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EL NUEVO ENTENDIMIENTO

A diario nos encontramos con personas que piensan distinto. La mayoría de las veces

les decimos automáticamente: “Estás equivocada, no estoy de acuerdo contigo”. ¿Desde

dónde le decimos al otro que está equivocado? Desde la pretensión de que tenemos la

razón. Casi nunca nos preguntamos por qué la otra persona piensa diferente. Vivimos sin

reflexionar. Creemos que nuestra experiencia o nuestros conocimientos nos dan la

sabiduría para saber cómo son las cosas.

Frente a una discrepancia lo invitamos a preguntarse lo siguiente:

-¿Por qué el otro piensa distinto?

-¿Por qué sus ideas son diferentes a las mías?

-¿No será que, de acuerdo a la experiencia del otro, lo que dice se sustenta?

-¿Cómo explico que la otra persona esté equivocada?

-¿Cómo puedo sostener que no soy yo el equivocado?

-¿Por qué mi experiencia o mis conocimientos me ponen en una situación de

superioridad o de sabiduría que me llevan a sostener lo que sostengo?

-¿No será que la otra persona, desde su experiencia, se refiere a su verdad?

En general, de acuerdo a las respuestas que entregan, las personas se dividen en dos

tipos:

- Aquellas que tienen una respuesta inmediata y hacen referencia a una batería de

conocimientos y experiencias que les “aseguran” ser poseedoras de la verdad sin

más discusión. Sólo les gusta la gente que piensa como ellas. Desde sus certezas,

niegan las experiencias de la otra persona e insisten en su equivocación. No aceptan

argumentos diferentes a los propios ni entienden al que piensa distinto. Se relacionan

desde la razón. Usan su verdad para obligar y dominar a la otra persona. Se cierran

al entendimiento y la aceptación. Viven con desconfianza. Ellas son el mundo.

- Aquellas que aceptan las preguntas y se quedan con la reflexión. No tienen una

respuesta inmediata. Se abren a la posibilidad de que los demás tengan experiencias

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distintas a las suyas y que, precisamente desde esas experiencias, sus conclusiones
tengan sentido. Abren un camino de encuentro. Se relacionan desde el

entendimiento. Aceptan legítima y respetuosamente a los que viven otros mundos.

Se relacionan con armonía y confianza. Se perciben a sí mismas como un mundo

más entre muchos otros.

A modo de ejemplo:

En el ambiente empresarial es frecuente que el jefe llame a reuniones para escucharse

a sí mismo. Este encuentro no es para construir, sino para ser adulado, dictar cátedra,

oficializar de qué manera son las cosas. Ese jefe se relaciona desde la razón y el control.

Las juntas médicas, en cambio, son espacios de encuentro donde todas las opiniones

tienen validez. El especialista que lleva el caso recoge la experiencia y los modos de ver

de sus colegas con el objeto de enriquecer la decisión que finalmente tomará. Se

relaciona con ellos desde el entendimiento.

Las relaciones que generamos a diario dependen de nosotros y de cómo entendemos

la convivencia con los demás. Si vivimos en la razón, producimos un espacio de

relaciones distinto al que generamos si vivimos comprendiendo, aceptando, reflexionando

y flexibilizando nuestras propias creencias y verdades.

El que vive en la verdad se mueve a través de la imposición o de la concesión.

“Haces lo que digo o lo que permito que hagas”. De hecho, la paciencia y la tolerancia

son parte de esta lógica. “Tolero que tengas tu verdad aunque estés equivocado, pero

sólo hasta que se me acabe la paciencia”. La expresión “ceder” –que se usa tanto en

negociación– viene de ahí también.

Este tipo de relaciones no ayuda a crecer. Las reuniones impositivas son parte del

siglo XX. Las participativas, en cambio, son las que caracterizan al siglo XXI.

La explicación científica

En su libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen Covey explica

el poder del paradigma y cómo éste nos hace observar el mundo de determinada manera

en términos de percepción, comprensión e interpretación. Desde una perspectiva

psicológica, Covey dice que antes de cambiar nuestros hábitos tenemos que modificar

nuestros paradigmas, para así construir un nuevo ser y nuevos hábitos que nos hagan
más efectivos. En su tesis, sin embargo, da por descontado que el mundo existe

independientemente de los seres humanos y que si cambiamos nos podremos mover

mejor en él.

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