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Março de 1991
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INTELIGENCIA
LA INTELIGENCIA Y SU FUNCIONAMIENTO.
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FACULTAD DEL ENTENDIMIENTO
Esta facultad es, puede decirse, una de las más usadas, y la primera
en funcionar en los albores de la mente humana. Aparece manifestándose apenas
el ser surge a la vida en su más tierna infancia.
Fue la necesidad la que excitó y movió a esa facultad a una
actividad a veces intensa, a fin de amparar la existencia del ser, y fue también la
que estableció los primeros contactos inteligentes entre hombre y hombre y la
naturaleza.
En la gente común el entendimiento precariamente ejercitado, es
usado para dirimir pequeñas cuestiones domésticas, aplicándolo
circunstancialmente en asuntos de mayor cuantía. De ahí que, en las mentes sin
cultivos, el entendimiento sea fácilmente burlado y tantos seres deban sufrir las
consecuencias de muchos engaños.
Entender no es comprender. Puede entenderse a priori y
comprenderse a posteriori, pero es el mismo entendimiento que abre los canales
de la comprensión por los medios más oportunos o convenientes. El
entendimiento percibe el efecto sin comprender empero el porqué, hasta que
descubre la causa. Cuántos hechos cósmicos o físicos, como asimismo los que
surgen de la biología, no resultaron incomprensibles para la inteligencia
humana, no obstante haberlos admitido el entendimiento como posibles? Existen
otros hechos de la vida psicológica y sensible que el entendimiento tarda largo
tiempo en descubrir su razón de ser, o no descubre nunca; sin embargo, la
sensibilidad supliéndolo, e incluso la razón misma, los comprende por
comunicación simpática, por pertenecer estos hechos a la órbita de otras leyes
que se mueven en el espacio, estableciendo por el magnetismo universal los
sublimes contactos de la naturaleza superior, que estremecen a las almas en
recíproca correspondencia.
Cuando el entendimiento roza los límites de su capacidad
discernitiva, debe esperar a que el tiempo, las circunstancias o la casualidad, le
permitan comprender que no debe inquietarle ni preocuparle si la sensibilidad ya
aceptó o consintió el hecho que fuera para aquél incomprensible.
En las personas ilustradas y cultas, el entendimiento adiestrado por
la frecuente práctica del discernimiento, se mantiene activo, siendo una de las
facultades más útiles de la inteligencia. Los descubrimientos como las grandes
ideas, las más grandes ideas que ha tenido el hombre, han surgido
necesariamente de la mente humana, pero es al entendimiento que se debe una
buena parte del triunfo, por ser la facultad que más contribuyó a la realización
del esfuerzo, y la que mantuvo vivo el proyecto previamente concebido.
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Logosóficamente el entendimiento tiene una misíon principalísima
que cumplir. Desde el instante mismo que el ser despierta a la vida superior,
aquella facultad actúa orientada hacia una colaboración permanente con el
espíritu. Excita su interés todo cuanto sea para escalar las cumbres del saber,
pero ante todo obedece a los claros preceptos que guían a la inteligencia por los
caminos de la realización interna del ser, en franco proceso de evolución
consciente. Este mandato superior, al señalar la conducta a seguir, permite
desarrollar el entendimiento, para alcanzar las sólidas comprensiones que exige
el cultivo de las altas verdades, paralelamente a la superación individual que se
verifica por influencia de aquéllas, mas esta superación tiene lugar cada vez que
el entendimiento obre por vía consciente y su actividad tienda a enriquecer el
acervo personal del individuo con miras hacia su perfeccionamiento. Tendremos
así la evidencia de que esta facultad no cejará un instante en sus empeños por
acrecentar las luces de la inteligencia.
Al conjuro de su impulso evolutivo se activan las facultades
accesorias, tales como el discernimiento, la reflexión, la de aprender,
comprender, meditar, investigar, combinar, y todas en conjunto sirven a la
facultad de pensar y a la de la razón, cuando éstas lo requieren para asegurar las
bondades de sus funciones respectivas.
Siendo que la evolución consciente tiende a la actividad armónica
de las facultades de la inteligencia, cada una de éstas cumple a la vez su
cometido evitando contrariar esa orientación. El entendimiento recogerá de lo
externo todo cuanto elemento estime útil a los fines de esa evolución. Las
facultades accesorias ya nombradas, los ordenarán, los analizarán, los
seleccionarán, los combinarán, etc. Y allí quedarán en la mente hasta que la
facultad de pensar disponga de ellos usándolos convenientemente para diluirlos
o asociarlos a los elementos con que cuenta internamente el acervo personal del
ser.
Cuando el entendimiento eleva su potencia hasta el máximum
exigido por la mente superior, se convierte de hecho en facultad de la mente
superior y actúa en correspondencia con las demás facultades de la inteligencia,
adaptadas todas a un nuevo y más fecundo género de actividades. El
entendimiento se constituye entonces en vigía permanente de todos los
pensamientos que existen dentro de la mente, a fin de hacerlos servir a los
propósitos de superación establecidos como ideal superior de vida.
Como guardián nos preserva de la intromisión de pensamientos
extraños que seduciéndonos con el espejismo de la simulación desvastan nuestro
reino interno, llevándose con nuestra candidez, nuestras energias y entusiasmo,
para dejarnos como recuerdo el engaño inicuo y el amargor que nos hace sentir
la inexperiencia.
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Con el auxilio de las demás facultades y con el asesoramiento de la
consciencia, la facultad del entendimiento intervendrá cuando le sea posible en
la adquisición de los conocimientos.
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FACULTAD DE LA IMAGINACIÓN
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Las severas amonestaciones que recibe el ser, le convencen una y
otra vez de los errores que le hace cometer la imaginación, y es entonces
cuando la imaginación pierde fuerza. El estudio durante la niñez y la
juventud completan el cerco, no ofreciendo a la imaginación muchas
perspectivas en las que pueda actuar. No obstante siempre se halla lista
para intervenir en cuanta ocasión se le presente. Si debiéramos ubicarla
como personaje, diríamos que es la charlatana de la mente, que no pierde
oportunidad de intervenir, generalmente para sorprender la candidez
psicológica del ser, y tomarse así revancha de su desplazamiento por las
otras facultades.
Esta modalidad de la imaginación tan fuertemente arraigada en el
ser, obedece, como hemos dicho, a que esa facultad ejerció ponderable
influencia durante los períodos incipientes de la infancia y la
adolescencia, y esa influencia se extiende en innumerable cantidad de
seres hasta los días finales de su existencia. Se la usa siempre para dilatar
el mal, ampliar los defectos, para mentir, para engañar, para engañarse a si
mismo, para crear ilusiones frente a realidades que no son tales, y asi
debilitada su función, hipertrofiada hasta el punto de ser insensible a
manifestaciones superiores, todos pierden la más grande felicidad que
pueden tener en las sensaciones individuales: la que pueden capacitar para
vivir en el mundo sin extraviarse en laberintos de locura, como acontece
tantas veces en el mundo.
Demás estará decir que la imaginación fue la que llevó al hombre,
inconscientemente desde luego, a mentir por primera vez, pues el lenguaje
que usa la imaginación difiere notablemente del que usa la realidad. Ante
un choque de vehículos, por ejemplo, el imaginativo, cerrando los ojos
dirá a cuantos le presten oídos, que hubo varios muertos, y que los
vehículos quedaron totalmente destrozados, dando así la sensación de una
desgracia horrible, pero la realidad la desmiente, informando que no hubo
muertos, que las heridas fueron leves y no hubo mayores desperfectos en
aquéllos. La imaginación de un niño le hace decir, por ejemplo, a sus
padres que encontró un dinero en la calle y que él se compró golosinas y
juguetes, pero la realidad bien pronto advierte la treta, y se descubre que
lo sacó del bolsillo del saco del padre, que acostumbra a colgar en la
percha. Ella es, pues, un magnifico amplificador de los pensamientos,
ideas, etc. pero amplía tanto las imágenes, que las deforma haciéndolas
aparecer completamente desfiguradas, cuando son trasmitidas mediante la
narración verbal o escrita, al punto de que de la verdad que hubiere en
ellas sólo quedan algunos vestigios difíciles de descubrir.
El mentiroso es siempre imaginativo, y para que no se adviertan sus
embustes, refuerza sus aseveraciones, cuando expone algo que requiere
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alguna prueba concluyente, manifestando que lo que él dice lo aseguran
tales o cuales seres, evitando citar a los que pudieran ser interrogados al
respecto.
La imaginación en la mente común se halla por lo general muy
desarrollada, pero ese desarollo es con frecuencia anormal, puesto que no
ha seguido ningún proceso regular e inteligente, dirigido conforme a las
severas normas que impone toda evolución consciente. En tales casos ella
actúa sin orden, por impulsos o por exigencias eventuales a raíz de
situaciones difíciles.
Se ha observado, por ejemplo, que los delincuentes emplean la
imaginación para formar imágenes sobre sus infracciones a la ley,
completamente extrañas a la verdad que tratan de encubrir. En estas
circunstancias las narraciones expuestas son fruto de la imaginación,
forzada apresuradamente para salvar la emergencia; no tienen base
alguna; al requerírseles a los delincuentes una y outra repetición de su
exposición, mientras se observan sus miradas, sus actitudes y hasta la
forma como construyen sus frases, sorprendiéndoles con preguntas
inesperadas que cortan su hilación, obligándoles a retomar el hilo sin
vacilar, al igual que él que por primera vez recorre un camino que pasa
por lugares desconocidos y se ve en la necesidad de describirlo
totalmente. Como el embuste imaginado es casi siempre fresco, el
delincuente no puede retener cada uno de los pasajes con precisión a fin
de conectarlos debidamente.
La imaginación tiende siempre a dilatar y deformar las imágenes.
Plasma y proyecta la imagen deformada, y nunca se ocupa de
interiorizarse de la misma, de analizarla; carece en la mayoría de los casos
de todo carácter analítico, y lo imaginado queda por lo tanto eximido del
consiguiente examen que la razón prudente y sensata podria efectuar.
Una particularidad que se observa con frecuencia en los seres muy
imaginativos, es la ausencia de voluntad. En efecto la imaginación se
remonta generalmente a la ficción y amplía con deformaciones quiméricas
los trazos reales de las imágenes representadas por hechos, ideas o
proyectos. El imaginativo se abstrae y se retrae, fatiga su mente y permite
que la imaginación esté muy activa, la que actúa como moviéndose en el
aire; pero como esa actividad no es real sino pasiva, cuando debe moverse
haciendo un esfuerzo ante ella, termina la influencia imaginativa. De ahí
entonces que, cómo actuando la imaginación puede manifestarse, si la
misma imaginación supliéndola en la ilusión y en la ficción, la está
adormeciendo, anestesiando? La voluntad se abisma y se rebaja, regalada
muchas veces por la seducción que aquellas imágenes le producen, y la
mente embriagada por la ilusión se sumerge dulcemente en la inercia.
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Vemos, en este caso, como un centro de la inteligencia está
directamente conectado a otro de la psicología del ser, anulándolo o
influyéndolo en bien o en mal.
Ahora debemos decir, en honor a la verdad, que la imaginación no
siempre ha tenido esas características tan negativas que hemos señalado
anteriormente. También ha contribuido a la formación de no pocos
hombres en los campos de las letras y el arte en sus diversas
manifestaciones. Pero allí, lejos de inducir a error, guió al ser mediante
inspiraciones, a veces sublimes, a realizar las obras más admirables.
Debemos señalar que en estos casos debió contar inevitablemente
con la predisposición natural interna que favoreció la exaltación eventual
de esta facultad elevada al rango de potencia creadora. Mas esas
exaltaciones que en muchos se revistieron de aspectos místicos, no
obraban bajo el imperio de la conciencia; por el contrario, una fuerza
desconocida parecia dirigirles la mente y las manos en sus extraordinarias
ejecuciones artísticas o literarias.
La imaginación así exaltada a potencia creadora, no cumple
empero su función específica. Llena, eso sí,una finalidad útil, pero no
actúa obedeciendo instrucciones de la conciencia, vale decir, que no son
los conocimientos de que puede disponer la conciencia del ser, los que
dominan esta facultad, sino la inspiración que la exalta obedeciendo a
otros designios por él mismo ignorados.
Llegamos pues al punto en que hemos de representar a la facultad
de la imaginación en su actuación consciente, o sea conscientemente
dirigida. Hemos expresado que la imaginación puede incursionar en dos
planos o regiones mentales totalmente opuestas, configurado uno por la
quimera que es una ficción permanente, y el otro por la visión superior
que abarca las concepciones estéticas del pensamiento universal más
próximas a las posibilidades del espíritu y la inteligencia.
Con el proceso de evolución consciente que la Logosofía ha
señalado como el más eficaz y mejor medio para alcanzar la perfección, la
imaginación, como todas las demás facultades, deben servir a ese elevado
fin, y en consecuencia el uso que de ellas se haga ha de ajustarse a la
realidad superior que desde el instante de iniciar la evolución consciente,
la conciencia le impone al propio ser como deber.
Dispuesta la facultad de la imaginación hacia objetivos más amplios
sobre las bases firmes de la certidumbre, el ser siente de inmediato los
beneficios de esta nueva actuación hasta entonces para él desconocida;
pero habrá de ejercitar la atención para que la imaginación, encontrándole
distraído, no le sorprenda con alguna incursión quimérica, hecho éste que
si bien suele ocurrir en los principios de esta realización logosófica, cesa
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de manifestarse a medida que el ser se supera, alcanzando comprensiones
de positivo valor consciente
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FUNCIÓN DE LA IMAGINACIÓN USADA CONSCIENTEMENTE
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FACULTAD DE LA INTUICIÓN
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Se debe llegar a alcanzar una gran pericia en la observación, hasta
llegar a ser un experto, un técnico de la observación, debiendo estar
revestida de todos los caracteres de un sano juicio inquisitivo.
Cada observación debe contribuir inexorablemente al mejoramiento
individual, pues de cada observación surge, cuando es justa, la capacidad
para corregir los defectos de si mismo; cada semejante debe convertirse en
un espejo en el cual cada uno ve proyectada su propia imagen. Tómense,
pues, los bellos gestos, las justas actitudes, los modales cultos, la noble
conducta, como modelos insustituibles para perfeccionar la propia cultura,
y cada defecto que se observe, ha de servir también inexorablemente para
corregir, si los hay, los que existen de igual carácter en cada uno.
FACULTAD DE PENSAR
FACULTAD DE LA RAZÓN
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La razón humana, al igual que todas las demás facultades, cada una
de ellas debe ir tomando los elementos superiores hasta su total absorción
por la facultad superior. En el caso de la razón común es el instante en que
ésta desaparece por el cambio producido, y es recién entonces cuando el
hombre alcanza positivos adelantos en su evolución consciente. Aquello
que antes requería de él un gran esfuerzo, quedará reducido a simples
movimientos mentales, lo que rápidamente condicionará su vida a un
ámbito más amplio, a un medio fácil, en el que el ser podrá desenvolverse
sin obstáculos y con grandes perspectivas para su futuro.
FUNCIONAMIENTO DE LA RAZÓN
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FACULTAD RETENTIVA (MEMORIA)
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Pero outra cosa es cuando el objeto observado o el hecho vivido ha
pasado a ser parte de la vida consciente, de los conocimientos, porque la
vida llama a la vida y esa vida está llamando a esa parte de vida vivida
que está registrada en la conciencia; de ahí el recuerdo claro y preciso de
las cosas.
La enseñanza logosófica determina con claridad y precisión la
función que juega la memoria, y la función conservadora de la conciencia,
que conserva siempre frescos los recuerdos de todo lo que se ha vinculado
a la vida.
La memoria habla de todo lo que no ha experimentado ni vivido, y
recurre a citas porque es incapaz ella misma de citar qualquiera de los
hechos que describa o manifiesta.
La Logosofía no enseña a la memoria; prefiere que ella se olvide de
todo aquello que no se ha vinculado a la conciencia.
Esta enseñanza se dirige a la facultad retentiva, que como todas las
cosas que forman la inteligencia, es de una importancia capital. Merced a
ella el hombre reconoce su pasado y recuerda las experiencias
aleccionadoras, propias o ajenas, frente a nuevos hechos similares. El
recuerdo de todo lo pensado, estudiado, hecho y experimentado durante la
vida, forma el archivo viviente que se enriquece o empobrece según sea lo
que en él quede anotado
Todo lo que el ser hace en su bien, perfeccionándose en bien de los
demás, ayudando generosamente con su saber o con los recursos con que
cuenta, a toda obra de bien de la que se beneficien directamente sus
semejantes, constituye su haber real e edifica el verdadero concepto moral
de su persona. Por el contrario, un comportamiento opuesto, ya en todo o
en parte, forma el saldo deudor.
La facultad de retención acusa al ser que quiere aprovechar tan
inestimable oportunidad, los errores y faltas incurridos por él mismo, a fin
de ser reparadas éstas o corregidas aquéllas, pues basta que éste se lo
proponga honestamente para que acudan traídos por el recuerdo, aquellos
pensamientos y acciones que necesariamente debieron contrariar
íntimamente a su buen sentir y a su espíritu.
Debemos aquí considerar un aspecto que estimamos fundamental
para que esta circunstancia que acabamos de anotar se vea coronada por el
éxito. Es bien cierto que cuanto mayores son los conocimientos de un ser,
tanto más abarca su percepción interna y tanto más penetra y admite la
consumación de éste o aquel error o falta, y mejor es su disposición de
enmendarla. En cambio la falta de cultura y conocimientos, al mantener la
mente oscurecida diríase que ni le permite descubrir en su recuerdo tales
faltas o errores, y si los percibe, los atenúa al punto de restarles toda
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importancia y consecuencia. Estos seres generalmente creen que su olvido
borrará de la mente de los demás todo vestigio de sus errores o malos
procederes, y siendo así, para qué tomarse el trabajo de reparar la falta
ante la propia conciencia? Se cree esto innecesario, y por tanto nadie,
salvo las excepciones correntes, practica esse reconocimiento interno.
El conocimiento logosófico conduce precisamente al ser a ese
reconocimiento con miras al perfeccionamiento, pero ha de ser realizado
conscientemente, pues es en la conciencia donde deberá registrarse esa
enmienda a fin de que sea real y no aparente.
Esta misma facultad, que para la evolución consciente es
valiosísima, es la que permite unir inteligentemente los tiempos, formando
con ellos, en integración de similar naturaleza, los hechos más
pronunciadamente diferenciados de la vida.
Este conocimiento enriquece el acervo consciente de la existencia
porque prolonga precisamente la conciencia de vivir de un instante, al
unirlo a otros similares, como si al sucederse no hubiera existido
interrupción alguna de otros tiempos vividos, en otros menesteres o
preocupaciones. Vemos así que esta facultad, a la par que ofrece la
invalorable perspectiva de una superación efectiva y constante, establece
para la vida un nuevo ritmo encaminado hacia la estabilización de los
valores permanentes en el ser.
Recordar es vivir: recordar todo lo que nos puede servir para el
presente y futuro es revivir; en cambio, olvidar es morir.
En resumen: esta facultad es el guía que va anotando el itinerario
recorrido, al tiempo que advierte la necesidad de corregir equivocadas
rutas al orientar la vida hacia un destino mejor. Por si esto es poco
concede al ser la prerrogativa de ensanchar sus horas felices y disminuir el
volumen de las tristes.
Entiéndase al respecto, que no es usando esta facultad aisladamente
como se alcanzan los resultados apuntados; ella debe ser activada al igual
que las demás facultades, para que los resultados sean realmente positivos
y grandes.
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ÍNDICE
01 – NOTA EXPLICATIVA
02 – INTELIGENCIA
08 – FACULTAD DE IMAGINACIÓN
13 – FACULTAD DE LA INTUICIÓN
15 -- FACULTAD DE LA OBSERVACIÓN
17 – FACULTAD DE PENSAR
22 – FACULTAD DE LA RAZÓN
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28 – FACULTAD RENTENTIVA (MEMORIA)
32 – IMAGINACIÓN - INTUICIÓN
El Heraldo Raumsólico Dez-l936
Imaginación – Intuición
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de completar la imagen de un conocimiento o lograr como resultado una
comprensión amplia de lo que preocupaba saber.
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Se ha observado, por exemplo, que los delincuentes emplean la
imaginación para formar imágenes sobre sus infracciones a la ley,
completamente extrañas a la verdad que tratan de encubrir. En estas
circuntancias, las narraciones expuestas como fruto de la imaginación, forzada
apresuradamente para salvar la emergencia, no tiene base alguna al requerírseles
a los delincuentes detenidos una e otra repetición de su exposición, mientras se
observan sus miradas, sus actitudes y hasta la forma cómo construyen sus frases,
sorprendiéndoseles con preguntas inesperadas que cortan sua hilación,
obligándolos a retomar el hilo sin vacilar, al igual que el que por primeira vez
recorre un camino e se ve luego en la necesidad de describirlo totalmente. Como
el embuste imaginado es casi siempre fresco, el delincuente no puede retener
cada uno de los pasajes con entera precisón a fin de conectarlos debidamente. La
justiça lo somete a largos interrogatorios con el objeto de probar la resitencia de
su memoria, al punto que si no es verdad lo declarado, entra en contradicciones
que rápidamente le destruyen toda la argumentación, hasta que ve se obligado a
confesar lo que efectivamente habia de cierto con respecto a su participación en
el suceso que fuera motivo de su detención.
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corporales, para acariciar con el tacto perceptivo las cosas más divinas y
preciosas, aquellas que la vista humana no puede alcanzar ni las manos tocar.
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