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NOTA EXPLICATIVA

Testemunhos de vários discípulos contemporâneos de Carlos


Bernardo González Pecotche, corroborados por documentos existentes em
Buenos Aires, asseguram que o Maestro iniciou a preparação de uma
publicação, com mais de quarenta capítulos, da concepção logosófica.
Diretores da Comissão de Intercâmbio Docente obtiveram cópia de
um rascunho do capítulo sobre a Inteligência, cedido por discípulo de
Montevidéu. Não há como dar à posteridade uma garantia sobre a
correspondência “ipsis litteris” do presente texto ao pensamento original e à
avaliação final do autor com vistas à sua publicação.
Embora não sejam ensinamentos proferidos ou publicados pelo
Maestro, a Direção da Comissão de Intercâmbio Docente considerou oportuno
propor ao conselho de Administração da Fundação Logosófica do Brasil a
distribuição deste material para as filiais e centros de estudos brasileiros como
valioso estímulo e subsídio para a 9 a Reunião de Intercambio Docente (9a
RENID).
O Conselho de Administração autorizou a entrega do mesmo às
sedes participantes da 7a Reunião Nacional de Dirigentes com esta explicação e
uma advertência no sentido de que seja usado sensatamente no âmbito interno da
instituição, de igual forma que outros documentos inéditos.

Março de 1991

Fundação Logosófica – Em Prol da Superação Humana


Conselho de Administração

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INTELIGENCIA

La inteligencia está formada por el conjunto de todas las facultades


mentales; por tal razón la ciencia logosófica la ha considerado la falcultad
cumbre y principal engranaje del sistema mental del hombre.
Esta privilegiada ubicación en la psiquis humana permite el
establecimiento de una conexión directa con la conciencia, en la medida, desde
luego, que el hombre cumple sus ciclos de evolución consciente, configurados
en el proceso de realización de los conocimientos que irán alumbrando su vida y
esclareciendo su destino.
De modo que la razón, el entendimiento, la memoria, la intuición y
la imaginación y otras facultades de la mente, todas ellas ligadas entre sí, forman
un conjunto: la inteligencia. Ésta pone en juego en determinado momento la
razón, o en determinado momento la intuición, o la imaginación o la memoria, el
entendimiento y aún psíquicamente la voluntad, y opera sobre los demás
sistemas, sensible e instintivo, cuando de ellos necesite servirse para los
propósitos que persiga.

LA INTELIGENCIA Y SU FUNCIONAMIENTO.

La inteligencia es , pues, el crisol donde se depuran los elementos


con que luego habrán de elaborarse los conocimientos que el hombre es capaz
de lograr, en tanto adquiera pericia psico-química en esta clase de
trasmutaciones de los elementos mentales. También es el filtro que tamiza las
células mentales (los pensamientos), seleccionándolos o expulsándolos del
recinto mental, según convenga a los propósitos que persiga el individuo. Es
natural que el hombre en plena evolución esgogerá los mejores, y los convertirá
en agentes auxiliares de su inteligencia. Así, cuando la inteligencia, espontanea e
por elaboración con el concurso de los elementos que toma para tal fin, ve surgir
un conocimiento, éste de inmediato ingresa a la conciencia para que ésta en su
momento oportuno concurra solicita para facilitar el desarrollo feliz de todos los
procesos en que está ocupada la inteligencia.
En los casos en que la inteligencia recibe los conocimientos de
fuentes externas, esta pone en actividad todas sus facultades, iniciándose así un
proceso de discernimiento, en el que juegan un rol muy importante el análisis, la
meditación, la correlación y, si cabe, la confrontación con conocimientos
propios de índole similar. En este último caso los propios pueden ser
enriquecidos o completados con el nuevo aporte.
Debemos senalar aqui la diferencia sustancial que existe entre el
proceso que acabamos de referir y el que siguen los conocimientos logosóficos.
Mientras los primeros son recebidos con prevención por desconocerse sus fontes
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originales, los ultimos tienen puerta franca, puesto que no existiendo para la
inteligencia puntos de referencia ciertos, deben necesariamente, obligadamente,
obtenerlos; y para esto nada mejor que comenzar el proceso a la inversa, del
conocimiento a la fuente, radicando los conceptos logosóficos en la conciencia
por imperio de dos razones fundamentales: la primera, porque interesa
vivamente a la vida, ya que su esencia se identifica con ella, y la segunda,
porque los conocimientos logosóficos son llama viva y activa que alumbra la
inteligencia y brinda el calor del que carece la generalidad de las mentes para
gestar pensamientos útiles que sirvan a los altos fines de la existencia humana.
Naturalmente que al decir que el conjunto de las facultades forman
la inteligencia, debemos conocer la función de cada una de esas facultades, y
cómo pueden obrar todas en perfecta armonía, y cómo cuando no existe
fecundidad en la mente, cuando aparecen las zonas estériles, el funcionamiento
de esas facultades se paraliza o actúa grandemente dificultado.
Esto es lo que ocurre en muchos seres, en la inmensa mayoría de los
seres del mundo, porque en determinado momento impera la imaginación
imponiéndose a las demás facultades, hipertrofiando las imágenes, y hasta la
misma razón queda inhibida. El cuadro mental aparece asi en un caos completo,
y cuanto pueda manifestar una mente en esas condiciones, será producto de esse
estado mental, mas nunca será la manifestación de la inteligencia, tal como debe
actuar en la mente de un ser humano bien dotado y equilibrado.

INTELIGENCIA – FUNCIÓN PRIMORDIAL DE LA INTELIGENCIA, SU


ACTIVIDAD EN LA VIDA CORRIENTE Y EN LA VIDA SUPERIOR,
DESARROLLO Y POSIBILIDADES DE LA MISMA.

La desorientación que a través del trato con unos y con otros se


percibe en gran parte de los hombres respecto al futuro, se halla en el hecho de
que contadísimos son los que saben que harán al día siguiente o en los futuros,
o en las horas y minutos disponibles una vez libres de las preocupaciones
rutinarias. Ello revela la ausencia de disciplina intelectual, lo cual impide
ordenar las actividades de la inteligencia. Paralizada ésta por la intromisión de
pensamientos extraños a su función rectora, deja de actuar en tal función, pierde
vigor y elasticidad y, finalmente, se concreta a una acción vegetativa. De ahí que
cuando se analizan las cuestiones sociales y se observa la incapacidad de tantos
para abrirse paso en la vida, se llega irremisiblemente a la conclusión de que los
seres humanos se hallan situados en dos grandes campos de actividad mental
diferente. En el hombre mediocre el desarollo de sus facultades es nulo, desde
que no hay en él preocupación ni voluntad para el mejoramiento de las
condiciones propias; todo queda librado a la iniciativa ajena. Diríase que en este
tipo de seres la mente es un campo al que la falta de cultivo y atención personal
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hace infértil; muy poco o nada suele crecer en esas tierras áridas, donde los
pensamientos parecerían estar enraizados en épocas aborígenes. Es éste el ente
humano cuya capacidad intelectual apenas responde a los fines de atender, y no
siempre con eficiencia, aquella actividad a la cual se dedica. Y decimos aquélla
precisamente, para señalar que es costumbre suya ocuparse de una sola cosa,
nada más, sea éste un empleo, un negocio, una profesión. De ahí que su vida se
halle en permanente peligro de sufrir reveses bruscos, por cuanto siendo una
sola actividad la que cumple, ésta absorbe su vida íntegra, y en el caso de
fracasar en ella, fracasa también su vida. Esto no ocurre en aquéllos que actúan
en el otro campo de actividad, donde la vida no se concreta a una ocupación o a
una única preocupación. Nos referimos a los que en un anhelo constante de
superación, se capacitan para ampliar la propia existencia en múltiples
actividades. En estos seres las prerrogativas de la inteligencia son amplias e
ílimitadas.
Es necesario tomar ejemplo de la natureleza, de la propia vida que
para vivir requiere constantemente respirar el oxígeno, y exige, por imperio de
necesidades imprescindibles, cosas que es necesario estar constantemente
realizando.
La inteligencia no puede ser cultivada ni a saltos, ni por etapas más
o menos intensas, ni de trechos en trechos entrecortados; es necesario un
entrenamiento constante, un respirar constante de ese oxígeno puro que proviene
de la fuente de la Sabiduría. El conocimiento es el pan que debe nutrirla todos
los días, que debe alimentar ese ser que es el eterno y fortificándolo como se
fortifica la vida, asegurará su permanencia allí donde ha sido colocado para que
viva eternamente..

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FACULTAD DEL ENTENDIMIENTO

Esta facultad es, puede decirse, una de las más usadas, y la primera
en funcionar en los albores de la mente humana. Aparece manifestándose apenas
el ser surge a la vida en su más tierna infancia.
Fue la necesidad la que excitó y movió a esa facultad a una
actividad a veces intensa, a fin de amparar la existencia del ser, y fue también la
que estableció los primeros contactos inteligentes entre hombre y hombre y la
naturaleza.
En la gente común el entendimiento precariamente ejercitado, es
usado para dirimir pequeñas cuestiones domésticas, aplicándolo
circunstancialmente en asuntos de mayor cuantía. De ahí que, en las mentes sin
cultivos, el entendimiento sea fácilmente burlado y tantos seres deban sufrir las
consecuencias de muchos engaños.
Entender no es comprender. Puede entenderse a priori y
comprenderse a posteriori, pero es el mismo entendimiento que abre los canales
de la comprensión por los medios más oportunos o convenientes. El
entendimiento percibe el efecto sin comprender empero el porqué, hasta que
descubre la causa. Cuántos hechos cósmicos o físicos, como asimismo los que
surgen de la biología, no resultaron incomprensibles para la inteligencia
humana, no obstante haberlos admitido el entendimiento como posibles? Existen
otros hechos de la vida psicológica y sensible que el entendimiento tarda largo
tiempo en descubrir su razón de ser, o no descubre nunca; sin embargo, la
sensibilidad supliéndolo, e incluso la razón misma, los comprende por
comunicación simpática, por pertenecer estos hechos a la órbita de otras leyes
que se mueven en el espacio, estableciendo por el magnetismo universal los
sublimes contactos de la naturaleza superior, que estremecen a las almas en
recíproca correspondencia.
Cuando el entendimiento roza los límites de su capacidad
discernitiva, debe esperar a que el tiempo, las circunstancias o la casualidad, le
permitan comprender que no debe inquietarle ni preocuparle si la sensibilidad ya
aceptó o consintió el hecho que fuera para aquél incomprensible.
En las personas ilustradas y cultas, el entendimiento adiestrado por
la frecuente práctica del discernimiento, se mantiene activo, siendo una de las
facultades más útiles de la inteligencia. Los descubrimientos como las grandes
ideas, las más grandes ideas que ha tenido el hombre, han surgido
necesariamente de la mente humana, pero es al entendimiento que se debe una
buena parte del triunfo, por ser la facultad que más contribuyó a la realización
del esfuerzo, y la que mantuvo vivo el proyecto previamente concebido.

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Logosóficamente el entendimiento tiene una misíon principalísima
que cumplir. Desde el instante mismo que el ser despierta a la vida superior,
aquella facultad actúa orientada hacia una colaboración permanente con el
espíritu. Excita su interés todo cuanto sea para escalar las cumbres del saber,
pero ante todo obedece a los claros preceptos que guían a la inteligencia por los
caminos de la realización interna del ser, en franco proceso de evolución
consciente. Este mandato superior, al señalar la conducta a seguir, permite
desarrollar el entendimiento, para alcanzar las sólidas comprensiones que exige
el cultivo de las altas verdades, paralelamente a la superación individual que se
verifica por influencia de aquéllas, mas esta superación tiene lugar cada vez que
el entendimiento obre por vía consciente y su actividad tienda a enriquecer el
acervo personal del individuo con miras hacia su perfeccionamiento. Tendremos
así la evidencia de que esta facultad no cejará un instante en sus empeños por
acrecentar las luces de la inteligencia.
Al conjuro de su impulso evolutivo se activan las facultades
accesorias, tales como el discernimiento, la reflexión, la de aprender,
comprender, meditar, investigar, combinar, y todas en conjunto sirven a la
facultad de pensar y a la de la razón, cuando éstas lo requieren para asegurar las
bondades de sus funciones respectivas.
Siendo que la evolución consciente tiende a la actividad armónica
de las facultades de la inteligencia, cada una de éstas cumple a la vez su
cometido evitando contrariar esa orientación. El entendimiento recogerá de lo
externo todo cuanto elemento estime útil a los fines de esa evolución. Las
facultades accesorias ya nombradas, los ordenarán, los analizarán, los
seleccionarán, los combinarán, etc. Y allí quedarán en la mente hasta que la
facultad de pensar disponga de ellos usándolos convenientemente para diluirlos
o asociarlos a los elementos con que cuenta internamente el acervo personal del
ser.
Cuando el entendimiento eleva su potencia hasta el máximum
exigido por la mente superior, se convierte de hecho en facultad de la mente
superior y actúa en correspondencia con las demás facultades de la inteligencia,
adaptadas todas a un nuevo y más fecundo género de actividades. El
entendimiento se constituye entonces en vigía permanente de todos los
pensamientos que existen dentro de la mente, a fin de hacerlos servir a los
propósitos de superación establecidos como ideal superior de vida.
Como guardián nos preserva de la intromisión de pensamientos
extraños que seduciéndonos con el espejismo de la simulación desvastan nuestro
reino interno, llevándose con nuestra candidez, nuestras energias y entusiasmo,
para dejarnos como recuerdo el engaño inicuo y el amargor que nos hace sentir
la inexperiencia.

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Con el auxilio de las demás facultades y con el asesoramiento de la
consciencia, la facultad del entendimiento intervendrá cuando le sea posible en
la adquisición de los conocimientos.

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FACULTAD DE LA IMAGINACIÓN

Existe en la mente una facultad que todos usan, y de la que abusan


inconscientemente, que nadie ha podido explicar a que obedece su
función, y que muchos la hipertrofian inutilizandola: es la imaginación.
Es ésta la facultad que en la mente común desarrolla mayor
actividad, tanto que llega en muchos casos a gobernar la vida del ser
debido, sin duda, a que imaginar es mucho más fácil que pensar, por ser
la primera facultad que se inicia en los primeiros pasos que se dan en la
vida, y por no necesitar, como el pensar, ni esfuerzo ni una mayor
concentración de la atención. La imaginación es, puede decirse, la única
facultad que preside la mayor parte de la infancia y adolescencia del ser.
Podría, sin ser ello aventurado, decirse que merced a la imaginación el
alma humana se instala en el ser físico sin sentir la brusquedad del cambio
al penetrar en el mundo material, mientras abandona el espiritual hasta
ese instante habitado.
En efecto, si se observa con detenimiento a los niños desde la más
tierna edad, se verá que conversan con amiguitos invisibles, que
gesticulan, rien o se disgustan frente a supuestos hechos que le presente la
imaginación como reales, aun cuando en realidad podrían ser
reminiscencias de las andanzas del alma por los espacios incorpóreos del
mundo espiritual o, más claro aún, de la inmensidad mental que.... a toda
la creación . La transición anímica se produce así suavemente y a medida
que el ser crece en edad, otras facultades comienzan su actividad
impelidas por las necesidades físicas: el entendimiento, la observación, la
razón, alternan cada vez con más frecuencia. Sin embargo la imaginación
se aferra al ser negándose o resistiéndose a ser desplazada.

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Las severas amonestaciones que recibe el ser, le convencen una y
otra vez de los errores que le hace cometer la imaginación, y es entonces
cuando la imaginación pierde fuerza. El estudio durante la niñez y la
juventud completan el cerco, no ofreciendo a la imaginación muchas
perspectivas en las que pueda actuar. No obstante siempre se halla lista
para intervenir en cuanta ocasión se le presente. Si debiéramos ubicarla
como personaje, diríamos que es la charlatana de la mente, que no pierde
oportunidad de intervenir, generalmente para sorprender la candidez
psicológica del ser, y tomarse así revancha de su desplazamiento por las
otras facultades.
Esta modalidad de la imaginación tan fuertemente arraigada en el
ser, obedece, como hemos dicho, a que esa facultad ejerció ponderable
influencia durante los períodos incipientes de la infancia y la
adolescencia, y esa influencia se extiende en innumerable cantidad de
seres hasta los días finales de su existencia. Se la usa siempre para dilatar
el mal, ampliar los defectos, para mentir, para engañar, para engañarse a si
mismo, para crear ilusiones frente a realidades que no son tales, y asi
debilitada su función, hipertrofiada hasta el punto de ser insensible a
manifestaciones superiores, todos pierden la más grande felicidad que
pueden tener en las sensaciones individuales: la que pueden capacitar para
vivir en el mundo sin extraviarse en laberintos de locura, como acontece
tantas veces en el mundo.
Demás estará decir que la imaginación fue la que llevó al hombre,
inconscientemente desde luego, a mentir por primera vez, pues el lenguaje
que usa la imaginación difiere notablemente del que usa la realidad. Ante
un choque de vehículos, por ejemplo, el imaginativo, cerrando los ojos
dirá a cuantos le presten oídos, que hubo varios muertos, y que los
vehículos quedaron totalmente destrozados, dando así la sensación de una
desgracia horrible, pero la realidad la desmiente, informando que no hubo
muertos, que las heridas fueron leves y no hubo mayores desperfectos en
aquéllos. La imaginación de un niño le hace decir, por ejemplo, a sus
padres que encontró un dinero en la calle y que él se compró golosinas y
juguetes, pero la realidad bien pronto advierte la treta, y se descubre que
lo sacó del bolsillo del saco del padre, que acostumbra a colgar en la
percha. Ella es, pues, un magnifico amplificador de los pensamientos,
ideas, etc. pero amplía tanto las imágenes, que las deforma haciéndolas
aparecer completamente desfiguradas, cuando son trasmitidas mediante la
narración verbal o escrita, al punto de que de la verdad que hubiere en
ellas sólo quedan algunos vestigios difíciles de descubrir.
El mentiroso es siempre imaginativo, y para que no se adviertan sus
embustes, refuerza sus aseveraciones, cuando expone algo que requiere
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alguna prueba concluyente, manifestando que lo que él dice lo aseguran
tales o cuales seres, evitando citar a los que pudieran ser interrogados al
respecto.
La imaginación en la mente común se halla por lo general muy
desarrollada, pero ese desarollo es con frecuencia anormal, puesto que no
ha seguido ningún proceso regular e inteligente, dirigido conforme a las
severas normas que impone toda evolución consciente. En tales casos ella
actúa sin orden, por impulsos o por exigencias eventuales a raíz de
situaciones difíciles.
Se ha observado, por ejemplo, que los delincuentes emplean la
imaginación para formar imágenes sobre sus infracciones a la ley,
completamente extrañas a la verdad que tratan de encubrir. En estas
circunstancias las narraciones expuestas son fruto de la imaginación,
forzada apresuradamente para salvar la emergencia; no tienen base
alguna; al requerírseles a los delincuentes una y outra repetición de su
exposición, mientras se observan sus miradas, sus actitudes y hasta la
forma como construyen sus frases, sorprendiéndoles con preguntas
inesperadas que cortan su hilación, obligándoles a retomar el hilo sin
vacilar, al igual que él que por primera vez recorre un camino que pasa
por lugares desconocidos y se ve en la necesidad de describirlo
totalmente. Como el embuste imaginado es casi siempre fresco, el
delincuente no puede retener cada uno de los pasajes con precisión a fin
de conectarlos debidamente.
La imaginación tiende siempre a dilatar y deformar las imágenes.
Plasma y proyecta la imagen deformada, y nunca se ocupa de
interiorizarse de la misma, de analizarla; carece en la mayoría de los casos
de todo carácter analítico, y lo imaginado queda por lo tanto eximido del
consiguiente examen que la razón prudente y sensata podria efectuar.
Una particularidad que se observa con frecuencia en los seres muy
imaginativos, es la ausencia de voluntad. En efecto la imaginación se
remonta generalmente a la ficción y amplía con deformaciones quiméricas
los trazos reales de las imágenes representadas por hechos, ideas o
proyectos. El imaginativo se abstrae y se retrae, fatiga su mente y permite
que la imaginación esté muy activa, la que actúa como moviéndose en el
aire; pero como esa actividad no es real sino pasiva, cuando debe moverse
haciendo un esfuerzo ante ella, termina la influencia imaginativa. De ahí
entonces que, cómo actuando la imaginación puede manifestarse, si la
misma imaginación supliéndola en la ilusión y en la ficción, la está
adormeciendo, anestesiando? La voluntad se abisma y se rebaja, regalada
muchas veces por la seducción que aquellas imágenes le producen, y la
mente embriagada por la ilusión se sumerge dulcemente en la inercia.
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Vemos, en este caso, como un centro de la inteligencia está
directamente conectado a otro de la psicología del ser, anulándolo o
influyéndolo en bien o en mal.
Ahora debemos decir, en honor a la verdad, que la imaginación no
siempre ha tenido esas características tan negativas que hemos señalado
anteriormente. También ha contribuido a la formación de no pocos
hombres en los campos de las letras y el arte en sus diversas
manifestaciones. Pero allí, lejos de inducir a error, guió al ser mediante
inspiraciones, a veces sublimes, a realizar las obras más admirables.
Debemos señalar que en estos casos debió contar inevitablemente
con la predisposición natural interna que favoreció la exaltación eventual
de esta facultad elevada al rango de potencia creadora. Mas esas
exaltaciones que en muchos se revistieron de aspectos místicos, no
obraban bajo el imperio de la conciencia; por el contrario, una fuerza
desconocida parecia dirigirles la mente y las manos en sus extraordinarias
ejecuciones artísticas o literarias.
La imaginación así exaltada a potencia creadora, no cumple
empero su función específica. Llena, eso sí,una finalidad útil, pero no
actúa obedeciendo instrucciones de la conciencia, vale decir, que no son
los conocimientos de que puede disponer la conciencia del ser, los que
dominan esta facultad, sino la inspiración que la exalta obedeciendo a
otros designios por él mismo ignorados.
Llegamos pues al punto en que hemos de representar a la facultad
de la imaginación en su actuación consciente, o sea conscientemente
dirigida. Hemos expresado que la imaginación puede incursionar en dos
planos o regiones mentales totalmente opuestas, configurado uno por la
quimera que es una ficción permanente, y el otro por la visión superior
que abarca las concepciones estéticas del pensamiento universal más
próximas a las posibilidades del espíritu y la inteligencia.
Con el proceso de evolución consciente que la Logosofía ha
señalado como el más eficaz y mejor medio para alcanzar la perfección, la
imaginación, como todas las demás facultades, deben servir a ese elevado
fin, y en consecuencia el uso que de ellas se haga ha de ajustarse a la
realidad superior que desde el instante de iniciar la evolución consciente,
la conciencia le impone al propio ser como deber.
Dispuesta la facultad de la imaginación hacia objetivos más amplios
sobre las bases firmes de la certidumbre, el ser siente de inmediato los
beneficios de esta nueva actuación hasta entonces para él desconocida;
pero habrá de ejercitar la atención para que la imaginación, encontrándole
distraído, no le sorprenda con alguna incursión quimérica, hecho éste que
si bien suele ocurrir en los principios de esta realización logosófica, cesa
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de manifestarse a medida que el ser se supera, alcanzando comprensiones
de positivo valor consciente
.
FUNCIÓN DE LA IMAGINACIÓN USADA CONSCIENTEMENTE

La imaginación, para la Logosofía, ha tomado su nombre de la


agilidad con que moviliza las imágenes, siendo por consiguiente,
imágenes en acción, vale decir, imágenes que se mueven, que accionan
dentro de la pantalla mental a la simple evocación del pensamiento.
El ser disciplinado en las ciencias o en las experiencias de las
profesiones, por lo general desdeña, y con buenas razones, las invenciones
de la imaginación, pues más de una vez debío sufrir las consecuencias de
algún contratiempo al confiar en ella. Ello ocurre como lo hemos
expresado, por no poseer el hombre el conocimiento de los dos planos en
que ella incursiona; así puede unas veces equivocarse mientras en otras le
lleva al acierto. Cuando la imaginación es fiscalizada por la conciencia,
no se producen tales episodios - nos referimos a los ingratos – porque la
inteligencia fácilmente apreciará la calidad de lo imaginado en cada
circunstancia, como asimismo si el concurso prestado por la imaginación
conviene a los propósitos para los cuales se le usó.
Pero para ello es necesario cultivarse internamente, con seguridad,
con plenitud de convicción, con limpieza, y sobre todo con lealtad a sí
mismo y a la verdad que se profesa . À medida que el tiempo transcurre,
que cada uno concibe mayores verdades a través del conocimiento que va
conquistando con la Logosofia, la imaginación debe convertirse en el
gran cristal por medio del cual puede verse muchas imágenes queridas y
anheladas, y puede vivirse en el mundo de esas imágenes, trasportado por
las sensaciones. Más es menester, como expresamos ya, ser limpios de
espíritu, de alma, de mente, para que ninguna partícula, al mirar por ese
cristal, lo empañe e deforme las imágenes. Solo así pueden vivirse años
incontables en un solo día de experiencias lúcidas, frente al cristal que nos
hará vivir, sentir y experimentar las cosas más hermosas que el ser
humano puede experimentar en la tierra. Entonces cuando se eleva nuestro
pensamiento, nuestro recuerdo ya no es el mismo de antes, las imágenes
son más nítidas, más claras, y al recordarlas se experimenta una sensación
de felicidad innegable.
Resumiendo y concretando: la imaginación usada conscientemente
puede prestar grandes servicios al hombre en sus afanes de superación,
pero debe conocer a fondo su manejo para asegurar los mejores
resultados.

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FACULTAD DE LA INTUICIÓN

De las facultades de la inteligencia, la intuición es la más inactiva


por ser su función esencialmente trascendente. Y tanto lo es que, salvo
raras excepciones, nadie la usa, prescindiendo de ella como si no existiera.
Pues bien, para la sabiduría logosófica es una facultad premental y
presensible que, cuando se exalta, asume y refunde en una sola fuerza la
capacidad pensante y sensible del ser. Al concentrarse esa fuerza en visión
aguda, capta las ondas mentales del pensamiento universal. Así puede esa
facultad, en determinado momento, trascender las prerrogativas de la
mente común, atraer y fijar en el campo de la conciencia individual la
imagen prepensada y presentida, imagen que conforma un hecho futuro a
producirse.
Decimos que es prepensada para significar que escapa a la facultad
de pensar, o en otras palabras, que se produce sin la intervención de ella.
La facultad de la intuición actúa generalmente por exaltación
espontánea y no siempre coinciden los acontecimientos con lo que fue
intuido. En cambio, esa facultad puede ser ejercida conscientemente,
cuando en franco proceso de evolución consciente, el sistema mental
alcanza su apogeo y máxima eficiencia como mecanismo donde ya se ha
puesto en actividad la mente superior. La facultad de la intuición puede
ejercerse conscientemente adiestrándola en la deducción, pero por sobre
esto, debe existir una confianza en la propia experiencia. Así, por ejemplo,
se debe admitir como incontrariables por nuestra actitud consciente, las
Leyes de la exactitud y de la prudencia que nos obligan a ser sensatos,
calidades éstas que deben regir nuestra conducta invariablemente, para no
sufrir las inconveniencias de las decepciones que sobrevienen como
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consecuencia lógica de haber adoptado otras formas de obrar. Se quiere
con esto prevenir contra los despliegues imaginativos que suelen muchas
veces confundir el juicio sobre el alcance o realidad de una intuición ya
practicada.
La intuición para ser tal, debe basarse en algo real, algo ligado a
nuestro presente o a nuestra vida. Esto hace que emerja la necesidad de
seguir intuitivamente el curso del proceso ( con las variantes que
introduce la realidad, desde luego) hasta su culminación lógica.
Reforzando las descripciones que anteceden, diremos que la
imagen-concepto que se quiere captar debe necesariamente mover los
resortes de nuestra conciencia teniendo presente que la intuición es una
facultad eminentemente presensible y prepensante. La actuación entonces
será correcta y el ser se acostumbrará a manejar esa facultad con
seguridad y precisión, animando eficazmente, por una actividad
permanente, las imágenes intuidas. Estamos hablando del ejercicio de esa
facultad en forma consciente. El espíritu mismo debe ser predispuesto
convenientemente para las incursiones metafísicas.
Para no exponerse a ser confundido y defraudado por el artificio de
imaginarias intuiciones, nada más lógico que examinar lo intuido a la luz
de la propia realidad personal, o sea, que las posibilidades que bordean la
imagen captada tengan mucho que ver con las perspectivas individuales o
colectivas, en los casos que la visión involucra a un pueblo o a la
humanidad. Queda así explicado que toda intuición conscientemente
realizada debe, de algún modo, estar directa o indirectamente conectada a
la realidad viviente del próprio ser.
Para dar mayor realce comprensivo a nuestra exposición, vamos a
trasladarnos todos diez o veinte años atrás. En aquella época, sólo los que
se hubieran capacitado para ejercitar esa facultad conscientemente,
podrían haber intuido lo que hoy somos, tenemos y hemos hecho, porque
habrían deducido de su realidad viviente y presente las lógicas
perspectivas de futuro, y por consiguiente se habría llegado a intuir, sino
todo, una gran parte de la realidad que hoy estamos viviendo. Así pues, el
presente es la imagen que nuestro ser del pasado pudo intuir. Que razón o
que fundamento tenía el ser del pasado para intuir la imagen del ser del
presente? La única aceptable es la razón de sus posibilidades y del
esfuerzo que se proponga realizar con miras al futuro que se quiere
disfrutar.
La intuición consciente obliga como se ha visto, al análisis, a la
deducción, y de ser posible, a no desdeñar la pericia del cálculo en la
combinación de probalidades que aparezcan en la imágen intuida. Se
deberá tener presente también que la imagen intuida contiene elementos
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en potencia que entrarán en actividad a corto plazo, no bien el ser
trasponga sus umbrales, siempre, entendiéndose esto bien, que la imagen
intuida haya sido y permanezca conectada a la realidad viviente.
Para los casos de intuiciones espontaneas, sin intervención de la
conciencia, ya hemos dicho que es natural que las facultades de la
inteligencia actúen desde el momento que existen, pero lo hacen en
muchos seres excepcionalmente, sobre todo y muy especialmente, en el
caso de la facultad intuitiva. Esto confirma el hecho ya tratado de que
todas las facultades pueden tener un momento de exaltación, dando
incluso la sensación de que actúan como en el mejor de sus apogeos
evolutivos, siendo en realidad sólo un instante fugaz que la inteligencia
del ser no es capaz de repetir voluntariamente.
FACULTAD DE LA OBSERVACIÓN

La Logosofía asigna a la observación una importancia tal, en el


proceso de evolución consciente, que la erige en ciencia, desde el ángulo,
naturalmente, que le concierne. Es una de las facultades de la inteligencia
destinada a explorar interna y externamente, pero debe ser ejercida con el
máximo de precisión, sin desnaturalizar ni siquiera un ápice su función
específica, que es la de captar nítidamente las imágenes de la realidad y
reproducirlas fielmente. Como facultad de la inteligencia ejerce
preponderante influencia en todo el sistema mental, pues es el vigía de la
mente en constante alerta.
En la vida común sirve circunstancialmente al usarse por necesidad
en las emergencias personales, pero no se debe olvidar que fue esta
facultad la que permitió al hombre, mediante la observación de la
Naturaleza, y de los hechos que más le llamaban la atención, conformar
gradualmente su vida a las exigencias de su diario existir, alcanzando más
tarde adelantos cada vez mayores en todo sentido.
Sin embargo también se la usa para descubrir defectos, errores o
faltas ajenas, y más para criticar que para ayudar al semejante. Muy raras
veces la observación tiene una finalidad útil en estos casos. Han habido
empero, seres a quienes la observación les ha servido mucho en sus
empresas y descubrimientos, mientras que a otros ha facilitado la
especulación en los negocios y asuntos financieros de todo orden. Pero
ésta no es la verdadera observación, o sea la facultad en su función
específica, tal como la Logosofía determina al ser ejercitada
conscientemente.
Logosóficamente la facultad de la observación cumple una función
primordial cuando se la ejerce conscientemente, y hacerlo así equivale
decir que, sino todo, por lo menos la mayor parte de lo que se observa sea
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útil, a los fines del perfeccionamiento individual, o tenga cuanto menos un
fin práctico para la vida. La misma evolución consciente preconizada y
enseñada a realizar por la Logosofía, no se concebiría sin el auxilio de esa
facultad eminentemente perfeccionadora de las calidades y condiciones
humanas cuando se la usa para tan altos fines, tan altos propósitos.
La observación debe captar y reproducir instantáneamente el hecho
real, describiéndolo tal cual es, pues ella es el agente de información al
servicio de la inteligencia entre el ser y los semejantes, hechos o cosas que
interesan a su juicio. En los elementos extraídos por la observación, el
hombre hace prosperar su vida psicológica y moral, aumentando el caudal
de sus conocimientos.
La observación practicada conscientemente culmina
constituyéndose en un hábito, y a esa observación constante y metódica se
debe en buena parte el enriquecimento espiritual y moral tan necesario
para cimentar el caudal de conocimientos que cada ser vaya acumulando a
través de sus estudios, esfuerzos y consagración en la búsqueda de la
verdad que lo encamina hacia los dominios de la Sabiduría.
La observación ha de emplearse, en consecuencia, para enfocarla
cada cual a su próprio ser, en permanente actitud fiscalizadora. Ningún
defecto o deficiencia debe pasarle inadvertido a fin de llevar el empeño de
la voluntad hacia el punto débil que requiere ser reforzado o corregido.
La observación consciente de los defectos o deficiencias ajenas
suele servir para descubrir algunas de las propias que creímos
inexistentes. También ha de servirnos para trasladar a nuestra conducta los
bellos modales y toda actuación feliz que observamos en cada uno de
nuestros semejantes. Contrariamente, se desterrará de nuestro hábito toda
actitud, gesto o expresión que no convenga a los fines de la propia
superación. Se infiere de esto, que el ser debe cultivar el espiritu en todas
sus manifestaciones estéticas, al par que se instruye y perfecciona los
sabios preceptos y enseñanzas de la Sabiduría Logosófica.
La observación sabiamente ordenada abastece a la inteligencia de
elementos inapreciables para su eficaz desenvolvimiento. La razón misma
usa de esos elementos para elaborar sus juicios con acierto. Es también a
la observación consciente que debemos el haber evitado a tiempo la
comisión de un error, o detenido o anulado el pensamiento o la acción del
semejante que traicionó nuestra buena fe o amistad.
La observación puede ser objetiva o subjetiva. En el primer caso
(objetiva) deberá limitarse al objeto observado, prescindiendo de los
detalles superfluos. En el segundo (subjetiva) abarcará la imagen de la
percepción con descripción de los detalles más importantes.

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Se debe llegar a alcanzar una gran pericia en la observación, hasta
llegar a ser un experto, un técnico de la observación, debiendo estar
revestida de todos los caracteres de un sano juicio inquisitivo.
Cada observación debe contribuir inexorablemente al mejoramiento
individual, pues de cada observación surge, cuando es justa, la capacidad
para corregir los defectos de si mismo; cada semejante debe convertirse en
un espejo en el cual cada uno ve proyectada su propia imagen. Tómense,
pues, los bellos gestos, las justas actitudes, los modales cultos, la noble
conducta, como modelos insustituibles para perfeccionar la propia cultura,
y cada defecto que se observe, ha de servir también inexorablemente para
corregir, si los hay, los que existen de igual carácter en cada uno.

FACULTAD DE PENSAR

En la expresión común, el acto de pensar se define por una


circunstancia momentánea de motivos que obligan al intelecto a
concentrar su atención sobre una determinada cosa, con el objeto de
allanar una dificultad o encontrar un elemento de juicio necesario para
utilizarlo con éxito en la emergencia. Al funcionar el intelecto movido por
el acto de pensar, recibe de inmediato el auxilio de la razón que el ser usa
o no según vea conveniente; si utiliza ese auxilio, es entonces cuando el
acto de pensar se refuerza con el razonamiento, que sería el acto de
razonar.
Cuando la acción de pensar requiere más tiempo del que
vulgarmente se necesita para evacuar la consulta mental que uno se haya
hecho, esa acción se extiende hasta la meditación, que vendría a ser el
acto de coordinar pensamientos o ideas, y agruparlas en torno al objetivo
que promovió la meditación para tratar, ya sea de completar la imagen de
un conocimiento, o lograr como resultado una comprensión amplia de lo
que preocupa saber.
La función de pensar es diferente nítidamente de todo esfuerzo
mental que pueda hacerse para recordar conocimientos o cosas que se
hallaban ausentes de la zona mental inmediata al dominio espontáneo de
la propia voluntad, sea por olvido o por falta de uso de los mismos.
El esfuerzo mental para recordar atrae a los pensamientos
olvidados, y esto naturalmente nada tiene que ver con la función de
pensar. Cada uno según sea su capacidad y el cultivo de su inteligencia ,
puede tener a su disposición un acopio de conocimientos, que por
pertenecer a su acervo personal no requieren un nuevo proceso de
elaboración. Cuando la inteligencia se dispone a usarlos espontaneamente,
o los toma del archivo mental própio usando la facultad de retención-
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archivo que, como es natural, constituye el caudal de saber adquirido por
el estudio y la experiencia...
En el momento de hablar no hay tiempo de pensar, por que el acto
de pensar requiere una distancia de meditación, en el cual toda la
inteligencia se concentra; nos referimos a cuando se quiere hablar
seriamente. Se piensa en estas circunstancias auxiliados por los
conocimientos de la conciencia, y luego de pensado, se discierne la
oportunidad de exponer o usar lo que se ha pensado , y esto no se puede
hacer en el momento veloz en que se está exponiendo el pensamiento.
En el trato corriente es frecuente observar como se confunde de
continuo el papel que desarolla la inteligencia, con el de los pensamientos
o con la función de la facultad de pensar. Quien haya hecho estudios a
fondo sobre estas, en apariencia complejas, cuestiones del entendimiento,
habrá podido sorprender sin mayor dificultad, la diferencia sustancial que
señalamos entre uno y otro acto de la mente, sea en el caso de los
pensamientos o de la inteligencia. Esta discriminación que hacemos entre
la función de la facultad de pensar y los pensamientos, es en extremo
necesaria para el ordenamiento de las actividades de la inteligencia y,
sobre todo, para que se pueda tener una visión clara respecto a como debe
uno comportase en el empleo de las propias opiniones y de sus juicios.
Se ha observado, por ejemplo, que cuando la mente común de los
seres humanos resuelve usar la facultad de pensar, lo hace con toda
comodidad, sucediendo que se resiente cuando esa labor le produce
alguna molestia o incomodidad; de ello es, sin duda, de donde ha surgido
la irregularidad de la función de la facultad de pensar, porque en la
generalidad de los casos, las mentes piensan por necesidad, pero no por
método o por convicción propia. Esto no favorece al natural desarrollo de
las ideas y los pensamientos, pues sabido es que la mente, a semejanza de
una máquina, requiere un funcionamiento regular para que su rendimiento
sea mayor y no se herrumbre su engranaje.
Se sabe que la generalidad de las personas desde que despiertan por
la mañana hasta el momento de dormir, casi no piensan, y mejor aún, no
piensan aun cuando crean lo contrario. Leer el diario, conversar de cosas
triviales o sobre noticias de actualidad, realizar casi maquinalmente el
trabajo cotidiano, así como las horas que se pasan en el almuerzo, la cena,
el cine, el teatro u otras distracciones o diversiones, no incitan para nada a
pensar, como tampoco el leve esfuerzo que pueda usarse para comportarse
socialmente al día, implica que se use la facultad de pensar. Se usa, eso sí,
muchos pensamientos que se mezclan con alguna habilidad, y se
intercambian impresiones sobre esta o aquella noticia, hecho o
circunstancia. En ello entran en juego otras facultades, como la memoria o
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facultad de retención, la imaginación, pero la facultad de pensar muy rara
vez es puesta seriamente en acción. Evidentemente existe una
despreocupación general en el sentido de ejercer esta facultad en forma
natural y frecuente. Se recurre a ella en los casos de hondas
preocupaciones, pero como se carece de los recursos ya señalados, de los
conocimientos, el ser se encuentra las más de las veces sin saber que
pensar, y su aflicción lo lleva a pedir auxilio a otros a quienes cree
capaces de encontrarle solución a sus problemas.
Es que existe un verdadero prejuicio en la gente común respecto al
hecho de tener que pensar, y hasta rechazan con horror toda insinuación
en ese sentido. Por favor! exclaman, no nos venga usted con
preocupaciones! Yo no sirvo para pensar. O bien dicen: Si es algo que me
obligue a pensar, ni me hable!
Como se expresó, es un hecho cierto que existe una absoluta
deshabituación mental respecto al esfuerzo que requiere pensar. Nada
más sensible para el hombre que piensa, el comprobar tan triste realidad.
Pero lo más angustioso de tal situación, es que no ha existido
preocupación real en las esferas más autorizadas para enseñar a pensar, a
los que no piensan ni quieren pensar. No nos referimos aquí a los estudios
corrientes que niñez y juventud llevan a efecto ejercitando solo una faz de
la facultad de pensar, cuyo rol principal lo asume la memoria. Al hablar
de pensar , estamos llevando la idea a su máximo volumen; pensar por sí
mismo, crear pensamientos , en una palabra, ser plenamente consciente
del uso que hacemos de la facultad de pensar.
Es comprensible que una empresa de esta naturaleza requiere
elementos de positivo valor, que despierten primero la curiosidad, después
el interés y, luego , el entusiasmo en los que se han de educar en el hábito
de pensar. Deberá tenerse en cuenta que no se trata de mentes infantiles
sino adultas, a quienes los sistemas usados para las primeras edades no
rezan. No se trata tampoco de enseñar tal profesión u oficio, pues ello
obedecerá a un incentivo de carácter especulativo, y la función de pensar
sólo actuará el tiempo que le demanda el aprendizaje, pero luego se
mecanizará y ya no pensará más.
Las miras, pues, deben ser enfocadas al ejercicio de la facultad de
pensar que todo hombre tiene; pero es necesario habilitar esa función y
hacer que sirva no sólo a los fines utilitarios, a los cuales muchos creen
que es su único destino, sino que amplíe la vida en forma tal que se
experimente la sensación real de un existir que se agiganta a medida que
se domina con el pensar campos mentales que se creían inaccesibles a las
propias posibilidades. Esto es, precisamente, una de las tantas
realizaciones a que lleva el conocimiento logosófico, ofreciendo al
19
hombre, cuya mente es reacia a pensar, estímulos de gran poder, que a la
vez que tonifican el ánimo, despiertan viva simpatía y atracción por el
ensayo que se les propone.
El simple conocimiento de los pensamientos que antes era en él
indiferenciado, su ordenamiento, el saber como alejar los malos e inútiles
y servirse con lucidez de los mejores, el saber que se es apto para crear
pensamientos de bien, y que incluso puede, con el concurso de su facultad
de pensar, ser un hombre útil a la sociedad, promueve en todo ser una
saludable reacción renovadora. Nadie quiere volver a ser lo que ha sido,
después de comprobar que ha dejado de serlo por virtud de una realidad
que antes desconocía.
Es necesario preparar la mente para enseñarle a pensar, pero a
pensar conscientemente, y cuando así se piensa, lo que se pensó no se
olvida, porque lo pensado tiene algo de la propia vida. Pero hay que
pensar serenamente, pensar en algo que sea útil. Si se piensa, por ejemplo
en un conocimiento logosófico, debe pensarse como puede aplicarse a la
vida o al bien de los demás. Y sobre todo, debe pensarse siempre bien,
pensar en el bien; que siempre asista a todos los movimientos de la mente
la convicción íntima de que se anhela el bien. Cuando esto ocurre, cuando
todos logran conducir las actividades de la mente, teniendo presente esto,
se habrán afirmado en los hombres sentimientos más a tono con las
excelencias de una moral cultivada.
Así como cuando se respira profundamente se siente la plenitud de
la vida, cuando se piensa profundamente se siente la plenitud de la
existencia. El entusiasmo creciente que experimenta el ser al comprobar a
cada instante los beneficios que le reporta el pensar, le impulsan a
satisfacer con la más íntima alegría las exigencias de los respectivos
cambios que experimentará su vida, si sigue el maravilloso proceso de
evolución consciente.
Ninguna aspiración humana podrá ser alcanzada si la mente no
piensa. La facultad de pensar es la que mueve la voluntad, dirigiendo el
esfuerzo en procura del objetivo. Cuando se ha gustado una vez el
inefable placer de pensar, difícilmente se niega a la vida felicidad
semejante.
La facultad de pensar se usa: para elaborar un pensamiento, una
idea, o para asimilar las resultancias de un estudio, para encarar la
solución de problemas, zanjar dificultades, obviar circunstancias, y aún
para la descripción de un motivo que una circunstancia determinada exige
a los fines de una explicación. Es que la facultad está configurada por su
carácter, su capacidad asimiladora y de asociación de elementos
mentales. La función de la facultad cuando recurre a la facultad accesoria
20
de crear, origina en la mente la existencia de un pensamiento o una idea,
que hasta este momento no existía. También llena otras necesidades de la
inteligencia, como ser: la de coordinar los elementos que luego habrán de
usarse para encarar asuntos o problemas ya de incumbencia personal, ya
general. Su función, como hemos dicho, es la de crear pensamientos o
ideas y solventar las exigencias internas y externas del ser, procurando
soluciones a toda situación que a éste se le plantee en forma embarazosa.
También le concierne la preocupación de su porvenir físico y espiritual,
pues de su actividad depende el futuro. Si el hombre hace poco uso de
ella, la vida permanecerá como estática, sin variaciones notables que la
embellezcan o la encumbren, pero si la usa con frecuencia, los resultados
no se hacen esperar pues se eleva por sobre la mediocridad y salva su
individualidad de ser absorbida por la masa anónima.
Es sin embargo, una de las facultades más difíciles de adiestrar y
educar. Se impone, pues, adoptar una serie de medidas que permitan su
libre y normal funcionamiento. Entramos ya en los dominios de la ciencia
logosófica y bueno será prevenir que en este caso, como en todos los
demás, nuestra palabra va dirigida especialmente a los que por propia
cuenta no han logrado dentro de sí mismo establecer una organización
mental, que bien puede conceptuarse la más extraordinaria que hombre
alguno haya conocido. Hecha esta salvedad volvamos a los conocimientos
que sobre el particular debemos utilizar para ilustrar con la mayor claridad
posible, un asunto tan complejo y difícil.
Antes de encararse el problema se deberá establecer como mira
superior la meta ideal del perfeccionamiento, pues en base a esta gran
aspiración humana, es que el hombre puede alcanzar los estrados de la
sabiduría . Fijada, pues, esa meta incambiable, todo cuanto el ser piense
debe en el mayor grado posible consagrarlo a ese fin. La primera
providencia que debe tomarse, es la de ejercitar diariamente esta facultad,
habituándose a realizar un trabajo metódico y eficaz. Ninguna
oportunidad es más indicada que el estudio, pues ello obliga a pensar.
Para los no habituados a las disciplinas universitarias, el estudio fatiga y
pronto se abandona. El estudio logosófico tiene la particularidad que
jamás cansa, porque contiene incentivos que estimulan grandemente los
ánimos del ser. Pero he aquí, que ese estudio lo lleva al ser, tras
continuados esfuerzos, a ejercer la facultad de pensar conscientemente. Y
tenemos ya la gran variante psicológica que diferencia sustancialmente el
pensar común con el pensar consciente.
Pueden pensarse muchas cosas, pero nadie podrá decir, salvo alguna
rarísima excepción, que en algunas de las cosas pensadas ha intervenido la
conciencia, pues a ésta no interesa ninguno de los pensamientos triviales o
21
de carácter utilitario o de cualquier especie análoga que haya creado
aquella facultad, por no servir en absoluto a los fines del
perfeccionamiento que ella, la conciencia, se encarga de vigilar y afirmar.
También interviene la conciencia cuando a ella se acude en los
actos morales o humanos que inciden en la vida del ser o de los
semejantes. Pero esa intervención es circunstancial, y no es a ella a la que
nos estamos refiriendo.
Una cosa es pensar sin los recursos de los valiosos conocimientos
que enriquecen la conciencia, y otra en plena posesión de los mismos. Se
comprenderá así que para la Logosofia, la función de la facultad de pensar
reviste una importancia capital por cuanto impulsado por la fuerza del
saber, mueve a todas las demás facultades a cumplir sus respectivas
funciones.
Día llegará en que se considerará una necesidad el pensar, y se
estimulará esta facultad desde la niñez a fin de habilitar al hombre del
mañana a ejercerla con acierto en su beneficio y en él de sus semejantes.

FACULTAD DE LA RAZÓN

La razón es para la Logosofía la facultad central y la mayor de


todas las que integran la inteligencia. Es, puede decirse, la inteligencia
misma cuando domina el campo de la vida mental. Su función: fiscalizar
a las demás facultades y a los pensamientos que actúan en el campo
dimensional de la mente. También está a cargo suyo la conducción
equilibrada de la vida del ser. Es ella la que en principio elabora los
juicios de la inteligencia, regula los actos de la conciencia, frena las
pasiones y alumbra todas las actividades de la mente humana. Bien puede
llamársele el árbitro indiscutido de nuestra vida consciente.
Para que la razón pueda cumplir su importante misión, el hombre
debe, naturalmente, cultivarse mucho a fin de favorecer su
desenvolvimiento. Cuanto más conocimientos pueda contener la
conciencia del ser, tanto más exactos serán sus juicios y tanto mayores
serán los dominios de su acción buceadora en los campos de la Ciencia
Universal donde yacen las Verdades Eternas. Sin embargo, en la vida
corriente la razón es una facultad que se usa muy poco, y a menudo con
bastante arbitrariedad. Generalmente se sostienen razones que no son
propias, pero se las defiende como tales por simples conveniencias. Por
ejemplo, desde tiempo inmemorial viene aconteciendo en el mundo, en el
proceso de las relaciones humanas, una serie eslabonada de circunstancias
que reproducen a diario y en infinidad de episodios, la misma escena
psicológica, y por lo tanto la misma cuestión, la que bien podría decirse
22
fue y sigue siendo madre de todas las cuestiones. Nos referimos al
conflicto que con singular frecuencia se suscita toda vez que frente a un
hecho o un episodio cualquiera, y aun frente a conductas o ideas, surgen
dos criterios opuestos, dos razones que pugnan por imponerse, como si lo
ocurrido no tuviera otra explicación, justificación o interpretación que la
que cada uno quiere hacer valer estimando que es la exacta. Lo curioso es
que esto ocurre repetidamente entre los seres, en particular en el seno de
las familias y hasta en las relaciones internacionales. Suele acontecer lo
mismo en el choque de dos vehículos, olvidando la responsabilidad que
cada uno tiene... generalmente sus causantes suelen hallarse
desprevenidos. Un contraste similar ocurre en aquellos casos que al
formular un pedido a un pariente a un amigo o simple conocido, piensan
que éste por mil causas que se les antojan, no debe ser negado. Pero el que
se ve requerido, trátese de dinero o de otra ayuda más o menos
importante, puede tener en cuenta tales circunstancias, casos anteriores en
los que debió servir al mismo solicitante o a otros a quienes por alguna
razón no le fue posible negarse. No hay que olvidar, por otra parte, que
ciertos pedidos exigen del dador concesiones que no siempre está
dispuesto a otorgar, a veces hasta en prejuicio del própio patrimonio o del
concepto que entre las amistades tiene , si a ellas a su vez debe recurrir
para satisfacer el pedido formulado. Lo cierto es que el que pide puede
crear a las personas a quienes requiere ayuda situaciones incómodas,
cuando no difíciles, cosa que no advierte, por cuanto solo tiene en cuenta
su objetivo sin preocuparse de las molestias y trastornos que puede
ocasionar. Al no concederse la demanda, desde este momento las
relaciones mantenidas en paz y mutua consideración y respeto, quedarán
por ese hecho alteradas. Quien provocó esa alteración? Quién? Pregúntese
esto a ambos y darán razones opuestas, pues como es lógico habrán
interpretado el episodio conforme a su criterio. Que fuerza, pues, media e
interviene en esta diaria oposición de razones en la que se debate la vida
humana? Que razón superior dictamina la última instancia?
Ya se ha visto a traves de los tiempos que la sin razón, o sea la
ausencia de una razón con fuerza ejecutiva, fue casi siempre la encargada
de dirimir en tales cuestiones. Como fue posible esto? Fácil es advertirlo.
Cada una de las partes, así ganara o perdiera en el litigio o en el conflicto,
continuó con su razón. Sólo una comprensión amplia y generosa puede
corregir el error y modificar la propia razón en las diversas circunstancias
que forman el conjunto de los episodios que mueven la vida.
Generalmente se ignora, o se aparenta ignorar, que la apreciación
personal no es siempre acertada, y que la del semejante puede ser mejor y
aun más justa. Si al juzgar las cosas se tratase siquiera no ser personal - y
23
al decir personal significamos imbuido de amor próprio- cuantas
diferencias no se conciliarían en obsequio a la buena armonía que debe
reinar en las relaciones humanas. Pero es el caso que cuando se trata del
juicio própio la vanidad que tanto tarda en ser vencida por la
comprensión, mantiene irreductible la posición adoptada. Sólo al
intervenir el sentimiento, la razón suele modificarse y fácil es, entonces,
llegar a un entendimiento.
Si se estudiara y analizara con imparcialidad, admitiendo hasta
donde fuera posible, se entiende, la razón del contrario, sin debilitar por
eso la propia razón cuando estuviera basada en fundamentos reales, podría
alcanzarse con suma frecuencia soluciones propicias a una compresión
más exacta de los puntos de vista que conciernen al juicio que sobre los
hechos cada uno sostiene.
Corrientemente la razón desecha cualquier elemento de juicio que
le sea adverso en la formación del criterio que debe adoptar en tal o cual
emergencia, aun cuando sea del más legítimo origen. El hombre sólo ve y
atiende en los casos dificiles lo que a él le interesa o afecta directamente,
y desprecia o aparta de su pensamiento todo género de reflexiones que le
conduzcan a dar el mismo valor a aquello que le es adverso como a lo que
piensa que le asista razón. A esto llama la Logosofía razón egoísta con la
cual cada ser piensa siempre poder esgrimir ante los demás sus
inconscientes afirmaciones.
La ignorancia no puede producir razones. Según el grado de
potencia que posea la mente, así será el grado de dicha facultad, la que
tiene su medida y también su cuarta dimensión. La razón de un niño no es
igual a la de un adulto; por lo tanto es diferente en todos. Como ya se
expresó, la generalidad no usa efectivamente de su inteligencia en los
momentos que debe resolver con razón un asunto, ni su mente piensa qué
razón asiste a su razón para medir el grado de acierto de sus conclusiones.
Cuando la razón actúa con un discernimiento amplio, no juzga
ligeramente lo que ve o lo que escucha; antes investiga. La razón requiere
ser sustentada con amplios conocimientos en tanto la inteligencia elabora,
por su parte, las ideas que luego habrá de someter a su juicio.
Cuando se experimenta la sensación de percibir la inmanencia
cósmica, al tomar contacto con el Pensamiento Universal, la razón
individual se encumbra al abarcar cada vez mayor radio en el vasto campo
de las reflexiones, permitiendo así que las concepciones de la mente
superior se vean facilitadas y estimuladas por fuentes originales de tan alta
inspiración.
La razón como facultad de la mente superior regula las necesidades
de orden físico sin anularlas; de ahí que sea su función restituir a la vida
24
mental y espiritual del ser, el equilibrio tan alterado por el dominio sin
medida de los pensamientos. Así como el hombre que en su casa ocupa el
lugar que le pertenece, fuera de ella, en los diversos círculos que frecuenta
luego de ser conocido, es asimismo respetado...
La razón es la única facultad que interpreta y discierne sobre los
mandatos de la conciencia, más: es su ejecutoria directa, pero a condición
de que esa razón responda ampliamente a la confianza de la conciencia.
La conciencia sólo confiará sus dictados a la razón cuando ésta demuestre
su eficiencia.
En plena actividad de la mente superior, la razón es, entonces, la
soberana rectora de toda la vida del ser, pero no interviene ni contraría los
actos de la sensibilidad, por pertenecer éstos al fuero de los sentimientos,
y ser el espíritu mismo, por lo general, quien los decide. Estamos
refiriéndonos a los seres cultivados, pues en los seres comunes se mezcla
indiferenciadamente la pasión o sean los estados pasionales y sus
excitaciones inherentes, con la sensibilidad, cuya función responde a los
dictados del alma y no del instinto.
Hasta aquí hemos hablado de la facultad de la razón del hombre.
Existe empero, una razón esencial, que está más allá de la humana; es la
razón de la mente cósmica, principio y causa de todo cuanto existe. A esa
razón esencial plenicausal, debe acercarse la razón humana para alcanzar
las luces de la Sabiduría. Pero ha de hacerlo a condición de ejercitar las
enseñanzas de la Alta Ciencia en el própio perfeccionamiento.
La razón esencial es la fiel expresión de lo verdadero y real, espejo
luminoso donde la razón humana debiera mirar siempre sus conclusiones
personales. La razón debe estar siempre en plena comunión con la
conciencia, para poder actuar con matemática precisión, con exactitud,
porque si no está identificada con ella, hay diferencias y desequilibrios.
Diferencias por cuanto la razón al tener que dictaminar hallándose ausente
la conciencia, no puede hacer un juicio real desde que existe una
diferencia grande entre las necesidades que reclama la conciencia por una
parte, y aquellas que surgen de la inconsciencia.
Puede ser igual el juicio de esa razón común, ajena totalmente a los
conocimientos sobre las necesidades del ser, como el de aquella razón
que está actuando en comunión con una conciencia despertada y que vive
en la realidad? Puede ser igual aun siendo el mismo individuo? La razón
esencial asistirá a la razón humana siempre que esta no prefiera resolver
por su cuenta y riesgo los problemas que la afectan, apartándose de la
lógica que debe existir indispensablemente en toda expresión de la
verdad.

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La razón humana, al igual que todas las demás facultades, cada una
de ellas debe ir tomando los elementos superiores hasta su total absorción
por la facultad superior. En el caso de la razón común es el instante en que
ésta desaparece por el cambio producido, y es recién entonces cuando el
hombre alcanza positivos adelantos en su evolución consciente. Aquello
que antes requería de él un gran esfuerzo, quedará reducido a simples
movimientos mentales, lo que rápidamente condicionará su vida a un
ámbito más amplio, a un medio fácil, en el que el ser podrá desenvolverse
sin obstáculos y con grandes perspectivas para su futuro.

FUNCIONAMIENTO DE LA RAZÓN

Qué es lo que hace funcionar la razón? Cómo actúa y en qué


circunstancias? En todo momento actúa en el bien? Hay que conocer el
mecanismo de la razón y saber como y en que determinada circunstancia
funciona.
Determinemos la razón con esta imágen: la razón es la llave de la
inteligencia, y sólo actúa en el hombre en todo aquello que por primera
vez se manifiesta en él. Deja de actuar cuando lo que fue contemplado por
ella toma una posición dentro de la mente, como ser, cuando se efectua el
automatismo mental; también cuando el pensamiento que ha sido
contemplado por ella pasa a formar parte del patrimonio del ser, como
sucede con las imágenes que forman el recuerdo y que luego se
reproducen por la reflexión mental, siendo después atraídas en momento
que el ser necesita servirse de dichas imágenes.
No todos los pensamientos son pasados por la razón, algunos sí,
porque ella no necesita intervenir, por ejemplo, cuando al medio día
aparece el pensamiento de una comida, éste corresponde a una necesidad
del organismo fisiológico; la razón puede estar en esos momentos
ocupada en cosas más importantes y el ser va al restorán sin que la razón
haya considerado aquel pensamiento.
La razón no actúa con lo que haya entrado a formar parte del
conocimiento del ser y sobre todo lo que ya haya dictaminado; sólo
interviene, como ya fue dicho, en todo aquello que por primera vez
manifiesta en el ser, por cuya causa la mayoría de las veces provoca un
conflicto entre los elementos de juicio que posee el ser, y el nuevo que
viene a asociarse a los otros y que en principio aparece como extraño a la
naturaleza de los conocidos que estaban en posesión del ser; es, entonces,
que la razón juzga los nuevos elementos.
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Cuando en la vida del hombre penetran constantemente elementos
nuevos, la razón funciona y opera siempre sobre ellos. Àquéllos con los
que la razón hizo la necesaria discriminación, ya los ubicó en su
respectivo lugar, los que pasan al dominio de la inteligencia que es la que
luego hará uso de la estimación realizada por la razón. Si la inteligencia,
por ejemplo, no estuviera a la altura del juicio de la razón, debe volver
aquel elemento como si fuera nuevo para el ser, a fin de que la razón
vuelva a discernir; así muchas personas deben penetrar una y outra vez en
lo que ya saben, como si fuera algo nuevo que recién advierten, y
entonces sí, actúa la razón. La razón es, pues, la que auxilia a la
inteligencia brindándole los elementos; discierne y juzga el valor de los
mismos y los pasa a ella que se sirve del discernimiento para madurarlos.
En el mundo común hay seres que razonan mucho, que tienen muy
buenos razonamientos, pero en la práctica, cuando operan con la
inteligencia se les escapan los elementos que ella recogió y muchos
pensamientos no pasan por la razón.
Mucha gente ignorante tampoco hace uso de la razón porque en
ellos no funciona; suplen la razón con la fe porque no pueden razonar y
luego confían en otros. En ellos la razón está como asediada; su fe,
lógicamente, está reñida con la razón, de ahí se justifica la necesidad de
apoyarse en algo para actuar. Estos seres actúan con la mente y la razón
de otros; de ahí que haya quienes procuran siempre destruir la razón e
conservar ellos la suya para governar por la buena fe. No acontece así
cuando existe la fe consciente, por cuanto en ella hay una confirmación de
la razón.

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FACULTAD RETENTIVA (MEMORIA)

Hay una diferencia sustancial entre la memoria común como


retención circunstancial de los hechos, de las cosas y aún de las ideas y de
los pensamientos, y la conciencia que registra permanentemente los
hechos, las cosas, las ideas.
La memoria puede recordar, porque lógicamente tiene una calidad,
esta calidad de retención teórica cuando la mente observa y fija ya por
conducto de los ojos, de los oídos o de cualquier otro sentido; por ello
reemplaza en cierto modo la conciencia; pero la memoria es frágil y es
una de las tantas cosas que se tiene hasta no necesitar más de ella. Cuando
la conciencia logra sustituir a la memoria, logra hacerse única, en ella se
fijan las imágenes y las reproduce fielmente. La conciencia no es frágil y
tal no lo es, que para quebrarla es necesario quebrar al ser con ella. La
memoria es una especie de imán que atrae todo cuanto la mente observa,
aunque no tenga el menor interés. À veces podría representársela como el
radiador de un auto en viaje, en cuyas rejillas quedan incrustadas miles e
miles de mariposas. Al final es necesario limpiar las rejillas y el radiador
con un gran chorro de agua.
Así se nos presenta la mente de muchos seres, como un gran
radiador lleno de mariposas, pues la mente de la gran mayoría de los
seres, qué es lo que guarda? Miles de cosas sin importancia; de ahí que
no pueden recordar lo que es de vital importancia para la vida, y con
frecuencia lo olvidan. Porque la memoria es escurridiza, llena de antojos y
movediza, de modo que no se puede confiar en ella, porque es seguro que
en el momento que más la necesita, ella lo deja en blanco; sin embargo es
un permanente anotador, pero como aquéllos que todo lo anotan en su
libreta y luego la olvidan en casa y no recuerdan lo que anotarón.

28
Pero outra cosa es cuando el objeto observado o el hecho vivido ha
pasado a ser parte de la vida consciente, de los conocimientos, porque la
vida llama a la vida y esa vida está llamando a esa parte de vida vivida
que está registrada en la conciencia; de ahí el recuerdo claro y preciso de
las cosas.
La enseñanza logosófica determina con claridad y precisión la
función que juega la memoria, y la función conservadora de la conciencia,
que conserva siempre frescos los recuerdos de todo lo que se ha vinculado
a la vida.
La memoria habla de todo lo que no ha experimentado ni vivido, y
recurre a citas porque es incapaz ella misma de citar qualquiera de los
hechos que describa o manifiesta.
La Logosofía no enseña a la memoria; prefiere que ella se olvide de
todo aquello que no se ha vinculado a la conciencia.
Esta enseñanza se dirige a la facultad retentiva, que como todas las
cosas que forman la inteligencia, es de una importancia capital. Merced a
ella el hombre reconoce su pasado y recuerda las experiencias
aleccionadoras, propias o ajenas, frente a nuevos hechos similares. El
recuerdo de todo lo pensado, estudiado, hecho y experimentado durante la
vida, forma el archivo viviente que se enriquece o empobrece según sea lo
que en él quede anotado
Todo lo que el ser hace en su bien, perfeccionándose en bien de los
demás, ayudando generosamente con su saber o con los recursos con que
cuenta, a toda obra de bien de la que se beneficien directamente sus
semejantes, constituye su haber real e edifica el verdadero concepto moral
de su persona. Por el contrario, un comportamiento opuesto, ya en todo o
en parte, forma el saldo deudor.
La facultad de retención acusa al ser que quiere aprovechar tan
inestimable oportunidad, los errores y faltas incurridos por él mismo, a fin
de ser reparadas éstas o corregidas aquéllas, pues basta que éste se lo
proponga honestamente para que acudan traídos por el recuerdo, aquellos
pensamientos y acciones que necesariamente debieron contrariar
íntimamente a su buen sentir y a su espíritu.
Debemos aquí considerar un aspecto que estimamos fundamental
para que esta circunstancia que acabamos de anotar se vea coronada por el
éxito. Es bien cierto que cuanto mayores son los conocimientos de un ser,
tanto más abarca su percepción interna y tanto más penetra y admite la
consumación de éste o aquel error o falta, y mejor es su disposición de
enmendarla. En cambio la falta de cultura y conocimientos, al mantener la
mente oscurecida diríase que ni le permite descubrir en su recuerdo tales
faltas o errores, y si los percibe, los atenúa al punto de restarles toda
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importancia y consecuencia. Estos seres generalmente creen que su olvido
borrará de la mente de los demás todo vestigio de sus errores o malos
procederes, y siendo así, para qué tomarse el trabajo de reparar la falta
ante la propia conciencia? Se cree esto innecesario, y por tanto nadie,
salvo las excepciones correntes, practica esse reconocimiento interno.
El conocimiento logosófico conduce precisamente al ser a ese
reconocimiento con miras al perfeccionamiento, pero ha de ser realizado
conscientemente, pues es en la conciencia donde deberá registrarse esa
enmienda a fin de que sea real y no aparente.
Esta misma facultad, que para la evolución consciente es
valiosísima, es la que permite unir inteligentemente los tiempos, formando
con ellos, en integración de similar naturaleza, los hechos más
pronunciadamente diferenciados de la vida.
Este conocimiento enriquece el acervo consciente de la existencia
porque prolonga precisamente la conciencia de vivir de un instante, al
unirlo a otros similares, como si al sucederse no hubiera existido
interrupción alguna de otros tiempos vividos, en otros menesteres o
preocupaciones. Vemos así que esta facultad, a la par que ofrece la
invalorable perspectiva de una superación efectiva y constante, establece
para la vida un nuevo ritmo encaminado hacia la estabilización de los
valores permanentes en el ser.
Recordar es vivir: recordar todo lo que nos puede servir para el
presente y futuro es revivir; en cambio, olvidar es morir.
En resumen: esta facultad es el guía que va anotando el itinerario
recorrido, al tiempo que advierte la necesidad de corregir equivocadas
rutas al orientar la vida hacia un destino mejor. Por si esto es poco
concede al ser la prerrogativa de ensanchar sus horas felices y disminuir el
volumen de las tristes.
Entiéndase al respecto, que no es usando esta facultad aisladamente
como se alcanzan los resultados apuntados; ella debe ser activada al igual
que las demás facultades, para que los resultados sean realmente positivos
y grandes.

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ÍNDICE

01 – NOTA EXPLICATIVA

02 – INTELIGENCIA

05 – FACULTAD DEL ENTENDIMIENTO

08 – FACULTAD DE IMAGINACIÓN

13 – FACULTAD DE LA INTUICIÓN

15 -- FACULTAD DE LA OBSERVACIÓN

17 – FACULTAD DE PENSAR

22 – FACULTAD DE LA RAZÓN

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28 – FACULTAD RENTENTIVA (MEMORIA)

32 – IMAGINACIÓN - INTUICIÓN
El Heraldo Raumsólico Dez-l936

Imaginación – Intuición

La concepción logosófica sobre el sistema mental y su organización a


base del conocimiento de la existencia de dos mentes en el hombre, constituye
uno de los grandes pilares de esta alta ciencia que he dado a conocer. De ahí que
el significado atribuído a determinados resortes del complicado engraneje
mental, resulte poco menos que inoficioso al ser substituído en su esencia por
esta nueva concepción.

Conviene, pues, antes de especificar lo que es la imaginación por una


parte, y la intuición por otra, y su rol en el juego de las condiciones inteligentes
en el hombre, detenernos a examinar en primer lugar, qué es el acto de pensar,
de meditar y razonar, ya que bien podrían confundirse las dos aptitudes que
tratamos en este capítulo, con estas otras funciones inherentes a la inteligencia.

En la expresión común, o sea, en la mente vulgar o inferior, el acto de


pensar se define por una circunscripción momentánea de motivos que obligan al
intelecto a concentrar su atención sobre una determinada cosa, con el objeto de
allanar una dificultad o encontrar un elemento de juicio necesario para utilizarlo
con éxito en la emergencia. Al funcionar el intelecto movido por el acto de
pensar, recibe de inmediato el auxilio de la razón que el ser usa o no según vea
conveniente; si utiliza ese auxilio es entonces cuando el acto de pensar se
refuerza con el razonamiento, que sería el acto de razonar. Cuando la acción de
pensar requiere más tiempo del que vulgarmente se necesita para evacuar la
consulta mental que uno se haya hecho, esa acción se extiende hasta la
meditación, que vendría a ser el acto de coordinar pensamientos o ideas y
agruparlos en torno del objetivo que promovió la meditación para tratar, ya sea

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de completar la imagen de un conocimiento o lograr como resultado una
comprensión amplia de lo que preocupaba saber.

A la imaginación, en el caso de la mente común, vamos a representarla,


como un aparato de radiotelefonía al que vemos unas veces funcionando con
antena y otras, sin ella. La generalidad hace girar el dial de la imaginación en
busca de las ondas que son de su preferencia y vuela de un punto al otro del
globo, ya en busca de noticias o bien inventándolas, siendo éstas corrientemente
las que aparecen luego amplificadas hasta el grado máximo, con el objeto, como
es natural, de que ofrezcan la mayor confianza en cuanto a su legitimidad. La
mente inferior que por lo común se halla huérfana de toda intuición, por ser ésta
una faculdad superior que requiere un esmerado cultivo, echa mano a la
imaginación para forjar sus ilusiones y sus muchas veces fantásticos planes, con
los que suele sorprender el buen sentido de las personas menos audaces, pero
más prudentes y positivistas.

Se la dicho que la imaginación es creadora y que por lo tanto un ser


dotado de lo que se ha dado en llamar “rica imaginación” es excepcional o posee
condiciones especiales para crear nuevos estilos, conjuntos de expresión artística
y aun más, una nueva fisonomía a las cosas que comtempla.

La Logosofía define en primer término la palabra imaginación como


imágenes en acción, o que vale dicir, imágenes que se mueven, que accionam
dentro de la pantalla mental a la simple evocación del pensamiento, aun cuando
la imaginación carece en absoluto de toda posibilidad de crear. Ella es un
magnífico amplificador de los pensamientos, ideas, etc.. pero amplía tanto las
imágenes que las deforma, haciéndolas aparecer, al ser trasmitidas mediante la
narración verbal o escrita, completamente desfiguradas, al punto que de la
verdad que hubiere en ellas sólo quedan algunos vestígios difíciles de descubrir.
No deve olvidarse que el mentiroso es siempre imaginativo y para que no se
adviertan sus embustes, refuerza sus aseveraciones cuando expone algo que
requiere alguna pruebra concluyente, manifestando que lo que él dice lo
aseguran tales o cuales seres, evitando citar a los que pudieran ser interrogados
al respecto.

La imaginación en la mente común se halla por lo general muy


desarrollada, pero ese desarrollo es con frecuencia anormal, puesto que no ha
seguido ningún processo regular e inteligentemente dirigido conforme a las
severas normas que impone toda evolución consciente. En tales casos ella actúa
sin ordem, por impulsos o por exigencias eventuales a raíz de situaciones
difíciles.

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Se ha observado, por exemplo, que los delincuentes emplean la
imaginación para formar imágenes sobre sus infracciones a la ley,
completamente extrañas a la verdad que tratan de encubrir. En estas
circuntancias, las narraciones expuestas como fruto de la imaginación, forzada
apresuradamente para salvar la emergencia, no tiene base alguna al requerírseles
a los delincuentes detenidos una e otra repetición de su exposición, mientras se
observan sus miradas, sus actitudes y hasta la forma cómo construyen sus frases,
sorprendiéndoseles con preguntas inesperadas que cortan sua hilación,
obligándolos a retomar el hilo sin vacilar, al igual que el que por primeira vez
recorre un camino e se ve luego en la necesidad de describirlo totalmente. Como
el embuste imaginado es casi siempre fresco, el delincuente no puede retener
cada uno de los pasajes con entera precisón a fin de conectarlos debidamente. La
justiça lo somete a largos interrogatorios con el objeto de probar la resitencia de
su memoria, al punto que si no es verdad lo declarado, entra en contradicciones
que rápidamente le destruyen toda la argumentación, hasta que ve se obligado a
confesar lo que efectivamente habia de cierto con respecto a su participación en
el suceso que fuera motivo de su detención.

Se ve bien claro a través de este caso, cómo la imaginación opera


ligeramente y por un acto de necesidad, sirviendo en forma precaria a la mente,
que apela a ella como recurso supremo, pues la brevedad del tiempo impide que
se puedan fijar los detalles que hubiere forjado en la formación del embuste.

La imaginación común adolece de muchas deficiencias, desde que si no se


toman las debidas precauciones puede, llevar a un ser a los más crudos extravíos
o a cometer los más audaces desatinos. Consideramos esto teniendo en cuenta
que el porcentaje de los seres de escasa instrucción y cultura es mucho mayor
que el de los de clara inteligencia y esmerada educación.

La imaginación encuentra su expresión en la gente ignorante que apela a


ella en la creencia de poder suplir las deficiencias de su escasa educación y no
menos escasa inteligencia, mientras que en las personas ilustradas la
imaginación (salvo casos que determinaremos más adelante ) es refrenada por la
razón y tamizada por la inteligencia.

En los seres de gran evolución, la imaginación es utilizada como una


especie de dispositivo fijador de las imágenes que son tomadas por una faculdad
superior que se ha denominado intuición, de un alcance múltiple y mayor, y de
una más posible exactitud, dado que opera en base de conocimientos esenciales
que sirven al ser de poderosos auxiliares en la deducción y cálculo de precisón
sobre las cosas que hubieren de entrar en el campo de sus observaciones
intuitivas.
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En la mentalidad común, la imaginación tiende siempre a dilatar y
deformar las imágenes: por ejemplo, quién no sabe que para muchos es como un
sport el mentir? Y si se trata de hablar mal de alguien, alli van a derecha e
izquierda los despiadados diceres y comentarios, ampliándolos cada uno
conforme a la imaginación que tenga y a la crueldad de sus intenciones. Para
éstos ya hemos dado un remedio cáustico, que consiste en responderles que lo
mismo que ellos dicen por todas partes de fulano o mengano, se dice de ellos. La
imaginación del embustero, se ve entonces obligada a hacer a un lado lo que
ocupaba su atención, y comienza a inquirir por todas partes qué es lo que se
habla de él, hasta que al fin se convence de que nadie se ocupa de seres tan
repudiables.

Los delincuentes, los jugadores y viciosos en general, mantienen en


constante actividad la imaginación, como se ha visto en infinidad de casos que
omitimos citar por pensar que no son necesarios y por havernos ya ocupado de
ello en “Psicología del delito”

La intuición tiende, en cambio, a reducir el tamaño de las imágenes y a


ajustarlas en lo posible a la realidad.

Como a imaginación carece, en la gran mayoría de los casos, de todo


carácter analítico, lo imaginado queda por lo tanto eximido del consiguiente
examen que la razón, prudente y sensata podría efectuar. Por lo contrario, la
intuición admite el más severo control de la razón y sólo prolonga sus
proyecciones cuando lo intuído responde directa o indirectamente al hecho con
el que necesariamente debe estar relacionado.
Se pueden dividir en varias categorias los casos que suelen presentarse,
desde la simple deducción hasta la intuición más aventajada.
Así, por ejemplo, si se nos dice que ha fallecido una persona de nuestra
estima, que vivia feliz con su esposa e hijos, por simple y lógica deducción se
nos presentará la imagen triste del cuadro doloroso de esa familia.

Los grandes poetas, escritores y pintores de la antigüedad, intuyeron


dentro de sus posibilidades una vida superior, y hasta plasmaron imágenes que
aunque fueron un misterio para los hombres de aquella época y aun para los
contemporáneos, contenían sin embargo hermosos fragmentos de verdades
insospechadas.

Si tuviéramos que definir la intuición, diriamos que ella y la inspiración


son los dos brazos que el espíritu extiende hasta más allá de los sentidos

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corporales, para acariciar con el tacto perceptivo las cosas más divinas y
preciosas, aquellas que la vista humana no puede alcanzar ni las manos tocar.

El Heraldo Raumsólico Dez-1936

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