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CARTOGRAFIA IMAGINÁRIA

DA TRÍPLICE FRONTEIRA
A CLÍNICA COMO ACONTECIMENTO
D I A N A A R A U J O P E R E I R A ( O R G. )

CARTOGRAFIA IMAGINÁRIA
DA TRÍPLICE FRONTEIRA
A CLÍNICA COMO ACONTECIMENTO

UNIVERSITÁRIO
DOBRA EDITORIAL
EDITOR Reynaldo Damazio
CON SEL HO EDITORIAL Adolfo Montejo Navas, Carlos Felipe Moisés,
Edison Carmagnani Filho, Eduardo Sterzi,
Frederico Barbosa, Tarso de Melo
COMERCIAL Paula Amorim
INTERNET Ricardo Botelho
CONTATO Rua Araújo, 154 • 2° andar • Centro • São Paulo • SP
CEP 01220-020
www.dobraeditorial.com.br
IMAGEM DA CAPA
© Dobra Editorial 2014 Nenhuma parte desta obra pode ser reproduzida ou
armazenada, por quaisquer meios, sem a autorização
prévia e por escrito da editora e do autor.

Pereira, Diana Araujo


Cartografia Imaginária da Tríplice Fronteira / Diana
Araujo Pereira (org.). – São Paulo:
Dobra Editorial, 2014
XXX p.; 14x21 cm
ISBN 978-85-XXXX
1. Psicologia 2. Terapia. 3. Acompanhamento teraupêtico.
I. Título
CDD 150

Índice para catálogo sistemático


I. Psicologia : Século 21 : Brasil
SUMÁRIO

PREFÁCIO........................................................................................................................7

IMAGINÁRIOS DA TRÍPLICE FRONTEIRA

Paraguay y sus fronteras. Apuntes sobre culturas en movimiento


en territorios que se reconfiguran ......................................................................... 13
Aníbal Orué Pozzo (Universidad Nacional del Este – Paraguai)

Definiendo fronteras culturales: narrativas de experiencias entre


inmigrantes árabes en la Triple Frontera............................................................ 31
Silvia Montenegro (Universidad Nacional de Rosario – Argentina)

La construcción del imaginario geopolítico de la Triple Frontera............. 49


Antonino Zunino, Danilo Ferreira e Carla Orihuela (UNILA)

Metáforas da Tríplice Fronteira............................................................................... 93


Vanessa Cristhina Zorek Daniel (UNILA)

Narrativas de identidades: a linguagem como lugar de (in)visibilização.......117


Maria Elena Pires Santos (UNIOESTE – Paraná)

GEOPOÉTICA TRIFRONTEIRIÇA

Um bestiário digital narrado em portuñol selvagem: as breves narrativas


transculturais de Bichos Paraguaios.....................................................................141
Anselmo Peres Alós (UFSM)

Notas para representarse decires en frontera..................................................167


Damián Cabrera (Seminario Espacio-crítica – Paraguai)

Leitura imaginária da Tríplice Fronteira............................................................181


Diana Araujo Pereira (UNILA)
Antologia Literária – Proposta de geopoética da Tríplice Fronteira.......201
Fávio Bargas, Erick Cavalcante, Gilberto Carlos Macedo, Douglas Diegues,
Carlos Aguasaco, Pedro Granados

Cartografias de Fronteira – Entrevista a Silvio Campana ...........................223


Juliana Zacarias e Diana Araujo Pereira (UNILA)

OUTRAS FRONTEIRAS

Frontera Norte: ¿todo puede suceder?...............................................................233


Raquel Mosqueda Rivera (UNAM – México)

Cuentos pintados del Perú: memorias, imágenes y lenguas del ande ..... 263
Rosaura Andazabal Cayllahua (UNMSM – Peru)
NOTAS PARA REPRESENTARSE
Decires en frontera

Damián Cabrera1
(Seminario Espacio/Crítica – Paraguai)

En la frontera de un nombre hay un río

El Alto Paraná es un espacio que se encuentra atrapado por los


límites que dibuja la representación. Ciudad del Este, cifrada en los
estereotipos que parecen clausurar toda otra posibilidad de ser de
la ciudad: ¿qué hay en los bordes del contrabando, el comercio y la
piratería? En primera instancia, Ciudad del Este es el otro nombre de
una fecha traumática, y es la excusa del programa del coloniaje que se
completó bajo la dictadura de Alfredo Stroessner. Entre las imágenes
previas y las imágenes del porvenir se producen fisuras a través de
las cuales se filtran otros modos de hacer, otros modos de estar y de
decir el lugar propio. Pero lo que resplandece en la oscuridad de los
cuerpos en oposición es la tensión.
En el origen era el “infierno verde”, el sublime desbordado y
amenazante, “ese laberinto que no se acaba nunca”, que para Barret

1 Damián Cabrera. Escritor. (Asunción, 22 de agosto de 1984). Es licen-


ciado en Letras por la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional del
Este. Desde 2010 participa del Seminario de crítica cultural Espacio/Crítica.
Publicó la colección de cuentos sh… horas de contar… (2006) y Xiru (2012).
Participó de la antología Los chongos de Roa Bastos. Narrativa contemporánea
del Paraguay (2011). guyrapu@gmail.com

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–y luego para Rivarola-Matto y Roa Bastos – era escenario de explo-
taciones en los obrajes, bajo el yugo de la Industrial Paraguaya o la
Matte-Laranjeira. Un virus ataca la corteza de una célula en un ángulo
particular, prolifera en ese recodo de su dermis hasta que la perfora,
entra, hace estragos; así, el monocultivo extensivo que ya no tenía
hacia dónde en el Brasil se abrió camino por Canindeyú, y a lo largo
de toda la frontera, y más tierra adentro, cada vez.
El autodenominado “sector productivo” del Paraguay: El bos-
que es la rémora de su “progreso”, una representación stronista
que ha sido eternizada por el discurso del sector y el discurso de
los medios corporativos de comunicación. Ahora, el bosque es se-
ñalado como escondrijo del EPP (el grupo guerrillero denominado
Ejército del Pueblo Paraguayo); más una negligencia al restarle
peso al pasado poniendo en clave de insólito lo que ha sangrado
sobre la memoria.
El infierno: laberinto y desierto verde, despoblado, susceptible de
políticas de colonización desde ambos márgenes del Paraná. Más de
cien años de disputas transitan el territorio altoparanaense, entre in-
dígenas, campesinos y terratenientes –de nacionalidad heterogénea-.
El espacio fronterizo altoparanaense tiene sus claves de lectura en
un complejo de tres íconos constituidos por la represa hidroeléctrica
de Itaipú, la Ruta Internacional Nº 7 “Dr. José Gaspar Rodriguez de
Francia” (que une Coronel Oviedo con Ciudad del Este) y el Puente
de la Amistad. Estos tres elementos modernizadores de la región,
además de ser infraestructura constituyen artefactos simbólicos que
inauguran un nuevo tiempo y reestructuran la vida local. Estos arte-
factos inauguran, además, la marcha hacia el Este, desde el interior
del Paraguay, y la marcha hacia el Oeste, desde el Brasil, que termina
permeando su exterior.
Esto genera disputas territoriales, pero que no se reducen a la
disputa por la tierra. Bajo la apariencia de una dicotomía brasile-
ños/paraguayos propagandística se disimula la naturaleza de las
oposiciones: la lucha por los sistemas de producción; y no sólo de
producción económica sino también simbólica, y sus mecanismos
de puesta en circulación.

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La ciudad nueva es de paso pero también de visita, y allí prolifera
el contrabando como negocio típicamente militar y de la clase política
stronista hasta principios de los 90; cuando, por decirlo de alguna
manera, se democratiza. En su novedad hay lugar para ocupaciones
temporales, pero el trabajo informal e ilegal sobrevive al crecimiento
explosivo, y lo temporal se vuelve permanente.
La visible presencia de otras colectividades puede hacer pensar
en más un mito que se autoconsume: la integración multiculturalista
y las coexistencias armónicas; pero lo diferente existe hostilmente
sobreviviendo su espacio según sus potencias.
En la lucha por los sistemas de producción económica, la produc-
ción simbólica tiene poca visibilidad. En principio porque las políticas
de institucionalización y las prácticas ministeriales están ausentes,
pero también porque cualquier emprendimiento independiente debe
abrir, cada vez, su propio espacio para acontecer; y éste se cierra,
cada vez, dejando una cicatriz imperceptible.

Frontera

Se le ha puesto nombre a tu lugar desde muchos distritos. Hay un


Alto Paraná que ha sido fundado con representaciones de procedencia
diversa, construcciones transmutantes, pero que han grabado algunos
perfiles en el imaginario colectivo de los esteños o en los imaginarios
sobre el Este.
En este espacio atravesado por territorialidades en conflicto,
que pulsan por consolidarse, y en ocasiones por imponerse sobre
otras, hay señales de un campo abierto a múltiples semanticidades;
la cercanía y las relaciones de poder suscitan travesías posibles:
ingresos en universos simbólicos otros; pero también propician otro
tipo de cruces: hay interferencias lingüísticas, hay aculturación, y
también hibridaciones.
Ahora: ¿en qué registro contarse? El problema de cómo representarse
genera ansiedad, y se suma la incomodidad que implica el hecho de
que las representaciones contribuyen en la construcción de identidad
y de memoria. Aquí hay otros transgénicos: pero estas interferencias

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lingüísticas ¿dicen algo? Pensás, además, en el hecho de que la imagen
de la frontera esteña está atrapada en medio de las estereotipaciones,
construidas, principalmente, desde los medios de comunicación.
Didi-Huberman cita a Karl Krauss, quien reflexiona sobre la verdad
y sobre el supuesto de objetividad de las informaciones ofrecidas por
los medios periodísticos: “no hay otra objetividad que una objetividad
artística. Sólo ella puede representar un estado de cosas de manera
conforme a la verdad” (DIDI-HUBERMAN, 2008, p. 21). Pero en este
espacio, reciente en tanto cómo es reconocido, las representaciones
que buscan nombrarlo desde la poesía son apenas incipientes; creés
reconocer, sin embargo, en cierta literatura, especialmente en aquella
que ejerce su experimentación en una escena fronteriza imaginada,
las señales de una forma que dice una verdad sobre él.
Al decirse, estas voces poéticas oponen no sólo una imagen alter-
nativa del lugar, sino transparentan en su forma los procesos que lo
atraviesan. Esta imagen podrían leerse como el reverso de las represen-
taciones autoritarias que atestan el espacio vacío del nombre propio, el
cual, en un territorio falto de memoria colectiva plenamente consciente,
no tiene asignación imaginable. El ejercicio de la mezcla, que quizás
valga más como acto que por lo que se dicta en su decir, se asemeja
a la posición del híbrido cultural en tanto actor político que confunde
los artefactos de reconocimiento y discriminación. Así como la hibridez
hace tambalear las posiciones de la autoridad colonial y de la contes-
tación de la diferencia, las palabras que estas voces poéticas profieren
podrían activar mecanismos para tornar fluctuantes algunas posiciones:

Las palabras no están en el lugar de las imágenes. Son imágenes, es


decir, formas de redistribución de los elementos de la representación.
Son figuras que sustituyen una imagen por otra, palabras por formas
visuales o formas visuales por palabras. Esas figuras redistribuyen al
mismo tiempo las relaciones entre lo único y lo múltiple, lo escaso
y lo numeroso. (DIDI-HUBERMAN, 2008, p. 95).

Como ha ocurrido en muchos departamentos del Paraguay,


durante la dictadura stronista varios pueblos y ciudades del Alto
Paraná han sido bautizados y rebautizados. Pueblos como Che’irokue

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y Ka’arendy hoy honran con su nombre a Juan E. O’Leary y a Juan
León Mallorquín, respectivamente. Y Ciudad del Este se llamaba
Puerto Presidente Stroessner. Atravesados por el nombre plural, hay
desde una primera mirada la impresión de una atmósfera inquieta,
inestable y perversa.

Interferencia

Las zonas de convivencia pueden transformarse en zonas de inter-


ferencia; cuando un cuerpo choca contra otro se producen movimien-
tos de reubicación: la imagen de esos cuerpos nos llega menguada,
en retazos. La escena puede volverse, por un instante, caóticamente
policromada, y por momentos, sus colores parecen asentarse; puede
entreverse cierta coherencia, algún sentido, en el montaje hostil de
caracteres diferentes.
Es el polvo –pensás, desde tu posición– después de la turbulen-
cia: se sitúa por un tiempo, y no definitivamente; susceptible de ser
desalojado de su nuevo sitio, hacia otro, por una fuerza que irrumpe.
Así es cómo tomás un cuerpo de textos: una turbulencia compuesta
de porciones móviles.
Hay un momento en esta escritura en el que la composición ex-
trema un distanciamiento de ciertos órdenes lingüísticos; esto pone
las imágenes en situación de extrañamiento. La voz poética aparece
enrarecida, mediada por interferencias léxicas –primero entre el
guaraní y el castellano, finalmente el portugués–; pero también por
medio de una transliteración creativa: hay un juego en los límites
de una inteligibilidad fonológica, pero asimismo en el límite de la
legibilidad/ilegibilidad literal.
Esa frontera oscura que las palabras habilitan te remite a un
espacio físico, real, atravesado por piezas transmutantes, y que, al
menos para vos, se define en función de sus cruces, de sus coexis-
tencias e interferencias.
Decís: Hay, frente al fenómeno de las interferencias lingüísticas, la
posibilidad de concebir soluciones creativas para las tensiones. Decís
esto pensando en las soluciones creativas del habla coloquial, pero

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deseando un diálogo con los otros lugares desde los cuales se (des)
traba una lucha en los campos semánticos y en las territorialidades
superpuestas de las lenguas; por ejemplo, en la escritura, en particular
en un tipo de escritura: la literaria.
Partís del supuesto de que la articulación, en un mismo espacio dis-
cursivo, de dos lenguas con cargas semánticas e ideológicas distintas
operaría como un montaje –no sólo de imágenes o puros enunciados,
sino también de ficciones – capaz de hacer decible una experiencia,
habilitando nuevas formas de subjetividad y redistribuyendo posicio-
nes en el orden discursivo pero también político.
Si como sugiere Rancière en La distribución de lo sensible la escri-
tura destruye los cimientos “legítimos” de la circulación de la palabra,
¿qué desarreglos en la manera de imaginar identidades y la adminis-
tración de territorios y cuerpos en un espacio común propondría el
montaje de un discurso literario en el cual lenguas –tanto colonizantes
como colonizadas – se interfieren mutuamente? Y, finalmente, ¿qué es
lo que convocaría este discurso, y qué es lo que conjura y desregula
o legitima las voces de quienes se escriben en esta clave?

Una escritura menor

Deleuze y Guattari bosquejan los contornos de lo que se da en


llamar una literatura menor. En el espacio de territorialidades lin-
güísticas sobrepuestas, hay lugar para que las lenguas estén sujetas
a determinadas posiciones. Así, en la metáfora de las transparencias,
el paisaje diglósico obedece al arreglo y ordenamiento de los espacios
que son proyectados por las lenguas subordinantes. Si realizaras una
taxonomía de las posiciones consignadas a las lenguas, el guaraní se
trasluciría opacado bajo las capas subyugantes del castellano, la lengua
del Estado y con mayor prestigio social, y el portugués, una de las
nuevas lenguas del poder. Pero para Deleuze y Guattari, la literatura
menor no sería aquella escrita en la lengua subalterna, “sino la litera-
tura que una minoría hace dentro de una lengua mayor” (DELEUZE,
1978, p. 28). No la poesía de las minorías que se dicen a sí mismas con
sus palabras – ¿porque el subalterno no puede hablar? –, sino el uso

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menor de una lengua mayor, el empleo desubicado de una lengua, la
dislocación de la lengua de su estado habitual. Así, continúan diciendo
Deleuze y Guattari, lo que en primera instancia caracterizaría la litera-
tura menor es que “el idioma se ve afectado por un fuerte coeficiente
de desterritorialización” (DELEUZE, 1978, p. 28).
Pero el ejercicio que efectúan escritores como Jorge Canese, así
como otros varios autores en cuya escritura se despliega una zona de
interferencias lingüísticas (Wilson Bueno, Néstor Perlongher, Paulo
Leminski, Douglas Diegues, por ejemplo), excede la radicalidad del
uso menor de una lengua mayor y extrema la desterritorialización de
las lenguas al montar, sobre un mismo espacio discursivo, la suma de
acentos y de claves en una acción socarronamente contaminadora. Lo
que tiene más visibilidad en esta poesía no son las imágenes que el
significante hace parpadear cuando se leen o se pronuncian las pala-
bras, sino un gesto: el movimiento desarreglador de los espacios; un
traspapelar ese primer montaje que de hecho constituye la superposi-
ción de territorios lingüísticos; un golpe sobre la desmemoria orgánica
de los cuerpos con relación a sus espacios previos que produce una
nueva amnesia territorial: no una que niega el orden actual de las
posiciones, sino una que hace caso omiso a tal orden.
Decís: Las características del mapa diglósico del Paraguay obsta-
culizan la posibilidad de que los sujetos hablen en cualquiera de las
lenguas, se digan profiriendo palabras o escribiéndolas en cualquier
lengua. “En consecuencia, un pueblo que se des-lengua es un pueblo
que se des-piensa, se des-dice y, finalmente, se des-hace”, dice Melià,
y agrega que “el alingüismo es por desgracia un fenómeno posible”
(MELIÀ, 1997, p. 39).
Deleuze y Guattari hablan del valor colectivo de la literatura
menor. En los usos menores de una lengua mayor habría pocas
condiciones para profusas producciones de calidad, habría dificul-
tades para individualizar al sujeto del enunciado como “maestro”,
y, por lo tanto, la escritura menor iría en una dirección opuesta:
hacia una expresión de acción colectiva: “lo que el escritor dice
totalmente solo se vuelve una acción colectiva, y lo que dice o hace
es necesariamente político, incluso si los otros no están de acuerdo”

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(DELEUZE, 1978, p. 30). Pensás: En Paraguay toda literatura sería
una literatura menor, puesto que éste sería un uso subalterno de
las lenguas mayoritarias, tanto en cuanto a la cantidad de hablantes
como a las posiciones a las que las lenguas están consignadas. No
hay, pensás, hablantes plenamente competentes, y no habría, salvo
detrás de la autoridad de algún nombre, una escritura magistral.
Pero oponés la atmósfera afásica de apariencia terrorífica que Melià
anticipa a una consternación de otro orden: Más que las palabras,
más que los significados cuya persistencia se vería amenazada con
la desaparición de los significantes que los nombren, te aterra el
destierro de las funciones del lenguaje; al expropiarse una función
lingüística de una lengua, los que hablan y piensan en esa lengua
estarían deportados de la posibilidad de desarrollar plenamente su
subjetividad. Pero hay una expectativa: El colectivo des-hecho por la
afasia podría eventualmente tener la oportunidad de re-imaginarse.
No hay literatura mayor, pensás, pero hay escrituras marginales.

El portuñol y el portunhol selvagem

A mediados de 2000 se desata un debate efímero pero intenso


sobre el portuñol en la literatura de Paraguay, a raíz de un artículo
publicado por Andrés Colmán Gutiérrez en el Correo Semanal de
Última Hora el sábado 8 de diciembre de 2007.
El artículo, titulado El portuñol se instala en la literatura fue
publicado con motivo de un encuentro de poesía organizado por el
escritor Cristino Bogado, denominado Asunción, kapital mundial de
la fikción, al cual acudieron varios cultores de lo que por entonces
empezaba a llamarse “portunhol selvagem”.
En el artículo, Colmán Gutiérrez da muestras de lo que es el por-
tuñol en el habla coloquial con textos propios; además se refiere a
una cita del crítico literario español José Vicente Peiró Barcos quien
afirma que Colmán Gutiérrez fue el primero en introducir en la lite-
ratura de Paraguay esta mezcla entre castellano, guaraní y portugués,
que efectivamente se observaba en el habla coloquial de la frontera
paraguaya con el Brasil.

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El fenómeno de mezclas translingüísticas en la literatura de
Paraguay empezaba a llamar la atención tanto de académicos como de
críticos en diversas universidades de Latinoamérica, Estados Unidos
y Europa; pocos años después se suscitarían publicaciones de anto-
logías y realización de congresos en los cuales este fenómeno estaría
en el centro de las discusiones. El escritor Jorge Montesino asumía
que Colmán Gutiérrez no sólo no quería quedar fuera de esa vibrante
escena que empezaba a agitarse en el Paraguay, sino que también
se estaría adjudicando una suerte de pionerismo en la cuestión de
mezclas entre el castellano, el portugués y el guaraní. A raíz de esto,
en febrero de 2008 escribe en su blog:

Sin pudor alguno, Colmán G. agrega de su propia autoría: “Hasta en-


tonces lo que en la novela se me ocurrió bautizar como portuguarañol
(la unión forzada del portugués, el guaraní y el español), se manejaba
a un nivel puramente oral y marginal, y no encontraba eco ni en la
poesía ni en la narrativa”. Cita luego como antecedentes el portuñol
de Caetano Veloso y Gilberto Gil. La pretensión de Colmán Gutiérrez
es temeraria, pues los antecedentes de estas mezclas de idiomas se
abanican en infinidad de ejemplos y comienzan a verse en escritos
desde principios del siglo XX (Montesino, 2008).

Efectivamente, El último vuelo del pájaro campana de Andrés


Colmán Gutiérrez se publica en 1995. En esta novela aparecen algunos
diálogos en portuñol, aunque la narración está hecha primordialmente
en castellano. En 1992, el escritor Wilson Bueno había publicado Mar
Paraguayo, una inquietante novela narrada completamente en un por-
tuñol inventado, con interferencias del guaraní, para las cuales el poeta
y novelista curitibano contó con el asesoramiento de Jorge Canese.
Cabe decir que la diferencia de años es ínfima, y que, a pesar
de que son dos proyectos evidentemente diferentes, ambos son con-
temporáneos. El portuñol en la literatura, sin embargo, es anterior y
bastante profuso en la poesía de Néstor Perlongher, Paulo Leminski,
Xico Sá, entre otros.
Algo que aquí estaba también puesto en cuestión era la naturale-
za de las mezclas que se estaban realizando. Por un lado, los que se

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adscribían al “portunhol selvagem” veían las interferencias lingüísti-
cas como instancia creativa, y montaban una zona de interferencias
que no respondía a los mecanismos ni a las economías del lenguaje
coloquial. Por otro lado, Andrés Colmán Gutiérrez –y el mismo Jorge
Montesino, que cuestiona su nota– representaban en sus textos el
habla coloquial, las contaminaciones que la oralidad creativa producía.
Cabe señalar, sin embargo, que tanto Canese como Douglas
Diegues, Edgar Pou (quizás en menor medida Cristino Bogado), eje-
cutan estas interferencias creativas primordialmente en la poesía y
excepcionalmente en la narrativa.

Tengo nombre

Hay cartografías superpuestas, territorio sobre territorio, modos


de ver que ordenan y asignan valor al lugar, y que en devolución son
en función del lugar. Es posible encontrar el hito con varios nombres,
pero el curso de la historia y los espíritus que la signan también dis-
locan nombres, asignan otros.
Cambiar de signo no borra el nombre anterior, que se constituye
en una presencia flotante sobre el espacio, sobre las cosas y las per-
sonas a las que les comunica su sentido.
El cambio convierte al territorio en casa rodante, que se mueve
y se reacomoda como transformer según el nombre dado, según el
grado de presencia del nombre suprimido.
Pero hay otros nombres que flotan sobre este territorio, como
nubes ancladas a la tierra por hilos demasiado tenues como para ser
creíbles. La representación de un espacio gobernado por el caos pue-
de ser desbaratada por ordenamientos de fondo demasiado fuertes,
a pesar de su presencia disimulada detrás de nombres e idearios que
no siempre coinciden con la vivencia.
La imagen de un espacio de presencias difuminadas que pulsan
por corporizarse –como fantasmas que parpadean en su intento por
hacerse carne – es arrojada como una de las representaciones que se
hace de la escena fronteriza del Este, que en el curso de su historia,
reciente tanto, ha sido atravesada por múltiples territorialidades y

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grupos sociales de procedencia diversa que la han elegido como hogar
o como lugar de paso en su tránsito hacia dónde; y que en la última
década ve una explosión en slow motion de subjetividades que de-
sean inscribirse en el espacio, hacerse cuerpo; produciendo sentido,
significando, para que el hogar elegido sea un hueco a la medida del
que lo habita.
Pero un espacio abierto a múltiples subjetividades, grupos sociales,
naciones –una escena con mapas y territorialidades superpuestas – es
susceptible de tensiones, porque, en sus intentos por consolidarse
en la escena, los anhelos ajenos pueden chocar con los de uno, y
cuando no es posible encontrar la coincidencia la tolerancia parece
comprometida.
Las pujas por la producción y puesta en circulación de los sentidos
se hallan inscriptas en un entramado que se complejiza al contemplar
la diversidad lingüística en la que se llevan a cabo; el escenario es
polifónico, y podría hacer pifiar la voz única de una autoridad altiso-
nante que opacara las demás voces; sin embargo, existen presencias
autoritarias más audibles cuyos sentidos subordinan la producción
de grupos subalternos.
En ciertos campos semánticos, la conjunción poder económico,
una determinada lengua, y la capacidad de agencia constituyen una
nueva fuerza que aparece no sólo colonizando los otros sentidos sino
como autoridad colonial de hecho.
La dicotomía castellano/guaraní, en su relación diglósica, cobra
otros matices frente a la presencia del portugués principalmente, y en
menor medida frente a algunas lenguas indígenas y diversas lenguas
de las colectividades de inmigrantes en el Alto Paraná.
El portugués como lengua del coloniaje disloca los sentidos y
consolida una ideología que se halla implícita no necesariamente en
la lengua sino en el modo de hacer y estar de una Mayoría de sus
hablantes –mayoría no en el sentido de cantidad sino en señal de su
fuerza autoritaria-; en el habla cotidiana las señales de esta dislocación
ofrecen oportunidades creativas –porque siempre ha habido mezclas,
y la idea de “pureza”, de identidad previa impoluta es un construc-
to muy fácil de desestabilizar-, pero también construye relaciones

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subordinantes y hace que el hueco del hogar elegido sea habitable
sólo de una manera, excluyendo otros modos de estar en el lugar.
¿Calificarlos como mejores o peores? ¿Cómo puede la tierra no
ser suficiente para modos de hacer “poco productivos” en manos
de poca gente y a su vez ser insuficiente para prácticas “altamente
productivas” en manos, también, de poca gente?

Distancias

Querés forzar una traducción. Si distanciar es, como dice Didi-


Huberman “mostrar, es decir adjuntar, visual y temporalmente,
diferencias” (2008, p.78), ¿qué es lo que nos muestran los textos
fronterizos oscurecidos en la forma? ¿De qué diferencias da cuenta
esta poesía polifónica e intolerable?
Encontrás en otra poesía –milenaria ésta e igualmente contempo-
ránea– una ejecución de las distancias, muy diferente por cierto, pero
que, quizás, pueda arrojar cierta claridad con respecto al poder de
conjuro de la palabra en-clave: En el guaraní pá1˜ existen un lenguaje
cotidiano y un lenguaje religioso, que coincidiría con el lenguaje
estético. Dice Arístides Escobar que “el lenguaje puede oscurecerse,
hacerse muy complejo y hasta dificultar la comunicación misma”
(ESCOBAR, 2012, p. 67):

El guaraní cuenta con palabras shamánicas incomprensibles que son


puro sonoridad, leve sonido; en algunas ocasiones son mera sugeren-
cia y su significado resulta esquivo: apenas se vislumbra, brilla y, de
pronto, se va. No puede ser atrapado: es la contracara de lo que sería
el lenguaje claro y cotidiano, en que cada palabra puede significar algo
y mediante el cual nos comunicamos e integramos al cuerpo social.
A medida que el lenguaje se acerca a lo sacro remite a más rincones
del pensamiento humano; se aparta la palabra de su linealidad y se
vuelve críptica, pero más rica y potente: se hace poesía (Ibídem).

Pensás que quizás el cripticismo que alcanzan las obras de los


autores fronterizos que se dicen en los intersticios de las lenguas
mezcladas podrían hacer destellar algo abrumador pero muy difícil de

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capturar, y que sólo podés conocer mediante una traducción. Querés
imaginar la distancia de esa sonoridad, el silencio que inscribe, a la
manera en que Rancière piensa la distancia entre el ignorante y el
saber del maestro. Conocer para:

practicar mejor el arte de traducir, de poner sus experiencias en pala-


bras y sus palabras a prueba, de traducir sus aventuras intelectuales
a la manera de los otros y de contra-traducir las traducciones que
ellos le presentan de sus propias aventuras (RANCIÈRE, 2011, p. 18).

Leés estos textos y en ellos se cifra una tensión real. Hay una
referencia que aparece distanciada y se nombra oblicuamente –como
nombra la poesía, pero como nombra el lenguaje en general–. Pensás
en Derrida quien sugiere que a veces el silencio puede devenir voz,
la interrupción de la alocución como la propia alocución, pero quizás
otra cosa: este montaje podría transgredir las posiciones consignadas
a las mismas – cifradas en el estatus y en la jerarquía–, no sólo en
un objeto como lo es el libro, canonizante del decir, sino en el lugar
donde se elabora toda habla: un territorio.
No siempre te resulta posible leer los significados. Los signifi-
cantes, sin embargo, son altisonantes, hablan más fuerte: antes que
la imagen de un espacio, la forma de la poesía puede representar
el tenso movimiento de los signos, las posiciones, los poderes, los
espacios fronterizos. Son el otro nombre, el apodo de un lugar: igual
que el polvo.

BIBLIOGRAFÍA

BOGADO, Cristino. (2011, 11 de mayo). El ser de Kanese: Curazäo Kastellano


y Guaraní Paraguayo. Recuperado el día 1 de agosto de 2013 de http://kurupi.
blogspot.com/2011/03/kanese-en-cartonerita-nina-bonita.html

DELEUZE, Gilles y Félix Guattari. “¿Qué es una literatura menor?”(,) en Kafka.


Por una literatura menor. Jorge Aguilar Mora (trad.). México: Ediciones Era, 1978.

DERRIDA, Jacques. Schibboleth. Para Paul Celan. Jorge Pérez de Tudela


(trad.). Madrid: Arena Libros, 2002

CA RTO G RA F I A I M A G I N Á R I A D A T R Í P L I C E F RO N T E I RA 179
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