, buscando focalizar e discutir a articulação entre distintos valores –
materiais, morais, éticos e estéticos – adjacentes à circulação de bens e pessoas. Tomando como
referência a literatura clássica da antropologia econômica, a narrativa busca mostrar como as
operações comerciais realizadas, muitas vezes em contextos conflituosos, promovem a circulação
de valores sociais, os quais, cotidianamente, se atualizam e são contabilizados em um processo
onde os valores das notas, as quantidades de moedas, a presença ou não de crédito, entre outros
elementos, informam muito mais do que simples intercâmbios de compra e venda.
The article explores some information that had been built on an ethnography of a wholesale shop
in the neighborhood of Constitución, where it seeks to both focus and to discuss the relationship
between different values – material, moral, ethical and aesthetic – adjacent to the movement of
goods and people. Taking as reference the economic anthropology literature, the narrative aims
to show how the business operations undertaken, many times in contexts of conflict, promoting
the circulation of social values, in which on a daily basis are updated and recorded in a process
where the monetary values, the quantities of the coins, the presence or the absence of credit,
among others, tell much more than simple exchanges of sale.
ÍNDICE
Keywords: informality, moralities, values, work
Palavras-chave: informalidade, moralidade, trabalho, valores
AUTOR
LENIN PIRES
Universidade Federal Fluminense – Brasil
Introducción
1 Los trenes son un medio de transporte así como el lugar de trabajo de cientos de
personas que, aprovechando la circulación de miles de pasajeros, se dedican a vender
productos tan variados como CD de música, DVD, medias, cubiertos, baterías, gaseosas o
golosinas; a tocar algún instrumento a cambio de dinero o a mendigar. Gran parte de
los vendedores llevan muchos años trabajando en los trenes, cumpliendo un horario,
vendiendo la misma mercadería en los mismos lugares.
2 Centrado en un grupo de ellos, los buscas,1 este artículo indaga en el modo en que se
estructura el circuito de compra y venta ambulante en una de las líneas de trenes de la
ciudad de Buenos Aires y los modos en que los vendedores se configuran como
trabajadores. El escrito aborda el modo en que se ponen en juego las nociones de
“trabajador” entre los vendedores para posicionarse y justificar la realización de la
tarea. El presente texto no sólo se centra en los grandes relatos en torno a lo que
significa ser trabajador en Argentina –y quiénes deben ganarse la vida en un mercado
de trabajo– sino también en cuenta las diferenciaciones internas de la configuración de
la venta en trenes. El escrito también avanza en las maneras en que los buscas generan,
mantienen y configuran relaciones y obligaciones recíprocas entre ellos y con otros
actores. Sin bien muchas de estas relaciones parecen exceder lo “económico”, el
argumento que el artículo sostiene es que son éstas las que van posibilitando el
establecimiento de los agentes en los circuitos de trabajo.
3 Al pensar que las prácticas, los sentimientos, los discursos, los comportamientos van
moldeando los modos de trabajo, el escrito indagar en la actividad laboral no sólo a
nivel de las relaciones de producción y reproducción, de los modos de dominación y de
la producción de desigualdad social sino también buceando en la manera en que estos
procesos son vividos por las personas de carne y hueso. En este sentido, busca abordar
la agencia de los sectores subalternos a partir de las experiencias que unifican y
diferencian. Esto no quiere decir que haya homogeneidad hacia el interior de los grupos
pero sí condiciones que van construyendo moralidades y modos de comprender la
realidad. Como marcaba Fonseca (2005) en relación a los habitantes de barrios pobres
en Brasil. Si bien reciben muchas de las mismas influencias que los moradores de los
barrios de clase media, ambos grupos no cuentan con los mismos recursos ni se
relacionan de la misma forma entre ellos ni con otros actores. Estas “experiencias
cotidianas” son las que permiten construir un análisis interpretativo que privilegia la
óptica de clase (Fonseca, 2005, p. 133)2 en procesos específicos y en contextos
determinados.
4 Como la construcción del mundo de los buscas puede entenderse a partir de las
interacciones y de las fronteras con otros actores sociales que también se ganan la vida
en los trenes en el marco de relaciones de poder más amplias, en la primera parte del
escrito abordo la cómo la presencia de personas pidiendo posibilita una diferenciación
entre actores que permite constituirse a los buscas como vendedores. Luego el trabajo
se centra en las relaciones que los buscas entablan y mantienen entre ellos y con otros
actores que van estructurando y posibilitando la venta ambulante como trabajo.
Construyendo grupos
5 Los buscas se diferencian de otros actores no sólo por lo que venden sino también por el
modo en que se presentan y se reconocen. Es por ello que comenzaré dando cuenta de
otro de los actores presentes, los mangueros –modo en que los buscas llaman a los que
mendigan– ya que sin esta contraposición no es posible tener una idea acabada del
modo en que los vendedores se construyen qua trabajadores.
6 En todo universo de sentidos, los conceptos son relativos a otros y se definen por todo
lo que no son. Como ha sido ampliamente analizado por la antropología, los modos y
sistemas clasificatorios dan sentido a la vida de las personas, organizan el universo
simbólico y de acción, incluyen y excluyen. Esto no quiere decir que los actores se
muevan solamente dentro del universo simbólico creado por ellos. Antes bien, esté
dialoga, se constituye con y contra otros discursos sociales.
7 Y lo mismo ocurre con la diferenciación y categorización de los grupos y sus
integrantes. Antes que en sí mismos, los grupos y las identificaciones pueden sólo
comprenderse en un entramado de relaciones de contactos. A partir de éstos se van
Mangueros
9 Mientras que en los buscas existe un esfuerzo por configurarse como buenos
vendedores, en los que piden –a los que como dije los buscas llaman genéricamente
mangueros– la puesta en escena sobre una “condición habilitante” para no estar
trabajando es central. Ésta opera sobre, al mismo tiempo que construye, los imaginarios
en torno a la pobreza legítima (o desempleado legítimo). En Argentina la noción de
asistido estuvo históricamente construida por una serie de figuras a los que había que
ayudar o tutelar por, supuestamente, no tener la posibilidad de ingresar al mercado de
trabajo (viudas, inválidos, viejos, madres solteras) (Grassi; Hintze; Neufeld, 1994). A
estas figuras se opuso el pobre por desocupación como sujeto “vergonzante” ya que la
falta de empleo era vista como causada por una situación personal (Alvarez
Leguizamón, 2008; Grassi; Hintze; Neufeld, 1994).3 En los que piden en los trenes pueden
observarse ciertos estereotipos sociales que para los vendedores, para los que mangueros
y para los pasajeros habilitan a “pedir”: suelen ser personas con alguna discapacidad
(sordos, ciegos, rengos, mancos, etc.) ancianos o “personas enfermas” (portadoras de
HIV) o portadoras de algún estigma social (drogadictos en recuperación, ex presos).
10 “El pedir”, sin embargo, no es un acto pasivo. Es posible pensar que existen diferencias
entre las nociones de mendigar y manguear. En las actividades que se encuentran en
una zona gris entre el trabajo y el no trabajo, los actores suelen configurarse como
sujetos útiles y parte de ello es cuestionar la pasividad que implicaría la mendicidad.
11 En Buenos Aires, por ejemplo, los recolectores informales de residuos (cirujas)
significan a la tarea como un modo legítimo y digno de ganarse la vida. Ello se produce
intentando mostrarla como una actividad laboral y contraponiéndola a “modos
ilegítimos” de ganarse la vida como la mendicidad o el robo (Perelman, 2011a). Según
Suárez (2001) que los cirujas hablen de clientes (personas que regularmente les guardan
residuos) nutre a la actitud de “mendigar de un componente competitivo” “como quien
sale a vender algo y recorre la ciudad, tal vez el producto sea la propia pobreza,
escenificada” (Suárez, 2001, p. 80).4 Wilkis (2006, p. 113) analizando el circuito de
donaciones surgido a partir de las “publicaciones de la calle” en Buenos Aires marca
que
[…] si buscamos el significado que le atribuyen los vendedores a su actividad, en
todos los casos ella aparece interpretada como un trabajo que de ninguna manera
puede ser confundido con una especie de mendicidad encubierta o explícita. La
principal razón que ellos exponen es que ‘están ofreciendo un producto’ a cambio
de dinero, lo que excluye pensar que su actividad sea sólo “pedir” dinero. Algunos
asocian esto último a una actitud vergonzante que la venta de la revista no tendría.
12 Estudiando el caso de los las políticas sobre los pobres y sobre los inmigrantes en
Francia, Fassin (2000) da cuenta de cómo las políticas estatales requieren de la súplica y
de la manifestación del sufrimiento para acceder a ciertos programas. En este proceso
se van moldeando cuerpos y que si bien esta puesta es parte de la retórica va
construyendo cuerpos políticos e identidades.5
13 Si en el caso analizado por Fassin el lugar para demostrar el sufrimiento es una carta y
la institución a la que se le suplica es al Estado (imponiendo una “confesión laica”) en el
tren los tiempos son más cortos y el pedido está dirigido a un pasajero que “selecciona”
el dar monedas. En los trenes el dinero no se pide sin más. Y, así como en el caso del
cirujeo o la venta de revistas en la calle, los actores no solo buscan escapar de esa
mirada “vergonzante” que su actividad implica sino que, mientras otras personas sí lo
hacen, no la perciben como mendicidad o como una forma ilegítima de ganarse la vida.
En el caso de las personas que piden dinero en los trenes existe una puesta en escena de
la necesidad y a la vez se otorga, de modo similar al “dar una revista”, algo a cambio. La
mayoría a esa mendicidad la acompañan de ya sea un producto (como puede ser dar
una tarjeta) o de la demostración de una habilidad (como tocar un instrumento).
Buscas
14 Si en los que piden, mendigar es justificada por su condición de “carencia” y pueden ser
considerados “pobres legítimos”, en los buscas existe una apelación al hombre
trabajador. Esta búsqueda sólo se entiende al apreciar la importancia que ha tenido la
construcción de hombre trabajador y la construcción social de ciertas actividades como
trabajo en una sociedad “salarial” en Argentina (Perelman, 2011c) pero también a las
propias trayectorias de los vendedores. Intentan escapar a la etiqueta de pobre
vergonzante. Los buscas suelen ser hombres que se dedican a una actividad vista como
“informal” o de “rebusque” y deberían, según los discursos hegemónicos, acceder a la
reproducción social a partir a forma legítima: el mercado formal de trabajo (Danani;
Grassi, 2008).6 Sin embargo, ser busca se articula de manera contradictoria con nociones
“hegemónicas” de trabajo que sólo puede comprenderse en relación a la configuración
en la que se desarrolla la tarea y a partir de las trayectorias laborales, muchas de las
cuales muestran las complejas imbricaciones que existen en la realización de distintas
tareas formales e informales y legales e ilegales.
15 Para muchos buscas la venta ambulante ha sido un camino natural dentro de las
actividades realizadas por sus familiares. Para muchos ha sido una elección y para otros
su único trabajo. Me refiero a una “elección” en un contexto y a partir de un repertorio
de posibilidades acotado en un campo en el que están en juego las historias personales
como el mercado de trabajo. Las elecciones no sólo remiten sin embargo a una cuestión
meramente económica. Las trayectorias laborales y de vida de los vendedores dejan ver
que han realizando diferentes actividades tanto ligadas a “lo informal”, a lo “ilegal” así
como al mercado formal. Más aún, sus prácticas laborales muestran la existencia de una
superposición de actividades o el paso itinerante por diferentes actividades.
16 Pensar en esferas separadas (al estilo trabajo formal/ venta ambulante) no posibilita
comprender la complejidad de relaciones que se establecen a la hora de vivir y de dotar
de sentido a la tarea ni los modos en que las personas de carne y hueso fueron
meterse con los otros” es parte del modo en que se gana el reconocimiento y se mantiene
la confianza entre los conocidos.
39 Las fronteras grupales a las que me referí en el apartado anterior también pueden
apreciarse en función de a quiénes se respeta y a quiénes no, a quiénes alcanzan los
códigos.
40 Malinowski (1969) había advertido que es en la ruptura de las normas (y en su castigo)
dónde puede apreciarse con mayor claridad las moralidades presentes. En esta misma
línea Pita (2010) (recuperando a Pitt-Rivers [1979, p. 131] “la mejor forma de examinar
valores morales es mediante las sanciones que funcionan contra su violación”) dice que
“es claro que no sólo la colaboración y la ayuda –o el interés en ello, aunque sea sólo
por una de las partes– hablan del compromiso moral en virtud del cual actúan las
personas. También, aquellas actitudes y comportamientos que son consideradas
contrarias a lo que se debería, en tanto se están confrontando con una valoración moral
de lo esperado, hablan, sin duda, de aquellos compromisos y obligaciones morales que
no se están cumpliendo y, por tanto, son también valiosas para el análisis (Pita, 2010,
p. 78).
41 Los buscas que venden golosinas, por ejemplo, no sólo compiten entre ellos, sino
también con los vendedores concesionados de las estaciones. El pacto es que primero
pasa el vendedor concesionado y luego el busca. Si bien suelen decir que existen códigos
entre ellos, cuando pueden los buscas le cortan un vagón a otro. Esta práctica, que
significa meterse en el vagón a ofrecer antes que a la persona que le corresponde,
parece tener cierta legitimidad cuando se le hace al vendedor que representa a alguno
de los puestos y es considerado ilegítimo cuando se lo realiza a algún otro busca. En
estos últimos casos suelen ocurrir conflictos.
47 Como dije, cuando los buscas salen de los andenes apelan a que otras personas les
cuiden la mercadería. Los que venden cosas pesadas o de gran tamaño suelen buscar
dejar en algún comercio de los andenes para no tener que cargar toda la mercadería
durante la jornada de trabajo. Muchas veces me he cruzado con algún busca que iba en
el tren yendo a reponer mercadería a alguna estación. Otros, van comprando en
comercios aledaños a las estaciones conforme lo van necesitando.
48 La libre circulación no depende sólo de esta capacidad de conseguir un cuidador. Para
poder trabajar en los trenes es necesario conocer y tener buena relación con el personal
de seguridad, los policías y con otros trabajadores. Durante una jornada, los buscas
suelen entrar y salir del andén por lo que tener ese libre acceso es necesario. Pires
(2005) analiza las relaciones entre camelos (vendedores ambulantes), operadores de
seguridad pública y otros usuarios de los trenes de la Central de Brasil, en Rio de
Janeiro. En esa ciudad, la venta es perseguida por lo que los vendedores deben
rebuscárselas para ingresar la mercadería. Dice Pires (2005, p. 156) “en un primer viaje,
cualquier pasajero puede sorprenderse cuando, como por un pase de magia, cajas
enormes del telgopor cargadas con gaseosas y cervezas o de barrales con decenas de
productos surgen no se sabe bien de dónde”. El “misterio” se soluciona si se presta
atención a los momentos que anteceden la partida del tren y a los de inspección cuando
se activan una serie de procesos rituales para pasar desapercibidos, con la complicidad
de los vigilantes. Una de las diferencias que más llamó la atención a Pires (2010,
p. 95-96) respecto a la venta ambulante en Buenos Aires y en Rio de Janeiro es que en la
primara de las ciudades los vendedores ambulantes (a diferencia de los camelos) “en el
espacio público urbano son siempre los mismos, casi siempre en los mismos lugares” y
lo mismo ocurre con los agentes policiales que “controlan aquel interminable flujo”. En
Rio de janeiro –en la que la lógica de la organización del trabajo policial es diferente a la
de la Federal– con la circulación de los policías se busca que un agente no se
“familiarice con las personas de un local”. A diferencia de lo que ocurre en Rio de
Janeiro o en los subterráneos de la ciudad en el que los que piden pagan el boleto y
entran como cualquier otro pasajero (Cf. Graziano; Lajarraga; Grillo, 2007) los
inspectores y los que controlan la entrada de pasajeros a los andenes de Constitución
son los que posibilitan que los vendedores entren y salgan sin problemas a la vista de
todos. Esta estabilidad de ambos actores, tanto de los buscas como del personal de
seguridad contribuye a la estabilización de personas en la tarea y a la rutinización de
las prácticas que se basan en conocimientos personales tanto en el caso de la policía
como el de otras personas encargadas del control de los pasajeros.
49 Una tarde, mientras salía junto a Cacho del andén rumbo al hall, un hombre intentó
pasar sin boleto. El encargado del control lo detuvo. El pasajero comenzó a insultarlo y
el encuentro casi termina a las piñas. No pude contraponer esa imagen con el recuerdo
de los que nos había ocurrido unos minutos antes a Cacho y a mí cuando entramos al
andén. Él venía delante, saludó al inspector y luego se dio vuelta y dijo “él [por mi] está
conmigo”. Fue así que recibí un saludo. Son el conocimiento y reconocimiento personal
los que le posibilitan a los buscas transitar libremente por las estaciones, así como
entrar y sacar productos sin problemas.12
hablaba de cierta falta de confianza y un des respeto a alguien que siempre ha tenido
códigos. “Ahora no me va a fiar más” me dijo entre risas para luego largar un insulto hacía
Carlos. Haber decidido cesar la relación probablemente no le cierre las puertas al local
pero si a los beneficios personales adquiridos durante años.
57 Este tipo de intercambios que está en basado en relaciones personales exige
comportamientos valorados por las dos partes. No basta sólo con fundar una relación
en una deuda o generar confianza, sino que también es necesario actualizarlas en actos
cotidianos que permitan mantener la legitimidad de la deuda y de la confianza.
58 El nuevo proveedor es un ex trabajador de un mayorista de la zona que logró juntar
dinero y poner su negocio. Por las trayectorias laborales, se conocen y tanto el Ruso
como Cacho están buscando establecer una relación comercial, dando ambos muestras
de confianza mutua. Cacho ahora le compra todo al Ruso que, si bien trabaja hasta las
18 hrs., lo espera para llevarle la mercadería al andén (cosa que le soluciona la compra
porque no tiene que salir de la estación), se manejan por celular (Cacho le avisa por
teléfono a qué hora llegará para no hacer esperar ni al dueño del local ni a sus
empleados) y le trae también hielo. Al preguntar sobre estas otras cosas relacionadas
con la confianza, como comprar fiado y me dijo que “lo había tanteado” y que la
respuesta había sido que “Cachito no te preocupes, que con vos no hay problema”. Todavía
no ha surgido la posibilidad de poner a prueba la palabra dada.
59 El precio de los productos si bien es importante no es determinante (“Carlos me dijo que
me iguala el precio [que por cierto difería por muy pocos] que me hace el Ruso, pero se lo
tengo que pedir”) ya que ello debe venir acompañado de otros gestos. Cacho valora que lo
respeten, lo que tiene es central para él que es busca reconocido. El “con vos no hay
problema” le otorga a Cacho un reconocimiento y una importancia a la palabra.
60 Las relaciones entre vendedores y compradores no sólo se fundan en una relación
comercial ni sólo tienen un carácter económico. Para los buscas es significativo ser
reconocido, tener un nombre, pertenecer a un grupo y tener un nombre dentro de éste.
Boissevain (1987 apud Garriga Zucal, 2007) plantea que los motivos que llevan a los
sujetos a trabar interrelaciones e intercambios no sólo tienen que ver con la búsqueda
de un beneficio pragmático, sino que también juegan un papel importante los valores
morales del grupo. Qué está bien, qué está mal, la imagen y el lugar que la otra persona
le otorgan a los actores también forma parte de las motivaciones para entablar,
mantener o romper una relación.
De buscas y pasajeros
de esta frase era importante rescatar la idea de que cree tener clientes a quién debe
cumplirles. Varias veces me había dicho que dependen de él para tomar algo, que lo
esperan para comprarle una gaseosa mientras vuelven a sus casas. Lo cierto es que los
clientes lo esperan, le compran y a algunos de ellos, si es necesario, Cacho les fía. Esto le
permite, en parte, tener una previsibilidad sobre la cantidad de bebidas que va a vender
y poder calcular los ingresos diarios.13 Para que esto ocurra es necesario que Cacho esté
allí. Fiar, tratar bien a la gente, hacerse conocer forman parte del repertorio de
prácticas que hace que Cacho sea una persona conocida por los pasajeros, más aún en
los horarios nocturnos donde el flujo va mermando. Una tarde hablando sobre el
trabajo de los buscas me dijo que él no podía venir cuando quisiera sino que debía
hacerlo todos los días. Le pregunté por qué y el orden de los argumentos comenzó con
la necesidad cumplirle a los clientes; me dijo “yo hoy vengo, después tres días no, después
dos días si, el tipo no me compra más, yo le tengo que cumplir”. El otro argumento era
económico “acá si no trabajás no llevas la plata a tu casa, yo se que laburando hoy tengo la
plata para el día de mañana”. Probablemente las dos cosas tengan importancia para
Cacho y, de hecho, están relacionadas: para mantener el circuito es necesario
construirlo con todos los actores y los pasajeros son clientes potenciales.
64 Las múltiples interrelaciones hacen que ser un busca (vida) no sea pura libertad (como
reivindican los actores).14 Es generar formas de relación, de ganarse la vida, de transitar
la ciudad de una manera determinada.
Palabras finales
65 La construcción de mercados laborales, de formas de trabajo y de sujetos como
trabajadores se va produciendo en relación a la constitución de ideas en torno al modo
de producción y reproducción del capital. A la vez, los grupos se re apropian de las
categorizaciones y las resignifican para pensarse como sujetos trabajadores. Ese es el
caso de los buscas.
66 Los actores saben que la actividad puede ser vista como un modo cuestionable de
ganarse la vida, ligado a la “vagancia” o a lo “marginal”. Es por ello que los actores
necesitan justificar la realización de las tareas y dotarlas de elementos ligados al
trabajo. Es en el juego de equilibrios entre los discursos en torno a la pobreza legítima,
las trayectorias y los modos en que todo ello es puesto en práctica en los rituales
cotidianos de interacción lo que va generando la posibilidad de acceder a la
reproducción. A su vez en este proceso se van diferenciando grupos que tienen sus
propios códigos y sus modos de presentarse.
67 La venta ambulante posibilita complejizar las dicotomías entre acceso a la vida desde lo
“informal” o “marginal” y lo “formal” así como pensar en términos de lo que los
actores consideran legítimo. Es por ello que la construcción de los buscas como
trabajadores no se comprende cabalmente apelando a los macro procesos relativos a la
construcción de un tipo de trabajador. Si bien no escapan a los estereotipos sociales y
los actores son conscientes de ello (a los que apelan y manipulan) es la configuración
interna y la diferenciación con otros actores presentes (los mangueros) los que
posibilitan a los buscas posicionarse como trabajadores.
68 Los actores cuando realizan actividades laborales van configurando relaciones que les
permite construir predictibilidad y qué estas requieren de un trabajo cotidiano de
mantenimiento de lazos personales. En el escrito he abordado una serie de relaciones
que los diferentes actores presentes están constantemente activando y que van
produciendo interdependencias entre los diferentes actores. Conviene recordar que los
actores implicados en estas relaciones no hablarían de predictibilidad ni de
estructuración de las relaciones ni de argumentos morales. Estas son construcciones
realizadas por el investigador. Son estas relaciones las que posibilitan –o que van
dotando de sentido, estructurando de una forma determinada– un mercado de
circulación, de consumo de bienes y un circuito de comercio. Son estas relaciones las
que van produciendo “derechos” mutuos investidos de moralidad que contribuyen a la
estabilización de los mercados de producción y consumo. Son las prácticas de los
actores las que explican la estructuración.
69 Los buscas pueden acceder a los trenes sin problemas gracias a la relación personal que
tienen con los guardas, personal de seguridad, con la policía 15 y con los otros guardas.
Tener códigos, respetar la territorialidad, el producto, el precio se van configurando
como elementos necesarios que hacen a la práctica económica y que no pueden
escindirse de la venta en sí. El trabajo de los buscas no comienza y termina arriba del
tren sino que es diario y múltiple. Son esa serie de actividades cotidianas las que
permiten estar en el tren, vender y resignificar una historia de exclusión.
70 Por último me gustaría marcar que la estructuración de la actividad no implica pensar
que la reivindicación de los buscas (“busca vidas”) en tanto modo de acceso a recursos
como un “modo de vida” relativamente libre sea falsa. No sólo porque además de
generar relaciones y dedicarse a la venta pasan tiempo en bares, charlando o dedicando
tiempo a actividades que para ellos no forman parte de la venta en sí (pero que como
marqué la posibilitan) sino porque la subjetividad se construye de manera que a los ojos
de otro puede parecer extraño y contradictoria. Más allá de poder ver en ella una
fetichización de relaciones de producción, las personas de carne y hueso no se
comportan ni son coherentes en su vida y las forman en que son vividas las prácticas
laborales pueden ser estructuradas y libres a la vez.
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NOTAS
1. Las categorías nativas aparecen en cursiva así como las citas de los informantes que, además,
figuran entre comillas.
2. Ver también Fonseca (2000); Ortner (2006); Ginzburg (2008), entre otros.
3. Los rituales de interacción posibilitan ver no sólo la vigencia de las construcciones en torno a
los pobres merecedores de asistencia sino también cómo este imaginario se reactualiza
cotidianamente en el nivel de las interacciones (Cf. Perelman, 2012).
4. A su vez reconoce que “Esta estrategia de generar clientes, es algo distinta de la tradicional
estrategia de mendigar que se asocia con una actitud pasiva y humillante. Esta actitud trata de
generar una red privada de asistencia” (Suárez, 2001, p. 80). Sobre otras interpretaciones sobre la
noción de cliente ver Perelman (2011b).
5. Al analizar las cartas enviadas por los posibles beneficiaros a un plan social, Fassin (2000)
encuentra que existen estrategias retóricas para hacer más convincentes las solicitudes. Los
elementos principales son cuatro: la necesidad, la compasión, la justicia y los méritos.
6. La relación trabajo/ dignidad/ modo legítimo de ganarse la vida fue trabajada en Perelman
(2011a, 2011c).
7. Las nociones legitimantes se juegan a nivel individual y también en la esfera pública. Es,
entonces, importante tener en cuenta el factor dialógico que tiene el reconocimiento (cf. Cardoso
de Oliveira, 2004; Cardoso de Oliveira; Cardoso de Oliveira, 1996; Taylor, 1993) y por ende, la
forma de posicionarse públicamente.
8. Esta visión también era compartida por su esposa quien solía decirme que Cacho era un gran
vendedor, que lo conocían todos, que tenía “clientes importantes”.
9. En una versión previa de este trabajo Wilkis marcó el peligro de pensar en la confianza como
algo que se tiene o no se tiene.
10. Si bien cuentan con formas de ahorro (como comprar mercadería de más, guardar dinero,
mantener relaciones personales, etc.) dependen en gran medida de lo que pueden obtener
mientras venden. Apelar a la amistad es una forma de garantizar cierta previsibilidad.
11. Los buscas suelen diferenciar entre buscas de alimentos, de golosinas y de bolso. Bajo esta última
denominación se agrupan a los vendedores que ofrecen todo tipo de productos no comestible.
12. Las relaciones entre personal del tren y buscas suele transcender el ámbito de trabajo y
extenderse a los barrios o a los bares. Se debe aclarar que si bien los vendedores tienen su propio
sistema de regulación, durante los viajes los guardas pueden hacer que algún vendedor deje de
trabajar o que no entre más a las estaciones.
13. Además del fiar existen otras formas de hacerse de una clientela como regalar a los
compradores alguna golosina o prenda (por ejemplo el que vende medias puede regalar un par) o
hacer un precio especial a los asiduos compradores. Estos mecanismos no sólo otorgan una
dependencia y un conocimiento personal entre pasajeros sino también permiten a los vendedores
posicionarse como buenos vendedores.
14. Resulta interesante y necesario continuar indagando en esa visión sobre la tarea. Karsenti
(2009) reflexiona sobre ello en relación a los escritos de Durkheim y Mauss y la visión sobre cómo
a los ojos de los sujetos los hechos sociales aparecen como autónomos y libres (el suicidio por
ejemplo). Plantea que los hechos sociales más allá de que aparezcan como libres en la consciencia
individual tienen algunas causas sociales que deben ser develadas.
15. Incluso cuando existen arreglos entre policía y buscas esta es una práctica aceptada como
parte del trabajo. Esto es, en algunas ocasiones y en espacial sobre algunos productos (como la
pirotecnia en las semanas previas a navidad y a fin de año) la policía exige un monto monetario
semanal para poder trabajar.
RESÚMENES
El artículo indaga en el modo en que se estructura el circuito de compra y venta ambulante en
una de las líneas de trenes de Buenos Aires y los modos en que los vendedores se configuran
como trabajadores. Aborda el modo en que se ponen en juego las nociones de “trabajador” entre
los vendedores para posicionarse y justificar la realización de la tarea. Avanza en las maneras en
que los actores generan y mantienen relaciones y obligaciones recíprocas que bien parecen
exceder lo “económico”, son las que van posibilitando el establecimiento de los agentes en los
circuitos de trabajo. Al pensar que las prácticas, los sentimientos, las moralidades, los discursos,
los comportamientos van moldeando los modos de trabajo, el escrito indagar en la actividad
laboral no sólo a nivel de las relaciones de producción sino también en la manera en que estos
procesos son vividos por las personas de carne y hueso.
The article explores how the ambulant vending circuit of one of the train lines of Buenos Aires is
structure and the ways in which vendors present themselves as workers. The article discusses the
notions that vendors use to position and justify the performance of the activity. The article
advances on the ways in which actors create and maintain relationships and reciprocal
obligations that exceed the economic sphere. These relations are those that enable the
development of the activity and settle agents on the working circuits. As I believe that practices,
feelings, morality, discourses, behaviors shape the working process, the article investigates
working activities not only at the level of the relations of production but also in the way these
processes are experienced by people of flesh and blood.
ÍNDICE
Keywords: ambulant vending, Buenos Aires, buscas, work
Palabras claves: Buenos Aires, buscas, trabajo, venta ambulante
AUTOR
MARIANO D. PERELMAN
Universidad de Buenos Aires – Argentina
Introducción
1 Los pescadores indígenas cucapá defienden su derecho a pescar en su territorio
ancestral incluso en contra de las normatividades de la Reserva de la Biósfera del Alto
Golfo y Delta del Río Colorado que se creó hace 20 años en el mismo lugar en donde
realizan esta actividad. Las mujeres cucapá tienen un rol predominante en la
organización política de la defensa de sus derechos, y también, en este proyecto de
investigación. Desde 2009, la investigadora y los pescadores cucapá hemos conversado
sobre las maneras de construir relaciones de colaboración con un objetivo común:
generar el conocimiento necesario para que ningún pescador cucapá vuelva a ser
encarcelado por ejercer su derecho a pescar libremente en el Delta del Río Colorado,
territorio reclamado como propio.1
2 En 2007 el proyecto arranca con el uso del video como apoyo para la documentación de
actos de autoridad (ver clip de video de retén en Navarro Smith, 2008a); en 2009 se
integra el apoyo de abogados especialistas en derechos medioambientales de los
pueblos indígenas; y en 2011 se empezó a colaborar también con biólogos que han
aportado información sobre la forma de vida y reproducción de la curvina golfina
(Cynoscion othonopterus)– especie que ellos pescan para autoconsumo, trueque y
comercialización–. Este conocimiento generado en la interacción con los biólogos
permite comprender cómo su pesquería puede afectar a la especie, y así, plantear
formas de pesca sustentable al mismo tiempo que defienden el acceso que por derecho
tienen a su territorio.
3 En este artículo se explica también el uso del video en el proyecto y cómo ha
contribuido a la construcción de conocimiento académico de modo colaborativo, que se
usa al analizar algunas situaciones cotidianas a las que se enfrentan los miembros de
este pueblo indígena cuando negocian el reconocimiento legal de sus derechos. En el
curso del proyecto también se está documentando en video la forma de vida de los
pescadores cucapá contemporáneos, los retos que enfrentan al reivindicar su derecho a
la pesca y sus estrategias de sobrevivencia en el complejo sistema de pesca en el delta
del Río Colorado.
autoridades no han dado a conocer la información que los cucapá solicitan: los estudios
técnicos sobre la población natural de la curvina golfina.
18 Si los cucapá tuvieran razón cuando sospechan que las autoridades no han realizado
dichos estudios, las autoridades de pesca estarían legislando para “proteger” la
población de una especie sobre la que se desconoce su población natural. En este
escenario, las legislaciones que restringen la pesca de los cucapás estarían
fundamentadas principalmente con argumentos ideológicos, por ejemplo al enfatizar el
efecto de las legislaciones existentes en la protección de las especies únicamente a
partir de la información sobre la especie que se infiera a partir de su captura, pero que
no retoma más información biológica para revisar con mayor precisión su pertinencia.
19 Paradójicamente, el argumento moral de la protección a las especies ha sido usado para
descalificar a los indígenas a quienes se construye como depredadores del medio
ambiente cuando piden a las autoridades que armonicen ambos discursos –el de la
conservación de los ecosistemas– y el de los derechos de los pueblos indígenas a su
territorio y al uso sustentable de los recursos pesqueros. Cuando los cucapá –denuncian
el trato criminalizante que reciben al reclamar el reconocimiento de sus derechos al
territorio y a la pesca– se les presenta ante la opinión pública como los enemigos de la
conservación de este recurso natural. Esta descalificación contra el indígena-cucapá-
pescador-depredador se refuerza con frases como “a los cucapá sólo les interesa el
dinero”. “Están acabando con la especie”. “Pescan cuando todavía no desova la curvina,
así se van a acabar las nuevas generaciones”, e incluso “son irracionales y conflictivos”
y por lo tanto “no se puede hablar con ellos”, frases que he escuchado de boca de
investigadores que participaron en la elaboración del programa de manejo de la
RAGDRC, administradores de la reserva y en los discursos cotidianos que evidencian el
sentido común que se está construyendo sobre el tema en la región. 16
20 En contraste con las puertas cerradas con las que los cucapá se han encontrado en
México para hacer valer sus derechos como población indígena que reclama su derecho
al territorio y a los recursos naturales que sobre éste se encuentran, éstos han logrado
que se les reciba en audiciencias en escenarios internacionales de alto perfil. Hasta
2007, ninguno de los recursos legales interpuestos ante las instancias nacionales de
justicia lograron detener la escalada del acoso que los cucapás experimentan durante la
temporada de pesca. Esta situación llevó a los cucapá y a sus defensores hasta la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en octubre de 2008 en Washington
para demandar al Estado Mexicano por violar su derecho al uso y aprovechamiento de
los recursos naturales y consulta previa.17 En dicha reunión, las autoridades encaradas
frente a los cucapá, se comprometieron a realizar acciones encaminadas a resolver el
conflicto de la pesca cucapá, garantizando el respeto de sus derechos como pueblo
indígena. A la fecha de la publicación de este manuscrito, los cucapá afirman que todas
las acciones que las autoridades mexicanas han realizado siguen afectándolos, y que
sólo en el discurso respetan sus derechos, nunca en la práctica.
27 El Río Colorado fue para los cucapás24 como la tierra para los pueblos mesoamericanos
en México y Guatemala. Del agua dependía su sobrevivencia en un ecosistema desértico.
Los ríos Hardy y Colorado fueron fuertemente afectados por las políticas de dotación y
canalización del agua que elaboraron las autoridades mexicanas, y que garantizaban su
uso para el consumo doméstico, los servicios públicos de las poblaciones; la industria, y
el riego (Ley de aguas de propiedad nacional de 1934). En la visión de la administración
del agua –incluso hasta el presente– nunca se consideró que un porcentaje de agua
siguiera su curso en el cauces del río con el fin de mantener el equilibrio del ecosistema
de la región.
28 Actualmente el 8.9% del agua del Río Colorado que entra a México 25 se destina al
consumo humano, agrícola o industrial. Como resultado de este tipo de administración
del agua, el cauce del Río Colorado es ahora una cama arenosa que ya no conduce agua
32 Con el objetivo de apuntar algunos de los cambios que los cucapás identifican en su
forma de pescar en las últimas cinco décadas, a continuación se ofrecen algunos relatos
que incluyen recuerdos, prácticas y experiencias de cuatro generaciones de pescadores
cucapá. El más antiguo de los recuerdos habla de la construcción de balsas con la que
todavía pescaban principios del siglo XX. Se construían balsas usando varas amarradas
entre sí, recubiertas con lodo. Este relato ha quedado inscrito en la memoria de la
familia de Don Onésimo , quien relató que sus padres Doña Teodora Saíz y su esposo “El
F0
55
Tacón”, las elaboraban y las usaban para pescar. Hacia 1960, Hilda e Inés recuerdan que
la pesca se hacía “en familia”, a la orilla del Río Colorado. En sus diferentes modalidades
de trabajo familiar, recuerdan a veces su papá iba ellas y el resto de sus hermanos; otras
veces iban con su madre y con su tía: Hilda recuerda que cuando era pequeña su madre
Mercedes y su tía Inocencia la metían en una ollita de barro al lado del río. La dejaban
cubierta de agua para que no se acalorara mientras ellas pescaban.
33 Para finales de los setentas, con las fuertes nevadas que azotaron la región de las
montañas del Colorado, el exceso de agua que ingresó a México amenazaba con inundar
el Valle de Mexicali. El gobierno bajacaliforniano tuvo que construir canales para guiar
el excedente de agua a la Laguna Salada. Los cucapá –que obtuvieron la restitución de
sus bienes comunales sobre el fondo seco de dicha laguna– aprovecharon la vida que
brotó en aquél desierto cuando se llenó de agua, y con ello, de carpas y camarones.
Inocencia Sáiz se llevó a sus hijos a vivir con ella en campamentos improvisados al pie
de la Sierra Cucapá frente a la laguna. “Allá vivimos mucho tiempo, como diez años. Así,
a la intemperie. Así le gustaba vivir a mi mamá”, recuerda Toña, la hija de Inocencia
que compartió con ella esta experiencia.
34 Fue en ese momento que se hizo necesario sacar el primer permiso de pesca. La primera
organización con permiso de pesca se llamó “Jawimak” que significa “agua del otro lado
del cerro”. Ahí fue donde por primera vez Onésimo fue a preguntar a las autoridades de
SEMARNAT que por qué se extendían permisos a los demás pesadores que no eran
cucapás, si ese territorio se había concedido a su pueblo. En respuesta, las autoridades
le dijeron que no podían negarle el permiso de pesca a nadie porque se trataban de
“aguas nacionales”. Onésimo preguntó nuevamente: ¿por qué cuando sólo hay arenas
es tierra de los cucapá, y cuando hay agua [y recursos explotables] es de todos los
mexicanos?29
35 En 1990 llegó el primer apoyo para la adquisición de pangas. Fue el Instituto Nacional
Indigenista quien apoyó a los cucapá y de ahí se compraron las primeras 8 pangas que
se tuvieron. “Eran pangas 6 pangas de aluminio, de las chiquitas, y 2 pangas de madera.
También nos apoyaron con un troque para enhielar el pescado. Nos tocaba de a 3
familias por embarcación”. Cuando el agua dejó de fluir a La Laguna Salada y ésta
nuevamente volvió a ser desierto, los cucapá trasladaron sus campamentos de pesca a
la desembocadura del Río Colorado. Así llegaron a la zona conocida como El Zanjón.
36 En 1993 se decreta la creación de la Zona de Reserva del Alto Golfo y Delta del Río
Colorado, y con ello se vuelve delito federal la actividad de pesca de los cucapá en esa
zona. Ese mismo año se les levanta la primer acta administrativa. Es el comienzo de la
lucha jurídica por la pesca.
retomado después por Ramírez Baena y por Rivera. Ambos, junto con Mónica, María
Inés e Hilda, acompañados de un representante de la Comisión Mexicana para la
defensa y Promoción de los Derechos Humanos, se sentaron en la sesión de octubre
para presentar el caso de la pesca cucapá en contra del Estado Mexicano en audiencia
en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Washington, en 2008.
41 Ante todos estos esfuerzos de defensa y organización de un pueblo indígena al ver
amenazada su forma de vida por efecto de marcos legislativos que restringen su acceso
al territorio y al uso de los recursos naturales, fue para mi una sorpresa que no
existiera ninguna referencia académica que estudiara alguno de todos los fenómenos
sociales antes descritos al momento de mi llegada a Baja California.
42 Así, a partir de 2006, trabajé sistematizando las continuas referencias que los diarios
impresos hacían al “problema de la pesca cucapá”. Desarrollé una investigación
documental en ese año y en 2007 inicié el trabajo de campo. Fue entonces que conocí a
Hilda, a Inés y a Mónica. Expliqué mi interés en hacer uso de la cámara de video para
registrar las interacciones de conflicto entre pescadores y autoridades. Les pareció bien
la idea y comencé a acompañarlos durante las jornadas de pesca. No era la primera que
subía a las pangas con una cámara de video. A mi llegada ya se habían producido un
documental francés (que pasó al aire en el canal ARTE de ese país); un documental
alemán, y un documental local que grabó el Mtro. Salvador León Guridi del Centro de
Enseñanza y Producción Audiovisual (CEPA) de la Universidad Autónoma de Baja
California. La presencia de las cámaras no era nuevo, y sí de mucha utilidad. Cuando las
autoridades de PROFEPA notaban la presencia de una cámara a bordo, las interacciones
tomaban la forma de monólogos paralelos donde se exponían los referentes legales de
unos y otros para pescar o para impedir hacerlo (ver Navarro Smith, 2008a, p. 190). La
tensión era evidente, pero no se registraban interacciones como las que los cucapás
recuerdan cuando no había videocámaras presentes: PROFEPAS rompiendo redes con
las manos, agresiones verbales haciendo alusión a la identidad de “indios”,
detonaciones de cartuchos, entre otros actos de acoso físico y psicológico.
a las cucapás una hoja en donde se prohibía que el pescado ya cargado en el trailer
siguiera su camino rumbo al mercado en la Ciudad de México donde se comercializaría.
Durante el operativo que duró más de dos horas, entre las 2 y 4 de la mañana, los
agentes de CONAPESCA insistieron que firmar el documento no interferiría con el
traslado del pescado. El engaño se confirmó cuando, al retirarse los inspectores, pedí a
las cucapá que leyeran en voz alta el documento que habían firmado. Los rostros de
Mónica e Inés se descompusieron cuando se dieron cuenta de que lo que los inspectores
habían dicho no era verdad y aún así las convencieron de firmar el documento con
engaños. A pesar de que todos –incluida yo– habíamos leído el documento de manera
individual y en silencio durante el operativo, ninguno nos percatamos del sentido del
texto antes de firmarlo. En ese momento, al mirar los rostros indignados y tristes de las
pescadoras, me di cuenta de la potencial eficacia de una lectura grupal y en voz alta de
los documentos legales. Ahí decidí compartir mi reflexión sobre lo que había sucedido,
y cruzar la línea entre la observación y la colaboración. Les dije: “¿Se dieron cuenta que
todos leímos el documento en silencio, y sólo cuando se leyó en voz alta nos dimos
cuenta de que ustedes al firmar aceptan que el pescado queda bajo su resguardo en lo
que se investiga su procedencia, y que por lo tanto no se puede comercializar? Para que
no les vuelva a pasar eso –continué– pueden leer los documentos en voz alta y discutir
entre ustedes lo que ahí se dice. Parece que esa dinámica permite una mejor
comprensión del texto”. En un contexto donde la cultura oral predomina, me pareció
lógico sugerir que el texto legal –de por sí complejo– se trasladara de la lectura
individual y en silencio, al dominio del discurso oral y colectivo, con el que todos los
cucapás están familiarizados. Ese comentario, que surge de intentar comprender el
papel del documento legal en una interacción de conflicto, en medio de dinámicas de
poder y con objetivos que persiguen cada uno de los actores que participaron en ellas,
es uno de los productos del análisis que desde mi trabajo de etnografía podía ofrecerles
en espera de pudiera serles de utilidad en futuras interacciones donde un documento
estuviera presente. Unas semanas después, llegué a una oficina donde ya se
encontraban negociando autoridad y cucapás. Al llegar, escuché la voz de Mónica. Leía
en voz alta un documento, sus compañeros de pesca la escuchaban atentamente.
48 El ejemplo anterior da cuenta de cómo un saber especializado –el que se produce desde
la mirada antropológica– puede ser integrado por vía de las dinámicas conversacionales
en las interacciones cotidianas. En este contexto es que se vuelve relevante la discusión
del formato para poner en interacción los diferentes saberes que se producen en el
curso de la investigación. Uno de los primeros ejercicios que realizamos para socializar
el conocimiento experto sobre temas que podrían fortalecer la organización de los
cucapás fue un taller sobre los procedimientos de la consulta previa. Noté que el
formato “taller” colocaba al saber experto literalmente al frente, reproduciendo con ello
un tipo de dinámica ya conocido por los cucapás en donde el invitado experto tiene el
papel principal. En determinado momento uno de los cucapás intervino para hacer
notar que a ellos les parece bien que se hagan los talleres, pero que en sí la información
que ahí se estaba vertiendo ellos ya la conocían. “Lo que sería importante es que estos
talleres se les dieran a las autoridades porque pareciera que ellos son los que no
comprenden la necesidad de realizar las consultas”. De esa primera experiencia, se
acordó que las siguientes reuniones se realizaran ya no en la escuela donde estábamos,
sino en la casa de una de las cucapás, y en días no laborales para que pudiera asistir un
mayor número de pescadores. La idea de trasladar las discusiones a las “reuniones
dominicales” y cambiar el formato de “taller” por el de “reunión” me pareció
interesante porque reproducía una situación de interacción conocida en la forma de
organización de los cucapás. En principio, el espacio era el de los propios sujetos y la
disposición de las sillas en círculo permitía que ningún saber estuviera al frente, sino al
lado de los demás. En las reuniones también noté que se generó un ambiente propicio
para que surgieran relatos de una historia compartida que raras veces se platicaban en
público; de estas actividades se discutieron las relaciones entre el contexto que estaban
viviendo y la historia de sus familias.
49 Durante el desarrollo del proyecto con Otros Saberes contamos con el apoyo de la Dra.
María Teresa Sierra, quien fungió como asesora metodológica en el desarrollo de la
investigación colaborativa. Nuestras conversaciones me permitieron darme cuenta –
mientras buscaba las respuesta a las preguntas que me planteaba sobre lo que
significaba y cómo tenía lugar la colaboración en nuestro proyecto– que ésta había sido
hasta su llegada una relación intencionada desde mi práctica de investigación, pero que
necesitaba estar más presente y renovarse cotidianamente en las interacciones con los
pescadores cucapá y con todos los interesados en colaborar (otros actores solidarios). A
partir de entonces la colaboración fue explicitándose cada vez con mayor detalle en las
reuniones, de manera que cada miembro del equipo tuviera claro su papel –y sus
responsabilidades– dentro del proyecto según sus intereses, tiempo, rol desempeñado y
habilidades.
Encuentro de saberes
problema jurídico de la pesca hay que incidir en la modificación legal de ese decreto
presidencial.
52 Finalmente, la presencia de otra abogada solidaria, marcó el inicio del plan para diseñar
la ruta del litigio estratégico en el rumbo deseado por los cucapás. Entre octubre y
noviembre de 2010 se involucra la Licenciada en Derecho, y especialista en derechos
medioambientales de los pueblos indígenas, Yacotzin Bravo, quien sigue colaborando
en el proyecto al lado de los cucapá, otros abogados solidarios, los defensores de los
derechos humanos, los académicos y estudiantes que acompañan y dinamizan el
proceso de construcción colaborativa de conocimiento. En 2011 también se integra al
proyecto del equipo de asesores de confianza de los cucapás, la bióloga Catalina López-
Sagástegui, quien ha trabajado para poder socializar el trabajo que sobre la biología de
la curvina golfina realiza un equipo de investigadores con los que trabaja, de manera
que con esa información los cucapás puedan tomar mejores decisiones para un manejo
sustentable del recurso pesquero.
liberación de los cucapás detenidos (19-mayo al 19 de junio). Sin embargo, cuando las
presiones externas disminuyen, las tensiones internas se manifiestan. Como trataré de
argumentar más adelante, los conflictos internos por el liderazgo dentro de la SCPIC –
que recae en figuras femeninas desde su fundación– responden a dinámicas del
reconocimiento de dicho liderazgo que se logra articulándose a redes externas,
generalmente con instituciones del Estado, y con todo tipo de actores externos.
55 Sobre el tema de los liderazgos, y sobre lo que desde fuera del grupo se percibe como
“conflictos internos”, una de las cucapá lo explica así: “[l]os cucapás estamos peleando
porque no se nos consulta y se está viendo que las dependencias que supuestamente
apoyan a los indígenas [se refiere a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los
pueblos indígenas (CDI)] tampoco nos consultan. No se está bajando la información, y
eso está generando conflictos internos”. Un ejemplo de lo anterior es la designación
que la CDI hizo del representante de los cucapá ante su Consejo Consultivo. Los cucapá
manifiestan que este proceso de elección del representante cucapá no fue puesto a
consulta. El hecho se complica aún más porque para la representación del “pueblo
cucapá” participan una vez un habitante de el poblado El Mayor (de Baja California) y
otra vez un habitante de Pozas de Arvizu (de Sonora).30 Ante esta decisión, los cucapá
cuestionan “¿[p]ero quién es la CDI para elegir a un representante entre los cucapás?
Nosotros somos los que debemos elegir, no ellos”. Este hecho, aunado a que los
“representantes” no informan a “los representados” qué acuerdos se toman en ese
órgano de representación de los pueblos indígenas hace que el resto de los cucapás no
tengan conocimiento de qué es lo que se discute en esas instancias. Este tipo de
dinámicas genera desconfianza cuando uno de sus miembros se vincula con las
instituciones del estado y con redes externas. Así, se puede identificar la repetición de
patrones de interacción que en muchos casos han modelado una relación de
desconfianza –por el efecto de co-optación que producen– en las interacciones entre las
instituciones del Estado y los pueblos indígenas (Navarro Smith, 2005, 2008b). A partir
de esta experiencia con los liderazgos “visibles” y legitimados por las instituciones, la
pregunta que emerge entre los cucapá sobre el tipo de liderazgo realmente “cucapá” es
si “¿se debe trabaja para el bienestar propio? o ¿se debería buscar el bienestar para
todos los cucapás?”
56 Otro tema de discusión entre los colaboradores del equipo de investigación evidenció
las tensiones que generan las relaciones de poder entre quienes históricamente han
controlado la producción de conocimiento sobre los grupo indígenas: se trata de la
relación entre investigadores (antropólogos en particular) y miembros del pueblo
cucapá en este caso. Implícito en este cuestionamiento se encuentra el uso de la
información que se produce. Por ejemplo, durante el inicio del proyecto se me planteó
la siguiente pregunta en público, delante de 30 cucapás “¿Cómo vamos a saber nosotros
que lo que tu vas a escribir sobre lo que estamos haciendo no nos va a afectar? Ya ha
habido otros antropólogos que se han acercado y luego se van y sacan cosas que nos
afectan”. Aunque haría falta identificar los casos concretos y los significados de “las
afectaciones”, sin duda existe la tendencia de “entrar” y “salir” del campo como si
fueran espacios separados (Stephen, 2005). Así planteado, este proyecto sugiere que es
posible establecer una la relación en la que el investigador identifique los problemas
que caracterizan las interacciones interétnicas, de poder, de género –de las que el
investigador forma parte– así como los problemas específicos que interesan a los
sujetos que participan en el proyecto. Este proceso de discusión implica ciertos
miembros durante sus asambleas, por lo que en estos espacios participan los cucapás
que pescan.
59 Todos los ejemplos anteriores permiten reconocer una tendencia de los cucapá para
trabajar en pequeños grupos, y que éstos grupos se forman o se excluyen por motivos
de vínculos familiares, vínculos con las instituciones, o por la actividad que se realiza
para la subsistencia. En estos diferentes espacios se han producido liderazgos que son
reconocidos por sus propios grupos y que sirven para representarlos hacia fuera frente
a las instituciones del Estado y organizaciones de la sociedad civil. Sin embargo, en
algunos casos esos liderazgos se han fortalecido sin procesos de consulta o consenso
hacia dentro del grupo. En este momento no existe un liderazgo cucapá que sea
reconocido por todos los miembros de este grupo indígena”. Este “vacío” de liderazgo
más amplio que se ha denominado “tradicional”–que nadie ha ocupado desde la muerte
de Don Onésimo González– a veces es aprovechado desde fuera para deslegitimar
acciones de los grupos que reclaman el cumplimiento de derechos indígenas.
60 Los escenarios anteriormente expuestos componen el complejo mosaico de la
formación de liderazgos cucapá en el marco de la organización de este pueblo por la
lucha del reconocimiento de sus derechos sobre el territorio y el aprovechamiento de
sus recursos.
Conclusiones
61 Este artículo presenta una síntesis de un proceso de investigación colaborativa en curso
sobre el proceso de defensa de los derechos de un pueblo indígena que lucha por
reproducir su identidad étnica defendiendo su modo de vida y de trabajo. A tres años de
iniciado el trabajo de investigación colaborativa se ha logrado: 1) el establecimiento de
redes de colaboración hacia adentro entre los mismos cucapá, y hacia afuera al
formarse una red de académicos interesados en temas relacionados con el patrimonio y
la forma de vida de los cucapá, los derechos de los pueblos indígenas, la biología, la
pesca, los derechos económicos, sociales, culturales de la población. 2) Se ha iniciado la
vinculación de los académicos que participan en este proyecto de investigación con las
autoridades estatales involucradas en el sector pesca y pueblos indígenas. La intención
de dicha vinculación es producir junto con las autoridades la información que permita
dimensionar el impacto de la pesca cucapá en la población de la curvina golfina, sin
perder de vista la situación socioeconómica y cultural, y el marco de derechos para los
pueblos indígenas. Y 3) se ha usado el video como una herramienta de registro en
situaciones de tensión entre cucapás y autoridades que ponen en evidencia las
contradicciones entre el reconocimiento discursivo de los derechos indígenas, los
impedimentos legales para lograrlo, y el trato criminalizante que reciben cuando
entran a pescar al delta del Río Colorado.
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NOTAS
1. Entre los estudios académicos que identifican este territorio como históricamente cucapá se
incluyen los arqueológicos (Ortega Esquinca, 2004; Porcayo Michelini; Rojas Chávez, 2009, 2010), y
los reportes de restos aqueofaunísticos dentro de los anteriores (Guía, 2007; 2008). Existen
también estudios históricos (Gómez Estrada, 2000) y etnográficos (Álvárez, 2004; Gifford 1933;
Kelly, 1973; Navarro Smith, 2013) que documentan la presencia histórica de los cucapás como
habitantes de lo que actualmente se conoce como el Valle de Mexicali.
2. La dimensión que me interesa explorar en la práctica del video colaborativo es su potencial
para generar espacios de discusión donde se identifiquen los temas de interés común tanto para
investigador(es) como para quienes experimentan de manera cotidiana los temas que se
investigan. El lector interesado en este tema puede encontrar en la revisión que Sarah Elder
(1995) hace de su propia práctica de producción de cine entre indígenas Inupiaq y Yup’ik en
Alaska, la dimensión de relaciones de poder que se establecen entre miembros del equipo de
grabación y lugareños a través de rutinas de grabación. Elder analiza la diferencia entre querer
controlar estas dinámicas desde el punto de vista de una dirección cinematográfica –que genera
la imposición de una agenda e irrumpe y trastoca los tiempos de la vida cotidiana de la población
a la que llega, rompiendo todas las reglas de las relaciones sociales que ahí existen–, y una
relación de producción de video colaborativa, en la que los temas a grabar, los tiempos, los
lugares e incluso la decisión de quiénes pueden participar, se acuerdan en reuniones organizadas
según las formas y los tiempos del grupo al que se llega a trabajar.
3. Ver más información sobre la convocatoria de Otros Saberes para la producción de investigación
y conocimiento colaborativo en http://lasa.international.pitt.edu/members/news/
otrossaberes2.asp
4. La dinámica de la colaboración en este proyecto se explica más adelante.
5. La colonización del “Territorio Norte”, como se denominó a Baja California hasta su
reconocimiento como Estado de la Federación Mexicana, comienza con el aprovechamiento de las
tierras deltáicas para la siembra del algodón. Esta industria se establece en México en las dos
últimas décadas de XIX y tiene su auge en las primeras tres décadas del siglo XX, ver más detalles
en Gómez Estrada (2000).
6. Estos derechos se enmarcan en los instrumentos internacionales de derechos humanos como el
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos de 1966, y el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y
Tribales de 1989, los cuales, se constituyen como parte de la normatividad del país a partir de su
ratificación por México: los primeros se ratifican en 1981 y el segundo en 1990. Este marco
normativo reconoce derechos como el derecho a la libredeterminación, el derecho al desarrollo
propio, el derecho a la consulta, entre otros, que permite a los pueblos indígenas tener lógicas
propias de desarrollo independientes a las lógicas del mercado y de las políticas de desarrollo
gubernamental si ellos así lo deciden en caso de ser afectados en sus formas de vida, como se
indica enseguida. Con la reforma constitucional de 2011 en México, estos pactos internacionales
que las autoridades mexicanas han ratificado, deben ser tomadas como marco de referencia al
mismo nivel que lo establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
7. Antes de la colonización de sus territorios, los cucapá se dedicaban a la pesca, la caza y la
recolección, caminando en un solo día hasta 30 kilómetros entre el punto de recolección del
alimento y el lugar donde se consumía (Porcayo Michelini, comunicación personal).
8. Las demandas concretas que los cucapás hacen a cada uno de estos puntos son: la revocación
del decreto presidencial que da origen a la reserva, en el entendido de que es ilegal al no
consultar a los pueblos indígenas que viven en ese territorio desde al menos 1000 años (Porcayo
Michelini et al., 2013); el reconocimiento del trato diferenciado por adscripción étnica al que
tienen derecho los pueblos originarios, a través de la creación de un área de pesca exclusiva de
pesca dentro de lo que ahora es la zona núcleo de la reserva, la zona de –El Zanjón–, donde
pescan los cucapá todavía resguardados de las corrientes de mar abierto.
9. Se trata de normas bajo la responsabilidad de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales (SEMARNAT) que se operan a través de la Reserva de la Biosfera del Alto Golfo y Delta
del Río Colorado y que se hacen cumplir con el apoyo de la Procuraduría General de Protección al
Ambiente (PROFEPA) y de la Secretaría de la Marina Armada de México.
10. La Comisión Nacional de Pesca (CONAPESCA) regula todas las actividades pesqueras en el país.
En Mayo de 2012 este organismo se descentralizó de la Secretaría de Agricultura, Ganadería,
Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA). Sin embargo, las normas de pesca no son las
únicas que los cucapá deben obedecer ya que sus campamentos de pesca se encuentran en la zona
núcleo de la reserva de la biósfera administrada por SEMARNAT. A los cucapás les ha tocado
negociar con ambos tipos de autoridades (de pesca –CONAPESCA– y de protección a los
ecosistemas –SEMARNAT–) pero ninguna ha podido resolver los retos que les plantea el
reconocimiento de derechos diferenciados para los pueblos indígenas, en los que los cucapá se
basan para pedir a ambas autoridades que se abra un espacio de pesca exclusivo para el pueblo
cucapá en la desembocadura del Río Colorado. En conversación con autoridades de SEMARNAT y
de CONAPESCA, me han hecho notar que los marcos normativos de ambas instituciones no
contienen el aspecto de derechos indígenas, sino únicamente el enfoque de biología y
administración de los recursos naturales, por lo que no pueden resolver el problema que les
plantea el caso cucapá por estar fuera de su marco de referencia institucional.
11. Más adelante se ofrecen testimonios donde los cucapás hablan de cómo su forma de vida –y
por lo tanto su organización social– ha ido cambiando con las diferentes dinámicas introducidas
por las políticas públicas y el marco legal que poco a poco ha restringido la práctica de su cultura
como lo hacían sus ancestros.
12. La totoaba ( Totoaba macdonaldi) es una especie de pez endémico del Golfo de California,
protegido por la norma 063 para las especies en peligro de extinción. También es un pez que
arqueológicamente se ha documentado pescaban los indígenas de la región desde tiempos
históricos (Porcayo Michelini et al., 2013), pero que a partir de la pesca comercial y deportiva se
hizo cada vez más escasa. Actualmente la Universidad Autónoma de California, a través de su
departamento de Oceanología, ha logrado cultivar los huevos de totoaba con éxito, devolviendo
al mar especímenes que en este momento pueden estar manteniendo la población deseable para
que se vuelva a reproducir con éxito en su entorno natural.
13. Se trata de una SONY PD-150 con microfono unidireccional que va protegido por un protector
contra el viento.
14. Ver http://tvolucion. esmas.com/noticieros/punto-de-partida/200612/gente-agua/.
15. El Center for Marine Biodiversity and Conservation (CMBC), del Scripps Institution of Oceanography
de la Universidad de California San Diego (UCSD), realiza el único estudio de investigación sobre
la biología de la curvina golfina y el impacto de la pesca en su reproducción. Para resultado
parciales de este proyecto ver Paredes et al. (2010).
16. Sobre la construcción del indígena como sujeto no deseable en la ideología del mestizaje, ver
Navarro (2013); Castellanos Guerrero (1994); Urías Horcasitas (2007).
17. El audio completo de la audiencia pública con los cucapás en el 133 Periodo de Sesiones que
tuvo lugar en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos el 22 de octubre de 2008 en
Washington, titulada “Derecho al uso y aprovechamiento de los recursos naturales y consulta
previa respecto al pueblo indígena Cucapá en México”, se puede descargar del sitio (Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, 2008).
18. Subtemas críticos relacionados que también es necesario estudiar son: a) Mecanismos de
representación de miembros de comunidades indígenas ante el Estado Mexicano –más allá de las
figuras agrarias que son las únicas reconocidas legalmente hasta el momento. 2) Instrumentos de
defensa de los derechos de quienes son y no son reconocidos como indígenas. 3) Argumentos a
favor del trato diferenciado que podrían recibir los pueblos indígenas en México según se
establece en las normativas internacionales de derecho indígena ratificados por el gobierno
Mexicano. Y 4) sistematizar las acciones de defensa que han realizado los cucapás organizados en
al SCPIC a lo largo de su “lucha jurídica” por la pesca para analizar el tipo de respuestas que han
dado las autoridades a sus acciones legales en defensa de su derecho de pescar.
19. Considero que la falta de información sobre la asimilación de la cultura cucapá –que explica la
transformación de aspectos de su cultura, incluyendo su forma de pescar– ha jugado un papel
muy importante en el tipo de descalificaciones que he escuchado que autoridades y académicos
hacen sobre la demanda del derecho que los cucapás reclaman sobre la actividad pesquera.
20. En una de las sesiones de trabajo, y a partir del comentario de la Dra. María Teresa Sierra
señalando que el estatus dialecto no es correcto para referirse al cucapá, porque éste no es
variación de ninguna otra lengua, sino un idioma en sí mismo, los cucapás debaten entre ellos si
le llaman idioma o le llaman dialecto, como acostumbran llamar al cucapá.
21. Los cucapá que se reunen en el campamento de pesca de la SCPIC provienen de al menos 9
poblaciones diferentes, algunas de ellas recorren entre 2 y 4 horas de camino por carretera para
reunirse en El Zanjón, donde se encuentran sus campamentos de pesca. Las familias se desplazan
desde el ejido Kiliwas, Mexicali, El Mayor Cucapá, la colonia Carranza, el ejido Leona Vicario, el
Sombrerete, Kilómetro 57, Encinas Johnson, y el Indiviso.
22. El cucapá dejó de hablarse de manera cotidiana entre los cucapás de Baja California. No existe
información que dé cuenta de cuándo y cómo ocurrió este fenómeno. En otro manuscrito exploro
el impacto de las políticas públicas en la transformación de la cultura cucapá. El desuso de la
lengua materna y las restricciones al territorio son dos de las dimensiones más visibles de estas
afectaciones.
23. En 2011 y 2012, algunos cucapás encontraron empleo temporal como trabajadores en la
reconstrucción de las redes de canales que se destruyeron con el terremoto de 7.2 grados en la
escala de Richter que sacudió a Mexicali y a su Valle el 4 de abril de 2010
24. Los cucapás históricos han sido caracterizados como pueblo seminómada, cazador, recolector
y agrícola en zonas de inundación del río, según evidencias arqueológicas (Porcayo Michelini et
al., 2013).
25. Esta cuota se instala en 1944 con la firma del Tratado sobre Distribución de Aguas Internacionales
entre Estados Unidos Mexicanos y Estados Unidos de América.
26. Me refiero a la ideología del mestizaje que produce asociaciones negativas entre los aspectos
étnicos de las identidades indígenas y que está en la base del pensamiento de la relación del
Estado con los pueblos indígenas en México y que es la base del pensamiento para la elaboración
de políticas públicas a partir de la Revolución Mexicana (ver Castellanos Guerrero, 1994; Navarro
Smith, 2013; Urías Horcasitas, 2007).
27. Para más detalles del impacto de las políticas públicas en la transformación de la cultura
cucapá durante los últimos setenta años ver Navarro Smith (2013).
28. Para una discusión jurídica de la legitimidad de la aplicación de derechos diferenciados para
resolver problemas como el caso que los cucapás plantean, ver Angles Hernández (2011).
29. En la conversación se recuerda que un señor de apellido “Castro” estaba de delegado de la
oficina de pesca.
30. El pueblo cucapá ha quedado divido por las fronteras políticas, incluso internacionales. Hoy
en día, este pueblo se ubica “oficialmente” en tres centros de población: Comunidad Indígena
Cucapá el Mayor [Ejido el Mayor] en Baja California, México; Pozas de Arvizu en Sonora, México;
y la reservación Cucapá (Cocopah) en Somerton, Arizona, Estados Unidos. Es importante señalar
que a pesar de que el modo de vida cucapá se caracterizaba por su intensa movilidad y dispersión
por grupos de familia, los gobiernos en ambos países les reconocieron tierras en las modalidades
de tierra comunal y reservaciones indígenas respectivamente, asumiendo con esta política
gubernamental que deberían vivir concentrados en un solo espacio de población. Sin embargo,
RESÚMENES
Los pescadores indígenas cucapá defienden su derecho a pescar en su territorio ancestral incluso
en contra de las normatividades de la Reserva de la Biósfera del Alto Golfo y Delta del Río
Colorado que se creó hace 20 años en el mismo lugar en donde realizan esta actividad. Las
mujeres cucapá tienen un rol predominante en la organización política de la defensa de sus
derechos, incluyendo el derecho al trabajo de la pesca como forma de subsistencia. En este
artículo se ofrece información sobre el trabajo de pesca de los cucapá, sus restricciones, y el
proyecto de investigación colaborativo del que se desprende la información presentada.
Cocopah fishermen struggle to defend their right to fish in their historic territory. Against them,
environmental laws –including the creation of a Biosphere Reserve– have restricted their right to
exploit resources in their territory since 1993. Cocopah women play an important role in
organizing and leading the cocopah movement that reclaim the recognition of their rights,
including their right fish as an activity for survival for contemporary Cocopah families. Here I
describe the Cocopah fishing practice, the restrictions imposed to it, and a general overview
about the collaborative research that has generated the information that is presented in the
following pages.
ÍNDICE
Keywords: Cocopah, collaborative filmmaking, collaborative research, fishing
Palabras claves: cucapá, investigación-colaborativa, pesca, video-colaborativo
AUTOR
ALEJANDRA NAVARRO SMITH
Universidad Autónoma de Baja California – México
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 30/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
NOTA DO AUTOR
Uma versão anterior deste artigo foi publicada nos anais eletrônicos do congresso da
Associação Brasileira de Antropologia (ABA), realizado em julho de 2012, na cidade de
São Paulo, Brasil.
Introdução
1 Num debate clássico da antropologia rural, a começar com Kroeber (1948) nos anos
1940, seguido por Robert Redfield (1949, 1960) e Eric Wolf (2003) nas décadas seguintes,
o tema da interconexão entre as sociedades camponesas e um mundo moderno,
industrial e capitalista vem a contrapor uma assertiva acadêmica que defendia um
pretenso isolamento social e geográfico dessas sociedades em relação a um mundo
social mais amplo.
2 Opondo-se a um primeiro trabalho publicado em 1949, Redfield, em posterior
publicação, passa a partilhar das ideias de Kroeber, de que sociedades camponesas não
seriam nem “primitivas”, nem tampouco sistemas simples e autocontidos, mas parcelas
de uma sociedade mais ampla, denominadas como part-societies ou part-cultures
(Redfield, 1960). Nesse raciocínio, os camponeses migrantes figuram como elos entre
esse mundo urbano “moderno” e o mundo rural “atrasado”. Mas um mundo urbano e
“moderno” que se impõe tenazmente a um mundo e a um modo de vida camponês. Na
10 Sair pelo o mundo significa deixar o local de onde se é, e ir viver em outro lugar, em um
mundo conhecido e familiar, diverso do “meio do mundo” descrito por Parry Scott
(2009) como um lugar desconhecido, novo e temido. Um mundo onde vivem parentes e
conterrâneos, que intermedeiam a vinda dos novos migrantes, dando-lhes uma
primeira morada, arrumando-lhes trabalho e, não menos importante, dando-lhes um
suporte afetivo para enfrentarem o novo lugar. Um mundo que se concentra em dois ou
três bairros da periferia de Campinas, e principalmente no município de Artur
Nogueira, localidades vizinhas no interior paulista.11
11 Sair para o café, especificamente, nomeia a modalidade migratória em que as famílias
fecham suas casas na roça ou na rua12 durante três a quatro meses, embarcam em ônibus
fretados até fazendas e sítios da região Sudeste do Brasil, 13 ali permanecem por esse
período a trabalhar na colheita do café, e ao final regressam para suas casas no sertão.
Uma vida camponesa dividida em dois tempos e em dois lugares, assim como expresso
na fala de uma entrevistada quando explica que: a gente fica nove meses aqui, três, quatro
lá no café. Porém um tempo marcado não apenas pelo calendário e relógio oficiais, mas
pelo período que dura o trabalho no café.
12 Sair para o café, trabalhar durante três a quatro meses na colheita, e voltar para Aracatu
tornou-se, na última década, a principal modalidade migratória para os habitantes do
lugar. Um processo migratório no qual se envolvem não apenas aqueles que partem
rumo ao café, mas toda a população de Aracatu, que passa a ter sua temporalidade
marcada por esse “tempo do café”.14 O comércio, as festas, as escolas, as lavouras, os
encontros sociais, enfim, praticamente toda a vida no sertão transita entre o “tempo do
café” e o “tempo em casa”, seu oposto.
13 Durante o “tempo do café”, e nos meses que o antecedem,15 o movimento no comércio é
reduzido de forma acentuada, sendo reavivado apenas com o retorno dos migrantes.
Com o dinheiro ganho no trabalho no café as famílias garantem a feira 16 até o ano
seguinte,17 quando novamente seguem para o café.
14 Mas conquanto ocorra uma diminuição sensível nas vendas, nas casas comerciais da
sede urbana do município, durante o “tempo do café”, em alguns mercadinhos
localizados na zona rural as vendas não caem, ou caem muito pouco. Um fato,
aparentemente paradoxal, que deve ser compreendido dentro da totalidade da vida
social, que obedece a essas duas temporalidades marcadas pelo “tempo do café”.
15 Durante o “tempo em casa” existe uma regularidade semanal das famílias rurais em ir à
feira18 na sede urbana do município, regularidade que cessa durante o “tempo do café”.
Poucas são as famílias que dispõem de carro pequeno, 19 sendo que a maioria necessita dos
carros que fazem linha20 ou do ônibus do seu Pedro para ir à rua, visto que transporte
público inexiste no município.21 Esses meios de locomoção funcionam regularmente
durante o “tempo em casa”, mas cessam ou quase desaparecem durante o “tempo do
café”, deixando as famílias rurais (os membros destas que ficaram), especialmente as
das áreas mais distantes do município, numa situação de isolamento. Dessa forma, sem
meio de locomoção entre suas fazendas e a rua, os que ficam passam a depender quase
que exclusivamente dos mercadinhos da zona rural, que transmudam de um comércio
subsidiário que são durante o “tempo em casa” para o lugar principal das compras,
durante o “tempo do café”.
16 O calendário escolar do município é outro aspecto social regulado pelo “tempo do café”.
Para o café saem não somente homens e mulheres adultas, mas também jovens 22 e
crianças em idade escolar.23 As crianças viajam para acompanhar os pais, que muitas
vezes não têm com quem deixá-los, ou simplesmente preferem tê-los consigo. Os que
têm 14 anos ou mais já saem para trabalhar nos cafezais.
17 Em algumas escolas da zona rural, onde há maior afluxo de estudantes migrantes, as
aulas restam suspensas durante o “tempo do café”, sendo reiniciadas quando do
retorno dos estudantes. Há uma espécie de antecipação das férias de verão, que nas
escolas brasileiras oficialmente acontecem nos meses de dezembro de um ano a janeiro
e fevereiro do ano seguinte. Já na sede urbana do município, a adaptação dos
calendários escolares24 mostrou-se um pouco diferente, havendo basicamente dois
calendários, um especial para os estudantes migrantes, grande parte deles moradores da
zona rural,25 e outro para os que ficam.
18 Ademais, nos últimos cinco anos verificou-se uma diminuição significativa do número
de crianças que acompanham os pais nos deslocamentos para o café, fato atribuído em
grande medida à implantação pelo governo federal do programa Bolsa Família, que
prevê o pagamento de um benefício financeiro mensal para famílias carentes, exigindo
em contrapartida que as famílias garantam uma frequência mínima das crianças à
escola,26 o que resta inviabilizado quando as mesmas acompanham os pais no café.
19 Mas é no campo que o “tempo do café” define com mais força a temporalidade da vida.
Dali sai a maior parcela dos migrantes em direção às fazendas de café do Sudeste. É
onde as casas são literalmente fechadas, as rotinas, mudadas e a vida, suspensa. Um
“tempo”, ademais, que proponho seja desmembrado em quatro “subtempos do café”: o
dos preparativos para sair, o do trabalho no café propriamente dito, o das visitas aos
parentes, e o da volta para casa. Tempos e “subtempos” que adentram a dinâmica
produtiva e reprodutiva dessas famílias, reorganizando-as enquanto grupos de parentes
ligados a uma terra familiar.
20 Portanto, é para o campo de Aracatu, e para as famílias camponesas que ali têm sua
casa e sua vida, que conduzo a análise que se segue. Primeiro apresento as fazendas 27
Martim e Baixa Escura, e as famílias desses lugares, para, em seguida, retomar a
discussão central sobre os “tempos do café” e o assalariamento em famílias
camponesas.
Os “tempos” do café
33 Mas não é da produção agrícola, nem tampouco da criação de animais que as famílias
camponesas de Aracatu vêm obtendo, na última década e meia, suas principais fontes
de renda. Essas vêm de fora, dos benefícios da previdência social – com destaque para
cada casa, ou em cada quarto no interior dessas casas são agrupados, na medida do
possível, membros de uma mesma família extensa (parentes até segundo grau, em linha
descendente ou colateral, por consanguinidade ou afinidade). Outrossim, ser de uma
fazenda específica de Aracatu é outro critério que pode definir a casa e os companheiros
de alojamento, sendo comum a coincidência entre um mesmo grupo familiar e uma
mesma fazenda de origem.
52 Cada alojamento possui sua própria cozinha, que é partilhada pelos grupos familiares
que nela se alojam. Cabe às mulheres o preparo da comida, acumulando uma dupla
jornada de trabalho, pois além do trabalho da casa, também labutam com seus maridos,
irmãos e filhos nos cafezais. As mulheres acordam mais cedo, ou retornam da roça mais
cedo que os homens, para preparar a comida, lavar as roupas e arrumar a casa, numa
reprodução dos seus afazeres do sertão.47
53 Porém, a vida no café não se resume à labuta no café, sendo ainda um momento de
encontro com parentes e conterrâneos que vivem em Campinas e Artur Nogueira. Para
muitos migrantes sair para o café é a única forma de encontrar parentes, vizinhos e
amigos que vivem em São Paulo, um lugar tão distante e custoso para chegar. Dessa
forma, ir para o café é ainda a possibilidade do encontro com parentes de longe.
54 No caso dos migrantes que trabalham na fazenda de café de Campinas, o domingo 48 é o
dia da semana em que os parentes de Campinas e de Artur Nogueira vêm ao alojamento
visitá-los. São encontros que acontecem semanalmente, transmudando as fazendas de
café de um lugar de labuta, durante a semana, em lugar de visitas, de encontros
familiares e de festas. No caso das fazendas de café ao sul de Minas Gerais, os migrantes
também recebem visitas de parentes, vizinhos e amigos, embora isso ocorra com menor
frequência por causa da maior distância entre Campinas e a região, cerca de três horas
de viagem rodoviária. Em ambos os casos, há os encontros com parentes no final da
colheita, quando, antes de regressarem ao sertão, os migrantes do café fazem visita a
seus parentes de Artur Nogueira e de Campinas.
55 Esse seria o terceiro “subtempo do café”, o das visitas aos parentes. Um período
aproveitado pelos migrantes, ademais, para realizar compras de itens para casa, roupas,
de aparelhos eletrônicos (com destaque para os celulares) e até de motos, transportadas
no bagageiro dos ônibus até suas fazendas.
56 O quarto subtempo do café é o da volta, quando termina a colheita, e os migrantes
regressam para casa e a vida do sertão fica em suspenso, em festa. A rotina ordinária ali
se suspende por alguns dias, dando lugar ao encontro dos “viajantes” com os que
ficaram. É o momento de presentear, de dar as notícias de São Paulo, de pagar as dívidas
com o dinheiro do café, enfim, é o momento por todos esperado.
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NOTAS
1. Cf. Abramovay (1991).
2. Cf. Wanderley (2011).
3. Ao nos referirmos ao campesinato brasileiro, devemos pontuar, por um lado, que se trata de
uma categoria histórica-social particular e ao mesmo tempo heterogênea, distinta de outras
formas de campesinato encontradas mundo afora, não obstante entre elas haver “princípios
mínimos” que permitem sua aproximação e diálogo. No Brasil, a categoria do campesinato
emerge na cena social na primeira metade do século XX, em grande medida influenciada por
doutrinas revolucionárias de cunho leninista, imersa no propósito de unificar e fortalecer a luta
de inúmeras e heterogêneas categorias rurais oprimidas. Passado mais de meio século da atuação
das Ligas Camponesas, um dos principais movimentos de organização e luta camponesa ocorrida
no Nordeste brasileiro, nos anos 1950 e 1960 (Andrade, 2009), a cena rural brasileira é tomada por
novos processos de identificação social e política, através dos quais os camponeses se
transmudam em vaqueiros, ribeirinhos, seringueiros, “sem-terra”, quebradeiras de coco,
faxinais, ou mesmo agricultores familiares, dentro de um contínuo processo de afirmação política
e resistência dessas populações. Por outro lado, ao tomamos o campesinato como categoria
analítica, deparamos com uma categoria que continua a desempenhar papel central na
compreensão dos processos sociais no campo, especialmente quando protagonizados por
populações rurais que se organizam e se reproduzem imersas num modo de vida camponês,
pautado por relações de proximidade, interconhecimento, certa autonomia em relação ao
mercado e relações personalizadas de poder local. Sobre a relevância do campesinato como uma
categoria social e analítica nos estudos rurais brasileiros, ver Almeida (2007) e Welch et al. (2009).
4. Sertão é uma grande paisagem geográfica localizada em estados da região Nordeste do Brasil
que convivem com baixa incidência de chuvas. Trata-se da parcela mais seca da região Nordeste,
definida pela geografia como região semiárida ou mesmo sertão, em oposição a outras três
paisagens naturais nordestinas: o Meio-Norte, prolongamento da Amazônia na região, o Agreste,
zona de transição entre o sertão e a Zona da Mata, a área mais úmida, já próxima ao litoral. Desde
o início do século passado, o termo “sertão” ocupa um lugar importante no imaginário nacional
brasileiro. Uma forma de designar um território desconhecido, pobre e de clima seco, que se
localiza no interior do país, numa oposição ao litoral, um lugar conhecido, que simboliza a
riqueza. Desse período cito o livro Os sertões, publicado em 1902 por Euclides da Cunha.
5. A pesquisa teve início na periferia de Campinas (SP), onde conheci algumas famílias
provenientes de Aracatu. De Campinas, e através de minha inserção nas redes que conectam essas
famílias à sua terra natal, cheguei a Aracatu.
6. “Sair” é uma expressão verbal corriqueira em Aracatu para descrever o ato de se ausentar da
terra familiar do sertão e ir buscar trabalho fora. Não utilizam o vocábulo “migrar”. “Migração”
tem algum significado apenas para os habitantes mais idosos, referindo-se a um prédio localizado
na capital paulista, por eles chamado de “Migração”. Por esse prédio, um entreposto do governo,
os migrantes passavam em suas andanças nos idos anos 1940, 1950. Ali eram vacinados, podiam
banhar-se, eventualmente pernoitavam, e obtinham bilhetes de trem para chegarem ao oeste de
São Paulo e ao norte do Paraná. Utilizarei a grafia desse verbo em itálico toda vez que tiver o
significado referido.
7. Ao grafar “São Paulo” em itálico, estou a utilizá-lo no sentido local conferido a esse vocábulo,
aludindo a alguns municípios do interior do estado de São Paulo, especialmente Campinas e Artur
Nogueira , assim como a municípios do sul do estado de Minas Gerais. O termo “São Paulo” tem
um significado análogo ao termo “Sul” trazido por Afrânio Garcia Júnior (1989) em sua pesquisa
realizada com migrantes paraibanos, significando um lugar fora de casa para onde se sai para
trabalhar e melhorar de vida.
8. Segundo Lygia Sigaud (1979, p. 11), “na década de 50 inicia-se um processo, que se prolonga até
hoje, de transferência de força de trabalho de dentro para fora dos engenhos, com os moradores
abandonando as propriedades e se instalando nas cidades da região, transformadas em grandes
concentrações de trabalhadores”.
9. Pau de arara é o apelido que recebem os caminhões garnidos de bancos de madeira que outrora
transportavam migrantes. Atualmente os migrantes não viajam mais nesses caminhões, mas em
ônibus fretados.
10. Nesse sentido, diferenciam-se de outros processos migratórios descritos na literatura, como a
pesquisa de Marilda Menezes (2002) com camponeses migrantes paraibanos, onde os
deslocamentos obedecem a uma sequência, passando pelos campos pernambucanos numa etapa
inicial e somente depois atingindo os centros urbanos do Sudeste brasileiro. A primeira etapa
temporária em Pernambuco aparece como um estágio de trabalho comumente utilizado, e
necessário, para financiar os deslocamentos mais longínquos para a região Sudeste.
11. Enquanto em Artur Nogueira os primeiros aracatuenses se fixaram nos anos 1980, em
Campinas eles chegaram somente na década seguinte.
12. “Roça” é a forma como os aracatuenses se referem ao meio rural e “rua”, o nome dado à sede
urbana do município.
13. Os principais destinos desses migrantes são sítios e fazendas de café localizados em Campinas
e, em Minas Gerais, em Machado, Paraguaçú e Ibiraci.
14. Trato aqui de uma noção de tempo que dialoga com outros tempos analisados pela literatura
antropológica desde o clássico Os nuer, onde Evans-Pritchard (2002) nos remete a temporalidades
nativas como o “tempo ecológico” e o “tempo estrutural”. O primeiro decorre das relações do
grupo com o meio ambiente, e o segundo das próprias relações dos indivíduos entre si. Um tempo
que Marcel Mauss define como marcador da vida social. Em seu ensaio Sur les variations saisonières
des societés Eskimós, Mauss (2003) identifica formas de sociabilidade relacionadas basicamente com
duas estações do ano: “verão” e “inverno”, duas estações que se relacionam e marcam distinções
em aspectos fundamentais da vida social, como na vida moral, jurídica, religiosa e na doméstica.
Ainda, um tempo social que Norbert Elias (1998) tem como desvinculado de um dado da natureza
independente do ser humano, o significando como um quadro de referência que organiza os
acontecimentos, as fases e os fluxos nos grupos humanos. Já numa literatura nacional mais
recente, há o “tempo da política”, categoria que Moacir Palmeira (2002) identificou como nativa
entre populações camponesas do Nordeste brasileiro, e que nomeia um período de subversão no
cotidiano dessas populações, onde se observa um rearranjo nas posições sociais.
15. Observa-se, contudo, que nas semanas que antecedem as saídas para o café, o comércio tem um
pequeno aumento nas vendas, que é quando os migrantes fazem a feira para a viagem.
16. Garantir a feira do ano é ter dinheiro para viver durante o ano, para comer, vestir-se, ter o
básico para continuar a vida.
17. Contudo, é frequente a venda fiada de mercadorias, principalmente no período que antecede
o “tempo do café” , seja porque o dinheiro ganho no café no ano anterior não foi suficiente para
as necessidades da família durante o ano, seja para a aquisição de mercadorias para a viagem até
o café, para os alojamentos ou para presentearem os parentes que encontrarão em São Paulo.
18. Ir à feira ou fazer feira é mais do que comprar ou vender alguma coisa na feira. É o dia em que
os moradores da zona rural vão à sede urbana do município para resolver os mais diversos
assuntos, como ir ao banco, ao sindicato, ao médico, ou simplesmente encontrar conhecidos e
palestrar (conversar).
19. Forma como se referem os aracatuenses aos carros de passeio particulares.
20. Fazer a linha é uma expressão comumente ouvida em Aracatu, e significa transportar pessoas
no interior do município. Trata-se de um negócio privado operado por pessoas que possuem um
caminhão pequeno.
21. Exceção são os ônibus e as peruas escolares, onde dificilmente há possibilidade de “pegar
carona”.
22. Por jovens em idade escolar refiro-me a pessoas entre 14 e 18/19 anos, que na etapa da
pesquisa de campo na Bahia – anos de 2008 e 2009 – cursavam o segundo ciclo do ensino
fundamental ou o ensino médio.
23. Classifico como crianças em idade escolar as que têm até 13 anos de idade, e que cursavam,
em 2008 e 2009, as séries que iam até o fim do primeiro ciclo do ensino fundamental (antigo
primário). Note-se que nas escolas de Aracatu, principalmente as da zona rural, os estudantes são
normalmente mais velhos por séries que o previsto na legislação escolar brasileira. Por isso, no
segundo ciclo do ensino fundamental, destinado a crianças entre 11 e 14 anos, há muito jovens
com idade superior, bem como há crianças com mais de 10 anos no primeiro ciclo do ensino
fundamental. Dito isto, esclareço que a distinção aqui aposta, entre crianças e jovens em idade
escolar, toma preferencialmente como parâmetro a idade e não a série que a criança ou o jovem
estuda.
24. Na sede urbana, as mudanças ocorrem somente nas séries a partir do segundo ciclo do ensino
fundamental (a partir da quinta série ou sexto ano do ensino fundamental), em classes onde
estudam crianças a partir de 11 anos de idade e moradoras da zona rural. Abaixo dessa idade, são
crianças que moram da sede urbana, praticamente inexistindo a prática migratória nesse grupo,
não se justificando, dessa forma, uma modificação no calendário das aulas.
25. São poucas as escolas de ensino médio localizadas na zona rural de Aracatu (elas existem
somente nos povoados distantes do centro urbano, como na Piabanha e na Várzea da Pedra). Os
jovens rurais, para prosseguirem nos estudos nas séries do ensino médio (antigo segundo grau),
deslocam-se diariamente de suas fazendas para a sede do município.
26. Segundo as regras do programa Bolsa Família, para gozar o direito de receber o benefício,
além da comprovação da situação de carência econômica familiar, são exigidos alguns outros
requisitos como, por exemplo, a obrigação de levar regularmente as crianças nos postos de saúde
para acompanhamento, por um profissional de saúde, do seu desenvolvimento físico e
nutricional, e a obrigação dos pais em assegurar uma frequência mínima dos filhos às escolas. No
caso da ida para o café, o período que os aracatuenses se ausentam da Bahia pode chegar a quatro
meses nos anos bons, o que ultrapassa o número de dias de ausências escolares permitido a uma
criança, para que sua família não perca o direito ao referido benefício governamental.
27. “Fazenda” é a denominação êmica para as propriedades de terra em Aracatu,
independentemente da dimensão da propriedade. Passo a grava-las em itálico para diferencia-las
das fazendas de café do Sudeste, que assim são chamadas porque representam grandes extensões
de terra.
28. “Mangueiro” é uma área cercada, normalmente próxima à casa de moradia e, se possível, de
um corpo d’água, reservado para pequenos animais, ou para animais maiores que precisam de
cuidado especial.
29. “Mangas” são áreas de pastagens cercadas onde se criam bovinos e equinos. É conhecida em
outras regiões brasileiras por “pasto”.
30. O tema das redes de relacionamento, tecidas e constantemente atualizadas dentro do
processo migratório do qual participam as famílias em estudo, e do qual apenas brevemente me
refiro neste texto, encontra-se melhor desenvolvido em Nogueira (2010, 2011).
31. Nas relações de ajuda ou serviço, o dono da roça oferece aos trabalhadores a boia, que é como se
referem à comida. Note-se, contudo, que a prática de oferecer a boia possui diferentes
significados conforme o tipo de contratação. Nos casos de ajuda, a boia é uma retribuição
obrigatória dentro da relação de favor instaurada. Já no serviço, é um meramente um
complemento do pagamento em dinheiro.
32. Nessa reorganização do trabalho em famílias camponesas, possível em razão da contratação
de mão de obra externa, as mulheres são, comumente, as primeiras que param de trabalhar na
roça, ficando restritas à lida da casa e do quintal, esses lugares femininos por excelência.
Contudo, para além de uma mera divisão sexual do trabalho, esse reordenamento familiar
reafirma diferenças hierárquicas entre o mais valorizado trabalho dos homens e o inferior
trabalho das mulheres.
33. “Primo” é provavelmente a categoria que agrupa a maior diversidade das situações de
parentesco no eixo colateral, consanguíneos ou não, desde relações entre os filhos de irmãos (os
primos em primeiro grau), como entre filhos de primos, e assim por diante. Fora desse grupo
estão somente os parentes em linha descendente: pais e filhos, avós e netos e, eventualmente,
bisavôs e bisnetos, e alguns poucos parentes colaterais que não podem ser considerados primos:
filhos de mesmo pai e/ou de mesma mãe (irmãos) e a relação entre tios e sobrinhos. Nesse
esquema os “casáveis” são os primos entre si e os tios com sobrinhos.
34. A previdência social é o programa federal de transferência de renda com maior número de
benefícios pagos e com o maior volume de recursos despendidos. Em uma abrangente pesquisa
sobre a previdência rural brasileira, Delgado e Cardoso Jr. (2000) nos mostram que na região
Sudeste os benefícios urbanos são em maior número (56,7% do total), porém é na região Nordeste
onde se encontra o maior número de benefícios pagos pela previdência rural no ano de 1998
(45,5% do total). Entretanto, a história da previdência social, em especial da previdência rural, é
bastante recente em nosso país. A Lei Eloi Chaves, em 1923, criou as Caixas de Aposentadorias e
Pensões, mas apenas em benefício de trabalhadores urbanos. Somente com a promulgação da lei
complementar n. 11, de 1971, que criou o Programa de Assistência ao Trabalhador Rural/Fundo
de Assistência e Previdência do Trabalhador Rural (Prorural/Funrural), é que os trabalhadores
rurais, os pescadores (a partir de 1972) e garimpeiros (a partir de 1975) passaram a ser atendidos
pela Previdência, mas de forma limitada, pois o programa previa tão somente aposentadoria por
idade aos 65 anos, limitada ao cabeça do casal, e tendo meio salário mínimo como teto. Quase 20
anos depois, com a promulgação da Constituição Federal de 1988, é que finalmente houve a
implantação do regime de universalização de atendimento aos idosos e inválidos do meio rural.
35. “Turma” é a forma pela qual se denomina um grupo de pessoas que saem juntas para
trabalharem juntas num mesmo lugar e, sobretudo, que têm uma mesma pessoa que as
arregimenta e como chefe durante todo o trabalho alhures. Será grafada em itálico, pois para
além de representar uma categoria classificatória em diferentes contextos migratórios, é também
hoje uma categoria social encontrada no local da pesquisa.
36. O termo “gato” que aparece com certa frequência na literatura sobre migração temporária
não figura no linguajar dos aracatuenses, embora quase todos conheçam seu significado, que
dizem ter aprendido em suas andanças pelo mundo. Utilizam preferencialmente em seu lugar o
próprio nome da pessoa que os leva para o café, sendo comuns expressões como: “eu vou com
fulano para o café”; ou “não sei se tem lugar pra mim na turma do beltrano; ou ainda, “este ano
quero ir com sicrano”, e assim por diante. No texto me refiro indistintamente a essas pessoas
como arregimentadores de migrantes ou chefes de turma.
37. O pronome possessivo “seu” refere-se à relação existente entre os arregimentadores e os
trabalhadores que este leva para o café. Uma relação pessoal, de ajuda, amizade, respeito e
dominação pessoal que existe entre esses chefes de turma e seus trabalhadores.
38. Cf. Max Weber (1964) a respeito dos três tipos de dominação: legal, tradicional e carismática.
39. Sobre o tema da autoridade moral dos arregimentadores de migrantes, ver também Menezes
(1998).
40. “Estar aposentado” significa, no dizer local, estar numa fase da vida de término da vida
laboral, depois de muitos anos de lida, não implicando necessariamente o gozo do benefício da
aposentadoria concedido pela previdência social, que pode estar presente ou não, a depender do
êxito do pleito junto ao governo. Receber o benefício da aposentadoria, por sua vez, é expresso
como “ser aposentado”.
41. Nas trajetórias de vida de Zé Mascate e de um filho seu, da fazenda Baixa Escura, assim como
na de Alceu, um dos filhos de Velho Zora, da fazenda Martim, convivem não por acaso o ofício de
arregimentação de migrantes e o cargo de vereador por Aracatu.
42. Embora não adentre aqui numa discussão acerca da coragem daqueles que vão para o café e
daqueles que ficam à espera no sertão, observo que a coragem é um elemento central a esse
fenômeno, que atua muitas vezes na decisão de sair ou de ficar. Aliada à necessidade objetiva de
sair para trabalhar no café, que é ganhar dinheiro para continuar a viver num sertão carente de
tudo, essa prática é rodeada de simbologias e finalidades advindas de uma ordem moral na qual
se insere (Cf. Woortmann, K., 1990).
43. Note-se que o período da colheita do café coincide, nos estados da região Sudeste ao do
inverno, e mais do que isso, a um inverno com temperaturas mais baixas e desconhecidas pelas
famílias migrantes da Bahia, que conhecem apenas o tempo das chuvas (mais frio) e o tempo das
secas (mais quente).
44. Esses dados etnográficos resultam de pesquisa realizada na fazenda Monte D’Este, em
Campinas durante a colheita do café de 2007 e 2008.
45. “Rua de café” são as fileiras de pés de café dentro de um cafezal. São limitadas, de um lado ao
outro, pelas carreiras, ruas mais largas onde trafegam veículos de transporte de pessoas e de
cargas.
46. Há algumas situações em que alguns rapazes, que já trabalham na colheita de segunda a
sábado, são contratados para trabalhar nos terreiros de secagem aos sábados à tarde e aos
domingos e feriados, recebendo um adicional de hora extra por tais funções.
47. Sobre o tema do trabalho da mulher rural, ver Woortmann, E. (1995), Sachs (1991), Carneiro
(1996), Brumer (2000), Nogueira (2004).
48. A folga dos trabalhadores do café tem início ao meio-dia do sábado. O sábado é dedicado às
compras quando preciso e à arrumação da casa, normalmente pelas mulheres.
49. Embora não haja neste texto uma análise sobre os deslocamentos de famílias camponesas
para São Paulo, assinalo que tanto esses trajetos como a “migração para o café” são modalidades
migratórias imbricadas dentro de um mesmo processo migratório protagonizado pelas famílias
camponesas estudadas.
50. Advirto que embora a título explicativo, e de forma simplificada, mostre uma contraposição
entre a modalidade “migração para o café”, caracterizando-a como um deslocamento temporário,
a outra modalidade migratória, de cunho mais definitivo, que seriam as mudanças de residência
para São Paulo, o retorno para a casa do sertão é verificado em ambas.
RESUMOS
Partindo de uma pesquisa etnográfica com famílias camponesas que saem de suas terras para
trabalhar em diferentes lugares do Brasil, o objetivo deste texto é pensar a relação entre trabalho
assalariado e campesinato. O recorte analítico privilegia a modalidade migratória atualmente
mais significativa no município de Aracatu (BA), a “migração para o café”, na qual, durante
quatro meses ao ano, homens e mulheres fecham suas casas no sertão e se deslocam para
trabalhar em lavouras de café da região Sudeste. Finalizado o trabalho, retornam para casa e ali
permanecem até a colheita do próximo ano. O dinheiro ganho no café garante a “feira” do ano e a
continuidade do “negócio” familiar. Um trabalho assalariado que se insere nas dinâmicas
Each year men and women from Aracatu, a small city in northeast of Brazil, close their homes
and move over thousand miles south to harvest coffee in Minas Gerais and São Paulo States. As
soon as coffee harvest finishes four months later they go back home and resume work in their
own gardens. The money earned in the coffee harvest provides assurance consumption
throughout the year, allowing devote to their activities on the family farm. This paper seeks to
show how the wage labor done by those families reflects into their productive and reproductive
dynamics, including acting in strengthening peasant character, in the sense of a peasant
subjectivity, as was proposed by Klaas Woortmann.
ÍNDICE
Keywords: ethnographic, migration, peasant families, wage labor
Palavras-chave: etnografia, famílias camponesas, migração, trabalho assalariado
AUTOR
VERENA SEVÁ NOGUEIRA
Universidade Federal de Campina Grande – Brasil
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
Introdução
1 Tendo como desafio o registro da presença da mão de obra de mulheres negras na
composição de uma memória coletiva do mundo do trabalho no Vale do Rio dos Sinos,
região historicamente importante para o estudo da contribuição dos imigrantes
alemães para o processo de industrialização do Rio Grande do Sul, este artigo nasce do
registro audiovisual da narrativa etnobiográfica de Nair Leopoldina de Oliveira, 94
anos, chamada por todos de Vó Nair, moradora do bairro Operário, em Novo Hamburgo. 1
Vó Nair é reconhecida pela comunidade urbana local como uma benzedeira com poderes
especiais; um poder que foi herdado da mãe após a sua morte e que lhe foi repassado
em razão de sua posição como mulher negra, filha e neta de escravas vivendo entre as
famílias alemãs na região do Vale do Sinos.
2 Sem abandonar a precisão do tratamento histórico ou do rigor sociológico do fenômeno
da memória coletiva, nem mesmo a intransitividade de sua dimensão interior, iremos
apresentar o que desponta no relato de Vó Nair acerca de seu ofício de benzedeira, isto
é, os caminhos complexos que a conduziram a narrar-se a si mesma a partir das
experiências de trabalho de sua avó e de sua mãe como escravas de famílias alemãs no
Vale do Sinos.
que ela desempenhava no âmbito das principais famílias alemãs do Vale do Sinos nos
permitem compreender como o trabalho agregado e as afiliações acabaram por
preservar, no interior da cultura germânica da região, os privilégios que conformavam
a antiga sociedade escravocrata e patriarcal gaúcha.
5 Em particular, uma pesquisa histórico-antropológica que tenha como objeto o trabalho
de gerações de mulheres negras no cotidiano das famílias alemãs revela o lugar
estratégico que a mão de obra de “escravas de estimação” 2 ocupava na manutenção do
estilo de vida e visão de mundo das elites locais, como nos informam as primeiras
palavras de Vó Nair:
Ela trouxe o sobrenome… O nome era Sade Hoffmann Schmidt. Isto. O nome dos
senhores, Hoffmann e Schmidt. […] Escrava para tudo, com 6, 7 anos fazia tudo. Era
mandada pra cá, pra lá, era função e laço [surra] daqui, laço dali, não fazia as coisas
direito, era laço. Eu também comecei com 5, 6 aninhos. E a mãe era mandada pra
tudo que era canto. […] Naquele tempo tinha… Vocês conhecem o urinol, penico,
que ficava embaixo da cama? Minha mãe tinha todo dia de manhã de recolher de
todas as camas, limpar, lavar e botar no lugar, com 6, 7 aninhos. Tudo era Sade,
Sade pra cá, Sade pra lá, não chamavam ela de Sara, chamavam de Sade […].
6 Por outro lado, através das lembranças da passagem da infância à vida adulta,
compartilhamos com Vó Nair o mundo alemão como um fenômeno plural, cultural e
etnicamente multideterminado. Atentas à organicidade das camadas de duração que
configuram o fenômeno temporal em detrimento de uma visão absoluta ou exclusiva –
a de um tempo histórico da colonização alemã no Vale do Sinos e o tempo vivido por
ela, por sua avó e sua mãe ao longo deste processo – percebemos o esforço de Vó Nair
em atribuir a si mesma um valor para a sua condição social, étnica e de gênero na
tradição da cultura alemã da região do Vale do Sinos.
7 Ao agrupar seletivamente fragmentos de suas memórias como “escrava de estimação”,
nos espaços privados da cultura alemã de Novo Hamburgo, em comparação a sua
posterior condição de mulher negra nos espaços públicos citadinos, Vó Nair é
ambivalente, pois ao mesmo tempo em que afirma que “o negro só era bom
antigamente pra cozinhar, pra lavar… aí eles queriam negro”, pondera que “já bem
passada a escravatura, nós já éramos bem melhor tratados pelos patrões, já não
apanhava, não acontecia mais”.
8 Dessa forma, as memórias de Vó Nair apontam ora para o reconhecimento do trabalho
de sua mãe e de sua avó, tanto quanto do seu, junto às famílias alemãs na região dos
Sinos; ora para as tensões e conflitos vividos por ela e sua comunidade de origem nos
espaços públicos de Novo Hamburgo, tais como os clubes, o cinema e as festas, as ruas e
as praças. Seu relato sobre a presença de alguns segmentos das populações negras da
cidade em espaços de sociabilidade reservados às elites locais é, nesse caso, exemplar:
E de fato, naquele tempo era um racismo que vocês nem fazem ideia. Se eu contar
que eu passei partes aí do racismo, quando a gente estava mocinha, aí a gente ia ao
cinema. Nós queríamos ir ao cinema, né. Nós íamos toda arrumadinha, de tope, de
fita, de tênis. Quando nós chegávamos ao cinema era barrado. A gente não sentava
onde os brancos sentavam. Tinha que sentar lá em cima no poleiro. Se a gente
teimava em sentar, eles levavam alfinete, palito e espetavam a gente no bumbum
pra gente levantar e ir lá pro poleiro. Eu passei isto. Eu cheguei a passar este tempo.
Isto foi um racismo muito grande. Nós já estávamos com 15, 16 anos.
9 As lembranças das situações de constante discriminação étnico-racial nos espaços
públicos da cidade são apaziguadas pelas lembranças da forte sociabilidade e
solidariedade no interior de sua comunidade de origem, em especial, na referência às
A separação rígida do mundo dos brancos e dos negros não ocorria apenas às portas
fechadas dos estabelecimentos e instituições, ampliava-se para as formas de ocupação
dos espaços públicos de Novo Hamburgo e se diluía em complexas relações no interior
da vida cotidiana das famílias das aristocracias locais.
A gente só era bem aceito, bem recebido, dentro dos bares e nestes lugares assim
quando era carnaval. Aí eles queriam ver os negros. Aí eles davam cerveja, bebida,
davam tudo pra gente fazer o carnaval lá na frente deles. Ali no centro, onde hoje é
a Rainha das Noivas, ali na frente da Rainha das Noivas era o bar do Paulo
Hoffmeister, parece. Ali eles chamavam a gente, lá pra dentro pra servir bebida e
tudo, só por causa do carnaval. A gente sambando, pulando, eles adoravam isto. Mas
era só. Dali por diante a gente era a negrada de novo. […] Uma ocasião nós fomos
pra praça e sentamos no banco da praça. Acredita que eles fizeram a gente levantar.
Se havia um alemão sentado e a gente sentava, ou ele não deixava ou ele levantava e
ia embora, saía dali.
13 Para se compreender a força simbólica que subjaz no relato de Vó Nair acerca da
presença da mão de obra escrava de mulheres negras na memória coletiva da cultura
germânica (aqui, no caso, de escrava de estimação à benzedeira), vale a pena uma visita
às diferentes narrativas historiográficas que sustentam o mito fundacional da
imigração alemã no Vale do Sinos e sua associação à inserção da mão de obra livre no
Rio Grande do Sul. Um mito de origem relacionado às formas de violência que
compuseram a organização do trabalho dos imigrantes no interior do modus vivendi da
sociedade escravocrata e patriarcal do Brasil Império.
14 Acompanhar os jogos da memória de Vó Nair significa, portanto, reconhecer a
inteligência narrativa (Eckert; Rocha, 2005) por meio da qual ela acomoda as
rememorações do seu atual ofício de bendezeira, em alusão à ancestralidade dos
trabalhos de sua mãe como escrava na região do Vale do Sinos, assim como a
aprendizagem do dialeto alemão com o qual ela se comunicava fluentemente com seus
patrões, passando pelo legado que deixa para as famílias alemãs mais tradicionais de
Novo Hamburgo, no exercício de seu ofício de empregada doméstica.
15 Segundo apontam alguns autores (Tramontini, 1997; Zubaran, 1994), os ideólogos da
identidade étnica dos imigrantes teutos no sul do Brasil insistem em afirmar que os
imigrantes/colonos não tinham escravos uma vez que a cultura germânica valorizava,
desde suas origens, o trabalho livre, distanciando-se, assim, os imigrantes/colonos da
bárbara prática luso-brasileira (Müller, 1998), a do trabalho escravo.
16 As razões para esse mito fundacional do imigrante alemão são muitas, mas poderiam
ser condensadas em duas perspectivas. A primeira considera a inexistência de escravos
entre os teuto-brasileiros por serem eles pequenos proprietários de uma agricultura de
policultura, tendo por base uma economia familiar que prescindiria, portanto, da mão
de obra escrava. A segunda sustenta que a cultura germânica se caracterizaria por uma
ética do trabalho que, por suas origens, contrastaria com a mentalidade luso-
colonialista e escravista. Maria Angélica Zubaran (1994) reconhece uma terceira
perspectiva com a qual as duas outras travam um diálogo constante, ou seja, as leis
provinciais e imperiais impediriam aos teuto-rio-grandenses o uso da mão de obra
escrava.
17 Mais precisamente, sob a ótica do mito do progresso derivado do mito histórico, a força
moral do trabalho livre do colono alemão que se implantava no sul do Brasil, durante o
governo imperial, teria sido capaz de apagar, finalmente, os vestígios da presença da
mão de obra negra, escrava, pelo governo imperial na região. 4 O trabalho livre
enquanto valor não apenas revelaria a identidade étnica no Vale do Sinos, por oposição
ao trabalho escravo da cultura luso-brasileira, mas se articularia a outro mito
fundacional da presença dos alemães na região do Rio dos Sinos, o mito da abundância,
em contraste com as imagens da ruína e da escassez associadas à presença do complexo
cultural dos latifúndios e das fazendas no sul do Brasil.
18 Sob a perspectiva das memórias do cotidiano que configuram a etnobiografia do
trabalho de Vó Nair, e que remontam à geração de sua avó e de sua mãe, a prática da
escravidão acompanhou as formas de organização da produção no interior das colônias
alemãs na região dos Sinos, indicando que os teutos e seus descendentes conviviam com
um sistema escravocrata e patriarcal sendo, entretanto, quando no caso do uso da mão
de obra escrava, “bons senhores, sem infligir-lhes maus tratos” (Zubaran, 1994).
19 Um fenômeno visível na composição da trajetória social de Vó Nair na sua referência às
estórias de violência sofridas por sua mãe na condição de escrava de estimação:
Ela contou muitas histórias, muitas mesmo, onde ela contou uma que era pra
apanhar e ela se escondeu embaixo da cama. E não achavam ela. Aí disseram:
“Vamos pegar o relho, quando ela chegar vamos dar de relho nela.” Ela ouviu e saiu
ligeiro gritando “eu tô aqui, eu tô aqui” [fala em alemão]. E ela dizia tô aqui, já
venho, e dentro de casa. Aí eles pegaram o relho e deram nela. Acertaram na
cabeça. Ficou um vinco da grossura de um dedo, aquele vinco da argola. Ela contou
muitas coisas que ela passou. Aquilo tudo em alemão. […] E assim foi indo a vida
dela, apanhando, fazendo serviço. Outro dia ela cansou e disse, eu vou me atirar
aqui dentro. Tinha uma cisterna, um lugar onde se guarda água da chuva. E aquilo
era do tamanho de uma peça de uma casa. Até aqui na esquina tinha uma cisterna
de água, a CEE puxava água do arroio pra cá. E assim a mãe disse, eu vou me atirar
aqui dentro. Quando ela foi pra se atirar, ela vê lá dentro, no fundo, a imagem dela.
Sabe que ela voltou pra trás. Diz que deu um pavor nela, voltou pra trás correndo.
Não se lembrou mais nem do relho, da surra que tinha que levar. “Onde é que tu
tava Sade?”, perguntaram. Ela tava perto da casa, mas não viram ela porque não
foram para aquele lado.
20 Segundo Tramontini (1997), não se pode refletir sobre o trabalho livre dos imigrantes
alemães, em suas articulações com o trabalho escravo na região dos Sinos, sem abordar
as dificuldades do sistema econômico e político imperial escravista do sul do Brasil,
especialmente, em absorver esta população livre, pobre e estrangeira, considerando-se
sua grande capacidade de organização social para ocupar espaços na estrutura social e
política brasileira.
21 As relações de poder unindo “negros” e “brancos”, alemães e “brasileiros” ao mundo da
produção de Novo Hamburgo, destacam-se em outras narrativas que explicitam a
continuidade dos valores da “velha ordem social” escravocrata e racista no interior do
mundo do trabalho livre (Fernandes, 2007). E, nestes termos, a forma de organização
social e política que orientou o mundo do trabalho dos imigrantes alemães no Vale do
Sinos implicou a articulação das famílias com as facções sociais e políticas locais, além
da rápida incorporação de práticas locais tais como o apossamento de terras e a
escravidão (Tramontini, 1997).
germânica do trabalho livre na região, resultaria num arranjo específico das formas de
organizações do mundo do trabalho das famílias negras entre os colonos alemães em
contraposição às dos “brasileiros”. Um fenômeno que acompanharia a configuração do
mito fundacional do homem livre pobre “nacional” como parte dos esforços das
famílias alemãs para conquistar espaços no interior das oligarquias locais (o direito de
posse da terra, de votar e ser votado, de possuir escravos, etc.). Entretanto, os relatos de
Vó Nair e as lembranças das estórias contadas por sua mãe, dela e de sua avó, ambas
como “escravas de estimação”, nos conduzem a explorar muitas outras fontes
documentais históricas que evidenciam o emprego da mão de obra escrava entre os
colonos alemães.
Minha história veio da minha mãe. A minha mãe era da serra, Dois Irmãos. Ela era
filha de escravo, então quando a minha avó foi mandada para Porto Alegre por um
dos filhos dos senhores dela, foi mandada para Porto Alegre com um filho que
casou, e minha mãe com 5 ou 6 aninhos, e arrancaram dos braços da minha avó e
ficaram com a negrinha, lá, os velhos, os senhores. E a minha avó foi com o filho dos
senhores para Porto Alegre e ali ela ficou escravinha. Ela veio morar ali nos Zott.
Eles foram donos dos primeiros ônibus e caminhões de Novo Hamburgo. Era
Hamburgo Velho, na Vila Nova. Ali, eles foram morar. A mãe e o pai. Ali eles foram…
Depois que o pai morreu a minha mãe veio para Novo Hamburgo.
27 Em particular, aparece o emprego da mão de obra escrava nas mais diversas atividades
artesanais, além de uma variação considerável de tipos de vínculos de trabalho como
domésticas no interior das famílias, como agregadas, sendo, entretanto, essa mão de
obra regulada, em sua maioria, pelo uso de castigos físicos, 8 na linha dos relatos de Vó
Nair e de suas memórias de família, ao invés de pretensa “escravidão respeitosa”. 9
na forma como aparece no relato de Vó Nair o ordenamento das lembranças de sua vida
de trabalho em Novo Hamburgo, antes de sua ocupação de benzedeira no interior das
famílias locais.
Foi assim, uma vida muito gozada a nossa. E depois foi assim, ficamos muito tempo
conhecidos, Novo Hamburgo era os Lara pra tudo, pra tudo, pra tudo era os Lara né.
A gente ficou conhecida, conhecidíssima. Dar de mamar, a minha mãe deu de
mamar. Três eu ainda lembro, ela deu de mamar pra três prefeitos de Novo
Hamburgo. Ela deu mama pro Koch, tem outro, ela deu mama pra cada alemãozinho
que nascia, que a mãe tinha um negrinho junto, tudo mamou na mãe. Sei que
naquele tempo as mães brancas não tinham leite, não ganhavam leite, sei lá.
34 Interessante perceber que, na época, a passagem de Sade, mãe de Vó Nair, da condição
de “escrava de estimação” para a de ama de leite e de empregada doméstica,
assalariada, dedicada à criação dos filhos das elites locais, confrontava claramente o
próprio código de posturas vigente em fins do século XIX, em Novo Hamburgo. Tal
código de posturas – fortemente influenciado pela propagação do eugenismo na
sociedade brasileira – orientava as famílias no sentido de abandonar os antigos hábitos
de uma sociedade patriarcal e escravocrata que conformavam o trabalho dos criados de
servir e das amas de leite. Além disso, segundo as práticas da medicina, as famílias eram
aconselhadas a não manterem em suas casas, sob o mesmo teto, as escravas domésticas
e a não deixarem a essas os cuidados das amas de leite, em especial, a amamentação de
seus filhos. No entanto, a lista de nomes citados por Vó Nair é extensa e precisa:
Então tem muito alemão que mamou na minha mãe, junto com cada negrinho que
ela tinha. Tinha os Scherer, tinha o Armando Koch que foi prefeito, um Adams
mamou na minha mãe. Tinha mais um que era meio brasileiro. Mas a maioria
naquela época a mãe tinha um filho, sempre tinha um alemãozinho junto. E tinha
um alemãozinho que era o Scherer, o Scherer ficou tão agarrado com a mãe que
quando ela colocava meu irmãozinho pra mamar junto com ele, ele empurrava o
negrinho. A mãe passava um trabalho na hora que botava o Scherer com um dos
meus irmãos que era uma barbaridade.
35 Portanto, ao nos determos na vida cotidiana das populações negras no interior das
famílias alemãs, percebemos que o código de posturas de Novo Hamburgo não era
seguido à risca, uma vez que ele previa que todo indivíduo que quisesse exercer o
trabalho dos criados de servir e das amas de leite deveria inscrever-se no Livro de
Registros da Secretaria da Polícia, atestando ser a pessoa abonada e livre, estando
sujeita, em caso contrário, a pena de multa ou prisão. 10
36 No caso de Vó Nair, fica evidente que sua entrada no mercado de trabalho livre como
doméstica, no interior das famílias das classes mais abonadas e brancas da cidade, foi
diferenciada em relação à trajetória social de sua mãe, Sade, e à de sua avó.
Eu nasci em Hamburgo Velho, vim parar aqui. […] Depois do Alvício Klaser, que eu
fiquei seis anos, […] a mãe foi convidada a trabalhar em uma chácara em Porto
Alegre, chácara dos… não lembro o nome. Sei que esta chácara era lá onde passa o
rio, Pedras Brancas, não, era Tristeza. Ali tinha uma chácara de um senhor que
agora não me lembro do nome, e ali a mãe foi morar. Nós fomos juntos, nós éramos
quatro negrinhos, eu, uma sobrinha, outro sobrinho e mais uma sobrinha. A mãe
tava criando três netos e eu junto. E aí fomos pra lá. Mal nós estávamos lá, uma
semana ou duas, a minha tia de Porto Alegre, tios por parte de pai moravam tudo
em POA. Eles arrumaram serviço pra mim, e neste serviço eu fui pra casa do senhor
Raul Bitencourt. Esse doutor Raul Bitencourt, ele era médico do hospício São Pedro.
Ele era deputado estadual, e eu fiquei na casa deles, daquela idade em diante. Eu fui
até pro Rio de Janeiro com esta gente.[…] Eu sou de 1918. Foi a Revolução de 30
acho. E com aquilo o meu patrão Raul teve que ir para o Rio. Chegou lá, mandou
chamar a família com os dois filhos, eu era a babá dos dois filhos. A senhora nem
imagina, a vida que eu tinha com esta família no Rio de Janeiro. E a minha mãe
disse, vocês levem esta negrinha e me tragam ela de volta, não me deixem esta
negrinha por lá. E fizeram. Me cuidaram direitinho. Eu fui ama-seca, e eles podre de
rico. Ali tinha lavadeira, passadeira, cozinheira, tinha arrumadeira, empregada pra
tudo. Não precisei mais do banquinho. Andava toda engomadinha, de topinho,
rendinha, vinha tudo prontinho pra mim. Nós acordávamos de manhã, se arrumava
e bum pra rua.
37 Podemos pensar que a trajetória dessas gerações de mulheres negras é diferenciada em
relação a de outras mulheres de sua comunidade de origem em razão do domínio que
tinham do dialeto alemão, que permitia maior diálogo com suas patroas e com suas
proles. Em especial, a etnobiografia de Vó Nair nos apresenta o domínio do dialeto
alemão como elemento estrutural da inserção das mulheres de sua família, pela
linhagem de sua avó escrava, ao longo de gerações, como agregados das famílias
tradicionais do Vale do Sinos. Nas palavras de Vó Nair:
Novo Hamburgo, naquele tempo, era… Onde a mãe foi morar chamava-se Mistura.
Da ponte pra lá era Mistura, o nome que deram assim. E ali era tudo quase só
alemão. E nós fomos de muda pra ali, no meio daquela alemoada toda. […] Mas a
minha mãe já falava alemão. Nós já falávamos alemão. Depois que a mãe casou com
pai, todos nós falávamos alemão. E aí fomos morar ali. Então aquela gente dali,
reparava, olhava.[…] A minha mãe foi a única que se tornou conhecidíssima dentro
de Novo Hamburgo, de preta, era minha mãe. Ela fazia todo este serviço, ela
cozinhava pra fora, ela cozinhava nos Kerb, ela cozinhava nas festas dos alemães
tudo. Era casamento era tudo. Ela foi dos Mosmman, ela foi cozinheira dos velhos
Mosmman. Dali em diante a mãe fazia todos os batizados, as festas de batizado, de
comunhão. Ela fez a festa de todos os Mosmman. Agora faz uma ideia, era uns cinco
ou seis, ainda tem aí os das construtoras, tem aquele que tem a Macosan. Isto tudo é
como filho da mãe. São todos assim, se tem como filhos.
38 Entretanto, ainda que diferenciada, nas palavras de Vó Nair permanece a referência à
situação de discriminação racial vivida de forma similar a outras tantas mulheres
negras no Brasil (Barros, 1985):
Ali na casa do Alvício tinha que fazer mamadeira pras crianças, tinha que lavar
roupinha, tinha que passar. Tudo isso eu fazia. Mas eu não tinha assim é tempo pra
nada. Até mesmo pra estudar, porque o colégio também era na mesma rua. Essa rua
que passa atrás da Cavasotto, que só vai pra cima, ali na Padaria Brasil. Então lavar
louça, tudo isto, eu já tava ali com meus 8 [anos] e até então a gente passava, fazia
tudo o que tinha que fazer lá embaixo e aí subia. Tinha uns degrauzinhos pra subir
[…].
39 Diante dos processos de discriminação vividos na relação entre empregadas e patrões, a
expectativa era que a passagem da condição de escrava de estimação para a de
empregada doméstica se configurasse na possibilidade de encontrar bons patrões, ou
seja, que se lhe fizessem concessões e a tratassem como “pessoa”.
[…] o Alvício chegava em casa tava eu fazendo mamadeira ou passando roupa,
fazendo servicinho, né. […] Ele disse: “Mas esta criança, isto é uma criança. Eu vou
fazer um banquinho pra ela andar com este banquinho.” Aí ele fez um banquinho
pra mim poder passar roupa, pra mim poder ir pro tanque lavar roupa. Eu tinha um
banquinho de dois pés, mas era pé firme. Uma tábua em cima desta alturinha pra
mim carregar aonde eu ia. Pro tanque eu carregava o banquinho, pra poder lavar
roupa eu levava o banquinho, pra poder passar roupa eu levava o banquinho, levava
o banquinho e fazendo as mamadeiras e as crianças eu carregava […]. Aqui, eu sou
um pouco torta de carregar eles enganchando assim [mostra a cintura] […].
hora inteira? Os alemãezinhos tudo na mesma rua […]. A professora tinha que me
largar pra eu ir brincar com eles, podia estudar? De maneira nenhuma. Ela me
largava pra eu ir brincar com as crianças, fechava a porta e eu ficava brincando na
rua. Olha, não estudei nada, nem sei que livro que eu fiz, sei lá. Acho que só o
primeiro livro. Tabuada a gente lia, escrever, isto aí eu aprendi muito pouco no
colégio, porque as crianças não me deixavam.
44 Nesses termos, o trabalho livre na condição de agregado das famílias alemãs, que era o
caso de Vó Nair e de sua mãe Sade, diferia do trabalho escravo exercido por sua mãe e
avó “na medida em que se baseava na separação do trabalhador de sua força de
trabalho e nela se fundava a sujeição ao capital personificado pela propriedade
fundiária”, aqui no caso das famílias alemãs (Souza Martins, 1979, p. 12).
Fui pra casa do Klaser, mas viúva, mas eu fiquei pouco tempo. Aí quem me pegou foi
o João Hennemann. Ali onde é o edifício da Livraria Flama, era a casa do João
Hennemann. Aquele edifício todo, até o outro edifício, aquela era a casa do João
Hennemann. Aí eu fui pra ali empregada. Ali eu já fazia outros serviços. Foi o
primeiro dono da Ford. João Wendelino Hennemann. Hoje, o Flávio ainda tá casado
com uma filha do Arnoldo Hennemann, que era filho do João Wendelino
Hennemann, dono da Ford. Aí eu fui passando de um irmão para o outro dos
Hennemann.
45 “Ir passando”, “ser pega” – expressões recorrentes de Vó Nair para falar de sua relação
de trabalho no interior de uma mesma família – comunicam a forma como o agregado
circulava entre as gerações de uma mesma família, numa sujeição das mulheres negras
ao personificado nas aristocracias de origem alemã em Novo Hamburgo, lembrando o
que José de Souza Martins (1979, p. 15) aponta para a presença do passado de trabalho
escravo na sua condição de trabalho livre. As repercussões disso aparecem na forma
como Vó Nair agrupa seletivamente os rastros de suas memórias como “escrava de
estimação” à sua condição de mulher negra liberta, concluindo: “eu passei tudo isto aí,
mas eu tinha boas lembranças da minha infância, porque no fundo eu era bem tratada”.
46 Contrastando com a dimensão do trabalho livremente vendido no mercado, as
lembranças de Vó Nair nos sugerem uma vida de cativeiro (Souza Martins, 1979), uma
vez que ao longo de seus 94 anos sua vida esteve de certa forma aprisionada ao
monopólio das vontades das famílias abastadas do Vale do Sinos, seguindo uma
linhagem de vida dedicada aos outros que foi inaugurada por sua avó e mãe no interior
da comunidade alemã de Novo Hamburgo.
47 O reconhecimento da condição sociológica de cativeiro, entretanto, não reduz a
complexidade dos jogos da memória que acompanham a narrativa biográfica de Vó Nair.
No espaço fantástico da memória, o tempo presente, associado ao mundo do trabalho
livre não se apresenta em oposição ao tempo passado, quase sempre relacionado ao
mundo da escravidão. Sob a ótica da consolidação de uma identidade narrativa, Vó Nair
não apresenta uma oposição irreconciliável entre as formas de vida dos alemães e a dos
negros em Novo Hamburgo. Ao contrário, a afiliação da família de origem de Vó Nair à
cultura germânica, o domínio do dialeto alemão transmitido de geração a geração em
sua família, o lugar de residência próximo às famílias brancas da aristocracia local se
entrelaçam dramaticamente com as lembranças da violência física, do abuso e da
exploração sofridas por essas gerações de mulheres negras.
48 Acompanhar, portanto, as transformações do mundo do trabalho na região do Vale do
Sinos pelo viés da memória de três gerações de mulheres negras nos permite pensar o
mundo alemão como uma unidade simbólica plural, cultural e etnicamente
multideterminada. Trazendo à tona a organicidade das camadas de duração que
BIBLIOGRAFIA
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(1824-1850). Tese (Doutorado em História)–Pontifícia Universidade Católica do Rio Grande do Sul,
Porto Alegre, 1997.
NOTAS
1. A produção desta etnobiografia é parte do material etnográfico sobre memória do trabalho de
dois projetos de pesquisa em andamento: “Etnografias dos fluxos urbanos de grupos étnico-
raciais em bairros de Novo Hamburgo/RS” (Universidade Feevale) e “As comunidades negras do
Vale do Sinos e a memória do trabalho” (Universidade Feevale/Fapergs).
2. Conforme expressão da baronesa E. de Langsdorff (1848 apud Moreira Leite, 1984).
3. A respeito do termo “etnobiográfico” seguimos a proposta conceitual que orienta o cinema
documental de Jorge Prelorán (1987).
4. Para o aprofundamento dessa discussão, ver a tese de doutorado de Nunes (2009).
5. Conforme apontam estudos clássicos do trabalho escravo nas charqueadas (Cardoso, 1977)
como parte do processo de implantação de uma civilização urbana no Brasil meridional, em
especial, a produção do charque promoveu a formação de fortunas e a prosperidade de algumas
cidades, sendo a responsável pelo incremento do uso da mão de obra escrava tanto para trabalhos
domésticos quanto artesanais e “serviços”, com a cidade de Rio Grande destacando-se, em
meados do século XIX, como um dos principais polos do comércio negreiro do Império Brasileiro.
6. Em seu estudo Vera Lind (2001) ressalta que a figura do negro africano despontava, na época,
como um dos motivos favoritos para decorar porcelanas, relógios e pinturas, e que as silhuetas de
africanos apareciam nos brasões de várias cidades alemãs, sendo os negros personagens
populares em romances, poemas e peças teatrais.
7. Conforme Vera Lind (2001), muitas pinturas do século XVIII são retratos de grupo de uma
família ou filhos, ou retratos de aristocratas, imperadores, duques, duquesas, e assim por diante,
acompanhados por um empregado negro. Por um lado, as pessoas negras são partes de cenas
quase íntimas, mostrando a sua proximidade com o patrocinador e a estima em que são
realizadas. Por outro lado, a pessoa preta é usada como um exótico símbolo de riqueza. Algumas
pinturas, em particular as que retratam aristocráticas mulheres brancas com seus empregados
RESUMOS
A partir da restauração da narrativa etnobiográfica de Vó Nair, 94 anos, benzedeira, que mora na
cidade de Novo Hamburgo (RS), o artigo aponta para as estratégias de inserção adotadas por
algumas famílias negras no mundo do trabalho na região do Vale do Rio dos Sinos. Tendo como
inspiração os procedimentos de uma etnografia da duração acoplados às técnicas da etnografia
sonora e visual, procuramos compreender a dinâmica da cultura urbana local e as formas de
ocupação da mão de obra negra e as relações étnico-raciais presentes no interior da rítmica do
mundo do trabalho na região do Vale do Sinos, situando-nos no plano da palavra viva de uma de
suas principais personagens.
Throughout the restorations of the Vó Nair, 94 years old, ethno-biografical narrative, folk-healer,
who lives at Novo Hamburgo (RS) the article points out the insertion strategies that were used by
some black families in the outskirts of the Sinos Valley. Inspired by the proceedings of an
duration ethnography coupled with the sound and visual ethnographic technique, we look for
the understanding of the local urban culture dynamics and the ways of employment of the black
labour and the ethnic-racial relations that are presented within the rhythmic of the labor world
in the Sinos Valley, and situating this work in a field of live testimony of one of the main
characters.
ÍNDICE
Keywords: blacks, ethno-biografical narrative, labour, memory
Palavras-chave: memória, narrativa etnobiográfica, negros, trabalho
AUTORES
MARGARETE FAGUNDES NUNES
Universidade Feevale– Brasil
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 02/06/2012
Aprovado em: 17/01/2013
Introdução
1 A partir da experiência etnográfica nas Missões gaúchas, 1 o artigo em questão busca
estabelecer uma reflexão em torno do tema do trabalho entre camponeses no noroeste
do estado, de forma a refletir sobre os saberes e os fazeres relacionados a determinadas
práticas de labuta que configuram um saber-viver por parte de seus habitantes junto às
suas paisagens de pertença.
2 A experiência civilizacional das reduções jesuítico-guaranis de matriz hispânica
engendrou o ethos do trabalho na região como um valor, exercendo a partir do processo
da “conquista espiritual” uma série de ações técnico-culturais de manejo das paisagens
sob influência de uma moral cristã associada à vassalagem dos súditos ameríndios a
Castela na porção austral do Mundus Novus.
3 A experiência missioneira no século XXI é herdeira de práticas reducionais
transformadas com o passar dos séculos na região, diante das vicissitudes e
turbulências do tempo missioneiro, relacionada à ação humana de ocupar os espaços e
de instaurar naquela zona de fronteira um processo civilizacional que possibilitou
integrar a região ao processo colonialista português e, posteriormente, à moderna
nação brasileira.
A perspectiva da unicidade
4 “A nossa mãe é a terra!… A terra, é bem certo, é nossa mãe legítima. Ela que nos dá a
matéria!”, exclamou seu Antônio Furtado do alto de seus 83 anos de sabedoria, sentado
em seu banquinho e com os pés descalços. Disse tais palavras para logo depois sorrir
deixando à mostra a gengiva nua e rósea. O senhor vivia à época em São José, no
interior de São Miguel das Missões, lugar do qual saiu poucas vezes. O seu apego ao
lugar remete à ligação com o corpo-mãe da terra. Mas o “sacrifício”, o esforço de lidar
com a matéria terrestre advém do pecado e da expulsão do Paraíso, pois de acordo com
as suas palavras “o próprio hôme que desmontô o mundo, faz passá trabaio!”
5 Com essa frase seu Antonio lembra que as imagens bíblicas são recorrentes no mundo
missioneiro, evocadas pelo “homem da tradição” (Durand, 1979) como referência à
imagem poderosa da queda do Paraíso, porque introduz o ser humano no mundo do
trabalho e ao sofrimento decorrente do esforço físico pela sobrevivência mediante o
domínio da matéria terrestre. Nessa cosmovisão, o dilema vivido pelo humano é
inerente à mitologia judaico-cristã. Seu Emílio, por sua vez, compartilha a visão bíblica
com o tio: “O primeiro hôme teve que trabaiá, tirá o pão do suor de seu rosto!”,
indicando que a imagem do “suor” escorrendo na face evoca a simbólica da labuta como
destino e dilema humano no mundo.
6 Antes de adentrar na discussão relativa ao trabalho realizado sobre o corpo terrestre
missioneiro, é preciso deixar claro que a visão de alguns de meus interlocutores aponta
para o fato de que os processos ecossistêmicos e os cosmológicos são inseparáveis,
quando as imagens convergentes de terra-mãe e da terra-organismo conformam uma
unicidade, uma manifestação para além da dinâmica biofísica porque sensível e mental.
7 Pensando com Gregory Bateson (1986, 1990), sigo seus trilhos quando se trata de
considerar a separação entre mente e matéria como algo que não é mais válido, daí a
importância de encontrar “os padrões que unem” ambas. Para o autor, a natureza
procede mediante processos mentais, fazendo as suas escolhas. A complexidade da
matéria, nesse caso, é oriunda da realização de processos mentais ecossistêmicos nos
quais a mente humana é uma de suas manifestações mais acabadas. O universo
simbólico surge como um poderoso meio de onde aflora um mundo imaginal singular,
proliferando metáforas. Estamos, portanto, na esfera de uma “ecologia mental” ou das
ideias.
8 É nesse contexto que a terra é uma paisagem onde o homem se percebe como agente. A
sua riqueza enquanto imagem geradora de sentidos é imensa. Expressão metafórica de
tudo o que significa apego ao lugar e força cósmica que une o humano ao meio.
Paisagens: a terra é dádiva e pertença, imagem de tudo o que é humano em sua
aventura pelo mundo. A sua poética é a própria manifestação do ser. As paisagens falam
do humano como seu Emílio parece sugerir: “Tá vendo aquela árvore ali! É que nem o
hôme: nasce, cresce, morre pra dá lugar pras outras!” Afirmou isso, apontando para um
capão de mato quando passávamos de carro, enquanto refletíamos sobre a questão da
morte.
9 É por isso que a reflexão acerca das práticas de trabalho no espaço missioneiro remete a
uma tentativa de compreensão da dinâmica do espaço-tempo vividos na relação
sensível e proxêmica entre sujeitos e ambientes.2 Todavia implica em considerar a
lógica contraditorial que emerge das pulsões humanas que oscilam entre construção e
Todavia a palavra casa deve ser tomada em sentido eufemístico. A morada do velho
Aimé Bonpland perto de Restauración, em Corrientes, consistia em duas grandes
cabanas que se encontram em ângulo reto do lado da entrada, cujas paredes de
barro são sustentadas por varas de bambu e algumas traves. O teto de palha
repousava sobre bambus. Ao lado dessas duas grandes cabanas, uma espécie de
choça, tendo no chão pedras reunidas: cozinha e fogão de célebre homem. Ao lado
do conjunto, uma carreta velha e algumas estacas para secar a carne e amarrar os
cavalos.
22 Nas casas modestas do gaúcho missioneiro existe desde longa data um despojamento
que engendrou raízes, permanecendo até os dias de hoje como uma manifestação
estética marcada pelo desapego. Mais do que pobreza relativa, parece ser signo da
valorização de questões diversas ao mero acúmulo de bens. É por isso que no meu ponto
de vista algumas casas recentemente construídas na paisagem urbana miguelina 5
destoam do conjunto singelo das moradias dos habitantes locais, mesmo daquelas das
sedes das fazendas no interior do município, tomando os fazendeiros como aquele
estrato social considerado como “apoderado”6 pelos moradores locais. A casa cumpre o
papel de ninho (Bachelard, 1988), representando a “morada”, e não há interesse nas
aparências como signo ostentatório de riqueza mesmo entre alguns fazendeiros.
23 Seu Dorcino, numa das tantas visitas que fiz à sua casa, falou sobre como “os antigo”
construíam as suas moradias. Para edificá-las, contou, utilizavam ripas envoltas por
barro, usando capim santa-fé para cobri-las, mas depois passaram a fazer o telhado com
ripas de guajuvira e guabiroba. Eram de chão batido. Tais casas foram comuns até cerca
de 60 anos atrás, segundo o idoso. A arquitetura rústica dessas moradias das
comunidades caboclas era uma derivação das técnicas de habitação herdadas dos
indígenas que, com o passar do tempo, foi alterando-se em função da incorporação de
novas tecnologias no trabalho de construção.
24 Dona Cica afirmou que elas eram construídas de “taquara bem juntinha e rebocavam
com barro”. Esclareceu que para a construção do piso “juntava barro com esterco de
gado”. Além disso, “as casas não eram com telhado assim; os bem pobrezinhos, era
coberta de capim!” Dona Narcisa, por sua vez, mencionou o fato de as casas terem as
suas telhas “com tabuinha”, quando não, “de macega”.
25 Seu Emílio – que morou numa casa desse tipo com dona Cleni, sua esposa – comentou
que o ripado das paredes era rebocado utilizando-se na tarefa uma massa de “barro e
esterco de vaca”. Segundo ele, “fazia uma grade e atava com cipó”, e concluiu que “no
inverno é bem quente e no verão era frio”. Engenhoso, sentenciou: “quase ninguém
sabe fazê, eu sei fazê!”
26 A proximidade com “as criação” [gado bovino; equino; ovino; suíno; galináceos] é um
aspecto interessante da forma de viver do “homem missioneiro” (Freyre, 1973), em que
a presença constante dos animais no entorno ou, por vezes, no interior das moradias é
algo corriqueiro – especialmente galinhas; filhotes de ovelhas –, compondo as paisagens
domésticas. Há uma convivência pacífica e fundamental entre elementos da paisagem
na dinâmica ecoantropológica que constitui a variedade de sistemas complexos do tipo
moradia-pátio-roça na zona rural.
27 A casa missioneira (e seu entorno) está integrada às paisagens nativas, consorciada com
espécies animais e vegetais exóticos. Ela liga-se ao eixo mangueira-potreiro quando
aparecem (o que é frequente), gerando mosaicos de ambiências que definem desenhos
singulares nos espaços e marcas diversas nos lugares de convívio e trabalho. Uma
queima”, ou seja, faz-se a queima no meio do mato, pois o seu cultivo ocorre junto às
cinzas.
33 As comunidades missioneiras faziam rodízios de culturas. 9 Da mesma forma que os
grupos indígenas abandonavam as roças ao seu destino, permitindo que ocorresse um
processo de sucessão ecológica na qual as espécies nativas recolonizavam a área em
repouso, ou seja, as plantas cresciam “guaxas” (“que nasce por conta”) reconstituindo a
vida do solo e permitindo que sua biodiversidade edáfica se recuperasse associada à
diversidade vegetal que nele aflorava, de maneira a possibilitar o retorno dos bichos ao
mato.
34 As falas dos interlocutores deixaram claro que até a segunda metade do século XX, as
comunidades missioneiras cultivavam as roças mediante a prática da coivara, pois
plantavam em terras de matas aproveitando a riqueza mineral oriunda das cinzas para
ativar a produção agrícola, que nos primeiros anos de cultivo era significativa. José
Herter recorda que cultivavam em “terra nova, terra de mato” em Caibaté, ou ainda,
conforme seu Emílio, “antes do trator o pessoal plantava em terra de mato, não de
campo!”
35 Em São Miguel, de acordo com as rememorações de seu Emílio, havia “fartura”, pois
plantavam inúmeros vegetais: “feijão preto, lentilha, milho, rama [de mandioca], cana-
de-açúcar, batata-doce, arroz, amendoim… e não tinha o que não criasse, as criação,
tudo o que era quinta… bastante erval”. Logo, antes do advento da mecanização
intensiva, as pessoas trabalhavam nas roças familiares a partir da derrubada e da
queima da vegetação florestal. Dona Cleni, certa vez, contou que quando veio morar na
cidade com sua família, sentia vergonha em comprar alimentos no supermercado, pois
outrora produziam tudo o que necessitavam para a alimentação.
36 A coivara não representava a destruição dos ecossistemas nativos, pelo contrário, o
manejo realizado pelas comunidades missioneiras introduzia uma dinâmica
transformadora das paisagens, modelando-as e não aniquilando seus componentes. Tal
ação modificadora, mediante a abertura de clareiras no mato, fazia com que as espécies
nativas ocupassem nichos ecológicos diversos, dispersando sementes, havendo troca
genética e convivência de espécies num espaço novo.
37 A partir do momento que essas áreas eram recolonizadas espontaneamente pela
floresta, davam origem a formações vegetais novas. Além disso, tudo indica que as
comunidades missioneiras realizavam formas nativas de melhoramentos genéticos das
espécies vegetais autóctones, como o milho, a batata e a mandioca, por exemplo. “Era
fartura. Dava pra escolhê! O pessoal era menos e ninguém tinha destruído com as mata
ainda”, afirmou seu Emílio, relembrando a sua infância e adolescência.
38 Havia, portanto, a produção de espaços humanizados – as roças – que consorciavam as
espécies nativas com as exóticas, de forma branda e não aniquiladora da biodiversidade
local. As pessoas estavam inseridas de maneira outra à bioetnodiversidade (Rocha,
2000) regional, mediante dispositivos culturais junto ao meio que acionavam dinâmicas
de interações ecoantropológicas, onde a cultura e a natureza não conheciam a cisão
dada pela intervenção das práticas técnico-culturais duras nas paisagens através da
mecanização. Os impactos sobre as paisagens eram de outra ordem, assim como suas
consequências sociais.
39 No entanto, com o processo de introdução do sistema capitalista de produção no meio
rural missioneiro, com maior intensidade a partir da segunda metade do século XX,
essa prática tornou-se danosa pela falta de critérios na sua execução ante a demanda de
lavouras extensivas e o crescimento das agriculturas mecanizadas, nas quais reina a
pobreza vegetal da monocultura. A associação, num primeiro momento, com
instrumentos como a serra, introduzida pelos “de origem”, segundo ouvi de algumas
pessoas, parece ter iniciado um processo de devastação que culminou com a entrada de
trator de esteira como elemento arrasador de extensas áreas florestadas da região
noroeste do estado gaúcho.
40 Certo dia quando retornava da casa de seu Dorcino na Vila da Alegria, encontrei seu
Juca Tigre que vinha em direção à sua morada. Resolvi acompanhá-lo até a sua casa. No
caminho contou-me que cultivava uma roça – numa área de 20 x 50 m – na horta
comunitária, área cedida a ele pela prefeitura municipal por tempo indeterminado, a
qual viria conhecer posteriormente, e onde trabalham diversas pessoas da comunidade
que, como ele, necessitam de terrenos para seus cultivos. Seu Juca, naqueles dias de
intenso calor e pouquíssimas chuvas, habituou-se a trabalhar na roça das seis às nove
horas da manhã, como forma de evitar os rigores do sol.
41 O idoso contou que planta milho, rama [mandioca], mogango, abóbora, feijão graúdo e
arroz. Comentou que trouxe sementes de mogango de Porto Alegre para cultivar na
área. Queixa-se de jovens ladrões que roubam o fruto de seu trabalho. Logo depois,
quando conversávamos na varanda de sua moradia, seu Juca Tigre falou animadamente
sobre os progressos de sua roça, mas reclamou novamente da “ladroage” realizada pela
“rafoage” que vive na vila. Por vezes, quando falava, tinha a impressão de que a
qualquer momento perderia a sua dentadura, pois me pareceu meio solta, sendo visível
a falta de um dente. Dias depois diria que estava indo a Porto Alegre visitar sua filha e
“pra arrumá a chapa que tá floxa!” No entanto, seguia viagem preocupado com os
possíveis furtos sobre o seu trabalho.
42 “A pranta toda vida eu gostei… eu gosto de prantá, toda a vida eu gostei!”, refletiu
quando conversava comigo sobre a sua roça. Mas sentenciou: “Na lavora o pobre não
tem mais chance de ganhá!”, pois é necessário trabalhar muito para ganhar pouco.
43 Nota-se que o trabalho na roça representa a luta incessante das pessoas contra e a favor
da matéria, porque a ambivalência está em negá-la a fim de aderir à sua modelagem,
construindo ambientes nos quais as imagens idealizadas florescem e os sentimentos se
infiltram, adentrando a sua organização e engendrando formas por intermédio de uma
construção humana. Edificar, domesticar, cultivar equivale a ações que consubstanciam
formas plurais a partir do gênio humano. As paisagens missioneiras nativas são reflexos
dessas pulsões primevas que dinamizam o espaço e perduram no tempo. 10
44 O domínio de algumas técnicas e instrumentos desde longa data mostrou-se necessário
para a produção alimentar, mediante os resultados dos cultivos nas roças, bem como do
extrativismo realizado no mato, visando à subsistência dos grupos familiares. O uso do
pilão, técnica guarani que “o gaúcho usava até pra socá charque, milho, arroz, tudo o
que é semente”, explicou seu Emílio, aparecia como fundamental dentro do sistema de
produção nativo. Dona Cica, ao recordar as suas atividades domésticas falou do tempo
em que “socá canjica e arroz no pilão” era uma atividade que executava dentro da
divisão do trabalho familiar.
45 A “era” consistia em um pano sobre o qual batiam o feijão, mas “só depois se usou o
pano”, considerou seu Emílio. Ele recordou que “de primeiro, quando era gurizote”
usava-se esterco batido, se tratando de “um quadro grande, 30x40 m”, no qual “se
reunia a paia [palha] pra batê, debuiá: feijão, araruta, linhaça”. Dona Cica mencionou o
da zona rural missioneira. Os tropeiros, quando se revezavam nos cuidados com o gado,
executavam a prática de “quarteá”, por exemplo.
64 Seu Dorcino mencionaria o “puxirão pra derrubá mato” como um exercício coletivo de
manejo das florestas subtropicais pelas comunidades missioneiras. Já seu Pedro Cigano,
frente às mudanças do espaço miguelino e às transformações das práticas sociais
oriundas do processo de ocupação das áreas que compõem a zona urbana, bem como a
redefinição de comportamentos em função do “progresso”,14 diria que “lá onde tem o
hospital eu carpi… Fiz um puxirão!… Nem se fala mais! … Não tem no que fazê puxirão,
ninguém planta mais!”
65 Numa tarde em que conversamos sentados na varanda acolhedora de sua morada, seu
Juca Tigre mencionou o puxirão, quando “juntava vinte e poucos hôme, na enxada!”.
Era “um ajutório!”. Mas “terminô, ninguém ajuda mais o otro”, pois agora “o pessoal
qué tirá um do outro… Agora ninguém mais se importa, ninguém mais dá mão pra
ninguém!” O idoso refletiu acerca do tempo e as relações sociais imersas no seu fluir: “É
o tempo que mudô, qué dizê, o tempo é o mesmo, mas o pessoal!”
66 No tempo em que ocorriam puxirões as pessoas iam de roça em roça auxiliando as
demais. “Ia recorrendo”, nas palavras de seu Juca. “Limpava um mundo de roça!”
Demonstrou que foi solidário com as pessoas de sua comunidade: “Eu fui muito!”
Confirmou que após o puxirão “as veiz tinha um baile”, porém, “não faiz mais”, “acabô
tudo!”
67 Havia “brinquedo de faca” contou seu Juca, mas nunca episódios de violência. O
comensalismo era parte importante do ritual: “Aquilo era leitão assado, rêis assada,
galinha assada, peru assado.” O signo da fartura e a experiência da dádiva
compartilhada periodicamente eram festejados através de um ludismo ritual, pois “de
noite roncava um baita baile!” Mencionou uma determinada localidade como um lugar
no qual “dançavo quase todo o final de semana”.
68 Nesse tempo “era a coisa mais linda! Tudo se dava!” Os bailes que se seguiam
atravessavam a noite. “Depois saía o sol, fechava a porta. Levantava o pó, não tinha
soalho!”… “A coisa de primeiro era muito delicada, coisa de respeito!”, rememorou seu
Pedro Tufão.
69 Mara Morais, proprietária de terras no Campestre e ex-moradora da Esquina Mosquier
em Entre-Ijuís, comentaria que nessa última localidade, “faz bem pouco tempo”,
ocorriam puxirões na propriedade em que morou, mais especificamente durante a
colheita do trigo. Acredita que tais associações ainda ocorram em determinados locais
da região missioneira.
70 Por mais que os fazendeiros tenham incorporado esta prática tradicional de trabalho
coletivo em suas tarefas nas lavouras mecanizadas, o puxirão enquanto atividade social
está relacionado ao “antes-tempo”, exatamente por estar ligado a um período no qual
os implementos agrícolas mecanizados não faziam parte das paisagens missioneiras.
Época em que as pessoas se solidarizavam umas às outras de forma intensa, ao mesmo
tempo em que buscavam, a partir do estar-junto de caráter afetivo e ritual (Maffesoli,
1987), experimentar formas de sociabilidade15 em que a vivência lúdica era a
culminância do dia de labuta.
71 A “surpresa”16 também poderia acompanhar o puxirão. Tratava-se de um tipo de
sociabilidade que parecia misturar jocosidade com comunhão de abundâncias, na qual
gostado muito de sua “cantoria”, por isso resolvera dar-lhe pouso naquela noite. Dona
Josefina, por sua vez, conta que “tocava gaita em baile” em Giruá, onde morava. Já dona
Cleni lembrou que “era dançadera em quantia!” Ambas referem-se a um tempo anterior
à sua conversão ao pentecostalismo, pois tais atividades lúdicas são consideradas
interditas.
81 Seu Milton, quando conversávamos em sua casa no centro de São Miguel, rememorou
dois episódios. Primeiro, o casamento dos pais de Mara que me acompanhara até a sua
casa: “Tem coisa que a gente grava na ideia. Parece que eu tô vendo o movimento da
festa!” Segundo, as festas na casa de Pedro Mandioca: “Aquelas festas eram lindas…
faziam linguiça em quantidade!”
82 Os bailes e as surpresas, ao combinarem comensalismo, danças e cantorias,
representavam um “divertimento”, pois conforme seu Emílio, no caso do puxirão,
“depois do trabaio iam se diverti”. Dona Cleni diz que era “uma brincadeira bonita”,
concluindo, “a gente tem saudade desse tempo bonito que não volta mais!”
83 Mas havia a possibilidade de “furar a surpresa”, explicaram. Quando alguém suspeitava
que receberia a visita de pessoas, deveria ficar “cuidando”, pois caso não quisesse ser
premiado, antes da chegada dos foliões deveria disparar alguns tiros para cima,
sinalizando assim que estava furando a surpresa. Segundo o casal “não é que nem hoje”
quando, seguidamente, ocorrem brigas nas festas.
84 Seu Milton, ex-subprefeito de São Miguel, e sua esposa, dona Zeza, disseram que a
surpresa também ocorria no aniversário de uma pessoa. Novamente o evento está
relacionado a datas cíclicas. Da mesma forma, um grupo de pessoas irrompia na casa do
aniversariante. Alguns deles em meio a toques de gaitas, cantorias e danças,
“carneavam” um animal que pertencia ao aniversariante e assim sucedia-se a festa.
Ressaltam que tudo envolvia um clima de “brincadeira”, pois “ninguém se ofendia” com
a surpresa. Além disso, “do jeito que começava, terminava!”
85 Perguntei a seu Pedro Tufão se ele tem saudade desse tempo e ele respondeu: “Muita,
muita, mas esse tempo não vem mais. O modernismo, os grande tomaro conta!”
86 “Ôla tempo bom!”, exclamou seu Milton.
Considerações finais
87 O paulatino desaparecimento das atividades mistas de trabalho e de experiência lúdica
aponta para o fato de que as práticas capitalistas, ligadas à monocultura extensiva e à
utilização das máquinas agrícolas nas atividades de trabalho na zona rural gaúcha,
engendraram um duplo impacto sobre as paisagens missioneiras. Primeiro, porque tais
práticas estabeleceram rupturas nos laços de solidariedade presentes nas diversas
comunidades que eram tradicionalmente cultivados e que revelavam a dimensão
sensível do “homem missioneiro” no que tange aos ritmos temporais, envolvendo o
cuidado com os ciclos das estações, as lunações e o calendário do catolicismo popular
nas localidades. Segundo, porque tais práticas aceleraram os processos de degradação
física das paisagens devido ao empobrecimento da biodiversidade – com o
desaparecimento de espécies animais e vegetais que compunham as paisagens
praticadas pelos missioneiros –, fenômeno provocado pela introdução sem critérios de
tecnologias duras no campo voltadas à monocultura extensiva, substituindo técnicas
mais suaves de manejo dos ambientes mantidas de forma tradicional e inserindo a
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NOTAS
1. Realizei pesquisa etnográfica na região noroeste do Rio Grande do Sul entre os anos de 2001 e
2002, que resultou em minha tese de doutorado Silveira (2004). Aqui faço uma observação
necessária: mantenho a linguagem vernácula dos interlocutores da pesquisa a fim de conservar a
fala corrente das pessoas, conforme a transcrição das entrevistas.
2. Os efeitos do modelamento de uma paisagem pelo grupo social implicam a manifestação de um
onirismo, ou ainda, daquelas “forças oníricas que se extravasam sem cessar na vida consciente”,
oriundas do devaneio do repouso (e que se ligam aos devaneios da vontade), revelando o vínculo
entre imagem e arquétipo, bem como a anterioridade da primeira em relação à percepção; além
disso, a imagem abarca um caráter prospectivo que faz com que o homem que trabalha a matéria
deva sonhá-la anteriormente: ele sonha as “imagens materiais” para que “a mão que trabalha”
ponha “o objeto numa ordem nova, na emergência de sua existência dinamizada” (Bachelard,
1991, p. 3, 21, grifo do autor). Para Leroi-Ghouran (2002), imagem e gesto são inseparáveis na
intenção inteligente de agir sobre a matéria e transformá-la.
3. O açoriano a partir do “hábito da lavoura”, como elucida Sérgio Buarque de Holanda (1978, p.
89), “tendia a formar no extremo sul uma casta de gente estável e sedentária”.
4. As sesmarias aparecem como uma das formas de ocupação lusa do espaço missioneiro, ou seja,
de “fracionamento do território”, pois “é justamente nessa área missioneira que vai surgir a
estância como centro de atividade econômica da pecuária. Constitui a estância a unidade social
da organização regional; do ponto de vista econômico é um latifúndio, pela extensão que abarca,
pelo tipo de atividade que desenvolve; nela assenta, por outro lado, a formação social, como
célula de onde atuam os chefes e os líderes.” (Diegues Jr., 1960, p. 313). “A formação social do
povo do Rio Grande do Sul assenta-se sobre o primitivo núcleo de produção rural a que se
chamou ESTÂNCIA. Trata-se de um complexo familiar e comunal aplicado à criação, que se
constituiu em linha mestra do desenvolvimento econômico desta região; uma sucessão de nexos
ecológicos que criou um tipo de vida, característico linguajar e um sem-número de hábitos e
atitudes.” (Xavier, 1969, p. 75).
5. Referência à “terra miguelina”, como dizem os moradores de São Miguel das Missões.
6. O mesmo que “empoderado”; rico.
7. Sobre a questão da importância da roça nos modos de vida caipira, por exemplo, ver o trabalho
clássico de Antonio Candido (1964).
8. Sobre o sistema de coivara entre os Guarani, ver Brochado (1975), Inácio Schmitz (1979),
Haubert (1998) e Kern (1982, 1985, 1998). Entre os Caiapó, ver Anderson e Posey (1987); no que
tange às comunidades caiçaras do litoral paulista, ver o trabalho de Oliveira et al. (1994).
9. A “existência de todo grupo social pressupõe a obtenção de um equilíbrio relativo entre as suas
necessidades e os recursos do meio físico, requerendo, da parte do grupo, soluções mais ou menos
adequadas e completas, das quais depende a eficácia e a própria natureza daquele equilíbrio. As
soluções, por sua vez, dependem da quantidade e qualidade nas necessidades a serem satisfeitas.”
(Candido, 1964, p. 9).
10. A importância das reflexões de Marshal Sahlins (1990, p. 9) para o tema reside “na existência
e na interação dual entre a ordem cultural enquanto constituída na sociedade e enquanto
vivenciada pelas pessoas: a estrutura na convenção e na ação, enquanto virtualidade e enquanto
realidade. Os homens em seus projetos práticos e em seus arranjos sociais, informados por
significados de coisas e de pessoas, submetem as categorias culturais a riscos empíricos. Na
medida em que o simbólico é, deste modo, pragmático, o sistema é, no tempo, a síntese da
reprodução e da variação.”
11. Trata-se de um “equipamento usado na trilha (debulha) de grãos” (Silva, 2000, p. 56).
12. “Estrado de madeira ou de varas onde são guardados os produtos de colheitas ou fenos.”
(Silva, 2000, p. 51).
13. Antonio Candido cita a fala de um caipira que menciona o “tempo de caridade”, referindo-se
ao mutirão. Antes, menciona, para o contexto paulista, a referência feita pelo viajante
D’Alincourt (1818) do “muchiron”, assim como Ayrosa (1934) do “muchirão” que, segundo este
último “não é propriamente um socorro, um ato de salvação ou movimento piedoso; é antes um
gesto de amizade, um motivo para folgança, uma forma sedutora para executar rapidamente um
trabalho agrícola” (Candido, 1964, p. 48-49). Rosane Rubert (1999) menciona o “puxiron” como
uma atividade de trabalho coletivo solidário para a região nordeste do Rio Grande do Sul.
14. Marshal Sahlins (1990, p. 174), discutindo acerca de sua “teoria da história”, afirma que a
“relação entre estrutura e evento, que se inicia com a proposição de que a transformação de uma
cultura também é um modo de sua reprodução”. Mais adiante o autor coloca que “no mundo ou
na ação – tecnicamente, em atos de referência – categorias culturais adquirem novos valores
funcionais. Os significados culturais, sobrecarregados pelo mundo, são assim alterados. Segue-se
então que, se as relações entre as categorias mudam, a estrutura é transformada.”
15. Utilizo o conceito a partir de Georg Simmel (1983) como um tipo de sociação no qual as
pessoas se entregam por livre e espontânea vontade.
16. Luciana Hartmann (2000) faz referência à surpresa como uma prática de sociabilidade
presente na região sudeste do estado gaúcho.
RESUMOS
O artigo em questão estabelece reflexões em torno do tema do trabalho na região missioneira
gaúcha, tomando como referência o legado das missões jesuítico-guaranis e seus desdobramentos
no contemporâneo, a partir das memórias das pessoas que vivem naquela porção do Estado. Para
tanto, o artigo se baseia numa pesquisa de campo de cerca de um ano, que teve como um dos
interesses etnográficos a tentativa de compreender os processos de transformação das paisagens
na região através das ações técnico-culturais relacionadas ao universo do trabalho.
The present article raises reflections on the thematic of work in the região missioneira gaúcha, a
colonial missionary region in the extreme south of Brazil. The study uses as reference the legacy
of the jesuítico-guaranis missions and their unfolding today, through the memories of the people
who live in that portion of the Rio Grande do Sul State. For this, the article bases itself on field
research conducted over approximately one year, which had as one of its ethnographic interests
the attempt to understand the processes of landscape transformation in the region through
technical-cultural actions related to the work universe.
ÍNDICE
Palavras-chave: memória, paisagens, sociabilidade, trabalho
Keywords: landscapes, memory, sociability, work
AUTOR
FLÁVIO LEONEL ABREU DA SILVEIRA
Universidade Federal do Pará – Brasil
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
Chuva e sol, poeira e carvão
Longe de casa, sigo o roteiro mais uma estação
Minha vida é andar por esse país
Pra ver se um dia descanso feliz
Luiz Gonzaga, Vida de viajante
1 Neste artigo realizo uma leitura do romance Jorge, um brasileiro (França Jr., 1983), escrito
pelo mineiro Oswaldo França Jr. e publicado em 1967. Tal leitura será orientada por
pesquisas que venho realizando nos últimos anos em torno dos efeitos e sentidos de
grandes projetos de desenvolvimento, destacando-se aí minha tese de doutorado
(Guedes, 2011). Centrada na questão da mobilidade tal como ela é vivida e pensada por
certos grupos “sertanejos” do centro-norte do país, essa tese foi escrita a partir de um
trabalho de campo realizado no norte de Goiás, junto a garimpeiros atingidos por
barragens e trabalhadores de hidrelétricas, mineradoras e empreiteiras.
2 Já o romance em questão tem como cenário aquele interior do país que, no início da
década de 1960, também vivencia as transformações desencadeadas por uma série de
grandes obras. Tal realidade nos é apresentada de um ponto de vista privilegiado: Jorge
é um caminhoneiro experimentado que, refletindo sobre sua vida e trabalho nesse tipo
de empreendimento, descreve suas experiências nos mais distantes rincões do país.
Nessas fronteiras e limites, a “ocupação” e “modernização” dessas áreas têm como
condição e ponto de partida esse tipo de serviço ao qual ele tanto se dedicou: a
Na estrada
4 Funcionário dedicado, Jorge se vê em apuros diante da tarefa de levar a tempo, de
Caratinga até Belo Horizonte, aquele carregamento de milho. E eu tendo que pensar em
como ia descobrir uma estrada para passar com as oito carretas, cada uma com um peso que era
capaz de afundar muita estrada boa. E com aquela chuva não havia estrada boa em lugar
nenhum (29). 2 Quase no fim da jornada, com o prazo se esgotando e as rodovias
intrafegáveis, Jorge não vê saída a não ser ele próprio abrir um caminho (136), em
pequenas estradas abandonadas ou sobre o mato, por onde as carretas passarão.
5 Cortar um pedaço do barranco (128); alargar um pouco a estrada (131); arranjar pedras para
forrar o chão (134); criar um desvio por dentro do rio (136); arrancar os tocos de árvores dos
lugares onde iam passar as rodas (137); abrir a cerca de arame farpado que acompanhava a
margem da estrada (168): por dias e dias, é a essas atividades que se dedicam Jorge e os
motoristas que o acompanham. Munido de pá, enxada e machado, Jorge não é mais
apenas um caminhoneiro: mas novamente um construtor de caminhos, ironicamente se
vendo obrigado a ajudar bastante o Departamento de Estradas (132) até chegar a Belo
Horizonte.
6 As agruras enfrentadas por ele para fazer o carregamento chegar ao seu destino sob
condições tão adversas são o grande mote de sua narrativa. Esse feito heroico, por outro
lado, só adquire plenamente sentido à luz de outros serviços e viagens, relembrados por
Jorge e por ele intercalados ao cerne de seu relato. Não deixa de ser sugestivo, assim,
que alguns desses caminhos que estão agora afundando tenham surgido com a
contribuição do próprio Jorge que, num passado não muito distante, manejando
veículos com caçamba em vez de carroceria (77), trabalhou nestes serviços de terra e de
companhias grandes que mexem com estradas e construções (70): naquela mesma Rio-Bahia
agora interditada; e também na rodovia Brasília-Acre, num trecho da Belo Horizonte-
Vitória, ou em Brasília, empregado por firmas contratadas pela Novacap – a Companhia
Urbanizadora da Nova Capital.
7 Tratando dos trabalhadores atuando na construção de Brasília, Lins Ribeiro (2006, p. 52,
tradução minha) apresenta o depoimento de um carpinteiro acerca de “sua experiência
de viagem por precários caminhos […] até o território da construção, no princípio de
1957: […] ‘Demoramos cinco dias de Goiânia até aqui para vir com o caminhão. Não
havia estradas, não havia nada. Era uma questão meio complicada vir para cá.” Sendo o
isolamento decorrente de sua localização em lugares distantes um traço recorrente dos
projetos de grande escala, uma das condições concretas para a sua realização é
justamente a construção de estradas que viabilizem ou barateiem a chegada daqueles
fluxos humanos e materiais necessários para o prosseguimento da obra. Os
trabalhadores “pioneiros” – os que “acampavam em barracas de lona e comiam a céu
aberto com a tarefa de construir os primeiros barracões” (Lins Ribeiro, 2006, p. 82,
tradução minha) – vivenciam de forma particularmente aguda, nesses momentos
iniciais, as agruras decorrentes do isolamento e da distância: medo de levar flechada de
índio ou a necessidade de levar até comida se não quisesse caçar pelo caminho (55) – tudo
quanto era peça ou coisa que você precisasse comprar, tinha que encomendar aos pilotos dos três
aviões da Companhia (71).
8 Aquilo que em Brasília aparece como uma condição necessária para a realização da obra
principal, em outros casos constitui o próprio projeto a ser executado. Levando adiante
o programa da Marcha para o Oeste iniciada no primeiro governo Vargas, a construção
dessa cidade pretendia estimular a interiorização do desenvolvimento não apenas do
Centro-Oeste como também da Amazônia. Nesse sentido, a ela se vincula – antecedendo
e induzindo empreendimentos posteriores – a criação ou prolongamento de grandes
rodovias como a Belém-Brasília, a Brasília-Acre, a Transamazônica e a Cuiabá-
Santarém.
9 Jorge nos lembra que, nesses confins ou na Novacap, o serviço de construção era sem parar
(56). Jornadas intensas e longas, precárias condições de trabalho, dias e dias
trabalhando na chuva, sem camisa e com calos de sangue aparecendo na mão (130): em tal
contexto, não surpreende que a rotatividade da mão de obra seja alta. Ele chega mesmo
a subornar soldados para que os pau-de-arara trazidos do Nordeste permaneçam
trabalhando. A gente os levava nos caminhões e eles trabalhavam, e não deixávamos que
saíssem da pedreira para não ficarem espertos e começarem a fugir. Mas sempre fugiam (143).
10 Em situações como essa, fica evidente no relato de Jorge aquela “mais fundamental
distinção” (Lins Ribeiro, 2006, p. 95, tradução minha) orientando o trabalho e as
relações num canteiro de obra: a que se estabelece entre “profissionais” e “peões”.
Nessas obras, a oposição remete acima de tudo ao grau de qualificação e especialização
profissional, e às suas implicações sobre a hierarquia dos cargos. Mas para
compreender o que está em jogo nas experiências desses pau-de-arara, convém
acompanhar a circulação de peões como eles para além dos limites desses canteiros.
11 Mello e Souza (2004, p. 85, grifo do autor) nos lembra, em primeiro lugar, que as
referências aos peões são bastante antigas:
Já em pleno desenvolvimento do Império Colonial português, o alvará de 1570,
expedido sob o reinado de D. Sebastião, estabelecia a diferença entre a pena
administrada aos peões, que se caracterizava pelo fato de poderem ser açoitados, e a
destinada às pessoas de mor qualidade, castigadas muito freqüentemente com o
degredo. Isso não quer dizer que os peões não fossem afetados pelo degredo, mas a
recíproca não era verdadeira: uma pessoa de mor qualidade nunca seria açoitada.
12 Na literatura, o termo peão costuma aparecer vinculado apenas ao universo considerado
pelo pesquisador, sem que os diversos contextos em que ele se faz presente sejam
relacionados entre si. Por outro lado, um “peão do ABC” paulista apresenta-nos uma
bela (in)definição do termo:
Peão dá muito sentido. Porque… tem lugar que falam peão quem amansa animal
bravo. Tem lugar que quando fala peão, quer dizer, já todo mundo entende que é
peão de boiadeiro. Pessoa que trabalha prum boiadeiro tocando boiada que hoje
num tá tendo mais. Otros fala peão a pessoa que pega… que sai da família pra vivê
em outro lugar e… levando só a mala. Chega lá arruma um serviço vai trabalhá. Lá o
fulano manda embora, ele vai pra outro lugar e assim pur diante. Quer dizer que
anda circulando e trabaiando pra um e pra outro. Agora, peão, aquele brinquedo… e
aqui em São Paulo chamam de peão todo aquele que tem salário baixo. (Rainho,
1980, p. 11).
13 A coerência e continuidade entre situações aparentemente díspares são delineadas
pelas próprias trajetórias individuais, sendo comum uma mesma pessoa desempenhar
diversas das atividades acima destacadas (Guedes, 2011; Minayo, 1985). A própria
persistência do termo, histórica e situacionalmente, vincula-se a traços que respondem
pela associação entre essas diversas situações: o peão está invariavelmente relacionado
e contraposto às “pessoas de mor qualidade”; e a “mobilidade ocupacional”
característica deles está intrinsecamente vinculada à “mobilidade espacial” do que “sai
da família pra vive em outro lugar […] circulando e trabaiando pra um e pra outro”.
14 Essa persistência do termo e das vivências associadas a ele pode ser ilustrada pela
história deste senhor a quem Jorge oferece carona, nas proximidades de Ipatinga.
Antigo empregado do melhor fazendeiro por ali, homem que cuidava muito “das criação
dele”, o senhor largou esse emprego para trabalhar fazendo carvão, para a Acesita colocar
nos fornos (161). Jorge compreende então a razão dessas plantações de eucalipto que
vem encontrando por todo canto em Minas Gerais. A proliferação de firmas como essa,
enquanto “patrões” alternativos àqueles fazendeiros, e a consequente ampliação do
“espaço para organizações estranhas ao sistema tradicional de dominação”, não
implicaram necessariamente a dissolução de “padrões” (Palmeira, 1989, p. 100) de
relacionamento já há muito tempo existentes. Estes últimos se atualizam, nas Minas
Gerais dos anos 1960 para cá, em novos contextos: mais nas firmas, companhias e
plantações no “cerrado”, menos nas velhas fazendas voltadas à criação (Dainese, 2012).
15 Conversando com o senhor, Jorge percebe que aquele era um serviço que ele mesmo não
gostaria de fazer. O primeiro comentara que só os de pulmões fortes é que aguentavam, sem
ficar doentes. Os outros, os de “peito fraco”, não podiam fazer aquele serviço porque ficavam
tossindo e tinham febre; disse também que na época da chuva era um serviço bom, porque não
deixava sentir frio, mas que no calor fazia suar sem parar; e mencionou ainda que de tanto
pisarem no barro quente, a pele do pé ficava grossa e que depois não sentiam mais queimar
(162). Trabalho e serviços brutos, evocados pela referência às intempéries climáticas –
chuva, frio, calor: o significado da recorrência de tais imagens, nos relatos dos peões
acerca de suas próprias vidas, é um dos meus focos aqui. E não são também comuns e
significativas as referências a pés duros como o desse senhor, literal e figuradamente
calejados (Guedes, 2011, p. 218-220)? Esterci (1985, p. 237) nos lembra da etimologia do
termo peão, que “foi construído sobre a raiz latina pes-pedis (pé) e remete ‘àquele que
Scott (2009). Ambos mostram que tal categoria se refere a vivências, por vezes
desejadas, de situações contrapostas à familiaridade do lar ou da terra de origem: o
mundo é, assim, um “espaço simbólico de uma liberdade que se apresenta a todos como
uma maneira de aproveitar recursos em locais mais distantes” (Scott, 2009, p. 266)
como também um universo marcado pela “incerteza, o desconhecido, o perigo”
(Woortmann, 2009, p. 218). A “migração” camponesa no Nordeste não decorre então
apenas de necessidades de ordem socioeconômica, possuindo também sua dimensão
ritual e de formação da pessoa:
Para tornar-se homem é preciso enfrentar o mundo […] Os filhos de todas as
categorias sociais devem “conhecer o mundo”. Vários sitiantes referiam-se com
evidente orgulho às suas viagens; aos lugares “adiantados” que conheceram,
cidades ou regiões agrícolas; à intimidade adquirida com implementos agrícolas
modernos; a tipos de alimentação distintos daqueles habituais na região. Ter
viajado torna as pessoas superiores a quem nunca saiu do lugar. A migração marca,
sobretudo, a superioridade dos que agora são homens com relação aos que ainda são
rapazes. (Woortmann, 2009, p. 219, grifo do autor).
20 Não por acaso, a maioria das locuções verbais nas quais o termo trecho se faz presente
são variações de expressões populares bem mais antigas, aí o mundo aparecendo no
lugar daquela categoria. O trecho passou a ser, assim, a feição assumida por ele nos
canteiros de obras, usinas e alojamentos espalhados por todo o país. Mas não é somente
isso, na medida em que, extrapolando esses espaços e situações, retorna ao “mundo”
mais amplo para, aí, vitalizar e ressignificar toda uma tradição de mobilidade popular
(sobretudo “sertaneja”) bastante antiga – o que Vieira (2001) chama de “cultura da
andança”. As referências ao trecho assinalam assim as novas condições e contextos com
que se defrontariam os que se pusessem a andar pelo país; o surgimento e difusão do
termo assinalando ao mesmo tempo uma ruptura – referente a transformações sociais e
econômicas aceleradas a partir dos anos 1960 – e uma continuidade – justamente com a
experiência das gerações anteriores que, elas também e de maneira privilegiada no
centro-norte do país, correram e conheceram o mundo (Guedes 2011).
Na lama
21 Preocupado em encontrar uma estrada para passar as carretas, Jorge se aborrece ainda
mais ao perceber que estragou sua calça. E digo para você que quem mexe com esse negócio
de carro, principalmente caminhões, nem sempre sabe se vai acontecer alguma coisa que o force
a se sujar. Mas digo que, quando a roupa não é para sujar, não sujo, e sou capaz de trocar um
pneu interno traseiro de uma carreta e não me sujar nem um pingo em lugar nenhum (35). Só
que, viajando naquela estrada, nem a alma você conseguia manter limpa… (170). Frustrado e
cansado, com as mãos […] sujas e os pés cheios de barro, com os sapatos pesando mais de dez
quilos (170), por alguns instantes Jorge se permite divagar, sonhando com o conforto e
as facilidades de outro tipo de vida, espécie de contraponto a tudo que vinha
enfrentado naqueles dias na estrada e na lama.
22 E eu pensando comigo que eu nunca tinha tido uma casa minha mesmo para morar. E que se
fosse contar, ia ver que depois que comecei a trabalhar para o senhor Mário, tinha morado mais
tempo em barraca e cabina de caminhão, do que em casa, ou barracão, ou garagem, ou
escritório. E que nunca também tive lugar certo para morar muito tempo. Sempre foi aquilo de
mudar de um lugar para outro. De ir trabalhar num lugar e depois ir para outro, e depois outro.
Fiquei pensando que se eu trabalhasse muito tempo num lugar só, e tivesse uma casa, e chegasse
e estivesse chovendo, eu iria tirar o sapato antes de entrar e, lá dentro, poderia estar a Sandra. E
na hora que eu entrasse, ela poderia estar costurando, ou lendo uma revista, ou fazendo qualquer
coisa, e isso seria bom. Seria bom a casa ser minha e ela estar lá dentro (53).
23 Referindo-se ao que Marx chama de “proletariado nômade”, Leite Lopes (1979, p. 92)
ressalta seu “caráter celibatário”, consequência direta da natureza de suas atividades e
da impossibilidade de suas famílias os acompanharem em seus deslocamentos.
Seguindo as trilhas abertas por este autor, Lins Ribeiro (2006, p. 93-44, tradução minha)
mostra que essa ausência das famílias estava na origem de boa parte dos conflitos
surgidos entre candangos e firmas na construção de Brasília:
Os operários, sobretudo os que eram casados e se encontravam sem suas famílias, se
contrariavam por não poder contar, por exemplo, com alguém para lavar sua roupa,
o que os obrigava a gastar parte do pouco tempo livre ou do salário com essa
atividade. Se considerarmos que era comum não haver uniformes de trabalho,
ficando esse tipo de gasto sob a responsabilidade do próprio operário, e também
que o material com o qual se trabalhava (cimento, areia, tábuas com farpas e pregos
expostos, etc.), assim como o modo como as condições naturais do trabalho (sol,
chuva) destruíam ou expunham as vestimentas a um desgaste rápido, podemos
avaliar melhor o que significava para um operário não contar com os serviços de
conservação e manutenção de sua roupa.
24 Nos depoimentos desses mesmos trabalhadores, essas “condições naturais do trabalho”
se fazem frequentes: “a gente sofria de todo mundo ficar doente […] aqui foi aquela
chuva, chovia a noite inteira, caindo água, e a gente com aquela capa de lona
martelando a laje, para fazer aquele túnel da estação…” (Lins Ribeiro, 2006, p. 145,
tradução minha). De forma análoga, os engenheiros e políticos envolvidos com a
construção da nova capital insistiam no fato de que todos ali, eles inclusos, estavam
“submetidos a precariedades e incômodos”; para que aquela grandiosa obra fosse
levada a cabo, “era preciso então que não fossem levados em consideração o pó, o
barro, o frio, o calor, a intempérie, a fadiga ou o mal-estar” (Lins Ribeiro, 2006, p. 163,
173, tradução minha).
25 Chuva e lama, sol e poeira: aqueles que trabalham nessas grandes obras parecem assim
particularmente expostos ao que há de agressivo na exposição ao clima, e fazem
questão de expressar isso para descrever suas condições de trabalho. Mas essa
exposição não seria, por outro lado, particularmente propícia para a reflexão e
expressão de experiências mais gerais? Como Jorge afirmou acima, se ele trabalhasse
muito tempo num lugar só, e tivesse uma casa, e chegasse e estivesse chovendo, ele iria tirar o
sapato antes de entrar para encontrar-se, lá dentro, com a Sandra. Tirar o sapato antes de
entrar, estabelecer uma fronteira a partir da qual a lama e a sujeira não são mais bem-
vindas: ritual que assegura que o “dentro da casa”, por mais simples que ela seja,
oferece um contraponto a um “lá fora” diante do qual se deseja – no final de um dia de
trabalho, no fim de uma jornada, no final da vida – algum resguardo e sossego (Guedes,
2011, p. 414-420).
26 Para quem está acostumado com essa vida de trabalhar num lugar e depois ir para outro, e
depois outro, o contraponto oferecido por uma casa própria – de preferência onde há
uma mulher esperando – parece ser significativo. Precisando sair de Governador
Valadares, Jorge recorre à ajuda de Altair, antigo subordinado seu que se estabelecera
aí. Ele logo descobre que Altair virou dono de uma oficina, muito arrumada e limpa e bem
montada; e que ele havia não apenas se casado como também havia escorado os irmãos
(67) dela, arrumando emprego para eles. Bem tratado e paparicado naquela casa alegre,
Jorge se dá conta do quão feliz está Altair, o que o faz ficar pensando […] porque o Altair
tinha sido meu empregado na estrada […] e ele não tinha nada naquela época e depois aquela
casa e tudo ali era dele. E ele fazia as coisas que queria, e a mulher olhava para ele, eles eram
casados e era uma coisa que eu fiquei pensando ali naquele silêncio, dentro da sala que era dele.
(91).
27 Mas até mesmo os que se encontram mergulhados na agitação da estrada e da lama
recorrem a práticas e artimanhas que, na ausência da tranquilidade conspicuamente
expressa pela casa, matizam as agruras dos movimentos e mantêm em funcionamento
sua oposição àquilo que, nesta casa, é vivido de maneira particularmente intensa. Não
viria daí também o cuidado manifesto por Jorge e Cia. pelos seus caminhões? Habituado
a morar mais tempo em barraca e cabina de caminhão do que em lugares relativamente
mais estáveis e “domésticos” (casa, ou barracão, ou garagem, ou escritório), Jorge está
sempre preocupado em melhorar a aparência (100) dos veículos que maneja, e fica
satisfeito ao descobrir que um de seus motoristas tem uma cabine que parecia quarto de
moça, tão limpa e arrumada que tive até a impressão de que ele jogava perfume lá dentro (109).
28 Tema persistente no livro: naquela chuva e com todo aquele barro, Jorge está sempre a
apontar o que consegue resistir à “contaminação” ocasionada por estas coisas: aquele
velho muito limpo e bem uniformizado na estação de trem de Valadares (110); as duas
camisas de presente para cada motorista (73) que o patrão levou até a Brasília-Acre; o bar
acolhedor em Dionísio onde não estava frio como lá fora (178) e onde, sugestivamente, ele
conhece aquela garçonete quentinha, os dentes com aquele perfume (181); vestido com a
roupa mais limpa que tinha (180), na cabine dele a moça lhe fez esquecer a agitação, a
preocupação, o movimento e o clima lá fora: eu nunca tinha ficado quieto daquele jeito, e ela
tinha falado para eu ficar quieto, e eu fiquei, e senti aquele calor subindo (182).
29 À beira da estrada, Jorge foi tratado como se fosse […] um menino que precisasse de cuidados
(86) nesse prostíbulo – espaço que, para alguns, explicita a vida anômica e “sem eira
nem beira” dos peões do trecho (Martins, 1998, p. 705), essa gente desligada “das suas
antigas relações familiares sem construir novas” (Figueira, 2004, p. 18). Se para estes
autores os prostíbulos são como a antítese do lar e da família, para aquele que morava,
comia e dormia ao lado (122) de outros homens meses a fio, as coisas parecem diferentes.
Entre a casa da Dona Olga e a “verdadeira” casa, há sim diferenças importantes; mas elas
parecem subordinadas a uma oposição mais relevante: novamente, é o aconchego do
“lar”, real ou metafórico, o contraponto ao movimento das estradas. Dona Olga olhando
para ele como se ele fosse um namorado que tivesse viajado há muito tempo e voltado naquele
dia… (89).
30 Olhe como a gente está. Barro puro (146). O manter-se limpo, ou a busca de pequenas doses
de conforto e calma, parecem assim remeter antes a uma necessidade de equilibrar
“cosmologicamente” forças ou vetores presentes no mundo do que a práticas estrita ou
funcionalmente higiênicas. De um lado, teríamos a estrada, lama, o movimento, a
agitação, com sua perpétua ameaça de a tudo englobar; de outro, como produtos de
esforço e trabalho, estariam o conforto, o sossego, a limpeza, a tranquilidade.
31 A contraposição dessa turbulência do mundo ao sossego e à tranquilidade propiciadas por
uma “casa minha mesmo para morar” (ou por outras coisas próprias, como um negócio)
é banal apenas na aparência. Pois ela remete a uma espécie de pilar cosmológico do
catolicismo rústico ou popular (Guedes, 2011; Pompa, 1995; Vieira, 2001), e pode ser
explicitada de maneira nítida pelos movimentos messiânicos que, nos anos 1950 e 1960,
buscavam fugir do “desenvolvimento” naquele Centro-Oeste então transformado por
de Goiás, um sujeito qualquer, desde que pobre. Lá e em outros cantos, todo pobre tem
um quê de peão…
Conclusão
51 Se a crítica pós-moderna explicitou os processos ficcionais através dos quais as
etnografias são construídas, isso não implica que as fronteiras entre elas e as obras
assumidamente literárias tenham sido inteiramente borradas. Jorge, um brasileiro é sem
dúvida um romance. E é também por isso que sua leitura realizada à luz de uma
pesquisa antropológica pode enriquecer a nossa compreensão de certas formas através
das quais este último tipo de procedimento intelectual é levado a cabo. Pois num caso
como no outro a produção de um material escrito foi viabilizada por certo tipo de
encontro que, do ponto de vista dos que são “representados” nesses textos, é
basicamente o mesmo. Tomando esses termos num sentido ampliado, mais uma vez nos
deparamos com as relações entre peões e patrões, expressas agora via o que no norte de
Goiás se conhece como a oposição entre corridos e lidos. Não tenho, aqui, condições para
explicitar o alcance e importância dessa oposição (Guedes, 2011, p. 245-339). Destaco
apenas que, através dela, esses corridos ou peões atribuem sentido ao trabalho do
etnógrafo, situando-o no interior de um conjunto de práticas com as quais eles estão há
muito familiarizados: aquelas típicas do homem lido e estudado, vindo dos grandes
centros, do “sul” ou do exterior, e que se dedica a registrar as histórias “do povo”,
sempre tendo em mente a realização de uma pesquisa (Velho, 2007, p. 109). Tratamos
aqui não apenas do naturalista do século XIX, do folclorista, do romancista ou do
cientista social; mas também do geólogo, do funcionário do Estado, do sanitarista, do
indigenista, dos engenheiros militares e civis, do militante.
52 Tal pesquisa, de acordo com esse ponto de vista, surge também em decorrência daquele
“paroquialismo patronal” acima evocado, e com frequência se faz acompanhar de
suspeitas: por que diabos, e logo agora, essa gente se pôs em movimento e vem se
interessar por nossas vidas? Essas desconfianças, porém, não são suficientes para
turvar o encanto potencial dessa ocasião, e do que ela pode propiciar: a oportunidade
para que o corrido mais uma vez descreva o que viu e viveu no mundo, dessa vez para um
respeitável homem lido. Certamente uma grande influência para França Jr., o Grande
sertão: veredas de Guimarães Rosa se organiza explicitamente a partir dessa modalidade
de encontro: o jagunço Riobaldo narra suas aventuras nos confins de Minas Gerais para
este ilustre visitante que o ouve com devoção enquanto toma notas em sua caderneta. O
mesmo formato narrativo estrutura Jorge, um brasileiro.
53 Em ambas as obras, a frequentemente incômoda distância “social” separando o “patrão
lido” do “peão corrido” é reconhecida, a existência dessa diferença tornando mesmo
possível – e legítimo, para o segundo – o surgimento do texto escrito. Tratamos aqui
também de um processo educativo, as hierarquias vigentes tensionadas sem que as
diferenças sejam apagadas: escute minhas histórias, você que tanto estudou; eu também
sei das coisas, que aprendi na estrada e no mundo, escolas da vida; ouça-me com
atenção, anote e publique um livro, você pouco conhece desse mundo em que vivo!
54 Retomemos aquela ambivalência evocada por Borges (2003, p. 113), referente à
incompletude das obras na vida dos moradores do Recanto das Emas: ela seria atributo
dos “espaços sociais por onde [eles] circulam […] ou, pelo contrário, os espaços teriam
essa forma porque é assim que as pessoas concebem o mundo”? Estranha coincidência
entre, por um lado, a dinâmica de constrangimentos estruturais relativamente externos
às pessoas em questão (por exemplo, a articulação da política de obras e da política
eleitoral no Distrito Federal); e, por outro, as próprias concepções cosmológicas dessas
pessoas, internalizadas e relativamente independentes daqueles contextos. Ao discutir
o trecho, busquei mostrar como algo análogo se passava aí: pois tal categoria remetia
tanto a essa “central especificity of the engineering industry […] the rotation of the
labor force” (Lins Ribeiro, 1988, p. 211) quanto às inflexões e transformações que
asseguravam a persistência mundana da “cultura da andança” de que fala Vieira (2001).
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NOTAS
1. E se eu recorro com tanta confiança a Jorge, um brasileiro para tal procedimento é também
porque eu já havia me assombrado com a qualidade e potencial heurístico das descrições de
França Jr. (1989) a respeito do universo do garimpo em De ouro e de Amazônia.
2. Os trechos em itálico seguidos de um número entre parênteses são citações do livro aqui
analisado, acompanhadas da página em que aparecem. Termos em itálico isolados são categorias
nativas tomadas de Guedes (2011) ou de outras etnografias.
3. Se nos movimentos milenaristas essa vivência do movimento enquanto traço definidor do
mundo é exacerbada por essas peregrinações sem fim, em outros contextos do catolicismo
popular essa mesma lógica se manifesta com mais discrição, contida pelos limites do ritual. Ainda
RESUMOS
Através de uma leitura do romance Jorge, um brasileiro e me servindo do material produzido em
outras pesquisas, busco aqui pensar a relação entre os grandes projetos de desenvolvimento, o
trabalho e a mobilidade popular. Discuto inicialmente a atividade dos peões construtores de
estradas, articulando-a depois às questões da moradia e do relacionamento empregado-patrão.
Argumento que as experiências destes peões, expressas de maneira emblemática por certas ideias
associadas à estrada e à lama, oferecem uma entrada privilegiada para se pensar alguns dos
sentidos assumidos pelo trabalho nas “camadas populares” de uma maneira mais geral. Ao
mesmo tempo, tais ideias articulam temas e contextos aparentemente díspares, determinados
significados e práticas comuns relacionando o trabalho, a mobilidade, a moradia, a formação da
pessoa e concepções sobre a desigualdade social.
Analyzing the novel Jorge, um brasileiro and considering the data produced in other researches, I
consider here the relation between large development projects, labor and popular mobility. In
the first place, I describe the activities of workers responsible for building roads; later I relate
this topic to the issues of housing and of the relationship between workers and bosses. I argue
that the experiences of these road building workers, conspicuously expressed through certain
ideas related to the “road” and the “mud”, offer a privileged perspective to think about some
more general meanings related to labor among the popular classes considered in a broader sense.
At the same time, these ideas articulate disparate themes and contexts, certain common
meanings and practices relating labor, mobility, housing, person formation and conceptions
about inequality.
ÍNDICE
Keywords: development, housing, road building, work
Palavras-chave: construção de estradas, desenvolvimento, moradia, trabalho
AUTOR
ANDRÉ DUMANS GUEDES
Universidade Federal do Rio de Janeiro – Brasil
Em pós-doutorado
(Lukács, 1983, p. 111). En una sociedad capitalista, las personas no pueden evitar el
filtro de la mercancía a la hora de conectarse entre sí. Debido a la propiedad privada y a
la equiparación del trabajo con una mercancía, las relaciones humanas quedan
desvirtuadas (Hopenhayn, 2001). Es entonces cuando las nociones de cosificación e
ideología adquieren relevancia. La cosificación alude a la forma “fantasmagórica” de la
mercancía (Marx, 2004): la relación entre las personas toma el carácter de una cosa,
parece materializarse en una mercancía. Pero dicha apariencia supone una
representación errónea de la realidad que oculta relaciones de poder; la alienación, en
definitiva, es sinónimo de una falsa conciencia de lo real y por consiguiente es
funcional al orden dominante.
13 En Marx (1992) el trabajo posee una naturaleza positiva, conlleva un aspecto creativo
que permite la realización de las personas. Así, el trabajo es toda actividad humana que
facilita la expresión; los hombres se comprenden y reconocen recíprocamente a través
de sus obras. Por otra parte, el trabajo implica la organización y coordinación de los
sujetos, la posibilidad de desarrollar la dimensión creativa del ser. Más aún, mediante la
cooperación, el trabajo supone la mediación entre el hombre y la naturaleza (Antunes,
2005). En resumen, el trabajo implica una relación con la naturaleza y una relación
social, así como representa tres cualidades: descubrirse a uno mismo, descubrir mi
sociabilidad y transformar el mundo.
14 Sin embargo, Marx (1992) denuncia que en la sociedad capitalista la esencia
trascendental propia del trabajo es negada. La mayoría de la población ha sido
desposeída de los medios de producción por lo cual, para subsistir, no le queda otra
opción que vender su fuerza de trabajo. Mediante la noción de plusvalía, Marx analiza
cómo los propietarios de los medios de producción se apropian de una parte
significativa del trabajo de sus empleados, a quienes se limita a pagar un salario que
sólo alcanza para lograr la reproducción social. De tal manera, la alienación comienza a
adquirir forma a partir de la separación entre el capital y el trabajo, es consecuencia de
concebir al trabajo –y al trabajador– como una cosa, como una de las tantas mercancías
que inundan el mercado. Así, en la sociología clásica, la alienación es un concepto que
surgió ligado a la explotación en el ámbito del trabajo (Hopenhayn, 2001). No obstante,
en Marx se distinguen tres momentos relacionados con el trabajo: su glorificación, la
crítica al trabajo real y la configuración de un esquema utópico. Por consiguiente, pese
a los cuestionamientos a cómo el trabajo se expresa en el capitalismo, este continúa
ocupando un rol central en su programa emancipatorio. Es decir, la anhelada sociedad
comunista del futuro necesariamente conlleva distanciarse de la alienación; entonces,
el trabajo pasará a ser expresión del yo, mientras que la producción se convertirá en el
principal acto social (Méda, 1995).
15 Por otra parte, la relación entre alienación y trabajo posee varios niveles de análisis. En
primer lugar, refiere a una relación conflictiva entre el trabajador y el producto de su
trabajo. El producto de la actividad creativa del trabajador se convierte en un objeto
que le es desconocido, en una mercancía que no le pertenece. Dicha situación
desencadena una sensación de extrañamiento respecto de lo que ha creado. De tal
modo, la alienación supone “la desvalorización del mundo humano en relación directa
con la valorización del mundo de las cosas” (Marx, 2004, p. 136). Es decir, el trabajo
produce mercancías, pero también se produce a sí mismo y al obrero como mercancía;
el trabajo se convierte en objeto para el obrero, iniciando la relación de servidumbre a
la mercancía por parte del trabajador.
“no había nada para hacer”, denotan como la rutina aplasta cualquier posibilidad de
creatividad personal en este tipo de empleo. En tal sentido, vale la pena retrotraerse a
la afirmación de Marx (2004), según la cual el trabajador sólo se siente en sí en espacios
de ocio y socialización distintos al trabajo –considerando que hoy en día la capacidad de
consumo es un requisito fundamental para disfrutar del ocio y del tiempo libre, incluso
esta afirmación amerita ser relativizada.
21 Al recordar las antiguas experiencias en el mercado de empleo, frecuentemente surgen
relatos que destacan la sensación de humillación. Los lamentos ligados a la explotación
suelen expresarse en términos de un salario denigrante. La primera secuela de dicha
situación consiste en que, si en una sociedad capitalista el propio trabajo se convierte
en una mercancía, en estos grupos sociales se trata incluso de una mercancía
desvalorizada, lo cual refleja el desprecio hacia su actividad. La segunda consecuencia
se asocia con verse forzado a vender la propia fuerza de trabajo a cambio de un salario
que no alcanza para mantener a la familia en condiciones dignas, que apenas garantiza
la reproducción del núcleo doméstico. De tal modo, se verifica otro axioma inherente a
la alienación: el trabajo se limita a lo más básico, a la mera subsistencia. Como se verá
luego, los relatos de humillación también giran en torno al mal trato y las
arbitrariedades de un jefe déspota.
22 La sensación de explotación y humillación guarda relación con los empleos disponibles
para estos grupos sociales. Vale la pena reiterar que el común denominador en la
historia laboral de esta gente es haber contado con empleos no cualificados. Es entre
tales tipos de trabajos que se dan las tasas más altas de precariedad en lo que se refiere
al nivel de salarios, la estacionalidad y el carácter cíclico de los empleos, la falta de un
contrato que garantiza los derechos o los niveles de accidentes laborales (Beccaria;
López, 1996; Neffa, 2009). Así, cuando la persona consigue un empleo, la empresa cierra,
reduce su plantilla, o el contrato es temporal y acaba a los pocos meses; como sostiene
Kessler (1996), cuando la tasa de ganancia empresarial desciende, los trabajadores no
cualificados son los primeros en ser despedidos.
23 Esta historia de vulnerabilidad laboral implica que dichas personas entran y salen
constantemente del mercado de empleo; la inestabilidad laboral, sumada a la
insuficiencia de los sistemas estatales de ayuda, conduce a frecuentes recaídas en las
modalidades más extremas de pobreza. Como consecuencia de ello, en sus discursos no
siempre distinguen claramente un trabajo formal de otro informal e incluso, como
consideraremos luego, no siempre diferencian entre un trabajo y la recolección de
residuos. En definitiva, el tipo de inserción laboral profundiza otro de los aspectos
ligados con la alienación: tener un trabajo no mitiga la sensación de controlar
mínimamente el propio destino. Las afirmaciones de Wacquant (2001, p. 174) respecto
de los trabajos no cualificados son aplicables a estos grupos sociales: “el carácter mismo
de la relación salarial cambió en las dos últimas décadas de una manera tal que ya no
otorga una protección a toda prueba contra la amenaza de pobreza”. 3
24 Sin embargo y aunque en menor medida, en el trabajo de campo también surgieron
discursos donde los recolectores valoran positivamente al empleo formal tras
compararlo con la recuperación de residuos. Entonces, los informantes reconocen que
el salario que perciben es mínimo, pero simultáneamente priorizan dos factores
imposibles de obtener a partir de la economía informal: la previsibilidad monetaria y la
cobertura de seguridad social para el conjunto familiar. Tengamos presente que
previsibilidad no significa estabilidad. El trabajo estable, abstracción cuya definición
más próxima se traduce en un contrato indefinido, es algo que pocas de estas personas
creen posible obtener. Así y todo, por más precario e inestable que sea el empleo, la
previsibilidad representa la posibilidad de calcular cuánto dinero se dispondrá a fin de
mes, poder planificar mínimamente las propias acciones, así como la tranquilidad de
saber que lo indispensable para sobrevivir está asegurado. Por el contrario, los
recolectores señalan la imprevisibilidad como un elemento característico del basural:
determinados días pueden obtener sumas que no ganarían en el mismo período de
tiempo en un empleo formal, pero en otras ocasiones pueden volver a sus hogares sin
dinero en el bolsillo. La sensación de una vida regida por el azar es el factor que esta
gente pretende exorcizar cuando reivindican los empleos precarios pero formales. 4
25 Si en el presente estas personas se encuentran distanciadas del mercado formal de
empleo, y si la noción de alienación está fuertemente ligada con la explotación en el
ámbito laboral, ¿qué valor posee dicha categoría en un contexto de desempleo?
Alienación y desempleo
26 Los desempleados, ¿están alienados? En caso afirmativo, ¿en qué consiste dicho proceso
de enajenación? Tomando en sentido estricto la categoría deberíamos responder que,
paradójicamente, al no ser explotado en el ámbito laboral un desempleado no padecería
los efectos nocivos de la alienación. Sin embargo, si entendemos a dicho concepto en un
sentido más amplio, la enajenación comienza a adquirir nuevas formas.
27 En este punto resaltan las diferencias entre aquellos recolectores que tuvieron un
empleo y lo perdieron, de quienes nunca estuvieron conectados con el mercado de
empleo. Para este último grupo, el basural representa el modo clásico de satisfacer la
subsistencia; como veremos en el próximo apartado, en estos casos la recolección de
residuos tiende a ser concebida como un trabajo. Por el contrario, el primer grupo
ingresó por primera vez al basural tras una crisis de desempleo. Así, en quienes
tuvieron una conexión con el mercado de empleo, la alienación y el desempleo se
asocian con la sensación de lo perdido, con la añoranza de inserción laboral. Aquí se
constata un contrasentido: a pesar de que los antiguos trabajos implicaron la
explotación laboral, en la fase de desempleo la sensación de “extrañamiento” se
identifica con la ausencia de un trabajo en tanto marco que estructura la cotidianidad
(Wilson, 1987).
28 Analizando la ética protestante, Weber (2006) sostiene que la voluntad de Dios consiste
en aumentar su gloria no a través del ocio o del goce, sino mediante el obrar. De tal
modo, la dilapidación del tiempo pasa a ser sinónimo de pecado. Tal precepto fue
fundamental para la posterior conformación de la mentalidad burguesa, pues supuso
una exaltación de la acción en sí misma, la cual conlleva a la moderna descalificación de
la pasividad. La contemplación, la inacción son asociados con el pecado, y ello tiene
consecuencias nefastas para quienes se encuentran en una situación de desempleo. A su
vez, el dolor de carecer de un empleo remite a la noción de estigma, la cual se define
como atributos socialmente desacreditantes, manchas en la propia identidad que
descalifican a los sujetos e impiden una plena aceptación (Goffman, 2001, p. 13). Todo
estigma equivale a un conjunto de percepciones negativas que generan rechazo y
distancia social, deshumanizando a las víctimas. El desempleo conlleva una forma
particular de estigma: la que identifica a los sujetos con la pasividad. 5 Según dichas
explicaciones, el desempleo sería consecuencia de la vagancia de determinadas
50 En última instancia, la alienación que padecen estas personas guarda relación con un
hecho: el trabajo se encuentra dominado por sentidos contradictorios, por dilemas
imposibles de resolver que impactan negativamente en sus orientaciones cognitivas. Es
decir, los preceptos sociales dominantes son aceptados por los recolectores, pero
entran en contradicción con sus posibilidades laborales y con los espacios donde logran
la subsistencia. Las tácticas de subsistencia asociadas a la recuperación de objetos en el
basural ayudan a sobrellevar las dificultades materiales y el estigma de ser un
desempleado, pero nunca son plenamente satisfactorias. Ningún recolector imagina
escapar de la pobreza mediante dichas actividades, sino tan sólo sortear el presente de
la mejor manera posible. Dichas contradicciones son insalvables y representan una
fuente inagotable de malestar. En lo que al trabajo se refiere, tales contradicciones son
consecuencia de dos factores: a) el lugar que el mercado de trabajo otorga a los empleos
no cualificados; b) las formas de subsistir a las que apelan estas personas son
estigmatizadas. El mercado de trabajo no deja resquicios para esta gente, y los espacios
disponibles son tan denigrantes que no permiten una subsistencia digna. La
contradicción que deben afrontar reside en que la antigua ética del trabajo continúa
vigente, pero sus cualidades ya no encuentran expresión en la vida laboral (Sennett,
2000).
51 A partir de los 1970´ las tasas de desempleo se dispararon y, entonces, la pregunta
central para la sociología del trabajo fue cómo generar más empleo. Sin detenerse a
considerar en las características de los mismos, se propusieron soluciones que en
décadas anteriores hubiesen sido calificadas como alienantes. A modo de cierre, aquí se
sostiene la importancia de recuperar la categoría de alienación, pues esta supuso un
motor para la sociología clásica que permitió formular lecturas críticas de la realidad
social –especialmente en lo que refiere a la tensión inherente al trabajo entre los
principios de libertad y necesidad. Pero ello no debe conducirnos a repetir errores: las
críticas que la noción recibió por ser esencialista y utópica deben ser tenidas en cuenta.
Si la enajenación se inscribe en la historia, entonces nada nos permite afirmar que el
trabajo constituye una categoría antropológica, una invariante de la naturaleza
humana que propicia la realización personal; menos aún que el trabajo representa la
posibilidad de convertir a la producción en el principal acto social (Méda, 1995). En
cuanto al horizonte utópico, tras sostener la necesidad de contextualizar
históricamente a esta categoría, resulta imposible continuar percibiendo al trabajo
como el ámbito de liberación. Aquí no se propone descartar toda forma de propuesta
emancipatoria; lo que se cuestiona son los argumentos que circunscriben la utopía al
ámbito del trabajo (Gorz, 1995). Como sostiene Méda (1995), el trabajo se ha convertido
en “nuestro hecho social total”, es la relación social fundamental, y ello conlleva la
naturalización de presupuestos que deberían ser revisados: la abundancia como fin y
fundamento del productivismo; pensar en el trabajo como el epicentro de nuestra vida
social e individual –como mecanismo de distribución de la riqueza social, como el
ámbito primordial de la integración social y de la autorrealización personal, etc. Por
consiguiente, se torna preciso “desencantar al trabajo” (Méda, 1995, p. 238). Ello supone
desmarcarlo de las exageradas expectativas que le fueron atribuidas, e imaginar formas
alternativas de sociabilidad, de utilidad social, de integración y de desarrollo del sujeto
que escapan al marco del trabajo.
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NOTAS
1. En las obras de Marx (1992, 2004) y Lukács (1983), la noción de enajenación es entendida como
sinónimo de alienación. Aquí continuamos con dicha propuesta, tratando a ambos términos como
equivalentes.
2. Es preciso aclarar que las cifras de pobreza y desempleo han sido generadas por el Instituto
Nacional de Estadísticas [INDEC], entidad cuestionada de haber manipulado políticamente las
estadísticas en los últimos años.
3. Incluso cuando se encuentran insertos en el mercado de empleo es común que los fines de
semana y de mes, cuando el salario se está agotando, busquen en el basural un ingreso extra.
4. En cuanto a la seguridad social, si bien los empleos no cualificados a los que acceden en
coyunturas favorables suponen un alto índice de siniestralidad, los mismos son insignificantes
respecto de los problemas para la salud inherentes al basural. Asimismo y por sobre todas las
cosas, cuando se valora la seguridad social propia de un empleo formal, el elemento priorizado es
el acceso a un sistema de salud para los hijos.
5. A lo largo de la historia los gobiernos condicionaron el socorro en función de “la capacidad de
trabajar”, diseccionando así a las poblaciones más desfavorecidas según un criterio de “pobres
dignos o indignos”. Los primeros eran aquellos que merecían ayuda, pues problemas de salud les
impedía ganarse el sustento por sus propios medios. Por el contrario, los pobres indignos eran
considerados como pícaros alérgicos al esfuerzo que optaban por subsistir mediante la caridad,
mereciendo el repudio social en vez del auxilio (Geremek, 1991).
6. El trabajo ordena y estructura la cotidianidad, arraiga al sujeto en un espacio social concreto
(Wilson, 1987). Buena parte de la sociabilidad diaria se desarrolla en donde las personas pasan la
mayor parte de su tiempo, en el ámbito laboral; lo mismo sucede con el vertedero en el caso de
los recolectores. Además, si la recolección suele ser identificadas como un trabajo por parte de
los recolectores, ello es consecuencia de la repetición de las prácticas en un mismo espacio: la
rutina en el basural limita la interacción social a dicho escenario, así como moldea la percepción
generando una sensación de continuidad espacio-temporal en los recorridos cotidianos (Rowe;
Wolch, 1990).
7. A su vez, en la recuperación de residuos el proceso de deshumanización responde a otras
dimensiones que, por motivos de espacio, no son tratadas en este texto –el estigma asociado con
el contacto corporal con aquellos objetos que la sociedad califica como “inmundicia”, los
problemas relacionados con la salud, etc.
RESÚMENES
A partir de una etnografía realizada con quienes subsisten mediante la recuperación informal de
residuos en el basural de Comodoro Rivadavia –ciudad de la Patagonia Argentina–, el objetivo del
artículo consiste en poner en tensión al concepto de alienación. Así, se examinan las virtudes y
límites de la noción de alienación en el análisis de la precariedad laboral que afecta a los
recolectores. Dado que las biografías laborales de estas personas suponen la recurrente
alternancia entre períodos de inserción en el mercado de empleo, desempleo, y subsistencia
mediante la economía informal, el artículo supone dilucidar los siguientes interrogantes: ¿cómo
se dimensiona la noción de alienación en cada una de estas etapas? Habiendo sido definida en
función de la explotación laboral, ¿cómo se reconfiguran los procesos de alienación ante el
desempleo?; ¿cómo interpretar dichos procesos con relación a una subsistencia que se articula en
torno a la economía informal?
ÍNDICE
Keywords: alienation, informal economy, unemployment, work
Palabras claves: alienación, desempleo, economía informal, trabajo
AUTOR
SANTIAGO BACHILLER
Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET) – Argentina
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
NOTA DO AUTOR
Artigo resultante de ações de pesquisa e extensão realizadas no âmbito do Programa de
Extensão Patrimônio Cultural na Amazônia (Ufopa; Proext/MEC 2010-2011), do qual faz
parte o projeto Memórias de Balateiros de Monte Alegre, ao qual está vinculado o
bolsista Marcelo Araújo da Silva (Pibic/CNPq).
pulava nos buracos do caminho, fazendo que fosse virar, aquela carroceria se tornara
um lugar de festa e júbilo. As conversas eram embaladas por sonoras risadas e doses de
cachaça, em comemoração ao grande feito do grupo: a expedição bem sucedida ao
balatal Água Azul, ao norte de Monte Alegre.
2 O grupo era formado por um balateiro (extrativista), um mateiro (bom conhecedor da
floresta), um artesão que confecciona objetos de balata (látex da árvore popularmente
chamada balateira), um motorista, um engenheiro florestal, um fotógrafo e eu. 1 Com
exceção do experiente balateiro Pedro Ferreira Rodrigues, unicamente conhecido como
Pão, todos eram “marinheiros de primeira viagem” ao Água Azul. O balatal (local na
floresta onde há significativa ocorrência de balateiras) parecia um lugar quase mítico:
em Pão despertava lembranças de glória, saúde e conquistas; nos demais, uma
curiosidade sem igual. O deslumbramento diante das histórias narradas pelo balateiro
nos dias anteriores à viagem, os rememorados mistérios e perigos da mata, os
encontros com os índios apalai, o fascínio exercido pelo sinuoso curso do rio Maicuru,
por onde os homens subiam e “varavam” para as Guianas, tudo isso formava no grupo
um clima de ansiedade, excitação e solidariedade, que marcaria toda a viagem. Pão
estimulava a imaginação: “Certa vez, vivi nove meses numa aldeia, porque os índios me
agarraram. Eu sentia saudade de vir embora, mas não tinha chance. Uma noite, eu fugi
deles e ganhei o mato. Eu levo na gíria dos índios…” (Carvalho, 2011, p. 170).
3 Pão, durante décadas, havia extraído – “tirado” ou “cortado”, como se diz entre os
envolvidos no ofício – toneladas de balata para grandes patrões de Monte Alegre. Ao
longo das muitas safras em que trabalhou, amealhou poucos ganhos e não chegou a
constituir patrimônio. Também não fez família, morava com a irmã e contava 66 anos à
época da expedição. Com aparência debilitada, às vezes ainda subia o Maicuru para
cortar balata para o artesão que nos acompanhara em viagem, o qual tomara o lugar
dos antigos patrões depois que o negócio da balata declinou, a partir da década de 1970,
quando o produto perdeu espaço e preço no mercado internacional e passou a ser
explorado exclusivamente para a confecção de um tipo de artesanato (de figuras
moldadas com o látex, em forma de animais e tipos humanos amazônicos) que é
encontrado em Monte Alegre, Santarém e Belém (Carvalho, 2006; Simonian, 2006).
4 O esquema de trabalho era tão duro em 2005 quanto nas áureas épocas em que essa
matéria-prima constituiu um dos principais produtos de exportação do Pará, entre os
1950 e 1970. Baseado no aviamento (Aramburu, 1994; Buclet, 2008), o sistema de
trabalho que imperou nos balatais desse estado assemelhou-se àqueles que regeram a
exploração de outros recursos naturais da Amazônia brasileira, em especial a seringa,
que em outros aspectos também lhe é comparável. O modelo analítico do “seringal do
apogeu”, cunhado por João Pacheco de Oliveira Filho (1979, p. 126) em contraste com o
do “seringal caboclo”, ilustra bem as características do trabalho nos balatais paraenses:
privilegiamento do uso da mão de obra do trabalhador isolado, 2 elevando-se sua
produtividade e especializando-o na função extrativista, muito embora nos balatais a
grande maioria dos exploradores fosse nativa, ao contrário do que se passara no
empreendimento descrito pelo autor como sendo baseado em mão de obra “quase
totalmente importada”.
5 Não se sabe ao certo quantos homens trabalharam nos balatais do Pará, mas não é
demais cogitar que seu número tenha alçado a casa do milhar: Lins (2001) menciona
cerca de 500 atuando entre os anos 1940 e 1960 em Almeirim; a missionária Sally Koehn
estimara 100, no Paru, em 1989 (Lopes, 1994); em Monte Alegre, desde 2005 já
identificamos uma centena deles, ainda vivos, que relembram um sem número de
companheiros que partiram. Em Alenquer também se encontram facilmente, e houve
outros, em menor número, em Óbidos (Simonian, 2001) e Abaetetuba (Instituto do
Desenvolvimento Econômico-Social do Pará, 1986).
6 São poucas as fontes disponíveis para uma reconstituição segura de fatos expressivos da
exploração de balata no Brasil, destacando-se entre elas análises botânicas e
econômicas (Brannt, 1900; Hubert, 1907; Instituto do Desenvolvimento Econômico-
Social do Pará, 1986; Le Cointe, 1947), e alguns relatos históricos e literários (Almeida,
1979; Brilhante, 1998; Lins, 2001; Meira, 1984; Reis, 1999). Estudos sobre os Yanomami e
os Wayana-Aparai indicam os balateiros como precursores dos contatos desses
indígenas com a população cabocla ou não índia da Amazônia, mas não revelam muito
sobre o cotidiano dos intercursos mantidos por esses diferentes grupos. Lopes (1994)
menciona núcleos regionalistas constituídos por barracões de balateiros, com os quais
os Wayana-Aparai mantiveram contatos na década de 1960, no baixo Paru. Simonian
(2001, 2006), por sua vez, tem se dedicado a investigações sobre relações de trabalho e
gênero nos balatais, insistindo em fazer notar a importância da mulher nesse universo
indiscutivelmente masculino, em que a participação feminina é recorrentemente
omitida por estudos científicos, textos literários e narrativas de homens.
7 Diante da escassez de fontes sobre o tema, o registro de memórias e relatos orais de
extrativistas, iniciado em fins de 2005, na expedição ao Água Azul, tem se revelado um
método privilegiado para a reconstituição e compreensão dos contextos, processos,
laços e sentidos do trabalho realizado nos balatais do Pará. Numerosos e acessíveis,
ainda atuantes ou não, os balateiros são facilmente identificáveis nessas localidades:
nas biroscas, nas feiras e nos bares, ou nas beiradas de rio, logo são indicados quando
procurados. Dispostos a falar, oferecem muitas lembranças para registro sistemático, e
não se inibem diante de aparelhos como gravadores e câmeras fotográficas ou
filmadoras. Ao contrário, gostam de se arrumar para receber e encontrar os
pesquisadores; vestem calças, camisas de abotoar e chapéu, e, de preferência calçam
sapatos ou sandálias fechadas, evitando chinelos. Rapidamente põem-se a narrar
viagens difíceis, ataques de onças, alagamentos nas corredeiras dos rios, quedas
sofridas ao escalarem as árvores para corte, aparecimento de visagens, 3 e assim vão
tecendo lembranças de um trabalho duro, arriscado e sofrido, mas igualmente saudoso.
Adelson Braga conta:
Certa vez peguei uma catapora. O mais complicado no balatal é que, quando a gente
adoece, não tem como voltar. Também era ruim levantar de madrugada e enfrentar
a ianga que aparecia por lá assoviando. A ianga é um bicho invisível, que fica
assoviando. Ela bate no cachorro, dá pisa em cachorro e a gente não vê. (Carvalho,
2011, p. 47).
8 Ao mesmo tempo, relatam a fartura das florestas traduzida em muitos tipos de caças,
peixes e frutas, a coragem empenhada no desbravamento de áreas indômitas, o
companheirismo nas formas de controlar ou burlar a vigilância, a severidade e a
desconfiança dos patrões, a saúde física e mental que só o balatal lhes dava. Eloi
Balateiro explica:
No acampamento, a gente fazia uma barraca de palha, o tapiri. Nossa alimentação
era café com leite, quando tinha. E o rio era tão farto na baixada que, quando
terminava o fogo, o outro peixe já estava fisgado. Tínhamos muitas frutas,
tirávamos para manutenção do tapiri. E caça também, de todo tipo. Peixe, então…
essa era a boia. Também existiam bichos perigosos, como cobra e onça. (Carvalho,
2011, p. 70).
sumo viscoso eles fazem seringas em forma de pera, tubos, sandálias, braceletes e
outros objetos.”
14 Dentre as diferentes espécies cortadas ou “sangradas” para retirada de látex foi a Hevea
brasiliensis, popularmente conhecida como seringueira, a que mais recebeu atenção de
pesquisadores (botânicos, biólogos, economistas, historiadores, antropólogos e outros),
literatos e governos.4 Também foi em torno dela que se articularam as maiores e mais
densas redes de exploração de recursos naturais e do trabalho humano na Amazônia
brasileira, tendo o estado do Pará movimentado significativas quantias em pelo menos
dois momentos históricos, recorrentemente designados como o primeiro e o segundo
ciclo da borracha – compreendidos de fins do século XIX à primeira década do seguinte
e de 1942 a 1945, respectivamente. A noção de ciclo, apesar de ter obtido “consagração
científica no plano nacional que garantia estatuto teórico às historiografias que dela se
servissem”, foi criticada por Oliveira, na medida em que “impôs-se como modelo de
organização dos fatos históricos ligados à produção da borracha na Amazônia”,
funcionando como um “mecanismo de filtragem e incorporação de fatos a uma forma
pré-definida, excluindo sistematicamente aqueles fenômenos que pudessem refutar ou
relativizar seu valor heurístico” (Oliveira Filho, 1979, p. 102).
15 Com menos ímpeto e abrangência que a da borracha, a exploração da balata também
teve sua importância no Brasil, sobretudo no Pará,5 assim como na Venezuela, Costa
Rica e nas Antilhas (Brannt, 1900; Hubert, 1907) e, ainda, nas Guianas, 6 onde Simonian
(2006) refere ter sido feita por presidiários em Caiena e por populações arawak e karib,
que a usavam na produção de ornamentos. Segundo Brannt (1900), essa matéria-prima
se tornou conhecida no meio científico por intermédio de um artigo e de uma
comunicação apresentada pelo professor Bleekrode em 1857, na Sociedade das Artes,
em Londres. Nos anos seguintes, amostras do leite vegetal colhido na América do Sul
foram enviadas para o Kew Bridge Steam Museum, naquela mesma cidade. Logo, antes
de findarem os 1800, aplicações industriais na Europa passaram a demandar crescente
volume do leite beneficiado para uso na construção civil e naval, em correias de
transmissão, materiais telefônicos, odontológicos, telegráficos, isolantes, eletrônicos e
de iluminação, além de solas, polias, bolas de golfe e outros artigos impermeáveis que
dispensassem vulcanização (Hubert, 1907; Le Cointe, 1947). Até os anos 1970, a
exploração da balata seria vultosa na região equatorial, mobilizando populações
amazônicas para sangrar árvores e saciar os mercados europeu e norte-americano.
Referindo-se à forma de coleta praticada na Venezuela – a balateira era derrubada e seu
leite escorria dentro de vasilhas, através de cortes feitos no tronco posto em posição
horizontal – Hubert, em 1907, já demonstra preocupação com medidas
conservacionistas e de replantio.
16 A espécie de balateira mais explorada no Brasil foi a Manilkara bidentata, uma árvore da
família das sapotáceas cujo tronco atinge entre 30 e 40 metros de altura e seis de
circunferência (Lins, 2001). Paul Le Cointe (1947 apud Instituto do Desenvolvimento
Econômico-Social do Pará, 1986, p. 1) a descreveu como uma “madeira vermelha, quase
roxa, muito compacta e resistente, de primeira qualidade”, dotada de alto poder
calorífico. Sobre seu látex branco, informa produzi-lo “à razão de 1 kg por árvore
sangrada em 1/3 de sua circunferência, de três em três anos”. Sua composição, em que
entram 42% a 48% de guta, 37% a 44% de resina, 2% a 14% de impurezas e 1% a 8% de
água (Instituto do Desenvolvimento Econômico-Social do Pará, 1986), lhe garante
atributos como ductilidade e elasticidade.
balatal, o que era muito comum. Vale ressaltar que, na prática, essas duas funções
coincidem com frequência, sendo desempenhadas pelos mesmos sujeitos, e os termos
“encarregado” e “chefe de turma” acabam recorrentemente intercambiados no
discurso dos trabalhadores da balata, muito embora no balatal o chefe tivesse funções
práticas bem definidas e distintas da de um provedor.
31 Os contratos intermediados pelos encarregados eram informais, mas em relação aos
patrões esses empreendedores nativos logo se tornavam presos por dívidas e
comprometidos por fidelização. Isso porque, para arregimentarem balateiros,
precisavam de dinheiro e gêneros variados à sua disposição, que o patrão adiantava em
confiança na palavra do homem e na safra vindoura. Caso algo saísse mal na expedição
de coleta, era o encarregado que precisava honrar o compromisso com o patrão. Em
relação aos extrativistas, os acordos de trabalho eram verbais, mas sacramentados por
dois tipos de papel: papel moeda para pagamento de um “abono” em espécie – em geral
para pagar contas ou prover itens que precisavam ser pagos em dinheiro, ou, como
muitos contam, “só para beber cachaça” – e folhas de caderno para anotação das
dívidas que o balateiro logo começava a fazer, adquirindo alimentos, medicamentos,
roupas, calçados e equipamentos dos quais necessitaria nos meses seguintes, no balatal.
Nessas folhas também seria aberta uma conta da família do trabalhador, que ao
superior recorreria para obter provisões e auxílio emergencial. Dessa maneira,
intermediando a circulação de contatos, dinheiro, serviços e mercadorias, o
encarregado frequentemente era visto pelos balateiros como o próprio patrão.
Eu trabalhei cinco anos com um velho por nome Memório. Esse velho era o chefe de
turma, era ele quem levava a gente pro balatal. Quando chegamos aqui de barco, era
100 mil réis a passagem. Eu soube desse velho, fui lá com mais outros que vieram no
barco. Ele recebeu todos que foram falar com ele; quando acabou de atender o
pessoal eu fui falar com o homem, expliquei que tinha vindo de Santarém, queria
trabalhar, se ele arrumava um trabalho pra mim. Ele disse que estava subindo com
uma turma pro balatal, perguntou logo se eu já tinha cortado balata. Eu disse que
não, mas que era acostumado com trabalho, perguntei se ele pagava minha
passagem do barco. Eu vim de passagem fiada, e o capitão do barco ficou muito
brabo quando eu disse que não tinha com que pagar a passagem, quis até me jogar
n’água. Aí o outo rapaz que trabalhava com ele disse: “Para com isso, tu vai te sujar
por causa de uma passagem? Depois ele vem e paga.” Quando terminei de contar
pro velho essas coisas ele tirou 500 réis do bolso e me deu, disse que eu não me
preocupasse que já ia mandar pagar a passagem. Aí ele disse: “Tu tem roupa boa?
Hoje tem uma festa, se tu quiser ir e não tiver roupa, bora ali no compadre que já
resolvemos isso.” Fui pra lá com ele, comprou logo calça, camisa e sapato social. Era
caro, mas ele ia descontar na produção eu não paguei na hora. Numa terça-feira,
uns dois dias depois da festa, a turma subiu. Foi assim que eu fui a primeira vez, foi
esse velho Memório que me levou.
32 No balatal o desempenho da função de chefe de turma exigia mais que recursos
materiais: conhecimento, experiência, rigor, praticidade e liderança eram pré-
requisitos. Embora também pudesse extrair balata, sua principal função era manter a
turma ativa e produtiva durante a safra: organizar os homens, conduzi-los até o balatal,
cuidar para que permanecessem sãos, manter a paz entre eles, zelar pela qualidade e
quantidade da produção. Esta última era fundamental para manutenção da cadeia
produtiva da balata, baseada na extrema dependência entre os elos, e a produtividade
era o cerne do sistema de aviamento: o balateiro só conseguiria quitar dívidas para com
o encarregado e ainda obter algum saldo financeiro se apresentasse uma boa produção;
o encarregado só honraria os compromissos adquiridos junto ao patrão local se os
“seus” balateiros tivessem produzido saldo em balata; o patrão local, por sua vez,
somente com essa matéria-prima pagaria os adiantamentos tomados ao patrão
estrangeiro, habilitando-se a novas aquisições de material fiado.
33 Todo o negócio, portanto, tinha riscos que eram partilhados, em diferentes proporções,
por todos os sujeitos envolvidos na rede de prestações e contraprestações. Certamente
uma safra ruim causava prejuízos em sequência. Porém, na realidade, a maior cobrança
recaía sobre o trabalho dos balateiros, verdadeiro sustentáculo da cadeia produtiva e da
hierarquia da balata. Era seu esforço que pagava os riscos assumidos pelos demais. A
crônica de J. Santos (1980, p. 80-81) é esclarecedora:
Quando deixava Monte Alegre rumo ao balatal, o balateiro era devedor de uma
imensa conta ao patrão que deveria ser paga com a produção e tinha deixado
firmado o preço a ser pago pelo seu produto. Ora, o preço fechado nessa ocasião era
muito aquém do que seria cotado o produto quando ocorresse a safra. Na ocasião
em que o preço era fixado, balata estava sem cotação porque não tinha produção,
produto a venda no mercado. Tomando por base o ano de 1948, o preço na pauta
alcançou a quantia de Cr$ 19,69. Mas o balateiro deve ter recebido o máximo de Cr$
10,00, preço que na ocasião de negociar com o patrão era vigente. Para saldar seus
compromissos o balateiro deveria produzir de 800 a 1000 quilos, do contrário não
teria saldo. Mesmo sem saldar o seu débito, o patrão continua a “aviar” o balateiro.
Era evidente que a conta teria sido paga, no lucro da mercadoria fornecida, nos
juros do dinheiro adiantado e na diferença do preço pago pelo produto.
34 O mesmo autor compara os preços locais de alguns produtos com os valores debitados
pelos patrões aos balateiros em 1948. Apresenta, respectivamente, as seguintes cifras
para: açúcar, 4 e 10 cruzeiros; café, 8 e 20 cruzeiros; feijão, 4 e 10 cruzeiros; farinha de
mandioca, 2 cruzeiros e 50 centavos, e 6 cruzeiros; sal, 2 e 5 cruzeiros; carne charque,
18 e 45 cruzeiros. Os preços mais que dobram, conforme os produtos transitam para o
elo mais vulnerável da cadeia. Pode-se compreender, assim, como o aviamento “une o
mundo do caboclo, por mais isolado que esteja, à sociedade regional e nacional, e em
última instância ao mercado mundial”, introduzindo “o caboclo na divisão
internacional do trabalho” e constituindo-se como “barreira ao desenvolvimento e à
modernização da vida e das relações sociais na Amazônia” Aramburu (1994, p. 2). Enfim,
além da provisão material, os patrões – categoria ampla em que cabem todos os sujeitos
dos quais os balateiros dependem e aos quais respeitam como autoridades – aliciam os
extrativistas com bebidas, festas, foguetes e socorros em situações emergenciais como
casos de doenças. O balateiro Manoel Braga Costa sabe bem como funcionava a
exploração:
O patrão fornecia a mercadoria para a gente poder viajar. Dava espora, cinturão
grosso, arame, roupas leves e outras que eram de mescla, esporas, barras de ferro
(chaveta). Mas era ele quem dava seu preço assim que a gente chegava. De um valor,
eles cobravam quatro, cinco vezes mais para a gente. Assim: se um objeto custava 10
reais, então, para nós levarmos, eles cobravam 45 reais. (Carvalho, 2011, p. 129).
35 Irmanados no objetivo de “tirar balata para tirar um saldo” com o patrão, os balateiros
se empenhavam com afinco no trabalho dentro da floresta, por meses seguidos. As
turmas se compunham de cinco homens, em média, e todos eram responsáveis pela
viagem até os balatais. Nas canoas e por terra dividiam-se de acordo com suas
qualidades: habilidade na navegação em corredeiras, tenacidade para remar, força para
transportar cargas, conhecimento dos rios e do mato. Ademais, cada um deles, além de
“tirar balata”, devia ajudar na manutenção diária dos locais de trabalho e morada. As
tarefas se dividiam conforme vocações pessoais para caça, pesca, cozinha, coleta de
Baixo Amazonas, quer como acompanhantes do marido ou como balateiras, algumas até
levando consigo filhos pequenos, seu número é significativamente reduzido. A maioria
dos homens explica que manter uma mulher entre eles poderia atrair problemas e até
crimes dentro da turma, e raros se mostraram seguros diante da perspectiva de levar
esposa ou outra mulher da família para o balatal. Além disso, quando os homens
deixavam suas casas rumo à floresta, a economia doméstica recaía em grande parte
sobre o trabalho das mulheres, crianças e jovens, tanto no meio rural (nas roças e casas
de farinha) quanto no meio urbano (em casas de família, venda de refeições, lavagem e
costura de roupas).
39 São raras as menções a práticas sexuais no espaço do balatal, à exceção de intercursos
esporádicos com algumas indígenas apalai e outras poucas referências a prostitutas
encontradas “no trecho”.11 Porém, os homens são unânimes ao afirmar que “quando os
balateiros voltavam, não ficava puta pobre”. Para Francisco Pereira: “Na volta, a gente
já sentia o cheiro da mulherada. Aí não tinha tempo ruim, a gente viajava dia e noite até
chegar e festejar.” (Carvalho, 2011, p. 87).
40 Narram que, depois de meses fora de casa, voltavam desfigurados, com barbas imensas
por fazer, cabeleira sem corte, com as roupas sujas e rasgadas pelo mato. Assim mesmo,
eram esperados nos portos e recebidos com fogos de artifício e muita festa. Ancoravam
na cidade, pesavam a balata produzida e, se houvesse saldo, pegavam o dinheiro que
lhes cabia, já descontados os itens aviados pelo patrão. Então iam comemorar, procurar
o barbeiro, beber cachaça nos bares, buscar prostitutas. Para muitos, passavam-se dias
até que de fato regressassem à casa – às vezes, já sem nenhum dinheiro, tendo tudo
gasto ou perdido com mulheres e bebidas. Mesmo que “tivessem juízo”, como dizem, o
dinheiro não durava muito, era como “dinheiro amaldiçoado do garimpo, que vem e vai
fácil”. Mas, na verdade, o que lhes parecia muito e fácil correspondia a meses de
trabalho duro e, frequentemente, à carestia e ao endividamento de membros da família
com itens pegos junto ao patrão, pelos quais o balateiro devia pagar ao retornar. Logo
recomeçavam a se endividar e, assim, perdurava o ciclo de dependência em relação ao
patrão, e o balateiro já ficava comprometido por dívidas para a próxima safra de balata.
Pão explica que “quando chegava aqui em casa, não fazia mais nada. Mas, assim que
acabava o dinheiro da balata, apertava o patrão. Aí então tinha que explorar, voltar pro
balatal de novo.” (Carvalho, 2011, p. 170).
41 É preciso observar que esse esquema, embora apresentasse as características básicas da
“escravidão por dívida”, se sustentava contraditoriamente num forte senso de
liberdade e autonomia cultivado pelos balateiros como elementos constituintes de sua
identidade masculina e profissional. Era decisão do homem não estar preso à casa ou à
roça, que podia ou não render bons frutos de acordo com fatores como chuvas,
estiagens, pragas. Esse tipo de risco que lhes parecia incontrolável era deixado às
mulheres, idosos e crianças. O balateiro preferia correr outros riscos, nos quais sua
força, astúcia, habilidade e coragem seriam determinantes da qualidade de seu
desempenho no balatal e, por conseguinte, de seus ganhos financeiros. Assim, extrair
balata para um patrão era percebido como uma escolha do homem livre, autônomo e
altivo, e não como um trabalho forçado. Ainda que fosse reconhecida a superexploração
de sua mão de obra, o balateiro sempre vislumbrava formas de se precaver e até de
burlar a ganância do patrão. O balatal, por fim, era visto como lugar de afirmação da
masculinidade do indivíduo, entendida como qualidade relativa à capacidade de
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NOTAS
1. A expedição teve o objetivo de produzir documentação para a elaboração de um catálogo
etnográfico e uma exposição de peças de artesanato de balata no Museu de Folclore Edison
Carneiro, ocorrida em 2006 no Rio de Janeiro (Carvalho, 2006).
2. Registram-se casos de casais e de pais e filhos que seguiram juntos para os balatais, mas, de
praxe, o homem subia sozinho, deixando à mulher e aos filhos, quando os tinha, a tarefa de
cuidar da lavoura de subsistência da família.
3. Seres sobrenaturais que, na crença regional, povoam florestas, rios, igarapés, cachoeiras,
pedreiras, pontas de praias, etc. Podem tomar forma de animais, emitir sons como assovios,
gritos ou urros, e dar tapas ou pancadas em pessoas, animais de estimação ou objetos. Geralmente
vivem no “fundo” (das águas) ou nas matas, e aparecem para assustar ou afastar os humanos dos
lugares dos quais “tomam conta”. Clássico da antropologia sobre o tema é o estudo de Galvão
(1976) na fictícia comunidade de Itá.
4. Muitas obras foram produzidas sobre o assunto, e não é o momento de discorrer sobre elas. À
guisa de referência, consultar Ferreira Reis (1931, 1953), Araújo Lima (1970), Castro (1972) e
Tavares Bastos (1975) sobre a economia gomífera no norte do Brasil. Sobre a experiência
pretensamente controlada de exploração da borracha no Oeste do Pará, ver recente estudo de
Grandin (2010) sobre Fordlândia.
5. Simonian menciona a ocorrência da extração de balata em Roraima, no Acre e no Amazonas,
onde remete a Curt Nimuendaju, para quem: “a riqueza do rio Negro não são para os seus
balataes e seringaes; a verdadeira, e única riqueza desta zona são, nas atuaes circunstâncias, estos
mesmos índios julgados apenas prestáveis para serem sacrificados até o último, se preciso for,
para o bom êxito da próxima safra” (Nimuendaju, 1982 apud Simonian, 2006, p. 203-204).
6. Coudreau (1886) apresentou a balata da Guiana como árvore que dava fruto semelhante à
ameixa, na forma, e ao pêssego, no sabor, porém de difícil acesso, posto que aparecia em galhos
muito altos.
7. Toma-se a expressão no sentido que Mauss (1995, p. 389, tradução minha), em estudo sobre as
variações sazonais das sociedades esquimós, atribuiu à “ciência que estuda, não só para
descrever, mas também para explicar o substrato material das sociedades, ou seja, a forma que
elas tomam ao se estabelecerem sobre a terra, o volume de densidade da população, a maneira
como se distribui, bem como o conjunto das coisas que servem de sede à vida coletiva”.
8. Para confecção das “fardas” dos balateiros, os patrões locais contratavam costureiras a quem
forneciam todos os insumos, desde linhas a peças de tecidos grossos como mescla e brim,
geralmente compradas dos patrões nas capitais, que, por sua vez as compravam do estrangeiro.
Para produção dos apetrechos de ferro e aço, contratavam ferreiros e soldadores específicos,
habituados à confecção de peças customizadas. Esses profissionais faziam parte das redes
comerciais estáveis dos patrões e, invariavelmente, no segundo semestre do ano, antes das águas
subirem, empenhavam-se em preparar suas encomendas, as quais, nas melhores safras, deveriam
atender a até mais de cem balateiros.
9. Muitas vezes a balata foi misturada a outros tipos de leite, como o da maçaranduba (Manilkara
huberi), que não escorre e fica quebradiço após o beneficiamento, ou do amapazeiro (Hancornia
amapa), que origina blocos duros e também quebradiços, ou, ainda, ao do garroteiro (Bagassa
guianiensis), porque os blocos ficam moles e se rasgam facilmente (Lins, 2001).
10. A expressão “escravidão por dívida” traduz relações de trabalho baseadas no endividamento
compulsório de trabalhadores que dependem dos próprios patrões para aquisição, a preços bem
acima do mercado, de bens e serviços indispensáveis à sobrevivência, além de transporte para e
moradia no local de execução do trabalho. Tal sistema tem sido encontrado em fazendas do
estado do Pará, denunciado por defensores de direitos humanos, criminalizado no sistema
judicial e estudado por sociólogos e outros pesquisadores.
11. A expressão “de trecho” é usada para designar trabalhadores que estão sempre se deslocando,
de um trabalho a outro.
RESUMOS
Este artigo resulta de pesquisa etnográfica empreendida no Pará junto a dezenas de homens que,
nos anos 1940 a 1970, extraíram sistematicamente o látex conhecido como balata. Seu trabalho
era fundado em relações altamente hierarquizadas numa cadeia produtiva que os atava a patrões
locais e comerciantes estrangeiros, e baseava-se no sistema de aviamento que caracteriza o
extrativismo em larga escala na Amazônia brasileira. Os balatais eram seus ambientes de trabalho
e morada durante cerca de seis meses por ano, até que seu ofício perdeu interesse no mercado
internacional e esses homens viram-se destituídos de profissão e, em muitos casos, de família e
patrimônio, já que haviam dedicado longos períodos da vida à estada na floresta. Busca-se, por
meio do registro de memórias e narrativas biográficas de balateiros, hoje idosos, reconstituir os
contextos, processos, laços e sentidos que o trabalho nos balatais assumiu na experiência social
desses homens.
This article results from an ethnographic research implemented in Pará, which involved dozens
of men who, from 1940 to 1970, systematically extracted the latex known as balata. Their work,
established on highly hierarchical relations, in a productive chain which attached them to local
employers and foreign traders, was based on delivery system, which characterized large scale
extractivism in the Brazilian Amazon. The balatais were these men’s workplace and home for
about six months a year, until the moment that their trade was no longer of interest to the
international market. Then they found themselves devoid of work and, in many cases, of family
and patrimony, as they had spent long periods of their lives in the forest. Recording
reminiscences of those extractivists, elderly citizens now, and their biographical narratives, aim
at reconstructing the contexts, processes, relations and meanings of the work in the balatais in
their social experience.
ÍNDICE
Keywords: balata, Pará, reminiscences, work
Palavras-chave: balata, memória, Pará, trabalho
AUTOR
LUCIANA GONÇALVES DE CARVALHO
Universidade Federal do Oeste do Pará – Brasil
Espaço aberto
NOTA DO EDITOR
Recebido em: 31/08/2012
Aprovado em: 17/01/2013
NOTA DO AUTOR
Palestra proferida em 7 de dezembro de 2011 no PPGAS-MN/UFRJ, no contexto do curso
Antropologia do Trabalho, ministrado por Marta Cioccari e José Sergio Leite Lopes.
Introdução
1 A motivação para escrever este artigo tem suas origens na confluência de uma
circunstância e uma ideia, ambas muito localizadas e definidas.
2 A circunstância pode se resumir da maneira seguinte: quando em dezembro de 2010
comecei a tradução para o espanhol do livro O vapor do diabo: o trabalho dos operários do
açúcar, de José Sergio Leite Lopes (1976), pensei que ia concluir meu trabalho em três
meses; no entanto – e por motivos que explicarei neste artigo –, só pude chegar à versão
definitiva em junho de 2011, isto é, no dobro do tempo que eu tinha calculado. Durante
esses meses, tinha utilizado um caderno no qual registrei, em ordem cronológica, as
questões que foram se levantando ao longo do texto, junto com seus problemas e suas
soluções. Estavam lá minhas listas classificatórias, agrupando os atores sociais
mencionados no livro, suas tarefas e seus lugares de trabalho; algumas categorias
nativas e palavras com definições problemáticas, junto com uma listagem de conceitos
que pareciam pedir, desde o começo, um glossário; havia quadros explicativos meus e
algumas breves resenhas sobre certos conteúdos do texto, com suas referências
temporais; explicações sobre maquinaria e/ou circuitos de maquinaria; apontamentos
sobre aspectos a serem considerados nas notas de rodapé, e outros que deviam ser
explicados em uma Nota da Tradutora inicial; dúvidas a respeito da tipografia e outras
questões organizativas para serem faladas, mais tarde, com a editora. Principalmente,
lá estavam registradas as longas e numerosas sessões de trabalho on-line que tinha tido
com o próprio autor do livro, assim como as entrevistas com engenheiros agrônomos
argentinos e com pesquisadores da área da antropologia do trabalho, registrando-se, ao
longo do caderno, o caráter progressivo da tarefa da tradução. Uma vez finalizado o
trabalho, e sem ter me proposto isso de maneira consciente, tinha comigo uma espécie
de “caderno de campo” que concentrava uma experiência particular de tradução. Isso
por um lado.
3 Por outro lado, está a ideia que veio ao encontro dessa circunstância particular. Por
puro acaso, enquanto trabalhava na tradução do Vapor estava lendo Experiências com a
verdade, do escritor norte-americano Paul Auster (2003). Um dos ensaios desse livro se
referia ao longo processo de seleção, tradução e edição de uma antologia sobre poesia
francesa do século XX, coletânea elaborada e traduzida por Auster. À maneira de uma
revelação, assim concluía o cuidadoso ensaio:
A experiência de um poema reside não só em cada uma das suas palavras, mas
também nas interacções entre essas palavras – na música, nos silêncios, nas formas;
e se não damos de algum modo ao leitor a possibilidade de aceder à totalidade dessa
experiência, ele ficará totalmente à margem do espírito do original. É por esta
razão, parece-me, que os poemas devem ser traduzidos por poetas. (Auster, 2003,
p. 73).
4 Levando a reflexão de Auster para o terreno da nossa disciplina, os tradutores de
etnografias teriam, então, a difícil tarefa de repassar aos leitores a possibilidade de
aceder às experiências da investigação e da escrita etnográfica – experiências
organizadas em palavras1–, para assim não deixá-los à margem e transmitir-lhes o
“espírito do original” da pesquisa etnográfica, resultado de um trabalho de campo cuja
base foram relações e interações humanas. Parafraseando Auster, atrever-me-ia a dizer
que as etnografias deveriam ser traduzidas por antropólogos.
5 É essa a ideia que – a partir da experiência de tradução do Vapor, e utilizando meu
particular caderno de campo – orientará esta descrição etnográfica, acerca do processo
particular do meu trabalho como tradutora dessa obra. Parte dessa descrição encontra-
se na Nota da Tradutora inicial (doravante, NTI) realizada por mim para a edição em
espanhol (Roca, 2011, p. 21-25). Com o intuito de ampliar esses primeiros
apontamentos, o percurso deste artigo estará dividido em duas seções: na primeira
delas, apresentarei ao leitor uma resenha dos conteúdos do Vapor, para, na segunda
parte, descrever alguns dos procedimentos adotados na tradução, refletindo sobre as
decisões tomadas nesses procedimentos, e tentando demonstrar a conveniência das
etnografias serem traduzidas por antropólogos. Trata-se, por enquanto, de um trabalho
em andamento, através do qual espero levantar reflexões e boas perguntas em torno da
tradução de etnografias.
expressão antropofágica para se referirem àquilo que a usina faz com cada um deles:
“come-lhes a carne, e depois joga fora os ossos”.
22 No Capítulo III – O “fetichismo” do salário e suas revelações – Leite Lopes analisa as
percepções desses operários sobre seus salários. Essas percepções abrangem a relação
que esses trabalhadores fazem entre seu salário e seu tempo de trabalho, assim como as
práticas da administração da usina relativas ao pagamento desses salários. Dessa forma,
o autor apresenta as perspectivas diferenciais de artistas e profissionistas. Os primeiros
gozam de um salário-hora mais elevado, o qual atribuem às virtudes das suas “artes”.
Como operários mais qualificados, eles teriam direito a esse benefício que reconhece
seu “saber fazer”, podendo, aliás, “mostrar” os produtos do seu trabalho de forma
visível e concreta, dado que estão incorporados nas partes da fábrica. Diferentemente –
e apesar de eles também produzirem o “ouro branco” do usineiro –, os profissionistas
concebem seu próprio trabalho como uma simples prolongação das máquinas que
operam e vigiam: sem possuir nem a arte nem as características visíveis do fazer do
artista, participam de forma anônima no processo de produção. Apesar de se sentirem
exauridos pelas longas jornadas de trabalho próprias da moagem – de 12 horas ou mais
–, eles preferem cumprir esses longos horários antes que se defrontar com os ingressos
mais reduzidos da época do apontamento, baseados em jornadas de oito horas. Embora
sabendo os acumulativos e irreversíveis prejuízos que essas longas jornadas provocam
na sua saúde, eles percebem essas condições de trabalho como constitutivas a sua
própria categoria. A ânsia por um salário mais alto gira, então, em torno da maior
quantidade de horas que eles são capazes de cumprir, sem colocar, no entanto, a
possibilidade de um aumento do valor da hora de trabalho. A vivência e interiorização
dessas condições permite assim que os profissionistas se transformem em “contadores de
horas”: perante o “saber fazer” do artista, eles “fazem” horas de trabalho para garantir
sua subsistência. Por outro lado, eles agem conforme um “medo internalizado” que
sentem perante a ameaça do desemprego: os profissionistas percebem que a organização
de três turnos de oito horas permitiria que fossem contratadas mais pessoas durante a
moagem, e que mais tarde, durante a época do apontamento, um terço desses
profissionistas tivesse o mesmo destino que o dos serventes, isto é, seriam “cortados”
(demitidos) pela usina, para assim não ter que conservá-los de maneira “improdutiva”.
Leite Lopes mostra, então, como esse “fetichismo do salário por hora” – a noção opaca
de um pagamento que corresponderia ao trabalho pela totalidade das horas
trabalhadas, transformando as horas em unidade de medida do salário, e não de tempo,
fazendo do salário uma categoria independente dos operários – provém não somente
das condições de trabalho internas à usina, mas também da situação desse particular
mercado de trabalho – sujeito à administração que a usina faz da sazonalidade de sua
produção, e do caráter perecível de sua matéria-prima. Outras percepções dos
operários sobre o salário aparecem quando eles se referem às armadilhas da usina a
respeito de mudanças de categoria não registradas (que implicariam salários mais
altos), assim como às burlas na contabilidade e/ou pagamento das horas extras. Os
discursos operários sobre as concessões extramonetárias oferecidas pela usina
evidenciam a insuficiência daquilo que ganham, e o caráter compensatório – embora
também insuficiente – dessas concessões.
23 Se por um lado artistas e profissionistas parecem, às vezes, carregar o prazer da
responsabilidade atribuída e o orgulho pelo trabalho bem feito, por outro lado esses
operários carregam também seu cansaço e, perante seus baixos salários, um sentimento
de escancarada exploração. Porque esta se torna ainda mais evidente quando ambos os
grupos comparam seus escassos ingressos com aqueles dos empregados: além de
ganharem salários muito mais altos, estes não possuem arte nenhuma e, ainda por
cima, não fazem parte da produção do açúcar. Nem as concepções dos profissionistas
sobre o salário – como “fazedores de horas” – nem as dos artistas – com o “saber fazer”
da sua “arte” – conseguem explicar os altos salários dos empregados. Mas, se o
“fetichismo do salário” dos artistas serve para legitimar as hierarquias e os salários
diferenciais entre todos os operários, também serve para, através do “código da arte”,
evidenciar a ilegitimidade daqueles altos pagamentos. É graças à ideologia dos artistas
que os trabalhadores da fábrica encontram, então, um ponto de vista unificado para
ilegitimar a ordem social subjacente à usina, estabelecendo uma clara oposição: por um
lado, estão os próprios operários e seus “fazeres” dentro da produção; por outro lado,
está o “não fazer” dos empregados, assim como a injusta remuneração que eles recebem
por atividades improdutivas.
24 As dificuldades de reivindicação coletiva desses operários também estão condicionadas
pela situação do particular mercado de trabalho onde eles estão inseridos. Assim, no
Capítulo IV – O “mercado de trabalho” dos operários do açúcar: superpopulação e “cativeiro” –
Leite Lopes descreve e analisa os procedimentos e práticas relativos à venda da força de
trabalho desses operários. O autor apresenta então suas diferentes trajetórias sociais
em direção à usina, cuja grande maioria provém dos trabalhadores rurais dos engenhos.
Dado que as usinas se amparam nas flutuações sazonais da produção do açúcar para
absorver grandes contingentes de trabalhadores que, mais tarde, serão expulsos, elas
colocam, vivamente, a ameaça interiorizada do desemprego entre todos esses
trabalhadores. Assim, a superpopulação da parte agrícola da plantation se concentra em
torno da usina para, em um primeiro passo, entrar nela como serventes, mas, de todos
estes, só alguns conseguirão obter um lugar de trabalho como operários fixos. Nesse
caso, existe a possibilidade de eles receberem uma casa no bairro operário da usina,
compreendida como um privilégio outorgado aos trabalhadores permanentes; não
obstante, eles também sabem que a proximidade com seus lugares de trabalho facilita
os “chamados de emergência” da usina durante seu escasso tempo livre. Além de não
poderem fugir à coerção desses chamados – referindo-se a essas instâncias como um
“cativeiro” –, a usina também estabelece outros “cativeiros” para controlar a vida dos
seus operários: as possibilidades destes para trabalharem em usinas diferentes (ou em
outras atividades) também são administradas pelos empregados, imobilizando sua força
de trabalho através da moradia. Leite Lopes explica como, a partir da concessão de uma
casa (muitas vezes, acompanhada de um roçado), as condições materiais de existência
dos operários passam a depender absolutamente dessas concessões. Eles ficam
absolutamente ligados ao tecido desses “favores extramonetários”, e, pouco tempo
depois – e de forma gradual –, a fábrica de açúcar vai “tirando com uma mão o que deu
com a outra”: demonstrando quem é que manda dentro das usinas, os empregados vão
recortando gradualmente aqueles benefícios, sublinhando assim a situação despossuída
e absolutamente instável desses trabalhadores. Perante o medo internalizado de perder
tanto os “privilégios” obtidos quanto o próprio trabalho (este último implicando, aliás,
o desalojamento), a usina acaba condicionando qualquer tipo de reivindicação: a posse
de uma dessas casas não só os obriga a aceitarem qualquer tipo de diminuição em sua
subsistência, mas, principalmente, impede que eles possam sair à procura de outro
emprego melhor, imobilizando sua força de trabalho através dessa inescapável
dependência que liga, de maneira indissolúvel, a esfera do trabalho à esfera doméstica.
Isso permite que a usina explore mais facilmente os melhores anos úteis dos seus
operários, expulsando-os unicamente quando for conveniente pra ela. Esse controle da
reprodução dos seus trabalhadores tem repercussões imediatas no mercado de trabalho
dos operários do açúcar, sendo essa imobilidade outra das principais características
dessa grande indústria agrícola.
25 Por último, na Conclusão o autor recupera os pontos principais de cada capítulo
articulando os elementos destacados por sua leitura, profundamente política,
demonstrando como a resistência dos operários ainda luta contra o despotismo e a
ilegitimidade da ordem social da usina – a qual opera seu domínio valendo-se, entre
outras coisas, da administração das contradições que ela mesma provoca.
26 E este era o livro que eu devia traduzir. Como um todo, em nível lexical, o relato de
Leite Lopes parecia se mostrar de maneira “transparente”, isto é: eu, como leitora-
antropóloga cuja língua nativa é o espanhol, mas que domina o português, podia
afirmar que compreendia tudo o que estava lá escrito. Mas a tarefa de possibilitar essa
compreensão em outra língua era algo completamente diferente; aliás, ao longo do
processo de tradução essa suposta compreensão minha se revelou, certas vezes,
limitada. Ao mesmo tempo era consciente de que, para o público argentino, eu ia ser a
“primeira leitora” (Tavares de Lyra, 1998): a partir da minha própria leitura, eu iria
avaliar a futura recepção que eles teriam do Vapor, apresentando-lhes uma versão
diferente.
27 Houve uma particular condição de trabalho que, a meu ver, definiria toda uma maneira
de recorrer às palavras em outro idioma. Poder-se-ia dizer que uma das principais
características do trabalho de tradução é sua condição absolutamente solitária; de fato,
o “padroeiro” dos tradutores é São Jerônimo, aquele eremita que passou 30 anos da sua
vida fechado sozinho numa cela, traduzindo a Bíblia (Kalinowski, 2002/4). A solidão
aparece não somente como uma das condições que seriam próprias a esse trabalho, mas
também como requisito de uma boa tradução, isto é, como uma espécie de garantia de
concentração, de trabalho bem feito. Geralmente, o tradutor defronta-se com a unidade
de uma obra que, durante aquele processo de transformação linguística, muito
provavelmente constituir-se-á como sua única interlocução. O tradutor dialoga então
com esse primeiro texto original para, assim, criar o segundo; rapidamente, torna-se
uma espécie de “mediador” entre ambas as versões, mantendo, então, um diálogo entre
elas. Sem escapar à regra, a tradução do Vapor também reproduziu esse esquema de
funcionamento; entretanto, ao longo de todo o processo houve mais uma interlocução
fundamental, que permitiria deslocar o Vapor do quadro das condições supostamente
típicas desse trabalho intelectual: refiro-me à minha interlocução com o autor.
28 Quando começamos a falar sobre a tradução do Vapor, eu expliquei a Leite Lopes que eu
ia precisar me reunir com ele para discutirmos tudo aquilo que não estivesse
suficientemente claro; na época pensei, basicamente, nos dois grandes grupos de
problemas que – eu imaginava – a tradução iria levantar: as dúvidas em torno de
escolhas terminológicas, e os possíveis interrogantes acerca de formas de redação,
ambos os grupos com suas criações de sentido diferenciais. Estando ele no Rio de
Janeiro e eu em Coimbra (Portugal), as nossas futuras “reuniões” iam ser on-line, através
do programa Skype.
29 Assim que acabei uma primeira versão dos textos introdutórios do livro (Sumário,
Prefácio, Agradecimentos e Introdução), pedi ao autor uma reunião on-line, que seria a
primeira de muitas. Apresentando problemas que excediam questões terminológicas ou
gramaticais, cada capítulo precisou, na média, de umas oito horas de trabalho.
Chegamos a ter sessões de até quatro horas de duração, e, sem terminarmos de avaliar o
capítulo em questão, marcávamos mais uma conversa no dia seguinte ou durante a
semana, mas nunca muito longe uma da outra.
30 Apesar de eu própria ter proposto essa dinâmica de trabalho, nunca imaginei que fosse
adquirir esse ritmo e essa intensidade, imprimindo outro tipo de marcas no texto. A
presença permanente de Leite Lopes apontou uma diferença qualitativa fundamental ao
longo do esforçado processo, tão árduo quanto fascinante. O autor que eu estava
traduzindo “estava vivo” e falava comigo praticamente todas as semanas; em vez de ser
eu sozinha a me defrontar com escolhas de palavras, estruturas, significados e sentidos,
guiando-me através das minhas intuições e “sacando” algumas expressões pelo fato de
colocá-las em contexto, eu contava com a presença dele, não só para ser um ótimo
interlocutor dessas escolhas, mas também, e principalmente, para me introduzir no
coração da sua pesquisa, oferecendo-me outras informações que iam muito além
daquelas que tinham aparecido em sua versão escrita. Aquilo que o autor me
apresentava era “o” contexto, e eu o visitava com ele, meu informante nessa pesquisa.
31 As minhas experiências prévias como tradutora2 me ensinaram que não somente devia
dar a entender, através das palavras, os significados e o tom de certas vozes, mas que a
minha escrita também devia constituir e transmitir o “clima” dos contextos dessas
vozes. Tendo morado seis anos no Brasil, realizando meu mestrado e meu doutorado no
PPGAS-MN/UFRJ, e tendo sido aluna dos professores José Sergio Leite Lopes e Moacir
Palmeira, assim como da falecida professora Lygia Sigaud, a compreensão e o
conhecimento de contextos tais como o da produção intelectual brasileira da década de
1970, ou o cenário canavieiro pernambucano dessa época, tornavam-se, para mim, mais
acessíveis do que poderiam ser para a maioria dos futuros leitores argentinos. As aulas
que tive com cada um desses antropólogos tinham me aproximado de suas trajetórias
intelectuais, conhecendo dessa forma aquelas pesquisas pioneiras na área do Nordeste;
também soube dos particulares caminhos que adotaram os objetos de estudo de cada
um deles, assim como das referências que os influenciaram intelectualmente.
32 Por sua vez, esses conhecimentos se inseriam em um contexto muito mais abrangente,
e que apresentava diferenças radicalmente significativas em relação à Argentina:
refiro-me ao próprio mundo da cana-de-açúcar. Que o Brasil é atualmente o maior
produtor de açúcar do mundo é um dado mais ou menos generalizado, mas os leitores
argentinos mal conhecem a história dessa indústria (menos ainda no Nordeste), como
também desconhecem a presença e o peso dessa história no imaginário nacional, e seu
alcance em diferentes áreas da vida social. No Brasil, tanto a dinâmica daqueles
engenhos (instalados praticamente desde o começo da colônia) quanto a importância
econômica da indústria canavieira na história do país são dados de certo conhecimento
público, indissoluvelmente associados ao longo período da escravidão indígena e negra,
era difícil mesmo era colocar em palavras a fecunda complexidade de sua própria
análise. E, a meu ver, esta era uma qualidade compartilhada pelo Vapor.
35 A solução para tal dilema foi traçada junto com o autor, caso por caso. Algumas dessas
longas frases resultaram em duas, três e até quatro em espanhol; outras foram passíveis
de tradução, e puderam conservar sua integridade. Privilegiamos a compreensão dos
novos leitores em espanhol, mas, ao mesmo tempo, também quisemos conservar aquela
maneira de construir o universo social das usinas de açúcar, aquele clima de produção
original que contém, em seu tom quase militante, o espírito e a marca de uma época de
uma boa parte da produção acadêmica brasileira.
ela se refere àquele tempo de preparo da usina para a próxima moagem, quer dizer,
àquele período no qual se levavam a cabo os trabalhos de “mantenimiento”, com o
autor decidimos, então, que aqueles períodos haveriam de se chamar da mesma
maneira – “períodos de mantenimiento” –, e que só nestes últimos casos seriam
colocados em itálico.
46 O espaço físico da seção de fabricação tem, por sua vez, uma série de subseções que,
através das suas máquinas e funções, definem os nomes das “profissões” dos
profissionistas. Para conhecer, identificar e poder traduzir esses espaços e ocupações de
uma língua para outra, tive que procurar informação sobre a infraestrutura dos
“ingenios” argentinos e a organização do seu pessoal. Um primeiro passo foi procurar
informação via internet, orientando-me principalmente a partir das informações sobre
a maior dessas indústrias na Argentina,4 também solicitei ao autor o texto sobre a
produção açucareira nesse país, que ele próprio tinha utilizado no percurso de sua
pesquisa (Murmis; Waisman, 1969). As informações que ia encontrando resultavam
insuficientes, basicamente porque precisava de alguém que – como Leite Lopes naquela
época – conhecesse por dentro aquele “vapor” das usinas. Através de uma das editoras,
por um lado, e através de uma colega em Buenos Aires, por outro, 5 é que consegui
estabelecer contato com os engenheiros agrônomos argentinos citados no livro (Roca,
2011, p. 24), todos eles vinculados ao Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria
(INTA). Expliquei-lhes então, por e-mail, as dificuldades que surgiam no Vapor: a maior
parte das minhas dúvidas giravam em torno das palavras passíveis de serem traduzidas
para o espanhol, mas que não sabia se eram usadas, ou se faziam sentido, no contexto
dos “ingenios” argentinos; por outro lado, precisava lhes consultar a respeito de
algumas dinâmicas e/ou procedimentos característicos dos “ingenios”, para assim
confirmar algumas das minhas interpretações.
47 As comunicações via e-mail se transformaram, rapidamente, em uma série de ligações
telefônicas ou por Skype. Valendo-me de uma ilustração do processo produtivo da
cana-de-açúcar (encontrada no sítio web citado anteriormente, e que não mencionava
um único operário, como se a produção do açúcar se limitasse a uma participação de
máquinas), eu utilizava esse desenho para que Leite Lopes “colocasse os operários”
dentro dele, explicando-me suas funções; a partir dessas colocações e descrições, eu
falava depois com os engenheiros agrônomos para eles recolocarem aqueles
trabalhadores no contexto argentino de produção; por último, eu conferia essas novas
informações com o autor, para assim avaliarmos e decidirmos os termos definitivos.
Alguns dos nomes de certos ofícios contavam com termos equivalentes em espanhol:
era o caso de soldador (“soldador”), pintor (“pintor”), ferreiro (“herrero”) e torneiro
(“tornero”). Mas também havia todas aquelas ocupações cujos nomes em português
derivam da área de trabalho onde se desenvolvem. Dessa forma, os que trabalham na
manutenção das caldeiras são os caldereiros; os que cuidam da evaporação do caldo da
cana, evaporadores ou esquenta-caldo; os que fornecem a lenha para alimentar o fogo das
locomotivas, foguistas; os que tomam conta dos vagões do ferrocarril, guarda-freios ou
brequistas. Falando com os engenheiros agrônomos, no contexto dos “ingenios”
argentinos os operários que realizam essas ocupações recebem o nome de encarregados
(“encargados”) de tal ou qual seção; por exemplo, “encargado de las calderas”. Apesar
disso, com o autor decidimos adaptar as formas substantivadas utilizadas no Nordeste,
ficando então “calderero”, “evaporador”, “fueguista” e “guardafrenos”. Esses termos
expressavam com maior fidelidade as categorias nativas, e, por outro lado, a brevidade
de seus nomes (se comparados com “encargado de las calderas”, “encargado de las
turbinas”, etc.) permitiria oferecer uma leitura mais fluida.
48 O caso dos turbineiros apresentava um problema diferente. O termo turbinas quase não é
utilizado no contexto dos “ingenios” argentinos; em geral, são nomeadas como
“centrífugas”, e seus trabalhadores são os “encargados de las centrífugas”. Conforme o
procedimento anterior, devíamos chamá-los “centrifugueros”; entretanto e devido à
existência da palavra turbina em espanhol, preferimos conservar o termo original e a
ocupação dele derivada, “turbinero” (turbineiro). Com os serralheiros (“carpinteros
metálicos”) aconteceu algo similar. Segundo me informaram, no contexto das usinas
argentinas é raro encontrar operários sob essa nomeação; de acordo com suas tarefas,
são classificados mais especificamente como “herreros” (ferreiros), “torneros” (torneiros)
ou “soldadores” (soldadores). Não obstante, com o autor decidimos manter a clara
diferenciação utilizada nas usinas do Nordeste, e considerar a cada um desses ofícios de
forma separada. Sob o mesmo critério, também adaptei para o espanhol o nome
daquele operário que cozinha o açúcar: diferenciando-o de um cozinheiro comum, os
operários chamam-lhe cozinhador, termo inventado que não existe em português. A
proximidade dos termos cozinheiro e “cocinero” entre ambas as línguas me permitiu
realizar o mesmo jogo de palavras, e inventar também “cocinador” em espanhol.
49 Há, no entanto, um aspecto da dinâmica da tradução que pode resultar obscurecido:
não se trata de palavras que estiveram à procura do seu “equivalente” e que, uma vez
identificado, sumiram do cenário de diálogo entre elas. Pelo contrário, ao longo de todo
o processo de tradução, palavras e línguas comunicaram-se coisas constantemente, e os
capítulos do Vapor levaram muito tempo até ganhar sua forma final. O próprio
desenvolvimento da etnografia me obrigou a aceitar o caráter transitório de certas
“soluções” terminológicas que, apesar de não terem sido definitivas, levaram-me
entretanto a melhores aproximações.
50 Houve um caso que parece acompanhar bastante bem essa dinâmica. Fora do mundo
das usinas, o significado mais geral do termo ferragem é similar àquele do seu próximo
espanhol, “herraje”. Mas, de forma genérica, os operários se referem à categoria
ferragens para nomear o conjunto total da estrutura da fábrica da usina, isto é: as
máquinas, as ferramentas de trabalho, os prédios cobertos (com suas armações,
escadas, corredores, colunas, níveis, tetos metálicos e o resto das instalações). Depois de
muitas dúvidas, e de ter deixado o termo “de molho” até encontrar uma solução, esta
pareceu chegar: traduziria ferragens pela gíria argentina “chatarras”. Essa palavra
passava muito bem a ideia de um conglomerado de ferros, de estruturas frias e barulhos
metálicos ensurdecedores. No entanto, quando já estava quase chegando ao final do
livro, apareceu mais uma vez o termo ferragem e, para minha surpresa, aquele
pequeníssimo contexto me fez rever os usos dessa palavra na tradução inteira: o autor
fazia referência a um operário que “… observando minha dentição e comparando com a
dele, exclamou: ‘Mas a sua ferragem é completa!’” (Leite Lopes, 1978, p. 204). Foi então
que percebi que, na gíria argentina, “chatarra” tem também uma conotação de “ferro
velho”, e se aquele operário estava fazendo semelhante comparação, não era para se
referir aos “ferros velhos” da boca do jovem autor: era exatamente o contrário, e ele
estava se referindo à solidez da sua “máquina de moer”… Decidi-me então pela palavra
“fierros”: além de condensar os sentidos anteriores, os argentinos costumam chamar de
“fierros” os carros bons, transmitindo também uma ideia de potência e de estrutura
sólida, forte, poderosa.
51 Vários desses termos traduzidos precisaram de algumas explicações sob a forma “N. da
T.”. Foi o caso, por exemplo, do termo investigação, o qual conta com um equivalente em
espanhol (“investigación”). Sob essa categoria, os trabalhadores se referem
recorrentemente ao controle exercido sobre eles pelos representantes da hierarquia da
usina, observando de perto seu desempenho no trabalho. Poderia ter sido traduzida
como “controle” e/ou “vigilância”; entretanto, essas duas últimas palavras aparecem ao
longo do texto com outras funções, distintas dessa rotina disciplinária específica da
usina – disciplina que, aliás, é nomeada pelos operários como investigação, razão pela
qual conservamos o termo original. Também foi necessário esclarecer as características
da carteira assinada: era necessário estabelecer os pontos de contato com a “libreta de
trabajo” utilizada somente em alguns âmbitos laborais da Argentina, mas marcando, ao
mesmo tempo, o contexto histórico e as especificidades desse documento pessoal
obrigatório no Brasil.
52 Palavras como carrancismo ou expressões tais como bom carreiro aparecem idênticas na
versão argentina, explicando seus significados e usos através das “N. da T.”. O
substantivo obsolescência, inexistente em espanhol, podia ser compreendido a partir do
adjetivo comum às duas línguas, obsoleto; quis que aquele substantivo aparecesse em
português, mas foi necessário esclarecer essa derivação. Expressões e termos tais como
ABC paulista, contos de réis, feijão, morro e manguezal ficaram propositadamente sem
tradução, explicando seus (brasileiríssimos) significados em outras “N. da T.”.
53 Um caso diferente (e até engraçado) foi o da palavra rede, mencionada por um operário
no contexto de uma entrevista. Os argentinos chamam-na “hamaca paraguaya”.
Enquanto na vida cotidiana de muitos brasileiros a rede é quase uma extensão da
pessoa, acompanhando-a onde for, na Argentina aparece como um objeto alheio e
exótico, sendo necessário se remeter a outro país para nomeá-la. Não achei nada
conveniente colocar a expressão “hamaca paraguaya” na boca de um operário do
Nordeste, e, portanto, o termo ficou em português.
54 Para o final do livro, o autor faz um jogo de palavras entre o “vapor do diabo” e o título
do filme A classe operária vai ao Paraíso (Elio Petri, Itália, 1971): passando ao leitor a ideia
de que a resistência dos trabalhadores luta permanentemente contra o despotismo da
usina, Leite Lopes acaba dizendo que, sob esse domínio, “a classe operária vai para o
inferno”. Na versão original, esse trocadilho não está explicitado: o filme era de 1971,
tinha tido um grande sucesso e, portanto, não era necessário oferecer maiores
esclarecimentos em torno da muito oportuna associação. Com o passar do tempo, esse
filme se tornou famoso – quase que um clássico do cinema italiano –, mas como peça de
culto para um público restringido. Muitos dos futuros leitores do Vapor iam ser alunos
de graduação da carreira de antropologia – isto é, moços e moças entre 20 e 25 anos –, e
o jogo de palavras realizado 40 anos atrás podia não ser tão evidente para essas novas
gerações. Aliás, seria necessário esclarecê-lo devido a um segundo risco: sem a
referência do filme, a proximidade das expressões “vapor do diabo” com “inferno”
podia gerar equívocos e transmitir ideias muito distantes daquelas que o autor queria
efetivamente passar. Imprimindo uma clara marca de temporalidade em relação à
edição original, uma “N. da T.” esclarece aquele jogo de palavras.
55 Um caso diferente foi o dos versos recitados pelo operário foguista-repentista Zé Izidro.
Algumas vezes, consegui traduzir de alguma forma mais ou menos similar o conteúdo
desses versos tão especiais, mas houve outros que decidi deixar em português; sem
tirar-lhes a musicalidade original, junto com esses versos repletos de gírias optei por
descrever aos leitores argentinos a ironia daquele repentista. Esse tipo de conflito
apareceu com as entrevistas em geral: traduzi-las significava prescindir daquela
especial sonoridade da linguagem falada, apagar as marcas de certas ênfases, limitar
algumas efervescências e emoções, cortar determinados ritmos narrativos. Na tarefa de
encontrar palavras (quase que) “performativas”, capazes de realizar a singularidade das
experiências relatadas pelos operários, a ajuda do autor foi fundamental: ele me situava
no próprio contexto da entrevista, recriando esse clima para que eu o recuperasse nas
palavras.
56 Em outro nível, estavam também as expressões idiomáticas em português. Organizando
as experiências desses atores sociais, elas funcionavam como uma unidade, e
demandavam esse mesmo grau de solidez. A expressão utilizada pelos profesionistas para
valorizar o lugar de suas tarefas, “hacer servicio” (fazer serviço) não existe em espanhol.
O verbo fazer é um empréstimo que eles tomam dos artistas, aqueles que efetivamente
fazem peças mecânicas e/ou consertos visíveis, detendo o poder do saber fazer dentro
das usinas. Enquanto os artistas sabem “hacer piezas”, os profesionistas reivindicam seu
“hacer servicio” ou seu “hacer horas”. As expressões “tener conocimiento” (ter
conhecimento), “tener entendimiento” (ter entendimento) ou “tener juicio” (ter juízo)
também apareciam no jogo de valores do “saber hacer” peças e/ou operar as máquinas
da fábrica, indicando, ao mesmo tempo, uma série de normas de socialização no
trabalho fabril. Como explico na NTI, essa ênfase no verbo ter apontava, implicitamente,
um não ter, destacando o conflito cotidiano e permanente daqueles – despossuídos –
operários do açúcar.
57 A tradução do Vapor também requereu novos espaços dentro do livro. Com o autor
acrescentamos um Glossário para aqueles termos que iam ser alheios às experiências e
conhecimentos do público argentino (embora também tenhamos colocado lá siglas de
leis e instituições, contextualizando-as historicamente e descrevendo algumas das suas
características). Um caso engraçado foi a expressão casa-grande: apesar de aparecer com
a maior das transparências, sendo idêntica em espanhol, sabemos que ela está muito
longe de querer significar, simplesmente, “uma casa de grande tamanho”; por outro
lado, tampouco podíamos nos apoiar na ideia de que os futuros leitores argentinos do
Vapor quiçá conhecessem essa expressão através da obra de Gilberto Freyre. Portanto,
essa (brasileiríssima) locução devia fazer parte do Glossário. Por iniciativa do autor,
elaboramos também um Índice remissivo (“Índice temático y de autores”), entendendo
que essa ferramenta de trabalho permite gerar uma comunicação mais interativa entre
as diferentes partes do livro.
58 Na tarefa de inventariar, classificar e explicar todo esse vocabulário, tanto o autor
quanto eu sentíamos uma profunda satisfação: estávamos enriquecendo a edição em
espanhol, aproximando os leitores à precisão dessas referências. No empenho dessa
tarefa, abriam-se outros contextos e quadros interpretativos, que permitiam integrar
melhor a diversidade de dados presentes na etnografia; percebíamos o valor desses
acréscimos, e nos sentíamos muito bem gerindo esses procedimentos. Yvette Delsaut
(2005b) comenta que Bourdieu sempre revisava e aumentava as novas edições das suas
obras; nunca eram iguais, sempre havia algo para corrigir e melhorar. Continuando
com a “tradição bourdieusiana” do livro, acho que tanto o autor quanto eu fomos pelo
mesmo caminho, tentando melhorar progressivamente a qualidade do Vapor.
59 Uma tradução é, sem dúvida, uma autêntica criação intelectual, mas que está
absolutamente baseada em outra criação intelectual prévia – a obra original –, a partir
da qual se realizam constantes escolhas. A tarefa de traduzir é inseparável da ação de
escolher. Se eu não tivesse traduzido a expressão fazer serviço como “hacer servicio”, os
leitores argentinos não iam entender a “lógica do fazer” dos profissionistas. E se eu
tivesse deixado de explicar o porquê dessa locução errada em espanhol, os leitores
poderiam pensar, simplesmente, que eu escrevo mal. Eu devia justificar a opção por tal
ou qual escolha dentro dos parâmetros gramaticais da língua espanhola, não só para
não correr o risco de ser mal compreendida, mas também para dar conta da minha
“intimidade” e ligação com o texto original (Spivak, 1992, p. 181).
60 Além da minha própria responsabilidade de fazer escolhas, estava, também, a
responsabilidade de explicar ao leitor o porquê delas, e a de facilitar a sua identificação,
deixando nítidas marcas do meu trabalho como tradutora. Essa posição ao longo do
texto estabeleceria tanto um lugar diferente quanto uma clara distância entre os
tradutores de etnografia e os de ficção literária. Estes últimos tentam evitar a
“presença” do tradutor, apagando qualquer rasto de intervenção para, assim, criar uma
intimidade entre autor e leitor, sem mediações,6 trata-se de manter a ilusão de uma
comunicação imediata – e exclusiva – entre autor e leitor. Encontramos o ideal dessa
metodologia na Bíblia: originalmente, ela não devia possuir nenhuma das marcas dos
seus tradutores, garantindo assim a privacidade do contato direto com “o divino”
(Tavares de Lyra, 1998, p. 76).
61 No entanto, os procedimentos da tradução do Vapor enveredaram por um caminho
muito diferente. Eu estava traduzindo não só um produto de conhecimento, mas
também uma atividade de representação cultural publicada por Leite Lopes 35 anos
antes. A tradução do Vapor me levava, necessariamente, a uma reflexão sobre essa
representação, e, nessa tarefa, o autor era meu “informante”. Dado que muitas das
opções e soluções foram decididas junto com ele, interpretamos que seria bom que o
leitor estivesse ciente desse trabalho conjunto. Além de questões terminológicas ou
gramaticais, atrás dessas formas estavam os seus usos, o emprego cotidiano que os
operários faziam com elas. A procura dos termos que pudessem cumprir a função dos
originais implicou diferentes instâncias de pesquisa, e, sumamente localizados, na
precisão dos seus significados encontrava-se a definição do próprio sentido da
etnografia. Essa definição era atualizada por mim, mas sempre com a ajuda do autor.
Por isso, diferentemente da posição dos tradutores de ficção literária (que optam por
desaparecer da interação e intimidade com a narrativa), a minha presença no texto,
junto com as marcas de assessoramento do autor, pretendiam pelo contrário explicitar
uma “tradução antropológica” que garantia a qualidade reflexiva investida no
desvelamento dessas traduções culturais. Longe de ter se tratado de uma tarefa de
ordem técnica, realizada por um “funcionário-tradutor” no âmbito de um corpo
editorial (cumprindo um encargo pontual da empresa, tendo o livro original como
único interlocutor, e respondendo a tempos de trabalho e datas de entrega marcadas), 7
essa tradução do Vapor era realizada por uma antropóloga ex-aluna do autor,
conhecedora do seu trabalho, em contato permanente com ele, e com prazos que foram
se esticando em função das demandas exigidas pela própria tradução. Resumindo: não
era uma tradução habitual, o que justificava deixar de lado certos aspectos normativos
publicar o Vapor como livro, mas não houve recursos para financiar a tradução para o
inglês. Em 1982, Leite Lopes deu uma palestra de abertura na “1ª Conferência Nacional
dos Trabalhadores da Indústria do Açúcar”, no Departamento Intersindical de Estudos
Estatísticos e Sócio-Econômicos (Dieese): sob o sugestivo título “Açúcar amargo”; essa
palestra foi publicada em 1985 pela revista Ciência Hoje (Leite Lopes, 1985) (e, em 1992,
também no México10). O retorno mais significativo dessa etnografia talvez tenha sido a
publicação do livro Usina Catende: para além dos vapores do diabo (Melo Neto; Lima, 2010):
nele se relatam as experiências de dirigentes, assessores e representantes da parte
agrícola e industrial da Cooperativa Catende Harmonia, uma usina ocupada por seus
trabalhadores como resultado de uma greve em 1995. O autor tinha visitado essa usina
em 2006, conhecendo pessoalmente os protagonistas dessa fábrica de açúcar
recuperada; quatro anos mais tarde, os organizadores do livro tomaram como
referência não só o título do Vapor, mas também seus conteúdos, afirmando que
naquela usina-cooperativa “o trabalho não é um inferno e o diabo não mais existe”
(Leite Lopes, 1978, p. 8); cabe lembrar, aliás, que a Usina Catende tinha sido o lugar do
“vapor do diabo” que deu título ao livro. Usando a expressão cunhada por Arjun
Appadurai (1986), toda essa circulação valorizada, todos esses dados biográficos da
“vida social” do Vapor teriam definido a relação atual do autor com sua própria obra, e,
inescapavelmente, o processo de tradução também teria estado acompanhado por essas
ressignificações.
66 Por minha vez, era consciente de que eu própria estava traçando mais uma nova etapa
na vida social dessa etnografia. E não era através de um mero envolvimento técnico,
mas também emocional, antropológico e político: eu “entrei” nas usinas através dos
relatos do autor; me aprofundei nas maneiras de falar de tal ou qual informante,
conhecendo seus nomes verdadeiros e obtendo outras informações sobre eles, que não
estavam no livro; tive acesso aos bastidores daquela pesquisa, às anedotas do autor, à
sua maneira de lembrar e avaliar uma pesquisa desenvolvida quase 40 anos antes.
Nesses envolvimentos todos, trabalhei com palavras: palavras que permitissem
constituir e manifestar ideias e conceitos ao longo de uma etnografia. Mas, longe de
querer estabelecer aqui fundamentos teóricos para uma demonstração, este trabalho,
como disse no começo, é só uma descrição etnográfica do processo particular de
tradução do Vapor para o espanhol. Segundo o antropólogo Ruy Duarte de Carvalho
(2009, p. 45), “[…] jamais haverá obra bem escrita se ela não for bem lida”. Mas eu
acrescentaria: para ser bem lida, ela precisa ser bem traduzida.
BIBLIOGRAFIA
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SPIVAK, G. C. The politics of translation. In: BARRETT, M.; PHILLIPS, A. (Ed.). Destabilizing theory:
contemporary feminist debates. Cambridge: Cambridge Polity Press, 1992. p. 177-200.
NOTAS
1. Segundo James Clifford (1995, p. 43), devido à necessidade de “traduzir a experiência sob uma
forma textual”, qualquer etnografia está “desde o começo até o fim, capturada nas redes da
escrita”.
2. As referências a anteriores trabalhos por mim traduzidos podem ser consultadas no meu
currículo Lattes (http://lattes.cnpq.br/1365798325660078). Concordo com o apontado por
Kalinowski (2002/4, p. 49) quando afirma que a experiência de um tradutor não tem a ver com a
quantidade de obras traduzidas; de fato, o Vapor me colocaria outros desafios, para os quais não
tinha experiência nenhuma.
3. Com as obras Menino de engenho (1932), Doidinho (1933), Banguê (1934), O moleque Ricardo (1935) e
Usina (1936).
4. Refiro-me ao Ingenio Ledesma (http://www.ledesma.com.ar/).
5. Respectivamente, Julia Soul e Marina Guastavino; agradeço a ambas a gentileza de ter me
facilitado esses contatos.
6. Refletindo sobre o papel das notas de tradutor dentro dos textos de ficção literária, Regina
Maria de Oliveira Tavares de Lyra (1998, p. 81) argumenta que “o bom senso indica que ela [a nota
do tradutor] deverá ser concisa, de modo a afastar o leitor o mínimo possível da leitura do texto
principal, objetiva e principalmente destinada a informar ao leitor sobre o texto e não sobre os
conhecimentos do tradutor, ou seu esforço de pesquisa”.
7. Veja-se Kalinowski (2002/4), chamando a atenção para as “fábricas” de tradutores no mercado
editorial francês e suas condições de trabalho, puramente técnicas.
8. Entre elas, Hindouisme et bouddhisme (2003), Sociologie de la religion (2006) e L’éthique protestante et
l’esprit du capitalisme (2008), publicadas pela editora Flammarion.
9. Também estão os equívocos criados pelo estatuto confuso do tradutor como trabalhador; veja-
se Kalinowski, (2002/4).
10. Ver Leite Lopes (1992).
RESUMOS
Este artigo apresenta uma descrição do processo de tradução, realizada por uma antropóloga, da
etnografia O Vapor do Diabo: o trabalho dos operários do açúcar, de José Sergio Leite Lopes
(1976). Sublinhando-se o trabalho de pesquisa requerido para esta tradução particular, e a
participação do autor nesse processo, expõem-se os procedimentos, decisões e intervenções
adotados, sugerindo-se a conveniência das etnografias serem traduzidas por antropólogos.
This text is about the process of translation. The text is an anthropology text and the translator
is an anthropologist. The ethnography O Vapor do Diabo: o trabalho dos operários do açúcar (The
Devil’s Steam: work in a sugar factory) was written by José Sergio Leite Lopes in 1976. The
research required to undertake this particular translation is underlined and the author’s
participation in this process is made central. By describing key decisions in the process it is
argued that ethnographies should be translated by anthropologists.
ÍNDICE
Keywords: author, ethnography, translation, translator
Palavras-chave: autor, etnografia, tradução, tradutor
AUTOR
ANDREA ROCA
Museu Nacional/Universidade Federal do Rio de Janeiro – Brasil
Pesquisadora do Laboratório de Pesquisas em Etnicidade, Cultura e Desenvolvimento (Laced)
Introdução
1 Esta entrevista com Moacir Palmeira foi editada a partir de um depoimento em uma
sessão do curso “Etnografias em situação de dominação social”, ministrado por mim no
primeiro semestre de 2012 no Programa de Pós-Graduação em Antropologia Social do
Museu Nacional da Universidade Federal do Rio de Janeiro (PPGAS-MN/UFRJ). No dia 17
de maio de 2012 Moacir Palmeira, Beatriz Heredia e eu demos um depoimento para uma
turma de estudantes de pós-graduação sobre nossa participação nos projetos de
pesquisa relativos à plantation canavieira no Nordeste, e seus desdobramentos. Aqui foi
mantido o depoimento de Moacir Palmeira para efeitos desta edição.
2 A entrevista-depoimento abrange as pesquisas iniciais de Moacir Palmeira partindo do
projeto sobre os processos de transformação social da plantation canavieira na Zona da
Mata de Pernambuco e chegando aos desdobramentos realizados através do projeto
“Emprego e mudança social do Nordeste” que continuaram tendo efeitos muitos anos
após o seu término. Coordenador das pesquisas coletivas que tiveram lugar durante
esses projetos, as dissertações e teses que dali resultaram produziram efeitos
inovadores em várias frentes do campo antropológico e das ciências sociais.
3 Em particular, a consideração desta linha de pesquisa e seus desenvolvimentos ao longo
do tempo trouxe contribuições nos últimos anos para a área do que chamamos
“antropologia do trabalho” em alguns GTs da Associação Brasileira de antropologia
(ABA) e da Reunião de Antropologia do Mercosul (RAM) que têm atraído trabalhos de
várias partes do sistema universitário de pós-graduação em ciências sociais, e que têm
também expressado, em particular, uma colaboração entre as linhas de pesquisa sobre
trabalho e cidade existentes no Programa de Pós-Graduação em Antropologia Social da
Universidade Federal do Rio Grande do Sul (PPGAS-UFRGS), no interior do Banco de
Imagens e Efeitos Visuais (Biev), bem como no PPGAS-MN/UFRJ, colaboração esta que
também se corporifica neste número de Horizontes Antropológicos. De fato, o
ressurgimento dessa temática se dá num período de fortes transformações econômicas
e sociais fazendo dispersar as configurações sociais que envolviam os trabalhadores e
suas famílias: a reunião de novos estudos sob o recorte do trabalho e seus efeitos sobre
a constituição da sociabilidade pode ser interessante para o mapeamento de mudanças
e permanências. Tais transformações nos levaram a procurar desconstruir e
dessubstancializar categorias tão carregadas de significados, como as de “classe
trabalhadora”, através da análise da sua construção social, histórica e intelectual,
dando-se importância também à análise dos mediadores associados àquelas classes. Por
outro lado o próprio obscurecimento das faces públicas dos trabalhadores, através de
renomeações e reclassificações nas empresas que procuram atingir suas anteriores
identidades, pode ser um estímulo adicional para essa reunião de estudos em
andamento. De certa forma o trabalho pode ser visto, assim, de forma mais ampla,
desde as fronteiras da informalidade urbana até novas formas de profissionalização de
atividades anteriormente vistas como de “lazer”. As relações entre família e trabalho
podem se constituir em outro eixo de reunião de resultados de pesquisa; assim como a
relação com o “lazer”, que vai desde o trabalho subsidiário ou a bricolagem e o trabalho
doméstico até atividades religiosas, esportivas ou de cultura popular. Assim como da
relação do trabalho com a educação ou com a relativamente nova temática do meio
ambiente, do risco industrial e da saúde do trabalhador. Além disso, as transformações
na agricultura e a teia social que se arma por baixo do agronegócio levam os estudiosos
do campesinato a se reaproximarem da temática do trabalho e a trocarem experiências
com pesquisadores de outros setores econômicos e sociais. E a marca do trabalho na
paisagem e na memória social nas grandes cidades, antes mais direta, apresenta novas
características que vêm sendo estudadas.
4 Parece-me que a recuperação da experiência de pesquisa que Moacir Palmeira
promoveu desde o início dos anos 1970 é sugestivamente inspiradora dessa retomada
de novos estudos. A entrevista a seguir procura dar elementos para contextualizar tal
experiência. O universo da plantation açucareira, com sua dinâmica envolvendo
trabalho e instabilidade do trabalho; dominação pessoal e idealização do passado;
imobilização da força de trabalho e novas mobilidades; barracão e feira; produção e
mercado; família e terra de trabalho; migração sazonal, migração de longa distância e
volta à origem e acesso ao roçado; direitos e conflitos, é um universo de transformações
paradigmático dessa imersão do trabalho na teia da vida social. Também sua extensão
posterior, por meio de projetos maiores envolvendo áreas mais amplas do Nordeste, do
Norte e das grandes cidades, estenderam espacialmente os estudos iniciados na área da
plantation. Depois, em período mais recente não coberto pelo presente depoimento,
Moacir Palmeira e Beatriz Heredia promoveram pesquisas sobre a chamada
antropologia da política, com ênfase na etnografia das concepções nativas da política
em populações rurais e urbanas. E voltaram ao universo do trabalho pela via do estudo
dos assentamentos rurais, por um lado, e pelo estudo da sociedade que subjaz ao
agronegócio, por outro.
5 É a experiência inicial dessa trajetória e sua contextualização que esta entrevista-
depoimento nos traz.
6 Esta entrevista contou, para a sua edição, com a colaboração de Anelise Gutterres,
doutoranda do PPGAS-UFRGS.
Entrevista
7 Antes de o gravador ser ligado, sugeri que Moacir Palmeira iniciasse seu relato desde o
contexto de seu contato inicial com as ciências sociais no curso de graduação da Escola
de Sociologia e Política da PUC-RJ, onde tinha por colegas de turma, entre outros,
Otávio Velho e Luiz Antonio Machado da Silva.
8 Moacir Palmeira: Nós vínhamos da Escola de Sociologia e Política da PUC-RJ, do curso
de sociologia de lá. Para mim e alguns colegas meus, isso foi intercalado com um curso
na Bahia, na época um curso de especialização de ciências sociais dirigido pelo Thales
de Azevedo, e que devia ser uma experiência de vanguarda. Na época a Cepal, Comissão
Econômica para a América Latina, estava dando curso de economia, no Chile, e, depois,
começou a implementá-lo, junto com a Sudene [Superintendência do Desenvolvimento
do Nordeste], no Brasil. Tratava-se de tentar fazer nas ciências humanas e sociais o que
vinha sendo feito pela Cepal e Sudene. Na época Celso Furtado e Oswaldo Sunkel
queriam renovar os cursos de especialização para a economia. Os cursos na
universidade tinham predominância dos neoclássicos e não serviam para os
desenvolvimentistas. E no curso de ciências sociais a ideia era fugir dos moldes
tradicionais.
9 Para vocês terem uma ideia eu entrei na PUC-RJ e eu tive no meu primeiro ano 12
matérias, tinha tudo o que se possa imaginar. Já nesse período de faculdade havia as
lutas políticas, o movimento estudantil. Tínhamos interesse, na época, na militância
estudantil, essa coisa toda, e o acompanhamento da situação nacional. Todo esse grupo
que hoje está aí, o Otávio Velho foi meu colega, o Luiz Antônio Machado da Silva foi
meu colega de curso, depois outros, de outras turmas, um pouco acima, um pouco
abaixo. A Lygia Sigaud (também professora do Museu) estava fazendo o primeiro ano,
enquanto eu, Otávio, Machado, estávamos fazendo o último ano da faculdade, e uma
série de pessoas.1 Então havia, digamos, de um lado a preocupação teórica, marcada
pela teoria marxista, e por outro lado uma atitude dessa nossa turma, que logo no inicio
da escola assumiu muito a postura profissionalizante. Tanto que nós pressionamos a
direção (e tivemos sucesso) da Escola de Sociologia a adotar o sistema de créditos, para
liquidar com essa historia de 12 cursos. Éramos desde o início muito ligados a essa ideia
da pesquisa científica, preocupados em saber como iríamos casar a pesquisa empírica
com as grandes elaborações teóricas do marxismo e de outras teorias, falando assim
grosseiramente para não perder tempo.
10 Logo nos primeiros anos da Escola de Sociologia e Política partimos para o trabalho de
campo, para uma pesquisa sobre o retorno de migrantes nordestinos para os seus locais
de origem, pesquisa do padre Fernando Bastos de Ávila. Ficamos um mês, Sergio Lemos,
que tinha uma liderança intelectual sobre o grupo, Otávio Velho, Machado da Silva,
Francisco Paiva Chaves e eu, rodando pelo interior de Alagoas. Foi uma experiência
muito interessante.
11 Esse interesse pela pesquisa nos levou a trabalhar em várias outras pesquisas quando
voltamos ao Rio de Janeiro, depois dessa primeira viagem a campo.
12 Para ganhar experiência aplicamos os questionários do Ibope [Instituto Brasileiro de
Opinião Pública e Estatística]. Por outro lado, fizemos pesquisas aqui em várias favelas
do Rio com Gláucio Ary Dillon Soares e Geraldo Semenzato (Guararapes, no Cosme
Velho, Rocinha, Praia do Pinto, Parque Proletário da Gávea). Gláucio, que estava
voltando dos EUA onde tinha trabalhado com Seymour Lipset, era tido como
empiricista. Mas ele foi realmente decisivo para nós; muito disciplinado, dava
seminários à noite nas nossas casas, na casa de um, na casa de outro, nós aprendemos
com ele técnicas avançadas e métodos quantitativos e coisas dessa ordem. E o Geraldo
Semenzato, que tinha acabado de deixar a direção da Revista de Sociologia ligada à Escola
de Sociologia e Política de São Paulo e que entre outras coisas tinha sido assistente do
Alceu Maynard Araújo naquela pesquisa do Donald Pierson, sobre o Vale do São
Francisco.
13 Foi Semenzato quem nos motivou para o curso de treinamento básico em ciências
sociais na Bahia. Sergio Lemos, Otávio, Machado e eu fizemos o concurso de seleção e
passamos todos, embora Otávio tenha preferido ficar no Rio. O curso era uma espécie de
mestrado concentrado, mas como eles não conseguiram gente já formada, abriram para
quem estava fazendo a graduação. Ficamos então entre julho de 1962 e julho de 1963 em
Salvador, vindo ao Rio fazer as provas em segunda chamada na PUC-RJ. O curso na
Bahia exigia dedicação plena, das oito da manhã às seis da tarde. No final do curso
tínhamos que apresentar uma monografia. Escrevi a monografia “Banditismo político e
estrutura social”, sobre banditismo político no Nordeste, em Alagoas. Eu não entendia
por que as Ligas Camponesas nunca haviam entrado em Alagoas. As Ligas tinham se
espalhado pelo Nordeste todo. Em Pernambuco, na Paraíba eram fortíssimas, na Bahia e
Sergipe já estavam começando. No meu estado [Moacir é originário de Alagoas] a
violência política a serviço de chefes políticos então era regra. Na base desse trabalho
havia portanto uma preocupação com o movimento camponês.2
14 Na Bahia nós tivemos oportunidade também de fazer trabalho de campo. Participamos
de uma pesquisa para o Cida, Comitê Interamericano de Desenvolvimento Agrícola, e
eles faziam estudos de comunidade em vários países; no Brasil acho que foram feitos 11
estudos, e na Bahia ia se estudar a área do cacau e o Recôncavo Baiano. No Recôncavo
ainda estava começando a ser instalado o polo de Camaçari, que virou um dos grandes
centros industriais do país. Então eu fui para essa área de Camaçari. Ficamos cerca de
um mês em campo, seguimos lá dormindo na casa de um camponês, eu e o Machado. O
Sergio Lemos foi para o sul, para o cacau com o Semezato, e nós fomos com a Maria
Brandão para Camaçari.
15 De volta ao Rio, depois vivíamos aí pegando bicos, para trabalhar em pesquisas que
duravam três, quatro meses, com o Candido Mendes. Ele tinha sido nosso professor, e
foi importante para nós. Participamos de uma pesquisa sobre a mão de obra na
indústria química. Mas, sobretudo no caso meu e do Otávio, lá no Centro
Latinoamericano de Pesquisas em Ciências Sociais (Clapcs), instituição que fazia parte
de um trio com a Flacso do Chile, a Faculdade Latino-Americana de Ciências Sociais, e
com o Conselho Latino Americano de Ciências Sociais, em Buenos Aires… ensino no
Chile, pesquisa aqui e coordenação em Buenos Aires. Que era um acordo da Unesco
[Organização das Nações Unidas para a Educação, a Ciência e a Cultura] com os
governos latino-americanos. Era o Manuel Diégues Junior que dirigia o Clapcs (depois
do mandato de Luiz Costa Pinto). Diegues foi nosso professor na PUC-RJ, então, nós
começamos a trabalhar em pesquisa naquele centro.
16 E no Centro Latino-Americano apareceu um convite para participar de um projeto de
pesquisa no exterior. Aí nos candidatamos eu e o Otávio Velho, assim como Rosa Maria
Ribeiro da Silva, que era também colega de faculdade, e com quem depois eu fui casado,
e daí ganhamos essas bolsas. O Otávio preferiu não ir.
17 Na mesma época estávamos tentando ir para a Flacso, no Chile; passamos, mas eu optei
pela França, para fazer uma pesquisa. Não queria ficar mais de um ano fora em hipótese
alguma porque estava ligado nas coisas políticas daqui. E lá, no primeiro contato que
tive com a figura que depois foi ser meu orientador [François Bourricaud], constatei
que ele nada sabia disso: “que pesquisa?”. Era uma pesquisa inexistente. Eu falei com o
Pierre Monbeig que era o presidente do Instituto da América Latina [da Universidade de
Paris]. Ele pediu desculpas e disse que não havia a linha de pesquisa anunciada, o
projeto não tinha sido implementado.
18 O Pierre Monbeig, que era uma figura realmente extraordinária – eu me arrependo de
não ter aproveitado mais a convivência com ele – insistiu para que eu fizesse o
doutorado. Era um período longo, de modo que, enquanto decidia eu preferi ficar
fazendo seminários – na École Pratique des Hautes Études e no próprio Instituto da
América Latina – até decidir me inscrever para o doutorado. Bom, o projeto que eu
tinha apresentado, “Implicações políticas do desenvolvimento do capitalismo no
campo”, estava de acordo com as preocupações da época. Havia uma grande discussão
em torno disso, e tentei começar a trabalhar o tema, através de um trabalho sobre as
condições emergentes da vida camponesa. Acontece que uma colega, Aspásia Camargo,
tinha também uma pesquisa nessa direção e estava mais adiantada, já tinha feito
entrevistas com lideranças que haviam atuado no movimento camponês e que estavam
no exílio, no exterior. Preferi então tentar dar conta do debate em torno da natureza
das relações sociais no campo no Brasil desde o período colonial; sobre as relações
feudais, semifeudais, escravistas, capitalistas, que teriam existido ou continuariam
existindo no Brasil. Então eu comecei a mexer com isso, já tinha um investimento
anterior e passei a explorar essa via. Logo depois, percebendo que não era possível fazer
pesquisa empírica no Brasil, aquele debate foi tomado como o próprio objeto da tese.
Acho que foi uma boa coisa: os trabalhos sobre produção intelectual, as análises
semiológicas estavam no ar em Paris. Mas eu fui me aproximando muito das
formulações do Bourdieu e algumas do Althusser, que acabaram sendo as principais
referências teóricas de minha tese.
19 Eu voltei para o Brasil em 1969 com a tese entregue, mas ela só pôde ser defendida em
1971.3 Na tese eu estava questionando uma coisa que me incomodava, os argumentos no
fundo eram os mesmos dos dois lados. Eu havia notado que um dos autores
argumentava em favor da existência do capitalismo escravista no Brasil. Mas depois,
numa nova edição do livro, o partido que apoiava, havendo mudado de posição, ele
passara a defender a tese do feudalismo, mantendo a mesma argumentação anterior.
Havia evidentemente um jogo político envolvendo o exercício da argumentação. Sem
prejuízo do trabalho de pesquisa e dos argumentos interessantes com os quais os
autores produziam.
20 Então, lendo isso, me apropriando desse material, me pareceu que a noção de plantation
poderia contribuir nesse debate. Porque ao mesmo tempo em que se falava de
capitalismo, modernização, nas áreas de cana-de-açúcar no Nordeste, era também
sobre essas áreas que mais incidia essa ideia de um semifeudalismo, de restos feudais. O
barracão, o uso de vales na remuneração dos trabalhadores rurais, os dias de trabalho
gratuito eram vistos por alguns como eventuais resíduos feudais, enquanto outros
diziam que se tratava de um capitalismo escravista, ou algo do gênero. Lendo esse
material, me pareceu que havia uma certa sistematicidade nesses elementos e então
apostei na especificidade da plantation. O que aconteceria se nós considerássemos a
plantation como um modo de produção específico, ainda que subordinado. Então a tese
ia por aí, mas a minha ideia era ver empiricamente como isso se dava.
21 Havia indicações no trabalho de um geógrafo francês, Patrick Calamart du Genestoux, 4
que fez um belo trabalho sobre a Zona da Mata de Pernambuco, que apontava o
crescimento das feiras na área canavieira; e eu associei isso a um trabalho de Sidney
Mintz que eu havia lido sobre praças de mercado na Jamaica – essas feiras que teriam
surgido com a venda de produtos por escravos fugidos e que ajudaram a minar o centro
escravista naquele país. Pareceu-me que a competição das feiras com os barracões fosse
um bom caminho para pensar as transformações na plantation tradicional. Percebi nas
informações que eram dadas no trabalho de Genestoux, e em outros trabalhos, que não
teria havido simplesmente uma proletarização dos moradores. Ao lado desse processo de
proletarização havia também moradores que tinham virado pequenos produtores. O
antigo morador teria dado lugar de um lado ao proletário rural; mas também a um
camponês, no sentido de um pequeno produtor com alguma autonomia, de outro.
22 Eram questões desse tipo que estavam na minha cabeça quando Roberto Cardoso de
Oliveira me convidou, por sugestão de Otávio Velho, para participar do projeto “Estudo
comparativo do desenvolvimento regional”. Cardoso me chamou para ser uma espécie
de coordenador de campo do Nordeste. A Francisca Vieira Keller era quem coordenava
as pesquisas do Brasil Central. Vários dos pesquisadores no Nordeste, como Neuma
Aguiar, Roger Walker (ambos estudavam o sertão cearense; ela estudava o projeto
Asimov; ele, preocupado com relações de arrendamento e parceria) e Stela Amorim
(que estudava a nova elite burocrática do Nordeste, surgida a partir da Sudene), tinham
mais experiência de pesquisa do que eu. Então não tinha muito o que coordenar. Mas eu
senti que o Roberto queria que eu tentasse discernir uma problemática comum e criasse
um polo de pesquisa que atraísse mais estudantes. Então terminou sendo um
gerenciamento burocrático dos pesquisadores no período que o Roberto Cardoso esteve
nos Estados Unidos; mas comecei ao mesmo tempo a montar um grupo para estudar a
zona canavieira. Eu percebi que algumas pessoas, como a Lygia Sigaud, por exemplo,
tinham se interessado pela área canavieira assim como Andrea Loyola (mas que logo
depois passou a estudar a indústria têxtil em Juiz de Fora, MG). Começando eu a dar
aulas no PPGAS-MN/UFRJ, outros alunos mostraram-se interessados em fazer pesquisa
na região. Era a oportunidade de pensar a plantation e suas transformações levando em
consideração, nos termos de Bourdieu, todo o conjunto de posições e oposições sociais
ali presentes.
23 Já tinha percebido que não se podia pensar a plantation apenas pelo seu lado agrícola.
Nas primeiras idas ao campo percebi também que não podia pensar o lado agrícola
apenas com o senhor de engenho e os moradores. Havia outras figuras, como os
trabalhadores corumbas, que vinham do Agreste para trabalharem na safra, até os
trabalhadores da rua. Esta última figura, o trabalhador da rua, era o trabalhador expulso
ou o morador entre uma morada e outra, residindo naquelas pequenas cidades do
interior. Já estavam surgindo algumas vilas só de trabalhadores da rua. Além deles
existia a figura do usineiro, proprietário das usinas, a quem estava subordinado esse
senhor de engenho, como fornecedor de cana. Se contrapondo aos usineiros havia os
operários da parte industrial da usina. E, entre usineiros e operários, tal como senhores de
engenho e moradores, havia os empregados, que eram os funcionários da usina e dos
engenhos que de fato eram responsáveis pela organização do trabalho. Entre os
engenhos e os seus trabalhadores da rua era cada vez mais presente a figura do
empreiteiro, que arregimentava a mão de obra temporária. Mas havia mais: havia os
antigos lavradores, àquela altura uma minoria, que eram pequenos produtores de cana
que forneciam para a usina e trabalhavam com a família, às vezes passando pela
mediação do senhor de engenho. Dentro dos engenhos, ao lado do morador comum,
havia a figura do morador foreiro, que explorava o seu sítio com alguma autonomia,
pagando um foro anual. E num passado ainda recente, os dias de cambão. O processo de
afirmação das usinas e de decadência dos antigos engenhos de açúcar tinha levado os
antigos senhores de engenho a venderem ou a arrendarem as suas terras em parcelas. O
que abriu para os moradores expulsos, em alguns casos, uma alternativa à ida para a
rua, surgindo algum espaço para pequenos proprietários e arrendatários.
24 Considerando a complexidade desse quadro, estabelecemos uma divisão do trabalho no
grupo que criamos. José Sergio Leite Lopes assumiu a tarefa de estudar a parte
industrial das usinas, tendo feito pesquisa em duas unidades em áreas diferentes do
estado. Lygia Sigaud, orientada de David Maybury-Lewis, interessada naquele momento
por representações e classificações, centrou seu trabalho sobre moradores e
trabalhadores da rua.5 Beatriz Heredia, na Mata Norte, e Afrânio Garcia Jr., na Mata Sul,
centrariam suas pesquisas nos pequenos proprietários e arrendatários. E Roberto
Ringuelet ocupou-se do estudo dos corumbas.6
25 Como as tensões sociais entre, de um lado, usineiros e senhores de engenho, e, de outro,
os trabalhadores em geral, eram muito fortes, ficava impossível trabalhar nas duas
frentes ao mesmo tempo. Ficou acertado que David Maybury-Lewis, que tinha uma
pesquisa com as elites pernambucanas, cobriria usineiros e senhores de engenho. O
David, junto com Roberto Cardoso, dirigia o projeto “Desenvolvimento regional
comparado”. Se esse projeto cobria todas as posições sociais conhecidas, nossa
preocupação também era sobre as oposições.
26 Em 1971, com Shelton Davis, que havia feito sua tese de doutorado na Guatemala, 7
demos um curso no Programa sobre a problemática da resolução de conflitos, sobre a
qual tanto ele quanto eu estávamos interessados. Uma das alunas, Vera Echenique,
decidiu trabalhar sobre as tensões e conflitos (trabalhistas ou em torno da terra) que
ocorriam na Zona da Mata pernambucana. Concentrou sua atenção sobre os foreiros,
que sofriam um processo massivo de expulsão. Um colega seu, Luiz Maria Gatti, se
propôs estudar os sindicatos que continuavam atuantes apesar da atuação repressiva do
governo e dos proprietários. Infelizmente esse trabalho foi interrompido nesse
momento.8 Mas a problemática do conflito continuou sendo tocada por todos os
pesquisadores citados, assim como por pesquisadores que mais adiante se juntariam ao
grupo, como Moema Marques, orientada por Lygia Sigaud, que pesquisou as Juntas de
Conciliação e Julgamento na Mata Sul de Pernambuco, no que diz respeito aos processos
trabalhistas.
27 Por outro lado, o meu próprio subprojeto estava voltado para a oposição e competição
entre os barracões de engenho – esse sistema de distribuição interno aos engenhos – e
as feiras livres. Chegando a campo vi que a coisa era mais complicada. As usinas tinham
não só um barracão, mas um sistema de barracões: um barracão central que vendia
para os operários e distribuía para os barracões dos engenhos da usina. Esse sistema de
barracões usava mais os vales do que os engenhos particulares, e o dinheiro pouco
circulava. Surpresa maior ainda, nós encontramos também feiras dentro de usinas,
conhecidas como bacurau. Os barracões de usinas foram incorporados na pesquisa de
Sergio Leite Lopes sobre os operários das usinas e sobretudo no meu projeto sobre os
depois essa geração mais nova e o grupo foi crescendo, né, alguns não necessariamente
orientados por mim, mas pela Lygia.
34 Mas antes desse crescimento houve períodos de crise. Num determinado momento
houve uma crise muito grande no PPGAS [MN/UFRJ]. O PPGAS esteve para fechar,
porque foi encerrado o financiamento da Fundação Ford que deu partida ao Programa e
que foi de agosto de 1968 até 1973. Naquele momento cogitamos de ir para outras
universidades. O Programa entrou num regime de contenção. Alguns de nós davam aula
também em outras universidades, a Lygia dava aula na PUC-RJ, eu dei aula na UFMG
[Universidade Federal de Minas Gerais]. José Sergio trabalhava como economista na
Finep, assim como o Afrânio. Mas nós continuamos com as nossas discussões e lutamos
para obter meios para continuar nossas pesquisas. Então eu consegui um projeto
individual pela Fundação Ford, “Sistemas de distribuição e estruturas de poder”, o que
me permitiu incorporar mais alguns alunos à equipe. Ao mesmo tempo o núcleo mais
antigo da equipe elaborou um projeto maior que submetemos ao Social Science
Research Council (SSRC) que tinha aberto um edital. Então na época se fez um projeto, e
esse projeto dava continuidade exatamente à pesquisa sobre as transformações da
plantation canavieira.
35 O projeto foi aprovado no mérito e alguns técnicos manifestaram um grande
entusiasmo. Mas consideraram que eu não tinha então currículo para dirigir um projeto
daquelas dimensões. Sugeriram que o projeto fosse diminuído e que eu o coordenasse,
mas associado a um pesquisador americano que estava interessado no Brasil. Nós
recusamos. O mesmo projeto foi apresentado ao Banco Mundial e teve parecer
favorável nas instâncias técnicas. Mas para ser implementado o projeto precisava do
aval de autoridades do Ministério do Planejamento e uma autoridade abaixo do
ministro o vetou. Essa discussão foi levada ao conhecimento do presidente da Finep de
então, José Pelúcio Ferreira, instituição onde Sergio Leite Lopes e Afrânio Garcia
trabalhavam. Pelúcio se interessou em financiar o projeto. Ele estimulou então uma
articulação entre Finep, Ipea [Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada] e IBGE (onde o
Isaac Kerstenetsky nos dava também um grande apoio), e deles conosco. Depois de uma
série de conversas com técnicos dessas instituições, vimos que eles tinham críticas ao
próprio governo e estavam preocupados com as questões de emprego, distribuição de
renda e migrações. Entramos nessas discussões mais macrossociais procurando fazer
uma ligação entre essas questões e o que poderíamos oferecer como pesquisa, para
podermos continuar aquilo que já vínhamos desenvolvendo. E para essa discussão com
esses economistas críticos às políticas econômicas tínhamos a oferecer a reflexão da
antropologia econômica, que então estava em pleno desenvolvimento, com as
contribuições da escola de Karl Polanyi, com a divulgação dos manuscritos de Marx
sobre as formações pré-capitalistas, com a literatura sobre sociedades camponesas, com
a crítica ao esmagamento do campesinato nos países do socialismo real feitas por
Chayanov e Tepicht então publicadas, com a discussão entre formalistas e
substantivistas na antropologia econômica anglo-saxônica, com reflexos na
antropologia francesa… Então, tínhamos contribuições a dar nessa discussão. Foi uma
negociação relativamente lenta, mas interessante, fizemos contato com um grupo de
economistas, o Cláudio Salm, o Luiz Carlos Silva, então no Ipea, enfim outros
apareceram em determinado momento, então foi se delineando a efetivação do projeto.
36 O vínculo de Sergio Leite Lopes e Afrânio Garcia com a Finep, o seu acesso a José Pelúcio
Fereira, que apoiou o projeto, foi a ponte para que Roberto DaMatta, então coordenador
Programa (o PPGAS tinha uma Rural com tração nas quatro rodas). Quando
atravessamos a divisa de Alagoas com Pernambuco ouvimos pelo rádio que tinha sido
assassinado o Carlos Marighela. Isso foi um choque; e havia barreiras policiais nas
estradas, uma coisa pesadíssima. O clima geral do país já era pesado. Aqui no Rio, então,
para a gente conversar até sobre assuntos meramente intelectuais você tinha que
tomar cuidado porque qualquer reunião podia ser denunciada e coisas desse tipo.
Quando planejávamos essa ida ao interior de Pernambuco em 1969 todo mundo dizia:
“Não, você não vai encontrar nada, você vai ser preso, os sindicatos ficaram todos
pelegos, não tem mais nada e tal.” E quando eu chego no interior de Pernambuco eu
encontro manifestações em massa, 200, 300 trabalhadores na porta de juntas
trabalhistas exigindo seus direitos. Várias usinas tinham falido. A federação dos
trabalhadores rurais (Fetape [Federação dos Trabalhadores na Agricultura do Estado de
Pernambuco]) estava caindo em cima dos proprietários exigindo que em 1969 fosse
depositada a parte do INPS das usinas, que tinha sido recentemente estendida aos
trabalhadores canavieiros, que elas não estavam efetuando; a federação foi atrás desses
direitos. Antes que acusada de subversiva, a federação acusava ao contrário os patrões
por estarem desrespeitando a lei. A luta de classe continuava acesa, com paradas de
trabalho quase todo dia, alguns sindicatos muito atuantes. A repressão pesada lá não
veio logo com o AI-5, viria em 1971 e 72, aí começaram intervenções em massa nos
sindicatos.
44 Mas a essa altura, o esquema era um pouco esse, você tinha certos lugares onde a
comunidade era de fato uma base muito sólida do sindicato local. Lá onde a Beatriz
trabalhou, em Carpina, e onde eu trabalhei também parte do meu tempo, havia uma
comunidade dessas, que era a base do sindicato. O Ministério do Trabalho fechou os
sindicatos em 1964, na primeira folga que deu o pessoal reorganizou o sindicato.
Fecharam de novo em 1971, mas rapidamente o sindicato foi reorganizado. Então cada
vez que dava a coisa ressurgia porque o sindicato estava basicamente ligado a uma
comunidade. Não foi por acaso que alguns de nós nos vinculamos ao movimento
sindical. Eu pessoalmente fiquei muitos anos como assessor da Contag [Confederação
Nacional dos Trabalhadores na Agricultura], porque em plena ditadura abria uma
perspectiva de luta de massa.
45 Então, como ia dizendo, logo num primeiro momento uma coisa fundamental era a
segurança da pesquisa, o problema de segurança era seríssimo, se aparecesse qualquer
pessoa de fora nas áreas que frequentávamos, ela era vista como se fosse alguém da
guerrilha querendo se estabelecer. Logo que entrei em Palmares acabava de ser preso
uma pessoa que diziam ser da AP [Ação Popular], que estava vivendo como camponês
para fazer um trabalho político. Essa ação repressiva atingiu também alguns
trabalhadores rurais. Então nós, como pessoas de fora, tínhamos que ser extremamente
cuidadosos. Carregávamos uma credencial pomposa que o Roberto Cardoso inventou,
dirigida “Às autoridades brasileiras”. Então chegávamos na cidade e a primeira coisa
era ir falar com o prefeito, e depois saíamos procurando as organizações formais
existentes, patronais, religiosas, etc.; para depois colarmos nos sindicatos de
trabalhadores rurais. Muitos prefeitos sugeriam que nos apresentássemos à delegacia
de polícia e nós nos recusávamos, não queríamos assunto com eles. Numa das cidades
tinha um delegado que todos diziam que esteve envolvido na repressão, que seria um
torturador (depois foi eleito deputado), então a gente não queria assunto com esse cara.
BIBLIOGRAFIA
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emprego e migração na bibliografia brasileira. In: RELATÓRIO FINAL do Projeto Emprego e
Mudança Sócio-econômica no Nordeste: vol. 1. Rio de Janeiro: PPGAS-MN/UFRJ, 1977.
Manuscrito.
ALVIM, R. A arte do ouro: um estudo sobre os ourives de Juazeiro do Norte. Brasília: UnB, 1979.
(Pesquisa Antropológica, 19).
CARNEIRO, A.; CIOCCARI, M. Retrato da repressão política no campo: Brasil 1962-1985. 2. ed. Brasília:
Ministério do Desenvolvimento Agrário, 2011.
ENTREVISTA com Luiz Antonio Machado da Silva. Revista Habitus, v. 8, n. 2, p. 142-147, 2010.
Disponível em: <http://www.habitus.ifcs.ufrj.br/ojs/index.php/revistahabitus/article/view/
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GARCIA, M.-F. O Bacurau: étude de cas d’un marché situé dans une usina. Dissertação (Mestrado
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1977.
GARCIA JR., A. Terra de trabalho: trabalho familiar de pequenos produtores. Rio de Janeiro: Paz e
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GATTI, L. M.; ECHENIQUE, V. M. M. Relaciones sociales en una feria. Revista del Instituto de
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GENESTOUX, P. C. du. Le Nord-est du sucre. Thèse de troisième cycle présentée à la Faculté de Droit
et Sciences Economiques de Paris, 1967.
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PALMEIRA, M. G. S. Nordeste: mudanças políticas no século XX. Cadernos Brasileiros, v. 39, 1966.
RINALDI, D. A terra do santo e o mundo dos engenhos: estudo de uma comunidade rural nordestina.
Dissertação (Mestrado em Antropologia Social)–Museu Nacional/Universidade Federal do Rio de
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RINGUELET, R. R. Migrantes estacionales de la región del agreste del Estado de Pernambuco. Dissertação
(Mestrado em Antropologia Social)–Museu Nacional/Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio
de Janeiro, 1977.
VELHO, O. Capitalismo autoritário e campesinato. São Paulo: Difusão Européia do Livro, 1976.
NOTAS
1. Para outros depoimentos sobre essa mesma turma de colegas, ver “Entrevista com Luiz
Antonio Machado da Silva” (2010); ver também Palmeira (2006).
2. Essas preocupações estão presentes no seu primeiro artigo publicado; ver Palmeira (1966).
3. Ver Palmeira (1971).
4. Ver Genestoux (1967).
5. Ver Sigaud (1979a, 1979b).
6. Ver Ringuelet (1977).
7. Ver http://en.wikipedia.org/wiki/Shelton_H._Davis. Sua tese de doutorado defendida em 1970
foi publicada em 1997 como La tierra de nuestros antepasados: estudio de la herencia y la tenencia de la
tierra en el altiplano de Guatemala (Davis, 1997).
8. O que não impediu que os dois pesquisadores tivessem contribuído para o projeto. Conferir
Gatti e Echenique (1974).
9. Ver Garcia (1977).
10. Ver Rinaldi (1978).
11. Ver Landim (1978).
12. Essas discussões entre pesquisadores do PPGAS-MN/UFRJ e do Cebrap ocorreram em 1974 e
1975. Em 1974 Otávio Velho apresentou sua tese de doutorado, defendida na Universidade de
Manchester em 1973, no Cebrap. Graças a essa discussão (e a uma outra na Unicamp), Otávio
Velho foi convidado a publicar sua tese na coleção “Corpo e alma do Brasil” então dirigida por
Fernando Henrique Cardoso na Difel, Capitalismo autoritário e campesinato (Velho, 1976). Em 1975
José Sergio apresentou sua dissertação para discussão no Cebrap. Tais discussões em São Paulo
eram acompanhadas por delegações de pesquisadores do PPGAS-MN/UFRJ. Sua dissertação “O
vapor do diabo”, depois de renhido debate, foi indicada para publicação por Juarez Brandão
Lopes, integrante de coleção na Editora Paz e Terra. Houve uma apresentação do artigo “Os ardis
do trabalho” de José Arthur Gianotti no Museu Nacional, acompanhado de Eunice Durham e F. H.
Cardoso em 1975 como parte dessas discussões.
13. Ver Leite Lopes (1976), Heredia (1979), Garcia Jr. (1983).
14. O texto desse projeto foi publicado em Palmeira et al. (1977).
15. Ver Almeida e Leite Lopes (1977).
16. Ver Almeida e Palmeira (1977).
17. Ver Alvim (1979).
18. Ver Leite Lopes et al. (1979).
19. Além de Leilah Landim e Doris Rinaldi, já mencionadas, Regina Novaes estudou pequenos
agricultores do Agreste, explorando sua filiação religiosa evangélica até então pouco estudada;
ver Novaes (1978).
20. Ver “Relatório final do projeto emprego e mudança sócio-econômica no Nordeste” (1977). Os
estudos mencionados de Alfredo Wagner e Neide Esterci no Ceará se desdobraram depois em
áreas do Maranhão.
21. Essas alterações foram registradas em cadernos de procedimentos, explicitando todas as
pequenas decisões tomadas e por quê, que ainda pretendo editar para uso dos estudantes.
22. Conferir Carneiro e Cioccari (2011, p. 67-69).
AUTOR
JOSÉ SERGIO LEITE LOPES
Museu Nacional/Universidade Federal do Rio de Janeiro – Brasil
Resenhas
REFERÊNCIA
ECKERT, Cornelia. Memória e trabalho: etnografia da duração de uma comunidade de
mineiros de carvão (La Grand-Combe, França). Curitiba: Appris, 2012. 280 p.
1 É em boa hora que Cornelia Eckert lança em português uma parcela importante de sua
tese de doutorado, defendida em Paris nos idos de 1992. Salvo engano meu, à exceção
de Memória e identidade. Ritmos e ressonâncias da duração de uma comunidade de trabalho:
mineiros do carvão (La Grand-Combe, França), lançado em 1993, a autora ainda não
publicara outra parte substancial de seu trabalho em nossa língua.
2 Obviamente que as reflexões gestadas por Cornelia na tese emergem como elementos
importantes na sua significativa produção acerca do tema da memória e as interfaces
com o trabalho e o imaginário no mundo urbano porto-alegrense – o que se reflete na
sua atuação junto ao Navisual e ao Biev no âmbito da Universidade Federal do Rio
Grande do Sul, este último uma pareceria profícua com a antropóloga Ana Luiza
Carvalho da Rocha. No entanto, felizmente, Cornelia decidiu publicar na forma de livro
a sua etnografia em terras francesas.
3 Penso que a edição deste excerto – obviamente, retrabalhado para assumir as feições de
um livro – de sua volumosa tese de doutorado é importante para a comunidade
antropológica brasileira pelos seguintes motivos: 1) pelo fato de tratar-se de etnografia
produzida por uma antropóloga com sólida formação e cujo trabalho acadêmico tem
reconhecida importância para a antropologia produzida em nosso país; 2) por agregar-
se ao trabalho de outros autores, mas, também, por suprir uma lacuna nos estudos
relativos às relações entre memória e trabalho e, nesse sentido, deverá contribuir para
o incremento da discussão sobre tais temas; 3) por auxiliar a compreensão do fenômeno
na França – é preciso destacar o pioneirismo da autora que à época realizou pesquisa
etnográfica fora do contexto nacional, pois estamos falando de década de 1980 –, fato
que somente agora parece tornar-se uma prática corrente entre os antropólogos
brasileiros; 4) e, finalmente, por aliar uma densa etnografia enquanto texto e por
imagens à instigante reflexão teórico-conceitual.
4 O livro intitulado Memória e trabalho: etnografia da duração de uma comunidade de mineiros
de carvão (La Grand-Combe, França) revela-se uma obra bem escrita e de leitura aprazível
aliada a reflexões teórico-conceituais relevantes para o entendimento da memória
junto a uma comunidade de trabalho, o que lhe confere as qualidades necessárias para
tornar-se uma obra de referência para as pesquisas sobre o tema da memória e do
trabalho no contexto brasileiro, contribuindo para o avanço nas discussões relativas a
tais temas.
5 Por outro lado, no meu ponto de vista, trata-se de um texto oportuno para aqueles que
ministram disciplinas acadêmicas, onde as discussões acerca do método etnográfico são
importantes para a formação dos estudantes de graduação e pós-graduação,
contribuindo com questões passíveis de serem discutidas em sala de aula no que tange à
constituição de novas gerações de antropólogos, pois o texto cumpre um papel
fundamental no que se refere às discussões teórico-metodológicas relacionadas ao
ofício do etnógrafo, especialmente aquele que se depara com as questões da memória.
6 Nota-se que a autora, mediante uma longa pesquisa de campo, busca compreender os
processos pelos quais os mineiros de carvão da localidade francesa de La Grand-Combe
experienciam e significam a perda de seu mundo de referência, estando o mesmo ligado
ao trabalho nas minas. Os complexos processos desenvolvimentistas, ancorados na
busca de novas fontes energéticas deslocariam os interesses do país – novos impulsos
diante do petróleo e da energia nuclear, por exemplo – tornando a extração do carvão
uma prática econômica obsoleta frente às novas exigências industriais e de mercado.
7 Ora, uma redefinição desse nível na ordem dos fatos, como estavam colocados à época,
redireciona o “mundo da mina”, deslocando o personagem central dessa paisagem
altamente transformada pelas ações humanas – o mineiro de carvão – para uma posição
secundária. Tal obsolescência, se não planejada, pelo menos orquestrada por novas
ordens do capitalismo, instauraria a desordem daquele mundo do trabalho, vivido e
praticado por pessoas de diferentes origens nacionais e étnico-culturais (franceses,
espanhóis, portugueses, poloneses, africanos) que ali construíram uma comunidade de
trabalho.
8 O paulatino processo de desindustrialização lança os mineiros e suas famílias num
“tempo de crise”, prenúncio do arruinamento como corolário da melancolia, quando
passam a reinar os sentimentos de perda e de ruptura de um mundo, onde, outrora, as
coisas pareciam estar em seus respectivos lugares.
9 A vila operária com suas casas-jardins aliada às políticas de seguridade social gerou
pelo menos dois grandes problemas: o primeiro, ligado ao excessivo controle social e a
uma tendência à homogeneização das relações sociais e das condições de vida dos
mineiros, colocava os modelos da Companhia de Minas como o paradigma a ser seguido
por todos, portanto, não havia como escapar do mundo da mina como projeto
trabalhista e seus valores de família patriarcal; segundo, a política impetrada pela
companhia não impedia a exclusão dos não europeus – ainda que existisse a preferência
da empresa por determinados grupos entre os de origem europeia –, jogando-os à
periferia da cidade, especialmente os africanos, que abandonaram seus países para
auxiliarem na construção da economia mineira em terras francesas.
10 Tais situações cooperaram para a formação de uma unidade identitária pautada na
árdua labuta nas minas, pois a comunidade de trabalho, para além da oposição entre
católicos e protestantes, ou mesmo entre aqueles de tendências políticas conservadoras
ou de esquerda, organizava-se produzindo táticas e formas de resistência ao jugo da
companhia sobre o “país mineiro”. Seja porque o movimento sindicalista ganhava
força, ou devido ao fato de que diante da heterogeneidade cultural existente no
contexto grand-combiano, os mineiros encontraram no domínio da língua occitan a
possibilidade de construir tal devir identitário frente às imposições da empresa que
escapava ao seu controle.
11 O tempo da crise, ao tensionar dramaticamente, lembranças e esquecimentos, diante do
colapso de uma época – com suas formas próprias de viver e sentir, suas expressões de
pertencimento a uma dada comunidade – e o arruinamento das paisagens enquanto
dimensão material do mundo praticado fazem com que as famílias que permaneceram
no local tenham que lutar constantemente contra o luto, persistindo, assim, como
herdeiras da memória do grupo e do lugar de pertença. Trata-se de um esforço por
durar no tempo, de lutar contra o perecimento das imagens acerca do mundo da mina
ante a perda de referenciais e às transformações em seu cotidiano.
12 Portanto, a experiência paternalista vivenciada pelas pessoas durante longa data,
referida ao “tempo da Companhia”, período em que a empresa definia os rumos da
comunidade de trabalho, é evocada pelas famílias residentes no local, detentoras de um
“tempo coletivo” evocador de imagens do passado, as quais contrastam com aquelas do
presente desolador aos olhos de quem o vive e o compara aos tempos idos. Os
aposentados da mina percebem o esvaziamento da cidade – os jovens em debandada
desaparecem da cidade em busca de novos rumos, de projetos possíveis noutras
paragens – e buscam, a partir de formas de sociabilidade que os retira do isolamento
doméstico, reagir ao excesso de tempo que pode sufocá-los pela lembrança de um
tempo no qual a cidade estava plena de vida, distante de certo ar moribundo que os
perturba.
13 A busca pelo triunfo sobre o caos por parte dos idosos impele-os à sociabilidade através
dos jogos, mediante os encontros para conversas ou pelas festas, às diversas formas de
associações. A luta contra o perecimento de um mundo reflete a própria luta contra o
perecimento do ser: a sociabilidade festiva, o ludismo e as conversas, como formas de
escapar ao tempo letárgico, vibram como aposta e possibilidade de permanecerem no
mundo a partir do sentimento comum de lidar contra a morte.
14 Se a rítmica do tempo da mina não pode ser recuperada senão pelo trabalho da
memória – portanto, borrada, mais ou menos vívida, com lapsos –, torna-se necessário
aos idosos uma imersão noutra rítmica, qual seja, aquela de uma sociabilidade que os
une por um querer viver que, se não restitui o tempo de outrora, pelo menos assegura a
duração de um tempo vivido como devir, onde o passado segue junto como
possibilidade de existência futura enquanto a vida dure.
AUTORES
FLÁVIO LEONEL ABREU DA SILVEIRA
Universidade Federal do Pará – Brasil
REFERÊNCIA
FINE, Agnès; ADELL, Nicolas (Dir.). Histoire et anthropologie de la parenté: autour de Paul
Lacombe (1834-1919). Paris: Éditions du CTHS, 2012. 401 p.
NOTAS
1. O livro não tem tradução em português.
AUTORES
FABIELA BIGOSSI
Universidade Federal do Rio Grande do Sul – Brasil
Em pós-doutorado
REFERÊNCIA
BENZECRY, Claudio E. El fanático de la Ópera: etnografía de una obsesión. Buenos Aires:
Siglo Veintiuno, 2012. 320 p.
1 O livro El fanático de la Ópera: etnografía de una obsesión, escrito por Claudio E. Benzecry
nos mergulha no mundo do emblemático Teatro Colón da cidade de Buenos Aires. No
imaginário social, o teatro foi associado historicamente à ideia de um reduto de acesso
e circulação exclusivos das elites portenhas. Entretanto, a narrativa do autor se dirige
aos balcões superiores do teatro para encontrar os seus protagonistas: os fãs da ópera.
Afastados das características que distinguem as elites, estes fãs conformam um tipo
particular de público que é central na vida social do teatro. De forma sistemática,
assistem a espetáculos de ópera entre três e quatro vezes na semana em diversos
teatros da cidade de Buenos Aires (ou perto dela). Essas atividades tornam-se um modo
de busca de autotranscedência e é através delas que as vidas dessas pessoas adquirem
sentido. Mas para chegar a essa conclusão, o autor nos coloca várias questões para
compreender esse processo de transformação: quais são os mecanismos de iniciação
para entrar no mundo da ópera e então se tornar um devoto seguidor, com disposição e
vontade de fazer diversos sacrifícios pela música amada?
2 Através de uma minuciosa etnografia desenvolvida entre os anos 2002 e 2005, o autor
acompanhou esses fãs pelo circuito da ópera local colocando o Teatro Colón como a
casa central desse universo, mas também ultrapassando as fronteiras geográficas do
teatro e da capital portenha para compartilhar as experiências dos fãs no circuito
conhecido como off-Colón. Durante 18 meses o pesquisador percorreu os andares
superiores do Colón reservados quase em sua totalidade para o público que assiste às
récitas em pé; fez fila para comprar ingressos; compartilhou algumas viagens de ônibus
para teatros afastados de Buenos Aires; e assistiu até seis vezes em um mês à mesma
apresentação de uma obra. A abordagem completa-se com uma série de entrevistas com
esses fãs sobre as suas trajetórias, educação e histórias pessoais; assim como críticos
musicais, produtores e organizadores-chave. Mas a riqueza do trabalho emerge ao não
reduzir o foco da análise à palavra falada: a descrição detalhada das disposições
corporais na escuta de uma ópera ao vivo; dos modos de aguardar e conversar na fila
para comprar um ingresso; ou do momento de correr escada acima e acotovelar-se com
velhinhos fanáticos disputando os melhores lugares são alguns eventos que alimentam
a compreensão das práticas daqueles que se apaixonam pela ópera.
3 Filho de um regente do próprio Teatro Colón e autodefinido como músico amador,
Benzecry percorre o mundo da ópera com familiaridade e enfrenta a necessidade de
desnaturalizá-lo. Longe de ser uma autoetnografia, o autor desenvolve diversas
estratégias que mostram um mapa de relações nas quais predomina a empatia com seus
interlocutores, que abrem as portas de suas casas; revelam e exibem com orgulho suas
coleções mais prezadas de discos, fotos, notas de jornais e partituras; e compartilham as
suas lembranças musicais marcadas na memória e no corpo. Assim, o autor dá voz e
acredita na crença dos fãs e suas narrativas. Como assinala uma das fãs no final da sua
entrevista, narrar a sua paixão pela ópera é narrar a sua vida.
4 Este livro, produto da tese do doutorado em sociologia desenvolvida na New York
University, nos Estados Unidos, parte de uma discussão central da teoria social: a
relação atribuída entre gosto – nesse caso musical, especificamente da ópera – e a
posição dos sujeitos na estrutura social. O argumento desafia a obra seminal do
sociólogo francês Pierre Bourdieu, A distinção. No seu texto, Bourdieu afirma que
enquanto práticas, os gostos e estilos de vida reproduzem preferências e habilidades
éticas e estéticas associadas a uma determinada classe, e por intermédio dessas práticas
fazem evidentes as distinções sociais classificando os sujeitos em uma determinada
posição social. Com um trabalho meticuloso, Benzecry desmonta a tese do sociólogo
francês e se afasta da teoria social consolidada para abranger as diversas questões que
seus interlocutores provocam através de suas experiências. A sociologia do gosto
aparece como insuficiente para dar conta das escolhas e sacrifícios daqueles que
assistem de forma sistemática à ópera. Se na teoria bourdieusiana o gosto opera como
uma moeda de troca pelo status, os fãs da ópera que são apresentados ocultam seus
consumos assíduos, sua paixão para evitar ser estigmatizados como “estranhos”,
“veados”, no caso dos homens, ou “solteironas”, para as mulheres. A devoção pela
ópera exige sacrifícios em que o status não opera como uma moeda de troca possível.
Partindo das teorias da música-em-ação desenvolvidas por Tia de Nora e Antoine
Hennion, e acrescentando sua própria contribuição, a análise estende-se de uma
sociologia do gosto para uma da paixão, uma paixão entendida como atividade e que no
seu fazer gera agência nos sujeitos.
5 Na estrutura social, o público a que Benzecry faz referência pode ser definido como de
classe média, com seus respectivos desvios para cima ou para baixo, dependendo da
profissão, títulos adquiridos e possíveis heranças ou linhagens familiares. Enquanto a
variabilidade das trajetórias e posições sociais dos entrevistados é alta, elas têm como
denominador comum o imaginário de pertença a essa classe média argentina, um
imaginário construído historicamente com base em três pilares institucionais: o acesso
ao sistema de saúde e à educação (ambos públicos e universais) e a promessa de
mobilidade social ascendente. A história do Teatro Colón está marcada pelo caráter
civilizador que as elites argentinas procuraram imprimir na construção da nação. Os
balcões superiores (chamados tertúlia e paraíso em pé) têm os ingressos mais baratos,
que compreendem quase 20% do auditório.1 As preocupações que consolidaram a
construção do Teatro Colón, antes de estarem vinculadas a questões de classe,
estiveram ligadas à busca de representar o país em sua totalidade. Ao longo do tempo as
políticas públicas acompanharam esses ideais civilizatórios e mantiveram a
estratificação dos preços dos ingressos para garantir o acesso de setores heterogêneos
da sociedade. Como assinala o autor, desde suas origens a ópera em Buenos Aires,
diferentemente do que ocorre em cidades europeias, tem mantido viva a tensão entre o
seu caráter exclusivo e seu caráter democrático (p. 66), tensão reforçada e resguardada
na estratificação de sua própria arquitetura: o desenho não permite que os públicos
considerados de elite tenham possibilidade de se encontrar e sociabilizar com os
públicos mais plebeus. Com entradas e corredores diferenciados, os diferentes públicos
não têm espaços comuns de circulação. Mas os balcões superiores do teatro possuem a
melhor acústica, tornando-se um espaço privilegiado no ethos desses fãs: a ópera se
escuta com olhos fechados, se experimenta no corpo, e a visão do palco fica em segundo
plano.
6 No livro – dividido em três seções com um total de sete capítulos – o autor nos convida
a seguir as práticas dos fãs da ópera que desenham diversos percursos, alternando
entre o Teatro Colón e o circuito off. Além do grande número de espetáculos – a cidade
de Buenos Aires oferece cerca de duzentas noites com récitas de ópera por ano – os
interlocutores de Benzecry desenvolvem diversas atividades na procura de sua
formação: assistem a peças de teatro, frequentam cursos de formação de plateia, ou
veem DVDs em grupo. Dessa perspectiva o autor desenvolve uma etnografia
multissituada – seguindo a proposta de George Marcus –, na qual a vida social do Teatro
Colón é compreendida para além de suas fronteiras físicas.. Na primeira parte,
composta pelos capítulos 1 e 2, o autor apresenta uma breve história do Teatro Colón e
das suas relações com o público que não pertence às elites. Desse modo, é possível
compreender as bases da estrutura social do teatro que possibilita a existência dos fãs
da ópera que ocupam os balcões superiores, cujas trajetórias são apresentadas no
segundo capítulo. A segunda parte abarca os capítulos 3, 4 e 5, os quais focam nos
modos como as pessoas aprendem a escutar e amar a ópera através de instituições
formais e informais; como os fãs da ópera se diferenciam de outros públicos e como se
vinculam de um modo particular com seu objeto de afeto. Esta segunda parte é central
para compreender como o amor pela ópera não é útil como capital cultural para gerar
status, mas sim para entender como os fãs se modelam a si mesmos mediante a paixão
pela ópera, quais são os resultados de sua relação afetiva com a música e os efeitos que
ela tem sobre o eu. Os capítulos 6 e 7 compõem a terceira e última seção, a qual põe em
tensão a relação entre o que acontece no Teatro Colón e o mundo exterior. Se no início
do livro a proposta é nos mover de uma teoria do gosto para uma da paixão, no final
essa teoria se imbrica com uma perspectiva política das relações dos fãs com o Colón.
Este é percebido por eles como o último reduto moral que ainda mantém seu caráter
extraordinário frente a uma visão de degradação do país; o teatro ainda opera para os
fãs como um lugar que permite sustentar um modelo idealizado de nação. A
constatação dessa percepção tem consequências interessantes nos modo de conceber
essa etnografia e problematizar as discordâncias entre o pesquisador e seus
interlocutores.
NOTAS
1. No posfácio, que não consta na primeira edição, publicada em inglês, Benzecry dá conta da
mudança política no modo de perceber o papel do teatro e do acesso à ópera pelas novas
autoridades do governo da cidade de Buenos Aires. Até 2006, os ingressos mais baratos do teatro
Colón custavam menos que um ingresso com desconto para um cinema. Em 2007, o teatro foi
fechado para ser restaurado. Reabriu em 2010 com aumentos dos preços dos ingressos em
proporções desiguais: o ingresso para o paraíso em pé (o mais barato) aumentou em 733%, entanto
o grande abono da ópera (o ingresso mais caro) sofreu um aumento de 144% (p. 285).
AUTORES
VICTORIA IRISARRI
Universidade Federal do Rio Grande do Sul – Brasil
Doutoranda em Antropologia Social
REFERÊNCIA
MARQUES, Emília Margarida. Os operários e as suas máquinas: usos sociais da técnica no
trabalho vidreiro. Coimbra: Fundação Calouste Gulbenkian: Fundação para a Ciência e a
Tecnologia, 2009. (Coleção Textos Universitários de Ciências Sociais e Humanas). 452 p.
AUTORES
RONALDO DE OLIVEIRA CORRÊA
Universidade Federal do Paraná – Brasil
REFERÊNCIA
BARBOSA DE OLIVEIRA, Frederico César. Quando resistir é habitar: lutas pela afirmação
territorial dos Kaiabi no baixo Teles Pires. Brasília: Paralelo 15, 2012. 386 p.
BIBLIOGRAFIA
INGOLD, T. The perception of environment: essays on livelihood, dwelling and skill. London:
Routledge, 2000.
NOTAS
1. Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH.
AUTORES
ANELISE DOS SANTOS GUTTERRES
Universidade Federal do Rio Grande do Sul – Brasil
Doutoranda em Antropologia Social