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“El ser humano desarrolla la capacidad de comunicarse dentro del núcleo familiar;
es ahí donde se aprende a dar y recibir mensajes que permiten conocer el mundo y
la forma en que nos relacionamos con las otras personas”. (Federal, 2008, pág. 46)
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mejor lugar para proporcionar a sus miembros una permanente disponibilidad al
afecto, intimidad, compañerismo y aceptación incondicional.
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“La adolescencia de uno de los hijos supone un cambio esencial no solo para el
adolescente, sino también para todo el sistema familiar. En algunas familias esta
transición se presenta complicada y difícil para padres e hijos, entre otras cosas
porque esta etapa se caracteriza por un cuestionamiento de las normas del
funcionamiento familiar. El grupo de iguales se convierte en un poderoso referente
para los hijos que puede llegar a desorganizar las pautas establecidas por la familia,
a la vez que los cambios evolutivos y necesidades del adolescente son percibidos
por la familia como disruptores de su funcionamiento, requiriendo una
reorganización de sus reglas de interacción. Por otra parte, eventos tales como el
reingreso de los abuelos en el hogar o las preocupaciones laborales de los padres
son aspectos característicos de esta etapa de la vida familiar.
Aunque no todos los adolescentes experimentan estrés y tensión, estos son más
probables durante la adolescencia que a cualquier otra edad (Amett, 1999). La
adolescencia se convierte en una etapa más difícil que otros periodos vitales no solo
para el adolescente, sino también para las personas que le rodean. La idea de que
la adolescencia es un tránsito complejo se encuentra íntimamente relacionado con
tres aspectos clave: mayores niveles de conflicto con los padres, alteraciones del
estado de ánimo y mayor implicación en conductas de riesgo. Además, cada uno de
estos elementos tiene diferentes momentos críticos como son: el conflicto con los
padres en la primera adolescencia tardía o primera juventud”. (MUSITU, 2002, pág.
111)
“Conflicto con los padres: Los adolescentes tienden a ser rebeldes y a resistirse a
la autoridad de los adultos. Ya a principios del siglo XX, Hall afirmaba que el
incremento del conflicto entre padres e hijos en la adolescencia se debía a la
incompatibilidad entre la necesidad de independencia del adolescente y el hecho de
que los padres ven en ellos únicamente a unos niños, tratándolos como tales. Al
mismo tiempo que el número de conflictos diarios entre padres e hijos adolescentes
crece, disminuye la cantidad de tiempo que pasan juntos, así como su percepción
de proximidad emocional. Estas manifestaciones hacen que la adolescencia sea
difícil no solo para los adolescentes, sino también para sus padres. De hecho, los
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padres tienden a percibir la adolescencia como el estadio más difícil del desarrollo
de sus hijos. Evidentemente, existen importantes diferencias individuales, así como
numerosas relaciones entre padres y adolescentes en las que el conflicto es
prácticamente inexistente. Algunas de las variables individuales que se han
relacionado con una mayor probabilidad de conflicto paterno-filial son el ánimo
depresivo en el adolescente, el consumo de substancias, conductas violentas y
delictivas y la maduración temprana en las chicas.
Alteraciones del estado de ánimo: Los adolescentes tienden a ser más versátiles
emocionalmente que los niños o los adultos. Experimentan estados de ánimo más
extremos y cambios de humor más bruscos. También experimentan estados de
ánimo depresivo con mayor frecuencia. Cuando se les pregunta acerca de cómo
se sienten en diferentes momentos a lo largo del día, manifiestan más sentimientos,
que adultos y preadolescentes, de vergüenza, torpeza soledad, nerviosismo y
sensación de sentirse ignorado. Al igual que sucede con el conflicto familiar, los
adolescentes varían en el grado en que experimentan alteraciones de humor.
Algunos de los factores que hacen más probable las alteraciones del estado de
ánimo en la adolescencia son la baja popularidad entre el grupo de iguales, un
rendimiento escolar bajo y problemas familiares tales como el conflicto parental o el
divorcio. Cuantos más eventos vitales negativos experimenten, más probabilidades
tienen de manifestar alteraciones en su comportamiento. Sin embargo, y al margen
de que estas diferencias individuales sean importantes, la realidad es que la
adolescencia es un periodo con grandes probabilidades de ser emocionalmente
difícil.
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substancias, conducción temeraria y conducta sexual de riesgo. A diferencia del
conflicto con los padres y de las alteraciones del estado de ánimo, los mayores
índices de conducta de riesgo se dan en la adolescencia tardía y temprana juventud
(Amett, 1999). Evidentemente, la mayor implicación en estas conductas confirma la
idea de que la adolescencia es un periodo difícil. En este ámbito también es
importante reconocer la existencia de diferencias individuales. Algunas de estas
diferencias pueden pronosticarse a partir de la conducta en periodos anteriores a la
adolescencia. Los niños con problemas de conducta son especialmente proclives a
implicarse en conductas de riesgo y violentas durante la adolescencia. Las
diferencias individuales en características tales como la búsqueda de sensaciones
y la impulsividad también contribuyen a las diferencias individuales en la conducta
de riesgo durante la adolescencia. Estos tres aspectos permiten, al margen de
diferencias individuales y culturales, considerar a la adolescencia como un periodo
especialmente crítico”. (MUSITU, 2002, págs. 111-113)
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divorciadas vuelven a contraer matrimonio, constituyendo una nueva forma familiar,
la familia reconstituida. Aunque el número de mujeres que se casan tras un divorcio
es menor que el de hombres, la gran mayoría vuelve a establecer relaciones de
pareja estables.
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Bienestar: Frente a la idea de sacrificio presente en los núcleos familiares
tradicionales, hoy en día prima la idea de la búsqueda del bienestar de todos los
miembros de la familia y de la búsqueda de la felicidad individual.
Igualdad: Este valor también impregna el contexto familiar; actualmente ambos
cónyuges son considerados iguales ante la ley, así como los hijos, tanto si han
nacido dentro del matrimonio como si no.
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países europeos. El que la voluntad individual prime sobre la supremacía de la
institución es un interesante indicador del cambio de valores.
“La socialización es el proceso a través del cual el ser humano adquiere un sentido
de identidad personal y aprende las creencias y normas de comportamiento
valoradas y esperadas por las personas que le rodean. Concretamente, la
socialización familiar se refiere al conjunto de procesos de interaccion que se
producen en el contexto familiar y que tienen como objetivo inculcar en los hijos un
determinado sistema de valores, normas y creencias. El proceso de socialización
no finaliza en la niñez; continúa durante la adolescencia, aunque se hacen
necesarias importantes transformaciones debidas a los cambios que viven el niño y
el sistema familiar durante esta transición. Tanto los cambios evolutivos –biológicos,
cognitivos y emocionales-, como los cambios contextuales que sufre el adolescente,
requieren que se produzca una reformulación de las estrategias de socialización y
de las formas de relación entre padres e hijos, es decir, un cambio fundamental en
el sistema familiar (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001).
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de base para subrayar la influencia contextual que proporcionan los padres; el
sistema padres-hijo/a nace con un sesgo determinado biológicamente favoreciendo
la influencia parental. En segundo lugar, existen razones culturales; a pesar de los
serios competidores que tienen los padres en su rol de agentes socializadores,
nuestra sociedad aún les otorga la principal autoridad en el cuidado de los hijos. Los
padres tienen una serie de derechos y responsabilidades legales en el ámbito del
cuidado de los hijos que les permite el control sobre ellos. En tercer lugar, los padres
son las personas con mayores posibilidades de establecer relaciones significativas
con sus hijos. Desde el momento del nacimiento y, durante muchos años, los padres
alimentan, dan cariño, protegen, cuidan y juegan con sus hijos, actividades que
sientan las bases para una fuerte unión entre padres e hijos. Por último, los padres
tienen una importancia primordial en los procesos de socialización porque tienen
más oportunidades que ninguna otra persona de controlar y entender la conducta
de sus hijos. Todas estas razones en torno a la importancia de la socialización
familiar siguen estando vigentes, en mayor o menor medida cuando el hijo atraviesa
la etapa de la adolescencia (Musitu y García, 2001)”. (MUSITU, 2002, pág. 115)
El estilo parental puede definirse como una constelación de actitudes hacia el hijo
que, consideras conjuntamente, crean un “clima emocional” en el que se expresan
las conductas de los padres. Estas conductas incluyen aquellas dirigidas a alcanzar
un objetivo de socialización –es decir, las prácticas parentales-, así como conductas
que no se encuentran dirigidas a la consecución del objetivo de socialización, tales
como gestos, cambios en el tono de voz y el lenguaje corporal o la expresión
espontánea de las emociones. A su vez, los valores u objetivos de socialización
incluyen la adquisición de habilidades y conductas específicas del niño (habilidades
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sociales, habilidades académicas, etc.)Así como el desarrollo de cualidades más
globales en el hijo (curiosidad, independencia, pensamiento crítico, etc.).
Lógicamente, estos aspectos de la socialización familiar se encuentran íntimamente
relacionados con el contexto cultural en el que se halla integrada la familia. Los
procesos que ligan las conductas de los padres y de los hijos no son universales;
no se mantienen iguales con independencia de las características de los
participantes o de los contextos en el seno de los cuales ocurren dichos procesos.
Los valores y normas culturales determinan la conducta real de los padres y el modo
en el que los hijos interpretan los objetivos y la conducta de sus padres, así como
la forma en que los adolescentes organizan su propia conducta.
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específicamente, durante la adolescencia, es importante subrayar que los
padres han de ser, por una parte, responsivos a las necesidades del
adolescente para incrementar su responsabilidad y toma de decisiones en
la familia y, por otra, han de mantener un alto nivel de cohesión y afecto
en el entorno familiar. Es decir, a medida que el hijo comienza a asumir
más responsabilidades y llega a tener más confianza en sí mismo, se
darán con mayor probabilidad resultados favorables en su desarrollo si los
padres continúan siendo fuente de apoyo para sus hijos. Por otra parte,
las relaciones padres-hijos previas a la adolescencia se caracterizan por
su asimetría en la dimensión control; es en esta dimensión donde es más
probable que se produzcan las transformaciones más importantes en la
forma de la socialización.
En este sentido, mientras que los hijos en las culturas occidentales necesitan de
un grado elevado de supervisión, la meta de la socialización familiar durante el
periodo de la adolescencia es, de algún modo, estimular el que sean personas
independientes y autónomas, aunque en un contexto de cuidado, afecto y
relaciones familiares intimas y cohesivas. Así, los padres se ven en la necesidad
de modificar la forma en la que manejan las relaciones con sus hijos. Por lo tanto,
la forma de socializar a los hijos en este periodo, forma ideal, naturalmente, se
encuentra menos influida por la autoridad y el poder paterno, y mucho más por
la flexibilidad y responsividad. Algunos de los retos más difíciles de la educación
de los hijos durante la adolescencia podrían ser los siguientes: renegociar la
forma de relación con un hijo/a sexualmente maduro; revisar y modificar las
discusiones familiares, así como las normas y reglas; negociar el nivel de
supervisión y control, a la vez que se facilita la socialización del hijo con su grupo
de iguales. Cambios y retos de este tipo requieren de una modificación en las
propias prácticas y estilos parentales, de forma que éstas estén en consonancia
con las necesidades cambiantes del desarrollo del hijo”. (MUSITU, 2002, págs.
116,117)
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“Además del acuerdo generalizado respecto a las dos dimensiones que subyacen
a los estilos parentales, existe también un gran consenso acerca de la asociación
entre estilo parental y consecuencias en el desarrollo psicosocial del hijo. Los
hijos “modelo” o hijos a los que Baumrind llamaría más tarde “instrumentalmente
competentes” son producto de hogares en los que los padres se comportan de
una determinada manera. Estos padres son afectivos, establecen normas
racionales y claras a la vez que permiten al hijo autonomía dentro de esos límites
y son capaces de comunicar con claridad sus expectativas y las razones de tales
expectativas.
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paradoja es que en los hogares democráticos los adolescentes se identifican
fuertemente con sus padres y, a la vez, han internalizado las reglas y valores de
sus padres (Musitu y Cava, 2001)”. (MUSITU, 2002, pág. 118)
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pintadas, la rotura de cristales, el robo y deterioro de ordenadores y material
escolar, las agresiones, intimidaciones y amenazas entre estudiantes y a los
profesores…).
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“En primer lugar, cabe señalar que existen numerosas definiciones y
clasificaciones de las conductas violentas o agresivas. En la mayoría de los
casos, se incluye como un elemento definitorio la intención de herir o causar daño
de forma directa o indirecta a la víctima, cuando se trata de una agresión dirigida
hacia otra persona. Asimismo, se incluyen tanto las agresiones físicas (patadas,
golpes, empujones, pellizcos,…) como las agresiones verbales (humillaciones,
burlas, insultos, motes despectivos, amenazas,…). Dentro del ámbito escolar, el
tipo de agresiones más frecuentes son las verbales y estas se producen, sobre
todo, entre alumnos y fuera del aula (en el pasillo o en el patio). Aunque, a medida
que los alumnos son mayores, este tipo de insultos o provocaciones se van
trasladando también a las clases (Ortega y Mora- Merchán, 1997). Desde la
perspectiva de un educador, la violencia en la escuela comprende aquellos
comportamientos que dificultan gravemente el entorno seguro de aprendizaje de
un aula o centro. Para los alumnos, la violencia escolar es cualquier cosa que los
haga sentir miedo de venir y de estar en la escuela (MacDonald, 1999:130).
Formas sutiles y subrepticias de violencia como la intimidación, el acoso y la
discriminación, se encuentran en todos los centros sin distinción de clase, lugar
o tipo. Normalmente, para numerosos profesores y responsables de los centros
estas manifestaciones de violencia pasan desapercibidas, o en el mejor de los
casos, las consideran como consustancial a la adolescencia. Sin embargo, para
numerosos alumnos la vivencia de esta experiencia es considerada como un
verdadero trauma.
En cuanto a las causas, que son muchas, resulta interesante retomar el análisis
que Aronson (2000) realiza del trágico suceso que hemos descrito anteriormente.
Este investigador nos insiste en la importancia de buscar las causas de los actos
violentos para poder reducir su ocurrencia en el futuro. A veces, después de un
suceso trágico, suele buscarse culpables (padres, profesores, directores,
responsables educativos, medios de comunicación,…) con el único fin de
condenarlos por no asumir sus responsabilidades, o por no ser conscientes de lo
que podía pasar y prevenirlo a tiempo. Sin embargo, esto resulta poco eficaz de
cara al futuro, y si lo es analizar las causas para cambiarlas. Aunque, por otra
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parte, es necesario que no nos quedemos solo con las causas superficiales de
un problema, sino que analicemos también sus causas más profundas, puesto
que estas son las que realmente generan y mantienen el problema. Por último,
hay que tener presente que, en función de las causas, se deciden unas u otras
intervenciones para solucionar el problema y, obviamente, sino analizamos
adecuadamente las causas, nuestras intervenciones pueden ser, en el mejor de
los casos, poco eficaces y, en el peor, generar nuevas consecuencias negativas
que sumar a la situación ya de por si problemática.
Hechas estas salvedades, sigamos el análisis de Aronson. En primer lugar, es
cierto que las escuelas están reflejando muchos aspectos de la sociedad y de la
comunidad y barrio en la que están ubicadas. De esta forma, la competitividad
presente en la sociedad, los cambios que se están produciendo en las formas y
funciones de las familias occidentales, los valores mismos de la sociedad, son
sin duda elementos que también están presentes en la escuela. Sin embargo,
también muchos aspectos de la propia organización del aula pueden favorecer o
disminuir las conductas violentas. En este sentido, algunas personas han
señalado (y así lo cita también Aronson) que el problema(o la causa) está en una
falta de disciplina en las actuales escuelas. Irónicamente, Aronson propone como
solución, si es que esta es la causa, que todos los alumnos tengan que dirigirse
a sus profesores llamándoles “señor” o “señora” y, por supuesto, utilizando el
trato de “usted”. Asimismo, los estudiantes deberían pedir permiso en todo
momento a sus profesores para hablar, para levantarse, para moverse,…
Ciertamente, exigiendo este tipo de comportamiento a los estudiantes, es muy
probable que pueda reducirse el número de conductas violentas y disruptivas que
los alumnos realizan en presencia del profesor; pero, sin duda, estas se
incrementaran en su ausencia. Los alumnos, de este modo, no serían “educados
y corteses” porque creyeran que es adecuada, útil y positiva la cortesía, sino solo
para evitar un castigo. Además, la utilización de estas medidas podría tener como
consecuencia que los alumnos llegaran a pensar que la fuerza(es decir, la
violencia y la coacción) es útil para imponer los criterios personales. Únicamente,
es cuestión de ser el más fuerte, de tener más poder,…
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En una línea similar han surgido algunas voces, tanto políticas como científicas,
más las primeras, señalando la necesidad de un mayor control en las escuelas,
puesto que la causa de la violencia podría ser la escasa supervisión de los
adultos. Esta idea, llevada a sus máximas consecuencias, está convirtiéndose en
una realidad en muchos Institutos norteamericanos y se pretende también
integrar en nuestro país. De hecho, la presencia de vigilantes a las puertas del
centro educativo, los detectores de metales y las cámaras de vigilancia en los
pasillos son, actualmente, una realidad presente en más de un Instituto
norteamericano y europeo. En este caso, la “solución” al problema puede tener
como consecuencia que convirtamos a nuestras escuelas en pequeñas cárceles
en las que la conducta de niños y adolescentes este siempre controlada. Ni que
decir tiene que las consecuencias negativas de esta situación pueden superar el
problema inicial. Los estudiantes tienen que ser capaces de controlar sus actos
de forma autónoma y no sentir que están siempre vigilados y controlados. La
labor de la escuela es enseñar conocimientos; pero, también es enseñar formas
de relacionarse con los demás, de entender a los demás y de convivir. Estas
medidas, en cierto modo, convertirían a las escuelas en centros de seguridad,
que cada día se parecerían más a cárceles en las que adolescentes “rebotados”
serian controlados por profesores y vigilantes.
Esta dificultad para cambiar la percepción que tenemos de una persona, una vez
elaborada, es también un impedimento, en muchos casos, para cambiar la
situación de rechazo y aislamiento social en la que se encuentran algunos
alumnos. En ocasiones, chicos y chicas que carecen de habilidades sociales y
que tienen dificultades para relacionarse con sus compañeros, una vez
entrenados en este tipo de habilidades, son incapaces de variar su situación
social en el grupo debido a que sus compañeros no varían fácilmente la
percepción previa que tienen de ellos, aunque se comporten de forma
socialmente hábil. Las “etiquetas sociales” que se aplican a personas son muy
difíciles de modificar, y en esto estriba precisamente su principal peligro.
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es un complejo racimo de variables individuales, familiares, escolares, sociales y
de los medios de comunicación de masas.
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Numerosos autores también Ponen de manifiesto que a medida que los niños y
niñas crecen y tienen mayor nivel educativo, desean más participación en la
escuela y en la toma de decisiones familiares. Sin embargo, al tener pocas
oportunidades en ambos contextos, se implican en conductas de riesgo con el fin
de expresar su necesidad de autonomía. El comportamiento desviado del
adolescente se explica por tanto por el fracaso de la escuela y de la familia para
asumir sus necesidades crecientes de autonomía y control (Cernkovich y
Giordiano, 1979; Conger y Col., 1995). Sin embargo, la frecuencia y aparente
normalidad de estas conductas no debe ocultar su gravedad. Los delitos que
cometen algunos adolescentes a menudo son graves y pueden tener
consecuencias negativas para el propio adolescente, su entorno familiar, la
escuela y la sociedad (Compas y Col., 1995).
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el proceso de elaboración del conocimiento social como en el proceso de
consolidación de la identidad (Palmonari y Col., 1989, 1992; Musitu y Col., 2001).
“Sin embargo, también es verdad que numerosos adolescentes – más los chicos
que las chicas- manifiestan ya conductas delictivas en un momento más
temprano de la vida – trayectoria persistente-, agravándose estas conductas en
la adolescencia y en la edad adulta (Farrington y Col., 1990). En esta línea, son
numerosos los investigadores del comportamiento delictivo y violento que
señalan que la violencia es una característica profundamente persistente y
crónica de determinados individuos de todas las edades (Caspi y Col., 1990;
Farrington y Col., 1990; Smetana y Bitz, 1996). En el marco de esta trayectoria
persistente, sin duda alguna la de más tradición y volumen de investigación, hay
una gran coincidencia en los investigadores sociales preocupados por la
delincuencia juvenil en la idea de que la raíz de las conductas delictivas se
encuentra fundamentalmente, no exclusivamente, dentro de la familia.
Posiblemente, la teoría que mejor nos ayude a comprender la influencia de la
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familia en la conducta delictiva y violenta del adolescente sea la teoría social
cognitiva (Muss, 1988; King y Col., 1995). Este acercamiento subraya la
importancia del aprendizaje observacional, modelado e imitación en el desarrollo
psicosocial de los seres humanos. Desde esta teoría se considera que los
adolescentes aprenden diferentes conductas identificándose con otros
significativos, tales como padres e iguales. Krohn y colaboradores (1992)
investigaron en una muestra de adolescentes las relaciones existentes entre
percepción de los padres y cómo interactúan los miembros de la familia, y la
delincuencia oficial y autoinformada, y comprobaron que tanto las medidas de los
procesos de socialización parental como del funcionamiento familiar, contribuían
de forma independiente y significativa en la explicación de las conductas
delictivas (Musitu y Col., 2001).
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Un periodo que combina una considerable madurez biológica con una relativa
inmadurez social. La juventud como transición hacia la vida adulta (algunos autores
hablan de cinco transiciones que se dan en forma paralela: dejar la escuela,
comenzar a trabajar, abandonar el hogar de la familia de origen, casarse, formar un
nuevo hogar) es diferente según el sector social que se considere. En general, la
juventud transcurre en el ámbito de la familia de origen. La salida de la casa familiar
y la independencia económica marcan hitos básicos para una autonomía, que
aumenta con la constitución de pareja estable y el primer hijo”. (Margulis, M. (2001).
Latina, 41-56.).
“La vida familiar y el mundo que nos rodea han cambiado en forma tan espectacular
en los últimos años que si bien anhelamos tener relaciones personales sólidas y
duraderas, no sabemos cómo plasmarlas ni cómo mantenerlas frente a las
tempestades de la vida. Aunque la crisis o el estrés permanente hacen pedazos a
algunas familias, lo notable es que otras surgen de esos vendavales fortalecidas y
llenas de recursos. La generalizada preocupación por el colapso de la familia hace
que necesitemos más que nunca comprender los procesos capaces de fomentar la
resiliencia, la fortaleza de las relaciones familiares. Y para sustentar y robustecer a
las parejas y familias, no sólo precisamos técnicas sino también herramientas
conceptuales útiles”. (Walsh, 2004, pág. 25).
“La expresión resiliencia familiar designa los procesos de superación y adaptación
que tienen lugar en la familia como unidad funcional. La perspectiva sistémica
permite comprender de qué manera los procesos familiares moderan el estrés y
posibilitan a las familias afrontar penurias prolongadas y dejar atrás las situaciones
de crisis. Patterson (1983) sostiene que los factores estresantes afectan a los niños
sólo en tanto y en cuanto interrumpen los procesos decisivos de la familia. No sólo
el niño muestra vulnerabilidad o resiliencia: lo más importante es que el propio
sistema familiar influye en el eventual ajuste. Hasta los individuos no afectados por
la crisis lo son por la reacción de la familia, que repercute luego en todas sus demás
relaciones (Bowen, 1978). El modo como la familia enfrente y maneje la experiencia
disociadora, amortigüe el estrés, se reorganiza con eficacia y siga adelante con su
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vida influirá en la adaptación inmediata de todos sus integrantes, así como en la
supervivencia y bienestar de la unidad familiar misma”. (Walsh, 2004, pág. 40).
Uno de esos mitos es la creencia de que las familias sanas están libres de
problemas. Basándose en el modelo médico, se ha definido clínicamente la salud
como la ausencia de problemas. Por desgracia, esto nos deja en la oscuridad
respecto de los aportes positivos de la familia al funcionamiento saludable. Y hay
algo aún más grave: nos lleva a adoptar la premisa incorrecta de que todo problema
es sintomático de una familia disfuncional y causado por esta. Dicha creencia ha
tendido a patologizar a las familias que procuran superar las tensiones y cambios
disociadores que son parte de la vida (Munichin, 1974). Ninguna familia está libre
de problemas. Las adversidades desgracias nos golpean a todos de distinto modo
y diversos momentos del ciclo vital de cada familia. Lo que distingue a las familias
sanas no es la ausencia de problemas sino más bien su capacidad de superarlos y
resolverlos. El segundo mito es la creencia de que la familia es el único modelo
posible de una familia sana. Para muchos, esto evoca la imagen, propia de la
década de 1950, de la familia nuclear blanca adinerada, en la cual el jefe de la familia
es el padre, que trae el sustento al hogar y cuenta con el apoyo de una madre que
actúa en todo momento como ama de casa. Las primeras teorías y estudios de las
ciencias sociales y la psiquiatría, al procurar definir la familia normal mediante un
conjunto de características universales o tomando como ejemplo un único tipo de
familia, cosificaron este modelo de la familia nuclear intacta con los roles de género
tradicionales, considerándolo esencial para el desarrollo saludable del niño
(Parsons y Bales, 1955). Luego de las grandes turbulencias sociales y económicas
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de las últimas décadas, estas imágenes nostálgicas de un pasado más puro son
comprensibles, pero están desconectadas de la diversidad de estructuras, valores
y desafíos que impone a la familia nuestro mundo cambiante. Sin embargo, las
familias que no se ajustan al criterio de una sola norma para todos han sido
patologizadas y estigmatizadas partiendo de premisas según las cuales cualquier
otra forma de familia representa una posibilidad intrínseca de daño para sus hijos.
Familias de muy variada configuración pueden tener éxito. Lo que importa para un
funcionamiento saludable y el desarrollo de la resiliencia no es la forma que adopta
la familia sino los procesos que se dan en su seno”. (Walsh, 2004, págs. 41- 42)
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amoldarse a la situación particular que les toca vivir (Walsh, 1993). Por ejemplo, si
una familia tiene un grado muy alto de cohesión, esto suele ser rápidamente rotulado
de aglutinamiento disfuncional; sin embargo, en una determinada cultura la unión
de la familia puede ser muy valorada, o indispensable si sus integrantes deben
conjugar sus esfuerzos para capear un temporal grave. Los procesos beneficiosos
para un funcionamiento eficaz pueden variar según los contextos socioculturales y
los desafíos de la vida.
Hay que tener cuidado y no patologizar las angustias provocadas por las etapas de
la transición o las prolongadas tensiones que genera la adaptación, ni juzgar a las
familias atendiéndose a un único patrón normativo de salud.
A fin de hacer justicia a estas complejidades, debe evaluarse el funcionamiento
familiar ante cada situación. El concepto de resiliencia familiar es flexible y puede
abarcar numerosas variables: similitudes y diferencias, continuidad y cambio en el
transcurso del tiempo”. (Walsh, 2004, pág. 45)
28
adaptación (Boss, 1987; Cowan, Cowan y Schulz, 1996; Hawley y DeHaan, 1996;
Lavee, McCubbin y Olson, 1987; Rapaport, 1962).
En cada etapa evolutiva existe un cambiante equilibrio entre los sucesos estresantes
que aumentan la vulnerabilidad y los mecanismos de protección que aumentan la
resiliencia. Se han propuesto tres modelos para explicar los mecanismos a través
de los cuales los procesos de protección pueden dirimir la relación entre el estrés y
la competencia.
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El modelo de desafío afirma que los factores estresantes pueden llegar a aumentar
la competencia, siempre y cuando el nivel de estrés no sea demasiado alto. Una
crisis puede instarnos a agudizar nuestras habilidades y a desarrollar nuevas
virtudes.
A fin de compensar la pérdida del rol de la madre, la familia puede reorganizar sus
rutinas cotidianas y reasignar las responsabilidades con el fin de asegurar la
satisfacción de las necesidades básicas de los niños: tal vez el padre modifique con
flexibilidad sus horarios de trabajo, los hijos mayores colaboren y algunos miembros
de la familia ampliada intervengan. Al unir sus fuerzas para enfrentar este desafío,
se fortalecen los lazos entre los integrantes y los individuos pueden desarrollar
nuevas áreas de competencia. Quizás las nuevas responsabilidades del padre lo
lleven a revelar su gran capacidad, hasta entonces no manifestada para dar cariño
a sus hijos.
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familiares fomentan la resiliencia mediante una sucesión de influencias indirectas
que atenúan los efectos directos del suceso estresante. Si los esfuerzos de
superación de la familia son ineficientes, las tensiones se complican y aumenta el
riesgo de ulteriores complicaciones; si son positivos, pueden reducir el estrés y
restaurar el bienestar.
“En una época de difundida preocupación acerca del derrumbe de la familia, es más
importante que nunca identificar los procesos fundamentales capaces de permitir a
sus miembros capear los temporales y salir fortalecidos de estos Como unidad
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familiar. Nuestra comprensión del funcionamiento de la familia y nuestros esfuerzos
por edificar la resiliencia deben adecuarse a los distintos desafíos que enfrentan las
familias contemporáneas.
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apoyado en las tareas del hogar por su esposa, dedicada al manejo de la casa, la
crianza de los hijos y la atención de los ancianos. Muchos afirman erróneamente
que este modelo constituía una institución esencial que ahora corre peligro, cuando
en realidad fue idiosincrásico de su época (Skolnick, 1991). Luego de los traumas
provocados por la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, vino una época de
prosperidad alimentada por una sólida economía de posguerra y por los beneficios
sociales otorgados por el Estado en materia de educación, empleo y vivienda propia.
Todo esto permitía a la mayoría de las familias vivir cómodamente con el ingreso
proveniente de una sola persona. Revistiendo la tendencia de declinación constante
de la tasa de natalidad de la primera mitad del siglo, las parejas comenzaron a
casarse más jóvenes y en mayor cantidad que en ninguna otra época.
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envejecimiento de la sociedad y movimientos a favor de la igualdad y la justicia
social para las mujeres, los homosexuales y la gente de color.
Hoy las familias de doble ingreso son la norma: representan dos terceras partes del
total de hogares con dos progenitores (Barnett y Rivers, 1996). En la mayoría de las
familias se necesitan dos sueldos para mantener un modesto nivel de vida
(Piotrkowski y Hughes, 1993). Las tradicionales divisiones de roles por género ya
no son típicas, en la medida en que las aspiraciones profesionales de las mujeres,
el divorcio y las presiones económicas han hecho que casi en 70% de las madres
se incorporasen a la fuerza laboral. La mayoría de las madres ( casadas y solteras)
casi el 75% de las madres de niños en edad escolar y más del 60% de las de niños
preescolares están hoy en el mercado de trabajo, ya sea por propia elección o, más
a menudo, por necesidad.
Ha aumentado el número de personas que viven solas, dado que la cantidad de
adultos solteros casi se duplicó en las dos últimas décadas. Al mismo tiempo, la
cantidad de jóvenes que viven con sus padres, ora esperando en la plataforma de
lanzamiento o después de haber retornado al hogar por motivos económicos, es
mucho mayor que hace una década. Quienes se casan postergan el matrimonio
más que antes; el número de parejas que cohabitan sin estar casadas ha
aumentado de forma espectacular. Casi la mitad del total de adultos viven durante
algún periodo de su vida en cohabitación, aunque la mayoría termina casándose.
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Los progenitores solos (solteros o divorciados) se han vuelto cada vez más
comunes; se estima que casi la mitad de los niños y más del 60% de los niños
pobres pertenecientes a grupos minoritarios vivirán al menos una parte de su
infancia en un hogar monoparental. Las madres solas que dirigen el hogar abarcan
el 25% de las unidades familiares (en 1960 eran el 5%), proporción que se eleva a
alrededor del 50% entre las afronorteamericanas. Aunque la tasa de embarazos de
adolescentes no casadas parece haber comenzado a disminuir últimamente, el
problema sigue siendo grave: los estudios realizados documentan el alto riesgo de
pobreza a largo plazo, crianza deficiente y una plétora de problemas de salud y
psicosociales entre los niños que tienen niños (Chase-Lansdale y Brooks-Gunn,
1991).
Los índices de divorcio, que en los últimos tiempos habían trepado rápidamente,
fluctúan hoy en algo menos del 50%. Dado que más del 70% de los divorciados
vuelven a casarse, se prevé que dentro de poco las familias constituidas por nuevos
matrimonios serán la forma de familia más corriente (Visher y Visher, 1996).
También han aumentado las familias creadas por adopción ya sea entre individuos
solos o en las parejas (Anderson, Piantanida y Anderson, 1993).
Pese a que las estructuras familiares sufren estos enormes cambios, la gente sigue
considerando que la relación comprometida de una pareja es una de las mayores
fuentes de felicidad, y a los 50 años de edad el 90% de las personas se ha casado
legalmente. La mayoría lo hará más de una vez en su vida. El movimiento a favor
de los derechos de los homosexuales les otorgó creciente visibilidad y propende a
la normalización y legalización de las asociaciones domésticas o concubinato entre
personas del mismo sexo (Laird, 1993; Laird y Green, 1996). Los individuos quieren
compartir su vida con alguien y tener una relación íntima que les brinde comodidad,
gratificación romántica y sexual y una amistad que dure para toda la vida”. (Walsh,
2004, págs. 58 - 59)
“A lo largo de los siglos (y aún hoy en muchas culturas), el matrimonio era visto en
términos funcionales: las familias conformaban las parejas sobre la base de la
36
posición económica y social, y las mujeres e hijos eran propiedad de sus padres y
maridos. El patriarca de la familia tenía autoridad sobre los hijos y las mujeres y
controlaba las principales decisiones y recursos. Para que el marido estuviera
seguro de que sus descendientes (varones) eran realmente suyos, el hombre de la
familia exigía la absoluta fidelidad de la esposa y la castidad de las hijas casaderas
(Walsh, 1985). En las sociedades árabes, por ejemplo, estos valores fueron puestos
en práctica con frecuencia mediante el uso del velo y la reclusión de las mujeres en
la casa. En algunas culturas africanas, la mutilación de los genitales de las jóvenes
asegura que para ellas el sexo nunca sea una tentación placentera. En muchas
sociedades patriarcales, la poligamia es el sistema familiar normal. A menudo el
esposo vive junto a sus mujeres y numerosos hijos en una misma casa, y su
prestigio social aumenta con cada nueva esposa, a la vez que el de esta última
aumenta con el nacimiento de cada hijo.
En el pasado las familias tenían muchos más hijos, pero las mujeres dedicaban a
su crianza comparativamente menos tiempo, ya que contribuían a la economía
común de la familia de diversos modos, desde el tejido hasta la contabilidad. Tanto
los padres como los hijos mayores, otros parientes y vecinos participaban en forma
activa en la crianza. La integración de la vida familiar y laboral permitía que los
miembros de la familia compartieran intensamente muchas actividades laborales.
La industrialización y la urbanización provocaron una redefinición de los roles y
funciones de cada género. El trabajo familiar y el trabajo productivo asalariado
pasaron a ser esferas separadas, como lo fueron el hogar y el lugar de trabajo
(Bernard, 1982). A las mujeres se les asignó el rol exclusivo de custodiar el hogar,
alimentar y cuidar a los niños y hacerse cargo de los ancianos, y se glorificó su
domesticidad. En la sociedades de América del Norte y Gran Bretaña, en particular,
el rol maternal fue cosificado hasta tal punto que la mujer llegó a ser considerada la
dadora primaria, esencial e irremplazable de cuidados para el desarrollo saludable
de los hijos, y concomitantemente culpada por todos los problemas que presentarán
estos a la familia ( Braverman, 1989). Pero como el trabajo doméstico no era
remunerado, se lo degradó y se tornó invisible, haciendo que ella dependiera
totalmente del apoyo económico del varón que sustentaba el hogar.
37
Cuando la necesidad obligó a la mujer a sumarse a la fuerza laboral, su salario y
condiciones de trabajo fueron inferiores a los del hombre y quedaron ligados a sus
obligaciones familiares primarias. Esta doble disparidad todavía persiste. La
creencia de que el rol de ama de casa y criadora de los hijos cumplida por la mujer
en todo momento era esencial para el bienestar de todos los miembros de la familia
alentó el mito de que el trabajo externo era pernicioso para ella, que socavaría la
estima de su marido y pondría en peligro el desarrollo saludable de sus hijos.
El modelo dual del sostén del hogar y la ama de casa fue muy funcional para las
demandas de la economía industrial; pero los rígidos roles de género, la
subordinación de las mujeres a sus maridos y a la posición periférica de los padres
en el hogar exigida por su trabajo no eran apropiados ni para el buen funcionamiento
de la familia ni para el bienestar de sus integrantes. Además, la pérdida del sentido
de comunidad aisló aún más a hombres y mujeres, privándolos de la compañía y
apoyo que cada uno podía encontrar en el otro. Las expectativas sobre el rol de la
mujer que era mantener la funcionalidad de la familia, implicaron un alto costo
personal; les tocó una carga desproporcionada en el cuidado y atención de los
demás, mientras que les negaban sus propias necesidades y su identidad
(McGoldrick, Anderson y Walsh, 1989). En el caso de los hombres, la ética laboral
y los horarios de trabajo hicieron que mermara la participación en la vida de la
familia. Un crítico de esta situación escribió: cada familia suburbana es, en cierto
modo, un hogar quebrado en el que el padre aparece como un visitante que viene
a pasar la noche [y] la sufrida ama de casa tiene demasiadas cosas que hacer
(Skolnick, 1991,pág. 60).
La creencia de que los roles apropiados para cada género eran esenciales sí se
pretendía un sano funcionamiento de la familia y desarrollo de los hijos persistió las
conceptualizaciones sociológicas sobre la familia norteamericana normal. A partir
de las observaciones realizadas por Talcott Parsons sobre las familias
estadounidenses blancas de clase media que vivían en los suburbios residenciales
en la década de 1950 (Parsons y Bales, 1955), se pasó de la descripción de las
pautas típicas en un determinado momento y lugar a la prescripción de dichas
38
normas como criterio universal. Según ese punto de vista, la estructura de la familia
nuclear brindaba una saludable complementariedad de roles: el liderazgo
instrumental del varón y el apoyo socioemocional de la mujer. Diversas autoridades
en los campos de la psiquiatría y el desarrollo infantil adhirieron a este modelo
familiar y a su corolario: que si una familia no lograba mantener los de género
apropiados, los hijos resultarían dañados y hasta pondrían llegar a tener en el futuro
una esquizofrenia (Lidz, 1963).
La primera oleada feminista de la década de 1960 fue una reacción contra los
efectos embrutecedores y explotadores de este modelo de familia moderna, con sus
esferas separadas y desiguales para hombres y mujeres. La opción reproductiva y
la planificación familiar permitieron a la mujer incorporarse al ámbito laboral, en
busca de ese crecimiento personal y condición social que el rol tradicional de ama
de casa le había negado. Pronto surgió el síndrome de la supermujer, cuando las
mujeres quisieron hacerlo todo combinando la crianza de los hijos con el trabajo
extra hogareño, sólo para comprobar Al poco tiempo que estaban sumando un
segundo turno (Hochschild, 1989), puesto que la mayoría de los hombres aún no
habían efectuado ningún cambio correspondiente que los llevase a compartir en
mayor medida las responsabilidades hogareñas. Numerosos estudios han puesto
de relieve que las mujeres empleadas fuera del hogar siguieron encargándose de
casi el 80% de las tareas domésticas y de sus obligaciones el materia de crianza
(Hochschild,1997). Si bien es cierto que hoy Muchos hombres se ocupan de la casa
en mucho mayor medida que sus propios padres en el pasado, su porción de la
carga sigue siendo mucho menor que la de las mujeres (Lamb, 1997). En
consecuencia, la segunda oleada del movimiento femenino tomó como eje la política
familiar, en su afán de redefinir y reequilibrar las relaciones entre los géneros en
cuanto a sus respectivos roles, de modo tal que tanto hombres Como mujeres
pudieran alcanzar su realización personal, tener un empleo remunerado y compartir
las responsabilidades y placeres de la vida familiar (McGoldrick et al., 1989). El
reciente movimiento por la nueva masculinidad ha exigido, asimismo, una
participación mayor de los padres en la crianza, junto con una reconexión con sus
propios padres, a quienes apenas habían conocido. Algunos hombres abogan por
39
una vuelta al modelo patriarcal tradicional, pero la mayoría tienen en común con la
mujer el deseo de gestar una asociación familiar más cabal igualitaria (Napier,
1988)”. (Waals, 2004, págs. 60 - 63)
“Como ya señalamos, la mayor parte de las familias necesitan dos ingresos para
tener al menos un nivel de vida modesto y poder pagar sus gastos de salud y la
educación de sus hijos. Muchos viven momentos angustiantes de incertidumbre a
raíz del achicamiento de las empresas, qué dejan en la calle a muchos padres de
familia después de muchos años de leal servicio. Y como la economía se desplazó
de la fabricación industrial a los servicios y la tecnología informática, las familias
pobres y de clase trabajadora, que son las de menor nivel de instrucción y
calificación laboral, son las que tienen menos oportunidades te empleo y las más
duramente golpeadas.
40
la inseguridad general y las tensiones intergeneracionales”. (Walsh, 2004, págs. 65
- 66)
41
casar y tienen hijos más jóvenes que sus nietos. Los adultos solteros (Anderson y
Stewart, 1994) y las parejas sin hijos establecen una variedad de relaciones íntimas
y de lazos importantes de parentesco y amistad, por ejemplo las redes
estrechamente entrelazadas de homosexuales de ambos sexos, llamadas familias
de elección (Weston, 1991).
Las nuevas tecnologías que facilitan la concepción y otras técnicas que prolongan
la vida o el proceso de morir plantean desafío sin precedentes a la familia”. (Walsh,
2004, págs. 66 - 67)
“Así pues, las familias actuales y futuras se han caracterizado o caracterizarán por
la creciente diversidad de su estructura, género, orientación sexual, cultura, clase
social y patrones de ciclo vital. Los debates sobre el futuro de la familia han puesto
el dedo en la llaga de la angustia que crea la vida actual en la era posmoderna
(Gergen, 1989). A medida que se modifican los ordenamientos familiares y el mundo
cambia en derredor, las familias deben enfrentarse con pérdidas reales y simbólicas.
Muchas sienten que marchan a la deriva, sobre una frágil barca, en medio de un
mar embravecido (Lifton, 1993). Los mitos relacionados con la familia ideal
complican aún más el sentimiento de deficiencia y fracaso que invade a las familias
en transición. Hay una difundida sensación de trastorno y confusión con respecto a
la estructura y el significado mismo de las relaciones familiares y sobre lo que es
una vida familiar normal (o sea, típica y previsible) y cómo crear familias sanas (o
sea, de funcionamiento óptimo). Desorientados e inseguros, mucho se aferran a
ciertas pautas familiares tradicionales, pero cuestionan los modelos idealizados del
pasado, que no se ajustan a su situación, necesidades y desafíos presentes.
Pese a todo, la mayoría de las familias de hoy evidencian una notable resiliencia,
sacando el mejor partido posible de sus circunstancias e inventando nuevos
modelos de conexión humana. Estas nuevas familias felices, como las ha
denominado la socióloga Judith Stacey (1990), están reformulando creativamente
la vida familiar en una variedad de marcos hogareños y de parentesco. A fin de
hacer frente a los nuevos retos, las personas aplican una gran serie de recursos,
42
amoldándolos a nuevas estrategias relacionales y de género, en lo que Stacey llama
vida familiar recombinante”. (Walsh, 2004, págs. 67 - 68)
“Todas las familias tienen valores propios, algunos de los cuales pueden reforzar la
continuidad con el pasado, en términos de compromisos y responsabilidades
personales, en tanto que otros quizá se aparten drásticamente de este, como
cuando existe un rechazo de modelo patriarcal. Pensando en el largo plazo, más
importantes que las inquietudes relativas a la diversidad de estilos de vida son otros
problemas, como el envejecimiento de nuestra población y el aislamiento en que
viven los ancianos, las tensiones económicas que sufren las familias y los
mecanismos culturales de transmisión de la violencia, el sexismo y el racismo.
Hombres y mujeres deben sumar fuerzas a fin de presionar a favor de estrategias
creativas que restauren el equilibrio entre los compromisos laborales y familiares. Al
definir el bienestar individual y familiar, pasan a primer plano las cuestiones
relacionadas con la calidad de vida, incluido el deseo de tener una mayor
participación en la comunidad, de alcanzar una realización espiritual, de promover
la justicia social y el cuidado del medio ambiente. Dado que la norma de la familia
nuclear moderna ha dado paso a una multiplicidad de formas de organización
familiar, el reto consiste en establecer políticas sociales y económicas y adoptar
enfoques clínicos que avalen las nuevas realidades familiares (Harway, 1996;
Pipher, 1997; Stacey, 1996).
Hoy Son muchas las familias confundidas y perturbadas, pero muchas más las que
evidencian una notable resiliencia. A despecho de la inestabilidad de la familia y del
contexto global de incertidumbre económica y social, la mayoría de las personas
siguen anhelando crear una familia y ser parte de ella. Se ha producido un cambio
en la definición misma de la familia, que ahora se ha ampliado hasta abarcar un
vasto espectro de opciones de relación. Si vemos en este periodo de transición una
43
oportunidad para experimentar con nuevos enfoques de la vida familiar para ampliar
el repertorio de pautas familiares, es posible que nuestras familias y la sociedad en
que vivimos crezcan y se transformen, accediendo a un mayor bienestar individual
y familiar. Toda tentativa de forjar nuevas modalidades de vida familiar suele toparse
con enorme resistencia institucional, pero gracias a las estrategias creativas de las
familias corrientes están surgiendo modelos potencialmente viables para las familias
del futuro.
44
De este modo, las creencias definen nuestra realidad.
(1996):
Las personas experimentan ciertas características comunes no sólo porque han
experimentado sucesos similares sino también porque conceptualizan e interpretan
las implicaciones de dichos sucesos de manera similar. Gracias a la vida en común
y el encuentro, nuestras creencias respectivas influyen entre sí. Desarrollamos
nuestras identidades en el marco de nuestras familias, profesiones y comunidades
según los sistemas de creencias que compartimos y no compartimos con los otros.
45
Vivimos la vida con apenas una ligera conciencia, y a veces sin conciencia alguna,
de nuestras creencias y de su efecto sobre nuestra vida y la de los demás (pág. 23).
Al mismo tiempo que comparten una mitología afín, los miembros de las familias
funcionales se mantienen abiertos a diferentes puntos de vista, estilos de vida y
percepciones. Consideran que la verdad es relativa y no absoluta; esto les permite
asimilar la realidad como algo subjetivo y único para cada persona y situación.
46
Estas creencias compartidas configuran las normas familiares, expresadas en
reglas prefijadas y predecibles que gobiernan la vida familiar. Las reglas
relacionales, tanto las explícitas como las implícitas, proponen expectativas acerca
de los roles, acciones y consecuencias que guían la vida familiar. Del cortejo en
adelante Cada pareja llega a un acuerdo relacional, o “quid pro quo” (Jackson, 1977;
Walsh, 1989), un contrato mayormente tácito qué que define lo que cada integrante
de la pareja espera de su compañero y de la relación. En las familias funcionales,
las reglas relacionales organizan la interacción y ayudan a mantener la integración
del sistema regulando la conducta de los miembros. Las creencias esenciales son
fundamentales para la identidad de la familia y sus estrategias de superación,
expresadas en reglas tales como “Nunca nos rendimos cuando la cosa se complica”,
o “Los hombres no lloran”. Con el paso del tiempo, es preciso reevaluar las
expectativas mutuas y modificar las reglas a la luz de las cambiantes necesidades
y limitaciones, como ocurre, por ejemplo, cuando la discapacidad del padre echa
por tierra los supuestos sobre su rol como sostén económico de la familia.
47
narración ha sido útil en todo tiempo y lugar para transmitir las creencias culturales
y familiares que guían las expectativas y acciones personales. Durante siglos, los
marroquíes se han reunido alrededor de los narradores en el animado mercado de
Marraquex, el J’ maa el F'na, para escuchar relatos de vida y amor, aflicciones
trágicas y alivios cómicos, de debilidades humanas y heroísmo. Estos relatos se
representan con frecuencia acompañado con disfraces y mímica, mientras el
redoble de los tambores bereberes acentúa los peligros y triunfos. Como sucede
con la narración y el teatro en las culturas de todo el mundo, en Marruecos estas
narraciones muestran las costumbres personales, los valores familiares y las
estrategias adaptativas para dominar los desafíos de la vida.
48
modo, Susan Griffin (1993) afirma que todos tenemos una profunda necesidad de
mantenernos conectados con la sociedad en general y con nuestra propia historia.
Esta autora sostiene que toda la historia forma parte de nosotros, de modo tal que
cuando se cuentan relatos o se revelan secretos ya se refieran a los miembros de
nuestra propia familia o a sucesos trágicos ocurridos mucho tiempo atrás o en sitios
remotos llegamos a comprender mejor nuestra propia vida.
Los relatos tienen una importancia particular a la hora de actuar ante la crisis y la
adversidad. En sus memorias sobre la experiencia del Holocausto, Elie Wiesel
(1995) atestigua la importancia de la memoria y la narración: La memoria es una
pasión no menos poderosa y penetrante que el amor (...) ¿Qué significa recordar?
Significa vivir en más de un mundo, impedir que el pasado se desvanezca y
convocar al futuro para que lo ilumine. Wiesel continúa diciendo: Los sobrevivientes
sólo tienen palabras, palabras pobres e ineficaces con las cuales defender a los
muertos. Algunos de nosotros, entonces, entretejemos estas palabras en cuentos,
relatos y alegatos por la memoria y la decencia. Es todo lo que podemos hacer, por
los vivos y por los muertos.
Bertram Cohler (1991) ha subrayado la importancia de la coherencia narrativa para
comprender los sucesos disruptivos. Construimos, organizamos y sintetizamos
nuestras experiencias. La adversidad y la angustia Que la acompaña se convierten
en tensiones y principios organizadores de un relato de vida y un sistema de
creencias coherentes (Bruner, 1986). Sea una catástrofe natural, una tragedia
personal o un prolongado periodo de penurias, la adversidad genera una crisis de
49
significado y una ruptura potencial de la integridad personal. Esa tensión da lugar a
la construcción o reorganización de nuestra historia de vida y de nuestras creencias.
Con el paso del tiempo, revisamos nuestros relatos de adversidad y resiliencia a fin
de encontrar o mantener un sentido de coherencia e integridad. Una de las tareas
principales de la terapia consiste en el esfuerzo por reorganizar un relato de vida en
el que las desdichas pasadas o actuales se presenten como una impedimento a la
capacidad de avanzar (Borden, 1992).
50
Las creencias fundamentales en la resiliencia familiar pueden organizarse en tres
áreas. Estas creencias implican la capacidad de conferir un sentido a la adversidad;
una perspectiva positiva, que reafirme los puntos fuertes y las posibilidades y
creencias trascendentes en la búsqueda de valores y finalidades, así como de
consuelo y solaz”. (Walsh, 2004, págs. 85 - 88)
“A su manera, las familias deben estructurar subida a fin de llevar a cabo tareas
esenciales para el crecimiento y el bienestar de sus miembros. Para enfrentar con
eficacia las crisis y la adversidad persistente, deben movilizar sus recursos,
amortiguar el estrés y reorganizarse a fin de adaptarse a las condiciones
cambiantes.
51
implica un liderazgo igualitario, con un enfoque democrático de la toma de
decisiones. Las negociaciones son abiertas e incluyen activamente a los niños. Los
roles pueden compartirse y el cambio, de ser necesario, se produce fluidamente.
Las reglas se adecúan a la edad y pueden sufrir modificaciones con el tiempo.
52
adaptativos en las reglas para asegurar tanto la transformación como la continuidad
de la vida familiar”. (Walsh, 2004, pág. 131)
“Los rituales son valiosos para marcar los sucesos importantes y promover tanto la
continuidad como el cambio. La celebración de las festividades, cumpleaños, ritos
de pasaje, casamientos, aniversarios y funerales son relevantes en todas las
culturas, aunque tienen formas y significados simbólicos diferentes (Imber - Black et
al., 1988). Ya sean seculares o sagrados los rituales y ceremonias ofrecen
trascendencia y conexión. Facilitan las transiciones vitales al tiempo que fortalecen
los lazos familiares y comunitarios. Los rituales de bodas son tan importantes en las
segundas nupcias como en las primeras, porque significan la formación de una
nueva unidad familiar; la participación de los hijos de matrimonios anteriores en la
celebración del nuevo matrimonio fomenta el proceso de integración. Las
ceremonias de celebración de compromisos matrimoniales son especialmente
importantes para las parejas homosexuales, a quienes se niega la sanción legal y
religiosa formal de su unión. Finalmente, la renovación de los votos puede significar
un nuevo compromiso sanador en el caso de cónyuges/ parejas que desean reparar
una ruptura previa en su relación”. (Walsh, 2004, págs. 131 - 132)
53
que provocan el desarraigo social y personal, la fractura familiar, la separación y la
pérdida, el sufrimiento mental y físico y enormes cambios sociales”. (Walsh, 2004,
pág. 133)
“En las familias de buen funcionamiento, los miembros forman múltiples y variadas
alianzas en torno de intereses e inquietudes comunes. En una familia biparental, es
importante que haya una alianza fuerte entre ambos padres y se fijen claras
fronteras generacionales. Sin embargo, las preferencias culturales varían y deben
explorarse en cada caso. Por ejemplo, en las familias latinas, la relación padre- hijo
puede prevalecer, como diada dominante, sobre la relación de pareja (Falicov,
1995).
54
sobrecargado de tareas mientras que otros tienen capacidad ociosa”. (Walsh, 2004,
págs. 139 - 140)
“Los padres son los arquitectos de la familia, y sientan los cimientos de una vida
familiar saludable merced a los ordenamientos, roles y reglas estructurales que
construyen. Hoy en día, el liderazgo familiar es cada vez más variado, desde una
familia biparental intacta hasta hogares monoparentales y binucleares, familias
ensambladas y parejas homosexuales. Las familias funcionan mejor y los hijos
prosperan cuando quienes los atienden colaboran entre sí, con una adaptación
mutua para la realización de las tareas vitales. Es importante que los padres y otros
prestadores de cuidados sean congruentes en sus expectativas y las consecuencias
para los niños. Los planes para el cuidado de niños que implican a un abuelo o
incluyen distintos hogares pueden funcionar bien siempre y cuando las líneas de
autoridad y responsabilidad estén claramente trazadas y se mantenga el respeto
mutuo. En los casos de divorcio y segundos matrimonios, los niños y sus familias
se desempeñan mejor cuando los adultos son capaces de formar equipos de crianza
cooperativos en los distintos hogares, con la participación tanto de los padres
biológicos como de los padrastros (Ahrons, 1994; Whiteside, 1998). Las familias
pueden necesitar ayuda para que los ex cónyuges dejen atrás sus resentimientos y
para que las antiguas y nuevas parejas superen sus sentimientos de rivalidad y
trabajen juntas en beneficio de los niños.
55
sus alternativas y responsabilidades aumentan. Las frustrantes y contraproducentes
luchas de poder no ocurren muy a menudo.
Las familias son contextos de aprendizaje crítico, creados por todos los miembros,
que a la vez responden a ellos. En las familias funcionales, el intercambio de
beneficios es mucho más frecuente que los castigos o la coerción mutua (Patterson
et al., 1975). Los padres o prestadores de cuidados estimulan el éxito de los niños
y recompensan la conducta adaptativa mediante su atención, reconocimiento y
aprobación. Tratan, además, de no promover las conductas inadaptadas. En las
familias menos funcionales, los padres utilizan más la coerción y se concentran en
la mala conducta, los errores, el control y el castigo. Los esfuerzos positivos y los
buenos resultados pasan inadvertidos y no son recompensados. Los terapeutas
pueden ayudar a las familias a afirmar las conductas positivas y a estimular los
intereses y talentos. Como las relaciones implican intercambios que abarcan una
amplia gama de posibilidades, podemos ayudar a las familias en dificultades a
encontrar muchas oportunidades de recompensar los intercambios que fortalecen
la relación al mismo tiempo que la competencia individual y la autoestima.
56
de laissez-faire, que impone pocas normas y es muy permisivo, también es menos
eficaz. El control más disfuncional de la conducta es el caótico, en el cual los
cambios son imprevisibles o aleatorios. Es factible que los padres dejen a los niños
hacer lo que quieran sin imponerles reglas o límites y luego, de pronto, adopten una
postura rígida y punitiva, de modo tal que los niños no saben en ningún momento a
qué normas atenerse o de cuánta libertad disponen. Las consecuencias de una mala
conducta fluctúan entre la ausencia de respuesta y los castigos demasiado duros.
“Una pareja funciona más adecuadamente cuando cada uno de sus integrantes
estimula las mejores características y aspectos creativos del otro de una manera
equitativa. Las investigaciones sobre el proceso familiar han hecho hincapié en la
importancia de la flexibilidad y el equilibrio en los roles para promover un crecimiento
y desarrollo adulto en ambos cónyuges, y han señalado que la desigualdad fomenta
las relaciones conflictivas y el divorcio.
57
diferencias dan una energía vital a la relación. Sin embargo, existen muchas
pruebas de que, aunque algunas diferencias están influidas por características o
predisposiciones físicas de origen biológico (inmodificables), hay una superposición
más amplia de rasgos, capacidades y preferencias individuales que han sido
culturalmente definidas como masculinos o femeninos (Hare- Mustin, 1987). La
mayor parte de las diferencias de género reflejadas en las expectativas sobre los
roles, los estilos relacionales y las limitaciones de las familias modelan y refuerzan
principalmente a través de la socialización desde la primera infancia hasta la adultez
para ajustarse a los valores de la cultura en general (McGoldrick et al., 1989). Los
estudios sobre el desarrollo de las mujeres demuestran una mayor valoración de la
proximidad y la intimidad para concretar relaciones satisfactorias (Jordan, 1992;
Jordan et al., 1991). Esta brecha de género comienza a reducirse debido a que los
hombres desafían cada vez más las imágenes limitativas de la masculinidad y
buscan un mayor compromiso emocional en las relaciones familiares y de pareja.
58
supuestos de género del tipo las tareas del hogar son cosa de mujeres, las mujeres
son más protectores por naturaleza, los hombres se manejan mejor con el dinero o
llorar no es de hombre. El etiquetamiento de las características humanas como
masculinas y femeninas hace que se las considere propias y naturales de un solo
sexo. Todos somos capaces de cumplir una amplia gama de funciones humanas, y
nuestra resiliencia como individuos, parejas y familiares se fortalece a medida que
nos expandimos y desarrollamos todas nuestras potencialidades.
Las cuestiones del poder compartido y la equidad también son relevantes en las
relaciones de pareja homosexuales (Laird y Green, 1996). Para las lesbianas,
quienes han sido criadas según los patrones femeninos de colaboración y
adecuación a las necesidades ajenas, tal vez sea más fácil compartir el poder y el
privilegio. Es posible que los hombres gays tengan más dificultades con estos
temas, porque la socialización masculina aumenta la lucha competitiva basada en
los intereses personales y el poder ejercido sobre los demás.
59
subordinado. Sin embargo, esto sólo es posible si las contribuciones de ambos se
valoran por igual y ninguno de los dos carga con un peso o goza de un privilegio
desproporcionado. Las parejas son más propensas a los desequilibrios de poder en
las estructuras familiares tradicionales, que reflejan las posiciones dominante -
subordinada del hombre y la mujer en la sociedad en general, y la diferencia de
estatus entre el trabajo pago y el trabajo no remunerado en las tareas del hogar y el
cuidado de los niños. Cuando existen posibilidades económicas, muchas parejas
deciden que es mejor que uno esté más en contacto con el mundo interior y el otro
con el mundo exterior, si ellos responde a las preferencias personales y a las
necesidades de la familia. La decisión es importante, y los cónyuges deben prestar
atención a la dinámica cultural, laboral y familiar, que con el tiempo puede inclinar
fácilmente en uno u otro sentido las diferencias de poder y privilegio (Walsh, 1989).
Las parejas con dos aportantes de ingresos, que hoy son la norma, tienen relaciones
más simétricas y enfrentan desafíos diferentes (Schwartz, 1994). Si ambos deben
trabajar y compartir el cuidado de los niños y las tareas del hogar, debe efectuarse
una división del trabajo basada en sus situaciones particulares, teniendo en cuenta
las respectivas exigencias, aptitudes y preferencias y la necesidad de un justo
reparto. Bombardeados por las múltiples y conflictivas presiones laborales y
familiares y por los cambios en las expectativas de rol, las parejas que trabajan
necesitan establecer una estructura muy clara y, sin embargo, ser muy flexibles para
cambiar de rumbo y cubrirse uno a otro cuando surge la necesidad. También deben
manejar el conflicto de competitividad qué plantea el valor relativo de sus aportes o
su capacidad como padres.
Cada vez más, hombres y mujeres procuran basar las relaciones familiares en una
visión personal y compartida de una vida más completa. Sin embargo, la mayoría
de las relaciones aún son asimétricas, debido a que casi todas las mujeres que
trabajan siguen cargando sobre sus hombros con una cantidad desproporcionada
de responsabilidades por el manejo de la casa, los niños y los ancianos, y su
coordinación. La mayoría de los hombres participan más que antaño sus padres en
el frente doméstico, pero en casi todos los casos todavía tienen en esa materia
60
muchas menos responsabilidades que sus esposas. Con una enorme resistencia
institucional, en las próximas décadas la oposición a las rígidas políticas públicas
que desmerecen las tareas domésticas y el cuidado de la familia, y niegan a
hombres y mujeres una participación plena e igualitaria en la vida familiar seguirá
siendo un desafío constante (Edelman, 1992).
“Las familias son más fuertes cuando ambos cónyuges/ padres comparten la
autoridad y el respeto de manera igualitaria”. (Walsh, 2004, pág. 148)
“La familia extensa y las redes sociales ofrecen ayuda práctica y una vital conexión
comunitaria. Brindan información, servicios concretos, apoyo, compañeros y solaz.
También promueven un sentimiento de seguridad y solidaridad. Las actividades
comunitarias y la afiliación religiosa también fomentan el bienestar individual y
familiar, por ejemplo mediante la participación regular en cenas en las iglesias, en
los clubes para la tercera edad y en las asociaciones de padres y docentes. Estudios
recientes sugieren que la pertenencia a un grupo y la participación en actividades
sociales regulares de cualquier tipo son factores protectores de la vida. Esto es
61
especialmente importante para los ancianos que combaten el aislamiento y la
depresión (Walsh, 1998b)”. (Walsh, 2004, pág. 149)
“Los lazos con el mundo social son de vital importancia para la resiliencia familiar
en tiempos de crisis. Stinnett y sus colaboradores (Stinnett y DeFrain, 1985; Stinnett
et al., 1981) descubrieron que las familias fuertes tienen la valentía de admitir que
están en problemas y necesitan ayuda. Cuando no pueden hallar soluciones por sus
propios medios, son más propensas a recurrir a los parientes, amigos, vecinos o
servicios comunitarios y/o una terapia o asesoramiento psicológico. A la inversa, el
aislamiento de la familia y la falta de apoyo social contribuyen a la aparición de
disfunciones en situaciones de estrés. Estudios de recientes han documentado lo
que los clínicos saben desde hace tiempo: la diferencia no radica simplemente en
la magnitud de la red o la frecuencia de los contactos; la utilidad de estos depende
de la calidad de las relaciones. Como la mayoría de la gente pide ayuda cuando
está en crisis, un análisis de las redes sociales debería identificar los conflictos y
fracturas que es preciso reparar. Los clínicos debemos encontrar recursos ocultos
y fomentar nuevas conexiones potenciales. También necesitamos informarnos
acerca de los recursos disponibles en la comunidad para facilitar la construcción de
lazos.
Las redes familiares extensas de las familias afroamericanas y otras etnias han sido
malinterpretadas por algunos como desorganizadas cuando no se ajustan a las
normas de la familia nuclear. Es preciso reconocer la fuerza y la resiliencia que
generan estos recursos familiares tradicionales, en particular para ayudar a las
madres y padres solos que viven en la pobreza (Burton, 1990; Chase- Lansdale y
Brooks- Gunn, 1991). Esos valores y esa flexibilidad han sido vitales a la hora de
auxiliar a los miembros de tales familias a sobrevivir a los estragos de la pobreza, el
racismo y la violencia de los barrios pobres (Boyd- Franklin, 1993)”. (Walsh, 2004,
pág. 150)
62
establecer nuevas conexiones creativas que se adapten a los desafíos familiares
actuales. Por ejemplo, muchas comunidades recurren a las personas mayores que
carecen de contacto familiar y no realizan actividades significativas a fin de que
colaboren en los centros de asistencia infantil que tienen poco personal. Tanto los
jóvenes como los ancianos cosechan en enormes beneficios de este tipo de
participación. A los niños les encanta la atención especial de los abuelos cuando
comparten con ellos actividades tan placenteras e instructivas como la narración
oral, los juegos y la construcción de destrezas. Las personas mayores, con tanta
frecuencia subestimadas y marginadas, se sienten llenas de energía, productivas y
valoradas al brindar sus conocimientos, sabiduría y afecto. Quienes no han tenido
la posibilidad de disfrutar de sus nietos, sobre todo, encuentran en esta participación
una nueva y enriquecedora oportunidad en el ocaso de su vida (Walsh, 1998b).
Los grupos multifamiliares funcionan como redes valiosas para las familias en
situaciones angustiantes; entre otras cosas, en efecto, reúnen a padres o familias
aisladas que carecen de otra clase de ayuda y enfrentan las tensiones de una
enfermedad grave. Internet también se convierte rápidamente en una fuente de
información y de creación de redes, por ejemplo para las familias que buscan datos
sobre las necesidades especiales de uno de sus miembros. Ese apoyo puede
resultar decisivo en el manejo de una crisis o un estrés prolongado.
63
un modelo de rol afectuoso y positivo, alguien a quien recurrir, de quien aprender y
con quien establecer un estrecho vínculo. También necesitamos expandir la
restringida visión diádica de la base relacional de la resiliencia, y no esperar que un
tutor o mentor cubra todas las necesidades. Cuando los niños se crían dentro de
una densa red de relaciones afectivas en la familia y la comunidad, disponen de
mayor cantidad y variedad de posibilidades educativas y de orientación. El dicho
africano “Para criar a un niño se necesita toda una aldea” (Rodham Clinton, 1996)
parece hoy más cierto que nunca”. (Walsh, 2004, págs. 151 - 152)
“No cabe duda de que en la actualidad muchas familias están en crisis; sin embargo,
esta crisis refleja no sólo los problemas en ellas, sino la escasez de recursos y un
cúmulo de otros problemas sociales que las acosan, en especial a las familias que
vivan en condiciones de pobreza y decadencia urbana. El trauma diario de la
violencia en los barrios pobres amenaza con provocar graves consecuencias
disfuncionales aún en las familias más saludables y sus niños (Garbarino, 1997)”.
(Walsh, 2004, pág. 156)
64
que a los adolescentes les gustaría más que aquellos escuchasen sus opiniones y
dejarán de decirles qué hacer.
En las últimas décadas, los desafíos planteados por las grandes presiones de la
vida familiar en los hogares de doble ingreso, el cambio en los roles de género, la
coparentalidad posterior al divorcio y los nuevos matrimonios han hecho que la
buena comunicación sea un más compleja y difícil de alcanzar que en el pasado”.
(Walsh, 2004, pág. 160)
65
“Diversos estudios sobre las familias han comprobado que la claridad en la
comunicación es fundamental para su funcionamiento eficaz (Beavers y Hampson,
1993; Epstein et al., 1993; Olson, 1993). Asimismo, Satir (1988) observó que, aun
cuando se tengan en cuenta las diferencias culturales, en las familias sanas la
comunicación es directa, clara, específica y sincera”. (Walsh, 2004, pág. 161)
“La mayoría de las comunicaciones son bastante directas: los mensajes se
transmiten al o los destinatarios previstos, en lugar de desviarlos a otros integrantes
del grupo familiar o de transmitirlos por vía de estos. Los mensajes verbales y
conductuales son consistentes y congruentes. Aun cuando se produzcan
interrupciones, hay una comprensión compartida y los miembros pueden retomar el
hilo de la conversación o reanudar un diálogo después de un tiempo con resultados
eficaces. La claridad contextual También es importante para distinguir la realidad de
la fantasía, los hechos de las opiniones, la intención sería del propósito humorístico.
La claridad de las reglas importantes en la familia es tan importante como las reglas
mismas, pues ellas organizan la interacción, fijan las expectativas en materia de
conducta y definen las relaciones (Minuchin, 1974)”. (Walsh, 2004, págs. 161 - 162)
“Si la comunicación es vaga, distorsionada o trunca, fomenta los equívocos y la
confusión, ya que los miembros de la familia actúan sobre la base de supuestos
erróneos o tratan de adivinar el pensamiento de los demás. En particular, debe
haber claridad en cuanto a la definición de las relaciones: qué piensa y espera cada
miembro de los demás y cuál es el sentido de sus transacciones. Por ejemplo, para
una madre sola es importante aclarar qué quiere decir a llamar a su hijo mayor el
hombre de la casa luego de que su marido la abandonó. La permanente
ambigüedad de los mensajes sobre las expectativas de rol, así como los limites mal
definidos, pueden fomentar la depresión e impedir el dominio de las situaciones
problemáticas, por ejemplo cuando hay que atender a un miembro de la familia que
sufre demencia (Boss, 1991;Boss et al., 1990). Por otra parte, la poca claridad en
las comunicaciones puede afectar el curso de las enfermedades físicas o mentales
graves al aumentar la angustia y la confusión”. (Walsh, 2004, págs. 162 - 163)
“En momentos de crisis, es útil aclarar lo mejor posible la situación estresante. Con
frecuencia los distintos miembros de la familia tienen ideas diferentes sobre los
66
hechos, basadas en fragmentos de información o rumores, y llenan las lagunas con
sus mejores esperanzas o sus peores temores. La comprensión compartida y la
admisión del pronóstico de una enfermedad mortal, la probabilidad de un divorcio
inminente o los datos concretos relacionados con un suicidio son importantes para
enfrentar la crisis y adaptarse a ella. Si los miembros de la familia han recibido
información limitada o contradictoria por ejemplo, sobre una afección
potencialmente grave o la suerte corrida por un niño desaparecido, puede
alentárselos a reunir más información, solicitar una reunión familiar con Los
profesionales médicos, revisar los archivos públicos en busca de algún dato o insistir
en la realización de investigaciones oficiales con el fin de aclarar lo sucedido”.
(Walsh, 2004, pág. 163)
“A veces los miembros de la familia postergan cualquier diálogo hasta estar seguros
de los hechos de un resultado temido y evitan toda conversación. Por lo común es
más tranquilizante para ellos comparte la información de que disponen y reconocen
las incertidumbres a las que se enfrentan. Podemos prestar un útil servicio sí
preparamos a los padres para compartir con sus hijos ciertas noticias
potencialmente perturbadoras una adopción, el alcoholismo de uno de los padres y
les aconsejamos no suponer que, si los hijos no han hecho preguntas, es porque no
les interesa. Decir la verdad es vital para hacer frente a una crisis y sanar de un
trauma”. (Walsh, 2004, pág. 164)
67
“El interés evidenciado en los últimos tiempos por la inteligencia emocional
(Goleman, 1995) señala el creciente reconocimiento de la importancia de la
expresión emocional sincera para lograr buenos resultados en los procesos de
superación y adaptación. Esta capacidad se desarrolla en la interacción familiar y
puede estimulársela en la terapia de parejas y familias”. (Walsh, 2004, pág. 164)
“Los miembros de la familia son capaces de mostrar y tolerar una amplia gama de
sentimientos, desde la ternura, el amor, la esperanza, la gratitud, el consuelo, la
dicha y el júbilo, hasta sentimientos perturbados como la ira, el temor, la tristeza y
la decepción. Las familias cuyo funcionamiento es moderadamente bueno pueden
presentar de vez en cuando limitaciones en la expresión de los sentimientos, o tal
vez uno de los miembros reaccione en exceso o con cierta indiferencia, pero nada
de esto trastorna el desenvolvimiento de la familia.
En una familia que funciona bien, el clima de confianza mutua piedra angular de una
orientación asociativa estimula la expresión franca de las emociones y a la vez es
reforzado por esta. Los mensajes son espontáneos pero se los transmite con
respeto por las necesidades, sentimientos y diferencias de los demás. Existen muy
pocas inculpaciones, ataques personales o búsqueda de chivos emisarios dentro de
la familia (Beavers y Hampson, 1990). Como los miembros aceptan la incertidumbre,
la ambivalencia y las discrepancias, no les cuesta mucho dar a conocer su
pensamiento y mostrarse francos. Cada cual tiene interés en lo que dicen los demás
y abriga la expectativa de ser comprendido”. (Walsh, 2004, págs. 164 - 165)
68
Las experiencias previas de violencia o de separación traumática en la familia
nuclear, en pasadas relaciones de pareja o en la familia de origen pueden generar
temores catastróficos que lleven a el establecimiento de reglas familiares tácitas
para eludir todo conflicto. Por desgracia, esta estrategia de protección incrementa
el riesgo de que las tensiones no resueltas se acumulen y estallen en hechos de
violencia o en la ruptura de la familia. Se ha comprobado que los ciclos destructivos
de críticas y evasivas obstruccionistas, al generar menosprecio y desesperación,
tienen un efecto de cascada en las relaciones de pareja: con el tiempo originan más
retraimiento, pérdida de la esperanza de reparar la relación y, a la postre, la
disolución del vínculo conyugal (Gottman, 1993, 1994)”. (Walsh, 2004, pág. 165)
“Si los hijos ocultan sus necesidades y sentimientos y no las manifiestan, a menudo
estos estallan en síntomas de angustia o problemas de conducta. No obstante, una
situación de crisis también puede sacudir a los miembros de la familia y obligarlos a
abordar sentimientos inexpresados o necesidades insatisfechas. La sobredosis de
una adolescente o la amenaza de divorcio de una esposa pueden ser el
desencadenante de conversaciones importantes y cambios”. (Walsh, 2004, pág.
166)
“A medida que las familias atraviesan diversas fases y adaptación a una crisis o
desafío prolongado, como una enfermedad grave o una pérdida, sus procesos de
comunicación se modifican de acuerdo con las prioridades emergentes. En distintos
69
momentos surgirán en cada miembro de la familia diferentes sentimientos y cada
cual los expresara a su manera; y si estos sentimientos no armonizan entre sí, será
indispensable que prevalezcan la tolerancia afectuosa y el apoyo mutuo”. (Walsh,
70
En las familias funcionales, las necesidades de intimidad y expresión sexual de los
adultos son comprendidas y mayormente satisfechas. La intimidad de la pareja se
ve robustecida si ambos integrantes tienen un poder relativamente similar. Como
señala Beavers (1986), cuando las parejas dejan de lado las luchas por el poder y
el control, pueden experimentar mayor intimidad, ya que la confianza mutua y la
ausencia de temores promueve que cada cual comparta con el otro su ser esencial.
Ambos pueden discutir sus necesidades y diferencias, mostrar su propio goce y
disfrutar al satisfacer al otro. Los contactos físicos no sexuales, como los abrazos y
caricias, son tranquilizadores y refuerzan la proximidad. Vale la pena señalar que
los miembros de la pareja pueden encontrar satisfacción con esa clase de intimidad
con poca o ninguna actividad sexual (Epstein et al., 1993). Así Suele suceder, por
ejemplo, cuando uno de ellos padece una dolencia física crónica me perturba el
funcionamiento sexual (Rolland, 1994).
Debido a las diferencias en la socialización de los géneros, las mujeres sienten con
mayor frecuencia Qué es compañero no quiere hablar de la relación, no comparte
suficientemente sus sentimientos o no las escucha. Por el contrario, los hombres
suelen preferir que su pareja femenina cese de importunarlos todo el tiempo.
Cuando un matrimonio busca ayuda porque tiene problemas de comunicación, la
queja de la mujer puede ser que el marido no le muestra suficiente afecto, más que
éste dirá más probablemente que la vida sexual de la pareja le resulta
decepcionante. Los psicolingüistas han descubierto que las mujeres y los hombres
se comunican en lenguajes bastante diferentes (Tannen, 1994). Las mujeres buscan
construir una afinidad poniendo el énfasis en la comprensión y la conexión, mientras
que los hombres suelen destacar la comunicación de hechos y la resolución de
problemas instrumentales. La socialización hace que la mujer se defina dentro de
una relación, mientras que el hombre, por su educación, se define a través de la
individuación y la separación respecto de la relación. No es de sorprender que esto
origine diferencias en el grado de aceptación de la dependencia y la intimidad. En
épocas de crisis, los hombres que no se sienten cómodos con su vulnerabilidad
tienden a distanciarse emocionalmente de su pareja y a sexualizar su necesidad de
apoyo, contacto y solaz.
71
La intimidad sexual está ligada a otros aspectos de la relación de pareja. En los
hogares con dos aportantes económicos, los padres comentan que suelen estar
demasiado agotados para disfrutar del sexo y rara vez tienen tiempo libre para
alimentar su relación. En momentos de grandes transiciones familiares, las
necesidades y sentimientos no expresados entorno de decisiones significativas de
la familia pueden tener una influencia negativa sobre la intimidad de la pareja”.
(Walsh, 2004, págs. 168 - 169)
“La expresión franca de los sentimientos positivos es vital para contrarrestar las
interacciones negativas. Las relaciones toleran un grado considerable de conflicto
siempre que éste sea compensado por una comunicación mucho más positiva, por
medio de expresiones de amor, valoración y respeto e interacciones placenteras
(Markman y Notarius, 1994)”. (Walsh, 2004, pág. 171)
“El buen humor compartido también puede ser una vital fuente de fortaleza familiar
a través de las crisis o situaciones penosas. El humor puede ayudar a desintoxicar
situaciones amenazadoras, facilitar la conversación, expresar sentimientos de
calidez y afecto, reducir la angustia y señalar errores. Puede disminuir las tensiones,
permitir que los miembros de la familia se sientan más cómodos, ayudarlos a
superar circunstancias estresantes y devolverles una perspectiva positiva. El humor
puede aplacar una confrontación directa, diluir una reacción defensiva y aliviar una
pesada carga. Una historia de vida compartida con pasión y humor puede ejercer
un profundo efecto”. (Walsh, 2004, págs. 172 - 173)
“Sin embargo, el humor puede ser destructivo cuando se lo utiliza para expresar ira,
crueldad o desdén a través del sarcasmo mordaz, o, acompañado de ironía, para
degradar a otros o burlarse de ellos. Las familias desoladas por una crisis tal vez
pierdan por completo su buen humor, a raíz de su depresión y agobio por la
persistencia de los problemas. El aliento del humor amable gracias al cual los
miembros de la familia se ríen juntos puede revitalizar a las familias afligidas”.
(Walsh, 2004, pág. 173)
72
“Los procesos eficaces de resolución de problemas son esenciales para el
funcionamiento familiar, sobre todo cuando se trata de crisis súbitas o desafíos
persistentes. Es cierto que a veces la buena suerte es más fácil la vida, pero las
familias funcionales no se caracterizan por carecer de problemas (Beavers y
Hampson, 1990). Lo que distingue a las familias resilientes es su capacidad de
manejar bien los conflictos. Esto exige tolerar las francas discrepancias y tener
aptitudes para la resolución de problemas.
Sobre la base de los trabajos de Epstein et al., (1993), pueden establecerse varios
pasos para instaurar procesos eficaces de resolución de problemas. Ante todo, los
73
miembros de la familia deben reconocer el problema y comunicarse al respecto con
todos los involucrados y con quienes puedan constituir recursos potenciales. La
colaboración creativa en la génesis de ideas les permitirá sopesar y considerar
posibles opciones, recursos y limitaciones, y luego decidir un plan. A continuación
deben iniciar y poner en práctica ciertas medidas, supervisar los esfuerzos
realizados y evaluar su grado de éxito. Las familias funcionales se las ingenian para
solucionar con eficacia la mayoría de los problemas: la comunicación, la toma de
decisiones y las medidas adoptadas se mueven con razonable fluidez. La revisión
de los resultados les permite afinar o corregir los esfuerzos en la medida de las
necesidades”. (Walsh, 2004, págs. 173 - 174)
“Los estudiosos han comprobado que los procesos de negociación son decisivos
para un óptimo funcionamiento conyugal y familiar en una amplia gama de familias
(Beavers y Hampson, 1990). En lo que hace a la resolución de problemas, el
proceso de negociación puede ser en sí mismo tan importante como el resultado
obtenido. Se procura el aporte de los miembros de la familia en todas las decisiones
74
trascendentales. Cuando los terapeutas evalúan los procesos de interacción, es
fundamental que observen y tomen debida nota del modo como se alcanzan tales
decisiones”. (Walsh, 2004, págs. 177 - 178)
75
falta de solicitud de apoyo contribuye al resentimiento. Fuentes externas de estrés,
como los problemas económicos o laborales, intensifican las tensiones y conflictos.
76
termina dentro de los primeros cinco a siete años y las mayores dificultades surgen
en los primeros dos a cinco años, a medida que se acumulan los conflictos
irresueltos y crece el resentimiento”. (Walsh, 2004, pág. 181)
“El manejo eficaz de los conflictos requiere que existan francas discrepancias y una
buena habilidad comunicativa para resolverlas. Importa aprender a confrontar sin
destruir. Tanto en el caso de las parejas muy conflictivas como en el de aquellas
que los evitan por completo, las intervenciones terapéuticas deben apuntar a
aumentar la capacidad para el manejo del conflicto a fin de detener el proceso
corrosivo que lleva a la desintegración de la relación”. (Walsh, 2004, pág. 183)
“Al hacer frente a los nuevos problemas, los miembros de la familia sobresalen en
su habilidad para impartir y recibir directivas, organizarse, obtener aportes de todos,
negociar las diferencias que hay entre ellos y alcanzar un cierre de modo coherente
y eficaz (Beavers y Hampson, 1990, 1993). No todos los problemas son
solucionables, en cuyo caso los miembros de la familia resiliente escogen ciertos
aspectos de la situación para actuar”. (Walsh, 2004, pág. 185)
77
“Todos los enfoques de la terapia familiar y de parejas procuran reparar y fortalecer
los procesos de comunicación y de resolución de problemas (Walsh, 1993)”. (Walsh,
2004, pág. 186)
“El modelo del Mental Research Institute (Weakland et al., 1974) dirigió la atención
hacia los intentos de las familias de manejar o resolver los problemas normales de
la vida”. (Walsh, 2004, pág. 187)
“Ciertos enfoques más recientes, como los modelos narrativos y centrados en las
soluciones (Anderson y Goolishian, 1988; De Shazer, 1985; Freedman y Combs,
1996; White y Epston, 1990) desplazan la atención de los problemas y los patrones
de conducta que los mantienen a las soluciones y los procesos que las posibilitan”.
(Walsh, 2004, pág. 187)
“Para los miembros de la familia puede ser útil ver que en un encuentro humano no
es vergonzoso Mostrar sentimientos de vulnerabilidad, en vez de mantenerlos
apartados y bajo control. A la vez, si los mensajes producen heridas en sus
destinatarios o el grado de conflicto corre el riesgo de trepar hasta volverse
incontrolable, es nuestra responsabilidad como terapeutas interrumpir las
transacciones negativas y procurar que los integrantes de la familia encuentren
formas más constructivas de expresar su dolor o sus necesidades”. (Walsh, 2004,
pág. 188)
“Como han documentado los estudios sobre los procesos familiares, la claridad en
la comunicación, la expresión franca de las emociones y la resolución de problemas
en colaboración son elementos vitales de la resiliencia familiar. Independientemente
79
del problema concreto que lleve a una familia a la terapia, es decisivo fortalecer los
procesos de comunicación para aliviar su dolor y aumentar sus recursos. De
conformidad con las creencias esenciales para el éxito, es importante lograr que la
familia se fije metas realistas y alcanzables, en armonía con su visión general de las
cosas; que dé pasos concretos hice base en los pequeños éxitos; que aprenda de
sus experiencias errores, experimente con innovaciones, se prepare para los
desafíos previsibles y, sobre todo espere lo inesperado”. (Walsh, 2004, pág. 189)
“No es indispensable que los miembros de la familia y Los profesionales que los
asisten constituyan un equipo tan extraordinario como éste para poder aplicar dichos
principios para la formación de niños resilientes y la edificación de familias y
comunidades más sólidas”. (Walsh, 2004, pág. 190)
“¿Qué podemos aprender de esta situación a fin de aplicarlo a las intervenciones
destinadas a fortalecer los procesos de la familia? Ante todo, la importancia de
estimular la creación de un entorno que aumente las posibilidades de éxito. Así
como las interacciones negativas pueden tener un destructivo efecto en cascada,
los pequeños éxitos se apoyan unos en otros hasta conformar una onda expansiva
que incrementa la confianza de los miembros de la familia para dominar desafíos
más arduos. Las experiencias de éxito en un ámbito de la vida promueven la eficacia
personal y permiten superar mejor las crisis vitales que se presentan en otros
ámbitos (Rutter, 1985).
80
miembros de la familia para dominar los desafíos por medio de una comunicación
alentadora”.
"En una serie de ámbitos prácticos y sistemas de servicios humanos vemos, cada
vez con más frecuencia, familias con estrés crónico a causa de problemas graves
que atraviesan muchas dimensiones de su vida (Kaplan, 1986). Es posible qué más
de un miembro de la familia está en riesgo qué dos o más generaciones necesitan
asistencia. Acosada por presiones internas y externas, la familia puede
sobrecargarse y desestabilizarse. Las parejas sufren un alto riesgo de conflicto y
ruptura; los progenitores solos se sienten agotados, y los miembros de la familia
pueden contraer enfermedades, tener problemas emocionales graves, entregarse
al abuso de sustancias adictivas, o la violencia o sufrir abusos sexuales. Las crisis
recurrentes y la angustia crónica se prolongan año tras año y generación tras
generación". (Walsh, 2004, pág. 325).
81
cuando implican que vivir en esas familias o trabajar con ellas es demasiado
riesgoso o que son excesivamente necesitadas. Swadener y Lubeck (1995)
prefieren considerar que estas familias y sus hijos son promisorios.
Es muy importante tener en cuenta la sobrecarga y la falta de apoyo de las familias
vulnerables; la gran cantidad de desafíos pasados y presentes y de necesidades
insatisfechas con los que se enfrentan, y su alto riesgo de tener, en el futuro,
problemas graves y fracturas. Es preciso que las veamos no como familias
problemáticas, sino como familias que deben luchar con diversos problemas que en
su mayoría escapan a su control y a menudo son causados por factores externos.
Con frecuencia, las situaciones críticas están inmersas en problemas de la
comunidad y de la sociedad en general a los que debe prestarse atención. Las crisis
también puede ser alimentadas por la reactivación de traumas pasados, que es
preciso comprender e integrar a fin de alcanzar una mayor resiliencia".(Walsh, 2004,
págs. 325 - 326).
"El hecho de que la crisis puede ser la única constante en la vida de las familias
pobres constituye una cruel paradoja. Cómo viven tan al límite, cada crisis sea la
pérdida del trabajo, una enfermedad o la violencia amenaza con lanzarlas a un
abismo económico y emocional".(Walsh, 2004, pág. 326).
82
criterios que favorezcan y mantengan el bienestar y progreso de cada persona”.
(Federal, 2008, pág. 47)
“Es posible que tanto padres, madres, hijos e hijas, aprendan a comunicar
adecuadamente sus sentimientos, sus temores; a expresarlos de manera sincera y
sin agresión, cuidando la forma de transmitir el mensaje. Es importante conocer y
practicar los beneficios de utilizar un dialogo que en comunicación afectiva o asertiva
se conoce como los mensajes “yo”: “yo pienso…”, “yo siento…”, “yo creo…”, o bien,
cambiar la palabra “quiero” por la palabra “me gustaría…”, y asumir la
responsabilidad de lo que queremos expresar. La finalidad, es hacer más efectiva
la comunicación y evitar los bloqueos que dificultan la comprensión y el
entendimiento entre quienes integran las familias”. (Federal, 2008, pág. 49)
“Es conveniente que los hijos participen en la reorganización familiar, para que se
mantenga una adecuada comunicación entre todos los integrantes, y así, los nuevos
acuerdos, las nuevas reglas, permitirían que la familia siga brindando protección y
apoyo a los hijos, sin que se altere el respeto a los espacios físicos y a la libertad
individual que necesita cada uno”. (Moreno, 2003, pág. 21)
“Si la comunicación es suficiente y abierta, las etapas que todas las familias viven
serán superadas de manera exitosa y la calidad de vida familiar e individual se
estará protegiendo. Además se favorecerá un ambiente de confianza, seguridad y
apoyo que les permitirá saber cómo actuar ante las diferencias”. (Moreno, 2003,
pág. 22)
“La constante comunicación de los padres con los maestros fomenta acuerdos para
apoyar a los chicos en su desempeño escolar, interés por la escuela, motivación
83
para realizar las tareas escolares y lo más importante, que el alumno se sienta
apoyado y reconocido por los adultos”. (Moreno, 2003, pág. 42)
“Sin embargo en la medida que los padres de familia se muestren tolerantes con las
necesidades de sus hijos en esta fase de su desarrollo, se llegara a establecer
convenios benéficos para ambas partes”. (Moreno, 2003, pág. 52)
“Una de las claves del éxito en la disciplina radica en saber escuchar al niño. Los
padres deben ser sensibles a las expresiones de los niños, ellos pueden también
enseñar a los adultos y manifestarles sus gustos y necesidades. Si un padre no
escucha a su hijo no se da cuenta de lo que está ocurriendo. Los niños no son
máquinas ni aparatos y van desarrollando su propia personalidad, razón por la cual
los adultos deben respetar en lo posible su individualidad y aceptar que el niño tiene
sus preferencias y necesidades particulares”. (FONDO DE NACIONES UNIDAS
PARA LA INFANCIA, 1997, págs. 63, 64)
84
con frecuencia sirven para que ocurra precisamente lo que quiere evitar, que los
demás le presten atención y que fijen su mirada en él”. (DIF, 1980, pág. 53)
“Otra razón es que el adolescente se encuentra con el problema de adaptarse a un
nuevo ambiente, tiene ya ideas propias, lo que le hace más propenso a dudar, a
desconfiar de sí mismo y de los demás”. (DIF, 1980, pág. 53)
“Hay que desarrollar algo que nos enorgullezca de nosotros mismos, es la mejor
forma de sentirnos bien y de que los demás estén también contentos con nosotros”.
(DIF, 1980, pág. 57)
“En las familias normales se encaran las crisis en grupo, e identifican sus problemas
de manera clara; cada miembro conoce las fuerzas positivas y debilidades de los
otros y no las explota y no dudan en expresar verbalmente lo que quieren o no del
85
otro, llegando a una negociación en donde la relación interpersonal sea
satisfactoria”. (DIF, 1980, pág. 13)
“La comunicación puede ser verbal, la cual se establece con la palabra y no verbal
que es enviada a través de actitudes o conductas. O, bien, puede haber
comunicación instrumental que se refiere a los aspectos físicos o materiales y la
comunicación efectiva que se relaciona con los aspectos emocionales”. (DIF, 1980,
pág. 13)
“Para que la comunicación sea funcional debe ser clara, directa, congruente,
conformada y retroalimentada. En una comunicación disfuncional se envían
mensajes indirectos, enmascarados y desplazados”. (DIF, 1980, pág. 14)
Estas pautas no deben desde luego ser consideradas como resultado directo de los
factores psicológicos, porque no puede establecerse un paralelo directo entre los
cambios que ocurren en forma simultánea en la adolescencia en los terrenos
anatómicos, fisiológicos, mentales y emocionales”. (DIF, 1980, págs. 126, 127)
86
“En la adolescencia presenciamos un segundo paso en el proceso de separación-
individuación; el primero ocurre hacia el final del segundo año de vida, cuando el
niño experimenta la fatal distinción entre “ser” y “no ser”. Una experiencia de
individuación similar, aunque mucho más compleja, ocurre durante la adolescencia,
que lleva en su etapa final a un sentido de identidad.
Antes de que el adolescente pueda consolidar esta formación, debe pasar por
etapas de introspección y de existencia fragmentada. Los esfuerzos resistentes,
opuestos y rebeldes, las etapas de experimentación, el probar al ir cayendo en
excesos, todo tiene una utilidad positiva en el proceso de autodefinición.
“Muchos padres y educadores temen a esta etapa del desarrollo, debido a los
incontables problemas que se presentan. Después de un largo periodo de
comportamiento relativamente estable, el niño se torna súbitamente falto de
equilibrio, inestable y sus reacciones son impredecibles a medida que entra en la
adolescencia”. (DIF, 1980, pág. 127)
Todo periodo de transición deja huella sobre la conducta del individuo; cómo se
siente falto de seguridad en sí mismo, e inseguro de la posición que ocupa, el
adolescente tiene tendencia a ser agresivo, retraído y a hallarse incómodo. Se torna
extremadamente sensible y reservado, en especial cuando está en compañía de
gente de la que él teme que no lo entienda o lo ponga en ridículo. La reserva puede
tomar la forma de distanciamiento e indiferencia, o de bravatas y despectiva
87
altanería. Siente con intensidad, se ve afectado por estados emocionales, es dado
a las fantasías y es propenso a las súbitas explosiones temperamentales. Se va a
los extremos porque teme ser incapaz de demostrar su total competencia”. (DIF,
1980, pág. 128)
128)
88
“A manera de conclusión, es la adolescencia la suma de todos los intentos por
ajustarse a las nuevas condiciones internas y externas que confronta el individuo.
La necesidad urgente de enfrentarse a la nueva condición evoca todos los modos
de tensión, excitación, defensa y gratificación que jugaron un papel en los años
previos”. (DIF, 1980, pág. 129)
“Los dos aspectos de este egocentrismo, son la preocupación del adolescente por
la presencia de un “publico imaginario” y la “fabula personal”. El primero se refiere
a la creencia de que el sujeto está siendo observado por otro, y que de alguna
manera son el centro de atención. Es evidente que los cambios físicos por los que
los adolescentes están pasando los hacen más conscientes de su propio desarrollo,
y que por esta razón se convierten en una gran preocupación. Dicha
autoconsciencia de cambio y la preocupación correlativa por un público imaginario
suele conducir a la crítica y a la alabanza de uno mismo”. (DIF, 1980, pág. 131)
“La rebelión en contra del grupo establecido al mismo tiempo que la conformidad,
son señales de la búsqueda de identidad. Un sujeto puede afianzar su identidad
90
conformándose con las costumbres que prevalecen, o, en una forma negativa, por
medio de la rebelión y la delincuencia”. (DIF, 1980, pág. 131)
“Según Hawighurst, los logros que afianzan un sentimiento de identidad son los
siguientes:
“El adolescente requiere, para el logro de los bienes y servicios que sus necesidades
le demandan, entrar en comunicación, además de con su propio medio familiar, con
sus semejantes dentro de diferentes grupos, la escuela, la pandilla, la iglesia, el
club, que integran su estructura social”. (DIF, 1980, pág. 133) “Motivado por sus
necesidades, el adolescente, actúa y busca la satisfacción adecuada o inadecuada
de estas, de acuerdo con los patrones que su familia y sociedad le da. Por lo tanto,
91
si el adolescente se desenvuelve en una familia donde existe alcoholismo,
farmacodependencia, disfunción familiar y en una sociedad donde hay desempleo
y homosexualidad, vagancia, delincuencia, solo podemos esperar que se presenten
las desviaciones sociales de la adolescencia como son la farmacodependencia,
alcoholismo, delincuencia juvenil, abandono escolar”. (DIF, 1980, pág. 134)
“Por lo que es importante que los padres estén informados sobre el desarrollo
normal del adolescente, para propiciarlo, permitiendo, entre otras cosas, que el
chico compare los valores de su familia con los del grupo o los de otras familias,
para que el vea que valores va a aceptar y cuales va a rechazar.
Si la familia afronta esta etapa crítica del chico con serenidad y paciencia, podrá
responder ante los problemas que puedan surgir”. (DIF, 1980, pág. 134)
“En todos los niveles, es necesario que los individuos se apoyen más en sus
capacidades personales y dependan menos de las instituciones. La aceleración de
los cambios, producto de la modernización y la globalización, también demanda
nuevas estrategias de afrontamiento de las situaciones”. (Mabel M. Munist, 2007,
pág. 20)
“Simplificando la real complejidad de los hechos, podemos decir que el ámbito social
es a la fase juvenil lo que la familia es a la niñez. Las opciones sociales son tan
importantes en la adolescencia como lo es en la niñez el medio familiar. Este último
adquiere un nuevo rol fundamental: ser un firme y sabio trampolín para el despegue
social”. (Mabel M. Munist, 2007, pág. 20)
“Es importante destacar que existe una exposición diferente a la adversidad entre
los niños y los adolescentes. A medida que se avanza en edad, durante las etapas
de crecimiento, el medio familiar, escolar, comunitario, laboral, los comportamientos
92
emergentes, las nuevas interacciones sociales, los espacios de exploración e
inserción, ofrecen diversas posibilidades de riesgos y enriquecimiento psicosocial.
La fase juvenil es la etapa en la que más cruciales resultan las interacciones de los
recursos personales y grupales con las opciones y características del entorno. Se
incrementa la necesidad de los adolescentes y jóvenes de encontrar los elementos
para organizar su comportamiento y dar sentido a su relación presente con el
mundo”. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 20, 21)
A partir del siglo II a.C. se postergan los derechos del púber, se reconoce la madurez
social a partir de los 25 años (año 193-192), se fundamenta con la inexperiencia la
prohibición de involucrar a los menores en negocios y se limita su participación en
1
Cabe señalar que aun hoy en día, en cierto modo, se mantiene esta periodización de la vida al invisibilizarse
la adolescencia y juventud. Hablamos de tercera edad para la vejez, por lo tanto, las otras dos edades son la
niñez y la adultez.
93
cargos públicos. Comenta Lutte que es así como se genera una nueva clase de
edad, en semidependencia de los adultos, que es la conocemos hasta hoy en día
como periodo adolescente. Tal “distinción-oposición entre jóvenes y adultos
coincide con la agravación de los contrastes sociales entre las clases y los sexos.las
mujeres no salen de su condición de minoridad””. (Mabel M. Munist, 2007, págs.
21,22)
94
especialmente a los jóvenes de clases populares. Se considera que la inestabilidad
y la emotividad adolescente son causales de actos delictivos”. (Mabel
95
comprensión de los jóvenes como sujetos carentes de madurez social e inexpertos
y, por lo tanto, la fase que atraviesan debe ser un periodo preparatorio para el futuro.
Los jóvenes son entendidos como los adultos del mañana, definidos por los adultos
de hoy. La meta es el adulto predeterminado en un futuro ya estructurado. Sin
embargo este no está asegurado. La moratoria enfatiza la adolescencia como un
periodo de transición entre la niñez y la adultez, y es el único periodo del ciclo de
vida definido como tal, aun cuando podríamos ver la vida como una serie de
transiciones. Los adolescentes son invisibilizados como sujetos sociales pero
visibilizados en crisis y cuando causan problemas.
Freud presenta un trabajo que se llama “La adolescencia como trastorno del
desarrollo” (1966). Se ha supuesto que la fase juvenil corresponde a una crisis
normativa del desarrollo humano, cuya dinámica personal es altamente
problemática, con predominio de comportamientos perturbados y perturbadores. En
esta perspectiva no se mencionan los procesos sociales e interpersonales que
adquieren cierta relevancia, por lo menos semejante a la de los procesos
biopsicológicos tradicionalmente considerados, y de este modo la adolescencia
pasa a ser vista fácilmente como la “etapa problema””. (Mabel M. Munist, 2007,
págs. 23, 24)
“A mediados del siglo XX, Bloss (1962), si bien mantiene su teorización en el plano
intrapsíquico, presenta la adolescencia como un periodo óptimo para el desarrollo
pleno de la personalidad, valoriza la vida sentimental en esta etapa (amistades,
amor platónico, los diarios de vida)y se ocupa de las diferencias entre los sexos.
Comienza así una visión no estigmatizante de la fase juvenil, Piaget (1955)
contribuye a ella con sus estudios sobre el desarrollo cognoscitivo, que comportan
el reconocimiento de las capacidades del pensamiento adolescente. En la mitad del
siglo XX se extiende la experiencia de la adolescencia a todos los grupos sociales,
junto con la ampliación de la cobertura educativa.
96
En las últimas décadas del siglo XX, los jóvenes comienzan a reconquistar las
libertades perdidas. Existe menos autoritarismo familiar y mayor confianza en los
grupos informales, las organizaciones juveniles pasan a ser mixtas y los
anticonceptivos facilitan la libertad sexual. Los movimientos políticos y sociales
impulsan a los jóvenes a integrarse al mundo adulto y ocuparse de problemas que
apelan a su capacidad de abstracción, valores y compromiso (Lutte, 1991). La
Convención de los Derechos del Niño y la Convención de los Derechos de los
Jóvenes ponen sobre el tapete nuevas concepciones como la Doctrina de la
Protección Integral y el reconocimiento de la ciudadanía.
En las proximidades del siglo XXI, comienza la llamada “sociedad del conocimiento”.
La informática y la imagen pasan a ser relevantes en el acontecer social. La
modernización y la globalización incrementan la necesidad de los adolescentes y
jóvenes de encontrar los elementos para organizar su comportamiento y dar sentido
a su relación con el entorno en las nuevas circunstancias que lo rodean”. (Mabel M.
Munist, 2007, págs. 24, 25)
“El recién nacido es acogido por el medio familiar o, al menos, queda en manos de
este.
La adolescencia es un segundo nacimiento: el individuo nace a la sociedad más
amplia y, por lo tanto, inicia un desprendimiento del sistema familiar; la persona se
diferencia psicosocialmente del medio familiar, lo que lleva a un replanteamiento de
esas relaciones”. (Mabel M. Munist, 2007, pág. 30)
97
autoeficacia o responsabilidad para responder cuando se afrontan riesgos, y en la
generación de las propias decisiones de intervenir o no activamente en los
problemas. Ello implica que, aunque la familia y el sistema escolar (cuando esta
opción es parte de la vida adolescente) continúan jugando un papel importante en
el enriquecimiento y fortalecimiento de los factores que permiten respuestas
resilientes a la adversidad, son los pares y ciertas personas significativas (no solo
personas cuyo estatus deriva de posiciones formales constituidas) de los entornos
mencionados, u otros, los que tienen una relevancia digna de considerar.
Esto ocurre especialmente cuando el medio adulto cercano manifiesta empatía con
la experiencia emocional del o la adolescente y muestra una responsividad que
puede facilitar el ajuste y la transformación de la situación contextual y su
significado, al aportar sostén cognitivo y emocional. Para los y las adolescentes es
necesario encontrar nuevos referentes más allá de sus padres. Se produce un
incremento de la sensación de autoeficacia, aumentan las decisiones propias de
intervenir o no en los problemas y es fundamental que se incluya la responsabilidad
para afrontar riesgos”. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 31, 32)
98
Los adolescentes necesitan tener la oportunidad de generar capacidades de
respuesta y también requieren de las oportunidades para ponerlas a prueba con
resultados aceptables. Esto significa que si un individuo se ve agobiado por
repetidas y abrumadoras experiencias de daño, su probabilidad de desarrollar
resiliencia puede ser mucho menor. Si los espacios se bloquean como resultado de
una rígida protección, el efecto puede ser paradójico. Lo mismo ocurre si se los
abandona con negligencia y falta de una clara asesoría”. (Mabel M. Munist, 2007,
pág. 32)
“La protección entendida como la acción de otro, como un control externo, implica
la reducción y limitación de los posibles factores de daño. En eso ha estado centrada
tradicionalmente la protección. Pero desde la noción de la resiliencia, la protección
implica la capacidad de manejar el peligro, por lo tanto, ya es un elemento de control
interno, es un elemento de formación de la persona para probarse frente a la
adversidad. A partir de esto, en el paradigma de prevención del daño, es necesario
fortalecer la capacidad de decisión y de participación. Si la persona está siempre
protegida y controlada, no desarrolla, no fortalece su capacidad de respuesta
oportuna y transformadora.
2
Es indudable que hablar de los derechos de los adolescentes despierta mucha menos simpatía que hablar
de los derechos de los niños. Por las razones que hemos señalado a lo largo de este capítulo, para una gran
parte de la población adulta, los jóvenes son sentidos como una amenaza. Por eso se enfatizan los deberes.
Un afiche publicitario en un país latinoamericano les señalaba a los jóvenes que primero tenían que cumplir
con sus deberes y luego podían exigir sus derechos. La realidad es que todo derecho implica
responsabilidades.
99
percepción de los problemas y opciones, junto con respuestas más satisfactorias a
las necesidades”. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 32, 33)
100
acciones que impacten en este segmento, que debe ser valorado como capital
humano y actor protagónico de su propio desarrollo, con derechos y capacidades
para intervenir en su presente y lograr una participación plena en su propio destino
y en el desarrollo colectivo”. (Mabel M. Munist, 2007, pág. 34)
“Erik Erickson (1950, 1971) es muy conocido por su trabajo sobre la redefinición y
expansión de la teoría de los estadios evolutivos de Freud. Postulaba la existencia
de ocho fases de desarrollo que se extendían a lo largo de todo el ciclo vital. Los
progresos a través de cada estadio están determinados en parte por los éxitos o por
los fracasos en los estadios precedentes. Cada fase comprende ciertas tareas o
funciones que son psicosociales por naturaleza. Aunque Erickson las llamaba
101
genital y de los caracteres sexuales secundarios, la asunción del género y la
definición psicosexual, con la consiguiente elección de objeto sexual.
A partir de todo ello se configura lo que los etólogos llaman un periodo sensible del
sujeto, en el que la influencia de diferentes estímulos externos (amorosos,
vinculares en general, físicos, etcétera) producen efectos más trascendentes que
en otros momentos del ciclo de la vida; en sentido se comportan y reaccionan con
desarrollos de una riqueza y trascendencia propia de los primeros años de vida.
Por eso el adolescente está muy atento a su cuerpo, a los estereotipos de belleza
propios de su cultura y a la opinión de los demás sobre ellos. Cambia radicalmente
su relación con el otro sexo y su forma de mirarlo: aparecen los primeros amores.
“Tener identidad yoica significa saber quiénes somos y como encajamos en el resto
de la sociedad. Exige que tomemos todo lo que hemos aprendido acerca de la vida
y de nosotros mismos y lo moldeemos en una autoimagen unificada. Según Erikson,
es clave que sea una imagen de sí mismo que nuestra comunidad estime como
significativa, pues eso garantiza aprobación social. Sin embargo las cosas no son
tan sencillas. La afirmación de la propia autoimagen, de “ser algo”, se hace
implícitamente a partir de lo que no se es, en términos de diferenciación y oposición,
con la consiguiente apertura de un proceso dialectico mientras la relación se
mantenga. En cambio al funcionar meramente “como algo que la comunidad espera
de mí”, se corre el peligro de asumir indiscriminadamente eso que se espera, y de
este modo se configura una situación de indiferenciación, algo así como un falso
102
self, lo que Grinberg (1961) llama “pseudoidentidad” (Melillo, 1968). El sujeto
adolescente no comienza un desarrollo identitario desde un punto cero, en realidad,
parte de su identidad ya establecida de niño/a, hijo/a, etcétera, y se abre a un
proceso de cambios que ahora se realiza con un universo ampliado a toda la
comunidad. La identidad entra en crisis cuando un grupo rechaza el juego social del
encuentro con el otro. La alteridad no pone en crisis la identidad: al contrario,
admitirla genera identidad.
“Si existe una corriente cultural adulta que sea válida para el adolescente, con
buenos modelos de roles adultos y líneas abiertas de comunicación, el pasaje a la
adultez se facilitara. Sin embargo, una de las perdidas frecuentes durante la
adolescencia es precisamente la perdida de la empatía con el mundo adulto. En
este segundo nacimiento (como dice Rousseau) el adolescente produce nuevos
significados que muchas veces chocan con los de la propia familia o con los de los
adultos en general. Al romper esquemas previos y producir nuevas interpretaciones
de la realidad, suelen entrar en contradicción con las versiones preexistentes y se
generan conflictos con la visión “adulta” de las cosas (Krauskopf, 1995)”. (Mabel M.
Munist, 2007, pág. 68)
103
estrechan y pasan, muchas veces, de las barras púberes de un solo sexo a grupos
mixtos.
Conviene en este punto recordar en qué consiste el ciclo de la producción del lazo
social, que comienza en la familia y se continúa con los sucesivos enlaces o
filiaciones grupales, educativas, de etnia, religión, etcétera. Este ciclo está dividido
en cuatro segmentos constituyentes y consecutivos:
104
De una forma u otra, la diferencia entre el periodo de falta de poder y de
irresponsabilidad de la infancia y ese otro de reconocerse en su adultez incipiente a
través de versiones contestatarias con el mundo adulto establecido deberá ir
procesándose”. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 69,70)
“Si se logra tramitar con éxito la adolescencia, tendremos la virtud que Erikson llama
fidelidad. La fidelidad implica lealtad, pero ya no es una lealtad ciega. La fidelidad
de la que hablamos se establece cuando se ha hallado un lugar en la propia
comunidad; es fidelidad a una alteridad aceptada y aceptante. O sea que está
vinculada al pilar de la resiliencia que llamamos capacidad de relacionarse.
Además, tener clara nuestra identidad significa poder enunciar los yo soy: una
persona por la que los otros sienten aprecio y cariño, feliz cuando hago algo bueno
para los demás y les demuestro mi afecto, y respetoso de mí mismo y del prójimo.
Y los yo estoy: dispuesto a responsabilizarme de mis actos y seguro de que todo
saldrá bien”. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 71,72)
105
“Ya vimos que la necesidad juvenil de ser reconocido como alguien lleva a preferir
ser alguien temido o detestado en vez de ser nadie. Se generan así riesgos severos.
El adultocentrismo, acompañado por un reconocimiento peyorativo de las personas
que atraviesan el periodo adolescente, es una adversidad poco identificada,
insidiosa, que facilita la construcción de la identidad negativa, la desesperanza y
una autoafirmación en el riesgo y la transgresión. La visibilidad juvenil se evidencia
predominantemente en lo negativo: violencia, drogas, embarazos, bandas juveniles.
En esa dirección la juventud ha sido cada vez más identificada como un segmento
poblacional problemático, deficitario, vulnerable, lo que a menudo conlleva el peligro
de la estigmatización.
“Teóricamente, y según el Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas
en la Observación General N°4 del año 2003 sobre “La salud y el desarrollo de los
adolescentes en el contexto de la Convención sobre los Derechos del Niño”, se
establece que “los adolescentes de hasta 18 años de edad son titulares de todos
los derechos consagrados en la Convención; tienen derecho a medidas especiales
de protección y, en consonancia con la evolución de sus facultades, pueden ejercer
progresivamente sus derechos (Art. 5)”. Y, además de las reglamentaciones
internacionales, hay normas de protección de los adolescentes en el orden local. De
todos modos, si bien existen los derechos, el contexto social con que se encuentran
nuestros jóvenes no facilita su ejercicio”. (Mabel M. Munist, 2007, págs.73,74)
106
reorganice la imagen de sí mismo en función de las personas y los medios que
encuentre en ese momento.
Durante el primer año de vida, de acuerdo con lo que plantea Ulloa, la relación con
los niños requiere cierta empatía y miramiento como componentes de la ternura. Del
mismo modo, algo de este orden resulta imprescindible en el vínculo que se
establece entre los adultos y los adolescentes comprometidos en su segundo
nacimiento.
Cuando las cosas no son así se monta el escenario de relaciones crueles que
generan todo tipo de patologías biológicas, psicológicas y sociales. El intercambio
del daño se constituye en una suerte de principio de constancia para las tendencias
antisociales de los adolescentes confrontadas con la incomprensión y los intentos
represivos del adultocentrismo.
“El joven busca una identidad propia, diferenciada de los mayores de quienes trata
de separarse; asume una actitud de rebeldía y todas estas necesidades contribuyen
a aumentar los conflictos familiares. El grupo de pares cobra un significado especial
y, a veces, como ya vimos, es la única fuente de reconocimiento.
107
dependencia con respecto a los adultos, o a quedar abandonados a sus propias
fuerzas.
Los cambios físicos, emocionales y sociales les hacen perder la confianza en sus
posibilidades. Por otro lado, el ingreso a los nuevos grupos y el desafío del
aprendizaje ayudan a desestabilizar su confianza básica, y de este modo disminuye
su autoestima.
Con los afectos y los conflictos que se amplían, los adultos deben reiterar su amor,
asumir una conducta comprensiva e intentar establecer o mantener los vínculos
afectivos que el adolescente necesita.
108
Según Hannah Arendt (1954), la educación es el lugar donde se encuentran dos
amores: el amor por el mundo y el amor por los niños. A su juicio, el amor por el
mundo es el que nos hace querer preparar a la gente que viene a renovar el mundo;
el amor a los niños, el que nos hace protegerlos y confiar en que son nuestros
relevos.
“Finalmente, siempre que se habla del desarrollo del adolescente se plantea el tema
de la ciudadanía como culminación del mismo.
“La identidad cultural implica esa persistencia del ser social en la unidad y
“mismidad” a través de los cambios y de las circunstancias y escenarios distintos
que se presentan. Es un proceso interactivo que se da a lo largo de la historia e
implica la incorporación y la valoración de costumbres, alimentos, giros idiomáticos,
danzas y canciones propios de un grupo humano, y otorga al grupo un sentido de
mismidad y permanencia que le permite afrontar y elaborar la influencia de culturas
invasoras, o mantener lazos y redes sociales aun en los casos de emigración.
De allí que aquellos países que han puesto mayor énfasis en el respeto y la
exaltación de sus culturas tradicionales muestren una mayor capacidad para
resurgir y renacer frente a diversas adversidades.
110
En este sentido, es alentador el auge de los movimientos indigenistas
latinoamericanos y su capacidad para expresarse políticamente y, de este modo,
dejar de ser una mayoría silenciosa y explotada.
Dichos países presentan uno de los más fuertes grados de identificación nacional n
“El rol de la familia ha sido progresivamente destacado por numerosos autores como
crucial en la socialización y la resiliencia. Los planteos del psicoanálisis clásico
fueron ampliados por las teorías sistémicas que destacaron la importancia del
vínculo y el apego como elementos ejes en el desarrollo infantil. En una primera
serie de estudios a comienzos de la década de los noventa, encontramos que los
adolescentes que percibían a sus familias como rígidas tenían mayor riesgo de
consumir marihuana e incurrir en conductas riesgosas que los que veían a sus
familias como flexibles, incluso caóticas”. (Mabel M. Munist, 2007, pág. 134)
“De acuerdo con los datos aquí presentados, existe una diferencia clara en el nivel
de desarrollo yoico de adolescentes en situación de vulnerabilidad social, que se
concentran todos en los niveles preconformistas de desarrollo. Los controles se
distribuyen en forma más cercana a la muestra de validación de población general.
Existe, asimismo, una correlación entre la interacción familiar obstaculizadora y el
desarrollo preconformista. Al mismo tiempo, las familias de los adolescentes
vulnerables que tienen menor desarrollo yoico emplean más interacciones que no
habilitan al adolescente ni cognitiva ni afectivamente. Estas observaciones explican
el hecho de que en estudios previos se haya encontrado que en las familias
percibidas como rígidas tuvieran mayor número de adolescentes con alto consumo:
114
es posible que sea el tipo de interacción obstaculizadora el que se liga a esta mayor
frecuencia de consumo. Posteriores estudios deberán profundizar en esta hipótesis.
Las familias del grupo control, con adolescentes de tipo conformista, presentan
estilos de interacción más habilitadores y menos obstaculizadores que el otro grupo,
lo que en teoría debería facilitar la progresión en el desarrollo yoico adolescente.
Los estilos de interacción familiar de los adolescentes con mayor desarrollo yoico
se caracterizan por su menor obstaculización cognitiva.
Las conductas habilitadoras afectivas tienen una presencia baja en ambos grupos
estudiados. Entre las posibles causas de este hallazgo se pueden mencionar una
baja sensibilidad del instrumento y técnica, y/o una dificultad social para la
expresión de afectos.
116
privación y a la muerte, en que el amor es una fuerza que armoniza y unifica, dirigida
hacia la vida y el placer. La agresión, que está íntimamente ligada al odio, no es de
ningún modo totalmente destructiva o dolorosa, ya sea en sus fines o en su
funcionamiento. Y el amor, que brota de las fuerzas vitales y que está
estrechamente vinculado al deseo, puede ser agresivo y hasta destructivo en su
acción. Sostiene además que la meta fundamental a la que todos aspiramos es vivir,
y vivir placenteramente. Para lograrlo tratamos de distribuir las fuerzas destructivas
que nos habitan, ya sean desahogándolas, desviándolas o uniéndolas al amor, de
modo que puedan prodigarnos, a la vez, placer y seguridad. A ello podemos llegar
mediante adaptaciones infinitas, sutiles y variadas; el desenlace de este conflicto
individual de adaptación es producto de dos factores que varían de un individuo a
otro: la fuerza de los impulsos de amor y odio, coexistentes en todos los seres, y la
influencia ejercida por los sucesos ambientales durante el transcurso de la vida.
117
discusiones o pequeñas provocaciones aisladas, o malas relaciones entre
estudiantes.
McLister (1998) plantea que, si bien la pobreza no es una causa directa del crimen,
las intervenciones que reducen la pobreza pueden aminorar el conflicto y aumentar
la esperanza de disminuir la violencia.
En todo acto de violencia adolescente hay un mensaje que, como todos los
mensajes, es necesario descifrar; y en contraste con algunos adultos son los
jóvenes quienes logran comprender más fácilmente la dirección del mensaje. Como
dicen Filsecker y López (2002), la violencia se instala en un dominio que supera la
dimensión visible de los hechos; la violencia es un fenómeno racional e indirecto:
los que ejercen la violencia quieren manifestar algo que no pueden decir de otro
modo.
118
En cuanto al contexto cultural que rodea a un hecho de violencia extrema, podría
haber una cierta aceptación social del comportamiento agresivo. Para algunos
adolescentes, matar por amor y celos puede considerarse una respuesta legítima al
agravio provocado por otro. En determinados jóvenes se observa un mecanismo de
desconexión moral que sesga el procesamiento de las posibles atribuciones que
puede tener un homicidio y que los desinhibe en las respuestas punitivas. Esto hace
pensar que ha habido un aprendizaje social con creencias normativas que justifican
la propia violencia proyecta en otros. La víctima se deshumaniza y la violencia como
forma de protesta ante el maltrato es un modo establecido de reacción.
Como sostiene McLister (1998), en todos los casos de violencia, el entorno ha
producido circunstancias o acontecimientos frente a los que el malhechor y la
victima están reaccionando. (Mabel M. Munist, 2007, págs. 185-187)
Introducción
119
hostiles frente a los problemas entre iguales. Hemos de considerar que los
componentes individuales de la personalidad en cada niño no influyen tanto como
aquellos aprendidos en el sistema familiar para el desempeño bueno o malo de las
actividades escolares, que constituyen el segundo paso de la socialización humana”.
(Dulanto, 2004, pág. 289)
“La sociedad contribuye a esta sensación debido a que juzga a los jóvenes sobre la
base de lo que ya no son ni serán nunca más (pues han dejado de ser niños) y
también de lo que aún no son y tal vez puedan ser o no (pues aún no se les acepta
como adultos)”. (Dulanto, 2004, pág. 294)
“Estás disyuntivas en el joven pueden liberarse como una lucha interna, crisis íntima
que lo atormenta y lo hace sufrir; está época de crisis se da en la adolescencia. Es
una época de mayor trascendencia, el momento en que el hombre, viendo hacia el
futuro, hacia adelante en la vida, puede dar un paso al frente: crearse a si mismo,
rebelarse contra todo aquello que le impide crecer, todo aquello que le impide
desarrollarse, y así ejerce violencia interior consigo mismo, para ser el mismo, para
revolucionarse. Su alternativa es la de sucumbir, la de adaptarse a la sociedad”.
(Dulanto, 2004, pág. 294)
120
quiere ser libre, libre de todas las presiones que se ejerzan en contra de su
desarrollo”. (Dulanto, 2004, pág. 294)
“La humanidad entera nos ha ido legando el badaje cultural y social con el que se
identifican los padres y en general las personas adultas; se trata de reproducir el
modo de vida, y en cierto sentido se podría decir que la visión del mundo es de
estabilidad. Sin embargo, la situación base del presente y futuro del joven es la
búsqueda constante de identificación. Aquí el conflicto reside en que el joven no
logra siempre identificarse con la realidad que le ofrece el mundo adulto y quisiera
cambiar”. (Dulanto, 2004, pág. 294)
“Quiénes están en mejor posición para reflexionar son los padres, que con un
espíritu crítico positivo pueden filtrar lo valioso de las propuestas realizadas por sus
hijos, para reconocer que hay algo de bueno en sus palabras e ideas. Además, es
tarea de cada adulto aprender a distinguir contra que lucha el joven, pues no se trata
de una lucha contra el padre en forma personal, sino contra la condición humana en
general; se busca enfrentarla y tratar de superarla. Como ya se dijo, gracias a ello
la sociedad evoluciona”. (Dulanto, 2004, pág. 294)
121
responsabilidad, y ambos factores determinan la imagen que la generación vieja
tiene de la nueva y viceversa. Para ejemplificar lo que tratamos de exponer diremos
que los jóvenes de hoy se caracterizan por el uso de las computadoras y el manejo
casi perfecto de las herramientas de comunicación como el correo electrónico, la
internet y qué decir de los teléfonos celulares o los radiolocalizadores, el compact
disc, el DVD, etc., aparatos electrónicos con los que se identifican, cuando las
generaciones adultas aun utilizan los teléfonos convencionales, la oficina de correos,
los casetes, radiograbadoras, etc.; esa es la identidad de uno y otro grupo. Ahora la
responsabilidad del joven radica en estar a la vanguardia de los aparatos
electrónicos, adquirir software reciente y modernizar su computadora, pues de lo
contrario queda fuera de su contexto “joven”, en tanto que a los “adultos” les sigue
costando trabajo reconocer el lenguaje de la web, el chat, el correo electrónico,
etcétera”. (Dulanto, 2004, págs. 294 - 295)
“El esfuerzo de los padres puede enfocarse a tratar de entender los patrones de la
juventud con el concepto del mundo actual, de tal forma que se invite a los jóvenes
a hacer lo mismo con los patrones de los viejos en el contexto del mundo en que
vivieron; el esfuerzo conjunto con propósito de síntesis bien puede generar el
respeto de una generación por la otra y como consecuencia puede brindarnos a
todos el “puente” de transición, de unión, que dé continuidad y seguimiento a los
objetivos comunes que toda sociedad finca en sus nuevas generaciones”. (Dulanto,
2004, pág. 295)
122
“El joven necesita sentir que es una clase especial con algo que lo identifique con
orgullo y lo cual defiende contra los extraños. En la escuela se le malentiende
porque se va y prueba los extremos antes de asentarse en una dirección; puede así
incurrir en tendencias rebeldes, antisociales, delictivas o autodestructivas o una
combinación de ellas. Es esta una época de pausa, moratoria en que trata de probar
a fondo alguna verdad antes de comprometerse en cuerpo y alma, o tomar parte en
el orden ya existente o el orden por venir”. (Dulanto, 2004, pág. 295)
“El joven siente pues una gran necesidad de movimiento; siempre activo en los
deportes, se pierde en el vértigo de la velocidad, el bullicio de los bailes, los
desórdenes, las marchas lo apasionan, y si no tiene esas oportunidades de
expresión, esta inquietud le urge en otras formas a veces peligrosas; es
intensamente activo en formas mecánicas, instrumentales, por fuera, las que no
satisfacen su búsqueda de realidad y su inquietud interna”. (Dulanto, 2004, pág.
295)
“La orientación vocacional tiene en esta etapa su tarea más difícil, ofrecer las
alternativas de manera tal que puedan ser valoradas por los estudiantes, invitar a la
reflexión sobre las actividades profesionales que se han mostrado a los jóvenes y
encaminarlos a la toma de la decisión que mejor satisfaga sus expectativas”.
(Dulanto, 2004, pág. 295).
“La alienación del hombre frente a su propia vida, es decir, su sensación de haber
perdido el sentido de su vida, su meta, es un fenómeno que existe a escala social y
que no se detiene ante ningún sistema determinado, ante ninguna clase social
determinada. Alcohólicos y drogadictos, perversos y delincuentes sexuales,
bandidos y gánsters, matones y delincuentes juveniles, los tenemos en abundancia
en cada una de las sociedades actualmente existentes, o por lo menos no sólo en
los círculos burgueses; los fenómenos de están especialmente difundidos en las
llamadas clases “inferiores”, lo cual es perfectamente comprensible sociológica y
psicológicamente. Quien no quiera enterarse de ello, se cierra también la posibilidad
123
de conocer las causas de fenómenos sociales tales como la delincuencia juvenil, el
alcoholismo, la drogadicción, etc., cuando estos adquieren un carácter que afecte a
la sociedad toda. Como ha dicho tan acertadamente Viktor Frankl, citando a Albert
Einstein:
“La frustración por una vida que no corresponde al modelo que se había hecho el
hombre en este campo, una vida que no coincide con el sistema de valores aceptado
por él, que conduce por ultimo a la sensación de una vida no realizada, subyace a
la pérdida del sentido de la vida: ¿Para qué vivir, para qué luchar, si esto no tiene
objeto? Tal es la situación que le es habitual como fenómeno de masas al hombre
moderno, y su consecuencia es la sensación del vacío, el vacío existencial; cada
vez es mayor el número de seres humanos a los cuales falta una meta vital
internalizada”. (Adam, 1979, pág. 254)
“Cada época tiene su neurosis, y cada época requiere su psicoterapia. Los
psiquiatras nos encontramos hoy no tanto con las formas clásicas de neurosis como
con una de tipo nuevo, en cuyo primer plano sintomatológico se encuentran la falta
de interés y una carencia de iniciativa. Se trata, por tanto, menos de una
sintomatología expresamente clínica, que de una perturbación de la motivación: una
debilidad motivacional es característica de las neurosis de hoy. Pero a la base de
ésta según mis propias investigaciones subyace un abismante sentimiento de la
falta de sentido”. (Adam, 1979, pág. 255)
“Erich Fromm, quien habla de una sane society, y junto a muchos otros que
consideran el problema de las neurosis sociales en relación con las condiciones de
la civilización moderna. Es perfectamente comprensible y también acertado que
como consecuencia de ello Frankl haga un llamado a devolverle al hombre el sentido
124
de su vida, es decir, las metas socialmente internalizadas de su actividad. Habla
incluso de una educación de la juventud en el espíritu del fortalecimiento de su
voluntad de sentido para la vida:
“El autor agrega eso sí, prudentemente que no se trata de moralizar, vale decir de
enseñar valores, sino de dárselos en ejemplo a los hombres:
No podemos enseñar los valores, los valores tenemos que vivirlos. Y no podemos
darle un sentido a la vida del otro; aquello que podemos darle, aquello que podemos
proporcionarle para el camino, es pura y exclusivamente un ejemplo, el ejemplo de
nuestro ser entero. Porque la pregunta por el ultimo sentido de la vida humana, la
respuesta no puede ser ya intelectual, tiene que ser existencial: no respondemos
con palabras, sino que toda nuestra existencia es la respuesta”. (Adam, 1979, pág.
256).
Cultura
125
la cultura escolar”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS
CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y
DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC
(Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
“Según Larroyo (1966:4) la palabra cultura proviene del latín cultura, a su vez de
colere, cultivar, cuidar, construir, “es un conjunto de creaciones humanas que
comprende los usos materiales. Maneras de trabajar la tierra; de beneficiar los
cereales; formas de construir habitaciones; de fabricar armas y utensilios; las
instituciones de la convivencia social: normas de derecho; ritos y ceremonias
religiosas; costumbres practicas morales y además todo un orbe de creaciones de
carácter más independientes de las cosas tangibles: lenguaje mitos, y creencias
religiosas, obras de arte; teorías científicas”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA
SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE
ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS
PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
126
DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC
(Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
“Desde el punto de vista psicológico “la cultura se refiere a las pautas, más o menos
organizadas y persistentes de hábitos, ideas, actitudes y valores que son
transmitidos a los niños por sus mayores o por otros grupos mientras crecen, todo
aquello que la comunidad intenta reproducir en (enculturación y socialización) en
sus nuevos miembros. (Aguirre, 1993:153)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA
SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE
ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS
PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
127
Conocer estos procesos nos otorga la posibilidad de comprender las reacciones de
los individuos, allana la comunicación y facilita la intervención. (Besalú, (2001:27-
28)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS
EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS
DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral
dissertation, Pontificia Universidad).).
“Según Bruner (1998) citado por Gimeno Sacristán, Pérez A, Ángel I. (1999) la
cultura es conocimiento del mundo a partir del cual, mediante negociación, las
personas alcanzan modos de actuar satisfactorios en contextos dados”. (MORENO,
M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN
CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS
DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral
dissertation, Pontificia Universidad).).
128
“La cultura es el conjunto de significados, expectativas y comportamientos
compartidos por un determinado grupo social, que facilitan y ordenan, limitan y
potencian los intercambios sociales, las producciones simbólicas y materiales y las
realizaciones individuales y colectivas dentro de un marco espacial y temporal
determinado.(Gimeno Sacristán, et al 1999:16)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA
SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE
ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS
PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
“Cuando hablamos de cultura, en general, nos fijamos en aquellos aspectos que son
más manifiestos, conscientes, reconocibles, tales como la lengua, religión,
tradiciones históricas, costumbres colectivas, etc. Pero existe un nivel más
profundo, más inconsciente que habla de la manera de situarnos en el mundo, de
la manera de organizar la vida, etc. En este sentido pensemos algunos aspectos de
la vida (Elosua et al, 1994): concepto de belleza, relación con los animales, reglas
para las relaciones padre/hijos, modo de relacionarse entre
superiores/subordinados, concepto de pecado, prácticas de relaciones de amor,
ritmo de trabajo, concepto de liderazgo, modelo de toma de decisiones en grupo,
concepto de limpieza, teorías sobre enfermedades, conducta ocular, concepto de
movilidad social, preferencia por lo competitivo o la cooperación, modelos de
conversación en diversos contextos sociales, definición de locura, naturaleza de la
amistad, organización del tiempo, concepto de sí mismo, lenguaje corporal, modos
de tratar las emociones, expresiones faciales, cómo se dispone de espacio físico,
129
modo de concebir la pobreza, modo de entender la natalidad, etc.”. (MORENO, M.
(2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA
ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN
TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia
Universidad).).
“La UNESCO opto desde los años 70 y 80 del siglo XX, por un modelo estático
identificativo reconociendo así, la igualdad en todas las culturas del mundo incluso
en la conferencia mundial sobre las políticas culturales, de México establece un
vínculo entre cultura y desarrollo: La cultura puede considerarse como el conjunto
de los rasgos distintivos, espirituales y materiales intelectuales y afectivos que
caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba además de las artes y las
letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas
de valores, las tradiciones y las creencias (UNESCO, 2002:3)”. (MORENO, M.
(2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA
ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN
TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia
Universidad).).
130
Características relevantes de la cultura
131
f. La cultura es un todo integrado: no es posible analizar e interpretar cada
uno de sus componentes por separado. La cultura es un sistema y, como
tal, cada uno de sus elementos se explica en relación a los restantes. Las
culturas no son comprensibles desde los libros, sino desde la vivencia real
y prolongada. El contexto en el que se generan y desarrollan es el humus
que da sustancia a las distintas dimensiones de la cultura y es el que aporta
las claves para entenderla.
g. Cada individuo tiene una versión particular de la cultura a la que pertenece;
la cultura se comparte diferencialmente. Cada persona posee su versión
subjetiva de la cultura que los demás le atribuyen, cuando pretendemos
proyectar una cultura en cada uno de los individuos que la componen,
difícilmente encontraremos una persona que responda a todos y cada uno
de los atributos con que la hemos definido. Lo que se presenta como la
cultura de un grupo no es otra cosa que la organización de la
heterogeneidad intergrupal inherente a toda sociedad humana. (García,
Pulido y Montes, 1993)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA
ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE
ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES
COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia
Universidad).).
“Por su parte, Guarro (2002) al estudiar las diferentes formas de entender la cultura
señala tres aspectos:
132
miembro de la sociedad, actitudes, valores, patrones de comportamiento…,
incluyendo su plasmación en utensilios, actividades, etc. (2002:67).
b. En segundo lugar, destaca la finalidad de la cultura como “…guías
potenciales para la conducta de los hombres”; “producto de la actuación y
elementos condicionantes de las actuaciones sucesivas” elementos
“necesarios para comprender de manera activa nuestra sociedad” (2002:68).
c. En tercer lugar, recoge una característica en la que coinciden también todos
los autores: la cultura se enseña y se aprende, no es algo genético,
hereditario. Además añade algunas características de ese proceso de
enseñanza aprendizaje: “adquirida y transmitida mediante símbolos”;
“transmitida a los niños por sus mayores o por otros grupos mientras crecen;
transmitida (enculturación) por medio de objetos materiales y formales”.
(2002:68)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS
CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES,
DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS
DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
La cultura escolar
133
“La escuela constituye en sí misma un grupo en el que se propician todos los
elementos para la conformación de una “cultura” que está definida en su
organización, en su infraestructura, en su distribución y ordenación física, en su
disciplinar el alma de los ciudadanos, en cómo entiende el hombre y su entorno, en
su concepción de conocimiento escolar (¿científico-explicito, cotidiano-implícito o
escolarizado?), en el uso escolar de la lengua escrita (¿social, utilitario, informativo,
filosófico, literario?), etc. (Rubiano. E 2006)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA
SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE
ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS
PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
“Pérez Gómez, (1998) citado por Ávila (s/f), ha visualizado a la escuela “como un
cruce de culturas que provocan tensiones, aperturas, restricciones y contrastes en
la construcción de significados” pero también como una mediación reflexiva entre
los influjos plurales de esas culturas y el imaginario de las nuevas generaciones.
Entre las diferentes culturas que llegan a la escuela, este autor enuncia: la cultura
sistemática de las diferentes disciplinas científicas, artísticas y filosóficas, la cultura
académica reflejada en las opciones hechas por el currículo, la cultura social
reflejada en los valores hegemónicos del escenario en el que se mueve la escuela,
la cultura institucional presente en los roles, normas, rutinas y ritos propios de la
escuela como ámbito de organización y gestión, la cultura experiencial proveniente
de la vida cotidiana de sus actores y, finalmente, la influencia cultural que se ejerce
a través de la ventana electrónica de los medios telemáticos.
134
prácticas, saberes y representaciones aún más allá de los ámbitos identificados
como la institución escolar. (Huergo y Martínez, 1999)”. (MORENO, M. (2009).
TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA
ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN
TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia
Universidad).).
“Según Ávila R. (s/f), cuando hablamos de cultura escolar tenemos en mente dos
acepciones:
Convivencia escolar
135
“La convivencia escolar alude a la inter relación que se da entre docentes, alumnos,
directivos docentes de cada establecimiento educativo. Dentro del ejercicio de dicha
convivencia es común que se susciten situaciones conflictivas, agresivas, y hasta
de violencia extrema que minan el normal desarrollo de los procesos de aprendizaje
de los estudiantes”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE
LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES
Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC
(Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
136
Es por esto que la mejora y fortalecimiento de la convivencia en los centros
educativos se le debe dar la importancia que se me dice así como volver la vista
hacia algunos de los valores más elementales, como la tolerancia, la solidaridad, el
respeto a los derechos humanos, al medio ambiente, a la igualdad de oportunidades
y al valor de la equidad, enmarcados en los principios básicos de la participación y
la democracia.
“Las políticas educativas de los últimos años han hecho énfasis en los procesos de
democratización del espacio escolar promoviendo, la instauración de un modelo de
convivencia centrado en la construcción colectiva de las normas que regulan la
interacción de los actores educativos en el aula y en la escuela, tendiente a modificar
el modelo de disciplinamiento propio de una cultura de autoridad y obediencia. Sin
embargo, este no ha podido ser superado totalmente, coexiste con el de
convivencia. Los problemas para la institucionalización de la convivencia escolar
están básicamente representados por la persistencia de actitudes autoritarias, la
inconsistencia de muchas de las normas elaboradas y la falta de claridad en los
137
procesos de sanciones, generando sentimientos y actitudes que cambian el proceso
de convivencia democrática.
138
Numerosos autores se han preocupado por el tema de la disciplina escolar,
fenómeno entendido como un medio favorecedor del proceso de enseñanza –
aprendizaje, que garantiza la convivencia entre todos los miembros de la comunidad
educativa, logrando un clima en el aula adecuado (Carrascosa y Martínez, 1998
citado en Plaza del Rio F., 1996). Sin embargo, en ocasiones existen conductas
disruptivas que distorsionan la dinámica escolar. Gotzens (1986, citado en Plaza del
Rio F., 1996), lo define como toda actuación del alumno que trasgrede, viola o ignora
la norma disciplinaria establecida.
De la misma manera, Gregorio Casamayor (1989, citado en Plaza del Rio F., 1996)
afirma que para favorecer el proceso de aprendizaje y garantizar la convivencia de
todos los miembros de la comunidad educativa, se deben establecer un conjunto de
normas que abarquen los ámbitos personales, materiales y funcionales.
139
disciplina basados en la confianza, utilizando al máximo procesos de participación
que promuevan la autonomía de los estudiantes desde los primeros años de
escolaridad para así, de esta manera acercarse a un proceso que desarrolle la
armonía de las relaciones entre las personas de la comunidad escolar y que se
reflejen en la sociedad”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA
DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES,
DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE
BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
Los ambientes educativos en el que se desarrolla el niño tienen que ser coherentes
con los propósitos de la comunidad. En el caso concreto del sistema escolar, se
requiere que el proceso educativo se haga bajo pautas de participación, de afecto,
de respeto, de cooperación mutua, de proyección real de la escuela hacia las
necesidades de los niños y de sus familias y de respeto por las instituciones.
Los valores no se adquieren por la vía exclusiva del discurso, sino a través de la
práctica de esos valores en el ambiente en el cual se desempeña la persona. Es por
esto que resulta tan importante la organización del sistema escolar, en tanto que la
organización y su funcionamiento real constituyen elementos educativos de enorme
140
importancia (Política de Convivencia Escolar, Ministerio de Educación Republica de
Chile, 2002)”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA DE LAS
CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES, DOCENTES Y
DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE BOGOTÁ DC
(Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
“El termino convivencia escolar, puede ser definido de manera general como el
clima de interrelaciones que se produce en la institución escolar, “una red de
relaciones sociales, que se desarrollan en un tiempo-espacio determinado
(escuela), que tiene un sentido y/o propósito (educación y formación de los sujetos)
y que convoca a los distintos actores que participan en ella (docentes, estudiantes,
directivos, administrativos) a ser capaces de cooperar, es decir, operar en conjunto
y acompañarse en la construcción de relaciones y vínculos entre sus miembros”.
“La convivencia escolar se configura como un espacio relacional de cooperación y
crecimiento” y se construye y reconstruye en la vida cotidiana. (Política de
Convivencia Escolar, Ministerio de Educación República de Chile, 2002).
141
relaciones en el tiempo”. (MORENO, M. (2009). TEORÍA SUSTANTIVA ACERCA
DE LAS CREENCIAS EN CONVIVENCIA ESCOLAR DE ESTUDIANTES,
DOCENTES Y DIRECTIVOS DOCENTES EN TRES COLEGIOS PÚBLICOS DE
BOGOTÁ DC (Doctoral dissertation, Pontificia Universidad).).
La Ley General de Educación, Ley 115 de 1994 establece como uno de los fines de
la educación la formación en el respeto a la vida y demás derechos humanos, a la
paz, a los principios democráticos de la convivencia, pluralismo, justicia, solidaridad
y equidad, y también en el ejercicio de la tolerancia y la libertad.
La Ley General de Educación define objetivos comunes para todos los niveles de la
educación y destaca el proporcionar una sólida formación ética y moral, y fomentar
la práctica del respeto a los derechos humanos.
142
El Decreto de 1860 del Ministerio de Educación establece pautas y objetivos para
los Manuales de Convivencia Escolar, los cuales deben incluir, entre otras, normas
de conducta que garanticen el mutuo respeto y procedimientos para resolver con
oportunidad y justicia los conflictos.
143
“Se sabe que el trabajo colaborativo genera en los estudiantes formas de
autoestima, de autovaloración, y confianza no solo en sí mismos, sino también en
los demás. Igualmente fomenta el espíritu de grupo, en procesos donde se van
superando formas de intolerancia, rigidez e incluso de discriminación, fortalece el
ejercicio cotidiano de valores y derechos, y en el caso de docentes, permite superar
el trabajo individualista o aislado.
Para que el aprendizaje sea posible, los intercambios entre todos los actores de la
institución (alumnos, docentes y padres) que comparten la actividad en la escuela y
que conforman esa red de vínculos interpersonales que denominamos convivencia,
deben construirse cotidianamente, mantenerse y renovarse cada día, según
determinados valores. Sólo cuando en una institución escolar se privilegian la
comunicación, el respeto mutuo, el diálogo, la participación, recién entonces se
genera el clima adecuado para posibilitar el aprendizaje.
144
Convivencia y aprendizaje, pues, se condicionan mutuamente. La causalidad
circular permite comprender la interrelación entre ambos: cada uno es condición
necesaria (aunque no suficiente por si solo) para que se dé el otro (lanni, N, 2002).
Por otra parte, el autor afirma que la convivencia enseña, pues de ella se aprenden
contenidos actitudinales, disposiciones frente a la vida y al mundo que posibilitan
el aprendizaje de otros contenidos conceptuales y procedimentales.
lanni (2002) dice que para aprender a convivir deben cumplirse determinadas
condiciones, que por ser constitutivas de toda convivencia democrática, su ausencia
dificulta y obstruye su construcción, estas son:
145
Interactuar (intercambiar acciones con otro/s).
Interrelacionarse (establecer vínculos que implican reciprocidad).
Dialogar (fundamentalmente escuchar, también hablar con otro/s).
Participar (actuar con otro/s).
Comprometerse (asumir responsablemente las acciones con otro/s).
Compartir propuestas
Discutir (intercambiar ideas y opiniones diferentes con otro/s).
Disentir (aceptar que mis ideas o las de otro/s pueden ser diferentes).
Acordar (encontrar los aspectos comunes implica perdida y ganancia).
Reflexionar (volver sobre lo actuado, lo sucedido. “producir pensamiento”
conceptualizar sobre las acciones e ideas).
146
“En las interacciones que se verifican y producen en la escuela se pueden apreciar
algunos elementos que tienen directa incidencia en la convivencia escolar, como
por ejemplo, las agresiones, los conflictos, la violencia, el maltrato, entre otros.
Las agresiones
Se refiere a las acciones que interrumpen el ritmo de las clases. Generalmente las
disrupciones tienen como protagonistas a alumnos molestos que con sus
comentarios, risas, juegos, movimientos, etc., ajenos al proceso de enseñanza-
aprendizaje impiden o dificultan la labor educativa.
147
Este término se utiliza para designar los procesos de intimidación y victimización
entre pares o, lo que es igual, entre compañeros de aula o de centro, genera
problemas cuyos efectos no se limitan tan sólo al periodo escolar, sino que puede
tener consecuencias en la vida futura, no sólo en las victimas, sino también en los
agresores y los espectadores.
En cuanto al agresor y según Ortega, R, (1999, p), “el chico o chica que agrede
impunemente a otro se socializa con una conciencia de clandestinidad que afecta
gravemente a su desarrollo sociopersonal; se va convirtiendo, poco a poco, en un
individuo que cree que las normas están para saltárselas y que no cumplirlas puede
llegar a proporcionar un cierto prestigio social. Todo ello resulta dañino para su
autoimagen y su valoración moral; así se va deteriorando su desarrollo moral y
aumentando el riesgo de acercamiento a la pre-criminalidad, sino encuentra a
tiempo elementos educativos de corrección que reconduzcan su comportamiento
antisocial”.
Ortega, R, (1999, p. 43- 50) afirma que, “episodios aislados de bullying pueden
originar reacciones negativas, irritabilidad, pánico, memoria repetida del episodio y
falta de concentración, pero si los episodios se repiten y el estrés se va acumulando
es probable que se produzcan sentimientos de soledad, depresión, ansiedad y
perdida de seguridad personal”.
148
Para evidenciar esto, solo es necesario visitar algunos centros escolares los cuales
permiten ver el alcance del espíritu de destrucción que guía a algunos alumnos:
mesas, cristales, paredes y armarios destrozados; grafitos obscenos, amenazantes
o insultantes, etc. La expresividad de estas conductas explica en parte su capacidad
para reclamar la atención de la opinión pública, al tiempo que se convierten en
demostración de fuerza de los actores.
Agresión sexual
Hay pocos datos sobre este problema que habitualmente pasa inadvertido. Es un
tipo de violencia invisible que sufre más la población femenina que la masculina y
que, por lo común, se concreta en hostigamientos, manoseos y, en menor medida
en violaciones.
Conflictos
Los conflictos “son situaciones en las que dos o mas personas entran en oposición
o desacuerdo, porque sus posiciones, valores, intereses, aspiraciones, deseos, o
necesidades son incompatibles o, al menos, se perciben como tales. Además, para
entender los conflictos debemos saber que las emociones y sentimientos que se
producen en los distintos protagonistas juegan un papel muy importante. Por último,
un elemento que puede ayudar a entender las situaciones conflictivas es la relación
149
entre las partes en un conflicto, ya que esta puede salir reforzada o deteriorada, en
función del proceso de resolución” (Torrego, 2000:37) y dentro del ámbito escolar
se refiere, por lo tanto, a las situaciones de desacuerdo no solamente entre alumnos
(con o sin violencia), sino entre todos sus componentes: alumnos, docentes,
directivos, familiares, entre otros y además un conflicto no resuelto, es un conflicto
de toda la comunidad educativa y afecta, de una u otra forma, a la estructura en su
conjunto.
150
incidencia significativa en el desarrollo ético, socio afectivo e intelectual de los niños
y jóvenes.
Dicha concepción no se limita solo a la relación entre las personas, sino que incluye
las formas de interacción entre los diferentes estamentos que conforman la
comunidad educativa, por lo que constituye una construcción colectiva y es
responsabilidad de todos quienes participan del proceso educativo —profesores,
estudiantes, padres y apoderados, asistentes de la educación—.
Vivir y convivir con otros en armonía supone el respeto a las ideas y sentimientos
de los demás, la tolerancia frente a las diferencias, la aceptación y valoración de la
diversidad, la solidaridad, reciprocidad y cooperación mutua en función de objetivos
comunes.
151
ser intencionado desde las prácticas pedagógicas, tanto en el aula como fuera de
ella, asumiéndola como una tarea educativa/formativa que es de responsabilidad de
todos los miembros de la comunidad escolar.
Para lograr esta convivencia social pacífica y democrática entre los miembros de la
comunidad educativa, es necesario el aprendizaje y la práctica de valores como el
respeto, la solidaridad, la ayuda mutua —entre otros— y el desarrollo de la
capacidad de las personas para convivir en armonía. En ese sentido, la tarea de
educar en valores no está circunscrita solo al ámbito escolar; la familia y la sociedad
son espacios sociales fuertemente comprometidos en esta responsabilidad.
Hay una primera concesión de esta amplia responsabilidad que afecta a la persona
del educador. Si los/las profesores en la escuela han de contribuir a que los/las
estudiantes se descubran a sí mismos, descubran el mundo y su profundo
significado, no es indiferente el concepto de ser humano y de mundo que tengan. Y
más que el concepto, más que la visión intelectual, importa su actitud valorativa de
las demás personas y de su inserción en el mundo; lo que él sea y el modo, incluso,
de autoconocerse, constituye el aporte fundamental al proceso de autorrealización
de los niños y jóvenes, de su relación con los demás, con el entorno que lo rodea,
con el medio ambiente y en consecuencia, la actitud que tengan frente a los
derechos humanos, en su más amplia acepción.
152
Este tema ha atraído el interés de profesores/as, estudiantes, psicólogos,
sociólogos y filósofos.
Superka (1973) —en Santoyo, 2005—, elaboró una tipología para una educación en
valores, considerando cinco áreas fundamentales:
Inculcación: El objetivo de este enfoque es infundir o internalizar determinados
valores que son considerados como deseables. Si el sujeto de la educación (niño o
joven) ha de ser el protagonista de su libertad hay que considerar que sea él/ella
quien descubra los valores y opte libremente por ellos.
Son varios los métodos utilizados para la inculcación de valores: el del refuerzo y
propuesta de modelos. La combinación del refuerzo con la propuesta de modelos
es un medio para inculcar valores. Si el modelo es reforzado positivamente, los
observadores de la conducta presentada como modelo tienen más probabilidades
de actuar de modo semejante y, en consecuencia, de adoptar ese valor. Esta
estrategia puede utilizarse intencionada y sistemáticamente para inculcar valores
deseables.
Desarrollo moral: Este enfoque se basa en los postulados Piaget (1934, 1964) y
Kohlberg (1976, 1997) y se ocupa del desarrollo cognitivo estimulando a los/las
estudiantes para que sean capaces de desarrollar modelos más complejos de
razonamiento moral a través de pasos secuenciales.
La teoría del desarrollo moral utilizada por Kohlberg (1976) se describe en tres
niveles y seis pasos:
NIVELES
153
Preconvencionales
Convencionales
Postconvencionales
PASOS
Estos niveles se corresponden con los consiguientes pasos que marcan un proceso
de desarrollo moral. Kohlberg (1976) parte de una orientación en desarrollo, y
plantea que es necesario seguir una secuencia de pasos. Este autor indica que el
exponer a los niños y jóvenes a niveles superiores de razonamiento los estimula a
alcanzar el paso siguiente superior del desarrollo moral. Esta teoría aporta un
aspecto importante a la educación de valores.
154
— Identificar y clarificar la cuestión del valor.
Coherencia en la acción: para que pueda considerarse que hay un valor presente,
la vida misma debe ser afectada por él/ella.
155
Escoger los valores entre distintas alternativas: las alternativas deben guardar
relación entren sí, ser formuladas para que puedan entenderse con facilidad y así
surja un valor.
Escoger los valores después de sopesar las consecuencias de cada alternativa: hay
que medir el peso axiológico de cada una de las posibilidades que se ofrecen.
Apreciar y estimar los valores: cuando concedemos valor a una cosa la apreciamos,
la disfrutamos, la estimamos, la respetamos y la queremos.
Actuar de acuerdo con los propios valores: es preciso que la conducta afirme
nuestras decisiones y las integre en la vida.
Actuar de acuerdo con los propios valores de una manera repetida y constante: los
valores tienden a ser persistentes, a dar forma a la vida humana. No se podría
considerar valor algo que aparece una vez en la vida y que no vuelve a presentarse.
156
— Tomar conciencia del asunto o proceso.
Como fue señalado anteriormente, una convivencia escolar sana y armónica debe
basarse en valores como el respeto, la tolerancia, la diversidad y debe reunir, al
menos, las siguientes características:
157
diferentes subsectores de aprendizaje, cuyo propósito es desarrollar las siguientes
habilidades:
— A compartir propuestas.
— A disentir; aceptar que mis ideas- o las del otro/a u otros/as-, puedan ser
diferentes.
159
— ¿Quiénes somos? Su respuesta explica los fundamentos antropológicos y
axiológicos, los principios de identidad, marco valórico y el perfil de los/las
estudiantes que se desean formar.
160
Es así como la comunidad escolar, a través de su PEI, debe expresar los intereses
formativos de los/las estudiantes, de los padres, madres y apoderados/as, de los
profesores/as, de los directivos y de los asistentes de la educación y,
constituyéndose en una comunidad de intereses comunes, con objetivos
compartidos.
De esta manera se forman las redes de apoyo en la que los niños y jóvenes se
involucran, compartiendo actividades, objetivos, ideas, sentimientos, emociones y
valores, fortaleciendo su capital social. Las principales redes de apoyo de los
jóvenes estudiantes están constituidas por sus familias, sus compañeros y
compañeras de curso, por sus amigos y amigas, por sus vecinos y por las
instituciones que frecuentan, contribuyendo con ello a su formación ciudadana.
Los jóvenes estudiantes del siglo XXI tienen el desafío de vivir en una sociedad
multicultural e intercultural, constituyéndose en la base del aprendizaje de la
convivencia social/escolar. Este aprendizaje tiene su origen en las familias
(socialización primaria), y luego la escuela (socialización secundaria) debe reforzar
dichos aprendizajes a través de su currículum explícito, así como en su currículum
oculto.
161
Desde su tarea formativa, Soto (1995) plantea cuatro ideas fundamentales referidas
a la escuela (en Redondo, 2009):
Las escuelas no pueden ser analizadas como instituciones separadas del contexto
socioeconómico en el que están situadas.
Los valores del sentido común y las creencias que guían y estructuran las prácticas
en la sala de clases, no son universales a priori, sino que son construcciones
sociales basadas en supuestos normativos y políticos específicos.
Relacionado con lo anterior, los actores educativos, deben ser capaces de crear una
atmósfera agradable y segurizante para que se cultiven relaciones humanas
basadas en una sana convivencia, creando una comunidad escolar, la que está
definida en la Ley General de Educación como «una agrupación de personas que
inspiradas en un propósito común, integran una institución educativa» (LEGE, Art.
8), cuyo objetivo es «contribuir a la formación y el logro de aprendizajes de todos
los alumnos» y «asegurar su pleno desarrollo espiritual, ético, moral, afectivo,
intelectual, artístico, y físico». Este propósito se expresa «en la adhesión al proyecto
educativo del establecimiento y a sus reglas de convivencia establecidas en el
reglamento interno» (LEGE, Art. 9)”. (Sandoval Manríquez, M. (2014). Convivencia
y clima escolar: claves de la gestión del conocimiento. Última década, 22(41),
153178.)
“El desarrollo del concepto de clima escolar (Mena y Valdés, 2008) tiene como
precedente el concepto de «clima organizacional», resultante del estudio de las
162
organizaciones en el ámbito laboral, a partir de fines de la década del 60 (Tagiuri &
Litwin, 1968; Schneider, 1975).
Este concepto surge como parte del esfuerzo de la psicología social por comprender
el comportamiento de las personas en el contexto de las organizaciones, aplicando
elementos de la Teoría General de Sistemas (Rodríguez, 2004).
Mientras que Milicic (2001) lo define como la percepción que los miembros de la
institución escolar tienen respecto del ambiente en el cual desarrollan sus
actividades habituales. Tales percepciones, se basarían en la experiencia que el
propio individuo desarrolla en la interacción.
Por su parte, Cornejo y Redondo (2001), señalan que el clima social escolar refiere
a «la percepción que tienen los sujetos acerca de las relaciones interpersonales que
establecen en el contexto escolar (a nivel de aula o de centro) y el contexto o marco
en el cual estas interacciones se dan» (p. 6).
163
a la vez parte de ella. Su Misión institucional es la formación de personas —los/las
estudiantes—, son parte activa de la vida de la organización (Casassus, 1993).
En este sentido, respecto a los procesos educativos, cabe señalar que para que
estos puedan realizarse adecuadamente, es necesario visibilizar los factores que lo
componen; entre ellos, el clima escolar; es así como la UNESCO (2000) plantea que
«la posibilidad de que la escuela sea significada por el alumno como una experiencia
emocionalmente positiva va a depender en gran medida del ambiente que logren
crear los alumnos y los profesores en el contexto educacional» (UNESCO, 2000).
Desde otra perspectiva, Mertz (2006) plantea que la escuela «es el ámbito de
intervención privilegiado para la socialización y formación de valores pro sociales, y
para prevenir que los niños y jóvenes sean víctimas o autores de un amplio rango
de conductas negativas, ahora y en el futuro» (p.16).
164
preventivas dependerá de la gestión y liderazgo educativo, del concepto de
disciplina incorporado en el Reglamento de Convivencia y del desarrollo de
habilidades y competencias sociales en los/las estudiantes.
Grisay, (1993) señala que el clima escolar debe ser considerado como eje de
comprensión, no solo de una estructura de comportamiento, sino como la forma en
la cual la escuela configura su mundo educativo en relación con sus sentidos; y para
la construcción de este concepto, menciona cinco criterios, que a su vez permiten
medirlo:
a) Microclimas en la escuela
165
En una escuela en la que existe un clima general negativo, las personas envueltas
en microclimas positivos pueden verse protegidas por estos (Arón y Milicic, 2004).
Los microclimas pueden ir desde grupos de amigos al interior de un curso/escuela
hasta un curso completo dentro del nivel o equipos deportivos, artísticos,
agrupaciones religiosas o de trabajo comunitario, entre otros. Así mismo, se pueden
encontrar dentro de la comunidad escolar microclimas en diferentes espacios
(departamentos, salas de profesores, edades, género, etcétera) y amplitudes
(pueden ir desde grupos muy reducidos hasta toda la comunidad docente).
Uno de los efectos positivos de un clima laboral adecuado es que contribuye a una
convivencia escolar armónica y relajada, generando profesores/as motivados, con
166
sensación de bienestar con su trabajo, ayudando a todos sus estudiantes a lograr
sus objetivos de aprendizaje.
— Estructura de la organización.
— Relaciones humana.
— Recompensas.
— Reconocimiento.
— Autonomía.
Cornejo y Redondo (2001) proponen seis ejes estratégicos para mejorar el clima
social escolar de las aulas:
167
— Mejora del autoconcepto académico de los alumnos.
169
1996), por lo que Ianni (2003) señala además que la relación entre todos los actores
de la comunidad educativa debe construirse, mantenerse y renovarse
constantemente en un determinado marco de valores.
A su vez, las interacciones entre los sujetos están orientadas siempre por los
diferentes puntos de vistas, las experiencias y las vivencias de cada persona,
diversidad que puede ser el punto de partida de desacuerdos y que hacen de los
conflictos una característica inherente a las relaciones humanas y que por lo tanto
se pueden manejar y resolver (Galtung, 1998; Rodas, 2002). Justamente la
capacidad de resolverlos implica una oportunidad formativa importante para que las
personas aprendan a relacionarse adecuadamente unas con otras, y en este
sentido, la convivencia en la escuela se considera también como una anticipación
de la convivencia social. Sin embargo, este proceso puede verse obstaculizado por
situaciones de violencia, la que a diferencia del conflicto se caracteriza por
relaciones negativas entre las personas que implican un daño o perjuicio físico,
psicológico o de exclusión social para alguna de las partes (Valdivieso, 2009)”.
(Ahumada, I., & Tapia, J. (2013). Principales características y contenidos de la
política educacional chilena sobre Convivencia Escolar entre los años 2002 y 2012:
Una aproximación a la realidad del sistema educacional chileno a partir de un
análisis de contenido temático. Memoria para optar al título de psicólogo/a).
Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Psicología,
Santiago-Chile.)
“Según Ianni (2003) una convivencia basada en valores permite generar un clima
apropiado para el desarrollo de aprendizajes, los que a su vez son necesarios para
la construcción de una convivencia basada en valores. Esta relación, en que
aprendizajes y convivencia se condicionan mutuamente, se caracteriza por ser
simultánea y recursiva, por lo que es posible afirmar que se aprende a convivir al
mismo tiempo que se convive y que, por lo tanto, la convivencia es un aprendizaje.
Esto abre la posibilidad de intencionar y planificar este aprendizaje, lo que implica
una singular conexión entre la Convivencia Escolar y el currículum, entendido éste
como una guía del mapa institucional de la escuela (Goodson, 2000), es decir, es lo
170
que permite ver qué tipo de organización de saberes, experiencias y vínculos con
los alumnos y con el mundo propone la escuela. Sin embargo, es necesario hacer
notar que desde el discurso curricular oficial o explícito, existe una intención
declarada por el logro de aprendizajes vinculados con convivencia escolar, que no
siempre es conducente y facilitador de ésta, ya que desde la práctica docente en el
aula y la cultura escolar, es decir, desde el currículum oculto, se entregan mensajes
que dificultan la comprensión de las orientaciones sobre convivencia escolar
(Magendzo, 2003).
Este enfoque cobró especial importancia a fines del siglo XX en los debates
nacionales e internacionales en materia educacional y comprende los
conocimientos, habilidades y actitudes que están presentes en todo el proceso de
enseñanza aprendizaje, que no están circunscritos a una disciplina particular, y que
por tanto permean dimensiones como la convivencia escolar, el clima escolar y el
171
proyecto educativo institucional (MINEDUC, 2003b). En Chile, su incorporación se
realizó principalmente a través de la Reforma Curricular iniciada en la década de los
90, que definió una serie de objetivos formativos conocidos como Objetivos
Fundamentales Transversales (MINEDUC, 1996a).
172
cultura escolar y a la sociedad en su conjunto, siendo necesario ofrecer una
perspectiva sistémica desde la cual ver la realidad y vivir las relaciones sociales
(MINEDUC, 2003b). En este sentido, y teniendo como base el enfoque de
transversalidad educativa, dicha unidad ministerial se formuló la tarea de garantizar
el cumplimiento de los acuerdos internacionales a los que Chile adhirió durante la
década anterior, entre los que destacan la Convención sobre los Derechos del Niño
de 1989 y la Comisión de Educación para el Siglo XXI”.(Ahumada, I., & Tapia, J.
(2013). Principales características y contenidos de la política educacional chilena
sobre Convivencia Escolar entre los años 2002 y 2012: Una aproximación a la
realidad del sistema educacional chileno a partir de un análisis de contenido
temático. Memoria para optar al título de psicólogo/a). Universidad de Chile,
173
documentos que han servido de orientación para realizar adecuaciones
institucionales y en los modelos de gestión, de modo de facilitar la implementación
de la política educacional sobre Convivencia Escolar y la transformación de la
cultura escolar.
174
“En los últimos años, el mundo actual ha estado viviendo profundas
transformaciones en todos los niveles de las estructuras sociales, políticas,
económicas, culturales y educativas que lo conforman. Es por ello, que se requiere
una educación del humano orientada a prepararlo para la incertidumbre, la
comprensión ecológica y la comprensión de la condición humana, lo cual exige
lograr la formación de individuos íntegros, con valores y principios firmes esenciales
para la convivencia humana”. (Johnny Y. Flores, 2011, pág. 155)
“En este marco de ideas, Pérez (2003) sostiene que “la convivencia debe ser una
de las principales empresas dela educación actual. Enseñar a convivir es tarea
difícil, por tanto el hombre como ser social debe aprender a vivir con los demás”.
“Todo ello supone, que los docentes en las instituciones educativas representan la
base en el proceso de transformación social, por lo que han de ser conocedores de
estrategias conducentes a enfrentar desafíos, impulsar el trabajo cooperativo, ser
emprendedores con gran espíritu de consenso y confianza en sí mismo (a) y en los
demás. Por consiguiente, abrigan el reto de inspirar en la generación futura el
compromiso de asumir roles y actitudes para mantener una educación basada en el
valor de la convivencia”. (Johnny Y. Flores, 2011, pág. 157)
175
“Con base en lo planteado, resulta interesante indicar algunas ideas y conceptos
planteados por Lanni (2008) que pudieran coadyuvar al mejoramiento de la
convivencia escolar en las instituciones educativas:
176
“Por su parte, Pascual (2001) señala que los principios de la convivencia escolar
son los siguientes:
Por su parte, Gómez (2009) manifiesta que “el diálogo propugna estadios de
transformación en el individuo y en el colectivo, resume lo complejo de la realidad y
trastoca los cimientos de la naturaleza introspectiva del plexo social”. (p. 19).El
mismo autor, señala que la palabra proferida por el ser humano sostiene al diálogo
verdadero en la medida de que sea portadora de experiencias compartidas, en
escenarios sociales determinados, ya sean universales o locales.
De la misma manera, Shikry (1991) expresa que el diálogo es el arte de concertar,
entre dos o más personas, las contradicciones que manifiestan sus ideas y
sentimientos, cuidando de respetar la diversidad de sus criterios para concordar las
semejanzas y diferencias entre sus ideas o estados de ánimo, con la explícita
intención de comprender y ajustar sus diferencias.
177
b. La Cooperación: tiene una incidencia en las instituciones educativas durante
la preparación del individuo para la vida en convivencia. Además, la cooperación es
una situación social en la que los objetivos de los individuos en el contexto escolar
están ligados de tal manera que cada persona sólo puede alcanzar su objetivo si y
sólo si los demás alcanzan los suyos, y cada individuo será recompensado en
función del trabajo de los demás miembros del grupo.
178
“Educar en valores para la convivencia supone cultivar en los alumnos principios
como la justicia, la cooperación, la solidaridad, el desarrollo de la autonomía
personal y la toma de decisiones, cuestionando al mismo tiempo los valores
antiéticos a la cultura de la paz, como son la discriminación, la intolerancia, el
etnocentrismo, la obediencia ciega, la indiferencia, la insolidaridad, el conformismo,
el individualismo entre otros”. (Johnny Y. Flores, 2011, pág. 165)
“El objetivo prioritario de la educación debe ser capacitar a sus alumnos para el
mayor desarrollo personal y ello requiere conocimientos, sentimientos y
comportamientos responsables y solidarios. Los conocimientos y procedimientos,
179
las memorias declarativas y procedimentales que un profesor tiene sobre su
especialidad no se transfiere a la mente de sus alumnos con solo explicarlas en
clase, aunque sea de la forma más atractiva y estimulante imaginable. El estudiante
aprenderá si asimila los conocimientos, los hace suyos, los integra, los experimenta
relevantes en su vida personal y profesional, los utiliza para identificar y resolver
problemas”. (FERNÁNDEZ, 2010, pág. 41)
“La llegada de los ordenadores, Internet y otras tecnologías a las aulas (pizarra
digital, tablets PC, etc.) no ha hecho que cambie el modelo de enseñanza (MONGE,
2008). Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) son un recurso
infrautilizado en Primaria, Secundaria y Bachillerato (GRAU, 2008). “Nuestro mundo
ha cambiado a consecuencia de la tecnología y, la escuela, no lo ha hecho”. “A
pesar de que durante los últimos 100 años han aparecido la radio, la televisión, los
ordenadores e Internet, la escuela sigue basada en una tecnología muy concreta:
la palabra impresa” (MONGE, 2008)”. (FERNÁNDEZ, 2010, pág. 65)
180
de aprendizaje como es el libro (CASABELLA, 2007a). El 90% de los profesores
tiene ordenador para prepararse las clases, pero solo el 20% lo aplica en el aula, y
lo hace centrándose en la ofimática y sin aprovechar todas las posibilidades que le
ofrecen las TIC (SEGURA, 2008)”. (FERNÁNDEZ, 2010, pág. 65)
“Lo que cuenta hoy es si los alumnos pueden aplicar los conocimientos adquiridos
en nuevos escenarios, si tienen motivación y capacidad suficientes para crear
181
nuevos conocimientos, para explicar fenómenos científicos y dibujar conclusiones
basadas en evidencias. También necesitarán estar atentos a cómo la ciencia y la
tecnología configuran nuestro entorno material, intelectual y cultural (SCHLEICHER,
2007)”. (FERNÁNDEZ, 2010, pág. 67)
“La Globalización nos ha recordado a todos lo plural que es la humanidad. Con ella
nuestros pueblos y calles han ido poco a poco cambiando su paisaje humano: la
manera de vestir, de relacionarse, de divertirse, etc. Junto con estos cambios han
surgido nuevas necesidades en el ámbito social y educativo. Necesidades que
abarcan a toda la población, a la autóctona y a la inmigrante”. (FERNÁNDEZ, 2010,
pág. 89)
“La pluralidad cultural la podemos vivir como una amenaza a la identidad de los que
ya vivíamos en este o aquel territorio o, por el contrario, como oportunidad para
abrirnos y enriquecernos gracias al contacto e intercambio con otras culturas. Lo
que está claro es que cada una de estas opciones nos llevará a construir proyectos
muy diferentes y a sufrir consecuencias completamente contrapuestas. El proyecto
que definimos pretende aproximarse sin lugar a dudas a la segunda opción”.
(FERNÁNDEZ, 2010, pág. 89)
183
“El Instituto Nacional para la Evaluación en Educación (INNE) también realizó una
investigación denominada Disciplina, violencia y consumo de sustancias nocivas
para la salud en escuelas primarias y secundarias de México (AGUILERA, MUÑOZ
& OROZCO, 2007). El estudio estuvo conformado por dos acercamientos, uno a
través de los datos recabados por los exámenes de la calidad y logro educativo, que
se aplicaron a alumnos y a docentes de Educación Primaria, y otro en el que se
realizó un acercamiento cualitativo a través de entrevistas con alumnos y docentes
de veinte centros secundarios para describir su funcionamiento, organización y
problemáticas. Entre los hallazgos más importantes hay que destacar que la
magnitud de la violencia manifestada por los estudiantes es relativamente baja. Por
último, hay una diferencia de opinión entre alumnos y profesores en cuanto a los
problemas de convivencia entre estudiantes. Por un lado, los maestros tienden a
minimizarlo, y por otro, los alumnos perciben que los maestros no los atienden,
sobre todo cuando se trata de acciones que pudieran parecer leves, como las
burlas”. (FERNÁNDEZ, 2010, págs. 128, 129)
184
“Por lo cual, consideramos que la convivencia educativa debería estudiarse
poniendo atención no sólo en los estudiantes: es necesario indagar acerca de lo que
el profesorado hace –o no– para atender las situaciones que pueden generar
conflictos. Con relación a esto, cabe aclarar que no se sugiere que los profesores
sean los únicos responsables de mantener un clima de convivencia adecuado; sin
embargo, como ya se ha señalado, es un factor condicionante”. (FERNÁNDEZ,
2010, pág. 129)
“De acuerdo a cifras del Ministerio de Educación (Chile, MINEDUC), en Chile uno
de cada 10 estudiantes reporta haber sido víctima de violencia reiterada en su
establecimiento educacional y de ellos un 23,3% indica vivirlo a diario (Chile,
MINEDUC, 2011a). Uno de cada cinco establecimientos educacionales clasifica en
una frecuencia alta de violencia entre pares, es decir, en estos los estudiantes
reportan la ocurrencia reiterada de más de una forma de violencia (Chile, MINEDUC,
2011a). Sin embargo, este no es un fenómeno reciente. Diversas investigaciones
desde hace ya 15 años han ido mostrando cómo el fenómeno de la violencia escolar
en todas sus dimensiones ha ido adquiriendo relevancia para quienes integran la
comunidad educativa (Chile, Ministerio del Interior & Ministerio de Educación, 2005;
Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo, 2005; López & Filsecker, 2001;
Magendzo & Donoso, 2000; Navarro, 2003).
185
Desde hace ya 10 años estudios enfocados en la prevalencia de fenómenos de
victimización entre pares en el contexto escolar indicaban que el 34,4% de los
estudiantes señalaba que existía violencia de manera frecuente en sus
establecimientos y el 38,3% reportaba haber sido agredido alguna vez, llegando
incluso a duplicar en cifras a países como Brasil (García & Madriaza, 2005), aunque
el último estudio nacional sobre violencia escolar del Ministerio del Interior de Chile
(2009) señala que un 60,9% de los estudiantes entrevistados no se declara como
agresor ni agredido por sus pares. A su vez, en un estudio regional realizado en
Valparaíso por Guerra et al. (2011) se evidencia un aumento considerable en la
percepción de violencia por parte de los estudiantes de segundo ciclo básico (10-13
años).
Una dificultad que han enfrentado tradicionalmente los estudios de violencia en las
escuelas ha sido la definición del concepto (Potocnjak, Berger & Tomicic, 2011).
Mientras que diferentes autores han desarrollado indistintamente los enfoques de
bullying y violencia escolar (Olweus 1993), en este estudio se entendió la violencia
entre pares como una forma de victimización en los niveles verbal, físico, de
exclusión social, ciber agresión y sexual (Benbenishty & Astor, 2005)”.
187
(VillalobosParada, B., Carrasco, C., Olavarría, D., Ortiz, S., López, V., Oyarzún, D.,
... & Álvarez, J. P. (2016). Victimización de pares y satisfacción con la vida: la
influencia del apoyo de profesores y compañeros de la escuela. Psykhe (Santiago),
25(2), 116.)
“Diversos investigadores sostienen que, una vez que los estudiantes experimentan
violencia escolar por parte de sus compañeros de escuela y/o profesores, su sentido
de inseguridad acerca de las relaciones interpersonales y la desconfianza de los
recursos disponibles pueden dar lugar a la percepción de un menor apoyo social de
los compañeros (Malecki, Demaray & Davison, 2008; Seeds, Harkness & Quilty,
2010). Si bien el estudio de Tijmes (2012) muestra que la calidad de las relaciones
no se afecta por la alta percepción de violencia, la autora concluye que esto “podría
dar cuenta de que la violencia se percibe como ‘normal’, generando conformismo
con las situaciones y minimizando su gravedad” (p. 114). De todos modos, el estudio
de Tijmes (2012) no evidencia las implicancias en términos de la sensación de
soledad que esta violencia entre pares genera, según muestran otros estudios
(Graham & Bellmore, 2007). En este sentido, calidad de las relaciones y apoyo
social son conceptos diferentes, y este último posee suficiente evidencia empírica
que lo relaciona con la violencia entre pares (Malecki et al., 2008).
188
de los que dispone para afrontar los cambios propios de su ciclo vital, destacando,
entre estos, el apoyo que perciben los adolescentes de su propia red social.
189
En el contexto escolar, contar con un buen apoyo social favorece la percepción de
satisfacción con la vida, alta autoestima y bienestar subjetivo, a la vez que promueve
una actitud no violenta (Ben-Ari & Gil, 2004; Clara, Cox, Enns, Murray & Torgrudc,
2003), asociándose con un adecuado desarrollo emocional (Galanaki,
Polychronopoulou & Babalis, 2008). Benson y Scales (2009) señalan que el apoyo
de la familia, la escuela, los iguales y la comunidad es importante para el bienestar
durante la adolescencia. Por todo lo anterior, diversos estudios concluyen que el
apoyo social percibido por los estudiantes puede reducir el efecto negativo de la
victimización entre pares (Zhang et al., 2012). En esta misma línea, existen
investigaciones que han demostrado el impacto de padres, amigos, profesores y
compañeros de clase sobre las conductas conflictivas y desajuste escolar, en favor
del desarrollo positivo de los adolescentes (Bokhorst, Sumter & Westenberg, 2010;
Demaray & Malecki, 2002; Moreno Ruiz, Estévez López, Murgui Pérez & Musitu
Ochoa, 2009), confirmando el impacto del apoyo social en las conductas
individuales y grupales.
Respecto del apoyo social entre pares, el informe del Defensor del Pueblo (2007)
señala que quienes sufren de victimización entre pares suelen recurrir en primer
lugar a los amigos en busca de ayuda. Así, aquellas víctimas que tienen un mayor
190
grado de identificación con su grupo de iguales es más probable que cuenten con
su apoyo ante la situación de violencia sufrida. Es así como diversos estudios
muestran la importancia del grupo de iguales respecto de la mayor vulnerabilidad a
la violencia escolar que muestran los estudiantes rechazados y aislados en el aula
(Cava, Musitu, Buelga & Murgui, 2010; Fox & Boulton, 2006; Salmivalli & Isaacs,
2005). Estos alumnos suelen ser objetivo habitual de los agresores y suelen recibir
menos apoyo de sus compañeros.
Otros estudios han indicado que la percepción de apoyo de los compañeros tiene
una alta influencia en la salud mental de los adolescentes que no recibieron el apoyo
social real, ya sea de sus compañeros o de otras fuentes, como los padres y adultos
(Papalia, Olds & Feldman, 1978/2009). La investigación de Hombrados Mendieta y
Castro Travé (2013), llevada a cabo en Málaga, demuestra que el apoyo social
proporcionado por los estudiantes se relaciona inversamente con los problemas de
convivencia en el aula y con los conflictos debidos a diferencias étnicas/culturales y
directamente con el clima social. Este hallazgo coincide con otras investigaciones
que evidencian que la percepción de apoyo de los compañeros de clase se relaciona
directamente con menos conductas violentas y más conductas prosociales
(Battistich, Schaps & Wilson, 2004). El apoyo social emocional es el tipo de apoyo
que los estudiantes proporcionan más frecuentemente y con el que más satisfechos
se encuentran (Hombrados Mendieta & Castro Travé, 2013)”. (Villalobos-Parada,
B., Carrasco, C., Olavarría, D., Ortiz, S., López, V., Oyarzún, D., ... & Álvarez, J. P.
(2016). Victimización de pares y satisfacción con la vida: la influencia del apoyo de
profesores y compañeros de la escuela. Psykhe (Santiago), 25(2), 1-16.)
191
dificultad para hacer amigos, malas relaciones con los compañeros de clase y una
alta sensación de soledad (Bond, Carlin, Thomas, Rubin & Patton, 2001; Graham &
Bellmore, 2007).
Chen y Wei (2013) examinaron cómo el apoyo social de pares media la asociación
entre la exposición a la violencia escolar y la salud psicológica del estudiante en el
contexto asiático. Los resultados indican que la percepción de apoyo social entre
pares fue el mejor predictor de la salud psicológica de los estudiantes. En conjunto,
todas estas variables representaban aproximadamente la cuarta parte de la
varianza explicada de la salud psicológica de los estudiantes (R2 = 0,26). Este
estudio propone que la salud psicológica de los estudiantes está directamente
asociada con la exposición a la violencia escolar (victimización entre estudiantes y
maltrato estudiantil por parte de profesores) e indirectamente mediada por la
percepción de apoyo social de los compañeros. Por último, la salud mental aparece
también como un factor considerado en los estudios de García y Madriaza (2005),
en los que se evidencia que los agresores son quienes muestran mayor presencia
de sintomatología en salud mental, aún más que las víctimas (Madriaza & García,
2005)”.( Villalobos-Parada, B., Carrasco, C., Olavarría, D., Ortiz, S., López, V.,
Oyarzún, D., ... & Álvarez, J. P. (2016). Victimización de pares y satisfacción con la
vida: la influencia del apoyo de profesores y compañeros de la escuela. Psykhe
(Santiago), 25(2), 1-16.)
192
En cuanto a la relación entre victimización y satisfacción con la vida durante la
adolescencia, MacDonald, Piquero, Valois y Zullig (2005) observaron que el clima
escolar positivo favorece la satisfacción con la vida, lo cual, a su vez, se relaciona
con menos conductas violentas. Asimismo, otros estudios muestran que hay una
relación inversa entre clima escolar y victimización y entre esta y satisfacción con la
vida (Martínez Ferrer, Moreno Ruiz, Amador & Orford, 2011). Otro estudio realizado
en Mississippi por Seals y Young (2003) plantea que los niños y niñas que sufren
victimización entre pares presentan un autoconcepto general negativo e índices más
bajos de satisfacción con la vida. En esta misma línea, Martínez Antón, Buelga
Vázquez y Cava (2007), en un estudio realizado en España, plantean que la
autoestima presenta un efecto directo y la victimización uno inverso en la
satisfacción con la vida que reportan los adolescentes. Este estudio muestra,
además, que la valoración positiva del alumno por parte del profesor en relación con
su integración social en el aula se relaciona con una mayor autoestima del alumno.
Otro estudio realizado en España muestra una relación entre la percepción que el
profesor tiene del estudiante y el clima escolar percibido por el adolescente, así
como entre la reputación social del adolescente y la satisfacción vital reportada. Se
recalca que una alta percepción de satisfacción vital del adolescente también se
relaciona con una menor victimización en la escuela (Martínez Ferrer, Povedano
Díaz, Amador Muñoz & Moreno Ruiz, 2012).
“Según algunos estudios (Morales et al., 2014; Somech & Oplatka, 2009), el papel
del docente es clave en los procesos de socialización de los estudiantes en la
escuela. Martínez Antón et al. (2007) concluyen que una valoración positiva del
193
alumno por parte del profesor, en relación con su integración social en el aula, se
relaciona con una mayor autoestima del alumno. En este sentido, las valoraciones
del docente sobre el grado de ajuste social de sus alumnos suele tener un alto grado
de influencia en el autoestima del adolescente (Parra, Oliva & Sánchez-Queija,
2004). Por otro lado, Martínez Antón et al. (2007) concluyen que las valoraciones
respecto del alumno que realiza el profesor también se relacionan con el grado de
victimización que presenta el adolescente: cuanto más apoyo recibe el adolescente
por parte del profesor y mejor valora este su situación, tanto escolar como social,
menor grado de victimización presenta.
Los resultados del estudio de Cava (2011) muestran que los alumnos víctimas de
violencia entre pares, sea verbal, física o relacional, y que tienen una mejor
comunicación con sus padres perciben mayor grado de ayuda de sus profesores y
muestran una mayor integración en su grupo de iguales.
Sin embargo, el rol de los y las docentes puede no solo ser de apoyo, sino, por el
contrario, también puede potenciar acciones de violencia entre pares en la sala de
clases (López, Bilbao & Rodríguez, 2012), lo que comienza a temprana edad, ya
que, si la relación entre docente y estudiante es negativa y conflictiva en etapas
tempranas como preescolar, es más probable que los estudiantes tengan problemas
de conducta y académicos en grados superiores (Hamre & Pianta, 2001, citado en
Thapa, Cohen, Guffey & Higgins-D'Alessandro, 2013). Asimismo, las interacciones
entre estudiantes y docentes pueden afectar directamente el compromiso
comportamental y emocional de los estudiantes en la sala de clases (Thapa et al.,
2013). Según García Ruiz y Castro Guio (2013), lo anterior daría cuenta de la
194
necesidad e importancia de la comunidad educativa, relevando las dinámicas,
relaciones y vínculos entre sus miembros y determinando los tipos y grados de
comunicación y participación existente en los procesos educativos.
Dada la importancia que el apoyo de distintas fuentes tiene para los estudiantes que
reportan agresiones de sus pares, la presente investigación, de carácter cuantitativo
y relacional, buscó describir e interpretar la influencia que ejerce el apoyo de los
profesores percibido por los estudiantes y el apoyo de los compañeros en la relación
entre la victimización de pares y la satisfacción con la vida de estudiantes del sector
de educación municipal (pública) en una comuna de la Región de Valparaíso. Se
esperaba que la victimización ejercida por los pares afectara negativamente la
percepción de apoyo de los adultos, la percepción de apoyo de los compañeros y la
satisfacción con la vida de los estudiantes. Asimismo, se esperaba que el apoyo
social de los profesores y el apoyo social de los compañeros fueran mediadores que
disminuyan los efectos negativos de la victimización entre pares sobre la
satisfacción con la vida”. (Villalobos-Parada, B., Carrasco, C., Olavarría, D., Ortiz,
S., López, V., Oyarzún, D.,... & Álvarez, J. P. (2016). Victimización de pares y
satisfacción con la vida: la influencia del apoyo de profesores y compañeros de la
escuela. Psykhe (Santiago), 25(2), 1-16.)
“En México el estudio del acoso escolar se dicta desde la agenda gubernamental,
la solicitud se hace desde el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 para que
investigadores, familias y educadores trabajen conjuntamente para garantizar la
convivencia armónica en el contexto educativo.
195
superior en el presente estudio participaron 1342 alumnos de una Escuela
Preparatoria de UAEM, de ellos 734 son mujeres y 608 son hombres que
contestaron un auto-informe en línea (instrumento Cuestionario de Medición de la
Agresión Escolar e Intimidación en Bachillerato(Miranda, 2012). El objetivo es
identificar los factores que sitúan en mayor riesgo de participar en episodios de
violencia y acoso escolar en jóvenes estudiantes de nivel medio superior.los
resultados permiten identificar que los alumnos se clasifican en tres tipos de
adolescentes involucrados, victima/acosador en violencia escolar y
victima/acosador en acoso escolar, los factores que sitúan en mayor riesgo a los
estudiantes y aquellos que los protegen de participar así como los lugares en donde
se presentan con mayor frecuencia dichos episodios”.( Gómez, Y. A., González, B.
M., & García, M. A. Tipos de Adolescentes y factores de riesgo asociados a
episodios de violencia y acoso escolar. POR UNA CULTURA DE PAZ: UNA
MIRADA DESDE LAS CIENCIAS DE LA CONDUCTA, 386.)
Violencia escolar son los conflictos ocasionales, poco frecuentes, los conflictos
frecuentes entre personas de fuerza física o mental similar siendo eventos aislados
de violencia entre escolares. (B.Mendoza, 2012)”. (Gómez, Y. A., González, B. M.,
& García, M. A. Tipos de Adolescentes y factores de riesgo asociados a episodios
de violencia y acoso escolar. POR UNA CULTURA DE PAZ: UNA MIRADA DESDE
LAS CIENCIAS DE LA CONDUCTA, 386.)
196
Sabemos que la educación universal y obligatoria, regida desde el Estado (aun
cuando haya estado a cargo -en parte- de establecimientos de propiedad privada)
ha cumplido desde el siglo XIX la función de socialización que durante la Edad
Media fue cubierta por la Iglesia: espacio de reproducción de la normativa social,
lugar de construcción de la continuidad intergeneracional a través de la asunción de
reglas mínimas comunes. Hay que destacar que este rol de «cemento social» no
es nada obvio, dado que la urdimbre del lazo social suele asumirse como dada, y
consecuentemente no se la percibe: debemos recordar que lo social no existe
«naturalmente», la pregunta por su posibilidad y su existencia ha dado lugar a largos
desarrollos que han jalonado la Filosofía política, desde Aristóteles a Rawls”.
(Follari, R. A. (2001). Perfil del docente y crisis cultural contemporánea. Perspectiva,
19(2), 295-330.)
197
“Actualmente el uso de las tecnologías de la información y la comunicación
constituye un objeto de preocupación, debate y reflexión para muchos autores, tanto
a nivel nacional como internacional. Pero dicha preocupación aún no se ha traducido
en un intento sistemático y organizado de realizar actividades pertinentes en favor
de un uso adecuado de las tecnologías por parte de la adolescencia.
Así pues, uno de los retos más importantes de los profesionales de la educación
debe centrarse, sin lugar a dudas, en el estudio de la relación que las y los
adolescentes establecen con las TIC. Estas tecnologías expanden las posibilidades
de la comunicación, generan nuevas culturas y posibilitan el desarrollo de nuevas
habilidades y formas de construcción del conocimiento.
Dentro del contexto social, la adolescencia mantiene una estrecha relación con las
tecnologías de la información y la comunicación debido a que se han convertido en
198
una poderosa herramienta que les facilita información , comunicación y potencia el
desarrollo de habilidades y nuevas formas de construcción del conocimiento. En
otras palabras la adolescencia de hoy, practica nuevas formas de construir una
cultura digital.
Las TIC como el ordenador, Internet y el teléfono móvil, han propiciado acelerados
e innovadores cambios en nuestra sociedad, principalmente, porque poseen un
carácter de interactividad. Las personas, a través de su uso, pueden interactuar con
otras personas o medios mientras nos ofrecen posibilidades que anteriormente eran
desconocidas”. (Berríos, L., & Buxarrais, M. R. (2005). Las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC) y los adolescentes. Algunos datos. OEI,
5.)
Con la caída del socialismo “real” y las crisis persistentes del Tercer Mundo, está
aún más erosionado el “mito” de la esperanza. En plena época de incertidumbre, en
que el entusiasmo es minado por la apatía y la confianza es acosada por el
escepticismo, los medios de comunicación tratan de disimular o encubrir las
199
diferencias entre el deseo prometedor y lo realmente probable. Con este fin, los
medios convocan lo imaginario, lo irracional, lo simbólico. Se han convertido en el
cuarto poder de los lideres, quienes más allá de los medios, están afectados por el
descredito generalizado. El arte televisual, afirma George Balandier (1992), ha
sustituido la palabra –el argumento- por la imagen. Esta ofrece mucha más
información, y abre el palacio del poder a los ojos del mundo. Pero, al mismo tiempo,
a través de la dramatización del poder y de los hechos sociales la imagen estimula
la esfera emocional en detrimento de la capacidad de reflexión.
La tv, el nuevo espejo de la verdad siempre en duda, ofrece más para ver que para
pensar. En el texto aplicaremos al mundo familiar esta preponderancia moderna de
la imagen sobre el pensamiento, la reflexión y verbalización. Particularmente en
aquellos que más pueden ser afectados por el embrujo poco o nada racional de la
profusión de imágenes: los niños. La American Academy of Pschiatry (AAP) lo
advierte con toda claridad para niños y adolescentes: mientras la tv puede
entretener, informar y acompañarlos, también puede ejercer en ellos efectos
indeseables.
200
tiempo de ver tv puede compararse con el tiempo de sueño, por ejemplo, y los otros
tiempos fundamentales de la existencia.
Pero la más o menos difundida calificación del mensaje televisivo como anodino
contrasta con el punto de vista que le atribuye un gran poder. En el Congreso
Internacional sobre Biología y Sociología de la Violencia de 1966, realizado en
España, Brandon Certawall, profesor de Epidemiologia de la salud, de Washington,
declaro que si no existiera la tv, solo en Estados Unidos dejarían de producirse 10
mil homicidios, 70 mil violaciones y 700 mil asaltos al año. En su réplica, el escritor
y filósofo Savater, de la Universidad Complutense de Madrid, critico esta
aseveración que, como muchas otras, otorga a la tv el poder mágico y casi divino
de producir efectos tanto malignos como benignos.
201
distinguir entre información y educación, ya que no hay información que no sea
tendenciosa, que no sea elegida según un criterio determinado. Toda presentación
influye, penetra y, y conforma. Y, si su contenido es violento, afecta y puede destruir
el “tejido social”.
No hay duda de que el niño es subyugado por la pantalla encendida al grado de que
puede hablarse de una autentica captación de la mente, ya que el niño no tiende a
distraerse de cuanto observa a través del aparato. Ahora bien, esta captación
subyugada, ¿Sólo desplaza otros hábitos e intereses como las relaciones sociales
o los juegos creativos? ¿O incluso incapacita para el desarrollo de tareas
cognitivas?
Nosotros suponemos que en los niños, sobre todo los más pequeños, la tv puede
crear dependencia hacia el flujo subyugante, con la consecuencia de menoscabo
de la propia actividad mental creativa. De este modo, el niño se aleja de otras
actividades. Si abusa del tiempo de tv, no sabe estar –en el sentido ontológico- sino
“conectado” al flujo de imágenes que dirige su mente, si no es que la invade.
202
facilidad con que se despliega el “pequeño olimpo” televisivo ante sus ojos, ¿no lo
induce a copiar, imitar reproducir lo que para el niño resultará fatalmente imposible
de construir y lo destina a una precoz impotencia ante la magia tecnológica de los
otros verdaderos creadores, los nuevos dioses? Actualmente, un vasto complejo de
inferioridad imaginativo creativo se extiende en el área fílmica televisiva, por causa
de la incontenible sofisticación tecnológica de los medios estadounidenses.
Hay niños que juegan con héroes convertidos en juguetes y hasta cierto punto imitan
las historias televisadas. Pero otros se decepcionan pronto de todo intento de imitar
lo que han visto, e incluso se vuelven impacientes y aun descriptivos en su limitado
entorno real, ya que desprecian todo lo que encuentran más acá de la pantalla.
Televisión y conducta
Pero si bien se abandona la idea de que la mente infantil nace como una tabula rasa
en que los familiares escriben y modelan su historia, no se deja de tomar en cuenta
203
la importancia del aprendizaje a través de las impresiones y reacciones afectivas, y
de los procesos de imitación. De esta última han dado suficientes pruebas los
estudios de la conducta infantil (p. ej. los de Albert Bandura, 1993), y también las
prácticas de iniciación artística, como la del famoso violinista japonés Suzuki, quien
basaba su método de enseñar el violín en la tendencia de los niños a imitar la
conducta de los adultos. Bandura investigó cómo niños de muy temprana edad
imitan conductas que ven reflejadas en una pantalla.
Los casos más escandalosos del grado en que los niños pueden llegar a imitar lo
que muestra la TV han sido difundidos por los mismos medios de comunicación.
Anna Ferraris (1995) nos recuerda la espeluznante experiencia de una niña turca,
que al ver a Aladino volar en la pantalla, tomó una frazada que le servía de objeto
transicional, se cubrió con ella y se lanzó desde el balcón de un tercer piso como si
la frazada fuera una alfombra mágica similar a aquella con que volaba Aladino.
El cuadro típico del niño “secuestrado” demasiado tiempo por la TV implica ausencia
materna y paterna. El descuido más generalizado es el paterno, pero son frecuentes
los casos en que la madre por tener que trabajar, deja al niño a solas con la TV a lo
largo de la tarde. Suelen ser niños de 5 a 14 años, que tienden a padecer un déficit
de concentración, así como cierta hiperactividad. Son pequeños que cambian
constantemente de sitio, de intereses y actividades. Sufren desgano y tedio en muy
breve tiempo y no parecen sentirse a gusto en ninguna parte. Se tornan adictos a la
TV para protegerse de las desagradables experiencias que propicia la soledad.
Fuera de casa, esta conducta adictiva y compulsiva la aplican a las máquinas de
juego, por lo que se ausentan de la escuela. Aún si cuentan con inteligencia
adecuada, presentan un rendimiento escolar bajo, Qué padres y maestros atribuyen
a la pereza o flojera. Se aíslan del todo: entre carteles de sus héroes a la manera
204
de los antiguos iconos, se sumergen en sus temas musicales tienden a
ensimismarse. En público se comportan de un modo tímido.
Es Claro que en estos casos no puede afirmarse que la tv tenga una influencia
determinante, por el hecho de que algunos tienen hermanas o hermanos que
conviven con ellos y también dedican mucho tiempo a la TV, pero sin presentar
alteraciones de la conducta bajo aprovechamiento escolar. Sin embargo, no somos
pocos quienes pensamos que el vivir secuestrados en la forma pasiva de ver tv y
otros juegos compulsivos incrementa el déficit de concentración ante otras tareas
cognitivas.
Han recibido amplia difusión algunos estudios anglosajones sobre el desarrollo del
lenguaje en los primeros tres años de vida, los cuales han puesto de manifiesto que
los niños adictos a la TV presentan retrasos léxicos y verbales. Hornick, en 1978,
encontró además deterioro del razonamiento lógico. La conclusión que se deriva de
estos estudios es que el caudal de imágenes televisivas no permite activar otras
áreas que no sea la del sistema visual, con menoscabo de la capacidad de
reflexionar, aprender y retener. Capacidades que, en cambio, el niño tiende a
desarrollar cuando se vincula activa y efectivamente con sus parientes y sus
congéneres. En estos casos la edad parece relevante. A los seis o sietes años, con
una estructura del lenguaje ya consolidada, las verbalizaciones que el niño capta de
la TV pueden enriquecer su lenguaje. Pero no ocurre así en niños de menor edad,
y quizás sea precisamente entre los tres y cinco años cuando la influencia de la
adicción televisiva puede resultar peligrosa.
205
La niña que imitó a Aladino tenía sólo cuatro años de edad, y por fortuna resultó
ilesa de la caída. Es hasta los seis años cuando los niños comienzan a desarrollar
el pensamiento lógico y comienzan a comprender las diferencias entre el concepto
de lo verdadero y lo falso. A partir de esa edad se enfrentan sutilezas aún más
complicadas y engañosas. No sólo a los niños, también a los adultos les resulta
difícil de entender la diferencia entre lo verdadero y lo verosímil. Suele entenderse
por verosímil lo que tiende apariencia de verdadero y no es imposible que ocurra en
la realidad. Sin embargo, lo verosímil parece ser verdadero aunque no tenga gran
probabilidad de ocurrir, o no tengamos la posibilidad de verificarlo, de confirmarlo
como auténticamente verdadero.
206
sentido, la tv se convierte en la gran sucesora propagandística de la maquinaria
fílmica hollywoodense en la fabricación de divisas, es decir, semidiosas, que
embrujan la mente de quienes se autoengañan mientras puedan prescindir del
principio de realidad”. (Dulanto, 2004, págs. 128 - 130)
207
La velocidad de los tiempos Televisa dos actuales contrasta con el tiempo de las
películas de antaño, como las de Walt Disney, que por su lentitud permitían pensar
y reflexionar. Pero, más allá de la influencia de la velocidad de imágenes en la
neocorteza las áreas cognitivas, deberán tomarse en cuenta las posibles
repercusiones en la conducta de una excitación tan intensa y prolongada de los
centros emocionales. Una de estas influencias podrá reconocerse en el ámbito
contemporáneo de querer sentirse excitado a cualquier costo y en toda
circunstancia. Hoy, este hábito prevalece sobre la capacidad de desarrollar ternura,
alegría o amor. La excitación producida por el secuestro televisivo impone una
identificación inmediata e irreflexiva con el contenido que presenta la pantalla.
208
Sí hemos de preguntarnos Cómo asimila el cerebro las imágenes que con una
profusión nunca antes vista se acumulan por causa de los medios y de la TV,
también deberíamos averiguar Cómo se libera el cerebro de las excitaciones que se
desean perennes. Sin duda sería útil que los padres y maestros observarán si los
niños que ven t.v. por mucho tiempo cuentan con suficientes periodos de calma y
reflexión, para que puedan recuperarse de los efectos excitatorios. Hasta ahora se
ha prestado muy poca atención a estos efectos, Aún si resultan discretos
comparados con aquellos de programas televisados que, según el experto en
epilepsia infantil Yiukio Fukiyama, tienen los brillantes fulgores de luz y colores que
desencadenan la llamada epilepsia televisiva. Se recordará que está se registró por
primera vez a finales de 1997, cuando 700 niños japoneses tuvieron que ser
hospitalizados por sufrir síntomas de tipo epiléptico al ver el programa japonés
Pokémon (Pocket Monsters). Felizmente, este tipo de experiencias extremas es
muy poco habitual, pero debería explorarse el efecto de la acumulación excesiva de
estímulos televisivos a través de la exposición prolongada aunque no reúnan las
características epileptogénas del caso japonés, que fue de tipo relampagueante. Tal
vez resultaría esclarecedor investigar si el cúmulo de tales excitaciones puede
afectar en los niños el dinamismo protector que Hegel reconocía como mediación:
el velo amortiguador que nos defiende de los miedos con que la realidad nos
acecha. No ha de olvidarse que las reacciones de angustia de muchos sujetos se
deben al debilitamiento de esta defensa ante la cruda realidad de la vida.
Influencia en la emotividad
No se trata sólo de que no hay tiempo para la reflexión ética. Por el hecho de que
todo lo que ocurre en la pantalla es asumido como natural, no suele despertarse ni
siquiera la necesidad de un cuestionamiento moral en el niño. Con frecuencia el
mensaje que recibe un niño de la TV es asumido como tanto o más importante de
lo que puede comunicarle un pariente o un maestro en la escuela. Esto a su vez
debilita y hasta perturba el desarrollo del sentimiento moral del niño adicto televisivo.
Así, termina por generarse lo que Rojas Marcos (1995) denomina síndrome del
mundo malo. Ver tanta maldad, violencia y crueldad en la TV produce un efecto
regresivo sobre la personalidad, que hace percibirnos más débiles, inseguros y
210
vulnerables ante la violencia magnificada de las grandes urbes. Es un análisis sobre
la fascinación por las atrocidades, Rojas Marcos ha puesto en evidencia el círculo
vicioso por el cual la crueldad televisiva hace que aumente exponencialmente la
vulnerabilidad ante el término medio urbano; y viceversa.
211
moderna, el circo romano de nuestra fatídica realidad, en el que ha ahondado Rojas
Marcos (1995).
212
el problema en cuestión, lo complican. Sin embargo, en la pantalla no falta un
noticiero en el que un despliegue de armamento muy superior a toda proeza de
ciencia-ficción pone de manifiesto que la única forma que tiene Estados Unidos con
o sin la ONU de contener a Irak es mediante una terrible lluvia de bombas. Lo
patético es que muchas veces ni el uso de la fuerza violenta doblega al adversario
y su delincuencia, como sucede cuando se presenta en la pantalla la incapacidad
de la policía de controlar el crimen urbano.
Una relación Más directa entre TV y violencia ha sido presentada por Tannenbaum
y Zillmann (1975), mediante la tesis que la acumulación de excitación puede inducir
a la violencia; esto coincide con los resultados de otras investigaciones donde se ha
visto perder el control sobre la concomitante excitación sexual. Una hipótesis
diferente pero no menos importante, se deriva de los estudios de Berkowitz (1997)
realizados entre 1964 y 1997 en el sentido de la exposición prolongada escenas
violentas debilita los procesos con que se frena y se inhibe la propia respuesta a la
violencia. De este modo, Quién ve mucha violencia televisada no estaría sujeto tanto
al cúmulo de excitación como al debilitamiento del mecanismo de autocontrol, que
lo convertiría en un ser más propenso a generar agresión.
213
propensión singular a la violencia, pero resultaría difícil comprobarlo como un
fenómeno generalizado.
A pesar de la seriedad de los estudios que encuentran una importante relación entre
la tv y la violencia, todavía no se ha podido establecer de modo convincente una
influencia de tipo casual directa de la violencia televisada sobre la violencia
encarnada o personalizada. El ejemplo más notable que pone en duda la influencia
de la tv en la generación de violencia es el de Japón, país en que las escenas
agresivas descuellan por su crudeza y magnitud, tanto en las pantallas como en los
cómics que están a la vista de muchos niños. Sin embargo, la violencia en Tokio a
principios de los años 90 era veintidós veces menor que la violencia en la ciudad de
Nueva York. Lo anterior obliga a concluir que la posible influencia de la violencia
televisiva deberá sujetarse tamiz de la condición cultural de cada pueblo y, a nivel
individual, dependerá de la estructura mental de cada televidente.
Tal vez lo único que puede afirmarse sobre este tema es que la violencia televisada
sólo estimula a quién está propenso a desencadenarla en la vida real. Con
independencia de todo posible efecto catártico, es común observar la resistencia a
practicar actos violentos en quienes no están dispuestos a ello aunque resulten
aficionados a programas con profusión de imágenes violentas. Así como Chomski
intuyó la existencia de estructuras innatas para la comprensión del lenguaje,
también podemos inferir que existen estructuras hereditarias especializadas para la
comprensión moral de la vida. De hecho, puede comprobarse un sentido moral
natural aún en niños muy pequeños, A quienes con mucha probabilidad no les
afectará visualizar programas violentos. A pesar de todo, resulta difícil que un niño
pueda ser inducido por influencia de los medios a dejar de distinguir entre lo bueno
y lo malo. Rojas Marcos (1995) ha dicho abiertamente que ningún medio de
comunicación, por sí solo, tiene la fuerza para alterar la capacidad moral innata y
adaptativa.
214
factores innatos como por influencia ambiental. En algunos sujetos que carecen de
tal predisposición, la TV, con o sin escenas violentas, puede influir sólo de un modo
indirecto sobre la agresividad. Esta influencia indirecta actuaría a través del proceso
por el cual el déficit de concentración acompañado de hiperactividad e impulsividad
suele convertir al sujeto en un agresor. En estos casos, de confirmarse la tesis de
que la excesiva exposición a la TV agrava el déficit de concentración de quien lo
padece, la excitación generada por la adicción a la TV, siempre de un modo
indirecto, puede estimular tendencias o debilitar autocontrol e inhibiciones sobre la
propensión hacia un modelo de conducta delictiva.
Estos datos, con algunas pequeñas variaciones, también han sido confirmados por
otros trabajos en diferentes épocas y contextos (Silverstone, 1996; Morley, 1996;
García Muñoz, 1997, Trujillo y Barrena, 2003) Aunque, como destaca Niño Diez
(2004), en una revisión acerca de los hábitos y dietas televisivas de los niños y
jóvenes colombianos, un alto nivel socio-económico se relaciona significativamente
con un menor consumo televisivo.
216
defienden, entre otras muchas cosas, poder fijar a largo plazo una dieta televisiva
que asuma las propuestas culturales.
Son muchas las investigaciones (Vallejo-Nágera, 1987; Ferrés, 1994; Orozco, 1996;
Aguaded, 2005; Reig, 2005) que han estudiado los hábitos televisivos de jóvenes y
adolescentes insistiendo en que, en muchas ocasiones, pueden ser preocupantes.
Además hay que tener en cuenta que la televisión desde su integración en el
mercado, más que fabricar contenidos lo que principalmente fabrica son audiencias
(Pindado, 2005).”(Medrano Samaniego, C., Palacios Navarro, S., & Aierbe
Barandiaran, A. (2007). Los hábitos y preferencias televisivas en jóvenes y
adolescentes: Un estudio realizado en el País Vasco. Revista Latina de
Comunicación Social, 10(62).)
217
a pesar de la gran presencia de aparatos tecnológicos en los hogares no se puede
hablar de una alfabetización de los medios.
Ahora bien, a pesar de que en ocasiones los datos son contradictorios ¿debemos
continuar con la idea de que ver mucho la televisión fomenta hábitos de pasividad,
desplaza a otras actividades y se relaciona con un bajo rendimiento escolar?
Teniendo en cuenta que hoy en día la televisión es el eje central de muchos hogares,
nos parece importante considerar si ésta contribuye a un entretenimiento
constructivo desde el punto de vista del ocio o favorece la pasividad y la falta de
sentido crítico (Medrano, 2005-b-). Como analizaremos posteriormente en la
muestra estudiada, nuestros adolescentes y jóvenes ven la televisión
fundamentalmente para divertirse y/o entretenerse, no pudiendo afirmar que ven un
número excesivo de horas la televisión, ni que los programas que ven sean los más
perjudiciales para ellos. En este sentido, y según los datos del análisis de audiencia
del mes de Mayo de 2005 proporcionados por TNS Audiencias de medios (antes
Sofres), dos géneros destacan entre el resto de los emitidos: las series de ficción y
el deporte”. (Medrano Samaniego, C., Palacios Navarro, S., & Aierbe Barandiaran,
A. (2007). Los hábitos y preferencias televisivas en jóvenes y adolescentes: Un
estudio realizado en el País Vasco. Revista Latina de Comunicación Social, 10(62).)
“Podemos resumir en tres las perspectivas teóricas para explicar la influencia de los
hábitos televisivos en los jóvenes y adolescentes. La primera denominada de usos
y gratificaciones. Esta teoría se basa en la hipótesis de que la televisión se ve para
satisfacer necesidades personales. De manera que, por ejemplo, aquellos
adolescentes que se relacionan menos con sus iguales o con sus padres tienden a
ver más televisión. La segunda perspectiva se centra en la influencia de los padres
y defiende que el estilo educativo de los padres, así como sus valores se relaciona
con los hábitos televisivos de sus hijos. En este sentido, los hijos de los padres que
practican y valoran la orientación y guía de sus hijos ven menos televisión que los
hijos cuyos padres no restringen el visionado de la televisión o presentan valores
más conformistas. Y en tercer lugar, la perspectiva de la disponibilidad de recursos.
Desde esta teoría se parte de la hipótesis de que aquellos sujetos que tienen menos
218
posibilidades de participar en actividades extraescolares organizadas y sistemáticas
ven más la televisión. También, defiende la idea de que la disponibilidad de recursos
se relaciona con el estilo de vida y de ocio, el poder adquisitivo (ingresos
económicos) y las habilidades psicológicas.
219
Postman (1987) son un buen referente. Este autor realiza una investigación a partir
de 40 anuncios que presentan 15 clases de cerveza durante 22 fines de semana,
de Febrero a Marzo de 1987, y demuestra que la televisión y, en concreto, la
publicidad sobre la cerveza no sólo repercute en la interiorización de un estereotipo
de masculinidad sino que, también, influye en la relación que los jóvenes establecen
entre conducir y beber cerveza.
En esta misma línea, Wakefield, Flay, Nichter y Giovino (2003) además de afirmar
que los mass-media reflejan los valores predominantes en la sociedad, demuestran
que a través de la televisión es posible tanto reforzar el hábito de fumar en los
adolescentes como influir en el abandono del hábito a través de anuncios
antitabaco. Es decir, la publicidad también se puede utilizar en sentido positivo para
fomentar hábitos saludables”. (Medrano Samaniego, C., Palacios Navarro, S., &
Aierbe Barandiaran, A. (2007). Los hábitos y preferencias televisivas en jóvenes y
adolescentes: Un estudio realizado en el País Vasco. Revista Latina de
Comunicación Social, 10(62).)
“En el contexto español Garrido Lora (2004) ha estudiado las formas narrativas de
presentar la violencia a través de la publicidad televisiva en los spots publicitarios
de contenido violento emitidos por Canal Sur durante el año 2000. A pesar de que
el objetivo de su investigación no es relacionar el vínculo entre la visión de la
violencia representada y el consecuente acto real violento, sí hace hincapié en la
relevancia de la publicidad (excluida en los estudios de violencia y medios de
comunicación) para transmitir formas de violencia.
220
en jóvenes y adolescentes: Un estudio realizado en el País Vasco. Revista Latina
de Comunicación Social, 10(62).)
“En nuestra opinión pensamos que, hoy en día, las tendencias defensivas y
proteccionistas frente a los medios es preciso revisarlas, tanto desde la perspectiva
educativa, como desde la investigación de audiencias.
Ahora bien, es preciso ser realistas y recordar que el fin que se persigue al ver la
televisión, como se observa en nuestro estudio y en otros trabajos nacionales e
internacionales, es el entretenimiento, como una forma de ocupar el tiempo libre y
divertirse.
221
ven menos televisión, en nuestra opinión, y desde un punto de vista educativo, la
televisión es negativa sólo si desplaza o elimina las acciones educativas de otros
agentes y contextos necesarios para el desarrollo de la persona. Tal y como se ha
explicado en la introducción la televisión, en su función socializadora, puede generar
un influencia positiva en la juventud.
Aunque se aprecia que son los más jóvenes los que disponen de un televisor en su
habitación, tampoco debemos olvidar que el hecho de disponer de un aparato de
televisión en la habitación no significa que únicamente se ve televisión, dado que se
puede utilizar con otros fines como, por ejemplo, jugar a la play-station, videojuegos,
etc.
En la actualidad, disponemos de datos suficientes como para afirmar que, con una
ayuda adecuada, los niños son capaces desde muy pequeños de desarrollar el
talento suficiente para utilizar la televisión en una doble perspectiva. Por un lado,
como un instrumento que les facilita la comprensión de las distintas formas de
organización social y, por otro, como una herramienta que les posibilita la
comprensión de dichas formas de organización desde una perspectiva
222
completamente novedosa. Ciertamente, desde la perspectiva escolar, a lo largo de
la historia de la educación mediática, siempre se ha dado una cierta tensión entre
posturas defensivas frente al medio y otras tendencias más democratizadoras que
interpretan los medios como una oportunidad para introducir el conocimiento
mediático del alumnado en el propio currículum escolar. Tampoco deberíamos
olvidar que la televisión no es el único medio que repercute en los jóvenes y que las
llamadas nuevas pantallas van adquiriendo poco a poco mayor presencia entre
ellos. En este sentido, existen indicios que indican cómo las nuevas pantallas están
ganando terreno al visionado de televisión.
223
del telespectador; d) el exceso de tiempo de visionado puede causar fatiga y
excitación, así como trastornos de alimentación o de sueño y e) los jóvenes muy
asiduos pueden presentar falta de iniciativa.
Para concluir señalar que a partir de estos datos nos hemos planteado trabajar con
índices más complejos combinando porejemplo: edad, consumo, género, etc. con el
fin de poder construir, en la medida de posible, perfiles de audiencias y superar los
análisis sociológicos que ya poseemos en investigaciones previas”. (Medrano
Samaniego, C., Palacios Navarro, S., & Aierbe Barandiaran, A. (2007). Los hábitos
y preferencias televisivas en jóvenes y adolescentes: Un estudio realizado en el País
Vasco. Revista Latina de Comunicación Social, 10(62).)
““Los adolescentes de hoy –dicen los adultos – no son como los de antes”. La
afirmación tiene valor de verdad: los chicos del siglo XXI son la primera generación
que ha conocido desde su infancia un universo mediático extremadamente
diversificado: diarios, revistas, radios AM y FM, canales de TV abiertos y por cable,
videojuegos, DVD, IPOD, MP3, MP4, celulares, Internet… La distinción entre
medios nuevos y medios tradicionales no tiene, para los jóvenes de hoy, ningún
224
sentido. Solo los adultos perciben estas rupturas tecnológicas y deben adaptarse a
las constantes transformaciones mediático-culturales.
Como se ve, las pantallas –de televisión, de cine, de DVD, de celular y de
computadora – son parte esencial de la cotidianeidad de los chicos. Se han
naturalizado en sus vidas y forman parte importante de su identidad. Para los
adolescentes de hoy, los medios de comunicación y las tecnologías son uno de los
pocos espacios que les pertenecen, les hablan de ellos y a ellos. Les permiten
entender quiénes son, cómo se los define socialmente, y cómo es y funciona la
sociedad donde viven. Entre los medios, las pantallas son sin duda fundamentales
en la construcción de su identidad. Por ello, precisamente, no sorprende que los
padres elijan las pantallas (especialmente de televisión e Internet) cuando se les
pregunta qué creen ellos que ejerce mayor influencia en la formación de los niños.
El orden en la respuesta es la televisión, Internet –y muy lejos – la escuela y los
padres.
No sorprende que en los hogares haya más pantallas que libros. Porque lo mismo
sucede en la vida diaria. Esta es la era de la pantalla global. Pantalla en todo lugar
y en todo momento; en las tiendas y en los aeropuertos, en los restaurantes y en los
bares, en el metro, en los coches y en los aviones; pantallas de todos los tamaños,
planas, completas, mini pantallas móviles; pantallas para cada cual, pantallas con
cada cual; pantallas para hacerlo y verlo todo. Nada escapa ya a la pantalla. Nunca
hemos tenido tantas pantallas. No solo para ver el mundo, sino para vivir nuestra
vida. (Lipovetsky, 20091).
225
La presencia de pantallas en una casa, entonces, no puede sorprender. Las familias
con hijos pequeños y adolescentes privilegian aún más los medios y las tecnologías
audiovisuales.
Precisamente por ello, los chicos, a diferencia de los adultos, han aprendido al
mismo tiempo a utilizar el control remoto de la TV, el equipo de DVD, el celular, el
IPOD y la computadora. Las conversaciones con sus amigos giran tan pronto sobre
la música de una FM, sobre una serie de TV, sobre una película que vieron en el
cine o sobre un nuevo sitio web que descubrieron navegando en Internet. Sólo los
libros –en su forma más tradicional y sin imágenes- les parecen « viejos » y en
blanco y negro. Los libros suponen para ellos una lectura lineal que difiere de sus
prácticas habituales con los otros medios”. (Morduchowicz, R. (2008). Los jóvenes
y las pantallas. Editorial Gedisa.)
226
que cuando los niños eran expuestos a modelos agresivos, imitaban esta clase de
conductas en situaciones de juego posteriores, especialmente cuando se
involucraban juguetes similares a los que se encontraban en las escenas
televisadas. La mayoría de investigaciones ulteriores concuerdan en que existe una
alta correlación entre la exposición al medio y las conductas agresivas y violentas;
lo mismo sucede con la aceptación de la violencia de otros (Bandura, 2002). Los
estudios de laboratorio también indican que cuando los niños son expuestos a
programas violentos actúan posteriormente de forma más agresiva (Paik &
Comstock, 1994), se eleva la presión sanguínea (Huesmann y cols., 1994) y pelean
más con los compañeros de juego. En esta dirección, un estudio de Boyatzis y
Matillo (1995) se concentró en los efectos de un programa de televisión popular
entre los niños de ese entonces, los Power Rangers. Los niños se asignaron a un
grupo experimental que veía el programa o a un grupo control que no lo observaba.
Los resultados demuestran que los niños del grupo experimental que veían el
programa cometieron más actos agresivos que los niños del grupo control, y los
niños fueron más agresivos que las niñas.
227
inmediato, la idea de que el mundo es un lugar peligroso, así como la
desensibilización, especialmente en niños mayores, quienes pueden diferenciar
contenidos televisivos realistas de contenidos no realistas. Esto implica que es
posible que los niños que ven noticieros se vean más afectados en su
comportamiento que aquellos niños que no los ven (Walma van der Mollen, 2004).
Los estudios en esta dirección indican que efectivamente los niños que han seguido
de cerca noticias sobre terrorismo y guerras muestran efectos emocionales fuertes
y duraderos, lo mismo se observa cuando los niños son expuestos a noticias de
crímenes, accidentes y violencia de diversos tipos (Murray, J. P., citado por Walma
& Mollen, 2004). Estas investigaciones también demuestran que los efectos
emocionales se presentan debido a las escenas de dolor que en muchas ocasiones
se adjuntan a la misma noticia.
228
televisión como en la vida real. Así mismo, Huesmann y cols. (1994) encontraron
que los niños que ven muchas horas de televisión son incapaces de empatizar con
las víctimas de la violencia. En el caso de los juegos violentos, Funk (2000) citada
por Bandura (2002) describe un programa de investigación diseñado para evaluar
la preferencia por juegos violentos y diferentes rasgos sociopsicológicos. Ella
encontró que la preferencia por juegos violentos está correlacionada con problemas
de ajuste y autopercepciones negativas en algunos grupos de niños. Anderson y Dill
(2000) encontraron que los videojuegos violentos estaban correlacionados
positivamente con la conducta agresiva y la delincuencia, con una correlación más
fuerte para personas con personalidades agresivas y preferentemente de género
masculino. Cuando los autores realizaron experimentos controlados, el efecto para
hombres y mujeres fue un incremento en pensamientos y conductas agresivas
después de haber estado expuestos a videojuegos violentos. Sin embargo,
Goldstein (2000) muestra que existe un problema en el momento de distinguir juego
agresivo de conducta agresiva y que la conducta agresiva incluye por definición el
intento por dañar a alguien, mientras que para los comportamientos donde la
actividad y creatividad tienen consecuencias positivas para aquellos involucrados,
se usan otros términos. Como este mismo autor señala, los videojuegos estimulan
el juego agresivo mas no la conducta agresiva; el efecto sólo se presentaría en
individuos con una configuración particular de su comportamiento, bajo condiciones
sociales específicas.
229
mundo cada vez más globalizado. De igual modo, el paradigma integrador
trasciende las intervenciones psicológicas individuales, dado que se concibe al
medio televisivo como un agente educativo que actúa a gran escala, y desde esta
perspectiva, las intervenciones deberán asegurar un amplio espectro de cobertura.
Así, el nuevo paradigma resulta de la consideración de diferentes ciencias sociales
en la manera de abordar la problemática y define el objeto de estudio como el acto
en contexto; por tanto, estudiar el efecto de la televisión no solamente requiere el
análisis de cierto tipo de actos, sino la consideración de los contextos en los cuales
dicho efecto ocurre, y estos se desarrollan históricamente, dependen de condiciones
sociales, culturales, económicas y políticas cambiantes, y generan configuraciones
particulares del repertorio de los individuos.
230
Lo cierto es que la televisión tiene un papel demostrado en la manera como las
personas evalúan su calidad de vida y potencia los riesgos asociados con el perfil
económico y sociocultural de las audiencias. Por ejemplo, Sirgy y cols. (1998)
realizaron un estudio para identificar la relación entre la exposición a la televisión y
el nivel de satisfacción con la propia vida. Los autores hipotetizaron que el hecho de
ver televisión tiene influencia en el materialismo y la insatisfacción con el estándar
de vida, lo cual a su vez contribuye con los sentimientos de insatisfacción con la
vida en general. Ellos recolectaron datos de cinco países (Estados Unidos, Canadá,
Turquía, Australia y China). Aunque en todos los países los resultados fueron
consistentes con la hipótesis, el efecto más fuerte se observó en los Estados Unidos
debido a los altos niveles de exposición a la televisión. A pesar de las diferencias
culturales entre los países, los autores concluyeron que la televisión en este país
contribuye a que las personas se sientan más infelices debido a los altos estándares
de "buena vida" que muestran los modelos televisados. Producto de esta
comparación, muchos aspectos de la vida de una persona pueden verse afectados
a partir del contacto con la televisión, y en un sentido amplio ocasionar que ciertas
características personales, familiares y ambientales cobren importancia para
predecir efectos positivos o negativos sobre las audiencias.
231
las reacciones frente a la publicidad. Encontraron que aquellas madres con bajo
nivel socioeconómico y bajo autoconcepto tienen actitudes más positivas frente a la
publicidad y participan moderadamente en la regulación de la exposición a la
televisión. Este fue el caso de las madres japonesas. Por otra parte, las madres
pluralistas y democráticas influyen mucho sobre los programas que ven sus hijos y
muestran actitudes más negativas frente a la publicidad. Las madres de Estados
Unidos se encuentran en esta categoría.
Los estudios anteriores demuestran que la televisión interactúa con otras formas de
socialización dentro de las diferentes culturas y que sus efectos deben estudiarse a
partir de modelos que describan los efectos del medio sobre la percepción del
mundo por parte de niños y adultos. Gerbner y cols. (1980b) propusieron la teoría
de que la televisión estimula en la audiencia fuerte (aquella que ve televisión más
allá del promedio) una visión altamente sesgada hacia el contenido narrativo
estilizado de la televisión, mientras que los consumidores ocasionales del medio
probablemente observan más incongruencias entre los contenidos televisados y el
mundo social real. Estas aseveraciones se sustentan en los estudios correlaciónales
que demuestran asociaciones entre ver mucha televisión y los estimativos acerca
de la prevalencia de la prostitución, el alcoholismo, el uso de drogas, los crímenes
y la violencia (Shrum, 1996). O´Guinn y Shrum (1997) realizaron dos estudios para
probar los efectos de socialización. El primero de ellos encontró que la cantidad de
televisión que ve una persona correlaciona positivamente con los estimativos de
prevalencia de productos particulares y conductas asociadas con la posesión de
dinero. De la misma manera, se encontró que el ingreso y la educación
correlacionan negativamente con la cantidad de tiempo que se ve televisión y
correlacionan negativamente con la preferencia por la adquisición de bienes
costosos mostrados en la televisión. En el segundo estudio se determinó que los
consumidores fuertes de televisión muestran realmente prevalencia en el consumo
de ciertos productos y conductas asociadas con el estatus, al mismo tiempo que
poseen mayor accesibilidad a la información para construir juicios acerca de
contenidos televisivos. Ambas investigaciones demuestran que la exposición
prolongada a modelos de consumo de personas clasificadas como "ricas" está
232
asociada con las creencias acerca de lo que otros consumidores tienen y hacen; en
otras palabras, demuestra que la televisión tiene un efecto sobre el consumo
normativo y la accesibilidad a esas creencias. Esto significa que a medida que se
pasa más tiempo mirando televisión, mayor cercanía temporal existe entre las
situaciones reales y los contenidos televisivos, es decir, se usan más heurísticos de
esta clase, se recuerdan más detalles y se recrean de manera más profunda.
Shrum, Wyer y O´Guinn (1998) demostraron en esta misma línea, que puede
establecerse una relación causal entre el tiempo que una persona ve televisión y la
formación de creencias respecto al mundo social. A partir de estos datos, los autores
concluyen que la televisión es un factor causal, más que un correlato de los juicios
acerca de prevalencia del crimen y las ocupaciones de las personas. Es importante
aclarar que la televisión está relacionada de manera causal con la forma como los
individuos analizan el mundo y lo que esperan de él, no con la ejecución de los actos
que describen como característicos de su contexto social.
Anderson y Bushman (2001) han desarrollado un modelo cognitivo para explicar los
efectos de los medios sobre la conducta agresiva, denominado el MAG (Modelo de
Agresión General), en el cual la predicción de si se presentará un efecto de los
contenidos televisivos violentos sobre la conducta agresiva del niño o adolescente
depende de tres componentes centrales: el aprendizaje, la activación y los
esquemas almacenados en la memoria del individuo. De tal forma, será más
probable que se presente un efecto del contenido violento sobre la conducta de un
niño si posee experiencias de aprendizaje en su familia o su contexto cercano, si
tiene recuerdos esquemáticos acerca de dichas experiencias y si las escenas son
lo suficientemente violentas como para producir la activación. Los efectos a largo
plazo de la violencia televisada se producen por el desarrollo, práctica y
automatización de los esquemas de conocimiento agresivo, de las expectativas
sociales y de los guiones conductuales relacionados. De igual modo, la exposición
a contenidos violentos correlacionará negativamente con la conducta prosocial en
el contexto real. Los autores encontraron evidencia para estas conclusiones en un
meta análisis sobre las investigaciones en efectos de los medios (televisión y
videojuegos) sobre la agresión y la conducta prosocial”. (Sandoval Escobar, M.
233
(2006). Los efectos de la televisión sobre el comportamiento de las audiencias
jóvenes desde la perspectiva de la convergencia y de las prácticas culturales.
Universitas Psychologica, 5(2), 205-222.)
234
Vega, D. INFLUENCIA DE LOS SMARTPHONES EN LOS ESTILOS DE VIDA DE
LOS JOVENES UNIVERSITARIOS Y JÓVENES EJECUTIVOS EN LA CIUDAD DE
BOGOTÁ.)
esto repercute de manera directa en su estilo de vida y como se identifica con ciertos
INNOVACIÓN Que es el proceso de influencia social que tiene por fuente una
minoría o individuo que intenta introducir o crear nuevas ideas, nuevas modos de
pensamiento o comportamiento o bien modificar ideas recibidas, actitudes y
tradiciones”.( Espitia, M. A. A., Torres, C. M. Á., Enciso, L. F., Abril, J. C. G. C.,
Parrado, S. J. M., Sánchez, L. M. P., ... & Vega, D. INFLUENCIA DE LOS
SMARTPHONES EN LOS ESTILOS DE VIDA DE LOS JOVENES
UNIVERSITARIOS Y JÓVENES EJECUTIVOS EN LA CIUDAD DE BOGOTÁ.)
235
afectado en su reputación con comentarios que han dañado su honor, un 7.6% de
la muestra fue víctima de compañeros que le tomaron videos para subirlos a la red
con el fin de dañar su imagen. Proporcionamos, además, datos sobre otros usos
que los adolescente dan a la telefonía móvil e informamos sobre el porcentaje de
alumnos que, al hacer uso compulsivo de este medio de comunicación, creen haber
incurrido en la adicción a esta nueva tecnología.
Algunos de los riesgos son que los aparatos móviles pues ser utilizados (García
Flores, Pineda Aguilar y Rojas Martínez, 2011) como detonadores de explosivos
operados a distancia en actos de terrorismo; también, los aparatos móviles, pueden
ser utilizados para espionaje: así mismo en extorsiones de miembros de la
delincuencia organizada que operan en las calles o desde cárceles, o bien como
instrumento de información expedita en robos a clientes a la salida de sucursales
bancarias.
236
Es en esta instrumentalidad en la que queremos hacer nuestra principal aportación,
toda vez, como veremos más adelante, los adolescentes utilizan el medio de
comunicación que representa la telefonía móvil como instrumento de violencia”.
(López, L. A. L., & González, J. H. G. (2012). El teléfono móvil como instrumento de
violencia entre estudiantes de bachillerato en méxico. In Actas IV Congreso
Internacional Latina De Comunicación Social: Comunicación, Control y Resistencias
(p. 144).)
“Este fenómeno es conocido como cyberbullying que Smith (2006) define como una
agresión intencional por parte de un grupo o un individuo, utilizando formas
electrónicas de contacto en repetidas veces a una o varias víctimas que no pueden
defenderse fácilmente por sí mismas.
Pero esta definición no deja del todo satisfecho al mundo científico, pues como
hemos afirmado en otra parte (Lucio López, 2009) no es necesaria la repetición para
que el daño sea cruel y despiadado, pues basta una sola mala imagen en el
ciberespacio para que la víctima sufra efecto devastadores. El suicidio de Amanda
Todd, estudiante canadiense víctima de acoso cibernético, es prueba de ello.
Tampoco es necesaria la intención, el agresor puede estar creyendo que realiza una
broma y en realidad está causando una tragedia.
Deborah Muir (2005) se decanta por ciber intimidación cuando habla de la violencia
de los niños en el ciberespacio.
238
estudiantes de bachillerato en méxico. In Actas IV Congreso Internacional Latina De
Comunicación Social: Comunicación, Control y Resistencias (p. 144).)
“Uno de los maltratos con más alta incidencia son las agresiones directas, toda vez
que un 49.9% de los alumnos encuestados afirmaron haber sido insultados a través
de teléfonos móviles; un 18% de la muestra dijo haber recibido amenazas; un 9.8%
del alumnado recibió palabras que los hicieron sentirse acosados (as) sexualmente;
y un 9.7% dijo haber sido chantajeado por medio de teléfonos móviles.
En cuanto a los maltratos vía agresiones indirectas, encontramos aunque los índices
son menores no dejan de ser preocupantes, ya que un 15.8% de la muestra (n=959)
señaló que a través de la telefonía móvil le afectaron su reputación con comentarios
que afectaron su honor; además a un 12.4% le enviaron mensajes desagradables;
a un 7.6% de los alumnos le tomaron videos para subirlos a youtube u otras páginas
similares, con el fin de ridiculizarlos o desprestigiarlos; a un 7.1% les tomaron
fotografías para distribuirlas y ridiculizarlos; mientras que a un 12.9% de los alumnos
de la muestra les hicieron bromas pesadas.
239
adicción; ese sentimiento puede estar bien sustentado, pues un 23.4% de la
muestra reconoció haber tomado dinero ajeno para comprar tiempo aire; un 27.9%
expresó haber perdido la noción del tiempo por estar en el móvil; un 25.4% señaló
que dejó de hacer cosas importantes, mientras que un 33.9% interrumpió el hacer
las tareas o deberes escolares a causa del teléfono móvil.
La situación de apego, dependencia o adicción, se refleja en los sentimientos que
conducen a las personas por caminos de incertidumbre cuando no tienen su teléfono
móvil a la mano. Un 44.7% de la muestra afirmó que sin su móvil se siente
intranquilo, inseguro; un 35% manifestó que lo invade la angustia y que es presa de
ansiedad; un 28% dijo que se irrita, se enoja con facilidad; y un 20.7% de los
alumnos admitieron que se sienten vulnerables cuando no tiene su celular.
Otras señales de advertencia son las molestias que la persona siente cuando por
otras razones, no se puede ejercer el acto de comunicación. Un 63.8% de la muestra
manifestó sentir malestar cuando por alguna razón llega a estar en lugares donde
no hay señal; un 54.3% dijo sentir molestias cuando las personas de su círculo social
no lo llaman; Un 54.1% siente malestar porque no le envían mensajes; un 58.1%
siente molestia cuando llega el momento de no tener tiempo aire por haberlo
agotado; un 62.4% de la muestra de alumnos les molesta que se acabe la pila y no
traer un repuesto; mientras que un 77.4% del alumnado siente un profundo malestar
cuando por alguna razón olvida el móvil en su casa.
Uno de cada dos estudiantes compró con sus medios su teléfono móvil o celular y
aunque hay quienes gastan de 50 a mil 500 pesos en tiempo aire, el gasto promedio
es de 150 pesos mensuales. Entre el estudiantado el tiempo aire es algo valioso
que se tiene que cuidar, pues por la situación económica la mayoría de los alumnos
no accede a planes de pospago y al estar en régimen de prepago el costo resulta
más alto. A un 56.1% de la muestra le molesta que le pidan el móvil para hacer
llamadas; a un 48.2% le molesta que se lo pidan para enviar mensajes; y a un 64.4%
de los estudiantes, les molesta que le escuchen cuando está conversando.
El uso adictivo del móvil puede llegar a traer consecuencias negativas, pues un 20%
de la muestra afirmó haber tenido incidentes viales (choques); un 20% se pasó del
240
sitio donde iba por estar haciendo alguna actividad con su teléfono móvil; un 37.4%
del alumnado tuvo que interrumpir clases y conversaciones importantes; mientras
que un 34.9% no pudo prestar atención a personas importantes para ellos.
La violencia verbal es, de acuerdo al estudio, el maltrato más utilizado por los
estudiantes mexicanos para victimizar a sus compañeros, pues uno de cada dos
alumnos han sido insultado y por lo menos uno de cada 10 ha sido amenazado,
chantajeado e incluso acosado sexualmente. Lo más dañino, de acuerdo a nuestro
criterio, es la violencia indirecta que tiene que ver con el tomar videos y fotografías
para subirlas a las redes sociales con el fin de desprestigiar, ridiculizar y afectar el
honor de las personas, pues por lo menos 7 de cada 100 alumnos han sido víctimas
de compañeros que les han tomados imágenes para causarles daño. La muerte
reciente de Amanda Todd en Canadá, al suicidarse por imágenes íntimas que fueron
241
distribuidas en la red, prueba que no existen las bromas y que el prestigio social en
la red es valioso para adolescentes y jóvenes que muestran su vida a través de
Internet. Confirmamos que es cierta la sospecha social de que mucho tiene de
adictiva la telefonía móvil y que es momento de hacer algo al respecto. Sobre todo
ahora que los teléfonos móviles de la nueva generación convierten el móvil en
instrumento de fácil acceso a Internet, con la prerrogativa de estar en línea a
cualquier hora y por tanto el acceso a las redes sociales y a los videojuegos que de
momento es lo mas adictivo. Hay quienes se oponen a legislar para sancionar el
mal uso del ciberespacio cuando se daña la privacidad, intimidad y el honor de las
personas, argumentando que es el único espacio democrático con que cuenta el ser
humano para expresarse en libertad. Claro está que algo debe de hacerse al
respecto, pues de lo contrario veremos morir cada vez más jóvenes, cuya
indefensión ante la violencia cibernética, las hace pensar que el suicidio es el único
camino que existe para acabar con sus problemas. Pero es la escuela, como
institución, quien debe iniciar el afrontamiento a este fenómeno dirigiendo sus
objetivos a educar para una buena convivencia en el aula y en el ciberespacio. La
enseñanza es su vocación (de la escuela) y educar para una buena ciudadanía
digital es algo que no puede soslayar. Creemos importante nuestro estudio, pues no
se centra únicamente en los tradicionales maltratos, sino que explora en la toma de
videos y de fotografías con el fin de ridiculizar, de desprestigiar, de hacer daño al
honor de las personas. Es importante porque explora el uso del teléfono móvil como
instrumento de violencia”. (López, L. A. L., & González, J. H. G. (2012). El teléfono
móvil como instrumento de violencia entre estudiantes de bachillerato en méxico. In
Actas IV Congreso Internacional Latina De Comunicación Social: Comunicación,
Control y Resistencias (p. 144).)
242
municipal en la sierra de Nanchititla, hasta los más cercanos, urbanos y
semiurbanos.
“La región sur del Estado de México es una expresión de aquellas zonas que,
históricamente, han sido desfavorecidas por las políticas del desarrollo. Los
problemas de pobreza, marginación, analfabetismo y emigración son graves en esta
zona”. (Díaz Sánchez, J. (2006). Identidad, adolescencia y cultura. Jóvenes
243
secundarios en un contexto regional. Revista mexicana de investigación educativa,
11(29).)
“La cultura local y los medios culturales a los que los adolescentes tienen acceso
son otra fuente importante de apropiación de significados que abonan la dimensión
sociocultural de su identidad. En su búsqueda, los jóvenes van definiendo gustos y
preferencias, al identificarse con ciertos tipos de música, programas televisivos,
películas y pasatiempos. En este proceso tiene una gran influencia tanto la cultura
global, que les llega a través de los medios electrónicos, principalmente la televisión,
como la cultura local y las propias condiciones socioeconómicas y culturales de la
familia, la comunidad y la región donde se desarrollan.
Es por ello que la mayoría sólo ve televisión y escucha música, todos los días y
durante varias horas. Los datos de la muestra indican que 37% de los adolescentes
encuestados escucha música de una a dos horas diarias y 23% lo hace de dos a
tres horas; mientras 70% ve televisión de una a tres horas al día. Esto se da más en
los jóvenes que estudian en las secundarias generales, ubicadas en zonas urbanas
y semiurbanas, donde las familias gozan de mejores condiciones socioeconómicas
y tienen mayores posibilidades de acceso a la cultura exterior que circula y llega a
estas zonas a través del intercambio comercial y de los medios de comunicación e
información.
244
medio rural, cuya cultura local está más influida por lo que se ha dado en llamar “la
narco cultura”, gustan de la música ranchera, “los corridos y los narco-corridos”. Es
el caso de Mateo, a quien le gustan “puros corridos o norteñas”, y de Rodaciano que
prefiere los corridos cuyos temas tienen que ver con la siembra de droga y el
narcotráfico: “La pesada [...], los corridos y los narco corridos [los cantan], ‘Los
tigres’ y ‘Los paisanos’ [...] la canción que me gusta más es la de El cerro responde”.
“Las conductas agresivas o violentas que perciben los niños de parte de sus
compañeros pueden pasar desapercibidas por el personal de la escuela, como
también por algunos padres que consideran estos comportamientos típicos de la
edad y que los ayudan a crecer (Rodríguez, Seoane & Pedreira, 2006). Otra
situación que dificulta la valoración del problema es el pacto de silencio entre
245
agresores y agredido (Gumpel & Meadan 2000; Cerezo, 2006)”. (Cid, P., Díaz, A.,
Pérez, M. V., Torruella, M., & Valderrama, M. (2008). Agresión y violencia en la
escuela como factor de riesgo del aprendizaje escolar. Ciencia y enfermería, 14(2),
21-30.)
“"Los conflictos son situaciones en que dos o más personas entran en oposición o
desacuerdo de intereses y/o posiciones incompatibles donde las emociones y
sentimientos juegan un rol importante.. "(Unidad de Apoyo a la Transversalidad,
2006, p. 12). La agresión y la violencia son conflictos, "la agresión es una respuesta
hostil frente a un conflicto latente, patente o crónico", y la violencia se asocia a un
conflicto "en el que no se sabe cómo regresar a una situación de orden y respeto de
las normas sociales" (Unidad de Apoyo a la Transversalidad, 2006, p. 14).
Maturana refiere que las emociones influyen en que una acción sea de agresión o
de una caricia, desde esa perspectiva conceptua-liza la agresión como la emoción
a través de la cual el otro es negado directa o indirectamente como un legítimo otro
en coexistencia con uno (In: Comité Paulista para a década da cultura da Paz,
2003).
246
Pintus (2005) conceptualiza la violencia escolar como una manifestación que se da
en el espacio de las relaciones humanas en el contexto de las instituciones
educativas. Las consecuencias vivenciales de esta violencia son negativas, como
sentirse lastimado, dañado, despreciado, menospreciado, disminuido, y/o”. (Cid, P.,
Díaz, A., Pérez, M. V., Torruella, M., & Valderrama, M. (2008). Agresión y violencia
en la escuela como factor de riesgo del aprendizaje escolar. Ciencia y enfermería,
14(2), 21-30.)
“Los niños aproximadamente hasta los siete años de edad obedecen a los adultos
sin cuestionar las reglas impuestas, de tal manera que consideran que un acto es
correcto o incorrecto y que un acto incorrecto merece castigo. Después de los 11
años desarrollan la capacidad para razonar moralmente, las reglas maltratado.
Algunos autores identifican que los factores que inciden en que un niño sea agresivo
o violento, o esté en riesgo de desarrollar estas conductas, son diversos (Henao,
2005; Verlinde et al., 2000). Así agrupan los factores de riesgo en tres ámbitos:
personales, de su familia y del ambiente escolar.
Sin embargo, Verlinde et al. (2000), al realizar una revisión de la literatura sobre
causas y correlaciones de la violencia entre los niños, reconocen además de los
aspectos individuales, familiares, escuela/pares, el aspecto societario/ambiental y
esquematizan muy bien los factores de riesgo para la violencia escolar. Estos
autores tienen presente en su estudio, lo expuesto por Pepler y Slaby (1994), que
la agresión entre las niñas se desarrolla y se expresa en forma diferente (In: Verlinde
et al., 2000) son modificables y evalúan situaciones específicas para su aplicación
(Papalia, Wendkos &Duskin, 2005a)”. (Cid, P., Díaz, A., Pérez, M. V., Torruella, M.,
& Valderrama, M. (2008). Agresión y violencia en la escuela como factor de riesgo
del aprendizaje escolar. Ciencia y enfermería, 14(2), 21-30.)
247
así aprenderá a respetar y aceptar a sus compañeros y vivir en armonía con su
entorno. Los niños tienen que aprender a ser, aprender a hacer, aprender a
aprender y aprender a convivir. En la escuela el niño aprende sobre la vida y
aprende a convivir, siempre que este ambiente sea propicio para desarrollar estas
capacidades.
Freiré (1997) señalaba que "si se respeta la naturaleza del ser humano, la
enseñanza de los contenidos no puede darse alejada de la formación moral de los
educandos" (p. 34). Este autor considera que si los profesores van guiando a los
niños en la construcción de su conocimiento formarán seres humanos libres, justos
y equitativos, para desenvolverse en la sociedad. Del mismo modo, si los profesores
fomentan las buenas relaciones interpersonales, el trabajo en equipo, la amistad,
entre otras, contribuyen al desarrollo de la empatía, de prácticas de aprendizaje
cooperativo, incremento de la motivación escolar y la participación de los educandos
en el proceso educativo (Guil & Mestre, 2004).
Verlinde et al. (2000) observaron que los niños que tuvieron profesores que
mantenían el orden en la sala de clases y proporcionaban claras guías para una
conducta aceptable, mostraron menos agresión en los cursos superiores. En
cambio, los que tuvieron un profesor débil y un ambiente caótico presentaron más
agresión en sus otros años de estudios y tendieron a formar o reunirse más con
grupos antisociales”. (Cid, P., Díaz, A., Pérez, M. V., Torruella, M., & Valderrama,
M. (2008). Agresión y violencia en la escuela como factor de riesgo del aprendizaje
escolar. Ciencia y enfermería, 14(2), 21-30.)
248
convertido en un fuerte obstáculo para la sana convivencia entre los actores
educativos y por consecuencia, para el logro de aprendizajes. El presente estudio
de corte cualitativo con enfoque etnográfico educativo2 tuvo como objetivos conocer
la percepción que tienen los estudiantes de octavo semestre de Pedagogía y
Biología de la ENSM, sobre la existencia de la violencia dentro de su institución y
cómo la detectan en las escuelas secundarias donde realizan sus prácticas
docentes. Si bien se acota el estudio a esta parte de la población y espacio
escolares, esta problemática es común en muchos contextos no sólo educativos”.
“El ser por naturaleza, es un ser social que debe relacionarse con otros para
sobrevivir, lo que implica realizar un trabajo de colaboración con los demás. No
obstante, la interacción entre los individuos no siempre se desarrolla con armonía,
porque están presentes diversos aspectos como la ideología, la personalidad, el
liderazgo, los prejuicios, los valores y la inteligencia, entre otros, que determinan,
muchas veces, relaciones inequitativas que pueden ocasionar conflictos y
problemas. En las escuelas se presentan las violencias entre los estudiantes, de
todo tipo: físicas, simbólicas, psicológicas etc., aunque ellos no las perciban como
tales e interpreten que es la manera normal de convivir con los demás, resulta
necesario conocer esta realidad para establecer acciones que permitan que, los
futuros docentes, intervengan de forma pertinente para prevenir las violencias en su
ámbito de acción”. (Huesca, O. S., Serrano, C. J. S., & Israde, A. I. J. Percepción de
los Estudiantes Normalistas sobre la Violencia Escolar.)
249
alumnos actúan violentamente sin que haya autorregulación ni intervención por
parte del docente, las aulas se convierten en campos de batalla donde el profesor
debe actuar, aunque con muchas restricciones porque corre el riesgo de ser
acusado por los padres de familia o los directivos. No sólo está comprometido con
que se lleven a cabo de manera adecuada los procesos de enseñanza y de
aprendizaje, sino que debe utilizar estrategias que le permitan resolver
problemáticas serias durante la sesión, que muchas veces escapan de su ámbito
de acción. En este sentido la violencia en el ámbito escolar se presenta y expresa
de maneras diversas y sorprendentes, por ejemplo; en las entrevistas realizadas a
los estudiantes normalistas (octavo semestre) se pudo identificar el tipo de violencia
que dentro de la ENSM, los alumnos presentan (principalmente entre pares),
aunque desde su perspectiva, las relaciones que establecen no presentan ninguna
problemática y son “normales” porque es la moda manifestarse con términos
despectivos, insultos o burlas; las consideran como formas divertidas y naturales de
relacionarse:
250
parte de sus profesores, a quienes en muchas ocasiones justifican, con tal de no
obtener bajas calificaciones en las asignaturas impartidas por ellos.
“Era fin de semestre y estábamos muy presionados por el exceso de trabajos que
teníamos que entregar y en la clase de un profesor que sólo hablaba y hablaba me
venció el sueño, el profesor pasó junto a mí y me dio un golpe en el brazo, yo me
molesté y le respondí, al final nos hicimos un poco de palabras, yo le expliqué los
motivos por los que me había dormido y él trató de comprenderme, me pidió
disculpas y hasta ahí” (EA18-2015).
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