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La última parte de este importante tema sobre bioética habla precisamente del ser
humano reencontrado consigo mismo: la ética profesional. La ética se ha manejado
como parte del juicio moral que nos lleva a meditar sobre lo correcto y lo incorrecto en
la vida cotidiana. Pero esta idea se basa principalmente, en el ser social. Es decir, la
persona no necesita la ética si sólo viviera como un individuo que no tiene trato con sus
semejantes. Es sólo en la práctica de la vida entre otros individuos como se expresa la
necesidad grupal de pertenecer y de ser una de las piezas armadas de ese
rompecabezas social sin el cual no tiene sentido la vida humana.
humanistas. Para Bentham, la deontología se entiende a partir de sus fines (el mayor
bienestar posible para la mayoría, y de la mejor forma posible). (Solbes, M., 2012).
Por su parte, la ciencia ha requerido una atrevida revolución de sus conceptos básicos
para romper los paradigmas que le han permitido avanzar buscando el bien común. Y
es aquí, cuando se encuentran las dos aristas de la práctica profesional de quienes se
dedican a la ciencia: el desarrollo de hipótesis y teorías que deberán ser sustentadas
con experimentos y la delgada línea entre las fronteras de la ciencia y la aplicación de
la ética en las experimentaciones científicas. Uno de estos ejemplos lo representan las
recientes investigaciones en genética humana. Mientras los investigadores desarrollan
herramientas no imaginadas hace un década (para editar nuestros genes, predecir
nuestros riesgos a enfermedades e incluso modelar el futuro biomédico de nuestros
hijos), los individuos y las sociedades deben pensar de manera crítica en las
implicaciones. Esto se hace mejor con base en datos sólidos y científicos, pero también
con un adecuado nivel de normatividad y conciencia de lo que implica la manipulación
de materiales genéticos y biológicos. Es tentadora - o perturbadora - la posibilidad de
alterar los genes de los embriones y eliminar así enfermedades hereditarias.
Hace 30 años, los científicos pensaban que sería imposible descifrar nuestro código
genético y secuenciar los 3200 millones de pares de bases en nuestro ADN. No
obstante, la secuencia quedó lista para el año 2003. Muchos expertos dicen que, en
una década, un perfil de ADN será parte del registro médico de todas las personas.
En 1978, la primera bebé de probeta, Louise Brown, también causó preocupación por
los bebés de diseñador. Desde entonces han nacido más de ocho millones de bebés
mediante la fertilización in vitro y otras tecnologías reproductivas. Incluso la sencilla
prueba de embarazo casera, disponible en cualquier estante de farmacia, originó una
protesta cuando la FDA la aprobó por vez primera en 1976. Algunos médicos insistieron
en que las mujeres se pondrían demasiado emocionales con los resultados. La ciencia
ha avanzado de tal manera que podemos observar con relativo asombro como los
temores se han desvanecido cuanto estos avances se convirtieron en algo común. Hay
quien compara estos avances con la energía nuclear: si se sale de las manos, podría
ser en verdad horrible. Si se aprovecha bien, es genial. (Smith, 2019).
Para evitar este tipo de experimentos que llevarían a la misma humanidad al borde del
colapso, es que se creó el programa ELSI (Ethical, Legal and Social Issues) por los
líderes del proyecto Genoma Humano (PGH). El uso del ADN en los tribunales han
ayudado a sensibilizar a jueces, abogados, defensores de las libertades civiles ya los
miembros de la comunidad policial y judicial con respecto a las cuestiones implicadas
en la obtención y posible uso de muestras de ADN de personas en el sistema judicial
penal. En 2018, corrían los rumores de que en China, se estaban desarrollando
experimentos con niños editados genéticamente. El doctor He Jiankui, publicó en un
vídeo de YouTube su descubrimiento en el cual intervino en el embrión de 3 niños para
desactivar el gen CCR5, empleado por el virus del sida para acceder al sistema
inmunológico humano. En China, 122 científicos publicaron una declaración en la que
afirmaban que “cualquier intento de hacer cambios en embriones humanos mediante
modificaciones genéticas es una locura y que el nacimiento de estos bebés
representaba un alto riesgo”. La sentencia de un tribunal de Shenzhen lo ha
sentenciado a 3 años de cárcel y a pagar una multa de tres millones de yuanes ( 380,
000 euros), además de vetarlo de por vida para el desempeño profesional de cualquier
actividad relacionada con el mundo sanitario.
muchos países que no lo han firmado, como el caso de Rusia, en donde investigadores
como Denís Rebrikov, han manifestado la intención de emular los experimentos del
doctor Jiankui. Aún así, se abre el debate sobre hasta dónde se podrá llegar en la
mejora del genoma humano. Íñigo de Miguel, experto en bioética de la Universidad del
País Vasco dice en una entrevista para el diario El País: “No hay por qué evitar a toda
costa que se modifique el genoma de embriones humanos, pero sí esperar a que no
haya riesgos para hacerlo. Lo deseable ahora, es que se siga adelante con la
investigación en este campo respetando la ley y trabajando con total transparencia”.
(Santirso, 2019).
Por lo expuesto hasta ahora, podemos concluir que la ética del trabajo nos permite
avanzar como profesionistas dedicados a la investigación por el bien común pero
precisamente, ese bien debe provenir del consenso de la totalidad de los científicos
para no realizar actos irresponsables en la búsqueda de notoriedad, recursos
económicos o incluso, de salud desesperados. La ciencia lleva un ritmo
abrumadoramente lento para el devenir del bienestar humano y el ritmo de la sociedad
actual persigue una mejora inmediata con todas las posibles tragedias que pueden
sobrevenir de hacer una eugenesia al estilo de “Un mundo feliz”, la novela que dio a
conocer Aldous Huxley. Hasta el momento, en Estados Unidos y Reino Unido se ha
permitido la experimentación con embriones pero no la implantación. El caso de las
niñas en China avizora una situación en la que se ha abierto la puerta a humanos
mosaico, con diferentes códigos genéticos en sus células. Y esos cambios, se
transmitirán a su vez a los hijos de esas niñas, lo que ha cruzado evidentemente dos
líneas rojas en la opinión del biólogo Lluís Montoliu, del Centro Nacional de
Biotecnología en Madrid: “Un embrión humano editado genéticamente ha sido
implantado y estado. Y además, la aplicación es de mejora genética, no terapéutica.”
(Ansede, 2018).
Las puertas que la misma ciencia pretende abrir pueden ser las que más adelante le
cierren la oportunidad a nuevas investigaciones. Es por ello que en muchas ocasiones,
es más importante continuar con investigaciones que siguen la base ética en la que
Aún falta mucho por hacer, por investigar, por descubrir. En el camino, nos toca a los
que queremos dedicarnos a la investigación, la determinación del compromiso con la
ética deontológica que nos permitirá agregar nuevos eslabones al conocimiento
humano y procurar algunos avances para la trascendencia profesional.
Por último, quisiera dejar esta reflexión de Eduard Punset en su libro “El alma está en
el cerebro”, (2007) al referirse a la vida profesional:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ansede, M., (2018). Han creado una estirpe nueva de humanos. Diario EL PAÍS.
Ciencia/Materia. 28 de noviembre de 2018. Madrid, España.
Santirso, J., (2019). Condenado a tres años de cárcel el cientí co chino que creó
los primeros bebés modi cados genéticamente. Diario EL PAÍS. Ciencia/
Materia. 30 de diciembre de 2019. Madrid, España.
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