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Tabula Rasa 22 PDF
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REVISTA DE HUMANIDADES
N o. 2 2 en ero -j u ni o 2015 I S S N 1794-2 4 8 9
Contra el olvido
Desde el ático
Bogotá
Tabula Rasa No.22 Pp.1-359 enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Colombia
103 Pasos hacia una descolonización de lo festivo
Steps Towards Decolonizing the Celebratory
Passos em direção de uma descolonização do festivo
Javier Reynaldo Romero Flores
Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, UDCA, Colombia
Claroscuros
125 Las ilusiones y los padecimientos de la emigración, el caso de los inmigrantes árabes
musulmanes levantinos a Chile 1930-1950.
Illusions and Sufferings of Emigration. The Case of Levantine Arabic, Muslim Immigrants to
Chile 1930-1950
As ilusões e os padecimentos da emigração. O caso dos imigrantes árabes muçulmanos levantinos
no Chile 1930-1950
Jorge Araneda Tapia
Universidad de Chile
La cuestión social
307 Trabajar en la cuestión social: trabajo sobre los otros y transformaciones en los
mundos del trabajo
Working on the Social Issue: Working Upon others and Shifts in the Worlds of Work
Trabalhar na questão social: trabalho sobre os outros e transformações nos mundos do trabalho
Claudia Bermúdez Peña
Universidad Nacional General Sarmiento - Instituto de Desarrollo Económico y Social, Argentina
323 El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la
acción social
Questioning Power as Dominance —Rethinking Power Analyses in Social Action
O questionamento do poder como domínio: repensar as análises de poder na ação social
María Belén Ortega Senet
Universidad Católica Santísima Concepción, Chile
Palestra
Ante todo quiero saludar a presentes y ausentes y dedicar estas palabras a todas las
mujeres muertas por su condición de mujeres en su casa o en la plaza, a quienes han
sido desplazadas por el conflicto armado en Colombia y a quienes nos dejaron su
legado en la práctica cotidiana de las éticas del cuidado, caminando en la búsqueda
de respuestas a la pregunta: «¿Qué sentido tiene la revolución si no podemos bailar?».2
Quiero también invitar a que nos miremos dentro y nos preguntemos acerca de
los caminos andados por cada una de las aquí presentes para descubrir en ellos los
materiales que hemos ido acuñando en nuestras historias para cambiar tres metáforas:
1. la metáfora de la cuadratura del círculo animada por los círculos concéntricos
que cierran los caminos;
2. la metáfora de los triángulos de poder, con su correlato en los triángulos que
nos simbolizan los debates entre y sobre las relaciones entre el poder del amor,
el poder del saber y el poder del poder;
3. la metáfora de la sociedad armónica y de las mujeres bellas que han convertido
y mantenido a las mujeres como objetos de consumo, y al consumismo como
modelo homogenizante y única opción universal para el desarrollo de la
economía, la política y la cultura y la sociedad.
Hoy pienso que la deconstrucción de estas metáforas nos va llevando a construir
una nueva metáfora, una que parte de aquella que animara Virginia Woolf en Un
cuarto propio y la proyecta en búsqueda de conexiones:
La metáfora de la casa, esa casa que es nuestro cuerpo siempre ligado y situado
en los territorios que habitamos y en los territorios que llevamos dentro; esa casa
que es también nuestro cuarto propio y que está en posibilidad de conectarse
con los cuartos propios que construimos en la acción colectiva de las mujeres.
1
Encuentro Nacional de mujeres feministas de Colombia, Bucaramanga, octubre 25 de 2010.
2
Una invitación a consultar la bibliografía y a dialogar con las autoras y los autores que han animado estas
reflexiones y que hoy comparto al citar las fuentes vivenciales y las fuentes bibliográficas que se hicieron
presentes en mis recuerdos al construir esta intervención.
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Detalle. Grafiti en el Paseo Rey Juan Carlos I en Sevilla - 2008
martin_javier - https://www.flickr.com/photos/31095500@N02/
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Una casa en cuyos cimientos están las voces y apuestas de las mujeres que
nos antecedieron en los milenios de la historia de la cultura patriarcal.
Una casa que en sus techos da cuenta de los límites y al mismo tiempo a través
de sus puertas y ventanas que se abren y se cierran al ritmo con el cual cada
mujer construye su autonomía, nos conecta con el infinito que tiene el tamaño
de nuestros sueños.
Una casa en cuyas paredes están las mujeres, grupos y organizaciones de
mujeres con quienes hemos departido en nuestras trayectorias personales y,
también, las autoras y escritoras a quienes nos hemos acercado a través de sus
escritos y de las obras vivenciales y monumentales que nos han legado en sus
incesantes procesos de reproducción y transformación de la cultura patriarcal.
Ahora debo decirles a ustedes que no ha sido sencillo para mí preparar estos veinte
minutos de participación en este panel, porque el tema central que nos fue dado,
Feminismos en Colombia: realidades y utopías, es tan amplio como las preguntas
por la génesis, el devenir y el porvenir del feminismo, de los feminismos y de
los sueños que lo han animado. También porque a medida que ha pasado el
tiempo, ese tiempo en el cual siempre están fundidos el tiempo de la historia de
la humanidad y del país con el tiempo de mi propia historia y con el tiempo de
mis antecesores y sucesores, de mis antecesoras y sucesoras, mis relaciones con el
feminismo, y más recientemente con los feminismos, han sido muchas, intensas,
variadas, contradictorias y, ante todo, plenas de posibilidades.
Opté por concentrar mi atención en la pregunta por el paso del feminismo a los
feminismos, centrando la mirada en el problema de los consensos y los disensos
siempre presentes en los procesos que lo han animado, los cuales también en su
amplitud y su complejidad me permiten hoy, para hacer más sencilla esta tarea,
proponer cuatro preguntas, a modo de punto de partida, y aventurarme en el
camino de tejer posibles respuestas; un tejido que ya ha sido construido y que
cuenta hoy con mantas, colchas, telas e hilos de diversos calibres, colores y olores
que acogen infinidad de sabores y saberes.
Son estas las cuatro preguntas:
1. ¿Cuál es en la actualidad la relación entre el feminismo y los feminismos?
2. Y en esa relación, ¿qué lugar han tenido y tienen hoy los consensos y los
disensos? y ¿son éstos necesarios, deseables, posibles?
3. ¿Es el consenso una feliz, hermosa y paradisíaca utopía y el disenso una
dramática, dolorosa e infernal realidad?
4. ¿Las experiencias que hoy mantienen vivo el feminismo, en sus diferentes
dimensiones, matices, vertientes, corrientes y conceptos que ya se nombran
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que las acreditaba como ciudadanas. Tampoco sé si mi padre, mis abuelos o mis
parientes varones sabrían de la existencia del feminismo o de las sufragistas y qué
pensaban de ellas y de las diferentes condiciones en que ellos y ellas ejercían la
ciudadanía en ese momento.
Hoy comprendo que haber nacido en este territorio precisamente cuando el siglo
XX se partía en dos me hace parte de las generaciones de mujeres que nacieron en
Colombia sin tener inscrita en sus cuerpos la condición de ciudadanas, y también
de las generaciones que inauguraron la ciudadanía de las mujeres, una conquista
en el camino de la construcción de los valores del pensamiento moderno hasta ese
momento considerada una utopía. Una conquista que está siendo interrogada por
algunas corrientes del pensamiento postmoderno, cuando aún las utopías animadas
por los valores de la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia. Una conquista que
aun yo misma no puedo poner en cuestión por cuanto considero que su realización
es parte del proceso de poner en la escena de la historia las historias de las mujeres.
El feminismo se fue depositando en mi cuerpo durante las primeras tres décadas
de mi existencia. De la década del sesenta sigo percibiendo el aroma de los vientos
de cambio, de los movimientos contraculturales, de las luchas contra el coloniaje,
contra el racismo, el sexismo y todas las formas de dominación, subordinación y
discriminación. La fuerza transformadora del mayo del sesenta y ocho, la píldora y
los métodos de planificación familiar con sus apuestas por la libertad de las mujeres
para el amor y al mismo tiempo por el amor a la libertad transitaban por el mundo
pretendiendo hacer frente a otras guerras, muchas guerras localizadas y que iban
configurando un nuevo orden mundial como rescoldos de las dos guerras mundiales
que ensangrentaron la primera mitad del siglo XX. Rescoldos que aún persisten y
que me hacen evocar cuando esto escribo la canción colombiana Cenizas al viento,
rescoldos que traen a mis memorias internas ya no el suave carraspeo de las cenizas,
sino el ruido ensordecedor de las guerras y que por tanto, al mismo tiempo, me
invitan a nombrar a Alessandra Bochetti especialmente en su discurso sobre la guerra
y las mujeres, en sus deseos por construir a las mujeres como nuestras semejantes, y en sus
denuncias del absurdo de pretender alcanzar el bienestar con la sangre y el sacrificio
de las vidas de quienes lo proponen como condición para toda la humanidad.4
En el cruce de los años sesenta y setenta empecé a percibir las omnipresentes
tensiones entre los intereses personales y los colectivos y a asumir opciones que
me permitieron empezar a reconocer a
4
Y permítanme acá decir desde ya gracias a Safo
de Lesbos, a las mujeres troyanas, a Hipatia de
las mujeres como mis semejantes, tal
Alejandría, a Artemisa, a Olympia de Gouges, como lo fuera descubriendo a medida
a las mujeres de Milán y a todas las mujeres que que avanzaba y se transformaba mi
alimentan discursos como los que leemos en la
obra de Alessandra Bocchetti, todas las cuales están inserción en la vida universitaria
hoy nutriendo los encuentros entre el feminismo inicialmente como discente, en mi
de antaño y los feminismos de hoy. encuentro con las cerca de treinta y
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triángulo de poder entre naciones del primer, segundo y tercer mundos, o entre los
supraestados, los estados nacionales y los estados-nación no viables, o el no menos
explícito triángulo de poder entre las ciencias, las disciplinas y las profesiones, o
entre las ciencias duras, las ciencias blandas y las artes y prácticas que se resistían a
ubicarse entre la dureza de las ciencias de la naturaleza y la blandura de las ciencias
del espíritu, o los diversos triángulos de poder que podríamos simbolizar entre las
diversas formas de organización de la sociedad civil, sobre cuya existencia muchos y
muchas dudaban y dudan aún; baste mencionar, a manera de ejemplo, uno de los
muchos triángulos que acá podríamos dibujar: los gremios y sociedades de diverso
tipo, las organizaciones sociales y las organizaciones no gubernamentales.
Allí con el Grupo mujer y sociedad, debatimos acerca de las relaciones entre la
academia y los movimientos sociales, entre el feminismo académico y las nacientes
redes, grupos y organizaciones de mujeres; participamos activamente de los
procesos de Reforma Constitucional en la Colombia que se dibujaba con nuevos
contornos al dar lugar en la Carta Magna del 91 a nombrar la participación como
un derecho y como un deber, a registrar los derechos humanos como uno de sus
capítulos, a declarar a Colombia como un Estado Social de derecho, de carácter
laico y pluricultural, un país de regiones en las cuales también circulan la diversidad
y la diferencia, una Colombia clasista, elitista y discriminadora que aún difícilmente
abría camino a reconocer las comunidades negras y afrodescendientes y los pueblos
indígenas. Una Constitución que al mismo tiempo incluyó el artículo 43 relativo
a la autonomía de las mujeres y el artículo 42 relativo a la familia patriarcal, en el
cual aún se aprecian componentes que mantienen la simbiosis mujer y familia, con
la cual, al mismo tiempo que se enuncian los principios de igualdad y respeto a las
diferencias se incluyen expresiones que legitiman el sacrificio de los derechos de las
mujeres en defensa de la sacrosanta familia patriarcal.7
7
Artículo 42. La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos naturales
o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer matrimonio o por la voluntad
responsable de conformarla. El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia. La ley
podrá determinar el patrimonio familiar inalienable e inembargable. La honra, la dignidad y la intimidad
de la familia son inviolables. Las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y deberes de la
pareja y en el respeto recíproco entre todos sus integrantes. Cualquier forma de violencia en la familia se
considera destructiva de su armonía y unidad, y será sancionada conforme a la ley. Los hijos habidos en el
matrimonio o fuera de él, adoptados o procreados naturalmente o con asistencia científica, tienen iguales
derechos y deberes. La ley reglamentará la progenitura responsable. La pareja tiene derecho a decidir libre
y responsablemente el número de sus hijos, y deberá sostenerlos y educarlos mientras sean menores o
impedidos. Las formas del matrimonio, la edad y la capacidad para contraerlo, los deberes y derechos de
los cónyuges, su separación y la disolución del vínculo, se rigen por la ley civil. Los matrimonios religiosos
tendrán efectos civiles en los términos que establezca la ley. Los efectos civiles de todo matrimonio
cesarán por divorcio con arreglo a la ley civil. También tendrán efectos civiles las sentencias de nulidad
de los matrimonios religiosos dictadas por las autoridades de la respectiva religión, en los términos
que establezca la ley. La ley determinará lo relativo al estado civil de las personas y los consiguientes
derechos y deberes. Artículo 43. La mujer y el hombre tienen iguales derechos y oportunidades. La
mujer no podrá ser sometida a ninguna clase de discriminación. Durante el embarazo y después del parto
gozará de especial asistencia y protección del Estado, y recibirá de este subsidio alimentario si entonces
estuviere desempleada o desamparada. El Estado apoyará de manera especial a la mujer cabeza de familia.
(República de Colombia, 1991).
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acerca del sujeto femenino y la sujeta mujer cuando interrogaba por qué razones,
precisamente en el momento en que emergen en la historia nuevos sujetos, los
sujetos inesperados de Jean Lyotard, otras voces claman o proclaman a los cuatro
vientos la eclosión del sujeto y el derrumbe de los universales.
Por ello esas cuatro preguntas que formulé al comienzo de mi intervención no
son mías, quedan abiertas al debate público y por tanto al debate de cada una
de las aquí presentes y de los colectivos a los cuales pertenecen, como también
quedan de nuevo en sus mentes las cuatro preguntas de esta canción del folclor
colombiano que sigue entonándose en nuestro territorio.
Y todas quedan acá registradas no para creer en ellas, sino para de-construirlas
por medio de sus propias experiencias, de la acción individual y colectiva que nos
acompaña al venir a este encuentro, con el deseo de que sean motivo para animar
éste y muchos encuentros más. Para que se formulen de otras múltiples y variadas
maneras y permitan la emergencia de nuevas y variadas historias. Para que nos
permitan mantener vivo el deseo de contarnos los cuentos que necesitamos para
conferir sentido a nuestra existencia. Para que contribuyan a volver al pasado,
ya no para repetirlo, sino para conocerlo y desentrañar en él la siempre presente
relación entre lo que se mantiene y lo que se trasforma. Para desatar nudos y
reanudar el futuro contando con las apuestas y las propuestas del feminismo y de
los feminismos en sus múltiples expresiones.
Para que quienes no son feministas comprendan que ni las feministas ni el
feminismo deseamos la univocidad no solo porque no es deseable sino además
porque no es posible, ni necesaria. No queremos un mundo en el que todos y
todas sean feministas, deseamos un mundo en el cual todas y todos sepamos que
gracias al feminismo estamos hoy en posibilidad de transitar espacios que nos
habían sido vedados.
Queremos una Colombia en la cual sea posible descubrir el potencial
transformador de esa magia que hoy nos permite reconocernos en las diferencias
que nos constituyen y cuyas artes aprendimos en el feminismo que permitió la
emergencia de la mujer como sujeta de la historia, sujeta de derechos y sujeta
deseante, y que paulatinamente va abriendo sus puertas a la diversidad de
feminismos, a su multiplicidad.
Y permítanme ustedes finalizar esta intervención escuchando algunas voces que
han alimentado y hecho crecer mis diversos encuentros con el feminismo entre
las certezas y las incertidumbres de la frágil condición humana, y diciendo gracias
a todas y cada una de ellas:
Gracias a todas las mujeres anónimas que me enseñaron a decir una y muchas
herejías, entre las cuales se destacan:
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Dios es negra.
Patriarca, tus pesadillas son nuestros sueños.
(Grafitis anónimos)
Gracias a todas las mujeres con quienes la vida nos permitió encontrarnos para
aprender el valor de otras voces:
Nunca fui capaz de saber con precisión qué era el feminismo. Lo único que sé es que
la gente me llama feminista cada vez que expreso sentimientos que me diferencian
de un limpión o un trapo» Traducción libre de un pensamiento de Rebecca West, hoy
día una de las pocas utopías que siguen en pie y la única revolución triunfante de
este siglo, revolución que sí fue avanzando en las cuatro esquinas del mundo y que se
efectuó sin fusiles, sin tanques, sin ejércitos y sin un solo muerto.
Florence Tomas (1999)
El feminismo está vivo donde quiera que haya una mujer feminista porque el
feminismo es una forma de ver y de mirar el mundo.
Cris Suasa (2009)
Gracias, Florence, Martha Cecilia, Cris y todas las mujeres que hace treinta
años, hicieron posible un Primer encuentro feminista latinoamericano y del
Caribe, quienes en 1980 afirmaban con la fuerza de la historia de las mujeres.
Gracias a las mujeres que desde ese otro continente con el cual nos encontramos
para reconocernos como Iberoamérica con quienes interrogamos hoy, desde la
posibilidad antes no existente en la historia de reconocernos como pares, las
relaciones entre lo local y lo global:
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Feminismo y feminismos: consensos y disensos
Gracias a Paulina Triviño, a las Mujeres de Fundac y con ellas a todas las mujeres
que han ido tejiendo redes que animan el encuentro entre las diversas expresiones
organizativas de las mujeres de sectores populares y del amplio movimiento social
de mujeres con quienes transitamos para descubrir las profundas huellas que dejan
en nuestros cuerpos las historias inscritas en los cuerpos de quienes portan una,
dos, tres o más diferencias que ancestralmente han sido objeto de discriminación:
La formación y capacitación que he recibido ha estado influenciada por el
feminismo y orientada por la educación popular y la pedagogía de género
como forma de ver y entender el mundo, y sobre todo como práctica social
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Feminismo y feminismos: consensos y disensos
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de la traducción de Jorge Luis Borges). Santiago de Chile.
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Márgenes de la etnicidad: de fantasmas,
espectros y nomado-lógica indígena.
Aportes desde una «etnografía filolítica»
Leticia Katzer1
UnCuyo-CONICET, Argentina
lkatzer@mendoza-conicet.gob.ar
Resumen:
En los cruces de la teoría etnológica, la crítica espectrológica derridiana y la etnografía
y sobre la base de la propia investigación etnográfica llevada a cabo desde el año 2004
con adscriptos indígenas Huarpes en la provincia de Mendoza, Argentina, el objetivo del
siguiente artículo es explorar las modalidades de organización de la adscripción étnica y
sus modos de articulación.
Los registros etnográficos que se presentan muestran que en la delimitación de los espacios
identitarios entran en tensión los mecanismos «fantasmales» a través de los cuales las
identificaciones son reconocidas/legitimadas y las reelaboraciones «espectrales» que en
las prácticas sociales concretas se hacen. Mientras la organización étnica formal se teje en
tramas de lógica sedentaria, las prácticas nativas se inscriben en una lógica nómade.
Palabras clave: etnicidad, fantasmas, espectros, nomadismo, etnografía filolítica.
1
Licenciada en Antropología, doctora en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales y
Museo de la Universidad Nacional de La Plata Área Antropología, investigadora asistente del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 31-51, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. Coloristas grafitis adornan las viejas paredes industriales de Bilbao - 2010
aNto - https://www.flickr.com/photos/dia-a-dia/
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No.22, enero-junio 2015
2
Desde el inicio del registro etnográfico, se instaló como problemática la tensión respecto a las formas
de identificación social y a sus formas de institucionalización a raíz del nucleamiento de adscriptos en
«comunidades indígenas, generándose diferencias sobre institucionalizarse como «cooperativas» o definirse
como «conjunto de familias», sin «organización formal»; diferencias que persisten y se complejizan aún
más. El registro etnográfico que presento en este trabajo remite centralmente al área de las Lagunas,
hoy secano de Lavalle, puesto que, correlativo a la colonización de valles centrales —donde también se
han nucleado históricamente los Huarpes— éstos fueron gradualmente arrinconados en el área carente
de interés productivo; también dado que se trata del territorio históricamente cedido a los indígenas y
actualmente reclamado por ellos y en litigio; y por último, la continua permanencia en el lugar imprime,
en términos identitarios/políticos, características singulares.
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Leticia Katzer
Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
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Leticia Katzer
Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
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Leticia Katzer
Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
que hay que tener en cuenta las modalidades de institución de la frontera étnica,
pero también a la frontera como «condición de posibilidad para una multiplicidad
de instituciones» (Balibar, 2005 [1997]: 85), y agregaría, de agenciamientos y
acontemientos no institucionalizados. Porque los límites son sitios de presentación
de algo que viene de la articulación ambulante y ambivalente del «más allá» (Bhabha,
1994) pero también sitios donde devenires no se hacen presentes ni representantes,
más que en el modo de huella o marca espectral. El «más allá» del que nos hablan
tanto Derrida como Bhabha, en tanto espacialidad reflexiva es una deslocalización
ontológica, espacial y temporal. Se trata de la iterabilidad de la marca-huella que
excede toda oclusión (individualización) de espacio, tiempo y contexto, más allá
de la ontologización-objetivación, más allá de las narrativas de las subjetividades
originiarias iniciales, en el entre-medio de ellas, en los momentos/procesos que se
producen en la articulación de las diferencias culturales.
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Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
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es decir, aquella que busca el registro de las trayectorias de vivencias por fuera de la
personalización, de los ámbitos de las formas institucionales, las cuales se articulan en
prácticas y formas de sociabilidad basadas en la errancia, que pueden ser entendidas
en referencia más a lo vivencial que a lo representacional. Se trata del conjunto de
registros de huellas, de marcas que los caminantes dejan en su itinerancia, y que
no son visibles en la escena representativa de lo público. A la expresión cartográfica
de la genealogía arqueológica del espacio estriado/sedentario le sigue la expresión
espectrográfica de la genealogía filolítica del espacio liso/nómade.
Es decir, la propuesta metodológica de la etnografía filolítica se nutre de la crítica
genealógica de Foucault y del programa deconstructivo postestructuralista,
demarcando como ámbitos de registros las trayectorias de apropiación-
desapropiación de la «persona» indígena, de los procesos de subjetivación-
desubjetivación cultural, en el marco de la identificación de formas de vida
nómade y su tensión-conflictividad con las formas sedentarias de construcción de
vida civil, de vida política
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Leticia Katzer
Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
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Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
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Márgenes de la etnicidad: de fantasmas, espectros y nomado-lógica indígena. Aportes desde una «etnografía filolítica»
Consideraciones finales
En el proceso desigual e inconcluso de mediación y articulación entre lo universal/
particular, que habilita la pertenencia del individuo a múltiples «subjetividades» y
su no-pertenencia total y absoluta a la vez, se produce el tránsito entre referencias
simbólicas y circuitos identitarios diversos dentro de campos posibles de elección
y selección. Entonces si bien las subjetivaciones étnicas se producen en marcos
institucionales que materializan modelos de racionalidad, modelos de conducta,
e implican correlaciones con pertenencias establecidas como principio de
constitución de la subjetividad (proceso de subjetivación) quedan restos des-
identificados y desapropiados. Así, la multiplicación heterogénea de sentidos
subjetivos que caracteriza el mundo contemporáneo produce, en su inscripción
histórica, una superposición entre las lógicas y mecanismos fantasmales a través
de los cuales esos sentidos son reconocidos y legitimados (las posiciones abstractas
que el individuo se ve obligado a tomar, las moradas a ser habitadas) y las
reelaboraciones espectrales que en las prácticas sociales concretas se hacen de ellos
(el asedio en las moradas). En ese espaciamiento que resta entre lo que totaliza y
lo que es capturado en la totalidad, ahí hay un resto que resiste a la representación
tanto teórica como política. En ese resto, como la figura del espectro, identifico al
sujeto étnico como «ser-entre».
Entre la esfera fantasmal y la esfera espectral, hay una relación colonial, puesto
que las construcciones fantasmáticas de la unidad-representación-propiedad —las
cadenas de idealidades— son las que gobiernan, las que orientan las estructuraciones
de los campos posibles de acción; son las formas légítimas. Así, además de las
propiedades internas de la etnocomunalización jurídica, el problema radica en que
la misma forma, una entre otras formas de identificación Huarpe, se universaliza
y es colocada como representativa de una supuesta «identidad/soberanía Huarpe».
Con todo, la alteridad injerta en modos de ser en común indígenas demuestran
que la creación fantasmática de un sujeto político, un ipse, como es la categoría
de persona-comunidad indígena-asociación civil-organización, constituye su
misma negación. En el esfuerzo por asegurar su dominio identitario y sentido
de pertenencia, de reconducir a «lo más propio» del sí mismo, las formas
jurídico-políticas modernas terminan por hacerla menos común. En la esfera
más espectral, por fuera de lo común-visible, registros etnográficos de narrativas,
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Fuentes
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(NL) Interlocutora, entrevistada en trabajo de campo, 2011.
(DF) Interlocutor, entrevistado en trabajo de campo, 2012
(CF) Interlocutor, entrevistado en trabajo de campo, 2012
(TL) Interlocutora, entrevistada en trabajo de campo 2008.
(HG) Interlocutor, entrevistado em trabajo de campo, 2008.
(MA) Interlocutor, entrevistado em trabajo de campo, 2008.
(RUP) Dirección de Ordenamiento Ambiental en el Registro Único de Puesteros
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Horrorismo y biopolítica de la ablación.
Racializaciones de lo indio en el conflicto
armado colombiano
Carolina Castañeda V.1
Universidad Nacional de San Martín, Argentina.
acarolc@gmail.com
Resumen:
El presente artículo explora las implicaciones biopolíticas de las intervenciones
humanitarias de los organismos de Naciones Unidas sobre las mujeres indígenas
«acusadas» de practicar la «ablación». Mediante el estudio de los documentos
producidos por el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidades y, someramente,
algunas producciones de los medios de comunicación se discute cómo la construcción
de la vulnerabilidad de las niñas indígenas, la asignación de marcas de corporales y
morales a las mujeres madres produce re-racializaciones. El trabajo concluye cómo
las lecturas desde el horrorismo a ciertas prácticas adjudicadas a grupos determinados
visibilizan el despliegue de dispositivos biopolíticos de selección de poblaciones en
medio del conflicto armado.
Palabras clave: racialización, ablación, biopolítica, horrorismo.
1
Doctora (c) en Antropología Social - Universidad Nacional de San Martín.
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Detalle. Grafiti - 2004
Ferran Mendizàbal - https://www.flickr.com/photos/ferranmendizabalvilarrubi/
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Que las guerras desde el siglo XX hayan abandonado cada vez más el esquema de
«guerra regular» y que cada vez más los civiles sean parte de ellas es un hecho del
que no cabe duda. El caso del conflicto armado colombiano es apenas un ejemplo
que para nada habla de excepcionalidad, pues si bien tiene fronteras específicas
frente a otros conflictos, también se iguala a ellos en tanto que los lugares y los
momentos del ataque no están localizados en los territorios y tiempos destinados
a la contienda. Que los civiles sean parte del conflicto advierte, por demás, no solo
que pronto se constituyen en víctimas, sino también que los soldados o guerreros
no son ubicables en ejércitos homogéneos. La generalización del conflicto en
Colombia lo hace aparecer como cotidiano, y entonces las escenas de terror y
horror se tornan cotidianas y ya no aterrorizan ni horrorizan, sólo desagradan a los
observadores lejanos de las grandes ciudades colombianas, se tornan inmirables.
La llegada diaria a las grandes ciudades de personas que huyen de la guerra hace
tiempos dejó de alertar a sus habitantes regulares sobre el ritmo del conflicto
armado. Los desplazados, como se llama a las personas que llegan buscando un
resguardo de la guerra, han pasado a ser un problema de las ciudades: no caben,
sobran, las afean, no hay lugar para ellas. El desplazamiento y el conflicto armado
son un problema de orden nacional, mientras los desplazados son un actor no
deseado en la ciudad ni por los gobernantes ni por los residentes, están por todas
partes recordando únicamente la situación de pobreza de la que las clases medias
y bajas tratan de escapar. Mucho más lejos se quiere huir de los desplazados con
rostros indígenas y negros que recuerdan que ellos aún moran entre nosotros.
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Horrorismo y biopolítica de la ablación. Racializaciones de lo indio en el conflicto armado colombiano
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Horrorismo y biopolítica de la ablación. Racializaciones de lo indio en el conflicto armado colombiano
El caso
El cuadro de la ablación en Colombia puede sintetizarse así: las madres permiten
que las parteras (ellas mismas, abuelas o vecinas) hagan el corte del clítoris a sus
bebes recién nacidas o menores de tres años. Al parecer los hombres y mujeres
sin hijas mujeres ignoran la práctica, pues es un secreto. Las niñas son entonces
víctimas de sus madres y las mujeres mayores. Las niñas pueden morir de
hemorragias e infecciones y se intuye que este corte ocasione otros problemas
de salud sexual en la vida adulta, incluida la negación del placer durante el
sexo (Proyecto Embera Wera, 2010). La niña es víctima, porque puede morir o
porque puede enfermar o porque no gozará de placer sexual y adicionalmente
no pudo expresar su consentimiento. La marca invisible que ha quedado del
relato es doble: las madres son también niñas mutiladas y las madres son
potenciales asesinas de sus hijas, son mutiladoras. Mutiladas mutiladoras. De
otra parte, las parteras y mujeres mayores nombran la práctica como la curación
(UNFPA, CRIR, ICBF y FODM, 2011). La primera noticia en los medios de
comunicación circuló en 2007.3 En 2008, las Naciones Unidas estableció en el
país a UNFPA, el Fondo de Poblaciones de las Naciones Unidas, cuyo único
propósito fue atender este asunto en aras de alcanzar el objetivo del milenio
concerniente a la salud sexual y reproductiva de las mujeres (aunque ya existía
una oficina de UNIFEM en el país).
El cuadro del desplazamiento puede sintetizarse así: desde el año 2000 familias
emberá chamí han abandonado sus
3
De hecho hubo primero una circulación local del
tema, luego en el nivel nacional y posteriormente tierras en busca de otra vida en las
Univisión pasaba notas al respecto. Igualmente ciudades. El ejército en persecución
se dedicaron programas televisivos en los que se
aumentaban las dimensiones étnico-raciales del de guerrilleros, en diferentes ocasiones
problema con adjetivos como práctica ancestral, ha bombardeado la zona desde el aire,
tratos crueles, gentes exóticas, pobreza, ignorancia.
Ver: Ablación genital indígena en Colombia, Juan
haciendo blanco en algunos emberás,
Carlos Aguiar. Recuperado: 14 de noviembre de y ellos han decidido huir. Una vez
2013 en: http://youtu.be/LAOgFVxhbr0. instalados en las ciudades, exhibiendo
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sus pies descalzos y estirando la mano para pedir una moneda han dejado de
inspirar compasión. Bogotá, a través de diferentes administraciones, ha hablado
de esta situación como un problema, cuya solución es el «retorno» (ICBF: 2009).
Por supuesto, el caso, es solo una excusa para lograr plantear la pregunta que
motiva este trabajo. Ya se ha escrito, si no suficiente, sí al menos enfáticamente
sobre la vacuidad de condenar las prácticas de ablación desde el discurso liberal
de los derechos humanos promovidos por grupos de feministas que hablan
desde el feminismo blanco —siéndolo o no— o por «humanistas» neutrales
ubicados en países centrales (Abu Lughod, 2002; Walley, 1997; Ahmadu, 2007;
Londoño, 2010). Así que mi interés se ubica, más bien, en el porqué de la
emergencia de esta situación anecdótica. ¿Qué hace posible que un país con una
trayectoria antropológica de setenta años descubra recién ahora la estrambótica
y horrorosa práctica de la ablación? Y, ¿qué hace posible que a pocos instantes de
su difusión se instale una agencia de las Naciones Unidas con el único propósito
de enfrentar el problema?
El tema aquí no son las Naciones Unidas como un agente supranacional del que
emane un poder especial que colapsa el poder del estado; al contrario, considero
que la instalación de UNFPA pone en el escenario global un tema más de la
cotidianidad colombiana. Es decir, UNFPA no llega, Colombia sale por su
puerta. Las prácticas emberás escapan a la soberanía del estado colombiano. Sale
a un espacio en el que se le puede asignar un lugar: un país en guerra, habitado
por gentes indígenas que confirman su lugar en el mundo (son el Tercer Mundo),
el espacio donde las mujeres deben ser salvadas de sí mismas. El lugar donde
las gentes deben ser vueltas a clasificar en poblaciones controlables. Colombia
entra en el radio de acción del dispositivo que junta guerra, pobreza, recursos
naturales; un dispositivo que tiene por función, entre otras, seleccionar gentes
para racializar, desracializar y rerracializar.
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Horrorismo y biopolítica de la ablación. Racializaciones de lo indio en el conflicto armado colombiano
4
Igualmente se produjo un video reseñando los resultados, en el que es posible ver a una joven emberá
liderando el cambio cultural hacia el buen trato a las mujeres y el abandono de la ablación. El video se esfuerza
por hacer una dignificación de las mujeres emberá, mediante una estética-otra impecable, extremadamente
adornada y brillante, con más colorido del habitual en cualquier resguardo emberá del país. (Véase UNFPA,
2010. Proyecto Embera Wera - derechos de las mujeres y ablación genital femenina. En: http://youtu.be/FFK-
fXHF08A. Recuperado el 30 de noviembre de 2013).
5
Este acercamiento lo he realizado únicamente con materiales digitales y aún no he tenido contacto con
ninguno de sus protagonistas en Colombia.
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Medea y el horrorismo
Me he extendido en la descripción de los documentos que señalan el tema para
Colombia, porque me permiten poner sobre la mesa varios elementos con los que
pretendo construir el argumento del horror y del horrorismo. Cavarero propone
diferenciar el terror del horror dentro de los análisis de la violencia contemporánea
y más concretamente propone problematizar el concepto de terrorismo como una
acción que se les pueda adjudicar únicamente a unos agentes de la violencia.
Para hacerlo acude a las figuras de Medusa y Medea; la primera es portadora del
terror y la segunda del horror. Medea ha matado a su familia, incluidos sus hijos
y los ha desmembrado. Medea es una extranjera, una bárbara. Medea ha pasado
un límite, ha violentado a seres aparentemente vulnerables. En discusión con
Hobbes, Cavarero propone que en realidad ella no traspasó todos los límites.
Ella amaba a sus hijos y antes del asesinato los había protegido y cuidado. Para
Hobbes, el neonato es el ser más vulnerable en cuanto no puede defenderse ni
expresar consentimiento. Es vulnerable porque la madre puede alzar su mano
para herirlo. Para Cavarero, Hobbes ha olvidado un asunto central: el poder
de la madre no consiste en que pueda levantar la mano para herir ni en que
en la medida en que el neonato no puede defenderse, el trabajo de la madre es
cuidar de él, alimentarle, posibilitarle la vida. Para Cavarero, la madre es como
la bipolítica foultiana: puede hacer vivir y dejar morir. Así, dice ella, el neonato
no es la figura perfecta del vulnerable. No olvidemos que al vulnerable hay que
construirlo, no discursivamente, sino con prácticas físicas de horror concreto,
centradas en cuerpos concretos. En este sentido uno podría preguntarse si las
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Un debate pendiente
El ejercicio de racialización co-constitutivo en las sociedades de control consiste ante
todo en modelar cuerpos y subjetividades. Para Deleuze (2006), el control se dejó de
ejercer mediante la disciplina y ha empezado a tomar forma mediante modulaciones
de las posiciones de sujeto. No obstante, no se moldea en el vacío; el moldeamiento
de la racialización en la sociedad de control, por ejemplo, consiste en re-marcar los
cuerpos, en igualarlos al hacerlos portar una marca para después nunca ignorar esa
marcación, aunque la marca sea casi imperceptible. ¿Cómo percibir sensitivamente
la marca de la mutilación femenina? Evidentemente no parece necesario verla,
solo asociarla. O bien con las cuchillas de la fotografía o bien con la cultura de sus
practicantes o bien con los cuerpos antiguamente marcados: indios-negros. Las
marcaciones por moldeamiento hacen parte de un dispositivo experto en desaparecer
las particularidades, en ignorar las especificidades de las personas, los colectivos y los
lugares. Si en el momento del biopoder aprendimos a ver las evidentemente visibles
marcas de lo racial y las naturalizamos al punto de no requerir prestar demasiada
atención, o siquiera fijar la mirada, en la biopolítica la marca ya establecida no es
suficiente; los cuerpos se deben remarcar o moldear para reacomodar las poblaciones.
Para Foucault, las razas y sobre todo el racismo son la posibilidad de que la tecnología
de gobierno basada en hacer vivir —la biopolítica— pueda seguir atesorando
también, al mismo tiempo, la posibilidad de dejar morir y de hacer morir (Foucault,
2001: 230). Pero además, el racismo en su forma de hacer morir, no mata en sí gentes:
elimina peligros que atentan contra la posibilidad biológica de vida; por ejemplo,
«erradicar la práctica de la ablación». De allí, dice Foucault, le viene su condición
aparentemente positiva, porque es la muerte de la mala raza la que posibilita la vida
de la especie que desea proteger. En este sentido, la eliminación, el hacer morir,
ocurre particularmente entre iguales, entre ciudadanos, al menos en la biopolítica. La
guerra es el escenario de eliminación de la raza que se ha vuelto extranjera y peligrosa.
En términos biopolíticos el dispositivo que posibilita la censura a la ablación sitúa el
hacer vivir en el dominio global: las Naciones Unidas salvan a los niños, a sus madres
y la vida sexual y reproductiva de sus madres, mientras que reserva al soberano local
la posibilidad del dejar morir y del hacer morir. Así, mientras UNFPA hace vivir,
ACNUR —Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados— deja
morir a los desplazados en el desplazamiento y en el retorno. Y el estado colombiano
hace morir al hacer y al dejar hacer la guerra.
Entonces, de nuevo agregaría que la denuncia y la intervención sobre la horrorosa
práctica de la ablación en un grupo indígena minoritario en Colombia, mientras
participan de las contradicciones del conflicto armado en una zona de extracción
minera es un acto de horrorismo sobre cuerpos inmirables racialmente.
Entendemos entonces que este horrorismo es parte del dispositivo que posibilita
la guerra y que impide su finalización.
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Problematización, eventualización y
ficcionalización: la crítica en la
visibilización de las subjetividades1
Jorge Eliécer Martínez Posada2
Universidad de la Salle, Colombia
jmartinezp2@gmail.com
Recibido: 22 de enero de 2015 Aceptado: 22 de abril de 2015
Resumen:
El interés en este escrito es preguntarse por la crítica en la visibilización de las subjetividades
que radica en la historia del presente y no en la del pasado en términos del presente; entender
las emergencias, los despliegues y las transformaciones que han constituido nuestro presente
—«ontología crítica del presente»— que consiste en la eventualización, la problematización
y la ficcionalización considerada en la investigación de las subjetividades. El articulo brinda
elementos para el camino metodológico en las formas de abordar las subjetividades: el trabajo
se presenta a modo de melodía musical con un introito a modo de introducción, cuatro
incisos, el primero de los cuales se denomina «¡El punto de partida es ontológico!»; el segundo,
«¡Problematización, un ejercicio para preguntar por lo impensado!»; el tercero. «¡Eventualización
es pensar la historia en términos discontinuos!», y el inciso cuatro, «¡Ficcionalizar es desafiar!»,
para terminar con una coda nombrada «¡La crítica como actitud estética en la existencia!»
Palabras claves: problematización, eventualización, ficcionalización, subjetividad,
arqueología-genealogía.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 69-83, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. Grafiti - 2012
J1 Simón - https://www.flickr.com/photos/simonbcn/
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¿Qué es hacer una crítica? Apostaría a que se trata de algo que la mayoría
entendemos en un sentido ordinario. El asunto, no obstante, se complica si
intentamos distinguir entre una crítica de tal o cual posición y la crítica como una
práctica más general que pudiera ser descrita sin referencia a sus objetos concretos.
¿Podemos además interrogarnos sobre su carácter general sin insinuar una esencia
de la crítica? Y si para establecer esta imagen general lo hiciéramos expresando algo
que se aproximase a una filosofía de la crítica, ¿perderíamos entonces la distinción
entre filosofía y crítica que forma parte de la definición misma de la crítica?
La crítica es siempre crítica de alguna práctica, discurso, episteme o institución
instituidos, y pierde su carácter en el momento en que se abstrae de esta forma de
operar y se la aísla como una práctica puramente generalizable.
Judith Butler, 2001
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Jorge Eliécer Martínez Posada
Problematización, eventualización y ficcionalización: La crítica en la visibilización de las subjetividades
Introito
El interés en este escrito es preguntarse por la crítica en la visibilización de las
subjetividades que radica en la historia del presente y no en la del pasado en
términos del presente; esto implica entender las emergencias, los despliegues y
las transformaciones que han constituido nuestro presente: «Ontología crítica
del presente», que consiste en la eventualización, la problematización y la
ficcionalización consideradas en la investigación de las subjetividades. Por lo
anterior, el punto de partida es ontológico, es decir, se trata de realizar un ejercicio
ontológico en la forma de crítica entendiendo esta como:
el haz de relaciones que anuda el uno a la otra, o el uno a los otros dos, el
poder, la verdad y el sujeto (…), yo diría que la crítica es el movimiento por
el cual el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de
sus efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de verdad; la crítica
será el arte de la inservidumbre voluntaria, de la indocilidad reflexiva.
La crítica tendría esencialmente como función la desujeción en el juego
de la que se podría denominar, con una palabra, la política de la verdad
(Foucault, 2006: 10).
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nos constituye en sujetos éticos) (Foucault, 1994: 4, 393, 618). ¿Cómo nos hemos
constituido como sujetos de nuestro saber? ¿Cómo nos hemos constituido como
sujetos que ejercen o sufren relaciones de poder? ¿Cómo nos hemos constituido
como sujetos morales de nuestras acciones? Una ontología crítica en esta medida
se ocupa de objetividades y de subjetivaciones, es «ontología histórica». Observa
los modos innegables de la subjetivación propios de prácticas sociales, que son
concretas y situadas. Por lo anterior en un análisis crítico de este orden se parte
de ciertos modos de objetivación que producen subjetivaciones. Una ontología
histórica de nosotros mismos en relación con la verdad, con el poder y con la ética.
Cada uno de estos predominios corresponde a lo arqueológico, a lo genealógico y
a lo ético, en una actividad de diagnóstico y de un éthos, un examen del estatuto
histórico de nosotros en la subjetividad que implica también un trabajo de nosotros
mismos sobre nosotros mismos en cuanto sujetos libres, que hace referencia a la
prueba histórico-práctica de los límites que podemos traspasar.
Por lo anterior, abordar el tema del sujeto es una cuestión compleja que no se
comprende a la hora de plantear la investigación en el orden de las subjetividades;
existen unas definiciones de sujeto que tienen que ver con la modernidad y que
nos califican como seres capaces de razón y de moral, pero aquí se trata de
reconocer una ontología distinta, una ontología de nosotros, en lo que somos
cuerpos producidos, es decir, cuerpos que han sido originados por estrategias de
poder en términos de relaciones de saber. Foucault puede ser de ayuda en esta
tarea, pues se propuso:
elaborar una historia de los diferentes modos por los cuales los seres
humanos son constituidos en sujetos. Mi trabajo ha lidiado con tres formas
de objetivaciones, las cuales transforman a los seres humanos en sujetos. El
primero, el modo de investigación que trata de darse a sí mismo el estatus
de ciencia, por ejemplo la objetivación del sujeto hablante en la Grammaire
Générale, la filología y la lingüística, o incluso en este primer modo de
objetivación del sujeto productivo, que trabaja, en el análisis de la riqueza
y la economía, o un tercer ejemplo, la objetivación del hecho puro de
estar vivo en historia natural o biología. En la segunda parte de mi trabajo
he estudiado los modos de objetivación a los que yo llamaría «prácticas
divisorias». El sujeto está dividido tanto en su interior como dividido de
los otros. Este proceso lo objetiva. Los ejemplos son el loco y el cuerdo;
el enfermo y el sano, los criminales y los buenos chicos. Finalmente, he
pretendido estudiar —es mi trabajo actual— los modos en que los seres
humanos se transforman a sí mismos en sujetos. Por ejemplo, he elegido el
dominio de la sexualidad: cómo los hombres han aprendido a reconocerse
a sí mismos como sujetos de la «sexualidad». Por lo tanto no es el poder
sino el sujeto, el tema general de mi investigación (Foucault, 2005: 31-32).
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las seguridades en las que nos movemos y la forma como nos ordenamos. La
crítica permitirá pensar de otra manera la forma en que pensamos, decimos y
hacemos con respecto a las verdades que se han configurado históricamente; en
otras palabras, la crítica será pensar de otra manera (Cf. Butler, 2001).
El ejercicio de la crítica es complejo en muchos niveles, pero se puede iniciar en una
doble indagación, a saber, inquiriendo por los discursos, ver en ellos los elementos
que generan distancias y rupturas entre una posición inicial y otra. Esta forma
de rastreo da cuenta de la transformación, pero al mismo tiempo demuestra las
conexiones entre el saber que se transformó y el anterior saber. La transformación
no consiste solamente en presentar la conexión; es saber cómo se conecta con
otras formas de relaciones con el saber, cómo el enunciado está compuesto por
enunciados, es dar cuenta de lo que significa el enunciado históricamente; cómo
paso que este enunciado, se fundó; cuáles son las relaciones de saber que son
posibles de cierta forma enunciar. Pero no se hará de manera general, sino que se
debe mostrar las relaciones precisas, esto es, decir explícitamente de dónde se da
el enunciado, mejor dicho, rastrearlo, y así dar cuenta de las maneras como esos
enunciados se conectaron unos con otros y cómo unos saberes se soportaron y se
conectaron unos a otros para generar una cierta forma de discurso. El enunciado
no surge de la nada; surge de unas preguntas que históricamente se están haciendo,
se están llevando a cabo; de unas prácticas en un contexto.
En este punto la noción de «dispositivo» se presenta como un elemento más en la
visibilización de las subjetividades, debido a que dicha noción permite ver la relación
entre el saber y el poder: el dispositivo funciona por una necesidad específica; no hay
dispositivos en el aire, hay dispositivos precisos para resolver problemas precisos. El
dispositivo como concepto nace a partir de tres niveles que orientan su comprensión.
El dispositivo es entendido fundamentalmente como red, ya que enmarca las
relaciones o los vínculos entre elementos heterogéneos, tales como discursos,
instituciones, instalaciones arquitectónicas, leyes, medidas y enunciados científicos.
Por lo tanto al entenderse como red que permite justificar u ocultar una práctica—.
Que se encuentra el nivel del acontecimiento. Luego el dispositivo no surge por
cuestiones confusas sino en condiciones históricamente dadas (Cf. Martínez, 2014).
Esa situación específica hace emerger unas ciertas preguntas específicas: lo que se
denominará «problematización» surge en contexto histórico de relaciones ente
saber y poder. Una problematización se da en una época, es dependiente de las
relaciones históricas; por ende no es una invención. La problematización deja ver
con claridad cuándo emergió la misma, o sea, el origen de las interrogaciones que
cuestionan el saber, y desde el saber, nuevas relaciones del poder que permiten
emerger nuevas posibilidades. Ahora bien, realizar una problematización desde
el ejercicio crítico es ir a los archivos para poder ubicar históricamente «las
preguntas» históricas, efectuar un ejercicio para preguntar por lo impensado,
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La única garantía que nos asegura que evitaremos dichos temas es intentar
pensar la historia en términos discontinuos: pensar la historia bajo la clave
de la diferencia y el acontecimiento, [...] prestando, por atención preferente a
los umbrales, rupturas, límites y transformaciones, tal como la historiografía
contemporánea está llevando a cabo (Morey, 2014: 231-235).
La eventualización es hacer visible esa clase de rupturas, umbrales, límites
y transformaciones o mutaciones en las que, en un momento determinado,
eventualizar es desafiar la historia para señalar que el verdadero problema no sería
una cierta linealidad ni tampoco una globalidad de la historia, sino reconocer
que la historia es un conjunto de preposiciones de elementos locales a veces con
impacto global, pero casi siempre demasiado locales, demasiado situados y cuyos
límites siempre podemos hacer visibles.
El acontecimiento no es una pura invención que se hace, no es solamente hacer
visibles X cosas, sino ubicar unas problematizaciones, unas preguntas, mostrando
cómo los discursos cambian una determinada cosa y se empieza a decir y a señalar
las distancias entre las rupturas y al mismo tiempo mostrar el límite hasta donde
se llega en términos históricos. En últimas, la pregunta es por el sujeto y la verdad,
como lo señala Foucault:
De hecho, esta práctica histórico-filosófica se trata de hacerse su propia
historia, de fabricar como una ficción la historia que estaría atravesada
por la cuestión de las relaciones entre las estructuras de racionalidad que
articulan el discurso verdadero y los mecanismos de sujeción ligados
a él, cuestión que vemos que desplaza los objetos históricos habituales
y familiares a los historiadores hacia el problema del sujeto y la verdad,
problema del que los historiadores no se ocupan (Foucault, 2006: 21).
Eventualizar no es únicamente inventarse un acontecimiento, es mostrar cómo en
un momento histórico un determinado enunciado se entendió en sus discursos
y sus prácticas, cómo este cambio en sus límites históricos es establecer la
transformación de los saberes.
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establece una ontología crítica del presente, una ontología de nosotros mismos.
«Eventualizar unos conjuntos singulares de prácticas, para hacerlos aparecer como
unos regímenes de jurisdicción y de veridicción» (Foucault, 1982: 67).
En un segundo momento, la crítica implica no perder de vista la relación con el
sujeto del que se parte, reconociendo que el sujeto es una producción histórica de
discursos y prácticas establecidas en regímenes de verdad, a la cual ese sujeto puede
resistirse, esto debido a que la ontología en la metodología desde esta posibilidad
de la crítica tiene que ver con señalar las relaciones y sus elementos históricos que
le permiten al sujeto reconocer cuales son las luchar que desea librar.
La tercera instancia de la crítica será hacer visibles los límites al preguntarse por
el presente, una pregunta del presente que indagó en el pasado, no para quedarse
en éste sino para establecer el presente. El verdadero problema es el presente,
es realizar una crítica de alguna práctica, discurso, episteme o institución que
configuren o pretendan configurar la subjetividad.
Por último, la crítica no es solo una forma de preguntarse por la realidad, sino
una actitud, una forma de configurarse en el propio éthos, pues como lo señaló
Foucault: «no querer ser gobernado era una cierta manera de rechazar, recusar,
limitar (díganlo como quieran) el magisterio eclesiástico, era el retorno a la
Escritura […] era la cuestión de cuál es el tipo de verdad que dice la Escritura»
(Foucault, 2006: 7-8). El reconocimiento de las condiciones en las cuales los
discursos de verdad se presentan en la propia configuración de la realidad: «No
querer ser gobernado […] no querer tampoco aceptar esas leyes porque son
injustas, porque […] esconden una ilegitimidad esencial» (Foucault, 2006: 9).
La crítica se declara como una forma de poder que tiene efectos de verdad y cómo
los discursos de verdad tienen relaciones de poder generando una acción sobre la
acción de los sujetos. La crítica es una práctica como resistencia, a un poder se le
puede oponer otro; la crítica es generar un acto en el límite de la libertad en el que la
problematización, la eventualización y la ficcionalización se presentan como formas
de pensar diferentes, y por lo tanto tienen la posibilidad de generar nuevos discursos
que posibiliten nuevas prácticas. De ahí que una de las preguntas de la crítica será:
«¿cómo no ser gobernado?» «¿cuáles son los límites del derecho a gobernar?»
No querer ser gobernado es ciertamente no aceptar como verdadero […] lo
que una autoridad os dice que es verdad o, por lo menos, es no aceptarlo por
el hecho de que una autoridad diga que lo es, es no aceptarlo más que si uno
mismo considera como buenas las razones para aceptarlo (Foucault, 2006: 10).
La crítica es una práctica de libertad, la crítica es ética en la práctica de la
libertad, en la configuración de la subjetividad. La crítica como práctica emana
de la libertad en el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus efectos de
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El interminable apogeo de la
interculturalidad: algunas reflexiones
críticas desde la antropología
y la filosofía1
Gonzalo Díaz Crovetto2
gdiazcrovetto@uct.cl
Mario Samaniego3
msamanie@uct.cl
Universidad Católica de Temuco4, Chile
Recibido: 26 de noviembre de 2014 Aceptado: 20 de marzo de 2015
Resumen:
En el presente trabajo discutimos el indiscriminado apogeo del concepto de interculturalidad
a partir de la revisión de enunciados, problemáticas y reflexiones provenientes de la
antropología y la filosofía. Proponemos, en este sentido, revelar y cuestionar las implicancias
conceptuales y prácticas que la diseminación de la denominada interculturalidad pueda
generar en propuestas y modelos que buscan la gestión de la diversidad social y cultural. Para
ello, consideramos importante distinguir, por un lado, algunas particularidades emanadas
de la experiencia antropológica en relación con el estudio y la configuración de otredades y,
por otro, discutir, a partir de la filosofía, la necesidad de que la dimensión vivencial dinamice
la interculturalidad como proceso contextual y crítico. Este análisis tiene por objetivo dar
cuenta de los peligros de esencialización y normativización que acechan a la interculturalidad
en tanto práctica crítica y transformadora.
Palabras claves: interculturalidad, antropología, filosofía.
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Mujer grafiti - 2007
Valentos SG - https://www.flickr.com/photos/valentos/
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anthropology and philosophy. We propose, at this point, to reveal and challenge conceptual
and practical implications that the dissemination of the so-called interculturality may
bring about concerning proposals and models for managing social and cultural diversity.
In order to do that, we consider important to distinguish, on one hand, some particulars
flowing from the anthropological experience in relation to the study and the informing
of otherness, and, on the other hand, to discuss, based on philosophy, the need for
an existential dimension to dynamize interculturality as a contextual and questioning
process. This analysis aims to account for the dangers of essencialization and normalization
threatening interculturality as a questioning and transforming practice.
Keywords: interculturality, anthropology, philosophy.
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Un reclamo antropológico7
Al convertir explícita o implícitamente a la cultura «propia» y «ajena» en
objetos de la representación cultural, esas nociones metaculturales recrean
relaciones de asimetría material y simbólica. Por eso devienen dispositivos
centrales en los procesos de construcción de hegemonía, haciendo
que no sea del todo inusual que propuestas de interculturalidad en
apariencia en conflicto, compartan y reescriban estándares metaculturales
paradójicamente compartidos (Briones, 2007: 46).
7
Se refuerza la singularidad frente a la diversidad de lecturas antropológicas posibles.
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Por otro lado, notamos que la interculturalidad nace también como proyecto de
intervención social para establecer directrices comunicativas desde un nosotros
política y económicamente dominante frente al otro intercultural, generalmente
instalado en condiciones adversas. No se trata de menospreciar el aporte real y
concreto que las políticas interculturales puedan tener, sobre todo cuando nacen
a partir de demandas concretas, sino que se trata de desnaturalizar su origen y su
intención, que en muchos casos busca desacelerar conflictos sociales existentes.
Resta preguntarse entonces por los impactos que puedan tener construcciones y
revisiones epistémicas en la academia, ya que estas pueden determinar políticas
públicas o bien construcciones jurídicas concretas. Si se asume el papel dinámico
de la sociedad y la cultura junto con el poder de los conceptos para intervenir
y alterar la realidad social, parecería oportuno asumir el disenso, pues parecen
menores los daños al interpelar el concepto interculturalidad que poner en
marcha una política derivada de un consenso no consensuado.15
Así la interculturalidad, tal como lo hace notar Mary Louise Pratt (2010) para la
15
Briones (2007: 49) propone pensar en
concepción de flujo, puede ejemplificar
discrepancias en vez de diferencias culturales, pues el lenguaje oficial y legitimador, y por
las discrepancias abren un espacio que permiten tanto este no puede ser considerado
transformar lo que pensamos.
como un término neutro que se utilice
desconectado de cualquier dimensión ética. De esta forma, tal como propone
Grimson (2011: 190), podemos considerar el término interculturalidad como
una forma relativamente nueva de nombrar un proceso histórico, proceso que
ha sido estudiado como parte de unos leitmotiv de la antropología; frente a esto,
parece bastante oportuno el siguiente enunciado de Briones:
(…) diría que si las dimensiones civil, política y social de la ciudadanía se ven
como complementables, mientras la dimensión cultural se ve como conflictiva,
es porque es esta última dimensión la que más pone en entredicho la certeza de
una universalidad que opera para todo tiempo y lugar (2007: 49).
De este modo, resulta insatisfactorio proponer agendas y políticas interculturales
en forma unilateral, sobre todo cuando algunas comunidades que pueden ser
afectadas directamente por estas no están de acuerdo ni en contenidos ni en
formas. La interculturalidad como vivencia requiere de otros caminos tal vez
próximos, tal vez distantes de la antropología, pues, antes de normativizarse y
normativizar, requiere ser interpelada.
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El interminable apogeo de la interculturalidad: algunas reflexiones críticas desde la antropología y la filosofía
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Pasos hacia una descolonización de lo
festivo
Javier Reynaldo Romero Flores1
Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, UDCA, Colombia
warikato61@yahoo.com
Recibido: 29 de septiembre de 2014 Aceptado: 12 de enero de 2015
Resumen:
El presente artículo profundiza la comprensión de la colonialidad e intenta mostrar, a manera
de hipótesis, un itinerario posible que recupere el sentido celebratorio de la vida, contenido en
los procesos y las prácticas festivas actuales herederas del Horizonte Ancestral existentes en
la Serranía Sagrada de los Urus, en Oruro, Bolivia. Nuestro relato surge desde nuestra propia
experiencia festiva geopolítica y corpopolíticamente localizada. Nuestro argumento transita
del momento colonial, en el que se produce la demonización de lo festivo, al momento
Republicano en el que, junto con lo anterior, también se desarrolla la mercantilización de
lo festivo. Enfatiza la colonialidad, desde lo demonizado como «idolatría» y lo mercantilizado
como mercancía, desplegada por el proyecto de la modernidad/colonialidad.
Palabras clave: «carnaval», descolonización, fiesta, dinámica festiva, demonización,
mercantilización, Oruro-Bolivia.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 103-122, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. Grafiti en el Paseo Rey Juan Carlos I en Sevilla - 2008
martin_javier - https://www.flickr.com/photos/31095500@N02/
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da vida, contido nos processos e nas práticas festivas atuais herdeiras do Horizonte Ancestral
existente na Serra Sagrada dos Urus, em Oruro, na Bolívia. Nosso relato surge a partir
da nossa própria experiência festiva geopolítica e corpo-politicamente localizada. Nosso
argumento transita do momento colonial em que é produzida a demonização do festivo até
o momento republicano que, junto com o primeiro, desenvolve a mercantilização do festivo.
Enfatiza a colonialidade a partir do demonizado visto como «idolatria» e do mercantilizado
como mercadoria, processos impulsionados pelo projeto da modernidade/colonialidade.
Palavras chave: «carnaval», descolonização, festa, dinâmica festiva, demonização,
mercantilização, Oruro-Bolívia.
Introducción
En un trabajo anterior (Romero, 2012a; 2012b), en el proceso de orientar un
itinerario posible y conscientes de que éste no podía ser el único, habíamos2
sugerido tres modos de colonialidad de lo festivo: la demonización, la mercantilización
y la patrimonialización. En la misma línea de aquel trabajo, tomando en cuenta la
dinámica festiva en Oruro,3 aquí intentamos reflexionar el proceso de colonialidad y,
además de ampliar aquel argumento, intentamos trascender un poco más allá de la
enunciación sugiriendo, a manera de hipótesis, algunas pistas para la descolonización
de lo festivo. Sin embargo, por la limitación de espacio, problematizamos lo festivo
desde la demonización y la mercantilización; el proceso de la patrimonialización
como colonialidad lo hemos desarrollado en otro trabajo (Romero, 2014).
2
La utilización de la primera persona del plural del español, en la redacción del presente ensayo la
justificamos por dos circunstancias que, desde nuestra perspectiva, se relacionan y tienen sentido. La
primera: En las lenguas aymara y quechua, que predominan en los Andes centrales en Bolivia, existen dos
posibilidades de enunciar el «nosotros» (Aymara: Naanaka y jiwasa y Quechua: Noqanchej y noqayku), una
que incluye a un grupo pequeño como una comunidad o un grupo determinado reducido, diferenciándose
del resto del universo y la otra que generaliza una idea de nosotros como universal. La segunda: Nuestro
argumento se ha ido construyendo en procesos intersubjetivos en diferentes contextos; en algún caso el
énfasis ha sido festivo y en otros se ha construido por la participación de lo que Apel (1985; 1994) llama
una «comunidad científica de comunicación». Si bien yo soy el responsable del presente argumento, en
ningún caso es resultado de un ejercicio racional individual. Este argumento es parte de una pequeña
comunidad argumentativa y de comunicación intersubjetiva.
3
En varios trabajos anteriores (Romero 2014, 2012a, 2012b) se ha denominado dinámica festiva al proceso
complejo de transformaciones que se da en el espacio festivo de Oruro. Se conoce que a principios del
siglo XX se realizaban dos formas festivas diferenciadas: 1) el «carnaval» desarrollado por las elites de la
ciudad con desfiles de carrozas en el día y mascaradas en la noche y 2) una fiesta patronal en homenaje
a la Virgen del Socavón en la que, según la prensa participaba la plebe y realizaban ch’allas. Para fines
del siglo XXI esto se ha complejizado mucho más. Las entradas de carrozas al estilo de aquella época se
han extinguido, al igual que las mascaradas; las élites se han hecho parte de aquella fiesta patronal y la
han denominado «Carnaval». Junto con esto han surgido otras manifestaciones festivas. La primera fue
la fiesta de comparsas de la zona sur realizada el sábado de tentación y los días posteriores; la segunda,
otra fiesta de comparsas pero en la Zona este de la ciudad, con características parecidas a la de la zona sur;
luego en la zona norte con influencia de habitantes de las provincias del sur del Departamento de La Paz
se realiza otra entrada en la que predomina un aerófono pentatónico denominado Mohoceño que se lo
ejecuta en tropas de músicos que llegan a 30 o 40 integrantes y finalmente en los últimos años en el centro
de la ciudad se realiza la Anata con la presencia de comunidades indígenas de cuatro departamentos de
Bolivia el día jueves antes del Sábado de Carnaval.
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De la demonización a la insurgencia
El proceso colonial ha producido un saqueo sistemático de las representaciones
con las cuales los habitantes de Abya Yala/América6 producían y reproducían la
vida en las diferentes regiones. Estas acciones se ocuparon, entre otras cosas, de
negar y enajenar cualquier actividad que fuera en contra del establecimiento de la
dominación colonial. A partir de aquel proceso de enajenación se impuso por la
fuerza la nueva nomenclatura con la que se iniciaría el vaciamiento epistémico y
con esto la transformación de las representaciones de aquel mundo que era parte,
además, de un horizonte de sentido distinto al del conquistador.
Fueron casi tres siglos en los que se enajenaron los procesos celebratorios, se
transformaron sus nombres y se modificaron sus representaciones. Todo esto fue
desplegado para la producción de una nueva idea de verdad7 que sería impuesta
a la población de aquellas tierras, las mismas que fueron apropiadas por los
conquistadores. Una de las nociones fundamentales en aquella idea de verdad
impuesta se desprendió de la política de extirpación de idolatrías. La denominación
«idolatría»8 sirvió para referirse a la generalidad de prácticas relacionadas con la
cosmovisión de los pueblos andinos. En
6
Abya Yala/America representa un lugar en
conflicto que cuestiona la geografía de la razón la crónica de Guamán Poma (Poma de
9
mediante un conflicto entre la insurgencia de los Ayala, 1980), ya se encuentra esta noción
pueblos, en su intento por cambiar el sentido de
la historia, y la modernidad/colonialidad todavía cuando se hace referencia a la forma de
dominante y dominadora. ritualidad con la que las poblaciones
7
Esta reflexión relacionada con la creación de
una nueva idea de verdad a partir del momento
de aquel tiempo reproducían la vida
de la conquista ha sido trabajada y expuesta de en reciprocidad con la naturaleza y
distintas formas, entre otros, por Dussel (1980, lo sobrenatural. Para referirse a este
2000, 2003, 2007, 2008); Grosfoguel (2006);
Mignolo (2003, 2007); Walsh (2002, 2003); tipo de prácticas el cronista se refiere
Bautista (2007, 2012, 2014). a «ceremonias idólatras» (Poma de
8
En otro ensayo (Romero, 2014), se ha desarrollado
la noción de idolatría como el sustrato colonial del Ayala, 1980 [1583-1615]: 168) y luego
«patrimonio». describe la manera integral y compleja
9
Es importante tomar en cuenta que Felipe
Huamán Poma fue asistente de Pablo José de de los procesos festivos desarrollados
Arriaga durante el proceso de extirpación de como acontecimiento fundamental para
idolatrías en los Andes.
la reproducción de la vida.
En la crónica, aquellos procesos celebratorios están descritos a partir de un
intento de relacionar el tiempo de los conquistadores y el tiempo de los Inkas.
La periodización descrita es mensual e inicia en el mes de enero, como el tiempo
de Cápac Raymi Caimi Killa y así relaciona cada mes con el denominativo de un
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vida. Las prácticas rituales y las otras tenían que ver con el flujo de la energía vital,
a través del alimento para el cuerpo, como la comida, y para el espíritu, como la
música y la danza.
Se trataba de una dinámica compleja difícil de comprender y menos en un contexto
de dominación colonial. En esta circunstancia fue que surgieron, hasta imponerse,
aquellas prácticas demonizadoras como la «extirpación de idolatrías», que fue
motivo de una especie de «manual», escrito por Pablo José de Arriaga ([1621]-
1919), quien describe en detalle sus contenidos, desarrollados en tres partes:
La primera. Qué Ídolos, y Huacas tienen los Indios, qué sacrificios, y
fiestas las hazen, qué ministros y sacerdotes, abusos, y supersticiones tienen
de su gentilidad e Idolatría el día de oy. La segunda las causas de no averse
desarraygado entre los Indios, pues son Christianos, y hijos, y aun nietos
de Padres Christianos, y los remedios para extirpar las raýzes deste mal. La
tercera la práctica muy en particular, de cómo se a de hazer la visita para la
Extirpación de estas Idolatrías (Arriaga, [1621]-1919: XXX-XXXI).
Sin embargo, esta idea de extirpación tiene su propio origen. Duviols (2003), en
su «Procesos y Visitas de idolatrías. Cajatambo, siglo XVII», hace una referencia
a los orígenes de la idea mencionada:
«Extirpar» es «arrancar», «desarraigar» y consiguientemente «suprimir».
Este verbo se aplica, y se aplicaba, en particular a las malas yerbas, con las
que eran comparadas las religiones paganas —andinas en nuestro caso—,
junto con los comportamientos, rituales, dogmas y representaciones que
les correspondían, y que la Iglesia quería desarraigar para poder sembrar y
plantar luego en tierra despejada […] Según la teología cristiana, el ídolo
(‘imagen’ en griego) es el producto de una creación, de una fabricación; y el
acto de idolatría consiste en adorar ídolos, esto es dar a las criaturas de Dios
el culto que solamente es debido a Dios mismo. El culto de las divinidades
concebidas y el de los objetos fabricados por el hombre son idolátricos.
Idolatría se usa a menudo como equivalente, aunque no sinónimo, de
politeísmo, paganismo o gentilismo, porque estas palabras designan actitudes
religiosas que implican la idolatría (Duviols, 2003: 22).
La referencia que se hace a «extirpar» como «desarraigar» o «suprimir», junto a
la idea de «malas yerbas», pone en evidencia la necesidad colonial de reemplazar
las representaciones locales relacionadas con su mundo espiritual. Aquellas, que
estaban integradas con lo político, lo productivo y lo social, fueron reemplazadas
por otras impuestas por la Iglesia Católica. Por esto era importante tener la «tierra
despejada», para que la acción de «suprimir» se pudiera realizar con éxito hasta
el punto de enajenar aquellas representaciones y lograr que los mismos «indios»
se refirieran a sus propias prácticas como idolatría, como en el caso de Poma de
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Ayala. Por otra parte es importante aclarar el origen europeo de estas prácticas,
utilizadas ya en la cristianización de cultos griegos y romanos en Europa, puesto
en evidencia cuando se mencionaba el origen griego del término «idolatría».
Este primer momento de colonialidad, como demonización de lo festivo, enajenó y
reemplazó todo un sistema de representaciones que hacían a la reproducción de la
vida de aquellos pueblos y su nomenclatura fue reemplazada de manera forzada por la
noción de «idolatría» a lo largo de tres siglos. Al mismo tiempo esta noción contenía
una connotación de «pecado» y se relacionaba con el mundo «infernal», «maligno»
de difícil asimilación, por su lógica dicotómica y antagónica, en la cosmovisión de
los pueblos andinos. Es verdad que muchos de los rasgos y las prácticas locales se
camuflaron, pero también es verdad que, con el transcurrir de los siglos, gran parte
de las representaciones se fueron asimilando a las de los conquistadores.
Actualmente podemos decir que entre el Taki Onqoy del siglo XVI,11 las sublevaciones
indígenas de los siglos XVII, XVIII y XIX y la insurgencia festiva de fines del siglo
XX y principios del XXI,12 muchas de aquellas representaciones y prácticas han
desaparecido o se han transformado,
11
El Taki Onqoy traducido al español como
«enfermedad del baile» hace referencia a un producto de aquella enajenación
proceso de insurgencia ritual-festiva que tuvo un provocada por aquel proceso. Por esta
despliegue en la región de Guamanga en el Alto
Perú en el siglo XVI y según las últimas hipótesis razón las referencias de lo festivo, que
estos procesos insurgentes también se manifestaron actualmente están en las representaciones
entre los Soras asentados a los pies de la Serranía
Sagrada de los Urus donde actualmente se asienta
de gran parte de la población de las
la ciudad de Oruro. Este es un tema que cuenta ciudades en Bolivia, tienen que ver con
con una abundante bibliografía y, según De La el «folklore», con el «turismo», con la
torre (2004), Luis Millones fue el primero en sacar
a la luz las primeras informaciones archivísticas en «identidad» o con la «cultura popular»
el año 1963 (Ver también Millones, 2007). y en ningún caso con la insurgencia y
12
En otros trabajos se ha mencionado el proceso
de insurgencia festiva, presente en el espacio festivo la liberación. Esto es justamente porque
de Oruro desde fines del siglo XX y principios del aquel proceso de enajenación, provocado
XXI, a partir del conflicto entre la «Entrada del
Carnaval» y la «aparición», desde el año 1992, de por la colonialidad como demonización
la Anata, como insurgencia festiva descolonizadora festiva, ha sido desarrollado con el mayor
(Romero, 2009, 2012b, 2015).
de los éxitos.
Pero una vez clarificado este proceso, una vez identificado aquel dispositivo
de colonialidad como demonización de lo festivo, fundado inicialmente en
la enajenación, es importante iniciar un movimiento que lo tensione y vaya
produciendo la des-enajenación, y se pueda recuperar el sentido liberador de
lo festivo y desfetichizarlo del «folklore», del «turismo» de la «identidad» y de
la «cultura popular».
Para esto un primer paso es poner en evidencia que el sustrato y fundamento de
esta nomenclatura —que folkloriza, mercantiliza y sobretodo objetualiza— ha
sido argumentada por la «ciencia» a partir del ego cogito, aunque previamente
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haya sido impuesta por el ego conquiro13 en el proceso colonial. Pero no sólo eso;
también hay que tomar en cuenta que aquella nomenclatura ha sido la que ha
inundado nuestras representaciones de lo festivo con la noción de «idolatría».
Además debemos darnos cuenta de que cada vez que se nombran aquellas prácticas
como «folklore», «turismo», «identidad» o «cultura», seguimos «demonizando» y
perdiendo el sentido liberador de nuestras prácticas festivas insurgentes.
Al tomar conciencia de que cada uno de nosotros está reproduciendo la práctica
«extirpadora», como enajenación, fundada en el siglo XVI como «idolatría» por el
régimen colonial y restituida como «folklore», «turismo», «identidad» y «cultura»,
por el régimen republicano, debemos darnos cuenta de que es nuestra propia
subjetividad la que se está manifestando desde nuestro interior reproduciendo la
colonialidad en nuestro mundo desde nosotros mismos.
Por ello pensamos que es necesario
13
La idea de sujeto consciente, racional se funda en
la noción de ego cogito que encubre la perversidad buscar la posibilidad de sensibilizarnos
desplegada varios siglos antes por el ego conquiro. para producir nuestra propia
Enrique Dussel aclara este proceso: transformación autoconsciente para
La expresión ontológica cartesiana (ego cogito) del
siglo XVII fue anticipada por el ego conquiro, o aún recuperar los sentidos insurgentes y
más políticamente ego domino al Otro, al indio. El celebratorios de la vida y, por medio
europeo, blanco, macho, posesor rápidamente de
riquezas obtenidas por el dominio sobre indios y de éstos, producir movimientos
esclavos africanos, culto en las «ciudades letradas», distintos y así lograr activar, en nuestras
hizo presente en la periferia colonial primero, pero
posteriormente en el interior de la misma Europa
subjetividades, el dispositivo de la
la auto-comprensión de ser el «Señor»: dominus desenajenación como proceso que
es el que manda en «la casa» (domus). El mundo recupere los sentidos extraviados y
comenzó a ser el hogar dominado por el europeo
que durará todavía tres siglos, hasta la revolución «ensucie», «contamine» aquella «tierra
industrial a fines del siglo XVIII, para doblegar despejada» añorada por la colonialidad
igualmente al Asia (Dussel, 2008: 22).
y la extirpación de idolatrías.
Esto implica algunos pasos. Por una parte trastocar la satanización, la
discriminación y la racialización contenidas en la nomenclatura moderna/
colonial impuesta en los Andes desde 1532. Pero en este proceso lo fundamental
no es utilizar la lógica del colonizador, que es lo que se ha hecho hasta ahora. No
es posible des-satanizarse con el velo de una virtud beata disfrazada; no se puede
superar la discriminación discriminando lo propio y transitar la racialización
produciendo nuestro propio «blanqueamiento» a costa de la reproducción
del racismo hacia nosotros, como si la salida fuera «dar vuelta la tortilla». La
des-enajenación implica la profundización de la ética de la vida. Esto significa
recuperar nuestros «demonios», aquellos del mundo sobrenatural y también
los del mundo de los humanos; ser y estar con ellos y reconocernos en lo que
somos los discriminados y racializados de siempre, pero ya no en la sumisión y
dominación, más bien mediante el empoderamiento y la liberación.
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15
En el año 1944 en el que se vivía la consecuencia fundadora de la Guerra del Chaco para la idea de
«nación» en Bolivia, bajo la presidencia de Gualberto Villarroel, se convocó a un festival nacional de danzas
indígenas en el estadio Hernando Siles de la ciudad de La Paz (Cazorla, 2012). Al mencionado festival se
había invitado a la Diablada de los Mañazos para que participaran junto con la gran variedad de danzas
indígenas de Bolivia, lo que causó gran expectativa en la población hasta llenar por completo el estadio,
quedándose mucha gente sin poder ver el espectáculo. Esto motivó que se repitiera la demostración de
la diablada por varios días. En aquel tiempo algunos jóvenes ajenos al gremio de los mañazos ya eran
parte de la danza y las contradicciones entre horizontes de sentido de mañazos y jóvenes citadinos se
hicieron evidentes. Para los primeros aquel acontecimiento significaba seguir siendo mañazo y reproducir
la danza como parte de una celebración ritual, así fuera extemporánea; mientras para los segundos surgía
la posibilidad de ganar dinero con el espectáculo. Este hecho motivó a los jóvenes a tomar las riendas del
«conjunto de diablos» y el rechazo y expulsión de estos, por parte de los mañazos, generó la fundación de
dos nuevas diabladas. La motivación ya no era la celebración ritual; en este caso se trataba de una nueva
motivación: la ganancia de dinero. Así el interés mercantil marcó un momento de transición importante
en la dinámica festiva de Oruro.
16
La invención de la «nación» (Anderson, 1993), en Bolivia es un tema no resuelto y todavía en conflicto.
Sin embargo en el siglo XX se dieron escasos y precarios procesos, de los administradores del Estado,
por tomar aquellas prácticas denominadas «folklore» y asumirlas como símbolos nacionales. Uno de los
referentes más importantes en estos procesos fue lo que actualmente y desde algunas décadas atrás se
conoce como «Carnaval de Oruro».
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los conjuntos»,21 que hasta la fecha disputan con el Estado la organización del
evento para beneficio de aquella transnacional de la cerveza. En los últimos años
nuevos actores compiten por cooptar lo festivo; se trata de las transnacionales de
telefonía móvil y telecomunicaciones.
En corto tiempo estas transnacionales de telefonía inyectaron un nuevo modo
de apropiarse del espacio festivo, mucho más agresivo. Lo que la mentalidad
provinciana de los organizadores no pudo hacer, lo hizo la racionalidad
instrumental del marketing, de la mercadotecnia y del monopolio transnacional.
Y en concordancia con el patrón de poder dominante de la modernidad/
colonialidad, en pocos años, no más de cuatro, transformaron el escenario de la
plaza principal de la ciudad, en función de sus intereses.
Estos «mercaderes de la fiesta» consolidaron la separación del espacio entre actores
y espectadores. Ampliaron las
21
Nominalmente existe una instancia interinstitucional dimensiones de este último, por ser
que se encarga de la organización de este evento. Este
comité está integrado por el gobierno municipal, el que genera la ganancia, dieron
la Asociación de Conjuntos del Folklore de Oruro «mejores» niveles de «confort» a los
(ACFO) y el Comité de Etnografía y Folklore de Oruro.
Sin embargo, la institución que ha monopolizado
espectadores e invadieron la zona para
la negociación con el sponsor y que se beneficia la danza. Invirtieron mayores recursos
económicamente es la ACFO. Además entre el en sistemas de seguridad y control
gobierno municipal y la ACFO se dividen los ingresos
sobre los espacios para los espectadores de la «entrada». y modificaron la dinámica festiva
De todo este flujo de dinero la comunidad no cuenta producida por jóvenes de todo el país
con ninguna información y las instituciones tampoco
lo tienen disponible.
que saturaban las antiguas graderías
de la ACFO y, al mismo tiempo,
compartían danza y regocijo con los danzarines. Aquella nueva infraestructura
impidió que esta dinámica se siguiera reproduciendo del mismo modo.
Aquella intervención de las corporaciones produjo la enajenación del sentido
festivo de la «entrada» y se impuso un sentido comercial. Se produjo un objeto
turístico y con esto transformaron un espacio de convivencia festiva, con altos
niveles de disfrute compartido, en un «espacio vacío» en el que quien se ocupa de
elevar el nivel de expectativa y euforia, reemplazando a las danzas locales, es un disc
jockey, que hace de animador y motiva al público con música descontextualizada,
aquella que se escucha en las discotecas de moda.
Todas estas transformaciones producidas por la modificación en el espacio de la
danza influyeron también en la transformación de las prácticas entre los danzarines.
Con la introducción de la mercantilización de lo festivo se había quebrado algo en
la dinámica festiva de Oruro. Aquello que hasta la década de los ochenta todavía
se compartía de manera masiva estaba desapareciendo.
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Conclusiones
Estas dos ideas expuestas contienen un argumento que puede permitirnos
iniciar un proceso para des-objetualizar la fiesta y recomponerla como dinámica
festiva. Ésta es contenedora de una serie de tensiones que deberán primero
ser detectadas en sus sentidos coloniales o descolonizadores presentes, y
posteriormente hacerlas evidentes.
Por lo anterior afirmamos que la demonización festiva ha servido para enajenar,
de la subjetividad de la población de los Andes bolivianos, el sentido festivo-
ritual de reproducción de la vida. Si bien este sentido todavía está presente, por el
proceso de enajenación aparece encubierto e invisibilizado, esto es, enajenado por
otras representaciones que encubren aquellos procesos celebratorios ancestrales
reproducidos hasta ahora. Este sentido colonial de transformación de aquellos
procesos ha reemplazado aquellas representaciones por otras, satanizadas,
inferiorizadas y racializadas.
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Las ilusiones y los padecimientos de la
emigración. El caso de los inmigrantes
árabes musulmanes levantinos a chile
1930-1950.
Jorge Araneda Tapia1
Universidad de Chile
Jorge.aranedat@gmail.com
Resumen:
El presente artículo analiza las prácticas colectivas de los inmigrantes árabes musulmanes,
dentro del rango temporal que abarca desde su llegada a Chile, de 1900 a 1950, y su
posterior consolidación, las que se manifiestan en los esfuerzos por perpetuar y conservar
sus tradiciones, tales como lengua, ritos y prácticas religiosas, a la par que sus organizaciones
sociales. Estas circunstancias, aunque coinciden con las de sus congéneres levantinos
católicos ortodoxos, encontraron mayores dificultades en el caso de los musulmanes al
ser, dentro del total de inmigrantes árabes, los de menor número. En segundo lugar, se
analizará uno de los ritos de mayor importancia para los musulmanes que han vertido su
cultura y conocimientos en las Américas y han hecho esfuerzos persistentes para conservar
su confesión religiosa, en la celebración del Ramadán.
Palabras claves: inmigración, Islam, Chile, Ramadán.
1
Magíster en Historia, Universidad de Chile.
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Detalle. Grafiti en el Paseo Rey Juan Carlos I en Sevilla - 2008
martin_javier -https://www.flickr.com/photos/31095500@N02/
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Por cierto, no se debe olvidar que emigrantes prósperos que volvieron a sus
sociedades de origen con dinero pudieron comprar tierras, construir nuevas casas o
casarse en enormes festividades, lo que representó un fuerte argumento a favor de la
valiente iniciativa de emigrar y probar suerte en otros continentes. Los relatos sobre
las riquezas americanas estimularon el deseo de prosperidad. Aunque la mayoría
de los inmigrantes levantinos que fundaron nuevas vidas en las Américas, África
y Australia se instalaron en ciudades para jamás volver a sus sociedades de origen.
En suma, hasta mediados del siglo XX llegaron al continente americano una gran
cantidad de inmigrantes de origen árabe. La mayoría de ellos eran palestinos,
sirios y libaneses, quienes en un gran porcentaje eran de fe cristiana ortodoxa.
No obstante, entre ellos ya se contaban musulmanes, quienes rápidamente se
integraron en los variados países de América Latina, incluso cambiando sus
nombres para confluir de forma más efectiva con el resto de la población. En esta
primera oleada de población no se observa una mayoría musulmana, al menos en
Chile, aunque llegaron familias íntegras de esta fe. Poco a poco dichas familias
fueron dejando de lado varias de sus tradiciones para integrarse al país de llegada;
sin embargo, se observa que en países como Brasil o Argentina una gran parte
de la población de origen árabe que fue efectivamente musulmana mantiene sus
tradiciones (Comisión Central del Censo Chile, 1850).
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Los recién llegados fueron víctimas de malos tratos y discriminación por parte
tanto de las instituciones chilenas como de la población local, debido a múltiples
factores. Sin embargo, es importante señalar que la turcofobia (Rebolledo, 1994:
249) no fue un fenómeno exclusivo de Chile, sino que hubo manifestaciones
similares en otros lugares de América, y aunque actualmente constituye un
proceso superado, la segregación y la discriminación fueron una dura realidad
que se mantuvo por décadas.
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Conclusiones
El contexto de la inmigración árabe, y dentro de ella la árabe musulmana, en Chile
fue similar. Ambos grupos llegaron en un período en donde las políticas oficiales
que promovían el desplazamiento de extranjeros hacia Chile no eran favorables
para ellos y paralelamente declinaban. La sociedad chilena y fundamentalmente
los grupos sociales dominantes ejercieron una presión discriminatoria contra
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Las ilusiones y los padecimientos de la emigración, el caso de los inmigrantes árabes musulmanes levantinos a Chile 1930 – 1950.
aquellos grupos, cuyo origen escapaba al patrón cristiano occidental. Y más los
árabes musulmanes, entraban en estas categorías. Por lo mismo el proceso inicial de
integración fue difícil y no exento de prejuicios que con gran tenacidad pudieron
superarse. El proceso de integración de ambas comunidades estuvo impregnado
de una convivencia positiva, favorecid por actividades económicas muy similares,
proyectos políticos análogos y una colaboración permanente y factible.
En particular, el espacio religioso fue de enorme importancia. En el caso de la
ciudad de Santiago, primero las sociedades musulmanas, donde fue posible agrupar
y contribuir con la asistencia, para la supervivencia de las tradiciones y ritos
islámicos, y con mayor relevancia el ya mencionado Ramadán, que no sólo conecta
a la colectividad chilena, sino también con su patria lejana y la vez con la Umma.
Se sumó a esto la construcción de la mezquita As-Salam, que fue el mayor logro
para los musulmanes. Pese a la presencia de los diferentes grupos musulmanes, la
mezquita de Santiago mantiene su importancia porque ella significa la llegada, el
desarrollo y el establecimiento del Islam en el país. Hoy, se constituye en el principal
lugar de difusión, reunión y acogida tanto para los musulmanes nacionales como
extranjeros. Dentro de su estructura es relevante la figura del Sheij, quien es el
encargado de orientar a los integrantes de la comunidad y con ello asegurar las
ya preciadas pretensiones de mantención una memoria inmigrante de árabes
musulmanes que se congregaron en Chile a principios del siglo XX.
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Jorge Araneda Tapia
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Rebeliones indígenas, movimientos
socioreligiosos y procesos de
territorialización. El Dios Luciano y la
iglesia evangélica unida en Argentina
Liliana E. Tamagno1
letama5@yahoo.com.ar
Carolina A. Maidana2
maidanacarolinaa@yahoo.com.ar
Alejandro Martínez3
alephmartinez@hotmail.com
Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social
LIAS/FCNyM/UNLP, Argentina.
Resumen:
El objetivo de este trabajo es analizar los movimientos socioreligiosos que tuvieron lugar
en el Gran Chaco a principios del siglo XX y el proceso de gestación, consolidación y
vigencia de la Iglesia Evangélica Unida a partir de la década de 1940, como momentos
significativos en la serie de respuestas al sometimiento de los pueblos indígenas del Chaco
argentino, producto de la conquista y la colonización. Para ello se reflexiona sobre el
modo en que lo «religioso» y lo «político», lo «mítico» y lo «racional» se articulan en
relación a estrategias de reconstrucción identitaria y redimensionalización territorial en el
contexto de la búsqueda de concreción de los derechos indígenas. Proponemos pensar las
rebeliones indígenas en el contexto de los denominados movimientos sociales, resaltando
su contenido político y sin limitarnos a la idea de «nuevos movimientos sociales».
Palabras clave: pueblos indígenas, religión, territorios.
1
Licenciada en Antropología, Master of Arts, Universidad de Upsala, Suecia. Doctora en Ciencias
Naturales Orientación Antropología, Universidad Nacional de La Plata. Profesora titular de la UNLP.
Investigadora Principal del Consejo Nacional de Investigación Científicas y Tecnológicas (CONICET).
2
Licenciada en Antropología y Doctora en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales
y Museo (FCNyM) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Docente de la Cátedra de
Antropología Sociocultural I. Becaria Postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET) e integrante del equipo de investigación del Laboratorio de Investigaciones en
Antropología Social (LIAS).
3
Licenciado en Antropología y Doctor en Ciencias Naturales por la Facultad de Ciencias Naturales y
Museo (FCNyM) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), docente de la misma universidad.
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Detalle. Grafiti en el Paseo Rey Juan Carlos I en Sevilla - 2008
martin_javier - https://www.flickr.com/photos/31095500@N02/
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Liliana E. Tamagno, Carolina A. Maidana y Alejandro Martínez
Rebeliones indígenas, movimientos socioreligiosos y procesos de territorialización.
ciudad (identidad étnica); por reconocerse como pobres compartiendo con otros
pobres una villa miseria del conurbano bonaerense (identidad de clase) y por ser
evangélicos en tanto pertenecientes a la IEU (identidad religiosa) se conjugan
sin solución de continuidad en el devenir cotidiano de estas familias (Tamagno,
1986, 2001) y en cada barrio/comunidad/asentamiento constituidos en torno a
poblados y grandes ciudades en el camino de la migración.
Referirnos a los pueblos indígenas y a sus formas organizativas implica
necesariamente reconocer una concepción de etnicidad. Los planteos de
Barth (1976) marcan un punto de inflexión que permite superar toda noción
esencialista de identidad étnica entendida como sumatoria de rasgos, ya que
define la etnicidad como relacional, en la medida en que ésta se construye en el
contexto de los contactos interétnicos, y al mismo tiempo como organizacional,
puesto que una vez establecida la relación, los grupos en contacto se organizan
en función de la misma. Entendemos las categorías étnicas como categorías
sociales generadas en procesos sociales complejos, posibles de ser interpretados
en sus connotaciones comunicacionales, cognitivas y simbólicas y, por lo tanto,
políticas; y a la historia de los pueblos indígenas como fundada en procesos
complejos de aceptación/rechazo de los modelos impuestos por el colonizador
primero y luego por el Estado-nación. La etnicidad entonces no se reduce sólo
a las diferencias culturales o a los rasgos perdurables, sino que la interpretamos
en el marco de las relaciones estructurales y de coyunturas particulares
(Tamagno, 2001; Gordillo, 2009; Ottenheimer et al., 2011). La etnicidad en
tanto identidad en acción (Bartolomé, 1997) es política, se elabora en el campo
de disputas de poder y se pone de manifiesto en liderazgos simultáneamente
religiosos y políticos guiados por utopías (Barabas, 1971 y 1987) que se
expresan en las formas en que los espacios son ocupados y apropiados, es decir,
en la construcción territorial (Pacheco de Oliveira, 1999). Retomamos de este
modo el planteo —trabajado en forma pionera por la sociología de Henry
Lefebvre— de que los espacios son construcciones sociohistóricas, políticas y
económicas; siendo todas las resistencias actuadas y mediadas en éstos y en el
tiempo (Oslender, 2002).
Al mismo tiempo, las expresiones religiosas nos conducen a pensar la religión
desde una teoría general de la sociedad e interpretarla como producida
socialmente y en relación con las condiciones materiales de existencia, algo que
queda ya explicitado en las obras de Marx, Weber y Durkeim. En esta línea
de pensamiento Turner (1974) propone pensar el ritual como revelador de los
valores de una sociedad al mismo tiempo que Bourdieu (1982) complementa
el análisis de los símbolos con el examen de las funciones económicas y sociales
de los sistemas simbólicos y su valor como estructuras estructurantes. Taussig
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Figura 1. «El cacique Matolí con sus mujeres y sus hijos. Ultima fotografía tomada
poco tiempo antes de su muerte» (Revista Caras y Caretas, 24/04/1909, N° 551)
En 1916 hubo una nueva revuelta indígena en Napalpí y una insurrección de mayor
envergadura entre indígenas qom del alto Pilcomayo en Bolivia. Entre 1922 y
diciembre de 1923 fue reprimida una concentración de indígenas en Aguará, hoy
La Matanza, provincia de Chaco. Los dirigentes indígenas proclamaron entonces
una huelga general en contra de los empleadores blancos, que afectó a toda la
provincia. Uno de los organizadores, Dionisio Gómez, que se autotitulaba Dios,
aconsejaba la resistencia a las acciones oficiales, predicaba la inmunidad ante las
balas y la resurrección de los que murieran peleando. José Machado, otro de los
profetas de la sublevación, prometía a los indígenas que serían los dueños de todo.
Los profetas se guiaban por sus sueños y se comunicaban con los muertos que
aparecían representados en una voz que era escuchada por ellos. La danza cumplía
una función esencial dentro del movimiento y se entremezclaba por momentos
con bullicio y algarabía. La concentración convirtió al Aguará en un centro de
peregrinación y residencia. Las fuentes dan cuenta de entre 300 y 800 aborígenes
que, liberados del yugo del trabajo y del control de los patrones, realizaban
reuniones, ceremonias e incluso ocasionales partidos de fútbol (Bartolomé, 1972;
Ubertalli, 1987). El gobierno interpretó el movimiento como una sublevación
y organizó la represión que terminó en una matanza. Los muertos serían entre
200 y 300, entre ellos Gómez. Las tolderías fueron quemadas y saqueadas, los
balearon desde una avioneta matando mujeres y niños y los sobrevivientes que
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Rebeliones indígenas, movimientos socioreligiosos y procesos de territorialización.
sumó, una vez llegados a Las Lomitas, al movimiento de Luciano, quien causaba
mucha atracción y era seguido no sólo por indígenas de distintas parcialidades
(qom, wichí, pilagá), sino también por pobladores criollos, quienes concurrían
al culto incluso desde lugares alejados. El número de seguidores de Luciano fue
en aumento y dado que quienes se dedicaban al culto lo hacían casi por entero,
abandonando otras actividades, la solicitud de alimentos se volvió recurrente.
Una delegación pilagá encabezada por el cacique Paulo Navarro («Pablito»), el
cacique Nola Lagadick y por el mismo Luciano pidió ayuda a la Comisión de
Fomento de Las Lomitas y al Jefe del Escuadrón 18 Lomitas de Gendarmería
Nacional, Comandante Fernández Castellanos, quienes en un primer momento
se solidarizaron con los indígenas suministrándoles algunos alimentos (Díaz
Crousse, 2005). Sin embargo, el número creciente de indígenas que se habían
concentrado en las afueras de Las Lomitas, los pedidos de alimentos y los cantos y
bailes que se desarrollaban en el contexto del culto habían comenzado a provocar
temor entre la población blanca que ya comenzaba a protestar por una situación
que sentían fuera de control (Vuoto, 1986).
Figura 2. Octubre 1947. Personal del E 18 Lomitas durante una de las distribuciones
de víveres secos efectuadas a las tribus «pilagás» Fuente: Cruz (1991)
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llegó a Las Lomitas, los primeros días de octubre de 1947, lo hizo con la mitad de
la carga —sólo los alimentos— que ya se hallaban en mal estado. La mercadería
fue igualmente distribuida entre los indígenas que se encontraban en Rincón
Bomba muchos de los cuales sufrieron fuertes indigestiones e incluso algunos
resultaron muertos. Entre los fallecidos se encontró la madre del cacique Pablito
(Pagés Larraya, 1982). Esto generó lógicamente un gran descontento por parte
de los indígenas, quienes culparon a los blancos, específicamente a los gendarmes,
de envenenarlos. Las informaciones sobre lo que sucedió desde este punto son
algo confusas. Podemos entender, sin embargo, que estas muertes hicieron que
la tensión fuera en aumento y que el diálogo entre los pilagá y la gendarmería
se tornara inconducente. Comenzó entonces a circular el rumor de sublevación
indígena al tiempo que se hablaba del «peligro indio». Gendarmería Nacional
rodeó el campamento indígena prohibiéndoles ingresar al pueblo, y se colocaron
algunos nidos de ametralladoras en distintos sitios (Díaz Crousse, 2005).
Trinchero (2009:47) observa cómo se recurrió al estigma racial y a la racialización
del conflicto social para instalar las condiciones de posibilidad de una «solución
final» para controlar la conflictividad social inmanente.
No se sabe con certeza los motivos que llevaron a abrir fuego; según testimonios
de los gendarmes, en el momento en que comenzaron los disparos el jefe del
Escuadrón 18 de Las Lomitas se hallaba parlamentando con el cacique Pablito,
señalando como responsable al comandante Aliaga Pueyrredón, segundo al
mando, quien había hecho desplegar a sus instancias varias ametralladoras en el
medio del monte (Cruz, 1991). Lo cierto es que la represión no concluyó allí,
algunos de los indígenas sobrevivientes corrieron a refugiarse en el monte y otros
fueron perseguidos por los gendarmes incluso hasta Pozo del Tigre y Campo del
Cielo, lugares donde también se registraron cientos de muertes. Paulo Navarro —
el cacique Pablito— sobrevivió a la matanza y vagó por el Chaco junto con otros
cien indígenas hasta que finalmente unos meses después aceptó la reducción en
el Lote 14 de la Colonia Aborigen Francisco Javier Muñíz (Pagés Larraya, 1982).
Luciano también sobrevivió y continuó asentado en Pozo Molina, donde no fue
perseguido ni buscado (Idoyaga Molina, 1992). De acuerdo con los informantes
de Pagés Larraya (1982) Luciano siguió adelante con su culto al menos hasta
1957. En cuanto al cacique Nola Lagadick, luego de ocurrida la matanza fue
declarado «desaparecido» (Díaz Crousse, 2005).
Distintos medios de prensa tanto provinciales como nacionales se hicieron
eco de los acontecimientos de Rincón Bomba, aunque la información oficial
brindada respecto a estos hechos buscó ocultar lo sucedido a través de maniobras
desinformativas. En su mayoría y con algunas leves variantes, los periódicos
calificaron los sucesos de Rincón Bomba como un «levantamiento» o «sublevación
de indios», quienes habían intentado «atacar» o llevar a cabo un «malón» sobre
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Rebeliones indígenas, movimientos socioreligiosos y procesos de territorialización.
Figura 3. «Octubre 1947. Tres días antes del levantamiento “pilagá”, se reunieron el Jefe
del E18, el Delegado de la Dirección Nacional del Aborigen y algunos caciques».
Fuente: Cruz (1991)
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derechos de posesión de las tierras en los lugares de origen y más allá de éstos.
Las iglesias constituyen referentes territoriales de carácter inmediato, comunes
a los habitantes de determinados parajes y de los denominados «barrios toba»
organizados en las ciudades. A su vez, son estos espacios sagrados los que articulan
y ordenan la unidad mayor, la del pueblo, a través de un circuito religioso
expresado en la circulación de gacetillas y la realización de una multiplicidad
de festividades y encuentros. De allí que las consideremos como un principio
integrador, de carácter religioso, que incorpora e identifica espacios locales y
translocales como propios.
Conclusiones
Los planteos que conducen a interpretar los movimientos socioreligiosos y
las iglesias indígenas señalando su carácter político y resaltando los elementos
impugnadores de los mismos se actualizan y cobran nueva fuerza ante los
acontecimientos que se analizan en este texto. La violencia con que los movimientos
sociorreligiosos fueron reprimidos hace suponer que los mismos eran una clara
amenaza a los intereses de los dueños de la tierra y de los emprendimientos
productivos de la región chaqueña. Los movimientos socioreligiosos y las iglesias
indígenas evidencian disputas materiales en el sentido de expresar las demandas
indígenas respecto a las condiciones de explotación y carencia a las que eran y
son sometidos. También evidencian disputas simbólicas, en el sentido de expresar
la búsqueda de libertad y justicia, oponiéndose desde saberes y valores alternos,
al mundo construido en función de los intereses de los dominadores. En este
sentido analizamos los movimientos sociorreligiosos y en particular las iglesias
indígenas en el Chaco Argentino, en términos de «procesos de territorialización
material y simbólica» y las «coronas» —donde Luciano predicaba antaño— y
los locales de la IEU —donde se celebran los cultos hoy— como expresión de
estrategias políticas de reconstrucción territorial e identitaria y de lucha de los
pueblos indígenas por sus derechos.
Interpretamos las formas de organización religiosa indígena en su articulación
con lo político-económico, advirtiendo sobre la necesidad de no subestimar
las posibilidades de contenido político de las prácticas y representaciones que se
concentran hoy tanto en el ámbito de la IEU como de otras iglesias evangélicas
surgidas en las localidades del interior y en los nucleamientos urbanos donde los
indígenas migrantes del Gran Chaco Argentino desarrollan su existencia. También
proponemos pensarlas, dado su carácter impugnador, en el contexto de lo que se
denomina movimientos sociales, observándolas también desde los marcos teóricos
en que se funda esta denominación y reconociendo el aporte que estas observaciones
pueden realizar al campo de los estudios sobre dichos movimientos.
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Rebeliones indígenas, movimientos socioreligiosos y procesos de territorialización.
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rincon_bomba.htm
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Rebeliones indígenas, movimientos socioreligiosos y procesos de territorialización.
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Conflicto y violencia: relaciones
de género, expresiones culturales y
distensiones emocionales
Anna María Fernández Poncela1
Universidad Autónoma Metropolitana/Xochimilco, México
fpam1721@corrreo.xoc.uam.mx
Recibido: 30 de junio de 2014 Aceptado: 22 de enero de 2015
Resumen:
Este texto revisa las relaciones de género inscritas en algunas narrativas sociales populares,
reflejo de la tensión emocional, el conflicto y la violencia que existe en las relaciones
intergenéricas. Esto se hace a través de refranes, frases, chistes y acertijos. Se muestra la
diversidad y la ambivalencia de la cultura popular, la reproducción cultural y también la
liberación emocional.
Palabras clave: conflicto, violencia, género, cultura, emociones, narrativas culturales.
1
Doctora en Antropología cultural. Facultad de Geografía e Historia. Universidad de Barcelona. Profesora
de la Universidad Autónoma Metropolitana, Plantel Xochimilco, México DF.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 167-188, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. Graffiti in abandoned hotel, Monte Estoril, Portugal - 2008
Manuel Faisco - https://www.flickr.com/photos/arteurbana/
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Reflexiones iniciales
El texto estudia las metáforas lingüísticas, expresiones culturales, tensiones
emocionales, como un todo bio-psico-social y transdisciplinario del conflicto
social y la violencia de género que ejercen las mujeres sobre los hombres y éstos
sobre aquéllas, según aparece inscrita en refranes, frases graciosas y expresiones
afines a los chistes y acertijos. Se relaciona cultura y emoción, expresión y tensión.
Se mira lo que hay de reproducción y liberación. Se parte de ideas transgresoras
y fuentes poco estudiadas. Se llega a dibujar la realidad social del conflicto y
la violencia en las relaciones intergenéricas —de forma bidireccional— en
expresiones lingüísticas populares y cotidianas que aquí consideramos como
posibles soluciones prácticas de liberación cultural y emocional que tienen lugar
en la comunicación e interacción social intersubjetiva, inter e intra genérica.
Varias ideas transgresoras guían esta investigación:
1. Conocemos bastante sobre la violencia física y formal, menos sobre la violencia
lingüística, cultural y emocional. Estos últimos tipos son los que vamos a
abordar en estas páginas.
2. Conocemos bastante de la violencia ejercida contra las mujeres por los
hombres, o la configuración formal e institucional del sistema social, pero poco
sobre la violencia ejercida hacia los hombres por las mujeres —sin olvidar a las
mujeres— y la que parte de lo que podríamos llamar comunicación informal:
expresiones culturales y tensiones emocionales personales, sociales y genéricas.
3. Entendemos violencia como algo negativo; sin embargo, hay quien discute
el término, equiparándolo a fuerza —desde la sociología y la psicología—; lo
positiviza, y emplea más bien el término agresión cuando hay intención de
dañar —si bien hay quien lo entiende a la inversa—. La violencia es fuerza
necesaria, positiva o negativa según para qué y cómo se emplee. Su ejercicio
puede ser una defensa de un daño mayor en algunas ocasiones.
4. Entenfemos también el conflicto como negativo, pero es parte del proceso
social y el crecimiento personal —en eso todo mundo concuerda—. Es
positivo o negativo en función de sus consecuencias; más importante que lo
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Conflicto y violencia: relaciones de género, expresiones culturales y distensiones emocionales
que nos pasa es lo que hacemos con lo que nos pasa. No podemos evitarlo,
pero sí transitarlo. Si no se resuelve y se enquista sí es negativo para todo
mundo; si explota dañando, también.5. Sobre la violencia verbal y simbólica
se ha trabajado desde la reproducción social. Sin embargo, peor suerte ha
corrido lo que tiene que ver con lo afectivo: ¿qué hay de su parte de liberación
emocional? ¿Podría tratarse de una descarga tensional que alivia y evita la
violencia de otro tipo o el mantener la tensión al no expresarse?
5. Y es que aquí partimos de la premisa de que cultura y emoción no sólo van de
la mano; se interrelacionan íntimamente y esto proporciona algo más que la
sumatoria de ambas; es una totalidad descuidada, en general, por las ciencias
sociales.
Como estudio de caso para reflexionar sobre estas ideas en la realidad social
en México y nuestros días, o en otros países de habla hispana, analizaremos e
interpretaremos fuentes poco o nada tratadas para el tema que nos ocupa:
1. Canciones, refranes.
2. Colmos y varias expresiones chistosas o afines a los chistes.
3. Acertijos.
Todo esto desde una mirada bio-psico-social, transdisciplinaria y lúdica, en la
medida de lo posible. Además de todo lo expuesto con anterioridad, tenemos
una hipótesis que nos guía, y es que dentro de la tradicional ambivalencia de la
creación y la cultura popular, hoy hay mayor expresión de todos los puntos de
vista; esto es, las mujeres tienen más voz, y si bien la tendencia en el pasado ha
sido discriminarlas en expresiones tales como canciones, refranes y chistes, hoy
en día, cada vez hay más mensajes en sentido inverso que pueden apreciarse en
chistes y acertijos. No pretendemos ni podemos probarla a cabalidad, pero lo
que sí podemos es demostrar que se trata de una tendencia que se abre paso en la
práctica discursiva social actual.
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Se añade:
La diferencia entre violencia y agresión reside en que la primera no persigue
causar daño, aunque en ocasiones lo provoque, sino que busca alcanzar un
fin venciendo resistencias. Mientras que la agresión sí tiene como finalidad
práctica causar daño. Podemos decir que la violencia tiene un carácter
instrumental, mientras que la agresión tiene un carácter expresivo. En este
sentido, la violencia pierde su connotación necesariamente negativa (Coll-
Planas et al., 2008: 198).
Es más, según estos autores/as: «podemos considerar que la violencia es la fuerza
que nos podemos imponer como personas o comunidad para acabar con la
desigualdad, la discriminación o para defender un marco democrático» (Coll-
Planas et al., 2008: 198).2
En definitiva, el cambio es producto de la violencia, el cambiar una actitud o un
comportamiento por muy positivo —repetimos— que éste se juzgue, es un acto de
violencia, de fuerza.3 Así la violencia es fuerza, ni positiva ni negativa, eso depende,
como en el conflicto, de la dirección que se le dé, de la satisfacción o no de las
necesidades que expresa para las relaciones interpersonales o grupales en cuestión.
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expresiones populares de este estado de las cosas hay muchas, traemos aquí
algunas canciones tradicionales ilustrativas para población adulta e infantil, así
como refranes populares (Fernández Poncela, 2002a, 2002b, 2005), éstos de vieja
data y de reciente creación, para que veamos que en algunos temas o ámbitos las
cosas parecen no haber cambiado tanto.4
Luego la agarró del brazo
y al monte se la llevó;
hincadita de rodillas
cinco balazos le dio.
(Romance)
Quien le pega a una mujer
no tiene perdón de Dios;
no tiene perdón de Dios
si no le pega otra vez
(Copla)
Lunes...una niña me platicó
que ella no podía jugar porque
tenía que lavar...
Martes...porque tenía que coser...
Miércoles...porque tenía que tortear...
Jueves...porque tenía que planchar...
Viernes...porque tenía que barrer...
Sábado...porque tenía que moler...
Domingo....porque tenía que rezar...
(Canción infantil)
Los refranes son innumerables, de modo que seleccionamos algunos, y para
quien piense que se trata de algo de
4
Las canciones son cantadas en México y otros países
de habla castellana; de manera similar, los refranes otras épocas, iniciamos con un par
son compartidos en diversas latitudes de ambas de los actuales, quizás no tan duros
márgenes del Atlántico, América Latina y España.
en el mensaje, pero en la misma línea
tradicional de la división sexual del trabajo, por ejemplo.
Esposa con blog no hace la comida
La esposa en el chat, el marido en Pizza Hut
A la mujer y a la burra, cada día una zurra.
A la mujer y a la carne, mientras chillen, darle.
No hay mejor cuchillada que a la mujer y al fraile dada.
La mujer tiene largo el cabello y corto el entendimiento.
Gallinas y mujeres entre cuatro paredes.
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En este caso, también se puede decir que el acertijo o su historia está de alguna
manera emparejada con la historia de la humanidad (Oviedo, 2011: 15). Eso
sí, aunque en general no invitan al humor como los chistes, sí son como éstos:
un termómetro crítico de la sociedad, y contienen también ingenio, crítica
social y la propuesta indirecta a buscar posibilidades y flexibilizar la mente, y
con ello también la cultura, además de posiblemente soltar cargas emocionales
varias. Como los chistes también, hay cierta fascinación e impulso que al acertar
la respuesta inunda de placer y satisfacción; son un reto de ingenio. Hay gusto
en la búsqueda de la solución; la energía y la mente se tensan ante el misterio, y
al desentrañarlo se descarga dicha tensión, produciendo, como decimos, cierta
satisfacción fisiológica, mental y emocional. Y si no se acierta, siempre se da la
respuesta, por lo que se calma la inquietud por conocerla.
Se considera que «Resolver acertijos es, antes que nada y después de todo,
una actividad placentera. El placer, en un buen acertijo, nace de su tensión.
La tensión es la relación que se establece entre lo que el acertijo empieza por
ofrecernos y lo que termina pidiéndonos, o sea, entre los datos y la incógnita.
Cuanto mayor es la «incongruencia» entre los datos y la incógnita, mayor es la
tensión del acertijo. Resolver un acertijo es resolver esa tensión, distenderse,
aflojarse, reír» (Oviedo, 2011: 26). Los acertijos estimulan la imaginación y la
fantasía, como juegos de palabras que son, fáciles o difíciles, según sea el caso.
Intentan confundir con ambigüedades o inexactitudes, siempre sorprenden
y retan, y hacen trabajar y agilizar la mente y la capacidad intelectual de las
personas al compartirlos, crearlos y resolverlos.
Chistes y acertijos son formas de comunicación y socialización —como el conflicto
y la violencia dijimos que lo eran—; acercan a las personas, las relacionan cultural,
lingüística y emocionalmente, incluso físicamente. Y lo hacen desde el discurso, las
palabras y las frases, y, a veces, desde la necesidad de soltar emociones tóxicas o de
satisfacer encuentros, o simplemente comouna forma de comunicación e interacción.
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Era una mujer tan gorda, tan gorda…que cuando se acostaba en la cama se
desparramaba por los dos lados.
Era una mujer tan flaca, tan flaca…que se comió una lata de garbanzos y parecía
un rosario.
Era una mujer tan tonta, tan tonta…que rompió el botijo para limpiarlo por dentro.
Era tan fresca como una cuarentona cuando acaba de salir del salón de belleza.
Era tan vanidosa, que cuando pasaba frente al espejo no sólo se miraba, también se
aplaudía.
Era una mujer tan presumida, que en vez de usar zapatos de cocodrilo, usaba un
cocodrilo en cada pie.
Era tan fea que para rezar a San Antonio se ponía careta.
Era tan discreta que nunca supo quiénes eran los padres de sus hijos.
Era tan precavida que cuando se casó contestó con un sí convencional.
Era tan abstemia la secretaria que no tomaba ni notas de taquigrafía.
Era tan coqueta que se pintó la materia gris de rubio.
Era tan coqueta que fumaba cigarrillos rubios para teñirse los pulmones.
Era tan parlanchina que no se pintaba los labios, sino los codos.
Era tan atrevido, que en las discusiones con su mujer siempre se atrevía a decir la
penúltima palabra.
Es tan alegre como un marido divorciado.
Sube el telón…
Sube el telón y aparece un hombre al lado de un precipicio y rodeado de mujeres. Baja
el telón ¿Cómo se llama la película? Solo ante el peligro.
Sube el telón y aparece una mujer lamiendo el piso. De pronto, aparece el marido y la
mata. Baja el telón ¿Cómo se llama la película? La maté porque lamía.
Sube el telón y aparece una mujer muy gorda con muchas pistolas en la cintura, con
una escopeta y con una ametralladora. Baja el telón. ¿Cómo se llama la película? Se
armó la gorda.
Sube el telón y aparece una gorda dando saltos: ¿Cómo se llama la película? Terremoto.
Sube el telón y aparece una señora con un solo ojo y muy contenta. Baja el telón ¿Cómo
se llama la película? La alegría de la tuerta.
Sube el telón y aparecen veinte mil viudas ancianas sacando la lengua. Baja el telón
¿Cómo se llama la película? Veinte mil lenguas de viejas sin marido.
Sube el telón y aparecen cientos de mujeres alrededor de un hombre. Baja el telón
¿Cómo se llama la película? Acorralado.
Sube el telón y aparece una novia pegando a su novio con unas bragas de hierro. Baja
el telón ¿Cómo se llama la película? Bragada criminal.
Sube el telón y aparece una mujer en un WC muy estreñida. Baja el telón ¿Cómo se
llama la película? A-Prety Woman.
Sube el telón y se va a Madonna diciéndole a Sharon Stone: ¡Guarra, cochina…!
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Dejamos los acertijos en último lugar, ya que deseamos subrayar algo que
consideramos muy importante. Pensamos y sentimos que quizás también
colaboren en el cambio del estado de las cosas, algunas cosas, y sean una vía
pacífica, agradable y perdurable para las transformaciones de larga data, las que
llegan para quedarse, parciales, lentas, consistentes. Un ejemplo de ello es un
acertijo, o mejor dicho una serie de ellos que queremos remarcar aquí. Para
empezar, señalo que se trata de un subgrupo, cuyo reto consiste en establecer
relaciones familiares y de parentesco; que el enunciado, por su complejidad,
oculta o distorsiona a simple vista o en una rápida y primera enunciación.
Carlos estaba mirando un retrato y alguien le preguntó: ¿de quién es esa fotografía?, a
lo que él contestó: ni hermanos ni hermanas tengo, pero el padre de este hombre es el
hijo de mi padre ¿De quién era la fotografía que estaba mirando Carlos?
Hay nueve pasteles para repartir entre el boticario y su hija, el médico y su mujer, y
cada uno de ellos se comieron tres pasteles. ¿Cómo es posible?
Marta y María son hermanas. Marta tiene dos sobrinas que no son sobrinas de María
¿Cómo puede ser eso?
Carolina es mi tía, Marta es hermana de mi tía, pero Marta no es mi tía ¿Qué será
ella, pues, para mí?
¿Es posible que Pedro se case con la hermana de su viuda?
Pedro le pregunta a Juan: ¿Quién es el hermano de tu hermano que no es tu hermano?
¿Qué respondió Juan?
¿Me puedo casar con la única sobrina nieta de la hermana de mi abuela?
El hermano del hijo de Juan tiene un amigo tocayo del padre de su hermano. Siendo
su amigo tocayo hijo de Paco, hermano político de Juan ¿Cómo se llama el amigo y
qué parentesco tiene con Juan?
En el primer caso se trata del retrato de su hijo; en el segundo la solución es que la
hija del boticario es la mujer del médico; el tercero es que las sobrinas de Marta son
las hijas de María; en el cuarto la respuesta es mi madre; el quinto es no, pues Pedro
está muerto; en el sexto la respuesta es Eres tú mismo; en el séptimo es No, porque
sería mi propia hermana; y en el octavo Juan es sobrino. Este tipo de narraciones
sobre las relaciones familiares es uno de los tipos de acertijos más comunes y de vieja
data. Entre ellos destacar un subgrupo, cuya respuesta muestra el androcentrismo en
vivo y a todo color, pero que al hacerlo y más allá del reto y juego de la imaginación,
se esconde de forma directa, o quizás no tanto, una crítica al mismo.
Dos indios americanos, uno niño y otro adulto, están sentados en un tronco, el niño
indio es hijo del adulto, pero el adulto no es el padre del pequeño. ¿Cómo es posible?
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Conflicto y violencia: relaciones de género, expresiones culturales y distensiones emocionales
Dos esquimales fueron a pescar: El menor era hijo del mayor, pero el mayor no era el
padre ¿Cómo se explica?
La respuesta en ambos es que es la madre. Y sobre este acertijo en concreto
hay varios y similares, e invitan a la reflexión que ocupa estas páginas de forma
notable. De hecho, hubo una versión —misma que no reproducimos en estas
páginas por su extensión— que como relato largo circuló en los últimos años por
internet en varios países y de forma provocadora media los estereotipos de género
que tenemos todos, mujeres y hombres. Presentamos aquí la versión reducida del
mismo que ya mostramos al inicio del texto.
Un padre y un hijo sufrieron un accidente, el padre murió y el hijo resultó malherido.
Fue trasladado a un hospital para operarle, pero el cirujano al verle comentó: ¡No
puedo operarle, es mi hijo! (Respuesta: el cirujano es una mujer).
El señor Hernández y su hijo Gonzalo iban en su coche. Tuvieron un accidente. El
padre murió en el acto y el hijo quedó herido de gravedad y lo ingresaron en el hospital.
Al verlo, el jefe del departamento de cirugía dijo: Yo no lo puedo operar ¡Si es mi hijo
Gonzalo! ¿Cómo se explica esto? (Respuesta: el cirujano es la madre de Gonzalo)
Queremos leer que se trata de una crítica al androcentrismo, que en un primer
momento con los chistes de indios y esquimales oculta a la mujer, la invisibiliza
y desconoce. Y en segundo lugar con los dos últimos acertijos hace lo mismo al
no considerar que podría desempeñar determinadas profesiones u ocupaciones,
y es que las que se dice son socialmente relevantes o dan cierto prestigio social,
como medicina o cirugía no se asocian a la población femenina aunque ésta en los
últimos años haya incursionado en aquéllas –en la versión larga que mencionamos
aparecía la palabra «eminencia», con objeto seguramente de despistar aún más-.
Reflexiones finales
Para concluir, me gustaría sugerir que este conflicto es el centro de la reflexión
contemporánea sobre los roles sexuales: nos han dicho que los hombres y las
mujeres tienen que ser iguales, e incluso compañeros, pero también nos dicen que
hemos de valorar a los hombres por su trabajo; así que las mujeres preocupadas
por llevar esta igualdad a la práctica se han centrado en la segunda mitad de
esta paradoja, y han buscado las bases para una solidaridad femenina y las
oportunidades para las mujeres en el mundo del trabajo de los hombres. Hemos
concebido nuestra liberación a partir del modelo de las sociedades de mujeres
y de las reinas africanas. Sin embargo, mientras la esfera doméstica siga siendo
dominio femenino, las sociedades de las mujeres, aunque tengan poder, nunca
serán políticamente equivalentes a las de los hombres; y, como en el pasado, la
soberanía puede ser una metáfora para una élite femenina. Si el mundo público
ha de abrir sus puertas no sólo a la élite de las mujeres, tendrá que cambiarse la
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propia naturaleza del trabajo y deberá reducirse la asimetría entre trabajo y casa.
Por ello debemos llevar los hombres al ámbito de los problemas y responsabilidades
domésticas, como lo hicieron los ilongots.5 Ciertamente es difícil pensar en
adaptar a nuestra sociedad el modelo
5
Tribu del sur de la Sierra Madre, en Filipinas.
de los agricultores y cazadores ilongots.
Pero hoy necesitamos combinar objetivos políticos con visiones utópicas, y para
ello el ejemplo ilongot puede ser útil Nos proporciona una imagen de un mundo
en el que la oposición doméstico/público está minimizada y disociada de las
cuestiones sexuales. Y sugiere la idea de que los hombres, que en el pasado han
dedicado sus vidas a una acción pública, únicamente admitirán que las mujeres
son realmente iguales a ellos cuando ellos ayuden a criar nuevas generaciones
asignándose las responsabilidades domésticas (Zimbalist Rosaldo, 1979: 177).
Esta autora, señalaba hace ya más de tres décadas el viaje de ida y vuelta que
mujeres y hombres han de realizar entre los ámbitos doméstico y público con
objeto de tender hacia la equidad, como ella decía las primeras han incursionado
en el segundo espacio, los segundos no han hecho lo propio. Hoy creo estamos
más o menos en el mismo lugar, tal vez sea una utopía en el sentido de ideal
irrealizable, quizás nada más que un deseo inalcanzable. La discusión larga y estéril
por muchos años no sirve. Lo que sí podemos hacer es reconocer la asimetría,
observar el conflicto que genera y la violencia que produce. Y buscar o imaginar
oportunidades y posibilidades de comprensión y acción sobre el problema.
El conflicto según Galtung (2003) es crisis y oportunidad, es inherente al ser
humano, soluciona o en todo caso transforma la sociedad, eso sí con su buena
dosis de empatía y creatividad. Es como se dijo consustancial al proceso social
y parte del crecimiento humano. La violencia es fuerza para el cambio desde la
responsabilidad personal y social.
Aquí creemos que el conflicto reflejado en expresiones culturales y emocionales
populares es signo de salud, parte de un proceso de reequilibrio individual, contacto
interpersonal e identidad y cohesión social, en la íntima relación entre cuerpo-
mente-emociones-con-las/os-otros, lo que Morin (1989) llama bio-psico-social, y
añadiríamos como proceso vivencial e interrelacional. Sin por ello desconocer que
reproduce discursos y mensajes discriminatorios e inequitativos, genera violencia
verbal y simbólica y también justificación de otros tipos de violencia agresiva. Pero
conociendo que da cauce a la relajación de la tensión físico-emocional a través
de la expresión verbal y acompañada de la risa fisiológica, flexibilidad mental,
distensión emocional, descarga afectiva. Eso sí, las expresiones aquí estudiadas,
acertijos y chistes principalmente, pueden ser interpretadas como una suerte
de evasión, esto es, la narrativa social explicita el conflicto y violenta pero sin
intención de resolverla, la risa relaja y desdramatiza, toda vez que oculta y deflecta
a veces. También puede mirarse como una especie de acuerdo o negociación
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son útiles en esta forma indirecta, sino que muchas veces nos ayudan directamente,
ensenándonos pequeños trucos y artimañas que pueden aplicarse a los asuntos de
la vida en los momentos más inesperados y de las formas más insospechadas»
(Oviedo, s.f.:20).
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Memoria social y territorio en la
conflictividad por tierras en una
comunidad indígena. Un acercamiento
desde la tradición oral politizada
David Figueroa Serrano1
Universidad Autónoma del Estado de México
davdatura@hotmail.com
Recibido: 17 de enero de 2015 Aceptado: 28 de abril de 2015
Resumen:
El conflicto por tierras entre pueblos nahuas y mestizos en Michoacán ha sido una
constante desde el siglo XIX. En ese contexto, las comunidades nahuas han sustentado la
continuidad de ciertas percepciones sobre el entorno y la otredad desde la tradición oral,
la cual está envuelta en dinámicas interétnicas y de poder. El objetivo de este texto es ir
más allá de la visión común de la tradición oral como reminiscencias cosmogónicas; sobre
todo, se busca mostrar algunas formas en que los nahuas de la comunidad de Pómaro,
Michoacán, han generado memorias sociales ante los diferentes conflictos en los que se
han enfrascado históricamente. En ese sentido, la tradición oral adquiere otra fisonomía
desde la politización, que resignifica la realidad y las relaciones con la alteridad, donde
están implícitos diversos recursos y actores sociales.
Palabras clave: memoria social, territorio, tradición oral politizada, pueblos indígenas,
conflictividad.
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Paris - 2015
Johanna Orduz
TABULA RASA
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Introducción
El conflicto por tierras comunales entre pueblos nahuas y mestizos, así como el
interés de las instancias federales y estatales por la privatización de dichas tierras, ha
sido una constante desde el siglo XIX. Aunque algunos pueblos nahuas sufrieron
despojos de sus tierras e incluso desaparecieron como comunidades, otros más
lograron mantener su estatus agrario de comunidades, pero han mantenido una
conflictividad latente con poblaciones mestizas, lo cual no sólo se ha limitado a la
posesión de tierras, sino que ha alcanzado los recursos naturales. En ese contexto,
las comunidades nahuas, que se han caracterizado por sus esquemas tradicionales
de organización social, aprovechamiento y uso de los recursos naturales, así como
por una narrativa muy fructífera que expresa la creatividad de sus pobladores en la
forma como interpretan su entorno y lo transmiten de generación en generación,
han sustentado la continuidad de ciertos valores y esquemas sociales por la
tradición oral. El objetivo de este texto es comprender los procesos contextuales
en que la tradición oral se politiza, es decir, no se limita a asumir la presencia de
una tradición oral que expresa las reminiscencias de tiempos pasados y que han
perdurado en la actualidad; mas bien, busca mostrar algunas formas como los
pobladores de la comunidad nahua de Pómaro han generado memorias sociales
ante los diferentes conflictos en los que se han enfrascado históricamente. En esa
medida, las narraciones orales son un punto de partida, ya que funcionan como
discursos que no sólo llevan un objetivo concreto ante una situación de conflicto
por tierras, por ejemplo, o de hegemonía cultural; también están redefiniendo su
propia cultura enlazando diferentes experiencias que aunque puedan presentarse
anacrónicamente, refuerzan la identidad étnica y su sentido territorial.
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David Figueroa Serrano
Memoria social y territorio en la conflictividad por tierras en una comunidad indígena.
Memoria y territorio
La construcción del territorio y la comunidad no son perspectivas que se generen
en un discurso aislado de la contextualidad local. Este proceso está ampliamente
marcado por los ejes narrativos que exponen las visiones de la historia y el
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estatus y estratos sociales, así como relaciones y núcleos de poder que condicionan
la viabilidad de un tipo de narrativa predominante en el enfoque que adquiere
la tradición. En esa medida, la tradición oral implica un conocimiento y una
comprensión de diversos sentidos, ya sea históricos, espaciales, ontológicos u
otros. En esa índole, el tipo de comprensión se genera desde los horizontes en los
cuales la memoria colectiva actúa.
Por tanto, la tradición oral no se circunscribe únicamente a un cierto tipo de
representaciones narrativas, como los mitos, leyendas, cuentos, rezos, canciones,
refranes, etc., una clasificación común, pero que en algunos casos puede limitar
la diversidad intertextual. La perspectiva de esta investigación parte de la
búsqueda de otros hilajes de la tradición que son explicados desde los contextos
sociohistóricos: las problemáticas locales y las relaciones inter e intra comunales.
En este tipo de narrativas está implícito un carácter histórico y cultural que ha sido
transmitido generacionalmente. La oralidad es una forma de construir el entorno
y, a su vez, de asumir las diferentes perspectivas que generan discontinuidades en
el presente. En este sentido, la tradición al ser construida culturalmente se nutre
de los referentes simbólicos.
Los procesos comunicativos tejen un puente con el pensamiento; sin embargo, hay
que tener cuidado en asumir la oralidad y por consiguiente el lenguaje como una
forma de comunicación únicamente. Por el contrario, lo que definen Gadamer
y Ricoeur es la trascendencia del lenguaje como la forma en que el ser humano
es y se representa en su entorno, el ser humano es lenguaje y se narra a sí mismo.
La narrativa representa la exégesis que los individuos hacen de sus experiencias, de su
visión del mundo y de ellos mismos, es una constante reinterpretación del entorno. En
ese sentido, la tradición oral, más que la transmisión de ciertas creencias y referentes
sociales, es la exposición misma de las reinterpretaciones del mundo y del ser.
Partiendo de la perspectiva de Paul Ricoeur (2006), podemos entender que el
conocimiento subjetivo y en sí la identidad no es una consecuencia unívoca de la
percepción del ser por el sí mismo, sino que es parte de un proceso reflexivo donde
la vida es examinada y contada. En ese sentido, en la textualidad y sus símbolos
es donde se muestra el reflejo de la identidad subjetiva, tanto del individuo como
de la colectividad. A esta condición de la representación ontológica, Ricoeur la
denomina «identidad narrativa». El teórico se adentra en la configuración narrativa
que eventualmente se dirige hacia la refiguración de la experiencia temporal.
La oralidad es una forma de construir el mundo, y podemos definir la tradición
oral como la interacción de creencias, experiencias y formas de pensar de una
sociedad, transmitidas generacionalmente e interpretadas desde la actualidad. En
este sentido. Según Farrugia: «somos los productos de un relato social colectivo
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Los músicos tradicionales, a quienes se les ha dado desde hace varios años
un respeto muy relevante por ser, hasta cierto punto, unos de los principales
defensores y detentores de la tradición, exponen en sus creencias características de
su oficio ligadas al conocimiento ancestral que incluso está vinculado con ciertos
rituales que anteriormente estaban relacionados con actos chamánicos.
La habilidad para hacer música y el conocimiento sobre la técnica para construir
instrumentos musicales generalmente está relacionada con algunas creencias
de elementos sobrenaturales, como los chaneques o el diablo, por ejemplo.
Este aspecto se instituye en las narrativas tradicionales, haciendo de los saberes
tradicionales elementos emblemáticos, tal es el caso de la música, la laudería y la
medicina tradicional. En ese sentido, la memoria oral además de la interrelación
de las narrativas orales, corporales o escritas, también es afectada por las formas
prácticas y del conocimiento.
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David Figueroa Serrano
Memoria social y territorio en la conflictividad por tierras en una comunidad indígena.
3
Entrevista realizada a Graciano Jiménez Mendoza, comunero de Cachán, 27 de julio de 2006.
4
Entrevista realizada a un comunero de Pómaro, 27 de julio de 2006.
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Las narrativas en que los pobladores exponen sus percepciones pueden cumplir
diferentes funciones, entre ellas las de organizar y dar flujo a las estructuras del
pensamiento, así como exponer la reacción social y el sentido de la experiencia
comunal. Ese ha sido el caso de los mitos, que más allá de ser la «explicación» del
mundo, son la puesta en escena en que el ser humano comprende y experimenta
cierta forma de su existencia.
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David Figueroa Serrano
Memoria social y territorio en la conflictividad por tierras en una comunidad indígena.
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El secuestro de las historias indígenas:
itinerario y limitaciones del tiempo
lineal en Chile
Maximiliano Salinas Campos1
Universidad de Santiago de Chile2
merquen@gmail.com
Resumen:
La historia de Chile está cruzada por el conflicto entre la cultura moderna europea y
las culturas indígenas. El tiempo lineal impuesto por el Estado nacional ha dejado al
descubierto su irresponsabilidad con el tiempo indígena de los Andes. Esta temporalidad
expresa una profunda y sustentable «ontología arcaica». Tras el fin de la Guerra Fría,
y la postdictadura de Pinochet, esta propuesta se vuelve acuciante con las demandas
políticas y los desafíos epistémicos indígenas del siglo XXI. En el «círculo de la vida»
estos pueblos reclaman presencia, pasado y futuro: su historia. Este trabajo es resultado
del proyecto de investigación de la Universidad de Santiago de Chile sobre la historia y
la cultura de los pueblos indígenas en Chile en los siglos XX y XXI (Fondecyt 1121083,
2012-2014).
Palabras clave: tiempo lineal, progresismo, historia indígena, Chile.
1
Especialista en Historia Cultural de América y Chile. Dr. Teología, Universidad de Salamanca, España.
2
Departamento de Historia, Facultad de Humanidades.
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Muro de Valparaiso - 2006
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1. El prestigio del tiempo lineal bajo los ideales nacionalistas del siglo XIX
El tiempo lineal es una de las formas posibles del tiempo social, que solamente
se impuso, en cuanto sistema único de recuento, en la región cultural europea.
[…]. En la ciudad europea comenzó, por vez primera en la historia, «el
aislamiento» del tiempo como forma pura, exterior a la vida y mensurable.
(Gurevitch, 1979: 268, 279).
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El secuestro de las historias indígenas: itinerario y limitaciones del tiempo lineal en Chile
Nació un hombre / entre muchos / que nacieron, / vivió entre muchos hombres /
que vivieron, / y esto no tiene historia / sino tierra, / tierra central de Chile, donde
/ las viñas encresparon sus cabelleras verdes, / la uva se alimenta de la luz, / el vino
nace de los pies del pueblo (Neruda, 1968: 493).3
El tiempo lineal europeo con su creencia en el progreso infinito se vulgarizó en
3
La tierra en Neruda es la experiencia indígena de
el siglo XIX gracias al triunfo de las
la Pachamama, la «materia» en su sentido maternal, ideas evolucionistas propias de la era
matriz de toda realidad (Carrasco, 1995: 19). del imperialismo. Se trató entonces de
la «toma de control del conjunto del planeta por los hombres blancos de origen
europeo» (Chaunu, 1978: 42). Sus consecuencias fueron la expansión urbana
y capitalista, la usurpación de tierras, el control y la mecanización social, la
educación nacionalista y, con todo ello, la subordinación espiritual y material de
las sociedades locales (Béssis, 2002).
Desde el siglo XIX la historia rectilínea clausuró el tiempo de los pueblos
indígenas, con sus culturas y sus formas propias de existencia social y espiritual.
El presente enunciativo era el presente del tiempo occidental, único lugar de
enunciación (Mignolo, 2011: 190). En 1845 un primer texto escolar de historia
nacional señaló que los indígenas:
siendo bárbaros, debemos creer que no tienen historia […]. Sólo son
chilenos quienes hablan español, visten como los europeos, estudian
ciencias; quienes en último término son civilizados, y no así los indígenas
que no son parte de nuestra sociedad, no son nuestros compatriotas
(López, 1845: 20-21).
Las exigencias del progresismo europeo hicieron del proceso de ocupación
de tierras y de expurgación de lo indígena un proyecto nacional a partir de
1850: «[Podríamos] afirmar que al promediar el siglo XIX, el mapuche fue
presentado como un ‘sujeto terminal’, de una barbaridad difícil de corregir e
irremediablemente perdido. En tal caso, el dilema era muy simple: o el indio
o el progreso» (Pinto Rodríguez, 2003: 159). Un manual de historia de Chile
publicado en 1885 por un profesor del Instituto Nacional justificó la importancia
de haberle arrebatado la tierra a los mapuches para promover el progreso de la
República: «En las tierras quitadas a los indios se fundaron nuevas poblaciones
que han ensanchado el territorio y promovido en aquella parte el progreso de la
República» (Toro, 1885: 169).
El tiempo unilineal del siglo XX quedó determinado a partir de dos
acontecimientos bélicos claves en la representación de la expansión nacional de
Chile: la Guerra del Pacífico (1879-1883) y la Guerra de la Pacificación de la
Araucanía (1860-1881). Desde estas fracturas y posicionamientos característicos
de la época del imperialismo decimonónico se configuró el sentido del tiempo
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perdiendo por completo, fundidas en el tipo español, sin dejar huella externa y
visible de su fisonomía propia» (Orrego Luco, 1904: 43). Según el académico de la
Universidad de Chile Jorge Hunneus: «[Debido a la] nulidad intelectual histórica
[de los indios] [...] no puede entrar dicha raza en una historia del pensamiento
chileno» (Hunneus, 1910: 9, 499).
En 1898 el político y discípulo de Diego Barros Arana, Francisco Valdés Vergara
publicó un manual de historia de Chile, el que junto con destacar los méritos
de la expansión nacional, denunciaba el carácter anacrónico y extemporáneo de
los pueblos indígenas:
El más infeliz de los actuales pobladores de Chile puede considerarse como
muy afortunado si compara su situación con la que tenían los indígenas en
aquella época tan lejana. En efecto, a nadie le falta hoy alimento, vestuario
y un techo para pasar la noche, porque la industria y el comercio permiten a
todos ganar con su trabajo lo indispensable para satisfacer esas necesidades.
Los indios, por el contrario, vivían dispersos en los campos sin cultivo,
[…]. [Los araucanos] no tenían educación y no podían comprender que
fuese un crimen robar y matar (Valdés Vergara, 1898: 10-11, 34).
En 1913 la Universidad de Chile publicó Instrucciones para la enseñanza de la
historia. Citando a Valdés Vergara se presentó al indígena como lo ausente, lo
anacrónico, lo carente, lo ignorante. La naturaleza pura y cruda, sin humanidad
alguna, la prehistoria en oposición a la instalación de los héroes nacionales. El
indígena estaba condenado, como ignorante, a sufrir:
Cómo podemos decir qué eran los indios por no saber tejer, ni hacerse ropa,
ni calzado? (…ignorantes) […]. ¿Por qué los indios no harían ladrillos y
tejas para sus casas, cuando la greda para hacerlos era tan abundante? […]
¿Por qué no harían buenos muebles, habiendo tanta madera? ¿Cómo eran,
pues, los indios, por no saber hacer buenas casas ni muebles para vivir con
comodidad? (…ignorantes). […]. ¿Cómo hemos dicho que eran los indios
por no saber hacerse buenos vestidos, ni buenas casas, ni buenos alimentos?
(….ignorantes). Luego, ¿por qué los indios sufrían frío y hambre? (…por
su ignorancia). ¿Qué les sucede, pues, a los ignorantes? (….tienen que
sufrir) (Rivas, 1913: 90-91, 94).
Con esta representación del tiempo la elite del 1900 asumió el valor del progreso
económico que dejaba atrás el mundo natural, indígena, arcaico. Con este
imaginario fue urgente recurrir a nuevas formas del conocimiento científico,
alejado ya de las ciencias sociales y de las humanidades. Era indispensable pensar
un nuevo tiempo, con nuevas disciplinas, y dejar atrás el sufrimiento. Fue
determinante la valoración de la ingeniería. Alberto Blest Gana puso en boca de
uno de Los trasplantados, novela de 1904:
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donde están vivos los factores morales y espirituales del cristianismo y los ideales
permanentes del humanismo de las civilizaciones clásicas.» (Silva, 1985: 150-
151). En 1965 un político conservador expresó en el Parlamento: «[Somos]
herederos de un acervo cultural y civilizador que, en más de veinte siglos en
la historia de Occidente, se ha encargado de establecer normas y principios»
(Monckeberg, 1965).
Tensionando esta óptica conservadora la visión histórica del progreso racionalista en
la década de 1960 la representó la academia universitaria asociada a la Democracia
Cristiana (Góngora, 1987: 175-182). Su progresismo, influido por la racionalidad
planificacionista y modernizadora, no tuvo una comprensión o reivindicación del
tiempo indígena. Ofreciendo una perspectiva coincidente a los planteamientos
de Letelier y Encina, Eduardo Frei Montalva señaló al promediar el siglo: «Si
penetramos en la Historia de Chile y de ella extraemos todo lo que hay de positivo,
lo que ha constituido su saldo favorable, podríamos anotar como un signo esencial
el que este país no ha tenido un destino indígena» (Frei Montalva, 1955: 82).
El progresismo de izquierda disputó también el tiempo moderno y rectilíneo.
Clodomiro Almeyda, profesor de filosofía y político socialista, reivindicó el
sentido histórico de la burguesía y del capitalismo en 1948:
El sistema capitalista proporcionó al hombre un poderoso y enérgico
motor de su existencia: el lucro personal. […]. Se puede apreciar, así, la
función histórica del capitalismo y de la burguesía: la creación de riqueza,
el perfeccionamiento técnico, el desarrollo de la ciencia, […] la creación de
las condiciones capaces de ofrecer al hombre una vida rica y valiosa, más
‘humana’ que la que hasta entonces vivía (Almeyda, 1948: 106).
El historiador marxista Hernán Ramírez Necochea confió en una evolución lineal
y nacional del desarrollo histórico, el tránsito hacia un capitalismo maduro, y
consideró al partido leninista como estado mayor del ejército de la clase obrera,
artífice inapelable de la historia (Pinto Vallejos, 2007: 5-21). La historia indígena
sería absorbida por el tiempo de Occidente. En 1949 el historiador socialista Julio
César Jobet confió en la absorción íntegra de 130 mil araucanos en una población
chilena de cinco y medio millón de habitantes (Jobet, 1949: 25). Uno de los
pocos académicos marxistas que destacó la experiencia indígena fue el científico
Alejandro Lipschütz, amigo personal de Pablo Neruda (Berdichewsky, 2004).
Con el golpe militar de 1973 el país quedó aprisionado en la recuperación
obligada del tiempo de Occidente (Haslam, 2005). En 1975 el gobierno de Chile
definió su política cultural omitiendo la existencia de la historia indígena:
Chile cuenta con un patrimonio cultural que se ha ido formando desde
las épocas de la colonización española, que fue perfilándose con caracteres
más definidos a partir de la emancipación libertadora, hasta tomar
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La Técnica se ha ido infiltrando muy lentamente en el medio chileno y con ella se infiltra, […], la
«ideología de la Técnica», la creencia mágica en la omnipotencia de la racionalización o de la Técnica.
[…]. [En] los hechos ha invadido todos los campos, desde la Política hasta la Universidad, gracias a su
fuerza intrínseca y a su alianza con las ideas de racionalización. Solamente en el breve período de 1970
a 1973 ha sido roto su predominio por una doctrina revolucionaria. […]. Esta tecnificación del mundo
civil abre tremendos problemas en todas direcciones, tiene relación con problemas como la Tecnocracia,
el Totalitarismo y la decadencia de los valores del humanismo, y con todas la angustias del momento
(Góngora, 1986: 22-25).
En el mismo sentido expresó el siquiatra Otto Dörr:
Si pensamos por qué ha ocurrido el aumento de la patología mental y los cuadros depresivos, nos
encontramos con este factor al que ya me refería, que es el de la occidentalización y modernidad [...].
A diferencia de Bolivia, Perú, la región del Amazonas [...], Chile ha sido un país muy occidentalizado
[...]. Hay una crisis del humanismo en el país y un desarrollo unilateral hacia la producción y lo
tecnológico. Eso ha arrasado con los bosques, con los lagos, con el aire [...]. Hemos ensuciado nuestro
aire, porque tenemos sucio el espíritu (Dörr, 1996).
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La dimensión histórica versus la
banalización del paisaje. El caso del
paisaje rural del departamento de Maipú,
Mendoza, Argentina
Lorena Manzini Marchesi1
Instituto de Ciencias Humanas Sociales y Ambientales INCIHUSA.
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas Técnicas CONICET.
Centro Científico Tecnológico CCT CONICET Mendoza, Argentina.
lmanzini@mendoza-conicet.gob.ar
Resumen:
El paisaje rural del departamento de Maipú se caracteriza por una heterogeneidad
integradora y un dinamismo activo, propio de la actividad productiva agrícola. Este posee
elementos que clarifican su carácter, pero otros que contribuyen a su banalización. En
este marco, el presente artículo plantea la reflexión sobre cuál es el límite que existe entre
los nuevos elementos en los paisajes rurales producto del proceso evolutivo de adaptación
a los cambios económicos, técnicos y sociales de la época y la banalización del paisaje; y
también, cómo poder detectar los elementos que están transformando el carácter del paisaje
al punto de la banalización en un marco paisajístico dinámico y de heterogeneidad. Ante
ello, se sostiene como hipótesis que la dimensión histórica del paisaje permite detectar y
enfrentar a la banalización del mismo, ya que la relación conceptual dimensión histórica
versus banalización del paisaje puede ser empleada como una herramienta para su análisis.
Palabras claves: paisaje rural, dimensión histórica, banalización, carácter del paisaje.
1
Doctora en Arquitectura en la Facultad de Arquitectura Urbanismo y Diseño de la Universidad de
Mendoza en 2009.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 227-263, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. VSP Visual Street Performance @ Fabrica Braco de Prata, Lisbon, Portugal - 2007
Manuel Faisco - https://www.flickr.com/photos/arteurbana/
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adaptation to this time’s economic, technical and social changes, and those responding
to a banalization of landscape. Also, how to detect the elements that are transforming
landscape’s features up to some banalization, within a dynamic and heterogeneous
landscape framework. In view of this, the hypothesis that the landscape’s historical
dimension allows to detect and confront banalization, since the conceptual dimension
—historical dimension versus landscape banalization— can be used as a tool for analysis.
Keywords: countryside landscape, historic dimension, banalization, landscape character.
Introducción
El paisaje en la actualidad es considerado el resultado de la combinación de
aspectos naturales, culturales, históricos, funcionales y visuales (o estéticos) y a su
vez es concebido como un ente dinámico e integrador, como lo mencionan Aponte
García (2003), Martínez de Pisón (2007), Nogué (2007), Mata Olmos (2008)
y Silva Pérez (2009), entre otros. Dicho carácter es totalizador del ecosistema;
se forma como resultado de la acción e interacción entre las características
naturales y la acción humana a lo largo del tiempo, vinculado directamente con
la percepción territorial de la población. No obstante, como manifiestan Cruz
Pérez y Español Echániz (2009), algunos rasgos del paisaje pueden actuar como
elementos clarificadores de su carácter, pero otros lo confunden y difuminan
al punto que sucesivas y determinadas intervenciones en el paisaje podrían
generar la banalización del mismo. Este término se entiende —según el marco
conceptual plasmado por Nogué (2007), Cruz Pérez y Español Echániz (2009) y
el Observatorio del paisaje de Cataluña (2014)— como el proceso a través del cual
el paisaje pierde su originalidad o interés natural, cultural o simbólico, quedando
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229
Lorena Manzini
La dimensión histórica versus la banalización del paisaje.
así en riesgo el carácter identitario del paisaje y sus valores ecológicos, históricos y
culturales, y por lo mismo su potencial como recurso colectivo, importante para
mejorar la calidad de vida de las poblaciones.
Pero al observar el paisaje y su heterogeneidad integradora y dinamismo constante,
nos es inevitable cuestionar: ¿Cuál es el límite entre las nuevas modificaciones
y elementos en los paisajes producto del proceso evolutivo de adaptación a los
cambios económicos, técnicos y sociales de la época y la banalización del paisaje?,
y ¿cómo detectar los elementos que están transformando el carácter del paisaje al
punto de la banalización en un marco paisajístico dinámico y de heterogeneidad?
El análisis y búsqueda de respuesta a estos interrogantes se transformó en el objetivo
del presente trabajo. Para ello, se seleccionó el caso de estudio del paisaje rural del
departamento de Maipú por su relevancia como representante agrícola industrial
de la sub-región centro vitivinícola de la provincia de Mendoza en Argentina,
prácticamente antropizado en su totalidad, y que en la actualidad ve amenazado
su carácter identitario. El riesgo de su carácter se debe a una serie de factores, entre
ellos el crecimiento urbano descontrolado; la inserción de los barrios privados
habitacionales construidos en la limitada zona de cultivo intensivo con posibilidad
de riego en un entorno natural desértico. A ello se le suma la refacción de las redes
de infraestructura caminera y de riego junto a la disminución del arbolado en los
márgenes de las calles, entre otros factores. A raíz de ello, se desarrollará un estudio
en el paisaje en este marco geográfico buscando respuesta a estos interrogantes y se
presentará de qué manera la dimensión histórica, entendida según Español Echániz
(2007). Como la interpretación histórica del paisaje nos permite (de acuerdo a
nuestra propuesta) enfrentar la banalización del mismo.
Para realizar este trabajo se consultaron autores nacionales e internacionales
vinculados a diversos aspectos del paisaje,2 focalizando la mirada en los aspectos
vinculados a la temática de la banalización del paisaje,3 y su dimensión histórica.4
A la lectura crítica de estos autores se le suma la realización de trabajos de campo
en los distritos rurales de Coquimbito, Russell, Lunlunta, Cruz de Piedra,
General Ortega, Rodeo del Medio, Fray Luis Beltrán, San Roque y Barrancas
del departamento de Maipú. Finalmente, para recabar información y analizar la
percepción del paisaje y su valoración en torno a las transformaciones se efectuó
entrevistas a la población vinculada.
2
Entre ellos destacamos a Aponte García (2003); Cruz Pérez y Español Echániz (2007; 2009); López
Ontiveros (1999); Martínez de Pisón (2007) y el mismo autor junto a Ortega Cantero (2010); Martorell
Carreño (2003); Mata Olmos (2008); Silva Pérez (2009); y Navarro Bello (2003).
3
Véase Corboz (1994); Cruz Pérez y Español Echániz (2009); Jáuregui (2004); Muñoz (2005); Nogué
(2007); Ortega (2005); y Zusman (2004).
4
Véase Cruz Pérez y Español Echániz (2007; 2009); Elías Pastor (2008); López Ontivero (1999); Maderuelo
(2009); Mateu Bellés y Nieto Salvatierra (2008); Ortega Cantero (2002); Sabio Alcutén e Iriarte Goñi
(2003); Tello (1999); Urquijo Torres y Barrera Bassols (2009).
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La dimensión histórica versus la banalización del paisaje.
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La dimensión histórica versus la banalización del paisaje.
Las capas históricas de la estructura espacial del paisaje rural del departamento
de Maipú
La estructura espacial del departamento de Maipú posee un paisaje de carácter
inminentemente antropizado con una fuerte impronta agrícola industrial
integrante de la sub-región Centro vitivinícola de la provincia de Mendoza en
Argentina, cuyo origen data del siglo XVI. Las capas históricas que podemos
identificar en la estructura espacial del paisaje rural de Maipú se encuentran
estrechamente vinculadas con las etapas principales de la vitivinicultura en la
región, que dejaron su impronta en el territorio, como sostienen Cirvini y
Manzini (2011). Estas son: Protoindustrial (desde el siglo XVI hasta 1885);
Industrialización y primera modernización (1885 hasta 1990); y la crisis y
segunda modernización (desde 1990 hasta la actualidad).6
6
Para abordar en mayor profundidad las características de cada período recomendamos la lectura de Silvia
Cirvini y Lorena Manzini (2011). De estas etapas resumimos:
1) Protoindustrial: Desde el siglo XVI, con la colonización española y la llegada de las primeras órdenes
religiosas, la vitivinicultura —como actividad económica y práctica cultural— fue trasladada a la región y
adaptada a las condiciones locales. La producción tiende a satisfacer el mercado local y las necesidades
de los escasos pobladores de las ciudades del actual territorio argentino. Este período puede subdividirse
en dos momentos: la etapa colonial y la que abarca desde 1830 hasta 1885. En esta última se produjo la
transición del modelo productivo ganadero-molinero al vitivinícola capitalista decimonónico.
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Foto 1. Capilla del Rosario en el distrito de Barrancas Maipú. Fuente: archivo documental
del proyecto «Hacia un Itinerario Intercontinental de la vid y el vino. El caso de Mendoza
(1885-1980)» ICAU FAUD UM (2012-2013).
Paulatinamente, como sostiene Cirvini (2009), los pobladores a través del trabajo
del suelo nutrido con riego por acequias fueron conformando un paisaje agrícola
protoindustrial a campo abierto que sufrió profundas modificaciones ante la
industrialización y la primera modernización vitivinícola.
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La dimensión histórica versus la banalización del paisaje.
Por consiguiente, para detectar los elementos específicos que están afectando y
transformando el carácter del paisaje rural de Maipú, es pertinente, además de
comprender la estructuración histórica del territorio departamental y sus hitos,
ya mencionados, identificar y caracterizar las unidades de paisaje que lo integran,
ya que su análisis nos permite acercarnos al problema a una escala menor en el
territorio, con sus características paisajísticas y elementos de degradación específicos.
Al paisaje en estudio se lo puede dividir en siete unidades de paisajes (UP)
singulares de un carácter único y excepcional inmerso en una zona desértica. Una
de ellas es netamente urbana (UP1: Área urbana de Maipú) y el resto presenta
características rurales que se van conformando dinámicamente en la permanente
adaptación a la actividad productiva agrícola, a saber: UP2: Tierras vitivinícolas
de Russell y Coquimbito; UP3: Sierras de Lunlunta (también integra el distrito
de Cruz de Piedra); UP4: Barrancas de Maipú; UP5: Tierras de Rodeo del Medio
(integra el distrito General Ortega y Fray Luis Beltrán); UP6: Fincas y chacras de
San Roque; UP7: Cauce del Río Mendoza (Foto 6).
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Foto 7. Plantaciones de viñas de cultivo del tipo intensivo en Ruta provincial N° 60,
distrito de Russell, Maipú, Mendoza. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA
– CONICET.
Las carreteras que presentan mayor valor histórico son Carril Ozamis, Maza, Espejo,
Bulnes-Sáenz, la ruta provincial N°60 y carril canal Pescara y Chachingo, carril
Urquiza, Montecaseros, Mitre y Perito Moreno. Además, el terreno de los distritos
se encuentra surcado por las vías del Ferrocarril General San Martín como por las del
Ferrocarril General Manuel Belgrano. Su terreno es llano y su morfología exhibe las
características de la industrialización y
10
Los puntos más importantes para la visualización
de la unidade de paisaje UP2 son Carril Maza,
primera modernización.10 El ferrocarril
entre Boedo y Pedro Molina, la ruta provincial cumplió un factor fundamental en
N°60 en toda su extensión distrital, carril Urquiza la conformación, el crecimiento y la
al sur entre Espejo y Ruta Provincial 60.
consolidación del territorio en esta
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Foto 8. Vista a la cordillera de los Andes desde la ruta provincial N°60, Distrito de Russell,
Maipú. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
11
Girini y otros (2012-2013). El ferrocarril fue el elemento fundamental para lograr esta integración y
generación de nuevos poblamientos para ocupar y hacer producir el territorio nacional. La extensión de
las vías férreas en 1879 fue dirigida por el ingeniero Guillermo Villanueva y las obras llegaron hasta San
Luis y Mendoza, es decir, en 1883 las vías llegaron hasta la localidad de La Paz y en 1884 a la ciudad capital
de Mendoza. La construcción total del ferrocarril Andino que vinculaba Mendoza-San Juan se concretó
el 7 de abril de 1885, con el presidente Roca a bordo del viaje inaugural. En 1884 se autorizó la apertura
al servicio público del transporte de carga y pasajeros. En 1899, el Senado de la nación autorizó una
construcción de un ramal de 16km desde la estación Maipú (General Gutiérrez) hasta Luján de Cuyo. Las
obras comenzaron a mediados del 1900 y se concluyeron un año después. Este ramal fue el primero que
circuló por los alrededores de Mendoza. Paralelamente hacia el 1900, mientras se construía el ramal de
General Gutiérrez a Luján de Cuyo, también se edificaron las estaciones de Villa Maipú, Russell y Cruz de
Piedra. El ferrocarril sirvió de atracción, social, vecinal, cultural, y laboral a cuyo amparo nacieron nuevas
localidades, como el distrito de Russell, General Gutiérrez, Cruz de piedra, entre otras. Posteriormente el
Ferrocarril del Estado, que luego se denominó General Manuel Belgrano, construyó nuevos ramales con
orientación Norte-Sur-Oeste, fue inaugurado el 24 de mayo de 1938.
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Pero desde fines del siglo XX y fundamentalmente en el transcurso del siglo XXI,
se observa el parcelamiento de fincas destinadas al nuevo uso habitacional del
barrio privado. En Russell y Coquimbito, si bien los barrios habitacionales se
encuentran salpicados en diversas partes de su territorio, destacamos los ubicados
en la ruta provincial 60 Carril y carril Maza, entre otros. A ello se le suma otros
elementos que degradan el paisaje, como los tendidos aéreos de servicios de luz y
teléfono, y la tala de árboles de las laderas de los caminos.
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La dimensión histórica versus la banalización del paisaje.
Foto 10. Cigüeñas petroleras de Lunlunta entre viñedos. Fuente: archivo documental del
Proyecto «Hacia un itinerario intercontinental de la vid y el vino. El caso de Mendoza (1885-
1980)» ICAU FAUD UM (2012-2013)
12
Las vías de circulación principales desde donde se puede apreciar la unidad de paisaje UP3 coinciden
con las vías más antiguas, de valor histórico; de ellas las más relevantes son: carril Maza, Ozamis, Ruta
provincial N°60 (límite con el distrito de Russell), carril Cruz Videla y Videla Aranda, carril Franklin
Villanueva y Carril Pescara.
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Foto 11. Sierras de Lunlunta y plantaciones Carril Maza, Bajo Lunlunta, Distrito de
Lunlunta. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
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Foto 12. Portal de acceso a barrio privado en la ruta provincial N°60 en el distrito rural
de Cruz de Piedra, Maipú-Mendoza, Argentina. Fuente: archivo documental AHTER –
INCIHUSA – CONICET.
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Foto 14. Calle central de acceso al antiguo poblado del distrito de Barrancas, Maipú-
Mendoza, Argentina. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
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Foto 15. Basural en suelos incultos y tendidos eléctricos aéreos en la ruta provincial 14
de Barrancas-Maipú, Mendoza. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA –
CONICET.
UP5: Tierras de Rodeo del Medio (también integra esta UP el distrito General Ortega
y parte oeste de Fray Luis Beltrán)
La unidad de paisaje se integra por los distritos del este del departamento de
Maipú, como General Ortega, Rodeo del Medio y sector Oeste de Fray Luis
Beltrán. Su carácter es eminentemente agrícola-vitivinícola, con poblados
urbanos de escala media ubicados en las vías principales históricas de circulación
que desde la época de la colonia vinculan a Mendoza con las provincias del este
de Argentina, como las rutas provinciales N°50 y 8.14
Estas tierras tienen una morfología de suelo llano y grandes extensiones. El territorio
14
Los puntos más importantes para la apreciación
se divide entre parcelas geometrizadas
del paisaje rural son las vías de circulación más con plantaciones vitivinícolas y frutales
antiguas las ya mencionadas Nos. 50, 8 y 60.
de plantación intensiva, cuyo marco
de fondo protagonista al oeste es la cordillera de los Andes, en cuya percepción
se integran líneas de arboles caducos ubicados por tramos en las márgenes de los
caminos y que a su vez actúan como barrera de vientos a las propiedades (Foto 16).
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Foto 16. Finca con viñedos en invierno en Rodeo del Medio, Maipú-Mendoza, Argentina.
Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
Foto 17. Paisaje de las Tierras del Rodeo del Medio camino, arboleda, galpón y
superficie cultivada, Maipú-Mendoza, Argentina. Fuente: archivo documental AHTER
– INCIHUSA – CONICET.
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Foto 18. Portal de acceso a barrio privado en la Ruta Provincial N° 60 del distrito rural
de Rodeo del Medio, Maipú-Mendoza, Argentina. Fuente: archivo documental AHTER
– INCIHUSA – CONICET.
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Esta unidad de paisaje, al igual que la de Rodeo del Medio, tiene origen colonial.
La posta que le dio origen se denominó Riojita o Rioja Pobre. Los testimonios
materiales que se comportan como hitos en la estructura organizativa del paisaje,
como en el caso anterior son los legados por la época de la industrialización y
primera modernización vitivinícola con sus bodegas, y el antiguo poblado
estructurado en una trama regular en torno a una plaza central con su iglesia y
ferrocarril. La identidad del lugar básicamente se focaliza en su carácter agrícola,
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Foto 20. Viñedos y plantaciones hortícolas en el distrito de San Roque, Maipú, Mendoza,
Argentina. Fuente: archivo documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
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Foto 21. Cauce del Río Mendoza desde el puente de San Roque – Maipú. Fuente: archivo
documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
Su suelo hace unos años está comenzando a utilizarse como canteras de áridos.
Las vías de circulación que lo atraviesan con puentes y vinculan las márgenes
Norte con el sur son las rutas provinciales Nos. 14, 60, 8, 50 y la ruta nacional
N° 7. Los puentes son los puntos más importantes de visualización de la unidad
de paisaje. El carácter identitario de la unidad de paisaje ha cambiado con el
transcurso de los siglos; de ser unos de los ríos más caudalosos se transformó en
Los elementos que degradan la unidad de paisaje son los basurales espontáneos y la
extracción de áridos. La foto 23 muestra un basural espontáneo en la ladera del río.
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Foto 23. Basural espontáneo en la margen norte del cauce del río Mendoza a la altura del
puente de Barrancas ruta provincial N°14, Maipú, Mendoza, Argentina. Fuente: archivo
documental AHTER – INCIHUSA – CONICET.
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Senderos de reposicionamiento a la
complejidad praxiológica del trabajo
social: patrimonio disciplinar en clave
experiencia de fusión teoría-práctica
Víctor R. Yáñez Pereira1
Universidad Autónoma de Chile
vyanezp@uautonoma.cl
Resumen:
Este artículo parte del entendido de que la realidad se va formando como una trama
que urde cosas con semánticas, configurando a nivel de la conciencia y del lenguaje una
densidad discursiva que devela el contenido de verdad situado en la zona de nuestras
experiencias. Veremos que el pensamiento debe traducir las lógicas de trabajo social en
una expresión de ruptura ante la totalización impositiva de cánones ideologizantes y
deterministas, contenidos en el conocimiento heredado desde la tradición viejo europea
del siglo XVII, y que en su condición moderna, con extremada violencia, han incrustado
y naturalizado poderosas polarizaciones binarias, como ha sido el caso de la segregación
entre los núcleos de teoría respecto de los de práctica y viceversa. Por lo mismo, la
disciplina debe relevar una comprensión mediada por el cuestionamiento de una realidad
que, también, le interroga, en cuanto movimiento socio-histórico. Ello se erige en la
contradicción contingente y dinamizante de las contemporáneas relaciones sociales y su
conflictiva manifestación; «imágenes que piensan», como el producto de unas semánticas
que entrelazan el potencial enunciativo con el acto proposicional de los trabajadores
y las trabajadoras sociales sobre fenómenos en realización, trayendo como resultado
la capacidad de nombrar aquello que da sentido a reales oportunidades de cambio o
transformación en diversos contextos y espacios sociales.
Palabras clave: trabajo social contemporáneo, praxiología, experiencia, fusión teoría-
práctica, discurso, objetos/imágenes.
1
Asistente Social y Licenciado en Servicio Social de la Universidad de Concepción. Diplomado en
Mediación e Intervención Familiar de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Trabajo
Social y Políticas Sociales de la Universidad de Concepción. Doctorando en Ciencias de la Educación en
la Universidad de Sevilla, España. Actualmente es Profesor Asociado y Director de la Carrera de Trabajo
Social en la Universidad Autónoma de Chile, Sede Talca. Además, es Director del Programa de Magíster
en trabajo social con mención en intervención social y director del Centro de Estudios y Gestión Social
del Maule, en la misma casa de estudios superiores. Ha oficiado como profesor invitado en programas de
pre y post grado a nivel nacional e internacional.
Tabula Rasa. Bogotá - Colombia, No.22: 267-284, enero-junio 2015 ISSN 1794-2489
Detalle. VSP Visual Street Performance @ Fabrica Braco de Prata, Lisbon, Portugal - 2007
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Víctor R. Yáñez Pereira
Senderos de reposicionamiento a la complejidad praxiológica del trabajo social
Presentación
La preocupación por resituar la conjunción teoría-práctica como complejidad
que orienta y define los procesos de investigación/intervención de trabajo social
supone partir de la comprensión de su propio patrimonio praxiológico que
para nosotros es aquello donde se funda nuestro pensamiento y nuestra acción
disciplinar. Nos referimos a un capital, a una riqueza capaz de ser revelada,
atrapada y vuelta a liberar a través del contenido de experiencias puntualizadas
como imágenes que el trabajador o la trabajadora social transfiere a las cosas,
convirtiéndolas en objetos de sus discursos, es decir, en construcciones derivadas
de la acción de su logos que es vitalidad, movimiento y conflicto.
Así la trama praxiológica de trabajo social, en cuanto texto, argumento y praxis,
pone en relación al episteme, la axiología y la ontología para erigir una razón
teorética derivada de su práctica que, a su vez, es creada por una razón situada
conceptualmente y creadora de la misma, o sea, de un contexto de sentido para
el entendimiento sobre algo que se observa, construye e interviene. Ello nos
insta a revisar la experiencia que emana de una indisoluble contradicción entre
racionalidad, lenguaje, acción y realidad, lo cual no puede restringirse a una noción
puramente empírica o totalmente abstracta, pues aquella polarización moderna es
la que degrada la necesaria fusión teoría-práctica, imponiendo territorializaciones
que nos colocan en el lugar de la teoría o en el de la práctica, como ya lo avizoró
Theodor W. Adorno (1973: 173).
Para nosotros es en la experiencia de fusión teoría-práctica, donde se impulsan
«saberes integrados» (Yáñez, 2007: 317-324), desde los cuales emanan imágenes
únicas, dialécticas y actuosas, que van constituyendo diversificadas constelaciones
de realidad, asentadas en un modo de comprender el aquí y el ahora. Eso es lo que
nos permite leer aquello que aún no ha sido testimoniado, pero que se suscita, que
está ocurriendo, que es devenir de movimientos y correlaciones entre los contenidos
de nuestra cosmología disciplinar y las nuevas trayectorias que asumen los lenguajes,
conceptos y acciones, pues en cada investigación/intervención se produce una
especie de ruptura con lo legado como saber a disposición, al manifestarse un
campo de fuerzas que pone en permanente contradicción el sentido y su estado
de crisis, esto es, la tensión que se produce entre lo dicho por los vencederos de la
historia y lo que proponen quienes recién exponen su verdad (Vedda, 2008: 64).
Lo anterior comporta, quizá, una suerte de reconciliación, un trabajo de lectura
crítica sobre aquello que el pasado deja para el presente, lo que exige un movimiento
de actualización del conocimiento, de superación de la inactividad de la palabra
en la acción y viceversa, pues encierra la benjaminiana demarcación del carácter
que se desprende del destino, mostrándonos que el tiempo de la experiencia en la
praxis de fusión teórico-práctica no es el mismo que el tiempo cósmico, histórico,
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ya que eso impediría hacer ruinas los monádicos paradigmas que nos alejan de
la incansable lucha por la cavilación, la criticidad y la deliberación de la acción.
Tengamos presente que es en el cruce entre experiencia y tradición que trabajo social
rescata su genealogía como proyecto histórico-porcesual, teórico-metodológico,
crítico-ideológico y ético-político, lo cual no refleja ordinalidad de ascendencia
o descendencia dentro de un ciclo vital o de la procedencia en una casta, sino un
sentido histórico disruptivo y discontinuo, una contra-historia que quebranta las
«objetividades» genéricas y las «subjetividades» viciosas, reivindicando aquellos
fundamentos silenciados u ocultos por efecto de un discurso instituido.
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sólo conceptual y operativo, sino además simbólico y lógico. Ahora bien, la lógica
no puede restringirse a la zona de lo formal, pues ella misma imbrica diferencia/
contradicción y no sólo identidad, por lo cual constituye el argumento de un
discurso tangible que se moviliza entre el hallazgo de la verdad y su refutación,
re-localizando el conocimiento al traspasar lo meramente descriptivo por la
organización conceptual y la teorización, en contingente reciprocidad con la
efectiva pluralidad y diversidad de lo social, visto como lo otro problemático que
nos perturba e irrita, en la medida que la práctica funda, enriquece y moviliza
la teoría que, al mismo tiempo, se ensambla a la primera como lo sustantivo de
nuestras propuestas de realización fáctica.
Recordemos que tanto teoría como práctica son productos históricos, una
manifestación narrativa de su acontecer a lo largo del tiempo, en cuanto medios para
gestar el conocimiento en el correr de una época y sus mutaciones. Así, pues, trabajo
social, como disciplina y profesión praxiológica, comporta y debe aceptar, cuando
menos, tres fuentes en su historiografía: la filosofía, la ciencia, y el saber cotidiano,
las cuales correspondientemente impugnan y tensionan los fundamentos y opciones
de nuestros procesos de investigación/intervención, produciendo una lingüisticidad
que cruza y pone en itinerancia objetos/imágenes que piensan, por medio de
discursos, cuya composición es tanto ideativa como alusiva, ya que la acción reclama
del pensamiento una racionalidad que no la ciegue en la zona operante del ejecutar,
así como la razón prolifera y se enriquece a través de la interrogación que sobre ella
se produce en el mundo empírico. Entonces, para que los objetos/imágenes piensen
es fundamental que los profesionales efectúen las oportunas mediaciones para
«integrar a cada cosa en conexiones sociales que estén vivas» (Benjamin, 2012a: 91),
exigiendo que en los diversos campos discursivos, las constelaciones de categorías de
comprensión sean determinadas por reglas enunciativas y proposicionales, mediante
las cuales se puedan relevar las propiedades y atributos de la realidad observada,
así como el uso que de ellas sea posible efectuar, legitimándolas como elementos
de demarcación del escenario de investigación/intervención como, también, de la
propia escenificación y puesta en acto del proceso.
Ahora bien, la escenificación es la instancia que posibilita poner en acto público
el proceso de inserción del/a trabajador/a social en la realidad, mediante la
construcción de objetos/imágenes en que se correlacionan la comprensión, el
conocimiento y la praxis con el contexto, el espacio y la situación en que las
mismas están inmersas. Las modelaciones de la escenificación no son tipos ideales
preestablecidos; a la inversa, suponen referenciales del orden factual, una especie
de ligaduras entre atributos materiales y simbólicos que definen el contenido
del campo discursivo, desde donde emana la carga de sentido inscripta en la
conciencia y memoria de los agentes de investigación/intervención, siempre
circunscritos en un determinado tiempo-espacio e incididos por las condiciones
socio-históricas allí imperantes.
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De esta manera, los objetos/imágenes dejan discurrir sentido dentro del campo
discursivo que refleja sus deslizamientos y contradicciones, muchas veces en
«forma de sombras desde las cuales es posible hablar» (Adorno, 1992: 297), una
vez que son ubicadas e inventadas dentro de un cierto repertorio temático y
argumentativo, que nos permite expresar lo que se piensa sobre aquello que
se moviliza entre el mundo fenoménico y la vida activa. Ello es posible, ya
que, como lo aprendimos de Arendt la comprensión es la instancia mediante
la cual los agentes «[…] pueden explorar la realidad del mundo como la suya
propia» (Arendt, 2010a: 93) y donde el lenguaje, vemos nosotros, provee de
voz a la conciencia, pues su proliferación no se encuentra en el léxico, sino en
la realización de los contenidos formulados en el desarrollo de las experiencias,
pero representados por palabras que, en principio, pertenecían a la vida ordinaria
y a las cuales el conocimiento ofrece un lugar conceptual para volver a hablar
de ellas, mientras que la experiencia ha desnudado su contenido de verdad para
afectarlas de otro modo.
Es así como los objetos/imágenes no son plenamente autosuficientes, sino
que comportan un atributo de doble faz, a saber: el de la autonomía y el de la
dependencia entre aquello que es en sí abstracto y concreto, como manifestación
de rupturas que hacen posible su permanente reelaboración, donde el punto de
vista o régimen de mirada capturará, conceptualmente, un atributo fenoménico
efectivo, que, al mismo tiempo, afecta empíricamente la identidad del punto de
vista, correlacionando las condiciones socio-históricas y la actitud disciplinar de
los/as profesionales. Tengamos en consideración que los objetos/imágenes son una
construcción, una forma de adaptación entre el pensamiento y lo que se piensa, el
conocimiento y lo que se conoce, lo cual comporta una asimilación que supera aquel
concepto animista de investigación o intervención que opera sobre cosas o personas
físicas, en vez de hacerlo sobre constelaciones categoriales, donde los conceptos
y discursos son proyectados en contraste con realidades vivas, exhortándonos a
conocer, en un cruce de sentido entre razones y significados, situados en aquella
complejidad que emerge de la experiencia de fusión teórico-práctica.
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La cuestión social y su articulación con
el Trabajo Social1
Sandra del Pilar Gómez Contreras2
Universidad Colegio Mayor de Cundinamarca, Colombia
sdgomez@unicolmayor.edu.co
Resumen:
La cuestión social se configura como una categoría en el estudio del trabajo social. Para
su comprensión y articulación con este, es necesario partir del análisis de acontecimientos
históricos-sociales que datan del siglo xix y que motivan no solo su origen, sino incluso
el desarrollo mismo de la profesión de trabajo social. Se pretende entonces resaltar las
condiciones en las que surge y evoluciona el trabajo social, el contexto sociohistórico
en el cual se hizo visible, la relación que establece con las manifestaciones de la cuestión
social, la relación entre ésta y el orden burgués. Ello es necesario si se quiere desmitificar
ese vínculo estricto con las protoformas del servicio social. Igualmente, se retoma una de
las vertientes de la cuestión social, denominada por Castel como benéfico-asistencial, en
tanto permite comprender el componente filantrópico asistencial que se le ha atribuido a
la profesión en sus inicios.
Palabras clave: cuestión social, trabajo social, servicio social, asistencia social.
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Introducción
El tema de la cuestión social, para efectos de este escrito, se asume como una
categoría de análisis que permite fundamentar su articulación con el trabajo social.
Se acude a ella, para identificar acontecimientos histórico-sociales que desde sus
manifestaciones involucran y hacen necesaria la intervención de la profesión.
Para tal efecto, se parte de considerar los precedentes históricos del trabajo social,
los cuales, desde sus prácticas filantrópicas y caritativas, se han asociado a la
profesión. Ello tiene sentido, en la medida en que se las relaciona con la asistencia3
y a esta como parte de la vertiente social-asistencial de la cuestión social.
Según lo plantea Castel, esta «constelación de la asistencia ha tomado formas
particulares en las distintas formaciones sociales», pues sus características solo se
«pueden captar relacionándolas con las situaciones históricas […] en cuyo seno se
originaron» (1997: 33).
3
Término utilizado por Castel para referirse a una de las vertientes de la cuestión social: «La social-
asistencial […] recubre un conjunto diversificado de prácticas que se inscriben en una estructura común,
determinada por la existencia de ciertas categorías de poblaciones carecientes y por la necesidad de
hacerse cargo de ellas» (1997: 33).
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La asistencia social es antecesora del trabajo social. No se puede pasar por alto la
influencia del cristianismo primitivo el cual, como lo expresa Fernández y Alemán
(2006), promulgó la ayuda al necesitado y la aceptación del otro como pautas
generales de comportamiento, en la medida en que parte de sus normas ético-
religiosas que caracterizaron y mitificaron la profesión, según las razones descritas.
Las protoformas de la asistencia tienen sus raíces, pues, en las prácticas
filantrópicas-caritativas de la tradición cristiana occidental. Pero entre dichas
prácticas y la constitución del trabajo social, más que una continuidad, hay una
ruptura, la cual, en opinión de Netto:
Merece la atención de los trabajadores sociales, en tanto esta ruptura no
termina, no cancela, las prácticas filantrópicas […] La materia prima del
trabajo social son las expresiones, las manifestaciones de la cuestión social
y solamente cuando esas expresiones son tomadas por el Estado como
objeto de intervención sistemática y no represiva; solamente, entonces,
es cuando se crea el espacio socio-histórico para la profesionalización
del trabajo social. O sea, mi visión de la historia del trabajo social no la
conecta directamente a la cuestión social, pero si a un momento histórico
determinado en la sociedad, en el cual el Estado ubica la cuestión social
como algo que merece y reclama un trato que no es solamente represivo,
sino un trato sistemático y cohesivo, integrador. (Netto, 2004: 20)
Si bien la religión cristiana, de la mano de la filantropía social, logró grandes
reformas sociales, ni la una ni la otra «tienen un vínculo continuo directo con la
historia del trabajo social» (Fernández y Alemán, 2006: 51).
Ahora bien, diferentes investigadores del trabajo social han presentado las
consideraciones que permiten puntualizar un itinerario de los precedentes que, a
lo largo de la historia, involucran las formas de ayuda existentes, como se enumera
en la tabla 1.
Tabla 1. Primeras formas de ayuda a la población necesitada (Edad Media-s. XX)
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La cuestión social y su articulación con el trabajo social
Con la etapa industrial del capitalismo surgió una nueva clase social: el proletariado.
Los obreros organizados se opusieron a las extremas condiciones impuestas por el
sistema, obligando al Estado a garantizar las necesidades básicas para la población
en situación de minusvalía. Esto dio origen posteriormente a las políticas sociales
que se presentaron entonces como una iniciativa de apoyo, dirigidas a ciertos
sectores de la población como atención a las problemáticas sociales.
Así, pues, el trabajo social emergió ante la necesidad de abordar una serie de
problemáticas que exigían la formación de profesionales capacitados para
enfrentarlas de la mano del Estado. De ahí que sea importante tener en cuenta la
formación que brindan los diferentes centros y escuelas donde se impulsa dicha
profesionalización. Para comprender lo anterior, Fernández y Alemán trazan una
línea imaginaria que une el pasado con el presente para ubicar las manifestaciones
de la profesión:
asociamos a un suceso que nace en un tiempo y contexto determinados otros
fenómenos que han ocurrido en otros siglos y que de alguna manera le han
precedido, lo que supone tender líneas imaginarias que los investigadores
trazan entre circunstancias históricas y contextos sociales que en algunos
de sus puntos muestran una coincidencia; […]. Es necesario conocer las
medidas que a lo largo de la historia tomaron los reformadores sociales
para llegar a comprender las que se están aplicando en la actualidad, pero
siempre teniendo en cuenta que ello también forma parte del contenido de
otras disciplinas afines. (Fernández y Alemán, 2006: 51)
Como se puede apreciar en los diversos planteamientos expresados por los
autores mencionados, los aspectos que se han enunciado hasta aquí retoman
los precedentes sobre los cuales se configura el trabajo social y la categoría de la
asistencia cobra cierta importancia, pues esta debe y puede comprenderse, según
lo afirma Castel (1997), como una de las vertientes de la cuestión social, es decir,
que no le es ajena, o que permite entonces establecer esa primera articulación con
el trabajo social.
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siempre había habido polarización entre ricos y pobres, era la primera vez,
según el autor antes citado, que la pobreza crecía en razón directa en que
aumentaba la capacidad social para producir riqueza (Esquivel, 2006: 23).
La cuestión social se planteó a partir de la toma de conciencia de las condiciones de
vida de poblaciones que eran, a la vez, agentes y víctimas de la revolución industrial.
Empero, se puede afirmar que población en situación de pobreza ha existido
desde la edad primitiva hasta la contemporánea. Ahora bien, cuando se hace
mención de la cuestión social es menester identificar el contexto en el cual se
realiza el análisis, en cuanto tiene que ver con los fenómenos surgidos en los
barrios obreros. La forma industrial capitalista del trabajo puso a los proletarios y
a los dueños de los medios de producción en una relación cara a cara, pero fueron
las desigualdades reproducidas por las relaciones sociales, establecidas al interior
de las fábricas, las que instauraron la diferencia con otras formas de pauperismo
previas al surgimiento de la cuestión social.
En ese contexto, se consideran peligrosas las diferentes características que presenta
la pobreza: es urbana, concentrada, visible y tendencialmente organizada. Como
lo expresa Riseni (2014) en notas de clase, el temor a la pobreza organizada es
el que finalmente hace referencia al tratamiento de las multitudes en masas y
asume estas como una muchedumbre liderada, organizada y disciplinada, que se
enfrenta en relación cara a cara con los propietarios de las fábricas.
La literatura existente sobre el tema hace posible percibir las condiciones de
pobreza que imperaban en la población, pero, tal como lo señala Castel (1997),
son los efectos perversos generados por la industrialización los que contribuyen a
que esta materialización de la pobreza sea más aguda y afecte con más fuerza a la
población. Al respecto, Netto afirma lo siguiente:
Si en las formas de sociedad precedentes a la sociedad burguesa la
pobreza estaba ligada a un cuadro general de escasez (cuadro en
larguísima medida determinado por el nivel de desarrollo de las fuerzas
productivas materiales y sociales), ahora ésta se mostraba conectada a un
cuadro general que tendía a reducir fuertemente la situación de escasez.
En una palabra, la pobreza acentuada y generalizada en el primer tercio
del siglo xix —el pauperismo— aparecía como nuevo, precisamente
porque se producía por las mismas condiciones que propiciaban en el
plano inmediato los supuestos de su reducción, y en el extremo, de su
supresión. (Netto, 2001: 58)
En el siguiente texto de Castel es posible complementar la idea expresada por
Netto y que se considera como un elemento de análisis en la articulación de la
cuestión social con el trabajo social:
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las formas que asume la división social del trabajo, de cara a las «condiciones
de producción sobre la[s] cual[es] se basa y la relación entre los miembros de la
sociedad que reflejan la realidad de esas condiciones» (Marx, 1972, citado por
Iamamoto, 1997: 51).
Por su parte, Netto (2002), al hacer referencia al origen del servicio
social, valida como indispensable la contextualización histórico-social. En
consecuencia, es posible ver el surgimiento del servicio social como una
profesión, con un estatuto socio-ocupacional que lo relaciona con la asistencia
y la filantropía. Sin embargo, hace un señalamiento en el sentido de que si no
«se siguen determinaciones más precisas, es inevitable el riesgo de diluirse la
particularidad que reviste la emersión profesional del Servicio Social en una
interacción […] débil […] o directa con […] exigencias propias del orden
burgués». (Netto, 2002: 6)
Afirma el autor que: «Es solamente con la confluencia del conjunto de procesos
económicos, sociopolíticos y teórico-culturales, […] que se instaura el espacio
histórico-social que posibilita el surgimiento del servicio social como profesión».
(Netto, 2002: 63)
Por otra parte, cuando se refieren a la cuestión social en sentido universal,
Iamamoto y Carvalho, entre otros coinciden en afirmar que:
El conjunto de problemas políticos, sociales y económicos que el
surgimiento de la clase obrera impuso en la constitución de la sociedad
capitalista. [La misma, hace referencia a] las expresiones del proceso de
formación y desarrollo de la clase obrera y su ingreso al escenario político
de la sociedad exigiendo su reconocimiento como clase por parte del
empresariado y del Estado. (Citados por Netto, 2002: 5)
Son estas, pues, las manifestaciones que requieren la atención profesional del trabajo
social, las cuales se hacen presentes en la cotidianidad de la vida social y, como
se ha expresado con anterioridad, se materializan en viviendas deplorablemente
acondicionadas e inadecuadas para atender las necesidades de las familias que, en
su mayoría, son numerosas; habitaciones con graves problemas de salubridad y
que, en general, reafirman esa correlación entre ser pobre y ser obrero.
A partir de tal situación, Rozas (2004) plantea, de manera general, que la
articulación de la cuestión social con el trabajo social se encuentra en el marco
de un conjunto de normas que no son estrictamente del mercado; en tal sentido,
invita a reflexionar sobre el lugar que las franjas de trabajadores y otros sectores
sociales subalternos ocupan en la sociedad industrial. El Estado, por su parte,
asume las respuestas a la problemática derivada, mediante un conjunto de
dispositivos y reglas dirigidos a la integración social.
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Ello implica pensar el trabajo social vinculado a la cuestión social; por tanto,
asumirlo y analizarlo desde el contexto en el cual se evidencian las manifestaciones
de esta, que son dinámicas y que se materializan de diversas maneras en la
población, sin olvidar ese legado que dejó el contexto medieval y europeo de la
relación capital-trabajo. Por consiguiente, siempre será importante y necesario
pensar en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos, porque
estos marcan la pauta para la formación y la intervención profesional, con las
tensiones y matices correspondientes a la época en la que se desea realizar tal
análisis.
Se puede afirmar que la cuestión social es dinámica, por lo que hoy podría
decirse que si bien no ha surgido una nueva cuestión social, sí existen nuevas
manifestaciones en las que aquella se expresa y se materializa en la población.
De ahí la importancia de una fundamentación teórica en las ciencias sociales,
que permita a los profesionales de las mismas en general, y del trabajo social en
particular, hacer frente a las expresiones y derivaciones de esos fenómenos sociales.
A esta altura del análisis, entonces, conviene retornar a Netto, pues en él es posible
encontrar esa afirmación que articula el trabajo social y la cuestión social. Cuando
se refiere a la profesión, plantea que su razón de ser
Ha sido la «cuestión social» —sin ella, no hay sentido para esta profesión.
Sin embargo, hasta su resolución en la supresión del orden del capital,
todavía está abierto un largo camino para la profesión. El objetivo
histórico de su superación pasa aún y necesariamente por el desarrollo de
sus potencialidades. Todavía está lejos el futuro en que esta profesión va a
agotarse. (Netto, 2001: 68)
Efectivamente, los aspectos mencionados con anterioridad establecen una vez más
la articulación del trabajo social con las manifestaciones de la «cuestión social», que
son dinámicas y por lo tanto nunca se agotan. No obstante, sin duda, invitan a
estudiar el devenir histórico de la sociedad capitalista, en el sentido que señala Marx:
En lo que concierne a las ciencias históricas y sociales, hay que tener
presente que el sujeto —en este caso la sociedad burguesa moderna— está
dado a la vez en la realidad y en la mente. Las categorías expresan por
tanto formas y modos de la existencia, y con frecuencia el punto de vista
científico, su existencia es anterior al momento en que se empieza a hablar
de ella como tal […]. Este es un principio que hay que tener presente, ya
que nos proporciona elementos esenciales para el plan de nuestro estudio
[...] Se cometería un error si se estableciera la sucesión de las categorías
económicas según el orden de su influencia histórica. Su orden, por el
contrario, es determinado por las relaciones en el seno de la sociedad
burguesa moderna. Se obtiene entonces exactamente lo inverso de su orden
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natural o del orden del desarrollo histórico [...] Lo que nos interesa aquí
son su orden y sus relaciones en la sociedad burguesa moderna. (citado por
Esquivel, 2004: 4)
Tal como se ha expresado en un apartado anterior, las ciencias sociales deben
ir al pasado en el momento de estudiar un hecho específico. Difieren de la
literatura que fue capaz de predecir el comportamiento de la sociedad, como es
posible advertir en las grandes obras de los escritores universales; por ejemplo,
Shakespeare, quien en Romeo y Julieta fue capaz de vaticinar el contrato social
antes de que los teóricos lo definieran como tal.
Se pretende entonces, mediante el trabajo social, acercarse a la comprensión de
los hechos sociales que están inmersos y se hacen presentes en las manifestaciones
de la «cuestión social» y que, como se planteó en diferentes momentos del
seminario,5 «las ciencias sociales en general siempre han llegado tarde y […] no es
algo que le debamos reprochar» (Rinesi, 2014), pero sí estudiar.
Las tensiones generadas en el contexto en el que surge la cuestión social se
articulan con la intervención que
5
El seminario de Filosofía Política en la Universidad
Nacional de La Plata (2014). Véase nota 1.
desarrolla el trabajo social, en la
medida en que emergen organizaciones
que hacen efectiva y visible la acción del Estado para asumir la responsabilidad
de velar por el bien común. El trabajo social nace en un contexto permeado por
una coyuntura que ha de influir en el desarrollo y el ejercicio de la profesión.
Por tanto se considera sesgado relacionar estrictamente su origen con las ideas
del cristianismo primitivo. Su surgimiento y evolución están asociados a las
manifestaciones de la cuestión social, a la relación entre ésta y el orden burgués.
Se hace entonces necesario evocar el planteamiento de Marilda Iamamoto en el
que clama por:
Ampliar los horizontes, mirar más lejos, para el movimiento de las clases
sociales y del Estado en su relación con la sociedad; […]. Se trata de
extrapolar el Servicio Social para aprehenderlo mejor en la historia de la
sociedad de la cual es parte y expresión. […]. [Su desafío está en] desarrollar
su capacidad de descifrar la realidad y construir propuestas de trabajo
creativas y capaces de preservar y tornar efectivos los derechos, a partir
de las demandas emergentes en el cotidiano. En fin, ser un profesional
propositivo y no sólo ejecutor. (2003: 32-33)
La asistencia, en el planteamiento de Castel (1997), forma parte de una de las
dos vertientes de la cuestión social: permite comprender que lo social-asistencial
también forma parte del análisis, que articula el análisis de las manifestaciones
de la cuestión social con el trabajo social, cuyos efectos se han visibilizado en la
problemática del trabajo. En tal sentido es posible advertir la necesidad de vincular
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La cuestión social y su articulación con el trabajo social
las dos vertientes del trabajo social dado que estas no se encuentran divorciadas;
al contrario, se encuentran interrelacionadas en sus diversas manifestaciones y
acontecimientos histórico-sociales.
Por último, es posible encontrar sentido en aquellos autores que asocian el
nacimiento del trabajo social con las manifestaciones de la cuestión social. Así
lo fundamenta Arendt, cuando expresa que: «nacer es entrar a formar parte de
un mundo que ya existía antes, nacer es aparecer, hacerse visible, por primera
vez, ante los otros, entrar a formar parte de un mundo común» (2009: 18). Ese
mundo común es problemático, conflictivo, mediado por condiciones socio-
históricas, políticas, económicas, culturales determinadas y construidas por la
sociedad capitalista, en la que tuvimos que hacernos visibles al momento de nacer
y en el cual el trabajo social cobra significado como profesión de las ciencias
sociales en la medida que asuma el compromiso político que le es inherente.
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Trabajar en la cuestión social: trabajo
sobre los otros y transformaciones en los
mundos del trabajo1
Claudia Bermúdez Peña2
Universidad del Valle, Colombia
claubis311@yahoo.es
Resumen:
El artículo realiza un ejercicio analítico de la categoría trabajo desde la perspectiva de las
profesiones que se han configurado con la emergencia de la llamada autoprotección de
la sociedad, particularmente el trabajo social, (un escenario distinto a la manufactura).
Plantea un rastreo histórico sobre la manera como la cuestión social derivó en la emergencia
de profesiones y oficios en Europa, mientras que en Latinoamérica se dio en el marco de
la relación entre el paradigma del desarrollo aplicado a los países del sur y desde allí una
propuesta particular para atender la cuestión social. Así, confluyeron diversas profesiones
que derivaron en una forma particular de trabajo denominado trabajo sobre los otros; ese
es el contexto para pensar las implicaciones de trabajar en la cuestión social en un marco
de trasformaciones en los mundos del trabajo hoy.
Palabras clave: cuestión social, trabajo, mundos del trabajo, trabajo social, trabajo sobre
los otros.
Working on the Social Issue: Working Upon others and Shifts in the
Worlds of Work
Abstract:
This paper performs an exercise of analysis of the work category from the profession
approach, that have been configured with the emergence of the so-called society’s self-care,
particularly social work (a setting different from manufacture). It poses a historic tracing
on how the social issue gave rise to an emergence of trades and professions in Europe,
while in Latin America it emerged within the framework of the relationship between the
development paradigm that was applied on Southern countries, and from it a particular
proposal to address the social issue raised. Thus, varied professions converged, which derived
1
Este artículo se realiza en el marco de la tesis doctoral, titulada «Construcción de la experiencia intersubjetiva
de trabajo de trabajadores sociales». Universidad Nacional General Sarmiento, Buenos Aires, Argentina.
2
Trabajadora Social, Magíster en Educación, Énfasis en Educación Popular y Desarrollo Comunitario de
la Universidad del Valle, Colombia. Docente Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la misma
Universidad. Doctoranda en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional General Sarmiento Instituto
de Desarrollo Económico y Social.
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Detalle. Grafiti de xinesa amb el yin i el yang - 2013
Núria - https://www.flickr.com/photos/elmsn/
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in a specific form of work, known as work upon others. That is the context to think about
the implications of working on the social issue among shifts in today’s work worlds.
Keywords: social issue, work, work worlds, social work, work upon others.
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Trabajar en la cuestión social: trabajo sobre los otros y transformaciones en los mundos del trabajo
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Claudia Bermúdez Peña
Trabajar en la cuestión social: trabajo sobre los otros y transformaciones en los mundos del trabajo
La hipótesis que propongo es que en la medida que esta expresión del trabajo
en la cuestión social tuvo como antesala la caridad, la buena voluntad y la
sensibilidad social, se configuró sobre una base contradictoria, de tal manera que
al insertarse en la lógica de la sociedad salarial,10 estableció un escenario ambiguo
y difuso no solo para llevar a cabo su acción, sino también para definir un tipo de
remuneración. De ahí que la categoría clásica de trabajo se muestre insuficiente
para comprender y analizar otras expresiones de los mundos del trabajo hoy,
dentro de ellas el trabajo en la cuestión social.
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¿qué hacer con los pobres? Y específicamente con las masas de ellos desafiliados
del esquema de producción de la fábrica. Responder a esa pregunta posibilitó la
constitución de una naciente administración de la cuestión social en Europa. Fue
el hospicio el lugar donde se encarnó esta nueva función; sin embargo, lo que el
hospicio no logró advertir fue el volcamiento masivo de la gente, al punto que su
regulación resultó inmanejable.
El «conocimiento científico» de la época produjo dispositivos para contribuir
con el manejo de dicha situación. Fue así como definió criterios para clasificar
y seleccionar pobres que podían ser beneficiarios de la atención brindada en
los hospicios y también definió instancias responsables fijadas sobre una base
territorial; de la misma manera, creó estrategias de atención (por ejemplo,
localización de mendigos, encierro para algunos, reeducación para otros, etc.).
La introducción del conocimiento científico para el manejo de la cuestión social
produjo un cambio significativo en las maneras de hacer; la buena voluntad y la
vocación ya no fueron suficientes para atender dicha cuestión y, en cambio, fue
preciso contar con un saber. La estadística12 fue la primera herramienta que se
empleó en este proceso, pues «garantizaba» la medición y precisión para orientar
acciones acerca de qué hacer con los pobres desocupados. Afirma Polanyi:
En virtud de que no se disponía de estadísticas, a menudo no se podía
saber si la población estaba aumentando o declinando […]. Un enfoque
empírico, en lugar de un enfoque puramente especulativo o de anticuario,
en cuestiones de esta clase, era lo que se entendía en primer lugar por
«ciencia»; y en virtud de que los intereses prácticos eran naturalmente
prominentes, a la ciencia le correspondía sugerir cómo habría de regularse
y organizarse el vasto campo de los nuevos fenómenos (2007: 174).
Así, para el siglo XIX en Europa, ya se contaba con un refinamiento de dispositivos
institucionales y técnicas de intervención sobre la cuestión social basadas en la
ciencia. Ello requirió un perfeccionamiento del hacer en términos del saber, es
decir, ya no bastaba con la buena voluntad, y en la medida que este conjunto de
prácticas comenzó a operar en la esfera de la socialidad secundaria, laicos, iglesia
y Estado se distribuyeron la responsabilidad de la atención.13
12
Foucault (1991) clasifica la estadística como un saber de Estado, constituido en factor técnico fundamental
para la ciencia del gobierno, mientras señala cómo el Estado concentra la información por estadísticas
unificando todos los códigos jurídico-lingüísticos y con ello la homogenización de las formas de comunicación.
13
Castel (2001) señala que al lado de estas prácticas especializadas existió, para esa época, otro conjunto
de prácticas en el espacio de la sociabilidad primaria, es decir, la misma sociedad se encargó de atender
sus problemas, generando protección inmediata desde sus propios recursos sin mediación institucional
alguna, pues lo que se privilegiaba eran los vínculos primarios y un fuerte sentido de pertenencia
comunitaria. Los límites de esta protección estarían dados por la cercanía, la familiaridad, la proximidad.
En el siglo XIX se dio el primer rompimiento de la socialidad primaria en la medida que los sistemas para
tratar a pobres se basaron en asistencia proporcionada por instituciones impersonales (Rahnema, 1991).
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Wallerstein (2005) señala que la posguerra planteó importantes desafíos para las
ciencias sociales, como por ejemplo, la necesidad de realizar «estudios útiles» y
el «entrenamiento» de historiadores, antropólogos, economistas, sociólogos y
politólogos para estudiar lo que ocurría en los países del sur o «subdesarrollados»;
en otras palabras, para explicar a los otros desde una perspectiva eurocéntrica. Se
trató en cierta medida de un proceso de depuración y sofisticación de técnicas y
métodos de intervención ejecutados por profesionales, que se fueron haciendo
expertos y que asumieron la tarea de «asesorar» y diseñar lineamientos que estos
países del sur debían seguir en nombre de la búsqueda del desarrollo.14
Todo lo anterior muestra cómo la intervención sobre la cuestión social, de ser
en primera instancia una actividad
14
Esta idea de desarrollo penetró y alteró los
imaginarios políticos y colectivos de manera global. orientada por laicos y religiosos,
En efecto, al fijarse como meta introducir a los países fue asumida paulatinamente por
del sur en la lógica del progreso económico tomando
como referente y modelo a los países del norte, fue trabajadores sociales y posteriormente
el norte quien se atribuyó la tarea de conducir ese con la idea del desarrollo, por
proceso brindando ayuda y asistencia técnica. De
acuerdo con Castoriadis (1980: 184), las sociedades profesionales de diversas disciplinas
del norte, al considerarse a sí mismas como sociales, quienes asumieron la tarea
«desarrolladas» por haber logrado un «crecimiento
autosostenido», plantearon desde ese lugar que el
de trabajar sobre los otros. Trabajar
problema parecía ser únicamente llevar a las demás sobre los otros implicó, de esta
sociedades a la «etapa del despegue», con inyección manera, percibir remuneración y
de capital extranjero y la creación de «polos de
desarrollo». Detrás de esta idea está implícita una definirse desde la subordinación y
concepción que cree que el hombre y la sociedad la relación salarial, pero no significó
están «naturalmente» predestinados al crecimiento.
la desaparición de la filantropía en
la cuestión social; por el contrario, significó la coexistencia con un tipo de
actividades no remuneradas bajo la idea de la caridad cristiana que aún perviven
en la lógica del amor al prójimo. En efecto, recientemente Latinoamérica ha
visto el renacer de la preocupación y el estímulo de la ayuda y la solidaridad
bajo distintas figuras, algunas de ellas promoviendo el voluntariado social,
otras la «responsabilidad social empresarial», que supone una preocupación de
los empresarios por los pobres, y no menos visible ha sido la inusitada ola de
programas televisivos tipo reality shows que cada vez más parecen incentivar la
preocupación por los otros, así como la creciente cantidad de artistas famosos
que se vinculan con «causas sociales» no remuneradas. En todos los casos su hacer
no implica un saber, aunque sí concepciones sobre quién es el otro fundadas en
la intuición y en la buena voluntad. Se trata de dispositivos de acción paralelos
a la acción del Estado y en muchos casos incluso al margen de la misma. Es
así como la cuestión social y el trabajo sobre los otros —como expresión de
la autoprotección de la sociedad—, se constituyó en un terreno de disputas
donde coexisten el hacer y el saber, acciones remuneradas y no remuneradas,
en un contexto de reconfiguración del Estado que promueve recortes en lo
social y que delega funciones protectoras a terceros; puede afirmarse que este
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Conclusiones
El trabajo sobre los otros se constituye en una forma particular del trabajo en la
autoprotección de la sociedad y las derivas de la cuestión social. En ese orden de
ideas interpela las formas clásicas de entender la categoría de trabajo y aun cuando
comparte ciertas lógicas del trabajo inmaterial tampoco se reconoce plenamente
allí. No solo porque sus productos son intangibles, sino principalmente porque
actúa sobre esferas simbólicas de la vida.
Algunos autores plantean que se trata de un tipo de trabajo que se inserta en la
división social del trabajo capitalista y más que en la producción se inserta en
el proceso de reproducción de las contradicciones del capitalismo y actúa en la
dinámica conflictiva que el mismo plantea (Iamamoto, 1997), situándolo de esta
manera en un terreno ambiguo cuando se inserta en las lógicas de las relaciones
salariales aun cuando su esencia no parte de allí.
De otro lado, como bien lo señala Grassi (2004), las ciencias sociales han jugado
un papel importante en la producción de teoría y de categorías de análisis para la
política social, así como en los modos de construcción de abordajes de los problemas
sociales, de tal manera que los profesionales se constituyen en agentes políticos que
de alguna manera se encuentran involucrados en un proyecto de poder donde se
disputan y se imponen, entre otros asuntos, determinadas maneras de comprender
la cuestión social y la orientación de los procesos históricos hacia determinados
resultados. En este orden de ideas, señala la autora, las ciencias sociales participan
de la producción de hegemonía y la hegemonía se juega también en el campo de
las ciencias sociales. Trabajar en la cuestión social entonces no se refiere únicamente
a la relación cara a cara de la que habla Dubet (2002), sino que se refiere también
a procesos estructurales que pasan por la construcción de la política social en
escenarios concretos y la construcción de modos de comprender y de actuar en la
búsqueda de soluciones frente a los problemas sociales. En ese sentido, también
plantea una clara distinción con la filantropía y las acciones de buena voluntad.
Finalmente, en lo que se refiere al contenido del trabajo trabajar en la cuestión
social no puede leerse desde la perspectiva de procesos de producción tradicional,
sino en el marco de las múltiples expresiones del trabajo hoy —a saber, el trabajo
asalariado, el trabajo inmaterial— y las múltiples identidades que en torno al
mismo se construyen —por ejemplo, la identidad asociativa, la identidad
burocrática, la identidad de asistencia, entre otros (La Serna, 2012)—. Tampoco
puede entenderse como exclusivo de un campo disciplinar, sino como parte del
entramado sobre el cual se ha estructurado la denominada cuestión social.
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Claudia Bermúdez Peña
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El cuestionamiento del poder como
dominio: repensar los análisis de poder
en la acción social
María Belén Ortega Senet1
Universidad Católica Santísima Concepción2, Chile
belenmim@hotmail.com
Resumen:
Una revisión de nuestras bases teóricas puede ayudar a desmarcarnos de los límites
conceptuales que terminan por condicionar y reproducir representaciones ideológicas
hegemónicas sobre el poder. La pretensión de este artículo es cuestionar los términos
que configuran el concepto de poder y los sustentos imaginarios tradicionalmente usados
en su análisis; acercarnos a propuestas que ofrezcan alternativas para la construcción de
nuevos idearios sobre los que abrir campos de reflexión y análisis de las formulaciones e
intervenciones en el campo de la acción social y que permitan visibilizar opacadas formas
de distribución de la autoridad presentes en la diversidad sociocultural latinoamericana.
Palabras clave: poder, acción social, deconstrucción, representaciones ideológicas, lo
políticamente pensable.
1
Trabajadora Social de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad de Alicante, 1994.
Doctora en Antropología Urbana: Estudios Urbanos y Movimientos Sociales, Universitat Rovira i Virgili,
Tarragona, Catalunya, 2012.
2
Profesora/investigadora de la UCSC, carrera de Trabajo Social, Facultad de Comunicación, Historia y
Ciencias Sociales.
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Detalle. Grafiti pajaro - 2013
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Introducción
Las reflexiones sobre el poder en las iniciativas de intervención social3 son
3
Por disciplinas de intervención social vamos a
cuestiones sobre las que se viene
tener en cuenta a todas aquellas que llevan a cabo trabajando con gran énfasis en
actividades relacionadas con la investigación, la Latinoamérica desde hace más de
planificación, la intervención y la evaluación para
la promoción de cambios sociales, la protección cuarenta años, reivindicando, desde
de los derechos y las mejoras de las condiciones diferentes dimensiones y perspectivas,
de vida de una población determinada, entre
ellas, el trabajo social (en su sentido más amplio) la necesidad de incluir «las categorías
la antropología y la sociología aplicadas y, de poder, historicidad, actores sociales y
eventualmente, áreas de la psicología social.
conflictos de intereses como elementos
primordiales en la formulación y ejecución de políticas», partiendo de que «una
estructura se reproduce siempre por medio de un proceso dinámico y una lucha,
en la que participan varios actores con intereses contradictorios y diferentes
grados de poder dentro de un contexto histórico y político particular» (Colmegna
y Matarazzo, 2007).
También la acción social, siguiendo modelos y paradigmas sociocríticos y radicales,
ha visibilizado el requerimiento de contemplar de qué manera se conjugan los
discursos dominantes con prácticas de desigualdad en las que los actores sociales
y las instituciones en las que se insertan juegan papeles fundamentales.
Esta reflexión concreta sobre las implicancias deconstructivas/constructivas
de la noción de poder dentro de la teoría política utilizada para los análisis
surge a partir de la experiencia de trabajo de campo y comunicación con
los participantes de la investigación sobre poder local y jóvenes en El Alto,
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El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la acción social
Bolivia.4 En esta, más allá de una apuesta por incluir los análisis del poder en las
dimensiones que afectan a las disciplinas de acción social, se pretende hacer una
revisión de una noción concreta del poder: la que se concibe como dominación.
La realidad social no solo desborda, en ocasiones, las herramientas teóricas y
conceptuales, sino que, además, cualquier término que usemos está delimitando
el universo de lo políticamente pensable5 (Foucault, 1994; Bourdieu, 2010), así
como de lo políticamente observable, a modo de «sociología de las ausencias»:
«Lo que no existe es, de hecho, activamente producido como no existente, o sea
como una alternativa no creíble a lo que existe» (Sousa Santos, 2010: 24).
En esta propuesta interesa, particularmente, escapar de la extensión de esta concepción
del poder como dominación y reflexionar, desde la rica práctica sociopolítica de
la región latinoamericana, aquello conectado directamente al pensamiento de «lo
posible» —imaginarios políticos de organización de la convivencia y de sus futuros
probables—, en pro de una alternativa de enfoque para los estudios del poder que
se desvíe de los esquemas de pensamiento hegemónicos usados para los análisis
políticos en ciencias sociales y que nos permita ver otras formas de poder, articuladas
sobre ejes distintos al de dominación en la práctica social.
El poder como dominio
El poder es uno de los recursos más escasos y el más deseable.
Lewellen (1994: 98)
La visión del poder como dominio requiere una comprensión de las relaciones
sociales basadas en la concentración de la autoridad en unos grupos determinados
en perjuicio de otros, que van a ser los dominados; y aunque estos dominados
tengan su parte de agencia en la construcción de esta inequidad (Weber, 1944;
4
El estudio, básicamente, constituyó un análisis
Bourdieu, 1997; Habermas, 1987),
del poder y las agencias, fundamentalmente en la dinámica política se concibe en
lo relativo a la distribución de la autoridad y los términos de exclusión e inclusión de los
imaginarios políticos de los actores, en un contexto
de cambio como el que acontecía en Bolivia el espacios claves y de luchas de grupos
segundo lustro del 2010. La investigación se realizó enfrentados con intereses en conflicto.
con los jóvenes participantes de los Talleres de
Formación Política del Programa de Desarrollo Esta visión, que nos muestra la sociedad
del Poder Local, llevado a cabo por un equipo
interdisciplinar del Instituto de Investigación y como dividida y en competencia, con
Acción para el Desarrollo Integral (IIADI) de El un reparto de la autoridad en un eje
Alto e integrado en la red UNITAS de Bolivia.
5
Se usa el término más allá de las problemáticas de polos donde en un extremo está la
legítimas acuñadas por Bourdieu, ya que en este máxima autoridad y la exclusión en el
trabajo se piensa que tanto «lo pensable» socialmente
como «lo posible» pueden construirse fuera de los otro, ha imperado en la mayor parte
campos de poder y grupos hegemónicos; también de los análisis políticos del poder,
por medio de los sistemas de relación cotidianas
y la práctica social se construyen idearios de lo
considerándose este como jerárquico,
socialmente pensable. vertical y excluyente.
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El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la acción social
En este sentido, los fundamentos sobre los que se erige esta aceptación general, la
«doxa» (Bourdieu, 1997), serían, más bien, la construcción de un imaginario que
desemboca en la asunción mayoritaria, por parte de la sociedad, de que necesita
estructuras de liderazgo y figuras e instituciones que tengan reservado el poder
para decidir y hacer. Incluso los espacios de acción social, con sus resistencias
y luchas, quedan integrados: no solo no hay nada en los movimientos de base
que les haga en sí mismos horizontales o ajenos a las competencias por acaparar
autoridad dentro y fuera de dicha organización; además, a menudo, se integran
contrahegemónicamente, entrando a jugar las reglas del modelo dicotómico: las
dinámicas de representaciones, delegaciones e intermediarios, donde el poder es
«algo» que no se tiene, o solo unos pocos pueden ejercer.
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El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la acción social
Los análisis del poder desde el cuestionamiento del poder como dominio: el
encuentro con la praxis
En los análisis del poder desde el cuestionamiento de poder como dominio, el
binomio poder/lo político se asume como articulado a la práctica social, donde
cada cuerpo, imagen y acto social se pueden conjugar con la organización de la
convivencia y el acceso a los recursos materiales y simbólicos, con un sentido
propio y conectado a la actividad diaria social y en su particularidad sistémica, no
como una foucaultiana capilaridad del poder: la cual ha venido delimitando las
oportunidades de cambio e invisibilizando las prácticas y los imaginarios que no
se planteen como resistencias.
Así, este pensamiento del poder como sistémico, construido y constructor,
asumido como propio e inherente a las personas, nos permite ver otras formas de
organización de la convivencia, efectivas e imaginativas, con la autoridad repartida
y donde ese poder se presenta activo. Estas formas de autoridad, copoderativas,7
no son ajenas a los conflictos, pero la asunción de la capacidad de decidir y tomar
decisiones no se presenta concentrada.
Las organizaciones con igualdad en el control y la decisión sobre la vida social,
son más comunes de lo que nos imaginamos en nuestro acontecer cotidiano,
pero, a menudo, están tan interiorizadas y fuera del debate hegemónico que pasan
desapercibidas. También el «sentido común» nos puede dictar que estos modos de
control donde la autoridad no está delegada —o si lo está se hace con supeditación
del delegado al interés común— serían más fáciles de ejecutar en sistemas
pequeños que grandes; no obstante, se pueden dar también organizaciones de
gran envergadura, y no aisladamente, sino conviviendo paralelamente, incluso
combinándose, con otros sistemas organizados con predominio del modelo
jerárquico, exclusivo y con el poder concentrado.8
En el caso concreto de la investigación a partir de la cual se reflexiona este
cuestionamiento, al aplicar este enfoque vimos cómo los tipos de copoderación
encontrados —tanto en la praxis social como en los imaginarios— permitían el
reparto distintivo de las tareas, pero, de ningún modo, podían condensar en pocas
7
Se utiliza la composición que resulta de unir «poder» al prefijo «co», que según la Academia de la Lengua
significa «unión o colaboración». De este modo, obtenemos «copoder»: participación a partes iguales del
poder o un reparto equitativo del poder, que no debemos confundir con una tarea cooperativa. Su forma
adjetivada sería «copoderativo-a».
8
La organización del tránsito vehicular es (si excluimos a la policía) un ejemplo cotidiano de tendencia
«copoderativa». En este caso, se puede comprender que si bien la relación «copoderativa» tiene una
organización con una tendencia al control y la responsabilidad del individuo, donde todo funciona
en base a códigos respetados en pos del funcionamiento y la supervivencia del propio sistema, no está
exenta de conflictos. No obstante, la base general del funcionamiento práctico, a pesar de los problemas
que puedan surgir, es la asunción de que todos los participantes tienen objetivos y prácticas distintas
(direcciones distintas, formas diferentes de conducir, de relacionarse con los otros usuarios) y ello no
implica antagonismos.
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Conclusiones
Los modelos dicotómicos de pensamiento parecen nutrirse a sí mismos, no
solo teóricamente desde su propio esquema de definición, sino, por ende y
reflexivamente, también en su aplicación en los análisis del poder, quedando
como círculo conceptual de retroalimentación.
Cuando aplicamos estos enfoques de dominación, se constituyen más sensibles a
detectar las dinámicas de distribución jerárquica de la autoridad en las que requieren
de representantes para su funcionamiento, y donde los individuos y grupos se
relacionan y conectan para articular beneficios y oportunidades que permitan
ciertas movilidades (Tarrow, 1994; Tilly, 1998). De este modo, los análisis del poder
se centran en los papeles de resistencia «contra» las reglas impuestas y la lucha por
dichas movilidades en las estructuras de la autoridad, donde el éxito se considera
cuando se producen la negociación y la flexibilización del sistema.
La tendencia a una visión escasa y excluyente del poder no solo termina por
omitir del debate la capacidad de las personas para involucrarse en el control
de sus organizaciones sociales, tildándose a las ideas que lo proponen como
«inoperables» o «idealistas», sino que además ignora formas cotidianas de
organización copoderativa vigentes que no podemos evidenciar porque no
tenemos las bases epistemológicas para ello, produciéndose una inexistencia de
los espacios de práctica distintiva (de la dominación) en relación a autoridad y
toma de decisiones; pero también de imaginarios de futuros diferentes, lo que
De Sousa Santos denomina «sociologías emergentes»: «La investigación de las
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María Belén Ortega Senet
El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la acción social
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El cuestionamiento del poder como domino: repensar los análisis de poder en la acción social
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Estudios culturales: avatares y posiciones.
Entrevista1 a Eduardo Restrepo2
Cultural studies: ups-and-downs and positions. An interview to
Eduardo Restrepo
Estudos culturais: avatares e posições. Entrevista com Eduardo Restrepo
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Detalle. Grafiti Zaragoza - 2012
Juan Luis - https://www.flickr.com/photos/21819552@N08/
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de qué eran los estudios culturales y no había dimensionado a Hall como uno de los
intelectuales más relevantes de nuestros tiempos. Así que es sólo en Estados Unidos
donde me acerco de los estudios culturales y me enamoro de Hall.
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Los debates sobre estudios culturales desde Latinoamérica transparentan una oposición
fuerte entre ciencias sociales y humanidades: es una lucha por ser reconocidas como
inscritas en el campo o por desvincularse del mismo. ¿Hasta qué punto las ciencias
sociales (antropología y sociología, principalmente) usan la etiqueta y el proyecto de
estudios culturales para avalar un reposicionamiento suyo, un remozamiento de su
propio trabajo estrictamente disciplinar? ¿Ves alguna vía para que los trabajos en
estudios culturales producidos desde la crítica literaria, los estudios de la comunicación
y los estudios visuales, incluso la historia y la filosofía, sean —y se lean— como algo
más que «textualismo», mera lectura de texto, simple práctica apolítica?
La relación de antropología y sociología con los estudios culturales puede ser muy
tensa en algunos países de América Latina. No solamente es de apropiación y de
avalar los estudios culturales, sino que se pueden identificar actitudes de patriotismo
disciplinario fundadas en el desconocimiento y las más curiosas ansiedades
derivadas de sus presencias. Entonces no hay una necesaria relación armónica entre
antropología-sociología y estudios culturales. Hay colegas que desde la antropología
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¿A qué necesidad social responden hoy en día los estudios culturales en Bogotá, en concreto,
y en Latinoamérica, pensada como encuadre geográfico, en líneas más generales?
A ninguna que no sean las del mercado y la burocracia académica. En Bogotá lo
que hay es un mercado, en donde diferentes instituciones piensan los posgrados
de estudios culturales como un nicho donde pueden capturar estudiantes-
clientes. Ahora, esto no significa que en algún momento no se empiecen a gestar
unas tradiciones de estudios culturales que respondan crítica y creativamente a
las situaciones de la ciudad y del país. Pero eso está en un registro de lo que
podría darse, no de lo actualmente existente. Uno sí ve algunos destellos de lo que
podrían llegar a ser estos estudios culturales, pero es muy pronto para saber cómo
cuajaran en caso de que se den. Pero eso no debe suponer una idealización ni un
desconocimiento del fango en el que florecerían.
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Pensándolo ya no desde ese puntal oportunista del mercadeo, sino desde la relación de
la academia con los estudios culturales en sí, ¿es necesaria la institucionalización de los
estudios culturales actualmente en Latinoamérica? ¿Cuáles serían sus ventajas?
La institucionalización es un hecho, gústenos o no. Es favorable porque es
posible orientar ciertos recursos y porque es posible consolidar cierto lugar de
irreverencia frente a lo que es la academia más convencional (pero no considero
que ahora lo sea). Los estudios culturales podrían convertirse en una trinchera
para la problematización y la denuncia de la elitización de la academia, de
problematización y de denuncia de lo que se está consolidando como las políticas
de ciencia y tecnología. Pero pienso que la institucionalización también significa
una gran desventaja porque se da en universidades de élite, donde las prioridades
y lógicas parecen ser muy poco favorables a una labor intelectual y política como
la que encarnarían los estudios culturales.
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Pero mirá, lo que me preocupa ahí es la cosa disciplinar, porque ¿cómo hacer un
pregrado sobre algo que no es disciplinar…?
Aunque no nos guste y no deberían ser, los estudios culturales son disciplinares.
¿Quién te dijo a vos que no son? [Risas] Cierto que se plantean en su discurso
autocelebratorio que son inter o trans disciplinares, pero en la práctica son bien
disciplinaditos, operan sociológica y subjetivamente como cualquier disciplina.
Me explico: si bien todos los practicantes de estudios culturales tienen claro
que sus interpretaciones no deberían ser reduccionistas, es decir, no deberían
limitarse a una dimensión o variable, como la cultura (culturalistas), la economía
(economicistas), lo inconsciente (psicologicistas), etc…, si uno va más allá
de ese discurso, que es un discurso, digamos, de orden epistémico, si vos vas
a las prácticas institucionales, o sea, una disciplina es también un conjunto de
prácticas, de instituciones, de subjetividades, de normalizaciones institucionales,
de tradiciones: pues entonces los estudios culturales, gústenos o no son bien
disciplinarios. A mí me gustaría mucho que no fueran. Es más, a mí me gustarían
unos estudios culturales no-disciplinarios e indisciplinados, pero es un hecho
que, en el contexto de su institucionalización, los estudios culturales son cada vez
más disciplinarios. Es un asunto etnográfico, no de lo que a uno le gustaría que
fuesen o no los estudios culturales.
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Nacional, vos te encontrás más con unos estudios culturales que son estudios
de la comunicación, teoría política y teoría social contemporánea. O sea, son
comunicólogos, politólogos, antropólogos, sociólogos y algunos de artes, que
piensan que hay una equivalencia de estudios culturales con asuntos como
estudios subalternos, teoría poscolonial, estudios de género. En la Javeriana se
pueden identificar diferentes tendencias o momentos… Al principio, cuando
estaba Santiago Castro dirigiendo el programa, estuvo marcado por teoría
poscolonial, sobre todo como tirando hacia lo de modernidad-colonialidad y
algo de filosofía contemporánea, en particular Deleuze. Después, cuando estuve
yo, y llegó Víctor Manuel Rodríguez, ahí intentamos posicionar a Stuart Hall.
Marta Cabrera ha sido más lo de estudios visuales y cuestiones de género, teoría
queer… Con Diana Ojeda lo de ecología política, feminismo, giro espacial se
empezaron a vislumbrar con más claridad.
Decís que tiene que ver con la trayectoria de la gente que entra a dirigir los programas,
¿y no pensás que tiene que ver también con las demandas…?
No, me parece que las trayectorias y agendas de quienes conciben y dirigen los
programas, así como de los profesores y el establecimiento institucional en el que
se inscriben marcan estas tendencias. Mirá, por ejemplo, el doctorado en estudios
culturales latinoamericanos en Quito: es precisamente la influencia de Catherine
Walsh, que está re-casada con modernidad-colonialidad, la que establece un perfil
bien particular, un estilo incluso.
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Eso no responde cómo altera eso que se pueda enseñar o no. O sea, ¿cuándo ya se
sobrepase la pugna teórica, cuando se solidifique casi la noción…?
Hay una disputa sobre qué es lo que significa eso de hacer estudios culturales en
América Latina. Una opción es mandar eso al carajo ya, que es la que me parece
que toma Daniel, que es decir «eso no vale la pena y hay que tratar de evidenciar
el colonialismo intelectual que implica y tratar de volver sobre las prácticas o
visualizar las prácticas intelectuales que nos han definido desde hace mucho
tiempo…». Así se puede leer lo que está argumentando Daniel, y me parece que
es una posición legítima, aunque insuficiente a la luz de cómo están las cosas
hoy. En contraste, a mí me parece que por ejemplo frente a las maestrías que hay
en Bogotá, estudios culturales en la Nacional, en Los Andes, y en la Javeriana,
que existen ya de hecho y que mientras sigan siendo buenos negocios para las
universidades seguramente se mantendrán, la actitud no es darle la espalda a eso,
sino que hay que posicionarse de tal manera que a alguna gente no le quede tan
fácil hablar impunemente desde estudios culturales.
Pese a los cada vez más numerosos eventos y programas académicos en torno a los estudios
culturales en Latinoamérica, es difícil encontrar publicaciones de investigaciones
concretas autodenominadas «estudios culturales». Este rótulo casi siempre se debe a las
editoriales, a la disposición o conocimiento del lector o al contexto institucional en que
surgen. ¿Podrías hacer una lista de textos en estudios culturales desde Latinoamérica que
sirviera de referencia a los novatos y a los no novatos en el área? Pienso un poquito en las
clases, también y en las dificultades que hay para encontrar textos que correspondan…
En cierto sentido el texto de Mitomanías argentinas, de Alejandro Grimson,
puede ser un buen ejemplo. Ese libro no es un libro simplemente; es toda una
intervención que tiene vocación de hegemonizar desestabilizando ciertos sentidos
comunes que constituyen la argentinidad. Además de libros publicados, puedo
pensar en algunas tesis de maestría, como la de Johana Herrera, que muestra
cómo la cartografía social debe ser entendida como una tecnología de producción
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¿Estás pensando en los argumentos de Nelly Richard (2005) sobre que si hacemos
estudios culturales y eso es una ruptura en todos los planos, debía ser una ruptura
también a nivel del texto…?
Sí. Ahora, eso no puede significar que por definición los ensayistas latinoamericanos
hicieron o hacen estudios culturales. Creo que son expresión de una manera de
argumentar y una manera de hacer política en América Latina. Que tienen que ver
con cuestiones que nosotros llamamos «culturales», sí, o incluso algunos que ellos
llamaron «culturales», sí, pero no considero que puedan subsumirse felizmente
en la etiqueta de estudios culturales. Sé que otra gente piensa eso, sobre todo
académicos estadounidenses o que escriben desde ese establecimiento académico.
A mí me parece muy complicado cómo se lee la producción de la gente en
América Latina desde Estados Unidos, y no solo por las nefastas lógicas de los area
studies. Nelly ha sido muy clara con este punto. Un acto bien estadounidense es
el de arrojar nombres y etiquetas desde sus pretensiones y perspectivas aplanando
una heterogeneidad y complejidad tal que solo monumentales ignorancias e
inercias las pueden seguir sosteniendo. Pretender englobar todo como estudios
culturales latinoamericanos es síntoma de ese abrumador gesto de arrogancia del
establecimiento del Norte con respecto a las disímiles dinámicas, problemáticas,
preguntas enunciadas desde el Sur global.
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Entiendo bien, pero sólo por curiosidad, Eduardo, ¿a quiénes creés que están citando
cuando dicen eso, cuando hablan del ensayismo?
Están pensando en Arguedas, Mariátegui… están pensando en Rama…
No me parece…
Bueno, entonces debe ser que yo tengo en la cabeza unos. Yo tengo en la cabeza
como esos literatos que no necesariamente se formaron en literatura, gente de
sociología o historiadores que daban cuenta de asuntos gruesos de su sociedad
como el problema del indio o el asunto del estado o esas cosas.
Además de Jesús Martín-Barbero, García Canclini y Renato Ortiz, autores a los que
se suele citar como representantes de los estudios culturales en Latinoamérica, ¿quiénes
más integran ese paradigma desde tu perspectiva?
Nelly Richard, por supuesto. Claudia Briones, por supuesto. Alejandro Grimson,
por supuesto. Víctor Vich, por supuesto. Aquí en Colombia, tal vez Santiago Castro.
¿Y la Catherine Walsh?
No, Catherine no es estudios culturales, ella es modernidad/colonialidad. ¡Sabés
que no se me ocurren más…!
¿Daniel Mato?
No lo pondría en estudios culturales. Por puro instinto de conservación: donde
lo haga, me busca y me pega [risas]. Y por ejemplo, Alejandro o Claudia tampoco
se sienten muy cómodos con la etiqueta. Nelly, a veces, a veces no. O sea, la gente
que mencioné que se siente cómoda con la etiqueta: Víctor, y pare de contar.
Uno está dispuesto a admitir que el nombre no es tan importante, pero pensando en
lo que decías al principio de la disciplinariedad, de que eso pasa de hecho por discursos
Producción de sujeto, disciplinación, claro…
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en especial teniendo en cuenta los lazos de esas tres tendencias con los estudios literarios
y los estudios visuales latinoamericanos? ¿Dónde se tocan esos proyectos, cómo se
entrecruzan? ¿Son ya en sí estudios culturales?
El hecho de que los estudios culturales se apropien del marxismo no significa que
los estudios culturales sean marxismo. Por supuesto que ahí hay una influencia
del marxismo, de Gramsci en particular, de cierto Marx, de algunas elaboraciones
de Althusser, pero eso no hace que sea simple y llano marxismo. Lo mismo
pienso con los feminismos, con estudios subalternos, teoría poscolonial, con el
postestructuralismo, con todo esto… Son proyectos todos esos, teoría crítica,
modalidades críticas, tienen problemáticas concretas, algunas muy relacionadas
con estudios culturales, tienen que ver con relaciones de poder, con significados,
etcétera, pero considero que hay una especificidad: el contextualismo radical. El
contextualismo es lo que diferencia a los estudios culturales de cualquier otra
labor intelectual o campo académico disciplinario o transdisciplinario. Es lo
que decía Stuart Hall con el ejemplo de Policing the Crisis: si yo pienso cómo
se produce la racialización de los negros en Gran Bretaña, estoy haciendo black
studies, pero cuando yo pienso eso en relación con la emergencia del pánico moral
y la consolidación del tatcherismo y de los conservadores estoy haciendo estudios
culturales. Entonces es en el cómo y el para qué se abordan los problemas —es
decir, en el contextualismo radical— lo que define la especificidad de los estudios
culturales frente a estudios subalternos, estudios de género o cualquier otra
expresión disciplinaria o transdisciplinaria.
En ese sentido, Eduardo, pensando en el ejemplo que citás antes, esa tensión entre cultural
studies y estudios culturales que mencionaste hablando de Mato, que estaba implícita
en lo que decías, me parece a mí que invisibiliza prácticas y análisis que por la manera
como entrecruzan las problemáticas: raza, género, clase, con cuestiones de cultura y poder
en Estados Unidos, evocan claramente el ideal del trabajo del campo en Latinoamérica,
y que entre esas prácticas me parece a mí sobresalen el performance artístico de corte
político, incluso en Latinoamérica, los estudios lesbigays para Latinoamérica pero
también en los cubanoamericanos4 que hacen cosas muy, muy interesantes…
…Esos, más los trabajos de los chicanos… Pensando en eso, algunos autores (y tengo en
mente a Yúdice, 2002) han abogado recientemente porque esas tendencias de trabajo y
esa geopolítica sean incorporadas al campo de los estudios culturales en Latinoamérica.
Entonces ¿cómo entendés ese problema? Acabás de hablar de que esos estudios de género
se tocan con estudios culturales, se pueden tocar, pero en este caso…
Los estudios culturales se apropian de la teoría producida por la teoría queer,
las teorías feministas y posfeministas… se las apropian, porque los estudios
culturales no están definidos por una
4
Un buen ejemplo es Lázaro Lima (2008).
teoría ni tampoco están definidos por
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Estudios culturales: respuestas a necesidades sociales. Entrevista a Eduardo Restrepo
una temática. Lo que define los estudios culturales es la manera particular como
abordan las cosas, lo que señalaba antes con lo del contextualismo radical. Por
tanto, frente a un performance nos podemos encontrar frente a estudios culturales,
pero no cualquier performance por sí mismo es estudios culturales.
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Ángela María Quintero Velásquez
La investigación en el trabajo social contemporáneo
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