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“Me estoy cuidando”: mujeres, prácticas del comer y política de las


sensibilidades

Chapter · January 2019

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Aldana Boragnio
National Scientific and Technical Research Council
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1
Corpo, Gênero e Cuidados:
perspectivas e desafios
na contemporaneidade
Sumário

PREFÁCIO ............................................................................................................................................................ 4

APRESENTAÇÃO .............................................................................................................................................. 10

PARTE I - CORPOS, GÊNERO E GERAÇÕES ............................................................................................. 15


1. ENVELHECIMENTO E GÊNERO: UMA RELAÇÃO DESIGUAL? ....................................................................... 16
2. GÊNERO E ENVELHECIMENTO: REFLEXÕES SOCIOANTROPOLÓGICAS ...................................................... 30
3. ENVELHECIMENTO, CUIDADO E POLÍTICAS PÚBLICAS: A INSTITUCIONALIZAÇÃO DA VELHICE NO
DISTRITO FEDERAL .......................................................................................................................................... 46
4. TRABALHO, CUIDADO E MATERNIDADE: DESAFIOS PARA AS MULHERES EMPREENDEDORAS................... 63
5. NIÑOS, CUERPOS Y PUBLICIDAD: LA REPRESENTACIÓN MEDIÁTICA DE LA IMAGEN CORPORAL EN LOS
ANUNCIOS CONSUMIDOS POR MENORES EN ESPAÑA. ...................................................................................... 80

6. ME ESTOY CUIDANDO”: MUJERES, PRÁCTICAS DEL COMER Y POLÍTICA DE LAS SENSIBILIDADES ........... 97

PARTE II - CUIDADO, CORPOS E VIOLÊNCIAS ..................................................................................... 111


7. O TRABALHO DE CUIDADO: GÊNERO, EMOÇÕES E O ASSÉDIO SEXUAL .................................................... 112
8. O/A AGENTE COMUNITÁRIO/A DE SAÚDE E A MANIFESTAÇÃO DAS VIOLÊNCIAS NO TRABALHO ............. 126
9. O TRABALHO DOS/AS PROFISSIONAIS DE SAÚDE NOS ATENDIMENTOS DE VIOLÊNCIA CONTRA A MULHER
........................................................................................................................................................................ 144
10. TRABALHO, GÊNERO E A SAÚDE DE PROFISSIONAIS DA ATENÇÃO PRIMÁRIA DIANTE DA VIOLÊNCIA
ARMADA E URBANA. ........................................................................................................................................ 159

SOBRE AS/OS AUTORAS/ES ........................................................................................................................ 175


Capítulo 6
“Me estoy cuidando”: mujeres, prácticas del comer y política de las sensibilidades

Aldana Boragnio

RESUMEN

Las prácticas alimentarias y de comensalidad implican, y expresan, las sociabilidades y las


vivencias cotidianas, mientras que el régimen alimentario se configura como un conjunto de
prácticas que son prácticas de la política de las sensibilidades.En este sentido, el objetivo de
este artículo es conocer las prácticas del comer cotidianas que llevan adelante las mujeres
trabajadoras de oficinas públicas entrevistadas, las cuales se configuran a partir de una política
de las sensibilidades del “cuidarse” como prácticas cognitivo-afectivas que les permiten
sentir(se) en el mundo. Partiendo de una investigación precedente en torno a la alimentación en
el ámbito laboral de mujeres trabajadoras de la Administración Pública Nacional, el presente
trabajo se centrará en las prácticas de (auto)cuidado respecto a la alimentación cotidiana de
mujeres trabajadoras en oficinas de la Administración Pública Nacional Argentina.
Palavras Clave: mujer, sociabilidades, alimentación, cuidado.

Introducción

” …acá todo el mundo hace dieta.” (54 años)


“…siempre estoy como cuidándome o tratando de cuidarme, siempre tengo
eso, lo de <<bueno, no hay que engordar>> en la cabeza.” (27 años)

La motivación central del presente trabajo es explorar en las prácticas del comer de
mujeres empleadas de la Administración Pública Nacional Argentina, en torno al dietar y al
“cuidarse” como prácticas cognitivo-afectivas que se configuran a partir de una política de las
sensibilidades. Si bien podemos encontrar algunas diferencias en relación a la edad de quienes
utilizan cada término o a las implicancias temporales que llevarían cada práctica, en estas
páginas observaremos que ambas están ligadas a seguir un régimen alimentario centrado en lo
“sano y liviano” y tienen como eje central de la práctica la privación.
Para ello, la estrategia argumentativa será la siguiente: primero haremos un breve
recorrido sobre la relación entre el comer y los cuerpos, luego presentaremos al cuerpo imagen
97
como el concepto central en el que se articulan las prácticas del dietar de las mujeres
entrevistadas y, seguidamente, presentaremos el análisis de fragmentos de entrevistas que nos
permiten observar las tensiones/conexiones de las prácticas del dietar y del “cuidarse”.

Los cuerpos, el comer y las sensibilidades

Al hablar de alimentación estamos refiriéndonos a los cuerpos que comen y a los cuerpos
que se producen y se reproducen mediante la comida, por lo tanto, a los cuerpos/emociones que
necesitan los nutrientes básicos para la producción y la reproducción de sus energías corporales,
con el fin de conservar el estado de cosas “naturales” llamado cuerpo en funcionamiento
sistémico; entendiendo a éste a partir de tres registros:

Un cuerpo individuo que hace referencia a la lógica filogenética, a la


articulación entre lo orgánico y el medio ambiente; un cuerpo subjetivo que
se configura por la autorreflexión, en el sentido del ‘yo’ como un centro de
gravedad por el que se tejen y pasan múltiples subjetividades y, finalmente,
un cuerpo social que es (en principio) lo social hecho cuerpo (sensu Bourdieu)
(SCRIBANO, 2007, p. 125).

La dimensión individual refiere al cuerpo como organismo biológico, en tanto


organismo que posee órganos, funciones y procesos que son constituidos genéticamente. El
plano subjetivo se encuentra en el terreno del ‘yo’ que construye una narración de su existencia
como biografía. En este plano toman lugar principal las interacciones y las relaciones con otros.
Por último, el plano social incorpora los aprendizajes, las prácticas y los hábitos que dan forma
al cuerpo y que constituyen la subjetividad a partir de la socialización.
A partir de aquí puede producirse una segunda distinción en función de la “presentación
social de la persona”, esto es el cuerpo imagen, el cuerpo piel y el cuerpo movimiento.
Entendiendo al cuerpo imagen como un indicador del proceso de “cómo veo que me ven”, el
cuerpo piel como el proceso de cómo “siento-naturalmente” el mundo −ligado a la tensión en
el trípode impresión/percepción/sensación− y el cuerpo movimiento como las posibilidades de
acción inscriptas en el cuerpo –en conexión con la dialéctica entre el cuerpo individuo, subjetivo
y social−. Como resultado de las interacciones entre cuerpo imagen, cuerpo piel y cuerpo
movimiento, se hallan los modos de la dominación social y los localizadores de enclasamiento
que dan como resultado la materialidad inmediata del cuerpo individuo “–que en tensión
dialéctica con el social y el subjetivo- que provee los procesos básicos que permiten sentir(se)
en el mundo a través de un cuerpo” (SCRIBANO, 2012, p. 101).

98
Este modo de entender el cuerpo con distinciones analíticas que se dan de manera entre-
cruzada y superpuesta, posibilita pensar las conexiones entre las sensaciones y el cuerpo como
un estado de cosas dado. Pero las sensaciones se encuentran distribuidas de acuerdo a las formas
específicas de capital corporal, de modo que el sujeto y sus condiciones materiales de existencia
se interconectan en una tensión dialéctica con el resultado de sentirse-en-un-cuerpo. Por ello,
no hay que perder de vista que las diferencialidades en la distribución de los capitales corporales
verán su impacto en las diferentes maneras de “apreciarse-en-el-mundo”, las cuales estarán
estructuradas mediante la sensibilidad y la política de las emociones y los cuerpos. Pero al tomar
como punto de partida de estas diferenciaciones las distribuciones de lo corporal y social, así
como los modos de sensibilidad social que desde allí aparecen (SCRIBANO, 2010),
entenderemos que la capacidad de acción de los sujetos estará distribuida en relación a la
política vigente de los cuerpos, lo cual refiere a “las estrategias que una sociedad acepta para
ofrecer una respuesta a la disponibilidad social de los individuos” (SCRIBANO, 2018, p. 7) y
ésta, necesariamente, estará vinculada con la política de las emociones que la sostiene y que
fortalece al regular la construcción de la sensibilidad social.
En el capitalismo actual la apropiación y la distribución desigual de la energía28 y de los
nutrientes afecta a las energías corporales. Por lo tanto, la posibilidad y la potencia para planear
y ejecutar el movimiento y la acción estará condicionada por la disponibilidad de energías. La
disponibilidad de recursos alimentarios altera las cantidades y las calidades energéticas que
cada individuo tiene a disposición, lo que permite a esos cuerpos su reproducción y su
disponibilidad social; por lo tanto, la posibilidad y la potencia para planear y ejecutar el
movimiento y la acción estará condicionada por la disponibilidad de energías.
Así, se vuelve fundamental centrarse en “lo orgánico/cognitivo/afectivo que hilvana la
fuerza viva de los músculos con la potencialidad creativa/productiva del cerebro y sus
conexiones, [lo que] es visto como central en la estructuración social” (SCRIBANO, 2016, p.
33). En este sentido, la alimentación está directamente conectada tanto con las posibilidades de
presentación social de la persona, como con las potencialidades para experimentar el mundo y
las capacidades de acción, siendo estas interacciones claras indicadoras de la dominación social
(SCRIBANO, 2012).

28
Cuando se habla de energía, los profesionales ligados a la alimentación se refieren a las kilocalorías. En cambio,
la energía social surge de la relación entre los nutrientes y la acción, la cual “se basa en la energía corporal y refiere
a los procesos de distribución de la misma como sustrato de las condiciones de movimiento y acción. La potencia
para planear, ejecutar y resolver las consecuencias de la acción de los agentes constituye la energía social que éstos
tienen” (Scribano y De Sena, 2016: 116).
99
En este punto es necesario distinguir y conectar las relaciones posibles entre las formas
de sociabilidad y vivencialidad29 se tensionan y torcionan con las sensibilidades. Por ello, hablar
de una política de los cuerpos, siempre implica una política de las sensibilidades, ya que éstas
“regulan los modos en que los actores experimentan los estados de sentirse y sentir el mundo
(y vehiculicen) las percepciones asociadas a las formas socialmente construidas de las
sensaciones” (CERVIO, 2015, p. 11). Y es que las políticas de sensibilidades están ligadas al

conjunto de prácticas sociales cognitivo-afectivas tendientes a la producción,


gestión y reproducción de horizontes de acción, disposición y cognición. Estos
horizontes se refieren a: 1) la organización de la vida diaria (día a día, vigilia
/ sueño, comida / abstinencia, etc.); 2) información para clasificar preferencias
y valores (adecuado / inadecuado, aceptable / inaceptable, soportable /
insoportable) y 3) parámetros para la gestión del tiempo / espacio
(desplazamiento / ubicación, paredes / puentes; disfrute) (SCRIBANO, 2018,
p. 10).

Las prácticas del comer implican, y expresan, las sociabilidades y las vivencias
cotidianas, mientras que el régimen alimentario se configura como un conjunto de prácticas que
son prácticas de la política de las sensibilidades. Además, las prácticas del comer se constituirán
como un espacio de cuerpos de clase que darán lugar a las prácticas alimentarias llevadas
adelante mediante el gusto y la elección, con la principal consecuencia de conformar esos
cuerpos. En este sentido, observar de qué manera se hallan disponibles las energías sociales de
los cuerpos se vuelve esencial para entender el modo en el que la política de los
cuerpos/emociones los marca y los deja a disposición en la reproducción.

El cuerpo imagen

Múltiples investigaciones dan cuenta de la presión estética de la belleza como designio


femenino. Si bien el estudio histórico demuestra que las mujeres llevan adelante prácticas de
belleza desde la antigüedad, desde la década del sesenta la belleza femenina pasa de ser una
cualidad que se idolatraba en un público elitista, a representar una serie de normas e ideales de
lo femenino difundidos a gran escala, para finalizar en una dinámica de la industrialización y
de la democratización de la “presión estética de masas”. De este modo, la belleza femenina se
trasladó de una cualidad única de las elites privilegiadas y cultivadas a una cualidad de la mujer

29
“La sociabilidad es una manera de explicar los modos que al inter-actuar los agentes viven y conviven. La
vivencialidad es una manera de expresar los sentidos que adquiere el estar-en-cuerpo con otros como resultado del
‘experienciar’ la dialéctica entre cuerpo individuo, social y subjetivo, por un lado; y las lógicas de apropiación de
las energías corporales y sociales” (SCRIBANO, 2010. p 7).
100
como ser en sí misma, difundiéndose, así, los estándares de belleza −y los cuidados que lo
posibilitan− a todas las capas sociales (LIPOVETSKY, 1997).
Con el avance de la separación de la sexualidad de la procreación, se transforma el lugar
social de la mujer y se profundizan las normas estéticas, con las que la delgadez y la juventud
toman la posta del nuevo cuerpo deseado. La cultura “lipófoba” (LIPOVETSKY, 1997, p.127)
o “lipofóbica” (FISCHLER, 1995, p. 307) comenzó a partir del siglo XX y tuvo su apogeo en
los años 60 a partir de la aparición de la juventud como un actor social y como un parámetro
del ideal estético. Este ideal se profundiza a principios de los 80s con el combo delgado,
tonificado y esbelto como el cuerpo socialmente aceptado, mientras que “los desórdenes
alimentarios se multiplicaron y la cirugía plástica se volvió la especialidad médica de más
rápido crecimiento” (WOLF, 1990, p. 215), llegando a los 2000 con un ideal estético “virtual”,
al que “solo es posible acceder a él digitalizando la imagen y retocándola mediante el software”
(GRACIA-ARNAIZ; COMELLES, 2007, p. 10). En palabras de Wolf

“Cuando los derechos reproductivos le dieron a la mujer occidental control


sobre su cuerpo, las modelos empezaron a pesar 23% menos que mujeres
normales, los desórdenes alimentarios se multiplicaron y se promovió una
neurosis colectiva que usaba la comida y el peso para quitarles a las mujeres
la sensación de control.” (1990: 216).

Cada momento histórico conlleva valores sociales que moldean un modelo corporal, que
será el socialmente aceptado. En la actualidad, la sociedad continúa insistiendo en una imagen
corporal delgada, ahora bien, la cultura no solo impone la norma de cómo debe ser el cuerpo,
sino que también brinda los protocolos necesarios para acercarse lo más posible a éste
(VALVERDE y GUTIÉRREZ, 2016). Así, como resultado se obtiene que la belleza femenina
“ya no se concibe sin la búsqueda de la esbeltez, sin las restricciones alimentarias y los
ejercicios corporales” (LIPOVETSKY, 1997, p. 123).
Estos procesos de consolidación de la imagen belleza-delgadez como obligación tiene una
trayectoria como proceso cultural a instancias de toda la sociedad (VIGARELLO, 2011), pero
claramente recae con mayor presión sobre las mujeres ante el mito de la belleza como una
cualidad universal y posible. Por lo tanto, hablar del cuerpo también es referirse a una
construcción atravesada por el género, pues en las construcciones del cuerpo “se siguen las
normas estéticas que han sido interiorizadas en el proceso de socialización” (ZICAVO, 2011,
p. 25), y el ideal de belleza-delgadez está en la base de éstas.
A partir de la interconexión entre los cuerpos, la alimentación y el cuerpo imagen
organizado a partir del canon estético de la delgadez nos permite entender los procesos de
101
estructuración social y se puede comprenderse mejor el acercamiento a las sensibilidades que
realizamos, buscando hacer foco en la conexión entre el comer, el cuerpo y la dieta.

Las prácticas del comer cotidianas: entre la dieta y el cuidarse.

En la investigación de donde parte este escrito observamos que el régimen alimentario


de las mujeres entrevistadas se centra en la trilogía “sano, liviano, rico”, en donde lo sano
implica tanto la búsqueda de comer saludable –específicamente comer verduras y tomar agua−
como la restricción alimentaria −centrada en no consumir hidratos de carbono, azúcar o
consumir productos light−; y lo rico es la búsqueda del placer, del gusto y la explicación de lo
que se come.
La mayor parte de las mujeres entrevistadas dijeron haber hecho dieta en algún momento
de su vida y varias incluso comentaron estar “haciendo dieta” en ese momento. La dieta es una
práctica presente en las entrevistadas, pero ¿a qué refiere?
La palabra ‘dieta’, etimológicamente, proviene del latín diaeta, y ésta del griego
δίαιτα (díaita) que significa “régimen de vida”. El Breve diccionario etimológico de la lengua
castellana de Corominas (1987) indica que hasta el año 1250, dieta era “régimen de
alimentación prescrito por los médicos” y, para 1490, indicaba una “manera de vivir, un
régimen de vida”. Si buscamos en la actualidad, la Real Academia Española indica que el
significado de ‘dieta’ es “régimen que se manda observar a los enfermos o convalecientes en el
comer y beber y, por extensión, esta comida y bebida; conjunto de sustancias que regularmente
se ingieren como alimento; y coloquialmente, privación completa de comer”. A la vez, ‘dieta’
también refiere al régimen alimenticio de un conjunto de países (ej. Dieta mediterránea).
Por lo tanto, podemos observar que, en la antigüedad, la palabra ‘dieta’ implicaba un
régimen de vida y luego pasó a un régimen de alimentación prescrito por médicos. De esa
manera, el “régimen de vida” de la antigüedad se medicalizó y comenzó a ser prescripto por un
especialista certificado, para luego, ser el conjunto de lo que se come regularmente a la vez que
una privación de la comida. Así, entendemos que la dieta está ligada tanto a la comida indicada
por médicos −que ubica a la palabra ‘dieta’ en el terreno de la salud− como a la comida cotidiana
y a su restricción.
Mientras algunas mujeres dijeron ir al nutricionista con la finalidad de bajar de peso,
otras dijeron acudir para aprender a comer. Entendemos la necesidad de ir al médico para
aprender a comer en tanto la pérdida del conocimiento en relación a las prácticas del comer se

102
da a partir de múltiples factores de la Modernidad Alimentaria. Por un lado, por la separación
entre las normas sociales del comer, la separación de la producción del alimento, la
reorganización de los tiempos en donde ya no queda en claro qué se come a qué hora y la
desregulación que se produce a partir del individualismo de comer en soledad. Luego, la
cacofonía (FISCHLER, 1995) genera un exceso de discursos que traen como consecuencias la
incertidumbre sobre cuál seguir. Esto, sumado a la medicalización de la alimentación que
produjo la des-jerarquización de la mujer en temáticas del comer, que la ubican como la voz no
autorizada y, por lo tanto, en el espacio del no conocimiento. Ante este panorama, las mujeres
no saben qué comer ni qué es lo bueno, saludable, nutritivo, por lo cual, acuden a médicos
especializados para que se lo indique.
Por otro lado, las entrevistadas que dijeron no ir a la nutricionista o las que no hablaron
de ello en la entrevista, también dijeron estar llevando adelante algún régimen alimentario,
principalmente un proceso de cambios de hábitos o de prácticas ligadas al control alimentario.
A continuación, presentaremos una tabla con los fragmentos de entrevistas más significativos
que nos permiten observar las relaciones planteadas en estas páginas.30

Dieta
3adm R: …. a pesar de que estoy tratando de cambiar el hábito, porque estoy haciendo dieta y demás,
pero me cuesta. (…) Sí, cuesta. Cuesta, cuesta porque uno piensa que no es rico, y la verdad
– 54
cuando lo empezás a comer te das cuenta de que las verduras tienen, algunas tienen su propio
años sabor, (…) Yo nunca me imaginé, por ejemplo, desayunar todos los días y comerme dos
cucharaditas de semilla, por ejemplo, de lino. Y bueno, ahora lo hago, a mí me gusta…

P: ¿Y qué sentiste cuando fue la primera vez que tuviste que empezar a incorporarlo?
R: No, no tuve problema, me gustó, porque además el objetivo era bajar de peso, así que me
gustó más cuando el primer tuve el primer control, y vi los resultados, me gustó. Entonces
dije: “bueno, este es el camino”. Pero sí, me gusta. Me gusta.

1prof yo siempre fui de adelgazar y engordar, adelgazar y engordar. Eso es la historia de mi vida.
Entonces en otros momentos, cuando yo estuve en una dieta importante fueron casi tres años
– 56
que lo pude sostener, me traía todos los días mi comida, me traía el caldo que me había dicho
años el médico, me traía el primer el plato, el segundo plato, la fruta y la merienda, por lo cual yo
no tenía que comer nada extra que no tuviera dentro de mi bolso. En cuanto dejás de hacer
eso, ya está.

P: Y cuando te traías comida, ¿cómo organizabas la comida que te ibas a traer?


R: En general yo hacía una dieta donde tenía que comer caldo como primera cosa, un poco de
carne primero, un poco de verdura después y frutas. Esa era la dieta. No podía comer nada de
harina, no podía comer nada de lácteos. Por lo cual yo me organizaba en mi casa y ponele:
me hacía un caldo grande, una olla muy grande de caldo, que la ponía en la heladera todos los
días (…) Y nada, y eso era lo que comía. Yo me mantenía, porque yo tengo esa característica:

30
Esta tabla se realizó buscando mostrar las expresiones nativas de las mujeres que organicen y enriquezcan el
análisis. Los fragmentos de entrevistas se sintetizaron en función del espacio disponible para el presente escrito,
para ello se editaron los parlamentos, omitiendo las interjecciones dubitativas, las muletillas, las repeticiones y los
fragmentos que hablaban de alimentos concretos.
103
yo me propongo organización de cabeza para dieta, lo logro. Lo logro. No te como nada
extra.

2prof P: ¿Hiciste dieta?


Mmm no, nunca. Para bajar de peso he hecho alguna en la adolescencia hace mucho pero que
– 38
se juntó con un tema de ampliar el horizonte de comida (…) pero no, después de grande,
años obviamente que en algún momento me agarra el ralle de “bueno, no como chocolate” eeeh,
paro con el postre, en vez de dos facturas como una, trato de… pero no.

2jov – P: ¿Hiciste dieta alguna vez?


R: Sí, muchísimas. Muchísimas. Yo siempre tuve sobrepeso. Siempre. Desde que digamos, me
27
desarrollé tipo doce años más o menos siempre tuve sobrepeso, pero de genético, porque en mi
años familia somos también todos muy tanos, muy grandototes, entonces siempre tuve sobrepeso y
siempre fue un karma, digamos, más por ahí en la adolescencia que uno siente mucho más todo
eso, (…) Entonces cuando era más chica por ahí hacía dieta por el “qué dirán” más que por lo
que realmente a mí me pasaba y por ahí hoy en día digo no, para sentirme un poquito más,
digamos más ligerita, mejor yo, digamos, por ahí en el verano me pasa eso de “no, empecemos
a comer un poco menos…” y demás. Por suerte hoy pude ya, digamos, que no me importe tanto
lo estético sino realmente lo físico. (…) ahora sí, estoy con una nutricionista a la cual no le doy
mucha bolilla, es la realidad, pero sí, hay una nutricionista de fondo, digamos, que bueno me
reta y demás, porque yo no hago bien las cosas. (…) Lo mío es puramente desorganización…
Básicamente.

4jov – Sí. Estoy haciendo dieta, igual.


P: ¿Estás haciendo dieta?
22
Sí, no. Estoy tomando espirulina, me dieron en la dietética, me dieron todo, no sé cuánto me
años hicieron gastar. Estoy tratando de comer mejor. No sé si me va a funcionar o no, pero sí, estoy
tratando de… no sé si de hacer dieta, porque no me gusta hacer dieta, pero comer más sano.

Bueno, el año que viene esperemos que te diga “bueno, me resultó. Seguí con la dieta, todo,
bajé veinte kilos” (risas).

Cuidarse
1adm – En realidad, yo fui en un tiempo a la nutricionista, así que ya sé cómo cuidarme. Entonces
eliminé yo lo dulce, eliminé las galletitas dulces, trato de medir, si como empanadas, por
43 años
decirte, no como a la noche, no sé, pizza, lo voy midiendo a eso….

P: ¿Cómo te sentís ahora que te estás cuidando?


R: No, tranquilo. Me encanta. Estoy chocha con eso. Además no hago frituras, las hago al
horno con un poquito de aceite… no, no, me encanta cuidarme. (…) Pero no es un esfuerzo
para mí el cuidarme. Me encanta. Sí. (…) Me siento bien, que estoy haciendo las cosas bien.
Estaría mal si comiera facturas todos los días, que antes lo solía hacer, me tentaba, siento que
hago las cosas bien, como fruta, agua, siento que estoy bien.

3prof – P: ¿Hiciste dieta alguna vez?


No, la verdad que no me va muy bien con las dietas… Creo que no las logro mantener, si
36 años
logré más esto de la consulta con el nutricionista, de los tips que se yo, lo mantuve mucho
más que si me pones una dieta estricta. A mí en cuanto me pones el
prohibido…QUIERO!...Entonces si vos me decís: “Mira, si evitas esto te vas a sentir mejor
acá, acá, acá”, en lo que posibilita, entonces no la limitación como la prohibición si no que
me posibilita a sentirme mejor, que se yo, entonces decís: “Ah bueno, por este lado me
convences más”, así que dietas estrictas yo no mantengo.

1jov – P: ¿Hiciste dieta alguna vez?


No, nunca hago dieta…. No, sí, igual a ver, inconscientemente siempre me cuido, porque por
27 años
ejemplo trato de poner el azúcar en nada, como sin sal, que ya es una costumbre de… que
viene de mi casa, que mi mamá cocina sin sal, em… trato de comer la mayor cantidad de
productos light (…) Em… y nada, sí, me cuido, de comprarte la barrita… igual de esas cosas
104
que después comparás y capaz te estás metiendo las mismas calorías que si hubieses comido
una galletita, pero trato de comer pocas galletitas, sí, siempre estoy como cuidándome o
tratando de cuidarme, siempre tengo eso lo de “bueno, no hay que engordar en la cabeza”,
pero no como esas minas que se ponen a hacer dieta y comen súper sano no, porque a ver, yo
como sánguche de miga todas las semanas, como que no… no tengo ese poder de voluntad de
que están comiendo helado y diciendo “me estoy cuidando”, yo si hay helado como, si hay
chocolate como, si hay pizza como, ¿entendes? Después capaz tomo el café sin azúcar pero
no, dieta no.

3jov – P: Antes me dijiste antes que estabas a dieta…


¡Dieta mentirosa! No es dieta dieta, por nutricionista ni nada, tipo dejemos las harinas,
28 años
dejemos el pan… (…) [trato de] dejar las galletitas o comer galletitas más sanas, yogurth con
cereales, incorporé las verduras que antes no las comía, pero bueno que se yo....

4jov – P: ¿Hiciste dieta antes?


No, porque… no, en realidad no, siempre digo que voy a empezar, pero nunca empiezo nada
22 años
porque no me gusta hacer dieta. Nunca hice dieta porque siempre fui flaca, pero con el primer
embarazo engordé un montón y no terminé de bajar de peso y quedé embarazada del segundo,
y bueno. Igual desde que nació el segundo hasta ahora, ya bajé como diecisiete kilos, o sea,
estaba re gorda. Y tengo que seguir bajando, pero no me gusta hacer dieta, prefiero empezar
primero comiendo un poco mejor y no hacer dieta. No me gusta restringir.

P: ¿Cómo te sentís con esta dieta?


R: Bien. No, como… como deshinchada, es como que… es como que el azúcar te pone ya…
no, aparte me siento bien, llega un momento en el que el estómago y el cuerpo te dicen basta,
hasta acá llegamos. Te sentís mal. (…) Pero bien, mejor. El cuerpo se siente… lo sentís
mejor.
Fuente: elaboración propia

Mientras algunas de las entrevistadas acuden al nutricionista para bajar de peso o para
“aprender a comer”, quienes no hacen dieta dijeron estar “comiendo un poco mejor”,
“cuidarse”. Al preguntarles sobre qué implica cuidarse, sus respuestas son prácticas que
implican llevar adelante privaciones en torno a la alimentación cotidiana. Así, como podemos
observar, a diferencia de lo que se puede pensar desde el sentido común, la privación no es solo
una práctica que llevan adelante las mujeres que hacen dieta ligada al descenso de peso, sino
que las entrevistadas se autoimponen la privación de lo que les gusta como un modo de
“cuidarse”.
Las mujeres entrevistadas están informadas sobre lo que deben comer, cómo y cuándo,
a la vez, repetidas veces nos indican que hay algo que comen, pero no deberían −o viceversa−.
Dicho en sus propias palabras, las mujeres nos dicen que “no estoy haciendo dieta, que debería”
(56 años), “siempre digo que voy a empezar [la dieta]” (22 años), “tendría que estar mejor
organizada” (35 años), “cambiar los hábitos” (54 años), “me gustaría comer más sano” (27
años) o “mejorar en el sentido de las colaciones, de la mejor alimentación, de agregar comida
sana, al menos de tratar” (35 años) de hacer algo de esto. Como nos dice una entrevistada, ella
“tendría” que hacer y modificar varias cosas, porque hacen “todo mal”. En esta cotidianeidad

105
de saber lo que deben y de no poder realizarlo por la dificultad que conlleva –tanto económica
como organizativa− las mujeres se sienten en falta. Por lo cual, a la privación se le suma la falta
como estado afectivo constante. Esta repetición de la privación y de la falta las lleva al
cansancio de la comida y de los sabores (BORAGNIO, 2019), así la comida como alimento que
da placer aparece como la excepción ante el cansancio de la comida cotidiana organizada a
partir de la dieta y del cuidarse.
Las mujeres hacen hincapié en que realizan un esfuerzo para mantener la dieta y, al
mismo tiempo, nos hablan del cansancio de la repetición que las lleva a la saturación, aparece
el cansancio como estado del cuerpo, en relación a la insuficiencia de nutrientes y energía que
tiene el comer cotidiano.

Y después físicamente me pasa que siempre estoy como muy cansada y todo
el mundo me dice: “lo que pasa es que no comés los nutrientes que deberías
comer a la vida que llevás” entonces es como que, igual tengo veintisiete años,
tampoco es que es una crisis, digamos, del todo, no es que, soy una súper
deportista entonces tenés que tener, nada. (27 años)

La privación se relaciona tanto con la imagen corporal que articula belleza con la
privación de las formas de los cuerpos, de la grasa y de la comida; y la misma se vuelve central
en las cuestiones relevantes a los problemas de salud, la obesidad como enfermedad crónica −y
como epidemia global− y los problemas de “comportamientos alterados” de la alimentación.
Las investigaciones sobre la imagen corporal en las mujeres adultas arrojan resultados muy
similares a los que refieren a la población adolescente,31 mostrando que las mujeres presentan
insatisfacción corporal, entendiéndola como “el malestar que las personas sienten hacia su
cuerpo” (VALENCIANO PACHECO; SOLANO PINTO, 2012, p. 2), lo que hace que lleven
adelante prácticas ligadas a la modificación del mismo y, principalmente, a los hábitos
alimentarios para contrarrestarlo.
La alimentación no solo es central en la reproducción y disponibilidad social de los
cuerpos, sino que lo orgánico/cognitivo/afectivo se entrelaza en la producción y reproducción
de los cuerpos/emociones y en la distribución de la energía corporal y social, como eje principal
de la estructuración social. Y, si bien las entrevistadas dan cuenta de la relación de la
alimentación y el estado corporal físico, pareciera que la importancia en la alimentación como
energía y reproducción no aparece como una relación concreta. De este modo, observamos que

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Para profundizar en los estudios de imagen corporal y adolescencia ver: Neves, Valter, Soares, Sousa Fortes,
Aparecida Conti y Ferreira (2013); Vaquero-Cristóbal, Alacid, Muyor y López-Miñarro, P. (2013); Petroski,
Pelegrini y Glaner (2009); Salazar Mora, Zaida (2008); Lora-Cortez y Saucedo-Molina (2006).
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la cotidianeidad de las entrevistadas se organiza entre el cansancio, la falta y la repetición que
da como resultado unas prácticas del comer formadas a partir del “círculo del cuidarse”.
Podemos graficar a éste en el siguiente esquema:

El cansancio y la falta se interconectan a partir del régimen alimentario, a partir del cual,
al buscar que la comida sea “sana, liviana y rica” se encuentra el límite por la falta de no llevar
adelante las prácticas que se deben para lograr seguir el régimen.
En este sentido, repitiendo las comidas, los sabores y la dieta, el gusto se satura, al mismo
tiempo que las mujeres se privan del gusto y de las energías necesarias. El gusto –y lo que
gusta− se relaciona tanto con el sabor de los alimentos como con el sentido de la acción del
comer, por lo cual, podemos observar que las mujeres intercambian esta explicación por el
‘cuidarse’, ya no les gusta la comida sino les gusta el “cuidarse”, la práctica de la privación
reorganiza las acciones dejando al gusto en la práctica y no en los alimentos.

A modo de cierre: mujeres que hacen dieta, mujeres que se cuidan o mujeres que se
privan.

La construcción de los cuerpos organiza las sociabilidades y ordena las experiencias que
llevan a naturalizar las vivencias de modo diferencial, a la vez que la economía política del
cuerpo pone en foco un incremento por el interés en la dietética y una preocupación por la salud,
que adquieren una relevancia fundamental para la producción y reproducción de los cuerpos
femeninos. Así, el dietar y el “cuidarse” son parte de la política de las sensibilidades que
organizan las emociones de las prácticas del comer.
Las sensibilidades sociales actualizan las tramas emocionales surgidas de las formas
aceptadas y aceptables de sensaciones, precisamente, las sensaciones del comer hoy están

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ligadas a la dieta y al “cuidarse” como un modo de sentir correctamente la alimentación
femenina. Y es justamente en los puntos de encuentros/desencuentros, distancias/proximidades,
articulación/ desarticulación de los procesos aludidos que pretendemos señalar a la extensión
de la lógica de la dieta al “cuidarse”, como lógica de la privación, como una de las herramientas
más efectivas del control, en el actual proceso de elaboración de sensibilidades.
La propuesta aquí presentada permite observar que el dietar y el cuidarse aparecen en
las mujeres entrevistadas como prácticas de control y auto-control que comienzan de modo
privado y que ordenan e intervienen la vida cotidiana por completo. La dieta y el “cuidarse”
organizan el día, el ‘qué’ del comer y el ‘cómo’ a partir de reglas, normas, regularidades,
horarios, permisos, restricciones y prohibiciones. Podemos observar que tanto las prácticas del
comer como el ‘qué’ comer de las entrevistadas se estructuran a partir de una privación auto-
infligida que se vuelve pauta moral y se inserta en la vida cotidiana revistiéndola de una lógica
de privación, control y orden. Así, el cuerpo individuo, el cuerpo piel y el cuerpo movimiento
dependerán de los niveles de consumo asociados directamente con los nutrientes-alimentos-
hambre, y estarán en articulación con el cuerpo imagen, cuerpo subjetivo y cuerpo social. De
este modo, se producen/reproducen las prácticas del comer estructuradas en torno a un conjunto
de sensibilidades cuyo contexto de elaboración lo constituye los continuos esfuerzos de
expropiación de energía de cada cuerpo que le permita al régimen de acumulación su
reproducción y su metamorfosis.
Los fragmentos de las narraciones de las mujeres nos orientan a pensar en la
efectividad/potencia de la idea de la privación en la concreción de unas políticas de las
sensibilidades asociadas al comer. Por otro lado, posibilitan comprender sus conexiones con el
“espíritu de época” donde el disfrute autocentrado (DE SENA y SCRIBANO, 2014) hace del
“cuidarse” un componente de la economía política de la moral. Se arma, así, un triángulo en
cuyo vértice se encuentra el “cuidarse” como punto de encuentro entre vivencias de las
entrevistadas, las sociabilidades de las mujeres y las sensibilidades aceptadas del ser mujer hoy.

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