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Título: Patrimonialidad y extrapatrimonialidad del nocimiento frente a ciertos rubros indemnizatorios


Autor: Raschetti, Franco
Publicado en: RCCyC 2023 (agosto), 227
Cita: TR LALEY AR/DOC/504/2023
Sumario: I. Introducción. El tema a tratar.— II. Apreciación pecuniaria del daño.— III. Daño resarcible
patrimonial y daño resarcible extrapatrimonial.— IV. Situaciones controvertidas.— V. Un postrer
comentario.— VI. A modo de colofón. La necesidad de mantener la matriz binaria.
(*)

I. Introducción. El tema a tratar


Un pronunciamiento de la sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil da pábulo a que
intentemos plasmar en este opúsculo algunas reflexiones sobre cómo incide el concepto y contenido de
determinadas categorías de daños sobre el binomio alternativo de patrimonialidad o extrapatrimonialidad que el
nocimiento debe reconocer para sí como elemento configurativo.
En prieta síntesis, en el caso de marras el tribunal confirmó en lo esencial la sentencia de primera instancia
en donde se condenara a un médico, a una empresa de medicina prepaga y las compañías aseguradoras citadas
en garantía por la mala praxis en la que incurriera el galeno al errar el hombro en el cual debía efectuar una
intervención quirúrgica —operó el derecho cuando correspondía el izquierdo— y condenando al pago de las
cuentas indemnizatorias de incapacidad sobreviniente, tratamiento psíquico, gastos de asistencia médica,
farmacéutica y traslados, daño moral, manteniendo el rechazo del pedimento de daño punitivo.
En su pronunciamiento, la Alzada debió ocuparse, entre otros agravios, del señalamiento efectuado por las
partes demandadas denunciando un enriquecimiento sin causa de la actora fundado en el solapamiento o
superposición de determinadas partidas indemnizatorias, lo que redundaba —en su criterio— en una doble
indemnización sobre un mismo concepto. La manera en la cual el tribunal se ocupa de rebatir este argumento
nos parece sumamente atendible y atinado desde la perspectiva técnico-jurídica y, por ello, realizando una nota
laudatoria al mismo, acometeremos la faena de propender criterios que permitan cohonestar la imbricación de
ciertas partidas indemnizatorias dentro del binomio previamente reseñado y que, de rondón, permite conjurar la
polémica de la doble indemnización.
En particular, pondremos el foco en tres rubros controvertidos en el medio nacional: el denominado "daño
estético", el "daño al proyecto de vida" y el tratamiento psicológico.
II. Apreciación pecuniaria del daño
Como primer modo de aproximación a la temática elegida creemos pertinente detenernos brevemente en el
requisito de la apreciación pecuniaria del daño el cual no ha sido contemplado de manera expresa por el
legislador a la hora de perfilar los mismos en la primera parte del art. 1739 del Cód. Civ. y Com. (1).
Maguer el silencio normativo, este recaudo constitutivo del daño resarcible se deriva por la lógica que guía
al resarcimiento del nocimiento y sobre el cual se estructura el derecho de daños pues si bien nada obsta la
opción de recurrir cuando sea posible reestablecerse el estado de las cosas a la situación existente al momento
previo de ocurrencia del hecho ilícito (2) —denominada reparación en especie o in natura de expreso
predicamento, por ejemplo, en el BGB alemán (3) y en el Codice italiano (4) — resulta indudable que, por regla,
en nuestro medio campea la reparación en dinero o por equivalente (pecuniaria condemnatio), en el cual la
reparación consiste en una indemnización en dinero. En este marco, todo daño ocasionado debe ser mensurable
en dinero porque, caso contrario, se veda la posibilidad de cuantificación para su eventual reparación.
Este presupuesto se mantiene enhiesto tanto para los daños de contenido patrimonial o extrapatrimonial.
Aunque parezca un contrasentido el daño resarcible como categoría jurídica general —independientemente de
su carácter o especie— siempre requiere para sí la virtualidad de valoración económica aun cuando,
adentrándonos en la morfología que en los hechos puede adoptar el nocimiento, este reconozca un carácter
extrapatrimonial o moral. Es que, en cuanto a los requisitos de procedencia del daño resarcible, aunque el
estudio de ellos suele circunscribirse de manera principal al daño patrimonial, lo cierto es que esos mismos
requisitos son los necesarios —salvo alguna disquisición en torno a la entidad del daño moral (5) — para que se
configure el daño resarcible no patrimonial (6).
Si se nos permite, realizando un parangón con el ámbito obligacional y contractual, sucede algo similar con
los presupuestos de la obligación y del contrato pues si bien se demanda normativamente que ambos sean
susceptibles de valoración económica, nada impide que los mismos se correspondan a un interés patrimonial o
extrapatrimonial (arts. 725, 957, 1003 Cód. Civ. y Com.) (7). Se quiere significar con esto que una determinada

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categorización general de la figura jurídica —su contenido patrimonial— no sella indefectiblemente el carácter
de las manifestaciones que la misma pueda reconocer luego en los hechos —patrimonial o extrapatrimonial—.
Ciuro Caldani lo ha descrito con total sagacidad: la reparación utilitaria de daños sufridos en relación con
otros valores significa la pretensión básica de que la utilidad de convierta en los otros valores dañados y, aunque
la reparación diste mucho de ser idéntica al daño siempre cabe la posibilidad de reconocer una equivalencia de
potencialidad vital (8).
III. Daño resarcible patrimonial y daño resarcible extrapatrimonial
En oportunidad de definir al "daño" el Cód. Civ. y Com. lo preceptúa como una lesión a un derecho o un
interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el patrimonio, o un derecho
de incidencia colectiva (art. 1737). Así, en la añosa disputa (9) entre aquellos que segregan entre el "daño-lesión"
—ora a un derecho subjetivo ora a un interés legítimo— y el "daño-consecuencia", el concepto parece acercarse
a la primigenia noción de "daño-lesión" y no a la del "daño resarcible" —aunque esta última denominación sea
la que bautiza a la sección 4ª en la que se emplaza el art. 1737— o "daño-consecuencia". Como producto de
ello, siguiendo a Ossola, el daño resarcible no es la lesión en sí misma sino las concretas consecuencias
perjudiciales de dicha lesión (10) pues la distinción no depende de la índole de los derechos que son materia del
ilícito sino de la repercusión que este acto tiene (11).
Ahora bien, como enseña Calvo Costa, las nociones aludidas no resultan antagonistas sino más bien
complementarias pues la plataforma de partida debe ser el interés, ya que cuando el intérprete y/o el legislador
seleccionan los daños resarcibles aprecian para ello el interés del sujeto. Recién en una segunda instancia, a la
hora de fijar el resarcimiento sí se deben apreciar las consecuencias (definir el quantum a indemnizar), puesto
que con la sola mención de que se lesionado un interés protegido no basta (12).
Ello pone de manifiesto la posibilidad de vinculación práctica entre ambas nociones y, adunan Mayo y
Prevot, que el antagonismo fulgurante entre las concepciones del daño evento y del daño lesión se diluye desde
el momento en que se admite para la prueba del perjuicio (consecuencia) el recurso a mecanismos presuntivos, o
sea, cuando demostrado el daño "evento" resultan también probadas aunque vía presuntiva, las consecuencias
nocivas (13). Este entendimiento se corrobora en nuestro derecho vigente pues reposa en el art. 1744 Cód. Civ. y
Com.: "el daño debe ser acreditado por quien lo invoca, excepto que la ley lo impute o presuma, o que surja
notorio de los propios hechos".
Amén de ello, el "daño-lesión" no constituye por sí mismo el "daño resarcible" pero tiene trascendencia
jurídica para la conformación de este porque creemos que la identificación de la afectación a un interés digno de
tutela y no reprobado por el ordenamiento jurídico —lo que podríamos dar en llamar una "relación jurídica
tutelada"— es una tarea propia y privativa del mentado daño "evento" o "lesión" como un primer análisis a
realizar por el operador en la indagación de la existencia de un daño resarcible. De hallar positivamente una
relación jurídica tutelada pues habrá de continuar en su tarea dirigiendo el foco a las consecuencias de dicho
menoscabo y así pasar a definir si existen repercusiones patrimoniales o extrapatrimoniales reparables. Por el
contrario, de no hallar positivamente una relación jurídica tutelada se le vedará todo análisis ulterior.
Siguiendo esta lógica, el daño "evento" impacta negativamente en un interés de un sujeto y ello apareja
"consecuencias" que serán las que dotarán de contenido a la carga indemnizatoria. Esta dinámica de segmentar
la lesión y la consecuencia no solo surge de la definición transcripta, sino que se reitera en los arts. 1726, 1738,
1740 y 1741 del Cód. Civ. y Com. que reconocen como hilo conductor, precisamente, enderezar el
resarcimiento hacia las consecuencias que irrogue la lesión.
A partir de allí, creemos propicio concluir que las repercusiones que se derivan la lesión o afectación a un
"derecho o interés no reprobado por el ordenamiento jurídico" podrán ser, de un cariz patrimonial o
extrapatrimonial de manera que el "daño resarcible" o las "consecuencias indemnizables" solo podrán
manifestarse dentro de tales andariveles los cuales reconocen una amplitud tal que pueden alojar sin
forzamientos las variables que la norma positiva manda a considerar para comprender dentro del resarcimiento
del nocimiento irrogado. Atinadamente fue argüido que la dualidad apuntada obedece a una regla de lógica
formal: todo daño que no se sufre en el patrimonio, repercute por fuera de él, es decir, en la faz espiritual o
extrapatrimonial del sujeto (14).
Lo anterior dista de ser una mero disquisición teórica sino que se trata, en una palabra, de una ardua cuestión
que consiste en la determinación judicial de las consecuencias jurídicas de la norma que impone la obligación
resarcitoria (15) y en dicho tren el daño resarcible patrimonial entraña un defecto en el patrimonio (disvalor
pecuniario) y el daño resarcible extrapatrimonial importa un defecto existencial o espiritual en relación con la
situación subjetiva de la víctima precedente al hecho (desvalor personal) (16). A su turno, Brebbia es tan claro
como conciso: "el daño resarcible puede recaer sobre lo que la persona es o sobre lo que la persona tiene" (17).

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Aclaramos que ellos no se excluyen recíprocamente y nada impide que un mismo acto lesivo pueda producir los
dos tipos de consecuencias consignadas.
En definitiva, el daño, a los efectos del resarcimiento, debe conceptuarse en sentida amplio como la lesión a
intereses amparados por el ordenamiento, cuyo trascendido se evidencia en la minoración de valores
económicos (daño patrimonial) o en alteraciones desfavorables del espíritu (daño moral) (18). Por ende, el daño
es el perjuicio que deriva de la lesión a un interés económico o espiritual individual o colectivo siendo la índole
del interés conculcado determinante para clasificar el daño y la consecuencia indemnizable (19).
Se separa así ontológica y funcionalmente el "daño-lesión" y "daño-consecuencia" como dos "tramos"
necesarios y no excluyentes para arribar a la del daño resarcible. Como primer "tramo", propio del
"daño-lesión", el intérprete deberá indagar sobre la juridicidad o tutela del interés o derecho individual o
colectivo —aquello de lo "no reprobado por el ordenamiento jurídico" o "relación jurídica tutelada" (20) —.
Luego, habrá de continuarse con el segundo "tramo", propio del "daño-consecuencia", para sopesar la existencia
y magnitud de las consecuencias que dicho impacto ha lesionado y que habrán de repararse y mensurarse en la
carga indemnizatoria.
Como última reflexión sobre el tópico, creemos factible hallar también un fundamento adicional entre la
conveniencia de la escisión señalada no solo porque su formulación amplia puede cobijar en su seno a las
distintas manifestaciones del nocimiento sino porque, además, cada uno de los componentes del binomio se
endereza a una finalidad diversa. Por un lado, si bien ha sido un trabajoso devenir teórico, puede afirmarse que
en la indemnización de las consecuencias extrapatrimoniales se persigue una finalidad "satisfactoria" (o
satisfactiva) o de "consuelo", siendo esta última función reafirmada expresamente por la Corte Suprema de
Justicia de la Nación en el conocido precedente "Baeza" (21) y en el art. 1741 del Cód. Civ. y Com. (22). En
cambio, en el daño "patrimonial" se procura volver la situación patrimonial al momento previo del evento
dañoso, para lo cual resultará práctico analizar cómo "era" el patrimonio antes del evento dañoso y "como
queda" después del daño (23). Lo dicho marca una cierta modulación de la finalidad que se persigue a través de
la condena a la reparación del daño causado mediante el pago de una indemnización y que, otra vez, responde a
la lógica binaria del daño ya trabajada.
IV. Situaciones controvertidas
El desarrollo argumental que precede confluye entonces en la necesidad de realizar, en primer término, una
escisión bipartita, bifronte o binaria entre el daño resarcible: daño resarcible patrimonial y daño resarcible
extrapatrimonial. En segundo lugar, a partir de la misma habrá de ubicarse dentro de ambas categorías a los
rubros que conforman la cuenta indemnizatoria.
En este tren, Berger expone que el Cód. Civ. y Com. mantiene un doble régimen sobre la naturaleza del
daño: el mismo patrimonial o no patrimonial Dentro del primero se ubican la pérdida o disminución del
patrimonio de la víctima, el lucro cesante y la pérdida de chance. Dentro del segundo se inscriben los daños a la
integridad personal, a la salud psicofísica y a sus afecciones espirituales legítimas (daño moral en sentido
tradicional) (24). Pero como veremos a continuación determinados rubros ponen en entredicho la aparente
certidumbre que rodea a la descripción realizada, aunque, desde ya adelantamos, no creemos que tengan la
fuerza lógica suficiente para alterar la sustancia de lo ya descrito.
IV.1. El "daño estético"
"Estético" y "estética" son las dos variables —masculina y femenina, respectivamente— de un adjetivo que
procede del griego. Significa "sensible", pero no remite a la percepción de la realidad mediante los sentidos,
sino a la aprehensión de la belleza del objeto percibido (25).
Múltiples definiciones se han pretendido esbozar en derredor de este rubro indemnizatorio. Podemos
coincidir en que se trata de todo menoscabo o disminución de la integridad corporal que altera la regularidad y
normalidad físicas de la víctima del evento dañoso, hallándose el desvalor ínsito del daño estético no es
únicamente lo feo, deformante, repugnante o ridículo, sino, además, lo extraño, raro, anormal e, inclusive, lo
distinto con relación a la presentación física anterior al hecho (26). Se concibe así al daño estético como la
alteración o deformación que afea o desfigura la belleza corporal o la integridad de su aspecto (27). Si bien
resulta harto complejo prefijar una nómina completa de ejemplificaciones de manifestación de este rubro
indemnizatorio, se han señalado como tales: una cicatriz, la pérdida de un ojo o una oreja, el caminar
defectuoso, la amputación de un miembro, lesiones en el cuero cabelludo, entre muchas otras (28).
Podrá existir, así cierta autonomía conceptual pero no autonomía resarcitoria (29) pues no trasunta un rubro
autónomo respecto al material o moral, sino que integra uno y otro o ambos según el caso (30). En relación con
su proyección patrimonial se ha fallado que el daño estético consiste en toda desfiguración física producida por
las lesiones, sean o no subsanables quirúrgicamente, que pueden traducirse en un daño cuando inciden
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directamente en las posibilidades económicas del lesionado, es decir, que solo configuran un daño patrimonial
cuando por sí mismas provocan un especial desmedro en las chances laborales conforme a la profesión de la
víctima (31). Por el contrario, si no hay indicios de que el daño sufrido por la víctima provoque o haya
provocado perjuicios patrimoniales, cabe considerarlo al establecer el daño moral (32).
Siguiendo tal lógica, Ubiría enseña que el daño estético puede impactar en el terreno patrimonial del sujeto,
al afectar posibilidades laborales, presentes y futuras y, en tal caso, se produce una mengua en la capacidad
laborativa o de producción de ganancias del sujeto al influir negativamente de manera directa o indirecta en su
posición y relacionamiento con terceras personas. Amén de ello, también puede incidir negativamente en la
esfera emocional del sujeto, en su faz espiritual, por el desequilibrio que se genera en la armonía individual y
personal (33).
La contundencia de los argumentos desbrozados con anterioridad exime de mayores comentarios al
respecto, pues se desprende con total claridad de estos cómo, a pesar de una pretendida autonomía del daño
estético, la misma no pasa de una cuestión conceptual en atención a que la indemnización de este dependerá
exclusivamente de que se patentice su efecto nocivo ora en el patrimonio ora en el sentir o espíritu de la víctima
del daño. Nuevamente, se mantiene el esquema oportunamente descrito en este opúsculo delimitando en el
binomio de patrimonialidad-extrapatrimonialidad del daño la virtualidad de este y por fuera de toda pretensión
artificiosa de erigir un tertium genus diverso de aquel.
Pero a pesar de lo dicho, en el fallo en comentario se realizan algunas puntualizaciones en torno al daño
estético que resultan de interés para precisar aún más el contenido del rubro (34): se lee en el pronunciamiento
que la lesión estética provoca intrínsecamente daño a un bien extrapatrimonial como es la integridad corporal
provocando dicha lesión un agravio moral directo aunque pueda o no provocar un daño patrimonial y, en caso
de acontecer esto último se tratará de un daño patrimonial indirecto que pueden ser daños emergentes (v. gr.,
gastos realizados para solventar la curación de las lesiones) o lucro cesante (v. gr., pérdida de una fuente de
trabajos o de ingresos).
IV.2. El "daño al proyecto de vida"
El rubro indemnizatorio de marras se encuentra mencionado en el art. 1738 el cual prefija el contenido de la
indemnización y determinando, en su segunda parte y lo que aquí interesa, que la misma "...[i]ncluye
especialmente las consecuencias de la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su integridad
personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que resultan de la interferencia en su
proyecto de vida".
Si bien se utiliza el giro "interferencia en el proyecto de vida" la cercanía de nominación con el más
tradicional "daño al proyecto de vida" es notoria, pero maguer las disquisiciones en torno a los nombres
utilizados, el contenido del precepto genera entredichos en derredor de su autonomía y la dificultad para
ubicarlo en el daño patrimonial o extrapatrimonial.
Tiene dicho Fernández Sessarego que el daño al proyecto de vida incide sobre la libertad del sujeto a
realizarse según su propia libre decisión y es un daño de tal magnitud que afecta, por tanto, la manera en que el
sujeto ha decidido vivir, que trunca el destino de la persona, que le hace perder el sentido mismo de su
existencia; siendo, por ello, un daño continuado, que generalmente acompaña al sujeto durante todo su existir en
tanto compromete, de modo radical, su peculiar y única manera de ser (35).
Trátese asimismo de una noción que ha recibido acogida en la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(36)en variados precedentes entre los que podemos consignar: "María Elena Loayza Tamayo c. Perú" del año
1998, "Los Niños de la Calle c. Guatemala" del año 2001 y "Cantoral Benavides c. Perú" también del año 2001.
En el año 2004, la Corte Interamericana abrió aún más el ámbito de aplicación de la figura extendiéndolo al
daño al "proyecto de vida colectivo o comunitario" en "Masacre Plan de Sánchez c. Guatemala" y al "proyecto
de vida familiar" en "Molina Theissen c. Guatemala" (37).
Tanto en la definición escogida como de los precedentes citados se desprende, primero, una amplitud
notable del precepto y, por el otro una pretendida independencia del mismo con las tradicionales cuentas
indemnizatorias lo que queda demostrado, a guisa de ejemplo, en ciertos pasajes del caso "Loayza Tamayo":
"no corresponde a la afectación patrimonial derivada inmediata y directamente de los hechos (...) atiende a la
realización integral de la persona afectada, considerando su vocación, aptitudes, circunstancias, potencialidades
y aspiraciones, que le permiten fijarse razonablemente determinadas expectativas y acceder a ellas" (parágrafo
147, fs. 41).
Influye también en la procelosa naturaleza del "daño al proyecto de vida" construcciones que ha efectuado la
jurisprudencia italiana, en particular la Corte de Casación como el "daño existencial" (sentencia N° 6572 del
24/03/2006 y sentencia N° 13546 del 12/06/2006) o el "daño biológico" (sentencias N° 8828 y 8827 del año
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2003) aunque subsumidas, según Koteich Khatib (38) dentro del daño extrapatrimonial.
Frente a este escenario, tenemos para nosotros que la sola mención en la norma positiva de que la
indemnización deba comprender "especialmente" a la interferencia al proyecto de vida no apareja por sí misma
erigir una nueva categoría de daño autónoma e independiente que trascienda el binomio del daño patrimonial o
extrapatrimonial (39). Es que el legislador puede válidamente describir o señalar con más o menos detalle qué
supuestos llevan a la conformación de tales daños y las consecuencias que los mismos pueden irrogar, pero las
mismas se subsumen indefectiblemente —y como quedó dicho— dentro de la afectación
patrimonial-extrapatrimonial so pena de incurrir en el serio riesgo de duplicar y superponer la indemnización.
Nos persuade la idea de que el elenco de repercusiones contenidas en la segunda parte del art. 1738 que nos
ocupa y entre las cuales se posiciona la "interferencia al proyecto de vida" representa una enumeración
enunciativa e ilustrativa de distintas afecciones a la persona humana que puede reconocer luego, en los hechos,
un cariz patrimonial o extrapatrimonial —a priori y en generalmente importará este último (40) —. En sentido
concordante al nuestro Galdós, barrunta que la segunda parte el artículo enuncia los daños a la persona humana
y está mencionando a ambos: al daño patrimonial y al daño moral (41).
De esta manera, la composición de la indemnización del art. 1738 no está definiendo categorías especiales,
separadas o autónomas de daños, sino que ilustra sobre el modo en el cual las consecuencias del nocimiento
—en sentido amplio— pueden manifestarse en la esfera personal del damnificado sin pretender agotar en su
enunciado todas las hipótesis de ocurrencia. Parece que pretende advertir al operador de todas las repercusiones
señaladas y, en especial, en aquellas que son inherentes a la persona pero, a partir de detectarlas en el caso
concreto se procederá a introducirlas en la indemnización mediante su subsunción en la dimensión patrimonial o
extrapatrimonial del daño resarcible.
IV.3. El tratamiento psicológico y la incapacidad
Como tercer escenario controvertido ante el factible solapamiento o superposición en el resarcimiento de
daños surge la relación entre las sumas asignadas en concepto de "tratamiento psicológico" y por "incapacidad
psicofísica". De hecho, fue materia de agravios en los recursos interpuestos de modo que el tribunal debió
comprometer la interpretación entre lo concedido en ambos rubros.
Con criterio que compartimos, el tribunal colige que la indemnización por incapacidad psicofísica intentará
resarcir la disminución de la capacidad en dicho ámbito, mientras que la suma por gastos de tratamiento
psicológico solventará los costos de una terapia que, aunque no remitirá el daño (por ser permanente),
contribuirá a menguar sus efectos. En otras palabras, el primer rubro está destinado a paliar el daño que surge
por la pérdida permanente de la capacidad y el segundo tiende a proporcionar los medios para que a través de la
terapia aconsejada se disminuya el perjuicio o se evite su agravamiento.
Hasta aquí entonces puede deslindarse sin mayor dificultad dos preceptos propios del daño resarcible
patrimonial como son la indemnización de la incapacidad y el tratamiento psicológico. Pero nos permitiremos
hacer un comentario adicional con respecto a la escisión entre los dos conceptos traídos a colación y las
consecuencias extrapatrimoniales pues, a nuestro criterio, a partir de la verificación de un nocimiento en la
integridad psicofísica, el tribunal debe ser puntilloso en tren de fundamentar con suficiencia qué consecuencias
de dicha lesión integran las partidas del daño patrimonial o el extrapatrimonial.
Es que muchas veces, y de modo errado, se prefija un porcentaje de "incapacidad psíquica" cuando en el
diagnóstico mediante el cual se arriba al guarismo no se patentizan efectos nocivos en las actividades
productivas o valorables económicamente del sujeto sino, derechamente, la tristeza, el dolor, zozobra o angustia
que el hecho le ha irrogado en su sentir lo cual, va de suyo, será objeto de consideración dentro del daño moral.
De no seguir esta senda lógica cabe la posibilidad, ahora sí, de superponer o confundir los rubros
indemnizatorios desconociendo la ontología propia de cada uno de ellos.
Las diferencias son claras, pues mientras que en una hipótesis se configura un lucro cesante continuado por
representar la pérdida de ganancias derivadas de una incapacidad productiva que ha de extenderse por un plazo
(42) lo que, de rondón, apareja un impacto patrimonial (presente o futuro), en la restante se denota
—denominaciones aparte (43) — una superación de la comprensión clásica del pretium doloris para demostrar,
además, reflejos negativos de una afrenta injusta en la subjetividad del afectado que comprenderá no solo el
dolor, angustia o tristeza que irrogue el hecho generador sino también a la existencia intelectual y volitiva, tanto
en soledad como en proyecciones sociales en tanto la dimensión espiritual de la persona no se reduce a su
sensibilidad, o sufrimiento psíquico (44).
Afortunadamente, en el caso analizado el tribunal respeta esta lógica pues, con rigurosidad y adecuada
apoyatura en el dictamen pericial, se deslindan ambos tipos de repercusiones y coligiendo que, por un lado

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—aquel tocante a las consecuencias patrimoniales—, se lee que "resulta evidente que el trastorno sufrido, con
las manifestaciones descriptas, le impide desarrollarse en sus tareas laborales y cotidianas antes del suceso aquí
debatido, con repercusiones en el ámbito patrimonial" o que "esta reparación no se limita al aspecto laboral, sino
que contempla, a su vez, las tareas económicamente valorables, aunque no remunerativas, que también pudieron
verse afectadas por las limitaciones informadas" y, por el otro —aquel tocante a las consecuencias
extrapatrimoniales—, surge "lo que se resarce es una lesión a intereses extrapatrimoniales, el dolor y las
aflicciones sufridas a raíz del accionar de la demandada".
V. Un postrer comentario
Por último, no queremos dejar pasar esta oportunidad para dejar asentado en el presente comentario a fallo
un aspecto que, si bien en la generalidad del estudio de la sentencia podrá parecer nimio, no deja de tener su
significancia. En la lectura del pronunciamiento, a lo largo del voto del Dr. González Zurro, uno se topa con dos
imágenes de capturas de pantalla provenientes una de la historia clínica del actor y la restante de la
documentación acompañada por el perito médico.
Bien se ha dicho que "la comunicación clara es transmitir de forma fácil, directa, transparente, simple y
eficaz información relevante para la ciudadanía" (45) y en la materia ello ha generado la ocupación de los
operadores jurídicos pues, se enseña que desde los años 70, tiene lugar un intento de simplificar o modernizar
un "tecnolecto" (46) tan presente en nuestra vida diaria como es el lenguaje jurídico (47) lo cual se ha replicado,
sabido es, en el ámbito local (48) importando el establecimiento de guías de estilo para la redacción de textos (49)
.
A partir de instrumentos internacionales se ha patentizado esta "promesa de claridad", como por caso, el
"Código Modelo Iberoamericano de Ética Judicial", prevé que las motivaciones de las decisiones judiciales
"deben estar expresadas en un estilo claro y preciso, sin recurrir a tecnicismos innecesarios y con la concisión
que sea compatible con la completa comprensión de las razones expuestas" (art. 27) o pueden también traerse a
colación las "Reglas de Brasilia sobre el Acceso a la Justicia de las Personas en Condición de Vulnerabilidad",
que disponen que "toda persona en condición de vulnerabilidad, tiene el derecho a entender y ser entendida",
debiéndose adoptar "las medidas necesarias para reducir las dificultades de comunicación que afecten a la
comprensión de las actuaciones judiciales, en las que participe una persona en condición de vulnerabilidad,
garantizando que esta pueda comprender su alcance y significado" (Regla 58).
No corresponde en esta instancia un tratamiento completo y pormenorizado de la problemática del lenguaje
claro en las sentencias judiciales o los contornos del "derecho a entender" (50) pues los márgenes de este breve
opúsculo así lo aconsejan, pero repárese en cómo a partir de la digitalización completa de las actuaciones
judiciales puede recurrirse muy sencillamente a una demostración mucho más certera y rotunda que la mera
transcripción o la citación de fojas. Cuidado, no descartamos estos métodos —que se utilizan y seguirán
utilizando— sino que nos parece positivo que se les adunen a ellos (51) otros como introducir una captura de
pantalla cuando lo que pretende fundamentarse por parte del magistrado es notorio en dicha pieza o la
introducción del hipervínculo que direccione al lector directamente a la foja que cita.
VI. A modo de colofón. La necesidad de mantener la matriz binaria
La preclara lucidez de Orgaz ya señalaba que las acepciones de la palabra "daño" suelen ser usadas sin
mucho rigor en esta materia, con grave perturbación de la teoría y de sus aplicaciones (52). De allí que, aunque
ya ha merecido la ocupación la doctrina y jurisprudencia de nuestro medio, siempre reconoce actualidad volver
a inquirirse sobre el concepto mismo de daño y sus manifestaciones, sobremanera antes las innovaciones que a
diario presenta la asignatura.
Haciendo nuestras las palabras de Molina Sandoval, no existe otra matriz binaria que la división del daño en
patrimonial y extrapatrimonial y la "mención" o inclusión en la demanda judicial de daños con nomen juris
específicos no alcanza a darle entidad. Aunque cuando pudieran tener cierta autonomía analítica y que dicho
daño sea claro y preciso, deberá incluirse en la clasificación más amplia de daños patrimoniales y
extrapatrimoniales pues el sistema jurídico argentino es partidario de esta estructura binaria y, en tal sentido, no
deja lugar a dudas (53). Bien señala López Herrera que el daño resarcible solo puede dividirse en dos especies,
daño patrimonial o material y daño moral y fuera de esas dos grandes divisiones no hay terceras posibilidades o
tertium genus (54).
En definitiva, y por todo lo expuesto, a pesar de la existencia de zonas grises o rubros indemnizatorios
novedosos con cierta vocación de independencia, concluimos que no existen terceras categorías de daños
resarcibles en forma autónoma por fuera del tradicional binomio de "daño resarcible patrimonial" y "daño
resarcible extrapatrimonial", aunque, se aclara, la delimitación conceptual de los distintos tiene utilidad práctica
para identificar el objeto de la lesión. Ahora bien, a la hora de la cuantificación y el monto se derivará
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exclusivamente, y sin excluirse, de las repercusiones patrimoniales o extrapatrimoniales.


El fallo sometido a comentario en las líneas que anteceden se inscribe en esta lógica y en una conspicua
observancia de las nociones estructurales y conceptuales de cada uno de los rubros indemnizatorios que ha
debido estudiar el tribunal, el cual, con tino, los deslinda para poder argumentar adecuadamente la falta de
superposición o de doble indemnización del nocimiento lo que merece toda nuestra aprobación.
Lo interesante de la temática abordada es que pone de resalto la dificultad que genera el "descubrimiento" de
nuevos rubros indemnizatorios frente a la inexistencia de un catálogo completo o cerrado de los mismos en la
premática civil y comercial nacional y que, a medida que sus heterogéneas y múltiples manifestaciones ocupan
a los operadores jurídicos, se instala —otra vez— la duda sobre la categorización de estos dentro del binomio de
patrimonialidad o extrapatrimonialidad. Pero, ante todo, se impone el rigor y la prudencia para evitar que, en
base a distintas denominaciones o etiquetas, se arribe a una duplicación indemnizatoria.
(A) Abogado graduado con Diploma de Honor (UCA, Derecho Rosario). Doctor en Derecho, tesis sobresaliente
(UCA, Derecho Rosario). Especialista en Derecho de Daños (UCA, Derecho Rosario). Profesor de "Contratos
Parte General", "Contratos Parte Especial" y "Defensa del Consumidor y del Usuario" (UCA, Derecho Rosario).
Profesor invitado de posgrado (UCA, Derecho Rosario). Miembro del Instituto Región Centro de la Academia
Nacional de Derecho y Cs. Sociales de Córdoba.
(1) "Para la procedencia de la indemnización debe existir un perjuicio directo o indirecto, actual o futuro, cierto
y subsistente...".
(2) Al respecto se ha dicho que, aunque se considere a la reparación in natura como la situación ideal, dadas las
dificultades prácticas que en ocasiones se presentan para realizarla, los jueces han tendido a dar preeminencia a
la reparación por equivalente (SOLARTE RODRÍGUEZ, Arturo, "La reparación in natura del daño", Revista
Vniversitas, nro. 109, 2005, p. 219 con cita de Santos Briz).
(3) "La víctima de un daño personal o material puede optar por su reparación in natura o por equivalente" (§ 249
del BGB).
(4) "El dañado puede pedir la reparación en forma específica, siempre que sea posible en todo o en parte. En
todo caso el juez puede disponer que la reparación se produzca sólo por equivalente, si la reparación en forma
específica resulta excesivamente onerosa para el deudor" (art. 2058).
(5) Algunos autores han añadido que el daño moral debe ser significativo o una lesión de razonable envergadura
(LÓPEZ MESA, Marcelo J., en TRIGO REPRESAS, Félix A. - LÓPEZ MESA, Marcelo J., "Tratado de la
responsabilidad civil", La Ley, Buenos Aires, 2004, t. I, p. 506) Aunque en contra se ha manifestado Calvo
Costa, citando en su apoyo a Boffi Boggero y Mayo dentro de la doctrina nacional y a los Mazeaud y Tunc en la
comparada, ver CALVO COSTA, Carlos A., "Derecho de las obligaciones", Hammurabi, Buenos Aires, 2017,
3ª ed., p. 710. Estimamos que la segunda es la mirada correcta del fenómeno.
(6) PIZARRO, Ramón D., "Daño moral", Hammurabi, Buenos Aires, 1996, p. 124.
(7) En materia contractual, Aparicio concluye que el Cód. Civ. y Com. ha receptado la tesis que puede juzgarse
dotada de mayor acierto y equilibrio: si bien el objeto del contrato debe ser susceptible de valoración económica
y debe corresponderse con un interés de las partes, éste no tiene que ser necesariamente patrimonial (Cfr.,
APARICIO, Juan M., "Contratos. Parte general", Hammurabi, Buenos Aires, 2016, 2ª ed., t. I, p. 460). Incluso,
la "patrimonialidad" es una caracterización jurídica y no social, personal o subjetiva (LORENZETTI, Ricardo
L., "Tratado de los contratos. Parte general", Rubinzal-Culzoni editores, Santa Fe, 2018, 3ª ed., p. 472) pues la
patrimonialidad de la relación contractual o del objeto no presenta una estricta correlación con el interés de las
partes —HERNÁNDEZ, Carlos A., en NICOLAU, Noemí L. - HERNÁNDEZ, Carlos A. (dirs.), FRUSTAGLI,
Sandra A. (coord.), "Contratos en el Código Civil y Comercial de la Nación", La Ley, Buenos Aires, 2016, p.
169—.
(8) Cfr., CIURO CALDANI, Miguel A., "Comprensión axiológica del daño y la reparación", en
KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída (dir.), PARELLADA, Carlos A. (coord.), Derecho de daños, La Rocca,
Buenos Aires, 1993, t. II, pp. 111-112.
(9) Los límites del trabajo nos impiden tratar pormenorizadamente este desarrollo para lo cual remitimos a:
PIZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos G., "Tratado de responsabilidad civil", Rubinzal-Culzoni
editores, Santa Fe, 2017, t. I, pp. 127-133; CALVO COSTA, Carlos A., "Derecho de las obligaciones", ob. cit.,
pp. 682-707.
(10) OSSOLA, Federico A., "Responsabilidad civil", Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2017, p. 137. En sentido
concordante: COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., "Derecho de las obligaciones", La Ley, Buenos Aires,
2018, p. 778.
(11) ORGAZ, Alfredo, "El daño resarcible", Omeba, Buenos Aires, 1960, 2ª ed., p. 40.
(12) CALVO COSTA, Carlos A., "Derecho de las obligaciones", ob. cit., p. 703.
(13) MAYO, Jorge A. - PREVOT, Juan M., "Responsabilidad contractual", La Ley, Buenos Aires, 2007, p. 320
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con cita de Poletti y De Matteis.


(14) CALVO COSTA, Carlos A., "Derecho de las obligaciones", ob. cit., p. 703.
(15) IRIBARNE, Héctor P., "Indemnización por lesiones y por incapacidad. Pautas para su cuantificación", en
BUERES, Alberto J. - KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída (dirs.), Responsabilidad por daños en el tercer
milenio, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1997, p. 301.
(16) COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., "Derecho de las obligaciones", ob. cit., p. 756.
(17) BREBBIA, Roberto H., "Instituciones de derecho civil", Juris, Rosario, 1997, t. II, p. 23.
(18) TRIGO REPRESAS, Félix A. - LÓPEZ MESA, Marcelo J., "Tratado de la responsabilidad civil", ob. cit., t.
I, p. 456.
(19) PIZARRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Carlos G., "Tratado de responsabilidad civil", ob. cit., t. I, p. 133
y nota 16.
(20) Que desde antiguo se lo ha definido como un "interés legítimo" del reclamante pues sólo cabe acción por
reparación de los daños "jurídicos" (ALTERINI, Atilio A., "Responsabilidad civil", Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1974, p. 127).
(21) CS, "Baeza, Silva Ofelia c. Provincia de Buenos Aires y otros s/ daños y perjuicios", 2011, Fallos 334:376.
(22) "El monto de la indemnización debe fijarse ponderando las satisfacciones sustitutivas y compensatorias que
pueden procurar las sumas reconocidas". Ello así, porque la especialidad ontológica del rubro impide que la
indemnización directa sea factible, pues la misma no podría resarcir de modo completo el perjuicio espiritual
sufrido por el actor y por ello es que la asignación del deber reparatorio procura medios de satisfacción
alternativos a través del pago de la indemnización que puedan intentar equilibrar los bienes extrapatrimoniales
de la víctima remitiendo el dolor, angustia o zozobra que le ha irrogado el hecho dañoso.
(23) MOLINA SANDOVAL, Carlos A., "Derecho de daños", Hammurabi, Buenos Aires, 2020, pp. 335-336.
(24) BERGER, Sabrina M., "La clasificación de los daños en el nuevo Código Civil y Comercial de la Nación",
RCyS 2015-X, 34, Cita Online: TR LALEY AR/DOC/2467/2015.
(25) FERNÁNDEZ ENTRALGO, Jesús, "La problemática del perjuicio estético: especial referencia a su
valoración", Revista de la Asociación Española de Abogados Especializados en Responsabilidad Civil y Seguro,
nro. 34, año 2010, p. 9.
(26) CNCiv., Sala H, "N., V. A. S. c. Casa Hospital San Juan de Dios y otros s/ daños y perjuicios", 09/09/2022,
Cita Online: TR LALEY AR/JUR/122432/2022.
(27) CCC, Azul, Sala II, "S., M. J. c. F., J., L. F. y otro s/ daños y perjuicios", 14/06/2016, Cita Online: TR
LALEY AR/JUR/42111/2016.
(28) VÁZQUEZ FERREYRA, Roberto A., "Daño a la estética de la persona", Thémis: revista de derecho, nro.
19, año 1991, p. 64.
(29) SCJ, Mendoza, Sala I, "B. J. D. c. Municipalidad de San Rafael (Área Salud) s/ daños y perjuicios",
12/12/2022, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/187286/2022.
(30) CS, "Sitjá y Balbastro, Juan Ramón c. Provincia de La Rioja y otro", 2003, Fallos 326:1673; "Coco, Fabián
Alejandro c. Provincia de Buenos Aires y otros", 2004, Fallos 327:2722.
(31) CNCiv., Sala A, "L., T. R. c. M., S. O. y otro s/ daños y perjuicios", 28/09/2022, Cita Online: TR LALEY
AR/JUR/134973/2022.
(32) CS, "Martínez, Diego Daniel c. Provincia de Corrientes s/ daños y perjuicios", 1998, Fallos 321:1117.
(33) UBURÍA, Fernando A., "Derecho de Daños en el Código Civil y Comercial de la Nación", Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2015, pp. 345-356. Comparte entonces que se trata de un perjuicio que puede repercutir tanto en
la esfera patrimonial como extrapatrimonial y que carece de autonomía conceptual (Ibidem, p. 345).
(34) Con base a lo transcripto en el caso se descarta la existencia de un impacto patrimonial en el actor: "En la
especie, no advierto que las cicatrices descriptas por el experto generen algún tipo de incapacidad funcional, por
lo que no encuentro que deban ser contempladas en el presente rubro (...) aunque sí se valorarán al momento de
tratar el daño moral".
(35) FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, "Daño al proyecto de vida", Revista PUCP: Revista de la Facultad
de Derecho, nro. 50, Lima, 1996, p. 86.
(36) Lo cual no es menor en nuestro medio en miras a la sujeción u observancia que dichos pronunciamientos
pudieran generar en nuestro derecho interno lo cual ameritara asentar un criterio en la propia jurisprudencia de
la CIIDH y un criterio en la CS. Ver, ROSATTI, Horacio, "El Código Civil y Comercial desde el derecho
constitucional", Rubinzal-Culzoni editores, Santa Fe, 2016, pp. 69-77.
(37) CIDH, "Loayza Tamayo vs. Perú. Reparaciones y Costas", sentencia de 27 de noviembre de 1998. Serie C
N° 42.; CIDH, "Villagrán Morales y otros vs. Guatemala. Reparaciones y Costas", sentencia del 26 de mayo de
2001. Serie C No. 77; CIDH, "Cantoral Benavides vs. Perú. Fondo, Reparaciones y costas", sentencia de 3 de
diciembre de 2001, Serie C, N° 88; CIDH, "Masacre Plan de Sánchez vs. Guatemala. Fondo, Reparaciones",
sentencia de 19 de noviembre de 2004. Serie C, N° 105 y CIDH, "Molina Theissen vs. Guatemala. Fondo",

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sentencia de 4 de mayo de 2004, Serie C, N° 106.


(38) KOTEICH KHATIB, Milagros, "La dispersión del daño extrapatrimonial en Italia. Daño biológico vs.
'daño existencial'", Revista de Derecho Privado, nro. 15, Bogotá, 2008, pp. 145-162.
(39) En idéntico sentido: CNCiv., Sala G, "V., P. V. J. y otro c. I. M. de O. S. A. y otros s/ daños y perjuicios",
19/12/2017, Cita Online: TR LALEY AR/JUR/90602/2017.
(40) Así, Berger expresa que la interferencia en el proyecto de vida "integra el daño no patrimonial". Ver,
BERGER, Sabrina, en BUERES, Alberto J. (dir.), PICASSO, Sebastián - GEBHARDT, Marcelo (coords.),
"Código Civil y Comercial de la Nación y normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial",
Hammurabi, Buenos Aires, 2018, t. 3-F, p. 460. En este sentido, asimismo: CFed. Civ. y Com., Sala III, "Ricci,
Santino Enzo y otros c. Policía Federal Argentina s/ daños y perjuicios", 24/11/2022, Cita Online: TR LALEY
AR/JUR/167965/2022.
(41) Cfr. GALDÓS, Jorge M., en LORENZETTI, Ricardo L. (dir.), DE LORENZO, Miguel F. -
LORENZETTI, Pablo (coords.), "Código Civil y Comercial de la Nación comentado", Rubinzal-Culzoni
editores, Santa Fe, 2015, t. VII, pp. 483-484.
(42) OSSOLA, Federico A., "Responsabilidad civil", ob. cit., pp. 242-243.
(43) "Perjuicio moral" en el art. 71 c) y en el art. 151; "daño moral" en el art. 744 f); afecciones espirituales
legítimas en el art. 1738; consecuencias no patrimoniales en el art. 1741.
(44) ZAVALA DE GONZÁLEZ, Matilde, "La responsabilidad civil en el nuevo Código", Alveroni, Córdoba,
2015, t. II, pp. 584 y 588.
(45) MONTOLÍO DURÁN, Estrella - TASCÓN RUIZ, Mario, "El derecho a entender. La comunicación clara,
la mejor defensa de la ciudadanía", Catarata, Madrid, 2020, p. 7.
(46) Se ha definido al "tecnolecto" como: "un lenguaje con unas características muy específicas del habla de una
ciencia, de una técnica o de un oficio que utiliza una terminología y un léxico propios con el objetivo de evitar
la ambigüedad que podría aparecer si se empleara el lenguaje común" (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA,
"Libro de estilo de la justicia", MUÑOZ MACHADO, Santiago (dir.), Espasa, Barcelona, 2017, p. 3.
(47) SASTRE DOMÍNGUEZ, Icíar, "Un recorrido por la modernización del lenguaje jurídico en la actualidad:
nuevas vías de simplificación de las sentencias en lengua española", Ars Iuris Salmanticensis, vol. 10, junio
2022, p. 101.
(48) Ver, DAVINI, Oscar A., "Multa, título ejecutivo y derechos humanos de las personas vulnerables. El
lenguaje claro en las decisiones judiciales: ¿dónde y cómo?", LLNOA 2020 (diciembre), 8, Cita Online: TR
LALEY AR/DOC/3913/2020.
(49) Una de las más recientes fue ideada por el STJ de la Provincia de La Pampa, aprobándose mediante el
acuerdo 3846/2022 de fecha 08/06/2022 las "Pautas para la redacción de textos en lenguaje claro", (Cita Online:
TR LALEY AR/LEGI/AJNO).
(50) KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, "El lenguaje en el Código Civil y Comercial argentino", LA LEY,
2019-E, 970, Cita Online: TR LALEY AR/DOC/3122/2019.
(51) Puede memorarse la polémica que generó recurrir a la aplicación Google Street View para verificar si
efectivamente había una rotonda en el lugar de un accidente de tránsito (CCC, Morón, Sala II, "Fleitas, Olga
Esther c. Empresa del Oeste SA de Transporte y otros", 23/04/2019, Cita Online: TR LALEY
AR/JUR/8560/2019). Aplicación que, en otro precedente fue utilizada por el mismo tribunal cuyo fallo aquí se
comenta: CNCiv., Sala M, "S., E. J. c. B. C., E. J. y otros", 13/07/2022, Cita Online: TR LALEY
AR/JUR/94777/2022.
(52) ORGAZ, Alfredo, "El daño resarcible", ob. cit., p. 38.
(53) MOLINA SANDOVAL, Carlos A., "Derecho de daños", ob. cit., p. 345.
(54) LÓPEZ HERRERA, Edgardo, "Teoría general de la responsabilidad civil", Lexis-Nexis, Buenos Aires,
2006, p. 122.

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