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Las mujeres son responsables de dos tercios de los trabajos realizados en todo el mundo
y, sin embargo, ganan solo el 10% de los ingresos totales y solo el 1% de las
propiedades... ¿Hay igualdad? Hasta que la respuesta no sea sí, no podemos dejar de
preguntárnoslo.
¿Consideran que los hombres y las mujeres tienen las mismas oportunidades?
Basta echar una simple mirada atrás para darnos cuenta de que el papel de la
mujer en esta película llamada vida siempre ha sido secundario. Pocas han sido
las protagonistas, y en el caso de haberlo sido, tuvieron que enfrentarse a toda
una sociedad, con los problemas que eso suponía.
Sin embargo, tener en cuenta todo lo conseguido, no significa que la igualdad esté
a la vuelta de la esquina, sino debe servirnos como estímulo en nuestra firme
voluntad de seguir avanzando, sobre todo en estos tiempos en que la "igualdad
legal" dificulta descubrir y expresar los términos de la opresión de las mujeres. En
nuestro mundo radical y antagonista es necesario tener presente no sólo las
relaciones de poder entre las clases sociales, entre poseedores y desposeídos,
sino también las relaciones de poder entre los géneros. Cualquier otro camino sólo
puede conducirnos a rebelarnos contra el capitalismo mientras somos cómplices
de la opresión de las mujeres. La lucha anticapitalista y la lucha feminista deben ir
de la mano.
El feminismo quiere hacer algo por las mujeres que dice “liberar”, tiene que
recordar que el poder tiende a repetirse, que se reconfigura siempre de los modos
más insospechados, y que puede ser él mismo, la jaula de la cual muchas mujeres
desean huir. Se trata de aprender a habitar este mundo, de asumir el poder que
ejercemos sobre las y los demás. Porque de no asumirlo, estamos frágilmente
expuestos a detenerlo de las maneras más violentas, crueles e irresponsables.